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Los católicos que presenciamos este fin de milenio somos testigos de la decadencia de
la cultura occidental y del predominio que ejerce sobre la misma el príncipe de este
mundo, quien se manifiesta cotidianamente con su astucia y poder persuasivo en todos
los ámbitos. La crisis del hombre moderno responde a una mística negativa, en la cual
parece que todos los valores que edificaron nuestra cultura cristiana devienen en su
contrario: el bien se disuelve en el mal, el orden en el caos, la vida en la muerte, el ser
en la nada.
La situación histórica que debemos afrontar se nos muestra, pues, como un camino
plagado de dificultades y obnubilado por la confusión reinante. Sin embargo, podemos
atravesarlo con la ayuda iluminadora de la gracia y manteniéndonos lúcidos
intelectualmente. Este desafío al que estamos llamados se presenta con especial
dificultad a los católicos que incursionamos en disciplinas humanísticas, debido al
delicado estado de las mismas y a la importancia del contenido de sus doctrinas para la
vida del hombre en general. Entre estas ciencias, la psicología es la que más ha influido
en la visión contemporánea del hombre, determinando además su conducta.
Afianzada como ciencia a principios del siglo XX, esta disciplina nace de la mano de
Freud como psicoanálisis, entroncada en un ateísmo nitzscheano, desarraigada del
cristianismo, e incluso en consciente rechazo de todo lo religioso o sobrenatural. Surge,
así, el agudo conflicto de la psicología ante la gracia. Si consideramos, por un lado, que
el objeto de la psicología es el hombre histórico y, por otro lado, lo que enseña el
Concilio Vaticano II, que “en realidad el misterio del hombre solamente encuentra
verdadera luz en el misterio del Verbo encarnado” 1, se sigue que la psicología, a
diferencia de otras disciplinas, no puede ser sino cristiana, en cuanto estudia el alma del
hombre concreto.
También es claro que la mayoría de las psicologías que se estudian y se aplican
terapéuticamente en nuestros días (Freud, Jung, Frankl, Piaget, Lacan) son
incompatibles con lo que llamamos como una psicología intrínsecamente cristiana. Esta,
sin embargo, no es más que un proyecto cultural de importancia capital en el
catolicismo, pues sabemos que sin Cristo es imposible alcanzar la plenitud humana y,
menos aún, la salvación: “Por su pasión, Cristo nos libró de Satán y del pecado. Nos
mereció la vida nueva en el Espíritu Santo. Su gracia restaura en nosotros lo que el
pecado había deteriorado.” 2
1
Gaudium et Spes, n.22
2
‘Catecismo de la Iglesia Católica’, Conferencia Episcopal Argentina, 1993, p.449
1
2
Como es sabido, Erich Fromm (Frankfurt, 1900 – Muratto, 1980) perteneció al círculo
de la Escuela de su ciudad natal y su formación intelectual siguió los pasos de dos
influyentes autores: Freud y Marx. Sin embargo, no fue un simple repetidor de sus
maestros, sino que tanto como psicoanalista y como sociólogo realizó numerosos
aportes, muchos de los cuales muestran gran riqueza y profundidad en el conocimiento
del hombre. En efecto, a pesar de su formación freudiana-marxista, en muchos pasajes
de su obra pareciera acercarse a una concepción espiritual del alma humana, lo que lo
enfrenta a serias contradicciones con su pensamiento filosófico materialista de fondo.
Estas incongruencias se multiplican cuando Fromm afirma la libertad como constitutiva
de la existencia humana. A partir de este postulado, Fromm se manifiesta a favor del
desarrollo de una ética que se funde en el psicoanálisis como ciencia teórica del hombre.
Pasaremos, entonces, al desarrollo de estos temas, sin perder de vista que en nuestro
autor tanto la ética como la antropología no se hallan enmarcadas en una perspectiva
trascendente, lo cual sucede en la verdadera filosofía y, por supuesto, en el cristianismo.
3. - NECESIDAD DE LA ETICA
3
Erich Fromm, ‘Etica y Psicoanálisis’, F.C.E., México, 1966, p.9
4
Ibídem, p.18. Si bien es cierto que todo el psicoanálisis mostró especial indiferencia hacia las cuestiones éticas, no
sucede lo mismo en otras corrientes psicológicas. “Toda la escuela adleriana muestra la confluencia inevitable entre
vida moral e higiene mental” M. Echavarría, ‘La soberbia y la lujuria como patologías centrales de la psique según
Alfred Adler y Santo Tomás de Aquino’ en I. Andereggen – Z. Seligman, ‘La psicología ante la gracia’, EDUCA,
Bs.As, 1997. Otro psicólogo que enraíza la psicología en la ética y en la filosofía es Rudolf Allers: “Es necesario que
el hombre se incline ante el orden objetivo de los seres y de los valores es en esto en lo que consiste su salud mental
y moral.” R. Allers, ‘Reflexiones sobre la patología del conflicto’ en I. Andereggen – Z. Seligman, ‘La psicología
ante la gracia’, Ed.cit.
5
Tomás de Aquino, ‘Suma contra los gentiles’, B.A.C, Madrid, 1964, 3-27.
2
3
Por otro lado, Fromm señala la crisis del hombre contemporáneo, quien a pesar del
progreso y “a pesar de todos sus conocimientos acerca de la naturaleza permanece
ignorante en cuanto a los problemas más importantes y fundamentales de la existencia
humana: lo que el hombre es y cómo debe vivir.” 6 Al construir una cultura tecnificada,
pragmática y superficial, el hombre se ocupó tanto de las cosas que se olvidó de sí.
Incluso, podemos decir que se comprendió a sí mismo como una ‘cosa’ más, con lo cual
convirtió el concepto de ‘Yo como ser pensante’ en el de ‘Yo soy lo que tengo’ y en
nuestro siglo por el de ‘Yo soy lo que tú deseas’, que responde a la situación del hombre
que vive en una sociedad de consumo y se considera a sí mismo como una mercancía.
El hombre actual está perdido, ya que se ha quedado sin la guía de la Revelación y sin la
guía en la razón autónoma propia del espíritu iluminista. A raíz de esto, se afianzó en
nuestra cultura el escepticismo y una ética relativista: no hay valores objetivos, ni
autoridad incuestionable, a lo sumo queda lugar para un convencionalismo. Pero Fromm
reacciona ante este estado de las cosas, pronunciándose a favor de una ética objetiva
formulada racionalmente. Y al ser la ética la ciencia que enseña a obrar bien al hombre,
para saber que es bueno o malo para éste, primero se ha de conocer la naturaleza
humana. “Las fuentes de las normas para una conducta ética han de encontrarse en la
propia naturaleza del hombre.” 7
Este pensamiento según el cual la ética se funda en la antropología no difiere de la ética
tradicional, aunque Fromm no conciba al hombre como criatura ni sujeto a un destino
escatológico. El hombre virtuoso será aquel que siga lo que su propia naturaleza le
exija, mientras que el vicio provendrá de la indiferencia hacia uno mismo. Como vemos,
Fromm presenta su ética desde una perspectiva realista, fundando el ‘deber ser’ en el
‘ser’, entendiendo el obrar humano en función de su finalidad y repitiendo la máxima
socrática del ‘Conócete a ti mismo’ como punto de partida de la vida moral.
La ética autoritaria es aquella en que una autoridad es quien establece lo que es bueno
para el hombre. En cambio, en la ética humanista es el hombre quien establece las
normas que guían su conducta. Fromm rechaza la ética autoritaria, en cuanto que tal
autoridad es de índole irracional, en cuanto niega la capacidad del hombre para saber lo
que es bueno o malo y en cuanto se halla sostenida por el poder que ejercen ciertos
hombres o entidades sociales. “La ética autoritaria resuelve la cuestión de lo que es
bueno o malo considerando, en primer lugar, los intereses de la autoridad y no los del
sujeto; es un sistema de explotación.” 8 Señala el psicólogo de Frankfurt que la
formación ética que recibimos en nuestra primera infancia se nos impone
autoritariamente: “El niño adquiere un sentido de distinción entre bueno y malo antes
de conocer la diferencia por medio del razonamiento. En vista de su completa
dependencia del cuidado y del amor del adulto no es asombroso que una expresión de
aprobación o desaprobación en el semblante de la madre sea suficiente para ‘enseñar’
al niño la diferencia entre lo bueno y lo malo. En la escuela y en la sociedad actúan
factores similares.” 9
6
Erich Fromm, ‘Etica y Psicoanálisis’, p.16
7
Ibídem, p.19
8
Ibídem, p.22
9
Ibídem, p.22. Es importante tener en cuenta que Fromm considera que la neurosis tiene su origen justamente en la
rebeldía del niño frente a la presión ejercida por los padres y del fracaso que surge en el niño al no poder superar este
conflicto. (Ibídem, p.158-160)
3
4
10
Ibidem, p.202
11
Ibídem, p.23
12
Ibídem, p.23
13
Ibídem, p.24 y 151 respectivamente
14
Erich Fromm, ‘La desobediencia como problema psicológico y moral’, 1963. Citado por G. Reale en ‘Historia del
pensamiento filosófico y científico’, Herder, Barcelona, 1995, tomo III, p.753.
15
El mismo Fromm lo reconoce: “Los mandatos no matar, no odiar, no codiciar y el de amar al prójimo son normas
tanto de la ética autoritaria como de la ética humanista.”, en ‘Etica y psicoanálisis’, Ed. Cit., p.168.
4
5
La moral que Fromm propone, y que según él se halla en la conciencia del hombre, en
realidad, está puesta en éste por su creador. Dice Santo Tomás: “La ley natural no es
otra cosa que la luz de la inteligencia puesta en nosotros por Dios; por ella conocemos
lo que es preciso hacer y lo que es preciso evitar.” 16 Pero, volvamos a la postura
frommiana, la de la ética humanista. En ésta “el hombre es verdaderamente la medida
de todas las cosas. La posición humanista es que nada hay que sea superior ni más
digno que la existencia humana.” 17 Esta postura es coherente con su ateísmo: la vida
del hombre culmina en la tierra y no ha de rendir cuentas a nadie que no sea él mismo,
por lo tanto encontrará su felicidad en el desarrollo pleno de sus potencialidades, en el
amor solidario hacia sus semejantes y en la fe racional hacia su actividad productiva. 18
“La felicidad absoluta no tiene lugar en el pensamiento de Fromm, le es negada al
hombre, no tanto porque al hombre mismo le falte la capacidad para llegar a ella, sino
por la ausencia del objeto, propio de su felicidad. Al no tener idea de trascendencia, ni
de una vida después de la muerte, lo máximo que puede aspirar el hombre es a ese
‘carácter productivo y espontáneo’ otorgador de felicidades.” 19
En la ética subjetivista los juicios de valor no tienen validez universal, es decir, no son
aplicables a todos los hombres. Por el contrario, el criterio de las normas morales se
fundamenta en el ‘gusto’ de cada individuo. Un ejemplo es el hedonismo ético, doctrina
que sostiene que el placer es el principio director de la acción humana, tanto de hecho
como por norma. Esta corriente de pensamiento es incapaz de formular juicios morales
universales al tener en cuenta la variedad de objetos que pueden ser fuentes de placer,
los cuales, además, pueden ser evidentemente perjudiciales y amorales, como el placer
en el odio, en el dolor ajeno, en la sumisión o en la avaricia.
Ya Aristóteles había señalado que el placer no nos hace autárquicos, ya que en él
dependemos del objeto deseado, como el bebedor que es ‘esclavo’ de la bebida y que,
además, no es algo propio de la naturaleza humana, sino compartido con los animales.
Fromm piensa en una ética objetivamente válida y universal, aunque sujeta a un
perfeccionamiento futuro si fuese necesario. Si bien Fromm rechaza el subjetivismo
ético, por lo tanto también el hedonismo, sin embargo, dice que “el placer no es el fin
de la vida, pero acompaña inevitablemente a la actividad productiva del hombre.” 20 La
virtud, pues, es inseparable de la felicidad que se experimenta como placer.
Dice Fromm que el vivir es en sí mismo un arte. “En el arte de vivir el hombre es al
mismo tiempo el artista y el objeto de su arte, es el escultor y el mármol, el médico y el
paciente.” 21 Subraya nuestro autor que el hombre contemporáneo ha perdido el
concepto de ‘vida como arte’, la noción de ‘aprender a vivir en vistas a su felicidad’. El
hombre actual existe para todo (trabajo, familia, estudio, prestigio) y todo tiene
16
Tomás de Aquino, ‘Collationes in decem praeceptis’, 1. Citado en ‘Catecismo de la Iglesia Católica’, ed.cit., p.495
17
Erich Fromm, ‘Etica y Psicoanálisis’, Ed. Cit., p.25.
18
La fe es según Fromm, un rasgo del carácter del hombre. Dice: “En verdad, sin fe el hombre se vuelve estéril,
desesperado y medroso hasta lo más profundo de su ser.” (Ibídem, p.199) Fromm otorga un lugar fundamental al
tema de la fe humana en su caracterología.
19
Marisa Mosto, ‘Valor y vigencia de la doctrina de los hábitos’, 1982, p.95 (inédita).
20
Erich Fromm, “Etica y psicoanálisis”, ed. Cit., p.178
21
Ibídem, p.29
5
6
importancia, excepto su vida y el arte de vivir. Dicho esto, procede Fromm a definir la
ética como “la ciencia aplicada del arte de vivir basada en la ciencia teórica del
hombre.” 22 Al proceder la ética a partir del conocimiento del hombre, Fromm establece
que la afirmación de la vida sea el primer principio moral: “Lo bueno en la ética
humanista es la afirmación de la vida, el despliegue de los poderes del hombre. La
virtud es la responsabilidad hacia la propia existencia. Lo malo constituye la
mutilación de las fuerzas del hombre, el vicio es la irresponsabilidad hacia uno
mismo.” 23
Se ve en la formulación de este principio la concordancia con la ética tradicional. En
efecto, la realización plena de las potencialidades humanas no es otra cosa que el
desarrollo de los hábitos virtuosos en la persona. Por otro lado, el planteo ético
frommiano también responde, en este sentido, a lo señalado por Romano Guardini en su
libro ‘Una ética para nuestro tiempo’. En esta obra Guardini destacó la necesidad de
positivizar la ética, ya que normas negativas tales como ‘no robar, no mentir, prohibido
fornicar’, se le presentan al hombre contemporáneo como imposiciones que restringen
‘ab extrínseco’ la libertad humana. Con respecto a esto, contra Freud, dice Fromm: “El
fin de la ética humanista no es la represión de la maldad del hombre, sino el uso
productivo de las potencialidades primarias congénitas del hombre.”24
Una advertencia similar en relación al carácter extrínseco de la ética moderna y al
exceso de metodismo fue emitida por Jacques Maritain: “El método o las reglas,
consideradas como un conjunto de fórmulas y de procedimientos que actúan por sí
solos y sirven de armadura ortopédica y mecánica al espíritu, tienden en todas partes
en el mundo moderno a reemplazar a los ‘habitus’ porque el método es para todos, en
tanto que los ‘habitus’ sólo algunos los tienen y no es admisible que la accesión a las
actividades mejores dependa de una virtud que algunos poseen y otros no; en
consecuencia es preciso hacer fáciles las cosas bellas.” 25
La ética ha de fundarse en la ciencia teórica del hombre, según vimos. Pero, para que
sea posible un verdadero estudio antropológico ha de existir una naturaleza humana.
¿Existe una esencia del hombre? Contesta Fromm a esta pregunta diciendo que “si bien
no existe una naturaleza humana fija, ésta posee un dinamismo propio que constituye
un factor activo en la evolución del proceso social. Aún cuando no seamos capaces
todavía de formular en términos psicológicos claramente cuál es la exacta naturaleza
de este dinamismo humano, debemos reconocer su existencia.” 26 Se lee en otro texto
del libro que estudiamos: “El hombre no es una hoja en blanco sobre la cual la cultura
puede escribir su texto; él es un ente cargado de energía y estructurado en formas
específicas.” 27
Para Fromm el hombre no es un ‘títere’ del todo maleable por modelos sociales y
culturales que lo determinan ‘ab extrínseco’, sino que su comportamiento, tanto
individual como social, responde a necesidades intrínsecas que surgen de su propia
22
Ibídem, p. 29
23
Ibídem, p. 31
24
Ibídem, p. 229
25
Jacques Maritain, ‘Arte y escolástica’, Club de Lectores, Bs. As, 1972, p. 53-54
26
Erich Fromm, ‘Miedo a la libertad’, Paidós, España, 1980, p. 316
27
Erich Fromm, ‘Etica y Psicoanálisis’, ed. cit., p. 34.
6
7
28
Marisa Mosto, ‘Visión histórico filosófica de la modernidad en la obra de Erich Fromm’, 1983, p.36 y 39. (Inédita)
29
Erich Fromm, ‘La revolución de la esperanza’ F.C.E., México, 1980, p.92
30
Erich Fromm, ‘Etica y Psicoanálisis’, ed. Cit., p.246
31
Erich Fromm, ‘El miedo a la libertad’, ed. Cit. P.46 y 54
32
Erich Fromm, ‘La crisis del psicoanálisis’, Paidós, Bs As , 1972, p.166
33
Erich Fromm, ‘La revolución de la esperanza’, ed. cit, p. 81. En ‘Miedo a la libertad’ y otras de sus obras, Fromm
interpretó el dogma del pecado original en esta misma clave; es decir, el pecado como la pérdida de unidad del
hombre con la naturaleza.
7
8
Sostiene Fromm que ciertas religiones, filosofías e ideologías, que él denomina como
‘marcos de orientación y devoción’, tienen la función social de armonizar y negar las
contradicciones intrínsecas al hombre con racionalizaciones socialmente modeladas. La
doctrina católica es fiel ejemplo de ello. “El hombre ha tratado de negar esta dicotomía
por medio de las ideologías, v. gr, el concepto de la inmortalidad en el cristianismo, el
cual, al sostener un alma espiritual, niega el hecho trágico de que la vida del hombre
concluye con la muerte.” 39
Según Fromm, el hombre puede evadirse de estas contradicciones existenciales,
apaciguando su mente en religiones, ideologías o por medio de una actividad constante
que busque el placer, el dinero o incluso un trabajo digno. Pero todas estas son distintas
maneras de engañarse a uno mismo, pues “existe solamente una solución a su
problema: enfrentarse con la verdad, admitir su soledad fundamental en medio de un
universo indiferente a su destino, reconocer que no existe ningún poder que lo
34
Erich Fromm, ‘Etica y Psicoanálisis’, ed. cit, p. 50
35
Ibídem, p. 50
36
En la ética frommiana, el amor es considerado como la virtud o justo medio entre dos formas de relaciones
interpersonales corruptas: por un lado la simbiosis o absorción de una persona en otra, ya sea pasivamente
(masoquismo) o activamente (sadismo); por otro lado el distanciamiento o aislamiento del resto de los hombres, ya
sea pasivamente (indiferencia) o activamente (agresión).
37
Gaudium et Spes, 13, 2
38
Ignacio Andereggen, ‘La ley y la gracia según Santo Tomás’, en ‘La psicología ante la gracia’, ed. cit, p. 355
39
Erich Fromm, ‘Etica y Psicoanálisis’, ed. cit, p. 51
8
9
trascienda que sea capaz de resolver su problema (...) Si se enfrenta con la verdad, sin
pánico reconocerá que no existe otro significado de la vida, excepto el que el hombre
dé a su vida...” 40 Observamos en estos pasajes el pensamiento materialista de Fromm
en todo su esplendor: la inexistencia de Dios, la falta de sentido en el mundo, el ser
humano no es criatura sino animal evolucionado, el fin absurdo de la vida en la muerte,
la angustia existencial innata e irremediable.
El hombre sólo podrá ser feliz si acepta las dicotomías inherentes a su ser, y si realiza
sus potencias que son la razón, el amor y el trabajo productivo. Si bien Fromm está lejos
de adherir a una teleología escatológica en el hombre, también se aleja de la visión
demasiado animalizada de la antropología freudiana, según la cual el fin del hombre es
el placer. Pues, “aún cuando la sed y el apetito sexual del hombre estén completamente
satisfechos, ‘él’ no está satisfecho.” 41 A pesar de su materialismo, Fromm es consciente
de que las necesidades del hombre trascienden las de su origen animal. 42
11. - CONCLUSIÓN
9
10
Sin embargo, los alcances del pensamiento del psicólogo de Francfurt son minimizados
si tenemos en cuenta sus límites. Hemos advertido acerca de las contradicciones y las
confusiones que generan los aspectos positivos señalados más arriba si son confrontados
con su materialismo ateo. Pero más allá de ello, tanto la ética como el psicoanálisis de
Fromm, por más coincidencias eventuales que puedan tener con una filosofía
creacionista, al negar la existencia de un ser trascendente, culmina en la inmanencia.
Tal vez Fromm sea uno de tantos intelectuales engañados por el ‘fraude progresista’ al
afirmar valores propios del cristianismo (amor, libertad, felicidad, dignidad humana),
pero en un contexto secularizado, que al perder su referencia al orden trascendente, se
presentan inestables, como ‘flotando en el aire’. “Hemos llamado el fraude de la Edad
Moderna aquel doble juego que consistió en negar de una parte la doctrina y el orden
cristianos de la vida, mientras reivindicaba de la otra para sí la paternidad de los
resultados humano-culturales de esa doctrina y de ese orden” 46 También, en nuestros
días, Gianni Vattimo se encargó de mostrar como el proyecto cultural del humanismo
ateo, encabezado por Sartre, es imposible de sostener.
Por lo tanto, en este sentido, las doctrinas de Fromm son incompatibles con una
psicología y una moral cristiana. Y como todo estudio del hombre en su consideración
histórico-concreta que abstraiga su relación al ámbito trascendente y no tenga en cuenta
por la Revelación su naturaleza caída, su miseria, su perdición, sin la fe en Cristo está
condenada al fracaso y a la esterilidad. Dice el Concilio Vaticano II: “Dotada de alma
espiritual, de entendimiento y de voluntad, la persona humana está desde su
concepción ordenada a Dios y destinada a la bienaventuranza eterna.” 47 Hemos
arribado a lo que habíamos planteado en la introducción de este trabajo; la
incompatibilidad entre la psicología moderna (aquí representada por Fromm) y lo que
llamamos una psicología intrínsecamente cristiana, la cual no puede prescindir de la
Revelación y de la vida de la gracia, pues “tal bien es Dios, que nadie está bien si lo
abandona.” 48
45
Dice Fromm en ‘Etica y Psicoanálisis’, ed. cit., p.224: “El problema de la salud psíquica y de la neurosis está
ligado inseparablemente al problema de la ética. Puede decirse que toda la neurosis constituye un problema moral.”
46
Romano Guardini, ‘El ocaso de la edad moderna’, Madrid, 1963, p.140.
47
Gaudium et Spes, 15,2
48
San Agustín, ‘De natura boni’, I, 7, BAC, 1964.
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