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Parece razonable argumentar, por tanto, que, si el psicoanálisis es un método de

investigación de los procesos inconscientes, un procedimiento terapéutico para el


tratamiento de las perturbaciones neuróticas y un acervo de constructos psicológicos que
tienden a la categoría de “ciencia”, la metapsicología ha de representar, por fuerza, la
estructura teórica de todo ese conjunto. De hecho, como señala la historiadora y
psicoanalista francesa Elisabeth Roudinesco (2008), “metapsicología es un término
creado por Sigmund Freud en 1896 para designar el conjunto de su concepción teórica, y
distinguirla de la psicología clásica [psicología de la conciencia]. El enfoque
metapsicológico consiste en la elaboración de modelos teóricos que no están
directamente vinculados a una experiencia práctica o a una observación clínica; se define
por la consideración simultánea de los puntos de vista dinámico, tópico y económico”.
Así pues, hablar de metapsicología en psicoanálisis es hablar de modelos teóricos que no
están directamente vinculados a una experiencia práctica o a una observación clínica; es
hablar de las hipótesis y teorías con las que el creador del psicoanálisis quiere significar,
por un lado, su innovadora concepción acerca de la existencia de una causalidad
psíquica, y por otro, su particular forma de entender y explicar los fenómenos psíquicos, 2
una explicación que, a juicio de Freud, ha de tener en cuenta tres aspectos
fundamentales:

- El dinámico: cuáles son las fuerzas que intervienen en la aparición y desarrollo de


tales fenómenos.
- El topográfico: en qué sistema psíquico ocurre.
- El económico: qué ocurre a nivel de la distribución y equilibrio de la energía
pulsional.

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