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Daniel Moreno Conchas es un artista plástico que confía en la figura.

Sus proyectos oscilan


entre dos extremos: la persona y la cosa. En ambos casos, se trata de encontrar el instante
en que lo humano y lo terrenal tienen su manifestación más cierta. Porque, de algún modo,
todo figurativismo se orienta hacia la verdad del mundo. Al menos a la verdad del mundo
de esa figura en particular. Así, en estas obras vemos —por ejemplo, en la serie Pérdida de
la infancia— una niña descifrando los modos oscuros del ser representados por sí misma y
sus juguetes. Los títulos son precisos en esto: “Aversión”, “Furor”, “Omisión”. Otros títulos
de otras series inciden en una atmósfera análoga: “Hacia el vacío”, “Oquedad”.
Junto con esas búsquedas que son una crítica existencial, el artista ha perseguido las formas
de la tradición mediante un conjunto de estudios y de tópicos visuales clásicos como la
naturaleza muerta o el retrato, e incluso la experiencia de traer por propia mano a la pintura
algunas piezas de otros autores. No obstante, esta filiación clásica se desborda en lo que el
artista llama Existencia de algo radical-subversivo: son retratos en formato grande
constituidos por el desperfecto, por la alteración y la evidencia del acto pictórico mismo.
Entonces las figuras aparecen como figuraciones: aproximaciones a lo que debería ser
captado, pero que no lo es, sino que es su despegarse del original o, mejor dicho,
convertirse en un original de algo inexistente, a causa de la subversión. Estos retratos
parecen acercarse al lenguaje de la ilustración. Y sí, ilustran un universo transgredido.
Daniel Moreno Conchas mantiene junto a su juventud el ánimo de encontrar rutas
expresivas que, sin desdeñar las fórmulas de los predecesores, se ajusten a los modos de la
actualidad. Sin duda hallará esas rutas, que serán la guía para su ubicación en el panorama
de la plástica nacional.

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