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MÁS ALLÁ DE

LOS CUATRO PODERES

Escrito, Maquetado y Corregido por:


Imladris del Tharanduil
Capitulo Titulo Página
Nota Previa 3
Génesis 4
1 Una vida ordenada 5
2 Cacería de trasgos 10
3 Tharanduil, años después 17
4 Una acusación, varios crímenes, y un castigo 20
5 Suceso Inesperado 23
6 El Despertar del Demonio 26
7 Buscando a “a La Que Porta el Duelo” 28
Nota previa
del autor :

En estos relatos se usan varias fuentes de inspiración (Principalmente


J.R.R. Tolkien y Michael Moorcock, a mi modo de ver los máximos
exponentes de la Fantasía Épica Actual); Aclarado este punto me gustaría
dejar claro también que mi intención con las referencias no es la de plagiar ni
nada por el estilo, sino mas bien homenajear a estos escritores de fantasía en
particular, y a todos mas en general.
Génesis

De la Tristeza del Vacío,


Surgieron dos notas de sonido:
Una Dulce y Armoniosa,
Otra Triste y Sombría,
La nota Armoniosa creo a voluntad,
Un planeta tras otro, un universo más.

De sus ultimas notas, de su silencio final,


Nacieron los seres, que las tierras debían poblar.
Mas la nota Sombría, retorció la creación
Dejando ante su gimiente sonido,
Muerte y desolación
Con un infinito rastro de destrucción.

Ambas notas chocaron en el vació,


Y sus sonidos se mezclaron,
Debilitando su ser;
Ahora Ambas descansan…
Esperando su Fin

Crónicas del Elfo Pálido


1.-
Una Vida
Ordenada

La vida en las estancias ocultas de Rhovanion se había vuelto demasiado


“previsible” para el joven Imladris -las mismas rutinas, una y otra vez...
cuando lo que deseo es ver mundo- se le oía decir continuamente.
Estación tras estación, la vida en las viejas estancias del Tharanduil eran
tal, y como habían sido las anteriores, y tan solo los rumores de las guerras
en los pueblos inferiores llegaban a los oídos jóvenes de los Elfos menores
de la centena de años que por allí proliferaban.
-Arj!! –Gruño Imladris pateando un guijarro del suelo- En este pueblo
nunca sucede nada… ¿no te hartas de verle la cara una y otra vez a tus
hermanos, Zarahx?
-No –Susurro el joven elfo de cabellos plateados que estaba junto a
Imladris mientras recorrían los pasajes semi- iluminados – Aun que cierto
es que a veces me gustaría poder hacer algo distinto…
La bota de Imladris pateo un nuevo guijarro antes de que este volviera a
hablar- Pues…. Veras Zarahx- Añadió Imladris- Últimamente he pensando
en ir a visitar a nuestros primos en el bosque dorado.-Miro a Zarahx
buscando su aprobación-
Se bien que esperas poder luchar en el frente de la alianza contra el poder
del señor negro del Sur... pero-recrimino a Imladris con una dureza en los
ojos que este jamás había podido llegar a imaginar- ¿Crees que tus escasos
conocimientos de la magia podrán suplir tu falta de experiencia con la
espada?
Um…. -Imladris miro con extrañeza a su hermano- no lo se hermano…
mas, ¿tan solo con la experiencia se hace grande el guerrero, no crees?
Ambos hermanos se miraron durante unos breves segundos, para acabar
cogiéndose de los brazos y reír a mandíbula batiente.
Hermano, debes estar loco -grito jubilosamente Zarahx- cuídate... pues de
ello depende tu vida
Bueno, volvamos a las estancias de mama, debe de estar preocupada por
nuestra tardanza –sonrió Imladris- ¿crees que habrá preparado ese licor
elfico que tanto nos gusta?
Ambos hermanos siguieron su camino sonrientes…

Tras un paseo de poco mas de 15 minutos, los hermanos llegaron al hogar


de la familia: se trataba de una hermosa cueva, tallada en la propia piedra
de la montaña; En ella se veían rasgos típicos de la arquitectura elfica, con
grandes columnas recargadas con adornos históricos y del linaje de la gente
que en dicha casa moraba. La puerta como es costumbre en este refugio
siempre estaba abierta al viajero…
Aiya!!! –Gritaron los hermanos al entrar por el portón del la Cueva- Hogar.
Ya creía que os habíais perdido -mira Yuthien a sus hijos con un resto de ira
en los ojos- ¿no le habréis hecho ninguna mala pasada al viejo herrero,
verdad? Lleváis una temporada entrando en su tienda a hurtadillas y
jugando con sus espadas, no creo que a vuestro padre ello le haga gracia –
La madre se aleja hacia la cocina, de la que sale un olor especialmente
dulce-
¿Crees que esta enfadará con nosotros? –Pregunta Zarahx –
Es probable –Confirma Imladris – Últimamente le estamos rompiendo
demasiadas cosas a ese pobre elfo… no creo que este bien pero…-Sonríe
picaramente- ¿tampoco le hacemos daño, no?
Los dos se ponen serios y miran a su madre cuando entra con una bandeja
rebosante de comida: En ella se puede ver un estofado abundante, queso,
pan, algunas especias y sobretodo algo que llama la atención de los dos
hermanos… una botella de licor elfico, y dos copas del mas fino de los
cristales imaginables.
Ambos hermanos cogen las cosas de la bandeja y ponen la mesa, mientras
su madre los mira con atención, pues solo hacen esto (y ella lo sabe)
cuando se ve una botella de vino elfico en la bandeja.
Bien - anuncia la madre – comed, y después id al puesto vigía de vuestro
padre, creo que quiere mostraros algo que encontró ayer en la puerta del
pueblo.
Ambos se miran como extrañados:
Rara vez nos dice de ir a ver al puesto de vigía, recuerdo que dijo que no le
gustaba que estuviéramos tan lejos de casa… ¿que habrá encontrado papa?
-Susurra a Zarahx mientras degusta el estofado-
Ni idea -dice Zarahx en el mismo tono que su hermano- tendremos que ir
para averiguarlo
Los dos jóvenes recogieron la mesa raudamente, y tras asearse
minimamente, se dispusieron a partir hacia el puesto de Vigía de su padre.

Los corredores que hacían de calles en el poblado subterráneo eran


prominentemente oscuras, aunque dada la visión especial de los elfos esto
no era un impedimento con un mínimo de iluminación, pues con una
antorcha pequeña ven en la oscuridad casi completa; En dicha oscuridad
corrieron doblando de manera precaria varios de los corredores, hasta llegar
a un gran túnel que hacia de avenida principal al poblado.
El puesto de Vigía era un recoveco excavado en la roca, y protegido con
varias planchas de metal pulido en su exterior, fortaleciendo así el lugar
contra posibles ataques exteriores. Junto a la garita de guardia, se
encontraban unas dependencias en las que generalmente dormía el guardia
de refresco.
Golpearon la puerta un par de veces llevados por la excitación del
momento, y en breves minutos apareció su padre en la puerta: Se trataba de
un elfo con el pelo blanquinoso debido a algún encantamiento, y su
corpulencia denotaba que se trataba de algún tipo de guerrero; aun así, sus
ojos desprendían una inteligencia desmesurada.
Padre-hablo con gran respeto en su tono-madre nos dijo que has encontrado
algo inusual fuera del poblado, ¿podríamos verlo? Tengo una gran
curiosidad por ese tipo de cosas…
Claro Imladris –confirmo el padre contento con la pregunta de su hijo
mayor- esta en la estancia interior de la garita… ve, y míralo cuanto te
apetezca, pero no lo toques –le avisa el padre- pues desconocemos lo que es
aun…
-Imladris cabecea en señal de afirmación a su padre- Bien padre... así lo
haré
El Joven entra en la estancia, llevado por un instinto felino de curiosidad y
encuentra el objeto al que su padre hacia referencia: “se trata de una gema
negra, del tamaño de una calabaza grande”-recuerda que le comento-
Vale -Imladris se cruje los dedos- veamos de que soy capaz.
Desatendiendo a su padre, Imladris levanta en vilo la esfera, Negra como la
obsidiana, y nota un ligero cosquilleo.
Esto es curioso – piensa – que recuerde, no me ha dicho nada de este efecto
al levantarla… tal vez… -sus pensamientos se rompen cuando entra Zarahx
¿Qué haces? Padre dijo que no la tocaras… veras como aun nos castigan a
los dos por tu culpa... deja esa esfera ahora mismo

- Imladris nota miedo y preocupación en las palabras de su hermano y deja la


esfera-
Tienes razón, y después de todo este objeto parece de lo mas mundano -le
miente a su hermano – vamonos… dejemos que padre trabaje tranquilo
Imladris y Zarahx vuelven al hogar familiar, donde Yuthien les espera
impaciente.
Por fin-comenta con preocupación- bien, id a la casa del herrero, quiere
deciros algo.
Los hermanos se miran, y unas medias sonrisas se forman en sus rostros-
claro madre-comentan a dúo- Iremos…-y diciendo esto ambos salen
corriendo de casa, hacia la del herrero, que se encuentra en el punto mas
alejado y oculto de las estancias-
La casa del herrero era una pequeña gruta hendida en la roca, como el resto
de los hogares de las estancias, pero esta era particularmente curiosa dado
que se encontraba a mayor prefundida con respecto a los otros hogares y a
la propia montaña donde estos están construidos. De vez en cuando, se veía
a algunos elfos llegar para pedirle algún trabajito al herrero, pues su fama
como forjador era bien conocida por todos.
Los hermanos entraron a la parte profunda de la herrería, donde el ya viejo
elfo herrero debería estar, mas, cual fue su sorpresa cuando encontraron a
dicho elfo muerto… con la cabeza cercenada y los ojos de esta
desorbitados.
¿Qué demonios?-pronuncio Zarahx, casi sin darse cuenta, tras retirar la
mirada del cadáver-
No creo que se trate de algún demonio, hermano - dice Imladris para
intentar restarle importancia al asunto – me temo que mas bien se trate de
alguna araña gigante que halla podido entrar por alguna rendija oculta a las
estancias-su voz sonaba firme y bastante segura para la situación- imagino
que debemos dar parte de esto…
Zarahx asiente con la cabeza - Si, será lo mejor – consigue articular el
joven – vayamos a decírselo a padre… el sabrá que hacer –
Ambos salieron de la herrería cogiendo dos espadas que allí se encontraban
previamente forjadas para algún cliente, y corrieron raudos hacia el puesto
vigía.
A su llegada a este, encontraron a su padre luchando contra algo amorfo y
de un color entre negro y gris oscuro, que babeaba mucho y tenía un olor
extremadamente fuerte y repugnante
¡Marchaos de aquí! – Aulló el padre mientras golpeaba repetidas veces
sobre el escudo de su adversario – dad la alarma en el poblado, ¡Nos atacan
los Trasgos!
2.-
Cacería
de Trasgos

En poco tiempo todas las estancias estaban en sobre aviso, y los lanceros
elficos se encontraban listos y dispuestos para plantar cara al invasor del
sur. Curiosamente, a Imladris y a Zarahx les ordenaron marcharse a la casa
del herrero, pues este era el lugar al que habían mandado al resto de jóvenes
para que estuvieran a salvo de la contienda que se iba a desatar.
Al cabo de unas horas, y al escuchar tan solo silencio desde su lugar,
Imladris se levanta de donde estaba, y se encamina hacia la puerta.
No aguanto mas - comenta sinceramente – Voy a ver que a ocurrido, pues
tal espera me esta matando lentamente.
Te acompaño – susurra Zarahx – Quiero saber que le a pasado a padre, que
no ha venido a decirnos nada.
Imladris asintió, y ambos hermanos corrieron nuevamente por los
complejos túneles que formaban el laberinto de defensa de las estancias,
buscando a sus padres.
La visión de las estancias resultaba de lo más desalentadora, pues los
trasgos habían reducido prácticamente a la nada cuanto habían sido las
estancias del Tharanduil: un espeso humo negro dominaba la parte superior
de todos los túneles, y tirados por doquier se hallaban cuerpos mutilados y
damas elficas muy bellas, violadas y degolladas posteriormente. De la
práctica totalidad de hogares- cueva salía un olor molesto, claramente se
trataba del olor de la madera al arder, y el alma de los dos jóvenes elfos
sufría profundamente ante tal visión de destrucción. Imladris maldijo para
si, al ver a la dama elfa, Yivian, tirada en el suelo y con signos visibles de
haber sido forzada repetidas veces a copular, muy posiblemente con un
repugnante trasgo.
Esto no quedara así –La sangre de Imladris hervía de desesperación y odio
en sus venas – juro por todo lo sagrado que esto no quedara si.
El rostro de Zarahx se convulsionaba de horror ante tal visión de muerte y
noto como sus puños se tensaban alrededor de la espada – Te ayudare
hermano… aunque sea lo ultimo que uno de los dos hagamos, te ayudare a
vengar a nuestro pueblo.

La convicción que movió a estos en este momento fue tal, que volvieron a
la herrería para contarles la mala noticia y algunos de sus hermanos de raza
les apoyaron en dicha convicción, acompañándolos para preparar una
partida de caza.
De los pocos elfos que quedaban vivos, quedaba un joven aprendiz de
herrero, que calentó nuevamente la forja para crear armas para el grupo.
Mientras el joven aprendiz hacia esto, Imladris volvió a la casa de sus
padres, y vistió una túnica negra con una cota de mallas elfica bajo esta,
colgando de un cinto la espada cogida de la herrería. Después volvió al
puesto de guardia, y recupero del cuerpo de su padre un colgante de cuarzo
negro que pendía de su cuello. Se introdujo en el receptáculo del vigía de
reposo, y allí donde dejo la piedra de obsidiana se hallaba aun. La recogió
del suelo, y esta vez no noto cosquilleo alguno.
Supongo que debió romperse cuando la deja aquí –Piensa el joven –Bueno,
me la llevare, pues podría serme de alguna ayuda en otro momento. –Dicho
esto se metió la piedra negra en el zurrón que pendía de la túnica oscura y
salía corriendo nuevamente hacia la estancia del herrero, donde el resto de
la partida de caza le esperaba.
Disponemos de cuatro magos, seis guerreros y un rastreador, hermano –
Pronuncio Zarahx al ver entrar a Imladris –Supongo que podremos darles
bastantes problemas a esos trasgos, aunque muramos después.
Espero que nuestra muerte no sea necesaria, Zarahx –La voz de Imladris
trono sombría en las estancias –Esperemos que mi plan tenga existo.
Los doce, pues eran doce con Imladris, partieron de las estancias sabiendo
que era una empresa suicida, y que posiblemente no volverían a ver dichas
estancias.
Durante todo el camino permanecieron callados, expectantes ante los
hallazgos del rastreador que apenas levantaba la mirada del suelo para
poder guiarles hacia los trasgos.
Horas mas tarde, arribaron a una cueva de estrecha boca, donde las huellas
de trasgo se perdían –Aquí es, o al menos eso parece Imladris –pronuncio
el rastreador -¿Entramos ya?
Déjanos preparar algunos conjuros –Señalo a los otros magos –Y pronto
estaremos listos para darle su merecido a esos trasgos.

El tiempo que duro la preparación de los magos, tan solo se escuchaban


plegarias a los maiar, y alguna que otra invocación a seres primitivos como
lo son los demonios elementales. Mientras tanto, los esfuerzos de Imladris
se centraban en la esfera, pues la magia elemental resultaba un juego de
niños para él, dado que la dominaba a la perfección. Parecía como si la
lluvia quisiera acompañar a los sombríos corazones allí apiñados con una
tormenta sin parangón.
El húmedo eco de las gotas de agua, contra el suelo, causaba un increpar
similar al que concebirían un millar de huesos al crujir, y la casi ausente
Luna se distinguía teñida de rojo entre la maleza formada por un centenar
de nubes. El continúo increpar de los truenos y relámpagos acompañaba a
esta particular manifestación natural, como presagio a lo que según los
elfos allí reunidos, esperaban encontrar: La Muerte.
Imladris se acerco cuidadosamente a la cavidad que daba entrada a la
cueva; Era un agujero particularmente estrecho –Pensado para un Trasgo
sin duda –Pensó en su momento el joven elfo –Dentro, la oscuridad se
volvía pesada como un manto de acero e incluso con su visión especial se
les hacia difícil percibir algo entre las tinieblas que en aquel lugar reinaban.
La escasez de espacio tenía un contratiempo particularmente desagradable,
dado que tendrían que entrar de uno en uno a la gruta; Más eso no le
concernía a Imladris, que aun seguía ofuscado de ira.
Rápidamente se deslizaron de uno en uno dentro de la cueva, dejándose
iluminar escasamente por un par de antorchas, una al principio de la
comitiva, llevada por Imladris; y otra al final, portada por el hermano de
este, Zarahx. Sus pasos resonaron estrepitosamente, mientras se adentraban,
pues el suelo se encontraba curiosamente cubierto por una escuálida capa
de líquenes, y estos chasqueaban bajo sus pies con cada paso que daban.
Al cabo de unos minutos, que se les hacían eternos, penetraron en una
cueva abovedada, donde por lo visto los trasgos hacían sus puestos de
guardia
-Imladris prendió un pequeño fuego en el centro del habitáculo –Esto
apesta –Bramo el joven elfo de cara empalidecida por su estado de animo –
Esperemos, que esta fría noche mueran un buen numero de trasgos, pues
merecerían algo mas que una dulce muerte a manos de nuestras hojas,
hermanos –Imladris miro tacitundo a los suyos –Merecen la muerta mas
horrible y lenta que lográramos darles, pero no lo haremos, pues no nos
rebajaremos a su nivel para darles ese gusto.
-El resto de elfos le miraban como si se dieran cuenta de la locura que
poseía endemoniado al joven mago, pero dados los acontecimientos lo
dejaron pasar.
Decidieron pues, separarse en seis grupos de dos, ya que así podrían
recorrer la gruta en un tiempo menor. Imladris y Zarahx se fueron por un
camino dejando que los otros optaran por el camino que el destino les había
encomendado.
Bajaron, durante un buen rato, sin tener conciencia real de cuanto habrían
tardado en llegar hasta allí, y fue entonces cuando escucharon un leve
gemido que venia de delante suya, y corrieron con las espadas
desenvainadas y prestas para el combate.
Un pequeño grupo de trasgos, cuatro realmente, era lo que había ante ellos:
babeantes y sucios, como Imladris y su hermano los recordaban.
Rápidamente, Imladris y Zarahx tomaron la iniciativa, y el brazo de un
trasgo voló mientras que el otro paro el primer sablazo de Imladris,
quedando al descubierto para un conjuro de este.
Imladris sonrió y pronunciando “¡Alka!” una tremenda descarga eléctrica
broto de sus dedos, serpenteo por su hoja elfica y acabo deslizándose por el
arma del trasgos hasta él, momento en el que el trasgo se vio reducido a una
masa de carne convulsionada por el shock.
Zarahx lanzo una nueva estocada de su espada blanca contra el costado del
trasgo manco mientras saltaba sobre la hoja de un segundo trasgo que le
lanzaba un tajazo horizontal a la altura de los tobillos. Imladris salto hacia
atrás ante el nauseabundo olor del trasgo carbonizado y casi sin tiempo alzo
su hoja para impedir que el ultimo trasgo le arrancara media calavera de un
espadazo. Zarahx permitió que su espada describiera un arco brillante en el
aire hacia el cráneo del trasgo que le acababa de atacar, mientras volvía a
saltar para esquivar la vuelta de la hoja anterior, procurando no dejar que el
estacazo le tocara los tendones; A su vez, Imladris saco una pequeña daga
de la manga de su túnica, y la lanzo con rabia hacia el trasgo, que cayo de
bruces en el suelo con la daga clavada en el entrecejo, y con los ojos
torcidos en una mueca de terror al intentar averiguar que le acababa de
impactar en su feo y pútrido rostro.
Las finas runas de la hoja de Zarahx acababan de cobrarse sus primeras
victimas, y se sentía feliz por haberlo hecho, en cambio, Imladris parecía
algo disgustado por haber tenido que usar su magia para acabar con
semejante saco de inmundicia.
Los dos elfos salieron corriendo hacia las entrañas de la madre tierra. Los
grisáceos ojos de Imladris relampagueaban llevados por un odio nunca
antes visto en uno de los primeros nacidos, y Zarahx notaba como todos sus
músculos se tensaban a la par de que sus pasos ascendían de intensidad.
Estocada tras estocada, ambos elfos corrían entre huestes de trasgos,
sesgando las infames vidas de estos seres. Cuatro trasgos montados en
huargo –unas criaturas similares a grandes lobos- surgieron gritando desde
el interior de una caverna sumida totalmente en las penumbras del olvido,
mientras que sus monturas de ojos rojizos aullaban consiguiendo que las
paredes retumbaran con los ecos creados por los alaridos de un elfo, que
ambos hermanos reconocieron como uno de sus compañeros, prácticamente
desgarrado en la totalidad de su cuerpo; sanguinolento y con una gran
cantidad de carne colgando del cuerpo.
-Arj!!! –El grito de Imladris surgió claro y fuerte de su desgarrada garganta
mientras se lanzaba con la espada en ristre, listo para ser descargada sobre
el cuerpo del huargo o del trasgo que lo montaba
-¡Malditos seáis por todos los dioses!- pronuncio Zarahx mientras se
lanzaba de nuevo con la espada alzada, lista para volver a cobrarse la impía
sangre de los trasgos.
El rechinar de las espadas ahogo el gemido de los trasgos mientras que
Imladris y Zarahx hundían sus espadas en el cuerpo de estos.
¡Quendi Alka!- una bola de llamas doradas surgió de la palma de la mano
de Imladris, e impacto de pleno en el pecho del trasgo, sumiéndolo en un
mare mágnum de calor dorado, que le corroía tanto carne como alma
mientras que sus últimas fuerzas se le escapaban en un vano esfuerzo de
pedir ayuda. La espada blanca de Zarahx sonó extrañamente complacida
cuando su punta y hoja se clavo hasta la cruceta pálida de la hoja, Zarahx
extrajo la hoja de forma rápida y limpia y se dispuso a golpear a un nuevo
trasgo mientras que las garras de un huargo paso a escasos centímetros de
su cuerpo.
-¡Maldición!- Grito Zarahx- ¡Imladris, acaba con esto de una vez!
Los ojos de Imladris brillaron, y a la voz de ¡Falmanáre! Surgió una ola de
llamas que barrió el túnel, dejando cadáveres allá donde antes habían
estado sus enemigos; Imladris pareció desvanecerse cuando callo de bruces
en el suelo, casi exhausto por el esfuerzo mágico que acababa de hacer.
Zarahx observo a Imladris, reflexionando sobre que hacer:

-Hermano –Musito –voy a buscar a nuestros compañeros, quédate aquí


descansando, has usado mas magia de la que realmente deberías ser capaz
de usar.
Zarahx hecho a correr dejando a Imladris estirado en el suelo, con la
respiración tremendamente entrecortada.
Al cabo de una eternidad, Imladris se levanto tambaleándose y comenzó a
andar hacia una zona superior de la caverna, de la que se escuchaba una
cantidad de ruido considerable. El hecho que llamo la atención de Imladris
no era el ruido en si, sino un sonido en particular que rezumaba por encima
de los otros sonidos; se trataba del particular chasquido del acero templado
entrechocando, y los lascivos quejidos de los trasgos, mezclados con el
quejumbroso eco de las voces elficas. Los lamentos de los heridos se
filtraban por el suelo lleno de la sangre mezclada de ambas razas. La visión
de los cuerpos caídos hizo que sus escasas fuerzas renacieran presas del
odio que reinaba sobre su alma; el cuerpo de su hermano relucía sobre el
resto de los cadáveres, dando la impresión de estar pidiéndole a Imladris
que le vengara. Recogió el arma de su hermano y la empuño viendo como
aun había rastros de sangre de trasgo en su hoja.
Corría. Y a cada paso notaba como su enlace con la magia elemental se
fortalecía con el poder que el odio le daba.
Salio de la caverna, y el rastro de los trasgos era muy fácil de seguir,
incluso para alguien tan ajeno al arte del rastreo como lo era Imladris.
Y entonces los vio…
Se trataba de un centenar de trasgos, completamente armados y protegidos
con armaduras bárbaras corriendo y aullando al mismo tiempo.
Imladris alzo ambas espadas, y con un grito cargado de ira y odio se lanzo
sobre los trasgos. Sus ojos comenzaron a despedir chispas grisáceas
mientras que sus dos espadas entablaron los primeros golpes sobre las
cabezas de los trasgos y prácticamente sin proponérselo lanzaba
hondonadas de fuego sobre los cuerpos pútridos de los trasgos.
Una y otra vez, las macilentas hojas de trasgo resonaban chocando contra
las espadas de Imladris, o chocando con el suelo cuando este saltaba en
cualquier dirección para desechar los golpes que intentaban propinarle.

La encabritada mente de Imladris rugía por encima del clamor de la batalla a


cada golpe que asestaba con sus espadas, tan solo superadas por los agónicos
gritos de los trasgos que una y otra vez morían a manos del elfo del
Tharanduil. Las ajadas centellas trasgas comenzaron a resonar, e Imladris vio
cerca a la dama de la muerte, cuando el filo de una espada trasga penetro en su
hombro seccionando una diminuto porción de armadura. El agonizante y
penumbroso sonar de Imladris perturbo incluso a la decena de trasgos que
trataban de matarle, y en ese preciso momento salto hacia atrás, tratando de
poner espacio entre él mismo y los trasgos; entonces se dio cuenta de su
situación y la ira que le dominaba se convirtió en un temor atroz: no podría
vengar a los suyos, si hoy sucumbía antes los enemigos de su pueblo.

Con un nuevo salto hacia atrás, y lanzando un conjuro de bola de llamas,


Imladris se hizo camino entre los trasgos para huir de la guardia de estos seres.
Corrió. Temió por su vida. Entonces lo sintió, se trataba de un pesado veneno
que debía de hallarse en la hoja del trasgo que le hirió en el hombro. Maldijo
para si mismo su propia majadería y corrió aun mas raudo, intentando
encontrar la salida de la caverna trasga.

A cada paso que daba, sentía cada vez más un pesado sueño que lo iba
embargando poco a poco y notaba como las piernas y los brazos se le
engarrotaban presa de la acción del áspid vertido en su sangre.
La agonía se iba acrecentando mientras que su ya escasa convicción de
venganza se desvanecía, y por un momento creyó ver a sus compañeros
difuntos que le recriminaban su falta de valor. Imladris tuvo que hacer un
tremendo esfuerzo para desechar esas visiones, hasta que el sol del nuevo
atardecer le devolvió parte de la esperanza perdida.
Salto raudamente a un lateral, y con apremio, se oculto lo mejor que supo de
los trasgos que le perseguían; observo durante largo tiempo como los trasgos
trataban en vano de dar con él, y en cuanto vio una oportunidad se alejo
prácticamente exhausto del lugar.

Al cabo de unas pocas horas, se asentó sobre un pequeño montículo de piedra


junto a un riachuelo, y arranco un puñado de musgo azulado del suelo, lo
machaco un poco y las puso sobre las heridas. –Ha sido una suerte encontrar
este musgo de Melandar tan cerca- pensó entonces para si-

Fue entonces cuando la mente de Imladris vago hasta las ahora arruinadas
estancias del Tharanduil, y recordó que aun quedaban allí hermanos suyos,
algunos que, con gran clarividencia, rehusaron partir con él y Zarahx hacia la
muerte cual cordero en el matadero; fue entonces cuando se levanto de la
piedra, y casi como un mero fantasma deambulo por las sendas poco
transitadas de las cercanías de Rhovanion, en dirección a Tharanduil, su hogar
natal.

Pasaron un par de días, y parecía que iba a agonizar allí mismo, pues carecía
ya de víveres para seguir alimentándose, y la escasa agua que le quedaba no
duraría mucho tiempo más. Escucho un sonido familiar, se trataba de unas
palabras pronunciadas en la lengua de los humanos que conocía bastante bien.
Se acerco a ellos sin atisbos de miedo o duda en su ahora marmóreo rostro, y
les saludo sin muchas ceremonias, tan solo para ver como uno de ellos sonreía
mostrando unos descomunales colmillos y saltaba sobre él…

Después, la oscuridad se adueño de él, y un silencio absoluto anego su alma.

3.-
Tharanduil,
años después

El tiempo transcurrió lento en las estancias, como siempre lo había echo.


Cien años habían pasado desde la práctica destrucción de las estancias a
manos de los trasgos, y los entonces jóvenes eran ahora los adultos que regían
los destinos de los últimos elfos nacidos allí.

Una fría y tormentosa noche de invierno, una silueta negra se presento ante el
puesto de guardia que años atrás había pertenecido al padre de Imladris.
Vestía una pesada capa negra de viaje, y el resto de su vestimenta quedaba
oculta bajo esta capa, además de su rostro, del que tan solo se veían un par de
resplandores brillando allí donde hubieran debido estar los ojos.

La misteriosa silueta golpeo con fuerza sobre el portón blindado de la entrada,


y el guardia pregunto:
- ¿Que os trae por estas tierras, viajero? ¿No sabéis que Tharanduil no
necesita mendigos por sus túneles, ni ladrones que saqueen sus escasos
tesoros? Partid… y no volváis, pues este reino esta maldito por los
dioses

- No sabia que le dierais tanta importancia a las divinidades, como para


atribuirles el poder necesario para maldecir a todo un pueblo- pronuncio
la figura misteriosa- o tal vez eso se deba…. –se retiro la capucha para
revelar un rostro pálido como el mismo mármol- a que llevo muchos
años lejos de mi hogar

- La cara del guardia se estiro presa de la sorpresa, al observar a uno de


aquello que había luchado contra los trasgos hace un centenar de años, y
pronuncio el nombre del ser preso de una gran alegría- ¡Imladris!
¡Alabado sea Eru, estáis vivo! –

- La pálida cara de Imladris dibujo una ambigua sonrisa en su rostro


mientras un susurro brotaba de sus labios- Alabado sea Eru … -

Durante varios años, una decena tan solo, la vida trascurrió nueva y
monótonamente sobre las Estancias del Tharanduil, e Imladris vivió de
nuevo entre su floreciente pueblo. No eran muchos no, pues de los
anteriores moradores quedaban tan pocos que se podían contar con los
dedos de las manos; y los jóvenes, bueno, ellos proliferaban y proliferaban
pero aun así apenas contaban con cien o dos cientos habitantes en las
renovadas estancias ocultas de Rhovanion: Las Estancias de Tharanduil.

Todo trascurrió de tal modo, hasta que un buen día, sin aviso previo,
apareció el cuerpo de una joven dama desangrada. Se trataba de una
damisela elfica de muy buen ver, con los cabellos de un gris platino intenso
y unos hermosos ojos azules tan inmensos y profundos como el del propio
mar, y vestía una túnica pálida como la tiza, casi parecía haber estado a
punto de contraer matrimonio antes de hallar tan fatal destino.

Los cuchicheos comenzaron a brotar por toda la ciudad, y pronto


comenzaron las habladurías con respecto a tan macabro y violento acto de
maldad:
Algunos dicen que a sido un trasgo que a debido penetrar en la ciudad, y
que se divierte haciéndonos sufrir –Comento un joven a Imladris que
divagaba entre tinieblas, pensando en lo ocurrido –Otros sin embargo,
afirman que se trata de algún antiguo espíritu elfico atrapado entre estos
muros, y que no veía con buenos ojos a esta dama, que iba a casarse en
breve –La mirada de Imladris oscilo nuevamente, buscando ojos en la
oscuridad de los pozos en los que se encontraban él y el joven –De todos
modos, creo que no a sido nada de eso –Imladris devolvió la mirada y la
atención al joven –Yo creo, aunque pienses tal vez que estoy loco, que se
trata de algún ser maligno enviado por el señor negro aquí, pero no creo
que sea un simple trasgo… no es su forma de actuar por lo que recogen
nuestros tratados sobre ello, después de la gran masacre.

-Tienes razón –Musito Imladris –pero no logro imaginar a un ser capaz de


tal barbarismo, ni tan siquiera un sucio trasgo desmembraría así a una
dama, y mucho menos la dejaría seca por dentro, esos degenerados
disfrutan comiéndonos enteros, e imagino que disfrutan con nuestro sufrir
mientras ellos nos devoran.

-El joven se estremeció ante las palabras del viejo elfo Imladris, e intento
ocultar sus temores con una nueva serie de afirmaciones –De tal modo que
piensas igual que yo… más bien pienso en algún tipo de licántropo o
vampiro, aunque se bien que en la actualidad quedan pocos seres de ese
tipo, pues la alianza de elfos y humanos acabo con ellos hace milenios, mas
–La mirada del joven busco la aprobación de la de Imladris, mas este
continuo con la mirada perdida en el infinito nuevamente –tiendo a pensar
que se trata de algún ser de un poder y maldad sin parangón con respecto a
los que cualquier elfo normal halla podido luchar en alguna ocasión y ello
me lleva a pensar, en el terrible combate que se llevara a cabo si en algún
momento ese ser es descubierto y se le intenta ajusticiar.

-Sin duda –Comenzó a hablar Imladris con un tono casi de reprimenda –


mas no creo que se trate de ser sobrenatural alguno, y me inclino a pensar
que se trata de algún elfo, que por causa desconocida halla sufrido algún
tipo de trastorno mental y se este cebando de algún modo con ese tipo de
asesinato…

-También es probable Imladris, mas era algo que de algún modo deseaba
descartar, pues ya hemos sufrido bastante con malas decisiones.
-Yo también desearía poder desechar ese tipo de razonamientos, mi joven
elfo, pero el tiempo que he vivido fuera de estos muros me ha dado a
entender de que en el interior de cada individuo hay una semilla de mal, y
tan solo es cuestión de un chispazo de oscuridad para que esa semilla
germine, y enloquezca al mas cuerdo de los cuerdos, ¿No crees? –Le
devuelve la mirada al joven

-Seria más que posible, maese Imladris, más quisiera pensar no…
Imladris toco el hombro del joven con su mano, y diciéndole “vamonos de
aquí, este lugar apesta a muerte” se deslizaron con rapidez por los túneles,
hasta alcanzar el nivel principal de la renacida Tharanduil.

4.- Una acusación,


varios crímenes,
y un castigo

Pasaron los días en Tharanduil, y las escenas de muertes seguían


produciéndose inexorablemente, día tras día, dama tras dama. Todas las
victimas compartían varios puntos en común: eran damas jóvenes,
relativamente hermosas, y de largos y sinuosos cabellos ondulados.

Los rumores eran cada vez mas frecuentes, y muchos de ellos se usaban
entre las gentes del pueblo como acusaciones de unos a otros y viceversa,
mientras que el culpable quedaba un nuevo día impune.
Los piqueros elficos y los guardias de la ciudad patrullaban las calles por la
noche, para tan solo encontrar un nuevo cadáver al llegar el nuevo día.

Una noche, una dulce dama elfa salía de una de las tabernas que quedan
abiertas todo el día, acompañada de Imladris, que quedaba cubierto por una
capa negra completa (con capucha incluida), dejando una gran propina al
tabernero que lo agradeció con una amplia y grata sonrisa.

La dama, de grisáceos cabellos, y ojos de color avellana, tenía por nombre


Lutía, y era una de las damas mas poderosas en la ciudad, desde que su
padre se hiciera cargo de la economía de las estancias hace ya varios
lustros.

Imladris y la dama Lutía se alejaron hacia los túneles mas oscuros de las
estancias, y allí… perdidos entre las nieblas primogénitas del mundo, se
abrazaron y besaron, para acabar haciendo el amor en lo que antiguamente
fue la casa, y la cama del herrero, al que mas de una vez Imladris había
molestado con su hermano.

A la mañana siguiente, los piqueros encontraron los restos de la dama


Lutía, y el cerco se cerró sistemáticamente sobre Imladris, que parecía
sorprendido sobre el curso actual de los acontecimientos.

¿Tienes algo que decir en tu defensa, Imladris? Se te acusa de matar a


muchas damas, hermanas a tu raza… -Dijo el anciano, que no era mas que
un elfo de aspecto similar al de Imladris, pero con muchos mas años que él
de vida-
La voz seca y entrecortada de Imladris broto de su garganta –Nada, más
que no recuerdo haber hecho eso que vos decís. Ayer compartí cama con
Lutía, eso es cierto; Ambos estábamos un tanto embriagados por el licor
que nos sirvieron en la taberna, y nos amamos… pero… de hay a
matarla… no señor, no tengo nada que decir en mi defensa salvo que seria
incapaz de matar a la dama que ame.
Dos guardias elficos se acercaron a Imladris cruzando un par de pálidas
espadas de factura Quendi* ante él, prestos a cumplir una sentencia que el
anciano aun no había dictado.
El anciano levanto la mano –Parad, su sentencia aun no esta dictada, retirad
esas espadas- A lo que los guardias respondieron bajando sus hojas hasta la
cadera.
Sabes pues -reanudo el anciano hablando- que tu castigo se pena con la
muerte o el exilio, ahora… ¿Comprendes tu delito, y asumes el castigo?
La mirada de Imladris se mostraba ausente, como si la mente del elfo gris
estuviera mas presente en otra realidad que en la que ahora le acontecía –
La... la comprendo -musito- y asumo el destino que el hado* me ha
proporcionado.

Bien… en ese caso, “Lord” Imladris… -el anciano levanto la mano, y los
dos guardias alzaron su espada- tu castigo será morir desangrado fuera de
estas Estancias, y cual trasgo, perecer en el frió de la noche sin tener donde
caer muerto –bajo la mano el anciano, y las hojas de los guardias
provocaron la negrura en el mundo de Imladris, sumiéndolo en una mortal
inconsciencia-

*Hado: Ser mítico que domina el destino, es el destino propiamente dicho


*Quendi: referente a los elfos, “elfica(s)”
5.-
Suceso Inesperado

La mirada una vez más moribunda del joven elfo se pasaba de una roca a
otra, oteando en la oscuridad en busca de la más mínima señal de vida para
ser auxiliado. Poco a poco, el aturdimiento dio paso a la desesperación, al
ver que el exterior del Tharanduil continuaba muerto desde la llegada hace
ya más de un siglo por parte de los trasgos.

Eru* me guarde… -pronuncio varias veces mientras miraba como su sangre


se derramaba sobre el páramo yermo en el que se había trasmutado las
antes ricas tierras del corazón de Rhovanion-
Eru…-volvió a pronunciar, antes de quedar inconsciente y notar como
algo, o alguien, cargaba con su cuerpo prácticamente exhausto.

Imladris fue incapaz de concretar el tiempo que estuvo inconsciente; si


fueron días, semanas o meses, mas el despertar le sobrevino en una
pequeña y pobre casa en el extremo este del bosque de Rhovanion. Se
incorporo, para notar como varias cataplasmas se fundían a su torso allá
donde aun había heridas profundas de las hojas elficas.

Su anfitrión, que no era otro que el joven Quendi que le hablo de la primera
muerte en las estancias, un joven de robusto torso (para ser elfo) y cabello
rubicundo, bajo el que descansaban dos ojos de un azul intenso.
Imladris agradeció con una reverencia al joven que le había recogido, y
sintió un tremendo punzazo que le recorrió toda la columna vertebral,
obligándolo a tumbarse nuevamente sobre el camastro de paja que el joven
le había preparado. Uno o dos días después, pues en este estado es difícil
precisar, Imladris volvió a incorporarse en le camastro, esta vez con una
salud tan firme que ni sintió dolor alguno por las heridas que aun no se
habían cerrado. Sin embargo, sentía una tremenda sed, un apetito que la
escasa comida que el joven podía proporcionarle no llegaba nunca a
acallar. Imladris sentía desprecio hacia el mismo, cuando después de
devorar a una rata sintió mermar minimamente esa impía necesidad,
aunque no obstante, la sed volvió casi de inmediato.
Ahora el viejo elfo Imladris se debatía entre, ser fiel a los suyos, aquellos
que lo habían abogado a la muerte…. o… acallar su sed con aquel que lo
había recogido de las zarpas de la dama negra.

Imladris soñaba por la noche, sus visiones eran de lo más turbadoras, y se


levantaba completamente mojado de sudor, con cada nueva pesadilla; a veces
eran referentes a su vida, cosa que no le extrañaba al elfo gris, pero… las más
turbadoras eran unas referentes a algo totalmente ajeno a él:

“Ven a mi pequeño, te mostrare el modo de ser mas de lo que jamás tu raza a


soñado, te daré todo aquello que ser vivo pueda llegar a desear, y mas…
mucho mas” –se trataba de un ser de cabellos castaños, un joven humano con
una corona de laurel en la cabeza, y una túnica negra adornada con un
colgante que tenia grabado por todos lados una extraña estrella de 8 puntas, y
se sostenía en el aire levitando frene a él. Una tremenda espada negra grabada
en runas grises flotaba junto al joven.-
“Ven mi querido niño… y sabrás que puedo hacer por ti, por tu venganza
frente a los tuyos… conocerás el placer de la venganza una vez mas, y esta
vez saciaras tu sed con la sangre de los tuyos.” –sonrió el joven de cabello
castaño- “Pero no temas… no estarás solo cuando decidas tu venganza, te
proporcionare un arma digna de un guerrero, de uno de mis paladines…
El joven observo largo y tendido a Imladris, tras lo cual una sonora carcajada
se abrió paso hasta los oídos adormecidos del elfo gris- “Ella, si... ella te
ayudara, pues esta sedienta de venganza como tu… pero… ten cuidado, su sed
a diferencia de la tuya no conoce fin”

Puedo saber quien sois, ¿joven humano? Vos sabéis mucho de mi… y es algo
que deseo conocer.
“¡OH! Me temo que no soy mortal como insinuáis mi buen niño, a pesar de
que esta apariencia sea de un humano, puesto que es la que mas podría
agradaros de las que poseo, pero disculpad” –el rostro del joven se vuelve
marmóreo, sin mostrar sentimiento alguno en sus labios y ojos- “De donde
provengo, mi buen Moriquendi**, hasta vuestra raza tiene otro nombre… aquí
desconozco que nombre me daréis a mi y a mis hermanos, mas… me llaman
Arioch, Señor de las Espadas.”

Me temo señor, que desconozco quien sois, aunque dada mi sed de venganza –
titubea- acepto… si… acepto vuestra ayuda para cobrarme mi venganza
La mirada vacía de Arioch brilla levemente – “Bien mi querido niño,
descansa, pues vuestra arma de luto aun debéis encontrar, y el viaje es largo…
muy largo…

*Eru: Dios creador de todo, inicio la canción de la creación que luego completaron los valar (dioses) y maiar (semi
dioses), También conocido como Iluvatar.
** Moriquendi: Referente a los elfos grises, las razas elficas que no vieron la luz de los dioses (elfos sindar y silvanos
comúnmente)
6.-
El Despertar del
Demonio

Pasaron tal vez una decena de días, antes de que Imladris se recuperara por
completo de las heridas infringidas, bajo el cuidado y la mirada de Enluin,
pues este era el nombre del joven de los cabellos dorados; sin embargo, su sed
no hacia más que crecer y crecer con el paso de cada día, de cada alba, hasta
que el día que se cumplía la segunda decena de días junto al joven susurro:

-Me temo hermano*, que debo partir de inmediato, y a mi regreso… tal vez no
sea yo mismo…

-Los ojos de Enluin se abrieron de par en par- Imladris… aun hay algo que
deseo saber antes de que marchéis… y… -lo mira con el rostro serio y severo-
¿Por qué las mataste? Amabas a Lutía, ¿No? ¿Por qué la mataste también a
ella?

-La mirada de Imladris refleja la de Enluin- Me temo que ya no soy lo que fui
–afirma con gran pesar- y tal vez sea hora de que ate un cabo suelto para mi
retorno…

-Imladris- Musita el joven- ¿que pensáis hacer?

-Imladris le acaricia el cabello, dejando que sus uñas le rasguen el cuello por
detrás- OH… tan solo vengarme de quien me a traicionado, después de…
morir por ellos me temo….
-La mirada perturbada de Enluin se centra en un espejo que hay en la pared,
tras él, la figura de Imladris se transparenta mientras ve un último fogonazo
saliendo de la boca de este. Sus colmillos se clavan en el cuello desprotegido
de Enluin, y el joven queda suspendido en el aire, retorcido como un acordeón
frente al espejo de plata que, ahora refleja a Imladris, con la mirada inyectada
en sangre.

De la garganta humedecida de Imladris, comienza a surgir un tremendo


aullido gutural que ensordece al propio Elfo Gris, y ni el es capaz de escuchar
un juramento que proclama sin conocer, sin entender…

Sangre y Almas
¡Sangre y Almas!
¡Sangre y Almas para mi Señor Arioch!

Mientras, en la lejanía de los planos superiores, una figura joven y de cabellos


castaños sonríe ante la plegaria que escucha proveniente de un plano al que no
tenia, hasta ahora, poder para llegar. La figura de Lord Arioch, Duque de los
avernos, Amo de las 7 tinieblas y Señor de las Espadas comienza a moverse
por los planos, volando libre entre las corrientes del espacio y el tiempo,
gritando y riendo sin medida mientras las realidades se comprimen y
expanden a su alrededor, victimas de su nimio roce en el viaje.

Me has llamado, mi buen niño, y yo siempre acudo cuando se me hace una


ofrenda de sangre y almas… he escuchado tu plegaria desde mi impío trono, y
aquí me tienes…. ¿Estas dispuesto a comenzar tu búsqueda de la mitad que te
sirva para completar tu anhelada venganza? ¿Marcharas ya a buscar a “La que
Porta el Duelo” para cumplir tu anhelo?

-Imladris sin saber por que, se arrodilla ante Arioch- Mí… Señor, estoy
dispuesto… -una extraña lucidez brilla en la mente de Imladris- yo traeré a la
que Porta el Duelo…. Yo traeré a Enlutada, para que su sed y mi sed sean una.
7.-
Buscando a
“a La Que Porta
el Duelo”

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