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Tesla diseñó un sistema mundial de transmisión de energía inalámbrica llamado "sistema mundial de transmisión inteligente". Construyó una estación experimental llamada Wardenclyffe para demostrar este sistema, pero tuvo problemas para obtener financiación. John Pierpont Morgan aportó fondos iniciales pero dejó de financiar el proyecto cuando se dio cuenta de la verdadera ambición de Tesla de transmitir energía a gran escala de forma inalámbrica. Sin más fondos, Wardenclyffe nunca se completó y el sueño de Tesla de
Tesla diseñó un sistema mundial de transmisión de energía inalámbrica llamado "sistema mundial de transmisión inteligente". Construyó una estación experimental llamada Wardenclyffe para demostrar este sistema, pero tuvo problemas para obtener financiación. John Pierpont Morgan aportó fondos iniciales pero dejó de financiar el proyecto cuando se dio cuenta de la verdadera ambición de Tesla de transmitir energía a gran escala de forma inalámbrica. Sin más fondos, Wardenclyffe nunca se completó y el sueño de Tesla de
Tesla diseñó un sistema mundial de transmisión de energía inalámbrica llamado "sistema mundial de transmisión inteligente". Construyó una estación experimental llamada Wardenclyffe para demostrar este sistema, pero tuvo problemas para obtener financiación. John Pierpont Morgan aportó fondos iniciales pero dejó de financiar el proyecto cuando se dio cuenta de la verdadera ambición de Tesla de transmitir energía a gran escala de forma inalámbrica. Sin más fondos, Wardenclyffe nunca se completó y el sueño de Tesla de
En cuanto llegó a Nueva York, Tesla se enfrascó en presentar la batería de patentes
relativas a la radiodifusión y la transmisión de energía. El conjunto de ellas suponía el diseño de un sistema de radio mundial. Lo llamó “sistema mundial de transmisión inteligente”. Tesla basaba sus esperanzas en el principio de que un gas a baja presión es un excelente conductor para corrientes de alta frecuencia. Como la presión límite en la cual el gas se convierte en buen conductor es más elevada que el voltaje, sostenía que no sería necesario elevar un conductor de metal a muchos kilómetros sobre el nivel del mar. En una de las patentes fundamentales del sistema titulada “Aparato para la transmisión de energía eléctrica”, el propio inventor expone que “mi invento consiste en producir en cierto punto una presión eléctrica de tal carácter y magnitud que produzca una corriente que atraviese los estratos elevados del aire entre el punto de generación y un punto distante en el que la energía será recibida”. Los diagramas de la patente muestran los aparatos con que Tesla efectuó demostraciones experimentales de transmisión de energía a través de gases rarificados. El inventor era consciente de que Marconi avanzaba a buen paso en la carrera de transmisiones radiofónicas de largo alcance, culminando con éxito emisiones cada vez a mayor distancia en los meses en que su rival había desaparecido. Por ese motivo, estaba ansioso de construir el primer centro emisor de su sistema mundial de transmisión y liquidar la cuestión con un aldabonazo. Su primer movimiento fue acudir a Westinghouse con la exclusiva de su sistema para establecer comunicaciones telegráficas sin hilos con cualquier punto del planeta. Sin embargo volvió con las manos vacías. La primavera de 1900 fue penosa y frustrante. Todos los acercamientos a potenciales inversores fracasaron. Para dejarse ver, Tesla frecuentó de nuevo el exclusivo Player´s Club. Robert Johnson le echó una mano en la campaña de comunicación que debía contrarrestar su controvertida imagen del momento. The Century Magazine publicó la célebre serie de artículos titulados “El problema del aumento de la energía del hombre”. A pesar de su prosa desordenada, el texto tuvo el efecto que pretendía. El primer inversor en interesarse por el sistema de transmisión de Tesla fue el reputado arquitecto Stanford White quien se convirtió en uno de sus más firmes defensores y se ofreció para construir el edificio que debía de albergar el primer centro de emisión. Pero el lector del artículo que resultaría más vital fue sin duda John Pierpont Morgan. A mediados de otoño de 1900, Morgan se aproximó al inventor para interesarse por el proyecto. La negociación para cerrar un acuerdo fue muy dura. Tesla no quería cometer otro error empresarial, mientras que Morgan era un gran empresario muy experimentado. Morgan aceptó financiar el proyecto hasta un límite de 150000 dólares y exigió 51% de todas las patentes que se generaran, además de permanecer en el anonimato como inversor. El 1 de marzo de 1901 rubricó el acuerdo aunque el 51% e Morgan significaba que podía abortar el proyecto si los resultados no le satisfacían. En suma, en su intento de enmendar sus errores pasados, el inventor firmó de nuevo un acuerdo desastroso. “El científico no tiene como objetivo el resultado inmediato, no espera que sus avanzadas ideas sean aceptadas con facilidad, su deber es sentar las bases para aquellos que están por venir e indicarles el camino” Nikola Tesla Con el primer adelanto económico de Morgan, Tela buscó un terreno adecuado para empezar su central. El banquero y abogado James. S. Warden le vendió 80 hectáreas en Long Island y en su honor, Tesla bautizó el lugar como Wardenclyffe. El 11 de diciembre de 1901 comenzaron oficialmente las obras oscurecidas por una sombra: el 6 de diciembre, 5 días antes, Marconi había logrado transmitir la letra “S” en código morse desde el Reino Unido a Canadá, cubriendo una distancia de 3200 km. LA TORRE WARDENCLYFFE A principios de 1902 parecía que Marconi había ganado la partida a Tesla en la carrera de la radio. Lo importante era Wardenclyffe, un proyecto de un alcance inaudito, un cambio de paradigma que dejaba pequeño el hito de la corriente alterna y las pruebas de Marconi. En su opinión, su sistema mundial de transmisión inauguraría una era de abundancia. Sin embargo, todo aquel entusiasmo no podía esconder el verdadero problema con que nacía Wardenclyffe: para culminar el proyecto era necesario mucho más dinero del que Morgan aportaba. Wardenclyffe acumuló problemas desde el principio en todos los frentes. Stanford White advirtió que los cálculos de Tesla como la altura de la torre necesaria para realizar transmisiones transatlánticas, eran impracticables en la realidad a causa de su resistencia al viento. La torre era una estructura de vigas de madera con planta octogonal. La intención del invento era aprovechar la capacidad de resonancia del agua. Aunque Tesla no lograría finalizar la construcción de aquella primera estación transmisora, si consiguió avanzarla lo suficiente como para ponerla en marcha. Sin embargo, jamás conseguiría edificar una estación receptora para demostrar que su sistema era viable. Se han hecho ensayos exitosos de transmisión inalámbrica de energía en entornos controlados, como los realizados en el MT, pero jamás a la escala que el inventor pretendía. Sea como fuere, el proyecto de Tesla quedó inconcluso y sus principios sin demostrar. La relación entre el inventor y su patrón adquirió pronto un tinte de servilismo que queda patente en las cartas que intercambiaron en aquellos tiempos. Cuando empezó a escasear el dinero para pagar a los trabajadores, el ritmo de construcción se hizo intermitente. Tesla tuvo que desviarse de su propósito inicial y dedicarse a aceptar todo tipo de encargos. El edificio principal del complejo llegó a ser apto para su uso, pero la torre Wardenclyffe nunca llegó a finalizarse como indicaban los planos. Para reclamar a su inversor el dinero necesario, Tesla se creyó en la obligación de confesarle el auténtico objetivo de Wardenclyffe . y tal como temía en cuanto Morgan descubrió que estaba financiando el sueño de un mundo sin dependencia energética, le respondió con una última y lacónica carta: Querido señor, En respuesta a su nota lamento decir que no es mi intención adelantar cantidad alguna más de las que ya le he dicho. Por supuesto, le deseo toda la suerte en su empresa. Sinceramente suyo, J. Pierpont Morgan La contestación de Tesla no fue menos contundente; en un extenso y magnífico reportaje reveló a bombo y platillo la identidad del gran financiador de Wardenclyffe. A continuación, siguió escribiéndole con descaro para pedir dinero, cada vez en menor cantidad, pero sin cesar. Su única relación posterior fue a través de su abogado, quien comunicó a Tesla que si pretendía llegar a un acuerdo con un tercero debía comprarle a Morgan su 51% algo totalmente imposible para el inventor. En junio de 1904, un juez embargó la estación experimental de Colorado Springs para pagar la deuda de consumo de electricidad que el inventor había contraído con la compañía eléctrica local al gastar mucho más de lo esperado, aunque le habían prometido suministro gratuito. A esa demanda se unió otra del ayuntamiento de la localidad por facturas de agua y una denuncia del que había sido el vigilante, por salarios impagados. Las instalaciones fueron derribadas y vendidas como leña. Los aparatos intervenidos acabaron en un depósito. De algún modo parecía que Wardenclyffe necesitaba un certificado oficial de clausura, y lo obtuvo de un modo trágico. La noche del 25 de junio de 1906, Harry Kendall Thaw, heredero de una de las mayores fortunas de Estados Unidos, aquejado de severos trastornos mentales y notorio drogadicto, le descerrajó a Stanford White tres disparos mortales en la terraza del Madison Square Garden. La influencia y el poder de los Thaw lograron que el jurado declarara inocente al multimillonario alegando locura transitoria, en una sentencia inédita en la historia judicial de Estados Unidos. Tras el luctuoso suceso, Tesla se quedó irremediablemente solo. Fue entonces cuando Nikola Tesla, en otros tiempos una auténtica dinamo humana, comprendió que tenía que asumir el fracaso del proyecto de su vida. Sufrió una crisis nerviosa y se recluyó durante largo tiempo. Habían pasado dos décadas desde que abandonará a Edison para librar una guerra tenaz bajo la bandera de un sueño y finalmente el sueño había muerto.