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La relación de los sujetos perversos con la ley y con los otros es una arista que debe
ser revisada debido a varios fenómenos sociales caracterizados por la violencia (en sus
diversas manifestaciones) que causan tantos estragos en la sociedad, en los sujetos y en los
vínculos sociales. El presente ensayo es un trabajo para realizar una revisión de ciertas
condiciones socio-culturales que pueden articularse hacia un abordaje de la perversión y su
anclaje en la violencia: ¿cuál es la relación, desde la perspectiva psicoanalítica, de la
perversión con las condiciones de violencia en la época contemporánea?
Para dar inicio a este trabajo, habrá que decir que Sigmund Freud distingue en sus
Tres ensayos sobre teoría sexual (1992ª/1905) distingue el desarrollo psico-sexual infantil
“normal” de los individuos para convertirse en sujetos (este término no es propio de Freud),
es decir, en miembros de una sociedad que puede seguir las normas establecidas,
incluyendo aquellas que regulan la actividad sexual1. Para Freud, las perversiones son
aquellas prácticas que ofrecen placer sexual pero que divergen de la meta común sobre la
1
En su texto El sepultamiento del complejo de Edipo (publicado originalmente en 1924), Freud destaca la
importancia de la transmisión del orden social mediante la instancia del superyó, misma que permitirá al
sujeto regular sus impulsos en su vida posterior a la infancia, aun cuando se logre deslindar de sus padres y
consiga su ulterior autonomía.
Universidad Autónoma de Querétaro Facultad de Psicología
Psicopatología dinámica II: perversiones y psicosis
sexualidad: es decir, la meta reproductiva, o (pensándolo como algo todavía más amplio,
para deslindarme de esa visión en la que la procreación definía la normalidad sexual),
puede ubicarse al coito como el estándar de las prácticas sexuales.
Por otra parte, en los Tres ensayos (1992a/1905) Freud describe que la disposición a
la perversión no es algo raro ni particular, sino algo inherente a la sexualidad humana y a la
constitución de una persona (sujeto). Este último punto será relevante para preguntar si,
debido a ciertas condiciones sociales-culturales, ¿podría entonces ocurrir que la perversión
se convierta en la estructura psíquica más común entre los individuos? En otras palabras:
¿podría ocurrir que las condiciones del contexto precipiten entre las nuevas generaciones de
personas-sujeto tendencias para conductas (y estructuras psíquicas) perversas?
apunta hacia el regreso al estado de tensión cero, hacia un estado más bien inorgánico, su
descarga hacia el exterior (y hacia los otros) no deja de ser una de sus manifestaciones.
Por otra parte, en El malestar en la cultura (1992d/1930) Freud aclara que esta
tendencia innata a la agresión, no obstante, encuentra en la cultura (instruida y heredada
mediante el proceso del sepultamiento del complejo edípico y la generación del superyó) un
freno, una ley que la contiene y previene la disolución del vínculo social ante la violencia.
Como dirá Freud en dicho texto, la cultura protege de los peligros de la naturaleza, pero
también de los peligros del humano en sí mismo: ayuda a preservar el vínculo social y así
fomentar el crecimiento y desarrollo de la sociedad misma.
No obstante, es menester también acudir a textos recientes en los que dicho tema es
puesto sobre la mesa para ser cuestionado, bajo la mira de fenómenos sociales recientes y
de gran interés para diversas ciencias, así como la opinión pública en general: las recientes
oleadas de violencia atroz y las diversas manifestaciones colectivas e individuales que han
estado marcadas profundamente por lo explosivas y violentas que han sido. Cabe
preguntarse, ¿qué pasa cuando el mismísimo lazo social es el que promueve la violencia y
la trasgresión de la ley?
Conectaré ahora este planteamiento con lo propuesto por Patiño Correa y Quiroz
Bautista (2014) al hablar de la relación de la violencia y la constitución psíquica del sujeto:
si bien, la violencia surge como un acto que, debido a la absoluta dependencia
infranqueable en la que nacen los seres humanos, y que permite, a la vez que marca un
límite respecto al cuerpo propio y el cuerpo del otro, para evitar el “aplastamiento” por ese
otro del que se depende, pero que logra ser regulada (durante el desarrollo psíquico) por la
introducción de las normas, por la introyección de la autoridad parental para la creación del
superyó y la posibilidad de una no transgresión de la ley (al menos en las condiciones más
frecuentes entre los seres humanos, capaces de sostener un vínculo social reconociendo a
sus congéneres como sujetos).
No obstante, los autores (ibíd.) también plantean que, en la actualidad, hay una
incapacidad de la ley, del orden simbólico, para contener las manifestaciones de la
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Al respecto, Francisco Landa (s.f.) menciona que hay una característica en el sujeto
neurótico que juega como un arma de doble filo: a la vez que opera como sujeto, a veces,
puede también proceder posicionándose como un objeto que busca el reconocimiento del
otro (encarnado en la infancia por las figuras parentales), su amor 2. No obstante, el perverso
no elige al otro (al neurótico) como un objeto de amor (como un sujeto), sino que lo utiliza
como cosa, cosa que será utilizada y desechada posteriormente: objeto de consumo, objeto
que fungirá como aquella cosa sobre la que se descargarán las pulsiones más violentas, en
la que no se pretenderá sino ejecutar esas fantasías que, de haberse introyectado la ley,
serían reprimidas o llevadas hacia otros destinos. Para Landa Reyes, el perverso es capaz de
utilizar a su semejante como una cosa desechable y después dejarla a su suerte, no
importando así si esta depara un destino traumático.
En esta consideración, cabe destacar ese no reconocimiento del otro como sujeto, es
decir, esa condición para que un sujeto sea tratado como un objeto-cosa. Pero no solo eso:
Landa Reye (ibíd.) plantea los peligros de la idealización a la que se someten a algunas
personas dentro de diversos contextos. El autor se centra en aquellos casos de abuso sexual
infantil y de adolescentes dentro de instituciones religiosas, empero, también destaca que el
peligro reside en la ubicación idealizada (fetichizada) de algunos personajes a los que se
considera por encima de la ley (debido, quizá, a que aparentan ser aquellos quienes han
2
Como indican Patiño Correa y Quiroz Bautista (2014), la identidad (que se construye durante la
adolescencia) es algo que se produce en relación a un otro, es decir, no puede ser sostenida por uno mismo,
sino que depende de un vínculo para poder ser afirmada: se muestra ante los semejantes para distinguirse de
ellos, a la vez que se busca su aceptación.
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logrado cumplir con el ideal social), y que entonces, antes las condiciones adecuadas,
pueden trasgredir toda norma que regule las relaciones sociales y hacer de alguien, infante,
joven o coetáneo un objeto de prácticas devastadoras con efectos traumáticos.
Después del recorrido realizado hasta este punto, habiendo hablado del vínculo del
sujeto con la ley y las normas; de la violencia como forma de relación social, determinada
por condiciones de su contexto; de considerar la manera en la que el sujeto perverso usa a
un otro (semejante) como objeto desechable; cabe formular una conclusión no como
respuesta, sino a modo de preguntas e interrogantes que puedan marcar posteriores
elaboraciones teóricas.
Referencias:
Freud, S. (1992a). Tres ensayos sobre teoría sexual (1905). En J. Strachey (Ed.) y J. L.
Etcheverry (Trad.), Sigmund Freud Obras Completas. Argentina: Amorrortu. (V. 7,
pp. 109-223). (Trabajo original publicado en 1905).
Freud, S. (1992b). El sepultamiento del complejo de Edipo (1924). En J. Strachey (Ed.) y
J. L. Etcheverry (Trad.), Sigmund Freud Obras Completas. Argentina: Amorrortu.
(V. 19, pp. 177-188). (Trabajo original publicado en 1924).
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Freud, S. (1992c). Más allá del principio del placer (1920). En J. Strachey (Ed.) y J. L.
Etcheverry (Trad.), Sigmund Freud Obras Completas. Argentina: Amorrortu. (pp.
1-62). (Trabajo original publicado en 1920).
Freud, S. (1992d). El malestar en la cultura (1930 [1929]). En J. Strachey (Ed.) y J. L.
Etcheverry (Trad.), Sigmund Freud Obras Completas. Argentina: Amorrortu. (pp.
57-140). (Trabajo original publicado en 1930 [1929]).
Landa Reyes, f. (s.f.). La trampa y el espanto: reflexiones analíticas a partir del caso
Maciel y otros dispositivos institucionales perversos.
Martínez Pacheco, A. (2016). La violencia: conceptualización y elementos para su estudio.
Política y Cultura, núm. 46, pp. 7-31. Recuperado de:
http://www.scielo.org.mx/pdf/polcul/n46/0188-7742-polcul-46-00007.pdf
Olivos Aragón, P. (2003). Nuevos sujetos posmodernos; ¿nuevas patologías?, ¿nuevos
pacientes? En: Raúl Riquelme y Alex Oksenberg (editores) Trastornos de
Personalidad. Hacia una mirada integral (pp.189-204). Chile: Sociedad Chilena de
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Patiño Correa, M. y Quiroz Bautista, J. (2014). El cuerpo del adolescente frente a la
violencia. Daena: International Journal of Good Conscience. 9 (1) 104-114.
Recuperado de: http://spentamexico.org/v9-n1/A9.9(1)104-114.pdf