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LA CONTABILIDAD PÚBLICA DE LOS ATENIENSES 

Para muchos estados de Grecia, según CICCOTTI, no hay fuentes sobre su


organización financiera, pero para Atenas se puede hacer una reconstrucción
parcial del orden financiero gracias a las referencias contenidas en las obras
literarias, a las informaciones de Ios oradores y de los historiadores y, sobre todo,
por las cuentas y deliberaciones esculpidas en mármol que atestiguan el cuidado
del pueblo ateniense la administración pública.

Las principales entradas eran Ios frutos del patrimonio de la ciudad y Ios tributos,
ya que rara vez se recurría a prestamos. Las entradas de Ios bienes del Estado
eran importantes y Ias tributarias se limitaban a impuestos indirectos.
DURUM afirma que a los atenienses no les agradaba imponer tributos sobre la
propiedad y sobre Ios frutos del trabajo, a menos que hubiera necesidades
urgentes.
MASI sintetizo entradas y gastos de Atenas de la siguiente forma :

Entradas
ordinarias: 

a) patrimoniales, por asignación temporaria o perpetua del usufructo o


gestión:: de minas, bosques, salinas, etcétera; 

b) extrapatrimoniales, por multas, gastos de justicia, confiscaciones,


aranceles duaneros, tributos de Ios aliados, tributos de los extranjeros
domiciliados en  

Entradas
extraordinarias: 

a) impuestos sobre los bienes de los ciudadanos (solo en caso de


urgencia); 

b) prestamos recibidos de Ios templos. 


Gastos (diataxes)
ordinarios: 

a) patrimoniales, para la conservación de bienes públicos y los servicios


públicos; 

b) extrapatrimoniales, para la prestaci6n de Ios servicios


públicos; 

c) gastos de justicia, de administración, para la defensa, para el


mantenimiento de los esclavos públicos, gastos asistenciales y de culto. 
Gastos
extraordinarios: 

a) gastos
patrimoniales 

b) gastos para la dotación de bienes


públicos 

c) gastos para armas y equipos para el ejercito y la marina,


etcétera. 

El sistema de exaccion de impuestos estaba armado de forma muy racional: Ias


entradas ordinarias se arrendaban, mientras que la exaccion de impuestos
extraordinarios de guerra y de las multas se confiaba a oficinas públicos. Algo
parecido, como se ve, a la moderna técnica de exacción de impuestos directos e
indirectos. Las contribuciones regulares se arrendaban a contratistas públicos, por
lo que para la exacción no intervenían más funcionarios públicos que los que
recibían el canon establecido. 

Esa función, que incluía cualquier operación de venta o compra por cuenta del
Estado, estaba confiada a diez poleti, que constituían una magistratura con un
miembro por cada tribu y que se reunían en el poleterion (BÖCKH). 

Lo presidía el miembro más anciano (prytanis); para la venta de los tributos y de


los bienes 
confiscados se agregaron luego los encargados del theoricon pero toda la
actividad estaba bajo el control del Consejo. 

Los contratistas de los impuestos, según ARISTOTELES en la Constitución de


Atenas XLVII, se escribían anualmente en tablillas blancas con el precio de
arriendo. Los nombres de los que debían aportar se inscribían luego en diez
tablillas, que eran custodiadas por un esclavo publico; al vencimiento del pago,
este mandaba las listas diariamente a los apodecti, que registraban los pagos
ante la bule y devolvían la lista al esclavo publico. Si alguien no pagaba, era
inscripto en la lista como deudor y debía pagar la suma doble o ir a prisión. 

En la organización de la contabilidad pública de Atenas no hay distinción entre


hacienda y tesoro. Los magistrados que administraban la hacienda eran varios
con atribuciones para recolectar impuestos o con atribuciones de tesorería,
como se diría hoy (CAVAIGNAC). El tesoro público se conservaba en la sala
trasera del Partenón, que surgía al centro de la Acrópolis y estaba guardado por
los llamados "tesoreros de Minerva". 
Se sabe muy poco sobre el modo en que se empleaba el dinero público. Parece
que la ecclesia (reunión pública de todos los ciudadanos) destinaba sumas a las
juntas ejecutivas, las cuales, a través de su tesorero (tamias), las erogaba por
orden de la comision respectiva (ANDREADES). El tamias podía también retirar
dinero del tesoro para las necesidades urgentes, con la autorización de
los apodecti. 
Estos constituían colegio de diez magistrados elegidos por sorteo y recibían el
dinero percibido por los varios magistrados de hacienda. También había diez
tesoreros de la diosa Minerva y eran nombrados por sorteo, uno por tribu pero
solo de la clase de los propietarios. Para las otras divinidades existían colegios de
cinco tesoreros nombrados por sorteo entre los ciudadanos de 1 clase de
propietarios. Cada colegio de tesoreros podía efectuar toda operación de quita
o deposito en su respectivo tesoro. Había guerreros destinados al cuidado
externo de los tesoros. 

La organización burocrática de la administracion financiera era mas compleja,; la


ecclesia elegía los ellenotami, que recolectaban los impuestos de las ciudades
tributarias; estos tesoreros eran antes elegidos por la primera liga ateniense,
pero cuando el tesoro se transporto de Delos a Atenas, los magistrados fueron
todos atenienses (CAVAIGNAC). 

Otros funcionarios del tesoro eran los politai, elegidos por sorteo, que cumplían
funciones administrativas, como estipular contratos públicos, concesiones
privadas y otros bienes del Estado, vender los productos confiscados, etcétera. 

Había luego practores que cuidaban la percepción de multas e impuestos: estas


sumas se entregaban ante la bule (Senado) a los apodecti; esta operación era
ejercida antes, sin embargo, 
El mismo DEMOSTENES dicto mas tarde la reforma del ordenamiento de
la contabilidad publica, por la que el manejo del dinero se simplifico con la
creación de un único funcionario administrador general de las entradas del
Estado. Ese funcionario duraba cuatro años y era elegido no por sorteo sino por
sufragio entre todos los ciudadanos; el se ocupaba de la compleja organización
de los servicios financieros y contables y suya era la responsabilidad directa de la
caja principal del Estado, en la cual confluía todo el dinero destinado a los gastos
públicos.

LA CONTABILIDAD PÚBLICA DE LOS ROMANOS:  EL PERIODO


REGIO 

La contabilidad de los romanos comenzó por el uso, convertido luego en ley, de


que el padre de familia llevara registro diario (adversaria) de todas las entradas y
salidas de la casa y que mensualmente cotejaba con otro registro (codex occepti
et expensi). 

La fe pública de estos actos contables privados lo prueba el hecho de que la


declaración de asentimiento de un deudor de una partida de la cuenta constituía
obligación formal para el deudor mismo (HUMBERT). 
La falta de fuentes confiables no permite apreciaciones sobre la hacienda del
legendario periodo de la monarquía. Sin embargo, por Ias existencias limitadas
de la sociedad romana primitiva, de economía agrícola-pastoril, la hacienda
debía ser simple y de reducido monto, contemplando las necesidades del culto,
la defensa y una incipiente administración interna. Según los autores antiguos se
habrían aplicado impuestos por capitación (tributum in capita), como medio
extraordinario de hacer frente a las exigencias financieras derivadas de la guerra.
Es de suponerse, sin embargo, que siendo este, más que otra cosa, un préstamo
forzoso y la tesis de la existencia de un tributum in capita o de un tributum ex
censu que implicaría un catastro, instituidos por SERVIO Tulio, es inaceptable
(MARQUARDT). 

Recordaremos sin embargo la sugestiva narración de LIVIO y DIONISIO sobre


esta institución tributaria. Durante el periodo regio habría existido la capitación,
prestación personal directa que, inicialmente, gravaba igualmente sobre ricos y
pobres, pero que sucesivamente se habría restringido solo a los plebeyos,
provocando varias insurrecciones. 
En eso habría reparado SERVIO TULIO, instituyendo el censo sobre la base del
catastro. Siempre según LIVIO y DIONISIO, SERVIO TULIO instituyo las centurias e
introdujo la tributacion en función de la riqueza poseída, surgiendo de tal manera
el primer verdadero tributum ex censu. 

HUMBERT, que acepta este relato, observa sin embargo que el tributo por censo
no fue una contribución fondiaria, ya que era de carácter excepcional. 

Se debe pensar, por el contrario, que ese ordenaraiento haya correspondido al


periodo entre el final de la época de los reyes y la redacción de las XII tablas, o
hasta la toma de 
Roma por los galos, es decir casi hasta la introducción del sueldo a los militares
(CICCOTTI).

LA CONTABILIDAD PÚBLICA DE LOS ROMANOS: EL PERIODO REPUBLICANO 

De este periodo tenemos noticias más confiables: el Senado tenía el derecho de


votar las entradas y decretar su cobro. Los cónsules tenían la función de
administrar la hacienda y la facultad de emitir órdenes de pago, mientras que
Ios quaestores tenían la gestión de la hacienda, es decir la recepción de las
entradas, el pago de los gastos y la custodia del tesoro (PISCIOTTA). 

Más tarde, por el crecimiento de gastos y entradas y de toda la


organización administrativo-contable, se creo la "censura", institución
fundamental del sistema financiero romano. Efectivamente los censores eran
los supremos rectores de la ha- cienda pública, del patrimonio y obras públicas
(MoMMSEN). Sin embargo, en obras publicas de gran importancia el Senado
tomaba parte; así fue, por ejemplo, en Ias construcciones de los acueductos. 

La asignación de partidas se efectuaba sobre la base de la suma requerida en el


año o en el lustro precedente. En esa asignación se determinaba una reserva en
exceso sobre el presunto gasto, y cuyo monto real quedaba determinado al
finalizar el periodo. 

La asignación para obras públicas se hacía sobre la base de los remanentes de


caja (petunia praesens); esto no se aplicaba cuando ese remanente era muy
limitado; en ese caso se recurría a la reserva o, como durante las guerras púnicas,
se recurría a préstamos públicos. 

Durante periodos de crisis financieras, y a la espera del producto de las


victorias militares, los censores se esforzaban por aumentar las entradas del
tesoro. 
El Senado, al decretar la asignación de sumas para servicios y obras, no
siempre determinaba su monto, sino que a veces se limitaba a establecer que
cienos gastos se deberían cubrir con determinadas entradas, de importe
incierto. Por eso, al no verificarse la correspondencia, no se podía efectuar el
pago. Naturalmente esta correlación entre entradas y salidas no era norma
general, sino que caracterizaba aquellas obras y servicios no inderogables,
cuyo pago se podía fácilmente posponer. 

El Senado no prescribía para la gestión de las sumas mas normas que la


obligación de mantener los gastos dentro de los límites asignados, sin
determinar para los censores el orden de precedencia entre las obras o
servicios a realizar. Con respecto a las obras publicas, los censores aseguraban
el mantenimiento y reparaciones ordinarias sin necesidad de autorización
especial del Senado. En algunos casos, el Senado opinaba sobre cual obra
debiera haberse satisfecho de preferencia; en esos casos, los censores
tenían gran respeto por esas opiniones. MOMMSEN opina que, al asignar la
suma para obras publicas, el Senado no distinguía entre la parte destinada al
mantenimiento y la destinada a la construcción de obras nuevas, por lo que,
aparentemente, el poder de los censores en ese campo no estaba sujeto a
vínculos. 
Cuando los autores antiguos hablan de asignación de sumas a varios
magistrados por el Senado, se entiende la concesión de la facultad de ordenar
a los quaestores la erogación del gasto, ya que estos últimos hacían
materialmente el pago. 

De todas las asignaciones concedidas se tomaba nota en los libros del erario
para su sucesivo control. 
Los distintos magistrados no tenían, por eso, una propia caja, sino que todas las
sumas para los varios gastos se tomaban únicamente del tesoro. 
En cuanto al pago efectivo de lo debido a los acreedores del erario, los
quaestores a veces pagaban al contado (pecunia erogata) o más frecuentemente
acreditaban ese importe a un deudor del Estado (petunia adtributa). El servicio
de cobro de impuestos estaba a cargo de los publicanos, quienes se asociaban en
empresas comerciales para repartirse Las zonal de actividad. Los publicanos
fueron los capitalistas más importantes del mercado financiero romano y su
actividad se extendía a todos los negocios con el Estado. Su posición, ya sólida
al inicio de la republica, se hizo dominante en los siglos tercero y segundo A.C.
(GARRAUSTE). 

La recolección del capital necesario para estas empresas era organizada por
sociedades con centro en Roma y ramificadas en todas las provincias
(DELOUME). El servicio de cobro no se retribuía mediante un beneficio
proporcional, sino que se vendía el derecho de percibir los tributos y rentas
públicas por un lustro contra una suma fija para el erario (CUNNINGHAM). 
En tiempos de necesidades urgentes del Tesoro, los publicanos anticipaban las
cinco cuotas, contra un descuento muy superior al determinado por la tasa de
interés corriente. Obtenida la cesión se cometía todo tipo de abuso para obtener
lo más posible de quienes debían pagar los tributos. 

Es decir que el Estado, por no querer o no poder cobrar directamente las


entradas públicas, remataba por medio de los censores de la venta de los
tributos, mediante un contrato especial. 

Se llamaba a los jefes de las sociedades manceps, a los que recogían la décima de
los productos portitores y pecuarii a aquellos que recogían los aranceles de
importación y exportación o los derechos de pastura. En general, la
administración publica romana no ofrecía la posibilidad de verificación y
control que encontramos en siglos posteriores en los países de Europa meridional
y occidental, por efecto del complejo y racional sistema aduanero introducido por
los árabes, que registraban toda transacción bajo forma de tablas sinópticas. Por
el contrario, en forma mas simple, la republica romana hacia constar la
administración de sus bienes y la recaudación de impuestos directos e indirectos
en los actos de los censores y en los de las sociedades arrendatarias (COGNAT). 
Por eso, la administración financiera era más simple, pero permitía la comision de
abusos por parte de los publicanos y no tenia una organización burocrática
racional ni era cuidadosa en la registración de entradas y salidas. Los censores
seguían normas y criterios generales que tendían a equilibrar ventas y gastos y
debían hacer una sola rendición de cuentas como ordenadores del gasto,
mientras que Ios quaestores, erogadores del dinero publico, debían rendir cuenta
de Ias sumas recaudadas por el arriendo de impuestos, de los cánones pagados
por inquilinos de propiedade3 publicas y de la gestión de gastos por pagos
efectuados por obras publicas. 

El Estado, sin embargo, al ceder a un particular el use de un terreno o la gestión


de una mina, asumía la condición de acreedor y, como tal, vigilaba la
administracion de los bienes. 
La defectuosa registración de entradas y gastos por parte de las oficinas publicas
era compensada, como se señalara, por la antigua costumbre romana de
mantener una habitación (tablinum), en la que se mantenían registros de todas
las entradas y salidas; esos registros eran prueba valida en tribunales. 

La contabilidad privada de los romanos ofrecía, por lo tanto, información precisa


sobre entradas y salidas, similar a la de las tablas sinópticas de los árabes. Los
quaestores ocupaban una posición destacada en la burocracia pública, como
agentes contables del tesoro. Su nombramiento era por elección, inicialmente
entre Ios cónsules, y su numero, de dos en los primeros años de la republica, se
elevo hasta veinte en la época de SULLA. La oficina de los quaestores principales
estaba en el templo de Saturno y disponía de un ejército de escribas, dedicados a
la teneduría de los libros. Todos los actos públicos de magistrados,
especialmente los relativos a operaciones contables, se inscribían en las tabulae
publicae, conservadas en el templo de Saturno (CLERICI). 

El contenido de los registros era similar a los adversaria del padre de familia y,
por lo tanto, acreditaba las sumas pagadas por los deudores y debitaba Ias
pagadas a los acreedores. 

Los quaestores urbanos tenían también funciones de control sobre los agentes
contables menos erogadores de gastos. Efectivamente, podían verificar la
legalidad, autenticidad y regularidad de las ordenes de recaudación y de pago
efectuadas por Ios quaestores militares o provinciales. 
También competía a los quaestores la ejecución de bienes de los arrendatarios y
sus garantes, en caso de no haberse cumplido sus contratos. A menudo, el
adjudicatario por cláusula contractual debía satisfacer su obligación en las
manos de un quaestor militar o de algún acreedor del mismo. Entonces el
movimiento de fondos se efectuaba, según principios de derecho civil, por medio
de banqueros romanos y de sus corresponsables de las provincias, mediante un
mandato del deudor del tesoro al acreedor designado, regulándose la cuenta
entre la caja provincial y la caja central del tesoro. Según CICERON, se producía
así una circulación considerable de capital, gracias a las ordenes de pago entre
tesoreros generales de la capital y tesoreros locales o bancos de cambistas y
publicanos (GARRAUSTE). 

En general, las leyes prohibían que los quaestores efectuaran exacciones sin
autorización legal o alienaran una renta del Estado sin una consulta del Senado.
Se necesitaba además la orden de un cónsul o de un censor. En casos de
gravedad, el Senado encargaba a los quaestores que se ocuparan de la
recuperación de sumas adeudadas al erario sin orden de magistrado y, a veces,
eran encargados de vender el botín o bienes de los condenados (MOMMSEN).
Por todo lo recibido por el tesoro se emitían comprobantes, preparados por los
escribas y enviados por los quaestores a los interesados, luego de su registración
en un libro diario. No hay que confundir el libro diario (adversaria) con el libro de
cuentas mensuales (tabular o codex accepti et expensi), ni con los libros de
cuentas corrientes de los banqueros (argentarü) y de los quaestores (rationes).
Estos registros contables eran generalmente tenidos con cuidado, si bien por la
creciente corrupción bubo ejemplos de falsos recibos, emitidos por los escribas, a
veces con participación de los quaestores (MOMMSEN). 
La función de erogación del gasto era el otro deber institucional de los
quaestores. De los documentos y narraciones historicas, podemos deducir que
había un reglamento minucioso, derivado de leyes y consultas del Senado, cuyo
cumplimiento era controlado no solo por este, lino también por los censores, los
cónsules y los varios miembros del colegio de quaestores. Todo acto ilegal se
podía descubrir y ser perseguido por los tribunos (HUMBERT). Los gastos,
autorizados y ordenados por un magistrado competente, se llevaban al pago,
previa emisión de la respectiva orden, acompañada por los documentos que
avalaban la liquidez del crédito, la situación del acreedor, el objeto del pago. No
podía, por lo canto, el quaestor, pagar en contra de la ley. El procedimiento de
pago era el siguiente: los acreedores, luego de la ejecución del contrato o de la
obra pública, presentaban la orden del censor, cónsul o pretor y la prueba de la
recepción por parte del magistrado competente. La identidad del que ordenaba
el pago y la del acreedor debía ser probada por testigos y el acreedor debía
acusar recibo del pago obtenido, que era inmediatamente registrado por los
escribas en el libro diario y en el libro mensual con indicación de la fecha y la
causa del pago (HUMBERT). 
La existencia de un verdadero balance de entradas y salidas durante el periodo
republicano es disentida por varios autores; se ha sostenido sin embargo que,
aunque sea improbable la existencia de un balance completo y unitario votado
anualmente por el Senado, no se puede dudar de la existencia de un balance
quinquenal de gastos ordinarios y un balance de entradas normales. El Senado,
efectivamente, daba a los censores un crédito equivalente a la mitad y a veces a
la totalidad de lo obtenido por tributos anuales (vectigal annum), durante cinco
anos, para aplicarlo bajo su responsabilidad al mantenimiento de los servicios y
edificios y para la ejecuci6n de obras públicas. 

El Senado, ocupado por problemas políticos, nunca cuido suficientemente el


control judicial de las cuentas; los comicios y comisiones permanentes, a los
que se delegaba casi siempre esa función, eran la expresión de clases
políticas encontradas y sus sentencias estaban viciadas de parcialidad,
cubriendo a menudo los crecientes delitos cometidos. 
Por eso se extendieron la concusión y el peculado y la hacienda se
transformo en instrumento de enriquecimiento y arma de venganza,
contribuyendo al decaimiento de las instituciones y de las fuerzas políticas
que habían hecho a la república grande y fuerte (LABOULAYE). 

LA CONTABILIDAD PÚBLICA DE LOS ROMANOS:EL PERIODO DEL


IMPERIO
El poder imperial, nacido de las guerras civiles, debió tener entre sus paciones
principales el restablecimiento de un orden en todos los servicios y todos los
organismos financieros, para el saneamiento de la vida politica y económica; la
salvaguardia del poder y del prestigio de la autoridad central del Estado.

En esta obra de revisión de AUGUSTO la reestructuración y refuerzo del


tesoropúblico ocupo el primer lugar (MOMMSEN). Entre las transformaciones
de laconstitución romana con el imperio toman particular importancia las
relativas al sistema financiero. Por empezar, en contraposición a la organización
financieraromana, que tenia como centro de imputación al populus romanus,
surge la figura delprinceps; el dualismo populus-princeps sufre un progresivo
desplazamiento, hastaque el princeps asume el rol de único centro de
imputación (ORESTANO).
Dentro de este contexto se transforma al erario (aerarium) con la aparición del
fisco (fiscus), cuya evolución lleva prácticamente a la desaparición del erario
hacia el siglo IV A.C.Esta evolución comienza con la creación de una caja
autónoma, el aerarium militare, constituida con nuevas entradas
(especialmente la vicesima populi romani) y con contribuciones del príncipe,
creada aparentemente para resolver el problema de los veteranos pero con la
intención de sustraerla al control del Senado y confiarla a la administración de
tres prefectos de rango pretorio, considerados verdaderos magistrados,
elegidos por sorteo y dependientes del emperador (DE MARTINO). Con la
repartición de las provincias entre AUGUSTO y el Senado, y con la atribución a
AUGUSTO en algunas provincias y de Egipto (como sucesor de los PTOLOMEOS),
bubo una ulterior repartición de entradas, que hizo afluir al control financiero
del Senado las de Roma y de las provincias afiliadas, mientras que las otras
entradas quedaban a disposición del príncipe en el fiscus caesaris (ver FREZZA).
A causa de esto se verifico un progresivo traspaso de rentas del erario al fisco.
Luego de la reforma de DIOCLECIANO, que abolió la distinción entre las
provincias senatorial y provincias imperiales, la supervivencia del erario al lado
del fisco fue una mera cláusula en el lenguaje jurisconsulto; en el siglo IV para la
caja imperial se usaban indistintamente las expresiones aerarium y fiscum,
indicando la primera nada mas que la caja municipal de la ciudad de Roma.

Pero ya en el segundo siglo el fisco es la "unión de un patrimonio inmenso y de


unaorganización burocrática y administrativa dirigidas al servicio del
príncipe"(ORESTANO).En relación al titulo del príncipe sobre el fisco (dominio
privado o poder de disposición según el orden publico) merece recordarse la
tesis de DE MARTINO, según la cual el fisco constituye un órgano del
ordenamiento imperial como el erario lo era del ordenamiento republicano: en
ambos casos el titular del derecho es el Senado y los magistrados o el príncipe
solo tienen poder de disposición de los bienes, según normal de orden publico.

ORESTANO no acepta esta tesis ni la de MOMMSEN sobre el carácter privado


del fisco y opina que no subsiste en el periodo imperial distinción entre el
patrimonio personal del príncipe y aquel del que dispone en función de su
cargo; así como bubo identificación entre príncipe e interés publico (res
pubblica), existió también identidad entre los bienes incluidos en el fisco y la
fortuna personal y familiar del emperador.

Sucesivamente, se estableció una distinción entre los bienes que pertenecían


al emperador en cuanto tal (fisco), que pasaban a su sucesor en el trono, y
aquellos que le pertenecían como ciudadano particular, que se transmitían a
sus herederos. El carácter hereditario de los bienes privados del emperador
se manifiesta especialmente bajo la dinastía JULIO-CLAUDIO.De aquí nace la
necesidad de preservar parte de los bienes para transferirlos a aquellos
herederos excluidos de la sucesión del imperio, que lleva a la formación del
patrimonium privatum principis, que se transformo, a partir del segundo
siglo después de CRISTO, en res privata principis. Según algunos autores las
dos instituciones coexisten desde ese periodo: al respecto hay dos
posiciones, según ROSTVOSEF y DE FRANCISCI, el patrimonium era el fondo
privado del príncipe, contrapuesto a la res privata, patrimonio inalienable de
la corona; lo inverso opinan otros autores (MARQUARDT,HIRSCHFELD).

Se ha dicho que la oposición de resultados no se debe a lo ambiguo de las


fuentes sino al hecho que los autores se han basado en conceptos
constitucionalistas modernos, como"patrimonio de la corona" (inalienable) y
"patrimonio privado del soberano" (alienable), aplicándolos a una realidad
en que el Estado, como persona jurídica, no era autónomo y distinto de su
administrador supremo, el emperador. AI principio del siglo IV y hasta el
principio del siglo V, se sabe con certeza que el patrimonium y el frscus
fueron incorporados en la res privata, aunque no se puede determinar el
momento en que se verifico la concentración.

Al final del siglo V, en Oriente con ANASTASIO y en Occidente con


TEODORICO se reconstruye el patrimonium (tal vez en un intento de mejorar
la administracion de la res privata), con una radical distinción entre fundi rei
privatae y fundi patrimoniales. Bajo JUSTINIANO se reconstruye la distinción
entre res privata; domus divina y patrimonium, aunque luego hay una
absorción de la domus divina (hacienda privada del emperador), primero en
la res privata y luego en el patrimonium. Vista la estructura del patrimonio y
su evolución en la época considerada, fijaremos ahora los límites entre este y
otros bienes no pertenecientes al patrimonio. Los bienes se distinguían en
res divini iuris y res humani iuris. La res divini iuris se dividían, a su vez, en res
sacrae, res religiosae y res sanctae, mientras que la res humani iuris se
distinguieron en res publicae, res universitatum y res privatae.

Las res sacrae eran los bienes consagrados a los dioses, las res religiosae eran
las dedicadas por los padres de familia a los dioses de la casa, las res sanctae
eran los bienes destinados a la defensa del Estado (que aun hoy estan en el
patrimonio del Estado).
Por otra parte, la res publicae eran los bienes fuera de comercio, como foros,
calles, ríos navegables, confines terrestres, playas marítimas, puertos, lagos y
las tierras y minas públicas.

Las res universitatis eran las cosas destinadas a use publico (edificios, plazas,
circos), pero de comunidades distintas del Estado (municipios, colonial).

La noción de res publicae y res universitatis era simple para los romanos:
eran las cosas destinadas a ser usadas por el pueblo (BIONDI) y cuya
administracion era respectivamente del Estado o de los entes públicos
menores.

Había finalmente una distinción entre los bienes in patrimonio y los extra
patrimonio, como la res nullius y la res derelictae. En cuanto a la
organización periférica de los servicios financieros, en cada comunidad había
una oficina en la que se mantenían registros de todos los fondos existentes
en el territorio. Estos registros eran muy precisos y reflejaban la situación
económica del contribuyente y el estado efectivo de sus bienes. En los
registros estaba indicado el nombre de los fondos, la ubicación, los fondos
vecinos, la extensión, el número y tipo de plantas (viñas, olivos, bosques o
tierras de siembra); había además indicaciones sobre posibles salinas o
minas, el número de siervos y la indicación del valor, según la ultima
declaración del propietario (MOMMSEN).

Sobre la base del registro de las propiedades, se determinaba cada lustro el


plan de contribuciones en dinero y en especie que se recaudarían en el lustro
siguiente. De ese piano general los oficiales del pretorio trazaban pianos
parciales para cada provincia. Los pianos se publicaban en los centros mas
importantes de las provincias, cuatro meses antes

del vencimiento del pago de la primera cuota. Luego de la publicación la


contribución se repartía entre las ciudades y finalmente entre los
propietarios, repartición esta confiada a los decuriones (HUMBERT).

A veces se enviaban a las provincias funcionarios (censores, inspectores) para


efectuar la repartición de los impuestos entre los propietarios, cuando había
sospecha de ilegalidades cometidas por los decuriones. La recaudación de los
impuestos estaba confiada a funcionarios municipales (susceptores). La
recaudación era en tres cuotas iguales, y en el momento del pago los
susceptores emitían un recibo (apocha) en el que constaba la suma o la
cantidad de bienes entregados, la causa del pago y el nombre del
contribuyente y fecha.
Si el contribuyente deseaba una mayor garantía, podía hacer registrar el
recibo por el tabularis, quien tomaba nota del pago y to debitaba al
cobrador. En casos de mora, se confiscaban los bienes del contribuyente.

Terminada la recaudación, el dinero se entregaba al tesorero municipal y


lasmercaderías a los almacenes. El dinero se enviaba luego al cajero
provincial, mientras que las mercaderías quedaban en los almacenes
municipales a disposición del prefecto del pretorio, quien los enviaba a Roma
o a los ejércitos. El dinero de las cajas provinciales, se enviaba a las oficinas
dela contio sacrarum largituonum, que lo volcaba en el aerarium sacrum.
Todas Ias operaciones contables se llevaban en los registros de cuentas
mensuales, con indicación de la causa original.

El desarrollo de la hacienda pública y de su sistema de contabilidad


públicacorrespondió a las exigencias crecientes del ordenamiento
administrativo, modificado por cada emperador, que fue sustituyendo
gradual mente el ordenamiento político del periodo republicano
(MARQUARDT).

Sin embargo, falto casi siempre un control administrativo y el control judicial,


eficiente en el primer siglo del imperio, degenero en un arma de venganza
sin garantía alguna, que contribuyo a la disolución general de leyes y
costumbres; por eso, cuando las instituciones decayeron relajando la
cohesión politica y moral de la sociedad romana, contaminada por la
inserción de otras nacionalidades, el Estado busco la centralización despótica
para salvar el imperio de la decadencia interna y de las invasiones bárbaras.

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