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El aprendizaje puede ser definido de muy diversas maneras y no existe coincidencia entre los
autores sobre una única manera de definirlo.
Así Beltrán citado por Gento Palacios, 2002 lo concibe como un cambio más o menos permanente
de la conducta, que se produce como resultado de la práctica.
Hilgard, 1976, entiende por aprendizaje el proceso en virtud del cual una actividad se origina o se
cambia a través de la reacción a una situación encontrada, con tal que las características del
cambio registrado en la actividad no puedan ser explicadas con fundamento por las tendencias
innatas de respuesta, la maduración o estados transitorios del organismo.
El aprendizaje se entiende según Gento Palacios como un proceso complejo de interrelación entre
los conocimientos nuevos y las experiencias del sujeto, lo que a través de una conveniente
reestructuración y organización conduce a una síntesis de equilibrio basada en la adaptación
individual a su entorno propio.
Los motivos que tienen los adultos para participar en programas educativos pueden clasificarse en:
El nivel de transferencia viene determinado por la forma en que el adulto, en general, organiza el
conocimiento recibido desde diversos campos, pensando en la utilidad del mismo para situaciones
prácticas. Con esta perspectiva, lo aportado por diferentes áreas de conocimiento es asumido y
reelaborado por la persona adulta, siguiendo el criterio de rentabilización para sus actuaciones
concretas.
Así, cuando parece que la memoria a corto plazo va disminuyendo con los años debido a las
interferencias de la vida cotidiana, las dificultades para el aprendizaje obedecen frecuentemente
más a interferencias de tipo psicológico que a deficiencias para el aprendizaje mismo.
La persona adulta desea generalmente tener la máxima información antes de pasar a la acción.
Asimismo el aprendizaje de los adultos es más rápido si tiene más conexión inmediata con la
práctica.
De todos modos y dado que el adulto puede estar afectado por deformaciones emocionales y por
errores de conocimiento, debe hacerse un mayor esfuerzo por lograr un aprendizaje riguroso y
objetivo.
Al respecto, debe tenerse en cuenta que la experiencia y conocimientos que van acumulándose a
lo largo de la vida pueden determinar cierta rigidez intelectual para resolver problemas.
Las limitaciones de tiempo y espacio proceden del hecho que el adulto debe compatibilizar su
aprendizaje con otras responsabilidades. Esto muchas veces genera ansiedad en el adulto por la
necesidad de rentabilizar al máximo su dedicación al estudio.
El adulto puede mejorar su condición por el esfuerzo personal para enriquecer su individualidad y
para mejorar su entorno. Es en ese ámbito de intencionalidad donde cabe ubicar la acción
educativa y didáctica, a partir de la educabilidad como atribuible al ser humano adulto en general.
Por otra parte, la configuración de las sociedades actuales pone aún más de relieve la necesidad
de que los adultos continúen de modo permanente el aprendizaje.
Extraído de: Gento Palacios, Samuel. Técnicas y estrategias didácticas en educación de personas
adultas. Madrid: UNED, 2001.