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Tema 1: LLAMADOS A LA SANTIDAD

OBJETIVO: Recordar que todos los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos
con tantos y tan poderosos medios de salvación, somos llamados por el Señor, cada uno por su camino,
a la santidad.

ORACIÓN INICIAL:
Tú Señor, eres Santo y me invitas a la santidad.
Envía, Señor, la fuerza de tu Espíritu
y haz que camine en santidad.
Envía, Señor, tu Espíritu para que
Los que lloran, tengan fuerzas;
Los que sufren, sean alegres;
Los que son perseguidos, sepan caminar;
Los que se desaniman, re-emprendan la marcha;
Los que dan, no cierren sus manos;
Los que acogen, no endurezcan su corazón.
Señor tú me invitas a ser mejor.
Tú me invitas a la santidad.

CANTO:

HECHO DE VIDA: La camisa del hombre feliz.


Un rey se hallaba muy enfermo y le había embargado una extraña y profunda tristeza que ni el mismo
sabía explicar. Había mandado llamar a todos los médicos, alquimistas y hasta brujos y adivinos del
reino y les prometió darles la mitad de su reino a quien encontrara una medicina que le devolviera la
salud. Los médicos emplearon toda su ciencia y arte; los alquimistas combinaron pócimas secretas en
sus retortas, los brujos conjuraron espíritus de antepasados, y usaron talismanes misteriosos y toda
clase de sortilegios; los adivinos interpretaron el movimiento de las constelaciones; pero el rey no solo
no curo, si no que se puso más grave.

Entonces uno de los médicos declaro que había una posibilidad de curar al rey de tan extraña
enfermedad:
- Si sobre la tierra se encuentra un hombre feliz- aseguro- quítese-le la camisa y que se la ponga el rey
con lo que este, en poco tiempo, quedara curado.
Al punto el rey envió mensajeros a todos los pueblos del reino e incluso a los reinos vecinos
encomendándoles de encontrar a un hombre feliz y traerle al instante su camisa. Los enviados del
soberano se esparcieron por los cuatro puntos cardinales y comenzaron a visitar a los que se suponían
eran los hombres más felices de la tierra: Los príncipes, los poderosos y los grandes terratenientes. Pero
resulto unos andaban en guerras y litigios: otros, a pesar de sus riquezas se sentían insatisfechos y
ambicionaban aún más; y no pocos vivían temerosos de ser envenenados por sus mismos parientes o
simplemente estaban aburridos o amargados. Frustrados en su intento de encontrar al hombre más feliz
entre las más altas clases sociales, decidieron probar suerte entre la gente común. Y resulto que unos se
quejaban del gobierno y de los impuestos; otros de los pesada que les hacia la vida la mujer o la suegra
y los más se la pasaban envidiando a los ricos y maldiciendo su suerte.

Los mensajeros estaban desesperados. “Al que me traiga la camisa del hombre más feliz le daré la
mitad de mi reino”… pero ningún resultado.

Cierto día, cuando ya el sol se ponía, el hijo del rey al pasar por un puente oyó voces de júbilo y cantos
alegres. Detuvo su caballo para escuchar con atención y oyó que alguien debajo del puente cantaba
¡Que hermoso día! ¡Nada me falta! ¡Qué feliz soy! El hijo del rey, aunque escéptico, decidió hablar con
aquel vagabundo. Se apeó del caballo y bajó por el borde del rio hasta la humilde choza de tablas
torpemente acomodadas debajo del puente e iluminada por la tenue luz de una vela. Pensó tocar con
fuerza la puerta, pero la choza no tenía puerta sino era un trozo de burda tela que colgaba como una
cortina. Sintió un poco de repugnancia y grito desde afuera fingiendo un tono amable:
- Soy el hijo del rey, salid buen hombre y te prometo que este será para ti un buen día.

Tras la cortina de trapo, asomo el rostro de un hombre de rostro arrugado, de canosas y tupidas barbas y
contemplando de arriba abajo con ojos de asombro a aquel distinguido personaje con sombrero de
pluma le replico:
-Joven, yo no recuerdo haber tenido jamás un mal día.
El príncipe corrigió: - Que Dios te conceda una vida feliz…
-Pero yo jamás he sido infeliz. Respondió aquel hombre.

Al joven príncipe no le quedaba ya duda, aquel era el hombre que buscaba. Iba a pedirle su camisa
cuando el anciano levantando la mano lo interrumpe y como si no tuviera prisa se sentó sobre una caja
de madera y mirándole a los ojos le dijo:
-Escuche joven, no sin razón le he dicho que yo no he tenido mal día porque cuando paso hambre alabo
a Dios; cuando llueve o nieva, lo bendigo; cuando la gente me rechaza o me saca la vuelta, también se
lo ofrezco a mi Señor y me siento contento de poderme asemejar al menos en eso a él. En todo pues
busco hacer lo que mi Señor y Dios quiere y eso me basta para ser feliz.
– Bueno, bueno, le creo –dijo un poco impaciente el príncipe – parece que estas persuadido de ser el
hombre más feliz del mundo y no lo discuto, pero ahora, ¡pronto! Necesito que me prestes tu camisa y
haciendo tintinear un pequeño bolso de cuero añadió: Te daré todas estas monedas de oro.
El hombre de la cabaña respondió.
–Lo siento amigo pero yo soy tan pobre que no tengo camisa.

Este cuento de León Tolstoi más que un cuento es un acertijo: ¿Qué es lo que hace a un hombre feliz?
La enfermedad del rey estaba en tener demasiadas camisas y en buscar la felicidad, como muchos hoy
en día, en lo que se ponen y en lo que se cuelgan. La camisa del hombre feliz no existe, ni podía existir,
porque la felicidad no consiste en colgarte cosas como si fueras una percha, sino en deshacerte de las
que te sobran y dárselas al que no tenga ninguna. La felicidad del pobre no estaba en no tener nada,
sino en la actitud con que vivía su vida. La enfermedad del rey se curaba, no poniéndose una camisa,
sino dándose cuenta de que hay muchos que no la tienen y haciendo algo para compartir con ellos la
abundancia de sus bienes materiales.

ILUMINACIÓN: 1 Pedro 1, 13-16


“Por tanto, tengan listo su espíritu y estén alerta, poniendo toda su esperanza en esta gracia que será
para ustedes la venida gloriosa de Cristo Jesús. Si han aceptado la fe, no se dejen arrastrar ya por sus
pasiones como lo hacían antes, cuando no sabían. Si es Santo el que los llamó, también ustedes han de
ser santos en toda su conducta, según dice la Escritura: Serán santos, porque yo soy Santo". Palabra
de Dios.

El Papa Francisco en su Exhortación apostólica GAUDETE ET EXSULTATE (sobre el llamado a la


santidad en el mundo actual) en el Capítulo primero titulado “EL LLAMADO A LA SANTIDAD”, nos
dice (se citan algunos números):

PUNTOS A REFLEXIONAR:

Es Dios Padre que por amor nos precede y nos invita a recorrer el camino de la santidad. Él que nos
ama, nos da una identidad que nos hace pertenecer a un pueblo, a una comunidad en la que Él ha
querido hacerse presente.

Dios confirmó la fe de Abraham y Sara dándoles promesas maravillosas. Las personas que hemos
puesto nuestra fe en Dios por medio de su Hijo Jesucristo, también hemos recibido promesas
maravillosas. Hay que estar atentos para ver la conexión entre la fe y las promesas de Dios para cada
uno (ejemplos: la promesa de su protección, la promesa de su amor incondicional, la promesa de paz, la
promesa de vida eterna, etcétera). Entenderíamos que las promesas ayudan en tiempos de desilusión, de
tristeza, de desesperanza y confusión. Así como hablamos de Abraham y Sara, también podríamos
hablar de Moisés, de Gedeón y de varios más, que nos alientan a no detenernos en el camino, nos
estimulan a seguir caminando hacia la meta, a confiar en sus promesas. «Corramos, con constancia, en
la carrera que nos toca» (Heb 12,1) GE #3

Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus
hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las
religiosas ancianas que siguen sonriendo (GE #7). Santa Gianna Beretta Molla santa italiana que
enfermó de cáncer y decidió continuar con el embarazo de su cuarto hijo, en vez someterse a un aborto,
como le sugerían los médicos para salvar su vida.

Se casó con Pietro Molla, con quien tuvo cuatro hijos. Durante toda su vida consiguió equilibrar su
trabajo con su misión de madre de familia.

Gianna murió el 28 de abril de 1962, con 39 años de edad, una semana después de haber dado a luz.

En ocasiones contemplamos modelos de santidad que parecen inalcanzables y podríamos


desalentarnos, obvio son útiles para estimularnos y motivarnos, pero no para copiarlos, porque eso
hasta podría alejarnos del camino único y diferente que el Señor tiene para nosotros. Tenemos que
discernir nuestro propio camino. Es que quiero ser como Santa Teresa de Calcuta o como San Juan Palo
II, ¿quién no? Qué bueno que tengamos modelos de santidad y tratemos de imitarlos, pero a lo mejor
Dios no me pensó de misionero en la India y si no lo logro me voy a frustrar, cada uno tenemos nuestro
camino único y diferente. «Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno
materno, te consagré» (Jr 1,5). Esto debería entusiasmarnos y alentarnos para darlo todo. (GE #11)

Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las
ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra (GE # 14). Esta santidad a la que el Señor te
llama irá creciendo con pequeños gestos (GE # 16). Cada uno de nosotros en el lugar donde Dios nos
pide que estemos, en tu trabajo, en la labor de la casa, criando a los hijos, atendiendo al esposo y
viceversa. Y así cuando nos pregunten si estamos listos, estarlo, como Santo Domingo Savio o Louis y
Zelie los padres de santa Teresita de Niño Jesús y muchos otros.

A veces la vida presenta desafíos mayores, en otras solo se trata de encontrar una forma más perfecta
de vivir lo que ya hacemos. «Aprovechar las ocasiones que se presentan cada día para realizar acciones
ordinarias de manera extraordinaria» (GE # 17). Como el Cardenal Van Thuâne en la cárcel, «vivir el
momento presente colmándolo de amor».

Necesitamos concebir la totalidad de nuestra vida como una misión. Escuchar a Dios en la oración y
reconociendo los signos que él te da. Pregúntale siempre al Espíritu qué espera Jesús de ti en cada
momento de tu existencia y en cada opción que debas tomar, para discernir el lugar que eso ocupa en tu
propia misión (GE #23).

Ojalá puedas reconocer cuál es esa palabra, ese mensaje de Jesús que Dios quiere decir al mundo con tu
vida. Déjate transformar, déjate renovar por el Espíritu, para cumplir nuestra misión, la santidad. El
Señor la cumplirá también en medio de los errores y malos momentos, con tal que no abandones tu
camino y estés siempre abierto a su amor (GE # 24). Que no se nos olvide que «no es que la vida tenga
una misión, sino que la vida es misión».

Aprendamos en este tiempo cuaresmal a reconocer que es Dios que nos ayuda por medio de personas,
signos. Toda la creación habla de sus maravillas. Aprendamos a mirar a esa viejecita que va y pone un
billete como ofrenda frente a un santito y da todo lo que tiene, los atardeceres. Hay en el día a día
muchas manifestaciones en que Dios nos revela el amor tan grande para nosotros, su pueblo.

CONCLUSIÓN:
No tengamos miedo de apuntar más alto, de dejarnos amar y liberar por Dios. No tengamos miedo de
dejarnos guiar por el Espíritu Santo. La santidad no nos hace menos humano, sino al contrario, porque
se da el encuentro de tu debilidad con la fuerza de la gracia, y entonces las cosas cambian y se ven de
diferente manera, todo es posible para Dios, nuestra conversión puesta en manos de Dios se puede
alcanzar hasta llegar a la santidad. En el fondo, como decía León Bloy, en la vida «existe una sola
tristeza, la de no ser santos». (cfr. GE n.35)

DINÁMICA: “Mi nombre de Santo”.


1.- Tienes 5 minutos para pensar tu nombre de santo, la única condición es que debe de comenzar con
la misma letra de tu nombre, por ejemplo: “Saúl Servicial”. Tiene que ser un adjetivo que te defina y
que gracias a esta virtud o actitud sobresaliente llegarás a ser santo.
2.- Hacer grupos de 5 (no conocidos) y compartir porque escogieron ese nombre.
3.- 5 voluntarios exponen los nombres que más les llamaron la atención y ¿Por qué?.

Todos somos llamados a la Santidad y Dios nos da las cualidades necesarias para lograrlo, depende de
nosotros trabajarlas.

COMPROMISO: En este Tiempo de Cuaresma ORAR.


Una vez le preguntaron a la Madre Teresa cómo rezaba a Dios, ella dijo: “Lo miro y él me mira”. Que
Santa Teresa de Calcuta sea nuestro modelo, para 15 minutos de oración cada día. No se trataba de
tener una profunda experiencia emocional o decir muchas palabras, sino de pasar tiempo con Dios.

ORACIÓN FINAL: Señor haz que me parezca a TI.


Señor Jesús: Viniste a este mundo a enseñarnos el mandamiento de Dios: el amor.
Con los hechos. Con la vida.
Y Naciste en un pesebre, por amor. Naciste pobre, por amor.
Te confundiste con el pueblo, por amor.
Y trabajaste como obrero hasta los treinta años, por amor.
Trabajaste humildemente, infatigablemente. Las manos sucias, ásperas, callosas.
Ganaste el pan con el sudor de tu frente.
Y te diste íntegramente a todos. Por amor. Jamás negaste nada a nadie.
Las raposas tenían cuevas y las aves nidos, Tú no tuviste donde reclinar la cabeza.
Por tu amor.
Te importunaban, amaste.
Te calumniaban, amaste.
Te injuriaban, amaste.
Te odiaban a muerte, amaste.
Dijiste siempre la verdad y por la verdad moriste.
Nada poseías y todo lo diste.
Por amor.
Haz, Señor Jesús, que me parezca a Ti. Amén.

Tema 2: DESAFÍOS ACTUALES

OBJETIVO: Reconocer a la luz de Jesucristo, todas aquellas intenciones, acciones y operaciones que
no están encaminadas en servicio y alabanza de la su Divina Majestad, y una vez comprendidas, ponga
los medios necesarios para superarlas con la ayuda y gracia de Dios.
ORACIÓN INICIAL: Del Padre Ignacio Iglesias, SJ
Señor cuando me encierro en mí, no existe nada:
ni tu cielo y tus montes, tus vientos y tus mares;
ni tu sol, ni la lluvia de estrellas,
ni existen los demás ni existes Tú, ni existo yo.

A fuerza de pensarme, me destruyo,


y una oscura soledad me envuelve,
y no veo nada, y no oigo nada.

Cúrame, Señor, cúrame por dentro,


como a los ciegos, mudos y leprosos,
que te presentaban, yo me presento.

Cúrame el corazón, de donde sale,


lo que otros padecen y donde llevo mudo
y reprimido el amor tuyo, que les debo.

Despiértame, Señor,
de este coma profundo,
que es amarme egoístamente por encima de todo.

Que yo vuelva a ver, a verte, a verles,


a ver tus cosas, a ver tu vida,
a ver tus hijos. Amén.

CANTO:

HECHO DE VIDA: La princesa y la luna.


Había una gran tristeza en el palacio, a la Reina encerrada en su alcoba se le oía sollozar, el rey estaba
sentado en su trono con la cara entre las manos, nadie levantaba la voz, el bufón había dejado de hacer
sus gracias que ya no hacían reír ni levantaban el ánimo de nadie; hasta parecía que toda la naturaleza
estaba triste, los días eran grises, monótonos, sin vida.

¿Qué había sucedido en aquel lugar que hacía poco tiempo era conocido como “Reino de alegría”? Sí,
así lo llamaban los vecinos ante las numerosas fiestas que el rey había ofrecido por el nacimiento de la
pequeña princesa. Ella era la alegría y orgullo de sus padres. Cuando la niña creció un poco, el viejo
bufón pareció rejuvenecer porque la pequeña festejaba sus más vacías gracias con su risa infantil,
fresca y contagiosa.

Hacía ya siete años de su nacimiento y se acercaba el octavo cuando la niña empezó a sentirse triste y
enferma, y llevaba varias semanas que no se levantaba de su lecho ni siquiera a mirar por la ventana.
En su amplia recámara, cobijada, yacía la princesa. Sus grandes ojos azules se humedecían súbitamente
y una perla de luz rodaba por sus pálidas mejillas hasta empapar la almohada. A su alrededor están los
médicos más afamados del país, y en sus caras se veía la frustración de no poder descubrir el mal que
aquejaba a la princesa y la sumía en honda tristeza.
-Nada Majestad, no hay nada que pueda curar a la princesa, parecería que ya no quiere vivir, -dijo el
médico de la corte.

El rey en su desesperación (que lo perdone Dios), mandó llamar a brujos, magos y adivinos y les
ofreció, a cualquiera que pudiera sanar a la princesa, una enorme recompensa. Pero ni hechizos, ni
ciencia, ni arte alguno pudo encontrar la cura para tan extraña enfermedad.
-Nada Majestad, no hay nada que hacer, le dijeron.

Fue entonces cuando el Bufón pidió permiso para entrar a hablar con la princesa, cosa que le fue
inmediatamente concedida.
- ¿Qué te pasa mi querida niña?, ¿qué puedo hacer para que me regales una de tus sonrisas?
-Quiero…, -dijo la niña con débil voz-, quiero que me des la luna.

El bufón salió corriendo y sin ninguna reverencia entró donde el rey y le dijo:
-Ya encontré la solución para sanar a la princesa de su triste enfermedad, ella quiere que su majestad le
dé la luna.
El rey, que estaba acostumbrado a dar órdenes, sin más indicó:
-¡Que le traigan inmediatamente la luna!
Se convocaron de nuevo a todos magos, sabios y adivinos.
-La princesa quiere, de inmediato, la luna.
-¿Qué qué?, ¿la luna?, ¿la luuuuna?, ¡imposible!

Se marcharon uno tras otros y el rey volvió a dejar caer la cabeza entre sus manos.
-Permítame su majestad -interrumpió el bufón- hablar de nuevo con la princesa.

El rey asintió casi sin ganas y el bufón entró de nuevo a la alcoba.


-Dime niña mía, ¿para qué quieres la luna?
-Para colgármela del cuello, -respondió sin inmutarse la princesa.
-¿Para colgártela del cuello?, pero… ¿cómo te las vas a colgar del cuello?
-No seas bobo bufón. ¿Cómo podría ser sino como las niñas se cuelgan las cosas al cuello?, con un hilo
de plata.
-Pero y, ¿cómo te imaginas tú la luna?
-La luna es como la vemos -dijo la princesa-, redonda, brillante y de plata.
-Y, ¿qué tan grande será la luna?
-No mucho -dijo la princesa-, y levantando la mano señaló: ¡mira!, desde aquí la puedo cubrir con mi
dedo pulgar.
El bufón entonces pidió al joyero del rey hacer una luna idéntica a la que se veía en el cielo del tamaño
de un dedo pulgar, la colgó de un hilo de plata y se la llevó a la princesa. Cuando la princesa vio la luna
colgando del hijo de plata, por primera vez en mucho tiempo abrió sus grandes ojos y una leve sonrisa
amaneció en su rostro.

Aquella mañana el sol entró con fuerza por todas las ventanas del palacio y todos en la corte se llenaron
de alegría al enterarse que la princesa había recuperado su rostro de fiesta.

En ese momento el bufón cayó en la cuenta de una tragedia que se cernía y que nadie había previsto.
En efecto, esa noche, esa misma noche, la luna iba a aparecer de nuevo en el cielo y la princesa
descubriría que todo había sido un engaño.

El rey informado de lo que se avecinaba volvió a convocar de emergencia a los sabios, magos y
adivinos.
-Que se cierren las ventanas y se corran las cortinas, -propuso el primero.
-¡No!, que se ponga una manta negra en la ventana y se le pinten las estrellas -sugirió el segundo.
-¡No!, mejor que se ponga sobre una larga lanza un disco negro y que alguien durante la noche cubra la
luna de la vista de la princesa, -corrigió el tercero.

El rey se dejo caer sobre su trono triste y desesperado sabiendo que todo sería inútil.
El bufón insistió:
-Dejadme, su majestad, hablar una vez más con la princesa, -y así lo hizo.
-Dime princesa, ¿no te parece un poco egoísta el que tú quieras tener la luna para ti sola?, ¿qué va a
decir la demás gente del reino cuando esta noche no aparezca la luna? Todos se enterarán que tú se la
has quitado y les vas a dar un terrible disgusto.
-No seas bobo bufón, -replicó la pequeña, esta vez con una sonrisa. Cuanto tú cortas una flor, no se
acaban las flores, sino que brota otra igual de hermosa. Pues lo mismo sucederá con la luna, esta noche
volverá a salir otra igual de hermosa.
Aplicación del Hecho de vida: A pesar de que el cuento es muy antiguo, la enseñanza es muy actual y
es que a pesar de que hemos logrado fabulosos avances en los medios de comunicación, tecnología,
conocimientos, pareciera que la comunicación en el hogar entre cónyuges, padres e hijos, con los
vecinos, necesitados, etc., se está haciendo imposible. El problema no está en el lenguaje, sino en que, a
diferencia del bufón, no queremos o no sabemos salir de nuestro mundo, nuestras creencias obsoletas
para meternos en el mundo del otro. El problema de la comunicación es un problema de egoísmo, de
narcisismo, de autoritarismo y de desinterés por la manera de ver, sentir y pensar del otro. Vivimos en
un mundo en donde solo mis deseos importan, lo que yo hago importa y no vemos la realidad y
necesidad del otro a ejemplo de Jesucristo.

Como el rey, algunos consideran que los problemas de la vida se resuelven dando órdenes, incluso a
gritos y a golpes, controlando, dejando las soluciones a nuestra capacidad y rechazando la ayuda de
Dios. Llegando al grado de ofrecer recompensas a cualquiera para que nos solucione el problema sin
involucrarnos.

Las personas necesitan atención, aprecio, estima, y esto se demuestra especialmente hablando sin
prisas, escuchando, tratando de entender su manera de pensar, su punto de vista, esforzándose, como el
bufón, por sintonizar con las ansias de su corazón para hacer feliz a la princesa.

ILUMINACIÓN: San Lucas 10, 25-37


«Se levantó entonces un experto en la ley y le dijo para tenderle una trampa:-Maestro, ¿qué debo
hacer para obtener la vida eterna? Jesús le contesto: -¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?
El maestro de la ley respondió: -Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con
todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Jesús le dijo: -Has respondido
correctamente. Haz eso y vivirás. Pero él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: -¿Y quién es mi
prójimo? Jesús le respondió: -Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos
asaltantes que, después de despojarlo y golpearlo sin piedad, se alejaron dejándolo medio muerto. Un
sacerdote bajaba casualmente por aquel camino y, al verlo, se desvió y pasó de largo. Igualmente un
levita que pasó por aquel lugar, al verlo, se desvió y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de
viaje, al llegar junto a él y verlo, sintió lástima. Se acercó y le vendó las heridas después de habérselas
limpiado con aceite y vino; luego lo montó en su cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él. Al
día siguiente, sacó unas monedas y se las dio al encargado, diciendo: “Cuida de él, y lo que gastes de
más te lo pagaré a mi regreso”. ¿Quién de los tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos
de los asaltantes? El otro contestó: -El que tuvo compasión de él. Jesús le dijo: -Vete y haz tú lo
mismo». Palabra del Señor

PUNTOS PARA REFLEXIONAR:


No es novedad decir que existe un sinfín de desafíos para el que quiere seguir e imitar la vida de Jesús
de Nazaret. Por tal motivo, este tema intenta abordar dos de los enemigos de la santidad, que nos
propone el Papa Francisco en la exhortación apostólica GAUDETE ET EXSULTATE: el gnosticismo y
el pelagianismo.

Desde tiempos de Jesús ya existían aquellos que creían saberlo todo o que en su afán de querer saber
más y tenderle trampas a nuestro Señor, le cuestionaban sin cesar. Hoy en día no es muy distinta la
situación. Y es que, si nos cuestionamos, ¿cuántas veces hemos hecho lo mismo que el fariseo?,
¿cuántas veces hemos buscado justificar nuestras acciones u omisiones?, y qué decir de todas aquellas
veces que hemos pasado de largo ante el necesitado; como el sacerdote o el levita de la parábola,
porque ya me creo santo o bueno, y en nuestro interior solo pensamos o si bien le va al caído le
decimos: voy a rezar por ti.

1.- El Papa Francisco nos advierte que el gnosticismo, nos lleva a vivir una fe encerrada en el
subjetivismo, donde solo nos interesa una serie de razonamientos y conocimientos que supuestamente
reconfortan e iluminan, pero en definitiva quedamos encerrados en nuestra razón y sentimientos (cfr.
GE n.36).
El gnosticismo nos conduce a confiar en el razonamiento lógico y claro, y nos hace perder la ternura, la
cercanía con el hermano. Nos lleva a no hacer realidad la Palabra de Dios, significa construir sobre
arena, permanecer en puras ideas. Es decir, mide la perfección de las personas en la cantidad de datos y
conocimientos que acumulen. Pico aquí, pico allá, busco ideas de incluso otras corrientes como el
yoga, budismo, reiki, etc., buscando lo que se me acomode y haga sentir bien a mis razonamientos.
Juzgan según la comprensión de más doctrinas, el que más sabe es mejor. Pero son incapaces de tocar
la carne sufriente de Cristo en el prójimo.

Es importante mencionar que el gnosticismo nos lleva a descartar a nuestro prójimo, a creer que
poseemos todas las verdades y aquel que no comulgue con estas, es rechazado o ignorado como el
hombre herido de la parábola. Es decir, sino reza como nosotros, sino va a misa, sino pertenece a un
grupo parroquial, o sigue nuestra fórmula mágica, entonces Dios no está en él y no le conoce.

· El sacerdote y el levita (también hoy el laico comprometido), en sus razonamientos no se


detuvieron. Vivían una vida encerrada en sus conocimientos, sin sentir compasión. Es decir, no
son capaces de llevar esas (responsabilidades religiosas) a la vivencia de la caridad, solo había
cumplimiento.
· Tal vez porque al tocar la sangre del herido les haría quedar impuros.
· Quizá llevaban prisa por ocupaciones concernientes a Dios. Y es que, si nos ponemos a pensar,
Dios es mucho más que lo que podemos ahora comprender de él. Imposible meterlo en una caja
de zapatos con ideas y conceptos, puesto que, su invitación va mucho más allá de nuestro
entendimiento. Nos llama a seguirlo, a vivir como Él, a ser como Él en esta vida.

Valdría la pena cuestionarnos si el gnosticismo se ha arraigado en nosotros que nos lleva a actuar como
poseedor de todas las verdades de manera que busco demostrar mi saber y resaltar la ignorancia de los
demás. Posiblemente me atribuyo méritos que no son míos o presumo de ellos sin que realmente los
posea. Quizá busco disminuir el mérito de los demás con mi actitud, comentarios, gestos, no dando
importancia a lo que piensan o sienten, posiblemente si se ha arraigado me sienta aparentemente
satisfecho de mí mismo y tienda a alabarme ante los demás.

Otra forma en que se puede manifestar esta corriente ideológica es al afanarse en sobresalir por encima
de los demás y de buscar estar por encima de todos por creerse con autoridad o más conocimientos. Tal
vez pienso que porque sé más me deben reverencia, incluso llegando a ser capaz de discutir
agresivamente por defender las propias ideas. De igual forma la murmuración o crítica hacia el prójimo
que no piensa como yo es otra forma. Lo más grave es ponerse en el lugar de Dios, no aceptando los
misterios que ya nos ha revelado en Cristo Jesús. Se es duro de juicio en donde no hay razones que
valgan y no se busca entender a la otra persona. Aún cuando haya razón para darse cuenta de algún
error no se reconoce y se mantiene en el error.
Expongo con un ejemplo la contraparte de este desafío al que nos enfrentamos. Existe en Veracruz un
grupo llamado las Patronas. Son un grupo de mujeres voluntarias de la comunidad La Patrona,
del municipio de Amatlán de los Reyes.

Las acciones voluntarias de estas mujeres, comenzaron el 14 de febrero de 1995, día en que las
fundadoras del grupo, Leonila Vázquez y su hija Norma, regresaban de la tienda con los alimentos para
su desayuno y vieron el paso de La Bestia. Cuando los migrantes les pidieron comida, ellas les dieron
lo que llevaban. No sabían de dónde venían estas personas, hasta que un día que paró el tren en la vieja
estación conocieron a los cientos de inmigrantes y migrantes que querían llegar a Estados Unidos en
busca del llamado "sueño americano". Después de saber esto, reafirmaron estas mujeres la labor de
hacer comida y prepararla en bolsas para lanzarlas hacia el tren cuando pasara delante de su
comunidad. Cada vez es mayor el número de alimentos que logran lanzar al tren estas mujeres.

Las patronas preparan diariamente entre 15 y 20 kilos de frijoles y arroz, y entregan cerca de 300
almuerzos diarios. Cuando pasa La Bestia, se acercan a las vías y disponen de aproximadamente 15
minutos para lanzar las bolsas con comida que han preparado, además de botellas de agua, para que
atrapen los migrantes desde el tren en marcha.

Se paran diariamente a cocinar y quitarse, literalmente en muchos de los casos, el pan de la boca para
poder darle a los migrantes que tienen un viaje tan difícil. Leonila Vázquez explica que lo hace porque
los migrantes no solo le agradecen, sino que le dicen " Dios la bendiga madre", algo que ella menciona
con mucha emoción, les mueve el corazón ayudar a estas personas. La buena fe de estas mujeres se
siente no solo con los migrantes. Es para con el mundo, son un ejemplo vivo de bondad.

Valdría la pena reflexionar, ¿creeríamos que las patronas buscan ideologías absolutistas sobre el amor,
sobre el dolor, sobre el bien y el mal?, la respuesta es absolutamente no. El bufón del cuento y el
samaritano, seguramente no eran los más conocedores de ideologías, estudios bíblicos y experiencias
místicas, pero hicieron lo correcto.

El amor cristiano es un amor concreto, porque la presencia de Dios en Jesucristo es concreta, real y
para todos. El mensaje de Jesús son palabras que suscitan la acción y son acciones que expresan la
Palabra vida del Padre.

2.- El Papa Francisco nos advierte que el pelagianismo actual. Esta ideología a diferencia de los
gnósticos; atribuye el poder a la voluntad humana, al esfuerzo personal. Reconocen que no es el
conocimiento lo que los hace mejores o santos, sino la vida que se lleva (cfr. GE n.48).

El pelagianismo nos conduce a poner la confianza en las estructuras, en las organizaciones, en las
planificaciones perfectas, siendo abstractas. Frecuentemente nos lleva también a asumir un estilo de
control y normatividad. La norma da al pelagiano la seguridad de sentirse superior, de tener una
orientación precisa. Allí encuentra su fuerza, no en la suavidad del soplo del Espíritu.
Ante los males, solo se buscan soluciones, controlar, restaurar de forma superficial. No entienden que
la doctrina cristiana no es un sistema cerrado, incapaz de hacer preguntas, sino que está viva, sabe
inquietar, sabe animar, y tiene un rostro que se mueve y crece, tiene carne: Jesucristo.

No es de asombrarse que con esta mentalidad; aunque hable de la gracia de Dios con sus discursos, en
el fondo solo confían en sus propias fuerzas y sienten superiores a otros por cumplir determinadas
normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico (se cae en un moralismo o
ritualismo que dicta la religión). Es decirle a Dios, a un lado, que yo puedo solo, con mis fuerzas, es
vivir una voluntad sin humildad y claramente lo podemos ver en San Pedro cuando niega a Jesucristo
tres veces, aun y que antes le había dicho que jamás lo iba a negar.

La gracia, menciona el Papa Francisco, supone nuestra naturaleza, no nos hace superhombres de golpe.
Pretenderlo nos hace confiar solo en nosotros mismos y dejarla de lado. San Agustín tiene una frase que
nos puede ayudar a situarnos en nuestro lugar de criaturas: “dame lo que me pides y pídeme lo que
quieras”. Y es que si no reconocemos de forma sincera y orante nuestras limitaciones, la gracia no
puede actuar. Si creemos que solo con nuestras fuerzas podremos difícilmente seremos apóstoles de
Cristo.

Cuando Dios le dice a Abraham: “Yo soy Dios todopoderoso, camina en mi presencia y sé perfecto”.
Para ser perfectos, necesitamos ser humildes en su presencia, caminar en unión con él reconociendo su
amor y siguiendo su voz. Es importante examinar nuestro corazón para ver si verdaderamente estamos
confiando en él y si estamos en el camino correcto.

Nos puede ayudar ver que tan arraigado está en nosotros el pelagianismo al pensar en la
autosuficiencia. Es decir, el sentir que se basta a sí mismo y no necesita de los demás, ni rendir cuentas
a nadie, principalmente a Dios. Se puede llegar a trabajar en la vida espiritual olvidando que se necesita
la ayuda de Dios. Se piensa en los planes de la vida independientemente de Dios, y se desarrolla sin
tenerlo muy en cuenta en la práctica. Se tiende a rechazar la ayuda de los demás, pensando que se es
mejor que los demás. Existe desprecio a los demás con gestos o palabras o por lo menos de manera
interna y también se siente que los demás son un estorbo o inferiores.

Por otro lado, también se llega a desobedecer a Dios puesto que no se sigue con fidelidad algún
precepto del amor. Llega un momento en que cuesta tanto cumplir la voluntad de Dios, puesto que se
pone la confianza en la propia voluntad, despreciando la gracia de Dios. Se es poco dependiente y no
hace comunidad con otros queriendo controlar lo que le rodea. Y cuestiona con facilidad las
disposiciones y mandatos de la autoridad.

Y por último, se pude ser orgullos ante Dios sin querer reconocer su plan providente en la vida.
Posiblemente se rechaza el que otros nos digan que debemos hacer puesto que se es excesivamente
exigente consigo mismo y perfeccionista.

CONCLUSIÓN:
Ahora bien, la Iglesia nos recuerda que no son nuestras obras, el número de estas o los esfuerzos,
sino que somos justificados por la gracia del Señor que toma la iniciativa. Es él quien nos regala sus
dones antes de que hayamos entrado en el combate. Estamos invitados a participar de la gracia a
cooperar con ella, siempre recordando que sobrepasa nuestra inteligencia y las fuerzas de la
voluntad humana.

DINÁMICA: Aprender a mirar con los ojos de Jesús.


Instrucciones:
· Se sugiere que durante la dinámica se ponga una música instrumental de fondo en volumen bajo
para que puedan escuchar las instrucciones.
· El moderador de la dinámica les pedirá a los participantes que se sitúen frente a alguien, de manera
que queden de pie frente a frente a una persona.
· Se les invita a cerrar sus ojos y se concentren en su respiración por un par de minutos.
· Posteriormente se pide que abran sus ojos y miren a los ojos a la persona que tienen frente a ellos
por un minuto.
· Luego se les pide que se quiten un zapato y lo coloquen a un lado de su pie.
· Una vez que se han quitado el zapato, se invita a tomar el lugar del compañero que tienen enfrente
y ponerse el zapato del compañero.
· Se les vuelve a pedir que se miren a los ojos y se el moderador de la dinámica les hará las
siguientes preguntas, las cuales no contestarán en voz alta, solo irán reflexionándolas en su mente
mientras se miran entre sí. Se recomienda decirlas muy despacio y dejar un tiempo para que
piensen entre una y otra.
· ¿Qué se siente estar en el zapato de otro?
· ¿El zapato es cómodo, te aprieta, te queda muy grande?
· No dejes de mirar a los ojos al dueño del zapato.
· Piensa, ¿cuánto no habrá recorrido con ese zapato?
· ¿Qué lugares habrá visitado?
· Quizá habrá tropezado más de una vez
· ¿Qué te hace sentir el estar en sus zapatos?
· Siente su zapato, su forma y sigue mirando fijamente a tu compañero.
· Ahora te invito a reflexionar, ¿qué te dice su mirada?
· ¿Cómo crees que ha sido su vida?
· ¿Qué situaciones habrá vivido?, quizá de dolor, de alegría, de tristeza, de sufrimiento, de
amor.
· Míralo, no tengas miedo, sé que puedes salir de ti para ver en él, el rostro de Jesucristo.
· Una vez terminadas las preguntas y sugerencias, se les invita a dejar el zapato del compañero y
tomar nuevamente su lugar y ponerse su propio zapato.
· Para finalizar se les pide que mencionen, cómo se sintieron al estar observando la mirada del otro
estando en sus zapatos.
COMPROMISO: En este Tiempo de Cuaresma hacer un examen de conciencia y acercarse al
sacramento de la reconciliación.
Hacer un examen de conciencia sobre lo expuesto y aquellas faltas que como católicos estamos
cayendo, en esas actitudes, posturas y palabras que se convierten en ante-testimonio y nos alegan del
camino de la santidad y la libertad de los hijos de Dios.

ORACIÓN FINAL
Jesús amigo:
Si puedo hacer, hoy, alguna cosa,
si puedo realizar algún servicio,
si puedo decir algo bien dicho, dime cómo hacerlo, Jesús.

Si puedo arreglar un fallo humano,


si puedo dar fuerzas a mi prójimo,
si puedo alegrarlo con mi canto, dime cómo hacerlo, Jesús.

Si puedo ayudar a un desgraciado,


si puedo aliviar alguna carga,
si puedo irradiar más alegría, dime cómo hacerlo Jesús
y dame tu gracia para seguir el camino que me indicas. Amén.

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