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La santidad colectiva

La imagen que se nos viene a la cabeza cuando pensamos en


alguien “santo” o en alguien que se acerca a lo sagrado, es de
alguien que se encuentra apartado de la sociedad. Esta forma
de verlo, sin duda se debe a la influencia de tradiciones no
judías. La santidad para el judaísmo se consigue
cuando somos un colectivo, cuando estamos juntos,
así lo enseña Parashat Kedoshim, diciéndonos que lo
sagrado no se consigue separándonos del resto de la
congregación, sino justamente caminando codo a
codo con los demás, de lo contrario, ¿qué sentido
tiene ser “santos” sólo para nosotros?.
La parashá comienza con el decreto de Dios ordenándole al
pueblo ser “Kedoshim”, sagrados o santos:
“Habló Adonai a Moshé diciendo: Habla a toda la
congregación de los hijos de Israel, y diles: Consagrados
habréis de ser, ya que Santo Soy Yo Adonai, vuestro D’s”.
(Vaikrá / Levítico 19:2)
En este versículo la orden es muy precisa y deja entrever en
sus palabras algunos detalles que nos hacen comprender
mejor el concepto de santidad, en hebreo Kedushá. En primer
lugar, y a diferencia de otras órdenes que Dios le pide a Moshé
que informe al pueblo, aquí el mandato dice: “Habla a toda
la congregación de los hijos de Israel”. Toda la
congregación, todos, y no como muchas veces dice la Torá:
“Habla a los hijos de Israel”, sino que aquí vemos que Moshé
debe hablarle a “toda la congregación”. Según el Midrash
(Sifra Kedoshim 1:1) la razón por la que todo el pueblo debía
escuchar esta sección es porque en ella se encuentran los
principios fundamentales de la Torá, entre ellos: “Y amarás
a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy Adonai” (ibid,
18). La mayor parte de las Mitzvot que se enumeran en esta
Parashá son de carácter social y vienen a regular conductas
morales y éticas entre el ser humano y su prójimo, como por
ejemplo: Amar al prójimo, no calumniar, respetar y honrar a
los padres y normas relativas a la preocupación por los
necesitados. Vemos entonces que la santidad se construye a
base de una sociedad más justa, en donde “toda la
congregación” debe escuchar y poner en práctica esas órdenes.
El pasuk (versículo) que vimos tiene otra particularidad, el
mandato divino dice: “Kedoshim Tihiú”, en español:
“Consagrados habréis de ser”. El lenguaje es plural y no
singular. La kedusha es alcanzable en la medida en que
somos un colectivo, un grupo, una sociedad, no seres
particulares que resaltan la individualidad por sobre
todas las cosas. Tal como lo explica el Rav Benny Lau “Ser
“Kadosh” de acuerdo a la Torá, nos compromete a estar
conectados con el ambiente humano que nos rodea y
comportarnos según lo bueno y lo correcto (Etnajta, p. 289).
En ese mismo comentario, el Rav Lau nos comparte un pasaje
del Rabino Jasídico Kalonimus, de los pioneros del mundo
jasídico, de su libro “Maor VaShamesh”:
<<¿Podría ser que el hombre quiera apartarse, manteniéndose
único, y por medio de eso logre llegar a la santidad superior?
¡No!, pues la Torá nos enseña que Dios dice ‘Consagrados
habréis de ser… PORQUE YO SOY SANTO’. Según el Midrash
(Vaikra Raba 24:9), eso quiere decir que SU kedushá está por
sobre la nuestra, ya que sólo Él es uno y único, sin embargo si
el hombre quisiera llegar a conseguir la santidad, no podrá
hacerlo sino a través de un Kahal, de una congregación,
unida>> (Maor VaShamesh, Kedoshim 1:1).
Le fue ordenado a toda la congregación de los hijos de Israel
ser santos, ser consagrados. La orden no fue a cada uno en
forma individual sino al pueblo como un todo, a la comunidad
en forma completa. Cuando vemos familias que se destruyen y
se separan porque uno de sus miembros“ está buscando la
santidad” (ya sea haciendo Teshuvá, o persiguiendo las
enseñanzas el lejano oriente, o rozando el separatismo
absoluto de la sociedad) está fallando en la primera de las
Mitzvot que aparece en la Parashá: “Cada hombre a su
madre y a su padre habréis de venerar, y mis
sábados habréis de guardar” (Vaikrá 19:3). La familia
o el núcleo familiar son la unidad de sociedad más pequeña, a
través de la cual podemos encontrar la santidad. La familia
está para ayudarnos a construir nuestra identidad y para
complementar nuestra santidad, una de las formas de hacerlo
es justamente por medio del Shabbat, sentados alrededor de
una mesa, en donde no está cada uno en su pantalla y en su
teléfono, sino donde nos damos la posibilidad de mirarnos los
unos a los otros a los ojos. La santidad estará justamente en
ese encuentro de grupo, en ese encuentro entre varios y no en
la individualidad.
El Shabbat entre Yom HaShoa y Yom HaAtzmaut ha recibido
entre otros nombres: Shabbat Tekumá, el Shabbat del
Levantamiento. Pasamos de la tristeza y de las lágrimas de la
pena a las lágrimas de la alegría y la emoción. En Israel el
desafío de ser una verdadera luz para las naciones y hacernos
verdaderamente merecedores del título de “Tierra Santa”,
pasa por mantenernos unidos, como una sola congregación,
no siendo un cúmulo de individuales sino un “Kahal”, un
conjunto, estando ‫ יחד‬Yajad, juntos. Esta palabra, Yajad
(juntos) según enseñan algunos es una sigla: Y (‫ )י‬Yesh, J (‫)ח‬
Jilukei, D (‫ )ד‬Deot: Hay diversas opiniones.
En la semana en la que se hizo el juramento de la nueva
Knesset, en la semana en la que recordamos nuestro triste
pasado, en días en los que lloraremos a los caídos y
celebraremos este maravilloso presente, es la semana en la
que leemos la orden de mirar hacia el futuro y decir que
estamos dispuestos a cumplir con la orden: “Kedoshim Tihiú
— Consagrados serán”. Lo seremos, juntos.
Shabbat Shalom

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