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Caracas – Chuao
Cultura I
Profesora: Estudiante:
Cuestionario
a) Redacción:
b) Ortografía:
c) Sintaxis :
e) Morfología:
Tengo horror a los hospitales, a los fríos corredores, a las salas de espera
que parecen antesalas de la muerte o, mejor aún, cementerios donde las
flores pierden lozanía. No hay flor hermosa en un camposanto. Tengo,
con todo, un cementerio mío, personal. Yo lo construí y lo inauguré hace
algunos años, cuando la vida hizo madurar mis sentimientos. En él
entierro a aquellos a quienes maté, es decir, aquellos que para mí han
dejado de existir, a aquellos que murieron: los que un día tuvieron mi
estima y la han perdido. Cuando alguien rebasa todo límite y me ofende,
no me enfado ya con él, no me enojo ni me pongo furioso, no me peleo,
no corto mi relación, no le niego el saludo. Lo entierro en la fosa común
de mi cementerio, en él no existen panteones familiares, tumbas
individuales, los muertos yacen en la fosa común, en la promiscuidad de
la vileza, de la maldad. Para mí, aquél fulano se ha muerto, ha sido
enterrado, haga lo que haga ya no puede molestarme más. Son raros
estos entierros, ¡menos mal! Sólo a veces un pérfido, un perjuro, un
desleal, alguien que ha faltado a la amistad, que ha traicionado al amor,
alguien que fue excesivamente interesado, falso, hipócrita, soberbio -la
impostura y la presunción me ofenden fácilmente-. En el pequeño y
deslucido cementerio, sin flores, sin lágrimas, sin sombra de añoranza, se
pudren unos cuantos sujetos, unas pocas mujeres. A unos y a otras los he
barrido de la memoria, les he retirado la vida. Encuentro en la calle a uno
de esos fantasmas, me paro a conversar, escucho, correspondo a las
frases, a los saludos, a los elogios, acepto el abrazo, el beso fraternal de
Judas. Sigo adelante. Él piensa que me ha engañado una vez más, y no
sabe que está muerto y enterrado.
a) Lozanía:
b) Camposanto:
c) Pérfido:
d) Perjuro:
e) Presunción: