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LA COMPILACIÓN DE BIBLIOGRAFÍAS
Parece oportuno, para encuadrar mejor el tipo de tratamiento que ser adoptado en
este volumen, confrontarlo con los esquemas seguidos por algunos de los más relevantes
trabajos -más o menos recientes- publicados sobre el asunto.
Georg Schneider subdivide simplemente la parte cuarta ("La preparación de las
listas de literatura") de la sección teórico-histórica de su celebérrimo manual en tres
capítulos:
1. La colección de los títulos, en el cual se habla de manera aguda y rigurosa sobre
todo de exhaustividad y selección.
2. El encabezamiento de los títulos.
3. La ordenación de los títulos que es, de forma más general, un discurso sobre
las clasificaciones bibliográficas, una recapitulación ejemplar de las premisas y
tendencias clasificatorias vigentes en Francia, Alemania, Gran Bretaña y Estados Unidos
de América (Schnelder, 1926).
La cuarta dimensión de la bibliografía, junto a la histórica, la bibliotecaria y la
enumerativa, es, en el esquema de Van Hoesen-Walter (Van Hoesen-Walter, 1928), la
"práctica", que se ocupa del mértodo de trabajo y, en particular, de la lectura, de la
investigación, de la metodología específica, de la preparación del manuscrito para la
publicación y de la publicación.
Clásica y repetidamente citada y evocada es la sucesión de las fases del trabajo
bibliográfico propuesta por L.N. Malclés, en la mejor de sus peregrinaciones en torno a
la bibliografía (Malclés, 1950):
1. Búsqueda.
2. Identificación.
3. Descripción.
4. Clasificación.
Bartsch, en el capítulo 6, ("La producción de bibliografías") de su manual se
ocupa de: colección del material, "elaboración convencional del material", métodos de
cita y ordenamiento, paso del repertorio del manuscrito a la impresión (Bartsch, 1979).
Cuatro capítulos bibliográficos (el último es una reseña cronológica crítica de los
escritos sobre la compilación de bibliografías, 110 títulos desde 1883 a 1983) y diecisete
notas bibliográficas especiales sobre cada tema hacen de este manual un delicioso
vademércum para estudiantes, bibliotecarios, investigadores (Krummel, 1984).
Una vez elegido el objeto, este ser luego especificado internamente,de modo que
se consiga un grado de aceptable, de manejabilidad y de utilidad. La definición de un
principio de selección es, desde el punto de vista cultural, el momento tal vez más
delicado e importante del trabajo bibliográfico.
Los terminos en los cuales viene generalmente planteada la cuestión, sintizables
en la conocida fórmula "exhaustividad vs. selectividad", parecen demasiados netos y
rígidos, especialmente cuando estos dos lemas tan contrastados de la bibgrafía son
empleados en su significado literal e inmediato y no, más correctamente, a través de la
necesaria mediación terminológica que, en toda disiciplina dotada de un mínimo de
disposición teórico-metodológica, transforma un vocablo con contenido semántico
hospitalario y neutro, en un descriptor técnico de operaciones específicas y peculiares de
la disciplina, de esa metodología. Como no han faltado nunca aquellos que han
sostenido la incompatibilidad en términos absolutos entre la palabra bibliografía y la
palabra exhaustividad (tales y tantos y tan fugaces son los mecanismos a controlar que
son incontables), igualmente se han hecho oír con frecucia los que sustentan la tesis
opuesta. "Bibliografía selectiva" según éstos es una contradicción extrema. La función
primaria de la bibliografía, al menos de la bibliografía enumerativa o repertorial, ha
sidos desde los los inicios una función de pura inscripción.
La función de seleccionar escritos es una función especializada y se explica, por
tanto, sólo en el ámbito de la bibliografía por materias, por parte de especialistas “El
trabajo es correcto -escribe Stokes- la nomenclatura es errónea". En vez de "selective
bibliography" se debería hablar más apropiadamente de "selectiva listings” “partial
listing", "handlists", "check-lists" (Stokes, 1969, p. 408).
Pero al margen de las reivindicaciones terminológicas, las cuales, como se sabe
transitan lentamente y con dificultad desde las reflexiones académicas a la práctica
cotidiana, a los léxicos operativos, de trabajo de los encargados, y sobre las cuales
todavía -y justamente por esto- uno puede, con una cierta tranquilidad de animo,
llegar a ponerse de acuerdo siempre, permanece el problema de fondo: la delimitación
del objeto de la bibliografía, operación sana, desde el punto de vista fisiológico;
higiénico- intelectual, necesaria cultural y metodológicamente.
Cualesquiera que sean los criterios de inclusión, cualitativos o cuantitativos, sub-
jetivos u objetivos, el término exhaustividad se aplica a una bibliografía con el
significado de "exhaustivo dentro de los límites convenidos". Los límites están siempre
"convenidos" en la base de los principios de selección. En definitiva, como escribe
Krummel, "una bibliografía sobre un tema debería ser completa y comprensiva dentro de
ciertas limitaciones dadas, evidentes para el compilador y los lectores” (Krummel,
1984, p. 24). Y ello tal vez signifique desembarazarse inmediatamente de la
cuestión espinosa, aquella en la cual, erróneamente, se hace consistir toda la antinomia
selecció vs. exhaustividad, para tomar otra, en la pr ctica, aparente o solapadamente,
asociada a conceptos como cientifismo, autoridad o academicidad: el criterio cualitativo.
Schneider ha dedicado páginas bellas y penetrantes y aún hoy, revisables asunto.
Schneider cree que las bibliografías bibliofílicas (ej. bibliografías de primeras e
diciones), las comerciales (bibliografías de las publicaciones "in print"), las nacionales
(bibliografías de la producción intelectual) deben normalmente ser completas y exa-
haustivas, excluyendo sólo las publicaciones que por planteamiento inicial no entran
dentro de los fines del repertorio.
Muy distinto es su discurso para las bibliografías por materias.
El estudioso alemán declara su total adhesión a la opinión de Edgar Allan Poe,
que creía que un gran cúmulo de literatura sobre cualquier asunto representaba más
grande handicap para el proceso del conocimiento. "En efecto la gran masa de
publicaciones, no sólo no es de ninguna ayuda, sino que a menudo y voluntariamente
, es un peligro efectivo para el trabajo científico. Oscurecen la visión, ralentizan y
rebajan el trabajo creativo y obstaculizan el cumplimiento de un trabajo. El simple
hecho de que un libro haya aparecido no le da autom ticamente el derecho a un puesto
en una lista por materias. La tarea de un bibliógrafo no consiste solamente en el listado
ordenado de publicaciones, sino en pasarlas a examen y separar, en la minería de la
literatura, la ganga del mineral" (Schneider, 1926, p. 55-56).
Existen dos límites a esta función para algunos "censora" del bibliógrafo: la
"concurrencia" de otros bibliógrafos y la vigilanca de los innumerables especialistas.
Difícilmente se puede decidir arbitrariamente en los casos en los que hay un juicio
conso-
lidado. No trabaja solo sino más bien bajo el control de los especialistas. El es,
normalmente, el diseminador de una opinión más que su originador. Tanto el como los
especialistas incurren en errores. Pero, y aquí llegamos al segundo punto, el número y
la importancia de estos posibles errores no deberían ser sobrevalorados. Los ejemplos
negativos no deberían ser generalizados. Hay dos medios para contener los errores en
límites satisfactorios. La cautela en el juicio y un amplio conocimiento de la vieja y
nueva literatura de un tema son los presupuestos para su contención.
La misma reinvindicación de la autonomía y autoridad del bibliógrafo especialista
respecto, se entiende, a los compiladores de registros bibliográficos con fines
administivo-archivísticos, ha sido recientemente sostenida, con la claridad
acostumbrada, por Alfredo Serral. En síntesis, el bibliógrafo especialista, frente al
dilema, tiene a su disposición una serie limitada pero inevitable de elecciones:
1. La exclusión sin más, el juicio mudo, la censura en silencio, cuyo único
riesgo es que se confunda con omisión ignorante, olvido involuntario.
2. La relegación de los títulos "menores" a zonas periféricas del repertorio: un
apéndice sin anotar, la mención sin prestar mucha atención en las anotaciones a las obras
censadas.
3. El "destierro motivado" (Serrai) que obligua a los bibliógrafos especialistas a
la señalización no sólo de los pasajes fructíferos y ventajosos de la evolución de una
disciplina, sino también de los dudosos y arriesgados.
Praxis adoptada por lo demás, como recuerda Serrai, por el mismo Gesner, y teo
rizada y practicada program ticamente por el gran Adrien Baillet: "Como no hay leyes
que impidan a cualquiera hacerse Autor, y escribir para el público, no parece pues que
existan hechos que limiten o invaliden la libertad de cada uno para volverse censor o
'uez de aquellos".
Para Serrai es hora de volver a valerse de la libertad de la que hablaba Baillet.
"Los listados y las referencias lícito esperar, deberán reíntroducir el canon
selectivo de la inclusión por méritos y virtudes intelectuales [... 1. Las bibliografías están
para informar en todos los diversos niveles de utilización, sobre las características, la
cualidades y las imperfecciones de los libros descritos, de manera adecuada y
especializada hasta un punto justo" (Serrai, 1985 b, p. 105).
a. Criterios formales
b. Criterios conceptuales
Como se ve, algunos criterios pueden ser de doble naturaleza (cronología, geografía,
calidad), mientras que para algunos parece difícil la atribución unívoca a uno de los
dos grupos.
La aplicación de uno o más criterios de un grupo y su combinación con criterios
del otro (pueden darse innumerables agregaciones, salvo entre criterios que se excluyan
por alternancia un repertorio monolingue no puede ser multilingue, uno local no puede
ser nacional, uno retrospectivo no puede ser actual) (cfr.Beaudiquez, 1983, p.
Se crean, junto a las elecciones de contenido, a las fuentes de ordenación, a los
principios de redacción, etc., una vasta variedad categorial, "géneros y especies" de
bibliografías, de la que nos ocuparemos en el tercer capítulo.
El conocimiento preliminar de un buen cuadro de clasificación (externa) de los
repertorios es, como se vera, precioso para sus usuarios, pero ayuda también al
compilador a aclararse las ideas y a no perder de vista el objetivo final.
a. Fuentes bibliográficas
Más aún que las bibliografías derivadas, por extrapolación, por nucleación mecánica, de
las bibliografías generales nacionales (aislando clases o reajustando temas) o aquellas
dedicadas exclusivamente a las monografías, se buscan las bibliografias elaboradas
según procedimientos más directos, especializados y complejos, que comprendan los
artículos de periódicos (ei. Bibliografia Storica Nazionale) y, de manera particular, a
medida que crece la exigencia especializada, los boletines de resúmenes (abstracts).
4. Asimilables al 3, pero aquí señaladas autónomamente, como autónomamente
vienen a menudo publicadas, son las bibliografías de publicaciones académicas,
de universidades, facultades, departamentos e institutos, escuelas y fundaciones
relativos al campo de interés propio en cada caso.
Indicación de ellas puede encontrarse en los repertorios Al y la
investigación, para mayor exhaustividad y rigor, puede ser precedida y ser elaborada a
partir de la in- dividualización de tales instituciones en repertorios y anuarios,
tipo el Doc Italia,
The world of learning y similares.
5. Guías de literatura.
Versión especializada o interdisciplinar para el estudio de una disciplina o de dis-
ciplinas afines, comprendidas las bibliografías pero también las obras de base para
su estudio: manuales, tratados, enciclopedias, l‚xicos, diccionarios, colecciones de
fuentes de textos, títulos de periódicos, etc. Se identifican por títulos tales como
“guía para el estudio", "indicación para el estudio", "introducción al estudio de ......”
"guía bibliográfica".
6. Bibliografias internase las monografías, a los manuales, a los tratados, a las tra-
tamientos históricos de base dedicados a un tema, reseñas contenidas en periódicos, etc.
Marcadas con términos como "nota bibliográfica" o "lista de las obras consulta-
das", o "referencias bibliográficas", o en textos ingleses "list of readings", "list of
references", etc., pueden tener estructura de mlni-repertorios y asumir ellas mismas,
criterios variables de ordenación (cronológicos, alfabéticos, por clases, etc.), o secun-
dar la escansión lógica de la obra. Pueden, también, ser puramente referenciales (lis-
ta de referencia) o esenciales (obras de base) o, en algunos casos, por lo general para
temas limitados o poco explorados, exhaustivas. Pueden también asumir un desarro-
llo crítico-razonado (reseña crítico-bibliográfica sobre el tema) o crítico-histórico
(historia del problema).
7. Publicaciones periódicas y bibliografías de publicaciones periódicas
dedicadas a un tema.
Esta categoría puede ser explorada en condiciones más o menos afortunadas, se-
gún que los materiales se presenten más o menos organizados bibliográficamente.
Las condiciones óptimas son aquellas en las cuales podemos disponer de
repertorios de títulos de periódicos (posiblemente dispuestos también por materias), de
bibliografías analíticas especializadas o interdisciplinarlas, comprendida la revisión de
las
revistas que interesan, de boletines de resúmenes, de índices generales o acumulati-
vos de revistas concretas, de bibliografías de las reseñas. Para disciplinas o temas so-
bre los que no están disponibles instrumentos acumulativos y analíticos de recupera-
ción de los datos relativos a las revistas, no queda más solución que analizar los ín-
dices anuales, eventuales reseñas bibliográficas internas, rúbricas de reseñas y ex-
tractos, listas de libros recibidos, etc.
b. Fuentes catalográficas
3. Los catálogos de cualquier biblioteca que se visite. Sugerencia tal vez poco
ortodoxa desde el punto de vista del mértodo, e incluso superflua, para quien conoce
bien la naturaleza, a la vez sistem tica y fantasioso, de la investigación bibliográ-
fica y para quien haya tenido modo de verificar las ventajas de ello. Las vicisitu-
des de la circulación de los libros y de la constitución de los patrimonios biblio-
gráficos en Italia -pero no sólo aquí- son a menudo, y voluntariamente, de tal
manera ricas, complejas, embrolladas y, a veces, desconocidas, imprevisibles e
inescrutables, como para justificar cualquier sondeo y pronosticar cualquier sorpresa.
En cuanto a las noticias acerca de la existencia de catálogos impresos de
bibliotecas, el investigador se puede dirigir, además de a instrumentos como anuarios y
"directories", a las bibliografías de catálogos de bibliotecas, género no muy practicado
y poco conocido, salvo por los especialistas, y del cual es considerado gran arqueti-
po Henri Stein (Manuel de bibliographie générale, Paris, 1897, Ap. 2) (cfr. Arduini,
1985, p. 47).
c. Fuentes comerciales
d. Fuentes relacionales
Informaciones de amigos y colegas, informaciones extraídas de conversaciones,
correspondencia, conferencias, convenios, transmisiones radiofónicas y televisivas,
lecturas no profesionales...
No parece arriesgado o raro insertar en esta reseña fuentes tan poco ortodoxas
y sistemáticas. Pero es necesario repetir que el camino, el recorrido, el itinerario
de la investigación bibliográfica no tiene la estructura de una autopista con un recorrido
obligado, entradas y salidas rígidamente fijadas y controladas, sino la de una red
vial ordinaria y estratificada, compuesta por calles principales (el mértodo, las fuen-
tes convencionales) y por desvíos, atajos, encuentros, aventuras y paradas imprevis-
tas, que puedan enriquecer y completar una lista organizada en conjunto, en sus
grandes líneas, según los cánones de la bibliografía metódica.
Entre éstas están naturalmente comprendidas todas las informaciones no
publica das que es imposible hallar o en las que se puede casualmente encontrar,
aquellas que, con expresión apropiada, Van Hoesen~Walter llama "walking
bibliographies" (Van Hoesen-Walter, 1928, p. 15).
Por otra parte, no parece una empresa fácil rendir cuenta de los sutiles, a menudo
evanescentes, huidizos matices conceptuales y terminológicos que, dejando a un lado
por un instante la voz "cltazione bibliográfica", genérica pero popularísima en Italia,
distinguen los siguientes términos: referencia, descripción, noticia. La normalización
internacional, no unívoca a este respecto, no ha conseguido tampoco resultados
convincentes en cuanto a clarificación conceptual y precisión terminológica.
Otras informaciones
Este conglomerado o constelación de elementos es naturalmente del género más
variado y puede referirse a elementos cuya presencia es constante y constitutiva de
todas las unidades bibliográficas (como el formato, la paginación, o, para las publi-
caciones periódicas, la numeración) o el registro, el car cter tipográfico, etc.; a otros
comúnmente presentes (como la división en volúmenes, la información de la colec-
ción, la presencia de materiales ilustrativos, el precio, la traducción, el título origi-
nal, la indicación de la primera edición); a otros, típicos de categorías particulares
de documentos (p.ej. mapas geográficos, publicaciones oficiales, catálogos de mues-
tras); a otros, finalmente, limitados a una particular impresión, tirada, estado o
ejemplar, como sucede en las bibliografías bibliológicas.
Se observa que algunas informaciones complementarias pueden ser añadidas di-
rectamente en el área correspondiente (autor, fecha, edición) mientras que otras se dan
exclusivamente después de la noticia esencial.
Podemos decir, para concluir, que no es tanto el tratamiento y la profundización
en los elementos esenciales (autor, título, circunstancias de impresión) lo que dife-
rencia los distintos niveles de referencia y descripción bibliográfica, como el número,
con el detalle y el grado analítico de las otras informaciones, físicas e "intelectuales",
que atañen al libro.
¨Cuáles y cuántos son entonces los niveles (o las formas) de referencia
bibliografica? 0, por lo menos ¨es posible individualizar en su notable variedad y
gradua- ción, algunos niveles estándar a los que referirse y que podamos al
menos indicar co- mo los grados más frecuentes entre los muchos que se pueden
presentar? Conviene, entonces, antes de tratar de la secuencia y del
diseiío, probar a trazar
una tipología rápida.
Robinson, que, como se recordar , incluye la elección de la forma de referencia
entre las decisiones preliminares (cuando se recogen los títulos, se necesita tener ya
establecido cómo presentarlos) especifica cinco niveles de referencia y descripción,
deducidos, para mayor seguridad, de códices catalográficos o rituales descriptivos
consolidados:
2.6. Anotación
B. Hay que resaltar, y se volver a hablar de ello a propósito de una de las posibles
formas de ordenación, la tendencia, presente sobre todo en el rea franco-alemana, a
identificar, al menos en el nivel de designación, de denominación, el problema del
ordenamiento con el de la clasificación interna de los repertorios, a no confundir con la
clasificación "externa" o tipología, que es la distribución de los repertorios según sus
características con vistas a su utilización.
1. Clasificado.
2. Alfabético-clasificado.
3. Alfabético por materias o palabra clave.
4. Analístico.
S. Alfabético por autor y/o títu o.
6. Diccionario.
7.Lugar de origen.
1. Alfabético, por autores. Inteligible, visible, cierto y permanente, pero útil sobre
todo para investigaciones sobre documentos individuales. No proporciona evi-
dencia sobre la evolución de la disciplina, sobre la "historia del problema".
2. Cronológico, según las fechas de publicación. Inteligible, visible, cierto y perma-
nente, da la visión de conjunto de la evolución de la disciplina.
3.La división natural del tema.
La tentativa de clarificación de Pollard no llegó -ni tal vez era lo que ‚l pre-
tendía- a establecer una jerarquía determinada entre los sistemas de ordenamien-
to, cuya elección permanece funcionalmente condicionada por el contenido, por el
material y por los fines del repertorio. Una lista de mapas geográficos de la región
mediterránea para estudiantes de geografía económica ser ordenada sistem tica~
mente por reas y lugares, mientras una bibliografía de diseñadores o grabadores
de mapas geográficos franceses del siglo XVIII extraer mayores beneficios de un
ordenamiento alfabético por autores; una bibliografía literaria podr ser ordenada
alfabéticamente por autores, o sistem ticamente por géneros, o cronológicamente
por ‚pocas o períodos; una bibliografía personal podr seguir uno de los ordena-
mientos especialmente pensados para esta clase de repertorio (del tipo "los todos
antes de las partes" o "de lo general a lo particular") pero podr también ser, a su
vez, ordenada por géneros literarios, o cronológicamente; una bibliografía tipogr -
fica ser por antonomasia analítica, pero podría ser también alfabética por tipó-
grafos o alfabética por lugares; las bibliografías especializadas en un asunto o ma-
teria deberán ser, mayoritarlamente, sistem ticas y seguir los esquemas de clasifi-
cación, "naturales" o "artificiales", convencionales, propios de la disciplina; las
bibliografías generales serán clasificadas según un esquema general o "universal"
si son actuales, según un ordenamiento alfabético por autores si son retrospecti-
vas, etc.
En definitiva, reabsorbiendo el tercer grupo de Pollard en el mbito de los orde-
namientos clasificados, entre los cuales, si no se quiere ignorar del todo la tradición
y el uso, están incluidos sistemas naturales y sistemas artificiales o convencionales,
podemos volver a proponer, en una exposición relativamente más f cil y detallada,
los reagrupamientos acostumbrados:
Grupo A. Alfabético.
De este grupo forman parte los ordenamientos alfabéticos
1.por autores y entes autores
2.por títulos
3. por asuntos y materias, palabras clave
4. por lugares de publicación, de entes autores, etc.
5. diccionario.
Un tanto desdeñado en sus números 1 y 2 por los bibliógrafos más exigentes (Es-
daile marcaba esta elección como fruto de pereza mental o defecto de imaginación,
Esdaile, 1937, p. 3449; Robinson lo recomienda en pocos casos), este grupo es el
más adecuado para búsquedas de identificación, y para de allí pasar a repertorios re-
trospectivos, catálogos impresos de bibliotecas generales, catálogos de venta, biblio-
grafias bibliofílicas, etc.
El ordenamiento por autores, o nominal, sirve, según la clara síntesis de Schne-
dier "para establecer la existencia de un libro, para definirlo bibliográficamente y
para verificar aquello que cada individuo ha escrito" (Schneider, 1926, p. 96).
Grupo B. Cronológico o analístico.
Robinson distingue el analístico (por fechas de publicación) del cronológico, que
concierne al período que abarca el documento o a la fecha de "creación" de la obra,
ordenamiento, este último, raro e inusual y de dificultosa gestión (Robinson, 1979,
p. 51). ev
A estos dos tipos, bien conocidos y de uso común, Beaudiquez añade un tercero,
un tanto curioso e inusual, basado en las fechas de fundación de entes, en reperto~
rios, evidentemente, dedicados a ellos (Beaudiquez, 1983, p. 51).
En realidad, el uso hace converger los términos analístico y cronológico en la fe-
cha de publicación, hasta el punto de que muchos prefieren sustituir el segundo por
el término "histórico", cosa que, indefectiblemente, nos conduce a un nuevo posible
equívoco, desde el momento en que la mayoría asocia probablemente la expresión
"bibliografía histórica" a una bibliografía de argumento o de corte histórico más
que a un repertorio ordenado cronológicamente. El grupo de los ordenamientos por
fechas ha tenido en Cowley un gran -e ilustre- valorador: "Desde el momento en
que contar una historia es el fin de la bibliografía [cfr. también la discusión sobre bi-
bliografía y ciencias históricas, cap. 1 de este volumen] es simplemente natural que
una base histórica o cronológica [de ordenamiento] sea muy a menudo la más satis-
factoria" (Cowley, 1939, p. 180).
Cowley considera dos tipos de ordenamiento cronológico. El primero está funda-
mentado en la fecha de composición o creación; teóricamente posible, es en realidad
de ardua realización, en repertorios histórico-literarios o bio-bibliográficos.
El segundo está fundado en la fecha de publicación. En su interior se pueden in-
dividualizar dos subgéneros: el más simple y, según Cowley, el más ortodoxo, el más
genuino consiste en ordenar directamente las publicaciones según la fecha de su apa-
rición, colocando todo escrito y toda edición en el año correspondiente. Este mértodo
es propiamente llamado analístico.
Grupo C. Clasificado.
El grupo más importante, más delicado y más discutido sigue siendo el de los or-
denamientos sistem ticos, término que puede ser empleado en lugar de “clasificado”
salvo por el hecho de que llamando a un repertorio clasificado "bibliografía sistem -
tica" se corre el riesgo, sobre todo en mbito anglosajón pero no sólo de evocar una de
las grandes ramas de la disciplina, la que se ocupa de los mértodos y de los principios de
"preparación de listas de libros", en resumen de las compilaciones de repertorios. Pero,
subsistiendo la dificultad de salir de manera clara y definitiva del enredo linguístico-
semántico conectado a esta disciplina condenada a los equívocos, lo que se necesita
corregir es, por lo menos la tendencia a identificar sin más el ordenamiento clasificado o
sistem tico, con el establecido por materias o temas.
Esta tendencia encuentra una confirmación indirecta, al mismo tiempo que elo-
cuente, en la existencia y en la pr ctica, sobre todo americana, pero no del todo ig-
norada ni siquiera por la tradición italiana, del mértodo híbrido llamado alfabético-
clasificado o clasificado por materias, que dispone en orden alfabético reagrupa-
mientos mplios de temas (ej. Agricultura, Economía, Educación) y después coloca,
siempre en orden alfabético, dentro de cada una de ellos, las correspondientes divi-
siones:
Ej.
ECONOMIA
Agricultura
Comercio
Finazas
Trabajo
Teoría
EDUCACION
Generalidades
Historia
mértodos
Psicología
(cfr. Robinson, 1979, p. 44).
Sin embargo no existe ninguna razón para excluir este mértodo del grupo de los
ordenamientos alfabéticos, donde podr ser denominado ordenamiento alfabético
por materias o temas. En cambio, se puede establecer que el ordenamiento
clasifica do o sistemático, en sentido estricto y tradicional, es
aquel que "distribuye los títulos
(las noticias) en secciones y subsecciones de un sistema de clasificación preestableci-
do" (Beaudiquez, 1983, p. 52).
Los esquemas de clasificación de los repertorios bibliográfclos no están necesa-
riamente fundados en una distribución por materias. Pueden basarse en una división
por géneros, formas literarias o formas de publicación (poesía, romances, dramas, etc.,
monografías, opúsculos, artículos de revistas, artículos de periódicos, contribuciones en
congresos, etc.) aunque esta división, aprobada por Krummel, y ciertamente practicable,
particularmente como división interna de las bibliografías -de autores, es combatida por
Cowley en nombre de la igualdad de rango, a efectos del estatus bibliográfico, entre las
diversas formas de publicación; o en una división topográfica, por lugares, según una
jerarquía (de los más extensos a los más pequeños) o según distribuciones naturales del
territorio (ej. los territorios de norte a sur de un país) o administrativas, aunque en este
caso se pueda aún hablar de una particular aplicación de la división por materias. Es
más, a decir verdad, el caso de los ordenamientos geográficos nos pone en contacto con
los esquemas "naturales" que Pollard contrapone a los esquemas "artificiales". Según
Pollard la división natural de tema “el ordenamiento más importante y más peligroso",
que corresponde en todo caso a los "conceptos fundamentales", esencias del tema-
materia del que habla Esdaile y que reflejan el punto de vista del investigador-tipo de la
materia (Esdaile, 1931, p. 349), es la alternativa más v lida, el antídoto a la artificiosidad
de los ordenamientos generales; su ventaja, a los ojos del investigador probablemente
insuperable, es la de ser auto-explicativa: se explica por sí misma. Pollard, con un tono
polémico más bien encendido, contrapone en especial la división natural a la
Clasificación Decimal Dewey: "Aplicar la clasificación decimal a las bibliografías es
monstruoso y ridículo No hay ninguna ley natural por la cual todo tema deba ser
divisible por diez, e insistir en dividir todos los temas de este modo es absurdo"
(Pollard, 1909, p. 170).
Los límites que señalaba Pollard en la utilización en bibliografía de la CDD, lími
tes por otra parte atribuidos por Murray también a la Expansive Classification de
Cutter y a la Library of Congress Classification (Murray, 1917, p. 40), son imputa-
dos por Stokes, en término justificativos y con intenciones de recuperación, a las ca-
rencias objetivas, históricas, de los sistemas de clasificación tal como se presentaban
al inicio del siglo. Carencias en buena parte obviadas con el tiempo y con el refina-
miento de los esquemas convencionales, como se ha demostrado, por ejemplo, con
laestructura de las voces "Shakespeare" y "liturgia", no por casualidad los ejemplos
preferidos por Pollard, en el actual esquema LC (cfr. Stokes, 1982, p. 105).
En conclusión, aparte de algunas limitaciones objetivas e ingenuidades, producto
de su ‚poca, del intento de clarificación de Pollard permanece un principio fundamen-
tal de la metodología bibliográfica, adquirido para siempre gracias a el de dejarse
guiar en primer lugar por el ordenamiento natural del tema, después por la estructura
o tipología de la literatura producida sobre el asunto, de los documentos, de los mate-
riales de que está compuesta la bibliografía; después por los fines del repertorio, es de-
cir por las expectativas del lector. Como se ve, todos estos factores pueden hacerse de-
rivar el uno del otro a partir del primero. Como ilustración de este concepto se pue-
den aportar dos casos que, en el plano de la tipología, por un lado se presentan como
entre los más peculiares, por el otro representan sin duda dos de los géneros más apre-
ciados y practicados: las bibliografías de autores y las bibliografías locales.
Las primeras se caracterizan por la tendencia, que proviene de su pasado bio-bi-
bliográfico ("vida y obras") a organizarse en secuencia natural a lo largo de la línea de la
vida y de la actividad o producción científica, literaria, intelectual. En esta óptica el
ordenamiento natural lleva cuenta más que otra cosa de las vicisitudes de la creación o
redacción de las obras y, secundariamente, de las fechas de las primeras ediciones.
Puede ser englobado también el mértodo analístico integral (puro) si se trabaja bajo el
lema de la "vida, obras y milagros".
Sin embargo está fuera de duda que, a menudo, con fines pr cticos, de organiza-
ción del trabajo, un ordenamiento artificial, alfabético por títulos o, mejor aún, cla-
sificado por géneros literarios y formas de publicación (de lo general a lo particular)
puede tener efectos positivos.
Las bibliografías locales, a su vez, presentan la particularidad de ser la mayor
parte de las veces (cuando no se dedican a temas locales particulares, en que son do-
blemente especiales) bibliografías especiales en cuanto a cobertura geográfica y gene-
rales en cuanto a cobertura sem ntica y cultural: en la pr ctica es un caso singular e
insidioso de límites entre la bibliografía especial, dedicada a un tema (una ciudad, un
lugar), y la bibliografía general, que comprende todos los campos del saber (cfr.
Bartsch, 1979, p. 90: las bibliografías locales, como las personales, son consideradas
"bibliografías generales especializadas").
La bibliografía local puede documentar en dos niveles. En un primer nivel,
recoge la documentación relativa a una determinada rea, a una región, una provincia,
una ciu- dad. Documentos, literatura sobre el tema y testimonios de la vida y de las
actividades culturales locales; esta es la bibliografía local propiamente dicha. En un
segundo nivel puede documentar la producción intelectual de los autores locales y
los productos de la tipografía y de la edición local. A veces, sin embargo se trata, en
rigor, de un híbrido; la bibliografía local puede comprender tanto el primero como el
segundo nivel.
El segundo nivel es el único de la bibliografía local que tolera ordenamientos al
fabéticos (por autores, tipógrafos o editores), con ordenamientos subordinados por
géneros, o títulos o fechas (pero una bibliografía tipográfica o editorial de amplitud
regional podr requerir, por ejemplo, también una división preliminar por lugares).
En el primer nivel, se recomiendan en cambio ordenamientos clasificados o alfa-
béticos por materias, aunque puede ocurrirle a uno encontrarse entre las manos con
una bibliografía de cerca de 2.000 títulos sobre la isla de Ischia ordenada sic et sim-
pliciter alfabéticamente por autores o una Bibliografía storica-friulana de Giuseppe
Occioni~Bonafons (Udine, Doretti, 1883~1899) ordenada cronológicamente (aunque
su intención declarada era la de ofrecer un cuadro del desarrollo de la literatura his-
tórica local a partir de 1861) con un subordenamiento -mudo, implícito- por ma~
terias o temas.
Los ordenamientos alfabéticos por materias son pues adecuados, particularmen-
te, para bibliografías sobre una localidad, privadas, en sí o en su configuración en el
repertorio, de ulteriores subdivisiones o fraccionamientos locales; o también para
subdivisiones internas en temas de las diversas voces locales en las cuales se organi-
za una bibliografía sobre reas y territorios más vastos y articulados. Para la elec-
ción de los encabezamientos de materias, se puede acudir a las divisones de las vo
ces de lugar de la Lista de Encabezamientos (Soggetario) italiana (240 voces), o, tal
vez aún mejor, a listas de encabezamientos reeelaborados, desarrollados, a partir de
las listas de encabezamientos convencionales, de modo que se eliminen voces gen‚-
ricas o pleon sticas de mbito local, y se evidencien y recreen voces comunes típicas
de cada rea (caracterizando sus peculiaridades históricas, ‚tnicas, económicas, so-
ciales, culturales, linguísticas), según lo propuesto recientemente por un grupo de
estudio de una lista de encabezamientos sarda (cfr. Bertolucci-Pensato, cur., 1985,
p. 378-384).
Un ordenamiento sistemático por materias se puede aplicar a bibliografías sobre
ciudades o lugares concretos, si la cantidad y la variedad del material es tanta que se
justifique ese tipo de organización, o a bibliografías de cobertura más vasta en las
cualescada voz local requiere una clasificación interna por materias o se presta a ella.
Reservas en el an lisis del uso de las clasificaciones universales en las bibliografías
locales fueron ya expresadas por Murray, que consideraba, por ciemplo, y en general, la
CDD como un mértodo conveniente de sistematización de los libros en los estantes de
una biblioteca, pero no en las páginas de una bibliografía y, en particular, "el tema
historia local en el sistema de Dewey insuficiente y defectuoso" (Murrau, 1917, p. 40).
Esto no ha impedido, como se sabe, ni algunas tentativas de adaptación, de ma
yor o menor impulso, de la CDD a las exigencias de la documentación local (cfr.
Hobbs, 1979, p. 264-283; Pensato-Montanari, 1984, p. 219-230), ni la defensa del
esquema de Dewey en las colecciones de historia local (cfr. Hobbs, 1973, p. 266) o,
más excepcionalmente, en las bibliografías locales.
Las razones de ello están probablemente en el hecho de que, evidentemente, la bi-
bliografía local, más que una bibliografía especial es una bibliografía general de base o
en dimensión local y, en cuanto tal, puede acoger documentación proveniente de todos
los campos culturales y disciplinarios.
Es cierto, por otra parte, que los desequilibraos distributivos de las reas de perti-
nencia creadas por una clasificación general dentro de una bibliografía local
producen,
sin duda, ese efecto, antiest‚tico en bibliografía y antieconómico, llamado también re-
cientemente por Dan‚s- ®mancha de leopardo¯ (Danesi, 1986, p. 171).
Todo ello ha empujado a Hobbs a intentar una solución intermedia que, si bien
en una óptica esencialmente generalizadora, o universalista, desde el punto de vista
de los contenidos y de los campos culturales, termina por adherirse, en esencia, a la
idea de Pollard de la división natural del tema, desde el momento en que asigna con un
sistema decimal, a las materias (y a sus subdivisiones), una nueva jerarquía, a partir del
siguiente principio, de sabor decididamente pollardiano: "puede observarse, sin duda,
una progresión lógica y ordenada en el desarrollo de toda comunidad
humana y la literatura local tiende a conformarse íntimamente a ella, y sobre eso de-
bería basarse la clasificación local" (Hobbs, 1973, p. 279).
De ese principio nace un precepto, claro, pr ctico y conciso, con el que se puede
también cerrar este nada breve excurso: "En bibliografía local [ ... 1 clasificadas
primero por lugar, después por materias, finalmente por forma" (Hobbs, 1973, p.
281).
Indices y reenvíos
Los puntos de acceso alternativos al acceso principal (el"principio ordenador")
pueden ser recuperados en diversos niveles de la organización del repertorio. Pueden
ser empleados entre tanto, como ya se ha visto, para las secuencias internas o subor-
denamientos.
Pueden también constituir secuencias simplificadas, de referencia al núcleo cen-
tral.
Se trata de los índices. Su elección, su exhaustividad, su pertinencia, y en general,
su preparación son una parte integrante, un complemento preciso de los repertorios:
sin ellos muchos traba'os serían casi inutilizables. Un repertorio personal ordenado
cronológicamente estaría manco sin un índice de títulos, como también lo estaría un
repertorio clasificado sin un índice de autores y materias, etc.
Los índices pueden referirse al contenido de los documentos descritos en el reper-
torio y dar lugar a índices por materias 0 temas; son, en este caso, de elaboración
primaria y pueden proporcionar una única secuencia de lugares, personas y voces
comunes o bien, si el número de los datos que forman cada secuencia lo justifica,
dos o tres secuencias separadas.
Secundarios son los índices construidos con elementos ya presentes en la referen-
cia bibliogrifica, en la descripción, en el esquema de clasificación, en la anotación o
en el resumen. Pueden referirse a elementos presentes en todos los documentos (au-
tores, títulos, tipógrafos o editores, lugares de publicación, palabras clave o materias
deducidas del título o del resumen, etc.); o también a elementos presentes sólo en
as (títulos de revistas y periódicos, otros lu una parte -no irrelevante- de las notas de
gares de publicación, géneros literarios, ilustradores, traductores, preparadores).
Cuando los índices ensamblan datos de naturaleza diversa (autores, títulos, mate-
rias, lugares, cosas, etc.) se suelen llamar generales o diccionarios o, más comunmente,
"analíticos"; en este caso una diferenciación precisa de los diversos tipos de información
a través de los caracteres (ej. redondilla para las voces comunes, cursiva para los títulos,
negrita para los temas, mayúsculas para los autores ... ) ser muy bien considerada por
los lectores.
Los índices separados para cada tipo de información (índice de los autores, de los
entes, de los nombres de lugar, de los ternas y de las cosas notables, etc.) son,
naturalmente, índices especiales. La elección entre índices generales e índices
especiales depende de la cantidad global de informaciones a insertar en ellos y de la
relevancia de cada género de informaciones.
La razón por la que utilizamos aún, eficaz y voluntariamente, la citada
Bibliografica storica friulana de Occionl-Bonaffons, no obstante su híbrido y poco
perspicaz ordenamiento cronológico-sistemático, es la presencia final de cinco
índices óptimos, en los cuales está compendiada la obra, dedicados a: 1. Autores,
editores, críticos; 2. Pueblos y personalidades y históricas; 3. Lugares; 4. Cosas; 5.
Formas o modos de publicación.
Datos presentes en una parte exigua de las noticias pueden ser resumidos de forrna
más económica en tablas o notas explicativas, en el prefacio, en las instrucciones para la
consulta, etc.
Es práctica generalmente asumida la de no repetir en los índices la descripción
completa del documento: bastar una referencia a ella. Referencia, se entiende, al
punto de acceso más unívoco y preciso: el número de asiento o de descripción, cuando
existe, más que la página o, peor aún, la clase o la sección.
Se debería evitar, en todo caso, referir las voces de los índices a puntos de acceso
diversos (ora al número progresivo, ora a los encabezamientos de autor, ora a la página);
y, en todo caso, sería imperdonable, cuando uno se ha decidido a adoptar esta solución,
no declararlo y dejar que el lector lo adivine y lo entienda por sí solo.
Por lo que respecta al enfoque gráfico no hay que olvidar que los índices
analíticos son parte integrante de la publicación.
Esto implica que su paginación debe ser consecutiva respecto a la del núcleo des
criptivo y que su desarrollo, por razones de legibilidad y de comodidad de uso, no debe
incluir intervalos con cuadros, ilustraciones, tablas, etc.
Los índices sumarios, las notas introductorias, las instrucciones para el uso pue
den también recibir, por el contrario, una paginación autónoma, en cifras distintas de las
del repertorio en sentido estricto.
En cuanto a reenvíos y llamadas, es necesario observar, brevemente, que su
necesidad, indiscutible, no implica un uso extremo e indiscriminado, que haga pesado el
repertorio y resquebraje su coherencia y cohesión. Se ejercen también en reenvíos y
llamadas los controles de eficacia y legitimidad usados para individualizar los puntos de
acceso, lleg ndose al final al resultado de confirmar sólo una parte de los envíos
previstos, de eliminar algunos, y de agrupar muchos en los índices finales.
Se recuerda, particularmente, que les corresponder esta última suerte a todos
aquellos datos localizables en la generalidad de las unidades bibliográficas (por ejemplo,
tipógrafos o lugares de publicación), que formarán listas separadas, índices, y no
reenvíos y llamadas dispersas y entremezcladas en el repertorio.
Resulta obvia y sin embargo merece la pena recordarla, la recomendación de
Krummel, de no establecer reenvíos entre elementos heterogéneos y no comparables
("Twaln, Mark v‚ase Clemens, Samuel Langhorne", Krummel, 1984, p. 95); y es aguda,
aunque está sujeta a las mutables leyes del buen gusto y de la discrección, la
recomendación expresada hace algunos decenios por Augusta H. Leypoldt, tendiente
a dosificar los reenvíos según el destino del repertorio: evitar, por ejemplo, inútiles
exhibiciones de alta ciencia bibliográfica y literaria en repertorios de uso "popular",
de amplia y rápida consulta, reservándolas para repertorios de destino científico y
académico (Leypoldt, 1906, p. 303).
La rabia y la frustración que siente cualquier usuario o elaborador de catálogos
de bibliotecas y de bibliografías, cuando tropieza con los llamados reenvíos "ciegos",
aquellos que, por defecto del autor o del tipógrafo, no reenvían a nada, son sólo dos de
las mil razones que obligan al compilador de repertorios bibliográficos a considerar el
momento de la inscripción de los datos en las fichas de trabajo y el de la correción de
las ruebas como los más delicados y decisivos del traba'o del bibliógrafo.
La introducción
No todos los autores de libros se valen de la facultad que se les otorga de retardar
la lectura o la consulta (o, más benevolamente, de prepararla adecuadamente), con
ciertas partes propedeuticas del libro (prólogo, presentaciones, introducciones ... ) que
permiten al lector penetrar en el, por así decirlo, entre bastidores, o bien de recibir
noticias preliminares, el prefacio de la historia, de las ideas o de las nociones que le
serán transmitidas. Y no todos los libros, en verdad, ganan algo con estas partes
suplementarias o complementarías, o las precisan. Pero, si hay un género de libros
propedéuticas, este que hace necesaria y obligatoria la presencia de partes o páginas
es el de los repertorios bibliográficos.
No serán precisamente presentaciones, prólogos o notas previas lo que precisará
una bibliografía, aunque en muchos casos se puede sentir el deber de explicar las ra-
zones editoriales del trabajo (y se precisar una presentación del editor) o los moti-
vos para realizarlo o los fines que persigue (y en tal caso confiaremos el mensaje a
un prólogo o nota previa).
Pero lo que de verdad no debería faltar en una obra de car cter bibliográfico es
una introducción que contenga, tal vez en forma mixta (discursiva y esquem tica)
"todas las informaciones proped‚uticas que se consideran necesarias o útiles para la
consulta", "un cuadro esquem tico de la estructura del texto, evidenciando las rela
ciones entre las distintas partes" y "eventuales recorridos de consulta que tengan en
cuenta las posibles exigencias del lector" (Lesina, 1986, p. 41).
Introducción de naturaleza ampliamente instrumental y propedéutica en sentido
estricto, entonces; introducción al repertorio y no al asunto de que tratan los libros
incluidos en el. Aunque en trabajos divulgativos se pueden dar las referencias histó-
ricas y conceptuales b sicas relativas a la materia objeto de compilación y, por otra
parte, en reseñas razonadas de nivel especializado y en compilaciones conpropositos
de resistematización y de reordenamiento de la literatura sobre un tema, se debe ne-
cesariamente proporcionar la historia del problema, aunque no sea más que para
convencer a los lectores de la necesidad de una revisión del estado de la cuestión.
La introducción de un repertorio bibliográfico debería, en conclusión: detenerse en
primer lugar en la estructura global del trabajo; indicar criterios de colección; es-
pecificar los tipos de materiales incluidos y excluidos, dando razón de la elección;
declarar el estilo de referencia bibliográfica adoptado, explicitando eventualmente las
normas convencionales o los códigos oficiales seguidos; explicar el mértodo de
ordenamiento, especialmente si se trata de una elaboración propia, y especialmente si,
por desgracia, no resulta f cilmente inteligible ("un ordenamiento que nadie está en
condiciones de comprender salvo su autor se autocondena de mano. El ideal a conseguir
es un sistema que se explica por sí solo", Pollard, 1909, p. 172); explicar organización y
uso de los índices, de los reenvíos de otras claves accesorias de referencia; proporcionar
todas aquellas otras posibles informaciones que sirven para disfrutar mejor la masa de
noticias que contiene por definición un repertorio.
Queda claro que el conjunto de los problemas de este género atañe a la estilística
tipográfico-editorial y que la mayor parte de las soluciones correspondientes, desde
el planteamiento general a la menudencia, aparece "discutida" en manuales específi-
cos (cfr. Lesina, 1986) o bien se deduce, analógicamente, del examen objetivo de
re-
pertorios similares.
La numeración de las páginas debería ser tal que diferenciase el repertorio pro-
piamente dicho, el corpus de las noticias y los índices correspondientes, de las notas
introductorias, que están al lado del núcleo bibliográfico como partes instrumentales
que integran la obra pero no el corpus, y a las cuales se puede pues asignar una pagi-
nación distinta.
La numeración de las fichas, elemento, huelga repetirlo, que no debe faltar nunca
aunque sólo sea como referencia r pida y unívoca de los índices y de los reenvíos,
de-
bería aparecer a la izquierda del encabezamiento, en la misma línea o aislada
inmedia-
tamente encima de ella; solución que tal vez aparta al lector, como teme Krumel, del
encabezamiento, que es elemento principal de la referencia bibliográfica. Otra solu-
ción, que evita este inconveniente, pero que puede frenar o ralentizar el mecanismo
de
localización, puede ser la de colocar los números correlativos abajo a la derecha.
Si la nota se refiere a una única noticia, se introduce en su interior, entre las no-
tas especiales; si atiende a un grupo de noticias, a una clase, una sección, un índice,
su puesto está al principio, antes de la secuencia parcial.
En este punto del trabajo, ya en manos del tipógrafo, el bibliógrafo puede dar
por terminado el repertorio, concentrándose en una personal y férrea vigilancia de la
correción de las pruebas.
Se habrá trabajado con método y rigor, además de con inteligencia e imagina-
ción, dotes que en su tiempo hicieron célebres a Sherlock Holmes y a su predecesor
Auguste Dupin (el bibliógrafo ¨no ser tal vez "una amalgama entre un investigador
privado, un prestidigitador y un adivino?" Laurence, 1986, p. 165). Se podrá así
pe-
dir al editor, con justificada confianza, que proporcione al producto de su labor al-
truista y desinteresada ("No hay Oscar o Emmy para los bibliógrafos, ni Pulitzer o
Nobel, ni National Medal for Literature", Laurence, 1986, p. 165) una ligazón ro-
busta, resistente al uso frecuente que estudiosos, investigadores, estudiantes y
biblio-
tecarios harán y que le garantizar el derecho a un puesto en las bibliografías de bi-
bliografías.