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SAVATER: ENTREVISTADOR Y ENTREVISTADO.

LA MARGINALIDAD EN
LA VIDA Y OBRA DE EMIL CIORAN

Un día Cioran le concedió una entrevista a Fernando Savater, la cual se publicó en


1977 por parte del escritor español. En esa entrevista se entabla una conversación sobre
algunos de los temas más relevantes dentro de la obra de Cioran, que lo acompañaron como
obsesiones a lo largo de su vida. Entre estos temas, resaltan la infancia del pensador
rumano, el contexto político de Rumania en el siglo XX, la escritura como terapia, la
finalidad de los libros (“hacer despertar”), la ambivalencia cioraniana (alegría/tristeza), el
destino de la filosofía, la formación filosófica de Cioran, la marginalidad, la utopía y el
hastío.
Mi intención es que esta entrevista rendida por Cioraan se pueda leer a la luz de
aquella que se le realiza a Fernando Savater por Carlos Cañeque y Maite Grau, y que se
encuentra registrada en Cioran: el pesimista seductor. Creo que algunos temas de los que
se he mencionado encuentran un complemento valioso con los aportes de esta otra
entrevista.
Es el caso, por ejemplo, de la marginalidad. Éste es un aspecto de la vida y obra de
Cioran que comprende una toma de posición en las relaciones sociales, la formación
filosófica, la misma concepción acerca de la filosofía y los procesos de escritura. La
marginalidad no es, entonces, una parte aislada del conjunto del pensamiento cioraniano;
es, ante todo, como quien dice, un elemento estructural, un principio. Pues bien, cuando se
le pregunta al pensador rumano qué es lo que recuerda de Rumania, por ejemplo, él dice
recordar su faceta primitiva, preferir a los analfabetas e iletrados rumanos (Cioran, 1997:
18). Savater declara que para Cioran no huebiera sido extraño que una prostituta supiera
más que Heidegger (Cañeque & Grau, 2007: 12). Y es que un iletrado o una prostituta
cuentan con una suerte de visión directa sobre la vida: las opiniones a las que sus
experiencias los fuerzan no están sujetas a intereses políticos, académicos, intelectuales,
etc. En este orden de ideas, un académico se enfrenta a la vida y la entiende a la luz de una
teoría filosófica o científica. La perspectiva de la persona marginal es, entonces, más
honesta.

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Además de lo anterior, que es una muestra de cómo es que la marginalidad se
inmiscuye en las relaciones sociales de Cioran, hay otro aspecto que evidencia la actitud de
Cioran frente a la vida de mantenerse al margen. La noción misma de marginalidad puede
ser leída desde este otro ángulo. Si en un primer momento se relaciona la marginalidad con
la honestidad, en este se relaciona con el hastío. Con todo, honestidad y hastío no son
nociones distantes ni contrarias: son elementos de la lucidez. Pues bien, Cioran mismo ha
dicho que aunque ha vivido intensamente, no le ha sido posible integrarse a la existencia;
que su marginalidad es esencial, y no accidental. (Cioran, 1997: 26). La imposibilidad de
integrarse a la existencia que se reconoce en Cioran es una consecuencia del hastío, un
sentimiento a partir del cual se asume que cada acto es inútil, que el mundo ha sido, es y
será igual. Quizá el hecho de que este autor permanezca a lo largo de su existencia lejos del
ámbito cultural de su tiempo enseña eso de la marginalidad esencial. Lo digo porque
Cioran, de acuerdo con lo que dice Savater (Cañeque & Grau, 2007: 80,81), no se mantuvo
al tanto de lo que ocurría en los cines, ni en los teatros, ni en los museos. Únicamente se
ocupó de los libros y, con todo, de los libros que le eran de interés, sin pretender un
conocmiento general que abarcara todas las cosas.
De lo anterior se sigue, por lo demás, que la marginalidad es un elemento presente en
la formación filosófica de Cioran: se encuentra reflejado en su desinterés por lograr un
“currículum” académico (Cañeque & Grau, 2007: 19) y, también, en su despreocupación
por toda filosofía que no se presente como caso, que no tome como estilo de expresión
privilegiado la confesión (Cioran, 1997: 22). A Cioran no le preocupa hacerse en una
relación científica con el mundo, que prescinda del aspecto subjetivo o personal de esta
relación; no le interesa el tratado. Se puede decir que él, aunque gran lector, sólo lee lo que
lo motiva, es decir, lo tiene sin cuidado un conocimiento general de todo: es, pues, en este
sentido en el cual es dado afirmar que es, como lector, un lector marginal. Sus lecturas no
se guían por los parámetros usuales de estilo, importancia dentro de la historia universal,
etc., sino que, simplemente, se orientan a partir de los llamados que ofrece el gusto propio.
Las consecuencias de esto son muy grandes: si no hubiese nada que nos gustara leer, no
leeríamos; si no hubiese una obsesión que obligara a leer, no se leería (porque no se lee
para aprender). Por lo demás, la lectura que realiza Cioran sobre los autores de su
preferencia tiene como punto de partida que encuentra en ellos, no una mera experiencia

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intelectual, sino también una experiencia pasional, de primera persona, que compromete
sólo la vida privada de los mismos (el hecho de que estos autores expongan sus
experiencias tiene, antes que una finalidad científica, una finalidad expresiva, a la manera
de un lamento o de un grito) (Cioran, 1997: 22). Este tipo de experiencias, precisamente,
reclaman la confesión como el medio adecuado para hacerse explícitas.
Creo que lo anterior puede aunarse a la concepción de Cioran acerca del futuro de la
filosofía. Para él, “la filosofía no es posible más que como fragmento” (Cioran, 1997: 21).
Este sentido que cobra la filosofía, afirma Cioran, es una muestra de honradez, en la medida
en que se renuncia a la pretensión de lograr un sistema absolutamente coherente y fiel a las
experiencias humanas. En este punto pienso, pues, que se alcanza a ver la relación entre la
filosofía de este autor y la marginalidad: la filosofía se meustra aquí ajena a los parámetros
tradicionales de presentación: los tratados, los artículos de investigación. El aforismo se
encuentra al margen del corriente ejercicio filosófico. Además, está a nuestro alcance notar
que Cioran es un pensador marginal, ya no solamente en la forma en que presenta sus
reflexiones, sino también en el contenido de las mismas. Esto es así porque, tal como lo
explica Savater (Cañeque & Grau, 2007: 25), la filosofía ha de entenderse desde un lado
destructivo, crítico, y otro lado constructivo, propositivo. Las reflexiones de Cioran se
mantienen en el primer momento, el destructivo; por consiguiente, se mantienen al margen.
Todavía más: Cioran no se elige como un pensador dialéctico, sino como un pensador del
lamento, es decir, prefiere quejarse que razonar (Cañeque & Grau, 2007: 62).
En fin, la intención principal que tiene Cioran al escribir, retratada en la entrevista
que le concede a Fernando Savater, también refleja la marginalidad. Los libros de Cioran
quieren, en principio, mantenerse al margen. Él no escribe nunca pensando en un lecto,
como si la finalidad natural de un libro fuera que otro lo leyera. El pensador rumano sólo
escribe y publica con fines terapéuticos pues, de acuerdo con él, ambas actividades le
ayudan a sobreponerse a sus obsesiones (Cioran, 1997: 19-20). Cioran sólo procuró escribir
para él. Si fue leído y comentado por otros hay que tomarlo como una circunstancia
externa, no esperada por el autor; se obliga uno a repetir las frases que se dijeron con
ocasión a su muerte: se propuso fracasar y tampoco lo consiguió.

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