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Las principales entradas eran Ios frutos del patrimonio de la ciudad y Ios tributos,
ya que rara vez se recurría a prestamos. Las entradas de Ios bienes del Estado
eran importantes y Ias tributarias se limitaban a impuestos indirectos.
DURUM afirma que a los atenienses no les agradaba imponer tributos sobre la
propiedad y sobre Ios frutos del trabajo, a menos que hubiera necesidades
urgentes.
MASI sintetizo entradas y gastos de Atenas de la siguiente forma :
Entradas
ordinarias:
Entradas
extraordinarias:
a) gastos
patrimoniales
Esa función, que incluía cualquier operación de venta o compra por cuenta del
Estado, estaba confiada a diez poleti, que constituían una magistratura con un
miembro por cada tribu y que se reunían en el poleterion (BÖCKH).
Otros funcionarios del tesoro eran los politai, elegidos por sorteo, que cumplían
funciones administrativas, como estipular contratos públicos, concesiones
privadas y otros bienes del Estado, vender los productos confiscados, etcétera.
HUMBERT, que acepta este relato, observa sin embargo que el tributo por censo
no fue una contribución fondiaria, ya que era de carácter excepcional.
De todas las asignaciones concedidas se tomaba nota en los libros del erario
para su sucesivo control.
Los distintos magistrados no tenían, por eso, una propia caja, sino que todas las
sumas para los varios gastos se tomaban únicamente del tesoro.
En cuanto al pago efectivo de lo debido a los acreedores del erario, los
quaestores a veces pagaban al contado (pecunia erogata) o más frecuentemente
acreditaban ese importe a un deudor del Estado (petunia adtributa). El servicio
de cobro de impuestos estaba a cargo de los publicanos, quienes se asociaban en
empresas comerciales para repartirse Las zonal de actividad. Los publicanos
fueron los capitalistas más importantes del mercado financiero romano y su
actividad se extendía a todos los negocios con el Estado. Su posición, ya sólida
al inicio de la republica, se hizo dominante en los siglos tercero y segundo A.C.
(GARRAUSTE).
La recolección del capital necesario para estas empresas era organizada por
sociedades con centro en Roma y ramificadas en todas las provincias
(DELOUME). El servicio de cobro no se retribuía mediante un beneficio
proporcional, sino que se vendía el derecho de percibir los tributos y rentas
públicas por un lustro contra una suma fija para el erario (CUNNINGHAM).
En tiempos de necesidades urgentes del Tesoro, los publicanos anticipaban las
cinco cuotas, contra un descuento muy superior al determinado por la tasa de
interés corriente. Obtenida la cesión se cometía todo tipo de abuso para obtener
lo más posible de quienes debían pagar los tributos.
Se llamaba a los jefes de las sociedades manceps, a los que recogían la décima de
los productos portitores y pecuarii a aquellos que recogían los aranceles de
importación y exportación o los derechos de pastura. En general, la
administración publica romana no ofrecía la posibilidad de verificación y
control que encontramos en siglos posteriores en los países de Europa meridional
y occidental, por efecto del complejo y racional sistema aduanero introducido por
los árabes, que registraban toda transacción bajo forma de tablas sinópticas. Por
el contrario, en forma mas simple, la republica romana hacia constar la
administración de sus bienes y la recaudación de impuestos directos e indirectos
en los actos de los censores y en los de las sociedades arrendatarias (COGNAT).
Por eso, la administración financiera era más simple, pero permitía la comision de
abusos por parte de los publicanos y no tenia una organización burocrática
racional ni era cuidadosa en la registración de entradas y salidas. Los censores
seguían normas y criterios generales que tendían a equilibrar ventas y gastos y
debían hacer una sola rendición de cuentas como ordenadores del gasto,
mientras que Ios quaestores, erogadores del dinero publico, debían rendir cuenta
de Ias sumas recaudadas por el arriendo de impuestos, de los cánones pagados
por inquilinos de propiedade3 publicas y de la gestión de gastos por pagos
efectuados por obras publicas.
El contenido de los registros era similar a los adversaria del padre de familia y,
por lo tanto, acreditaba las sumas pagadas por los deudores y debitaba Ias
pagadas a los acreedores.
Los quaestores urbanos tenían también funciones de control sobre los agentes
contables menos erogadores de gastos. Efectivamente, podían verificar la
legalidad, autenticidad y regularidad de las ordenes de recaudación y de pago
efectuadas por Ios quaestores militares o provinciales.
También competía a los quaestores la ejecución de bienes de los arrendatarios y
sus garantes, en caso de no haberse cumplido sus contratos. A menudo, el
adjudicatario por cláusula contractual debía satisfacer su obligación en las
manos de un quaestor militar o de algún acreedor del mismo. Entonces el
movimiento de fondos se efectuaba, según principios de derecho civil, por medio
de banqueros romanos y de sus corresponsables de las provincias, mediante un
mandato del deudor del tesoro al acreedor designado, regulándose la cuenta
entre la caja provincial y la caja central del tesoro. Según CICERON, se producía
así una circulación considerable de capital, gracias a las ordenes de pago entre
tesoreros generales de la capital y tesoreros locales o bancos de cambistas y
publicanos (GARRAUSTE).
En general, las leyes prohibían que los quaestores efectuaran exacciones sin
autorización legal o alienaran una renta del Estado sin una consulta del Senado.
Se necesitaba además la orden de un cónsul o de un censor. En casos de
gravedad, el Senado encargaba a los quaestores que se ocuparan de la
recuperación de sumas adeudadas al erario sin orden de magistrado y, a veces,
eran encargados de vender el botín o bienes de los condenados (MOMMSEN).
Por todo lo recibido por el tesoro se emitían comprobantes, preparados por los
escribas y enviados por los quaestores a los interesados, luego de su registración
en un libro diario. No hay que confundir el libro diario (adversaria) con el libro de
cuentas mensuales (tabular o codex accepti et expensi), ni con los libros de
cuentas corrientes de los banqueros (argentarü) y de los quaestores (rationes).
Estos registros contables eran generalmente tenidos con cuidado, si bien por la
creciente corrupción bubo ejemplos de falsos recibos, emitidos por los escribas, a
veces con participación de los quaestores (MOMMSEN).
La función de erogación del gasto era el otro deber institucional de los
quaestores. De los documentos y narraciones historicas, podemos deducir que
había un reglamento minucioso, derivado de leyes y consultas del Senado, cuyo
cumplimiento era controlado no solo por este, lino también por los censores, los
cónsules y los varios miembros del colegio de quaestores. Todo acto ilegal se
podía descubrir y ser perseguido por los tribunos (HUMBERT). Los gastos,
autorizados y ordenados por un magistrado competente, se llevaban al pago,
previa emisión de la respectiva orden, acompañada por los documentos que
avalaban la liquidez del crédito, la situación del acreedor, el objeto del pago. No
podía, por lo canto, el quaestor, pagar en contra de la ley. El procedimiento de
pago era el siguiente: los acreedores, luego de la ejecución del contrato o de la
obra pública, presentaban la orden del censor, cónsul o pretor y la prueba de la
recepción por parte del magistrado competente. La identidad del que ordenaba
el pago y la del acreedor debía ser probada por testigos y el acreedor debía
acusar recibo del pago obtenido, que era inmediatamente registrado por los
escribas en el libro diario y en el libro mensual con indicación de la fecha y la
causa del pago (HUMBERT).
La existencia de un verdadero balance de entradas y salidas durante el periodo
republicano es disentida por varios autores; se ha sostenido sin embargo que,
aunque sea improbable la existencia de un balance completo y unitario votado
anualmente por el Senado, no se puede dudar de la existencia de un balance
quinquenal de gastos ordinarios y un balance de entradas normales. El Senado,
efectivamente, daba a los censores un crédito equivalente a la mitad y a veces a
la totalidad de lo obtenido por tributos anuales (vectigal annum), durante cinco
anos, para aplicarlo bajo su responsabilidad al mantenimiento de los servicios y
edificios y para la ejecuci6n de obras públicas.
Las res sacrae eran los bienes consagrados a los dioses, las res religiosae eran
las dedicadas por los padres de familia a los dioses de la casa, las res sanctae
eran los bienes destinados a la defensa del Estado (que aun hoy estan en el
patrimonio del Estado).
Por otra parte, la res publicae eran los bienes fuera de comercio, como foros,
calles, ríos navegables, confines terrestres, playas marítimas, puertos, lagos y
las tierras y minas públicas.
Las res universitatis eran las cosas destinadas a use publico (edificios, plazas,
circos), pero de comunidades distintas del Estado (municipios, colonial).
La noción de res publicae y res universitatis era simple para los romanos:
eran las cosas destinadas a ser usadas por el pueblo (BIONDI) y cuya
administracion era respectivamente del Estado o de los entes públicos
menores.
Había finalmente una distinción entre los bienes in patrimonio y los extra
patrimonio, como la res nullius y la res derelictae. En cuanto a la
organización periférica de los servicios financieros, en cada comunidad había
una oficina en la que se mantenían registros de todos los fondos existentes
en el territorio. Estos registros eran muy precisos y reflejaban la situación
económica del contribuyente y el estado efectivo de sus bienes. En los
registros estaba indicado el nombre de los fondos, la ubicación, los fondos
vecinos, la extensión, el número y tipo de plantas (viñas, olivos, bosques o
tierras de siembra); había además indicaciones sobre posibles salinas o
minas, el número de siervos y la indicación del valor, según la ultima
declaración del propietario (MOMMSEN).