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Belén Urbano Téllez 2ºbach B

1. LA POESÍA BARROCA
En principio, los poetas barrocos siguen las convenciones del petrarquismo. Sin
embargo, este que ya había evolucionado en la segunda mitad del siglo XVI
hacia el manierismo de Herrera o la poesía ascético-mística de fray Luis y san
Juan, se percibe en el siglo XVII como una retórica agotada. Como consecuencia,
se ensayan distintas estrategias de superación, que afectan tanto a los temas como
a la forma.

1.1. ASPECTOS TEMÁTICOS


Con respecto al petrarquismo renacentista, los poetas barrocos cultivan
una más amplia gama de temas y tonos:

- La poesía barroca presenta una vertiente filosófica moral que


manifiesta la visión desengañada de la existencia propia de la época.
La fugacidad de lo terrenal y la inexorabilidad de la muerte se
convierten, así, en motivos centrales. La huella del estoicismo se
aprecia en los poemas morales de Quevedo o en la “Epístola moral a
Fabio”, de Andrés Fernández de Andrada. El motivo de las ruinas
aparece, por ejemplo, en la célebre “ Canción a las ruinas de Itálica”,
de Rodrigo Caro.
- El amor sigue siendo un tema fundamental, pero frente a la pretensión
petrarquista de transmitir una sensación equilibrada de autenticidad en
la expresión de sentimientos, los autores barrocos exploran otros
caminos: el ocultamiento de la emoción (Góngora), la
confesionalidad (Lope), o la vinculación del amor a la trascendencia
(Quevedo).
- La mitología no es ya un depósito de sabiduría, con cuyos personajes
el yo se identifica para transmitir sus conflictos íntimos. Es habitual el
tratamiento paródico o jocoso (Fábula de Píramo y Tisbe, de Góngora)
o el uso de un argumento mitológico como excusa para un despliegue
de virtuosismo verbal (Fábula de Polifemo y Galatea, del mismo
autor).
- La poesía satírica y burlesca encontrará amplio desarrollo en el
Barroco, como corresponde a una sociedad en crisis que se cuestiona a
sí misma. Tipos sociales, costumbres o rivales literarios serán objeto
de repoblación o escarnio, con una doble finalidad: corregir los vicios
de su tiempo y producir un efecto cómico.

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1.2. ASPECTOS FORMALES

El conceptismo es una actitud estética, compartida por todos los poetas


barrocos, que parte de la consideración de la poesía como artificio basado
en el ingenio o la agudeza, que pretende sorprender o deslumbrar al
receptor.

La lengua poética se aparta del lenguaje común mediante una acumulación


de recursos retóricos (metáforas, hipérbatos, juegos de palabras…). Esta
complicación formal, que se ofrece al lector como un reto intelectual,
puede interpretarse como una tentativa de enmascarar una realidad
engañosa y desagradable.
En el siglo XVII se seguirán cultivando el soneto y los metros italianos
(heptasílabo y endecasílabo); sin embargo, los poetas barrocos preferirán
la silva a la lira, y recuperarán estructuras de la poesía popular, como el
romance o la letrilla.

2. CARACTERÍSTICAS GENERALES
Temas: la nueva poesía reflejó los contrastes característicos de la época. De
este modo, junto a un tratamiento serio de temas como el desengaño o la
muerte, se desarrolló una tendencia poética de carácter humorístico y satírico.
El Barroco admite una gran variedad de asuntos, pero entre ellos destacan
algunos como los sueños o la mitología.

En cuanto a las formas, la poesía barroca se caracteriza por alternar la métrica


culta procedente de Italia, como el soneto, con formas de la literatura popular,
como los romances, las coplas o las letrillas. Los autores cultos manifiestan
un gusto por la literatura tradicional y componen parte de sus obras en este
estilo. En esta época se desarrolla abundantemente lo que conocemos por
Romancero Nuevo. Así pues, los géneros y la métrica siguen siendo
esencialmente los mismos que en el Renacimiento.

La poesía barroca se caracteriza también por perseguir la originalidad y por


buscar la admiración del lector mediante el ingenio. Esto ocasiona que en el
Barroco abunde el empleo de los recursos retóricos, lo que contribuye a que,
en ocasiones, la poesía de esta época sea oscura y difícil de forma consciente.

El Barroco busca la ruptura del equilibrio entre forma y contenido que


caracterizaba a las obras literarias del período anterior. Este propósito común

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de desestabilizar se encuentra en la base de las dos principales tendencias
renovadoras de la época: el culteranismo y el conceptismo.

3. CULTERANISMO Y CONCEPTISMO
El culteranismo persigue la belleza formal. se centra en la elaboración
pormenorizada del significante, en el cuidado minucioso del lenguaje, que
imita a veces al latín. Esto explica el gran empleo de cultismos y de
hipérbatos (alteraciones en el orden habitual de las palabras) o el gusto por la
acentuación esdrújula. El culteranismo se distingue también por el uso de
perífrasis, complejos tropos, encabalgamientos abruptos, etc. El léxico tiende
a la expresión detallada de lo sensorial, abundan las referencias a los distintos
sentidos y se presta una atención especial al color y a la luz. El máximo
representante de esta corriente es Luis de Góngora, iniciador de este
movimiento, que contará con diversos seguidores. Por ello, el culteranismo se
denomina también gongorismo. La tendencia exagerada hacia la
complicación del lenguaje fue objeto de abundantes críticas en la época, entre
las que destacan las de Quevedo y Lope.

El conceptismo se fija más en el contenido y prefiere emplear recursos de


ingenio, como juegos de palabras, asociaciones de ideas y dobles sentidos. De
esta forma, deshace la armonía clásica mediante la elaboración compleja del
significado. El poeta conceptista utiliza a menudo recursos de carácter
semántico, como la ironía, la paradoja, la antítesis, la hipérbole, el equívoco e
incluso la caricatura. El representante más importante del conceptismo
poético es Francisco de Quevedo

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