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1. - INTRODUCCIÓN: PSICOLOGÍA Y CRISTIANISMO

Los católicos que presenciamos este fin de milenio somos testigos de la decadencia de
la cultura occidental y del predominio que ejerce sobre la misma el príncipe de este
mundo, quien se manifiesta cotidianamente con su astucia y poder persuasivo en todos
los ámbitos. La crisis del hombre moderno responde a una mística negativa, en la cual
parece que todos los valores que edificaron nuestra cultura cristiana devienen en su
contrario: el bien se disuelve en el mal, el orden en el caos, la vida en la muerte, el ser
en la nada.
La situación histórica que debemos afrontar se nos muestra, pues, como un camino
plagado de dificultades y obnubilado por la confusión reinante. Sin embargo, podemos
atravesarlo con la ayuda iluminadora de la gracia y manteniéndonos lúcidos
intelectualmente. Este desafío al que estamos llamados se presenta con especial
dificultad a los católicos que incursionamos en disciplinas humanísticas, debido al
delicado estado de las mismas y a la importancia del contenido de sus doctrinas para la
vida del hombre en general. Entre estas ciencias, la psicología es la que más ha influido
en la visión contemporánea del hombre, determinando además su conducta.
Afianzada como ciencia a principios del siglo XX, esta disciplina nace de la mano de
Freud como psicoanálisis, entroncada en un ateísmo nitzscheano, desarraigada del
cristianismo, e incluso en consciente rechazo de todo lo religioso o sobrenatural. Surge,
así, el agudo conflicto de la psicología ante la gracia. Si consideramos, por un lado, que
el objeto de la psicología es el hombre histórico y, por otro lado, lo que enseña el
Concilio Vaticano II, que “en realidad el misterio del hombre solamente encuentra
verdadera luz en el misterio del Verbo encarnado” 1, se sigue que la psicología, a
diferencia de otras disciplinas, no puede ser sino cristiana, en cuanto estudia el alma del
hombre concreto.
También es claro que la mayoría de las psicologías que se estudian y se aplican
terapéuticamente en nuestros días (Freud, Jung, Frankl, Piaget, Lacan) son
incompatibles con lo que llamamos como una psicología intrínsecamente cristiana. Esta,
sin embargo, no es más que un proyecto cultural de importancia capital en el
catolicismo, pues sabemos que sin Cristo es imposible alcanzar la plenitud humana y,
menos aún, la salvación: “Por su pasión, Cristo nos libró de Satán y del pecado. Nos
mereció la vida nueva en el Espíritu Santo. Su gracia restaura en nosotros lo que el
pecado había deteriorado.” 2

2. - ERICH FROMM: ‘ETICA Y PSICOANÁLISIS’

El siguiente trabajo es un somero comentario a ciertas cuestiones antropológicas, éticas


y filosóficas presentes en la obra de Fromm que tiene por nombre el título de este
apartado. Es importante señalar que el contacto con el pensamiento de este autor
evidencia las incompatibilidades doctrinales con lo que llamamos en la introducción
‘psicología cristiana’, más allá de los aspectos filosóficos que puedan vislumbrar cierta
afinidad a un pensamiento creacionista.

1
Gaudium et Spes, n.22
2
‘Catecismo de la Iglesia Católica’, Conferencia Episcopal Argentina, 1993, p.449

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2

Como es sabido, Erich Fromm (Frankfurt, 1900 – Muratto, 1980) perteneció al círculo
de la Escuela de su ciudad natal y su formación intelectual siguió los pasos de dos
influyentes autores: Freud y Marx. Sin embargo, no fue un simple repetidor de sus
maestros, sino que tanto como psicoanalista y como sociólogo realizó numerosos
aportes, muchos de los cuales muestran gran riqueza y profundidad en el conocimiento
del hombre. En efecto, a pesar de su formación freudiana-marxista, en muchos pasajes
de su obra pareciera acercarse a una concepción espiritual del alma humana, lo que lo
enfrenta a serias contradicciones con su pensamiento filosófico materialista de fondo.
Estas incongruencias se multiplican cuando Fromm afirma la libertad como constitutiva
de la existencia humana. A partir de este postulado, Fromm se manifiesta a favor del
desarrollo de una ética que se funde en el psicoanálisis como ciencia teórica del hombre.
Pasaremos, entonces, al desarrollo de estos temas, sin perder de vista que en nuestro
autor tanto la ética como la antropología no se hallan enmarcadas en una perspectiva
trascendente, lo cual sucede en la verdadera filosofía y, por supuesto, en el cristianismo.

3. - NECESIDAD DE LA ETICA

Para E. Fromm la comprensión de la naturaleza del hombre y la comprensión de los


valores y normas para su vida son interdependientes, por lo tanto la psicología no puede
ser estudiada al margen de la antropología y de la ética. Dice el prólogo del libro que
estudiamos: “Los juicios de valor que elaboramos determinan nuestras acciones y
sobre su validez descansa nuestra salud mental y nuestra felicidad.” 3 Freud, en
cambio, no tuvo en cuenta los juicios de valor y las normas éticas, pues éstas no eran
para él sino expresiones racionalizadas de deseos y temores irracionales provenientes
del inconsciente, y por lo tanto carentes de valor objetivo. La moral es para Freud una
reacción compensatoria contra la maldad inherente al hombre, y surgió a fin de que se
pudiera desarrollar la vida social.
Fromm reprocha a su maestro y al psicoanálisis en general el hecho de haber divorciado
la psicología de los problemas de la filosofía y de la ética: “Ignoró el hecho de que la
personalidad humana no puede ser comprendida a menos que consideremos al hombre
en su totalidad, lo cual incluye su necesidad por hallar una respuesta al problema del
significado de su existencia y descubrir normas de acuerdo con las cuales debe vivir.” 4
Según nuestro autor, el hombre no está condenado a perderse en sus pasiones
irracionales, sino que sus impulsos apuntan naturalmente hacia la felicidad. Vemos en
este pensamiento la coincidencia con la visión tomista: “El hombre anhela por
naturaleza la felicidad y la bienaventuranza.” 5 Este optimismo antropológico,
fundamentado en la constitución teleológica del hombre, es otro rasgo característico de
Fromm que lo distingue de sus colegas psicoanalistas.

3
Erich Fromm, ‘Etica y Psicoanálisis’, F.C.E., México, 1966, p.9
4
Ibídem, p.18. Si bien es cierto que todo el psicoanálisis mostró especial indiferencia hacia las cuestiones éticas, no
sucede lo mismo en otras corrientes psicológicas. “Toda la escuela adleriana muestra la confluencia inevitable entre
vida moral e higiene mental” M. Echavarría, ‘La soberbia y la lujuria como patologías centrales de la psique según
Alfred Adler y Santo Tomás de Aquino’ en I. Andereggen – Z. Seligman, ‘La psicología ante la gracia’, EDUCA,
Bs.As, 1997. Otro psicólogo que enraíza la psicología en la ética y en la filosofía es Rudolf Allers: “Es necesario que
el hombre se incline ante el orden objetivo de los seres y de los valores es en esto en lo que consiste su salud mental
y moral.” R. Allers, ‘Reflexiones sobre la patología del conflicto’ en I. Andereggen – Z. Seligman, ‘La psicología
ante la gracia’, Ed.cit.
5
Tomás de Aquino, ‘Suma contra los gentiles’, B.A.C, Madrid, 1964, 3-27.

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3

Por otro lado, Fromm señala la crisis del hombre contemporáneo, quien a pesar del
progreso y “a pesar de todos sus conocimientos acerca de la naturaleza permanece
ignorante en cuanto a los problemas más importantes y fundamentales de la existencia
humana: lo que el hombre es y cómo debe vivir.” 6 Al construir una cultura tecnificada,
pragmática y superficial, el hombre se ocupó tanto de las cosas que se olvidó de sí.
Incluso, podemos decir que se comprendió a sí mismo como una ‘cosa’ más, con lo cual
convirtió el concepto de ‘Yo como ser pensante’ en el de ‘Yo soy lo que tengo’ y en
nuestro siglo por el de ‘Yo soy lo que tú deseas’, que responde a la situación del hombre
que vive en una sociedad de consumo y se considera a sí mismo como una mercancía.
El hombre actual está perdido, ya que se ha quedado sin la guía de la Revelación y sin la
guía en la razón autónoma propia del espíritu iluminista. A raíz de esto, se afianzó en
nuestra cultura el escepticismo y una ética relativista: no hay valores objetivos, ni
autoridad incuestionable, a lo sumo queda lugar para un convencionalismo. Pero Fromm
reacciona ante este estado de las cosas, pronunciándose a favor de una ética objetiva
formulada racionalmente. Y al ser la ética la ciencia que enseña a obrar bien al hombre,
para saber que es bueno o malo para éste, primero se ha de conocer la naturaleza
humana. “Las fuentes de las normas para una conducta ética han de encontrarse en la
propia naturaleza del hombre.” 7
Este pensamiento según el cual la ética se funda en la antropología no difiere de la ética
tradicional, aunque Fromm no conciba al hombre como criatura ni sujeto a un destino
escatológico. El hombre virtuoso será aquel que siga lo que su propia naturaleza le
exija, mientras que el vicio provendrá de la indiferencia hacia uno mismo. Como vemos,
Fromm presenta su ética desde una perspectiva realista, fundando el ‘deber ser’ en el
‘ser’, entendiendo el obrar humano en función de su finalidad y repitiendo la máxima
socrática del ‘Conócete a ti mismo’ como punto de partida de la vida moral.

4. - ETICA AUTORITARIA Y ETICA HUMANISTA

La ética autoritaria es aquella en que una autoridad es quien establece lo que es bueno
para el hombre. En cambio, en la ética humanista es el hombre quien establece las
normas que guían su conducta. Fromm rechaza la ética autoritaria, en cuanto que tal
autoridad es de índole irracional, en cuanto niega la capacidad del hombre para saber lo
que es bueno o malo y en cuanto se halla sostenida por el poder que ejercen ciertos
hombres o entidades sociales. “La ética autoritaria resuelve la cuestión de lo que es
bueno o malo considerando, en primer lugar, los intereses de la autoridad y no los del
sujeto; es un sistema de explotación.” 8 Señala el psicólogo de Frankfurt que la
formación ética que recibimos en nuestra primera infancia se nos impone
autoritariamente: “El niño adquiere un sentido de distinción entre bueno y malo antes
de conocer la diferencia por medio del razonamiento. En vista de su completa
dependencia del cuidado y del amor del adulto no es asombroso que una expresión de
aprobación o desaprobación en el semblante de la madre sea suficiente para ‘enseñar’
al niño la diferencia entre lo bueno y lo malo. En la escuela y en la sociedad actúan
factores similares.” 9

6
Erich Fromm, ‘Etica y Psicoanálisis’, p.16
7
Ibídem, p.19
8
Ibídem, p.22
9
Ibídem, p.22. Es importante tener en cuenta que Fromm considera que la neurosis tiene su origen justamente en la
rebeldía del niño frente a la presión ejercida por los padres y del fracaso que surge en el niño al no poder superar este
conflicto. (Ibídem, p.158-160)

3
4

Esta intensa presión emocional impide al niño, y posteriormente al adulto, inquirir de


manera crítica si lo ‘bueno’ en un juicio significa bueno para él o para la autoridad. A
esta ceguera racional ante lo ético la llama Fromm ‘fe irracional’, que es la actitud
según la cual el sujeto somete su pensamiento a la autoridad de manera semi-hipnótica,
teniendo la ilusión de estar de acuerdo y aprobar racionalmente las ideas sugeridas. 10 En
la ética autoritaria se considera buena a una persona, si tal persona es buena para la
autoridad, si ‘es útil’ para ella, y no en función de su obrar intrínseco. Así, “el patrón
considera bueno a un empleado si éste es útil para él. De igual manera puede
calificarse como bueno a un niño si éste es dócil y obediente. El niño ‘bueno’ puede
estar atemorizado e inseguro, queriendo solamente complacer a sus padres; mientras
que el niño ‘malo’ puede poseer una voluntad propia e intereses genuinos que, sin
embargo, no son del agrado de sus padres.” 11
La desigualdad fundamental entre la autoridad y el hombre es el dogma básico de esta
ética, que defiende sus propios intereses con un imperativo categórico, a saber, que “la
obediencia sea la máxima virtud y la desobediencia el pecado capital.” 12 Fromm cita el
Antiguo Testamento, considerando al pecado original como fiel ejemplo de su
descripción de la ética autoritaria, en que el hombre desobedece la autoridad de Dios y
es castigado. “El pecado fue la desobediencia, el desafío a la autoridad de Dios (...) El
verdadero pecado de Adán y Eva consistió en el intento de llegar a ser como Dios.” 13
Fromm, por su parte, entiende a la desobediencia como un hecho positivo y
fundamental en la evolución del hombre. “El desarrollo intelectual ha dependido de la
capacidad de desobedecer a las autoridades que trataban de reprimir las ideas nuevas
y a las autoridades de creencias subsistentes desde mucho tiempo atrás y según las
cuales todo cambio carecía de sentido.” 14 Por su ateísmo, Fromm cataloga a la ley
divina, sus preceptos y los dogmas de la Iglesia Católica juntamente con los
ordenamientos del estado, los convencionalismos, las tradiciones, la opinión pública, los
cuales no son para él más que instrumentos de opresión de una voz autoritaria.
Aquí se separan tajantemente las aguas de la ética frommiana y de la ética cristiana, en
cuanto que en la primera el fin del hombre es él mismo y la Revelación es sólo un mito
que extrínsecamente (por medio de la Iglesia) pretende dominar a los hombres en tanto
que en la segunda el fin del hombre es Dios, quien lo ha creado y quien lo llama para
participar de su Vida por medio de la Revelación. Lejos de ser irracional (pensemos en
el decálogo, cuyas verdades son accesibles racionalmente 15), la moral cristiana
divulgada por el magisterio de la Iglesia, no tiene por fin el dominio psíquico de la
sociedad, sino enseñar las normas éticas que perfeccionan al hombre como tal y que son
necesarias para su salvación. Por supuesto que ello implica un acto de fe en Cristo, cuya
redención es verdadera luz para el alma caída en las tinieblas del pecado, que con su
gracia infundida por el Espíritu Santo nos cura, y encamina hacia la plenitud.

10
Ibidem, p.202
11
Ibídem, p.23
12
Ibídem, p.23
13
Ibídem, p.24 y 151 respectivamente
14
Erich Fromm, ‘La desobediencia como problema psicológico y moral’, 1963. Citado por G. Reale en ‘Historia del
pensamiento filosófico y científico’, Herder, Barcelona, 1995, tomo III, p.753.
15
El mismo Fromm lo reconoce: “Los mandatos no matar, no odiar, no codiciar y el de amar al prójimo son normas
tanto de la ética autoritaria como de la ética humanista.”, en ‘Etica y psicoanálisis’, Ed. Cit., p.168.

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5

La moral que Fromm propone, y que según él se halla en la conciencia del hombre, en
realidad, está puesta en éste por su creador. Dice Santo Tomás: “La ley natural no es
otra cosa que la luz de la inteligencia puesta en nosotros por Dios; por ella conocemos
lo que es preciso hacer y lo que es preciso evitar.” 16 Pero, volvamos a la postura
frommiana, la de la ética humanista. En ésta “el hombre es verdaderamente la medida
de todas las cosas. La posición humanista es que nada hay que sea superior ni más
digno que la existencia humana.” 17 Esta postura es coherente con su ateísmo: la vida
del hombre culmina en la tierra y no ha de rendir cuentas a nadie que no sea él mismo,
por lo tanto encontrará su felicidad en el desarrollo pleno de sus potencialidades, en el
amor solidario hacia sus semejantes y en la fe racional hacia su actividad productiva. 18
“La felicidad absoluta no tiene lugar en el pensamiento de Fromm, le es negada al
hombre, no tanto porque al hombre mismo le falte la capacidad para llegar a ella, sino
por la ausencia del objeto, propio de su felicidad. Al no tener idea de trascendencia, ni
de una vida después de la muerte, lo máximo que puede aspirar el hombre es a ese
‘carácter productivo y espontáneo’ otorgador de felicidades.” 19

5. - ETICA SUBJETIVISTA Y ETICA OBJETIVISTA

En la ética subjetivista los juicios de valor no tienen validez universal, es decir, no son
aplicables a todos los hombres. Por el contrario, el criterio de las normas morales se
fundamenta en el ‘gusto’ de cada individuo. Un ejemplo es el hedonismo ético, doctrina
que sostiene que el placer es el principio director de la acción humana, tanto de hecho
como por norma. Esta corriente de pensamiento es incapaz de formular juicios morales
universales al tener en cuenta la variedad de objetos que pueden ser fuentes de placer,
los cuales, además, pueden ser evidentemente perjudiciales y amorales, como el placer
en el odio, en el dolor ajeno, en la sumisión o en la avaricia.
Ya Aristóteles había señalado que el placer no nos hace autárquicos, ya que en él
dependemos del objeto deseado, como el bebedor que es ‘esclavo’ de la bebida y que,
además, no es algo propio de la naturaleza humana, sino compartido con los animales.
Fromm piensa en una ética objetivamente válida y universal, aunque sujeta a un
perfeccionamiento futuro si fuese necesario. Si bien Fromm rechaza el subjetivismo
ético, por lo tanto también el hedonismo, sin embargo, dice que “el placer no es el fin
de la vida, pero acompaña inevitablemente a la actividad productiva del hombre.” 20 La
virtud, pues, es inseparable de la felicidad que se experimenta como placer.

6. - LA ETICA COMO ARTE DE VIVIR

Dice Fromm que el vivir es en sí mismo un arte. “En el arte de vivir el hombre es al
mismo tiempo el artista y el objeto de su arte, es el escultor y el mármol, el médico y el
paciente.” 21 Subraya nuestro autor que el hombre contemporáneo ha perdido el
concepto de ‘vida como arte’, la noción de ‘aprender a vivir en vistas a su felicidad’. El
hombre actual existe para todo (trabajo, familia, estudio, prestigio) y todo tiene
16
Tomás de Aquino, ‘Collationes in decem praeceptis’, 1. Citado en ‘Catecismo de la Iglesia Católica’, ed.cit., p.495
17
Erich Fromm, ‘Etica y Psicoanálisis’, Ed. Cit., p.25.
18
La fe es según Fromm, un rasgo del carácter del hombre. Dice: “En verdad, sin fe el hombre se vuelve estéril,
desesperado y medroso hasta lo más profundo de su ser.” (Ibídem, p.199) Fromm otorga un lugar fundamental al
tema de la fe humana en su caracterología.
19
Marisa Mosto, ‘Valor y vigencia de la doctrina de los hábitos’, 1982, p.95 (inédita).
20
Erich Fromm, “Etica y psicoanálisis”, ed. Cit., p.178
21
Ibídem, p.29

5
6

importancia, excepto su vida y el arte de vivir. Dicho esto, procede Fromm a definir la
ética como “la ciencia aplicada del arte de vivir basada en la ciencia teórica del
hombre.” 22 Al proceder la ética a partir del conocimiento del hombre, Fromm establece
que la afirmación de la vida sea el primer principio moral: “Lo bueno en la ética
humanista es la afirmación de la vida, el despliegue de los poderes del hombre. La
virtud es la responsabilidad hacia la propia existencia. Lo malo constituye la
mutilación de las fuerzas del hombre, el vicio es la irresponsabilidad hacia uno
mismo.” 23
Se ve en la formulación de este principio la concordancia con la ética tradicional. En
efecto, la realización plena de las potencialidades humanas no es otra cosa que el
desarrollo de los hábitos virtuosos en la persona. Por otro lado, el planteo ético
frommiano también responde, en este sentido, a lo señalado por Romano Guardini en su
libro ‘Una ética para nuestro tiempo’. En esta obra Guardini destacó la necesidad de
positivizar la ética, ya que normas negativas tales como ‘no robar, no mentir, prohibido
fornicar’, se le presentan al hombre contemporáneo como imposiciones que restringen
‘ab extrínseco’ la libertad humana. Con respecto a esto, contra Freud, dice Fromm: “El
fin de la ética humanista no es la represión de la maldad del hombre, sino el uso
productivo de las potencialidades primarias congénitas del hombre.”24
Una advertencia similar en relación al carácter extrínseco de la ética moderna y al
exceso de metodismo fue emitida por Jacques Maritain: “El método o las reglas,
consideradas como un conjunto de fórmulas y de procedimientos que actúan por sí
solos y sirven de armadura ortopédica y mecánica al espíritu, tienden en todas partes
en el mundo moderno a reemplazar a los ‘habitus’ porque el método es para todos, en
tanto que los ‘habitus’ sólo algunos los tienen y no es admisible que la accesión a las
actividades mejores dependa de una virtud que algunos poseen y otros no; en
consecuencia es preciso hacer fáciles las cosas bellas.” 25

7. - LA CIENCIA DEL HOMBRE

La ética ha de fundarse en la ciencia teórica del hombre, según vimos. Pero, para que
sea posible un verdadero estudio antropológico ha de existir una naturaleza humana.
¿Existe una esencia del hombre? Contesta Fromm a esta pregunta diciendo que “si bien
no existe una naturaleza humana fija, ésta posee un dinamismo propio que constituye
un factor activo en la evolución del proceso social. Aún cuando no seamos capaces
todavía de formular en términos psicológicos claramente cuál es la exacta naturaleza
de este dinamismo humano, debemos reconocer su existencia.” 26 Se lee en otro texto
del libro que estudiamos: “El hombre no es una hoja en blanco sobre la cual la cultura
puede escribir su texto; él es un ente cargado de energía y estructurado en formas
específicas.” 27
Para Fromm el hombre no es un ‘títere’ del todo maleable por modelos sociales y
culturales que lo determinan ‘ab extrínseco’, sino que su comportamiento, tanto
individual como social, responde a necesidades intrínsecas que surgen de su propia

22
Ibídem, p. 29
23
Ibídem, p. 31
24
Ibídem, p. 229
25
Jacques Maritain, ‘Arte y escolástica’, Club de Lectores, Bs. As, 1972, p. 53-54
26
Erich Fromm, ‘Miedo a la libertad’, Paidós, España, 1980, p. 316
27
Erich Fromm, ‘Etica y Psicoanálisis’, ed. cit., p. 34.

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naturaleza. En este sentido se aleja de Marx, para quien el devenir histórico es el


producto de las luchas de clases. Por el contrario, “el dinamismo de la historia hay que
buscarlo en el ser del hombre y en su tendencia a la libertad como posibilitadora del
crecimiento (...) Lo que en definitiva es el verdadero motor de la historia, entonces, es
la naturaleza humana, para Fromm existe en el hombre un determinado orden que debe
ser respetado. Esta concepción del orden es de marcado tilde creacionista, lo cual no
debiera tener cabida para el pensamiento de un autor que se declara materialista y
ateo.” 28
Además, según muchas afirmaciones de nuestro autor, el hombre parece trascender el
orden biológico material. Esto se debe principalmente por postular la libertad humana.
Mencionemos, a modo de ejemplo, tres de estos pasajes: “La libertad es una
característica de ser plenamente humano (...) El amor, la ternura, la razón, el interés,
la integridad y la identidad son todos hijos de la libertad.” 29 “La libertad es la
condición necesaria tanto para la felicidad como para la virtud” 30 “La libertad
caracteriza la existencia humana como tal (...) En otras palabras, la existencia humana
y la libertad son inseparables desde un principio.” 31
Sin embargo, a pesar de estos ‘acercamientos’ de la antropología frommiana de
considerar al hombre como poseedor de una esencia y como ser que opera desde su
libertad; no debemos perder de vista que ello lo lleva a constantes contradicciones con
su materialismo ateo. Vemos esto mismo en la definición que Fromm realiza del
psicoanálisis (ciencia del hombre), a la cual reduce a ser mera ciencia empírica: “El
psicoanálisis es una psicología materialista que debería ser clasificada entre las
ciencias naturales. Señala los impulsos y las necesidades instintivas como fuerza motriz
de la conducta humana.” 32

8. - LA NATURALEZA HUMANA Y SUS DICOTOMÍAS EXISTENCIALES

Para Erich Fromm el psicoanálisis debe fundarse en un concepto antropológico de la


existencia humana: solamente después de que se haya respondido sobre la situación
existencial humana, se podrá estudiar la personalidad. Y según nuestro autor, el origen
del género humano se explica a partir de la teoría darwiniana de la evolución de las
especies. Por lo tanto, si queremos entender la naturaleza humana, debemos enfrentar al
hombre con el animal. Apoyado en Darwin, dice Fromm que el hombre ‘nació’ cuando
la regulación instintiva en el proceso de adaptación al mundo exterior fue minimizada al
punto de desaparecer. Este proceso evolutivo fue acompañado del desarrollo cerebral
que permitió al hombre la definitiva ‘emergencia’ de la naturaleza, tomando conciencia
de sí mismo como una sustancia que existe separada, desarrollando la memoria, la
razón, la imaginación y el lenguaje. Dice al respecto: “La especie humana puede
definirse como el primate que surgió en un punto de la evolución en que la
determinación por los instintos ha llegado al mínimo y el desarrollo del cerebro al
máximo.” 33

28
Marisa Mosto, ‘Visión histórico filosófica de la modernidad en la obra de Erich Fromm’, 1983, p.36 y 39. (Inédita)
29
Erich Fromm, ‘La revolución de la esperanza’ F.C.E., México, 1980, p.92
30
Erich Fromm, ‘Etica y Psicoanálisis’, ed. Cit., p.246
31
Erich Fromm, ‘El miedo a la libertad’, ed. Cit. P.46 y 54
32
Erich Fromm, ‘La crisis del psicoanálisis’, Paidós, Bs As , 1972, p.166
33
Erich Fromm, ‘La revolución de la esperanza’, ed. cit, p. 81. En ‘Miedo a la libertad’ y otras de sus obras, Fromm
interpretó el dogma del pecado original en esta misma clave; es decir, el pecado como la pérdida de unidad del
hombre con la naturaleza.

7
8

Pero, al trascender la naturaleza y al tomar conciencia de sí mismo, el hombre “se da


cuenta de su impotencia y de las limitaciones de su existencia. Vislumbra su propio fin:
la muerte. Nunca está libre de la dicotomía de su existencia.” 34 La razón, la bendición
del hombre, es a la vez su maldición, en cuanto que al hacer al hombre consciente de su
muerte, lo lleva a vivir el resto de sus días en constante e inevitable desequilibrio. “No
puede retornar al estado pre-humano de armonía con la naturaleza, debe proceder a
desarrollar su razón hasta llegar a ser el amo de la naturaleza y de sí mismo.” 35
Por la misma contradicción inherente a su existencia, el hombre, según Fromm, se ve
impulsado a seguir adelante y a progresar. Habiendo perdido la unidad con el mundo
natural, el hombre se convirtió en un eterno peregrino que busca el significado de su
existencia y recuperar la armonía. Como no tolera su independencia ontológica
consciente o soledad existencial, busca la cercanía con sus semejantes, lo que apacigua
esta angustia, devolviéndole el sentimiento de unidad con el mundo. Así surge la vida
social, política y ética según Erich Fromm. 36
Como cristianos sabemos que estas contradicciones y desórdenes que Fromm describe
son las consecuencias del pecado original cometido por nuestros primeros padres. A raíz
de ello el hombre ha quedado inclinado al mal y sujeto al error. Dice el Concilio
Vaticano II: “Toda vida humana, singular o colectiva, aparece como una lucha,
ciertamente dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas.” 37
Pero, también sabemos que con la ayuda de la gracia del Espíritu Santo enviada por el
amor de nuestro salvador Jesucristo podemos superar toda dicotomía. “El drama fuerte
de la vida humana está en la contraposición entre la luz y las tinieblas, y no en la
conflictividad de la que habla Freud, y, en el fondo, todo el idealismo; se puede salir de
esa contraposición, pero sólo con la gracia divina, que plenifica y vigoriza la ley. 38

9. - LOS MARCOS DE ORIENTACIÓN Y DEVOCIÓN

Sostiene Fromm que ciertas religiones, filosofías e ideologías, que él denomina como
‘marcos de orientación y devoción’, tienen la función social de armonizar y negar las
contradicciones intrínsecas al hombre con racionalizaciones socialmente modeladas. La
doctrina católica es fiel ejemplo de ello. “El hombre ha tratado de negar esta dicotomía
por medio de las ideologías, v. gr, el concepto de la inmortalidad en el cristianismo, el
cual, al sostener un alma espiritual, niega el hecho trágico de que la vida del hombre
concluye con la muerte.” 39
Según Fromm, el hombre puede evadirse de estas contradicciones existenciales,
apaciguando su mente en religiones, ideologías o por medio de una actividad constante
que busque el placer, el dinero o incluso un trabajo digno. Pero todas estas son distintas
maneras de engañarse a uno mismo, pues “existe solamente una solución a su
problema: enfrentarse con la verdad, admitir su soledad fundamental en medio de un
universo indiferente a su destino, reconocer que no existe ningún poder que lo
34
Erich Fromm, ‘Etica y Psicoanálisis’, ed. cit, p. 50
35
Ibídem, p. 50
36
En la ética frommiana, el amor es considerado como la virtud o justo medio entre dos formas de relaciones
interpersonales corruptas: por un lado la simbiosis o absorción de una persona en otra, ya sea pasivamente
(masoquismo) o activamente (sadismo); por otro lado el distanciamiento o aislamiento del resto de los hombres, ya
sea pasivamente (indiferencia) o activamente (agresión).
37
Gaudium et Spes, 13, 2
38
Ignacio Andereggen, ‘La ley y la gracia según Santo Tomás’, en ‘La psicología ante la gracia’, ed. cit, p. 355
39
Erich Fromm, ‘Etica y Psicoanálisis’, ed. cit, p. 51

8
9

trascienda que sea capaz de resolver su problema (...) Si se enfrenta con la verdad, sin
pánico reconocerá que no existe otro significado de la vida, excepto el que el hombre
dé a su vida...” 40 Observamos en estos pasajes el pensamiento materialista de Fromm
en todo su esplendor: la inexistencia de Dios, la falta de sentido en el mundo, el ser
humano no es criatura sino animal evolucionado, el fin absurdo de la vida en la muerte,
la angustia existencial innata e irremediable.

10. - EL HOMBRE FELIZ

El hombre sólo podrá ser feliz si acepta las dicotomías inherentes a su ser, y si realiza
sus potencias que son la razón, el amor y el trabajo productivo. Si bien Fromm está lejos
de adherir a una teleología escatológica en el hombre, también se aleja de la visión
demasiado animalizada de la antropología freudiana, según la cual el fin del hombre es
el placer. Pues, “aún cuando la sed y el apetito sexual del hombre estén completamente
satisfechos, ‘él’ no está satisfecho.” 41 A pesar de su materialismo, Fromm es consciente
de que las necesidades del hombre trascienden las de su origen animal. 42

El hombre encontrará la felicidad y la salud psíquica en el desarrollo de sus potencias;


es decir en su capacidad de amar, pensar, trabajar y gozar. Ahora bien, a partir de lo que
venimos tratando no es difícil notar que la felicidad de que nuestro psicólogo habla es
un tanto superficial. Marisa Mosto lo expone claramente: “Lo cierto es que la condición
de ‘viator’ del hombre le impide el logro de la auténtica felicidad en este mundo, lo que
el hombre realiza en la vida terrena con su formación es ampliar su capacidad de
felicidad para la Gloria y anticiparla en cierta medida con la alegría que comporta su
correcta actividad. Pero Fromm rechaza esta concepción del hombre y por eso se
conforma con esos momentos de felicidad que puede proporcionar en el mejor de los
casos una ‘vida bien llevada’ (...) Esta vida y su continua restauración y ascenso ético,
hallan su total y acabado sentido en el logro de la bienaventuranza, el fin del hombre.
Esto escapa a la visión frommiana dados sus principios ateos y materialistas.” 43 Y que
la felicidad no puede ser algo efímero, fue claramente señalado por J. Pieper: “La
felicidad no es felicidad si no es perdurable; la felicidad pide eternidad.” 44

11. - CONCLUSIÓN

Antes de efectuar las consideraciones conclusivas de este trabajo, me parece oportuno


mencionar sintéticamente aquellos aspectos del pensamiento frommiano presentes en la
obra analizada que son dignos de ser tenidos en cuenta y estudiados con mayor
profundidad. En primer lugar, es de destacar su visión integral acerca del saber del
hombre y la imposibilidad de hacer psicología dejando a un lado la ética y la filosofía.
40
Ibídem, p.54.
41
Ibídem, p.55. Probablemente a este hecho, en tanto concretizado en nuestros días, se refiera Jean Baudrillard al
comienzo de su obra ‘La transparencia del mal’, Anagrama, Barcelona, 1991, p.9: “Si fuera preciso caracterizar el
estado actual de las cosas, diría que se trata del posterior a la orgía. La orgía es todo el momento explosivo de la
modernidad, el de la liberación en todos los campos. Liberación política, liberación sexual, liberación de las fuerzas
productivas, liberación de las fuerzas destructivas, liberación de la mujer, del niño, de las pulsiones inconscientes,
liberación del arte (...) Hoy todo está liberado, las cartas están echadas y nos reencontramos colectivamente ante la
pregunta crucial: ¿Qué hacer después de la orgía?”
42
Dice acertadamente el Dr. Rudolf Allers en ‘El amor y el instinto, estudio psicológico’, en I. Andereggen – Z.
Seligman, ‘La psicología ante la gracia’, ed.cit. “Restringir la naturaleza humana a lo que ella tiene en común con
los animales es evidenciar una pobreza de juicio y una falta verdaderamente espantosa de respeto por la realidad.”
43
Marisa Mosto, ‘Valor y vigencia de la doctrina de los hábitos’, 1982, p.93 y 94.
44
Josef Pieper, ‘El ocio y la vida intelectual’, Rialp, Madrid, 1979, p.330

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Otra consideración pertinente resulta la de afirmar la existencia de una naturaleza


humana que posee un orden inviolable al que no afecta el devenir, aún cuando esta
natura no responda en su pensamiento a una idea divina, sino al devenir azaroso de la
materia que habría por sí misma engendrado al ser humano: la ‘mayor maravilla’.

Además, que el hombre es dueño de su conducta y no esclavo de sus instintos, por lo


tanto, es libre, lo cual posibilita el desarrollo de una ética de valores objetivos. Es así
mismo loable la estrecha relación que encuentra entre salud psíquica y vida moral. 45 Por
último, señalamos la defensa que realiza de la dignidad humana ante visiones
demasiado animalizadas de la persona, subrayando su trascendencia del mundo sensible,
su capacidad de pensar, de amar, y de tender a la felicidad, como un fin que el hombre
puede alcanzar si es fiel a su naturaleza.

Sin embargo, los alcances del pensamiento del psicólogo de Francfurt son minimizados
si tenemos en cuenta sus límites. Hemos advertido acerca de las contradicciones y las
confusiones que generan los aspectos positivos señalados más arriba si son confrontados
con su materialismo ateo. Pero más allá de ello, tanto la ética como el psicoanálisis de
Fromm, por más coincidencias eventuales que puedan tener con una filosofía
creacionista, al negar la existencia de un ser trascendente, culmina en la inmanencia.

Tal vez Fromm sea uno de tantos intelectuales engañados por el ‘fraude progresista’ al
afirmar valores propios del cristianismo (amor, libertad, felicidad, dignidad humana),
pero en un contexto secularizado, que al perder su referencia al orden trascendente, se
presentan inestables, como ‘flotando en el aire’. “Hemos llamado el fraude de la Edad
Moderna aquel doble juego que consistió en negar de una parte la doctrina y el orden
cristianos de la vida, mientras reivindicaba de la otra para sí la paternidad de los
resultados humano-culturales de esa doctrina y de ese orden” 46 También, en nuestros
días, Gianni Vattimo se encargó de mostrar como el proyecto cultural del humanismo
ateo, encabezado por Sartre, es imposible de sostener.

Por lo tanto, en este sentido, las doctrinas de Fromm son incompatibles con una
psicología y una moral cristiana. Y como todo estudio del hombre en su consideración
histórico-concreta que abstraiga su relación al ámbito trascendente y no tenga en cuenta
por la Revelación su naturaleza caída, su miseria, su perdición, sin la fe en Cristo está
condenada al fracaso y a la esterilidad. Dice el Concilio Vaticano II: “Dotada de alma
espiritual, de entendimiento y de voluntad, la persona humana está desde su
concepción ordenada a Dios y destinada a la bienaventuranza eterna.” 47 Hemos
arribado a lo que habíamos planteado en la introducción de este trabajo; la
incompatibilidad entre la psicología moderna (aquí representada por Fromm) y lo que
llamamos una psicología intrínsecamente cristiana, la cual no puede prescindir de la
Revelación y de la vida de la gracia, pues “tal bien es Dios, que nadie está bien si lo
abandona.” 48

45
Dice Fromm en ‘Etica y Psicoanálisis’, ed. cit., p.224: “El problema de la salud psíquica y de la neurosis está
ligado inseparablemente al problema de la ética. Puede decirse que toda la neurosis constituye un problema moral.”
46
Romano Guardini, ‘El ocaso de la edad moderna’, Madrid, 1963, p.140.
47
Gaudium et Spes, 15,2
48
San Agustín, ‘De natura boni’, I, 7, BAC, 1964.

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BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA Y CITADA

- Erich Fromm, ‘Etica y Psicoanálisis’, FCE, México, 1966.

- Erich Fromm, ‘La desobediencia como problema psicológico y moral’, 1963.

- Erich Fromm, ‘Miedo a la libertad’, Paidós, España, 1980.

- Erich Fromm, ‘La revolución de la esperanza’ FCE, México, 1980.

- Erich Fromm, ‘La crisis del psicoanálisis’, Paidós, Bs As , 1972.

- Conferencia Episcopal Argentina, ‘Catecismo de la Iglesia Católica’, 1993.

- Tomás de Aquino, ‘Suma contra los gentiles’, BAC, Madrid, 1964.

- San Agustín, ‘De natura boni’, I, 7, BAC, 1964.

- Marisa Mosto, ‘Valor y vigencia de la doctrina de los hábitos’, 1982 (Inédita).

- Marisa Mosto, ‘Visión histórico filosófica de la modernidad en la obra de


Fromm’,1983. (Inédita)

- Jean Baudrillard, ‘La transparencia del mal’, Anagrama, Barcelona, 1991.

- Josef Pieper, ‘El ocio y la vida intelectual’, Rialp, Madrid, 1979.

- Romano Guardini, ‘El ocaso de la edad moderna’, Madrid, 1963.

- I. Andereggen – Z. Seligman, ‘La psicología ante la gracia’, EDUCA, Bs As,


1997.

- Jacques Maritain, ‘Arte y escolástica’, Club de Lectores, Bs As, 1972.

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