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ASPECTOS GENERALES
Todo testimonio es una declaración, más o menos protocolaría, que rinde una
persona sobre un hecho que le consta o del que tiene conocimiento. La versión
que se da en audiencia, con citación de todas las partes y ante juez, está sometida
a rigurosa formalidades; pero también hay testimonio menos solemne cuando se
da ante notario, e incluso ante sí mismo o ante el abogado interesado en
presentarlo si la declaración se documenta. Y que el asunto no provoque
perplejidad, porque en Colombia desde hace más de dos décadas el testimonio no
necesariamente es prueba oral, ni es indispensable que se rinda ante un
funcionario público o persona que ejerza funciones públicas.
En cuanto a la persona puede atestiguar la parte misma, un tercero o para unos sí,
para otros no un experto la primera porque intervino en el hecho, participó en él lo
conoce o debe conocerlo, en tanto sus efectos le conciernen; el segundo porque
estuvo presente durante su ocurrencia o tuvo noticia del acontecimiento, sin que,
en principio sus consecuencias lo afecten; y el tercero porque tiene la sapiencia
para hacer una evaluación científica, técnica o artística del hecho sobre el cual es
informado, para que a partir de ellos, le dé su opinión el Juez aunque puede darse
el caso del testigo experto que presenció directamente el suceso.
Para que una persona pueda ser testigo debe reunir, en lo basilar, dos
características: que sea mentalmente capaz y que pueda darse a entender. Lo
primero, porque no es fiable el testimonio de quien padece una limitación psíquica
que afecta su capacidad de comprensión; lo segundo porque el conocimiento del
testigo debe poderse comunicar a otros.
Las personas en las que se configuren las dos primeras hipótesis no pueden
declarar en ningún proceso (inhabilidad absolutas); quienes se hallen en las
restantes son incompetentes para atestiguar en determinado momento
(inhabilidades relativas), por lo que superada la circunstancia que impedía recibir
su versión, bien puede el Juez recaudar el testimonio (C. G. P., art. 210).
Quedo también a salvo, desde luego, la cláusula general de cierre que le permite
al Juez, en cada caso, precisar si una persona puede o no testimoniar.
Pero hay una persona a que el Código sí le permite testimoniar: el niño, o niña, sin
importar su edad; tan solo precisa que no se le tomará juramento, pero “se le
exhortará a decir la verdad” (C. G. P., art. 220, inc. 2°). El cambio, pues es
diametral porque el Código de Procedimiento Civil establecía que los “menores de
doce años” eran inhábiles absolutos para dar testimonio. Ya que del niño o niña es
propia la sugestibilidad, la imaginación y la credulidad.
La mala fama del testimonio obedece más a las carencias de los interrogadores
que a las deficiencias de los testigos, que naturalmente las tienen. Se despotrica
de ella por ser poco fiable, pero no se repara en que son muchas las ocasiones en
que el problema radica en la falta de preparación del interrogador, en su limitada
metodología, en la ausencia de objetivos o en la carencia de destreza para
interrogar.
IMPORTANCIA DE LA VERSIÓN
El testigo conoce, o por lo menos ha dicho que algo conoce o que un hecho le
consta; con este punto de partida, nuestra primera preocupación será indagar qué
es lo que se sabe, qué tanto sabe y que no sabe. Tras establecer o alinderar ese
conocimiento, nuestra segunda inquietud e interés apuntará hacia la transmisión
de ese saber, específicamente al Juez: como lograr que el testigo cuente bien su
verdad y, lo que también es importante cuál es la manera de hacerlo más creíble y
más firme.
De allí la importancia de la versión, como fase final del testimonio, sin la cual ese
conocimiento será privado. La versión entonces hace público ese saber que solo
será útil sí y solo sí es verosímil.