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1 Sobre La Historia Paradigmas y Definiciones y Aplicaciones. Protegido PDF
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INTRODUCCION
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DESARROLLO
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las aguas pantanosas y junto con los vapores volátiles trasladados por el
viento ocasionaban diversos tipos de morbidez. A estos productos
inorgánicos, se unían otros orgánicos derivados de la descomposición que
formaban los enigmáticos "miasmas", y se difundían por la atmósfera
afectando al organismo humano.
Este concepto, asociado con la emergencia de las grandes epidemias,
relacionadas al incremento de las comunicaciones en el comercio, hizo que
se concreten una serie de medidas, terapéuticas y preventivas como la
instauración de barreras sanitarias en las fronteras y la práctica del
aislamiento de las personas enfermas. Surgieron las cuarentenas y la
fumigación de los lugares apestados, o que corrían peligro de contagio, con
diversas sustancias como ácido nítrico, ácido clorhídrico y gas cloro.
Además se observaba una enorme preocupación por los vientos, ya que a
través de ellos se dispersaban los miasmas, por lo tanto, se prestó especial
importancia a estos lugares como objeto de vigilancia y ordenación.
Se desarrolló así, una concepción donde el espacio urbano tomó real
importancia en la preocupación de los médicos de la época que
interpretaron a la enfermedad como fenómeno social. Un ejemplo de
ello lo demostraba en 1790, el vienés J. P. Frank (1745-1821), cuando
publicó un folleto de expresivo título: La miseria del pueblo, madre de
enfermedades. En él reflejaba su preocupación por los espacios públicos
como los lugares donde se asentaban las grandes enfermedades, debiendo
ser esos lugares vigilados en forma más exigente y así se controlaban los
miasmas (14).
Este mismo autor, escribió entre 1779 y 1819, un extenso tratado de
higiene pública: System einer volltaendigen medizinischen Jolizey donde
recogió las principales doctrinas sobre sanidad pública de la época y en el
que desarrolló una teoría social de la enfermedad.
J.P.Frank sistematizaba las propuestas de una Política médica que se basó
en la compulsividad de las medidas de control y vigilancia de las
enfermedades, bajo la responsabilidad del Estado, junto con la imposición
de reglas de higiene individual para el pueblo.
También se dieron grandes epidemias como la peste y la malaria. Villalba,
médico español, en su obra llamada “Epidemiología española” relacionaba
estas enfermedades con las condiciones ambientales. Al igual que Casal,
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otro médico español, ambos concluyeron que la enfermedad era el resultado
de un régimen alimentario.
Por estas razones sostenían al “enfoque ecológico” como el sustrato teórico
del paradigma que regía en ese momento y todo lo expuesto anteriormente
llevó a definir a la Epidemiología como “La ciencia de las epidemias”
(16).
Pero este concepto tuvo auge hasta que en 1851 se realizó en París, la
primera Conferencia Sanitaria Internacional, en la que los participantes
debatieron si las enfermedades como el cólera eran miasmiáticas o
contagiosas. Esta controversia terminó cuando se demostró que esas
enfermedades eran infecciosas por la existencia de gérmenes que las
provocaban, siendo los seres humanos sus hospedadores que pasaban a ser
vistos como protagonistas de los procesos determinantes de los estados de
salud y focalizando a la enfermedad desde otra perspectiva, evento que
llevó a la concepción de un nuevo paradigma.
Otra muestra de esta crisis paradigmática se dió cuando en España se creó
la Junta Suprema de Sanidad, que dictó e hizo cumplir enérgicas medidas
para prevenir el contagio de las enfermedades: el cierre del comercio con
Francia, la vigilancia de las costas, buques y puertos, los que también eran
sometidos a control especial; instaurándose además, un completo sistema
de lazaretos y cordones sanitarios. A cada nuevo brote morboso fueron
enviados inspectores de epidemias para recabar información.
Durante todo el siglo XIX, prevaleció la opinión de los anticontagionistas en
relación al cólera. Y si bien a partir de este momento, se reflejó un apoyo
más fuerte al concepto de enfermedad contagiosa, la cuestión aún no
estaba resuelta y tampoco lo estaba el del origen de la temida enfermedad.
Dos teorías explicativas eran disputadas. En primer lugar la doctrina
miasmática, ya clásica, que contaba con gran número de seguidores. A
ella se oponía, desde mediados de siglo y dentro del enfoque ecológico, la
doctrina telúrica. Tal teoría, formulada por Pettenkofer, sostenía que la
propagación del cólera tenía como elemento determinante el suelo y las
aguas subterráneas.
Cuando llega a España la última de las grandes pandemias coléricas en
1885, los médicos europeos llevaban más de cincuenta años enfrentando a
esta enfermedad y produciendo un gran despliegue de la actividad
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científico - médica para poder combatir a esta epidemia. Cada brote colérico
era minuciosamente estudiado, pero a pesar de todo esto, a comienzos de
la octava década del siglo XIX, todavía no se conocían tres puntos clave en
relación a ella: su origen, los agentes de contagio, y una terapéutica eficaz
(14).
El elemento decisivo, que más contribuyó al descrédito de este paradigma,
fueron las medidas preventivas y curativas que se tomaron cuando en 1884
se reconocieron en España los primeros efectos causados por la nueva
epidemia colérica. Se volvieron a tomar las mismas medidas que en
anteriores pandemias, pero los rápidos progresos de la enfermedad
mostraron una vez más la inutilidad de estas medidas, evidenciando con
claridad algo que ya estaba en la mente de muchos médicos: “sin conocer
exactamente la causa del cólera no podían emprenderse medidas eficaces
para combatirlo”. Además, las cuarentenas y los cordones sanitarios
despertaban la ira de los comerciantes y el descontento de la población,
siendo un blanco fácil para las críticas corrosivas de los bacteriólogos,
quienes estudiaban los agentes causales. Sin embargo al no encontrar una
clara explicación de los procesos infecciosos, no pudieron sostener sus
teorías acerca de la existencia de un agente causal de estas enfermedades.
Esta situación cambió en forma gradual hasta que lograron confirmar sus
teorías; los higienistas ya no pudieron resolver los enigmas que se
instauraban en la sociedad y fueron decayendo hasta tocar fondo.
El cólera fue un ejemplo para entender el resquebrajamiento de este
paradigma, pero se puede recurrir a otras afecciones, como la fiebre
amarilla, el tifus o la tuberculosis, las cuáles también demuestran las
falencias en las medidas tomadas por los médicos de la época y la ausencia
de explicaciones satisfactorias sobre las enfermedades contagiosas.
El estudio de estas enfermedades, fue el preludio de la radical reorientación
de la medicina con la emergencia de la bacteriología.
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rápidamente, monopolizando y avanzando sobre el conocimiento
epidemiológico.
La Revolución Industrial priorizó a la Salud Pública, colocándola en primer
plano por las condiciones inhumanas en las que vivían los pobladores de la
época. Las viviendas miserables, el hacinamiento en las ciudades y las
fábricas donde trabajaban, eran considerados los causantes del deterioro en
la situación de salud, ya que el gran desarrollo causó un acelerado proceso
de urbanización. En esta situación las enfermedades infecciosas se
convirtieron en un gran problema, razón por la cual Pasteur y Köch
concentraron en ellas todo su interés.
Con Pasteur nació la inmunología, la elaboración de productos
inmunizantes y los métodos para el estudio de las causas de las
enfermedades transmisibles. El y sus colaboradores examinaron los
mecanismos de la infección y aplicaron los resultados de sus estudios a la
prevención y al tratamiento de las enfermedades contagiosas.
El alemán Köch y sus seguidores se dedicaron desde 1876 en adelante al
desarrollo de técnicas para el cultivo e identificación de las bacterias.
A partir de estos avances, se crearon medidas de profilaxis (como la
revolucionaria técnica de la vacunación) y una Medicina Preventiva que
nació por el descubrimiento del bacilo de la tuberculosis y otros
microorganismos. La epidemiología progresaba sobre bases sólidas y servía
a la salud pública en su lucha contra las enfermedades transmisibles.
Al descubrir el agente causal de la enfermedad, se creaba una vacuna
inmunógena, luego se aislaba al enfermo, se desinfectaban sus ropas y con
esto se consideraba controlado el problema de la enfermedad transmisible.
Pero no siempre fue así, pues comenzaron a experimentarse fracasos tanto
en la identificación de agentes causales como en la producción de
preparados con carácter inmunogénicos que llevaron al descontento de los
científicos.
Se observó un período de transición al no encontrarse respuestas ante
enfermedades no infecciosas, por lo que la medicina social como eje
temático comenzó a sentir presión.
Es justamente un epidemiólogo, John Ryle(1889-1950), quién sistematizó el
paradigma de la Historia Natural de las Enfermedades en 1936, que
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basó en una teoría unicausalista: “la enfermedad era causada por la
pobreza y otras condiciones sociales” (2).
La epidemiología se incorporaba al movimiento preventista para consolidar
este paradigma. Así, la investigación epidemiológica se volcaba a la tarea
principal de producir conocimientos sobre las fases pre clínicas de las
enfermedades. Este hecho aumentó las posibilidades de las prevenciones
primaria y secundaria, identificó factores de riesgo y desarrolló técnicas de
detección precoz de cuadros mórbidos. A partir de estos niveles de
prevención se abrió el escenario a la clínica como disciplina de estudio.
En 1940, la escuela británica sostenía la existencia de algo en la sociedad
que ocasionaba las enfermedades no infecciosas, del mismo modo que
antes provocaba las enfermedades infecciosas. Esta simple lógica llevó a un
cambio en la epidemiología, que pasó del estudio de las enfermedades
infecciosas al de las no infecciosas. Tanto Ryle como otros, se percataron de
que los aspectos sociales de la mayoría de las enfermedades eran más
importantes que el agente específico que las causaba, pero no lo pudieron
demostrar por la falta de instrumentos metodológicos necesarios para
realizar las investigaciones (17).
Los estudios se orientaron hacia las enfermedades que afectaban a los
adultos (enfermedades crónicas, cancerígenas, enfermedades coronarias,
hipertensión, etc.) debido a que cada día, éstas tenían mayor relevancia
que las de tipo infecciosas, que se limitaban principalmente a los niños.
La aplicación de técnicas estadísticas llevó a Wade Hampton Frost (1880-
1938) a relacionar variaciones en la incidencia y prevalencia de las
enfermedades, con la intención de evaluar si existían determinantes
genéticos y sociales que explicaran el por qué de este cambio rotundo en
los perfiles de la salud (2).
Con la incorporación de instrumentales que demostraron la existencia de
una determinada patología sin alteraciones clínicas en las personas, se
reforzó la idea de prevención frente a los factores de riesgo que causaban
una dada enfermedad.
En el inicio de los años 60, la investigación epidemiológica experimentó la
más profunda transformación, con la introducción de la computación. La
ampliación real de los bancos de datos, con la suma potencial de técnicas
analíticas, fueron de gran ayuda a la hora de relacionar los datos obtenidos
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al abordar el estudio de una enfermedad. Los análisis multivariados traían
una perspectiva de solución al problema de las variables de confusión,
intrínseco a los diseños observacionales que determinaban la especificidad
de la epidemiología en relación con las demás ciencias básicas del área
médica. La computación permitió la realización de apareamientos múltiples,
estratificación de variables de confusión, relacionar las causas con los
efectos ante una determinada patología y control del sesgo, además de
propiciar el perfeccionamiento en la estadística. Así, con la contribución de
los modelos matemáticos, se crearon distintos tipos de estudios
descriptivos, analíticos, experimentales y no experimentales, indispensables
para el estudio de las distintas variables que afectan a la salud.
Es muy importante notar que en esta concepción de la epidemiología,
predominó una concepción mecanicista de la relación entre causa - efecto y
el predominio de la clínica como disciplina dominante en el campo de la
intervención de salud. Sobre esta base, los conceptos y métodos de la
medicina preventiva se transformaron en dominantes en la Salud Pública.
En consecuencia se definió a la Epidemiología como “el estudio de la
distribución y determinantes de enfermedades en poblaciones
humanas” (16).
Se definió así al paradigma dominante a finales del siglo XX, que consiste
en realizar inferencias respecto a factores de riesgo como causas
predisponentes para una determinada enfermedad, por lo que se habló de
una red multicausalista para cada padecimiento.
No sólo se observan las causas, sino también todo el entorno que rodea al
individuo, como ser: factores socio - económicos, socio - políticos, socio -
culturales, psicosociales, ambientales, genéticos, etc., que llevan a una
patología dada por un sinergismo entre ellos. De este modo, se observa la
imagen del hombre como un todo integral, donde no existe separación entre
lo síquico, lo biológico y lo social. Pero la adopción de medidas apropiadas
para el estudio de este modelo, presentó ciertas limitaciones, como los
hábitos y conductas de un individuo, ya que no sólo dependían de su
voluntad individual sino también de la interacción con el grupo social al cual
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pertenecía, la disponibilidad y accesibilidad de recursos, las características
de su trabajo, del lugar donde residía, etc., en fin, por sus condiciones de
vida tanto individual, familiar, como laboral.
Este paradigma se denominó “caja negra” porque en esta “red de
causalidad” existían procesos internos que estaban ocultos, por ser una
unidad tan compleja y la epidemiología se limitó a la intervención en todos
los factores que se podían cambiar y dejando a un lado los factores en los
que no puede intervenir. A partir de esto se la definió como “la disciplina
que estudia la enfermedad en poblaciones humanas” (16).
Este paradigma comenzó a decaer cuando se observaron desventajas, por
ejemplo, la gran cantidad de factores de riesgo hallados, que explicaban
poco acerca de los orígenes de la enfermedad. Otra limitación fue la falta de
discernimiento entre si los determinantes eran individuales o poblacionales
en las patologías.
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Basándose en esto, Susser define a la Epidemiología como “el estudio de
las distribuciones y determinantes de los estados de salud en
poblaciones humanas” (16).
Aplicaciones de la epidemiología
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Junto a este cambio del perfil epidemiológico, que se acompaña y se explica
en la historia de cada sociedad, algunas otras características pasan a ser
más evidentes.
En el pasado, la Epidemiología era más empírica, apuntaba a identificar a la
enfermedad y a partir de allí buscar una solución al problema; hoy en día
trata de mirar al interior de cada formación social, y poder prevenir los
procesos patológicos, buscando una regularidad en las manifestaciones del
proceso salud - enfermedad. Pero para que se pueda llegar a esto deberán
cambiar algunos conceptos en el campo de la salud pública.
La epidemiología ha sido considerada a menudo, como una ciencia
puramente descriptiva y no (se la ha considerado) como el método
indispensable para estudiar el funcionamiento de los servicios de salud. A
las organizaciones internacionales de salud les corresponde restituir a la
epidemiología su verdadero significado.
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La epidemiología se utiliza en el proceso de toma de decisiones relativas a la
organización y la gestión de servicios de salud, en la medida que los servicios
tengan como objetivo final atender las verdaderas necesidades de una
población.
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hacerse en torno al tipo de establecimiento y a la división profesional del
trabajo. Se van constituyendo programas que tienen fines específicos como
son los problemas mentales, accidentes de tránsito, de trabajo,
enfermedades de transmisión sexual, etc.
Tal gestión no puede realizarse sin tener acceso contínuo a datos
epidemiológicos válidos que permitan vigilar el efecto de las medidas de
salud fomentadas por el programa ).
Los procesos de regionalización, de municipalización y de desarrollo de
sistemas locales de servicios tienen en común favorecer un enfoque
poblacional de los problemas de salud. El enfoque institucional y profesional
pueden funcionar sin el aporte de los datos epidemiológicos, pero el
enfoque poblacional no puede hacerlo, ya que sus fines se expresan en la
evolución de la situación sanitaria de la población (7).
Para favorecer la gestión de los servicios de salud es necesario una
distribución más equitativa de los recursos disponibles para los servicios de
salud, y se necesita de la contribución de la epidemiología en la
identificación de las diferencias del perfil epidemiológico de las distintas
regiones y categorías de la población, ya que se deben asignar los recursos
en función de las necesidades y evaluar las repercusiones de las distintas
opciones de intervención para evitar el desperdicio de los escasos recursos.
Desde este punto de vista estoy de acuerdo con lo que dice Gilles Dussault,
en un Boletín Epidemiológico: promover la búsqueda de coherencia
máxima entre las necesidades, la eficacia, la eficiencia de las
intervenciones y la asignación de los recursos es idealista, pero no
es utópica porque se tiene la capacidad técnica para acercarse a ese
ideal, ya que el problema actual no es la escasez de recursos, sino la
mala utilización de esos recursos.
Entonces la falta de diálogo entre los epidemiólogos y los administradores,
debe ser solucionada para que se puedan producir políticas y estrategias
que tengan un mayor impacto en el bienestar de las poblaciones (7).
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Conclusión
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Referencias bibliográficas
16
11) Horwitz Abraham; La epidemiología en América Latina; Boletín de la
Oficina Sanitaria Panamericana; vol.I, N°3; 2000.
17) Buck Carol, Llopis Alvaro, Najera Enrique, Terris Melton; Desafíos de la
epidemiología, Problemas y lecturas seleccionadas; Publicación Científica
N°505; OPS; Oficina sanitaria Panamericana, oficina regional de la OMS;
1988.
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