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SEMINARIO DIOCESANO

“NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN”

TRABAJO FINAL DE LIBROS PROFÉTICOS

El profeta ABDÍAS

PROFESOR:

Pbro. Eddinson Zamudio Ganoza

PRESENTADO POR:

Alcides Berrios Díaz

Diciembre de 2018
EL PROFETA ABDÍAS

Los profetas anuncian la acción salvadora de Dios y su gloria, el resplandor de un


Dios vivo que actúa en medio de los hombres. Dios manifiesta su gloria por sus
misteriosas intervenciones, sus juicios, sus signos. Viene en ayuda de los que confían en
El. La gloria es entonces sinónimo de salvación. El profeta sabe que su labor no es sólo
anunciar el castigo. Debe edificar y plantar, debe proclamar la salvación del pueblo
atribulado. Dios es ante todo salvador.

1.º Contexto histórico

Veintiún versos dedicados en sustancia al juicio divino sobre los Edomitas: éste es el
mensaje de Abdías ("Siervo de Yahvé"), un profeta de difícil ubicación cronológica,
quizá contemporáneo de Ageo y del Primer Zacarías. Es posible, en efecto, que los
edomitas obstaculizaran —como los samaritanos— la restauración del estado hebreo
postexílico.
El pecado de Edom denunciado por Abdías es, de todos modos, más de orden
teológico general: el orgullo y la autosuficiencia (ver Is 14): "Tu arrogancia te sedujo:
porque habitas en rocas escarpadas, asentada en las cimas, piensas: ¿Quién me derribará
por tierra? Pues aunque te remontes como águila y pongas el nido en las estrellas, de allí
te derribaré —oráculo del Señor—" (vv. 3-4).1

El libro presenta un tema único: una fuerte invectiva contra el pueblo de Edom o
Idumea, cuyo territorio se extendía al sureste de Israel. Su población remontaba sus
orígenes hasta Esaú, el hermano gemelo de Jacob. Por tanto, el libro pertenece por
derecho propio a la literatura anti-edomita que conocemos por Gn 27,39-40; Is 34,5 ss,

1
Cfr. GIANFRANCO RAVASI, Los Profetas, Paulinas, Colombia, 1989, p. 224.

1
etc. También hay que incluirlo entre los textos que anuncian el día del Señor (Is 2,6-22;
Ez 7; Jl 1,15-2,11; Am 5,18-20).

La relación entre el reino de Judá y el de Edom se remonta, según la tradición


bíblica, a los dos hijos gemelos de Isaac: Jacob y Esaú, antecesores respectivos de
israelitas y edomitas. La Biblia registra diferentes tradiciones populares que ponen de
manifiesto las luchas entre los dos hermanos. En estas tradiciones se advierte la astucia
de Jacob contrapuesta a la rudeza de Esaú, el desinterés de este último hacia el derecho
de primogenitura (Gn 25, 22 – 34; 27, 1 – 40) y la decisión de tomar venganza contra su
hermano (Gn 27, 41- 45). La bendición de Isaac (Gn 27) refleja la situación de ambos:
Israel o Judá posee la zona montañosa relativamente fértil, Edom o Esaú habita en la
zona esteparia meridional. Esto provoca entre ambos hermanos una serie de conflictos
sobre los que nos informan las tradiciones patriarcales.

A Judá le interesaba la ruta meridional, con salida al golfo de Aqaba; además


codiciaba las ricas minas de Edom. Los deseos de independencia de los edomitas se
pusieron ya de manifiesto en tiempos de Salomón, aunque al parecer sólo consiguieron
la libertad a mediados del siglo IX, durante el reinado de Jorán. Pero esto no curó la
antigua llaga. Edom guardó un rencor antiguo, ahogando la compasión, conservó
siempre la cólera. Por eso, aunque el año 594 está dispuesto a aliarse con Judá por
conveniencias políticas, poco más tarde, cuando las tropas de Nabucodonosor asedian
Jerusalén, los edomitas son los primeros en colaborar con los babilonios y en alegrarse
de la derrota de Judá2.

Edom era un pueblo semita ubicado en las montañas que rodean el valle de la Araba.
Tuvo una larga historia de guerras con Judá debido, fundamentalmente, a dos causas: su
riqueza en cobre y ser paso obligado hacia la ciudad de Ezion-Geber (junto a la actual
Eilat), única salida marítima al golfo de Aqaba. Tras muchos años de sometimiento a
Judá (desde David, cf. 2 Sm 8,13-14), Edom se independizó en el s. IX, en tiempos de
Jorán. Las relaciones no mejoraron sustancialmente a juzgar por los recuerdos de Amos
(1,11) y posteriormente de Ezequiel (35,5). De hecho, Amasias y Ozías (s. VIII) fueron
penetrando en territorio edomita. Cuando Asiría o Babilonia invadían Judá, Edom
recobraba la libertad de movimientos que los grandes imperios le permitían. Hasta que

2
LUIS ALONSO SCHÓKEL, Biblia del Peregrino - Antiguo Testamento Poesía, T. II, Verbo Divino, Navarra,
2009, p. 431.

2
en el 587 a. C. se unió a las tropas babilónicas para aprovechar la ruina de Judá,
llegando incluso a establecer su capital en Hebrón3.

Más allá de las circunstancias particulares, la lectura del libro deja la clara impresión
de que entre las dos poblaciones vecinas no corría buena sangre y que existía una
rivalidad permanente. Las referencias polémicas contra Edóm, frecuentes en los escritos
proféticos (Is 11, 14; Am 1, 11 – 12; Jr 49, 7 – 42; Ez 25, 14- 14; Ml 1, 2- 4; etc.)
demuestran lo profundo que era el odio recíproco, mezclado con sentimientos de
superioridad en algunos aspectos y de inferioridad en otros. La tensión entre los dos
pueblos hermanos se manifestó históricamente no solo en palabras de desprecio sino
también en una beligerancia mutua. Una circunstancia es especialmente significativa: en
el año 587 a. C., los edomitas aprovecharon el momento de debilidad del reino de Judá
para hacer razias en el territorio de Israel, saquear lo que los babilonios habían dejado y
ocupar la zona suroriental de Judá, situación que se prolongó hasta la primera parte de la
época Persa. 4

Este deseo de venganza motivada por antiguos rencores causó honda impresión a los
judíos. Se recordaba con amargura en Babilonia y en Palestina y dio paso a denuncias
que encontramos en los más diversos libros proféticos. En esta serie se inserta la obra de
Abdías, profeta del que sólo conocemos su nombre «Siervo del Señor».

2.º Contexto profético

Como hemos dicho, Edom e Israel eran pueblos hermanos, al menos así lo creían los
israelitas. Según ellos, los edomitas descendían de Esaú y los israelitas de Jacob; cuando
los babilonios conquistaron Jerusalén el año 586, los edomitas les ayudaron y se
aprovecharon de la derrota de los judíos. Abdías (siervo de Dios) reelabora, antes del
312 a. C. un oráculo contra Edom que aparece ya en la obra de Jeremías (Jr 49,7-22)
con motivo de la derrota que los edomitas sufrieron a manos de los nabateos (un pueblo
que vivía más al oriente). Abdías ve en esta derrota la justicia de un castigo de Dios por
la actitud de Edom contra su hermano en los desdichados días del verano del 586.

3
J. M. ÁBREGO DE LACY, Introducción a la Biblia – Libros Proféticos, Verbo Divino, Pamplona, 1993,
186 – 190.
4
M. A. TÁBET- B. MARCONCINI – G. BOGGIO, Introduccion al Antiguo testamento- II libros proféticos,
Palabra, Madrid, 2009, p. 322.

3
El nombre Abdías se deriva del hebreo Obhádhyah, que significa "sirviente, servidor,
o adorador de Yahvé". Abdías es el cuarto profeta menor y a quien se adjudica el más
breve de los libros proféticos del antiguo testamento (contiene veintiún versículos). El
título del libro es dedicado al nombre del autor. Sin embargo, recientemente algunos
académicos consideran que debería ser reconocido como un apellido, debido a que
comúnmente "sirviente de Yahvé" sería adjudicado sólo como apellido o sobrenombre,
por otra parte, no se da ninguna otra distinción informativa acerca del escritor, quien es
identificado como Abdías.

Es cierto que al carecer de información con autoridad, tanto judíos como cristianos
han llegado a suplir libremente esa carencia en términos de autor, pero también queda la
evidencia de que no se conoce nada de Abdías, en términos de familia, período de vida,
lugar de nacimiento, muerte y otras circunstancias que son desconocidas a nosotros. La
única información identificable acerca del autor es que pertenecía al reino de Judá.

Abdías según una antigua tradición judía el profeta había sido un idumeo convertido
al judaísmo que se habría puesto luego a seguir al profeta Elías. Se trata entonces del
profeta mencionado en la casta rey Ajab (874 – 853). Así es como una antigua tradición
judaica tardía, que hoy se considera sin fundamento histórico, identificaba el profeta con
el mayordomo del mismo nombre del rey Ajab de Israel (1 R 18, 3-16).

Ninguna filiación patronímica ni geográfica se da en la Biblia del profeta y su


pequeño escrito - el más breve de los escritos proféticos - está lleno de oscuridades y de
alusiones misteriosas, difíciles de identificar. Por eso San Jerónimo dice de este escrito:
"quanto brevius est, tanto difficilius. Parvus propheta, versuum supputatione, non
sensuum".

Los autores se dividen al localizar históricamente todos estos datos. Así, podemos
distinguir dos hipótesis: a) la que supone que el libro es anterior al exilio babilónico.
Abdías, en este caso, habría predicado en tiempos de Joram de Judá (849-842), durante
cuyo reinado su tierra fue invadida por los filisteos y árabes. Para probar esta tesis,
suponen que Joel y Jeremías conocen la profecía de Abdías. b) Otra hipótesis, más
común hoy día, es que Abdías es posterior al destierro, pues los hechos aludidos sobre
la invasión de Jerusalén por los extranjeros y el mal trato dado por los edomitas a los
judíos vencidos se explican mejor en el supuesto de que se refiera a la destrucción de

4
Jerusalén por los babilonios (587-86), con cuya ocasión los edomitas hicieron causa
común con los vencedores en la conculcación de los vencidos.

3.º Problemática: FINAL DEL REINO DE JUDA.

Lo original de la página de Abdías es que se centra casi exclusivamente en la


denuncia y el castigo de Edom. ¿Por qué precisamente este país, sin especial relieve en
la historia internacional? La respuesta es evidente si recordamos algunos datos
históricos.

Como se dijo anteriormente, la relación entre el reino de Judá y el de Edom se


remonta, según la tradición bíblica, a los dos hijos gemelos de Isaac: Jacob y Esaú,
antecesores respectivos de israelitas y edomitas. La bendición de Isaac (Gn 27) refleja la
situación de ambos: Israel o Judá posee la zona montañosa relativamente fértil, Edom o
Esaú habita en la zona esteparia meridional. Esto provoca entre ambos hermanos una
serie de conflictos sobre los que nos informan las tradiciones patriarcales. Edom guardó
un rencor antiguo, ahogando la compasión, conservó siempre la cólera.

Además, cuando En Egipto, Psamético II (595 – 598 a. C) sucedió al faraón Necó. A


la muerte de aquel, subió al trono Afrá (589- 570 a. C). Contando con su apoyo un
grupo de estados palestinos organizó una revuelta contra Babilonia: además de Judá,
estaban Amón, Moab, Tiro y Sidón y en un primer momento también Edom (se pondría
de lado de los babilonios). En Jerusalén el profeta Jeremías seguía anunciando la
necesidad de permanecer bajo el yugo de Babilonia, aunque no se hacía caso. La
intervención de Nabucodonosor fue decisiva y atacó el reino de Judá. La ciudad fue
devastada y el templo destruido, se asesinó a sacerdotes, oficiales, etc. y se deportó a
Babilonia otra parte de la población. Los Edomitas parecen haber sacado partido de la
caída de Judá5.

5
Cfr. ENRICO GALBIATI y FILIPPO SERAFINI, Atlas Histórico de la Biblia, San Pablo, Madrid, 2004, p. 131

5
Esta venganza motivada por antiguos rencores causó honda impresión a los judíos.
Se recordaba con amargura en Babilonia y en Palestina 6.Y dio paso a denuncias que
encontramos en los más diversos libros proféticos.

4.º Mensaje profético

El libro más corto del AT anuncia el castigo de Edom y de las naciones como
cumplimiento de la ley del Talión (v. 15b: lo que hiciste te lo harán). Este mensaje
disuena en oídos creyentes y deberá ser revisado por quienes han experimentado el
perdón. Edom es acusada de tomar partido con los enemigos de Israel en el tiempo en
que Jerusalén y Judá estaban en grande aflicción. El profeta exhorta a Edom a terminar
su maligna alianza con los enemigos de Jerusalén. En el fondo el profeta Abdías
denuncia la espiral de la violencia, la incapacidad de olvidar errores antiguos.

Pero el profeta no se limita a denunciar al enemigo, hace también una promesa al


pueblo (v 17, 19-20) Y esta promesa de restauración, esta seguridad de que Dios, a
pesar del terrible castigo sufrido poco antes, no ha cortado con su pueblo, demuestra una
fe y esperanza inquebrantables. No se agota en la venganza.

En esa terminología de la época se encierra un mensaje de esperanza para el resto


santo, llamado a recobrar sus posesiones. El día del Señor está cerca. En ese día un
pequeño resto celebrará juicio universal desde el monte de Sion. Los malvados
perecerán, no sólo las naciones, sino también los pertrechos guerreros y la sabiduría que
apoyó la violencia criminal, y tras el juicio se establecerá el reinado del Señor desde su
templo, en el monte Sión. Es la hora de Yahvé, que inaugura su reinado universal sobre
los pueblos, con Jerusalén como capital. El pueblo judío será el primogénito entre todos
los de la tierra, quedando así compensado de todas sus aflicciones pasadas.

6
Am 1,11-12; Ez 25,12-14; 35,1-15; Jr 49,7-22; 1s 34,5-17

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