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Universidad Nacional de Colombia

Departamento de Filosofía
Seminario de Filosofía Moderna: Leibniz
Rafael Antonio Gutiérrez Martínez

La materia como agregado y como fenómeno en la filosofía de Leibniz

En diferentes partes de su obra, Leibniz ofreció dos respuestas distintas a la pregunta por
en qué consiste la naturaleza de los cuerpos físicos, o sea, del mundo material. La primera
respuesta consiste en que los cuerpos físicos son, como un montón de piedras,
compuestos o agregados de sustancias simples (Carta No. 12 p. 63). La segunda, en que
los cuerpos físicos son, como el arco iris, meros fenómenos (Cf. Id). Estas respuestas tratan
de estar alienadas con el principio fundamental de la metafísica leibniziana; esto es, con la
idea de que en el mundo no existe nada excepto las substancias simples, y sus
propiedades de percepción y apetito (Cf. Adams 217). Por tanto, tratan de dar cuenta del
hecho de que materia tiene que ser explicada, en todos sus niveles, apelando a estas
substancias simples y sus características.

Ahora bien, estas dos repuestas, tomadas en conjunto, han sido estimadas por los lectores
de Leibniz de, al menos, dos maneras distintas. Por un lado, para algunos, ellas
constituyen sugerencias para dos teorías distintas e incompatibles de la construcción de
cuerpos materiales. Quienes se adhieren a esta línea de pensamiento argumentan que, si
bien Leibniz sostuvo estas dos respuestas, lo hizo en diferentes momentos de su carrera
filosófica y que es posible rastrear en sus escritos un cambio de opinión que consiste en la
preferencia de una teoría sobre otra. Por otro lado, otros lectores, creen que estas dos
respuestas son compatibles, o, al menos, que así lo consideraba Leibniz. Quienes piensan
de esta manera niegan que exista algún tipo de vacilación en el pensamiento de este autor
y creen que es posible rastrear una única teoría de la materia, que de cuenta del hecho de
que la materia es, al mismo tiempo, agregado y fenómeno.

En este texto, me aproximo al problema de si es necesario sostener (como hacen los


primeros) que las dos respuestas son incompatibles o si es posible afirmar (como hacen
los segundos) que son, en realidad, compatibles. Mi tesis consiste en que son dos tesis
compatibles. No obstante, ensayo una ruta argumentativa diferente de la que siguen
autores como Adams en defensa de esta misma idea. En mi opinión, no existe ninguna
tensión entre las dos respuestas, toda vez que son tesis de naturaleza distinta y, como
consecuencia, descripciones de aspectos distintos de la materia. La primera es una tesis
metafísica, que indica cuáles son los elementos metafísicos constitutivos de la materia;
mientras que la segunda es una tesis de orden más epistemológico o psicológico, que
señala la manera como se construyen para nosotros los objetos materiales o la manera
como la mente los considera.

Este texto se desarrolla en tres secciones. Inicio con una introducción en la que presento
las razones que me llevar a considerar necesario asumir el reto de hacer compatibles las
dos respuestas de Leibniz a la pregunta por la naturaleza de la materia. Luego, en la
segunda sección, caracterizo la tesis de acuerdo con la cual los cuerpos son seres unidos
por accidente o por agregación. En esta parte, hago énfasis en el significado metafísico
profundo de esta tesis. Finalmente, en la tercera sección, me concentro en la noción de
fenómeno. En esta parte, explico qué quiere decir que los cuerpos sean meros fenómenos
y por qué, en virtud de una comprensión adecuada de la noción de fenómeno, se puede
sostener que la idea de que el continuo material es tanto fenómeno como agregado no
supone ningún conflicto.

1. Introducción

Las reacciones que despiertan en los lectores de Leibniz las dos respuestas a la pregunta
por la naturaleza de la materia están motivadas, en parte, por el tratamiento algunas
veces poco riguroso que hace Leibniz de estas. En algunas partes, él parece sugerir que
pensar en los cuerpos como fenómenos o como agregados son dos maneras claramente
distintas de considerar la materia. Esto se observa, por ejemplo, en algunas cartas de 1686
a Arnauld: “Si el cuerpo es una sustancia y no un simple fenómeno, como el arco iris, ni un
ser unido por accidente o por agregación, como un montón de piedras, no podría consistir
en la extensión” (Carta No. 12 p. 63). Si bien es cierto que la disyunción que une los
predicados “simple fenómeno” y “ser unido por accidente” puede ser tomada como
explicativa, el hecho de que en otras cartas se insista en la misma oposición (aunque se dé
de la misma manera), fortalece la lectura de que, para Leibniz, se trata de posibilidades
distintas. Por ejemplo, en otra carta a Arnauld, sostiene lo siguiente: “[…] no hay en
absoluto cuerpos de los que se pueda asegurar, que son una sustancia más que una suma
de varias de éstas o quizás un fenómeno” (Carta No. 16 p. 77).

En otras partes, sin embargo, Leibniz sostiene que es precisamente en tanto que
agregados de substancias que los cuerpos son fenómenos; es decir, que hay una relación
tal que lo uno se sigue de lo otro. Esto se observa, por ejemplo, en una carta de 1706 a De
Bosses: “[…] de muchas mónadas resulta la materia segunda con sus fuerzas derivadas,
acciones y pasiones, que no son más que entes por agregación y, por tanto, semimentales,
como el arco iris y otros fenómenos bien fundados” (Carta No. 6 p. 173, cursivas mías). De
ahí que para algunos, como Adams, sea necesario sostener que las proposiciones de
acuerdo con las cuales que los cuerpos son fenómenos, por un lado, y agregados, por otro,
constituyen dos tesis consistentes entre sí.

Considero que los apoyos textuales son mucho más a favor de lo segundo. Y pienso, junto
con Adams, que esto es suficiente para creer que estas dos cualificaciones de la materia
son consistentes una con la otra (Cf. 236). Si una tesis se sigue de la otra, las dos deben
poder ser verdaderas al mismo tiempo. La pregunta que es necesario plantearse es,
entonces, en qué radica esta consistencia. Para responder esto, es necesario, primero,
entender qué quiere decir que la materia sea un fenómeno y un agregado. A tratar de
traer claridad sobre esto es a lo que procedo a continuación.

2. Los cuerpos como agregados de substancias

De acuerdo con Leibniz, todos los cuerpos son agregados de sustancias (también referidas
como: substancias simples, unidades verdaderas, seres reales, mónadas). Así lo expresa en
diferentes lugares: “Cada masa extensa puede ser considerada como compuesto de otras
dos, o mil, diferentes […] no se encontrará nunca un cuerpo que se pueda decir que es
verdadera substancia. Siempre será un agregado de varias [substancias]” (Carta No. 16 p.
76). “[L]a masa es una cantidad discreta, o sea una multitud actual o un ente por
agregación, pero resultante de las unidades infinitas” (Carta No. 55 p. 278). ¿Cuáles son
las bases para creer esto? Lo primero que hay que señalar, y que ya se sugirió al inicio, es
que esta idea está acorde con el principio fundamental de la metafísica de Leibniz, a
saber: todo lo que existe son substancias simples y las propiedades (de percepción y
apetito) presentes en ella. Siendo este el caso, si la materia tiene que ser algo, debe ser
algo derivado de las únicas cosas que son en estricto rigor. Por sí misma, ella no podría ser
nada. Para que sea algo, tendría que ser una reunión, colección o configuración de las
cosas que, el principio establece, son las únicas que existen.

Ahora bien, teniendo en cuenta lo anterior, parece que la motivación más fuerte para
creer que la materia es un compuesto de cosas simples es que la creencia o asunción de
que, de hecho, la materia existe. Sin esta premisa, no sería forzoso entenderla como
agregado de las cosas que sí existen. Al respecto, Bertrand Russell señala que a pesar de
que Leibniz abandonó en materialismo, por las dificultades encontradas en la concepción
ordinaria de la materia, a favor de una teoría que puede ser considerada como
espiritualista o idealista, el punto de partida de su filosofía de la materia es la materia
misma. Leibniz no parte de la pregunta acerca de si la materia existe (esto se da por
cierto), sino por la pregunta acerca de cuál es su naturaleza (Cf. 82).
En una de las cartas de Leibniz a Arnauld de 1687 se ve lo anterior con mucha claridad. Allí
aparece el único argumento que he encontrado a favor de la idea de que todos los
cuerpos son agregados de substancias simples.

Reconozco, señor, que en toda la naturaleza corporal no hay más que máquinas (que son a
menudo animadas), pero no reconozco que haya solamente agregados de sustancias y si
hay agregados de sustancias, es necesario, que haya también verdaderas sustancias de las
que todos los agregados resulten. Es necesario entonces llegar o a los puntos de la
matemática, con los que algunos componen la extensión, o a los átomos de Epicuro y del
señor Cordemoy (que son cosas que usted rechaza como yo [acá se refiere tanto a que los
átomos tengan lugar en la naturaleza como a que los cuerpos puedan están compuestos
por puntos (Cf. 94]) o bien es necesario confesar que no se encuentra ninguna realidad en
los cuerpos; o, en fin, es necesario reconocer algunas sustancias que tengan una verdadera
unidad. (Carta No. 18 p. 103)

El argumento de Leibniz parte de la premisa de que es necesario que existan substancias.


Esta premisa es una conclusión que se deriva de la proposición de que hay, en la
naturaleza, agregados de substancias. Ahora, la pregunta que él se plantea es en qué
consisten estas substancias constitutivas del compuesto. Para responder esto, Leibniz
considera cuatro escenarios: que sean o los átomos, o los puntos matemáticos, o
sustancias de verdadera unidad, o que no haya ninguna realidad en los cuerpos. Lo que
sigue en el argumento es rechazar tres de estos cuatro disyuntos para aceptar uno de
ellos. (Aunque no se incluye en la cita, él optará por la tercera opción). No podrían ser
átomos, porque si son puramente materiales, no podrían tener actividad alguna (Cf.
Russell 121). No podrían ser puntos matemáticos, porque estos no podrían constituir por
sí mismos la extensión. Por tanto, queda que sean o bien unidades reales o que los
cuerpos no tengan realidad alguna. Para Leibniz no podría aceptarse lo último; es
necesario, en su opinión, admitir realidad en los cuerpos; este es un presupuesto del
sentido común del que se debe partir (Cf. Russell 82). De esto se sigue que los elementos
constitutivos de todo son las unidades reales, que dan realidad a las cosas del continuo
material.

Destaco de este argumento dos cosas. Primero, como ya mencioné, que para Leibniz un
punto de partida es la aceptación de la existencia de la materia. Segundo, que hay un
sentido profundo en el que la única manera en la que la materia podría tener realidad o
existencia es gracias al elemento que la compone, esto es, gracias a su fundación
monádica. Acá quizá valga mencionar que el sentido de composición es más de
fundamento (o “requisito” dice Leibniz en algunas partes (Cf. Carta No. 95 p. 378)) que, en
estricto sentido, de ingrediente. Los cuerpos, en Leibniz, están constituidos por agregados
de otros cuerpos, que son partes extensas, y estos, a su vez están constituidos por otros
agregados, también partes extensas. Estos son, con propiedad, sus ingredientes. Pero si
esto fuera todo lo que compone la materia, no habría nada real. Es necesario que haya un
fundamento. Así lo expresa Leibniz:

[…] todo ser por agregación supone unos seres dotados de verdadera unidad, ya que su
realidad depende solamente de la de los que está compuesto, de manera que no tendrá
[realidad] del todo, si cada ser de los que está compuesto es también un ser por
agregación o, bien, es necesario buscar aún otro fundamento de su realidad. (Carta No. 18
p. 94).

Los cuerpos, por tanto, como señala Langton, son dependientes en dos sentidos. Por un
lado, son dependientes de las partes físicas que están en cierta relación una con otra y los
constituyen. Por otro, son dependientes, a un nivel más fundamental, de las substancias
verdaderas. Pero este segundo sentido de dependencia es diferente del primero en la
medida en la que “[l]os cuerpos están fundados de mónadas no en la manera en la que el
todo está fundado en sus partes, sino en la manera en la que cosas de un nivel ontológico
pueden estar fundadas en cosas de otro nivel diferente” (77).

Al inicio, señalé que la tesis que he estado caracterizando en esta sección es una tesis
metafísica. Quizá con lo último se han hecho claras las motivaciones para sostener esto.
Esta es una tesis acerca de los elementos constitutivos de las cosas materiales, acerca de
lo que tienen ellas que soporta su realidad y la hacen posible, en últimas, sobre aquello de
lo que dependen para poder existir. Para Leibniz, las cosas “tienen tanto de realidad o de
substancialidad, como hay de verdadera unidad en lo que entra en su composición” (Carta
No. 18 p. 104). La materia existe, en tanto que están fundadas en las mónadas que
constituyen su sustrato último. En otra parte, y con el mismo espíritu, dice Leibniz:
“Reconozco que un cuerpo sin alma tiene solamente unidad por agregación, pero la
realidad que le queda proviene de las partes que lo componen y retienen su unidad
substancial” (Carta No. 18 p. 107).

3. Los cuerpos como meros fenómenos

En la sección anterior, he tratado de mostrar que aquello en lo que consiste la realidad de


los cuerpos materiales son las mónadas que los constituyen. Ellas son el elemento
metafísico constitutivo de la realidad; el fundamento de las cosas. En ese sentido, la
afirmación de que los cuerpos son agregados de mónadas es una tesis metafísica.
Pasemos ahora a la noción de fenómeno. Ya mencioné que la idea de que los cuerpos son
fenómenos, así como agregados, no debe ser conflictiva, toda vez que Leibniz parece creer
que los cuerpos son fenómenos en tanto que agregados. Lo que tenemos que hacer a
continuación es establecer en qué consiste su compatibilidad. En esta sección, iniciaré
señalando qué se debe entender por fenómeno. Luego, mostraré que esta noción de
fenómeno es compatible con la idea de que los cuerpos son agregados, toda vez que la
idea de que los cuerpos son fenómenos no es una idea metafísicamente sino más bien
epistemológica o psicológica.

Los fenómenos son, de acuerdo con Leibniz, objetos mentales (Carta No. 6 p. 171); esto
es, objetos del pensamiento (Cf. Leibniz citado en Adams: 218). Como consecuencia, los
cuerpos materiales, en tanto que fenómenos, son objetos mentales o de pensamiento.
Estos son el resultado de las percepciones, o sea, modificaciones o cualidades, que
acaecen en la substancia que percibe, consideradas con relación a la realidad objetiva (Cf.
Adams 220). Ahora, ¿cuál es el punto de decir que los cuerpos materiales son fenómenos?
¿Qué es lo que se está tratando de señalar al sostener esto? En este aspecto, mi
interpretación se distancia de la que proponen autores como Adams. Por esto, para tratar
de hacer más claro mi punto, me detendré en los elementos en los que creo que no hay
coincidencia.

De acuerdo con Adams, el punto de que los cuerpos sean fenómenos es que, para Leibniz,
ellos no tienen existencia excepto en como ocurrencia de cualidades o modificaciones en
las sustancias que las perciben. La existencia de un cuerpo en tanto que fenómeno debe
consistir, entonces, en la aparición de ciertas percepciones en la substancia que percibe
(Cf. 223)1. Para ponerlo con más claridad, la existencia de los cuerpos depende de que
sean percibidos. En mi opinión, no es claro que esto sea lo que Leibniz quiere decir: para
mí, no es claro que Leibniz sostenga que la existencia de los cuerpos dependa de las
percepciones. Esto, porque la materia, en estricto sentido, depende únicamente de las
mónadas para existir. Para mí, lo que quiere decir Leibniz al sostener que los cuerpos son
fenómenos es ganan su unidad, esto es, se constituyen para nosotros en objetos
individuales gracias a nuestra mente, y creo que esto es diferente a decir que les dan
existencia.

Es posible rastrear en las cartas de Leibniz afirmaciones que apoyan estas ideas. Esto, en
particular, en dos direcciones. En primer lugar, encontramos una insistencia en que los
cuerpos son fenómenos en tanto son cosas percibidas como teniendo una unidad, aunque
esa unidad no pueda ser real (pues lo único que realmente es uno son las mónadas). En

1
Vale la pena señalar que, de acuerdo con Adams, Leibniz asume que en nuestra percepción de cuerpos
estamos, al menos indirectamente, percibiendo algo que es primitivamente real, independientemente de
nuestras mentes, a saber: las mónadas infinitas, las cuales constituyen la fundación de los fenómenos
corporales.
segundo lugar, encontramos la tesis de acuerdo con la cual si las cosas fueran meramente
fenómenos, no podrían ser más que imaginaciones a menos que estuvieran constituidas
por mónadas. Esto, creo yo, sugiere que la realidad de las cosas materiales depende, en
estricto sentido, en de las mónadas y no de las percepciones. Veamos esto.

(1) En una de las cartas de 1687 a Arnauld, Leibniz escribe lo siguiente:

Nuestro espíritu nota o concibe algunas sustancias verdaderas que tienen ciertos modos,
los cuales contienen relaciones con otras sustancias, en donde el espíritu encuentra
ocasión para unirlos en el pensamiento y para poner un nombre para todas estas cosas
juntas, lo que sirve para comodidad del razonamiento. (Carta No. 18 p. 107)

Los cuerpos son fenómenos en tanto tienen su unidad en nuestro espíritu (Cf. Carta No.
18 p. 104); en tanto constituyen un ser de razón o imaginación (Cf. Carta No. 18 p. 103).
En sus escritos, Leibniz presenta diferentes ejemplos de fenómenos que dan cuenta de
esto: un bloque de mármol (Cf. Carta No. 16 p. 79), dos diamantes unidos a un anillo
(Carta No. 16 p. 80), un estanque de agua congelado con peces o un rebaño de animales
son fenómenos, porque los juzgamos como constituyendo ciertas unidades, porque los
componemos con nuestros espíritus como cosas que, para ciertos respectos,
consideramos como individualizadas. Estas unidades, no obstante, son sólo accidentales,
son meras construcciones de nuestro pensamiento. La razón de que sean accidentales es
que se pueden descomponer en dos elementos distintos, que podríamos juzgar como dos
unidades distintas: los anillo podría ser dividido y los dos diamantes que antes juzgábamos
como parte de una misma unidad serán considerados ahora como dos unidades distintas.
Las únicas cosas capaces de constituir una verdadera unidad son las mónadas.

Quisiera llamar la atención en que decir que el cuerpo, un ejercito, una sociedad y otros
ejemplos de fenómeno no recibe su realización, en tanto unidades, más que en el
pensamiento y las apariencias no es lo mismo que decir que existen en tanto que las
percibimos. Sostener que considero las cosas de la naturaleza como compuesta por
distintos objetos, cuya unidad es accidental y construyo mentalmente, no me
compromete con sostener que dado que los percibo de esta manera los doto de
existencia. Por eso, en mi opinión, la tesis de que los cuerpos son fenómenos es de orden
más epistemológico o psicológico: es una tesis más acerca de cómo se me presentan las
cosas, acerca de cómo el mundo se me da en el pensamiento, a saber: como teniendo
cierta unidad accidental.

Una objeción que se podría presentar en este punto es la siguiente. Uno podría estar
tentado a decir que, dado que las cosas tienen unidad en la medida en la que son
consideradas en la mente, también tienen existencia en virtud de lo mismo. Esto apelando
principio, suscrito por Leibniz, de acuerdo con el cual únicamente lo que es uno puede
constituir ser (Cf. Carta No. 18 p. 104). No obstante, creo que, puesto que la mente sólo
dotas las cosas materiales de unidad accidental, únicamente las podrían notar de una
existencia accidental. Y, sea lo que sea que esto pueda significar, este no es el sentido de
existencia que está en juego cuando se habla de que los cuerpos son agregados.

(2) En la misma carta de Leibniz a Arnauld se lee lo siguiente:

Usted objeta, señor, que podría pertenecer a la esencia del cuerpo el no tener una
verdadera unidad; pero entonces pertenecería a la esencia del cuerpo ser un fenómeno,
desprovisto de toda realidad, como un sueño ordenado, porque los fenómenos mismos,
como el arco iris o como un montón de piedras, serían completamente imaginarios si no
estuvieran compuestos de seres que tienen una verdadera unidad. (Carta No. 16 p. 104)

Otra razón que encuentro en los textos de Leibniz para rechazar la idea de que los cuerpos
sean fenómenos en el mismo sentido en el que son agregados (es decir, en el sentido de
que su existencia depende de ellos) consiste en la idea de que, a menos de que las cosas
estén constituidas por unidades reales, no podrían tener ninguna realidad. Esto sugiere
una suerte desnivel interesante: todos los cuerpos en tanto agregados tienen alguna
realidad (que depende únicamente de sus elementos que la constituyen: las mónadas),
pero no todos los cuerpos en tanto fenómenos gozan de realidad, aún cuando sean
representados por la mente (si no hay mónadas sobre la base, no hay realidad). De esto se
sigue, creo yo, que la idea de que los cuerpos son fenómenos no puede significar que
ganan su realidad en virtud de existir en la mente. Si este fuera el caso, cualquier cuerpo,
en tanto que fenómeno, podría ser real.

Si todo lo anterior es cierto, creo yo, tenemos buenas razones para sostener que la tesis
de acuerdo con la cual los cuerpos son agregados y la tesis de acuerdo con la cual los
cuerpos son fenómenos pueden convivir sin tensiones en una misma teoría de la materia.
Dichas razones reposan en la idea de que son dos descripciones distintas de los cuerpos
materiales. La primera, siento una tesis metafísica fuerte, indica cuales son los elementos
constitutivos últimos de los cuerpos. La segunda, siendo una tesis más epistemológica o
psicológica, señala la manera como se construye para el individuo cognoscente los
cuerpos materiales, pero no lo que hace falta para que exista.

Bibliografía:
Adams, R. M. “Phenomenalism and Corporeal Substance in Leibniz”. Midwest Studies in
Philosophy. 8:1, 217-257, 1987.
Langton, R. Kant Humility. Our ignorance of Things in Themselves. Oxford: Oxford, 2007.
Leibniz, G. Carta No. 6. En: G. W. Leibniz. Obras filosóficas y científicas. Vol. 14. Eds. Juan
Antonio Nicolás y María Ramón Cubells. Granada: Editorial comares, 2007.
Leibniz, G. Carta No. 12. En: G. W. Leibniz. Obras filosóficas y científicas. Vol. 14. Eds. Juan
Antonio Nicolás y María Ramón Cubells. Granada: Editorial comares, 2007.
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Antonio Nicolás y María Ramón Cubells. Granada: Editorial comares, 2007.
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Antonio Nicolás y María Ramón Cubells. Granada: Editorial comares, 2007.
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Antonio Nicolás y María Ramón Cubells. Granada: Editorial comares, 2007.
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Antonio Nicolás y María Ramón Cubells. Granada: Editorial comares, 2007.
Russell, B. A Critical Exposition of the Philosophy of Leibniz. London: Routledge Taylor &
Francis Group, 1996.

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