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COLECCIÓN LABOR V a r o e U n ^ p a

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C IE N C IA S
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F IL O S O F IC A S
ARISTÓTELES
f N *° 228
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¿-f-i . . ocÁ>7^c^ MOISÉS SÁNCHEZ BARRADO
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ED ITO R IA L LABOR, S. A.
Ba rcelona - m a d r id - b u en o s a ir e s - r io d e J a n e ir o
B IB L IO T E C A D E IN IC IA C IO N C U L T U R A L
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Con una lámina

p r o l o g o
fe
COMPRA Según Aristóteles, de entre los conocimientos, aven­
taja a todos los otros en valor y dignidad el que él
ES PROPIEDAD
denomina ^ a b id u ría ”^ más aún, su contemplación con­
tinua nos hace partícipes, según él mismo, de la más
Primera edición : 1*930
altn -Felicidad de que el hombre es capaz en principio.
Segunda edición revisada : 1*943
Todos los biógrafos de Aristóteles están en esto con-
l'ormes; pero cuandq, pasan a exponer la doctrina aris­
totélica sobre la sabiduría, .nos presentan algo tan
?í inarmónico y tan plagado de evidentes absurdos^ que
íío i » m nadie puede s^ s f a c grsé ^ Q n ^ é^laiiteE x p o sició n . •
m uo t c c á ^ Y si eso es ya bastante para despertar descon­
fianza, todavía es más sospechoso su modo, total' de
^proceder en la investigación del pensamiento y de las
^ doctrinas aristotélicas. Cuando tropiezan con dos tesis
A/que parecen contradecirse, sin ahond ar en más averi-
5 ■f¡v . ■f </>
• -W L M . „ guacIÓñeiTpretenden que ha] una real contradicción
j y se preguntan, por consiguiente, cuál de las dos afir-
L / r macioñes^cdntra(pctoria¥ níabi^ q u e p re fe riF ~ e n la
i/; ,JY " exposición como la propia de Aristóteles. Y, sin em­
^ Y bargo, lo más fácil sería presumir que aquellos pasajes
P R IN T E D I N SP A rK
,d *V r
5-« 8 A . podrían entenderse en otro sentido que los armonizara
entre sí, y con la ventaja de que lo que, a primera
T alleres Gráficos I bero - Americanos , S. A . : P rovenza , 86. B A R C E L O N A ^ ■
ARISTÓTE7.ES
o FRAN2 BB1CNTAN0 V
vista, parecía. crear una dificultad a la comprensión,
U:
Ticas de épocas posteriores, con lo cual, mucho, si bien,
sirve más bien para facilitarla, pues la necesidad de no todo, de la herencia aristotélica tomó una forma
justipreciar simultáneamente dos afirmaciones al pare­ esencialmente nueva. Podría, no obstante, aun hoy sus­
cer contradictorias, es un puntal firme para la inter­ cribir las siguientes lineas que un día escribí en •su
pretación de una 7 otra. Y todavía más. Quizá la álbum a uno de mis oyentes de la Universidad de
explicación de la_ coherencia de un juicio con otro, Viena. aue me las nidio amablemente:
exige ciertos conceptos, mtermedlarios, desabriéndose-' De qué raza desciendo, oídlo, vosotros, los coronads con blaso-
nos así la totalidad del pensamiento aristotélico de ma­ Semilla soy de Sócrates, el que a Platón produjo. [nes.
nera mucho más completa. Platón creó la fuerza de Aristóteles, nunca envejecida,
Como no se marchitó la novia que él, amante, se escogió.
Ese camino es precisamente el que he tomado, 7 Dos milenarios pasaron, aún florece y da brotes el himeneo
creo así, aprovechando varias indicaciones desparra­ [aquel;
madas en las distintas obras, haber, llegado a un resul­ ■ViVun boy, me glorio de proceder de ese consorcio y no de otro.
A ti, Eudemo, el piadoso, saludo cual a hermano,
tado que se recomienda de una parte por su coherencia, Y a ti también, Teofrasto, el do boca divina, dulce como el
y de otra porque, apoyándonos en 61, se comprendo [ v in o do .T/Osbos.
Por haberlo sido yo ofrendado tardo y ser el mús joven do
muy bien cómo Aristóteles podí# detenerse con alta [los suyos,
complacencia en la contemplación de una concepción VA pudro me ha proferido tiernamente a todos los demás.
del universo así configurada.
Cierto que la teoría aristotélica de la sabiduría es Son ya muy instructivos los múltiplos puntos de
hoy insostenible en su totalidad y que varias partes contacto y aun de concordancia de la teoría aristotélica
de la misma han superado completamente. Sin em­ de la sabiduría con la de nuestro gran Leibniz. Se ha
bargo, estoy convencido de que si se la comprende, bien, ridiculizado el magnánimo optimismo de éste, pero hoy
aun hoy su estudio puede ser verdaderamente prove­ se empieza a ser más justo con la significación de su
choso. Por mi parte, no hago más que cumplir un doctrina. Seguramente ha de salir ésta ganando al
deber de gratitud al reconocer que, cuando de joven me notar que la filosofía helénica dio expresión y alta
empecé a ocupar de Filosofía en una época de la más estima a las mismas convicciones que el eminente y
profunda decadencia para la misma,. ningún maestro moderno pensador enseñó de la manera más fervorosa
contribuyó más que Aristóteles a iniciarme en el ver­ y en las que vio los fundamentos de una vida verda­
dadero camino de la investigación. deramente humana y digna.
Ciertamente que cuanto de él recibí, lo hube de He procurado hacerla exposición todo lo más ceñida
poner en relación con m ultitud de conquistas cientí- posible. Pero, dada la profunda oposición en que se
i - \
fi VTtANZ BTtTCNTANO

halla con las concepciones corrientes, no me ha sido


siempre posible evitar una demostración a fondo y
una refutación de las objeciones principales. Y habría
tenido que ser aún más extenso, si respecto a algunos ¡
de los puntos más discutidos, como, verbigracia, la doc­
trina del vovg stoiijtixog (el entendimiento activo), la
del obrar del Dios aristotélico, así como la de la ani­
mación del hombre y del origen del género humano,
no hubiera podido remitirme a las respectivas explica­
ciones que doy en mi Psicología de Aristóteles y en mi
tratado próximo a aparecer: Doctrina de Aristóteles
sobre el origen del espíritu humano.
F ranz B ukntano

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ARISTÓTELES
Í NDI CE
Págs.
1 Vida.............................................................................................. 11
Escritos......................................................................................... 18
2 La sabiduría .............................................................................. 33
El objeto de la sabiduría humana.................................... 36
Explicación de los términos................................................ 41
Conocimientos inmediatos ..................................................... 42
D os clases d e v e rd a d e s e v id e n te s, la p rim e ra d é l a s cu ales
es la <le los h echos h iin e d ia ln m e n lo e v i d e n t e s .......... 12
A x io m as ................................................................................................. *16
C o n o cim ien to s m e d ia to s ................................................................ 55
y Origen de las ideas .................................................................. 58
l.o tra s c e n d e n te de la d efinición s u sta n c ia l ....................... 70
Cambios sustanciales. Materia y forma............................ 73
Los cambios sustanciales no se hacen en serie continua. 78
De la nada, nada sale : nada se convierte en nada----- 70
La ley de la sinonimia........................................................ 81
Existencia de un ser absolutamente necesario .................. 87
Ese ser necesario es in m óvil.............................................. 89
El ser necesario es, como causa primera del orden total
del Universo, un entendimiento único y de actividad
ideológica . .................................................................. 92
Esc entendimiento es la causa primera no sólo de todo
orden, sino también de todo s e r ................................. 97
Esa inteligencia es, en cuanto se contempla a sí misma,
omnisciente y enteramente feliz: su esencia es su
sabiduría y su sabiduría es su felicidad..................... 102
Esa inteligencia primera es el amor de todo bien y la
voluntad omnipotente, que quiere lo mejor.............. 106

V *'
10 FRANZ BRENTANO

Págs.
El primer principio es infinitamente bueno y en cuanto
bueno, principio.......... ........................................ 110
La divinidad .............................. ........................... ................. . 115
La divinidad de Aristóteles y la idea platónica del bien.
El « apetito » de la materia . ......................................... 117
La divinidad de Aristóteles y el Noüg (la Inteligencia) de
Anaxágoras..................................................................... .. 121
La divinidad, según Aristóteles, a- la luz de su doctrina
de los principios de la preferencia................................ 124 Si contando siempre entre los más altos bienhecho­
Actividad única en Dios. Su vida puramente teórica... 131 res de la Humanidad a los investigadores científicos,
La divinidad y la pretendida imposibilidad de un querer
desinteresado ........................................................... 144 damos la superioridad a unos sobre otros, sea por
Aporias en Teodicea.......... ........................... 145' haber ejercitado su actividad en más ricos y variados
é La teleología del mundo celeste............... h ....................... 152 trabajos o en un más .elevado campo, sea por haber
Los elementos corruptibles y lo que ocasiona el desen­ obtenido mayores resultados positivos o haber influido
volvimiento efectivo de sus fuerzas y disposiciones.. 156
en sus contemporáneos o sucesores de modo más am­
Influencia ennoblecedora y vivificante de las estrellas.. 15i>
Grados de la vida................................................... 163
plio y duradero, seguramente y bajo todos estos aspec­
Superioridad ücl hombre en virtud de su naturaleza en tos, ninguno quizá tenga más derecho que Aristóteles
parte espiritual.................................................................... 163 a tal homenaje de gratitud:
Acción recíproca entre el espíritu y el cuerpo................ ICO Nació en 384 a. de J. 0., en Estagira, ciudad-colo­
Colaboración de la divinidad en la generación del hombre. 168 nia de los griegos en Macedonia. Sus padres y demás
La aparición del género humano es, por decirlo así, la
plenitud de l'os tiempos.................................................. 177 antepasados habían sido médicos de los reyes de aquella
La vida terrena como preparación para un más allá in­ nación. Pero espiritualmente podía con: más razón
finitamente beatificante y recompensador de todos en
justicia................................................................................ 179 llamar a Atenas su patria, pues habiéndose trasladado
Ilimitado crecimiento de lo bueno en sí. Multiplicación a ella a los 17 años, no la abandonó en veinte años,
ilimitada de la vida beatífica en sabiduría......... .... 186 y esto sólo por algo más de un decenio. Allí recibió
Necesidad teleológica indispensable del mundo de los
cuerpos........................................................................... • 187 .• su formación científica, allí puso cátedra y allí parece
Observaciones finales...................................... 189 haber compuesto todos los escritos que de él poseemos.
La Filosoífa de Aristóteles en confrontación con otras Sus sentidos estaban abiertos a todos los nobles estímu­
concepciones del Universo.............................................. 189
los que entonces podía recibir de Atenas. Pero ante
índice alfabético....................................................................... 193
todo le atrajo Platón, cuya escuela- frecuentó desde
luego y cuyo influjo, a pesar de toda la atención que
4
12 FUAN7, HUKNTANO
AJU.STÚTKbKH V.l

Aristóteles consagró más tarde a los antiguos filósofos Cierto que a pesar de esos sentimientos para con
y singularmente a los de la escuela jónica, se hace Platón, a cuyas doctrinas parece haberse adherido
notar por encima de la de todos los demás, lo mismo ..V.»
totalmente en sus primeros ensayos escritos, lo com­
en la filosofía teórica que en la práctica. No cabe duda batió luego en varios puntos muy principales. Pero
tampoco, de que en todo tiempo se sintió obligado res­ él mismo seexpííca" respecto a ^sto con la bella frase
pecto a aquél a la más profunda gratitud. Así nos de que lia verdad debe sernos más Querida' que el más¡
habla Olimpiodoro de un discurso epidéetico (un pane­ ríntim o amigo y que por la verdad debemos renuncia
O-
gírico) escrito por Aristóteles en honor de Platón, y auH^aJ a s p ropias^convicciónesj^síPcntTca "despreocu
del poema elegiaco en que Aristóteles celebró a su pada que en sus anos de madurez no tuvo inconveniente
amigo muerto, el cipriota Eudemo, nos hace notar un en ejercitar incluso personalmente frente a Platón, le
pasaje, en que a la alabanza del noble muerto se mez­ honra mucho aun habiendo con ello dado ocasión a las
cla la expresión de la admiración más alta hacia PJa- hablillas de malas lenguas (de los epicúreos), que
tón, entonces todavía en vida: lo querían presentar bajo un aspecto desfavorable lo
"Alienas pisó el umbral radiante do la ciudad do ( ’éei'oiHi mismo que a Platón.
Erig-e, piadoso y devoto, el altar de la santa amistad Es un hecho de experiencia y que Aristóteles mismo
A aquel, hasta cuya alabanza Temis prohíbe al malo, menciona y explica ocasionalmente, que en el hombre
Quien el primero de los mortales, el único, claramente d e m o stró
Con su vida, primero, y con su convincente palabra, después, suscitan más ti mor los beneficios hechos que los reci­
Cómo hay un camino que lleva a la virtud y a la felicidad. bidos. No puede dudarse por lo tanto que Aristóteles
Pero a nadie encuentra dispuesto tal nuncio de salud” (l).
tuvo siempre ardiente, simpatía para con Alejandro
Y ese sentimiento de la más alta veneración no se Magno, cuya educación le había encomendado el rey
apagó jamás. No se puede dar expresión más eficaz al Pilipo, y sobre cuyo espíritu y corazón había ejercido
sentimiento de una deuda de gratitud ’nunca extin­ la más bienhechora influencia. Pero tampoco esa sim­
guida hacia el maestro que le inició en la sabiduría, sr patía le llevó a aprobar en todo la conducta del gran
que como lo hace Aristóteles en el crepúsculo de su hombre, como soberano. Y hasta, si bien se advierte,
vida en los libros de la amistad. Es el caso mismo, dice no es posible desconocer que más de una sentencia im­
él, de los beneficios recibidos de los padres y de la portante de sus libros sobre el Estado parecen hechas
providencia divina, que nunca se acaban de pagar.1 para señalar como falsos y reprensibles los fines que
perseguía Alejandro. Éste, en su afán dominador, no
(1) Eudemo había sido muerto en Sicilia complicado en el pensaba más que en la guerra y en la extensión cada
último ensayo fracasado de reforma de Platón. vez mayor de su imperio. Aristóteles dice, en cambio,
14 FRANZ BRENTAIÍO ARISTÓTELES 15

que todos los Estados cuyas instituciones tienen por nos quieren hacemos creer que aquel segundo enlace
fin -principal la guerra, son E stadosiracasados en fué un mero concubinato, pero por muy diferente que
principio, y se muestra contrario a una.extensión ilimi­ hubiera sido la condición social de Herpile de la de
tada del Estado. Pues que al contrario de la divinidad, Pitias, no hay que pensar en relaciones como las que
cuyo gobierno puede abarcar- éTumverso Infinito, el designamos con aquel nombré. La injusticia que supo­
hombre es limitado en todas sus fuerzas, y, en conse­ nen éstas para con la mujer, contradice en absoluto
cuencia. el Estado como todo organismo, tiene cierta aquel sentido, tan conocido de Arigtótelesj)ara la rec­
magnitud natural y relativamente corta. E l rebasa- titud y la amistad. Y en efectóTa HerpiHJque je dió
miento de esa medida tiene que traer consigo, por lo a su Nicómaco, le fué encomendada como_a su segunda
tanto, no un acrecentamiento sino una mengua de per­ K madre, la educación"de una hija que le dejó su n ri-
fección. Las mismas relaciones personales que con la qF mera m ujer. Yernos, por otra parte, cómo se ocupa en
Corte macedónica tuvieron Aristóteles y sus antepa­ v- 1/ v\(P 811 testamento del porvenir de su futura viuda con una
sados, no le impidieron estimar poco conveniente al /] l disposición muy significativa para la cuestión que nos
bienestar del Estado la monarquía hereditaria. v ¿s ocupa. “Se la hn de casar, dice, por segunda vez, en
ja v iaad p Aristóteles fué muy agitada. Habiendo, jl * * p i caso de que ella lo quiera, pero sólo con un hombre
quedado muy pronto huérfano de padre y madre, tuvo f f J¿r que sea digno de ella.” Vemos, pues, que para aquella
la suerte de encontrar unos cariñosos segundos padres p, ^ seSum^a unión debió existir alguna sanción, ante todo
en Proxenq y su mujer que dirigieron sus primeros |e¿> _ la de la conciencia.
pasos por el camino de la virtud y le guardaron fiel­ % ^ gencra^ ó5u~testamento*)encierra muchas cosas
mente su no insignificante patrimonio paterno. Toda­ (r J 9<í *lue nos acal)an de revelar su noble personalidad, en
vía les consagra un recuerdo de gratitud en su testa­ V ' y>especial ciertas disposiciones en relación con los escla-
mento. Después de la muerte de Platón^y accediendo ■ tr Y03 qug_dejaba, demostrando en ellas que si él en su
a una invitación djípríncipe^llérmeias, marchó a A tar- S ' ■&J1 f Ética nos manda~ver eri~éTeiclavo nó sólo al esclavo,
neo, donde f i ^ ^ ^ i g q d e 'la jú b ita caída y muerte de especie de instrumento vivo, sino al hombre, tam-
aquel noble amigo. Después de salvar por la huida a 0 lúén supo acomodar a la teoría su propia conducta
pitiaj^) sobrina e hija adoptiva del^aismoT la^nmó pnr del modo más bello.
esposa. P ero pronto se la arrebató'también la muerte. 4? Poco antes de la muerte le sobrevinieron graves
Sin embargo, aunque_entretanto había contraído un infortunios. Hubo de pasar por la amargura de ver que
nuevo enlace con f i e rp ile \de Esfágíra, todavía se : / / , cP Alejandro, embriagYdoTlíábiir~da3Qr ^ u e r ti^ e n ~ ~ ^
acuerda de aquélla conl?gFino en su testamento. Algu- r acceso de cólera a su noble sobrino Callstenes. Cuando
(L u7/- ;p
X
16 , KRANZ BKKNTA.NO AKJSTuTKLKS 17

murió Alejandro y llegó la noticia a Atenas, Aristó- mismo parecer. Indudamente habría sacrificado una
lóíftg, que lóem nrehabía sido fier^~^a^r ad^cidoa~Todo paite de su tiempo libre, para él de tanto precio, si
favor, experimentó la más negra ingratitud de parte hubiera visto a Alejandro inclinado a prestar oídos,
de aquella ciudad, en cuyo favor tantas veces había aun como príncipe, a las doctrinas y consejos de su
hecho" v a lé r s i T l n S u e ñ a r 'á n ^ ^ educador. Ve seguro que esos consejos no se habrían
> A causa de un'poemá^qüe conservamos, en que cele­ apartado, tanto, como ocurrió con más de una idea
braba al amigo muerto Hermeias, se le acusójle jia b e r revolucionaria de .Platón, de los caminos que la expe­
tributado honores divinos a un hombre. Conociendo riencia evidenciaba como verdaderamente viables. Si
bien los apasionamientos del pueblo se sustrajo al^ Aristóteles se hubiera realmente y en principio limi­
proceso huyendo, s i e r ^ j j m p e i ^ tado a la investigación y no hubiese querido tener par­
y
^ d ía j, ticipación alguna en la política ¿cómo habría acep­
pesar de haber sido por completo ajeno a la polí­ tado .tan de buen grado la invitación del rey Filipo ?
nica de Alejandro, no se libró de ser alcanzado por los Desde luego que Alejandro iba a ser educado, n o para
e furores del odio largamente reprimido contra el pode- invostigadov, sino para director de un Estado. Y, segu­
i ^yío macedónico y que, al estallar violentos, hostilizaron ramente, no aceptó la proposición de Filipo por la
a la persona del gran Estagirita. r emuneración que de él esperase, sino por parecería
Se ha contrapuesto esa falta de todo intento ele de éxito más probable el intento de ganar para sus
intervención práctica en la política de Alejandro con ideas políticas a un joven príncipe, que no a un tirano
¿ W onducta deP l^ónT qñohlao varios viajes ^Siracusa asentado ya en el trono, como Platón pretend ió ■
j para reformar ''aquel IfclstadcTcon arreglo a sus máxi- Aristóteles""^urío^jTloi"62ltños~de edad en Caléis
más poIíticas. PóróTía^sidÓ^eÍTor grande pretender d e jju bea, qW-dmfrmacogido~al^ el verano
explicar ese contraste mediante la preferencia que del año 322 a. de~jTÜT Delláism o modo que en vida
Aristóteles tenía por la vida contemplativa respecto ’eclipsiTcon sa escueíalTel Liceo (que recibió su nombre
de la práctica. Precisamente esa preferencia jx>r_la de Peripatética del paseo cubierto del mismo) a la
contemplación se~eneñántraTo~í^ Academia (que estaba bajo la dirección de Speusipo),
mi AristótelesTY j P fiHnT^aTp^ay i e j se_jmor^por así también la siguió eclipsando por medio de sus inme­
lTcontemplación, spátenja^que^eTBlósofo debe ocu- diatos sucesores, el primero de los cuales fué Teofrasto.
*parse en^d^gobierno del EstadÓT^orque en un Estado \ p Al lado de éste hay que nombrar también aQSudemí)
/ , Nnd andan Tjieñ ías~cosas hasta^^^ llegúela el autor de la ética conocida por su nombre, y que
, J ^~ey~ o el rey sepa~füosÓfar^bíen^~Ar í ^ era de ese es el m ejo rjie-sug. discípulos inmediatos.
2. P.nKXTANu : Ai-islólHi's. 228. — 2.a o«l.
i

ARISTÓTELES 19

JvÜnas veces la excesiva concisión, otras lo equívoco de


Afip, expresiones hace ininteligible más de un pasaje.
ese diverso sentido desuna misma palabra no_sólo
tiene lugar en pasajes diversos, sino que ese cambio
/ f (ÍV de^significación ocurre aun dentro de un mismo pasaj e ;
& más todayía7 dentrdde una misma frase.
i- Escritos
Y lo más lamentable es que esa excesiva brevedad,
Pasemos aíiora a los escritos del gran hombre, que <y de que nos quejamos, suele hacerse notar más espe­
habiendo hecho ya en tiempos de Platón sus primeras cialmente donde se trata de las cuestiones más impor­
V ^yArmas de escritor, tomó por modelo a su maestro tanto tantes y difíciles: circunstancia que ya e n la Antigüe­
en la materia, como en la forma de la exposición. Eseri- dad llevó a muchos a formular las más raras opiniones.
^ bió varipg^díHogo^ítp los que sólo nos quedan insig- e quisover en ello una intención expresa de hacerse
f i miS cante _________ ininteligible; pues, según ellos^ pretendía que jeiortas
r * ' querer rivalizar con Platón en cuanto a la belleza de ,^ 1 tas verdades no fueran del dominio público sino reser-
A la forma. Pero parece ser que, si Aristóteles no llegó vadas a su escuela. Otros sospechan que no sintiéndose
f¡ ^ a ponerse a la altura del modelo, logró apropiarse algu­ bastante seguro en ciertas cuestiones, en vez de con­
r nas de sus excelencias, pues sólo por osos escritos, per­ fesarlo sencilla y llanamente, hizo lo que el calamar
didos para nosotros, pu^JT^icérói) sentirse movido a para librarse de la persecución, arrojar tin ta: para
, celebrarle en segundo lu^arHlespués de Platón en prevenir^ unajposible critica o^efutacigr^_se envolvió
cuanto al modo de presentar sus doctrinas, perfecto no en artificiosa oscuridad. Si bien tales suposiciones care­
filf> sólo didáctica sino también estéticamente, cen de toda verosimilitud por incompatibles con el
r 0 '" ^ E n euanto a l°s escritos que conservamos, lo ceñido carácter de Aristóteles tal como nos es conocido, no
\ ^ Jr* h /y plástico de la expresión les da, aparte del interés de por eso dejan de dar elocuente testimonio de esa falta
J¿y-r ?, i fondo’ un encanto especial. Pero dejan bastante que de claridad que le censuramos. Claridad que, por otra

x
r A desear (y precisamente más que ninguno, los más im­
portantes) desde el punto de vista expositivo.
parte, no podía ganar mucho con las numerosas faltas
que pueden habérse deslizado en el texto, de cuya inse­
/■
Hay repeticiones molestas; una aclaración que guridad dan testimonio el gran número de variantes
habría estado mejor antes, viene luego muy a des­ de los códices que han llegado hasta nosotros. Y lo
tiempo; y hasta la primera condición que tiene derecho más notable es que el intérprete se siente a veces ten­
a exigir todo lector, la claridad, es bastante deficiente. tado a enmendar el texto aun allí mismo donde con-
i** / y v a /
o
(X
AKISTÓTKI.KH 21
20 lOtANZ KRKNTANO

vienen todos los códices, por lo demás tan incongruen- 1(^1“ - ^ J ^ g - i i u e j n m s t r o ^ el gran come-
tes entre sí .-enmienda que puede ser la verdadera aun ^ U d o ju e je jia M fL iltU ^ ^ Humanidad
cambiando el sentido de un pasaje en todo lo contra- J J> * ¿ T en otros y más esenciales_asp££tos, renunciase al pleno

é r rio mediante la inserción de un simple oh (no).,Claro ^ ^ d e s a r r o l lo de su talento_de_escritor, aT^JoJenía^cgmo


es que no vamos a hacer responsable_al eggEltflL-dg ^ . j / 1 J ^ > J e m u e s tM n M s _ ^ ^
¡ r » llis~l!flTTás^brios~lMrD^tas?^Dergpodémo se n todo caso _, f\ ■ \ L , Ni uno solo de los escritos conservados lo publicó
^s r K ry ■ tó F ^ T M T ü ñ le x tT S f íc ü de comprender parajo s, ' y k f J j- mismo; ninguno tampoco está realmente terminado,
,F
\jp \ t f si bien unos menos <lue otros- B*ena Parte de ellos
íO 555t d e b i e r o n servirle como de apuntes para sus conferen-
______________ _ y 7 ,
Pero seremos, por lo demás, más benignos al cen- Jy V cías (más o menos repetidos unos que otros). Algunos,
J c í surar la oscuridad y los otros defectos de la exposición f J ^ c^r> empero, tienen tan marcado carácter de mero borra-
^ ^ T o r que ni aun para apuntes habrían sido suficientes.
Z ^ ¡ f> . , Aristóteles, al tener en cuenta cuando y cómo . . fue-
. . ^ ¡ y '
sT^¡ ^rji '_ _ ____ ..—. .—i. « 1
ron comPuestos los AMitiít/vi
escritos nnn
que -louííl nos flflln
aquél tuso rfílV
dejó. Hoy J' js? Todo esto conjunto de circunstancias dificultan,
^ casi unánimemente se admite que la composición de ^ ■ ¡ &ICS> esencialmente la recta comprensión de sus doc-
' todos ellos corresponde a la época de-la segunda^stan-y0 ^ ^ r t r i n a s , y la dificultad se acrecería aún más, si admi-
cia en Atenas, esto es, entre los años 335-322 a. de ^ j ^ tiéramos como cosa demostrada, con algunos' renom-
La brevedad de este período está on r azón inversa dol , 7 ’vra^os u tic o s, que Aristóteles dice a veces cosas en
asombroso número~y variedad deríos trabajoslñué^n ^ ^ ¡yr que él mismo no cree. Tan pronto, según ellos, habría
¿ el mismo salieron a luz. Al mismo período pertenecen , \r hecho las mayores concesiones a la opinión corriente
además de las obras que nos quedan, otras perdidas, aun contra su propia convicción, como en la debelación
cP
como, y sobre todo, la gran obra Cuyo contenido era do un enemigo no habría tenido inconveniente en
S f
/•

una exposición histórica de las principales conslitucio- echarle en cara algo que él mismo tiene por verdadero,
nes políticas antiguas. sólo para crearle un ambiente desfavorable cerca de
j. Y si se tiene también en cuenta las siguientes cir­ aquellos a quienes se dirige; finalmente, por afán
cunstancias : que Aristóteles tenía que dividir su do lucir su maestría dialéctica, para poder acumular
tiempo entre la actividad de escritor y la enseñanza inzones, habría atacado al enemigo en ciertos respec­
oral; las perturbaciones que a esa doble actividad tos en que él mismo no está muy seguro.
"EaMaa Ü.0 llevai los. in .c ita .te de la ^ida pública de Hay quien tiene por tan indudables estas malas
¡‘entonces y de su vida privada; y, finalmente, que, mañas de escritor de Aristóteles,, que sobre ellas cons^
según se nos dice, fué de salud débil ¿qué de extraño truye un sistema exegético completo, indispensable,
ATtTflTÓTET.KR
22 I 1U N Z BItBNTANO

hacer uso alguno de tales recursos hipotéticos. Y si


según ellos, si no se quiere que toda la doctrina aris­
llegamos, a pesar de eso, a una exposición.tan cohe­
totélica aparezca como un conjunto de contradicciones.
rente como las otras, tenemos a nuestro favor (en vir­
Y liasta llegan a asegurar que cuando sólo ocasional­
tud de las reglas de la verosimilitud) la ausencia de
mente emplea un principio para sacar de él impor­
tanta complejidad de presuposiciones y, además, la ven­
tantes consecuencias, su aserto no tiene tanta autoridad
taja que resulta al verse por la comparación, que las
como donde se ocupa en asentar y fundamentar esc
doctrinas a que aquéllos se ven llevados por sus hipó­
principio.. Admitir esto traería las peores consecuen­
tesis artificiosas, resultan mucho menos armónicas en
cias, dadas las incertidumbres que produce lo impre­
sí y se parecen mucho menos a la doctrina de los pre-
ciso de la expresión o la deficiente transmisión del
. decesores y sucesores históricos de Aristóteles, como
texto. Porque es natural que los pasajes que tratan de
asimismo a la de los grandes pensadores de otros tiem­
fundamentar un principio, sean pocos, quizás uno
pos que tienen mucho de común con Aristóteles. Son
solo, mientras que la ocasión de emplearlo se repite
tan evidentemente absurdas, que un hombro que así
con frecuencia; y, además, el principio, cuando es de
interprete a Aristóteles, jamás podrá sentirse indinado
gran alcance, contribuye a fijar el carácter del sistema
a adherirse a sus enseñanzas. En efecto, no se han
en todos sus rasgos esenciales. Y, en efecto, es infini­
sentido inclinados a una interpretación como la que
tamente más fácil que por un descuido de frase o por
una corrupción del texto se desfigure un pasaje, que hacen nuestros modernos c hipcrcríticos intérpretes, ni
los inmediatos sucesores del filósofo, ni Alejandro de
no en igual medida un g ran número de pasajes.
Afrodisia, que por los años 200 d. de J. C. mereció
Y, de he^ho, aquel axioma exegético ha llevado a
sacrificar a un pequeñísimo número de afirmaciones el honroso título de "intérprete en sentido emi­
nente” (1 ), ni Simplicio, el más docto de los comenta­
un número incomparablemente mayor de ellas que figu­
rando ep los más diversos escritos y siendo concordes dores de Aristóteles y, para quien éste es la más alta
entre sí, contradirían sin embargo a aquellas pocas, autoridad después de Platón, ni los filósofos árabes,
tal como se las ha interpretado. ni los Escolásticos, para quienes Aristóteles era, según
Felizmente, puedo asegurar en virtud de largos y
(1) Como prueba decisiva de ello, véase áu comentario,
esmerados estudios consagrados a Aristóteles, que indudablemente auténtico, del cap. 9 del libro I de la Metafísica.
<todas e s t á ^ ip ótesiTdft antemano tan extrañas son por En cuanto al comentario que bajo su nombre nos ha llegado,
completo infundadas y que se deben sólo ja, falsas inter ­ al importante libro A de su Metafísica, F r Eu d e n t h a l ha demos­
trado su falta de autenticidad de un modo irrebatible, en su
pretaciones, ñ o muy de~extrañar dadas las dificultades obra: Los Comentarios de Alejandro de Afrodisia a la Metafísica
que su comprensión ofrece. Nos proponemos, pues, no de Aristóteles, conservados Por Averroes.
24 FRANZ TVRKNTANO ARISTÓTELES 25

palabra del Dante, “el maestro de los que saben”. /> ^ Guardándonos, pues, de creer sencillamente con­
E n cambio vemos aparecer ese modo de interpretar tradictorias las afirmaciones en apariencia inconcilia-
á Aristóteles en Ramus, que, como se sabe, rompió con \r ^bles del filósofo y de cohonestar el extraño proceder
Aristóteles hasta en la Lógica, y que en virtud de una de repudiar las que parecen menos dignas de crédito,
exégesis hasta entonces inaudita, esperaba con mayor ^A en obsequio a hipótesis aun más extrañas, la dificultad
razón desacreditarle como metafísico. misma de armonizar unas v otras dará más valor a los
Y así debería decirse que el potente influjo que a ts puntales que se salven de ese modo y diremos con Aris­
pesar de todo han ejercido siempre los escritos aristo­ tóteles que la anoQla (la dificultad) se convierte en
télicos en las más altas esferas de la filosofía, es pro­ BVTtoQta (facilidad) . Será, pues,^ necesario buscar el
piamente atribuible a un Aristóteles mal compren­ modo de hacer posible la conciliación de las varias aser­
dido, no al verdadero Aristóteles. Yernos a Leibniz, ciones, de modo que no sólouna afirmación dé lu zp ara
por ejemplo, mal guiado por Ramus, atribuir a Aris­ la recta interpretación de la otra, sino que así poda­
tóteles un modo de pensar (con respecto a los proble­ mos llegar a reconstruir varios miembros del sistema
mas más altos) muy parecido al que le atribuye la mo­ total aristotélico, gu cjm jdéndonos dados directamente
derna interpretación y juzgar, por ello, muy despecti­ hí su mod<>jki expresarse sucinto y fr agmentario, son,
vamente la teodicea aristotélica. Y si a pesar de todo sin embargo, necesarios para reconstruir el conjunto,
está todavía tan poderosamente influido por Aristó­ lia estructura ideológica de un gran pensador se parece
teles aun en las cuestiones más importantes, sólo lo al organismo de un ser vivo, en que la estructura de
está de modo mediato a través de los que habían hecho una parte condiciona la de otra, y lo que consiguió
del filósofo, entendido de otro modo, su maestro. ¡ Cuán Guvier con los restos de los animales prehistóricos: por
distinta habría sido la situación, si Leibniz hubiera
£ ' la naturaleza de las partes existentes determinar del
conocido la verdadera doctrina de Aristóteles! ¡Con modo más exacto la de las partes que faltaban, eso
qué entusiasmo se habría referido a más de un rasgo mismo debe ser posible en una obra de filosofía como
concordante con los suvos Y del mismo modo que a la de Aristóteles. Y llegando así a la plena compren-
Leibnizfte ve también a la época moderna privada por ' sión del verdadero carácter del todo, de modo que haga
egg~~moderno oscurecimiento do la doctrina aristotélica evidente la afinidad de este pensador con otros cuyas
de un .influjo saludable y benéfico precisamente en obras se conservan más completas, esa perspectiva
él más alto dominio del pensar, dejándose sólo sentir nos proporcionará nuevos medios de interpretación
la influencia, aristotélica en disciplinas relativamente y nos llevará a la más fácil comprensión de un caso
inferiores. por analogía con otro. Tales procedimientos nos propo-
1»(J FRANZ RRENTANO
AKÍSTÓTKPKS 117

¿ i* ;.......
nemos utilizar y esperamos poder dar de ese modo una osto nos obliga a suponer que esos escritos fueron compuestos
imagen mucho más completa del filósofo, sin rebasar y^e h fe c h a s m ü y próximas entre sí, o'que Aristóteles (q ú en o
¿r
UOA - publicó por sí mismo ninguno de esos escritos) ^3ebi6 háce~r
nunca, claro está, los límites de la verosimilitud. ¡*{IP , a posteriori las debidas rectificaciones.
í i^ No dejaremos nunca de indicar, cuándo algo se afirma !^ ■ ^ Pero el espacio de~más de^ doce años (que duró la composi­
:,l ,y ción de esos escritos sistemáticos) pudó hacer advertir algo que
^directamente, cuándo^sé^deS uce^olT ^uridadrcuándo Q& f
• ¿ofrecía reparo o que necesitaba reformar a un pensador que
se p resume de modo mas o menos probable. No nos •¡m*Ti seguramente no era tan presuntuoso que quisiera1 atribuir a
podrá alcanzar por parte de un crítico inteligente el ‘ todas sus aserciones la certeza de teoremas matemáticamente
^ h reproche de faltar a la exactitud; porque, no hace demostrados, y que más bien se manifiesta muy humilde res­
o pecto a la imperfección de toda sabiduría humana. T si eran
falta decirlo,- al emplear esos medios auxiliares no
V renunciamos a ninguno de los que usan los demás, sino
fáciles de hacer a posteriori rectificaciones de poca monta, no
así las que requerían refundiciones profundas.
, Muchas veces advertimos que una aclaración que Aristóteles
que procuraremos hacer de ellos un uso más amplio
'(iene por necesaria, no 2a pone en el lugar en que el escrito Je
y cuidadoso. Y cuanto más se. ensanche nuestro come­ corresponde, sino que la yuxtapone luego de un modo completa­
tido en virtud de lo expuesto, tanto menos dejaremos mente suelto, y a veces se siguen varias de osas rectificaciones
in orden alguno cnlrr sí, de un'mudo desmañado. No quería
de H m jtold^ todo~~úpijosfole~dftdo~~oí 1 ai podía tomarse tiempo pura más de eso, él, a quien ocupaban
reducido espacio de que disponemos. ("M. por el momento otros problemas. Y ¿cómo habría do haberlo
Haremos también referencia, aunque no_aen. más que con encontrado, cuando se trataba no do un mero complemento de
unas palabras, a la cuestión do¿Ta^ronorogfalZ)le los escritos í/' detalle, sino más bien de una revisión que no podía haber lleva­
aristotélicos y a lo que distingue los llamados "exotéricos” do do a cabo sin Importantes reeinbomciones? Pura escritos aun no
los llamados "esotéricos”. '
<0 editados por él, ni San Agustín se habría creído obligado a
hacer un líber rctractationum como lo hizo para los ya publicados.
^ cronologías-sobre todo- si está, fundada____
,__________ en huellas de una
____________ , I4

Pero se dirá: ¿y a qué vienen todas esas reflexiones, si la
\itfy i' ¿pfi evolución nldbtri^al, puede tener transcendental importancia
experiencia nos dice que-de hecho tales refundiciones no han
' J Ia comprensión y ordenamiento sistemático de los varios ^ I / ¡2 r
tr sectores doctrinales. En Platón es, desde luego, innegable un tenido lugar en los escritos sistemáticos de Aristóteles? Precisa­
gradual desarrollo de pensamiento. ¿Cómo Aristóteles había de mente, creen ellos, si esa circunstancia nos priva lá mayor
escapar a esa ley de transformación ? El cambio es seguro, si se Y gtTrtfl TaR~veces'~de"la posibilídad^de_fijarsu lgucesióñ cronol¿-
retrocede hasta la época en que escribió sus diálogos. Aun los 'gícáTla hace aparecer comojieja ecesaria y nos dispensa,jagr lo
pocos fragmentos conservados dan testimonio de ello. Pero es tantoTde echiBa~3p marina! pero aun así planteada la cuestión,
corriente oír decir que en los escritos sistemáticos que de él creo haberme convencido de lo contrario mediante una con­
nos han, llegado apenas se notan-diferencias ¿¿doctrina, y que frontación precisa. En un punto especialmente, y punto muy
importante, es donde he encontrado en Aristóteles una serie de
(1) Este estudio estaba destinado primitivamente a la obra cambios sucesivos. Y es en la teoría de la definición, sobre la
v editada por el D r. v o n A ster : Los grandes pensadores. De ahí la que hace indicaciones en los Tópica en los Segundos Analíticos,
concisión que procuré darle, pero que en fin de cuentas no bastó en los libros de la Metafísica,'y de nuevo en el libro 4.° de la
para hacerlo aceptable por entero. Capítulos muy importantes Meteorología y en el escrito De partibus animalium, indicaciones
que hubo que sacrificar, hallan cabida en esta edición separada. que lejos de ser compatibles entre sí, se contradicen abierta­
mente en muchos puntos. Es importante comparar la conducta
ó „
.lo
FRANZ imKNTANO AIUHTÓTKJ/KH

.A . t/>
/'n -________
)>ráctica de Aristóteles cuando tiene que dar una definición r^Otra considerable difereñciaT~Wece separar el De partibus
jmgortante, y verJTtmcéptoTfeiléHmctdfrque e3~páraÍTfeggr amm U w ir-éic"Mctafísica 2, la-trtfal también se advierte en un
lador, en las diferentes obras. Todo eFmundo reconoce qué~Tos pasaje del capítulo final del libro 4.° de Meteorología. El libro Z
' L j j 0^lca es’ de entre los escritos lógicos conservados, el primero de la Metafísica, que limita la definición en sentido estricto a_ja
> en el orden cronológico. La teoría de la definición en los Segun­ ~categoríaTde~sustancia, jamás manifiesta la convicción de que
Tí’1/ dos Analíticos tiene ya momentos enteramente nuevos. En ellos ño ténemos de hecho conceptos sustanciales diferenciales; antes
3a. definición se pone en íntima relación con el conocimiento por bien, no parece sino que Aristóteles está convencido desdarnos
causas tal como debe^resultar de ta^ e m jstracióñ científica" y sé Tales ejemplos en los por ei~escogidos. En cam b ióla Meteorolo-
éxige de aquélla que tenga en cuenta la causa en su cuádruple 'oía dice de la mañéraTmás expresa que nos faltan por completo
sentido de materia, forma, causa eficiente y causa final. los conceptos diferenciales sustanciales, y deben ser sustituidos
Pero de que propiamente s6Io~sóirdefinihlfts por determinaciones accidentales que Ies acompañan como pro­
no se hace la menor mención ni aquí ni en los 'Tópica, sinoque, p iedades y, sobre todo por la indicación de las activid.adfcs.esge-
por el contrario, todos los ejemplos se forman de la esfera de cíficas que ejercita la respectiva especie; que esas actividades
l*- los accidentes. Así, el libro 7.° de la Metafísica, al limitar la posi­ se destacan más en Tos seres vivos y que por eso los cuerpos
bilidad de. una definición en sentido estricto a las sustancias, vivos se prestan mejor a la definición de especies que los muer­
sobrepasa lo que dijo en los Analíticos y contradice bien clara- tos. TT.n pata punto se ha operado una evolución en el pensa-
^ mente a los Tópica, en los que había dicho que en la definición, miento de Aristóteles, no sólo respecto a la manera de definir,
(OC ¿¿ la diferencia específica no puede contener el concepto del géne- sirio tamHffn, según parece, respecto'-a la cognoscibilidad de las
jo, mientras que en el libro Z de la Metafísica se dice expresa­ sustañcia7T~^r~ré~^emos~ tomar una posición muy parecida a
r' A , { mente lo contrario, debiendo cada ulterior diferencia contener la ía”de~Locke y Leibniz enTsus ensayos sobre ~el entendimiento
2 precedente y ser, por consiguiente, la última diferencia igual humano.
en contenido a la definición entera. Sin ello, se dice en la Esas mismas convicciones mantiene el escrito De partibus
'pv* Metafísica, faltaría al todo la unidad real. Ahora bien, por lo animalium. No las diferencias de las sustancias mismas, sino las
que respecta a esa idea llega Aristóteles a una nueva y notable propiedades que ligadas a ellas como características de las mis­
Ü afirmación. P e gPUéB de haber distinguido una rte anima. mas, en su conjunto nos ofrecen un substituto de aquéllas, es lo
» les como “dotada de pies”, no cabe a su juicio distinguir luego que' empleamos en las definiciones, no habiendo inconveniente
K como subclase, por ejemplos, animales con pies, alados”, espe­ en emplear como características hasta las determinaciones
¿JA'
cificándose por medio de la diferencia “alados” minn negativas. Estarnos seguros de no equivocarnos al afirmar que
eoiPpies, aladós." porque en este caso la última dlfernnoln. no la causa de estos grandes progresos en la teoría de la definición
contendría las anteriores. Lo pertinente serta, partiendo de la respecto al libro Z de la Metafísica, fueron los estudios que
cja.se inmediatamente anterior: “animales con pies”, poner produjeron la Historia anitnalium. Como una especie de prenun­
como subclase: “animales con píes de dedos articulados», verbi- cio de la futura transformación de la doctrina de Metafísica Z
gracia, ateniéndose siempre a Ta. misma parta «ÍaTanimal en ei debe quizá considerarse el pasaje 3, p. 1029 a 11, en que se dice
avanzar de la definición. que si los accidentes fueran suprimidos parecería que no que­
Kécuerda esto el método, clasificatorio artificial de Linneo. daba nada. Y parecen prepararla el terreno hasta algunos
En cambio las reglas de clasificación mit» da Aristóteles *1 lugares de los Analtica posteriora en que se habla de la busca de
ésento £)<? pgrtibus animalium, rechazan del m odo más p y p r ^ la definición como del último fundamento de las propiedades.
erfaétdflo~récomeñdado en Metafísica Z. v al exigir que se ten- Creo, pues, haber destruido el prejuicio de que no^gg—pijede
'gañ igualmente en cuenta todasTlas parte s~cíe los animálesTre^ ^ cnnfi^r'^DhT^TartÍs^áBtmlá~-^nn^s^ scH tos sistemáticos, que
sulta algo parecido al método clasificatorio natural de Linneo. nos quedarTde AristótelesTseñaT^eTórTa evo^ciój^esencial_en
su dc^trina7basfamóT<rTIcTíól^
:jo li’JIANZ IIRKNTANO :u
AKIHTÓTICLKH

Sica de algunos de sus más importantes escritos. De ahí resulta a la época más madura de la filosofía aristotélica. Pero al
también, contra lo que generalmente se cree, qñp ciertos trata­ mismo tiempo hay que considerarlo como mero prólogo o pre­
d os de 'ciencias naüíraíii ~ ~ s i^ c n ^ Aiue una paración de una obra extensa sobre la misma matetia, que
parte_dA los libros de ^g^^rFtcar~Y^no^61cTliay ~Q.ue atribuir nunca llegó a escribirse.
una fecha más tardía a la composición del De partibus animalium A esa obra habría reservado nuestro filósofo la discusión
y al cuarto IT5ro~^de 4£g^go^7^Ha^^ino~qiie,^"siendo "segura la amplia de ciertos problemas que roza acá y allá en los escritos
posterioridad de esta última, ha llegado también a hacerse naturalistas pero que, perteneciendo a la primera filosofía, no
cierta la del De generatione animalium y jprobable la de la His- tiene por conveniente tratar ahí a fondo. Y esa es también la
toria animalium. Aun podemos-inferir con certeza ~que los~ tres explicación más fácil del hecho que tanto asombro y enfado
libros, tan importantes-^ e animá\(q\ie entran también en la .i. ¿/produce, de que precisamente cuando comienza a hablar Aris-_
categoría de escritos de ciencías'ñaturales, y naturalmente los tételes de las cuestiones más importantes y difíciles, es cuando
llamados Para naturaha, anejos a los De Anima) fueron escritos ¿jsulfá'más oscuro .a fuerza de ser a v a ro ~de~palabras. Y aen los
también en fecha posterior a las mencionadas partes de la Meta­ rielAlma^dá a la~ parte más excelente, la intelectiva,
física, como se ve inmediatamente cuando se advierte mis al M una„extensión
uno. eAkcijaiv u cexcesivamente corta ~éá relación Aon la parte
modo de definir el alma no~ sé acomoda á Tos~ postulados del O ,'.í>*- -P j* vegetativa "
-.wv-.ja riC.T'———
y sensitiva. Y sobre ’muchas de las cuestiones a
libro Z de la Metafísica y, en cambio, se muestraT en perfecta A MqTiAiia. relativas que no eñcontmmos~to<g( . tocadas~~en Tos libros
? yi conformidad con las doctrinas~llel capítulo final del cuarto y 9* •,‘J** ¡)e anima,
7)e hallamos sólo ¡ilg^inji,
añitna,^hlüuüñps^ hidjcnchiir
algunjrXiid^^
7 libro de Meteorología. Además, si AriBtót.nlnn ni oMm-ibfr ina nhr„P j (lo l'ú Mica. Todo' <>H<» viem» <U> qno_JHMaiinm,^»^y
L P e anima hubiera perseverado en el punto de vista adoptado ' - ? N° Aristóteles los tros libros dol Alma a las domina naturft-
.»/ ^ /nn //<•<*>»« m «« __* _»?_»_ i a m « _
Á lerL Metafísica z » sería incomprensible su teoría de los objetos kr -Ts les. la parte intelectiva del ahmn según el misino, no pertenece
/propios y comunes (<xlaQr¡zu Uta ¡tal y.oivu),. pues, derivándose O n p ^ ' al campó’cíe la Física.^íno al de la Bletafísieu. Pero eso_no, se
> ^ _según~ él,” como “----------------
veremos ”luego,' todos...................
nuestros • • ' de• la
conceptos
J? ^ ( A ^ í ‘^ñenontra (añusco entro los InbMTsnntes IñMiuofto» tratados
A c> Apercepción, si tuviéramos conceptos de diferencias sustanciales,
ltc.V3 irtfl
AVm mu7v*v vorsn.n
» v* « « - « sobre
-------------------
IjUIHV y » * yel sentido
~ ----- y* sus objetos, "sobre
-- - - —. - - la
,
v’ /r ~ a enzre entre 108
los OOJ6Z08
objetos propios y comunes cíe de ioslos sentíaos,
sentidos, se so contra­
contru- •fr.mnriT y ftl reciierdoT etc, y ^qüe~~deben^considerarse como
e d ^ A ^ riarían no las diferencias accidentales .sino también tales dife- r, ' ^apéndice a los libros del Alma,‘ni uno solo que aboigeja paHe
t* ^i-encias sustanciales. Ahora bien, esto n o.es así. U vñTeTftcíTva. cosa aue le habríamos agradecido mucho dada la
y~-------------------- ------------- ‘ ■ y i * • £, ,p .— --------------------------------
sobriedad, mezquindad^más bien, de --------- - en los libros del
lo dicho
^ ^ ^ ÍJ° r ° tra ^arte' ^ °^ rabaJ0S no for-
yp.ma.ri una obra única, pudiendo suceder muy btenLctya_lo.-«ue se A ^ 0 ^^ma7~UmTvez en"éstos (III, 7, al fin), rehúsa expresamente^
, dice de los otros libros, valga igualmente para<éTÍIbroA ¿iipor- ^ ^.^Ventrar en una cuestión que venía a propósito, dejándola para
r t ^A ^ante sobre todos, y el único que entra a fondo"eit-4as' cuestio- un trabajo especial que proyectaba. Indudablemente pensaba al
y 'n e s sobre el primer principio de todas las cosas. Está escrito y. ¡
~ j decir eso en la Metafísica, pero nunca llegó a cumplir la palabra
fjt
. ¿V* muy en esbozo y no co*ntiene nada respecto a investigaciones r pF*
io» A que allí dió. No debe perderse de vista tampoco esta circuns
•rf sobre loa principios del conocimiento ni se ocupa tampoco de la
cuestión de la definición, de modo que
parte medio de situartocronol^gicamente. Pero <vn
finemos por^esta
L
q r
¡ i r tancia cuando nos disponemos a juzgar a Aristóteles comí
i 0 ji&scritor, si hemos de ser justos con éh ) •
\ ¡T p\ ~ Algunas otras cáracterísticas que encontramos sobre todo en
ñecho^g5^q^3^ffíSr~ae^a ]J tr^ m ia ^ d e~EÜdoxQr:tie n ^ ñ ^ a/A sus escritos prácticos como la* Ética, Política y Retórica, son
cuenta también la de Kalipo, se deduce que es moderno t ' .» i<. más fácilmente comprensibles. El fin que en ellos se propone,
'frtre'TólQibros D ejgg/¿T l!Jnl^ de las mate- í ** j¿Ístk, por confesión propia, no tanto en el conocimiento que nos
rias en él tratadas y que le son comunes con las investigacio­ i A ^ com unica, cuanto en el fruto que ha de reportar aplicado a la
nes metafísicas anteriores más extensas, lo vemos superior a r J^\ vida del particular y de la sociedad. Por eso quería hacerla
éstas. Así, pues, apenas puede dudarse que el libro A pertenece ) [A accesible aun a los menos interesados por la teoría, en un

i
- , , AVVU/
.'{2 I-'IIANZ IIIIKNTANO - «'Y*1
- í^ l/í>¿ ^ iA*> .
círculo lo más amplio posible. Por eso se propone, en términos i
expresos, evitar todo problema psicológico-filosófico que exija
mayor profundidad. Por esa razón de mirar a un círculo más
amplío se Ilamaix^exotéricoSj a esos escritos,Mientras que se
suelen llamar ‘¡tésotérié05*Sa los qué-nos aspiran a esa popularidad.
Claro es que^Anstóteles no se mantiene siempre fiel a su
propósito en el curso de la exposición, sea que se deje arrastrar
insensiblemente por sus aficiones y hábito de hacer hincapié
en los más hondos problemas, sea que no pudiera mantenerse en
aquellos límites sin tener que renunciar a la plena realización La Sabiduría
de las mismas necesidades prácticas (esto mismo sucede sobre
todo en el curso de la Ética). El espectáculo que da Aristóteles E l conocimiento que tenemos de, una cosa es, a
con esta su inconsecuencia, es interesantísimo, y nos permite
J^j-calar hondo en lo más íntimo de su vida: aun queriendo dejar veces, un mero conocimiento de hecho, como cuando,
los problemas, éstos no le dejan a él. Podemos quizá ver en fltTperdfifr)En otros casos, .empero, no sé ya sólo que,
, este hecho (al lado de otros indicios) una prueba de que esos una (jsosa existí sino que puedo dar la razón de por
escritos prácticos lo mismo que los metafísicas, aunque no ert
^ Igual grado, no llegaron a alcanzar su forma definlllva. Perte­ qué existe. Quizás esta razón misma es nara mí algo
necen desde luego a los años más sazonados de su vida, pero meramente afectivo que t iene su fundamento en otra
eso mismo quiere decir que le ocuparon poco antes del fin de
su vida, y si bien tienen singular valor como productos de su
razón y que no está bien explicado hasta que no se
época más sazonada, llevan también la desventaja de una evi­ conozca ésta. Y así será siempre; mientras no se llegue
dente falta de perfección. a algo que como inmediatamente necesario, n i es capaz
Ya en la Ética el orden déla mucho que desear, pero' en la
Política es tan deficiente que Barthélemy Saint Hilaire y otros de ulterior explicación ni la necesita. Sólo el que reduce
querían cambiarlo por completo. ~ un hecho a su último fundamento, da una explicación
Tambiéir~ es ir/dudable qué- algunos trabajos en proyecto concluyente del mismo. Cuando alguien llega a uno dé
nunca llegaron a verse realizados.
los grados intermedios, “puede, sí,'decirse de él~que
sabe en cierto modo y "que es superior en conocimiento
al que no hace más que p ercibir; pero ño le cuadra
el nombre de sabio. La sabiduría consiste en el conoci­
miento de lo inmediatamente necesario. y en la expli­
cación, por él, de lo mediatamente necesario; lo cual
Aristóteles lo expresa en la Ética a Nicómaco diciendo
que la 6o<pía es vovg y.al imGxr¡{ir¡ (sabiduría es inteli­
gencia y ciencia).
íl. Buentano : Aristóteles. 22S.
J

34 4 35
fb a n z brentano ARISTÓTELES

Realizamos muchas clases de percepciones y cabe orden de la Naturaleza. A falta de la contemplación


distinguir también una m ultitud de ciencias. ¿Pode­ do unTserYñcomparábléjnente superior a nosotros, todo
mos decir también que hay más de m a sabiduría? lo que podemos recoger de los elementos de nuestras
La contestación a esta pregunta dependerá de si aque­ percepciones empíricas, es un sustituto infinitamente
llo donde hay que buscar la última razón de- todo ser pobre. Aunque Dios es omnisciente por el conocimiento
condicionado por otro, es lo mismo. Y ello es así, según que tiene de sí mismo, al llegar nosotros a-referirlo
Aristóteles, pues para él, como veremos, no hay más todo a él como a la última causa, no por eso se nos
que un único ser inmediatamente necesario, por el que abre la visión de toda verdad, pero sí que se arroja
^ e n último término están determinados todos los seres cierta luz sobre todas y cada una de las cosas.
0 ^ restantes, esto es,.el eátendimiento divino. E l que com- Así pues, lo que comúnmente se entiende por sabio
prendiera plenamente este principio, con él tendría la viene a coincidir con lo que hemos dicho acerca del
^v - ^ clave del conocimiento apriorísticó de todas las cosas. conocimiento por la última causa. E n efecto, se en­
A ese -principio divino^ u e es un conocimiento que tiende por sabio,£úno que conoce lo más difícil de
f ^ ____________
* a sí mismo se tiene p, objetoy’se le revelan y mani- _co p n p .fir; a h o r a bien, esto esto lo que más dista do los
wi s-> ■— ■■ —-----— y .
fiestan en ese soio conocimiento^ todas las demás cosas. sentidosPSe entiende también .por sabio aquel cuyo
0 Posee una omnisciencia puramente apriorística. conocimiento se basa sobre el fundamento más seguro;
1 í* En la circunstancia desque cuando preguntamos ahora bien, el fundamento más seguro es lo inmediata­
1 y 1. ^ por eTúltimo fñ n d ^ en to T d ^ l^co sás vayamos a. parar mente necesario, que condímohaYodoYo- demas. Se en­
siempre a esa esencia infinitamente perfecta radica tiende además por sabio^u n o c u y o conocimiento se
especiaMente7m_jaIÓr exce!so~de~la sabiduría. extiende^en algún modo a todo. Finalmente, se tiene .
Aristóteles lo elevó sobre todos los valores. La más por sabictéüt aquéT cuyo saber es en cierto modo divino,
alta bienaventuranza se encontrará en sus meditacio­ tanto porque se refiere a lo más excelso yYliyino, como
nes: la vida práctica integral del individuo y la orde­ porqué"";s un saber^dé~aígo de qu^óIoY[5íosTieñe~ñn
nación completa del Estado, en último término, sólo a saber perfecto. EsTpueSjWaa la'sabiduría. No sólo en
sus intereses sirven. No desconoce, sin embargo, que el capítulo I I deTlibro I de la Metafísica que es el que
c^1nay enorme diferencia entre el modo~como poseen IáT he tenido en este punto más en cuenta, sino también
‘ ^ sabiduría 1¿Fhombres y comcT la posée^PiosTlgi para en el capítulo X del libro X II de la misma, aparece la
éste lo inmediatamente necesario se da también bime- sabiduría como única. Y también la Ética a Nicómaco
diatamente_como objeto, para nosotros lo primero en la contrapone como única a la también única sabiduría
el orden del conocimíenfo~es~7o que es posterior en él práctica (<pQÓvr}Giq), para evidenciarla como la virtud
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80 FRANZ •BRKNTANO h a h i s t Ot k t jc s 87

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dianoética (X) más excelente en relación con aquélla. pL ^ h ¡ ^ ¡ y objeto, otra cosa. Y como el horizonte de lo que depende
Cierto que vemos a Aristóteles hablar en varios J | ■ ^ i del primer principio lo aparca todo, no poetemos con-
lugares de univfjjpsofía primera y de una filosofía siderar como objeto de la sabiduría humana, sino el
^segunda: la primera tra ta jie los seres .espirituales, la j2 concepto del ser en general.
segunda de los corporales. Pero en realidad"s~e~ t r a t a n Pero aquí se nos presenta una dificultad, porque
n>
sólo de partes de una misma cosa. M' p f' el nombre de ser no parece usarse en un solo sentido.
Y aun a veces hace distinciones todavía más pre-
V Se llama ser todo lo que existe, pero esto no significa
cisas, verbigracia, al distinguir la Astronomía como lo mismo en todos los casos. Cuando decimos que un
filosofía que está más cerca posible de las ciencias m a-' hombre, una planta existe, la palabra “existe” según
temáticas. Pero que un saber de la Naturaleza pueda Aristóteles se usa en sentido propio. Pero cuando, deci­
conservar el carácter de sabiduría separado del saber mos que existe lo bípedo, lo virtuoso, nos expresaría­
que se refiere a los seres espirituales, es algo ajeno al mos, según él, más propiamente si dijéramos que una
pensamiento aristotélico, puesto que Aristóteles dice cosa es bípeda o virtuosa. Esto mismo se hace evidente
expresamente que las sustancias espirituales son la con­ cuando decimos que existe un no-hombre, con lo que
dición previa aun de las sustancias corporales eternas, no queremos decir otra cosa sino que determinada cosa
de tal modo que si aquéllas no existiesen, no existiría, no es hombre.
nada (2). Sucede también, que cuando uno pregunta si es
imposible un cuadrado redondo, respondemos: “así es”.
Nada hay más evidente que el que en este caso no se
El objeto de la sabiduría humana afirma algo real. La imposibilidad de un cuadrado
Hay que preguntarse ante todo: ¿ cuál es para nos­ redondo no es cosa que exista fuera de nuestro espí­
otros el objeto de la sabiduría? ritu, pero quien rechaza un cuadrado redondo como
Si conociéramos desde luego, como Dios, toda ver­ imposible, juzga rectamente y esto es lo que yo quería
dad, es claro que el primer principio dé todas las cosas expresar con mi “así es”.
sería también objeto de la sabiduría humana. Ahora Cuando un cuerpo que tiene la figura de cubo,
bien, no es así. Tendremos, pues, que señalarle como decimos que es en potencia redondo, porque no es im­
posible hacerlo cambiar de figura, también dice aquí
(1) Las virtudes dianoéticas en Aristóteles corresponden a Aristóteles que usamos la palabra “es” en sentido muy
lo que se llama en la Escolástica “hábitos intelectuales” — impropio. Y cuando en expresiones abstractas habla­
N. de la R.
(2) Met. Ef 1, y Met. A, 6. mos de la eubieidad, de la bipedalidad, no designamos
38 FBANZ BBENTANO ARISTÓTELES ^

algo que exista en realidad, y hablaríamos con más La diferencia entre este caso y el antes discutido
propiedad si dijéramos que por medio de la.cubicidad de un par de hombres es únicamente la siguiente: de
hay algo de forma cúbica y por medio de la bipedali- los dos hombres cada uno podría existir por sí; aquí
dad algo de dos pies. Y así también, cuando caliento empero sólo una parte, porque el cuerpo sigue siendo,
algo frío, no es el calor lo que aparece ni es el frío lo que esté aquí o no esté aquí, el mismo cuerpo; mientras
desaparece, sino que algo caliente surge de algo frío. que lo que se añade, no es una segunda cosa que exista
Cuando dos hombres existen, decimos acaso de am­ por sí y que pueda subsistir separada de este cuerpo.
bos juntos que son un par de hombres. Pero ¿qué es Si se aleja el cuerpo y entra otro en su lugar, no tene­
ese par? Ciertamente no es algo existente en el mismo mos individualmente el mismo'ser “aquí localizado”.
sentido que cada uno de esos hombres, pues en tal Se ve, pues, bien claramente, piensa Aristóteles, que
caso existirían no dos cosas sirio tres cosas en igual cuando se habla de estar aquí, no se habla de un ser
sentido propio. Dos cosas jamás son una sola cosa y, en el mismo sentido que cuando se habla de un
por el contrario, tampoco una cosa única puede ser ser-cuerpo.
varias cosas (1). Y cuando, verbigracia, un cuerpo os Lo mismo, cuando uno es gramático y músico, osto
u n ' verdadero cuerpo único, no por eso son las dos compuesto no es un ser en sentido propio, no sólo por­
mitades cosas tan reales como el cuerpo, sino que Tíni­ que se trata de propiedades que estáp inherentes a una
camente pueden llegar a ser cosas reales partiendo el cosa, es decir, a un hombre, que lo que es, lo era ya
cuerpo único en dos: hasta tanto existen sólo en poten­ antes de alcanzar esas propiedades, sino también por­
za? repitiendo una expresión ya usada. Precisamente que les falta la unidad, puesto que no tienen de común
esto demuestra bien claramente que una cosa que está entre sí sino esa casual coincidencia en el mismo sujeto.
aquí, como “aqúí localizada” existe tan propiamente Este músico es, como dice Aristóteles, gramático otara
como en cuanto cuerpo, pues que el mismo cuerpo está (Svfifcpr¡ot6q (por añadidura) y al revés. Y también el
ya aquí, ya allí. E l cuerpo mismo, en efecto, ése sí todo es nn ov otara 6vfi^e^rjotóg (algo que existe por afía-
que es úna cosa, la que' precisamente era ya antes 'de dirúra, no algo que exista en sí, algo que exista como
estar aquí. Y esa cosa está como parte en lo aquí loca­ tal), no un 8v otad' avró.
lizado. Ahora bien, si la parte es una cosa real, el todo Lo “existente” es, pues, capaz de muchas acepcio­
no puede considerarse como una cosa realmente única. nes. E n sentido propio es un ser real, como hombre,
planta, una sustancia real. E n cambio, los otros ejem­
(1) Sentencia muy característica para toda la filosofía
aristotélica. Met. Z, 13, p. 1039 a 3. Véase también Phys. VI,
plos citados en que se emplea la palabra “ser” o “exis­
5, p. 254 a 24. tente”, designan nn uso en sentido impropio. Ahora
40 ARISTÓTELES 41
FRANZ BRENTANO

bien, cuando decimos que el objeto d e j a sabiduría e s como tales, les pertenece. Tam biénJa sabiduría, si tiene
el ser como ser, hay ^ue^tO m ejCrSuSlmente, la pala­ por objeto el ser en sentido propio, ha de comprender
bra en uno ~3esus m uchggsentidos^Y se suscita la ai mismo tiempo todo lo que se denomina ser en sen­ *
objeción de giuTeifeSrcago^^ tido impropio. , • r *
fuera dé~~su dominio y que, sin embargo^ exige una
reducción a la última causa. Estafesj empre y enjtodo Explicación de los términos
caso la misma, el se r.inmediatamente necesario. Pero
esa tarea de reducción puede incumbir a otra ciencia, E l geómetra empieza su exposición científica; con
porque la unidad de la ciencia"axige^ojoTo^unáTcomu- la explicación de ciertos términos y asentando ciertos
ñ id a d J íL jy ^ c ip io ^ principios que se presuponen como verdades ciertas.
gible de objeto. E n oposición, pues, a la unidad de la Siendo también necesaria una y otra cosa al filósofo,
sabidurísTjdívinaT'ter^ Aristóteles procura satisfacer ambas exigencias.. ■ :
^tiplicidad, cuando se~~feEÍT~d rsa b íd u A humana. A la explicación de los términos está consagrado
PirosTeTnOTnbre del ser no es unívoco, su multi- todo el libro Y de la Metafísica, si bien lo incompleto
del modo de tratar el tema es una buena prueba de
cV** cuán poco llegó Aristóteles a la completa realización
aP en que se encuentran juntas por casualidad varias sig­
e*i Vo
' nificaciones. Hay casos, los del uso metafórico, funda- de la Metafísica soñada. Pero ya en esto se ve nota­
J f v_í dos _parte<gn lo, analogí^ p a rt^ T la e s tr e c h a relación ble diferencia entre el modo de proceder del geómetra
& \v con lo que lleva el nombre en sentido propio. Asi ila- y el de Aristóteles. Mientras que el primero, por amor
a; / mamos sano np sólo al hombre que goza de salud sino a la claridad, evita usar una expresión en varios sen­
* también a un alimento, una medicina, un color de ros- tidos, Aristóteles se ve imposibilitado, cree él? de hacer
A tro: al alimento y a la medicina, porque sirven para eso mismo. P ara ello tendría que alejarse demasiado
V del lenguaje común, tendría que crear demasiados tér­
^ conservar o restablecer la salud; al color, porque es
^ V 1 señal de salud. E n el mismo caso está lo equívoco de minos nuevos y cargar demasiado la memoria. Y pro-
V la. palabra “ser” ; siendo varias sus significaciones, cura compensa r-e rU p jq osible esa desventaja compa­
^• están todas en relación con una, de tal modo que si rando entre sí las varias^ significaciones de una
desapareciese el que lleva el nombre en este último palabra y precisándolas con TttdaTexactitüd una en­
sentido, caería ipso fácto todo lo que lleva el nombre fren té de otra. Renunciamos a detallar más las corres­
en otros sentidos. Toda ciencia versa sólo sobre una pondientes explicaciones para dirigir inmediatamente
clase de objetos; pero de éstos, asienta todo lo que, la atención a lo que^dice~de l a s verdadés funda- *
mentales.
v v^Vf V
VttANZ BBKNTANO AHTSTÓTKLKH

mientras la vista se dirige a un color no se dirige a


V'
Uv \p •
Conocimientos inmediatos

un sonido, y el oído al dirigirse a un sonido no se
dirige a un color. Igualmente, cuando* reconocemos o
a rr Si no conocemos inmediatamente la verdad primera
en en el orden de la Naturaleza ¿no estamos siquiera en rechazamos algo juzgando, nos damos cuenta de que
{** V r posesión inmediata de algunas otras verdades? Y ¿qué mantenemos una actitud opuestaeruunQ_y__otro caso.
V) En cambio, respecto a loS^objetos primanogp’no
^ clase de verdades son ésas? Toda ciencia presupone
^ o&^verdades de ese género. Pero ninguna otra, sino la cien- tcnemos_ evidencia inmediata de su real existencia. Por
^ j ^ S a primera, se ocupa en fijar su carácter general y en muy fuerte que sea la sensación visual que de ello ten­
defender su certeza contra los ataques escépticos. gamos, no por eso podemos estar inmediatamente segu­
■<? ros de que lo colorado exista en realidad tal como se
nos presenta. Del mismo modo, un recuerdo, por vivo
Dos clases de verdades inmediatamente evidentes, que sea, no nos garantiza con evidencia inmediata la
^ l a primera de las cuales es la de ios hechos inme- verdad de «aquello de que nos acordamos: únicamente
^ diatamente evidentes hiftictivifllíri aclnnlinoñlo dada de recordados objeto
y* ^YAsí pues, poseemos realmente conocimientos que de esa percepción secundaria a la que atribuíamos evi-
A su enen una certeza inmediata y son de dos clases: |dencia infalible.
' 1 .° hechos inmediatamente evidentes (percepciones); a En cuanto a la certeza que Aristóteles suele atribuir
Oo
^ juicios universales que rechazan a priori algo como ¿0 ✓ pw'» a nuestras percepciones aun en relación con el mundo
- '/V^!ítei,ior) hay que guardarse muy bien de interpretar
Los primeras se nos dan siempre que estamos _en / sus Pa^ ras- Aristóteles suele hablar de un triple
<acti^d ad rdTsensación o pensamiento, pues que la acti­ J, ^ de Pereepción. Al uno lo llama lo “propiamente
vidad’ psíquica, cualquiera que sea su dirección, v&¡ -h r iIhíirr>Pnf:ThlA,,
erceptibie” íi'Aify11
(i'óiov /■/ArAtiTvt»i'i TiAmnú
c¿ÍG{h¡TÓy)1 porque Tla
rt percepción
1 siempre acompañada de mía percepción infalible” d e l f ^ f -j t de ese objeto es propia exclusi exclusiva de un sentido, verbi-
Nosotros mismos como actores psíquicos. Uuando vemosi^ ffi^/g racia, el color, de la vista; el sonido, del oído. AI otro
! algo colorado, en el acto mismo de ver percibimos jo ^ llama loc^cÓrnún p e rc e p tib íe ^ xofvóy aiG^rcv),
.A»*
v^inmediatamente que lo vemos. Y no es esto sólo, s i n o \ ¿ ^ p o r q u e es percibido por varios sentidos, más bien, por
¿e ^,{ vfinque
* \ .|U 9 cuando
v ju a n u v ^ ejercitamos
v j vx
v a u c ía jl l v o varias
. actividades
»? w
vu j au v ti *\ ^
y xvxc psíquicas/A
j^/o x ^t4 .j.v ^cv v ?w ^
xv j 0b j ^ ^ y - todos, verbigracia, el movimiento, el reposo. Lo tercero
■ distinguimos con evidencia una actividad de otra en ^ perceptible es algo que n ó ^ ó s jrñu^trarpropiameEte
' ^ ‘cuanto al objeto, y en otros aspectos. Por ejemplo, ^ , ,¿¿t* la percepción^m ism i^E o”que lo creemos ligado a
f*'[licuando vemos y oímos al mismo tiempo, notamos que ella en virtud de "experiencias anteriores, verbigracia.
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44 FRANZ BRENTANO ARIRTÓTELK8 45

cuando digo: “veo al hijo de Diaro” A esto lo llama acaba de descubrírsenos, caando-Ae nímos decir en
Aristóteles aio&vróv stara 6vtt¿t£@r¡xóg (sentido por aña­ varios lugares, y sobre todo en su escrito sobre la sen­
didura).. sación y 10 sensible, que si no hubiera uno que viera;
Ahora bien, de las dos últimas clases de percepción ningún cuerpo tendrí^realm ÍiithhoIor,_y que por con ­
dice Aristóteles que muy frecuentemente nos engañan, siguiente su colorido no consiste en otra cosa sino en
sobre todo las de la segunda clase. En efecto, cuando que puede ^esperta r en nosotros la sensación de algo
nos movemos, nos parece que lo inmóvil se mueve y lo coloreado: que sólo cuandcT lá^provoca, es en reali-
movido quizá nos parece estar en reposo; y según dad coloreado, de otro i m ^ sóío en poten^ayy ^ue7"de
la distancia y la situación respecto a nosotros, las cosas la misma manera,_sólo es realmente dulce, amargo o
nos parecen de distinta magnitud y figura. E n cam­ caliente algo que como tal sentimos, cuando de hecho
bio dice que la percepción sensible es siempre infalible lo sentimos; que las cosas exteriores no son iguales
en cuanto a lo propio perceptible^ a nuestros fenómenos sensitivos primarios relativos al
• Podría creerse, pues, que Aristóteles atribuye a la propio objeto del sentido; y que, por consiguiente, sV
percepción sensible exterior una evidencia inmediata, aquello que vemos tal cual se nos aparece, lo^atribuyé-
si bien con alguna restricción. Sería en verdad algo semos como propiedad a una cosa exterior, estaríamos
muy extraño esa evidencia inmediata, pues que presen­ en el más completo error respecto a lo p ropioje rc e p -
tándose en la misma sensación algo como coloreado y tible. Esto no quiere decir que Aristóteles haya negado'
con una cierta extensión y en movimiento o reposo, que existan en realidad cuerpos extensos con figura
habría evidencia y no evidencia en un mismo acto. düBndada, en movimientos o en reposo, aunque sí pre-.
T así le vemos en otra parte hablar, a propósito de a .cisamente que correspondan con exactitud y en todos
lo propiamente perceptible, de una verdad de la im­ ^ .sus detalles a mi percepción.
presión sensible, no universal sino próxima a la univer­ Si comparamos lo que dice Aristóteles sobre la dife-
salidad. Estando sano el órgano y supuesta una dis­ jUf ' *j u n c i a de lo perceptible común y propio con la doctrina
tancia conveniente y las demás condiciones normales, de Descartes y Locke sobre las cualidades primarias y
lo propio perceptible debe ser rectamente percibido. secundarias, los encontraremos plenamente concordes.
Pero como, naturalmente, todas esas condiciones no cj> i .
La verdad por él atribuida a la percepción sensible en
se cumplen, es claro que al atribuir verdad a la percep­ relación con lo propio perceptible no quiere deeir~ótra
ción en cuanto a lo propio perceptible sensible, no cosa sino que él cree^teneren el fenómeno sensitivo_(en
puede Aristóteles haber pensado en una evidencia cuanto al momento de lo propio perceptible) una señal,
inmediata. Y todo su pensamiento respecto a este punto todo lo desemejante que se quiera pero constante en

T
FRANZ BRENTANO ARISTÓTELES 47

^ fiirftnnstfl£GÍas normales, de algo que existe fuera de experiencia y la inducción. Y sin embargo, el libro IV
nosot^T A dviértS^) pues, que sé interpreta equivoca- de la Metafísica dice de la manera más explícita que
dám e^ela Aristóteles, cuando se le hace atribuir a la ese principio es contemplado con evidencia inihediata
í^ r 1 percepción sensible exterior una evidencia inmediata, por todo el mundo; y la É tica a Nicómaco, hablando
por lo menos en cuanto al objeto propio sentido. Nada de los axiomas matemáticos, dice que subüsten inde-
~más cierto sino que sólo atribule una JaT evidencia a jpendientementej e l a experiencia, y así explica p o rq ué
la percepción y distinción interna (1). los jóvenes que, a causa de su falta de experiencia son
A
incapaces de conocimientos fisicol^ ño Toisón de los
* f ^ ihatem'áticos. Todos ellos deben participar del .carácter
V> Axiomas
t V . del principio de contradicción, al rechazar algo como
v Después de esas percepciones inmediatamente evi- contradictorio en un caso especial.
dentes vienen ^ O slñ ício sn ^ aS ^ ^am b ién Jn m ed iata- Y esto se aplica de igual modo a la Aritmética y a
^ p i e n t e evidentespcomo queda dicHo, que rechazan algo la Geometría. Como vemos, Aristóteles no comparto,
^ YüTyaTlsóTo como~l:aJ.so de hechóT~siñd como~~abgoluta- los escrúpulos do lía n t sobre el hecho de que el prin­
mente imposíbíé/Ün juicio así es el principio de con- cipio : “Ninguna línea puede ser más corta que la línea
\ ^tradícción en su sentido pías general, que se enuncia recta”, no pueda ser un caso del principio de contra­
¡}r de este modo : Es imposible que una misma propiedad dicción, porque la nota “recta” no sea relativa, como
y en un mismo sentido se afirme y s e niegue al mismo la nota de “corta”, a la magnitud del concepto línea.
tiempo de una cosa (y todo lo demás que haya que aña­ Cierto que la magnitud no es figura y que la figura
dir para cerrar el camino a cavilaciones sofísticas). no es magnitud, pero ambos conceptos están entre sí
Se ha atribuido recientemente a Aristóteles la opi­ íntimamente ligados. De otro modo no podría ser evi­
nión de que este principio se ha obtenido mediante la dente el siguiente principio como un caso del prin­
cipio de contradicción: “Es imposible un círculo que
i (1) Además del escrito De sens. et sensib., véase también no tenga alguna magnitud.”
Met, r , 5. p. 1010b 19 0. y 30, en que para defenderse contra los
escépticos, se acoge a- l a esfera de la percepción interna, y Es interesante observar que Aristóteles llega una
* también De partibus, animalwtn, en que distingue lo más caliente vez a hablar en especial de la cuestión, tan debatida
en el sentido de lo que nosotros sentimos como más caliente, dé
lo que és más caliente, porque comunica más calor a otros en los tiempos modernos, de las líneas paralelas, que
cuerpos, y de lo que tiene un calor natural mayor, y D-e coelo parece haber ya en su tiempo dado ocasión a diversidad
en que trata de las estrellas que, según él, deben dar calor sin de pareceres. Y también aquí es para él una verdad
ser ellas cálidas, y de la relación del calor con ciertos movi­
mientos que se dan en el frotamiento. inconcusa que contradice quien pone en duda la posi-
TKANZ BEKNTANO ARIBTÓTEr.rcfl 49
48

bilidad de líneas rectas que se prolonguen _a igual dis­ como absurdo a priori con la evidencia del principio
tancia siempre una de otra. Se trata, pues, en estos y de contradicción. La verdad consiste en la concordan­
otros posibles ejemplos, no dé un único axioma, evi­ cia con lo que es, y una misma cosa tendría que ser y
dente a priori para nosotros e innato, sino de una mul­ no ser al mismo tiempo, si dos juicios contradictorios
titud infinita de aserciones en que tan pronto como se pudieran ser verdaderos al mismo tiempo.
nota una contradicción entre los términos, se conocen medio de tan rica plenitud de principios evi~
como verdades con la misma evidencia que el principio f /Jt/ dentes a priori que nuestro filósofo pone en relación
general de contradicción. 0 po ' con el principio de contradicción, algunos se han extra­
También el principio de exclusión de un teréero se je- ñado de no encontrar entre ellos el llamado principio
deriva del principio de contradicción, según Aristóte- f* <0 ^ de identidad que se suele expresar por medio de la
les mismo hace resaltar. E n efecto, si algo al mismo o fórm ula: "A es A ”. Pero esa fórmula admite u n doble
n . (/':P
tiempo no fuera ni A ni no-A, sería al mismo tiempo i sentido. O quiere decir tanto como: “no hay ningún
no-A y no no-A. Igualmente, el principio de que un A que no sea A ”, y ’en ese caso tenemos un principio
correlativo no puede existir sin el otro (así, verbigra­ negativOj verdaderamente evidente pero que coincide
cia, lo mayor sin lo menor, una acción sin una causa) ,•' con el principio mismo de contradicción. O se toma
es también, según él, un principio que tiene el carácter en sentido positivo, y entonces no es, ni mucho menos;
de ley de contradicción. Cierto que un correlativo no evidente en su generalidad, pues que verbigracia, un
es el otro, pero así como figura y magnitud sin ser lo caballo sólo es caballo, mientras -existe. Tendría, pues,
mismo se corresponden en pensamiento, así es evidente que ser evidente que existe^un caballo^paríTqiXe'"pueda.
que lo correlativo está indisolublemente unido con su ser evidente a priori que un caballí~e5^abaIIo.
correlato en pensamiento y, como en pensamiento, Otro principio importante que Aristóteles considera
también en realidad.. como un caso^del principio de contradicción, e s jpie no
___ Conoce(AristÓteléJ asimismo el principio que sentó Vjp uede^^ber_jm ^un^ersal fuera denlos particulares
LeibuS^om o pnncipium indücernibüiuin, y también correspondientes^ y que, por j^nsigmeaie, no puede
coincidí con Leibniz en considerarlo_como un caso del ™ ib e £ _ v e r to g r á c ^ ^
principio de" contradicción: ser indistinguible una en sí, como Platón lo
______ ____ ________ ín efecto ¿qué
cosa* de” otra y n o .se r lo mismo que ella es una había de entenderse por ese leóiTen general sino algo
contradicción. a lo que convendría todo lo que conviene a todos los
según el cual lo que para leones y nada de lo que conviene a uno a diferencia de
uno es verdad; uucde'~seriulso para otro^se le aparece todos los demas? Ahora bien, a todos los leones con-
4. B hentano ; A ristótolys. 2 2S .__2.» ed.
no FRANZ BBENTANO ATlTHTÓTfCLKK H1

viene en común ser un león particular. Por consi-, También Aristóteles da por excluida como contra­
guíente, el león general no puede ser sino un león par­ dictoria, la existencia real de un número infinito de
ticular. Tendría que estar, por lo tanto, ese león cosas. Sólo es posible para él una m ultitud infinita­
general en algún determinado lugar, comer, beber, mente creciente, del mismo modo que, no habiendo con­
nutrirse, porque esto es común a todos. tradicción en la divisibilidad in infm itw n de un cuerpo
Otro principbx_impfiEí^nte que ya antes, encontra- en partes cada vez más pequeñas, la habría en una
mos, es que urq cosa reaj^¿o_puede. ser muchas cosas división actual e infinita en partes infinitamente
reales al mismo tiempo. También le es^común con Leib- pequeñas. Y lo mismo que es contradictorio el con­
niz este principio. Pero mientras que a éste ese prin- cepto de un número infinito de cosas reales, lo es tam­
cipio le lleva a su Monadología, Aristóteles admite, sí, bién el de un cuerpo único real e infinitamente extenso.
una sustancia única, extensaTV^Tvisible, ^ e r o ^ ñ g u n a Por el contrario, se esfuerza mucho en rebatir los
de las mitades en que ésta se divide era antes una cosa famosos argumentos de Zenón que pretenden demos­
en realidad, sinó~sofo~en potencia f como por el eon- tra r la contradictoviedad de todo concepto de movi­
trario la multiplicidad Uc sustancias extensas en que miento. Pero reconociendo los méritos de Aristóteles
una sustancia única anterior ha sido dividida, no puede en haber tocado las diferencias posibles en la teleiosis
llamarse una-cosa realmente una sino en potencia (1 ). (perfección), según que se trate de permanencia tran­
quila en un lugar o de im recorrido, y las diferencias
(1) Si es absurdo concebir con Lelbniz el continuo como posibles en la plerosis (plenitud), según que el punto-
una multiplicidad infinita de puntos reales, tampoco cabe pre­ límite sea límite en una sola o en varias direcciones,
tender con Aristóteles que en un continuo realmente uno, una
parte cualquiera cambie en su realidad simplemente con el
hay que reconocer también que no llegó a una solución
desaparecer de otra cualquier parte. Y esto se ve claramente plena y satisfactoria de todas las dificultades.
por las consecuencias que la pretensión aristotélica traería También fue demasiado lejos cn_su^fán de inter­
para el continuo temporal uno. Es imposible que el continuar o
p retar todos lo sp rin cipios evidentes a priori como casos
interrumpirse del lápso del tiempo pueda influir por ausencia a
de la segunda mitad sobre la primera parte. No menos extraño & del múñcípiodelgoStradlccI^
serla que en un continuo especial que se extienda millares de bajo dicho principio todos los principios do oposición
millas, la falta de una. milésima parte por uno de los extremos í t positiva. Le m u e v e a e l l ó l a l d ^ d e quYYiTYomcTen
pueda ejercer una influencia inmediata sobre las partes más
■T»
apartadas del otro extremo. Están, pues, igualmente equivoca­ ■'ro alto y bajo (en sonidos), también en lo claró y
dos en esto Leibniz y Aristóteles. En este lugar no' podemos 10* oscuro y en todos los demás casos de oposición posi­
haber otra cosa que las precedentes indicaciones. La exposición, Y)
de cómo hay que concebir el continuo para que esté libre de
contradicciones, nos llevaría demasiado lejos. V O1
tiva, lo uno es menos positivo que lo otro, cosa que no
es verdad ni aun quizá para el blanco y el negro,
V*
H r
52 FRANZ mtlCNTANO ARISTÓTFXES 53

cuanto menos para dos colores saturados como, por de que la suma de sus ángulos es igual a dos rectos.
ejemplo, un violeta y un verde igualmente intensos. También en esto hallamos plena coincidencia con lo
Y aquí advertimos tanibién que Leibniz incurre en el que Leibniz enseñó en la época moderna.
mismo error. De todos modos"le queda-siempre a Aris­ Del mismo modo las leyes sobre lo que debe ser
tóteles el mérito de no habérsele escapado la evidencia considerado ^por sf~ mismo coqtíTbueno y m ejo f^.n o
inmediata lo mismo de los principios de oposición posi­ “pueden ser, según Aristóteles, smo~Yasb§ de la~ley de
tiva que la de los de oposición contradictoria. contradicción'; naturalmente empero en virtud de cier­
También tiene por cierto a priori el principio de tas intuiciones y conceptos a los que llegamos por per ­
que dos cosas no pueden ocupan al mismo tiempo el cepción. TambléüTen el dominio @ej.avoluntadY foy,
mismo espacio, debiéndolo haber comprendido también / según nuestro autor, algo recto y torcido, y la rectitud
como un caso del principio, de contradicción, ya que de~un deseo se hace notar en casos determinados como
desde su punto de vista no se comprende cómo pudiera ^ un carácter suyo específico. Y si el deseo de algo es
concebirlo como un caso de oposición positiva: pues, yj*/ recto por sí mismo y sin más condición, no lo puede
teniendo él la determinación local por un accidenliM Ir ser smo en general, en principio: el respectivo objeto
del cuerpo respectivo ¿cómo un accidente que está en , ' deseado~es amable y bueno. Sería una contradicciónol
un cuerpo puede hacer imposible por oposición posi- p ol que no lo fuera en algún caso. Del mismo modo h a y
tiva un accidente similar que cslú en otro cuerpo 1 conocimiento do algo más o menos bueno, sobre lo que
E l pensamiento de que todo lo que es imposible, lo ¿ Aristóteles formuló en la Tópica y Retórica varjas
es en virtud de úna contradicción, es para él algo tan leyes, de que hace uso decidido en sus más altas lucu-
firme e inconcuso qne así como tiene por casos del braciones.
principio de contradicción todos los axiomas matemá­ Sxprgsa también del modo más terminante ^&fayj
ticos sin excepción, así no duda de que, si las leyes de ^universal de la causalidad: siempre que sean dadas
la Naturaleza, rtnsnt.rn.s asentamos sólo por induc­ todas las condiciones que hacen posible un hecho, éste
ción, no se nos presentan como evidentes a priori en tiene lugar inmediatamente y sin excepción (1). Más
virtud de la ley de contradicción, es sólo porque no aún, conoce también etprincipio leibniziajR) de la vatio
somos capaces de aprehender intuitivamente la verda- sufficiens en su doble_sentido. También aquí la nece­
d c i^ n ñ furalezY je las cosas. De otro modo, las pro- sidad radica en su último fundamento en la ley de la
piedades inductivamente comprobadas se nos aparece­ contradicción. Ahora bien, otra es la cuestión de si esa
rían t an necesariamente ligadas ~córT esa náturaíeza
como lo está con el concepto de triángulo la propiedad. (2 ) E th . N ic., X, 4.
ÍU FUANZ BRENTAKO ATUHTÓTEI.KK

necesidad es para nosotros evidente a prior! o si, a falta cialmente distintas de las que Aristóteles expone en
de las intuiciones al efecto necesarias, tenemos que su silogística. ___________
recurrir a la verificación empírica. Volveremos sobre Mencionaremos finalmente eKxeparo que hace Kant^>
esto cuando hayamos de aclarar aún más el concepto al m ódp^fistotéIicd~do concebir el principio de_gontra-
aristotélico de causa eficiente. dieción Testo es que al emplear el adverbio “al mismo
Hay todavía fllpninas observaciones que creemos tiempo” queda restringido y limitado a lo que existe
necesarias sobre táT teoría aristotélica) de las verdades en el tiempo. Y precisamente parece justificado ese
necesarias de evidenciainmedÍala."Verdades todas ellas reproche desde el punto de vista aristotélico, pues según
' que debiendo llevar el carácter dé la lev de coritradlc- nuestro filósofo no todo lo que existe^ existe en el
cion, se parecen en todo a los principios que | í anfr) tiempo. Pero si se tiene una idea más justa del tiempo
designó ¿orno .juicios analíticos a priori. Hay sin em- que la de Kant, tal como lo concibieron tanto Arístó-
~bárgn también, según Kant. juicios afirmativos a teles como Platón, resulta .verdad lo contrario, y l a .
priori, pues que éstos son los que me.ior cuadran a su inclusión de^ adverbio “al mismo tiempojTaparece más
idea de que en los inicios analíticos el predicado está bien como falta do limitación, puesrquiero decir que
contenido, en-el .concepto del sujeto: ahí está para él el principio vale no sólo para lo que existe y se repre­
precisamente ia~explicación de la posibilidad de su evi­ senta con la modalidad temporal de presente, sino tam­
dencia apriórica. Ahora bien, es interesante notar cuán bién para lo que se representa, con una cualquiera mo­
insuficiente es esta explicación, pues como Aristóteles dalidad temporal de pasado o de futuro.
vió con razón, el principio “A es A ” tomado en sen-
tido afirmativo^-no puede enunciarse a priori como
verdad urnvcrshL Conocimientos mediatos
Tampoco podemos dejar de hacer otra observación Vengamos ahora a. su teoría de los-conocimientos
respecto a la doctrina de que<§óío los juicios negativos^ mediatos. Los adquirimos en parte por medio de silo­
son evidentes a priori como necesariamente verdaderos. gismos, en parte por medio de la inducción y analogía,
Se desprende de ello como consecuencia necesaria, que hbi euasto al silogismo, diremos sólo por ahora que
cuando sólo nos son dados hechos positivos en particu­ silogismo^ n tie n d e Aristóteles un procedimiento
lar y que hayamos de utilizar como presuposiciones segú n e V cu a l sobre la~base d e c ios juamós ciertos~sé
junto a los principios negativos generales, jamás podre­ asienta un tercero cuya negación estaría en contradic-
mos en principio sacar una conclusión universal afir­ ción con la admisiórT7Íc'la£j ) r ^ ^ D e^guTresulta
mativa, mientras las leyes del silogismo no sean esen- que la afirmación, tan corriente hoy, de que un proce-
KRANZ BRTCNTANO ARISTÓTELES 57

dimiento como ése no puede conducir a una ampliación llevar del testimonio constante desde que hay memoria
del conocimiento, había ya surgido en la Antigüedad. de hombres, de que el sol, la luna y las estrellas fijas
Ya entonces se había dicho que la negación de la con­ han mostrado la misma regularidad de movimientos,
clusión podía únicamente estar en contradicción, con a la conclusión de que ese movimiento uniforme es
la. admisión de las premisas cuando lo que aquélla dice, necesario. Esa excesiva confianza en la inducción por
esté también contenido en éstas. Entonces, pues, no simple enumeración de hechos uniformes sin excepción,
hay en la conclusión un verdadero aumento en el cono­ le engaña por más de un concepto. E n los Segundos
cimiento. Pero vemos también cómo Aristóteles, que Analíticos se detiene acá y allá por vía de ejemplo
coincide con Leibniz en la persuasión respecto a la en una conclusión por inducción o analogía que está
fecundidad deFsilogismo, refuta con mucho acierto la más justificada, verbigracia, en la conclusión de la
objeción Afirmando brevemente que la contradicción forma esférica de la luna por las fases de la misma
está entre la conclusión y las dos premisas juntas, no (quizá contribuyó a hacer esta conclusión más impre­
entre aquélla y cada una de éstas. Así pues, lo une dice sionante v^vorosímil el carácter especial del caso). Pero
la conclusión, no había sido conocid o ni juzgado, ni c?i no llegó a plena claridad en virtud de riguroso aná­
el tino ni en el otro juicio, esto es, en ninguna de las lisis lógico. Cierto que estaba reservado a una época
premisas, y por consiguiente de ningún moda mucho más t a i\lí aT^ÓmTlíwíeaciói^^
Eir cuanto arfiTmduccioH), Aristóteles reconoce que hábilidadesT ol^scJaTOc7u,^)oi:^ompIot^>l^ te o H a~de la
su^fuerza nrobatoria^_esjnenor qug_la del^silogismo y inducción y analogía y su füerzaTprobatoria, si bien
hasta pone el procedimiento de la inducción per enu- Tíonfir mo^en”gran ^ a rh T ir~ ju íc í^ buen
merationem símplicem como conclusión general, en la sentido” que como precursorhatna" precedido al aná­
tercera figura, en la que, según él, sólo se permite una lisis matemático.
conclusión particular. Debía por lo tanto haber recha­
zado esas conclusiones como contrarias a la regla y
parece extraño que no lo haga. Atribuye a la conclu­
sión inductiva por enumeratio simplex una verosimili­
tud creciente con el número de casos, llevado por la
idea de que “con lá verdad todo está en concordancia,
a lo falso en cambio contradice “desde luego lo verda-
dero”. La expresión “desde luego” es un término muy
confuso, habiéndose engañado Aristóteles en dejarse
r
AitIHTÓTKLKS no
•1/
ía
■(y V
\p
Aristóteles lo sabe muy bien y en él encontramos
los primeros gérmenes de las investigaciones de que
ir
tan a fondo se ocuparon en la época moderna Locke
y y Leibniz, pero no llegó a tra ta r la cuestión con el
:b
esmero de éstos. Le vemos, sí, distinguir en los libros
del AhnffÁ deas que nos son descubiertas p or un sen­
tido solo y ^ tra s "quíTIo son por todos^los sentidos en
Origen de las ideas común, y es claro que en aquéllas se refiere a los obje­
Coitío, según nuestro filósofo, todos los principios tos primarios de la sensación, a lo que según Locke
3prlnrígt.inusL ^ol conocimiento llevan el carácter del pertenece no a la reflexión sino a la sensación. Pero
principio de contradlccioñ'jno se .le^ocurre natural- no hay duda de que también nos hace, encontrad en
mente poner en cuestión los límites dentro de los que ^ p e r cepción mterna^gíeméntos conceptuales que agre­
aquéllos, tienen validez. Y sin embargo, no puede ^ ^ g^án d o se a_ _los
-------- — antes
------ mencionados, amplían ---
----------------, -—A <^encial-
Hacerse uso de ellos, ni aun nucde~ncnsarscT^ñ~~cIlos, 1 ^ i g^^m ent^o el dominio de nuestros conocimientos ( í) .
sTñoAtós son dadas lás respectivas idease Y sólo tene- J' .¿ r E n los libros del Alm a distingue, de entre lo que se
n cuanto que las sacan t e de la^percep^)^ {' 7 os da c¡tf común por los sentidas, tres pares de clases
rciones. Porque pensar, como creyó PTatoñTque nos son ( \ ,p °°nceptos, cadaTuno de toTeuales pares corresponde
innataa^es un error. ~Y así para los ciegos de naci- ci- a nna de las disciplinas matemáticas: Aritmética, Geo-
miento no hay"posibilidad del concepto de color ni lípietría que se limita a lo espacial, y un tercer arte men-
de los axiomas7ue~soFirfundamento~^deI concepto de ^ ^urativo que, con lo espacial, tiene también en cuenta
color. r[J ) u h continuidad temporal. Los tres pares de conceptos
Igualmente, es, en principio, de esencial importan­ •son: unidad y multiplicidad; magnitud espacial y
cia para determinar los límites del conocimiento a nos­ ^ ^ f i g u r a ; reposo y movimiento.
otros asequible^nuéstra capacidadperceptiv^ según_el En la Ética a Nicómaco (2) nota, empero, que, ade­
principio de que nada hay en él enteffdímiento que no > más de aquellos elementos matemáticos, hay otros per-
'AL.
se^eH vé^enaiguna~manera de la~pércepclóñ. ÍSi q u e re -^ .'¿ i^ v
Toda la teoría aristotélica del conocimiento se basa en
mos obtener un índicede los conceptos elementales^qñe la distinción introspectiva de percepto (objeto de la percepción
n o s^ irv eñ rd e^^ terial en todas nuestras construccio- p[ '3e~Toir~serítidos) y concepto^ objeto^del pensamienfo~absfracto;
nes de pensamiento, es preciso que tengamos en cuenta y g rarr parte de su psicología se consagra a mostrar "cómo-pasa-
j mos de la sensación del primero al conocimiento científico del
~su modo de originarse en las percepciones. ex r
ir
se^indo. — N. de la R.
v<-
(2) Eth. Nic., VI, 8, al final.
ARIHTÓTICLKS (51
(50 FRANZ BRENTANO

ceptibles comunes. T aquí apunta al dominio que Loche por un agente, relación que no presentándose en la
designó luego como el campo de la reflexión. Se encuen­ intuición del movimiento y del pensamiento, va con­
tran también aquí otras cosas interesantes y sugestivas notada con el predicado “pasión”. Se añade, pues, un
sobre las que sólo en general podemos llamar la aten- ¡ nuevo momento al de la intuición aquélla, y hay que
ción. Tan sólo unas pequeñas observaciones que cree-^ r tener en cuenta esa complicación de determinación
mos imprescindibles. Y ante todo la siguient absoluta y relativa y acordarse al mismo tiempo de la
quien crea que Aristóteles quiso presentar en suslS despreocupación con que Aristóteles varía el signifi­
gorla^Se^cIáses de ideas simplesTsustanrnapruanti- cado en el uso de una palabra, para comprender cómo
^ dad, cualidad, relación, lugarT tiempo, acción, -pasión puede llegar a hacer de la “pasión” (y lo mismo de la
situaeión y -hábito (IV Nada más evidente que el “estar * “acción”) una categoría especial encima de la “rela­
vestido” no puede ser una idea simple. Y del mismo t ción” a la que parece debía más bien subordinarse, ’y
modo aparecen como ideas muy complicadas no sólo ^ ¿ bien considera el pensar como una “pasión”, hace
la “posición” (Oéoig), sino también la determinación \ ^f 'P consistir lo producido en el pensante como tal, no en
local y temporal tal como se las ha adoptado en la tabla **\ \ ol paciente como tal.
do categorías. Para el lugar se da como ejemplo acia- ^ ' $1 ywf! Ijms categorías aristotélicas son una clase, la más
ratono él “estar en el mercado”. E l tiempo ha de ser ^ ffc alta, de predicados positivos que ya se descubren en su
una medida de lo anterior y posterior que se obtiene variedad en la forma de pregunta a que responden, y
en relación con el girar uniforme de la última bóveda . varios de los cuales son equívocos (de lo que Aristóteles
celeste. tiene bien clara conciencia, puesto que habla en el Libro
Del mismo, modo, lo que él llama “pasión” no es de las categorías de una cuádruple significación de la
un elemento conceptual simple. Todo movimiento, y palabra “cualidad”) y otros muy complicados. Pueden,
aun el pensamiento, son considerados por él como una- eso sí, servir muy bien para explanar la variedad de
“pasión”, porque es de su.naturaleza’el ser producidos significaciones de la palabra “ser”. ¿Qué mejor modo
de hacerla destacar que, verbigracia, designar a uno
(1) Esta última categoría la explica así: “está-calzado, en cuanto ser, una vez como “hombre” y otra como
está armado”. Podría preguntarse si no podrían también subsu­ “el que se encuentra en el mercado” ? Pero ninguno de
mirse de algún modo bajo la categoría del el “estar
encuadrado, dorado, cubierto de musgo, cubierto de bosque, ellos nos da las últimas y más simples ideas. Y así le
montado, fletado, provisto de tripulación, uncido, habitado, vemos, en el segundo libro del Alma,, donde habla de
poblado, acompañado, hacendado, casado”. Todos ellos, lo mismo
lo perceptible propio y común, no hacer caso alguno
que el “estar calzado”^ podrían *contarse entre lo^ que los Esco-
Iásticos designaban confo denorñwatío extrínseca. * de las categorías.
«2 FTtANZ mtKNTANO AIUHTÓTKMÍS

Después de lo que acabamos de decir sobre la falta encuentra la negación y el carácter modal de lá impo-
de una explicación detallada del cómo se originan de sibilidad. E l concepto, pues, de causa material no se
la percepción las representaciones elementales, parece forma sin utilización de lo que ofrece la percepción
ser un tanto aventurado preguntarnos cómo piensa interna. Esto que decimos del concepto de causa en el
<?
Aristóteles respecto a ciertos conceptos que en es§ sentido de materia, vale también para ese mismo con­
señtídoTian despertado excepcional imtei^s-£Jt4a_ipoca «ú-
cepto en él sentido de ffiorm a”,) sentido que está en
moderna: respecto a los conceptos de(“sustancia” * íntima relación con el primero. La forma no es otra
causa’’ ~ ' i/* cosa que la realidad en virtud_de la cual, lo que exis­
concepto de sustancia en general nos es dado, tía en potencia, se hace real; la que siéndole esto
según Aristóteles, en cada intuición. Lo dan pues, ^nherente, lo convierte en cosa real.
según él, del mismo modo las percepciones externas De conformidad con lo que sabemos acerca de
que las internas, y por lo tanto 'es evidente que no la imposibilidad de que unAp a rte d e una cosa real sea
fpuede haber una cosa real, en sentido accidental, des­ A P ella mismá una cosa real, airemos que tanto la forma
ligada de la sustancia. El concgpix^mpero, que nos- ^ /^ ’^ r^pmblaTmateriacnó~existeiPén realidad. Sólo existe en
potros asociamos a la palabr es según Aris- u t />I ■realidad el compuesto deambas, pudiendo por lo tanto
tételes vario, y, si queremos averiguar su origen, habrá decirse muy bienjju e lo mismo la una que la otra, y
de hacerseJn pregunta para cada uno de sus sentidos. también, por consiguiente, su_ composición, son pro-
A
Aristóteles habla deyU nacaufc que él llama “ma- < ^ r p ia mente ficeiones que hace Aristóteles siguiendo el
teria” : y nos da precisas indicaciones sobre el origen uso corriente de la lengua. Y así nos servimos tanto
[íje este concepto. Lo adquirimos en vista del cambio de nombres concretos como abstractos, verbigracia,
que percibimos en el campo de lo físico y de lo psíquico “grande” junto a “grandeza”, y decimos que lo grande
"como cuando un cuerpo se mueve,.o se inician_o cesan es grande en virtud de su grandeza. Igualmente,
^ pensamientos en el alma. Por el hecho de esos cambios _ L miando lo grande crece o mengua, decimos que deja de
vemos que no es imposible que el cuerpo o el alma j j A V tener una grandeza y empieza a tener otra.
Retenga una u otra determinación. Así adquirimos el , ^ L }Pi Que el concepto aristotélico de causa en un tercer
concepto de capacidad para cosas.contrarias y esto es ^p J^X^sentid^Tde causa stá tomado también del campo
lo que Aristóteles llama .causa material!) capacidad que *a P^rcepcié férna, apenas hace falta decirlo.
se encuentra análogamente_en~cualquier"otra especie ■J*'rj\»/'r' Pero ¿qué decir
deci: de ese mismo concepto en el sentido
de ser. En relación eon lalHea^de que algoAo es impo- J?de “principio eficiente”, un cuarto sentido que da
sible, nos vemos llevaSos-al- eampo del juicio en que se L ñ * ' -Aristóteles al concepto de causa?
04 FHAN/j BHKNTANO AftlHTÓTKLK0 05

Es éste un concepto giteTrnTcoincide conel conjun té y no faltara para ello ninguna de las condiciones nece-
de los antécedentes temporales que, sin excepción, van sarias, empezaría a tener lugar en un mismo momento
seguidos de un consecuente temporal. Cosa que está !\cv este segundo y mediato efecto juntamente con la p ri­
ya implícita en lo que llevamos dicho, pues ya sabemos mera y mediata causa. Vemos pues cuán noca aplica­
qué preexiste como uno de los antecedentes necesarios, ción tiene el análisis de (David H u m e ^ lo que
una capacidad; pero esa capacidad lleva el hombre, no ti/'" - f. Aristóteles entiende por causa eficiente y cuán indis-
de causa eficiente sino de causa material. Y del mismo ,P Kf? r j Fpensable es que éste, que no admite ideas innatas ni
modo que, según Aristóteles, una capacidad puede ser dadas a priori, nos muestre las especiales percepciones
(f* en que crea él haber bebido el concepto, para acabar
causa en otro sentido pero no puede obrar ni cooperar, ^
así tampoco puede ser causa eficiente nada negativo ^ iP ■4 "l \de ver claro su pensamiento.
ni privativo como tal, mientras que las determinaciones ^ ¿ ¿ Creía acaso Aristóteles poder sacar simplemente el
negativas se cuentan en gran caníidad entre lo que ^ ^ ' f *1 ^¿concepto de prmcipio_eficie n te ^ del campo de la per-
designamos como antecedente regular. \ ^ ^ ,u_ ccpción cxtorior?| AJ1Í donde en el segundYTÍlm) del
Más aún. Lo que obra una vez y aun obra como )> ¿(“í fAhnfr enumera lo que os percibido por un solo sentido
única causa eficiente, puede darse otra vez según Aris- ^ ^ Jy lo que es percibido por todos igualmente, no raen-
tóteles sin obrar y precisamente por la razón de que ,^ J / ciona la “acción” ni la “pasión”. La presunción a que '
para su actuación puede requerirse la realización de ú ) ysto daría margen, de que, según él, este concepto sólo
ciertas condiciones concomitantes que no son causa q. puede ser adquirido por vía de percepción interna,
eficiente. Y hasta puede suceder que anteceda bastante & concuerda con su afirmación de que el pensamiento
tiempo al efecto, pero no siendo aún causa eficiente. ¿-10® mueve a desear. E n el deseo va implícita la con-
Como tal, cree Aristóteles que jamás existe previa­ íaJK ciencia del motivo. Y -------------r
mente al efecto. Sería pues, según él, completamente , . También
. la manera como habla de. la ------------
necesidadcon
falso el considerar la causa eficiente como tal, siquiera creenc^a en Ia ley de contradicción se impone
en un solo caso como antecedente temporal, aun ^ do el que piensa en ella¿garece dar a eñtendérque
habiendo preexistido la cosa que luego se hace causa js i en- hecho de pensar los términos en que se evidencia
eficiente. Ahora, que no e s ,éste.jd ...caso general sino r el principio, cree él percibir como tal lo que produce
que, dada ya la totalidad de las condicioneSj tan pronto esa creencia. Debía también por consiguienteYreer que)
como surgelo q u e j í b r a j i f i c ^ t e ^ ante sí tenía una intuición de causa eficiente en el
mismo tiempo según Aristóteles, el efecto. Y si el efecto pensar de las premisas, cuando de ellas resulta eviden­
mismo^pñ^íeraTá l s u ^ i ^ ^ d d ñ ca F ^eficientemente^ algo temente una conclusión, como lo dice expresamente en
5. Bbentano : Aristóteles. 228. 2.» ed.

I
00 FltANZ BRKNTANO ARISTÓTELES 67

sus comentarios sobre Aristóteles uno de los más como la materia en el sentido_estricto de la •palabra,
famosos peripatéticos de la Edad Media, Tomás de permanezca como un substrato en medio del cambio
Aquino. Y si esto es así, también vemos tocarse en este dé las formas.
punto Aristóteles con Leibniz en un pasaje de sus tí A s tf v ez tenemos algo como una causa, pero que no
y Nouvemvx Essais. fe se confunde con ninguno jdeJns_CQnceptQS-mencionados,'
ty Las dichas cuatro significaciones de la palabra A
Vs cuándo^se t iene uno de esos jnovimientos que como
ú° ¿A ■O*& “causa” son las que Aristóteles usa más frecuente- | ^X V , fe'- óvimientos naturalesjífe los elementos distingue Aris-

Je^
.jJ mente, Pero b ie n mirado, habla a veces de una especie “V
¿ o>Q\u W ^ tó l^ s ^ ie ^ u 'q u é ^ rila n ia 'm olimientos violentos de los
L*- 'mismos. Así, verbigracia, un terrón arrojado al aire
f . n in g u n a de ellas: la de la sustancia como portadora de f e •0 fu íw con fuerza vuelve hacia abajo por un movimiento natu­
.V5 los accidentes y, desde luego, precisamente de esa ral del mismo. Si se pregunta por el principio eficiente
potencia accidental que, como materia, sirve de funda - de ese movimiento, lo ve Aristóteles en aquello que
mentó al cambio de realidades accidentales. Así, verbi- ^produciendo la tierra, la ha comunicado juntamente
ffiac^T el alm a/^eTsujcto^del entendimiento/p o tc ñ c lfr-^ ^ ^ a Air/kvW-on su naturaleza una tendencia a su lugar natural,
de pensaBTiéhto. que~tarrpfonto tiene actualmeñtrestíT en virtud de la cual, cuando está allí, permanece en
¿pensamiento como el otro. E^concepto de sujetíLsus- reposo, poro cuando se encuentra en otro lugar y no
tancíalno es el de la mate ria d e lo s accidentes, pero es se la cohíbe, se mueve hacia aquél.
na condición previa de la misma, y de tal modo~quc E l modo de concebir Aristóteles ese movimiento sin
-^Aristóteles llega una vez a decir querías causas de la un principio eficiente simultáneo, mientras que lo
gustanciaTSm causa detodo, aun dejos accidentes, por- requiere siempre para el movimiento violento, trae a
que éstos no n u e d en existir sin la sustancia. la memoria la manera de concebir la continuación del
Otrá^relación causal^ que, si bien se mira, es muy movimiento en la época de formulación de la ley de
l distinta d é la de materia en sentido propio, es la de inercia (1). Se pretendía que el principio eficiente que
upa realidad que, existiendo en la materia, lajxredis-
pone a que salga V f e J ^ 'J n X Jo$^TJeaI> x (1) Podría suceder que alguien se sintiera inclinado a atri­
guiente, la predispone"aTesáT cósa. E l óaballoengendra buir la continuación de un movimiento en virtud de la ley de
inercia a una mutua causación entre las partes mismas del
un animal es^cialm ^ite'distinto según que se aparee movimiento que se suceden unas a otras. Para Aristóteles esto
con una yegua o con una pollina. Lo mismo en el pro­ sería imposible, pues, como sabemos, para él causar y ser produ­
ceso de calentamiento o enfriamiento no es indiferente cido son simultáneos y, por lo tanto, el movimiento todo deSde
el principio hasta el fin no se realizaría sucesivamente, sino
el grado de calor previo. Aquí no se trata de algo que, todo de una vez. Si Aristóteles hubiera conocido nuestras expe-
P AHIHT&l'KTtKfi fií)
•OS FRANZ BRENTANO

había impelido el cuerpo a ese nuevo movimiento, le tantes elementos de_la_ doctrina aristotélica. No sería
difícil demostrar que no se trata aquí de conceptos
había comunicado una tendencia a continuar ese movi­
derivados de la percepción externa, sino que- en su
miento sin necesidad de nueva eficiencia. También
construcciónTTan intervenido elementos quejpertenecen
de los cuerpos elásticos se hablaba a veces como si,
jflaTesfera^ppquica.
alterados violentamente en su forma, de por sí mismos
Ñó.sjgTftySerññs t ainhipr} brevemente a otra acepción
y en virtud de su tendencia natural volvieran a la
de la(palabra “causa” : aquella determinación general
antigua forma. Esto presentaba todavía mayor seme­
de unConeepto—genérico que lleva consigo algo así
janza con la física aristotélica que tan extraña nos
cómo una propiedad inseparable. Así, verbigracia, en
parece ahora. Pero si nos ponemos en su punto de
un triángulo rectángulo ia propiedad de ser triángulo
vista, no se podrá menos de admitir, si no una inter­
es causa de que la suma de sus ángulos valga dos rectos,
vención continüá de un principio éficieñté~con exis­
y el carácter de triángulo rectángulo es causa de que
tencia actual" sí un~ihf!ujo^durad^ o~de la naturaleza
del cnerpq_que_tiene esa tendencia (1). E sta causali­ el cuadrado de la hipotenusa sea igual a la suma de los
dad tampoco se confunde con la relación de sujeto a cuadrados de los catetos.
Igualmente, en Cayo el carácter de organismo vivo
j u s propiedades^
Quizá se extrañe alguno de que me haya detenido es causa de su mortalidad; el carácter de ser animal
tanto en esta anticuada concepción de A ristóteles. Pero vivo es causa de tener una potencia apetitiva, y el
veremós luego en eheurso de la exposicióp>quesu cono­ carácter de hombre es causa de su capacidad de racio­
cimiento^ es. ne^ s a r ! o ^ a r F ~cpmñr^der muy impor- cinar. •
Perdido el carácter de triángulo rectángulo, desapa­
rloncias, seguramente quo habría interpretado oí bocho en el recería la propiedad demostrada por Pitágoras, y por
sentido de que el cuerpo con que se choca, adquiere una cierta
cualidad (una «?*?) y no habiendo influencia alteradora, con­ eso dice Aristóteles que cuando una existencia es causa
serva esa cualidad, que lleva consigo una tendencia constante de la existencia de algo, su no-existencia es causa de
a seguir moviéndose en línea recta y con movimiento uniforme
de un modo parecido a como él concebía las esferas celestes
la no-existencia de ese mismo algo. Por eso se permite
con una tendencia al movimiento circular uniforme. a veces decir que la falta de la causa eficiente de algo
p i Veremos luego cómo Aristóteles hace depender la exis­ produce la falta del efecto respectivo, caso que los peri­
tencia de las cosas, de ün in^ü3Ó- contÍñuado^e la divinidad;
yasT, la tierra, y cualquieF otro elemento, no sólo ha recibido patéticos posteriores distinguieron, como caso de la
su naturaleza de algo que existió pero que pudiera yaTno exis- causa deficiens, del caso de la amsa efficiens.
tirTsino ~que mientras la tiene, es conservado en ella por~algo Mencionaremos también cómo, según nuestro filó­
realmente existente. Esta idea da nuevo aspecto a la doctrina
de Aristóteles. sofo, del mismo modo que la materia, también la priva-
4 Á.

70 FRANZ BHKNTANO AltfHTÓTKf/KH

ción es un principio, del devenir (1), queriendo decir cepto de género, no por eso podemos dudar'de su e x is - ^
con ello que si lo capaz de ser fuera ya en realidad tencia; pues, como hemos visto, no se puede admitir,
aquello que es capaz de ser, no llegaría a serlo. sin caer en el absurdo, la real existencia dé un univer-o^ A
Todo nuestro pensar debe construirse con elementos sal. Tenemos pues aquí un conocimiento de algo tras-A*
que estén tomados de la experiencia, pero esto no quita cendente. Y _Aristóteles '
erque^meda haber algo que sea para nosotros irrepre- ^edücldp sino que creejpoder adelantar algo más sobre
sentable en sí mismo y de lo que podamos sin embargo “su verdadera naturaleza, aprovechando por u n lado la
afirmar muehas cosas con verdad" y "certeza. Esto se a u n ó la con los accidentes como. punto de apoyo, y por /
percibirá con claridad mayor cuando después de estu­ otro la idea de que las leyes generales naturales jnduc-
d ia rla t eoría del conocimiento de Aristóteles, pasemos tivamente comprobadas tienen su fundamento en las
a sus investigaciones mitológicas^ ' ' diferencias sustanciales, de tal modo que si las sustan-
M cias nos fueran intuitivamente conocidas, las leyes
¿rLo trascendente de la definición sustancial naturales se nos aparecerían como casos de la ley de
^ Hemos visto que, según Aristóteles, el concepto de c o n tin d lco ló n T A ^^ W aA ri^ hiTdtxv
sustanciarse nos da directamente en nuestras intui- trina de las definiciones sustanciales. Iffi séptimo libro
piones, y más todavía: que no puede haber represón­ de^ür MctafístcoXieit ejjqr incompletas las observaciones
f\p - p t tación de un accidento sin concepto de sustancia. hechas" cíTTos^fíí'alíticos^) entra más a fondo en la
^ AT^vernos como” sujetos que sienten o piensag? (úoP) cuestión. Nos enséñalTver en la definición sustancial
^ vemos como sustancia que siente o piensa.lLaréxisten- uña serie muy compleja de conceptos que se especifican
( cía de sustancias no es. núes, una hipótesis^jsino algo cada vez más, en la que toda diferencia específica
' ^garantizado por evidencia inmediata. Ahora bien, para
^ '¿ ( / nuestro autor, tan evidente como lo que acabamos de r l
í ’ 1 ^ decir es que <egjTconcepto sola la captamos en la más ,s> e total. Lo mismo que sucede con la serie de conceptos
•<r
^ extrema ge^ r alidad^TáT^ñdole todas las diferencias accidentales: cualidad sensible, color rojo.
f
específicas; os accidentes>nherentes a l^Jistancía)no Q En un pasaje (1) da a entender bastante claramente
^ deben ser consideradoscomo tales diferencia§“éspecí~ que no tenemos propia representación de estas dife­
fícas. Ahora bien, aunque las. diferencias específicas i/ > rencias sustanciales, cosa que formula como convic-
sustanciales no se nos dan en intuición como ¡1_ co n b ¡ \o ción en el último capítulo de la Méteorol en los
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A, 2, aj^n. j/‘ V (1) M et. Z, 3 p. 1029 a 11.

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FTIANZ WIRNTAJVO ARIflTÓTK!Jr.R

o UhxQsDe'patriibüs aninialiiim. Y así, en los libros del


[Wi- ' A lm o e k que hay que hacer una definición sustanciar, Cambios sustanciales. Materia y forma
_re al siguiente medio: caracterizar mediante susti- Sigamos todavía más adelante a nuestro autor en
tución íos~ nuembrbs^sñcesivos por grupos de activida- estas sus investigaciones trascendentes. Puesto que
des anejas a ellos, esto es, las vegetativas que el hombre según él (como queda dicho) sólo es evidente la per­
^ tie n e de común con las plantas, las sensitivas que le cepción interna, debíaTliaber^omadd~^é ahildLpunto
~son comünes^onTos~ammales y jas intelectivas qu e jó n de partida^ caso" de querernos revelartodo el proceso de
propias suyas. Como en otros puntos de su doctrina, ísu pensamiento. Estando implícito el’ concepto gene­
.tampoco en éste ha sido Aristóteles bien comprendido, ral de sustancia en la representación de todo acci­
y por eso se quería ver contradicciones inconciliables dente, y por consiguiente también de los accidentes
J* entre-lq, demostración inductiva de losjprincipios en los que nos revela la percepción interna, le habría sido
‘ ^¡.náuticos, por un lado, y por otra parte, su doctrina fácil partiendo de ellos, llegar a la conclusión de que
e *|^§e la evidencia inmediata de^ la jey do contradicción existe una diferencia sustancial trascendente. Y cons­
il gí c't^ la fyetafísicg). Lo mismo que para las definiciones truyendo sobro esa misma baso, habría podido deducir
j^csustanciaTSsTíambién hay que buscar sustitutivos para inmediatamente la existencia de una doble clase de
i varias definiciones accidentales que nos son trascen- sustancias: una corporal y otra espiritual, porque,
, "j den tes, pero que se descubren por medio de grupos de como se ve por ciertas explicaciones de los libros Ve
V propiedades anejas a los varios miembros. anima, le parece una contradicción que un accidente
Las definiciones, trascendentes para nosotros, de las en el que se distinguen partes continuas, tenga por
¿y sustancias se /diferencian en un punto de las de acei- sujeto una sustancia inextensa, y nn accidente inex­
!r tientes, que, como en el ejemplo que dimos antes, se tenso una sustancia extensa. Ahora bien, nuestras
tA ^ nos presentan intuitivamente. Todo concepto acciden-
7^ percepciones sensibles, verbigracia, la visión, presentan
tal encierra, como se ha dicho^ el^concepto de sus- partes continuas, pues que a cada parte distinta de la
Y Rancia y, por lo tanto^ no es género respecto a sus imagen vista corresponde otra parte de la visión. Por
^ é aeterminacioné sjo mo egTel^asoen lasdeEniciones sus- lo tanto, concluye, es extenso el sujetó sustancial de
. . t mciales que es donde tan sólo se realizaj)lenamente nuestra visión. Por . el contrario, cuando pienso un
Y& ífl verdadera definición. concepto general como el de cosa, de negación, etc., el
Aristóteles no deja de destacar bien este punto en i pensamiento es tan poco compuesto de partes continuas
el séptimo libro de la Metafísica (Met. Z ). como el objeto pensado tal como lo pienso. Por con­
siguiente, el, sujeto de ese pensamiento nuestro es espi­
ritual.
>
FJIANZ nnKNTANO AItlKTÓTKLKH 7 r»
74

Pero Aristóteles prefiere partir de la existencia de Tenían, pues, que parecerle completamente insatis­
1^1 'mundo exterior corporal co m o je *lgo_que nadie factorias las doctrinas de los Atomistas que todo lo
^rpuede seriainen^e^poner en^duda. El número aplas- quieren explicar por meros cambios de lugar. Ni po­
l a y a n te de experiencias que abonan esa c rjeññiaTTeparece día tampoco. satisfacerle admitir meras alteraciones o
cambios de accidentes cualitativos. Exigía y demos­
/ ¿?tf*Per m^S e^ecto ^ue *as mej°res P^ebas. Usando el
jyi mismo procedímiento~contra los~que~dicen que no se traba un cambio de la sustancia misma. Y así, con ese Cp5
r*
puede dtetmgiiir entre sueño y vigilia, los remite al cambio sustancial de los cuerpos, tenemos una (^uartá ) ^ ^
testimonio de^sñ propia conducta: “Ñadie que^eiTLibia clase que añadir a los tres cambios accidentales ya
haya soñado estar en Atenas, va por eso aTOdeon?* admitidos.
Aprovecha sin reparo alguno, ya en su teoría de Cuando tiene lugar un cambio en los, accidentes,
la definic Ió n lsS a m ? ^ ^ encontramos que algo opuesto sucede a lo anterior:
otrosT ^sústancias extendidas en ePespacio, como algo cerca o más lejos de otra cosa o cuando alguien cambia su
reconocido por todos, y permanece fiel a su idea en lo situación o vestido. Poro la alteración de esas relaciones locales
no tiene lugar en virtud de un especial proceso transformativo,
ulterior. También toma como cosa reconocida que esas sino en virtud de la. alteración absoluta que se realiza, por,lo'
sustancias están sometidas a varios cambios_acciden- menos en uno de los dos cuerpos que están en relación loc&l.
tales: en cuanto~al lu g ar; ¿TTaTmayor o menor exten- Igualmente son meras trasmutaciones las que tienen por con­
secuencia una alteración en cuanto a la situación, o el vestido.
sión, pues crecen y disminuye n ; y en cuanto a la cua­ Esto demuestra que Aristóteles se da perfecta cuenta de que
lidad. Pero tampoco podemos raclbnalmente dudar, no. sólo en la categoría que él llama xq&$ ri (la relación a
cree él, de un cambio en cuanto a la sustancia. algo), sino también en todas aquellas a las que niega un'espe­
cial proceso de cambio, se trata de deterynihaciones •relativas
Las diferencias sustanciales se revelan a no du­ o de una multiplicidad que úna vez que se tienen las unidades,
darlo por las actividades específicas a ollas anejas. ya está dada. I>as (res primeras categorías accidentales Hon_las
Y ¿qué cambio más importante que el cambio que que más se acercan,- según Aristóteles, a~aquella a la que
compete el _ser en sentido primero y propio. Eo que se llama
tiene lugar a consecuencia de transformaciones quími­ categoría de “pasión” prescindiendo de la relación con el agente,
cas y de transformaciones aun más profundas en el deberá contarse en una d ejas categorías dichas, verbigracia, el
movimiento local en la~categoría del lugar; nuestro pensa­
cambio de lo muerto en vivo, vegetativo sólo o vege­ miento, que según Aristóteles es también una pasión, deberá
tativo y sensitivo juntamente, y. al revés en la muerte contarse, prescindiendo asimismo de su relación con el agente,
o desintegración de un organismo ? (1 ).1 como una cualidad. Sin embargo, el pensar no es una “pasión”
én el sentido de un cambio propio, de algo real en otra cosa
(1) Nótese la limitación del cambio a las cuatro categorías
aquí mencionadas. Cierto que hay también cambio en cuanto a
real, sino sólo en el sentido de estar percibiendo permanente­
mente un influjo que de algo posible hace algo real. Véase
*v ?
otras, verbigracia, la relación, cuando algo se ^encuentra más De An. II, 5, p. 417 b 2. Volveremos pronto sobre esto.
7« FRANZ RRKNTANO AniSTÓXKLKH 77

pues_ lo mismo sucederá en el cambio sustancial. Mantiénese la capacidad de los mismos individuos
Encontramos también en aquéllos que algo subsiste y se puede por lo tanto hablar de una subsistencia de
•permanente en el cambio: la sustancia, en cuanto es 'la capacidad m individuo; naturalmente, en el sentido
capaz de recibir en sí una.u otra accidentalidad. Y ésta impropio de subsistencia que puede convenir a una
esTambíén la que determina la individualidad, pues mera posibilidad, que en- realidad es nada. Recuérdese
aunque un cuerpo venga a ocupar el mismo lugar que que en rigor se trata, como antes decíamos, de ficcio­
otro ha dejado, lo que ahora está aquí es individual­ nes ocasionadas por la naturaleza de las cosas.
mente otro que el que estaba aquí antes. Y aunque dos Podríamos dar a esa idea que acabamos de expresar,
piensen igual por .completo, no son, sin embargo, indi­ una nueva y fiel expresión, con decir que si bien Aris­
vidualmente lo mismo como pensantes. tóteles, no cree como los Atomistas que una sustancia
E l cambio sustancial no puede a su vez tener por permanente esté por debajo del cambio, está empero
sujeto permanente una sustancia real, pero podemos conforme con ellos en la limitación de los cambios n
decir aquí también que la capacidad de ambos casos un cierto círculo de individuación, lo que implica la
opuestos se da lo mismo antes que después, y preci­ creencia en la conservación de una masa invariable.
samente de esos dos' casos individuales opuestos, pues Si no hubiera pensado en este punto como los Atomis-
si se cambia el agua en fuego y de nuevo el fuego en tas, podría haberse visto en el caso de tener que admi­
agua, se tiene individualmente la misma agua que antes tir que si un fuego se convertía en cierta agua indi­
se tenía, mientras que otra agua que también se con­ vidual y otro fuego también en la misma agua indivi­
virtió en fuego, al cambiar inversamente, se convierte dual, el mismo individuo habría existido dos veces (1 )-.*
en la misma aguá individual de que resultó este fuego,
pero no en aquella en que se convirtió el otro’ fuego. cambios específicos. ,Pero ¿qué habríamos de decir, si, como
Lo mismo, pues, aquí que allí (en ios cambios acciden­ según él^mismo puede suceder, un cuerpo real único se divide
en dos que pertenecen también a la misma especie que el pri­
tales) la capacidad que decimos que permanece, dice mer cuerpo real, como verbigracia cuando un animal o una
relación a un especial círculo de individuación (1).1 planta se parte en dos de la misma especie? Aquí la teoría
aristotélica muestra una laguna. Ya antes llamamos la aten­
(1) Un accidente puede convertirse en otro no cambiando ción sobre los reparos a que se prestaba su doctrina sobre la
su especie sino su individualidad. Así, cuando se corrompe la unidad y multiplicidad en el.continuo.
sustancia; pues que la individualidad del accidente está condi­ * (1) La crítica podría mostrar aquí fácilmente, por lo conA
cionada por el sujeto. En cuanto a la sustancia, podría parecer trario, que con respecto al espacial círculo de individualización!
que en ella, no teniendo como no tiene, un sujeto corruptible dentro del cual se mueve la capacidad, debía haberse admitidof
(ella misma es la corruptible), sólo pueden ocurrir cambios una clase especial de determinaciones reales y trascendentes
específicos. De hecho, Aristóteles sólo tiene en cuenta estos que en sus últimas diferencias específicas debería pensarse como
ARISTÓTELES 79
7S F IU N Z BltENTANO

nes completamente iguales, porque los elementos se


combinan sólo en ciertas proporciones determinadas,
Los cambios sustanciales no se hacen
no arbitrarias.
en serie continua
En este sentido ha dicho Whewell q ue,' aun antes
Si Aristóteles se pronuncia tan decididamente por de la demostraron experimental, podríajhaberie decíu-
una transformación aun en lo sustancial, en un aspecto ¿ido a priori la nrnitacIóiT~de~Iasc^binaciones que
se la imagina empero distinta de las otras tres tras­ traen consigoIdteracicmes^ a ^ a
formaciones accidentales. Éstas, verbigracia la local, ilimitación de las variedades de mezclas^ E sa lg o inte-
se realizan de manera continua. En lo sustancial, en resant!sim b~el^^ cómo nuestrofilósofo en su teoría
cambio, no puede haber un cambio continuo, sino que de los cambios sustañcialisT^iscretos y momentáneos,
se realiza de un modo discontinuo en un moménto o anticipa una presunción exactanj^íte^iguar a la que
en una serie de momentos sucesivos, preparados por Whewell_üQ£Lgjdera^ ^ ^ i o i1~5óñÍD~^dsibIer§ü^discípulo
una serie continua intermedia de cambios accidentales. Tcofrasto, que no le permaneció fiel en este punto,
No es difícil ver lo que lleva a Aristóteles a este desconoció evidentemente la alta significación de este
modo de pensar. Si hubiera un cambio sustancial con­ elemento.
tinuo como lo hay local, sería infinito el número de
clases de sustancias. Es más, no cabría esperar que De la nada, nada sale: nada se convierte
la experiencia nos mostrase jamás dos individuos ver­ en nada
daderamente iguales en especie sustancial. Lo mismo
que hoy vemos en Química: que se llega a combinado- Otro ejemplo nos mostrará cómo Aristóteles, juz­
gando como juzga sobre lo trascendente sustancial, por
repetidas tantas veces cuantos círculos de individuación pu­ analogía con lo que la experiencia nos dice en el campo
dieran distinguirse. El individuo resultaría de la combinación de lo accidental, no por eso equipara en absoluto ambos
de dos últimas y específicas diferencias que se crucen y éstas
se individuarían recíprocamente. Tendríamos así algo por el campos. Encuentra, en efecto, en lo accidental casos
estilo de lo que sucede cuando en nuestro campo de visión dos de devenir que no son cambios en el propio sentido de
puntos igualmente rojos aparecen sin embargo como dos por la la palabra (1). O cesa sencillamente de existir un acci­
diversidad de posición en el campo de visión, mientras que una
mancha azul que ocupa el lugar de una de las manchas rojas, dente real de tal modo que en el sujeto sólo queda la
se individualiza frente a la otra mancha roja simplemente por potencia o capacidad del mismo, o empieza simple­
ser otra la especie de color. La ‘admisión de un. cruce así de
mente a existir, no habiendo existido antes en el sujeto 1
diferencias, ambas sustanciales, implicaría una profunda modi­
ficación de toda la teoría de las categorías. Quede aquí sólo
indicada esta idea, cuyo pleno desarrollo no es ahora oportuno. (1) Véase la nota de la pág. 74.
80 rR A N Z BKENTANO
ARISTOTELES SI

un accidente real contrario, sino únicamente la respec­


tiva capacidad accidental. Así sucede, verbigracia,
cuando después de haber oído, viene el silencio o cuan- La ley de la Sinonimia
do un sonido interrumpe el silencio. Y no sólo en este Observamos ¿ambién/úíra cosa) en el campo de lo
caso, sino que ni aun siguiendo un sonido a otro, bien * (accidentad Encontramos que lo frío se calienta por
mirada ia cosa, tenemos un verdadero cambio de algo influjo de algo que también está caliente. Del mismo
real en otro algo real. El sonido siguiente'se^roducti ■ modo, lo caliente se enfría por influjo de algo frío.
justamente cuando el precedente ya no existe, y es w a ' vo ^lgo seco se humedece por influjo de lo húmedo y al
cesa antes~de^ucéderíe aquélTAHstóteíesTíama a estos ----- ^"revés, lo húmedo se seca al contacto de lo seco.
casos, casos de simple realización de lo que estaba en
potencia, y de simple p rivación. r ¿ o jj^ d e accidentes que son característicos de una clase deter-
Pues~biéñ7 que algo análogo"a lo dicho suceda en ^ m i n a d a dé sustancias vivientes, encontramos que esas
sustancial, lo rechaza decididamente. ¿Qué sería, dice,^ ^ a i sustancias producen por su jirílnoucia esos mismos
7o que~^uedaríá^aTtencr^TugaFTñm simple privación (umictems en^dir^eñerptTmie
cucrpo.oue hasta ahora no ios pve-
sustancial ? No un accidente, porque éste presupone sentába, y debemos deducir de ello que también esas
una sustancia^real. Quedaría, pues, una pura nada. Wn ^ ^ ^ s ^ ancias producen sustancias sinónimas: un caballo
T^ícómo^a está nada había de poder ir unida una capa- 0I1Seu(ira otro caballo, un león,'otro Icón.
cidad cualquiera para uncírculd~de individuación mas 0.00 Lo Junto a esa clase de sinonimia entre la causa y el
bien que para otro? Con la simple desaparición de_u.ua ’ efecto, hallamos también en la experiencia otra sino­
sustancia real'se nos daría, pues, una verdadera ani- v V/v\AfS nimia análoga en los procesos que distingue nuestro
quilación, y al revés, con un comienzo~absoluto~déla autor de los anteriores (que son obra de la Naturaleza)
sustancia, una verdadera creación de la nada. Ahora como productos del arte o de la inteligencia, verbi­
bktti_son cosas éstas de las que no da testimonio la gracia cuando un arquitecto construye una casa en
experiencia' como la da de los cambios sustanciales. correspondencia con la idea que él tiene en su mente.
P ronto veremos por qué Aristóteles tiene que rechazar- Aquí, también, en cierto sentido, ja. casa que está-enla
las en absoluto. inteligencia del arquitecto, produce una casa real igual
a aquélla. Y lo mismo sucede, cuando alguién produce
intencionadamente un meendió. Claro e¡Tque hay dife-
rencias considerables entre la sinonimia, del devenir
natural y la del de v ^ ir^ tiiic ia I7 E s algo muy distinto
estar en la inteligencia como concepto general, y ser
G. Brrntano : Aristóteles. 228. — 2.‘ ed.
82 FBANZ BRENTANO ARISTOTELES 83

objeto de un. concepto como individuo^real. Otra gran De todos modos, resulta de lo dicho qué_aun en el
diferencia es la siguiente: el que tiene en su mente el caso de mayor semejanza del efecto coruja causa efi-
concepto de salud y por medio de él da la salud a un ciente7~síT trata d e ^ u ^ ^ J u a ld a d específica^>ao indi-
cuerpo enfermo, ese mismo otra vez en virtud de ese vidual: El hombreproduce un hombre, Yio Sócrates a
mismo cencepto puede ro b ar. la salud a uno sano. Sócrates, porque lirm e5io~do^t?doiTos cambios a que
Lo uno y lo otro están en poder de la causa. Y* esto está sujeta la sustancia, no abandona el círculo de su
puede suceder, porque al saber, lo que se necesita para individualidad^ o sirviéndonos de una expresión aris­
estar sano, por ese mismo conocimiento sabemos lo que totélica, la materia^^ustancial,^permanepe la. misma.
se necesita para ser privado, de la salud. Y, por lo A esto obedece también el hecho de que cuando un
tanto, también este último efecto cae bajo la ley de la fuego cambia en fuego dos trozos de. madera, las sus­
sinonimia. Aristóteles habla de está' ley como de una tancias por él producidas no son un mismo individuo.-
ley universal. Aun en los casos en que decimos se sino dos ^Individuos específicamente iguales.} No la
trata no de un devenir natural ni artificial sino de un
hecllo casual o feliz, encuentra él que, bien mirada la cial receptiva, la materia, es el principio de indivi­1
cosa, se cumple la ley. Así, verbigracia, cuando un duación (1).
enfermo sana por haberse producido un favorable cam­ Sin embargo, nuestro autor observa (y no deja de
bio de temperatura, decimos que se ha curado por una darle importancia) que en vez de los cuatro principiovS
feliz casualidad y>no por la ayuda del médico. Pero de todo cambio (los dos términos opuestos entre los
precisamente lo que necesitaba para ponerse bueno, que tiene lugar el cambio, la materia que como mera
era un poco de calor y éste le ha sfdo~dádo en virtud capacidad de ambos es el substrato del cambio y el
de~una sinonimia. principio eficiente) podría en cierto modo hablarse sólo
Del mismo modo, cuando se cruzan dos fuerzas que de tres principios, pues que la forma se concibe como
dan por resultado un conjunto que no se parece a nin­ una misma en el principio eficiente y en lo efectuado.
guno de los dos factores, cada factor por su parte
tiende a una asimilación, y en últiíno resultado tene­ (1) Un grave tropiezo contra esta doctrina suya de la mate­
mos siempre casos de influencia natural o artificial. ria como principio de individuación parece ser lo que dice en
los libros del Alma (De anima, II) de que el cambio de materia
. L q jiu e jie jp ro d ú í^ se pro- en la nutrición y crecimiento no impide a la sustancia del
duce per accidens. Per o en ql fondo de todo obrar per organismo permanecer siempre individualmente la misma.
accidens, hay como fundamento un obrar per se. Tene­ Siguiendo así el uso común de asimilar la unidad individual de
un organismo a la de un río, sin darse cuenta ha traicionado
mos siempe, por lo tanto, un obrar por naturaleza o su teoría general de materia y forma.
por pensamiento.
84 FRANZ HRKNTANO
Notables son también los qpp1 según
Ya hemos hablado dé la especial repugnancia que vimos, n aiece han insnirado^concepto de causalidad^
parecía sentir nuestro filósofo a considerar el movi­ / '^ 4omo ver/>igraci;i t7uand<y^nos%ontiniosT
miento; por. él llamado natural, de un elemento hacia >Ír ~por este/o aquel pensam ie^F ^ ^ b uscar^ g o , g^hujrT
su lugar natural, como producido por la naturaleza El busyár o el huir no. esTun pensamiento ni tampoco
del mismo. Quizás está ello en relación con la lev de sinónüho del pensamiento con~~siYrespectiya realidad,
la sinonimia, pues ¿qué clase de igualdad puede encen­ sipo que- tan sólo sirve de intermediario sinonímico
trarse entre esta clase de sustancia y esta clase ntreTel pensamiento'y ló q p ^T T aV ^n tau ^^ por
lugar? Pero no se peca contra la ley de la sinonimia jéste produce. ~ •
si, cuando un fuego produce otro fuego, una sustancia üesde el punto .de vista de la doctrina aristotélica
con tendencia ascensional produce otra sustancia con 'f* nos encontramos con un caso especialmente importante
■la misma tendencia.- H en que una sustancia produce un cambio sustancial
Mas, aparte de todo eso, la ley de la sinonimia, que que ni artificialmente (pues no tiene conciencia) ni
ya no es única en virtud de la diferencia esencial naturalmente (porque la sustancia eficiente es inco­
que separa el devenir natural del artificial, no hay que rruptible y la efectuada es capaz lo mismo do nacer
entenderla de manera tan general que haya der apla­ .que de morir) es redimible a igualdad sinonímica.
carse a todo caso de eficiencia, y en una cadena de Quiero decir, el influjo del Sol sustancialmente- trans­
efectos, a más de aplicarse al primer eslabón en rela­ formador. Verdad es que también Aristóteles cree en
ción con el último; haya de aplicarse también a todo una cierta similitud del influido con el influyente,
eslafcón inmediatamente anterior en relación con el que pero no puede llegar a una verdadera sinonimia. Y así
le sigue a continuación. Una planta no produce inme­ dice a p resamente!5n Met. A que el Sol es causa como
diatamente una planta, sino un germen de planta que, principio eficiente, pero que no es una causa sinónima.
como Aristóteles reconoce, aún no tiene la misma natu­ jSi, pues, a pesar de eso vuelve a T á B Ia Y ^ ^ rin c íp io
raleza. Sabemos también que- para ílegar al cambio de sinonimia como de un principio universal,se; debe
sustancial, hay que prepararlo por medio de altera­ a la idea d e q u e los casos que a primera vista fal­
ciones locales y cuálítaUvasTY k cómo puede entenderse tan a la sinonimia, contribuyen" en últimoYérmino y
esto sino admitiendo que también las cualidades con- eifáhleeerTa^^ de
tribuyen al cambio sustancial ? Pero, como la capacidad intermediación para la misma, como la voluntad jle l
para sustancia es diferente de la capacidad oara acci­ ■ artista~esn5TiñrermeHiana~ehtre~lñrldeár^la^bra eje­
dénte, las cualidades obran, por decirlo así, instrumen­ cutada^ como_la semilla y el germen median entre el
talmente algo qué no les es sinónimo.
m J'RANZ jmENTANO

organismo engendrador y el engendrado. Cuando, pues,


en una acción no aparece a primera vista la sinonimia,
podemos concluir con seguridad la. existencia de un
principio anterior con respecto al cual se cumple la ley,
como lo dice expresamente el segundo libro de la
Física (1). istencia de un ser absolutamente
necesario
(1) No carecen de interés las observaciones de Alejandro de
Afrodisia sobre los casos en que la ley de la sinonimia sufre una iA' " Dirijamos ahora la atención a investigaciones que
excepción. Véase F rEüdenthal: Comentarios de Alejandro, de
Afrodisia á la Metafísica de Aristóteles, conservados por Averrvcs llevaron a Aristóteles a otra añimacidnjtrascendente,
a Met. A, cap. IV, al fin. esto es á ja tesis "efe uiTespiritu por sí mismo necesario,
infinjtam ent^perfecto^y^piñs^ter"cdm o^íim er fun­
damento de to d a j’ealidád. Veremos que dicho espíritu
es iiiícncfo como principio eficiente, debiendo ser el
Jt primero de todos los principios, sólo puede sor un
¡ obrar per se, no per accidcns, y que en él se observa
** con toda precisión ]« ley de la sinonimia. Lo hace
¿resaltar expresamente aun allí donde, como en el capí-
** tulo IV del. libro 12.° de la Metafísica (1), formula la
A i í i y ley de la sinonimia, y también hace a ello referencia
fC
r ¡ g expresa en el capítulo X del mismo libro (2) volviendo
sobre ello en el libro 2.° de la Física (3), donde, tra-
(k /1íando de la fortuna y del acaso, afirma de la manera
más terminante la observación de la ley de la sinonimia
g**' ■ \l
v afl ym causa primera de todo.
! 0^^ ' ^ ^ líflTa- es- cme~i10 d ee.iará
4Í¿C ia rá de notar en este caso de
iX' sinonimia inferido por analogía la especial manera

(1) Met. A, 4 p. 1070 b $4.


(2) Met. A, 10 p. 1075 b 10.
(3) • Phys. II, 6 p. 198 a 10.
<ss ARISTÓTELES Si)
FRANZ BRKNTANO

de verificarse aquélla, que ya en los casos empíricos por su naturaleza 16 mismo puede ser que no ser, pues
del obrar por entendimiento era distinta de como se que lo vemos nacer o morir. Por lo tanto, esto debe tener
verifica en el obrar por naturaleza. Y así, después de su causad determinante en otra cosa. Supongamos que
jiabÉ iU ía^49_ ^ J 5L ™ ^^L déjv^^m arseJ.a sinonimia esta causa es también capaz de. ser y de no ser: ello
en eljjbrarj?orjnaturaleza yjgor entendimiento artís­ nos remite a una causa anterior, y si ésta no es nece­
tico, dice: “además de estas maneras de sinonimia, saria, se repite la misma exigencia. Y aunque prolon­
hayJUTma^^ Pero guemos al infinito/ana serie de causas, cada uña de las»
an te. todas es importante^la siguiente^consideración. cuales, de por sí, lo mismo pueda ser. que no ser, no
icCTBi algo existe,jpévo no es necesario, por sí mismo, tiene*1 quedaríamos satisfechos. Lo mismo que cada miembro
que teneKsu fundamento en otro ser (1 ). en particular, todo conjunto de miembros que se suce­
(vn> , Si ello no fuera así, nunca pódna haber‘un curso den entre sí, sigue siendo algo que lo mismo puede ser
que no ser, y lo mismo, por consiguiente, toda la serie
f ^ 4a- ^ r e g u l a r cualquiera de acontecimientos, pues, si lo que
■^1^° de por sí, lo mismo puede ser que no ser, fuera o no infinita misma. En su totalidad sería algo que existe
fuera sin otra causa determinante, podría también de de hecho, poro no necesariameAtbT'NóTsería absurda su
H3 por sí mismo empezar a ser, y de por sí mismo dejar lio existenciaTBT~ar'péiar' deceso existe, hay que buscar -
jy de ser. No se llegaría, por lo tanto, a tener ni una exis- su fundamento en otra cosa. Si IiayTpúes, algo real qUe
,j> tencia constante y enteramente inalterada ni a un por su naturaleza lo mismo pueda ser que no ser,
^curso regular, y continuo, sino que de un momento a como fundamento de lo mismo .existe algp_quejporjú.
O*' ütro podría llegarse a un cambio abrupto, intermitente, mismo es absolutamente necesario.
en virtud de las perturbaciones que traería lo que de
P°r sí mishyx^npezara a ser o dejara de ser. Ahpra
bien, en (flmundo íísú ^ q u e nos rodea hay mucho j iuc Ese ser necesario es inmóvil

(1) Instructivos en cuanto al modo de llegar Aristóteles' ¿Cómo hemos pues, de figurarnos eso absoluta­
/i J /i* . a COW
«■ esta» vconvicción, sonll Bsobre
, u u y n . L i U i i , lOW UWC todo
IU U U los últimos
1«J& U lU U iU » capítulos del
LU I O S U til mente^ necisaHÓTlAlgo~as?lióinoj^ ^
primer libro De coelo, donde argumenta contra los que enseñan
> ¿¿í f> que el mundo'ha tenido un principio, aludíendo a la inverosi-
uniforme ? _i O como una^sustancia a la que e_s_najpral
militüd infinita de que, lo que según estos filósofos empieza-a ese movimiento?
/ s> suceder, pudiendo igualmente haber sucedido momento por mo­ Varios motivos podían recomendar esa idea. E l mo­
• ,■ / y hiento durante un tiempo infinitamente largo, hubiera suce­
dido jamás en ninguno de los infinitos momentos que en éste vimiento local interviene en’ todo otro proceso de cam­
pueden distinguirse. bio : es la primera de todas las alteraciones en el mundo
!M) FTIANZ JTOENTANO ATUSTÓTKLKfl 01

de los cuerpos. E n las estrellas del cielo es la única que a? I dentemente, que no es absolutamente necesario en nin-
se Hace notar. E l cielo de las estrellas fijas parece A ^guna aparte ni ^momento, y, excepta uno solo, en
girar realmente en plena uniformidad, y según los fA ninguno más es ni real siquiera.^ i n g ú nT^ovimientg^
astrónomos más notables de la época de Aristóteles, el. pues, puede ser IgTabsolutamente necesarlol»! que haya
movimiento de las otras estrellas se explica por de ^retérirsP eí, nacer y el morir como^lTsu causa pri­
una intersección de esferas uniformemente giratorias. mera. sino que más bien, todo movimiento n ecesita una
E l influjo de las estrellas podía luego Haber puesto en causa.
movimiento los elementos, que de otro modo estarían Evidenciemos esto en el caso especial de una super­
quietos en su lugar natural y Haberlos Hecho experi­ ficie esférica, a la que debe ser natural el movimiento
mentar los varios cambios cualitativos, cuantitativos y * giratorio. Un cierto punto A de su ecuador cambia
sustanciales. * continuamente de posición. Puede por lo tanto estar
y .
Añádase a esto que de hecho Aristóteles, por ana- aquí y no estar aquí. ¿Por qué, pues, está aquí preci­
I logia con el movimiento natural que según él deben samente f So dirá: porque autos estaba allí. Pero
rfJP tener los elementos, atribuye también a las esferas vuelvo la pregunta: y ¿p o rq u é estaba allí'? Y si con­
~ ^pelestes un movimiento natural que concibe como movi- jvj •
tinúo indefinidamente dando por razón siempre ante-
■> noTí^Tposiciones^ todas cTTíísTTíT mismo en particular
¡, que en conjunto, permanecen inexplicadas. Tendría­
. „ — ___________ _
. ___________ _______ ____________

I 1 de todo ló que nace y muere en el mundo sublunar.


_____ ________ _____________________ _— — . ^ * is. m qsjm Jm chuj^uejújsem
j c? estaría motivado por alguna otra cosa. La última causa
' t y . Sin em barg^Iarechaza d e ^ manera más terminante a v* . E xplicativa habrá, pues, que buscarla en cosa distinta
y en v ir tu d a e la razdnHiiguiente. Ún movimiento no ¡A de la misma esfera movida. Este mismo razonamiento
y , es real sino incompletamente. Siempre se pueden dis- vale, evidentemente, para cualquier cuerpo movido en
f n tig u iren él partes en cuanto a las que no es, sino úni- t1 general. Vemos, pues, que la última causa de los cam-
¿A am ente fue o serA_ E l m ovim ienin-.existe. mientras bios que nos ofrece el mun3o~de los cuerpos, no puede
existe, sólo en cuanto a un momento, ahora éste, ahora estar en una esfera movida sino en algo completamente
^r , aquél. Ño siendo pues absolutamente necesario en nin- inmóvil." " "" “ “ :
/4/AAf \p guna de sus partes y momentos, no puede ser, en prinr Aquí, por otra parte, hace Aristóteles la adverten­
p cipio, absolutamente necesario. P ara ser absolutamente' cia de que la experiencia nos presenta cosas que ya
, „o * . Q/^ necesario tendría que ser absolutamente necesario en están quietas, ya se mueven; y además otras, las estre­
^Vfí
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j^ c u a n to a todos sus momentos y partes siendo así, evi-
s OJ .A . ........ llas, cree él, que siempre están en movimiento. ¿Por

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02 FRANZ BRENTANO

qué no había de admitirse además, como una tercera


clase, cosas que siempre y de su naturaleza son inmó­
viles? Apenas, ciertamente, se sentirá-uno inclinado a que deseemos algo
admitir un cuerpo eternamente inmóvil,por necesidad que~ños~parece mejor o que q p Q jarezca mejor porque
natural, pues, aun siéndole natural la quietud como a lo deseamos, aun en este último caso ha de ser antes
otros el movimiento, podría ser puesto en movimiento y pensaddTy por lo^tañtó e j^ e mpre el pensar el primer
ri por otro bajo cuya influencia esté, Como una pella de principio (1 ). (
tierra cuando es echada hacia arriba, o una llama, • E l pensar viene, pues, a ser la causa de la elección
r, x de medios que son luego, uno tras de otro, realizados
Cr K " ^ ‘cuando es empujada hacia abajo. Y así vemos que Aris-
^ yi/r • | ^ tótelsSt-jnqyidp por-esa razón, cqñm bé^q^~^ p irltu a ^ al obrar. Esto nos lleva a la presunción de qué ese ser
esa sustancia inmóvil por naturaleza. Y uno de ios //'inmoto que pretendemos como causa primera del mo­
5> ^ argumentos que para ello aduce, se hará más' compren- vimiento, ha de^concebirs^¿e ucfm odo análogpyk un
^ sible puesto en relación con la observación que aca- ser pensante que encuentra algo bueno y lo desea por
^ hamos de hacer. E n efecto) una eterna inmovilidad, a si mismo (2).
r; ' pesar de un influjo que se manifiesta incesantemente
activo, indica una fuerza infinitamente grande. Ahora
Y esta presunción encuentra, según nuestro autor,
su plena confirmación cuando estudiamos más de cerca

&
j-
_ ra bien, una fuerza de- ese género no puede tenerla un lo que nos muestra la experiencia. Le parece una cegue­
\ Ij i cuerpo finito respecto a- otro ni tampoco un cuerpo dad inconcebible la que impidió a t odos los filósofos
^ 'in fin ito , porque una extensión realmente,.infinita_lo ajvtes (ieA naxágóras reconocer que labelleza y orden
i '
j *mismo que un número realmente infinito es algo en del Universo, no de otro modo que la de una obra de
sí mismo imposible. arte prodi^ídarpor^ un^entendimiento humano, arguye

•fV tm entendimiento ordenador. Y esa semejanza con lo


• que encontramos en una obra de arte humana, salta
El ser necesario e 10 causa-primera del orden
total deTuníver un entendimiento único) y con
(1) El comienzo del pasaje de Met. A , 7,. generalmente se
‘ activ interpreta mal. Se omite el compararlo con el tercer libro del
Alma y sobre todo con E th . Nicotn. II y VI, 5, de los que resulta
Si dirigimos -la atención a la experiencia y pregun­ que, seg-ún el sentir de Aristóteles, ocurre tanto el uno como
tamos dónde se presenta algo que inmoto muévanlo el otro caso: _que el encontrar buena una cosa determine el
d encontraremos únicamente en el caso de q u e p e n s a d o deseo o que^el deseo determine^el juicío^soBFe ía bpnda<T
Ya (placer) por Tu puesto* entra en ~eI~campo de la
go lo encontremo^bueno y lo deseemos Vor sí mismo.' (deseo) en un sentido amplio."^ " " *
727 Vfa.se el fragmento metafísico de Teofrasto.

I
l

94 FUANZ HltKNTANO AUISTÓTKLES * 95

aún más' a la vista en ciertos fenómenos del orden de cálculo de que es incapaz el animal mismo. Del mismo
la naturaleza viviente. Así, en la estructura de un modo, Aristóteles en el 2.° libro de la Física en que
organismo en que, paso .a paso, se llega a la perfección trata de la cuestión del orden teleológico en la Natu­
que aparece como la solución buscada a un problema, raleza, entra varias veces en explicaciones que arrojan
lo mismo que la casa terminada en orden a la cual se más luz sobre la semejanza del orden natural con el de
realiza una larga serie de trabajos que únicamente tie­ una finalidad inteligente^ Y en el capítulo X -del
nen valor y significación en orden al resultado final. libro X II de(loTMetafísica dice que no sólo en cada
Y esto es ya así en una planta, que, sin embargo, no organismo un miembro-aparece acoplado a otro miem­
obra con inteligencia en orden a un fin, pues que bro, sino que también las diferentes^clases de organis-
carece de conciencia por completo. Claro que lo alcan­ mos están en relación teleológic'a.;_.V-aun más: que todo
zado al término de su desarrollo no es quizás algo en el Universo está ligado con todo por relaciones fina­
bueno por sí mismo (1). les p r e d a s , deUmocío, más~yariado y
Esto se aplica igualmente a la construcción de una brillante la hipótesis'dé que el motor inmoto que todo
casa. movimiento en el mundo exige como ^última causa es
U Y si bien hay indicios ciertos de enderezamiento a una inteligencia^
un fin subordinado, con no meños~segundad- indican El resultado últimamente mencionado, esto es, que
& hrteñúeñcíaTa un último fin, a algo que,.. amado_p_Qr si todo está con todo, en relación teleológica, nos hace ver
C\mísmo, es bueno o por lo menos parece serlo. Un desear al propio tiempo que el principio pensante de que
f deseará nada por sí mismo sino que todo lo deriva en último término el orden, es único. ¿Cómo
, p deseara por otro,^se^’disiparía^mTeUvácío cóm6~aígo' puede creerse en una multiplicidad de primeros prin­
l]) ínfúndadoTcomo algdYoStpIéfámentelñmotivado. Sirva cipios motores, dado el carácter une e integral del
^ ^esto de~répllca a la objemÓDrder qüe^esos~fenómenos orden? No podrían aquéllos ser diferentes e n treo í ni
5 evidentemente teleologicos en el dominio de la Natu- iguales. No lo primero, porque esto traería perturba­
ralezapochan.no tener aplicación en^nuestro caso, en ciones. No lo segundo, porque es en principio imposi­
?. que se trataTdé^la demostracioñ~de^algo amado p'or si ble una multiplicidad de cosas por completo indife­
mismo com oúltim o Yinréamento^der movim^ t a renciadas.
También el instinto édos animales se explica sola- También si traemos a cuento la ley de sinonimia,
mente por un cálculo inteligente de las necesidades, que, como se ha dicho, vale para todo devenir, nos
vemos obligados a admitir un entendimiento como
(1) Véase el fragmento citado de Teofrasto. último fundamentóT^egún esta íej^-en cada caso par-
AfCIST0i7Cr.fi» 97
ÍMJ FKANZ BRENTAN.O
Eeducirlo a la mera casualidad, a un ciego encuentro
ticulár la posibilidad precede a la realidad: de algo de fuerzas que se entrechocan, .es un absurdo. La ley de
que primero es sólo capaz de llegar a ser un caballo la sinonimia debe guardarse bien. Mas ésta sólo se
pero aún n o lo .es realmente, sale u n c a BalloreaT; pero observa cuando, en nuestro pensamiento* de las causas
su. devenir exige la preexistencia de otro caballo real eficientes próximas, que por decirlo así trabajan sólo
que trasforme en caballo real ló'• qüé~sólb lo es eñ manualmente, sabemos remontarnos al plan del .eterno
potencia. Pero como este mismo caballo fué antes Arquitecto, a cuyo servicio trabajan aquéllas.
en potencia que en realidad, mientras sigamos ence­
rrados en la cadena de las producciones naturales, no Ese entendimiento es la causa primera no sólo
t/*/Crlíegaremos a entender el verdadero fundamentó del de todo orden sino también de todo ser
<mecho de que existan caballos. Esto sólo podrá ser en
^jTcaso_de una sinonimia en que~la realidad deTcaballo Pero fácilmente se ve que Aristóteles concebía este
^ aparezca como definitivamente anterior a la posibili­ primer principio inmoto del movimiento como la causa
t é i .frfaacL Y este_cáso.~sólo es posible pensando al caballo primera incausada do las sustancias de los cuerpos
'como contenido, en cuanto parte del pensamiento del movidos, y que así debía concebirlo. Ella está fuera de
orden universal, en la primera inteligencia motora uni- duda en cuanto a los cuerpos corruptibles, por la sen­
¡¿versal. Así, pues, aunque en la cadena de lasprodue- cilla razón de que el argumento sacado de la alteración
fjolones naturales, eñ lo particular, precede lo posibl o local se aplica igualmente al cambio sustancial. Ello es
H y " -¿ r /a lo real, empero en fin de cuentas y absolutamente, igualmente claro en cuanto a los cuerpos incorrupti­
~IáT realidad precede a la posibilidad, bles ($egún él concibe los cuerpos celestes). Su movi­
' ^ ^ miento debe serles, según afirmación expresa de nues­
& ■<, A- Más evidente se hace J a necesidad de esa recurren-
cía, cuando pensamos en los casos de la .llamada gene- tro autor, tan natural como a los elementos inferiores
ación espontánea. Aristóteles era de opinión que la el movimiento hacia su lugar natural (1). Y con esto
generación espontánea en plantas y animales inferio­ queda dicho j u e ese movimiento no tiene otra causa
res aun ahora se da en la experiencia, y aprobaba tam­ eficientejiu e la misma j i e la sustancia. Sólo lo que da
bién (ya volveremos sobre ello) la opinión de quienes a un cuerpo la naturaleza de fuego, puedeserTsegún
creen que hubo también en algún tiempo remoto gene- el sentir de nuestro filósofo, la causa eficiente dé su
o ra c ió n espontánea aun de las más altas clases de orga­ movimiento natural hacia arrib a : sólo por consiguiente
nismos. Pero aun dejando éstas aparte, ¿no son aun me*7 >o celeste su naturaleza'puede” ser
los organismos- más bajos en su estructura algo que (1) De coelo I, 2 p. 268 b 14-16.
desafía toda comparación con obrás de arte humano?
7. . Brentano : Aristóteles. 228. — 2.» ed.
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<?X
t ’KANK «ttKNTANü AKIHTOTKLKH 01)
* en lo más mínimo que fueran causadas según su
considerado como causa de su movimiento natural*
No debemos, pues, maravillarnos con Schwegler. y otros ji^ sustancia.
modernos intérpretes de oír decir a Aristóteles en tér­ (r BecordegiQsAo-dhsho antes. Hay* que guardarse de
minos inequívocos que si no hubiera una sustancia espi­ ^ a t r ib u i r á^AristótelesJéJ concepto que Hume asoció en
ritual, no habría cuerpos celestes (1 ), y en relación la época moderna a l a palabra, “causa eficiente” (1 ).
con ello, en otro lugar (2), que si no existiera ese prin­ ^ E i concepto de causa eficiente en nuestro autor, no
cipio inmóvil, no existiría nada en absoluto, incluso r ^ implica la idea de una antecedencia temporal y no
las sustancias corruptibles. Es, por lo tanto, igualmente repugna, _segúiT él, la circunstancia de que el efecto
inadmisible entender en ningún otro sentido más que coexista cohTaTcaüsa. ÑcTfaltando ninguna d<ulas__con-
el natural, las palabras que Aristóteles aplica a su pri­ _diciones que se necesitan además de la^ causa eficiente,
mer m otor: “E l principio y la primera de las cosas” (3) debe, según él, tan pronto como se p resenta la causa
y pretender que aquí quiere^ decir únicamente que es eficiente, darse al mismo tiempo el efecto. Y cuando
el •principio del movimiento v orden de las cosas y .no se requiere ninguna condición, tan_pronto como
‘ es la primera cosa sólo en el sentido de una primacía existo líi nPi/úfíni.a1_ i.^tc_todo lo necesario para
sobre las demás cosas. Cierto, desde luego, que Aris­ que se cjéeljsfecto. Por lo tanto, dado ún principio
tóteles concibe la sustancia de. las esferas celestes como eficiente eterno e inmutable, el efecto no puede existir-
existiendo sin principio. Pero no comprendo cómo puc- más que sin principio. Esj u e s . éste tan eterno como
<de considerarse esto incompatible con que sean creadas aquél. ' • . y ' .
en cuanto a su sustancia. De otro modo, también y Popo han profundizado el pensamiento1: dé -Aristón,
por la misma 'razón, debería concebirse su movimiento teles *los que al "entendimiento, primer principio* según- .
como incausado, pues que tampoco éste, según nuestro él, del orden del Universo, Io''hacen 'ser úmcamenfe ,
autor, tiene principio. Aun no haciendo, pues, uso. de causa del movimiento ^ - del orden, pero^no causa> del ■
la simple consideración arriba enunciada, de que a sér de las sustancias, como lo demuestra la siguiente
los cuerpos celestes sólo puede haberles dado su movi­ consideración. Si las esferas celestes son dadas al entenA
miento natural el que les ha dado su naturaleza, el dimiento y son independientes de él, limitándose las -
existir ab aetemo.de las esferas celestes no impediría influencia de éste a darles el orden y, sobre todo, una ¡-*
‘posición ordenada, será porque, careciendo aquéllas de
por sí de la posición ordenada, deben ser llevadas
(1) Met. E, 1 p. 1026 a 17.
(2) . Met. A, fc
(3) Met. A, 8 p. 1073 a 23. (1) Véase supra, al fin, pág. 64.

f e l i n o C ham pase
M ai
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&fm i oí
100 VRANZ BllENTANO . Aítr.STÓTKLES 101

de un estado de desorden a uno de orden. Las esferas E n el último caso (de ser eterno el mundo) nuestro
eelestes que normalmente están encajadas unas en autor niega a las cosas, claro es, un nacer (pues este
otras, habrán de llevadas de cualquier otra situa­ concepto implica un comienzo), pero no por éso leis
ción menos buena a aquélla. Pero ¿cómo podrá suceder niega un ser causado o un ser en virtud de causación,
eso ? Toda esfera está cerrada. ¿ Cómo podría la esfera como habría que expresarse según él mismo en ciertos
más pequeña, si está fuera, llegar al interior? No po­ casos y sobre todo cuando se trata no de algo existente
dría, pues, llegarse a ese orden si no hubiese, sido ya en realidad sino de la forma del mismo o de su-.capa-,
creada una sustancia dentro dé otra. cidad de existencia.
Pero para convencernos de eso mismo, basta una Vemos, pues, en el entendimiento aristotélico, pri­
consideración más sencilla. Porque ese paso de la situa­ mera- causa de todo lo que sucede y de todo orden en
ción desordenada a la ordenada o habrá tenido lugar el mundo, un ser, causa primera de todo lo que existe
en un determinado tiempo o viene teniendo lugar ince­ realmente fuera de ella, de tal modo que nada en abso­
santemente desde la eternidad. Ahora bien, en el pri­ luto cabe pensar* fuera do olla que pueda existir sin
mer caso el orden no sería desde ah aeterno, lo haber sido producido por ella como causa. Toda otra
que contradice ■expresamente la doctrina aristotélica. verdad positiva os una consecuencia inseparable de su
El otro caso sería, Jcomo Aristóteles mismo hace notar existencia como primera verdad positiva c inmediata­
una vez (1 ), un absurdo evidente: las esferas habrían mente necesaria, de tal modo que si viésemos intuiti-
de encontrarse continuamente y al mismo tiempo en vamente la esencia de la misma y nuestro enten-
posición ordenada y desordenada. Tenemos, pues, que dimienlo—estim em. capacitado.^aiia^juna^deriyación
ver también en ese entendimiento único que nuestro integral de consecuencias encerradas en el principio»
.autor creé haber demostrado ser el primer principio toda verdad podría ser contemplada “a priori” en la
del movimiento y orden del mismo, la primera causa verdad primera. Pero no realizándose, evidentemente,
eficiente de la sustancia de todos los cuerpos y cosas la primera condición, está excluido por completo para
que de él forman parte* hayan tenido o no un comienzo nosotros ese conocimientn-iqnáorístieo -¿¿Jodo lo real
temporal (2). '12 ~en~§u primer principio. .

(1) Véase ZV coelo I, 10 p .'280 a 6.


(2) Con;más ‘extensión he demostrado últimamente en mi
escrito, Doctrina de Aristóteles sobre el origen del espíritu humano
(Leipzigv:Velt paites""^ IV, que la divinidad
aristotélica és la causa primera creadora de todas las cosas.
AltlHTÚTKLKK 10‘»
1 0 '2 FKANZ «RKNTANO

cimiento de un principio que es el principio primero


y vínico de todas las cosas, su sabiduría es una omnis-
Esa inteligencia es, en cuanto se contempla así ciencia en el más a 1tcTYr~pTeño~'genrídu'^e^la palabra.
JU misma, omnisciente y enteramente feliz: su esen- Cuando oímos decir a nuestro autor que el conocer
M c$a es su sabiduría, y su sabiduría es su felicidad. de la inteligencia primera es sabiduría, y que al cono­
y ^
Pero lo que para nosotros es imposible, es una plena cimiento de la verdad inmediata une ésta el de la ver­
^ r*1 realidad para la inteligencia-causa del mundo: su pen­ dad mediata, no hemos de creer por ello que en esa
c is ^ samiento no puede comprenderse de otro modo. Así primera inteligencia ^ conocimiento^d^TiTvérdad me­
je 1 ^piensa Aristóteles. Porque por un lado, según él, la diata sea un conocimiento adquirido. El. entendimiento-
inteligencia debe tener un objeto que exista en reali- causa del mundo no debe concebirse como un poder
f** ¡r iirálad. Sólo lo real es por sí mismo cognoscible, mientras de pensar que recibe en sí el pensamiento. E s más bien
k ^ que lo-no real sólo por, medio de otro puede ser cono- ^ n a jm ra lj^ ,Y esa circunstancia
V ¿h cido. Y siendo la inteligencia-causa del mundo, anterior señala aún más claramente la enorme diferencia entre
j por naturaleza a toda otra realidad, nada sino ella nuestro pensar nun~en~sus"Ki$s~5Itos momentos y el do
y ! misma puede ser su objeto. Sólo ella es para sí inme- aquel primer principio. ~~
j diatamente cognoscible. Ahora bien, sí está bien claro f u Los momentos en que nos alzamos a los más altos
: que la inteligencia divina se conoce a sí misma, no lo t pensamientos, son momentos felices. Y participar de
es menos que conoce también el universo entero y del Jtal dicha no ya sólo un poco de tiejnpo sino eterna-
modo más perfecto. De otro modo no podría r e d u c i r s e , , A) mente, parece algo maravilloso, y más maravilloso aún
como hay qu¿ hacerlo, el orden entero del mundo’al ^, el regocijarse por toda una eternidad de un conoci­
pensamiento divino como a su primer principio deter-' yí miento incomparablemente más perfecto. Ahora bien,
minante. Luego;al conocerse éste a sí mismo inmedia- *) como el conocer es vida^debemos atribuir"al primer
tamente, todo lo demás lo conoce en si mismo como en i principio una_vida eternamente feliz; más aún,. decir
su causa n rim erar?o rs"esoTdT en el pleno & ¡¿A1 / que consiste (ese primer principioL-gn. ese vivir abso-
J*"' I l l + O TVl Av» 4- /V J-—
sentido de la palabra, pues que la sabiduría consiste : ^e< hitamente necesario • •y eternamente .U .
feliz. •
en el conocimiento del primer principio y en el de las" ^ D e r p r o i r - flué acompaña a nuestro conocimiento
verdades secundarias condicionadas por él. Es, por lo> ciWdü_es-^oiíípleto, dice Aristóteles en^a^JLtica (1 )
fhnto, como dice_Aristóteles_en_la Ética, v o v c x a l ¿ntc- que no es en sí mismo un pensar, sino más bien, aun
x h m -(inteligencia y conocimiento!. Y como, en el caso
(1 ) Bth. Nic. X , 5 p. 1175 b 34.
de la inteligencia-causa del mundo, •s e tra ta del ciono-
FRANZ BttENTANO
ARISTÓTELES ior>

estando íntimamente uñido al pensamiento, una activi- mos, Teofrasto insiste muy a fondo en este modo de
dad psíquica de otra clase. Es evidente que hay que denominación en sentido meramente análogo.
concebirlo análogamente aljplacer en el campo sensi- No debe, pues, ya extrañarnos oír a Aristóteles, al
ble; que Aristóteles con otros afectos hace entrar en la ismo tiempo que atribuir al primer principio sustan­
clase que él llama “deseo” (ogegtg), y aquí tenemos cia, pensamiento y placer y, en cuanto piensa, conoci-
una prueba palmaria (desde luego no la única) de lo iento y saber inmediato, hablar de ese primer
que m uchosm térpretes niegan todavía boy, a saber, principio como de algo simple, de una actividad com­
w*1 pletamente única. E ntre todos sus atributos hay-una
que~Aristóteles admitiera también, en el dominio de
la vidaT^psíqüicá intelectiva, al l iado de ía actividad mutua penetración. Su conocimiento del mundo entra
de pensamiento i$na actividad afectiva, ero al hablar * K y ¿ necesariamente en el conocimiento de sí mismo y hasta
por analogía con útrestre-énfén^miénto de una pri- en su esencia misma, y es conocido al ser ésta conocida.
mera inteligencia-causa, y. atribuirle lo mismo el pen­ Y así, aunque el mundo no está delante de él como un
:
samiento que la felicidad a él unida, los identifica am­ objeto, su conocimiento a priori del mundo es para él
bos del mismo modo que identifica también en él tan objeto como su esencia (1 ).
' c
/ ~C' 0 P ara comprender la no-contradicción de tal penetra­
sustancia y pensamiento, que en nosotros no son lo
mismo. Sería una contradicción mantener en un pie de c ió n jautua, será quizá conveniente observar lo que a
Completa igualdad (en el entendimiento primero y en nosotros mismos nos"cs~dado en ciertos casos de per­
el nuestro) los conceptos de pensamiento y emotividad, cepción interna. Percibimos que algo nos duele y no
en lugar de sustituirlos más bien por algo solamente nos dolería si no percibiéramos el dolor, y, natural­
análogo que encierre de manera eminente lo que aqué-, mente, no lo percibiríamos si no existiese. Y- hasta
líos tienen de perfecto. Aun del concepto mismo de puede decirse que nos duele, que percibimos el dolor,1
sustancia debe decirse que no puede llevarse al primer
principio en un sentido igual sino sólo análogo. De otro (1) Se roza aquí la importantísima y controvertida cues­
modo tendríamos que concebir sobreañadida a él una tión referente' a la relación de- Dios con el mundo a consecuen­
cia de la concepción de Dios como el Ser Perfecto cuya com­
diferencia específica, siendo así que Aristóteles niega pleta. satisfacción en Si Mismo no puede alterarse ñi por la
expresamente que el concepto de ese ser-causa del existencia del mundo ni por el aniquilamiento de éste. Se ha
mundo se componga de género y diferencia. Lo concibe hecho más confusa esta controversia al mezclarla con la cues­
tión de la eternidad del mundo. Segrún W . R. Matthews (The
como completamente inintuíble para nosotros y sólo I.dea of God, Londres, 1932), Aristóteles llevó a su forma extre­
caracterizable por determinaciones negativas y análo­ ma aquella concepción al "sostener que Dios no se daba cuenta
gas. E n el fragmento metafísico que de él ■conserva- de la existencia del mundo”. Ib. p. 72.— N. de la R.

i
KK) J'VftANZ HllKNTANO AFUHTÓTKLKS 107

y que percibimos que lo percibido nos duele. No es, tido de que algo de lo que^ el^prixner principio quiere
pues, el caso de cuando llegamos a saber, verbigracia, y elige, sea querido y elegido, en consideracTón a alguna
que uno há muerto y lamentamos su muerte, en el cual ventaja que a él le v in iera^ p áralleg ar él mismoji rea-
caso al conocimiento del hecho se añade‘el dolor a él lizarse. Sería tan absurdo lo uno-como lo otro. Ahora,
relativo como una segunda cosa que, sin contradicción, quíTTo" que Ülos~ama fuera de_ sí mismo, es por él
podríaidesap^recer aun subsistiendo aquel conoci­ ^jhmdxTenla medida en que se le jp a rece: cuanto más
miento. Pero si¿> según Aristóteles, el placer unido al se le parece una cosa tantó^más amada es; lo_que a él
^ conociñrientóTen nosotrds~~debe considerarse como una más se le parece (1), le es más amado siendo por lo
Segunda actividad, y de otra- clase, no ha de tomarse tanto preferido a todo lo demás. .
^ én él sentido de que no haya concebido, por lo menos, Y esta doctriña “rro^otó""está en concordancia con
el conocimiento, deTplacer inherente^al placer jnjgino lo que ha asentado en el campo del pensamiento, sino
en compenetración con éste y, por lo tanto, como una que la- exigía también necesariamente lajictuación como
misma y única actividad. causa d^ c se ei^iid iim ento^^ecordemos^^ue al oponer
nuestro filósofo l ^ gtividad^per-n^uráleza a Ta acti-
vidad por entendimiento, destaca como característico
Esa inteligencia primera es el amor de todo bien
dc^~?sta
y la voluntad omnipoténte que quiere lo mejor
actividades opuestas. En virtud de ju misma idea
La explanación que acabamos de hacer, nos prepara deTa'salúd'pueHíTlm médicO*~da5aTb quitarla, mien­
para la comprensión de otros elementos de la teodicea tras que enTa~generación n^^ el'cabahopadrejsólo
aristotélica. J5 n efecto, agí como Aristóteles concibe da siempre la naturaleza del caballa,_.jamás .la quita,
unidas en el entendimiento diyino^la-yerdacLnrimcra ^ a /E l que en la actividad por entendimiento se realice/
e inmediata y todas las mediatas, así también el amor ^^fiino u otro efecto, depende de la voluntad del quej
que el primer princip ^ sj~neñea_si mismo, coneTde ^ lo ta^o ^íT seT lég árir nunca a ú ñ resü t^
todos los demás bienes. Y -así como^el conocimiento /ta ú ñ e n el obrar de un entendimiento como tal, sin un
alcanza a cada ser en particular, así también el amor f^ A' I querer en uno o en otro sentido. Era, pues, inexcu-
a cada bien particularjleLm m do^jlebiendo éste refe­ A /sable, por analogía con nuestro querer, atribuir ta m -\
rirse al amor del p rimer principio para consigo mismo,. ése primer principio pensante una capacidad /
del mismo modojjvíe (^conocimiento de todas las ver­ uer y elegirj? e s p e c t^
dades secund a r i a s l í e r i ñ e r e a T ^ e inme­
diata verdad. Pero- no debéesto^entenderse eif^ersen- (1) V é a se Eth. Nic. X , 9.
r

108 FRA N Z RIIKNTANO AKÍ.STÚTKLttfl m

ducido, y decir que dicho principio no dehe sólo amarse todo lo mejor (ro xqcótov, Buózaxov, ütavxa xa kgiüxa
a si mismo v actuar ese amor en forma de una eterna fiovlófzsvov)”. Y al refutar .una cierta doctrina de los
Complacencia sobre sí mismo sino que, del mismo modo platónicos contemporáneos, la rechaza porque de ella
que asocia al conocimiento de su propio ser el cono­ se sigue algo que seguramente no “habría preferido”
cimiento de toda otra verdad,^también debe unir al (,TZQoeíloiTo) la inteligencia ordenadora del mundo.
o y amor d e s í mismo una recta^aloracionde jtodasJas Sólo así se explica la convicción inquebrantablemente
demás cosafu-ar-^gue se refiere su pensamiento, pre- firme de Aristóteles de que el orden del mundo es per­
fíriendo unas a otras y queriendo lo. que_aparéce fecto, sin tacha y que todo otro orden le sería, inferior
preferible. Ir enjperfección. También se ve por qué él mismo en los
„;\£!omo en nosotros hay^un^pén|ar verdadero y falso, 7opic^~donde demuestra que no es lo malo la facultad
''así también existe unaAamor rect$\ / torcido) E n ese _____ ?r el nial sino el"~obrar mal realmente) lo fun-
primer entendimiento, ehrperopasí comó^éT^enSar_es damenta con referencia no sólo al ser humano, capaz
sin error, asi también áT~amar y~el querer es intacha- de virtud, sino también a la divinidad. También Dios,
ble. Está, pues, la rectitud en el dominio de la activi­ dice él, tiene facultad do obrar el malulo mismo que
dad afectiva en intima relación de dependencia con la el virtuoso, -pero ni éste ni aquél son malos. P ara ser
del pensamiento (1 ). ----------- malos tendrían que tener no sólo In facultad sino tnm-
* Al que todo lo sabe sin error, no puede parccerlc biéñ la volunUtd'TfrTTínil, pues que cuando a unoJL&de.
bueno sino lo que es realmente bueno. Correspondién­ llama malo, ello se refiere a su modo de preferir. Esto
dose, pues, entre'sí, el tener por bueno y el desear, se halla en plena correlación con lo qué él dice ~del
sea éste normátivo para aquél o aquél para éste, no modo de obrar del entendimiento. La misma idea puede
puede menos de suceder que así como el amor de la ser principio de cosas opuestas y sólo depende de la
inteligencia primera para consigo se dirige a un bien voluntad el que suceda lo uno o lo otro.-
real, del mismo modo su amor para con todo lo demás; Los modernos intérpretes de Aristóteles no tienen
reparo en pretender que Aristóteles dice aquí, del
nS* >
que prefiere lo mejor a lo menos bueno y que en todo
caso su voluntad se decide siempre por lo mejor. Esto mismo modo que en otros pasajes, lo que no siente,
es lo que hallamos expresado por Teofrasto en pala-
' brás'term inantes, cuándo designa a la primera inte­
> r pues que, según ellos, esto, está en contradicción con
su, doctrina de la absoluta-necesidad del primer prin­
ligencia como “la primera, la más divina, la que quiere >> cipio. Y, sin embargALeibniz, profesando lo mismo que
nuestro au to r: que lá^dívmidad es absolutamente nece­
(1 ) Mth. Nic. V I I , 5. saria, sostiene, sin embargo, lo mismo qu&_dice Aris-

r
110 ttllANZ BWCNTANO AKXHTÓTKLKK 111

^,/T°tóteles en ese pasaje: que Dios no obra el mal, no. gor- es el fundamento desconocimiento de toda verdad me-
& que no esté ello enj m facultad libre, sino únicamente diata. Y en virtud de esa relación de todo su .querer
j L ñor su perfecta bondad. La circunstancia de que ara- al amor de sí mismocomo el bien infinito, se demues-
r V í bos filósofos derivan de suteodicea la~ñiisiña~dóctrma tra q ié^ én o ^ n u ev e todo mediante su bondad, pen ­
v Lf del optimismo (el mundo real es el mejor de los-mtm- samiento^ ¡u e AiTstóteles formula en las siguientes
.¡ / V7 t ' dos ■nnsíhlesL
dos posibles), debía.
debía -nredis-noner
predisponer aa los
los m
modernos
o d o m o s aa vei
ver paíabrasT^És absolutamente necesario, y en cuanto
f ‘ su concordancia también en otros puntos y apartarlos nÍcesáno7 bueno, y ^como tal, principio.” Es causa de
1 6 '' ^firm ar respecto a uno de. ellos que no cree en lo
que dice,- mientras q u e a e l otro que dice lo mismo,
tó d ó ío q u e está fuera de él, tanto de lo que no se
múevé comoileAtcrque^semueve7~3e lo eterno lo^mismo
nadie pone en duda "su. "Buena fe. ÍSi esto es imposible qué" de lo "quiTtiene ^ r i ñ cip io ^ fm T A ñ el sentido de
en el uno, evidentemente lo es también en el otro y fin, esto es, en el sentido del bien por motivo del cual
r r por la misma razón. Ahora bien, sé ve que esto no es todo existe.
imposible tan pronto como se. da.lino cuenta del ver­ Podría, sin embargo, suscitarse a este respecto una
O dadero significado de sus palabras. objeción, que Aristóteles no deja de tomar en cuenta.
¿Cómo puede estar en lo absolutamente inmutable el
fundamento de que algo suceda? ¿Cómo puede .dar
El primer principio es infinitamente bueno,
y en cuanto bueno, princicio
V ^m g^o~X lnm A ÍpIrá^nT T ^absolutam ente inmutable
no puede aumentarse. No parecej’ por lo tanto, poder
Presentándosenos como absolutamente necesario, estaY A nA T lacausa de que algo suceda;
abrazando toda verdad en su- conocimiento, todo bien ^ N u e stro autor solventa la objeción con tal brevedad,
y
f en su amor y todo lo real pensable en su potencia, y , como tantas veces, que amenaza hacerse ininteligible. .
¿7 y beatificado, en la conciencia de sí mismo, ahora es f Hay, dice, un “p o rq iii^g n doBle^sentido: eíAél sen-
cuando el primer principio de todas las cosas acaba de f jtido.de aquello/én interésjde~Tó~Aual se deseaTS¿n ¿1
Apareársenos como- la perfección infinita. Y cuando, \ trxfjAsentido deA^uelTó^qu^^^desea^EnTel primer señtidcT
e 'por esa razón decíamos que todo lo valora en la medida n o p ñedñAaber ú n 7<p o rq u ^ e n lo absolutamente inmu-
yo de su bondad, esto no quiere decir otra cosa sino que
/ \ fable. Cuando algo es de una vez para siempre lo que
P\ ¿odo lo valora en la medida de la semejanza que tiene es, no se lej puede dar ni quitar ñ'ádaTPéro sí puede,
haber en él u n ( ‘porqué” el segundo sen t u l l e n el
. corTel mismoTlrasunto de.to5aT^peHeccíóñ7~Y asíAel
V,
r amor de sím S m o"dala norma para el amor de todo lo
y demás qué él ama,-como el conocimiento de sí mismo
sentido de algo "cp? deseado.

O*

V' i
0?
FllANZ BMCNTANO
^0 112
íú L ARISTÓTELES llí?
(U>
• y Veamos de aclarar u n poco más el uso que él quiere A primera vista parece estar esto también excluido,
hacer de esa distinción. Por de pronto podría creerse pues lo totalmente inmutable y eternamente necesario
A
que basta referirse a un hombre que con desinteresado no es un bien que se haya de alcanzar por medio de
amor se propone hacer un benéficio al amigo. En este acción o actividad artificial. Sin embargo, puede suce­
y
A caso aquél en interés del cual actúa, es el amigo fuera der que en el amor de algo_que_no puede realizarse,
/ h de él; empero,, enjel-haeedo^ mismo del beneficio está esté el último fundamento de un obrar. "Aristóteles
lo que obra comb causa f inalwéL. fin cuya consecución habla en su Etica de la felicidad cómo algo- que es~d
se p7o"poñe? l a j ^ á ^ é ^ b i a r que hay que proporcionar fin del esfuerzo para todo el mundo; si, pues7 para
al amigo. todos, también lo. es -"para aquéllos P t "quienes no es
ej 7 *~ ~ ~ ~ - ——- — *-*•■— ------------- • . . . . . . . .
Llevado este concepto al primer- principio, inmoto. posible llegar a participar de ella. Porque no en toda
,del mundo, podriámbs~crFer ^drdeñ del mun( situación podemoslíegar a ser hombres felices (esto lo
cuanto está preconcel el espíritcT a- dice frente rTlós~Estoicos). Le parece ridículo hacer
efe
(- f, mente perfecto, es ^ c a u s a f í n a t e su realización. Sin pasar por folia a un hombre virtuoso en medio de los
^ b a rg o ,^ c u a ñ d o ^ n ^ ^ e r ^ e ^ e ^ u r i a m t éEgencía mayores sufrimientos v sintiéndose¡quizás incapaz- de
f ^ ¡4° t* primera está dada la última causa del mundo que^como sustraerse a los mismos. Y si aun para el es verdad que
o t^bi^~és~causa del mismq rp ^ rece pensar no sólo en la
y La felicidad es el último fin de sus esfuerzos^ hTosT'vi-
bondad del orden cósmico sino más propiamente en el jp iU e m e ñ t^ alcan^aFblnr^s^^T^ueJse
fe* bien incomparablemente aún más grande, en eTmisero fj¿> s acerque lo mas" posible a aquélla. Sigue siendo verdad
1^ ser primordial. Ahora bien, en el ejemplo propuesto, ** que, para él, eí último motivo de süT acción no es el
„y existe en el pensamiento del bienhechor no sólo el bien ^ ^ amor del estado que proc alcanzar, sin el amor de
a e T l m ^ o r ^ ^ el cual se tiende^jsino también el ^ - ( da felicidadTque cr inasequible. i esto es asíp
O- aU -Trp.l que se m jra^.E ñese sentido parece, pues, ¡ j ¡ y ^ <2se_de_un bien cuya
1 A\ qu o cabe hacer en Djgg>diferencia entre él “porqué” -r realización es imposible porque está dado_en realidad
’tr- en el sentido de “ por quién” y el “porqué” en el sen­ y ab aetemo como absolutamente necesario. P or causa
y tido de “lo qué”. Para destacar esa diferencia debem de este bien, todo lo que le seajnás o menos~sémeJmfe,
Hacer ver cómo, puede ser considerado como causad podrá ser erm o n trad n j^^ en
de que algo sea o suceda,-algo real, dado inmutable­ ihop d rc io n ^ ^ y lo más semejante pre-
mente (no ya pensado como m udable): claro que no^ja^J fhlo a T olñiSoslsm ^^ esto~asíTla~con-
en el seníido-díCalguien para el que” sino en el s e n - ^ ^ u-i - ^seduafciáserá. que~cüIndolm^ ^ S T s h ^ r e s é n ta c o m o
tido d^f“algo qué”7) y 1 ' r eaRÍaMé7^é^f^izará^ y7hun\ entonces la causa de la
y iy 8. B r en ta n o Aris
istót^tes. 22^. — 2
O* Vi
* V * '' '
^ y
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/V
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VRANZ BRENTANO
k " /) '
j f 1 y* * ,
,n * , v Á obra no.será en último término él mismo como amado
/ > > ■sino algo glesde toda la eternidad y necesariamente real.
#> , / La explicación que dimos antes sobre el amor de Dios
f V)
f (p a sí mismo y a todos los demás bienes en proporción
de su semejanza con él, nos releva de extendemos más
„ <[>
j,* en este,punto. La divinidad
p !í
9 j- r , ^ 6Cuál es, pues, el resultado de toda esta discusión ?
r Y dmos que nuestro autor ha llegado a considerar como
t? indubitablemente demostrado un pnm£iu_pidiisi¡)w,
&
QS
y
Jt absolutamente perfecto, de todo sers^Éste principio es
\* ¡eÁ un pensamiento que es el pensar de un^pensatr-pues—'
ff que es objeto de si mismoTPero"al cóñc^rseYi^st~mismó,
K> conoce to d o ^ o rq u c ese_ pensamiento^ no se parece
h
al pensamiento de una cabeza limitada, que poseyendo'
un principio no sospecha todoTo ján ól contenido en
•onsocuencia necesaria, sino al pensamiento do un sabio
en el pleno_sentidode^la palabra. Aristóteles lo llama
¿ vor¡Otcog vót¡úig (pensar del pensar) ppefóYQcíTpor otra
parte que esa vh\üi^ns aowia (sabiduría), dental modo
que tenemos derecho a explicar la primera definición
por medio de la üo<p/ag róyate (pensamiento dé la sabi-
. duría).
^ ^ T j E s e pensar n o es para él mero pensamiento sino
tarnEpT"goíS^epresenta el único objeto de su pensar
P ^ p y] de su-gozo^y, sin embargo, es~orrmisciente abraza
tv , KqS^Tsuamor todo bien, prefiriendo lo que en sí es mejor
u # * f>A y lo menos bueno, lo~más útiT a lomenoTútil, ^lecidién-
ijifíp dose en su voluntad por lo mejor de todas las obras
y f pensables, siendo todo ello, sin embargo, en medio de
t
116 FRANK BUKNTANO A R ISTÓ TE LE S 117

'V *
tanta plenitud de conocimiento y amo ^ u n a actividad
iifc í/E s absolutamente necesario, no coitro se HaflíaT La divinidad de Aristóteles y la idea platónica
/i cesario algo porque es indispensable para otra jjosa o del Bien. El apetito de la materia
\p^\ M Por ser inevitable, jsino que más bien su absoluta nece-
La divinidad se le aparece ciertamente a nuestro
/ ^/i/C ñ ¿//s idad es, .al mismo tiempo, la más completa libertad.
filósofo como un ser ideal, pero no debe equipararse'al
** * Asi es en sí completaméñte^ésembañazado y libre, y
^-objetó del concepto general de bie7^Aj^tóteles_sejprc-
es también omnipotente en~ su querer. Bero a todo~su
jn e n e” expresamente eontra~eHñTEl concepto de_bien
jjpbraFda norma en último término su amor a sí mismo
r '') se encuentra realizádoen cualquier bien, mientras que
i * como el bien infinitamente perfecto, siendo así el com­
el concepto de Dios sólo puede convenir a Üno:_su
pendio de todo bien; y co m q ^b ien jn m er principio
objeto existe por sí mismo, mientras que esto es impo­
de todas las cosasT~de todo ser, lo mismo en sentido
sible en^reqneepto"del bien. Y aunque hubiera un bien
propio que impropio.
existente en sí en general, no sería por eso más bien
Jiil ser su potencia infinita demuestra que no es
que un bien particular cualquiera verdaderamente tal,
corporal, y todas esas propiedades lo mismo que otras
del mismo modo que un círculo en general,, aun exis­
negativas, verbigracia, la inmutabilidad, el no tener
tiendo en_sí, no sería más redondo que un círculo par­
principio, le convienen en sentido propio. Pero, por
ticular cualquiera verdaderamente tal, que se encon­
otra parte, ninguno de los nombres con quede denomi­
trara aquí o allá con determinada magnitud. Y aun
namos positivamentéTnTamT el ^F sS tanm aT pueden
admitiendo que el círculo en general fuera eterno y
aplicársel¿~enrsentído^)ropiq sino~más bien "análogo;
necesario, y en cambio los otros, temporales y perece­
pueíT es cox^lbtaim aT t^trascei^ intui­
deros, ello no le hará a aquél más redondo que a los
ción, y ninguno de nuestros conceptos, todos los cuales
otros (1). Y así sucede .que Aristóteles protesta, contra
■procedendamíuíciones7To^uede-comprender. De "ello
una identificación de su Dios, que como bien es causa
provienen y a e lio h a n d e ^ ^ u c irs e las aparentes con­
de todo lo que existe, con laidea^Iatonica del bien~X2).
tradicciones de las denominaciones que le damos, las
Esa precaución podia-muy bien no parécerle super-
cuales existirían realmente de tomar las palabras en
flua, porque también E latónhacía de su idea del Bien
sentido propio, pero que habiendo analogía, dejan de
lo mejor que cabe pensar-y-la causa condicionante-^
existir.
tocto"medíante semejanza con "ella. Y no se contenta 12
E l primer principio es el único nombre que usán-
dose en su más alto sentido, juzga Aristóteles digno de (1) Véase Bth. Nic. 1,4 .
*la divinidacL (2) Véase para lo que sigue, Met. A. 6.
ARTSTÓTffTifcS 119
US FUANZ BRENTAHO

nuestro pensador con demostrar que ese concepto gene­ la de los números pitagóricos o de las ideas platónicas,
ral no existe como_cosa en sí, y que aun existiendo, pues si los pitagóricos hablaban Ae una (imi­
tación) y Platón de una /né&tzig (participación), ellos
no tendría privilegio sobre los bienes particulares, sino
que acentúa al mismo tiempo que no por eso podría hacen decir a Aristóteles que las cosas se asemejan a
servir como causa primera para explicar el ser, porque la divinidad en virtud de una oQt^tq (ímpetu), un
IcTfaltaría todo poder y actuación e f ic ie n te porque apetito que las lleva hacia la divinidad. Pero- no ven
sólo lo individual obra, como también sólo lo individual esos intérpretes que lo -que hacen una vez más, es
es producido. E s, por lo tanto; extraño ver a los moder­ cambiar una expresión oscura por otra oscura, y acaso
nos intérpretes de la teodicea aristotélica presentarla algo peor. Pues si se cree que la materia corporal llega
como si no fuera el amor de Dios a sí_.mismq y_su a realizarse en virtud de un verdadero apetito de divi­
voluntad omnipotente lo que es^causa de la semejanza nidad, hay que admitir que desde luego piensa lá
/fS eT asíosas con él, sino que según Aristóteles una mera divinidad, y al pensarla encuentra bueno el* parecerse
'posíbilidadr^deexistencxa dada fuera de Dios, espon- a ella, y en virtud de ello aspira a la misma, pues que
taneaméñtA'y_poF^ínbF a Dios Ae~Asíorzara por ase- ésa es la forma en que, según nuestro autor, se
ó Jo 'oñejarsé" a ál y llegara a la existencia en virtud de presenta todo deseo en el verdadero sentido de la
l *r| nfJf c s tilm s m x r S a ^ ^ líTdívmídadrdeséin- palabra.
J } P aít p c ñ a rírrealméñt e y en- un todo el papel de una ítfca- Ahora bien, basta hacer un poco de memoria para
* S causa /platónica?)Sería un cierto Bien al que procura­ ver lo imposible de tal interpretación. Según Aristó­
rían acerca^gepor IrnitáciorTlas cosas a él posiblemente teles, la materia primera no tiene pensamiento alguno,
semejantes. Aristóteles dice expresamente que la expre­ ni aun siquiera el de las cosas sensibles, cuanto menos
sión “participar” que Platón ha sustituido al pitagó­ el de una cos$ inteligible como es la divinidad. Más
rico “im itar”, no ha cambiado nada en el sentido. aún, no sólo niega todo apetito en el verdadero sentido
Ofrece, pues, hoy día, esa protesta de nuestro autor de la palabra, a todo- el mundo inanimado sino aun
contra la confusión que se hace entre el influjo del al mundo de las plantas, haciéndolo empezar a apa­
dios de su teoría y el que Platón atribuye a sus ideas, recer cu los anímales en dependencia de la sensación.
un particular valor condenatorio de estas modernas Es evidente, por la tanto, que cuando nuestro pensa­
y equivocadas interpretaciones. dor habla en la Física de un apetito de la materia y
Sin embargo, objetarán los modernos intérpretes atribuye a cosas que no pueden tener -idea de Dios un
que paso por alto una diferencia que existe entre la apetito de éste y una tendencia a parecérsele, no puede
causalidad por ellos atribuida al dios aristotélico y haber querido significar un deseo yen el verdadero sen-
fp t
v f FRANZ RRKNTANO ARISTÓTELES 121

rC0

tido de la palabra. Tenemos que. dar a esa palabra, si
^ no queremos caer en*algo tan absurdo como las expre­ La divinidad de Aristóteles y el JVovg
o siones de f¿l/ur¡ciq y ese sentido metafórico del (la inteligencia) de Anaxágoras
que habla. Teofrasto en su ya varias veces citado frag­
"Aristóteles dirigió una mirada crítica no sólo a la
y .K mento metafísico.
teoría~plafonica de las ideas, sino también a la teoría
V‘ y En ese sentido hablamos también frecuentemente
del entendimiento que Anaxágoras ponía como princi­
\í* de una voluntad y un esfuerzo en las cosas que están
ordenadas a un fin por un entendimiento. E n vez de
pio formador delln u n d o (J-j. Y estofes altamente im­
' > portante para juzgar la rectitud de la moderna inter­
decir, verbigracia, que el arquero que dispara una fle­ .4 pretación -ques£_da_a la teodicea aristotélica, tanto
cha ha tenido el propósito de dar en el blanco, decimos
por lo q q e'^A ^tó teles^q u í censura en Anaxágoras
que la flecha por él disparada quiere ir al hito o que se
como por lo~qué deja de atacar.
propone dar en él. Y en vez de decir que el carretero, k - Según nuestros modernos intérpretes, el pensa­
<? ara disminuir el frotamiento de Jas ruedas, las ha
miento del dios aristotélico está enteramente limitado
mtado con una cierta masa grasicnta, decimos que el
a sí mismo: de nada fuera de él tiene la menor noticia,
unto aplicado a las ruedas quiere impedir el frota­
> w miento. Ese uso metafórico remite evidentemente a algo
ni de lo que es ni de lo que existió o existirá. Esto lé
habría puesto en la más abierta oposición con el vovg
cU muy distinto que es lo que propiamente tiende al fin,
anaxagórico, pues que Anaxágoras había dicho: el
y este algo, en el caso presente, en que se trata de un
entendimiento (el vovg) conoce todo lo que fué, es o
e s fu e rz o por asemejarse, a la divinidad, sólo puede ser,
será. Contra este punto, había de creerse, se volverá
de conformidad, con ló que hemos expuesto de la doc­
la crítica aristotélica. Pero ahí está: ni una palabra de
trin a aristotélica, la voluntad de la divinidad que
reparo tiene para Anaxágoras en este punto. Y si ese
[ordena la naturaleza entera. E n los modernos intér-
silencio debe parecer muy extraño colocándose en el
retes de Aristóteles, empero, no se deja ver ni esa
punto de vista de nuestros modernos intérpretes, casi
noluntad de Dios ni ninguna otra cosa que pueda ver­
aun más debe parecerlo un reprochfiJpigite hecho hace
daderamente desear, y así resulta, como queda dicho,
a Anaxágoras nuestro autori^Jíl reprocheeá que Ana­
que todos los discursos referentes a la ogs^ig dicen
xágoras no contraponeji sú vqvg^otro principio, como
an poco como la fié&egis. y la /i¿pr¡dtg que nuestro filó-
Empédocles la^digcordia al amor. Y loYnás curioso^es
ofo condena por ese motivo.
que tampoco él opone a su voije ningún otro principio,
" ~~ “ t ------------- "
(1) Met. A, 10. •
lfRANZ JJItliNTANO AUiHTÓTISLKH 123

c /V
^ y
W 'antes niega su existencia del modo más- reiterado y
' decidido. He ahí, dicen aquéllos* una espléndida prueba
aristotélico se limita a encajar unas en otras las esferas
celestes, tendrían éstas que haber tenido independien­
c~¡ i M>de ese vicio que le atribuimos: echar en cara a otros
,r r temente de él alguna otra cualquiera posición, 'de la
¥ y aquello mismo de que él mismo está bien convencido, que habían de ser llevadas a otra más conveniente. Eso
i Al lado de la indulgencia .para lo que, según los mo- lo había visto también Anaxágoras, y, por eso, había
,f^dernos intérpretes, debía considerar como una falta, adoptado como punto de partida de la actividad orde­
' la censura enérgica para lo que tiene por tan verda­ nadora de la inteligencia, el estado de mezcla más
dero como Anaxágoras! Espectáculo más grotesco, íntima de los corpúsculos infinitamente pequeños que
ifícilmente es imaginable. él llamaba las semillas de todo. Pero ¿por qué estaban
L Pero todas esas extrañezas desaparecen como por en este estado de mezcla y no separadas? Es ló que
/^^^¿rnitoT cuandd^sé rectifican -utr e n m u, no explica Anaxágoras, y en eso es en lo que le lleva
^Xjuntos^muy importantes ^ mñdóTioy^én uso de inter­ venta jaE m pédocles con su amor que todo lo uni-*
pretar laTteodicea aristotélica, de conformidad con la ficaC^ristótclo^ en cambio, no tiene por qué temer el
V * (\ ^^o^iríterpretación que nosotros hacemos. En efecto, no reproche dcTía falla do _un_elemento opuesto al onten-
gn ^ sólo hemos demostrado que-se niega sin faio ín ao m ñ is- dimicnto, precisamente porque a su entendimiento
“cténcia al díosaristotélieo, sino también que se le inter­ ordenador no preexiste una materia desordenada sino
p re ta mal aíconsiderarle, no como el único_pnmer (pie más bien os el mismo la única primera causa del
’ "principio del mundo, síño sólo^como^niotory ordenador mundo, nosólo con respecto ariñovháiento v a la mvje-
de u n a m a te n aTqñe~ existe^ independientemente. Así se nacióm sino también al ser sustancial.
^tribuyó-aguTa su vovg una semejanza con el anaxa- (Otro reparo^qup hace Aristóteles a la t eodicea ana-
górico que no tiene, mientras que allí (en lo de_quc x ag ú m a^y ^u t3^está en r elación con esa limitación a
I)ios no sóhTséT3onoce a sí mismo sino todo lo que es, poner en movimiento y orden algo dado, es que pre­
^ u e olserá ), se le arrebató una semenañziTqüe con aquel sen ta, sí,~aT~pn^cipio-ordena dor del mundo^cómoTnte-
tenía; y asíñse alteróTaT^gctrina aristotélica sobre el ligencia en cuanto a su naturaleza, pero no como un
primer principio de las cosas de una manera tal que pensamiento realmente á ~ p n o lC ^ u e s^ q ^ p a ra lñ ^ ria r
, Aristóteles mismo temjTqñ?sénH^ algo existente fuera e independientemente de él, debe
; eindible de un principio eficiente opuesto al vovg. ante todo conocerlo, y para conocerlo, debe ser movido
Si algo preexiste a una ordenación, no puede preexis- por el como ob.]etoTAsí pues, ni el p^pridTrmpúT^rorde-
Íírsin o en una cierta posición distinta de la que aqué­ nador n p la materia que se ha de ordenar pued^Tcoñ-
lla le da. Diríamos, verbigracia, que *si el dios siderars^ como el juáncipío a ^ l u t a n ^ TlñalterabTe
1124 FItANZ mUCNTANO AfUMTÓTKMM v¿r,

que'se pretende. Muy otra cosa es la inteligencia aris­ eíjser más, perfecto que quepa pensar. T_así enseña,
totélica que, como única causa primera, no necesita sino di cen ellos, y debe enseñar según los principios de su
verse a sí mismo para ^oaocerlo-jtodo^en su último teoría del valor, que su'dios no conoce otra cosa más
fundamento. que a sí mismo. Frente a esto empezaremos por hacer
Tenemos, pues, ahí algunas pruebas decisivas, creo notar que nuestro filósofo distingue entre lo que se
yo, del más completo desconocimiento de que se hacen conoce por sí y lo que se conoce por otro. E n este
culpables los modernos intérpretes de Aristóteles ya último, el objeto no es el mismo que se conoce, sino
en la exposición de su teoría fundamental, para luego aquel por el que se conoce. Así le oímos decir en el
descargar golpes sobre él, como si dijera el mayor des­ capítulo VI del libro 3.° del Alm a que lo negativo no
propósito, y como crítico cometiera con los demás las lo conocemos por sí mismo sino en cierto modo por lo
más groseras injusticias. Podría, pues, decirse paro­ a él opuesto. Lo positivo es en este caso para nosotros
diando á Horacio cuando habla de la locura de los el objeto, su forma es la que adoptamos en el intelecto,
reyes de los Aqueos: pero con ella llegamos también al conocimiento de lo
Interprcs quidquid delirat, plcctitur auctor. <pie carece de ella.
(Las faltas del intérprete, las pag-a el autor.) Esto debía haber merecido alguna consideración
por parte de los modernos intérpretes y haberles hecho
preguntarse a sí mismos si, del mismo modo que nos­
La divinidad, según Aristóteles, a la luz de su
otros por medio de las formas positivas que tomamos,
teoría de los principios de la preferencia
no podrá también la divinidad por medio de la pura
Estas pruebas podrían multiplicarse hasta lo infi­ realidad que ella misma es, conocer y pensar al mismo
nito. Pero como las aducidas son más que suficientes, tiempo que a sí misma, también todo lo demás, por la
no quiero detenerme más en ello. Sin embargo, parece sencilla razón de que está en conexión necesaria consigo
imprescindible refutar los argumentos que en favor de misma como causa primera, de tal modo, que, sin con­
su opinión aducen los modernos intérpretes, y mostrar tradicción, no puede pensarse la una sin la otra. Todo
cuáles-sm jygdadera fuerza probatoria. lo positivo secundario y junto con ello,'naturalmente,
(A nte todo^e_apoyan en la infinita perfección del lo negativo, le será conocido sin que no obstante tenga
dios aristotélico que ello s‘reconocen también como por objeto otra cosa que ella misma.
inequívocamente, defendida ñor Aristóteles. Esa re­ T esa consideración era tanto más de esperar cuanto
quiere, como él mismo acentúa,_que_el objeto de su que Aristóteles mismo en los pasajes respectivos (1)1
p ensamieñ to^hcPsea algo de menos valor que él, sino
(1) De anima, III, 6 hacía el fin.
120 VJIANZ m iKNTANO A U ISTÓ T K U íS 127

igual que repetidas veces en otros pasajes de los libros interpretación de otros pasajes. Pero quizá no satis-
del Alma, al hablar de nuestro pensamiento se refiere fará a todos esa r eferencia a la distinción que~Ar¿stó-
comparativamente al pensamiento divino, que, por lo tcles establece ent£e~“ser conocido^ v ^ 'le ro b je to de
demás, en tantas cosas se diferencia esencialmente del un conociñueiH'og. Podría decir alguno que, según los"
nuestro. E l pensamiento divino no puede como el nues­ principios de la teoría aristotélica de los bienes, habría
tro conocer mediante la recepción de formas positivas, de ser cóñtradictorio de la perfección de Dios no sólo
con vistas por consiguiente a objetos positivos fuera el que E Q enga por objeto~aTgo~que no seaTo más per­
de él, lo negativo a ellas opuesto. ¿ Cómo, pues, conoce fecto, sino el que conozca, de cualquier modo que ello
Dios lo negativo? sea, algo que no sea lo más perfecto, sino el que
Aristóteles, en su respuesta, alude a que el primer con ó z c a le cualquier modo que ello sea, algo que no
principio de todo, y como tal en su pura actualidad, es sea el ser más perfecto. Podría ése mismo alegar
objeto para sí mismo. Pero los modernos intérpretes también que, cuando para demostrar el principio de
no han entendido el alcance de esa observación, que, que no es indiferente lo que tiene por objeto el
sin embargo, a pesar de lo conciso de la expresión, es pensamiento más perfecto, dice que ciertas cosas os
bien dara para el que tiene en cuenta el contexto, y mejor no verlas que verlas, está seguramente tan con­
creen que con ella quiere negar Aristóteles que Dios vencido, como el que más, de que sería mejor no tener
tenga conocimiento de algo negativo. Pero ¿ dónde esta­ conocimiento de algo desagradable que tenerlo, sea del
ría esa negación? No en afirm ar Aristóteles que el modo que sea (1). Sería pues incompatible con su feli­
primer principio se tiene a sí mismo por objeto, pues cidad el conocimiento de lo malo, y existiendo sin em­
si con ello quisiera decir que Dios no tiene conocimiento bargo lo malo además de lo bueno, habría Aristóteles
alguno negativo, también estaría éste negado para nos­ negado a Dios la omnisciencia. Más aún, como lo me­
otros, pues como ha dicho antes nuestro filósofo, nos bueno comparado con lo más bueno debería
nosotros, en nuestro conocer, tenemos siempre por llamarse más bien malo, habría aquél negado a Dios,
objeto lo positivo. Así, pues, no han hecho en este punto de conformidad con los principios de su teoría del bien,
más que dejarse arrastrar por prejuicios preconcebi­ para conservar el pensamiento divino y su beatitud en
dos. Han querido leer lo que no está escrito, y ese la más alta pureza y perfección, todo conocimiento
pasaje que bien entendido -habría podido servir para de otra cosa.
esclarecer un error cometido en la interpretación de Pero con esa pretendida doctrina de Aristóteles
la teodicea aristotélica, ha servido para remachar parecen estar en contradicción dos pasajes (2) en que1
de nuevo aquel error, originado a su vez en una mala
(1) Véase Eth.Hic. IX, 4 p. 1166b 13; IX, 11 p. 1171 b 4f.
(2) Met. B, 4 p. 1000 b 3 y De An. í, 5 p. 410 b 4.
AltlflTÓTBLKS 120
128 VKANZ BTUCNTANO

eos, todo bien más pequeño comparado con el mayor


cree haber reducido ad absuráwm la teoría del conoci­
parece un mal y que, si aquél jse añade a éste, el todo
miento de Empédocles, pues que según éste su “bea­
aparecérá~~peor que mía de sus partes, es decir una
tísimo dios” no tendría conocimiento de la discordia
cosaTdiametralmente opuesta a lo que Aristóteles expre- .
(que en Empédocles desempeña, el oficio de principio
sámente eñleña. El principio de que la suma -de dos
malo). Y así, ya en la Antigüedad se rompían la cabeza
'bienes hace un total mejor que cada- uno de ellos, por
los comentaristas de Aristóteles para ver de conciliar
, muy grande que sea uno de los sumandos y pequeño
unos pasajes con otros.
' el otro, debe subsistir siempre según la persuasión mu-
Empero la verdadera solución de la dificultad es
^>chas veces formulada y asentada en su Tópica, en su
sin duda alguna la siguiente: Lo mismo contrariaría la
Hetórica y en otras partes, resultando que .así como el
suma perfección de Dios el excluir de su saber una
mundo, y, por lo tanto, también el conocimiento. del
verdad cualquiera que el que le séa desagradable algo ,
muñdóT~éÍ~concebido por nuestro autor como algo
de lo por él conocido. Y por lo tanto el dios de Empé- )
bueno, tampoco el conocimiento que Dios tiene de sí
docles no podía ser perfecto del todo ni sabiendo la
mismo, podrá ser el mejor posible, si como conocimiento
existencia de la discordia para él desagradable ni igno­
propio de la sabiduría no encierra e incluye todo cono-
rándola.
cimiento referible al mundo. ¿Quién no ve que sería
• Ahora bien, según el modo de ver aristotélico, no
tener un conocimiento imperfecto de la divinidad mis­
hay tal principio malo opuesto al bueno, sino que no
ma eOgnorar que es esencial a ésta el ser primer prin­
existen más que Dios y el mundo, que como~lnrtodxr
cipio de todas las cosas.y darles el orden mas perfecto?
ordenado con/ sabiduría infinita, es la obra mas per­
De ñcTeonocer Dios esto,"ér cdñóefmiento que' tendría
fecta que cabe pensáxTPÓdrá. algo que de él forme
parte, aparecer censurablíTdesglosado del'todo; ^pero- de sí mismo, sería en esto más imperfecto que el que
nosotros tenemos de él. Resulta, pues, que la reflexión
considerado en contexto con aquél, aparece del todo
sobre los principios aristotélicos de la preferencia nos
justificado. Ahora bien, esa es la manera de pensar
lleva derechamente a lo .contrario de lo que de ellos
. el todo (la única que responde a la verdad) que tiene
el que todo lo sabe necesariamente. No es, pues, ver­ quieren inferir los modernos intérpretes. Y del mismo
dad que Dios, al ser omnisciente, tenga que conocer modo que e h j sste punto, también en todos Tos demás
algo para él desagradable, sino que es precisamente esa se muestran .concordes aquellos principios con lo que
omnisciencia la que impide qñeYiida se le presente de decíamos sobre su t eodicea, mientras que toda desvia­
otro modo que ordenado de la manera más perfecta. ción de esto estará en contradicción con aquéllos. Así,
E l decir, empero, que, según los principios aristotéli- verbigracia, sería una deficiencia no sólo la limitación
Brentano : Aristótefos. 228. — 2.» ed.
V
'O
u<r 130 KllANZ BílKNTANO A itrsT to fC L K S m
y
(/■ del conocimiento de Dios a la sola divinidad sino ocurrírsele a él pensar menos dignamente que este
y también que el mundo .fuese conocido por aquél como poeta sobre la potencia de la divinidad. Y si a alguno
sP su objeto (cosa descartada ya por otros _motivos) y no le queda duda aún después de estas palabras, que
4^
;ÍA >cmás bien conocido y comprendido en. el conocimiento saque la consecuencia de lo que su discípulo Teofrasto
-y c Se mismcTquedes su propio objeto.'? Porque sólo1 dice en el fragmento conservado de su Metafísica:
e-
NJ *h conociendo Dios el mundo dé- esta manera lo conoce “No debemos creer de,la potencia de la divinidad me­
r nos de lo que se gloría Zeus ante los dioses en los
Kj y a la naturaleza lo sea también en^^Ljarden^del^cono- versos de Homero: ¡Oh, si yo quisiera, os podría
- ncimiento.vTéHíá^~pues, sobrada razón nuestro filó- levantar con la tierray el mar atados de una cadena...
Sofó~Yara insistir def- modo más "enérgico en que y todo quedaría en el aire!”
V y no Dios y el mundo sino sólo Dios es el objeto del cono-
^ r \t/shf cimiento divino, no ya sólo porque estando el mundo
condicionado por su conocimiento s impogible^fluo se
tad. Sft Aristóteles no reconociera estos atributos n su
Dios, imbrífTlTiut inueva, diaonanomjm trc sus pjdlirípjos
<5^
r le presente al mismo tiempC como ob.jeto" 'sino Tam - fundamentales para determinar lo bueno y lo mejor y
y> ^ b ié n para dar el debido relieve^ a la perfección del su doctrina ^laj^initajB ci^e^ión_dcJ[)ÍQ s.
conocimien to . divino. De otro modo, sü conocimiento
en cuanto. se refiere al mundo, se basaría en la Actividad única en Dios. Su vida puramente
aprehensión de~ un mefo “qué^7 asiendo así" que debe teórica
j ’■ ser desde luego un conociBiíenfb por causas, el cual,
y E n vez de rendirse a la evidencia, apelan los moder­
como dice Aristóteles una vez, es en comparación nos intérpretes a algunas afirmaciones en que creen se
> del conocimiento empírico algo ■digno de estimar
y niega a la divinidad toda clase de actividad práctica.
(rl[uov) (1).
sL a importancia del asunto nos obliga a tomarlas en
Igualmente dice del modo más terminante que toda consideración una a una. Vamos a discutir desde luego
potencia es buena y que, por lo tanto, su Dios no sería una de ellas.
infinitamente bueno si no fuera omnipotente. D a'una Dice^en eféelopArístqteles que la divinidad no tiene
vez su beneplácito al poeta Agathón, cuando dice éste
más queim a actividad (l}\ De ahí se ha querido dedu­
que sólo bay. una cosa imposible basta para Dios, y es
cir que, pufes-aquéLairíbuye a su dios u n pensamiento,
hacer que lo sucedido no haya sucedido. No había de
(1) De coelo II, 12, en que se compara' en ese sentido el
(1) Met. A, 1 p. 981 a 31. Anal. Post. I, 31 p. 88 a 5.' movimiento simple del cielo más alto con la actividad de Dios.
Véase también Eth. Nic. VII, 15 p. 1154 b 26.
1H2 lfBANZ ntUÍNTANO Aiutrrómuca m

no puede haberle atribuido, además, una voluntad. Esas aserciones les parecen una demostración tan
De lo que llevamos expuesto, se deduce que, si valiese convincente de que a Dios no puede convenirle nada
este argumento, demostraría que al dios aristotélieo^no parecido a nuestro libre obrar y producir hacia fuera,
podría atribuírsele, junto con el pensamiento, un pla­ que no se dejan convencer por los numerosos pasajes
cer, pues qúe, en nosotros, como enseña Aristóteles que dicen lo contrario. Y cuando se les cita éstos,
expresameñteTla alegría del pensar es~ñna actividad siguen sosteniendo la hipótesis de que Aristóteles dice
(Estinta del pensar mismo (1). Pero vimos-también que muchas veces lo contrario de lo que siente. Pero tam­
la unicidad que es imposible tomando los conceptos bién'aquí habría desaparecido inmediatamente toda
'Me pensamiento y placer en el sentido empírico para dificultad con poco que se hubieran adentrado en el
nosotros intuíble, no es imposible en su análogo tras­ espíritu general de la doctrina aristotélica o con que
cendente. Y en ese sentido tampoco es imposible la hubieran tenido en cuenta el contexto, aunque no fuera
unión del querer y~deljpensar enuna~actm dad estric- más que el próximo.
támente unitaria, según sostienen decididamente Aris­ Cuando'dice, verbigracia ti.Jeme Dios no hace vida
tóteles y otros grandes teístasT activa (poyética), no niega a Dios nada que no niegue
Vamos ahora áT los otros pasajes que se invocan.^ también a todo hombre, especialmente si vive_\m poco
j Aristóteles dice de la divinidad: razonablemente. Porque no está bien tampoco • para
1. Que no hace vida activa [poyética], es decir, nosotros el buscar nuestra felicidad en una_obra_.que
no se propone como fin obrar (2). esté fuera de nosotros. No la jposesión de esa obra sino
2. Que no hace tampoco vida práctica como el polí­ nuestra propia noble actividaji^^aunque no_sea_más qné
tico y el que se ejercita en las virtudes de la rectitud, la de la contemplación o de la rectitud en el sentido
valentía, templanza, etc: (3), más amplio de la palabra, es lo quejegún Aristóteles
3. Que ella y el universo no tienen actividad tran­ puede hacernos felices. No hace falta decir que ésa es
seúnte (4). también la razoif p b rla que- no puede admitir tampoco
4. Que su vida es más bien teórica, esto es que en Dio^qiie^puédaj ^ h ñ t r a r sjrfelicidad^iTuna obra
todo su bien beatificante consiste en el conocimiento fu erad e él. Y tanto más cuanto que no cabe pensar en
junto con el placer a él anejo (5).123*5 una reacéTón de~ihiluencla_de^ja obra sobre_su cons-
(1) Mth. Nic. X, 6 p. 1175 b 34. . tructor.
____ /
(2) Bth. Nic. X, 8 p. 1178 b 20. Cuando dice/A óue Dios no tiene vida práctica,
(3) Ibídem. Véase también De coelo II, 12 p. 292 b 5.
' (4) Pol.V in , 3 p. 1325 b 29.
debemos ante tocuTiormarnos idea clara de lo que con
(5) Etk. Nic. X, 8 p. 1178 b 20. ello quiere decir. Quiere significar que su vida no se
134 FRAN75 mUCNTANO akíntOtkj.k» 133

parece a la de un hombre que encuentra su felicidad él de dar?” Podría uno sentirse tentado de señalarse
en el ejercicio de actos virtuosos, éticos o políticos: 3a a sí mismo como dispuesto a recibir de él bienes más
prudencia en la resolución de las cuestiones prácticas o menos altos y bajos. Y ¿no habla Aristóteles en la
que ocurren; la valentía en los peligros, que resplan­ misma Ética de un don de Dios (&eov S é ^iia ) ? Más
dece sobre todo en el sacrificio de la vida en aras de aún, ¿no dice en la misma que estamos con Dios en
un ideal bello; la continencia, que brilla sobre todo obligación de gratitud por todos los bienes, altos y
en la resistencia a la poderosa atracción de un placer, bajos, y hasta por la existencia misma?
por amor a lo noble; la honradez, que culmina eñ un Pero'ese enigma queda aclarado tan pronto como
pobre que pudiendo enriquecerse impunemente a costa consideramos que todo eso que •recibimos de Dios, no
de otro, se abstiene de ello; la generosidad, que se puede compararse con los bienes de que se trata en la
manifiesta en sacrificarse en cuanto a los bienes infe­ liberalidad. Éstos son bienes que hasta'aquí pertene­
riores por amor de otros. Todas estas acciones y otras cieron al generoso y de los que se desprende al rega­
semejantes son actuaciones nobles, en que la vida prác­ lárselos a otro. Cuanto más grande os el sacrificio v la
tica encuentra su felicidad. pérdida personal, tanto más hermoso os el acto de des­
Aristóteles encuentra risible querer poner la felici- prendimiento. Pero a Dios, aun siendo para nosotros
dad de Dios en la felicidad de una vida práctica_como la fuente de los más altos bienes, le es imposible des­
la queseábamos dc~descHTnrTSi le atribuimos la valen- prenderse en favor nuestro do nada que constituya su
~lia, será que para el habrá también peligros. Si la con­ bien, tanto porque nada puede perder, cuanto porque
tinencia, será que también para él hay placeres que le nosotros no somos capaces de participar de la esencia
impulsan a la malo. Si se le' atribuye la justicia, luego divina en la que consiste todo el bien de Dios, su pensa­
también contribuirían a su felicidad las cosas exterio­ miento, su noble amor y su felicidad. Y lo que se dice
res, y al no poseerlas todas sentiría la tentación de de nosotros, debe decirse de todo lo que existe fuera
traspasar las lindes de lo justo, siendo así que no reci­ de él. No es, pues, posible en el dios aristotélico una
biendo influencia retroactiva de sus obras, en ninguna vida comp^nuestra yidár practica fií una felicidad como
de ellas puede encontrar algo parecido a nuestra pro­ la que nosotros^ experimentamos en eYplacer de sacri­
piedad, y, por otra parte, siendo obra suya todo lo de ficio. Pero tampoco cabe^en él una deliberación, pues
fuera, es dueño absoluto e incontrastable de todo. que toda deliberación se refiere a lo meramente afec­
También sería ridículo llamarle generoso. Y da la tivo, no a lo necesario, y, como dice Aristóteles en su
razón de ello con una expresión enigmática, para mu­ Física, ni aun en las cosas del arte nec^sita^aconsejarse
chos, por su brevedad. Dice en efecto: “-¿A quién había eTque sabe todo lo que es mejor. Ahora bien, vimos no
FRANK BRKNTANO A R ISTÓ TELES 137

ha mucho que así como al pensarse necesariamente a Dios. El Universo no está en relación con otro Universo’,
sí mismo el dios aristotélico lo piensa todo, necesaria­ con el que entablara conversaciones el príncipe dé
mente, así también al amarse a sTmismo necesariamen- aquél. Las acciones que aquí se niegan a Dios, son las
te lo ama todo necesariamente en la medida en^que^se que hubieran de salir de los límites de ■su rein a E sa’
parece ¡Tel mismo, y lo mejofr de fÓSóUo ama eo ipso comparación con el príncipe de una isla aislada ncTsolo
nec^ariamente, como tal óptimo, mas que otra cosa nada tiene dé contradictorio con el hechcTde qüé~Diós
alguna.. Por consiguiente* sin deliberación previa pre­ rij'a~elTmuñdo con conciencia'y voluntad, sino- antes
fiere-eljaundq_mejor a todo otro y se encuentra deci­ da testimonio en favor desello (1).
dido por él desde^toda'la eternidad. Su actividad cog­ Y ese testimonio se hace aún más claro e irrecu­
noscitiva no se parece, pues, en nada a nuestra actividad sable con lo que sigue inmediatamente, cuando Aris­
deliberativa/ Es un conociniíenfo acabado y tanjipo- tóteles nos habla de la magnitud más convéniente
díctico, empleando una expresión moderna, en todos para un Estado. No debe ser demasiado pequeño, dice,
y cada uno de sus aspectos, como lo es conj'especto a pero tampoco tan desmesuradamente grande que no
J* sii" propio objeto, c»sto es al pensamiento divino mismo. liaste a dominarlo y ordenarlo convenientemente una
\ Así, pues, cuandonuestro filósofo ^ ic ^ q u e la vida de fuerza humana. Si tuviéramos el poder de Dios, nada
V óTíios^io hay que concebirla en analogía con nuestra habría que oponer a la extensión de un Estado a la
X ^ <^vída"práctm ^rno está ello en contradiccíón^cqnJjo_qnc tierra toda; de hecho, la potencia divina al dominar
ir
Vj' N , ciice dF^^oHntad'A tivtna^lJdentica al pensamiento;' cielo y tierra ordena del mejor modo posible el reino
ir ^ ipnes^como éste^ejp té n d e^ a todo lo real, así aquélla se más extenso que pueda concebirse. Ninguna palabra
/'extiende a todo lo bueno y es, como voluntad omni-
potente, la causa de todo l p l^ c ^ 3 ! ucra~dé ella. (!) No Quiero dejar de llamar, la atención «obre el hecho
de que en las ^wrtotzai 7ro¿*£if (acciones hacía fuera) de
ve1 Si la objeción que acabamos de resolver, requería que habla el pasaje citado, se trata de empresas lucrativas,
je- ¿A * una explicación un poco larga, en cambio el pasaje de relaciónete comerciales ventajosas, y que tales actividades no
<sacado, de la Política 3. en que dice que Dios y el mundo sólo no convienen a Dios como príncipe del mundo en relación
> ' con otro mundo que no estuviera bajo su dominio, sino ni aun
C\ no tienen acción hacia fuera, es de comprensión más a Dios considerado en sí mismo en relación con su propio
V' fácil. Para ilustrar ese punto hace, en efecto, la obser­
e‘ mundo, de tal modo que aun con esá interpretación el 'pasaje
vación de que un Estado aun sin relaciones con otros citado no podría crear dificultad alguna. Aun en relación con
su propio mundo la actividad de Dios no es una empresa que
u» Estados, verbigracia, cuando está completamente ais­ tenga por resultado suplir a sus propias necesidades, o conve­
lado en una isla, podría muy bien bastarse a sí mismo. niencias. Por eso dice De coelo II, 12. p. 292 b 5: oiMív thi
Este Estado lo compara él con el Universo régido por rroiigtcu? (nada de acción es necesaria).
138 FRANZ BRF1NTAN0 AKISTÓTKMÍK 130

puede dar mejor testimonio sobre la actividad produc­ piada, creo yo, para abrir los ojos a cualquiera que se
tora de Dios que la que emplea aquí Aristóteles hablan­ sienta tentado a interpretar la doctrina de la vida teó­
do de la ordenación divina del mundo: es “obra de rica de la divinidad en un sentido que pueda excluir
una potencia divina” (&elag éwá/ttj&g sQyov) (1). la providencia de Dios. Es ésta tan poco incompatible
Pero si el pasaje aducido por nuestros adversarios, con aquélla en sentir de Aristóteles, que precisamente
teniendo, en cuenta el contexto y lo que sigue a conti­ argumenta en favor de ésta tomando pie de aquélla.
nuación, no sólo deja de hablar en favor suyo sino que Cierto que se ha tenido la audacia de afirmar que en
da testimonio en contra de ellos, hay que decir lo pro­ esta argumentación hay que tomar en serio las premi­
pio de aquel otrosí, en que nuestro filósofo dice de sas, pero no la consecuencia: que ésta es sólo una
Dios que su vida es una vida teórica. Se quiere inferir contemporización populachera con el pensar de aqué­
de él que el dios aristotélico no obra nada, o por lo llos qué no tienen la suficiente cultura para compren­
menos se le quiere denegar toda .previsión y provi­ der que la vida de Dios es una vida puramente teórica.
dencia sobre cosa que ataña al mundo (ya que lo pri­ Pero ¿puede haber algo más manifiesto que el hecho
mero chocaría demasiado con sus declaraciones termi­ do que Aristóteles habla en la conclusión para aquellos
nantes aun en el libro A de su Metafísica, en que trata mismos a los que acaba de comunicar en las premisas
más a fondo de la divinidad) . Sin embargo, el contexto su doctrina de que la vida de Dios es puramente teó­
del pasaje es el siguiente: quiere demostrar la preemi­ rica? Debe presuponer que conservan bien en la me­
nencia dé la "vida teórica sobre la' práctica, y como moria la tesis ésta al hacerles a ellos mismos sacar la
argumento para ello aduce el que aquélla^esj a que más consecuencia de que Dios cuida de un modo especial
se parece a la vida de Dios. De ahí deduce una doble de los que hacen vida de contemplación.
e ]mpbrtánt e ~ ^ secuenciaf/ l ? Que lo que es más seme­ A pesar de haber ya expuesto en lo que antecede,
jante a lo más perfecto es también lo más perfecto. el verdadero sentido de la afirmación tan enérgica de
Q^e T)íos^ama másj indudablemente, a los que se le Aristóteles de qUcTla vida'"cíe Díos^es puramente teó-
parecen m ás^om ^ó"bacé^sT Sbjm _nosotrqs,_y que, ricá^'j^no" prácticaTTré^ y c t i c a ^ EepetirlaTuna
por loTanto, dispensará una providencia singularmente vez máS^r~exTñrcarl^más-ar-foñáo,~pues^(pe~sir^om-
amorosa a los que hagañTuna^ida'tedficaT’~ prensión condiciona esencialmente la recta interpreta­
Esta segunda conclusión"qué^saca del principio de ción de la teodicea aristotélica.
que la vida de Dios es teórica, es de naturaleza apro-1 . ^Aristóteles HamSM;eóriea, práctica o poyética una
yida, según q q e ^ u jn ás alto bien con respecto al cual
(1) PóL.VlI, 4 p. 1326 a 32. r todo es deseado, lo ponga en el conocimiento, en la
140 FRANZ BRENTANO ARISTÓTELES 141

actuación de las virtudes éticas o en la p roducción-de Pero a pesar de ser normativa para su elección* y-
obras de a rtíS c ío ^ ^ ila V id í de í)ios fuera /pojé tica, ^ deseabilidad la mayor posible semejanza del efecto cioñ
su más alto bien, estaría en las obras que produJeí,a ry r ^psiTobrar es) sin embargo, completamente desintere­
éstas, por lo tanto, serían mejores J}ue^ la_ actividad sado, p u |s _ p a ^ ganadera ello, da sólo sin recibir nada.
misma_divina. Ahora bienV esto es para nuestro pensa­ Da existencia del mundo ño constituye una parte de
dor evidentemente absurdo. suTbien^vitai, -y si "bien lo mira con .complacencia, es
Vida de Dios fuera^práctica. su felicidad esta­ ésta, como el conocimiento mismo, una complacencia
ñaras!, en una cierta feljcidad^nterna, pero tal,_que a priori. Y como el conocimiento del mundo está dado
habría de concebirse como una bella voluntad de sacri- en el conocimiento de sí mismo, así el complacerse en
ficio como la que vemos por experiencia en el caso de el mundo está dado ya en la felicidad que siente en;la
una noble renunciación de un placer atrayente, de un conciencia de sí mismo. Así, pues^Y afelicidad i de
animoso proceder frente a los mas grandes peligros, l^^da^divm a, sólo es comparable a^anfe“Kuestra vida
de una resignación y sacrificio de lo que tenemos y teórica; si bien ésta es finita y limitada, mientras que
somos. Pero esto sería absurdo. Ningún bien de _Dios la divina es infinita e ilimitada. Y la semejanza no con­
"i es enajenaJ)ie^JEara_él^no puede haber seducciones ni siste sólo en que su felicidad es el placer de su cono­
P o r el contrario, si se dice que lamida d^ípos cimiento^ smó^torabién el placer de un conocimiento
ss teóricay^uéVñTmás alto bienes el conocimiento, "se" que""se parece más a nuestro conocimiento teórico que
dice~aIgoque jwncuerda ^lejoamente_con^ la .propiedad "práctico. PorqueCpí^^raoceVojtLQ necesario lo que co- (
de ser Él mismo su más alto bien, pues es, como nos dijo noce, y no sólo, se conoce a sí mismo sino también todo
antes, conocimiento, y en él tiene la felicidad infi- lo demá^jque como obraj e suflibré volu n ta d llega
nit? Su obje^V s^m lsm oV sÓ lo Él, lo que no excluye, a la existencia. Porque es imposiBle“"qire~T5l~ser infi­
como vimos antés^ smurncfaye, VñVirtud de la perfec­ nitamente perfecto quiera otra cosa que lo mejor posi­
ción de su Voribcimiento, el que nada pueda sustraerse ble, y por lo tanto el que conoce algo mediante él
a su conocimiento sino que todo lVseiTconocidó^^dela como último, fundamento, lo conoce como necesario.
manera más perfecta, en su primer fundamento. Con Y así el conocimiento propio de Dios no lo designa
respecto a sucgmnjpotencia^)Él conoce todo _loT.7ppsible Aristóteles con los nombres de ik£vr¡ (arte) ni de gppc-
y lo qgjj.) mas o menos (a proporción dejá^sem ejjm z^ VT\Ciq (prudencia) ni de éxiavqftri rQctxnxr} (ciencia
'era.’Éímismo, y escoge^ ^ V r a siéuracia; y quiere,desde práctica)';'Sino ‘de acxpla^que nd~frata dé loVóntmgénte
to d ala eternidad el mejor mundojDosible y es, por eso sino de lo eternamente necesario. H asta^iuestra mism?r~ ^
mismo, el primero y total principio del ser dehese ocupa de lo mismo qu
mundo.
142 FltANZ imiCNTANO AníM’&CKLm

ñsolofía de las cosa^d iv in ^ .J ^ íilo ^ f ía ^ J ji ciencia esto hace falta tomar en consideración no sólo el
que hay que atribuir a Dios mismo (1). ¿ Cómo, pues, aquende de la vida humana sino también el allende.
puede todavía ponerse en duda que quien encuentra su Esto que nos reservamos para tratarlo luego, quede
felicidad en las elevaciones de esa sabiduría, vive de aquí sólo indicado. Cuando veamos entonces que no sólo
un modo más semejante a Dios que el que encuentra el mundo inorgánico y el reino entero de los seres infe­
su placer supremo en la filosofía de las cosas humanas riores existe por causa del hombre sino también que
y en la aplicación de ésta a la vida práctica ? toda la vida de acá existe en orden a una vida de más
No piensa Aristóteles que el hombre que vive teóri­ allá, y que la vida de allá es una vida puramente teó­
camente deje de ejercer saludable influencia sobre los rica y una participación del conocer mismo de Dios,
demás. Puede aleccionarlos convirtiéndose así en su entonces es cuando acabaremos de comprender cómo
más grande bienhechor; y siendo igualmente la divi­ la finalidad. del Universo está enderezada a la mayor
nidad, a pesar- de su vida puramente teórica, la fuente posible asimilación con la divinidad y cómo el obrar
de toda bendición para el mundo, encontramos en de Dios hacia fuera es realmente comparable no al de
ello un nuevo motivo de semejanza con el hombre sabio. un artista o de un político, sino sólo quizás al de un
E l más alto bien de entre los bienes que Dios nos maestro, que comunica a los demás lo que él sabe.
concede, es para nuestro pensador precisamente esa Lo que Dios hace además de esto, se parece a lo que
sabiduría de que gozan los predilectos de Dios. Y así hace el maestro cuando conmueve el aire con su voz
como todo el mundo exterior existe por motivo del hom­ o cuando con un estilo escribe su palabra sobre una .
bre que reina en él como un dios terrestre, así, como tablilla. Como queda dicho, esto parecerá todavía enig­
enseña en la Política,-ía sociedad entera humana debe mático por ahora y sólo más tarde se hará plenamente
a su vez tener por fin la vida de la sabiduría de modo inteligible. Pero lo ya dicho es en esencial suficiente
que el orden de la naturaleza inferior culmine en la para justificar esta y otras expresiones aristotélicas
vida-del sabio. que se puedan quizá tachar de poco felices, únicamente
Y con esto, aun siendo tan significativo, no está por haber dado ocasión a tan malas interpretaciones.
dicho, ni mucho menos, todo lo que puede demostrar
que la comparación dé la divinidad con el hombre de
vida .teórica es la más justa que cabe pensar dentro
de-la visión aristotélica del-mundo. P ara acabar de ver

(1) : Véase-Aí>¿. A
144 - FTIANZ BRKNTANO AHlH'l'ÓTKT.KS 145

que queremos el bien, no para nosotros sino para él.


Precisamente por querer su bien como tal, del mismo
La divinidad y la pretendida imposibilidad de un
modo que queremos el nuestro también como tal, es
querer desinteresado
por lo que se llama con toda razón nuestro segundo yo.
Tengo, no obstante, que salir al encuentro de-otra Que también hay en Dios una tal semejanza con la
objeción, y demostrar que tomá su origen de no haberse criatura por él amada, preferida y desinteresadamente
tenido en cuenta el conjunto doctrinal aristotélico en colmada de bienes, lo .hemos visto ya. Pero no es ésa
la explicación de un punto particular. una razón para no llamar sus dones completamente
Zeller cree que sentada la premisa de que el dios desinteresados, sino que únicamente hace comprensible
aristotélico no adquiere- nada con la existencia del la coherencia, más bien/ la íntima unidad de ese su
mundo, se sigue como consecuencia ineluctable, según pleno desinterés con el amor que se tiene a sí mismo.
los principios aristotélicos, que Dios no puede quererlo, Vimos, por lo demás, referirse expresamente Aris­
porque no hay motivo alguno para tal volición, y que tóteles a la objeción de que en Dios no puede haber
según nuestro-filósofo no se puede amar ni querer des­ motivo alguno razonable para la producción de obra
interesadamente sino sólo y siempre porque y en cuanto alguna, y vimos que la resolvía diciendo que también
lo que se quiere, aumente la, propia felicidad. puede darse el caso de perseguir un fin desinteresada­
E s verdaderamente extraño leer tales palabras en mente. Nos remitimos, pues, a lo ya dicho.
tan docto conocedor de Aristóteles, palabras que están
en contradicción con expresas declaraciones de éste ¡en
la Ética y, sobre todo, en-sus libros sobre la amistad. Apodas en Teodicea
Dice allí que si bien se ama uno a sí mismo más que a Dios es infinitamente perfecto. Es la causa primera
nadie, se puede, sin embargo, amar a otros por sí mis­ única y universal del mundo. El mundo, por lo tanto,
mos y procurar desinteresadamente su bien cómo se ve debe ser perfecto sin tacha: un mundo igualmente
a menudo con agradable sorpresa en el amor de madre. bueno o mejor es impensable. Pero ¿cómo concuerda
No es un verdadero amigo, dice nuestro autor, el que. con esa exigencia lo que la experiencia nos dice? Y por
sólo por su propia ventaja y no más bien con todo otra parte, algo que tiene la firmeza apodíetica del
desinterés quiere y sirve al bien del amigo.. Aunque principio mismo de contradicción ¿no excluye de ante­
ese amor desinteresado puede, estar condicionado por mano la idea de un mundo que sea el mejor posible?
sernos semejante y podérsele-por‘ello llamar en cierto Aristóteles tiene por algo contradictorio no sólo el
modo nuestro segundo yo, esto no altera el hecho de número infinito sino también una extensión infinita.
10. niiKN TA X O : A ristó te le s. 228. — 2 .a cd.
140 ritANK UltKNTANO AUtKTÓTJCJ.KH 147

ti.
JVtás allá de todo límite parece posible algo mayor. una cierta tarea, parecen, por otra parte, cruzarse y
Y ¿ cómo en materia de bien un más no ha de ser un embarazarse de continuo esas tendencias. Y así resul­
mejor? Ofreciendo ya esta consideración bastante difi­ tan con tanta, frecuencia en el mundo sublunar las
cultad, surgen aún otras sobre la base de hechos expe­ deformidades. Y éstas resultan aún más extrañas, al
rimentales o tenidos por tales por nuestro filósofo. encontrarse hasta en-los seres inferiores en número
Todo lo perteneciente a ese mundo que es el mejor que dijimos son los únicos que nos muestran en sus
posible, era de suponer que fuese bueno en sí mismo actividades .algo bueno en sí mismo. Si vemos acá y
y sumase luego bien a bien. O si algo había de tener allá algún hombre que se porta bien y noblemente, y se
sólo un valor de utilidad, lo bueno por sí mismo no eleva a la contemplación beatífica de la divinidad, ve­
había de serle inferior en cantidad. Ahora bien, parece mos en cambio, en la mayor parte, vicio y necedad. Y a
suceder de hecho todo lo contrario. Lo bueno en sí eso se añade una cantidad infinita de sufrimiento y
mismo sólo se da dónde hay conciencia (1) y, espe­ vejación, de la que no se ven libres ni aun los mejores.
cialmente, allí donde ésta alcanza sus más altos gra­ ¿Dónde está aquí el reino do la justicia? ¿.Dónde se
dos. En una palabra, lo que en el hombre vale por sí,, encuentra observado el principio de que Dios, con su
es según Aristóteles la alta vida espiritual del sabio providencia, se cuida con especial amor de los que se le
y del justo. parecen más? ¿Cómo se explica esta m ultitud de
Pues bien, si echamos una ojeada al mundo, parece inconvenientes? ¿Acaso por la libertad del querer?
que al lado de lo inanimado lo animado se da en can­ Pero si ésta pone límites, ¿ cómo es soberana la divini­
tidad infinitamente pequeña, y todavía está más par­ dad? Y si no pone límites, ¿ cómo puede hablarse de
camente extendida la raza humana, la única capaz de libertad en general? Y entonces, ¿no es el culpable
elevarse a una vida más alta en punto a virtud y cien­ Dios, en vez de2 hombre?
cia. Y aun dentro de ella ¡ cuán pocos logran desenvol­ Y si estas dificultades se dan con respecto al mundo
ver convenientemente sus -dotes espirituales y ser feli­ sublunar ¿encontramos m ejor.las cosas en el mun­
ces en la actuación de las mismas! Si es cierto que do celeste? Desde luego que, mirado con los ojos de
observamos en las cosas tendencias naturales, esto es Aristóteles, no se presentan tan frecuentes y chocantes
si todas las apariencias son como si hubieran sido pro­ perturbaciones de unas tendencias-por otras.. De acuer­
ducidas conforme a su naturaleza y ordenadas por una do con los más célebres astrónomos de su época,
inteligencia a una finalidad, y se les hubiera impuesto1 Eudoxo y Calipo, concibe él el cielo de las estrellas fijas
como una superficie esférica que cierra el mundo total
(1) Véase Met. A, 9 y'Mth. Nic. X, 6 y 8 p. 1178 b 19. del espacio y en su rotación siempre uniforme nos da
148 in iA N / . h r k m 'ano
AUISTÓTELfSS 140

la medida del tiempo. Y como gira regularmente en aquellas esferas recibe del espíritu que les da natura­
torno de si misma, puede también considerársela igual leza y movimiento, subsana también esa afirmación en
que si estuviera fija, como un término de referencia el libro 12.° de la Metafísica poniendo por vía de rec­
para la determinación del lu g ar: no hay más que tener tificación junto a tyvxy la- expresión vovg xal oQtgtq (1).
en cuenta también el tiempo, y al cabo de veinticuatro Si la inteligencia motora, como incapaz de pasión, no
horas se repite exactamente la misma'posición. puede ganar nada por lo que obra en el mundo celeste
Aun el* mismo movimiento en apariencia irregular corporal, en cambio éste, como inconscio, no parece
de los planetas, creían aquellos astrónomos poder tener valor en sí mismo. No quedaba, pues, para jus­
explicarlo por una combinación de varias superficies tificarlo más que el influjo de la gran máquina celeste
esféricas encajadas entre sí, cada una de las cuales sobre el mundo sublunar. Pero ya vimos cuál es la
giraba regularmente, pero estando las inferiores condi­ situación en éste. Y verdaderamente, la pobreza del
cionadas en su rotación por las superiores. Todo esto lo resultado no parece estar proporcionada a ese colosal
admitió Aristóteles bajo la autoridad do aquellos astró­ lujo de medios.
nomos, introduciendo él únicamente algunas nuevas En el breve esbozo que el libro A de la Metafísica
esferas resolutivas, en las que también se observaba nos da de la teoría aristotélica de la sabiduría eu gene­
el principio de que toda esfera más alta condiciona ral, encontramos que la mayor parte de las dificulta­
a las inferiores, dando así mayor unidad a todo el sis­ dos ni siquiera las toca, y las otras, sólo con cortísimas
tema celeste. Si el mundo celeste influye en el inferior, alusiones. La diferencia que acabamos de mencionar
no así éste en aquél. entre cielo y tierra, la explica aquí comparándola con
Pero si en el cielo no aparece nada semejante a los la diferencia de los libres y los no libres, como los escla­
monstruos y otras irregularidades ¿es ya por ello satis­ vos y animales: “Todo está ordenado a un fin único y
factoria la cosa desde el punto de vista teleológico f total. Pero sucede en el mundo como en una casa mal
De ninguna manera. Los giros de las esferas, que sólo arreglada, en que los libres no tienden de por sí al bien
se diferencian en dirección y velocidad de ángulo, son, del todo sino a cualquier cosa menos eso, siendo así
después de todo, un espectáculo bastante monótono. que la prosperidad de la casa requiere de ellos miras-
Y ¿va unido a todo ello alguna conciencia? Todavía
eu sus diálogos había dado a las estrellas vista y oído, (1) Que el libro A de la Metafísica fue escrito en fecha,
pero en sus tiempos más maduros se había retractado bastante posterior a los libros De codo se deduce, como ya. lo
por completo de este parecer. Y si todavía las concebía notamos en la página 30, del hecho siguiente: en éstos se
refiere sólo a la Astronomía• de Evdoxo; en aquél, además, a la
como animadas en virtud del influjo que cada una de de su discípulo Calipo.
m FIIANZ BltENTANO ARISTÓTELES 151

altas en sus esfuerzos, mientras que, por otra parte, los Si hubiera llegado a elaborar su Metafísica ¡qué
esclavos y los animales es poco lo. que de propio im­ ricas explanaciones poseeríamos sobre estos puntos!
pulso pueden contribuir al bien común. La naturaleza Seguramente le habríamos oído decir con Teofrasto
de cada cosa es, en efecto, el principio de su propia que, siendo tan imperfecto nuestro saber, no puede exi-
tendencia, que existiendo en todo ser, sin embargo, gírsenos el porqué de todas y cada una de las cosas.
impedida en gran parte, muchas veces no logra el No porque no podamos hacerlo, sufre en nada el Opti­
pleno resultado de sus efectos. Siempre empero hay mismo, como dice muy pertinentemente Leibniz. Si no
resultado en cierta medida, como sucede, verbigracia, todo, algo al menos se deja comprender en su signifi­
cuando lo igual no produce siempre algo completa­ cación teleológica. Veamos, pues, de mostrar, aprove-
mente igual, que jamás sucede que no resulte por lo chando 'varias indicaciones ocasionales, cómo creía Aris­
menos alguna cosa real, siendo ésta lo que jamás sufre tóteles haberlo conseguido realmente.
la excepción, pues que la tendencia natural a la misma
responde siempre al mayor bien dol todo (recuérdese,
verbigracia, lo que se dijo en la página 75 y sig. acerca
de la conservación de la masa y del círculo de la indi­
viduación).”
: Mucho más profundiza Teofrasto en su fragmento
metafísico en las<aporías que afloran en esta m ateria;
y ¿cómo habían de haberse ocultado al espíritu sutil
de Aristóteles, que en su escrito De coelo llega una vez
hasta a levantar un reparo a la Teodicea, que no se le
ocurrió ni a Leibniz ni a sn agudo contrincante
Bayle? (1).
(1) Se reduce esencialmente a la pregunta de si el mundo
no sería tan perfecto como es, si todo en él se desenvolviera
tal como aparecería en una im&gen especular del mundo. Aris­
tóteles, naturalmente, no puede encontrad una razón decisiva
para contestar en uno u otro sentido y siente bien claramente
lo poco satisfactorios que son sus ensayos en esa dirección,
Pero atribuye su fracaso, como lo habría hecho Leibniz, única­
mente a su incapacidad de explicarlo todo, .sin sentir por eso
quebrantadas sus convicciones optimistas. Nada puede ser más
característico para la profunda afinidad de ambos sistemas.
AttlBTÚTKLKB 153

divinidad; los otros^_en-cambio^debía moverlos por


mediación de lasSiustancias secundarias; que por otra
parte son también, y por la misma razón,-productos
eternos como son eternos productores. Son inteligen­
cias completamente inmóviles como la divinidad, y
como en ésta, también en ellas coinciden el ser y la
La teleología del mundo celeste actividad vital. Ellas son también objeto para sí mis­
E n lo que respecta al (mundo celeste^ Aristóteles mas, y son al mismo tiempo omniscientes y, sobre todo,
tenía a sus esferas por incorruptibles ^Incapaces de partícipes del conocer de Dios, que es su causa última
ningún otro cambio más que el local, y esta convicción y sin el que no son concebibles sin absurdo, y de su
la apoyaba en una experiencia invariable desde tiempo plan cósmico, a cuya realización contribuyen por su
inmemorial. Dicho eii su lenguaje, quiere esto decir influencia sobre las esferas respectivas. Por este mo­
que las esferas, inmateriales en cuaiito a^lajmstancia, tivo las honra Aristóteles con el nombre de “dioses”
sólo 1ugar. Creía, como en u n sentido lato y enseña que estamos .obligados a
tantas vcceThemos dicho, que a cada una de ellas le gratitud no sólo para con Dios sino también para con
es natural cierta rotación y que reciben el impulso los dioses por el ser. sustento y educación, porque todo
para ello juntamente con su ser. Creía en su producción esto depende también, como veremos, de los espíritus
ah act&mo, juzgando ser esto no sólo mejor Ideológi­ que mueven las estrellas, dada la interdependencia uni­
camente sino ser también una simple consecuencia taria de todo con todo (1).
lógica de que/su causa es eterna y, no faltando nin­ Pero a pesar de todo, existe entre ellas y la divini­
guna de las condiciones necesarias para la producción, dad uña potente_diferoncia. Si bien son omniscientes,
debía ésta darse juntamente con la causa eficiente. solamente sin embargo en Dios la píímeraTverdad en
Al preguntarse, empero, cuál era lo más verosímil: el orden de la naturaleza lo es también en el orden del
que la divinidad moviese las esferas inmediatamente, conocimiento, y no se conocen á sí mismas tal como
mediatamente o en parte inmediata, en parte media­ Dios se conoce a sí mismo^como idénticas con la causa
tamente, se decidió por la última opinión como la más primera de toda verdad. Si conocen y aman el plan
verosímil. E l cielo superior, que se distinguía por tan­ del Universo, lo conocen como un plan inventado por
tas cosas y, sobre todo, por el gran número de soles que
soportaba y por la absoluta independencia de su movi­ (1) Véase Eth. Nic. VIII, 14; I, 10 p. 1099 b 11. También
miento'de todo otro, debía moverlo inmediatamente la la virtud es un don de los dioses.
154 FBANZ BhKN'tANO AJÍÍ8TÚTKLE8 155

Dios y en el que ellas están comprendidas como partes. seguramente entre las que, según dice él, exigen dema­
Y si obran de un modo eternamente creativo, es, em­ siado. Todo espíritu de las esferas, según los principios
pero, inmediatamente, sólo en relación con una esfera fundamentales de la Óntología aristotélica, debe ser
y esto únicamente en virtud de un ser inmóvil que de~~d5tmfaT especie por^ el hecho de ser inmaterial.
reciben de la divinidad (1). ^Podría, pues, pensarse que el número de sus posibili­
De ese modo subsiste incólume e l^ a p e te r jmonár- dades es limitado como lo es el número de especies de
quicolleTmundo, que Aristót^M _.^gág^aco^ciqnal- L cuerpos geométricos regulares donde no son posibles,
m e ñ te ^ ) T a ^ 5 a r d e l o s 'e s p í n ^ compradores de¡Jas ^ sin contradicción, más que el tetraedro, exaedro, cubo,
e ^ e r a s T l ^ ení^ ^ ^b S jp arte,q u ejem er^ lam ^ jg ció n 'J octaedro, dodecaedro, icosaedro y esfera. Pero tra tán-
de ser timóse de seres que son completamente trascendentes a
cada una de ellas valor en síjmisma, habránde aumen- ^ j /jj* /¿nuestra intuición, esaT presunción se sustrae a la limi-
tar^el valor del UniveraVentefóT j^ tación^ de nuFstrc^nálisis. "ApaTeccPasí realzado de un
Podría empero^)"reguntarse: y ¿por qué tan pocas^ J c J c ^odo digno do Jn divinidad el mundo celeste de íos
y no más (pues que fuera de los espíritus de las esfe- ^ 1/ espíritus eternamente acabadoT ^^cim ntoli íos cuer-
ras no puede haber más de esas inteligencias eterna- ; S pos celestes, empego, su existencia sólo puede ser jus-
mente inmutables, según el principio de que todo está / / ^ tificada por
__ elívalor j e la utilidad que tengan (1).
ordenado- a todo) ? Teofrasto pondría esa pregunta Y ¿para quién son útiles? No cí^ám én te^p ará los
espíritus impasibles y motores de las esferas, que en
dV Todo esto se puede fijar como_dP,ctrina indudable.de el desempeño de su cometido se parecen por completo a
Aristóteles, teniendo en cuenta que él (volveremos más tarde Dios. No podemos, pues, pensar, en su utilidad sino con
/> sobre ello) no tiene por imposible, aun en nuestro entendi­
miento, un verdadero conocimiento de Dios, y desentendién­ respecto al mundo sublunar. Ahora, que en este sentido
donos del prejuicio de que al hablar aquél de una providencia a esos cuerpos celestes les da gran ventaja el ser inco-
que no sólo Dios, sino también los dioses tendrían de los hom­
bres, no hace sino acomodarse a las representaciones de la (1) Teofrasto hace la justa observación de que, pues es
Mitología griega, que no corresponden ni a lo que Aristóteles inmóvil la divinidad, y una cosa es tanto más. perfecta cuanto
atribuye a los dioses ni a lo que les niega en los pasajes alega­ más se asemeja a Dios, una esfera movida no es de por sí más
dos a poco que se escudriñen. Pues, según él, tenemos que perfecta que una inmóvil. Pero no es ésta precisamente la per­
agradecer a los dioses la existencia, el sustento y la educación, fección de que aquí se trate,. Sólo como móvil, puede esa esfera
mas no un comercio amigable (Bth. Nic. VIII, 9 p. 1158 b. 85), prestar los servicios de que necesita el Universo para la obten­
mientras que los dioses y diosas míticas comparten hasta el ción de la mayor suma posible de bienes absolutos. Por eso
lecho con los mortales y se acercan familiarmente a los hijos rechaza por completo Aristóteles el postulado de una esfera sin
engendrados y protegidos. relación con el movimiento de una estrella. Véase Met. A »
(2) Véase, verbigracia, Phys. VIII, al fin y Met, A» 10, al fin. 2 p. 1074 a 17.
AKÍHTÓTKMOK 157
nr>o FTMNZ nWCNTANO

eterna y_p o rJ a . misma razón, jrues que su única_pri-


rruptibles y por lo tanto útiles no ya sólo de nna
mera causa es también Dios. Donde no hace falta con­
manera ocasional, como sucede tantas veces en el
dición alguna, no puede faltar ninguna condición.
mundo sublunar. T lo mismo esto que la circunstancia
Existe, pue&_ también desdejtoda la eternidad el mundo
de que ellos influyen, sí, el mundo sublunar pero no
sublunar. Estando condicionado únicamente por Dios
son por él influidos, lo benefician pero no reciben de
como causa primera, no ha súrgidojsin embargo por
él beneficio alguno, les hace semejarse de manera
creación, sino más bien, siendo sin principio, es con­
especial a la divinidad. Por eso nuestro pensador los
servado en virtñd^He^úna^ acción creadora.
designa como más altos que los elementos corruptibles
En él distingue Aristóteles cuerpos elementales y
cuerpos compuestos de los mismos y sejnantiene, como
Platón, en los cuatro elementos Jle Empédocles: tierra,
agua, aire y fuego. E ra tan ajeno a la atomística de
Domóento como a la temía de Annxngoras, doblemente
absurda, de los corpúsculos infinitos en número e infi-
nitamehte_pequeños. "" ""
Todo elemento tiene, lo mismo que el cielo y aun
cada esfera del cielo, su lugar natural. La región natu­
ral dei^ íuego^jes la que está más cerca del cielo, sigue
luego la de^aire^y en lo mas bajo está la tierra. Así
como el cielojis frente al mundo sublunar únicamente
activo y cada jif e r a más alia mueve las más bajas pero
no es por ellas movida, así el fuego tiene más actividad
que el aire, y la que menos actividad tiene es la tierra.
Por eso hemos de vér_en ella, más que en otro elemento
Los elementos corruptibles y lo que ocasiona alguno, el seno materno, en e l que, fecundado desde
el desenvolvimiento efectivo de sus fuerzas arriba, se engendran las más_ variadas producciones.
y disposiciones De las combinaciones de los elementos que son algo
E l mundo sublunar, que en tantos aspectos se pre­ más que meras mezclas, resultan nuevas sustancias uni­
senta com^bpüesto~aircielo tal como Aristóteles lo con­ formes, no siendo imposible la transformación de un
cebía, tiene, sin embargo, como é ^ jn n a^ x isten cia elemeíitú^íTotróT^PeTd también pueden resultar de los
158 l-’ttANZ MlliNTANO ARISTÓTELES 350

mismos, formaciones multiformes (multiarticuladas) y cuerpos, ¿no se parece esto exactamente a lo que encon­
srn embargo sustancialmente unas. Están, pues, con- tramos en Aristóteles, pues, como antes nos dijo, el
témHas en ¿ilós^erTposiMídad las admirables estruc­ mundo celeste que* da y mantiene el movimiento a todo
turas de loTmas altos organismos. Plantas, animales, el mundo sublunar, no recibe en cambio nada de éste ?
hombresTtoda^[¡Trica ornamentación de la tierra, está
en ellos virtualmente encerrada.
Pero nada de' eso podría realizarse sin influencia Influencia ennoblecedora y vivificante de las
celeste. Supongamos que desapareciese el cielo; no ten­ estrellas
dríamos más que los cuatro cuerpos redondeados, super­ Si el mundo sublunar debe al influjo del cielo un
puestos en reposo y extendiéndose uniformemente. movimiento perenne que le hace actuar sus propias
Sólo se les podría concebir influyéndose mutuamente ■ fuerzas en varia reciprocidad de acción, no es éste solo
quizás en sus confines, Pero ese solo contacto superfi­ el único beneficio que de él recibe. Las estrellas ejercen
cial de masas uniformes tan enormes no parece que u n a jnfluencia que hace al mundo inferior asemejarse
habría bastado, en sentir de Aristóteles, para provocar en cierto modo al celeste. Oímos antes hablar de la ten-
una mutua, alteración cualitativa y sustancial. Toda­ denciaTde los cuerpos celestes al jnovimiento circular.
vía. más, aun concibiéndolas divididas en las más peque­ A la comunicación de algo parecido reduce Aristóteles
ñas partículas y mezcladas entre sí lo más íntimamente como a causa, la forma circular que toma un rayo de
que fuera posible, de modo que el contacto pudiera ' luz al tocar en tierra después de atravesar la espesura
dar lugar a mutuas influencias y trasformaciones, la de un matorral. Y teniendo en cuenta la tan sorpren­
trasformación habría dado lugar, al componerse entre dente influencia que la diversidad de estaciones ejerce
sí por completo las. desigualdades, a una media uni­ sobre la vegetación toda, cree él que a esa influencia
forme, y la evolución toda habría venido a parar en ennoblecedora y en cierto modo divinizante de las estre­
una especie de muerte por uniformidad, que podría llas hay que atribuir, en último término, la formación
parecerse a la muerte universal por calor, tan temida de tantos elevados productos como presentan los orga­
de los físicos contemporáneos. Y si de entre todo lo nismos en sus actividades vitales.
que ha sido ideado para presentar ese peligro como no Todo el mundo inferior está en algún modo
del todo inconjurable, nada parece plausible excepto preparado para el nacimiento de seres vivos en virtud
la hipótesis de Maxwell y de Lord Kelvin, que hablan de una influencia sin comienzo ni interrupción por
de una posible intervención de fuerzas que no experi­ parte del mundo celeste, y hasta se le puede llamar
mentan acción retroactiva de parte del mundo de los por esa razón animado en sentido amplio, pues qué por
100 T'HAN/ IVRKNTANO A H I8TáTEr,E8 161

alma entiende nuestro pensador la r^M ad^sustaneial, raímente, es inadmisible dada la incorruptibilidad e
la~naturalezajle unjnierpo vivo. Ésa preparación em­ inmaterialidad de las esferas celestes.
pero se da en unas partes más, en otras menos. En cier­
tos casos el resultado es únicamente que a un cuerpo
inferior en virtud de su semejanza con el-celeste em­ deJ^^xpen^cía^^^ii7T 5^íírseñíirsé~m H inadb7 por
pieza a serle natural un movimiento que se parece más lo tanto, a dar la razón a los que querían concebir el
al circular de las esferas que al rectilíneo de los ele­ origen de las especies más altas, los cuadrúpedos y los
mentos inferiores, v manteniéndose así y comunicán­ hombres, como una generación espontánea en última
dose a otro cuerpo que con él viene a estar en contacto, instancia, a p artir de los cuerpos inorgánicos. A ello
da lugar, a la larga, al nacimiento de un organismo apuntan ya en los libros de la Generación de los Anima­
vivo. Aristóteles, llama xvEVfia a^esa sustancia y habla les ciertas observaciones del capítulo I I I del libro 2.°,
de un calor suscitador de yida j^fg/¿ór^g gemx/p que y de manera terminante se destaca ese pensamiento
se diferencia esencialmente del calor comun_ que ea en el libro 3.° (1), donde no rechaza del todo, como
propio del fuego (1). Esa sustancia se encuentra, en infundada, la doctrina de los que hacen salir del cieno
cambio, en el” calor radiante del sol y también en la originativa y espontáneamente aun los animales cua­
semilla germinadora, más imperfecta y sólo remota­ drúpedos y el hombre. Y aun empieza a tratar a fondo
mente preparada para el respectivo movimiento en las la manera más obvia en que ello pueda suceder. No se
eatamenias (menstruos) y en otras partes del orga­ le ocurre, claro es^jinajiipótesis de la evolución de las
nismo. Sin embargo, las eatamenias puestas en con­ especies como la que hoy es jttrrie n ttí^ e ro , no obs­
tacto con la Semilla vienen a adquirir un movimiento tante, o frecerá cierta aproximación, jpues que también
igual al natural de la semilla. Y acentúa tan fuerte­ e s f a ^ ^ u a d id o je que un organismo tan perfecto no
mente en algunos pasajes la idea de que aquí se da puede_surgir del cieno sin intermediaciones, sin que le
algo parecido al elemento de las estrellas, que algunos hayan preparado el camino formas inferiores: de un
intérpretes se han dejado llevar a la persuasión de que inferior, tal
Aristóteles quiere decir aquí que pequeñas partículas comnJ.a presenta la oruga frente a la mariposa y otros
desprendidas de la sustancia celeste han venido a parar insectos, llegando a limita r prjmero^las _posibilidades
al-bajo mundo para constituir,-como un quinto ele­ a esas dos bipótesis y luego a dar resueltamente la
mento, la esencia de las sustancias vivas. Esto* natu- preferencia ^ J ^ ^ ^ n d a , a la originación mediante

(1) Véase De Gen, An. IT, 3. (1) De Gen. An. III, 11.
11. Rrentano: Aristóteles. 2 2 8 .- 2.» od.
362 FRANZ BIUCNTANO

una manera de vida inferior, vermiforme (1). Mante­


nerse en ésta, parécete lo racional.
(1) A pesar de la detallada explicación que hace de cómo
han podido originarse de la tierra los primeros hombres, los
intérpretes comúnmente no quieren conceder que Aristóteles
haya creído en un comienzo de la vida humana. Invocan para
ello una serie de lugares en que Aristóteles enseña, según ellos, Grados de la vida
que las ciencias se han elaborado ya infinitas veces y otras tan­
tas han vuelto a caer en olvido. Pero, si bien se mira, no dice
eso ni uno siguiera de esos lugares, sino que lo que dicen única­ Superioridad del hombre en virtud de su naturaleza
mente todos y cada uno de ellos, es que toda ciencia puede ser en parte espiritual
indefinidamente descubierta y perderse de nuevo, lo que no
basta para hacer verosímil la hipótesis de que a nuestro período P ara llegar, empero, a lo perfecto del resultado
ha precedido otro. Pero la diferencia es esencialísima todavía
en otro punto. Pues .que, como jveremos, al morir el_ hombre, final de la evolución, hay que dar como posible el caso
la parte intelectiva , del hombre, el llamado i<>ff, permanece de que las disposiciones emanadas del influjo de arriba
inmortal, y ningún humano sobreviviente 'sé une por fueran más perfectas que las observadas al sentir de
segunda^vezjíoñ^un cuerpq jjie haber habido ..^a infinitas'gené-
racIónésT^ábrfa actualmente un número actual infinito de es- Aristóteles en las generaciones espontáneas. ¿Qué nos
plflfttsTiumanos separados, lo_que^es un absurda según Aristó- impide admitir, que así como la semilla de las diver­
tel^TSñÍniffM ^g^Ja^Íp6^i8_deuna muíti pilcad ónjndefintda
ño~eá absurdarparaTeTmismo. Concuerda 'también con la hlpó-
sas plantas y anímales (1), así también fueron. dife­
tésis^3é''ün^omiéñzo- del^gén’ero humano, cuando Aristóteles en rentes las disposiciones en la originación primitiva y
la Política habla de un hombre que fué el primero en inventar se presentaron grandes diferencias graduales de per­
un Estado. Véase a este respecto la detallada discusión de este
punto en mi tratado, atiabado de salir a \ñ%f La Teoría de fección ? Sólo jpudo^ llegarse a lasque dieron por resul­
tóteles sobre el origen deTTspiritu Humano^ página- gS^y^siguien- tado las especies animales más altas y los Sombres,
fesTddfidb'd'emúé^tho qué erTel'pasajero/. VII, 10 p. 1939 b 26, en virtud de una especialísima coyuntura favorable en
en vez<le~éótfoffaT (habersido inventado) debe leerse tigUmodut
(ser TnvéñtadóTT" combinación con las influencias previas. Pero aquello
bastó de una vez para siempre, pues aunque no dio-
por resultado‘algo eterno, en cambio es una generación
que se repite indefinidamente (2). De los tres grados:
planta, animal, hombre, todo grado más alío posee en1

(1) De Gen. An. II, 3 p. 336 b 27.


(2) De Gen. et Corr. II, 10 p. 36 b 27.
164 FRANZ BKKNTANO AKISTÓTKLKB 105

común con los inferiores precedentes ciertas-juiícignes el animal, gue distingue y en el cual, ni aun al placer
vitales^alacEncio otrasTroevas. LaCjunciones vitales puede negarse deltodo el carácter deC¿lgo bueno>p
s|nffiitanrXTárñutrición7~cre^miento^y j^ ^ J u e s ^ d e s d e luego, el dolor que se opone a aquél, le
___ J f A éstas se añaden eú el animal las sen­ aparece^comp,im^mat, considerado ecCgí mlsmOr\Pero
sitivas junto con la. fantasía _y la memoria, y las del aventajándose^ tanto enceste aspecto el anunaf a la
apetito en el que está comprendido, en el amplio sen- planta, es aún incomparablemente mayor la distancia
tidó~quéTé'Ha nuestro autor, el conjunto de los efec­ entre aquéT ^^riiom bre. E l animal es, según Aristó­
( m.')1' >
\ & ... tos como placer y desplacer sensible, ira, esperanza, teles, corporal en todas sus partes comola plántá; él
emor, ác^JyH l movimiento local á voluntad?^ Hombre, eiPcambibPes'Hñr^er"'éñ parte corporal, en
• tj'p -
E n e r bombre^finalmente, vienen a añadirse las parte espiritual. A X decirJH n^^ parte
l^^unmonres^dei~Tirfeíecto que piensa, jüzgaTyrHoncluye espiritual” doy a entender que Aristóteles tiene al
conceptualmente^^y las altas actividades emotivas qué hombre, no por ^unáT’umón'He dos sustancias reales
corresponden^ ú apetito sensible como el conocimiento siTTTrTñas^HíciTTHrHina sustancia única. Así como la
7 Afti ¿(intelectivo a la sensación. También se cree obligado \r . multiplicidad de partes con tan profundas diferencias
h \ p r ^ uestro filósofo a atribuirle, para que llegue a un como son la carne, los huesos, los tendones, etc., no es
jénoeer efectiyq^además de la cgpacijad de Recibir incompatible según nuestro autor con el pertenecer
" /*d ^ p^nsamiento^(íntelecto 'p o sí5 é J^ i5a . cierta, fuerza todos ellos a una sustancia real única c integral no
'°A / activa, que éTlíauia taiubjén /JoúsT^S^porque piense siendo ninguna de ellas en particular una sustancia
Y" real, así no hay inconveniente en creer que una dife­
(pues el pensamiento es una especie de pasión) sino
. porqüelaácé jpensarTQamaridb^Ó'vovg (pensamieñto^en rencia" tan gráñ d íen treT o espiritual y lo corporal es
TuT3eñtidc^metafonco73^0nio ílamamos-sarraruna medi- perfectamente compatible con que ambas juntas, como
O
cma, porque- presta salud. Más tarde comprenderemos {efal c* partes, integren una sustancia única. Uno de los'argu-
■iV>
mejor qué necesidad pretende llenar con ese supuesto. W \j- A ' n J mentos'que Aristóteles aducía para tener por corpo­
Y J\ Todo grado ulterior se eleva sobre el anterior de if' 1 , . P ral el sujeto de las funciones sensitivas y por espiritual
■v un modo talqüeH ste^árecé^naSimadoHircomparación P ñ o! de las intelectivas, se nos da a conocer en el libro l.°
con aqué^TLa plaSaJSqueHún no tiene conciencia, no A de los tres del Ahna. Le parece contradictorio que
participa pmresqTmsmo'mümo di 1 bueno en sí (¡1). Ég bueña''
délo .r> un accidente que^deja distinguir en él continuidad
la planta soldán el sentido dé lo útiírÜtra~cos de partes, esté como enHu sujeto, en una ^sustancia
in e ^ n s a ^ y y a l^ e v ^ ju iT ^ c id e n te inexténso en una
(1) Véase SI fragmento metafísico de Teofrasto. sustancia extensa. Ahora bien, nuestras percepciones
AKlKTtVnCt.KH K>?
106 FRANZ BRENTANO \0
¡ÍS'
/" I
sensibles como, verbigracia, el ver,presentan continui-. sus propias fuerzas. E l órgano corpóreo será para ello
dad de partes, pues que a cada parte de la imagen tan insuficiente como lo es una lumbre para hacer
vista corresponde uña parte de la visión: es¡ pues, con­ arder a un espíritu. Pero se presenta ahora una difi­
cluye, extenso el_sujeto sustancial de nuestra~vision. cultad. Las funciones_inteleetuales^se realizan_todas
con cierta dependencia de las sensitivas: de los fan-
JPor el contrarío, Cuando yo pienso un concepto general
t asmas_ q u íL Íen é líp a rte sensit^í^eíde_donde toma
comoTsWe c o s í negaeioñ~ etc^7~eTp ensamijnto no está
compuesto de partes continuas como no lo está tampoco el espíritu humano los eonceptra^lícontenidos, y sólo
así uno se hace, ac.tuaírqente pensante,_de pensante en
eFoBjeto en cuanto es así pensado. Es, por lo tanto,
espiritual el sujeto de. ese pensamiento nuestro. potencia. Ño podrá, por lo tanto, ejercitar, pensando,
A este argumento añade el capítulo IV del libro 3.° una influencia so b reJí^ arte^ en sitiv a, antes de reci-
nuevas pruebas. Pj*r ejemplo, si percibimos algo muy bir de ella una primera influencia^
sensible, en virtud de ello nos hacemos incapaces de Esa circunstancia es la que movió a Aristóteles a
percibir algo menos sensible, cosa que no sucede en las atribuir al espíritu humano, además de la capacidad
de pensar y querer, esa fuerza activa que antes men­
impresiones inteligibles, antes por el contrario. Estando
cionamos. Supone él que antes de todo acto de pensa­
empero nuestras impresiones sensibles en un órgano y
sieñdo^eipíníuales las^ntelectivá^yno^dí^aíríoFeso de miento, se ejerce portel espíritu una influencia sobre
pertenecer como partes,' el órgano sensitivo donde están los fantasmas, influen­
cia que capacita a éstos para la retroacción. Esta y no
ritual, T lln a ^ isin á ~ y ^m ca cosa"real :' de" Otro modo
ñb^i^podríiThacer comparación entre lo uno y ls^o&o. otra es la función del vgyg xocr¡zt7cóg, del que muchos
han querido hacer un alto poder pensante del alma y
algunos una especial inteligencia única e iluminadora
í ’ •
Acción recíproca entre el espíritu y el cuerpo de todos los espíritus humanos, y aun algurrasrícrhacgn
El órgano corporal sensitivo y la parte^espiritual la divinidad misma, siendo así que xonjrixóg
del hombre están ^naturalmente en mutua influencia. no piensa nada, sino que su función es, mediante' su
Pero nuestro filósofo la concibe posible de tal modo, actividad dirigida a la parte sensible, convertir nuestro
que la iniciativa corresponda a la parte espiritual, pensamiento espiritual de una mera posibilidad en una
influyendo desde luego ésta a la corporal. Los cuerpos realidad actual (1). Una vez hecho esto, el espíritu con
del mundo sublunar, hagamos memoria de lo dicho, (1) Véase la exposición y demostración extensa que hago
nunca pueden influir en las estrellas ni en sus esferas: de este punto en. mi obra: La Psicología de Aristóteles y en
cuánto menos- habían de poder alterar nn espíritu por especial su teoría del votg noir¡nr.6g.

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1(W KltANB WUKNTAMÜ AM H TÓ TK hK H 169

su capacidad intelectivo-emotiva ejercita, hasta cons­ desaparecido como desaparece el jugo del higo en la
cientemente, las más varias influencias sobre el.curso leche por medio de él coagulada. La semilla incorpó­
de los fantasmas y afectos. rea, en cambio, es una semilla diviña y, como“en~éÍla
no cabe disolución ni evaporación, hay que distinguirla
como una parte especial, en el producto de la genera­
Colaboración de la divinidad en la generación ción. Es estalla parte intelectiva del alma humana, el
del hombre llamado vovq.
Si Aristóteles toma en consideración la dificultad ' ParáT'que esa intervención de la divinidad no apa-
ofrecida por la influencia que parece ejercer lo corpo­ rezca demasiado^ Stran¿7~nó^Ó ^jarél Estagirita de*1
ral sobre lo espiritual aun dentro de la unidad .sus­ llamar la atención sobre el hecho de que ya en la pro­
tancial real de la que uno y otro son partes integrantes, ducción de un ser vivo no habrían bastado en principio
mucho menos debía pasar en silencio la que resulta del las fuerzaiTcre los” elementos"' iñferiofésTde no haber
hecho de la generación del hombre: el producto de la intervenido también como causa divinizante, en cierto
generación, que después de todo es un proceso vegeta­ modo, Ja fuerza do las sustancias celestes. Tenemos,
tivo, es un ser no meramente corpóreo sino, en parte, pues, orT la colaboración de Dios a la generación del
también espiritual. ¿ Cómo puede ese ser, aun en cuanto hombre, algo para lo que no falta del todo la analogía
a su parte espiritual, originarse de las catamenias y vn la formación de los seres inferiores.
del semen, cosas ambas que no son sino residuos de Pero y ¿cómo concebir esa intervención de la divi-
alimento elaborado? nidadjLi Acaso en el sentido de que, después dé "haber
E n efecto, míestro pensador tiene esto por tan im­ producido por creación desde toda la eternidad la parte
posible como por insuficiente el recurrir a otras fuer­ espiritual del hombre (1), lo une ahora con un embrión,
zas secundarias y se cree más bien obligado a admitir
(1) Está fuera de duda, según lo dicho, que esa parte
una colaboración inmediata de la divinidad. En el pro­ espiritual tiene a Dios por causa según Aristóteles, pues que
ducto corporal'íormado por medio del semen, al que según él Dios es causa de todas las cosas, no menos de los
desprendido del seno materno pasa la semilla del prin­ espíritus de las esferas que de los seres corruptibles. También
en De An. III, 5 y 7 hace referencia expresa al saber divino,
cipio productor del alma, hay, cuando se trata del "eternamente- actuilT como a- la" prímera~'caüsa de todo saber
nacimiento del hombre, una^Soble semilla? una corpop "humano. Una alusión semejante a la divinidad como primer
ral, otra incorpórea. La corporal es "eh'Jugo"generativo principio de las tendencias naturales del espíritu humano hace
'e~n el librc^7y de_la Ética de Eudemo, cap. XIV. La cuestión es,
que disoívieñdosé^ y evaporándose no está contenido pues^ únicamente_si el .espíritu humano _ha sido creado por
en el germen.como una parte especial, sino que ha Dios desde toda la eternidad o no.
170 AKÍSTÓTELES 171
l ’RANZ MtENTANO

de tal modo que el que hasta aquí existía por sí como el hecho de que no obstante la no-preexistencia, una
especial sustancia espiritual, deja ahora de ser un ser subsistencia del alma después de la muerte no es im­
real en sí y se convierte, en parte de una naturaleza posible, no ciertamente de todo el alma, pero sí de su
humana, o es sólo entonces cuando la produce creativa­ parte intelectiva (1). -
mente? Si Aristóteles hubiera defendido lo primero, - Pero, por otra parte, a la hipótesis de que nuestro
habría creído también que un mismo espíritu es unido -s-'~autorhagjTproducifd e ^ ñ ^ v o p ^ Y )io s cada N
una y otra vez con otros y otros embriones; pues que \-.hombre e n it^ c n oincióny-se^opó^ elnpae-entonces ten--
el género humano se mantiene, según él, engendrando ^ dríamos un hacerse algo de la nada, que aquél rechaza
continua e indefinidamente, y en cambio el número de : como Imposible de la manera más decidida. Y sabemos
espíritus que existen desde toda la eternidad sólo puede ^ también la "razón que le determinaba a enseñar eso.
ser finito. Ahora bien, todos los intérpretes están uná- ’ Dado el principio eficiente y no faltando ninguna de
nimes en creer que Aristóteles en la época más madura fas condTcíoñcsY^lu^ndas7~er^f^to~dcbe~darse junta-
de su vida rechazó la palingenesia (1). Queda, pues, n.mi ;vqiiéT~~nó7\sidcradósrpncs, los espíritus
excluida la primera posibilidad. Y parece estarlo tam­ humanos desde esto punto de vista, parece que, si son
bién por esta otra razón que ya Teofrasto hizo valer (2). jñFduH dós^^ deben serlo desde la eter­
¿Cómo puede concebirse que un cierto espíritu exis­ nidad cómoTos espíritus de las esferas celestes.
tente en sí desde la eternidad se haga solidario en natu­ Sin embargo, toda la dificultad se disipa en cuanto
raleza de lo que es producto de un desarrollo embrional ? nos fijamos en que, aun cuando en la generación del
El alma de este hombre y lamparte espiritual del alma hombre surja algo nuevo que respecto a una parte de
es, por lo tanto, unjij>arte de esta naturaleza. Y así su alma es espiritual, no por eso puede decirse que
deduce luego Teofrasto) que se debe concebir el vove, esta parte espiritual del alma se produzca de. nuevo,
ho como simplemente añadido, sino como comprendido ni aun que el alma se produzca de nuevo. Aristóteles
én la formación del hombre. Y esto concuerda con lo destaca, precisamente en el pasaje en que recházala
que enseña expresamente^! Estagirita, cuando distin­ p i^ e ^ t^ ciF ^ e "T a V alm a s^^~opdsi(noñ r^ 'a iI7paf'ci^
guiendo entfe preexistencia y postexistencia, rechaza postexistencia (y lo hace expresamente), que no se
de plano la primera; en cambio^llama la atención como puede deciFqüFeT F m F sálg F a la luz de la existencia,
sobre algo para él evidente y muy importante, sobre . smo la cosa real cuya naturaleza es el alma. Un caballo1

(1) Véase De An. I, 3 p. 407 b 21. (1) Véase Met. A, 3 y la manera como ZElíEr en su Tratado
(2) Véase el Fragmento de Teofrasto del libro IV de la sobre la eternidad del espíritu se esfuerza en quitar fuerza a estos
Física en T hEmistio comentando el De An. III, 5 fol.. 91 r. pasajes, y su refutación en mi Carta abierta a Zeller, 1883.
172 FRANZ ITOENTANO AHISTÓ TELRS 173

engendra un caballo, no el alma de un caballo: y así rruntible que permanece después de la corrupción del
también un hombgejm gendrajtm hombre, no el alma cuerpo sin experimentar él mismo una trasfogmacion
d o u n hombre n íu n a parte de esta alma. Y si nn hom­ en ^ n contrario (1). Se encuentran, pues, completa­
bre produGe^nTrtomt>rérñb~^oF sí solo sino con inter­ mente en salvo los principios generales qne Aristóteles
vención inmediata .de^ la divimdadTeso mismoTíay ha fijado para la formación de las cosas. También se1
qüe__^c£r~ derTáTYOviii^
Lo qne por ella es producido, más bien lo que se pro­ (1) Comparando lo que aquí digo con lo que decía en mi
escrito de 1882 (“Sobre el creacionismo de Aristóteles”), hago
duce bajó su Colaboración, es única y exclusivamente una rectificación esencial. Reconozco gustoso, si bien creo aún
el hombre, no el alma de este hombre o una parte de hoy, por las razones entonces alegadas, que está bien refutado
esta alma, porque tanto ésta como~aquéíía no son pro- el punto de vista de Zhilxr, que, en mi modo de ver, había
una deficiencia, con cuya rectificación cae por su base la única
ducidas sino únicamente dadas al mismo tiempo como objeción valedera de Zei.ler. Hablaba yo errdneamente_de una
partes pertenecientes al hombre cuando éste^es_engen- creación de la parte_espjx.iUÍ^del alm ahum ana allí donde
debía_ habe rYfi cho~ínós bien una cooperácioír~dé^lYÓ3 a la
drado. __ _______ _ l^máHóíTden^W l^pndfüñra-orp o n ^
Más bien, pues, que de un salf^éTvovg de la nadS^ vo^nTm\ces'Yñten^ verdadero sentido el pasaje T>c
ni siquiera se trata de un surgir e l ^ o5g7imo másTIen ~Geñ. Ait. ÍI»~3 p. 737 a 7, en que Aristóteles dice que nuestra
harté espiritual es ñuest~ro~mej6r yoT"lo" quemTxYln^iaménte
del surgir deunhom bre env irtu d de una colaboración "somos (vóase /?7/i, JViV. X 7' p . ~ 7 S a 2)^slYnestXQ_espÍrltu
de- la semilla paterna y de la fuerza creadora de Dios, no tuviera principio —según Aristóteles— tampoco lo tendría-»
cuya voluntad se dirige aquí, no a una formación con­ ¡Tíos nosóTrosTy no te5aH¡Trátóñ~iYdeclYéÍ en Éth. Nic., que
dobemoseTlser a nuestrosYadresYpues~qúY'a, lo ~mds^habrían
dicionadapor^píla sólo lnm ediaEYmente7 sino a Algo 1íe~ sefY5nta^s~'éntre las causas de nuestra incorporación.
condicionado .iuntai g ^ t ^ p r ja ^ i u e r z a de la semilla y E h " b ó c a r P la tó n seria imposible aquella frase. Cuando ya
por el desavrollo^ embrional. No puede, pues, hablarse entonces hacía,_yoJyaler ésta, replicaba Zeller que tampoco
debíañT^egún mi modo de ver, ser considerados los padres como
aquí de una -contravención al principio de que jamás "causa del ser totál'dei ñmoT'síno únicamente de su cuerpo.
sale nada de la nada, pues que es el hombre el que aquí La réplica carecía aun entonces de gran fuerza, ya que en
todo" caso la producción del cuerpo tendría por consecuencia la
se origina y este no sale de la nada. Y el principio se creación dePespintÚ^segun las leyes cósmicas generales. Tero
mantiene aun cuandadespués d e j^m uerte^delliombrc desde luego- la objeción carece de tocra fuerza con la rectifica -
la parte espiritual de su alma sobrevive como una cosa ción que hagó~ ahora, porqué'ho es que Dios cree~eT~éspÍrit\ry
que el padre cree el cuerpo, sino que.es el hombre vivo espirí-
real en sL misma, pu^^que entonces el alma nace para fual-corpóreo el que es produciüo^por una cotaooración de
sí, es cierto, mientras que hasta entonces sólo era una ambos, en cuyaTformación conjunta está corñnrenaiaa el alma
P J ^ e d e la forma del hombre, p ero no salede la nada, en su parte vegetativa, sensitiva e intelectiva. Tanto el padre
como Dios son tíausaü'cíel hombre todo, bien que ni el padre ni
sino~má5~Í?íen déf hoiñbre~^omQ^ñ^So"^uyo~~i¿co- Dios "sean la causa exclusiva del~mtsmo. Del mismomodoYho
ARISTÓTELES 175
174 FRANZ BRENTANO

reconocerá inmediatamente en relación con lo dicho, hombre. En este punto es cuando empieza a ser el pro­
por. qué no podía admitir Aristóteles que el vovg ducto germinal un ser espiritual-corporal bajo la pre^
humano tuviese ya su principio en lá semilla del padre, dicha cooperación de la divinidad (1).
____ ’x
a menos de considerar ésta desde luego como animada 1) ; Zeeler cree que según Aristóteles el voSr ha estado ya
de un alma intelectiva, esto es de algo partícipe de la antes ^ e l acoplamiento, en la semilla del padre y debe por lo
' naturaleza del hombre y aun hombre ya. Pues que en tanto ascribirse, lo mismo que el jugo generativo, a la semilla
paterna, y que cuando Aristóteles lo llama 9(¡or aTtiQfxa (semilla
eses caso el vovg habría existido ya desde el principio divina), no quiere con ello significar el origen de la semilla,
como una cosa en sí misma y no ya sólo como parte sino que el epíteto “divino” quiere decir tanto como “espiritual”.
de otra cosa-, en otras palabras, habría tenido lugar Pero se había hecho cuestión expresa del origen de esa semilla,
y de no contestarla con el &eiov, habría quedado sin respuesta.
ese salir de la nada que el Estagirita tiene por im­ Y si el tfttov no quisiera decir aquí más que “espiritual”, la
posible. frase: r b ¿(iv ^aipíO-roi1 5v (húuuto?, S a o t c i u n t Q d a i A f i á v s z c u i b (otra lec­
ción dice u) fittor, se convertiría en una tautología que nada
Del mismo modo, si el vovg según el mismo no diría, pues sería como decir: "una parte de la semilla es espiri­
{/ puede estar ya en la semilla del padre, tampoco tual, esto es, una parte de aquellos productos germinales en
puede estar en el germen desde el momento de la que está, contenida la semilla (o, una semilla) espiritual”.
Es extraño también lo que inventa Zeeler de que los escri­
^ fecundación, porque éste, según lo prueba nuestro tos aristotélicos no conozcan jamás un sentido causal de la
ÍT autor por medio de sus importantes estudios embrio­ palabra tfíTor. Desearía yo saber qué otro sentido puede darse
lógicos, sólo después dé una serie de profundas modi­ a las palabras dda tbzvxlu en la Ética de Eudemo, que el de una
felicidad que se nos concede por disposición divina. Habría de .
ficaciones reviste la naturaleza humana. Primero lo considerarse a Aristóteles como un hombre que no estaba bás­
haee aparecer, aun después de la fecundación, como tante familiarizado con el griego de su época para tener por
completamente inanimado en rigor,.si bien preparado imposible el usar nunca el s«iov en sentido causal, ni aun en
unión con la palabra t/ftiqua (simiente) que tan aparentada es
para la animación; luego lo hace participar sólo a una significación causal. No puede probarse el uso del tér­
de alma vegetativa y llevar una vida completamente de mino 9tios en Aristóteles en un sentido técnico unívoco de
planta; después, lograr la animación animal ejerci­ inmaterial, pues lo hace cambiar con frecuencia de sentido.
Una circunstancia que dificulta realmente la interpretación,
tando desde entonces actividades sensitivas; y sólo con­ de este pasaje, es la corrupción del texto que ya la misma sintaxis
siderablemente más tarde lo hace participar del alma hace sospechar. He aquí el texto tal cómo se nos ha transmitido:
zó óé tf¡? yovf¡í aCifia, ¿v w awanég^stctl zb antgfia zb if¡? rfAi%ixf¡g zb
intelectiva y, con ella, de la vérdadera naturaleza del (U¿vj'WQtaióv 6v aúuazo?,.:. i¿ cTdxéguttov, zoCzo zb oniquia ri¡$ yovfjg diecAtírrai
etcétera. Se ha querido enmendar el último en <7<s/i«. Pero es
es que la semilla humana y el embrión humano sea-n pn ana 'una conjetura errada. Más bien parece debe leerse: zb Slx-zfi? yovf¡¿
p rimeras etapas de desarrollo un cuerpo humano en potencia. oOfia... áxégiazovi roüru» zb,.. La explicación deltexto así enmendado
sino un hombre en potencia y puede decirse también que.tie­ está en lo que digo en el texto. Si, como Zeeler quiere, el roC$
nen en potencia un alma intelectiva. De Gen. An. IljjT
176 FttANZ imrcNTATS'O 177
AttrHTÓTKT.Kfl

Ese momento de acabar l e formarse ePhombre coin­ mación del cuerpo mediante el espíritu humano tiene
cide, según Aristóteles, con el de la diferenciación del
sexo (1) y por tanto con el momento en que^ también pues que según la cualidadjlel_alma a.una debía seña­
Platón hacía implantar en el embrión el alma formada lársela por lugar de h a b itac ió n jo n ^ o ^ ^ o ism ^ S ^ d -
por Dios. Éste,_que no creía que el espíritu humano lino, a otra un organismo femenino. Pero desde luego
integrara la naturaleza del cuerpo, se había decidido, esa concordancia es interesante como prueba jie^que en
a_gausa de_ eso mismo, por la opinión, de que la ani- *!Aaástóteles~se ven a~cada pasíTTiuelias^de la influencia
hubiera estado en la semilla del padre, no podría aquél haber de Platón.
animado ésta, porque esto lo niega una y otra vez del modo
más terminante. Y ¿de qué otro modo (si no es para animarla)
podría estar en ella? No como un cuerpo está en otro cuerpo, La aparición del género humano es, por decirlo así,
pues que el vo€t es incorpóreo. Sólo, por lo. tanto, quizás en el la plenitud de los tiempos
sentido de que obrara algo sobre ella o de ella sufriera o ambas
cosas a la vez. Pero, y ¿cómo y qué podrá obrar tratándose do Si la entrada del vov$ en el lelo es el momento do
un mero proceso vegetativo y empezando la actividad noótiea
más tarde que la sensitiva misma? Que el nos incorpóreo acabada íoxanación, también la aparición d^f género
puede sufrir algo de parte de la simiente corpórea, ni que pen­ C humano en la historia~pWde considerarse con toda vcv-
sar en ello. Por otra parte, ¿cómo el vot?, de estar desde luego (bul ^•ññ7Ta~phniitud^^enLOS~tiempos. E l hombre, en
en el semen del padre, podría haber pasado juntamente con el
semen a las catamenias, siendo no algo que forme parte de la efecto, y sobre todo su parte espiritual por la que se
naturaleza del semen, sino algo que existe en sí mismo? Evi­ parece a Dios tanto más que por la parte corporal,
dentemente, habría tenido que hacer ese movimiento de trasla­
ción por sí misrtyo. Y ¿cómo había de haber podido hacer ese parece ser el fin supremo a cuya consecución se dirige
movimiento local, cuando en la Física, al discutir los argumen­ todo el devenir terreno, y con éste, toda la ordenación
tos de Zenón, se dice de la manera más expresa que sólo algo y movimiento de las esferas celestes. Por eso lo llama
extenso puede moverse localmente? Por eso aun los espíritus de
las esferas aparecen como sustancias absolutamente inmotas e nuestro pensador el rey del mundo terrenal. Si frente
inmóviles. Teniendo en cuenta esto, se ve evidentemente cuán a la planta el anirnal^tiene ya^algo de bueno en sí
insostenible es la interpretación 3e la frase: Svqo$ey tTzttad'rm migino, nada es_psto empero comparado con lo que se
(De Gen. An. II, 3 p. 736 b 28) en el sentido de un desplaza­
miento de fuera adentro. Nada más seguro que aquí se trata encuentra realizado en el hombre. Y estim en dejja o m -^
de una relación causal “de dónde”. Volvemos, pues, a repetir Sre~ño está tantcT en la naturaleza humaha-como t al ó
aquí lo que tantas veces hemos dicho, de que hay que tener en
cuenta la interdependencia de un punto con el conjunto de la en" l¿^fta£tes-^s p ln tu ñ i^ ^uanío
doctrina (véase también mi obra recién publicada: Doctrina de en^ su a c B v Id i^ L a ^ iv in id a d r^ según el Estagirita,
Aristóteles sobre el origen del espíritu humano). n c ^ S iím e rfp o te n c ia de^inteleeeión, sino u njíensur
(1) Véase De Gen. An. II, 4.
efectivo y una vida feliz. T así, por consiguiente, el
12. Brentano : Aristóteles. 228. — 2.a ed.
AUISTÓTKT.KH 170
17S K H A N / tlílKNTANO

hombre en tanto participa de la semejanza**1con Dios oix ose amplio sentido que comprende toda clase de
y deóío bueno en síy^nAmlTfÉTF=^^ en^eoin- moralidad, la califica .Aristóteles de “más bella que el
pTétaa^tuacxo^de^us facultades espirituales. Y aquí lucero matutino y vespertino”. Pero vemos también
se presenta en~prím efa'línea la Sabiduría^ como lo que para él la sabiduría es el sol que presta brillo a
h¿ceUestacar có'iT él mayor Teliéve’ no soló"' eñTa~Meia- esos luceros.
física sino también en la ÉfxcaTf criTa Política.
/^ L a sabidur^sY oírece comoYin del hombre'efe tal La vida terrena como preparación para un más
mOdorflueAarxeferéncia a ellaya-susJntexeses-de'be dar allá beatificante y recompensador de todos
la norma para la ordenación total de la vida humana. en justicia
T á h to Y ñ lñ rSstica~ÑícomaQuea como en la Eudemea
y en la llamada Gran Ética se encarece esta idea del Pero ¿ tenemos acaso ya en la sabiduría la cumbre
modo más enérgico. En cierto sentido, se dice allí que de la evolución toda? En ese caso ¿no parecería estar
la Ética y la prudencia práctica son la norma por la todavía muy lejos el mundo de ser el más perfecto que
que debe regirse todo, y en otro sentido se dice que cióte [tensar en eso de ser el más semejante a Dios?
esa norma es la Sabiduría. La prudencia práctica, en Vemos que relativamente muy pocos llegan a
el sentido de que da preceptos c instrucciones; hijubi- hacerse partícipes de la sabiduría y que aun éstos sólo
con interrupciones viven en sus altas contemplaciones.
duría, empero, en el sentido del bien a cuya consecu­
ción jn ira n aquellos preceptos. Las virtudes morales Y aun éstas, ¡ de cuántas imperfecciones no están toca­
deben estar ¿n un medio entre los dos extremos vicio­ das! Dice, en efecto el libro 2.° de la Metafísica, cual­
sos. Pero si se' pregunta cómo se ha de determinar ese quiera que sea su autor, dentro por completo del sen­
medio, la contestación en último término es la siguiente: tir aristotélico, que la inteligencia del hombro se
l a ' determinación ha de ser del modo que responda parece a un buho, que cuando más claro brilla el día,
mejor al fin de la vida del hombre, que está eñ el cono­ es cuando menos ve. Sólo por_razqna^entq_analqgico
cimiento propio del sabio. Igualmente todas las rela­ t ocamos algo_de la divinidad, utilizando así los_con-
ciones sociales en que entra el hombre, deben endere­ ceptos de nuestra experiencia que en sí y_por sí le son
zarse en último término a ese conocimiento como a inadecuados, pero nos falta un conocimiento^propja-
su* fin. mente intuitivo de Dios.
Necesitando el hombre del Estado para su educa­ 'J¿YAnstofeIer:éñsenar que aun para este conocimiento
ción y dirección moral, el Estado todo debe ver su más nod^Ygdta-deblTodo capacidad a nuestro entendimiento
alto cometido en el fomento de la sabiduría. La justicia sóerídóYürYsto^^ ^ más^Jxienj^ ciego,
*12. Brentano: Aristóteles. 228. — 2.* ed.
ISO tfllANZ BftENTANO a t h s t 0 t e i .e s 181
df uno dotado de potencia visual en un tiempo en que después de la muerte? Aristóteles cree que se dan en. la-
no ve realmente (lyrPéro^én^cir^ ^ r i r ^ d e r tierra los casos de más extrema oposición: una virtud
'1HT píegunta^'de si un espíritu aún no liberado del incontrastable o una corrupción absolutamente insana--
'^ tre rp tr^ c ap a z. de conocer a un ser puramente espi- ble (1). Pero también cree en el mérito y en el demé­
i:ítuajty^fr myiubiera llegado ad scrib id la Metafísica' a rito (2) y ve algo hermoso en una sanción de justa
la quWaquíYeserva la contestación de aquellajpre^unta, recompensa (3). Podría, pues, presumirse que también
lo habría hecho en sentido negativo, ya qu^todos bues- el admite en el más allá un Tártaro con penas eternas,
trojf coniepto^eSárLgacados de jo d íantasmas:xPcro si tanto más cuanto que Platón enseñó eso mismo. Sin
. n o e h ^ s tiy id a , seguramentey ehrñonsectTencia de sus embargo, un pasaje de la Metafísica (4) parece indicar
prhTcipiosTñyhabría e ^ ü í d o j a jo sib ilíd id de intuir otra cosa aludiendo al hecho de que muchas represen­
la divinidad en la vida líe más allá. Y con esa visión taciones de lo divino son ficciones inventadas por los
. que lo mismo que la poseída por Dios y los espíritus legisladores para influir en los hombres por medio del
do las esferas, traería consigo el conocimiento del plan temor. También es un rígido determinista (5), lo que
divino del mundo, se alcanzaría una felicidad frente no le impide lo mismo a él que a Leibniz, creer en la
a la cuál sería incomparablemente inferior todo lo que libertad y en la responsabilidad. Ya le vimos autes, a
ofrece la vida terrena aun en sus más perfectas mani­ propósito do Dios, no tener por incompatibles la más
festaciones. Allí veríamos logradas en admirable seme­ perfecta libertad y la absoluta necesidad. ¿ Cómo, pues,
janza a Dios aun las producciones del bajo mundo. extrañarnos de que una necesidad mediata como la que
Y la consideración de ese fin descargaría de todo repro- puede darse para la naturaleza de nuestra voluntad en
~che lo ~ q u é^ atrav S r e ñ r e í ^ mino^en punto a mons- determinadas circunstancias interiores y exteriores, no
truosidades no sólo del mundo vegetal y animaljúno
También d^TaTvida misma~humana (dolores, errores, <1) Véase Eth. Nic. III, 7.
crímenes, degeneración lo mismo de individuos que de (2) Ibídem.
(3) Véase Eth. Nic. IV, 11 p. 1125 b 31, p. 1126 b 4; V,
pueblos y períodos.jailturalcs enteros^, pues uue todo 7. 8; X, 9 p. 1179 a 28.
sería como una especie de preparación embrionaria. (4) Met. A., 8.
Y ese conocimiento de Dios en el más allá ¿lo ten­ 15) A ún no había yo visto esto cuando escribía mi Psicolo­
gía de Aristóteles, y me creo en el deber de rectificar expresa­
drán todos o sólo algunos'escogidos? Y ¿sucederá eso m ente lo que entonces dije. Y donde esto se ve del modo m ás
al cabo de una ulterior evolución o inmediatamente evidente es en la Ética de N icómaco que debe ser considerada
como su obra m ás m adura, si bien pone buen cuidado en preve­
n ir las fu n estas deducciones que m uchos tra ta n de sacar in ju s­
(1) Met. e, 10 p. 1052 a 2. tificadam ente de la teo ría determ inista.

y **
182 F31ANZ BRENTANO
ARISTÓTELES 183

l a ‘tenga él por contradictoria con nuestra libertad?


nitiva la separación del cuerpo y siendo imposible un
Nuestra voluntad se decide siempre libremente, esto renacimiento, ya no es (1) posible un movimiento en
es, según su inclinación, en. pro^o en contra de una
el alma. Aun admitiendo en el alma una cadena de
acción (1) que respondeITlas^ej i g e n c ^ efectos secundarios, deberían realizarse todos de una
lidad, estando ello por tanto., siempre en su mano. Y si vez desde el primero hasta el último, según lo que nos
bien, aun no siendo innata la virtud/ an a d ie , uno está ha dicho sobre la relación temporal de causa y efecto.
más o menos bien dotado que ptro -para ella, está siem­ Pero ¿y cómo eso? ¿No se reduce entonces a la nada
pre en la mano de cualquiera) originariamente por lo la iHea de una sanción recompensadora? Así podría
'menos, el alquirir, si quiere, las disposiciones para la pensarse y esto explicaría por qué Aristóteles en su
virtu d : fa~cúltad que únicamente se pierde de un modo Ética, en oposición con Platón, no alude en absoluto
definitivo en Ta otra vida, mientras que permanece a una recompensa en la otra vida. Pero no es. así.
¡siempre, la facultad de obrar bien de que antes habla­ Acordémonos de la diferencia que nos hizo notar en
mos (2). Algo parecido nos dijo antes respecto a Dios: esto punto entre los espíritus do las esferas y la divi­
no,porque su voluntad esté inmutablemente dirigida nidad. Igualmente lia de haber aquí diferencias en- el
%al bien, le falta'el poder de obrar el mal. Pero a pesar mismo sentido. Si bien los espíritus humanos separa­
de todo, la doctrina de una condenación áb aetemo, dos contemplan el plan del mundo y se ven a sí mis­
aneja al deterninismo, según el cual para todo nuestro mos implicados en ese plan, con su vida en la tierra,
obrar y , conducta es decisiva en último término una sin embargo uno se ve idéntico con el que hace aquí
divina tvrvxía o dvúw^ta (una especie de predestina­ buenas acciones (en lenguaje de la vida terrena: “con
ción) (3), es al^o que tiene dureza insoportable.
el que hizo buenas acciones”), y otros con etique las
¿Cómo se explica esa concepción aristotélica? Todo
hace malas. Este conocimiento al que se llega en la
parece.indicar que-nuestro pensador hace llegar a todos
otra vida es un juicio universal eterno, glorificante o .
en el más allá a un conocimiento de Dios y de su plan
condenatorio, un juicio universal que'se realiza eter- /.
cósmico y con ello a un bien con el que no tiene com­
namente como tal ante los ojos de todos. ¿Nú hájflc ■
paración bien alguno de la tierra.-Y todo ello inmedia­
verse en él una sanción, y una sanción completá&eWe’/
tamente, en el.momento dé la muerte, pues siendo dfefi- ■r' ------i— t í 1 ~—; _____ -—r .
proporcionada al verdadero mentó? ' :1
m
(ljx Véase Eth. Ñ ic .U l, 3, 7, h a c ia e l fin . * „' ■
(2) V é ase E fJi. Nic..:TLI, 7. (1 ) V é ase Met. A, 7 p. 1072 b 8. E l'm o v im ie n to loe
• (3 ). V éase Eth.-Mic* I , 10 p. 1099 b 11. L a v irtu d es Qeóodozo? prim ero, de todos. N u estro pensam iento ño e s u n a m o d ificació n
(u n don de D io s). de co n tin u id ad , pues tien e u n a an te rio rid a d y p o ste rio rid a d íem -v
p o ral sólo p or e sta r eñ dependencia de lo s procesos corp& éoi£
1
• 184 FHANZ mtJCNTANO AHTSTÓTEMW 1S5 '
e-
E n nuestra épo^á, Nietzsche concibió de otra ma­ /en las disposiciones que conducen a aquélla. Si elcri-
nera una sanción nlíraterr^áa. Habiéndose llegado a (] í S ' ^ rainal obra criminalmente porque pospone lo q ü elleb e
convencer en virtud de no sé qué pretendidos testi- ^.preferirse, y al revés, el plan cósmico de Dios se pre-
monios y descubrimientos de las ciencias naturales, de fp senta, sin embargo, como el plan del mejor mundo
que todo lo que en el mundo sucede, se ha de repetir 0 r posible y así, p o rg a rte de Dios, siempre y]en todo sé
exactamente igual en períodos regularmente recurren­ ío'*- ■» da la preferencia a lo que lo merece sobre lo menos
tes, creyó haber hallado en esa idea un motivo que ñ bueno. Todos, por abyectos que h a y a n sido, se convier­
Ih\Jy1l
podía contrarrestar fuertemente la tentación de obrar ten, por decirlo así, en el gitoménto de la muerte;
mal. Tenía que aparecer como algo terrible el verse Si antes preferían lo malo a lo p u eliur ahora-prgíiéren
infamado, no una sola vez sino infinitas veces y siem­ lo mejor, en todo de_completo acuerdo, lo mismtTque en
pre de nuevo por toda la eternidad, a consecuencia de el conocimiento, con la divinidad misma (1). Si en
una baja acción que se comete una sola vez. Pero no alguna concepción religiosa aparece la divinidad ha-
se daba cuenta [de que ese argumento es un arma ciemio salir el sol sobre j ustos e injustos, es en la filo­
de dos filos] de que el que vulnera la moralidad por sofía aristotélica. Aun pava la misma propia persona­
sustraerse a un trabajo que dura un instante, se expone, lidad (conciencia) ImLría desaparecido lo que'eTIaliñya
sí, en virtud de esa pretendida repetición indefinida, querido de maloTTÍó que ahora la llena, es el amor v el
a una infamia que se estaría renovando por siempre; placer de lo verdaderamente bueno.
pero podría decirse también asimismo, que teniendo Ahora bien/cónTlma coiivicción filosófica así, ¿no
que soportar un trabajo intolerable por cumplir con habría de sentirse uno tentado de darse la muerte ?
su deber, en virtud de esa misma repetición indefi- Aquí puede aplicarse también a Aristóteles la frase de
nida tendría que estar soportando ese trabajo no sólo P lató n : “Sería criminal abandonar por iniciativa pro­
esta vez sino siempre y siempre de nuevo. Pero lo que pia el puesto que nos ha sido dado por Dios. Sería una
en <^3etzsche^no resulta por esa razón, en el sistema f acción que, como las otras malas acciones, nos habría
d e^^istótel^ e s t á e n su lugar. El sacrificio se hace de parecer fea por toda la eternidad.”
sólo una vézTpero la conciencia de haber resistido la
(1) Véase lo que dice en Eth. Nic. VII, 5, hacia el fin, sobre
tentación con noble sentido nos ha de hacer felices por el modo cómo únicamente se puede~ÍIegar a posponer lo mejor,
toda la eternidad. Quien tiene tales Convicciones esca- en que hace una cierta concesión, para nuestro caso muy signi­
tológicas, posee" siempre en elías~unnmtTvo^más para ficativa, al punto de vista socrático ~de "que toda preferencia:
concedida a lo malo" tiene su fundamento en la ignorancia!
tpreferii^eruhrar~noble al innoble.^
Pero con la desaprobación de la propia conducta
puede armonizarse la admiración del plan de Dios aun
Ilimitado crecimiento de lo bueno en si. Multipli­ Necesidad teleológíca indispensable del mundo
cación ilimitada de la vida beatífica en sabiduría de los cuerpos
Crece indefinidamente el número de los espíritus Pero y ¿a qué, en general, todo este aparato corpó­
bienaventurados, cada uno de los cuales lleva una reo? Podría creerse que importando únicamente los
especie de. vida de mónada leibniziana como un espejo espíritus bienaventurados del más allá, se habría con­
del universo desde su punto de vista, vida sin embargo seguido esencialmente lo mismo habiéndolos producido
que, como la de Dios, es inmutable. Y así desaparece desde luego la divinidad en su estado final definitivo.
el posible reparo de que el mundo no puede ser el Si a causa de lo absurdo de un número actualmente ■
mejor mundo posible por ser finito y representar toda infinito, esto sólo era posible por medio de una sucesión
" linitud un limite franqueable. Pues si es verdad que de creaciones ¿por qué esa sucesiva creación no ha­
hay límites, también lo es qué todo límite está siendo bía do hacerse directamente cu vez de hacerlo por vía do
.continuamente superado. Cierto que el mundo corpo­ una temporal detención cu el mundo terrenal, en que
r a l no experimenta tal crecimiento. Pero, lejos de ser so encuentra tanta cosa sin valor y hasta, mirada en
esto un inconveniente, es una ventaja. El mundo cor­ sí misma, fea c infame? La respuesta^ emperno, está en
póreo no representa algo bueno en sí, sino sólo útil, lo ya dicho. Lo que solamente p o rljx voluntad' de Dios
y una superación de la medida sería algo superfluo recibe inmediatamente su prime^^i^tg^eia^sQ ^debe
que la bella organización de la Naturaleza no permite, *ser, según el E s^ g irita,__^ernoj3omo Dios. P or eso es
■ni aun en el campo biológico, en virtud del principio:
&
í imposible un salir nadaj i e la nada. Pero si existieran
Natura nihüj&ciÉ.frustra. ‘desde la eternidad todas las inteligencias humanas que
r\:
Ahorar^por qué precisamentejg sjsta (y no otra) la Ü van apareciendo sucesivamente en la historia* serían
medida re?merida~ñor el mejor mundo posible ? Esta ño yanrñaTnmítiplícida q u ecreee indefinidamente,
cuestión es una de aquellas que no podemos resolver sino unajnulti^licidad actualmente infinita. §í, pues,
desde el punto de vista de nuestros actuales limitados la, multiplicación indefinida es laTrequeridY para que el
,,V
conocimientos. Pára_Aristóteles basta el hecho de que T t® d o ^ H D d o s ^ ^ ^ m ^ ^ 3 J ib I ^ ím u n ^ c Ó r jp o r a l,
no están en mejor situación los adversarios del opti­ a modcPcIe una imprescindible incubadora, aparece
mismo para^demostrar otro mundo^como mejor o igual­ tam£ien^como~u^ ^
mente, bueno. Añádase a esto queaqüTtíéne aplicación lo que dice
nuestro autor respecto a la v irtu d : .una más perfecta
IMS l'K A N / IIR K N T A N O

ordenación parece exigir que Dios, a quien debemos


siempre considerar como el dador de este buen don, no
quiera concedérnosla, sino como fruto de un esfuerzo
propio meritorio (i). De ese modo, esa distinción, por
decirlo así, que han de llevar los ■que durante su vida Observaciones finales
en la tierra vivieron bella y noblemente, la ofrece Dios
como una justa recompensa que les discierne a éstos La Filosofía de Aristóteles en confrontación con
con preferencia a otros. Podemos también aquí traer otras concepciones del Universo
a cuento la sentencia aristotélica de que el mundo no Después d&Jo enunciado, podemos explicarnos(cómo
puede parecerse^ a una^niala tragedia^que se reduce a existir fifgctiyamente^ n el espíritu de Aristóte­
meros episodios, sin conexión entreoí (2). Una buena les la convicción de que eKnrden del mundo; tal como
organización requiere una colaboración de todo con él lo concebía, es vovdndcvmnentc digno_de su primera
todo. Así vemos que aun de los espíritus de los esferas NíiTusiTTírar> 3 i..ru . (pío esa concepción, con la exten­
ninguno está sin un influjo providencial sobre el c u rso ^ sión en que la lie expuesto y se la he hecho a él expli­
del mundo inferior. I jo s espíritus humanos, separados, y fA " car y defender, no he podido encontrarla en sus escri­
no tienen ya ese influjo, y, por lo tanto, de no haber *- & tos, porque desgraciadamente no llegó él mismo U\
estado implicados con el mundo inferior en la pre- ,.j¿- realizar la proyectada exposición completa de su Meta-
' ) ccdcnte vida terrena, no tendrían esa colaboración^ f í n c a . ¿"Habré dc^e m erT l?^ que,
"A con los demás acontecimientos que requiere, según .4 como Platón hizo con Sócrates, he pu.esto yo en boca
la convicción de Aristóteles, la belleza artística d e l/ de Aristóteles muchas cosas en ciuc este ni había pen-
mundo. Sólo en virtud de esa implicación, tiene ahora V" . sado Inquiera-?-No faltará quien haga esa objeción. Pero
O cada mónada su especial punto de vista desde el cual i' quien escrupulosamente tenga en cuenta todo lo que
' J contempla el mundo. \ de una parte está contenido como consecuencia en los
/f _____ ' &
(1) S t k . N ic . I , 10. principios y de otra parte sale a luz en observaciones
-~) (2) M c t. A , 10 p. 1076 a 1 y N, 3 p. 1000 b 19. interesantísimas, y al mismo tiempo considere las nota­
bles aporías de Teofrasto (1), de las que no se puede1

',a~\ (1) Además de estas aporiaáj}aX-2íi£j£Q£JL€ui cu en ta ta m ­


bién laT observación, o u eiío sT ia conservado T emistio, del libro V

del cueFpoTTb^qÚe~demuestra su creencia de que el alm.a^iibe-


vr-*
y■
i
AIIISTÓTKT.ES 191
100 FRANZ BBENTANO

decir que revelen dudas sobré las enseñanzas del maes­ echa de ver un amplio parentesco y al mismo tiempo
tro siendo así que sólo sé proponen abrir el camino a una trasformaéión decisiva y realizada en sentido cohe-
una más profunda comprensión de las,mismas, ése (por rente/dSn a m b ^ é l bien de la contemplación es el más
lo menos abrigo esa esperanza) ha de rectificar más y alto y"~nuestra verdadera salud está en el más allá.
más su juicio en un sentido más favorable para mí. Pero en Platón la vida de más allá ha precedido a la
La Teodicea de Aristóteles en nada es inferior a la de este mutídÓT Fuéaná;nó~aquirdonde^se formó al
de otros pensadores teísticos, ni aun a la de Leibniz. alma y no cabe hablar de un perfeccionamiento de la

i.A
También es interesantísima la'comparación de la esca- misma en la vida terrena. Según Aristóteles^ es aquí,
i tología aristotélica con la cristiana en general. A pesar dónde formamos primero los conceptos f y el ülma sólo
de sug.diferencias muy grandes tiene con ella notables empieza a ser, cuando se foriña el hombre. Y para
coincidencias (1). Evita Aristóteles^felizmente las con­ aumentar indefinidamente los ciudadanos del más allá/
tradicciones de los teólÓ ^^ñdet cxmin^i^as y la dureza pasan las almas humanas, una tras otra, de este müiídó
do los qué”ño se detienen ante una predestinación a la aí máslallá. Dcutíró”dH”sc n T ^ , habría razón
condenación eterna. Tiene en cuenta la idea de sanción de preguntarse para qué sirve todo este mundo cor­
rémuneradora. Se encuentra, por otra varieTbíenlun-- poral que contiene tanto mal y horror, y que para los ■
damentado todo lo que he dicho para dar su verdadero habitantes del más allá no ha sido más que tentación
sentido^a la frase aristotélica de que la vida de Dios- para el pecado (1). E n Aristóteles no hay ta l preven­
es~puramente teórícaT ción contra el m unda Éste aparece admirable en su ;
Si establecemos un paralelo comparativo de la con-- teleología como de un embrión, cuaudó se mira al resul- ;
cepcioif^Ósmica~de Aristóteles con la de P latón, se tado final, si híen debe renunciarse a la comprensión
■--------•' v ”d¡Ttodo ^etaIIério]gg 'señaexigir jto a sia d o a la capa:
rada del cuerpo no está ya sujeta a error. De .los dichos de cidad humanaTNo sería difícil, claro es, dem ostiátque
Aristóteles mismo, Sdémás.de_los que ^Jito en el texto, merece el sistema en total no es sosteílible. .No he dejado de y
men5ó n _er pasaje "dé •'Bih. Ñic. X; 7"p. 1177 b 31 en que designa
la vida contemplativa del sabio como una áQavarl^nv (un
hacer alguña_^bservación-crítica””a^lg ú n puntó im por-;
hacerse inmortal) enguanto es posible en vida mortal. Esto tante, si bien no a todos. A pesar de ello, la teoría/?:
.Concuerda, con la idea de que_la^ vida que llevaremos,^ como de la sabiduría del gran pensador antiguo, hasta áqm [
fam oH lr i^ de sabidürfaT más elevada.
, CO También, naturalmente, con l&ÍTlTdcirfnas religiosas tan mal comprendida, podría muy bien abrir los o jo f ||
del Judaismo, de las que salieron las cristianas. En relación ____ ’ - .. "
con ello sé comprende fácilmente las ^expresiones de admira­ (X) Ésto según eí Pedro, Según; elyTtmg^ya/j\o^ es así/
ción .por el pueblo judio que 'encontramos en Tbofrasto y en pero de todos modos, según él, debemos ver eñjíl mundo- de. los;
íás que lo celebra ¿orno, un pueblo filosófico. cuerposúa toda corrupción moral:

*
102 VRAN/. UUKNTANO

de nuestra época tan pesimista, a la idea siguiente:


que los recursos que ofrece la concepción optimista
del mundo, no se limitan, ni mucho menos, a lo que
hoy se entiende común y superficialmente por opti­
mismo.
ÍNDICE ALFABÉTICO

A ca dem ia, 17. 1 C a u sa (le.ficie.ns, OH.


A ccidentes in h e re n le s a la s u s ­ eficiente, 99.
ta n c ia , 70. - - fifficicns, 09.
A cción rec íp ro c a e n t r e el expí- , - - final, 63.
r i t u y el cuerpo, 100 y ss. — p r im e r a , 97 y ss.
A c tiv id a d única' cu Dios. 121 ¡ C a u salid ad , le y u n iv e rs a l d e la,
y ss. 53.
A pna, 1r»0. C o m e n ta d o re s de A ristó te les.
Aire, ir.O. _ ; 23.
A lejandro de Al'rodisia, 22. C om ún perc ep tib le, 43.
- M agno, 13, 15 y ss. ¡ C onceptos, pares de clases d e, 59.
A m or, 100 y ss. Condonación ab deten to, d o c ­
- de sí m ism o en el p rim e r t r i n a de u n a . 1S2.
principio, I 10. t ionot'iinicnl o de 1>iox en el m á s
.\iiitliticos, ,r>7, 71 y s. ; allá. 180.
A nalogía, 50. ¡ Conocim ientos in m e d ia to s, 41
A n a x ú g o r a s , 121 y ss. y ss.
A n im a l, 101, 103 y ss. m e d ia to s, 55.
A p a ric ió n del género h u m a n o , ! C on tin u o , 50.
177 y ss. ' Crecim iento, 1G3.
A potito, 103. i C ronología de los escritos a r i s ­
- do Ja m a t e r i a , 117 y ss. totélicos, 20.
A po rías en T eodicea , 145 y ss. I C u a lid a d , 61.
A s te r, v o n , 26. C u a lid a d es p rim a ria s , 45.
A to m is ta s , 75, 77. i — se c u n d a ria s , 45.
A x io m a s, 46. ¡ C uerpos c o m p u esto s, 157.
— elem entales, 157.
Buy le. 150, ¡
Bien, id e a p la tó n ic a del. 117 D a n te , 23.
y ss. De a n im a , 30 y ss.
D e coelo, 30 y ss.
Cambio, principios de to d o , 83. , De generatione a n im a liu m , 30
— su s ta n c ia l d é l o s cuerpos, 75. y ss.
C am bios su stanciales, 75 y ss., . De partib u s a n im a liu m , 2 / y ss.
C a ta m c n ia s, 160. D efinición s u sta n c ia l, 71.
Categorías aristotélica s, 00. D efinición, te o ría d e la, 27 y ss.
Causa, acepciones de la p a l a ­ D efinición s u s ta n c ia l, lo t r a s ­
b r a , 62. c e n d e n t e de la, 70.
í
1!) I KH A N/ , HI! K N T A N O
/UOSTÓTKJ.KS 195

J)cnomina(io ctvirinseea, 50. I n d u cc ió n per cnumerulionem Palingenesia, 170. i Ser a b s o lu ta m e n te necesario,


D escartes, 45. P a r v a naturulia, 40. ex iste n c ia de u n . 87.
sim pticem , 5(5.
Deseo, 103. fuerza p r o b a to r ia de la, 5(5. P asión, 60, 75. — idea del, 36.
P e n sa m ie n to , 75. , necesario, 92.
Diferencias específicas, 70. Inercia, 67.
Influencia de las estrellas. 159 A - de la sa b id u ría , I 15. I - --- inm ovilidad d d . 89.
Dios aristotélico, in f in ita p er­
P e r accidcns. o b r a r , 82. Silogismo, 55.
fección del, 124. y ss.
Dioses, 153. Inteligencia. 121. P e r se, o b r a r , 82. i S im ple priv ac ió n . 80.
P ercepción, o b je to de, 43. — realización, 80.
D ivinidad, 115 y ss.
Percepciones, 4 I. Simplicio, 23.
— en la generación del h o m ­ J u g o g en e rativ o , .168. S inonim ia, ley de la, 81 y ss.
bre, in te rv e n c ió n de la, 168. Juic ios a firm a tiv o s a priori, 555. P e rip a té tic a , escuela, 17.
Pitias, 14. — clases de, 81 y ss..
— como principio eficiente, — an alíticos a priori, 53.
P la n ta , 163 y ss. S ócrate s, 189.
172. — n ega tivos, 4(5. A P la tú b , 12 y p n ssim . S peusipo, 17.
— - universales. 12. A
E le m en to s, 156. Pterosis, 51. S u b je tiv ism o , 48.
J u s tic ia , 178. Suicidio, ilicitud del, 185.
- corruptibles,. 15(5 y ss. P olítica, 32 y ss.
K m pédocies, 128, 156. P re em in en cia de la v id a teórica S u p e rio rid a d del h o m b re , 163
Kalipo, 30.
E n te n d im ie n to i'mico y con a c ­ K a n t , 46, 54. sobre la p r á c tic a , 138. y ss.
tiv id a d teleológica, 92 y ss. Principio de c o ntra dicc ión, 4(5. S u stan c ia , 62, 7b.
K elvin, lord, 158. S u sta n c ia s se cu n d a ria s. 153.
te o ría del, 321. - - eficiente, 63.
lüscalología aristotélica, 190. de id e n tid a d , 4-8.
Leilmiz. 7, 29, 48 y ss., 55 y ss.. i i u U s e e r u i b U i a n ). Teleiosis, 51.
inscritos aristotélicos, 18. 150 y ss.
Princi¡> inm
K s l a d o , 17<S. 48. Teleología «leí m u n d o celeste.
m a g u ilm l m ás con veideii I e
I . i h r o ilr tu s r i i l e g n r i a s , 60. P r o x e u i ) . I I. 152 y ss.
p a r a un, 1557. L ibros itel A lm o , 58 y j m s s im . I Y in le n r ia p r o e l ir a , I 78. T eodicea . 150, 190.
l-'.tieu, 32 y ¡lassim. sobre lo /¡i n i s h i i i . I I I . T co fraslo , 17 y pnssím.
laceo, escuela del, 17. I T é rm in o s , explicación de los,
— a Nicómaco, -1(5 y [xíssint. Ramios, 23.
1.im ites del conocim iento. 57. 40 y ss.
Kiulem o, 12 y ss. I .ocke, 29, 35, 59. Palio .s■u f f i e i e n s , 58.
E u d o x o , 30. T b o m islio , 170. 189.
1 I.ugar, 59. Ib-com pensa en la o tr a vida, T ie m p o , 59.
183. — id e a del, 51.
F a n t a s í a , 1(53. Deflexión, ca m p o -d e la, 58.
EeÜcidad, 18P. M a g n itu d espacial, 59. T ie rra , 156. ^ .
R eposo, 58. T o m á s de A q u in o , 06.
F ig u ra , 5‘J . M ateria, <52 y ss. R e p ro d u c c ió n , 163.
b'ilipo, 17. ; Maxwell, 158. Tópica, 27 y ss.
R e tó ric a , 53.
Física, 84 y ¡>assim. . M emoria, 163. í U n id a d , 59.
F o rm a , 73 y ss. M e t a f í s i c a , 27 y p a s s i n t .
F r e u d e n lh a l, 23, 8(5. Meteorología, 27 y ss. S a b id u ría , 5 y passim .
F uego, 156. M ovim iento, 58. h u m a n a , o b je to de la, 36. V e rd a d p r im e ra , 106.
Diluciones in te le ctu a les , Hi t. — n a t u r a l , 82. Sabio, 34 y ss.. ¡ V ida, g rad o s de la, 163 y ss.
— sensitivas, 163. M ultiplicidad, 59. S a in t-H ila ire , B e rth é le m y , 32. i — h u m a n a , origen d e la, 162.
— vita le s, 163. M un d o su b lu n a r, 156. Segundos A nalíticos (V. A nalí­ \ — te r r e n a , 179.
ticos).
G eneración e s p o n tá n e a , 9(5. Sem illa incorpórea, 168. j Z e l l e r , 144, 173 y ss.
Nielzsehc, 181. S e n tid o p o r a ñ a d id u r a , 43. | Z enón, 50.
H á b ito , 60. N u tric ió n , 363.
H e r m c a ia s , 14.
H erp ilc de E s ta g ir a , 14. O bjetos p ro p io s y com unes,
Historia a n im a liu m , 30. te o ría de los, 30.
H o m b re , 163 y ss. O lim piodoro, 12.
H u m e , 65, 99. O m nisciencia, 103, 127.
O rde n id e o ló g ic o en la N a t u r a ­
Ideas, origen d e las, 57. leza, 94 y ss.
Inducción, 55. del 1 anverso, 99.
ÍNDICE DE LOS MANUALES PUBLICADOS

1. I n tro d u c c ió n a l e stu d io de la Q u íip ic a e x p eri­


m e n ta l (3.» e d .) ......................................................... R . B lo c h m a n n
2. In tro d u c c ió n a l e stu d io de ia B o tá n ic a (3.*
e d ic ió n ) ......................................................................... B . F . R i o f r I o
3. T e o ría g e n e ra l del E s ta d o (3 .a e d .) .................... O . G . F is c h b a c h
4 . M itología g rie g a y r o m a n a (5 .a e d .) ................. H . S t e u d in g
5-6. I n tro d u c c ió n al D e re c h o h is p á n ic o ( 3 .a e d .) . . J . M o n e v a
7. E c o n o m ía p o lític a ( 4 .a e d .) ..................................... C. J . F u c h s
lí. T e n d e n c ia s p o lític a s e n E u ro p u e n e l siglo X IX
( 2 .a e d . ) ....................................................................... H e i g e l - E n d r e s
9. H isto ria del Im p e rio b iz a n tin o (2 .a e d . ) . . . . . K . R o t h
10. A s tro n o m ía ( 4 .a e d .) ........................... •....................... J . C o m a s S o lá
11. In tro d u c c ió n u la Q u ím ic a in o rg á n ic a ( 3 .a
e d ic ió n ) ......................................................................... B . B a v in k
12. L a e s c ritu ra y el lib ro (3 .a e d . ) ......................... O . W e i s e
13. L os g ra n d e s p e n sa d o re s (3 .a e d .) ......................... O . C o h n
14. Los p in to re s im p re sio n ista s ( 3 .a c d .) ................. B é l a LA zár
13. C om pendio de A rm o n ía ( 3 .a e d .) ......................... H . S c h o lz
1G-17. C ro m á tic a c a s te lla n a ( 2 .a e d . ) ............................. J . M o n e v a
18. H a c ie n d a p ú b lic a , I : P a rte g e n e ra l (3 .a ed .). V a n d e r B o r g h t
10-20. H a c ie n d a p ú b lic a , II : P a rte e sp e c ia l ( 3 .a e d .). V a n d e r B o r g h t
21. C u ltu ra d el R e n a c im ie n to (3 .a e d .) .................... R. F . Arnold
22. G e o g ra fía física (4 .a c d .) .......................................... S. G ü n t h e r
2 2 -24. E tn o g ra fía ( 3 .a c d . ) ................................................... M. H arerlandt
2.1. L as A n tig u a s c iv iliz ac io n es del A sia M e n o r.. F r.t.ix Sautiaux
2(>. T o te m is m o ...................... S . ........................................... M a iu u c k H iísso n
27. C o n c ep c ió n del U n iv e rso , s e g ú n los g ra n d e s
filó so fo s m o d e rn o s ( 3 .a c d . ) .............................. L . B u s s e
28. L a p o e sía h o m é ric a ( 2 .a e d .) .................................. G . F in s l e r
21). Vida de los h é ro e s : Id e a le s de la E d a d M ed ia, I
Í3.» e d . ) ......................................................................... V . Vi-.nEt.
30. H isto ria de la L ite ra tu ra Ita lia n a ( 2 .a c d . ) . . lv . V o s s ij ír
31. A n tro p o lo g ía (4 .a c d . ) .............................................. K . F r iz z i
3 2 -33. Z o o lo g ía , I : In v e rte b ra d o s ( 2 .a c d .) .................. L . B óhm ic .
34. M eteo ro lo g ía ( 2 .a e d . ) .............................................. J . M. L o r e n t b
3 5 -38. A ritm é tic a y A lg e b ra ( 4 .a e d .) .............................. P . C r a n t z -
37. L a e d u c a c ió n a c tiv a ( 4 .a e d .) ................................ J . M a l l a r t C u tó
38. Is la m ism o (3 .a e d .) ...................................................... S . M a r g o l io u t h
39. G ra m á tic a la tin a ( 2 .a e d .) ....................................... W . VOTSCH
4(1. K a n l ( 3 .a e d . ) ................................................................ O . K ü l p e
41. P re h is to ria , I : E d a d do la pied ra (3 .a c d . ) . . M . H o e r n e s
4 2 -4 3 . H isto ria do los E s tilo s a rtís tic o s (4 .a e d .) . . . K . H a r t m a n n *
4 4 . I n tro d u c c ió n a la Q u ím ic a g e n e ra l (3 .a e d .). B . B a v in k
4 5 . T rig o n o m e tría p la n a y e síé rlc u (3 .a e d . ) . . . . G . E s s e n b e r g
46-47. F ísic a te ó ric a , I j M e c á n ic a . A c ú s tic a . C alo r
( 2 .a e d .) ......................................................................... C. .JAger
48. l'slc o lo g ia a p lic a d a (3 .a c d .) ................................ T u . E r is m a n n
4 9 -50. H isto ria do la L ite r a tu r a in g le sa (2 .a c d . ) . . . A . M . SCHRÓER
51. Los B u s o s ......................................................................... G . K . L o u k o m s k i
52. L os N e g ro s ....................................................................... M. D e l a f o s s e
53. O rie n ta c ió n p r o f e s i o n a l ............................................ A . C h l e u s e b a ir g u b
5 4 -55. G eo lo g ía, I : V o lc an e s. E s tr u c tu r a do la s m o n ­
ta ñ a s . T e m b lo re s de tie r r a ( 3 .a e d . ) ............. F . F r e c h
56. H is to ria de la G e o g rafía (3 .a e d . ) ...................... C. K r c t s c h m e r
5 7 -58. H isto ria d el D e rec h o ro m a n o , I ( 2 .a e d . ) . . . . R . VON MAYR
5 9 . G ra ío lo g ía (3 .a e d .) .................................. '................'. M a t il d e R as
G0. D e rec h o in te rn a c io n a l p ú b lic o ( 3 .a e d . ) .......... T h . N ie m e y e r
61-62. H isto ria de tus A rte s in d u s tria le s , 1 : A n tig ü e ­
dad y E d ad M edia ( 2 .a e d . ) ............................. G . L e h n e r t
G3. E l T e a tro ( 2 .a e d . ) ...................................................... C h r . G a e h d e
64-G5. H isto ria de ia E c o n o m ía , I : A n tig ü e d a d y | 'O. N e u r a t h y H.
E d a d M odla ( 3 .a e d . ) ............................................ | . S i e v e k in g
6G. In tro d u c c ió n a la C iencia (3 .a e d .) .................... J . A . T h o m s o n

/!«“*
ÍNDICE DE LOS MANUALES PUBLICADOS ÍNDICE DE LOS MANUALES PUBLICADOS

07. 1 51. H isto ria d e la a n tig u a lite r a tu r a la tin o -c ris ­


00. C om pendio do In s tru m e n ta c ió n ( 2 .a c<l.) . . II. ÜIKMANN t i a n a ( 2 .a c d . ) ...................................................... A. Gudemann -
60. H isto ria do la E s p a ñ a m u s u lm a n a (3,* cd .), A. G . F a l e n c ia 1 5 2 -1 5 3 . D e re c h o p o lític o g e n e r a l -y c o n s titu c io n a l
70. H isto ria d e I n g la te rra ( 3 .a e d . ) ...................... L . GlíRBER
S ir C. P. I l b e r t
c o m p a ra d o ( 2 .a e d . ) .................................. . v .
154. H is to ria d el A n tig u o O rie n te (2 .a e d . ) . . . .
G . F is c h b a c h
E r ic h E b e u n g
\ /
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k
71* E l P a rla m e n to (2.* e d .) .......................................
72. O rie n ta c ió n de la d a s e m e d ia (2.* e d . ) . . . L . Mü f f e l m a n n 1 5 5 -1 5 6 . L a o rq u e s ta m o d e rn a ( 2 .a e d .) ......................... F r . V olbach *
7 3 -74. L a P in tu r a e sp a ñ o la (3.* c d .) ........................... A . L . M ayf . r 1 5 7 . B c rg s o n ( 2 .a e d . ) . ................................................... E d ua rd o Le R oy • ■
75. L a e ra dé los g ra n d e s d e sc u b rim ie n to s . . . . 158. E u ro p a m e d ie v a l ( 2 .a e d . ) . . . . . . . . . . . . . . . H . W . C . D a v is .
76. C o o p e ra tiv a s de c o n su m o ( 2 .a e d . ) ............... F. S t a u d in g e r 1 5 9 -1 6 0 . M a rfile s y a z a b a c h e s e s p a ñ o le s ...................... J . F e r r a n d is *' • •
77. In d ia (2 .a e d . ) .......................................................... S. K o no w 161. , \ . • ",
76-79. L a e s c u ltu ra d e O ccid en te (2 .* e d .) . . . . . . H. Stegm ann 1 62. Fraseo m nsical (2.a e d . ) ............... .-............ .. H . R ie m a n n ; : i-
80. P re h is to ria , I I : E d a d del b ro n c e (3.* e d .). M. H oernes 163. La1 Esenela (2.a ed.)............................ ............ J. J. FirfotAY ' %
81. I n tro d u c c ió n a la P sic o lo g ía (3 .a e d .) .......... E. von A s t e r 1 6 4 -1 6 5 . Historia de la L iteratura arábigo-española. A . G . F a l e n c ia ./•?
82. C u ltu ra d el Im p e rio b lz u n tln o ( 2 .a e d .) . . . K . R o th 1 66. Los -anímales p reh istó rico s............................ O. Abel ■■
8 3 -84. E s p a ñ a b a jo los B o rb o n e s (3 .a e d . ) ............ Z a b a l a L er a 1 6 7-168. Geometría' descriptiva............. ......................... R . H aussner ’ •‘ )
85. P rá c tic a s e sc o la re s (4 .a e d . ) ............................. R . Sey ffer t 169. L os anim ales p a rá sito s............................. ^ .. E . F:.-G alianó
86. T e c h u m b re s y a rte s o n a d o s e sp a ñ o le s ( 2 .a 170. Introducción al estudio do lo Zoología . . . F . G . d e l G ed , . ¡V
e d ic i ó n ) ............................................ ..................... - .J. R á f o l s 1 71. G eografía del Mediterráneo griego............. .. O . MAULL ' ; •
87-88. G eo lo g ía, I I s R ío s y m a re s (3 .a e d . ) .......... F . F rech 172. Teoría general de la Música (2.a ed.) . . . . M . R ie m a n n , -: -
8 9 -90. H is to ria d e F r a n c ia ( 2 .a e d . ) ........................... R . S tf . r n k k ld 1 73. Dictado m u s ic a l.......................... ..................... H . RIEMANN...
91. D e rec h o c a n ó n ic o ( 2 .a e d . ) ................................ E. S e i i u n g 1 74. Países polares ....................*............... . . . . . . - H . R u po lph i
9 2 -93. G e o g rafía e c o n ó m ic a (4 .a e d . ) ......................... W . SCHMIDT 175. Lógica (3.a e d . ) . . . ................................ .. J . Gr a u - „ *:
94. A rte ro m a n o (2 .a e d . ) .......................................... H . K och , 1 76. Los problemas de la Filosofía (2.a- ed.) . . . B. ' R u s s e íl
95-96. P s ic o lo g ía d el tr a b a jo p ro fe s io n a l (2 .a ed .). A . C h l e u s e b a ir g u e '1 7 7 . Filosofía m edieval....................................... M . G r a b m a Nn
97. G e o g ra fía d e B élg ica ( 2 .a e d . ) . . . . ................. P . OSWAT.D 178. El alm a del educador (2.a ed.) ..................i. K e r s c h e n St e i n e r -
9 8 -99. H isto ria de la L ite r a tu r a la tin a ( 3 .a c d .) . . A. G udemann 179.
100. A rte á ra b e ( 2 .a c d . ) ............................................... A i i i .k n s t if .t.-E n o e l 1 8 0-181. La escultura m oderna y contem poránea . . A. H bi
101-102. H isto ria del D erecho ro m a n o , II (2 .a e d .). . R. VON M ayii 182. Man u al del planista (2.a e d . ) . . . . . . . . . . . . H. Rl
103. G e o g rafía d e F r a n c i a ............................................ F . Sonco 183. Citología y anatom ía de las p lan tas. . . . . v H . Mu
104. P o lític a e c o n ó m ic a ( 2 .a c d .) ............................. V an i >kh B o iig h t 1 84. Orígenes del régim en constitucional en Es- ’ L; ' >
105. R o m á n tic a c a b a lle re s c a : Id e a le s de la E d ad p a ñ a ................................................................... M. F ; A lmagro * ’ V
M edia, II ( 2 .a e d . ) . ............................................ V. VnniSL ' l&L El Crédito y ln Banca (2.a ed.)....................W . LRX ».
106-107. H is to ria de la P e d a g o g ía (3 .a c d .) ................. A. M k ss e r 166. Estadística (2.a e d . ) ......................................... S. SCTdTT * Y .% '^
108. A rlo s d e c o ra tiv a s c u la A n tig ü e d a d ( 2 .“ c d .) F . P o u i .skn 1 8 7-188. Pslquiutrín forense (2.a e d .) ..,................. W . W eyoandt .'; -
109. P sic o lo g ía del n iñ o (4 .a e d .) ............................. l t . Ga u m * 1 8 9-190. Arqueología española . . . / J . . R .-MÉLICA,-, ‘ '
1 1 0-111. H isto ria d e Ita iiu (2.* c d . ) ................................ P . O rsi 191. Los anim ales m arinos ................. .......... .... E ,' R i o j a " - ^
112. L a M ú sic a e n la A n tig ü e d a d ( 2 .a c d . ) . . . . K . Sachs 1 9 2-194. Paleografía española, I - 1 I .
113. Q u ím ic a o rg á n ic a (3 .a e d . ) ................................ B . B a v in k 195. Geografía del J a p ó n .........,f. . .-. F . W'.
114. Z o o lo g ía . 11 : In se c to s (2 .a e d .) ...................... .1. G r o ss 1 96. Geografía política ¿ . . . . . *..v A .'D íx
115. P re h is to ria , 111: E d a d d el h ie rro ( 2 .a cd.) M. H o u iin k s 1 97. La vida en las aguas dulces- . . . . . . / C.-A r é l a l o ,
116. D e sa rro llo d e la c u e s tió n so c ial ( 2 .a c d .).. F . TüNNIES 1 98.
117-118.
119.
120.
F ísic a e x p e rim e n ta l, 1 ( 2 .a e d . ) ......................
H isto ria de la L ite r a tu r a a le m a n a , I ( 2 .a e d .)
H isto ria do lu L ite ra tu ra a le m a n a , I I ( 2 .a cd.)
R . L ang
M . K och
M. K och
^ 201 . '
.1 9 9 -2 0 0 . Geobotánica ............. .., . v. V .. . ,

202 . E l C o m
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e r
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c i o , . . .
V*'-,
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^
WVJ á BX »
121. T e o ría d el c o n o c im ie n to ....................................... M. W e n t s c h e r 2 0 3 . É tica . . . . . . . . « » . . < < • « m í *i>' Jf' 9ÍÍ; i M0(
. 122. F u n d a m e n to s filo só fic o s de la P ed a g o g ía ,/■ 20& Higiene escolar (3.a e d .). . . . . . . . . .>L i BÓvCÜÉtii
• (2 .a e d .) ..................................................................... A . Me s s e r "v 205. M anhal del O r g a n is ta .....
123-124. H is to ria d e la L ite r a tu r a p o r t u g u e s a .......... F . d e F ig u e ir e d o 1 V 206, H istoria de P o r t u g a l ; . Á v . ; S $ f i ó i í í
125. A rte In d io ..................................................................... O . H over 2 0 7-208. H istoria de la L iteratura r u s a . . ; . , . . i.v A ¿ ;B rúc
1 26. M ú sic a p o p u la r e sp a ñ o la ( 2 .a e d .) ................. E . L ó pez Chavarri 209-21.0. L a-A rquitectura de Occidente ...\t'i LScbX!^^
127-128. E s p a ñ a b a jo lo s A u s trlu s ( 2 .a e d . ) ............... E. I b a r r a .. 211- 212 . Composíciób musical i - ¿ / - ¿ Y . . a H.-3
129. G e o m e tría de] p la n o (2 .a e d . ) . ......................... G. M a h l e r V> 2 13, Geografía de Sui za. . . . . . . r1
130. G e o m etría d el e sp a c io ........................................... R. Ü L A S F .R « 14. Geografía de laa. Islas Brit&nleaS. • .
131-132. H isto ria d el D e re c h o e sp a ñ o l ( 3 .a e d . ) . . . . S . M in g u ij ó n r -/ • . 2 1 5 ,
133. 2 1 6-217. Los fundam entos de la BÍo(ó¿i¿ ,(2.a e d . ) ^ 1
134. H is to ria d e l C om ercio m u n d iu l ( 2 .a e d .). . M . G . SCHMIDT 2 18. lntroducclód a la- Bloquim iea. i<
135. M in e ra lo g ía ( 2 .a e d . ) ............................................ R . B rauns 2 1 9 -2 2 0 . Teoría $ práctica de la ContabflTdad.
136-137. F ísic a te ó ric a , I I ( 2 .a e d .) .................................. G . J áger 221- 222. A rte Ita fla n o ........... .rí.;,
138-139. H isto ria d e la s M a te m á tic a s ( 2 .a e d .) .......... H . W lE L E IT N E R L a Edad Media en la- Corona dé'- A rag ó n y ;A¿1G iÍ4é n L
.2 2 3 -2 2 4 .
140-141. F ísica g e n e r a l (2 .a e d .)......................................... J . Ma ñ a s y B o n v í Introducción a la Psicología experljilentali 'N^ 'BRAtrÑs
-225.
142. P e tro g ra fía ( 2 .a e d . ) ............................................... W . B ruhns 2 2 6-227.In tro d u ccló n aiaC íen ciád elD ereeh o (2 .aecL) T B ¿ ;S ]'
143. B a jo c ifra d o (A rm o n ía p r á c tic a al p ia n o ) . H . R ie m a n n A ristó teles.......... .................. ..
228.
144-146. • 229. Fuga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
147. P e d a g o g ía e x p e rim e n ta l (3 .a e d .) .................... W . A . J .ay Contrapunto (2.a e d . ) . .
230.
148. G eo g rafía de I t a l i a ................................................. G . G rf . im ' Federico Froebel (2.a ed.) . . . . . .
231.
149. H isto ria de la F ilo lo g ía c lá sic a ( 2 .a c d . ) . . W . K roll Econom ía y Polítieá, agt^irl^ :(2.a_éd.)-..%
232.
150. R e d u c c ió n a l p ia n o de la p a r titu r a de o r­ £33.
Países bálticos ........... .. ¿i
q u e sta (2 .a c d . ) ................................................... H . R ie m a n n Oceanografía física , ¿ . . 1 . . . . ./¿ .-.y.
234. w ..
■* > v l
■ ' / a -• • -s . ' • • • ' •
ÍN D IC E P E t O S M A N U A L E S P U B L IC A D O S * ~ * ¿ * * ^

£35-238. H istoria de ta ild e a i fíolitleas, I-II (2.* c d ,) .. XI. G. ¿ ettell 8! ..idfca......i ...........................
£39. Los Ideario! políticos do la actualidad. H . H sl l b r . 821. Oeografía de A ustralia y Nueva Z elanda*, v ^
/ £40. Santo T om ás'de A g n ln e . . . . . . ....... M. G rabmann 322. Derecho m usulm án.......................................... J . JLOwenv*
£ 4 1 .'La Psicología contemporánea. (2.* e a .) .. . . -J. V. V iqubira ' 823. Sociología...................................... X. vow W
£42. X a Ejosóflanza elentifleo-hataral (2.a ed.). .^ K erschensteinbr 324-325. .Geografía'de la Enropa Central, I F. M acha
£43. - ¿ / 826^32Z,jaefioraCa_de_laJEntP£n -cw^ fral.l
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.319. X a tonadilla e s c é n ic a ............................. .. J . S ubirá NI O prazo acima poderá ser prorrogado, caso a
- V - . 1-?:^- ~i •- V; obra nao esteja sendo procurada por outre leitor. -y < Xi
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