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El autor visita un supermercado y súbitamente se da cuenta que todos los productos que lo rodean están destinados a convertirse en basura y eventualmente integrar el basural del universo. Se siente abrumado al pensar que las frutas, carnes, cereales y todos los demás artículos terminarán como desperdicios plásticos que contaminarán los ríos, lagos y mares de la Tierra.
El autor visita un supermercado y súbitamente se da cuenta que todos los productos que lo rodean están destinados a convertirse en basura y eventualmente integrar el basural del universo. Se siente abrumado al pensar que las frutas, carnes, cereales y todos los demás artículos terminarán como desperdicios plásticos que contaminarán los ríos, lagos y mares de la Tierra.
El autor visita un supermercado y súbitamente se da cuenta que todos los productos que lo rodean están destinados a convertirse en basura y eventualmente integrar el basural del universo. Se siente abrumado al pensar que las frutas, carnes, cereales y todos los demás artículos terminarán como desperdicios plásticos que contaminarán los ríos, lagos y mares de la Tierra.
leer el texto de “El basural del Universo” Posteriormente el tutor dará la
instrucción de contestar las preguntas que marca la actividad.
Estaba en medio de Genuardis, el supermercado gringo que hay a pocas cuadras de mi
casa, cuando de pronto me acometió una sensación de profundo fracaso. Duró un instante. Sólo eso, pero bastó y sobró para aterrorizarme. Miré hacia los lados y tuve la certeza de que todo cuanto me rodeaba estaba irremediablemente destinado a convertirse en basura. Para qué nos seguíamos contando el cuento. No había nada que estuviese en ese elegante supermercado y que el día de mañana no fuera a transmutarse en basura, para integrar el basural que anda extraviado por los andurriales del universo, a punto de chocar con una estrella. Nada. Esas frutas brillantes venidas de Chile,. México y California, las carnes rosadas que hasta hace pocos días antes eran corderos balando con toda inocencia, vacas pastando felices de la vida, cerdos gozando en la tierra blanda, las veinte marcas de cereales, los mil frascos de mermeladas, los atunes, tallarines y salsas, los choritos envueltos en perfectas mallas elásticas, las mantequillas de maní, los jamones y mortadelas y latas de foie – gras, las aspirinas y desodorantes y vasitos de baquelita y globos y servilletas con monitos y aguas de colonia y botellas con los precios pegados en el gollete y cepillos de dientes y las tortas y pasteles y los quesos, ¡ay, los quesos, también! El supermercado entero, con su hilera de bolsas para la basura incluida, estaba condenado al basural del universo. Pero eso no era lo peor. Lo peor era que antes de irse a los lugares por donde vagan los astros, esas cosas, convertidas en pastas y restos de plástico que no se desintegran jamás, irían a parar a los canales, los lagos, los ríos y los mares de la tierra y entonces nosotros... Y no quise pensar más y compré un litro de leche y salí arrancando.”
(Diario El Mercurio. Santiago, 3 de Junio de 2000).