Está en la página 1de 62

2.

LA COMPILACIÓN DE BIBLIOGRAFÍAS

"Ordenar colecciones de libros


es ejercitar, en silencio y modestia,
el arte del crítico' (J. L. Borges)

Parece oportuno, para encuadrar mejor el tipo de tratamiento que ser adoptado en
este volumen, confrontarlo con los esquemas seguidos por algunos de los más relevantes
trabajos -más o menos recientes- publicados sobre el asunto.
Georg Schneider subdivide simplemente la parte cuarta ("La preparación de las
listas de literatura") de la sección teórico-histórica de su celebérrimo manual en tres
capítulos:
1. La colección de los títulos, en el cual se habla de manera aguda y rigurosa sobre
todo de exhaustividad y selección.
2. El encabezamiento de los títulos.
3. La ordenación de los títulos que es, de forma más general, un discurso sobre
las clasificaciones bibliográficas, una recapitulación ejemplar de las premisas y
tendencias clasificatorias vigentes en Francia, Alemania, Gran Bretaña y Estados Unidos
de América (Schnelder, 1926).
La cuarta dimensión de la bibliografía, junto a la histórica, la bibliotecaria y la
enumerativa, es, en el esquema de Van Hoesen-Walter (Van Hoesen-Walter, 1928), la
"práctica", que se ocupa del mértodo de trabajo y, en particular, de la lectura, de la
investigación, de la metodología específica, de la preparación del manuscrito para la
publicación y de la publicación.
Clásica y repetidamente citada y evocada es la sucesión de las fases del trabajo
bibliográfico propuesta por L.N. Malclés, en la mejor de sus peregrinaciones en torno a
la bibliografía (Malclés, 1950):
1. Búsqueda.
2. Identificación.
3. Descripción.
4. Clasificación.
Bartsch, en el capítulo 6, ("La producción de bibliografías") de su manual se
ocupa de: colección del material, "elaboración convencional del material", métodos de
cita y ordenamiento, paso del repertorio del manuscrito a la impresión (Bartsch, 1979).

Robinson, en su afortunada Systemat'c b'bliography, separa el núcleo más


propiamente metodológico del tratado en tres secciones (Robinson, 1979):

a) La colección del material y la mecánica de la compilación, en la cual confluyen


también los problemas (incluidos por Robinson entre las decisiones preliminares)
relativos a la elección y a la delimitación del objeto y, más sorprendentemente, aquellos
relativos a la forma de los encabezamientos y a las anotaciones, que, para otros son fases
centrales o sucesivas (y no preliminares) del trabajo. La parte más convincente y útil de
esta sección (el segundo capítulo en el índice sumario del libro) esta quizas dedicada a
la colección del material y a la individualización de las fuentes del trabajo bibliográfico.

b) El ordenamiento, capítulo cuya claridad y eficacia esta confiada a una serie


bien elegida de ejemplos, sobre todo en cuanto a las secuencias a adoptar en presencia
de campos y temas particulares tales como: 1. una región (territorio); 2. una ciudad; 3.
las ciencias sociales; 4. las ciencias puras o aplicadas; 5. la literatura; 6.las bibliografías
por autor; 7. obras únicas; 8. personajes históricos; 9. guerra; 10. diarios; 11. revistas;
12. historia de la tipografía; 13. tesis universitarias.

c) Presentación. Brevísimo capítulo sobre el estilo tipográfico-editorial, utilizado


por Robinson para confirmar sus envites genéricos respecto a las exigencias del público,
a la precisión y al primado de la claridad sobre la economía de espacio.

El más agudo y, a la vez, brillante manual recientemente dedicado a nuestro


asunto, el del ya citado músico-bibliógrafo americano D.W. Krummel, preve seis fases
de elaboración de los repertorios bibliográficos:

1. Objetivo y delimitación del ámbito del repertorio.


2. Estilo de las referencias.
3. Anotación.
4. Organización.
5. Colección de los títulos.
6. Presentación.

Cuatro capítulos bibliográficos (el último es una reseña cronológica crítica de los
escritos sobre la compilación de bibliografías, 110 títulos desde 1883 a 1983) y diecisete
notas bibliográficas especiales sobre cada tema hacen de este manual un delicioso
vademércum para estudiantes, bibliotecarios, investigadores (Krummel, 1984).

A la breve reseña de algunos posibles esquemas de trabajo, nos permitimos,


creemos que no podemos sustraernos a ello, añadir otro: el que, como apunte, será
adoptado en las páginas que seguirán; nada nuevo, naturalmente, porque los factores no
cambian y los elementos del puzzle bibliográfico son siempre los mismos, cosa que se
puede decir, desde los tiempos de Gesner. Sea como sea, en términos de herencia
científico-cultural, si no también de eficacia didáctico-metodológica merece que sea
tomada en consideración una división de la materia en tres órdenes diversos de
problemas:
A. Decisiones preliminares: nivel cultural.
B. Organización del trabajo (colección, cita, ordenación): nivel técnico.
C. Presentación de los resultados (del producto): nivel tipográfico-editorial.

2.1. Elección del objeto

Las elecciones preliminares consisten sustancialmente en la elección del objeto de


la materia del repertorio, y en su delimitación, es decir, en la determinacióm de los
criterios de inclusión y exclusión. Establecido el conjunto de estos criterios será la
fórmula definitorio del repertorio, en una palabra, el principio permanente del que habla
Besterman en su famosa definición de la bibliografía: "una lista de libros establecida
según un principio directivo constante" (Besterman).
Es evidente que quedan fuera de este apartado los problemas relativos a las
bliografías "oficiales", nacionales e internacionales, ligadas a programas, nacionales e
internacionales, de cobertura y control bibliográficos, para los cuales el objeto está
implícito en los mismos programas, elaborados por colegios superiores de expertos
solicitados por las actuaciones de agencias nacionales: tales son, por ejemplo, las
bibliografías nacionales, actuales y retrospectivas (ej. en Italia, la BNI, el “censo de
obras del siglo XVI").
Nos referimos aquí a todas aquellas ocasiones en las cuales la individuallización
del objeto es de cualquier manera una opción entre las muchas que se pueden presentar y
sobre las que uno o más protagonistas de la empresa bibliográfica tiene margen de
elección: el autor-compilador, el estudiante, el estudioso, el investigador, el
bibliotecario, el librero, el editor, el comit‚ científico... La situación "óptima” de una
elección incondicionado por parte del inventor-compilador es una situación de hecho
raramente verificable: es más probable que un elemento, una parte condiconante
intervenga, con más o menos peso, en la elección. Puede tratarse de un director de tesis
doctoral respecto a un estudiante, de una biblioteca y de su director respecto a un
bibliotecario, de un comité científico de una exposición respecto a un autor del catálogo,
de un editor respecto a un autor, etc. (sobre el "destino", formas, examen, aceptación,
cfr. Domay, 1968, p. 78).
En los casos improbables o afortunados en los que un investigador de títulos de li-
bros con la intención de producir una bibliografía pueda hacerlo sin mermar el dinero
público o de otra propiedad y sin, por consiguiente, tener que rendir cuentas de algún
modo sobre su elección, tendr de todos modos un revisor: la demanda, la necesidad de
un usuario, de un público, supremo juez en definitiva de la utilidad de una bibliografía.
Cualquier capricho o apasionamiento de un investigador hacia su objeto de estudio,
hasta el más exclusivo, maniqueo o extravagante, puede llegar a edificar monumentos,
bustos o semibustos bibliográficos, por lo demás de yeso o arcilla, cuando falte una
exigencia efectiva, expresa o difusa, de una pequeña o grande, pero de todos modos
autorizada y respetada comunidad científica o cultural. Un listado de escritos de los
filósofos sobre la jardinería -según el gracioso ejemplo de Krummel- puede ciertamente
intrigar o divertir a un ameno bibliógrafo y también a más de un lector acceder
probablemente a las contribuciones y a los premios de la Presidencia del consejo, pero
será dificil para cualquiera hacer colar tal compilación como una empresa relevante
para la historia de la filosofía o para la de las artes menores.
Es entonces cierto, como recuerda Cole, que "una bibliografía puede estar hecha
sobre cualquier tema concebible; sobre cualquier asunto, de hecho, sobre cualquier cosa
sobre la que uno pueda escribir un libro, un opúsculo o un artículo ocasional” Cole,
1901, p. 792). Pero la presencia de un destinatario, comercial o institucional, o, de todos
modos, de un filtro entre el compilador y el público adquiere una función importante y
positiva sólo en cuanto se hace garante de la relevancia del tema preseleccionado dentro
de la comunidad científica: "el tema debe ser relevante, significativo -no necesariamente
amplio-, pero debe existir una razón para compir una bibliografía sobre el asunto. No
debería duplicar una bibliografía existente en el mismo nivel. Si existen bibliografías
similares la nueva debería contener muchos elementos de unicidad, novedad e
importancia para justificar las eventuales repeticiones" (cfr. Krummel, 1984, p. 143).

En definitiva, para no incurrir en los riesgos tanto de lo caprichoso o de lo fútil


(tipo el recurrente juego de sociedad intelectual de los 100, 1000, 10000 libros a salvar,
etc.), como de lo demasiado abstracto y académico "los estudiantes y otros ansiosos por
embarcarse en el útil trabajo bibliográfico sin un mandato especial, deben evitar el
peligro de una bibliografía puramente académica, y a tal fin deberían consultar al
estudioso y al científico, si no al bibliotecario, que estar capacitado para recomendar
temas que merezcan la pena" (Robinson, 1979, p. 19).
Lo que se necesita, en efecto, si se está en presencia de algún solicitante, es una
negociación (simulada, ficticia, si el que solicita falta) del tipo de aquellas descritas
en los manuales dedicados a la labor de "reference and information work" en las
bibliotecas; la adaptación a tales procedimientos, a la individualización de un objeto
de investigación y compilación bibliográfica, parece un útil mecanismo de análisis de
convalidación. En pocas palabras, se trata ante todo de identificar la consistencia y
relevancia del objeto en términos bibliográficos ¨El tema preestablecido puede ser
efectivamente objeto de una compilación bibliográfica? ¨Existe, por ejemplo, una
cantidad suficiente de documentos, referidos al asunto, tal que requiera unacompilación
bibliográfica autónoma? Y ¿para quién sirve? y ¿para cuántos sirve?. Es decir una vez
individualizado un objeto posible de compilación, se necesitaría investigar si existen una
exigencia real y unos destinatarios. Y, finalmente, el objeto mismo y el termino que los
designa, ¨son individualizados sin posibilidad de equivocación, de ambiguedad, para la
colección de títulos?
Así pues, en definitiva, el cuadro sintético de las operaciones relativas a la
elección del objeto sería:
1. Anunciar y definir sin ambiguedad el objeto, el campo.
2. Verificar la factibilidad, la posibilidad de realización, en términos
cuantitativos; ¿existe literatura sobre el tema en cantidad tal que justifique una
compilación bibliográfica?
3. Resueltos los puntos 1 y 2, verificar si existe una necesidad, un destinatario, un
público, que pueda utilizar el repertorio, a nivel escolar, académico, profesional,
divulgativo, especializado, etc.

2.2. Delimitación del objeto

Una vez elegido el objeto, este ser luego especificado internamente,de modo que
se consiga un grado de aceptable, de manejabilidad y de utilidad. La definición de un
principio de selección es, desde el punto de vista cultural, el momento tal vez más
delicado e importante del trabajo bibliográfico.
Los terminos en los cuales viene generalmente planteada la cuestión, sintizables
en la conocida fórmula "exhaustividad vs. selectividad", parecen demasiados netos y
rígidos, especialmente cuando estos dos lemas tan contrastados de la bibgrafía son
empleados en su significado literal e inmediato y no, más correctamente, a través de la
necesaria mediación terminológica que, en toda disiciplina dotada de un mínimo de
disposición teórico-metodológica, transforma un vocablo con contenido semántico
hospitalario y neutro, en un descriptor técnico de operaciones específicas y peculiares de
la disciplina, de esa metodología. Como no han faltado nunca aquellos que han
sostenido la incompatibilidad en términos absolutos entre la palabra bibliografía y la
palabra exhaustividad (tales y tantos y tan fugaces son los mecanismos a controlar que
son incontables), igualmente se han hecho oír con frecucia los que sustentan la tesis
opuesta. "Bibliografía selectiva" según éstos es una contradicción extrema. La función
primaria de la bibliografía, al menos de la bibliografía enumerativa o repertorial, ha
sidos desde los los inicios una función de pura inscripción.
La función de seleccionar escritos es una función especializada y se explica, por
tanto, sólo en el ámbito de la bibliografía por materias, por parte de especialistas “El
trabajo es correcto -escribe Stokes- la nomenclatura es errónea". En vez de "selective
bibliography" se debería hablar más apropiadamente de "selectiva listings” “partial
listing", "handlists", "check-lists" (Stokes, 1969, p. 408).
Pero al margen de las reivindicaciones terminológicas, las cuales, como se sabe
transitan lentamente y con dificultad desde las reflexiones académicas a la práctica
cotidiana, a los léxicos operativos, de trabajo de los encargados, y sobre las cuales
todavía -y justamente por esto- uno puede, con una cierta tranquilidad de animo,
llegar a ponerse de acuerdo siempre, permanece el problema de fondo: la delimitación
del objeto de la bibliografía, operación sana, desde el punto de vista fisiológico;
higiénico- intelectual, necesaria cultural y metodológicamente.
Cualesquiera que sean los criterios de inclusión, cualitativos o cuantitativos, sub-
jetivos u objetivos, el término exhaustividad se aplica a una bibliografía con el
significado de "exhaustivo dentro de los límites convenidos". Los límites están siempre
"convenidos" en la base de los principios de selección. En definitiva, como escribe
Krummel, "una bibliografía sobre un tema debería ser completa y comprensiva dentro de
ciertas limitaciones dadas, evidentes para el compilador y los lectores” (Krummel,
1984, p. 24). Y ello tal vez signifique desembarazarse inmediatamente de la
cuestión espinosa, aquella en la cual, erróneamente, se hace consistir toda la antinomia
selecció vs. exhaustividad, para tomar otra, en la pr ctica, aparente o solapadamente,
asociada a conceptos como cientifismo, autoridad o academicidad: el criterio cualitativo.
Schneider ha dedicado páginas bellas y penetrantes y aún hoy, revisables asunto.
Schneider cree que las bibliografías bibliofílicas (ej. bibliografías de primeras e
diciones), las comerciales (bibliografías de las publicaciones "in print"), las nacionales
(bibliografías de la producción intelectual) deben normalmente ser completas y exa-
haustivas, excluyendo sólo las publicaciones que por planteamiento inicial no entran
dentro de los fines del repertorio.
Muy distinto es su discurso para las bibliografías por materias.
El estudioso alemán declara su total adhesión a la opinión de Edgar Allan Poe,
que creía que un gran cúmulo de literatura sobre cualquier asunto representaba más
grande handicap para el proceso del conocimiento. "En efecto la gran masa de
publicaciones, no sólo no es de ninguna ayuda, sino que a menudo y voluntariamente
, es un peligro efectivo para el trabajo científico. Oscurecen la visión, ralentizan y
rebajan el trabajo creativo y obstaculizan el cumplimiento de un trabajo. El simple
hecho de que un libro haya aparecido no le da autom ticamente el derecho a un puesto
en una lista por materias. La tarea de un bibliógrafo no consiste solamente en el listado
ordenado de publicaciones, sino en pasarlas a examen y separar, en la minería de la
literatura, la ganga del mineral" (Schneider, 1926, p. 55-56).

Existen dos límites a esta función para algunos "censora" del bibliógrafo: la
"concurrencia" de otros bibliógrafos y la vigilanca de los innumerables especialistas.
Difícilmente se puede decidir arbitrariamente en los casos en los que hay un juicio
conso-
lidado. No trabaja solo sino más bien bajo el control de los especialistas. El es,
normalmente, el diseminador de una opinión más que su originador. Tanto el como los
especialistas incurren en errores. Pero, y aquí llegamos al segundo punto, el número y
la importancia de estos posibles errores no deberían ser sobrevalorados. Los ejemplos
negativos no deberían ser generalizados. Hay dos medios para contener los errores en
límites satisfactorios. La cautela en el juicio y un amplio conocimiento de la vieja y
nueva literatura de un tema son los presupuestos para su contención.
La misma reinvindicación de la autonomía y autoridad del bibliógrafo especialista
respecto, se entiende, a los compiladores de registros bibliográficos con fines
administivo-archivísticos, ha sido recientemente sostenida, con la claridad
acostumbrada, por Alfredo Serral. En síntesis, el bibliógrafo especialista, frente al
dilema, tiene a su disposición una serie limitada pero inevitable de elecciones:
1. La exclusión sin más, el juicio mudo, la censura en silencio, cuyo único
riesgo es que se confunda con omisión ignorante, olvido involuntario.
2. La relegación de los títulos "menores" a zonas periféricas del repertorio: un
apéndice sin anotar, la mención sin prestar mucha atención en las anotaciones a las obras
censadas.
3. El "destierro motivado" (Serrai) que obligua a los bibliógrafos especialistas a
la señalización no sólo de los pasajes fructíferos y ventajosos de la evolución de una
disciplina, sino también de los dudosos y arriesgados.
Praxis adoptada por lo demás, como recuerda Serrai, por el mismo Gesner, y teo
rizada y practicada program ticamente por el gran Adrien Baillet: "Como no hay leyes
que impidan a cualquiera hacerse Autor, y escribir para el público, no parece pues que
existan hechos que limiten o invaliden la libertad de cada uno para volverse censor o
'uez de aquellos".
Para Serrai es hora de volver a valerse de la libertad de la que hablaba Baillet.
"Los listados y las referencias lícito esperar, deberán reíntroducir el canon
selectivo de la inclusión por méritos y virtudes intelectuales [... 1. Las bibliografías están
para informar en todos los diversos niveles de utilización, sobre las características, la
cualidades y las imperfecciones de los libros descritos, de manera adecuada y
especializada hasta un punto justo" (Serrai, 1985 b, p. 105).

Pero es útil observar aquí, siguiendo una puntualización irreprochable del


mismo Serral, que la selección no debe satisfacer sólo condiciones de car cter
cualitativo, sino también condiciones de tipo cuantitativo. "Dicho de otro modo: no es
suficiente que un conjunto cualquiera de libros y, de acuerdo con ello, un
listado bibliográfico cualquiera, tenga origen en la adopción de un criterio
fundador preciso y unívoco; es necesario también que el número de los
individuos que compongan el conjunto o el listado no sea una fracción
demasiado baja respecto al total de los individuos que, idealmente, tendrían
título para ser incluidos en aquel conjunto, y en el mismo elenco, teniendo en cuenta el
nivel y las exigencias particulares de la investigación" (Serrai, 1985 c).
En los anales de un tipógrafo o en la bibliografía de las ediciones del XVI del Or-
lando Furioso la relación debe tender a la unidad.
Una bibliografía sobre Leopardi puede venir pedida por una voz de enciclopedia
o por un manual escolar, para establecer y poner al día el estado de los estudios sobre
Leopardi en los últimos cincuenta años. En el último caso la relación debe ser también
muy baja y el hueco de información entre listado real y bibliografía idealdebe ser
superada mediante la adopción de un patrón de selección cualitativo y tipológico que
conduzca de todos modos indirectamente, a través de los títulos elegidos (los más
autorizados y cl sicos) y de los tipos de documentos (bibliografías, estudios de con'unto,
obras de referencia) a las informaciones que faltan. A través de cien títulos (o cincuenta
o veinte) preseleccionados debe ser posible reconstruir, con exploraciones graduales y
expansivas, el conjunto de la bibliografía ideal de referencia.
Ya fuera, hay que esperar que con éxito del terreno minado de la selección por
méritos, se puede intentar una más serena y "técnica" recapitulación de los criterios
(o principios) de la que podemos llamar "selección organizada", que tiende a reducir
al mínimo los m rgenes de la arbitrariedad, de la superficialidad, de la casualidad y de la
chapucería.
Se podría intentar organizar tales principios en dos grupos, el primero de
naturaleza "formal" (según algunos "objetiva", "externa"); el segundo de naturaleza
"conceptual" (según algunos "subjetiva", "de contenido", "interna").
El hecho de que reunir una colección de libros (ideal o realmente) no "consiste en
recoger indiferentemente toda clase de libros, para confundirlos todos juntos, y
disponerlos sin ninguna distinción", sino en una bien dosificada combinación de tres
elecciones fundamentales, relativas a la cantidad de los libros a insertar, a su calidad y
al orden en el cual están dispuestos, se encuentra, entre otros, ya en uno de tantos
tratados de las bibliotecas públicas entre los siglos XVII y XVIII: cfr. Pierre le Gallois,
Trait‚ des plus bellas Biblioth‚ques de I'Europe ... Avec un mérthode pour dresser une....
A Paris chez Estienne Michallet, 1685, de quien es la presente cita.

a. Criterios formales

wForma de publicación. La bibliografía puede tomar en consideración una o más formas


de publicaciones y de documentos: libros, periódicos, opúsculos, "literatura gris",
mapas geográficos, fotografías, películas, grabaciones, discos.... Pero aparte
de la oportunidad de continuar designando con el término bibliografía, en sentido
extenso, listas que comprenden impresiones y otros formatos (sobre ello cfr. cap.
1.3.2.), lo importante es establecer de forma preliminar que la inclusión (o exclusión)
no sea, evidentemente, caprichosa -o cómoda- sino funcional para la materia y el uso,
para el destinatario del repertorio, y que las fórmulas de las refe- rencias y
las técnicas descriptivas sean apropiadas y diferenciadas.
wNivel bibliográfico. La bibliografía acoge sólo las obras autónomas: nivel
monográfico. La bibliografía acoge también los artículos de los periódicos, los
ensayos
contenidos en las miscel neas, las voces de enciclopedias, los capítulos de una obra
general dedicados al tema objeto del repertorio, en una palabra, las partes de
publicaciones o impresiones no autónomas: nivel analítico. La bibliografía acoge
también (o solamente) el título de los periódicos y diarios, de las colecciones, de las
series: nivel colectivo.
wCronología. La inclusión (y la exclusión) viene decidida según la fecha de publicación.
wLengua. El criterio de inclusión es la lengua de las obras o de los textos o de
lasediciones a registrar.
wGeografía. El criterio de selección es el lugar de impresión o de edición de las
obras.
wDimensiones, formato, consistencia. El repertorio puede excluir publicaciones
por debajo de un cierto número de páginas, artículos de periódicos inferiores a
un cierto número de columnas, etc. Menos practicable, pero no extraño, como
criterio de inclusión: ej. los in-folio de Shakespeare, las ediciones selectas de
Dante o de la Biblia...
wManufactura. más que como criterio de inclusión o exclusión, la consideración
de algunos aspectos de manufactura del producto libro puede ser empleada en
fases de elección del objeto del repertorio: incunables con iniciales pintadas,
incunables sobre pergamino, encuadernaciones de madera... Privado de sentido
sería el uso, inclusivo o exclusivo, de tal criterio para las bibliografías por
materias: "las obras históricas en folletos publicadas en Italia desde 1945 a
hoy" no serán probablemente nunca censadas; a pesar de trabajos como el de
P. Moggl Rebulla, Catalogo de- libri tascabili 1983 (Milano, Bibliografica,
1983) y, sobre todo, La scienza in tasca. Proposta per una bibliografía di
informazione scientifica. [Al cuidado del Provincia di Milano (Milano,
Bibliografica, 1982), compuesta preponderantemente por ediciones "de
bolsillo" y "fácilmente accesibles", testimonian la posibilidad de derogar este
principio, sobre todo por finalidades prácticas.
wCalidad bibliológica. Criterio inclusivo. Toma en consideración sólo
ediciones raras, de lujo, con dedicatoria autógrafa, etc.

b. Criterios conceptuales

wCronológico. La bibliografía puede limitarse a una ‚poca bien determinada, no


entendida en sentido editorial sino desde el punto de vista del contenido de las
publicaciones. Ej. "Bibliografía del "Siglo de Oro" español", "Narradores de la
segunda postguerra en Italia", "Autores activos y operantes en Roma entre 1630 y
1632", etc.
wGeográfico. El territorio se vuelve criterio, no externo (lugar de publicación), sino
interno, conceptual, de inclusión: ej. "Obras sobre Puglia publicadas en Italiaen los
últimos diez años", "Romances y novelas ambientadas en Venecia o Rímini",
"Autores activos y operantes en Roma de 1630 a 1632", etc.
wNivel de tratado o finalidad. Sirve para incluir o excluir obras divulgativas, ma
nuales profesionales o escolares, obras edificantes o de propaganda, obras de
entetenimiento, etc.
wPaternidad intelectual. El repertorio puede, si la materia lo consiente, excluir lasobras
anónimas, las publicaciones oficiales sin indicación de autor, los artículos y
las voces de enciclopedia no firmadas, etc.
wCalidad. Sobre este criterio pueden verse las consideraciones desarrolladas antes.

Como se ve, algunos criterios pueden ser de doble naturaleza (cronología, geografía,
calidad), mientras que para algunos parece difícil la atribución unívoca a uno de los
dos grupos.
La aplicación de uno o más criterios de un grupo y su combinación con criterios
del otro (pueden darse innumerables agregaciones, salvo entre criterios que se excluyan
por alternancia un repertorio monolingue no puede ser multilingue, uno local no puede
ser nacional, uno retrospectivo no puede ser actual) (cfr.Beaudiquez, 1983, p.
Se crean, junto a las elecciones de contenido, a las fuentes de ordenación, a los
principios de redacción, etc., una vasta variedad categorial, "géneros y especies" de
bibliografías, de la que nos ocuparemos en el tercer capítulo.
El conocimiento preliminar de un buen cuadro de clasificación (externa) de los
repertorios es, como se vera, precioso para sus usuarios, pero ayuda también al
compilador a aclararse las ideas y a no perder de vista el objetivo final.

2.3. Búsqueda de los títulos

Ejecutada la puesta a punto del objeto (elección y delimitación), se puede


proceder a la construcción del edificio bibliográfico, comenzando, finalmente, la
colección del material o búsqueda de los títulos.
Las indicaciones de mértodo sobre el asunto, cómo se obtienen de los estudios so-
metidos a examen, oscilan de manera, a primera vista, sorprendente y desconcertante.
Sorpresa y desconcierto desaparecen inmediatamente si se reflexiona sobre el hecho de
que no existe una metodología de colección de las noticias bibliográficas sino tantas
metodologías cuantos son los géneros bibliográficos, su especie, su naturaleza, y tan
diversificadas entre ellas como diversas pueden ser las finalidades de los repertorios y la
cultura y la "habilidad" de los compiladores.
Todas las metodologías son igualmente aceptables y respetables (salvo la im
provisación y la casualidad) con tal de que est‚n teóricamente fundamentadas,
acreditadas respecto al objeto del repertorio, verificadas en lo posible con el ejemplo de
autorizados repertorios an logos, del mismo género, ya publicados, y, finalmente,
sometidas al examen de los objetivos prefijados, y, en una palabra, de su destino y uso.
Adoptados estos principios b sicos, es necesario después que el compilador se
atenga a ellos de manera coherente y rigurosa y que, en la cambiante trama de todas
las posibles fuentes de las que extrae cosas, sepa coger aquellas particularmente idóneas
para su trabajo y no omita ninguna de las esenciales.
Para corroborar estas afirmaciones de principio con referencias ejemplificativas
más precisas y concretas se podr , por ejemplo, sostener razonablemente que también el
registro oficial, tendencialmente exhaustivo, de la producción librera italiana,
instrumento primario, por consiguiente, de información, teóricamente no descuidado por
parte de ningún bibliógrafo que se respete, puede revelarse, en resumidas cuentas, y en
ciertos casos concretos, intrumento pobre y con lagunas o hasta inadecuado y de ninguna
ayuda. Piénsese no tanto en el hecho, de cualquier modo conocido y razonable, de que
la BNI se limita a las monografías -y ninguna bibliografía especializada o científica
puede hoy limitarse a las monografías-, como en la exclusión de categorías enteras de
publicaciones que, inversamente, podrían ser el objeto principal o exclusivo de un
repertorio.
Un bibliógrafo local que no quisiera limitarse a las monografías que han
alcanzado la dignidad de una cita en un reps con circulación local, etc., encontraría
probablemente la BNI de escasa ayuda para su trabajo.
De ninguna ayuda le serviría tampoco a un investigador interesado en los textos
escolares, en la literatura devociertorio nacional y que quisiese incluir la impresión local
menor, las publicaciones oficialeonal o en los mapas geográficos.
Una ulterior y todavía preliminar consideración, antes de aportar una ciemplifi-
cativa y breve reseña de fuentes de la investigación bibliográfica, debe hacerse aten-
diendo a un factor decisivo, aunque subjetivo, de elección del mértodo de colección:
el nivel cultural del compilador, su estatus profesional o académico, al que,
generalmente, está después ligado el destino del trabajo.
¨Quién no ve la enorme diferencia que existe, utilizando par metros poco enfren
tados, entre los consejos bibliográficos que Umberto Eco proporciona a un estudiante
para su encuentro con el examen de licenciatura y la praxis del especialista astuto o
investigador perspicaz al que más bien hace referencia en una reciente, aguda y brillante
contribución Piero Innocenti? Si para ambos el supuesto es único además de obvio
(biblioteca y bibliografía como elementos de un único, circuital sistema informativo-
librario), diversísimos son, por el diferente destino de los dos estudios, los resultados
preceptivos que ambos alcanzan.
Para Piero Innocenti, para el cual "a nivel de organización de servicios
especializados, el trabajo de organización de la biblioteca coincide con el trabajo de
investigación bibliográfica" (Innocenti, 1986, p. 33), si el objetivo es el control o la
colec-
ción de literatura especializada sobre un tema o de una disciplina, el procedimiento
más natural parece aquel que parte de la bibliografía para llegar a la biblioteca, a pesar
de que, en algunos casos (y veremos en cu les), puede ser admitida la operación inversa.
Armado de una buena reseña bibliográfica, del estatus del arte y de disciplina, el
investigador estar capacitado, siguiendo las innumerables pistas allí diseminadas,
para construirse un aparato bibliográfico completo y de primera calidad o, llegado
el caso, una biblioteca especializada sobre el tema. De manera no muy distinta G.
Watson Cole, a principios de siglo, a la pregunta: "¨Cómo lograremos saber qu‚ ha sido
escrito sobre nuestro tema?", respondía: "No hay quiz medio, mejor vía, para comenzar,
que procurarse la mejor o, al menos, la obra más completa en torno al asunto y leerla
con gran atención, de arriba a abajo" (Cole, 1901, p. 793). Entre los pliegues de las
páginas, dice Innocenti, "porque, en general los libros merece la pena siempre leerlos
completos y no sólo los índices, como, según se dice, suelen hacer los bibliotecarios"
(Innocenti, 1986, p. 23), en profundidad y con atención, tomando nota de toda cita o
autoridad que aporta el autor.
"Consultad también -añade Cole- todos los catálogos y bibliografías sobre los
que consigais poner las manos" (Cole, 1901, p. 793).
Aquello de compilar una bibliografía partiendo de otra bibliografía o de cual-
quier tipo de instrumentos bibliográficos ya dados y conocidos, le parece por el contrario
a Eco una situación excepciona , al menos entre estudiantes que se van a licenciar.
Según Eco "hacerse una bibliografía significa buscar aquello de lo que aún no se conoce
la existencia. El buen investigador es aquel que es capaz de entrar en una biblioteca sin
tener la más mínima idea sobre un tema y salir de ella sabiendo de este un poco más"
(Eco, 1977, p. 66-67).
Pasando por alto las -aplicaciones discutibles y problem ticas de la siguiente
afirmación de Eco según la cual el primer instrumento a utilizar sería el catálogo por
materias, nos permitimos aquí observar que, partiendo de la hipótesis de que una tesis
doctoral no se preparar nunca, se plantee como se plantee, en una pequeña biblioteca
pública, sino al menos en bibliotecas medias, con un nivel estándar medio o medio-alto
de articulación de servicios, el primer instrumento a utilizar, con la mediación y el
auxilio de un bibliotecario profesional experto, figura presente en la casi generalidad de
las estructuras medias o medio-altas, es la sala de consulta, que no porr casualidad se
llamó en un tiempo -y se llama todavía en muchas bibliotecas- sala de las bibliografías
o de los catálogos: "el sancta sanctorum de la biblioteca Sobre los atriles y sobre las
mesas montones de catálogos y de bibliografías, en suma, todo el jugo de la ciencia y ni
un verdadero libro para leer" (R. Musil, El hombre sin atributos, par. 100).
La sala de consulta es la representación biblioteconómica, la versión
biblioteconómicamente realizada, bien sea en escala generalmente menor y a medida y
de niveles diversos, según las bibliotecas, de la bibliografía de bibliografías, o mejor, de
la
bibliografía de las obras de consulta; verdaderos instrumentos proped‚uticos para el
estudio y la investigación en todos los campos disciplinarios.
Para esquematizar, sin por esto querer establecer una jerarquía fija de las fuentes,
jerarquía que está sin embargo instituida a veces según el objeto preseleccionado, el
género y la función de la bibliografía, su nivel, su destino y también según la
disponibilidad de los recursos existentes, se puede proponer, como abanico, también
siempre integrable, de posibilidades, la siguiente articulación:

a. Fuentes bibliográficas

1. Bibliografías de bibliografías. Aquí se sigue la tendencia, expresada por ej.


por Totok, de colocar funcionalmente las bibliografías de bibliografías en primer lugar,
como instrumento reliminar y de fundamento de todo trabajo bibliográfico (cfr. Totok-
Weitzel, 1979), más que en último lugar, como hace Malclés, que dedica a este género,
en cuanto "suma de los repertorios bibliográficos", el último capítulo de su manual (cfr.
Malclés, 1985). Parece natural asignarles el pri mer puesto, poniéndose en el lugar del
investigador que, antes de prepararse para compilar una bibliografía sobre un tema, debe
preguntarse: ¨existen ya o han existido ya bibliografías sobre el mismo asunto?

Los listados alfabéticos de los listados alfabéticos de los títulos de libros,


según la expresión musiliana, "pueden ser definidos como sumas de todos los
repertorios impresos a partir del siglo XVI, o de las guías razonadas en su multitud y
diversidad"
(Malcles, 1985, p. 399).
Junto a, o antes de, las bibliografías de bibliografías puras o propiamente dichas
(el monumento del género es la World bibliography of bibliographies de Besterman), es
necesario citar las "guías para las obras de consulta", según el modelo de Malclés,
Totok-Weitzel, Winchell, Walford, Sheehy, etc. Aut‚nticos comodines, líderes ins-
trumentales de la investigación bibliográfica integral, son al mismo tiempo inagotables
minas para la construcción y la puesta al día de las salas de consulta de las bibliotecas.
La imagen inversa de estas, verdaderas bibliografías de bibliografías escondidas, son los
catálogos de las salas de consulta de las grandes bibliotecas.
Su destino es ser -a menudo fuertemente- selectivas (enorme es el número de
bibliografías, y más aún de las obras de consulta, publicadas) y su utilidad debería
estar en la noticia analítica y crítica, utilidad a veces sacrificada, de forma discutible
(por ejemplo, en Besterman), por la cantidad de extractos.
No merece la pena insistir sobre la ventaja que puede aportar a un compilador,
también para la decisión acerca del objeto de su trabajo y su delimitación, conocer no
sólo la existencia de compilaciones sobre el mismo tema sino también noticias acerca de
su dimensión numérica (número de títulos), los extremos cronolólógicos, la tipología de
los materiales considerados, el nivel de disponibilidad, la tendencia cultural o
ideológica, etc.
2. Bibliografías nacionales (actuales o retrospectivas). Consideradas por Innocent
las únicas fuentes primarias para la identificación de los títulos (v. cap. 2.4.),
junto a los catálogos de grandes bibliotecas .o sistemas de bibliotecas, pueden ser
utilizadas como primera orientación por quien parte de cero o casi de cero como
base para la extracción de bibliografías sectoriales de monografías y títulos de
periódicos, o para, si se discute sistem ticamente la cobertura cronológica esta-
blecida, proporcionar el esqueleto mismo del repertorio que se quiere construir.
Es esencial conocer las modalidades de compilación y de preparación (depósito
legal o iniciativa editorial-comercial o mixta) y, sobre todo, las categorías de publi-
caciones excluidas.
Entre estas se incluyen naturalmente las bibliografías nacionales de títulos de pe-
riódicos (e-. CUBI periódicos, BNI periódicos, etc.).

3. Bibliografías especiales (actuales y retrospectivas) relativas al campo de interés o


a campos afines.

Más aún que las bibliografías derivadas, por extrapolación, por nucleación mecánica, de
las bibliografías generales nacionales (aislando clases o reajustando temas) o aquellas
dedicadas exclusivamente a las monografías, se buscan las bibliografias elaboradas
según procedimientos más directos, especializados y complejos, que comprendan los
artículos de periódicos (ei. Bibliografia Storica Nazionale) y, de manera particular, a
medida que crece la exigencia especializada, los boletines de resúmenes (abstracts).
4. Asimilables al 3, pero aquí señaladas autónomamente, como autónomamente
vienen a menudo publicadas, son las bibliografías de publicaciones académicas,
de universidades, facultades, departamentos e institutos, escuelas y fundaciones
relativos al campo de interés propio en cada caso.
Indicación de ellas puede encontrarse en los repertorios Al y la
investigación, para mayor exhaustividad y rigor, puede ser precedida y ser elaborada a
partir de la in- dividualización de tales instituciones en repertorios y anuarios,
tipo el Doc Italia,
The world of learning y similares.
5. Guías de literatura.
Versión especializada o interdisciplinar para el estudio de una disciplina o de dis-
ciplinas afines, comprendidas las bibliografías pero también las obras de base para
su estudio: manuales, tratados, enciclopedias, l‚xicos, diccionarios, colecciones de
fuentes de textos, títulos de periódicos, etc. Se identifican por títulos tales como
“guía para el estudio", "indicación para el estudio", "introducción al estudio de ......”
"guía bibliográfica".

6. Bibliografias internase las monografías, a los manuales, a los tratados, a las tra-
tamientos históricos de base dedicados a un tema, reseñas contenidas en periódicos, etc.

Marcadas con términos como "nota bibliográfica" o "lista de las obras consulta-
das", o "referencias bibliográficas", o en textos ingleses "list of readings", "list of
references", etc., pueden tener estructura de mlni-repertorios y asumir ellas mismas,
criterios variables de ordenación (cronológicos, alfabéticos, por clases, etc.), o secun-
dar la escansión lógica de la obra. Pueden, también, ser puramente referenciales (lis-
ta de referencia) o esenciales (obras de base) o, en algunos casos, por lo general para
temas limitados o poco explorados, exhaustivas. Pueden también asumir un desarro-
llo crítico-razonado (reseña crítico-bibliográfica sobre el tema) o crítico-histórico
(historia del problema).
7. Publicaciones periódicas y bibliografías de publicaciones periódicas
dedicadas a un tema.
Esta categoría puede ser explorada en condiciones más o menos afortunadas, se-
gún que los materiales se presenten más o menos organizados bibliográficamente.
Las condiciones óptimas son aquellas en las cuales podemos disponer de
repertorios de títulos de periódicos (posiblemente dispuestos también por materias), de
bibliografías analíticas especializadas o interdisciplinarlas, comprendida la revisión de
las
revistas que interesan, de boletines de resúmenes, de índices generales o acumulati-
vos de revistas concretas, de bibliografías de las reseñas. Para disciplinas o temas so-
bre los que no están disponibles instrumentos acumulativos y analíticos de recupera-
ción de los datos relativos a las revistas, no queda más solución que analizar los ín-
dices anuales, eventuales reseñas bibliográficas internas, rúbricas de reseñas y ex-
tractos, listas de libros recibidos, etc.
b. Fuentes catalográficas

En realidad las fuentes catalográficas se comportan o como fuentes de


información
comerciales cuando son de la naturaleza descrita en c., o como bibliografías o pseu-
do-bibliografías. Pero se ha preferido establecer una categoría distinta porque parece
esencial que el compilador de un repertorio tenga claro, incluso desde el inicio, las di-
ferentes características de sus fuentes y de esta manera pueda aprovechar el ejercicio
de su derecho al an lisis sistem tico y, si quiere, jer rquico, de ‚stas. La relevancia
global de esta categoría, junto con la que le sigue, es muy notable. Piénsese que ya en
1897, de los cerca de 74.000 volúmenes que recibían la calificación de bibliografías
en el catálogo de la Biblioteca Nacional de París, por los menos 60.000 eran catálo-
gos de bibliotecas, catálogos de libreros y catálogos de venta (Murray, 1917, p. 48).
Archer Taylor, autor de un bellísimo libro sobre los catálogos de libros, divide
las compilaciones bibliográficas basadas en catálogos en tres variedades:

1. Aquellas basadas en catálogos de bibliotecas privadas, a su vez divididos en ca-


tálogos generales de las colecciones, catálogos de raros, ampliamente utilizados
por las bibliografías estándar de bibliofilia, comenzando por Brunet, Ebert y
Graesse, y catálogos de ventas.

2. Bibliografías basadas en catálogos de bibliotecas institucionales.


3. Bibliografías basadas en catálogos de editores: de las bibliografías-catálogo de las
ferias de Francfurt y Leipzig a The catalogue of English printed books de Andrew
Maunsell (London, 1595); a la tríada alemana Heinsius, Hinrichs, Kayser; al re-
pertorio internacional de Teophil Georgi (Allgemeines europaikches Bucherlexikon
(Leipzig, 1742-1758), a los catálogos actuales de libros disponibles en el comercio o "in
print", los ejemplos son innumerables (Taylor, 1986).
Pero vayamos a nuestra clasificación que, como se ha dicho, distingue las
fuentes catalográficas comerciales, o fuentes del comercio librero, de las fuentes
catalográficas propiamente dichas o fuentes catalográficas biblioteconómicas, que
pueden ser de tres tipos:
1.Catálogo de la Biblioteca Nacional o de las principales bibliotecas generales de
carácter nacional: consejo fácil y unívocamente inteligible y más preciso y
eco- nómicamente practicable en países como, p. ej., Gran Bretaña y Francia,
no sólo por la unívoca individualización del organismo competente sino
también por la disponibilidad en formato de imprenta (y ahora también en
microfichas) de los respectivos catálogos. No se olvide, al respecto, que
dichos catálogos son de todas maneras utilizables como bibliografías
generales internacionales y que son, pues, utilizables al margen de los
confines nacionales representativos.
En Italia un bibliógrafo no debería olvidarse de sondear al menos el catálogo
de
la Biblioteca Nacional de Firenze, extendiendo la búsqueda,
sucesivamente,según la vastedad e importancia del trabajo, el ‚xito del primer sondeo, la
vecindad con respecto al lugar de residencia, de estudio o de trabajo o la pertinencia
histórica, cultural o bibliográfica para el objeto de la investigación, a las otras grandes
nacionales:
Roma, Milano, Napoli, Torino, etc. Preliminar, o al menos complementario de
la utilización de este tipo de fuentes, es el conocimiento y la consulta de anuarios, co-
menzando obviamente por Italia, desde el Annuario delle biblioteche italiane, para
hallar noticias sobre la composición del patrimonio bibliográfico de cada instituto y
sobre el tipo y número de los catálogos disponibles.

2. Catálogos de bibliotecas y de fondos especiales, públicos y privados,


relativos al campo de interés.
En este y en el caso precedente, tiene sentido, bibliográficamente hablando, fijar
el punto de partida del trabajo de colección o búsqueda de los títulos en los catálo-
gos (y no sólo en el catálogo por materias) de una (o más) bibliotecas, de acuerdo
con la relevancia cuantitativa (en el caso Bl) y cualitativa (en el caso B2, más a
menudo que en Bl) de los fondos allí registrados. La coincidencia o la superposi~
ción de la dimensión bibliográfica y de la bibliotecaria (Serrai, 1980 b) está, tam-
bién física y formalmente evidenciada por las publicaciones impresas de tales catá-
logos: el uso de los catálogos impresos de la Fundación Feltrinelli, de la Fundación
Basso, de la Fundación Einaudi conduce generalmente en la información bibliogr -
fica hasta la localización y el hallazgo de los documentos.
El Annuario delle biblioteche italiane, ordenado por lugares y carente de
índices alfabéticos analíticos por materias o temas y por fondos, no es de gran ayuda
para
este aspecto, y no siempre están a la altura del trabajo The world's guide to libraries,
cuyo masa de noticias va, como es obvio, a menudo en detrimento de la precisión,
de la descripción, y del detalle, o el precioso, pero envejecido y selectivo Subject co-
llections in European libraries, de Lewanski (New York-LOndon, Bowker, 1.965).

3. Los catálogos de cualquier biblioteca que se visite. Sugerencia tal vez poco
ortodoxa desde el punto de vista del mértodo, e incluso superflua, para quien conoce
bien la naturaleza, a la vez sistem tica y fantasioso, de la investigación bibliográ-
fica y para quien haya tenido modo de verificar las ventajas de ello. Las vicisitu-
des de la circulación de los libros y de la constitución de los patrimonios biblio-
gráficos en Italia -pero no sólo aquí- son a menudo, y voluntariamente, de tal
manera ricas, complejas, embrolladas y, a veces, desconocidas, imprevisibles e
inescrutables, como para justificar cualquier sondeo y pronosticar cualquier sorpresa.
En cuanto a las noticias acerca de la existencia de catálogos impresos de
bibliotecas, el investigador se puede dirigir, además de a instrumentos como anuarios y
"directories", a las bibliografías de catálogos de bibliotecas, género no muy practicado
y poco conocido, salvo por los especialistas, y del cual es considerado gran arqueti-
po Henri Stein (Manuel de bibliographie générale, Paris, 1897, Ap. 2) (cfr. Arduini,
1985, p. 47).

c. Fuentes comerciales

Catálogos y listas editoriales.


En esta categoría, en la que aparecen títulos de antiguedad incluso mayor que
losde la bibliografía erudita (se conocen avisos editoriales a partir de 1466, cerca de
treinta años antes del Liber de scriptoribus ecclesiasticis de Tritheim, de 1494; y los
Catálogos de las ferias de Francfurt y Leipzig son considerados los prototipos de las
bibliografías nacionales), se comprenden al menos cinco subgrupos.
1. Los catálogos generales, periódicos, de la producción disponible de cada editor,
generalmente ordenados por colecciones, con índices por autores y títulos; a ve-
ces, por exigencias particulares (por ejemplo por ser difundidas en el ambiente
universitario), pueden aparecer organizados por materias o disciplinas y atañen
en este caso pero también en otros, al nivel crítico y analítico.
2. Boletines, panfletos, avisos, pasquines, comunicaciones impresas, muestras que
anuncian novedades, por separado o en grupo; variada y preciosa menudencia
bibliográfica, que Krummel llama "subculture of bibliography" y que nosotros
podemos denominar expeditivamente "las baratijas del oficio adquirido".
3. Los catálogos "históricos" de las casas editoriales, publicados generalmente en
ocasión de aniversarios y celebraciones, preferiblemente ordenados cronológica-
mente, mejor por registro, o alfabéticamente por autores, con índices de autores
(en el primer caso), por fechas (en el segundo), por títulos de colección, por te-
mas o materias. Las noticias son generalmente analíticas (con amplia descrip-
ción del contenido y de la organización conceptual de la obra) y a menudo his-
tórico-críticas.

4. Los repertorios de libros disponibles.


Catálogos de los catálogos editoriales. Generalmente ofrecen triple clave de acce-
so (autores, títulos, materias) con otros eventuales índices suplementarios (coleccio-
nes) y con el repertorio de las casas editoriales representadas (e'. Catálogo de- libri
in commercio).
Las indicaciones bibliográficas son someras y no asumibles como modelos de re-
ferencia y descripción sino después de una atenta verificación y en ausencia de otras
fuentes.

5. Catálogos, listines de librerías de viejo, de venta por subasta.


Faltando en Italia, como resalta Flavia Cristiano (Cristiano, 1986), desde hace al
menos quince años, catálogos de venta y subastas libreras, hecho "a imputar sobre
todo a la ausencia de un mercado de subastas libreras", el campo de investigación
debe basarse necesariamente en catálogos extranjeros concretos y en repertorios ge-
nerales como el Book auctions records y el jahrbuch der Auktionspreise. Los catá-
logos anticuarios pueden ser, según la tipología propuesta por F. Cristiano: a) catá-
logos misceláneas, "cuyo interés bibliográfico es a menudo insignificante" en la me-
dida en que el listado, especialmente si no está ordenado, da más la idea de un
amontonamiento que de una colección; b) catálogos monográficos o monotemáti-
cos, "dedicados a un sólo tema o a unos pocos temas afines", dotados de un mayor
interés bibliográfico para quien los consulta, que denotan un más alto grado de
profesionalidad de quien los compila; e) catálogos especializados por
homogenei-
dad de materiales (L.N. Malclés diría "especiales", reservando la calificación
de especializados para los monotem ticos), bibliografías bibliófilas por excelencia, tam-
bién estas desaparecidas progresivamente del panorama italiano. El material, cuan-
do no viene listado con algún orden (se trata de los amontonamientos arriba men-
cionados) puede aparecer presentado: en orden alfabético (por autores y/o títulos,
sobre todo c); por autores y/o materias, sobre todo en a) e incluso en c); cronológi-
co (sobre todo en b), pero también en e); sistem tico-clasificado, por materias (so-
bre todo en a), o por géneros (sobre todo en c).
La valoración del grado de autoridad bibliográfica de los catálogos
anticuarios está confiada obviamente también, y quiz sobre todo, al nivel de
descripción, que va, es siempre la opinión de F. Cristiano, desde el somero-
poco cuidadoso, al medio- cuidadoso y al cuidadoso-analítico; los dos últimos
se fundamentan, evidentemente, en praxis y formularios catalográficos y
descriptivos autorizados por organismos y códices oficiales o semioficiales
[(USBD(a), normas para el GW, normas IGI, etc.) o en el ejemplo de
repertorios autorizados (GW, IGI, BMC.
En todo caso, es f cil tropezarse con terminologías que exceden, más o menos a
sabiendas, en afectaciones y arcaismos, o, peor, en enfatizaciones genéricas y no
muy desinteresadas: el "estupendo ejemplar" (ofrecido por un librero napolitano) al
que sin embargo "faltan las primeras veinte páginas" y que tiene las últimas cin-
cuenta atravesadas por la carcoma, es digno de entrar en el anecdotario de "Bellavis-
ta" (cfr. Cristiano, 1986, p. 137).

d. Fuentes relacionales
Informaciones de amigos y colegas, informaciones extraídas de conversaciones,
correspondencia, conferencias, convenios, transmisiones radiofónicas y televisivas,
lecturas no profesionales...
No parece arriesgado o raro insertar en esta reseña fuentes tan poco ortodoxas
y sistemáticas. Pero es necesario repetir que el camino, el recorrido, el itinerario
de la investigación bibliográfica no tiene la estructura de una autopista con un recorrido
obligado, entradas y salidas rígidamente fijadas y controladas, sino la de una red
vial ordinaria y estratificada, compuesta por calles principales (el mértodo, las fuen-
tes convencionales) y por desvíos, atajos, encuentros, aventuras y paradas imprevis-
tas, que puedan enriquecer y completar una lista organizada en conjunto, en sus
grandes líneas, según los cánones de la bibliografía metódica.
Entre éstas están naturalmente comprendidas todas las informaciones no
publica das que es imposible hallar o en las que se puede casualmente encontrar,
aquellas que, con expresión apropiada, Van Hoesen~Walter llama "walking
bibliographies" (Van Hoesen-Walter, 1928, p. 15).

e. Repertorios de otro género

Advirtiendo que esta no es una reseña de repertorios bibliográficos y de


auxilios bibliográficos (cfr. cap. 3.3.2.), sino de fuentes de la investigación
bibliográfica, nos limitaremos a señalar sólo dos categorías de fuentes
directamente utilizables para la localización de los títulos.

1. Enciclopedias generales y especiales.


Las grandes compilaciones enciclop‚dicas generales y especiales pueden propor-
cionar bibliografías someras y esenciales, utilizables para compilaciones divulgativas
y escolares, o como llaves, etapas iniciales o intermedias para repertorios más am-
plios; es decir, sobre todo para personajes, lugares, fenómenos, eventos menores o
poco indagados, de los que pueden proporcionar el íntegro, aunque reducido, cuer-
po bibliográfico.
Generalmente, la nota bibliográfica acompaña cada voz (ej. Enciclopedia Italia-
na, Encyclopaedia Britannica, Enciclopedia Einaudi); a veces, como en el caso de la
Enciclopedia europea Garzanti, la bibliografía se reagrupa en un volumen final; la
pérdida de inmediatez y localización está compensada por el hecho de que se viene a
reconstruir así un verdadero manual de bibliografía general, seme'ante en todo a las
fuentes de la categoría A. 2.

2. Fuentes biográficas y biobibliográficas generales y especiales. En esta categoría


entran al menos cuatro tipos de fuentes:
a. Las biografías individuales, útiles sobre todo, pero no exclusivamente, para
compilar bibliografías personales; pueden proporcionar informaciones bibliográ-
ficas directas cuando son del tipo "vida y obras", o indirectas cuando, al dar in-
formaciones sobre lugares de nacimiento y actividad del biógrafo, dirigen al bi-
bliógrafo hacia catálogos de bibliotecas o bibliografías locales, disciplinarias e
institucionales bien determinadas.
b. Repertorios o colecciones de vidas; en este caso la información
bibliográfica es indirecta si nos referimos a compilaciones breves, concisas (tipo los
"Garollo" o los "quién es quien"), directa si recurrimos a gruesas compilaciones,
dotadas de aparatos bibliográficos específicos bajo voz: ejemplo, el Dizionario
biográfico degli italiani, Scienziati e tecnologi de Mondadori.
c. Los índices biobibliográficos; suerte de índices acumulativos de b), no
dan, como aquellos, informaciones directas, biográficas y bibliográficas sobre el perso-
naje buscado, sino que dirigen, a partir del nombre, el apellido y eventualmente
de límites cronológicos, de procedencia o de mbito de actividad, hacia la o las
fuentes que lo completan: ejemplos celebérrimos son el Onomasticon de Ferrari
el Internationale Personal bibliographicus motorum hominum (IBN), compilad
automáticamente, cuya lista de referencia (el repertorio de las obras revisadas)
viene a configurarse como un instrumento del tipo d).
d. Bibliografías de fuentes y repertorios biográficos; no listan nombres de
persona jes objeto de biografía, sino nombres (y títulos) de obras biográficas; tienden
pues, más a documentar que a informar; el orden clasificatorio que generalmen
te las distingue clarifica sus funciones y uso: se parte de la actividad o de la pro
fesión o bien de los lugares, aunque los índices de autores y títulos (de los reper
torios) abastecen a otros tipos eventuales de pregunta; la Biografia Italica de Cesare
Manzoni (Osanabruck, 1981), con sus cerca de 5.000 títulos, sólo italiano
(frente a los poco más de los 5.000 internacionales del IBN), es un ejemplo
extraordinariamente precioso del género.

Consiéntanse, llegados a este punto y antes de pasar a tratar la identificación


los títulos, tres consideraciones finales sobre las fuentes.

1. Respecto al comportamiento y a la metodología puestos en práctica por el


investigador para conocer la existencia de los documentos, las categorías C y D pue-
den ser consideradas "empíricas" mientras A, B y E se consideran "profesiona-
les" (cfr. Beaudiquez, 1984, pp. 114-117).
2. Se observa, a título de curiosidad, la doble naturaleza, bibliográfica y
catalográfi ca de las categorías Bl y B2, y bibliográfica y comercial de las categorías
C3 y C4.
3. La forma física de tales fuentes r>uede ser hoy muy variada: volúmenes,
periódi cos, fichas móviles, microfichas, archivos, discos l ser, videoterminales,
son las formas viejas y nuevas de la información bibliográfica. La
categorización de las fuentes, esbozada en las páginas precedentes, prescinde de la
forma física en la cual se presentan. No podr prescindir siempre el
compilador, el cual, en presen- cia de ofertas multimediales de datos, estar
obligado a elegir la solución más ventajosa desde el punto de vista logísitco,
financiero, de disponibilidad de tiempo, en una palabra desde el punto de vista
"económico".

2.4. Identificación y valoración

La búsqueda de material de construcción del repertorio nos lleva antes de nada a


entrar en contacto con los "títulos", es decir, con presuntas (presuntas hasta la pun-
tual verificación de su real existencia) entidades autónomas o individuos bibliográfi-
cos.
Verificar la correspondencia entre "títulos" (entendidos en el sentido de noticias
breves, esenciales -autor, título, notas tipográficas- ) encontrados y obras realmente
publicadas, existentes; agotar el grado de exactitud y la autoridad de la fórmula de
descripción son las operaciones que se agrupan bajo el nombre de identificación.
Según L.N. Malclés, "identificar un texto impreso consiste en descubrir su des
cripción en una bibliografía primaria" (Malclés, 1985, p. 11), esto es, en una bibliografía
que haya registrado los datos extray‚ndolos directamente del documento.
En otro lugar, la misma Malclés denominaba "Identificación" al proceso que lle-
va a la "atribución, a cada edición de un texto, de una acreditación"; este tiende a
asignar a cada libro una identidad a través de la delimitación de sus caracteres dis-
tintivos y exclusivos.

Atribuir un estado civil a un libro, a una edición, significa, lógicamente, recono-


cer, antes incluso que sus elementos característicos y distintivos, su existencia real.
La existencia de "fantasmas bibliográficos" no es, como los profanos estarían lle-
vados a creer, una creencia supersticiosa de los bibliógrafos sino un hecho que ha si-
do siempre confirmado, y por un número creciente de episodios, a medida que, en
los últimos dos siglos, se han refinado las técnicas de la investigación bibliográfica y
se han puesto a punto instrumentos sofisticados de verificación, de acercamiento a
las fuentes.
No se refiere uno aquí, naturalmente, a propósito a los fantasmas, en clave satíri-
ca o polémica o de juego literario, creados por la fantasía de escritores y eruditos
(como ejemplo, entre tantos, a las "invenciones o distorsiones -parodísticas, satíri-
cas, caricaturescas- bibliográficas de Rabelais,-de Don-, y en tiempos más recientes,
de Borges o Woody Allen) ni tampoco a aquellos que podríamos llamar pseudofan-
tasmas, es decir, obras realmente publicadas y desaparecidas para siempre -y por
consiguiente irrecuperables para el investigador-, sino a obras que en realidad nun-
ca han existido y que deben su apariencia fantasmagórico, espectral, a los errores de
los compiladores precedentes, a noticias aparentemente autorizadas de "ediciones
(en realidad nunca aparecidas) que circulan transmitiéndose hasta ser casi imposi-
bles de eliminar, transitando de cita en cita y de bibliografía en bibliografía" (Inno-
centi, 1984 a, p. 20).
“Se descubrirá inevitablemente -escribe Cowley- que una parte de los docu-
mentos deducidos de las bibliografías y de otras fuentes no tiene aparentemente nin-
guna existencia. Algunos pueden desaparecer para siempre; otros casi con seguridad
no han existido nunca y deben su espectral apariencia a los errores de los compila-
dores precedentes; y alguno se encuentra en las manos de propietarios privados y li-
breros" (Cowley, 1939, p. 18).
Llegados a este punto, si convenimos creer, como es justo, en la existencia de
"fantasmas bibliográficos", es necesario, sin embargo, resistir a la tentación de creer
en la existencia (real) de individuos bibliográficos sólo cuando estemos en contacto
material con ellos. Si es cierto que en muchísimos trabajos de car cter bibliográfico
(las bibliografías primarias, las bibliografías de car cter bibliológico, las bibliografi-
as de primeras ediciones, y santísimas otras) existe un deber moral y cultural de tra-
bajar sobre las publicaciones; si es cierto que, en todo caso, sólo el examen directo
del libro y un encuentro "objetivo" pueden asegurar sin margen de duda su realidad
bibliográfica y pueden confirmar de primera mano la exactitud de los elementos que
han servido para unirse con ‚l; también es cierto que en muchos otros casos (o me-
jor, en la generalidad de los casos) el testimonio de una fuente primaria, es decir de
una bibliografía que haya registrado los datos extray‚ndolos directamente del docu-
mento, puede bastar para garantizarnos su existencia y la descripción exacta de una
edición.
No sólo eso, sino que a veces se puede seguir también el camino inverso, y esto
sucede cuando tenemos necesidad de verificar sobre una bibliografía primaria (mejor
si es oficial, autorizada): 1. si la fórmula global de referencia y descripción que noso-
tros hemos extraído directamente de la publicación es correcta y conforme a las nor-
mas; 2. resolver eventuales dudas particulares suscitadas tal vez por elementos direc-
tos de autopresentación del libro, acerca de la identidad y la forma del nombre del
autor, el título, la fecha, etc.
No se puede agotar la exposición sobre este aspecto sin dar cuenta de dos recientes
tentativas italianas de clarificación terminológica y conceptual.
Laprimera, en orden temporal, ha sido el trabajo de Alfredo Serrai, que propone
asociar el término y la operación denominada "individualización" ("reconocer un ob-
jeto entre otros objetos") a la bibliografía, y el término y correspondiente concepto
denominado "identificación" ("individualizar un objeto en general") a la bibliología
La bibliografía repertorial, enumerativa, se ocuparía, entonces, de las diversas
ediciones de un texto, buscando más lo que une, lo que caracteriza a más ejemplares (re-
plicas) de un mismo objeto, teóricamente susceptibles de ulteriores separaciones y rea-
grupamientos internos; mientras la bibliología (o bibliografía analítica) investiga "la
copia ideal", interes ndose más bien en aquello que divide y distingue de manera
absolutamente exclusiva, hasta un nivel no descernible ulteriormente (cfr. Serral, 1983
a.).
La segunda puntualización proviene de Piero Innocenti, que sugiere la distinción
entre la "homologación" o "convalidación", que tiene lugar cuando el "un dato indi-
vidual del entramado /la secuencia de la referencia bibliográfica] o el entramado en-
tero se encuentran en una fuente autorizada"; la "identificación" que se realiza a ve-
ces "cuando se trabaja sobre un entramado con lagunas de uno o más elementos", o
bien "en cualquier caso en el que exista duda sustancial acerca de la identidad exacta
de uno de los elementos de la secuencia bibliográfica"; y la "elaboración", que tiene
cer lugar "cuando el control lleva a constatar que la secuencia bibliográfica dada no es
fiable en la sustancia, aunque sea formalmente irreprochable", o "también cuando
hay que completar el dato en la secuencia, a partir de un sólo elemento conocido".
Innocenti advierte que mientras la homologación puede venir dada también por
una fuente secundaria, con tal de que sea "autorizada" y distinta de aquella de la cual
presumiblemente procede el dato a verificar, "la identificación se basa, necesariamente,
sólo en fuentes primarias" (Innocenti, 1984 b, p. 27).
La observación de Innocenti parece excluir entonces que el término identificación
pueda aplicarse al proceso en su conjunto.
A este respecto se puede observar que, por aguda y convincente, además de con-
ceptualmente correcta, que sea la precisión de Innocenti, y, en general, todo su análi-
sis del proceso de la investigación bibliográfica, se mantiene la sospecha de que el
término identificación puede ser atribuido globalmente (como hace Malclés) al proceso
de verificación de los títulos, y que la homologación o convalidación, la elaboración con
sucesiva expansión, corrección, integración y, finalmente, la invalidación, son sólo tres
posibles salidas, respectivamente positiva, parcialmente negativa y negativa, del proceso
de identificación.
Dicho a modo de epílogo, la identificación puede volver a ser definida como la
operación, sea cual sea el punto de partida, de asignación de una "acreditación" a
toda impresión, bien por confirmación o convalidación del dato originario, bien por
su parcial o sustancial integración o corrección.
Pero, más que alargarse en una cuestión que, tal vez, en resumidas cuentas, es
más terminológica que conceptual, conviene retomar el camino y ver cómo procede
nuestro compilador ideal, una vez aceptada la existencia del documento y establecida o
reconstruida su identidad.
A partir de aquí la edición identificada puede integrarse sin más en el repertorio,
salvo que surjan, tal vez por aparecer en el curso de la identificación nuevos elementos
que completan y corrigen lo relativo al título o al subtítulo, dudas sobre su pertinencia
real o relevancia respecto al objeto del repertorio. La pertinencia, como se sabe, se
asocia a la concordancia conceptual entre el tema del texto hallado y el tema o materia
de la lista a construir, mientras que la relevancia, concepto cuantitativo y cualitativo a la
vez, se apoya en el grado de innovación y originalidad y en la cantidad de nuevos
conocimientos, nuevos datos, nuevos modos de aproximación proporcionados por un
texto en relación con el asunto objeto de estudio o de repertorio. En los casos en los que
estos dos atributos del documento no est‚n ya garantizados por la pura y simple
presencia en una fuente (una fuente segura y fiable, autorizada, generalmente avalado
también por la pertinencia y la relevancia de los títulos allí comprendidos), el
compilador que se encuentra ante de títulos "dudosos" debe recurrir a repertorios críticos
o descriptivos (a boletines de resúmenes, en el caso de artículos de publicaciones
periódicas), a reseñas críticas, recensiones y resúmenes (que se encuentran generalmente
en las revistas especializadas de la materia) o al examen directo del texto.

2.5. Estilo en las referencias y noticias bibliográficas


Acotadas -y verificadas- también la pertinencia y la relevancia del documento,
el compilador recapitula (transforma) el conjunto de los datos recogidos en una fórmula
indicadora y descriptiva (documento de identidad del libro), homogénea y estandarizada,
establecida previamente; podríamos denominarla "fórmula citacional".
Esta fórmula no es otra cosa, para entendernos, que la citazione*; término cierta-
mente un tanto genérico que designa, en italiano, bien la referencia bibliográfica(frances
"reférence", ingles "reference"), es decir, la indicación de los elementos esenciales para
la identificación de una publicación, bien la noticia bibliográfica, o sea "el conjunto de
los elementos que presentan sint‚ticamente la descripción bibliográfica de un
documento" (Beaudiquez, 1983, p. 9).

* En castellano existe el término "citación" ("acción de citar"). Su uso no es, sin


embargo, habitual en materias bibliográficas, aunque aparece recogido, por ejemplo, en
Clason W. E. Elsevier's Dictionary of Library Science, Information and Documentation
(Amsterdam, 1973). Es frecuente en cambio utilizar el término "referencia
bibliográfica",
en el doble sentido que describe el profesor Pensato y así lo hacemos, inevitablemente,
en bastantes ocasiones (N. del T.).

Por otra parte, no parece una empresa fácil rendir cuenta de los sutiles, a menudo
evanescentes, huidizos matices conceptuales y terminológicos que, dejando a un lado
por un instante la voz "cltazione bibliográfica", genérica pero popularísima en Italia,
distinguen los siguientes términos: referencia, descripción, noticia. La normalización
internacional, no unívoca a este respecto, no ha conseguido tampoco resultados
convincentes en cuanto a clarificación conceptual y precisión terminológica.

Comencemos por la norma ISO 690 (Références bibliographlques) la cual define


así la referencia bibliográfica: "La referencia bibliográfica es un conjunto de
indicaciones precisas y detalladas (cursiva nuestra), suficientes para permitir la
identificación de una publicación o de una parte de una publicación ......”

La norma UNI 6017 (Descripciones y referencias bibliográficas) no hace otra co-


sa, pr cticamente, que dividir en dos la definición ISO de la referencia bibliográfica,
asignando la primera parte a la descripción bibliográfica ("el conjunto ordenado de las
indicaciones precisas y detalladas( ... ) necesarias para la completa identificación de una
publicación en todos sus aspectos formales") y reservando la segunda para la referencia
bibliográfica ("el conjunto ordenado del número mínimo de indicaciones, indispensables
para la identificación de una publicación").

Para resumir, diremos que la referencia bibliográfica es la indicación de los datos


esenciales para establecer la identidad de una publicación; la descripción bibliográfica es
el conjunto de los elementos recogidos en torno a un publicación con fines a su
identificación; la noticia bibliográfica es la presentación (la organización) de tales
elementos en una forma dada y constante.

La fórmula de la referencia bibliográfica, la organización de los datos


descriptivos, la fisonomía o presentación final de la noticia bibliográfica, constituyen en
conjunto los problemas relativos al estilo de citación.

El estilo de las referencias y las descripciones bibliográficas es obviamente sólo


un aspecto, tanto del estilo literario como del estilo editorial, en el sentido de que puede
atender tanto a las técnicas generales de escritura de los textos científicos como a las de
tratamiento de redacción y de presentación tipográfica de los textos producidos por los
autores.

El estilo, según la clara exposición de Krummel, es la forma general, global, de la


noticia bibliográfica que resulta de:
0 Los elementos: es decir, los "detalles bibliográficos" (Schnelder) que componen
la noticia (autor, título, notas tipográficas, otras informaciones).
0 La secuencia: es decir la sucesión de elementos dentro de cada noticia (a no
con-
fundir con la ordenación general de las secuencias, de las noticias, dentro del
re-
pertorio).
0 El design: fundamentalmente el uso de la puntuación, la materialización, la pre-
sentación tipográfica de la noticia.
Elementos. El problema de los elementos (convertidos en lenguaje electrónico
en series, datos o campos -fields-) consiste, según Schnelder, en tres cuestiones distintas:
qu‚ detalles incluir; cu ntos; grado de exactitud de cada uno. La respuesta a estas tres
exigencias determina el nivel de descripción.
Se trata de cuestiones que pueden ser íntegra y correctamente resueltas sólo en
función de las finalidades y de los contextos en los que la referencia está inserta.
Según la norma ISO 690, "la referencia bibliográfica puede tomar una u otra de
las siguientes formas: a) formar parte de una lista bibliográfica informativa o analítica;
b) constituir el encabezamiento de un an lisis o de un informe crítico; c) constituir una
nota anexa en un texto (a pie de página o al final del texto); d) figurar en parte en el
cuerpo del texto y en parte en una nota; e) ser enteramente incluida en un texto".
Los elementos que componen una referencia bibliográfica pueden variar de
número y de tipología, en función del contexto, de la utilización y del destino del
repertorio y del tipo de material descrito. Sin embargo se puede afirmar que la
flexibilidad concierne sobre todo a la información variada y genérica que Krummel
agrupa bajo la expresión "otras informaciones" u "otros aspectos", manteniendo como
constantes los elementos imprescindibles de la identificación: aquellos que Krummel
llama, de acuerdo con la tradición, autor, título e impresión, y que podre mos definir con
las normas ISBD: título y mención de responsabilidad, publicación, distribución, etc.
En las "otras informaciones" de car cter físico e intelectual de Krummel entran,
principalmente, las informaciones de edición, especificación del material, descripción
física, colección y notas especiales.
Puesto que en los dos extremos de la producción bibliográfica podemos colocar,
por un lado, las bibliografías tem ticas, las "subject bibliographies", cumple fines
científicos, acad‚micos e intelecuales, interesadas en los aspectos culturales e
intelectuales de la publicación; por otro, las bibliografías "analíticas" o "descriptivas",
interesadas en el producto libro como conjunto de signos físicos, materiales, con fines
bibliológicos; y, en medio, las bibliografías "anagráficas", enumerativas, orientadas a la
enumeración de los títulos, parece obvio que la elección de los elementos a incluir en la
referencia bibliográfica y el grado de precisión de su información variar sensiblemente
según este esquema:
o Relevancia de los elementos generales y comunes de identificación para las bi-
bliografias enumerativas; la referencia puede agotarse y consistir sólo en ellos.
o Reducción de tales elementos a meros puntos de partida, necesarios pero no
suficientes, en la bibliografía descriptiva, que recoge, por el contrario, datos lo
más diferenciados posible, individuales y exclusivos, no sólo para toda
publicación, sino para toda edición, impresión, emisión, etc.
o Relevancia de los aspectos analítico-críticos, en el caso de la bibliografía
referencias, respecto a los elementos comunes, simple punto de partida
también en este caso.

Una vez establecido que tratar de la descripción bibliográfica no entra en nues-


tras competencias, se puede pasar a examinar brevemente las cuestiones relativas a los
elementos partiendo de algunas consideracioes de car cter general.
Hay una máxima de Barnard, considerada cl sica en el rea anglosajona, que encierra en
una fórmula tan urea, como genérica y vaga -como todas las máximas-, los confines de
la referencia bibliográfica, a saber: debe ser "concisa pero suficiente" (Barnard, 1960, p.
5). Krummel ha probado a expander esta m xima en dos principios (o preceptos) más
concretos que llevan a establecer las reglas generales para la inclusión de elementos en
la referencia.
Primero: incluid aquello que vuestros lectores necesitan y nada más.
Segundo: incluid solamente hechos tales que puedan ser citados de forma apro-
piada y coherente.
Con respecto al primer principio, un bibliógrafo, según Krummel, no debería in-
sertar detalles que dejen al lector estupefacto (por ejemplo, una colección
bibliográfica detallada en una simple lista de lectura), ofendido (traducción de
títulos para categorías de lectores con toda evidencia bilingues), confundido (cita
detallada de las jerarquías burocr ticas -administrativas- completas, dentro de
eventuales encabezamientos por entes autores), o aburrido (listado de todas las
veintitres ciudades que son lugares de publicación de cualquier gran e importante
editor internacional) (Krummel, 1984, p. 45).
En cuanto al segundo precepto, juzgado por Krummel más "técnico", prescribe
no incluir elementos en una referencia bibliográfica cuando elementos comparables
no pueden ser incluidos en otras referencias bibliográficas" (ibid.). Hay, sin embargo,
que observar que tal principio pierde buena parte de su vigor y de su eficacia en el
campo de la bibliografía analítica, en la cual la descripción de elementos únicos y
singulares es la parte constitutiva, el fin del trabajo. Como se lee en la ISBD(A) "las
notas pueden referirse a cualquier aspecto de las características físicas o del contenido
de la publicación ... 1. Dada su naturaleza, las notas no pueden ser enunciadas de modo
completo [ ... 1. Pueden ser notas relativas a la descripción de la publicación que no
corresponden a ninguna de las reas de las normas ISBD (A)".
Autor. La mención de responsabilidad intelectual en la referencia bibliográfica se
presenta de manera un tanto diferente respecto a las normativas catalográficas. De he-
cho, según el nivel, el destino y la estructura del repertorio, el nombre del autor puede
ser, como es sabido, dado por extenso o abreviado, con iniciales; nombre y apellido
pueden ser presentados también de forma directa o invertida, quedando claro que ser
siempre el apellido el que determine el orden de los encabezamientos, cosa que llevaría
a favorecer la segunda solución. Lo que parece en todo caso inaceptable, por el princi-
pio de "conciso pero suficiente", es la omisión del nombre; tanto más si se observa,
que en casos de repertorios muy amplios y generales, llenos de ROSSI y FERRARI, la
elección misma de las iniciales solamente puede generar una información insuficiente.
En definitiva, un autor puede comparecer, en una referencia bibliográfica, en una
de las siguientes formas:
Ej.
Forma directa Forma invertida
Nereo VIANELLO VIANELLO Nereo
N. VIANELLO VIANELLO, Nereo
VIANELLO, N.
VIANELLO. N,
VIANELLO, (N.)
VIANELLO N.
En cuanto a obras de más de un autor la norma ISO prescribe encabezar la
referencia con ambos cuando los autores son dos. En tal caso, dada la diversa finalidad
y las diferentes estructuras visual, gráfica y espacial de la referencia bibliográfica
respecto a la ficha de catálogo, los dos autores van asociados juntas, antes del título,
unidos por una conjunción o un signo gráfico o por un signo de puntuación (la elección
dependerá también de la forma que sea adoptada para los nombres).

Luigi CROCETTI y (&) Rossella DINI


CROCETTI,L. - DINI, R.
Luigi CROCETTI; Rosella DINI.
Luigi CROCETTI. Rossella DINI,
En el caso de tres autores la norma ISO concede la alternativa entre el
encabezamiento completo (con los tres) y la omisión del segundo y del tercero,
sustituidos por la expresión "et al--" o "et al.". Para más de tres, se recurre sin más al
título, seguido por la indicación de todos los autores, si son un número razonable, o del
primero seguido por "et al.".
La elección entre mención integral o parcial de las responsabilidades intelectuales
conectadas con la publicación depende también en gran parte del tipo y del destino de
la lista: es opinión común, por ejemplo, que en bibliografía local, si se trata de autores
locales, toda omisión sería injustificada y traicionaría la filosofía misma de ese tipo de
repertorio. Es obviamente censurable sin miramientos el uso del acrónimo AA.VV.,
para autores varios, "infortunio bibliográfico", como lo define Nello Vian (Vian,1985),
típicamente italiano (cfr. p.e'., Eco, 1977, p. 80-81), recurso que ser también debido a
comodidad y pereza, pero que no es ciertamente pr ctico ni está justificado desde el
punto de vista gráfico, desde el momento en que introduce un orden aparente: la
ordenación real, efectiva se aporta de hecho en el segundo elemento, lo cual es siempre
y de cualquier modo censurable en bibliografía, donde los principios de visibilidad, de
legibilidad, de inmediatez y evidencia gráfica exigen que en el primer puesto en la
referencia venga siempre el elemento que determina el orden real de las noticias.
Con respecto a compiladores o preparadores, la referencia bibliográfica puede,
con
mayor comodidad y despreocupación, mencionarlos, asign ndoles el puesto que les
compete en la secuencia, según la importancia y la relevancia del rol desempeñado por
ellos en la publicación. A tal propósito no parecería tampoco escandaloso, en este nivel,
seguir el uso americano acogido en las normas ISO, de asignar alguien al cuidado de las
miscel neas, seguido por la información, entre par‚ntesis, o en caracteres distintos, del
papel que ha tenido en la publicación: (a cargo de), (ed. lit.).
La decisión de completar a continuación los nombres de los autores con elementos
ulteriores de identificación, como datos personales, calificaciones profesionales o
de trabajo o lugares de origen, depende naturalmente del contexto repertorial (en
repertorios bio-bibliográficos o repertorios regionales de escritores se justifican, por
ejemplo, tales añadidos).
Hay que notar, finalmente, la desconfianza, la intolerancia, manifestada por
Krummel hacia aquello que define como la grosería, la ambiguedad y la impersonalidad
de los nombres de entes, casos en que sugiere más bien encabezar directamente con los
títulos.
Admitiendo que el espíritu de la elección de Krummel se puede compartir en bue-
na medida, es necesario sin embargo matizar su eficacia pr ctica y considerar con más
indulgencia el encabezamiento con el ente en los casos -acertados y a reducir al mínimo-
en los que est‚ "claro que una organización o un grupo de personas actuando como
cuerpo colectivo acepta la plena responsabilidad de una publicación" (ISO 690).
Títulos. Los títulos en bibliografía deben ser en la mayor parte de los casos citados
tal y como aparecen en la publicación. Pero los títulos excesivamente largos pueden,
salvo en la bibliografía descriptiva, ser abreviados, con tal de que se preserve el sentido
y no se omitan las primeras palabras.
Del mismo modo los subtítulos pueden ser omitidos salvo que proporcionen in-
formaciones esenciales en torno al contenido del documento.
Ocultarle a un lector que el libro de Antonio Baldini, Le scale di servizio, lleva el
subtítulo Introduzione al libro e alla lettura significa esconderle la parte sustancial
de la información, así como citar el subtítulo (Considerazioni terze e final- sulla tecnica
della ricerca bibligráfica) del ensayo de Piero Innocenti titulado Giuocando a croquet
con mazze di fenicottero quitar a un estudioso o a un bibliográfo de Alicia en el país de
las maravillas, toda posible duda sobre la verdadera pertinencia carrolliana de este
documento.
En el título es posible intervenir con adiciones o adaptaciones en más de un caso.
Puede ser oportuno, al citar documentos en lenguas no comunes, en repertorios
destinados a lectores presumiblemente no políglotas, transllterar o incluso traducir el tí-
tulo entre corchetes. Se puede proporcionar un facticio a documentos que carecen de
un verdadero título convencional: puede ser el caso, por ejemplo, cuando se citan
secciones no tituladas o tituladas genéricamente o por rúbrica, de diarios o revistas.
Puede ser preciso completar el título con adiciones, informaciones o subtítulos
"cre ados" cuando el título es insuficiente para explicar su inclusión en el
repertorio.
Ejemplos (por Stibic, 1980, p.48):
Statistical methods in marketing [A bibliography]
Anatomy of our [Dutch] language
Terminology of documentation [English, French, German, Russlan]
Analysis of retrieval systems [DIALOG, NASIS, ORBIT, RECON].
Se puede dar también el caso de publicaciones periódicas con el mismo título
que, por ser distintas, tienen necesidad de ir acompañados o por el subtítulo, o por el
lugar de publicación, entre parentesis.
Puede acontecer, y en las publicaciones científicas es casi la norma, que se abre
vien los títulos de las publicaciones periódicas, cosa a evitar en las bibliografías no
específicas y no destinadas a los especialistas.
En tal caso pueden utilizar de listas establecidas de abreviaciones y de acrónimos
de periódicos (Ej. 0. Leistner, Internationale Titelabkurzungene von Zeitschriften..,
Osnabruk, Biblio-Verlag, 1980 ) o bien abreviarlas a medida, como escribe Krummel,
por las especiales exigencias del repertorio. En tal caso, pero también en casos de títulos
que no aparecen en listas ya establecidas, uno no debería asearse demasiado de las
normas ISO para las abreviaciones (ISO \4-1984).
Notas tipográficas. Este elemento o grupo de elementos de la referencia biblio-
gráfica debería servir para establecer el origen "físico" del documento y debería, por
consiguiente, incluir esencialmente el lugar de publicación, el editor y el año de
publicación.
Elementos facultativos que se pueden añadir son otros lugares de publicación
nombrados a continuación o de menor relieve, lugar de impresión e impresor. Estos
últimos elementos, como es obvio, son necesarios en las bibliografías bibliológicas y
en las, a menudo preciosas, bibliografías locales.
Si las notas de impresión proporcionan la información del origen físico de la pu-
blicación y si es cierto que la noticia bibliográfica representa el asiento de un registro, el
documento de identidad de una publicación, resulta grave y muy censurable la omisión
de la casa editorial.
Sería como omitir la dirección en el carnet de identidad.
Por lo demás, es incomprensible y desconcertante la adopción, también amplia-
mente difundida, de secuencias internas impropias; nos referimos no sólo a la inver-
sión, tan común, entre lugar y editor, sino incluso a la mezcla entre todos los elementos
de la información de la publicación: la secuencia editor-año-lugar de publicación
aparece, inexplicablemente, en las referencias de una reciente investigación sobre el
libro en Italia (-sic!). Por el contrario, no se considera un error la secuencia año-lugar-
editor en las referencias del tipo autor-fecha, donde, como es sabido el año viene
inmediatamente después del autor, en cuanto constituye el elemento de unión, de
referencia entre la referencia abreviada en el texto o a pie de página y la noticia
bibliográfica completa que aparece en la lista final de referencias. En caso de más
lugares o editores, el buen sentido -y el contexto- guiarán al compilador: el principal o
primer mencionado ser suficiente para una bibliografía divulgativa o instrumental,
mientras en otros contextos se puede extender la mención hasta el nombre que más nos
interesa (Ej. para un editor internacional nombrar el lugar principal y el del país o el de
la lengua en la cual el repertorio es compilado o al que se refiere; en una bibliografía
local se debería siempre llegar a citar el lugar o los lugares de publicación que justifican
la presencia del documento en la lista, independientemente de la posición que ocupen en
la portada).
En cuanto a la fecha, la bibliografía, todavía más que la catalogación, impone al
compilador el esfuerzo de asignar de alguna forma una fecha, aunque sea una apro-
ximación al decenio o al siglo, a toda publicación, deduciéndola, o bien por eviden-
cias propias del libro (física o de contenido, por ej. la referencia a un evento, a un
personaje histórico, etc.), o bien por otras bibliografías autorizadas, por catálogos de
grandes bibliotecas, etc. Sea esto dicho, bien entendido, sin la impaciencia y la
"Maldad" de M. Nichols, el cual llega a sostener que la locución n.d. (no date) es
simplemente el signo de un bibliotecario incompetente o perezoso (Nichols, 1979, p.64).
La fecha puede aparecer a veces ampliada, con forma exponencial, por la infor-
mación de edición; y esta forma es obligada en las referencias de tipo sint‚tico, bre-
ves, esenciales, mientras que en caso de descripciones más articuladas puede ser pre-
ciso -y útil- dar tal información en la forma con la que está expresada -generalmente en
la portada- en el documento. En algunos casos las informaciones contenidas en la
indicación de edición sirven incluso de ampliaciones del título (3 a ed. examinada y
revisada el 31 de diciembre de 1985) o de la responsabilidad intelectua (3' ed. rev. ... por
... ).
Las notas de imprenta en la referencia a publicaciones periódicas pueden referirse:
a) al periódico en su conjunto, y entonces la indicación del título (y subtítulo si es
significativo: Ej. "Provincia nuova. Trimestrale della Ammistrazione Provinciale di
Cremona") ir normalmente seguida de la indicación de lugar, editor, fecha o, me jor,
limites cronológicos unidos por un guión si se tratase de un periódico ya cerrado
y fecha de apertura (o de inicio) de la publicación seguida por un guión si se tratase
de una revista viva, en curso; y b) a una contribución única aparecida en un periódico;
en tal caso las notas de imprenta son sustituidas por las llamadas notas de pertenencia,
constituidas por el título del periódico (entre comillas, según el uso italiano que
prevalece, o en cursiva o en negrita; por entero, abreviado o con siglas), que pasa así a
segunda posición después de la información del autor de la contribución (que vendrá en
la forma adoptada para las publicaciones autónomas), y de las numeraciones, que
obedecen al principio: "la unidad más grande, que abarca, precede a la más pequeña".
Ej.
serie, a. [eventualmente]
3 S., vol./to. 9, 1983, n.3 pp- 5-
111 S., v.iT. IX,(1983) 3 30
p. 5-30
5-30

La forma tradicional, que exigía la diferenciación (lógica) entre cifras dadas en


numeros romanos (serie, volumen, año) (Vianello, 1970, p.48-52) y cifras dadas en
números ar bigos (año solar, número del fascículo, paginación), y la indicación
completa o abreviada del tipo de información a la que cada número se refiere (s. o
serie, v. 0 vol., t. 0 to. 0 tomo, P. 0 PP. 0 pag-, n. o nn.) va siendo abandonada, en
ayuda del almacenamiento y de la recuperación autom tica de los datos bibliográficos,
en favor de una enumeración en la cual las cifras (todas ar bigos) se suceden, separadas
por comas u otros signos gráficos o de puntuación, sin anotaciones alfabéticas (salvo tal
vez para la serie) y en la cual entonces la secuencia "del más grande al más pequeño"
debe ser convenida, conocida y coherentemente seguida, so pena de perder la
información.
La excepción al criterio guía de las notas de pertenencia ("del más grande al más
pequeño") está constituida por la referencia a artículos de periódico, que se da en
formadirecta ("La Repubblica", 3 de junio de 1981; "L'Espresso", 7 de mayo de 1987).
El criterio vuelve a tener importancia, por el contrario, en las citas de otros impre
sos autónomos, como contribuciones a obras miscel neas en uno o más volúmenes, o
voces de enciclopedias y diccionarios, etc., según los ejemplos recogidos en el apéndice.

Otras informaciones
Este conglomerado o constelación de elementos es naturalmente del género más
variado y puede referirse a elementos cuya presencia es constante y constitutiva de
todas las unidades bibliográficas (como el formato, la paginación, o, para las publi-
caciones periódicas, la numeración) o el registro, el car cter tipográfico, etc.; a otros
comúnmente presentes (como la división en volúmenes, la información de la colec-
ción, la presencia de materiales ilustrativos, el precio, la traducción, el título origi-
nal, la indicación de la primera edición); a otros, típicos de categorías particulares
de documentos (p.ej. mapas geográficos, publicaciones oficiales, catálogos de mues-
tras); a otros, finalmente, limitados a una particular impresión, tirada, estado o
ejemplar, como sucede en las bibliografías bibliológicas.
Se observa que algunas informaciones complementarias pueden ser añadidas di-
rectamente en el área correspondiente (autor, fecha, edición) mientras que otras se dan
exclusivamente después de la noticia esencial.
Podemos decir, para concluir, que no es tanto el tratamiento y la profundización
en los elementos esenciales (autor, título, circunstancias de impresión) lo que dife-
rencia los distintos niveles de referencia y descripción bibliográfica, como el número,
con el detalle y el grado analítico de las otras informaciones, físicas e "intelectuales",
que atañen al libro.
¨Cuáles y cuántos son entonces los niveles (o las formas) de referencia
bibliografica? 0, por lo menos ¨es posible individualizar en su notable variedad y
gradua- ción, algunos niveles estándar a los que referirse y que podamos al
menos indicar co- mo los grados más frecuentes entre los muchos que se pueden
presentar? Conviene, entonces, antes de tratar de la secuencia y del
diseiío, probar a trazar
una tipología rápida.
Robinson, que, como se recordar , incluye la elección de la forma de referencia
entre las decisiones preliminares (cuando se recogen los títulos, se necesita tener ya
establecido cómo presentarlos) especifica cinco niveles de referencia y descripción,
deducidos, para mayor seguridad, de códices catalográficos o rituales descriptivos
consolidados:

1. Short title (o título breve, referencia abreviada, referencia sint‚tica): se limita


a
los elementos esenciales (autor, título, notas tipográficas, a veces el número de
las páginas), a la noticia informativa; utilizable para bibliografías esenciales, no tas a pie
de página, notas, comentarios, sumarios bibliográficos de soporte de ensayos
monografías, voces de enciclopedias, tesis doctorales.
2. Referencia catalográfica estándar: conformada por los códices nacionales de
catalogación bibliotecaria; para catálogos impresos de bibliotecas y para bibliografias
nacionales, hasta la llegada de las ISBD.
3. Las normas ISBD (International Standard Bibliographic Description),
diferenciadas por la tipología de material: muy usadas en las bases de datos
bibliográficas
y en las bibliografías nacionales (cfr.Visintin, 1985; Maltese, 1981b).
4. Descripción bibliográfica estándar: descripción de nivel bibliológico usada
en bibliografías y catálogos de anticuarios y bibliófilos.
5. Descripción bibliográfica completa: descripción diplom tica o facsimilar,
para
usar en bibliografías de libros antiguos, de alto nivel científico y bibliológico (Cfr.
Valdaccini, 1982, cap. 4; Rossi Manfrida, 1983).
En los casos 4 y 5 los términos "bibliográfico" y "descripción" son empleados
por Robinson en la acepción propia de la "analytical bibliography" y de la "descriptive
bibliography". Robinson anota que el primer nivel no puede ser usado más que para
listas de lectura (Check Lists), y por consiguiente también, para notas a pie de página,
bibliografías divulgativas y escolares, insertas en tesis de car cter no bibliográfico, notas
bibliográficas o listas de obras consultadas, etc. En cambio la 2 y la 3 se recomiendan
para su uso en los repertorios enumerativos generales y por materias (especializados).
Las dos últimas se recomiendan, obviamente, en repertorios de carácter bibliológico y
bibliofílico (Robinson, 1979, p. 22-25).
Los cinco niveles de Robinson pueden ser reducidos a tres según una exploración
que parece más ventajosa en el plano pr ctico y más correcta y en el teórico, realizada
por Serral, el cual prevee:
1. La Descripción Bibliográfica (DB) icónica o diplom tica o facsimilar, que
aspira a la fidelidad ortográfica y a la plenitud configurativa, pragm tica, en las trans-
cripciones de interés bibliológico (en este nivel VENET. en una portada de una
edición del siglo XVI se transcribe VENET.).
2. La Descripción Bibliográfica (DB) linguística: su canon es la fidelidad al
valor linguístico y no ortográfico (VENET. pasa a Venetiis), usual en las referencias a
libros modernos, sobre todo en mbito catalográfico.
3. La Descripción Bibliográfica (DB) informacional: "renuncia, en principio...
en unos casos a la fidelidad ortográfica y en otros a la linguística y se propone señalar,
según proceda, los caracteres del documento, del texto o de la obra de modo
diferenciado o conjunto (Serrai, 1984, p. 19).
Este último género (según el cual, para seguir con el mismo ejemplo,
VENET. Pasa a Venezia) constituye una verdadera constelación de modelos o niveles
descriptivos, muy dúctiles y vers tiles, apropiada así para los empleos bibliográficos más
diversos (de las bibliografías especializadas, a las bibliografías de prueba de
monografías, tratados, manuales o voces de enciclopedia, a las "guías de literatura", a las
bibliografías de las tesis doctorales, etc.) y, muy a menudo, más ambiguos y equívocos.
En definitiva de la tripartición operada por Serrai podemos recavar este esquema,
cuya excesiva simplificación, si se cree así, es culpa exclusivamente del que escribe:
1. DB -cónica o diplomática o semifacsimilar: campo de aplicación =
bibliografía bibliológica y bibliofílica (bibliografía analíticalcrítica).
2. DB linguistica: campo de aplicación = bibliografía catalográfica.
3. DB informacional: campo de aplicación = bibliografía enumerativa,
bibliografía especializada y temática (Subject Bibliography).
El listado de Robinson parece querer acreditar una visión pacífica, idílica, de
la cuestión de los niveles de descripción, que resulta ser, en realidad, una de las más in-
trincadas y controvertidas, terreno de conflictos y animosidades entre bibliógrafos y
catalogadores. El hecho es que, mientras los catalogadores disponen de principios
internacionales y códices nacionales de reglas, aunque est‚n también a menudo subya-
acentes las leyes de la volubilidad y la imparable tendencia a la simplificación y a la
reductibilidad, y los bibliógrafos "analíticos" disponen, al menos de rituales descriptivos
consolidados durante decenios de pr ctica prestigiosa y autorizada, los compiladores de
bibliografías enumerativas y disciplinarias deben por el contrario confiarse a breves
instrucciones, a menudo de origen no profesional y casi siempre contradictorias entre
ellas.
Ser la conveniencia (o la pereza), o el anhelo -Ilusorio- de certeza lo que empuja
cíclicamente a muchos bibliógrafos a confiar la resolución de los problemas de
referencia y descripción a los códigos catalográficos. Pero tales motivaciones, expli-
cables y tal vez también justificables en el plano humano, no lo son desde el punto
de vista técnico-informacional. Cualquiera que tenga una experiencia en los dos
campos, de la catalogación y de la bibliografía, podr testimoniar el insatisfactorio
nivel de compatibilidad de los procedimientos y de los resultados de una y otra. La
descripción catalográfica en el mbito bibliográfico corre el riesgo de estar casi siempre
desfasado y de ser inaplicable, por defecto (por ejemplo, en las confrontaciones con el
libro antiguo), o por exceso (por ejemplo en las bibliografías informativas, en las
comerciales, etc.).
"El catálogo de biblioteca, -escribe Cole- aunque útil en el momento y en el
lugar para los que ha sido preparado, está lejos de ser un modelo a seguir en el género de
trabajo del que nos estamos ocupando [l.c. las bibliografías]" (Cole, 1901, p.795). El
juicio de Krummel está, al respecto, más motivado: "Las pr cticas catalográficas ofrecen
soluciones cómodas y arbitrarias a los problemas de la referencia y la descripción
bibliográfica; tales soluciones están basadas en códices atentamente elaborados y
cuidadosamente presentados, pero implican situaciones que se producen raramente para
el compilador" (Krummel, 1984, p. 42). Alfredo Serral, más recientemente pregunta
al final, desconfiado e impac'ente:"[ ... 1 ¨pero cuándo los bibliotecarios, al compilar una
lista catalográfica, consiguen desvincularse de las normas catalográficas?" (Serral, 1986,
p. 106).
Secuencia. En general los elementos que componen una noticia bibliográfica se
suceden en el orden en el que han sido tratados precedentemente y que corresponde,
por otra parte, al orden previsto por la normativa catalográfica nacional (RICA) e
internacional (ISBD).
Pero se dan casos en que, en perfecta coherencia con los fines del repertorio, y no
arbitrariamente, como vimos a propósito de las notas tipográficas, el orden convencional
(autor, título, notas de impresión, otras informaciones) sufre variaciones internas, que
atañen sobre todo al lugar o a la fecha o al título, el cual, por ejemplo, en muchas listas
o reseñas de recensiones, o también en boletines de resúmenes (ej."Library and
information science abstracts. LISA"), o incluso en viejos y novísimos repertorios
antiguos y actuales (muchos de ellos elaborados autom ticamente), precede y contiene el
nombre del autor.
No se debe confundir la secuencia de los elementos de la noticia individual con el
ordenamiento de las noticias entre si, ordenamiento que puede basarse en elementos
comprendidos en la secuencia (el autor, la fecha, el lugar, la colección ... ) pero también
en elementos externos, introducidos específicamente en un repertorio propiamente como
elementos de ordenación (un asunto, un número progresivo, un sistema de clasificación
por géneros, por materias, por reas geográficas, etc.).
En definitiva, sostiene Krummel, cuanto más importante es un elemento para los
fines del repertorio, antes debe venir en la referencia (Krummel, 1984, p. 52).
U ejemplo, ahora muy difundido, de aplicación de este principio es el sistema de
referencia autor-fecha.
Se trata de "un mértodo de referencia bibliográfica que admite llamar directamen-
te, desde el texto seguido, a las obras citadas en la bibliografía, evitando así el empleo de
notas bibliográficas. Los envíos a la bibliografía se hacen especificando, de toda obra,
el autor y el año de publicación" (Lesina, 1986, p. 206-207). El empleo del sistema
autor-fecha requiere que el texto comprenda una bibliografía final, que podremos llamar
"de referencia", rigurosamente organizada por autores u otros encabezamientos en
función de autores (editores literarios, entes, títulos en único orden alfabético).
Diversas obras de un mismo autor vienen listadas en orden cronólogico; varios
títulos del mismo año vienen ordenados alfabéticamente después de que el año haya
sido pertrechado con un distintivo o exponente numérico o, preferiblemente, para
evitar confusiones con el indicador de edición, alfabético. A referencias en el texto del
tipo
(ECO, 1968a, p. x)
(ECO, 1968b, p. y)
(ECO, 1968c, p. x-y)
(ECO, 1969, p. z) etc.
corresponder una lista final ordenada así
Eco, Umberto.
1968aLa definizione sellarte, Milano, Murzia
1968bLignes d'une recherche s‚miologique sur le message tél‚viuelle, en
Re cherches sur las syst‚mes significants, The Hague, Mouton
1968c La struttura assente, Milano, Bomplani
1969 Les strutture narrativo in Eleming, en Lanalisi del racconto, Milano,
Bomplani.
Diseño. Es necesario distinguir, también en una visión acabadamente orgánica,
el problema de la presentación global del repertorio, que es un problema editorial,
"editing", de "arquitectura", de lo que se refiere a la disposición de las noticias dentro de
la página, problema esencialmente tipográfico, "de construcción", y del diseño, trabajo
particular de cada uno, y que consiste en la organización interna, en el trazado de la
noticia individual, "amueblamiento", "decoración", "acabado". Proporcionar un diseño
aceptable, a la par que visible, claro y coherente a la noticia bibliográfica, significa
trabajar esencialmente en la puntuación, en el espaciado, en los caracteres, combinando
y alternando su utilización de tal modo que se diferencien gráficamente o se separen, los
diversos elementos, materialmente con espacio y con los vencionalmente con signos
gráficos y de puntuación.
De este modo se obviarán los presuntos handicaps que penalizarán la referencia
de bibliográfica respecto al asiento de catálogo. Decir que la referencia, por disponer se
linealmente, "con la sucesión de sus segmentos uno después del otro" (De Nichilo, 1979,
p. 99), está en desventaja con el asiento catalográfico, que agota habilmente espacios y
puntuaciones para escindir y evidenciar varias reas o zonas, de significa: 1. no tener en
cuenta los mbitos de aplicación más sofisticados, más especializados y menos banales
de las bibliografías (por ejemplo las bibliografías nacionales o las bibliografías
descriptivas, en las cuales la noticia, por su complejidad, acabado y articulación interna
no puede someterse a las cadenas de la continuidad-llnealidad continua); y 2. descuidar
que la referencia bibliográfica, prescindiendo de casos, no menores ni raros, como es
obvio, apenas mencionados, tiene la posibilidad de explotar plenamente toda la variedad
de los caracteres de impresión, de los signos gráficos y de la puntuación. más bien, a tal
propósito hay que creer que un cauteloso recurso a las normas ISBD, limitado a estos
aspectos y moderado, puede constituir un racional y sano antídoto al consumo de
referencias o series de referencias aburrida y descuidadamente escindidas en su interior
por comas, comas y comas, signo principal de la referencia bibliográfica si se quiere,
pero
destinado al empobrecimiento y a la decadencia si esta dominado por el abuso y el
despilfarro.
Y sea dicho esto sin que ello comporte una adhesión total y sin reservas al uso
discriminado de las normas ISBD en la referencia bibliográfica, uso por otra parte
previsto por todas las ISBD, en favor del que cual se manifestó hace tiempo Diego
Maltese (Maltese, 1881b) y que ha sido nuevamente impulsado en tiempos más re-
cientes por Giuliana Visintin: "la secuencia lineal de los elementos de una referencia
bibliográfica -no escindida por espacios y párrafos como lo está en cambio una
descripción contenida en un asiento catalográfico- llega a ser de por sí significativa,
cuando son aplicados el orden y los signos convencionales de las normas ISBD" (Vi-
sintin, 1985, p.21).
En realidad, los defectos de visibilidad, inmediatez y legibilidad, que aparecen en
una lista estructurado según la aplicación integral de las normas ISBD en un ámbito bi-
bliográfico dejan muchas dudas acerca de tal elección y refuerzan la impresión de gra-
tuidad e inoportunidad.
A próposito de la normalización, ser necesario señalar, de pasada, que dos re-
vistas italianas hechas por bibliotecarios y destinadas a los bibliotecarios, "Blbliote-
che oggi" y el "Bolletino d'lnformazioni AIB", que adoptan actualmente dos estilos
muy diferentes, sustancialmente de tradición italiana la primera, de adhesión a los
módulos americanos la segunda, proporcionan un ejemplo elocuente de cómo la es-
tandarización en bibliografía es una empresa tal vez superior a las fuerzas de los
mismos especialistas; o más simple, y más razonablemente, se necesitar buscar solu-
ciones, dada la irreductibilidad "ad unum" de los estilos de las referencias bibliográ-
ficas, por otra vía: por la de los numerosos y variados mbitos y niveles de aplica-
ción y culminación, para acoger sin destemplanza y sin dramas todas las formas que
respeten los principios b sicos y las reglas ureas de convencionalidad, claridad y
coherencia.

2.6. Anotación

Krummel dedica un capítulo entero a la anotación, tratada por Robinson en un


lugar marginal, casi a modo de ap‚ndice conciso, pero con todo claro, en la sección
dedicada a las formas de hacer referencias bibliográficas.
La anotación, cuya presencia identifica, diríamos que desde el principio, uno o
dos géneros particulares de repertorios bibliográficos (las bibliografías analíticas o
anotadas y las bibliografías también críticas o razonadas) es, según Robinson, más
necesaria en bibliografía que en catalografía, aunque sólo sea por el hecho de que la
vecindad física que se presume entre el asiento de un catálogo de biblioteca y el do-
cumento no se verifica en un repertorio bibliográfico.
Y nosotros añadiremos que aún se requiere con más fuerza la anotación en los si-
guientes casos: en las bibliografías especializadas, destinadas a usuarios presumible-
mente más sensibles a la economía de tiempo que a una correcta información sobre el
contenido o la factura técnica de un libro; en las bibliografías selectivas, donde se ne-
cesita dar cuenta de alguna forma de las elecciones inclusivas, y quiz también de las
exclusivas; en las bibliografías esenciales y divulgativas o escolares de diversos nive-
les, donde la información analítica es parte de la finalidad didáctica del repertorio; en
las bibliografías de obras de consulta. En todos estos géneros el grado de puesta al
día y la cantidad de títulos citados son elementos consustanciales a la referencia mis-
ma y facilitan enormemente el trabajo de los usuarios, de los investigadores o de los
bibliotecarios encargados de los servicios de información.
Mayoritariamente, la función de las anotaciones (a no confundir con las notas
especiales conectadas a la referencia esencial, a los elementos fundamentales de la
noticia bibliográfica relativos a la identificación textual y física del libro) es, por lo
pronto, la de proporcionar informaciones que no formen parte de la referencia, que
no se deduzcan del título y de la descripción del libro. Un principio general es, por
ello, que lo que "está expresado claramente en el título ciertamente no tiene necesi-
dad de ser repetido" (Krummel, 1984, p. 80). El fin último de la anotación es el de
facilitar y agilizar el trabajo del estudioso, permitiéndole establecer si el documento
mencionado es pertinente y/o relevante para su investigación.
Esto, de alguna forma, implica o presupone que el realizador de la anotación,
que generalmente coincide, pero no siempre, con el autor de las referencias, sea un
especialista en la materia y no sólo en la compilación bibliográfica externa y este
capacitado para destacar los temas y los hechos sobresalientes de una obra y, si es el
caso, para dar un mínimo de valoración crítica.
La Bibliotheca Universalis de Gesner (véase nota 6) trascribe, como es sabido,
con plenitud de información, cuando concurren, índices, divisiones, relación de
prefacios y temas de las obras; y la Bibliografía política de Naud‚ (Venetiis, apud F. Bal,
1633), obra en la cual aparece, como se sabe, por primera vez el término Bibliografía,
no es "un simple listado de libros", sino "la exposición crítica de obras concernientes a
un sector disciplinario, que encuentra aquí una de las primeras elaboraciones
institucionales"
(Balsamo, 1984, p. 75). Entre éstas seguramente debe citarse, antecedente de la obra de
Naude de seis años, un libro de Andre Chesne (Quercetanus), geógrafo del Rey de
Francia, la Biblioth‚que des auteurs qui ont escrit I'histoire et topographies de la France,
divise en deux partes, selon l'ordre des temps et des matiéres ... Paris, S. Cramoisy,
1618. Se trata, también en este caso, de una bibliografía razonada, a la modema, con una
interesante clasificación topográfico-cronológico-tópica y un índice final de las materias.
De hecho, con respecto al contenido, la anotación, como admirablemente sintetiza
Krummel, describe y valora (enjuicia). A tal respecto es necesario subrayar que
mientras es plausible finalizar la anotación en el nivel de información "analítica" interna,
no parece correcto proporcionar rápidamente un juicio crítico en ausencia de una nota de
contenido.
La nota de contenido puede ser mec nica, desde el punto de vista de la
modalidad y procedimiento de redacción, cuando se limita, por ejemplo, a reproducir el
índice de las partes (la división interna de la obra), o el índice sumario en las obras
miscel neas, o partes significativas del prólogo o de la autopresentación editorial;
o elaborada, cuando, por ejemplo, señala la presencia de bibliografías o de cuadros
estadísticos, o proporciona datos recavados con un examen más profundo de la obra, o
da una somera información de las finalidades de la obra, de la metodología seguida en
el trabajo, de la escuela de pensamiento, de la corriente literaria, de la dirección de
estudio, del punto de vista ideológico al que se adhiere el autor o del car cter del
tratamiento (didáctico, académico, especializado); estos últimos dos tipos de
información señalan en cierto modo la línea divisoria entre las notas de contenido y la
valoración.
En cuanto al primer género, la tipología propuesta por Robinson, que las
puede integrar en buena parte en la categoría de las "notas especiales" u "otras informa~
ciones" que forman parte de la referencia, explica elocuentemente por que razones
no separa la anotación de la referencia.

Las notas más comunes atienden, de hecho, para Robinson:

1. A la elaboración o aclaración del título.


2. A la descripción del contenido (sumario, índice de las contribuciones, etc.).
3. A la información sobre la edición o los cambios de título (se trata del ensayo
ya publicado con el título ... ).
4. A la conexión con otras obras (continuación de.... revisión de.... puesta al día
por..., respuesta a ... ).
5. A las circunstancias de la composición o de la publicación (informe realizado
en.... publicada con ocasión...
6. A la calificación del autor, del cual, por e'emplo, la mayor parte de los
lectores ignora el grado de afinidad con el asunto en cuestión (el autor fue
durante diez años secretario de x, ...el autor ocupó durante muchos años el
cargo de presidente del comite y ... ) (Robinson, 1979, p. 29-30).

Innecesario decir que, a propósito de la anotación en la bibliografía


descriptiva o bibliológica, Robinson se limita a recordar cómo constituye, en la pr ctica,
su núcleo fundamental y su fin último y a enviar a las que siguen siendo aún hoy las dos
obras guía, "magistrales" en sentido literal, sobre el tema, las de Cowley y de Bowers
(Cowley, 1939; Bowers, 1949).

Más oportunamente, Krummel cree que enumerar los posibles objetos de la


anotación es una empresa que se ha vuelto banal, dada la enorme variedad de la
producción de literatura sobre cualquier asunto: "aquello que es relevante en algunos
casos es imposible o carece de significación en otros" (Krummel, 1984, p. 77). En todo
caso, su preferencia radica en las informaciones que no es posible insertar en las
referencias en sentido estricto o que no tienen el mismo grado de relevancia para todas
ellas.
Dar informaciones reales y no pseudoinformaciones significa, por otro lado,
privilegiar los elementos f cticos y concretos (datos, fechas, circunstancias ... ) y optar
por la información positiva frente a la negativa ("la obra trata del antifascismo en la
Capi tanata" se prefiere a "la obra no se refiere a toda la Puglla").
A este respecto, Krummel distingue anotaciones "informativas" ("explícitas y
más largas, de contenido sustancial, utilizables, si es posible, también en lugar del
texto") e "indicativas" ("implícitas y más breves, que sirven principalmente para hacer
saber al lector si tiene efectivamente necesidad de consultar el texto") (Krummel, 1984,
p. 78).
Las informaciones relativas a los hechos, de datos, analíticas, estarán seguidas,
generalmente, por indicaciones sobre el nivel de tratamiento (ej. "obra divulgativa",
"síntesis histórica", "trabajo pol‚mico"), por la indicación del criterio o punto de vista, si
es relevante y, finalmente, por el 'uicio, que se supone siempre situado a medio camino
entre lo superficial, lo huidizo y lo dr stico: el "juicio universal". Establecido el
principio ureo, pero genérico, de que "la anotación no debe contener una palabra más
de lo necesario, que las palabras contenidas deben ser significativas, correctas y sin
pretensiones moralizantes" (Krummel, 1984, p. 79-80) se puede recordar que existen
b sicamente dos estilos de anotación: "frases completas, adaptadas a sumarlos
detallados, cuando se cree que al lector le conviene más una presentación de estilo
narrativo convencional; y expresiones fragmentarias, apropiadas cuando hay necesidad
de comunicar un mensaje específico y directo" (Krummel, 1984, p. 80).
Estos dos estilos son denominados por el manual de estilo de la Library of
Congress "convencional" y "telegráfico", y no hay duda de que se debe recurrir al
segundo, a juicio de la mayoría ("los verbos son lo que da vida a la prosa, y el estilo
telegráfico puede ser eficaz y desorientador al mismo tiempo", Krummel,1984, p. 80),
sólo en contextos particulares y excepcionales. Y en tales casos especialmente, aunque
no sólo en ellos, la elección de los términos y de las expresiones debe ser aún más atenta
y cautelosa. Las expresiones fuertes y definitivas, pretenciosas, no se 'ustifican si no
están sostenidas por el contexto discursivo o por un estilo particularmente "personal" y
"creativo": ni "obra deteriorada" o "esplendidos ensayos" entonces, ni adjetivos
genéricos y carentes de significado (en bibliografía) como "importante",
"significativo", "admirable", "seductor", "intrigante", "espléndido", "irrelevante",
"monumental" o, el que según S.W. Wilbur es el peor de todos, "útil" o "interesante"
(todo lo que está inserto en una bibliografía debe tener un mínimo de utilidad o interés
para el objeto; de otro modo ¨por que insertarlo?).
Se señala, a propósito, que el cuidado del lenguaje y de la terminología,
preeminente en la fase de referencia y anotación, debe ser, en realidad, preocupación
constante del bibliógrafo. Tanto más en un país como el nuestro, progresivamente ago-
biado por los préstamos, en esto como en otros lenguajes técnicos, en comparación con
otras enguas: "Quisiera que se reflexionase más -escribe Innocenti como conclusión a su
"trilogía"- sobre la terminología que se emplea en el traba o bibliográfico, a menudo
aceptada sin más (tal vez como una simple transliteración de otras lenguas, sin realizar
siquiera el esfuerzo de la adaptación conceptual), más que derivada del conjunto de una
experiencia histórica" (Innocenti, 1985, p. 31).
Indudablemente, un uso más reflexivo y sagaz de los términos se impone y
puede ser de ayuda, pero viene de suyo temer que las mejores intenciones en tal senti-
do resulten desilusionadas y frustradas: 1. por la ausencia o, según la más benévola
opinión de Innocenti, por el despilfarro de la tradición y del patrimonio histórico
nacional; y 2. por la carencia (obvia y significativa si se pone en relación con tal
ausencia o tal despilfarro) de compilaciones lexicales que est‚n a la vez puestas al día y
sean exhaustivas.
Y si bien todo esfuerzo tendente a constituir glosarios, a falta de fundamento
histórico y teórico, es loable y respetable, continúa pareciendo imposible cubrir la dis
tancia que separa nuestros l‚xicos y vocabularios profesionales de los extranjeros, tanto
en número de voces como en calidad y adecuación de las definiciones (pero cfr.
apéndice 1B).
Antes de concluir con este par grafo es necesario hablar de los resúmenes
(abstracts), concepto y técnica originarios de la bibliografía (Robinson recuerda que el
resumen es propiamente una extensión de la anotación bibliográfica y su raíz está en
la bibliografía razonada, Robinson, 1979, p. 31)" pero que, con un criterio más
apropiado y extendido, se pueden ubicar, sin embargo, en el terreno más vasto de la
documentación en general, de la metodología de la comunicación científica y técnica, de
la escritura funcional.
Un abstract es, siguiendo la definición dada por la ISO-214-1976, "una
representación abreviada, adecuada al contenido de un documento, sin el añadido de
inter
pretación o valoración crítica".
13 Adrien Baillet dedica el cap. 1 1 de la parte 11 del tomo 1 de jugement des
Slavans a los compendios y a los resúmenes, así divididos: 1. Epítomes; 2. "Abregéz";
3. Centones o Rapsodias; 4. Lugares comunes; S. Colecciones; 6. Extractos.
La misma norma distingue el abstract de:
La anotación que "es un breve comentario o explicación en torno a un documento
y a su contenido, o también una breve descripción, usualmente añadida como nota
después de la referencia bibliográfica del documento";
El extracto que "es una c) más partes de un documento reproducidas (elegidas)
para representar el conjunto".
El sumario, que consiste en "una breve recapitulación dentro de un documento
(generalmente al final), de sus conceptos sobresalientes y de las conclusiones, y que se
ocupa de completar la orientación a un lector que ha estudiado el texto en cuestión".
Según otra distinción que se presenta más que an loga, id‚ntica a la vigente en el
terreno de la anotación, el abstract se llama indicativo, cuando "ayuda al lector a es-
tablecer la probable pertinencia del documento y a decidir si el documento original debe
ser leído"; informativo, cuando "proporciona informaciones de base y hechos de
naturaleza tal que vuelven superflua la lectura del documento completo si no se
requieren informaciones más detalladas" (Stibic, 1980, p. 50).
El abstract debe responder, en función de su eficacia, a reglas o condiciones de
elaboración que son objeto cada vez más frecuente de normalización, nacional o in-
ternacional, y que Stibic, muy concisamente resume así:
"El abstract:
0 Debe contener un sumario conciso pero informativo de las ideas básicas y de las
conclusiones del documento.
0 No debe contener informaciones o aserciones no presentes en el documento.
0 Debe ser objetivo, no debe contener interpretaciones añadidas o valoraciones
críticas.
0 Debe estar escrito de modo que forme frases enteramente conectadas entre si, y
no en forma de lista de encabezamientos" (Stibic, 1980, p. 51).

2.7. Organización y métodos de ordenación

El problema de la organización de un repertorio no consiste solamente en el de la


ordenación y no se puede identificar sin más con él.
La ordenación es uno de los tres aspectos, el central si se quiere, de un proceso de
trabajo que se ocupa también, en fase inicial, del acceso y, en fase final, de la
organización global, de la estructura, de la arquitectura del repertorio, lo cual
comprende, además de las dos fases precedentes, el trabajo de listado de los índices, de
las notas técnicas y de eventuales tablas y cuadros, la disposición de las fichas y todas
las demás cuestiones relativa a la presentación y al uso del repertorio.

La primera fase del trabajo de organización consiste, sustancialmente, en la indi-


vidualización de los puntos de acceso, el primario y los secundarios, que permitirán al
lector conectar con la obra citada. Esto significa que el compilador deber , en primer
lugar, "identificar todo posible ngulo desde el cual un lector pudiera usar un repertorio"
(Krummel, 1984, p. 86); se trata, en la pr ctica, de preparar, un elenco "de trabajo" de los
elementos de la referencia, de las anotaciones, y de las eventuales materias. Su visión de
conjunto llevar al compilador, en base a la importancia y a la frecuencia de cada
elemento, a establecer una jerarquía entre: el elemento fundamental, el acceso primario,
aquello que constituir el elemento que ordena las noticias; los elementos de todos
modos presentes en la inmensa mayoría de las noticias y que constituirán la red de
accesos secundarios (reenvíos, llamadas, índices); los elementos presentes en una
cantidad relevante y significativa de las referencias y que pueden ser objeto de claves
subsidiarias de localización y de información (tablas, gráficos, cuadros, mapas, notas,
introducción, etc.).
La ordenación consiste, entonces, "en la secuencia lineal de las referencias biblio-
gráficas y nada más" (Krummel, 1984, p. 85). La ordenación verdadera o propia o,
también, la ordenación primaria o principal de un repertorio es aquella que se da en el
cuerpo del repertorio, en sus accesos principales o primarios, en los cuales aparecen
generalmente reunidas las noticias bibliográficas completas, abreviadas u omitidas a
veces en los índices o reenvíos formados por los accesos secundarios.
Los accesos secundarios, además de proporcionar material para la constitución de
los aparatos subsidiarios y complementarios de consulta del repertorio, son usados como
claves para los ordenamientos internos o subsecuencias, es decir, para las subdivisioes
de las secuencias principales (ej. Bibliografia Nazionales Italiana, ordenamiento
principal según la Clasificación Decimal Dewey; dentro del mismo número de
clasificación, ordenamiento alfabético por autores -ordenamiento secundario-; dentro del
mismo autor ordenamiento alfabético por títulos -ordenamiento terciarlo-, etc.).
Los ordenamientos secundarios no son un problema que deba ser infravalorado y
no conviene pensar que una vez resuelto el problema del ordenamiento principal el
resto vendrá solo: conviene a veces prever, incluso con ayuda de la imaginación, toda la
escala de los ordenamientos internos, de forma que uno no tenga que parar o perder
tiempo y energía, durante el trabajo de organización del repertorio, por cuestiones que
hubiera sido posible resolver preventivamente con mecanismos "automáticos". Cuantos
más problemas de eventualidad común y general tengamos resueltos antes, menos
forzados estaremos a traba'ar "ba'o presión" después, con el riesgo de dejarse envolver
en la casuística y excepciones aparentes que, seguramente, constituyen la regla para la
cual ha sido establecida una norma.
Pero volvamos al problema del ordenamiento principal, para desarrollar, de
pasada, una serie de observaciones que son preliminares al momento decisivo de esta
fase del trabajo: la elección de las formas y de los criterios de sucesión de las noticias.

A. Antes de nada se debe puntualizar la importancia del orden en bibliografía, orden


en el que se consiste la verdadera supremacía de un repertorio bibliográfico sobre
cualquier otra elencación de libros.

Cuando se habla de orden en bibliografía uno se refiere a un orden real, de todas


sus partes, de modo que no se puede hablar de bibliografía "ordenada" cuando la
sucesión de las noticias es inadecuada e inapropiado al tipo de materia y a los propósitos
del repertorio. Dar un orden cronológico a un repertorio que con toda evidencia debe ir
ordenado alfabéticamente por autores o lógicamente por materias significa crear un
orden aparente.

B. Hay que resaltar, y se volver a hablar de ello a propósito de una de las posibles
formas de ordenación, la tendencia, presente sobre todo en el rea franco-alemana, a
identificar, al menos en el nivel de designación, de denominación, el problema del
ordenamiento con el de la clasificación interna de los repertorios, a no confundir con la
clasificación "externa" o tipología, que es la distribución de los repertorios según sus
características con vistas a su utilización.

Así, Marcelle Beaudiquez introduce en su cuadro de clasificación de los repertorios


el ordenamiento alfabético, el cronológico, el diccionario, el geográfico, el numérico y el
metódico-sistem tico (Beaudiquez, 1983, p. 51-52), recordando cuanto había escrito
Schneider cincuenta años antes: "Cualquier ordenamiento es de todos modos una
clasificación. También el ordenamiento alfabético es un tipo de clasificación. Aunque,
en el sentido estricto del término, ordenamiento sistem tico o clasificado signifique un
ordenamiento según la materia" (Schneider, 1926, p. 115).
Si Schneider afirmaba que "la ciencia tiende al sistema" y que el orden es necesario
para dar valor al conocimiento", Cowley, por su parte, puntualizaba que una mera
colección de notas puestas en con'unto en cualquier orden de sucesión no es una
bibliografía La genuina bibliografía no se contenta con ensamblar las descripciones;
se preocupa de ponerlas en relación unas con la otras" (Cowley, 1939, p. 179).

C. La tercera consideración invita, en el método y en la práctica, al compilador a


considerar la eventualidad, sin temerla, de que el ordinamiento del trabajo cuando se
realiza no sea el del repertorio en su apariencia final.

Puede suceder que durante el trabajo de colección se dispongan los registros de


las noticias (en breve, los asientos) ordenados de modo distinto al preseleccionado para
la publicación del repertorio; porque el transcurso de la investigación y colección de los
títulos, fruto a menudo del compromiso entre exigencias científicas y exigencias
prácticas, problemas logísticos y recursos de tiempo, no coincide necesariamente con las
finalidades últimas del repertorio y las previsiones acerca de los mecanismos de uso y
consulta por parte del lector.
Por ejemplo, raramente suceder que, en fase de elaboración, el compilador utilice
secuencias distintas de aquellas que permiten fáciles y continuas manipulaciones e
inserciones, y que suelen ser, en general, secuencias alfabéticas por autores o
cronológicas (cfr. Schrero, 1939, p. 305). Y ello también cuando el orden final previsto
sea el clasificado o el alfabético por materias.
Lo importante es, en todo caso, evidenciar y registrar r pidamente los elementos
que servirán después para el ordenamiento definitivo y para la confección de reenvíos,
llamadas e índices.
Cuenta Cole cómo sistemáticamente, cuando investiga un asiento en una serie or
denada de un cierto modo, desearía que estuviera ordenada de otra manera (Cole,
1901, p. 862).
Pues bien, es necesario resistir a la tentación de revolucionar continuamente el
ordenamiento del trabajo y a veces se pueden utilizar esas tentaciones como sugerencias
para la elección de las claves de índices y reenvíos.

D. No se debe basar la elección de mértodo de ordenamiento exclusivamente sobre


principios teóricos, pero deben tenerse en cuenta bibliografías ya existentes del
mismo género o sobre los mismos temas, y se debe valorar personalmente,
consultándolas, hoje ndolas, su eficacia, que sean completas, el cuidado; o por el
contrario, las carencias, la dificultad de uso, los errores a evitar.
Una atenta visita a los estantes de una "sala de bibliografía" bien equipada de
una biblioteca puede proporcionarnos más informaciones que muchos manuales.
E. Se recuerda que, junto al factor analógico o "de atracción", los primeros facto-
res a tener presentes en la elección del sistema de ordenamiento debe ser el objeto del
repertorio, la naturaleza de los materiales, la finalidad, los propósitos del trabajo, el
nivel cultural general de los destinatarios y su nivel específico de conocimiento del
tema.
F. Una última advertencia se puede hacer preventivamente, no tanto para orientar
al compilador hacia un sistema en vez de otro, como para eliminar remoras y prejuicios,
sobre todo en bibliógrafos que son también, o han sido, bibliotecarios o están de todas
maneras condicionados por los catálogos de biblioteca.
"El compilador de una bibliografía -escribe Cowley- no está ligado a ninguna
regla, toda vez que una bibliografía está destinada a su publicación, y su ordenamiento
puede ser explicado por medio de un cuadro de contenido o un prefacio. Así, la tiranía
del alfabeto, que, en atención a la pura y simple conveniencia de encontrar una obra
particular, es aceptada sin discusión en un catálogo, puede ser ignorada en el
ordenamiento bibliográfico y el compilador es libre de ordenar su trabajo en el or den en
que más claramente muestre la conexión entre un documento y otro" (Cowley, 1939, p.
179-180).
Llegados a este punto, podemos pasar a examinar, brevemente, los principales
sistemas de ordenación de los repertorios bibliográficos.
La mayor parte de los tratados tienden a simplificar y a reducir a tres los ordena-
mientos (o grupos de ordenamiento) utilizables en los repertorios bibliográficos: A-
alfabético, B-cronológico, C-clasica.
Es necesario, también, decir que no todos los teóricos, con permiso de Cowley, se
han esforzado en ir más all de las formas de ordenación generalmente en uso en los
catálogos de biblioteca, aprovechando mal o poco la relativa libertad que, según el, se
consiente a los bibliógrafos.
A los tres ordenamientos más usuales, algunos, como Beaudiquez, añaden: el or-
denamiento diccionario, que modifica todo lo más la estructura conceptual (incluyendo
en una misma secuencia nombres, materias y títulos) pero no el tipo de ordenamiento,
que se mantiene alfabético; el ordenamiento geográfico o topográfico, para el que puede
servir pr cticamente el mismo discurso, desde el momento en que la elección de un
elemento geográfico o topográfico como elemento ordenador o acceso principal puede
después concretarse en un ordenamiento alfabético por lugares o en un ordenamiento
sistem tico por lugares ("'erarquizado", según la expresión de Beaudiquez); y,
finalmente, un tipo de ordenamiento formal puramente arbitrario, siempre más ligado a
exigencias de tratamiento automatizado de las noticias bibliográficas: el ordenamiento
"numérico" (por ISBN, por ejemplo, o según el orden de ingreso en un archivo
automatizado), obviamente completado para su utilización con índices por autor, títulos
y materias (Beaudiquez, 1983, p. 51-52).
Los mismos siete mértodos que propone Robinson (1979, p. 41):

1. Clasificado.
2. Alfabético-clasificado.
3. Alfabético por materias o palabra clave.
4. Analístico.
S. Alfabético por autor y/o títu o.
6. Diccionario.
7.Lugar de origen.

pueden, como es evidente, ser reducidos sólo a tres remitiendo 2, 3, 5 y 6 a A; 4 a B;


1 a C; y 7 a A o C.
Se puede, en suma, concluir que las libertades en la ordenación son, más que otra
cosa, variantes internas de cada uno de los tres ordenamientos fundamentales, en

presencia y en consideración de los diversos materiales y de las diversas finalidades


de cada repertorio, como se ver examinando brevemente, a modo de e'emplos, al-
gunos géneros bibliográficos. Esto nos lleva a atribuir un valor aún mayor a las
con-
sideraciones que hace ya ocho decenios proponía Alfred W. Polard en un ensayo
jus-
tamente famoso, uno de los más agudos y originales nunca escritos sobre el asunto,
considerado por Krummel la piedra miliar, el punto de partida para todo tratamien-
to del tema (Pollard, 1909).
Pollard, después de haber enunciado los que son, en mi opinión, los dos princi-
pales problemas de un repertorio bibliográfico (cómo encontrar las informaciones,
cómo disponerlas), indica las cuatro características a las que un ordenamiento bi-
bliográfico debe responder. Tales son: inteligibilidad, visibilidad, certeza y perma-
nencia.
El primer principio, la inteligibilidad, hace referencia a la f cil aprehensión del
mértodo de ordenamiento por parte del destinatario de la bibliografía: "Un ordena~
miento que ninguno está en condición de entender @scribe Pollard-, salvo su au-
tor se ha autocondenado desde el principio. El ideal a perseguir es un sistema que
se
explique por sí solo".
El segundo principio, la visibilidad, requiere la inmediata percepción de la se-
cuencialidad de las noticias bibliográficas (cada referencia en su conjunto constituye
una noticia bibliográfica) y por ello desconfía de las demasiado frecuentes
soluciones
de continuidad de las secuencias conseguidas por medio de la inserción
indiscrimina-
da y arbitraria de elementos secundarios y accesorios, e igualmente desconfía de la
distribución en dos o más páginas diferentes del repertorio de la misma unidad bi-
bliográfica.
El tercer principio se refiere a la certeza y propone que el ordenamiento preselec-
cionado sea preventiva y definitivamente, asegurado y que no se halle sujeto a
muta-
ciones en el curso del trabajo o, peor, de la publicación, de la puesta al día o de la
revisión del repertorio.
De la certeza desciende la permanencia --la no transitoriedad- del ordena-
miento, característica que se puede apreciar cuando se deben preparar bibliografías
periódicas, suplementos, puestas al día o revisiones.
Pollard, somete después al an lisis de estas cuatro características los tres ordena-
mientos 0. me'or, grupos de ordenamiento, fundamentales:

1. Alfabético, por autores. Inteligible, visible, cierto y permanente, pero útil sobre
todo para investigaciones sobre documentos individuales. No proporciona evi-
dencia sobre la evolución de la disciplina, sobre la "historia del problema".
2. Cronológico, según las fechas de publicación. Inteligible, visible, cierto y perma-
nente, da la visión de conjunto de la evolución de la disciplina.
3.La división natural del tema.

Pollard individualiza dos secuencias perfectamente naturales: la cronológica, o


"histórica", de aplicabilidad general en materias de car cter histórico o consideradas
desde el punto de vista histórico (las publicaciones sobre arquitectura rom nica ven-
drán antes de las de arquitectura renacentista o de la arquitectura barroca), inade-
cuada para repertorios que consideran el aspecto sincrónico de la disciplina (biblio-
grafías de matem ticas, de química -y no de historia de la matem ticas, de la quí-
mica-); y la de los "todos antes que las partes", es decir una obra total, general so-
bre un tema antes que obras que consideran sus aspectos particulares. Dos ejemplos,
muy conocidos en razón de la difusión de tales tipos de repertorios, pueden ser las
bibliografías personales, en las cuales las "colecciones de las obras" preceden a las
tccolecciones menores" o selecciones de obras, las obras únicas y las obras conteni-
das en otras obras, etc.; y a las bibliografías locales de dimensión regional, en las
cuales las obras sobre el conjunto de la región preceden a aquellas dedicadas a cada
provincia y a aquellas dedicada a cada ciudad o comarca.

La tentativa de clarificación de Pollard no llegó -ni tal vez era lo que ‚l pre-
tendía- a establecer una jerarquía determinada entre los sistemas de ordenamien-
to, cuya elección permanece funcionalmente condicionada por el contenido, por el
material y por los fines del repertorio. Una lista de mapas geográficos de la región
mediterránea para estudiantes de geografía económica ser ordenada sistem tica~
mente por reas y lugares, mientras una bibliografía de diseñadores o grabadores
de mapas geográficos franceses del siglo XVIII extraer mayores beneficios de un
ordenamiento alfabético por autores; una bibliografía literaria podr ser ordenada
alfabéticamente por autores, o sistem ticamente por géneros, o cronológicamente
por ‚pocas o períodos; una bibliografía personal podr seguir uno de los ordena-
mientos especialmente pensados para esta clase de repertorio (del tipo "los todos
antes de las partes" o "de lo general a lo particular") pero podr también ser, a su
vez, ordenada por géneros literarios, o cronológicamente; una bibliografía tipogr -
fica ser por antonomasia analítica, pero podría ser también alfabética por tipó-
grafos o alfabética por lugares; las bibliografías especializadas en un asunto o ma-
teria deberán ser, mayoritarlamente, sistem ticas y seguir los esquemas de clasifi-
cación, "naturales" o "artificiales", convencionales, propios de la disciplina; las
bibliografías generales serán clasificadas según un esquema general o "universal"
si son actuales, según un ordenamiento alfabético por autores si son retrospecti-
vas, etc.
En definitiva, reabsorbiendo el tercer grupo de Pollard en el mbito de los orde-
namientos clasificados, entre los cuales, si no se quiere ignorar del todo la tradición
y el uso, están incluidos sistemas naturales y sistemas artificiales o convencionales,
podemos volver a proponer, en una exposición relativamente más f cil y detallada,
los reagrupamientos acostumbrados:

Grupo A. Alfabético.
De este grupo forman parte los ordenamientos alfabéticos
1.por autores y entes autores
2.por títulos
3. por asuntos y materias, palabras clave
4. por lugares de publicación, de entes autores, etc.
5. diccionario.

Un tanto desdeñado en sus números 1 y 2 por los bibliógrafos más exigentes (Es-
daile marcaba esta elección como fruto de pereza mental o defecto de imaginación,
Esdaile, 1937, p. 3449; Robinson lo recomienda en pocos casos), este grupo es el
más adecuado para búsquedas de identificación, y para de allí pasar a repertorios re-
trospectivos, catálogos impresos de bibliotecas generales, catálogos de venta, biblio-
grafias bibliofílicas, etc.
El ordenamiento por autores, o nominal, sirve, según la clara síntesis de Schne-
dier "para establecer la existencia de un libro, para definirlo bibliográficamente y
para verificar aquello que cada individuo ha escrito" (Schneider, 1926, p. 96).
Grupo B. Cronológico o analístico.
Robinson distingue el analístico (por fechas de publicación) del cronológico, que
concierne al período que abarca el documento o a la fecha de "creación" de la obra,
ordenamiento, este último, raro e inusual y de dificultosa gestión (Robinson, 1979,
p. 51). ev
A estos dos tipos, bien conocidos y de uso común, Beaudiquez añade un tercero,
un tanto curioso e inusual, basado en las fechas de fundación de entes, en reperto~
rios, evidentemente, dedicados a ellos (Beaudiquez, 1983, p. 51).
En realidad, el uso hace converger los términos analístico y cronológico en la fe-
cha de publicación, hasta el punto de que muchos prefieren sustituir el segundo por
el término "histórico", cosa que, indefectiblemente, nos conduce a un nuevo posible
equívoco, desde el momento en que la mayoría asocia probablemente la expresión
"bibliografía histórica" a una bibliografía de argumento o de corte histórico más
que a un repertorio ordenado cronológicamente. El grupo de los ordenamientos por
fechas ha tenido en Cowley un gran -e ilustre- valorador: "Desde el momento en
que contar una historia es el fin de la bibliografía [cfr. también la discusión sobre bi-
bliografía y ciencias históricas, cap. 1 de este volumen] es simplemente natural que
una base histórica o cronológica [de ordenamiento] sea muy a menudo la más satis-
factoria" (Cowley, 1939, p. 180).
Cowley considera dos tipos de ordenamiento cronológico. El primero está funda-
mentado en la fecha de composición o creación; teóricamente posible, es en realidad
de ardua realización, en repertorios histórico-literarios o bio-bibliográficos.
El segundo está fundado en la fecha de publicación. En su interior se pueden in-
dividualizar dos subgéneros: el más simple y, según Cowley, el más ortodoxo, el más
genuino consiste en ordenar directamente las publicaciones según la fecha de su apa-
rición, colocando todo escrito y toda edición en el año correspondiente. Este mértodo
es propiamente llamado analístico.

Una aplicación aparente de este mértodo, en realidad una verdadera degeneración


del mismo, según el severo juicio de Pollard, consiste en ordenar los títulos bajo la
fecha de la primera edición y reagrupar bajo ella (es decir, bajo la fecha de la prime-
ra edición de una obra y no bajo el título) todas las ediciones (o incluso las traduc-
ciones) sucesivas.
El método ha sido calificado por Cowley de pseudo-analístico en cuanto, incohe-
rentemente, parte de un ordenamiento por fechas, pero se comporta como si ellas
mismas a su vez ordenasen por títulos u obras.
Aún más duro es el juicio de Pollard sobre tal comportamiento, "una locura para
la cual ninguna condena puede ser demasiado fuerte" (Pollard, 1909, p. 178). Para
salvaguardar una mal economía de espacio entendida e incauta, el repertorio pierde
los valores, esenciales a los ojos de Pollard, de la visibilidad, de la inteligibilidad, de
la coherencia y de la permanencia: "en ninguna circunstancia este sistema híbrido
debería ser adoptado. Cada edición debe estar inserta bajo el año de su propia publi-
cación" (-bid.).
Aparece aquí repetido el título breve (la noticia bibliográfica breve), se señalan
eventuales variaciones respecto a la primera edición y se añade (puede ser añadida,
según Pollard) una nota de referencia a la primera edición. Las informaciones gene-
tales sobre el autor, sobre la génesis de la obra, y similares, serán parte sólo de la
noticia de la primera edición, la cual ser útilmente completada con una nota -que
podemos considerar ®postconclusiva¯- de reenvío a las fechas de las sucesivas edi-
ciones.
No es pseduo-analístico, sino, a lo más, semi-analístico o cripto-analístico, el se-
gundo (o deberíamos decir el tercero) de los mértodos de ordenamiento por fecha de
publicación previsto por Cowley.
En efecto, el ordenamiento por fecha, a partir de la primera edición hasta la últi-
ma, dentro de una división por géneros literarios (o bibliográficos, o editoriales) y/o
por títulos tiene tan poco que ver con los ordenamientos cronológicos o analísticos
que hay que considerar con alguna perplejidad el hecho de que Cowley lo haya cali-
ficado de tal modo.
En realidad la superposición de un entramado de géneros en el ordenamiento por
títulos y por fechas (en el tercer puesto!) implica la transferencia de este tipo de orden
al grupo C (clasificado), mientras una división preliminar por títulos alfabéticamente
dispuestos comporta el desplazamiento (la asignación) al grupo A (alfabético).

A veces, aparte de la dificultad de asignar obras de estructura controvertida y


múltiple a un género o a otro, el mértodo se manifiesta como v lido y choherente
pa-
ra la historia literaria, más que para la historia "bibliográfica", o para la documen-
tación tipográfico-editorial.

Grupo C. Clasificado.
El grupo más importante, más delicado y más discutido sigue siendo el de los or-
denamientos sistem ticos, término que puede ser empleado en lugar de “clasificado”
salvo por el hecho de que llamando a un repertorio clasificado "bibliografía sistem -
tica" se corre el riesgo, sobre todo en mbito anglosajón pero no sólo de evocar una de
las grandes ramas de la disciplina, la que se ocupa de los mértodos y de los principios de
"preparación de listas de libros", en resumen de las compilaciones de repertorios. Pero,
subsistiendo la dificultad de salir de manera clara y definitiva del enredo linguístico-
semántico conectado a esta disciplina condenada a los equívocos, lo que se necesita
corregir es, por lo menos la tendencia a identificar sin más el ordenamiento clasificado o
sistem tico, con el establecido por materias o temas.
Esta tendencia encuentra una confirmación indirecta, al mismo tiempo que elo-
cuente, en la existencia y en la pr ctica, sobre todo americana, pero no del todo ig-
norada ni siquiera por la tradición italiana, del mértodo híbrido llamado alfabético-
clasificado o clasificado por materias, que dispone en orden alfabético reagrupa-
mientos mplios de temas (ej. Agricultura, Economía, Educación) y después coloca,
siempre en orden alfabético, dentro de cada una de ellos, las correspondientes divi-
siones:
Ej.
ECONOMIA
Agricultura
Comercio
Finazas
Trabajo
Teoría
EDUCACION
Generalidades
Historia
mértodos
Psicología
(cfr. Robinson, 1979, p. 44).
Sin embargo no existe ninguna razón para excluir este mértodo del grupo de los
ordenamientos alfabéticos, donde podr ser denominado ordenamiento alfabético
por materias o temas. En cambio, se puede establecer que el ordenamiento
clasifica do o sistemático, en sentido estricto y tradicional, es
aquel que "distribuye los títulos
(las noticias) en secciones y subsecciones de un sistema de clasificación preestableci-
do" (Beaudiquez, 1983, p. 52).
Los esquemas de clasificación de los repertorios bibliográfclos no están necesa-
riamente fundados en una distribución por materias. Pueden basarse en una división
por géneros, formas literarias o formas de publicación (poesía, romances, dramas, etc.,
monografías, opúsculos, artículos de revistas, artículos de periódicos, contribuciones en
congresos, etc.) aunque esta división, aprobada por Krummel, y ciertamente practicable,
particularmente como división interna de las bibliografías -de autores, es combatida por
Cowley en nombre de la igualdad de rango, a efectos del estatus bibliográfico, entre las
diversas formas de publicación; o en una división topográfica, por lugares, según una
jerarquía (de los más extensos a los más pequeños) o según distribuciones naturales del
territorio (ej. los territorios de norte a sur de un país) o administrativas, aunque en este
caso se pueda aún hablar de una particular aplicación de la división por materias. Es
más, a decir verdad, el caso de los ordenamientos geográficos nos pone en contacto con
los esquemas "naturales" que Pollard contrapone a los esquemas "artificiales". Según
Pollard la división natural de tema “el ordenamiento más importante y más peligroso",
que corresponde en todo caso a los "conceptos fundamentales", esencias del tema-
materia del que habla Esdaile y que reflejan el punto de vista del investigador-tipo de la
materia (Esdaile, 1931, p. 349), es la alternativa más v lida, el antídoto a la artificiosidad
de los ordenamientos generales; su ventaja, a los ojos del investigador probablemente
insuperable, es la de ser auto-explicativa: se explica por sí misma. Pollard, con un tono
polémico más bien encendido, contrapone en especial la división natural a la
Clasificación Decimal Dewey: "Aplicar la clasificación decimal a las bibliografías es
monstruoso y ridículo No hay ninguna ley natural por la cual todo tema deba ser
divisible por diez, e insistir en dividir todos los temas de este modo es absurdo"
(Pollard, 1909, p. 170).
Los límites que señalaba Pollard en la utilización en bibliografía de la CDD, lími
tes por otra parte atribuidos por Murray también a la Expansive Classification de
Cutter y a la Library of Congress Classification (Murray, 1917, p. 40), son imputa-
dos por Stokes, en término justificativos y con intenciones de recuperación, a las ca-
rencias objetivas, históricas, de los sistemas de clasificación tal como se presentaban
al inicio del siglo. Carencias en buena parte obviadas con el tiempo y con el refina-
miento de los esquemas convencionales, como se ha demostrado, por ejemplo, con
laestructura de las voces "Shakespeare" y "liturgia", no por casualidad los ejemplos
preferidos por Pollard, en el actual esquema LC (cfr. Stokes, 1982, p. 105).
En conclusión, aparte de algunas limitaciones objetivas e ingenuidades, producto
de su ‚poca, del intento de clarificación de Pollard permanece un principio fundamen-
tal de la metodología bibliográfica, adquirido para siempre gracias a el de dejarse
guiar en primer lugar por el ordenamiento natural del tema, después por la estructura
o tipología de la literatura producida sobre el asunto, de los documentos, de los mate-
riales de que está compuesta la bibliografía; después por los fines del repertorio, es de-
cir por las expectativas del lector. Como se ve, todos estos factores pueden hacerse de-
rivar el uno del otro a partir del primero. Como ilustración de este concepto se pue-
den aportar dos casos que, en el plano de la tipología, por un lado se presentan como
entre los más peculiares, por el otro representan sin duda dos de los géneros más apre-
ciados y practicados: las bibliografías de autores y las bibliografías locales.
Las primeras se caracterizan por la tendencia, que proviene de su pasado bio-bi-
bliográfico ("vida y obras") a organizarse en secuencia natural a lo largo de la línea de la
vida y de la actividad o producción científica, literaria, intelectual. En esta óptica el
ordenamiento natural lleva cuenta más que otra cosa de las vicisitudes de la creación o
redacción de las obras y, secundariamente, de las fechas de las primeras ediciones.
Puede ser englobado también el mértodo analístico integral (puro) si se trabaja bajo el
lema de la "vida, obras y milagros".
Sin embargo está fuera de duda que, a menudo, con fines pr cticos, de organiza-
ción del trabajo, un ordenamiento artificial, alfabético por títulos o, mejor aún, cla-
sificado por géneros literarios y formas de publicación (de lo general a lo particular)
puede tener efectos positivos.
Las bibliografías locales, a su vez, presentan la particularidad de ser la mayor
parte de las veces (cuando no se dedican a temas locales particulares, en que son do-
blemente especiales) bibliografías especiales en cuanto a cobertura geográfica y gene-
rales en cuanto a cobertura sem ntica y cultural: en la pr ctica es un caso singular e
insidioso de límites entre la bibliografía especial, dedicada a un tema (una ciudad, un
lugar), y la bibliografía general, que comprende todos los campos del saber (cfr.
Bartsch, 1979, p. 90: las bibliografías locales, como las personales, son consideradas
"bibliografías generales especializadas").
La bibliografía local puede documentar en dos niveles. En un primer nivel,
recoge la documentación relativa a una determinada rea, a una región, una provincia,
una ciu- dad. Documentos, literatura sobre el tema y testimonios de la vida y de las
actividades culturales locales; esta es la bibliografía local propiamente dicha. En un
segundo nivel puede documentar la producción intelectual de los autores locales y
los productos de la tipografía y de la edición local. A veces, sin embargo se trata, en
rigor, de un híbrido; la bibliografía local puede comprender tanto el primero como el
segundo nivel.
El segundo nivel es el único de la bibliografía local que tolera ordenamientos al
fabéticos (por autores, tipógrafos o editores), con ordenamientos subordinados por
géneros, o títulos o fechas (pero una bibliografía tipográfica o editorial de amplitud
regional podr requerir, por ejemplo, también una división preliminar por lugares).
En el primer nivel, se recomiendan en cambio ordenamientos clasificados o alfa-
béticos por materias, aunque puede ocurrirle a uno encontrarse entre las manos con
una bibliografía de cerca de 2.000 títulos sobre la isla de Ischia ordenada sic et sim-
pliciter alfabéticamente por autores o una Bibliografía storica-friulana de Giuseppe
Occioni~Bonafons (Udine, Doretti, 1883~1899) ordenada cronológicamente (aunque
su intención declarada era la de ofrecer un cuadro del desarrollo de la literatura his-
tórica local a partir de 1861) con un subordenamiento -mudo, implícito- por ma~
terias o temas.
Los ordenamientos alfabéticos por materias son pues adecuados, particularmen-
te, para bibliografías sobre una localidad, privadas, en sí o en su configuración en el
repertorio, de ulteriores subdivisiones o fraccionamientos locales; o también para
subdivisiones internas en temas de las diversas voces locales en las cuales se organi-
za una bibliografía sobre reas y territorios más vastos y articulados. Para la elec-
ción de los encabezamientos de materias, se puede acudir a las divisones de las vo
ces de lugar de la Lista de Encabezamientos (Soggetario) italiana (240 voces), o, tal
vez aún mejor, a listas de encabezamientos reeelaborados, desarrollados, a partir de
las listas de encabezamientos convencionales, de modo que se eliminen voces gen‚-
ricas o pleon sticas de mbito local, y se evidencien y recreen voces comunes típicas
de cada rea (caracterizando sus peculiaridades históricas, ‚tnicas, económicas, so-
ciales, culturales, linguísticas), según lo propuesto recientemente por un grupo de
estudio de una lista de encabezamientos sarda (cfr. Bertolucci-Pensato, cur., 1985,
p. 378-384).
Un ordenamiento sistemático por materias se puede aplicar a bibliografías sobre
ciudades o lugares concretos, si la cantidad y la variedad del material es tanta que se
justifique ese tipo de organización, o a bibliografías de cobertura más vasta en las
cualescada voz local requiere una clasificación interna por materias o se presta a ella.
Reservas en el an lisis del uso de las clasificaciones universales en las bibliografías
locales fueron ya expresadas por Murray, que consideraba, por ciemplo, y en general, la
CDD como un mértodo conveniente de sistematización de los libros en los estantes de
una biblioteca, pero no en las páginas de una bibliografía y, en particular, "el tema
historia local en el sistema de Dewey insuficiente y defectuoso" (Murrau, 1917, p. 40).
Esto no ha impedido, como se sabe, ni algunas tentativas de adaptación, de ma
yor o menor impulso, de la CDD a las exigencias de la documentación local (cfr.
Hobbs, 1979, p. 264-283; Pensato-Montanari, 1984, p. 219-230), ni la defensa del
esquema de Dewey en las colecciones de historia local (cfr. Hobbs, 1973, p. 266) o,
más excepcionalmente, en las bibliografías locales.
Las razones de ello están probablemente en el hecho de que, evidentemente, la bi-
bliografía local, más que una bibliografía especial es una bibliografía general de base o
en dimensión local y, en cuanto tal, puede acoger documentación proveniente de todos
los campos culturales y disciplinarios.
Es cierto, por otra parte, que los desequilibraos distributivos de las reas de perti-
nencia creadas por una clasificación general dentro de una bibliografía local
producen,
sin duda, ese efecto, antiest‚tico en bibliografía y antieconómico, llamado también re-
cientemente por Dan‚s- ®mancha de leopardo¯ (Danesi, 1986, p. 171).
Todo ello ha empujado a Hobbs a intentar una solución intermedia que, si bien
en una óptica esencialmente generalizadora, o universalista, desde el punto de vista
de los contenidos y de los campos culturales, termina por adherirse, en esencia, a la
idea de Pollard de la división natural del tema, desde el momento en que asigna con un
sistema decimal, a las materias (y a sus subdivisiones), una nueva jerarquía, a partir del
siguiente principio, de sabor decididamente pollardiano: "puede observarse, sin duda,
una progresión lógica y ordenada en el desarrollo de toda comunidad
humana y la literatura local tiende a conformarse íntimamente a ella, y sobre eso de-
bería basarse la clasificación local" (Hobbs, 1973, p. 279).
De ese principio nace un precepto, claro, pr ctico y conciso, con el que se puede
también cerrar este nada breve excurso: "En bibliografía local [ ... 1 clasificadas
primero por lugar, después por materias, finalmente por forma" (Hobbs, 1973, p.
281).

Indices y reenvíos
Los puntos de acceso alternativos al acceso principal (el"principio ordenador")
pueden ser recuperados en diversos niveles de la organización del repertorio. Pueden
ser empleados entre tanto, como ya se ha visto, para las secuencias internas o subor-
denamientos.
Pueden también constituir secuencias simplificadas, de referencia al núcleo cen-
tral.
Se trata de los índices. Su elección, su exhaustividad, su pertinencia, y en general,
su preparación son una parte integrante, un complemento preciso de los repertorios:
sin ellos muchos traba'os serían casi inutilizables. Un repertorio personal ordenado
cronológicamente estaría manco sin un índice de títulos, como también lo estaría un
repertorio clasificado sin un índice de autores y materias, etc.
Los índices pueden referirse al contenido de los documentos descritos en el reper-
torio y dar lugar a índices por materias 0 temas; son, en este caso, de elaboración
primaria y pueden proporcionar una única secuencia de lugares, personas y voces
comunes o bien, si el número de los datos que forman cada secuencia lo justifica,
dos o tres secuencias separadas.
Secundarios son los índices construidos con elementos ya presentes en la referen-
cia bibliogrifica, en la descripción, en el esquema de clasificación, en la anotación o
en el resumen. Pueden referirse a elementos presentes en todos los documentos (au-
tores, títulos, tipógrafos o editores, lugares de publicación, palabras clave o materias
deducidas del título o del resumen, etc.); o también a elementos presentes sólo en
as (títulos de revistas y periódicos, otros lu una parte -no irrelevante- de las notas de
gares de publicación, géneros literarios, ilustradores, traductores, preparadores).
Cuando los índices ensamblan datos de naturaleza diversa (autores, títulos, mate-
rias, lugares, cosas, etc.) se suelen llamar generales o diccionarios o, más comunmente,
"analíticos"; en este caso una diferenciación precisa de los diversos tipos de información
a través de los caracteres (ej. redondilla para las voces comunes, cursiva para los títulos,
negrita para los temas, mayúsculas para los autores ... ) ser muy bien considerada por
los lectores.
Los índices separados para cada tipo de información (índice de los autores, de los
entes, de los nombres de lugar, de los ternas y de las cosas notables, etc.) son,
naturalmente, índices especiales. La elección entre índices generales e índices
especiales depende de la cantidad global de informaciones a insertar en ellos y de la
relevancia de cada género de informaciones.
La razón por la que utilizamos aún, eficaz y voluntariamente, la citada
Bibliografica storica friulana de Occionl-Bonaffons, no obstante su híbrido y poco
perspicaz ordenamiento cronológico-sistemático, es la presencia final de cinco
índices óptimos, en los cuales está compendiada la obra, dedicados a: 1. Autores,
editores, críticos; 2. Pueblos y personalidades y históricas; 3. Lugares; 4. Cosas; 5.
Formas o modos de publicación.
Datos presentes en una parte exigua de las noticias pueden ser resumidos de forrna
más económica en tablas o notas explicativas, en el prefacio, en las instrucciones para la
consulta, etc.
Es práctica generalmente asumida la de no repetir en los índices la descripción
completa del documento: bastar una referencia a ella. Referencia, se entiende, al
punto de acceso más unívoco y preciso: el número de asiento o de descripción, cuando
existe, más que la página o, peor aún, la clase o la sección.
Se debería evitar, en todo caso, referir las voces de los índices a puntos de acceso
diversos (ora al número progresivo, ora a los encabezamientos de autor, ora a la página);
y, en todo caso, sería imperdonable, cuando uno se ha decidido a adoptar esta solución,
no declararlo y dejar que el lector lo adivine y lo entienda por sí solo.

Por lo que respecta al enfoque gráfico no hay que olvidar que los índices
analíticos son parte integrante de la publicación.
Esto implica que su paginación debe ser consecutiva respecto a la del núcleo des
criptivo y que su desarrollo, por razones de legibilidad y de comodidad de uso, no debe
incluir intervalos con cuadros, ilustraciones, tablas, etc.
Los índices sumarios, las notas introductorias, las instrucciones para el uso pue
den también recibir, por el contrario, una paginación autónoma, en cifras distintas de las
del repertorio en sentido estricto.
En cuanto a reenvíos y llamadas, es necesario observar, brevemente, que su
necesidad, indiscutible, no implica un uso extremo e indiscriminado, que haga pesado el
repertorio y resquebraje su coherencia y cohesión. Se ejercen también en reenvíos y
llamadas los controles de eficacia y legitimidad usados para individualizar los puntos de
acceso, lleg ndose al final al resultado de confirmar sólo una parte de los envíos
previstos, de eliminar algunos, y de agrupar muchos en los índices finales.
Se recuerda, particularmente, que les corresponder esta última suerte a todos
aquellos datos localizables en la generalidad de las unidades bibliográficas (por ejemplo,
tipógrafos o lugares de publicación), que formarán listas separadas, índices, y no
reenvíos y llamadas dispersas y entremezcladas en el repertorio.
Resulta obvia y sin embargo merece la pena recordarla, la recomendación de
Krummel, de no establecer reenvíos entre elementos heterogéneos y no comparables
("Twaln, Mark v‚ase Clemens, Samuel Langhorne", Krummel, 1984, p. 95); y es aguda,
aunque está sujeta a las mutables leyes del buen gusto y de la discrección, la
recomendación expresada hace algunos decenios por Augusta H. Leypoldt, tendiente
a dosificar los reenvíos según el destino del repertorio: evitar, por ejemplo, inútiles
exhibiciones de alta ciencia bibliográfica y literaria en repertorios de uso "popular",
de amplia y rápida consulta, reservándolas para repertorios de destino científico y
académico (Leypoldt, 1906, p. 303).
La rabia y la frustración que siente cualquier usuario o elaborador de catálogos
de bibliotecas y de bibliografías, cuando tropieza con los llamados reenvíos "ciegos",
aquellos que, por defecto del autor o del tipógrafo, no reenvían a nada, son sólo dos de
las mil razones que obligan al compilador de repertorios bibliográficos a considerar el
momento de la inscripción de los datos en las fichas de trabajo y el de la correción de
las ruebas como los más delicados y decisivos del traba'o del bibliógrafo.

La previsión, en el momento de la inscripción de los datos en las fichas, y la


revi-
sión en el momento de la corrección (en tres distintos y sucesivos momentos: en las
fichas, en el dáctilo escrito, en las pruebas), son aspectos de los cuales el bibliógrafo
debería conocer muy bien el significado y valorar permanente su importancia.'

2.8. Presentación tipográfca

Muchos problemas de presentación tipográfica del repertorio, por estar estrecha-


mente conectados con los problemas de estructura y de estilo bibliográfico, están to-
talmente a cargo del compilador, que no debe, en esos terrenos, soportar intrusiones
e interferencias. Otros, que bien deberían entrar en su esfera de competencias, terminan
en realidad por ser resueltos por el editor o, en casos que pueden definirse como
exigencias del bibliógrafo y las afortunados, son el fruto de un compromiso entre las
exigencias del bibliográfo y del editor. Y si ello se puede incluso admitir cuando ‚ste
dispone de su "house style", autorizado, técnicamente correcto y probado, se vuelve un
auténtico y pequeño drama profesional cuando el editor pretende imponer sus propias
elecciones ocasionales, profesionalmente infundadas, tal vez por razones de economía o
de una tradición mal entendida, a veces manifiestamente incorrecta. ¨Cu ntas veces les
ha sucedido a los autores verse arbitrariamente y sin culpa sorprendidos en las notas
tipo- gráficas por el nombre del editor o encontrar invertido el orden de dos
elementos, en general lugar y editor.
Podemos entonces decir que para el bibliógrafo se trata, a menudo, de salvar
cuantas más posibles características técnicas esenciales propias de un correcto traba-
jo bibliográfico; las características que requieren el cuidado directo del autor, son,
según Van Hoesen-Walter: título, subtítulo, dedicatoria, erratas, sumario, prólogo,
encabezamiento (titulación) de capítulos y par grafos, ilustración y tablas, notas, re-
ferencias bibliográficas e índice final. En cambio, en los aspectos más propiamente
comerciales (precio, distribución, confección material, etc.) la intervención del com-
pilador debería limitarse a garantizar que la elección del editor se d‚ respetando eltipo de
producto y las exigencias de quien lo usar .

La elección del título


Es fácil dejarse arrastrar por la tendencia hoy prevalente de asignar títulos de
fantasía, a menudo fuera de lugar, a las obras técnicas (de contenido específico y
profesional) y es fácil caer en la fascinación barroca por las “caretas quitadas”, los
“teatros”, las “fustas” y los “latigos”, pero en las obras bibliográficas resulta tal vez
menos lícito que en otros géneros dejarse llevar demasiado por la fantasía. "El título
-escribe Krummel- debe capturar el ojo, pero sobre todo debe ser funcional"
(Krummel, 1984, p. 125). ¨Y en qu‚ consiste la funcionalidad del título de un reper~
torio, sino en la claridad, en la honestidad y en su adecuación a la naturaleza y al
contenido del producto? La necesidad, dicho de otro modo, de combinar en el título
y en el subtítulo (que están, por otro lado, diferenciados tipográficamente) lo explí-
cito y lo implícito (como quiere Krummel) tiende, evidentemente, por un lado, a evi-
tar títulos excepcionalmente largos y tiene en cuenta, por otro, la posibilidad de in-
cluir en el prólogo, o presentación, 0 nota previa, o nota introductoria, o guía para
el uso, etc., lo que no ha podido explicitar en la portada: en particular, finalidad,
criterios de colección, elección del sistema de ordenamiento y de los índices,
fuentes,
abreviaciones, etc.
La materia, la información cronológica (genérica, tipo bibliografía "actual", "pe-
riódica", histórica", "retrospectiva" o específica, con los límites cronológicos ex
plicitados), eventualmente la lengua o el rea de las publicaciones consideradas, el
mértodo de elaboración y de descripción (esencial, crítica, analítica, razonada...
eventualmente también la forma de ordenación (sistem tica, cronológica), deberían
encontrar un puesto en alguna de las dos partes de la titulación, que no debería da
en todo caso, por implícito aquello que no lo es: "el título de un libro @scribía
Adrian Baillet- debe ser su compendio, y se debe incluir, en cuanto sea posible, to-
do su espíritu. Debe ser el centro de todas las palabras y de todas las ideas del libro,
y en medida tal que debe resultar imposible encontrar otro que responda mejor a
ellas. Es por esto que había razonado perfectamente Plinio al decir que para escribir
una buena obra se necesita tener siempre el título del libro delante de los ojos, pen
sar en el a menudo, y no distraerse nunca
No ser nunca suficientemente recomendado, dada la existencia de cierta tenden-
cia a la imprecisión y al descuido, el empleo correcto, en el título, del término "bi-
bliografía", que no se debe utilizar, en nombre de una presunta e imposible equiva-
lencia, para designar cualquier lista de libros ("catálogos", "inventarios", "listas",
llelencos", "guías de literatura", 14 reseñas", "obras consultadas"...), confiando astu-
tamente en el hecho de que "ciertas bibliotecas adquieren todo aquello que se auto-
define bibliografía" (Krummel, 1984, p. 135).
La confusión, más o menos intencionada, en los títulos modernos de los reperto-
rios bibliográficos es tal que suscitaba en Cowley, que ya escribía hace ahora unos
cincuenta años, la nostalgia por la honestidad y la modestia de los antiguos (o sólo
viejos, o sólo precedentes) compiladores: "muchos de los antiguos compiladores
usa-
ron términos como Bibliotheca, Bucher-Lexikon, Dictionnaire, etc., para señalar
que sus obras se entendían como registros o catálogos, o como material para una bi-
bliografía, más que como bibliografías en sí mismas ... Yo no puedo por menos que
pensar que los antiguos compiladores eran mucho más cautelosos en su elección de
los títulos que a los modernos" (Cowley, 1939, p. 179).

La introducción

No todos los autores de libros se valen de la facultad que se les otorga de retardar
la lectura o la consulta (o, más benevolamente, de prepararla adecuadamente), con
ciertas partes propedeuticas del libro (prólogo, presentaciones, introducciones ... ) que
permiten al lector penetrar en el, por así decirlo, entre bastidores, o bien de recibir
noticias preliminares, el prefacio de la historia, de las ideas o de las nociones que le
serán transmitidas. Y no todos los libros, en verdad, ganan algo con estas partes
suplementarias o complementarías, o las precisan. Pero, si hay un género de libros
propedéuticas, este que hace necesaria y obligatoria la presencia de partes o páginas
es el de los repertorios bibliográficos.
No serán precisamente presentaciones, prólogos o notas previas lo que precisará
una bibliografía, aunque en muchos casos se puede sentir el deber de explicar las ra-
zones editoriales del trabajo (y se precisar una presentación del editor) o los moti-
vos para realizarlo o los fines que persigue (y en tal caso confiaremos el mensaje a
un prólogo o nota previa).
Pero lo que de verdad no debería faltar en una obra de car cter bibliográfico es
una introducción que contenga, tal vez en forma mixta (discursiva y esquem tica)
"todas las informaciones proped‚uticas que se consideran necesarias o útiles para la
consulta", "un cuadro esquem tico de la estructura del texto, evidenciando las rela
ciones entre las distintas partes" y "eventuales recorridos de consulta que tengan en
cuenta las posibles exigencias del lector" (Lesina, 1986, p. 41).
Introducción de naturaleza ampliamente instrumental y propedéutica en sentido
estricto, entonces; introducción al repertorio y no al asunto de que tratan los libros
incluidos en el. Aunque en trabajos divulgativos se pueden dar las referencias histó-
ricas y conceptuales b sicas relativas a la materia objeto de compilación y, por otra
parte, en reseñas razonadas de nivel especializado y en compilaciones conpropositos
de resistematización y de reordenamiento de la literatura sobre un tema, se debe ne-
cesariamente proporcionar la historia del problema, aunque no sea más que para
convencer a los lectores de la necesidad de una revisión del estado de la cuestión.
La introducción de un repertorio bibliográfico debería, en conclusión: detenerse en
primer lugar en la estructura global del trabajo; indicar criterios de colección; es-
pecificar los tipos de materiales incluidos y excluidos, dando razón de la elección;
declarar el estilo de referencia bibliográfica adoptado, explicitando eventualmente las
normas convencionales o los códigos oficiales seguidos; explicar el mértodo de
ordenamiento, especialmente si se trata de una elaboración propia, y especialmente si,
por desgracia, no resulta f cilmente inteligible ("un ordenamiento que nadie está en
condiciones de comprender salvo su autor se autocondena de mano. El ideal a conseguir
es un sistema que se explica por sí solo", Pollard, 1909, p. 172); explicar organización y
uso de los índices, de los reenvíos de otras claves accesorias de referencia; proporcionar
todas aquellas otras posibles informaciones que sirven para disfrutar mejor la masa de
noticias que contiene por definición un repertorio.

El compilador puede incluir todo esto en una introducción, seguida y compacta,


así como puede valerse de advertencias o notas de consulta y observaciones técnicas, si
cree que tiene que poner de manifiesto ciertas categorías de informaciones o en
particular "informaciones específicas sobre los mértodos y sobre las convenciones de
redacción adoptadas en la compilación" (Lesina, 1986, p. 42).

También las informaciones de tipo secuencias, como los elencos alfabéticos de


abreviaturas, acrónimos o siglas, símbolos, términos de carácter numérico-estadísti-
co, el esquema de clasificación adoptado (si no es universalmente conocido y si sus
dimensiones lo consienten), la lista de las fuentes, pueden recibir un tratamiento es-
pecífico y autónomo (a través de listas separadas, acotaciones, notas específicas, ta-
blas, cuadros, diagramas), aunque est‚n todas consideradas, conceptualmente, como
parte integrante de la introducción. Tales soluciones, si se da vivacidad a la intro-
ducción y se proporciona evidencia gráfica de sus partes más delicadas e importan-
tes, pueden ayudar a evitar lo que representa, en opinión de Krummel, el mayor pro-
blema de las partes introductorias: “que la mayor parte de los lectores no las leen”¯
(Krummel, 1984, p. 126).

Acéptese, para concluir este punto, un llamamiento a la deontología profesional,


que puede también ser entendido, si en general ofenden los moralismos, como una
invitación de conveniencia a la salvaguardia de la propia imagen personal y profe-
sional: el bibliógrafo no olvida nunca citar las fuentes del propio traba'o, evitando,
si es posible, referencias vagas y genéricas (no "las principales bibliografías
naciona-
les" y "las mejores bibliografías especializadas", sino la "Bibllografia Nazlonal Ita-
liana", la "British National Bibliography", la "Bibliografía Storica Nazlonale", el
"Bulletin signal‚tique. Sciences de I'information"...) y extendiéndose más, como es
obvio, en aquellos trabajos de los que el suyo eventualmente quiere ser reanudación,
complemento, actualización, reelaboración o continuación.

La calificación -no infamante- de honesto divulgador o diligente compilador,


al margen de la malicia, del desprecio, de la condescendencia o, a veces, también de
la buena fe y del respeto de quien la atribuye, es siempre preferible a la acusación,
justa o injusta (pero callar las fuentes del propio trabajo, cuando existen y son -den-
tificables, induce siempre como mínimo, a la sospecha más maliciosa) de "plagio bi-
bliográfico", " área gris", según la expresión de Krummel, que comenzó a ser popu-
larizada en los albores de la bibliografía, cuando Conradus Lycosthenes (Conrad
Wolffhart) publicó, a escondidas de Gesner, "con título pomposo, un repertorio que
no era otro que la Bibliotheca Universalis expoliada de las notas complementarias y
de las valoraciones críticas" (Balsamo, 1984, p. 35).

Otro aspectos de la presentación tipográfica

Queda claro que el conjunto de los problemas de este género atañe a la estilística
tipográfico-editorial y que la mayor parte de las soluciones correspondientes, desde
el planteamiento general a la menudencia, aparece "discutida" en manuales específi-
cos (cfr. Lesina, 1986) o bien se deduce, analógicamente, del examen objetivo de
re-
pertorios similares.

Sin embargo, se pueden proporcionar algunas breves indicaciones que parecen


pertenecer a la tipología específica de las bibliografías. Entre tanto, se recuerda que,
si todo aquello que introduce al lector en los mecanismos de consulta y de uso del
epertorio, que ya hemos mencionado, va al principio del volumen, por el contrario
todo aquello que sirve para completar la estructura, el cuerpo, como los ap‚ndices,
añadidos, eventuales correciones, índices analíticos, etc., va al final del mismo.

La numeración de las páginas debería ser tal que diferenciase el repertorio pro-
piamente dicho, el corpus de las noticias y los índices correspondientes, de las notas
introductorias, que están al lado del núcleo bibliográfico como partes instrumentales
que integran la obra pero no el corpus, y a las cuales se puede pues asignar una pagi-
nación distinta.

En cuanto al corpus bibliográfico propiamente dicho, es necesario siempre tener


en mente que un repertorio, como recuerda Krummel, es una obra para consultar
estratégicamente" y no para leer y, por ello, la evidencia gráfica debe ser tal que
proporcione inmediatamente la identificación, los elementos esenciales de un título.
"La bibliografía ideal", sugiere con audaz y sugestiva imagen Krummel, "debería as-
pirar a la apariencia de un mapa" (Krummel, 1984, p. 13) en cuya organización de
los espacios, disposición lineal de los elementos, puntuación y signos gráficos, elec-
ción y diferenciación de los caracteres, se tendiese, en conjunto a aislar visualmente
los elementos y los puntos de acceso y a delimitar con precisión las diversas reas y
las diversas funciones de los elementos que componen la noticia.
La presencia, eventual, de tablas e ilustraciones no debe, en general, obstaculizar
la consulta, interrumpiendo la secuencia visual de las señalizaciones; es preferible un
reagrupamiento final, a pesar de que es posible insertar ilustraciones en formato re-
ducido (no más de un cuarto de página, arriba a la derecha) en correspondencia con
la descripción a que se refieren, en caso de que constituyan el objeto principal o uno
de los elementos esenciales del repertorio.

Al mismo principio responde la recomendación, no siempre seguida, de no distri-


buir la descripción de la misma obra en dos páginas diferentes, salvo en repertorios
de car cter bibliológico o bibliofílico, en los cuales una descripción puede ocupar
también más de una página. En tales casos, si el editor no impone rígidos principios
de economía, se podría iniciar cada nueva descripción en una página nueva.

La numeración de las fichas, elemento, huelga repetirlo, que no debe faltar nunca
aunque sólo sea como referencia r pida y unívoca de los índices y de los reenvíos,
de-
bería aparecer a la izquierda del encabezamiento, en la misma línea o aislada
inmedia-
tamente encima de ella; solución que tal vez aparta al lector, como teme Krumel, del
encabezamiento, que es elemento principal de la referencia bibliográfica. Otra solu-
ción, que evita este inconveniente, pero que puede frenar o ralentizar el mecanismo
de
localización, puede ser la de colocar los números correlativos abajo a la derecha.

En lo que respecta a los índices, ya se ha recordado cómo en los casos de índices


analíticos mixtos (o diccionarios, que comprenden nombres de personas, temas, títu-
los, etc.) sería oportuna la diferenciación de los caracteres para cada tipo de dato
presente, reservando, por ejemplo, la redondilla mayúscula para los autores, la ne-
grita para los lugares, la redondilla para los temas, la cursiva para los títulos, las co-
millas para las revistas.

Siempre con el fin de evitar la confusión y de preservar la consistencia y la se-


cuencialidad del repertorio, es preciso abstenerse de insertar notas en los pies de pá-
ginas ocupadas por las descripciones bibliográficas.

Si la nota se refiere a una única noticia, se introduce en su interior, entre las no-
tas especiales; si atiende a un grupo de noticias, a una clase, una sección, un índice,
su puesto está al principio, antes de la secuencia parcial.
En este punto del trabajo, ya en manos del tipógrafo, el bibliógrafo puede dar
por terminado el repertorio, concentrándose en una personal y férrea vigilancia de la
correción de las pruebas.
Se habrá trabajado con método y rigor, además de con inteligencia e imagina-
ción, dotes que en su tiempo hicieron célebres a Sherlock Holmes y a su predecesor
Auguste Dupin (el bibliógrafo ¨no ser tal vez "una amalgama entre un investigador
privado, un prestidigitador y un adivino?" Laurence, 1986, p. 165). Se podrá así
pe-
dir al editor, con justificada confianza, que proporcione al producto de su labor al-
truista y desinteresada ("No hay Oscar o Emmy para los bibliógrafos, ni Pulitzer o
Nobel, ni National Medal for Literature", Laurence, 1986, p. 165) una ligazón ro-
busta, resistente al uso frecuente que estudiosos, investigadores, estudiantes y
biblio-
tecarios harán y que le garantizar el derecho a un puesto en las bibliografías de bi-
bliografías.

También podría gustarte