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Según E. Grant1, la ciencia occidental decayó a su nivel más bajo entre los años
500 y 1000. A partir de entonces se fue produciendo una paulatina renovación del
pensamiento científico.
Con el triunfo del cristianismo, los grandes intelectuales fueron desviados de las
ciencias de la naturaleza para ocuparse de tareas misioneras o concentrarse en la
meditación. Los problemas concernientes a la salvación ultraterrena comenzaron a ser
predominantes mientras que decayó el interés en el conocimiento objetivo del mundo
físico. Al mismo tiempo, la persecución contra el paganismo " tornó sospechosa la
filosofía y la ciencia griegas..."3. Sin embargo, la posición del cristianismo ante el saber
griego fue ambigua, y tuvo también sus defensores, entre ellos el propio San Agustín4.
Si bien es cierto que la ciencia y la filosofía de Grecia formaban parte del saber pagano,
también es cierto que constituían el único saber disponible por entonces:
"...Virtualmente el único saber secular disponible era de origen pagano..."5.
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Entre los siglos VIII y IX los musulmanes realizaron una gigantesca obra de
traducción de textos griegos a la lengua árabe. Al mismo tiempo, enriquecieron esta
suma de conocimientos con aportes propios. La situación de Europa Occidental en estos
momentos es puntualizada por Grant en la siguiente frase: "...durante el período en que
la ciencia griega continuaba siendo leída y estudiada en el Imperio bizantino
grecoparlante, el Occidente sólo tenía ante sí la rudimentaria ciencia
enciclopédica..."10.
6 Por ejemplo las hipótesis de Heráclides suponen la negación de un orden planetario fijo. En las
recopilaciones de Calcido y otros, estos enciclopedistas aceptan las hipótesis de Heráclides respecto de la
rotación de Venus y Marte, y paradójicamente se consideran partidarios de un orden planetario fijo. Este
absurdo demuestra que en realidad, el problema de la rotación planetaria en torno al Sol no fue
comprendida por los intelectuales de estos siglos.
7 Ref. 1, pág. 28.
8 Ref. 1, pág. 32. El autor destaca, sin embargo, la parte dedicada a la astronomía como la más valiosa
dentro de la obra de Isidoro.
9 Ref. 1, pág. 34.
10 Ref. 1, pág. 35.
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verdad, durante los siglos VIII y IX el conocimiento se mantenía encerrado dentro de
ciertos ámbitos, y era privilegio de unos pocos: "...La ciencia... es un tesoro. Hay que
guardarlo cuidadosamente... El renacimiento carolingio, en lugar de sembrar,
atesora..."11. La prueba de la pobre circulación del conocimiento la encontramos en los
mismísimos manuscritos ilustrados de la época, cada uno de ellos una verdadera obra de
arte que sin duda implicaba para su autor meses, si no años, de dedicación y esfuerzo.
Estos libros eran verdaderos artículos de lujo, y como tales no estaban destinados a la
comunicación masiva del conocimiento.
Sin embargo, hacia el siglo X ya existían movimientos que nos hablan de una
renovada inquietud por el saber científico. Gerberto de Aurillac (ca. 946- 1003,
posteriormente Silvestre II) se procuró textos árabes traducidos al latín, poniéndose así
en contacto con la ciencia musulmana. Sus discípulos continuaron con la linea que él
inició, fomentando el interés en la ciencia. Son ellos quienes fundan, entre los siglo XI y
XII, las primeras escuelas catedralicias, antecedentes de las Universidades, y sucesoras
de las anteriores escuelas monásticas. "Hasta el surgimiento de las universidades en la
segunda mitad del siglo XII, estas escuelas constituyeron los centros más importantes
del saber en Occidente"12.
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drásticamente el curso de la ciencia occidental..."16. Gerardo tradujo al latín, entre otras
obras, el Almagesto de Ptolomeo, la Física de Aritóteles, los Elementos de Euclides, el
Algebra de Al-Khwarizmi, el Arte Médico de Galeno y el Canon de Avicena. La suma
de estos textos conforman el núcleo del conocimiento medieval en materia de
matemática y medicina. Y a la grandiosa labor de Gerardo debe agregarse aún la de
otros traductores. Tan importante fue la contribución de estos hombres que "...sin la
valiente labor de este pequeño ejército de traductores de los siglos XII y XIII, no sólo
no hubiera logrado materializarse la ciencia medieval sino que la revolución científica
del siglo XVII difícilmente podría haberse producido..."17. Más aún: "...muchos de los
candentes temas y conflictivos problemas científicos resueltos en el siglo XVII hicieron
su entrada a la Europa occidental junto con las traducciones, o fueron planteados por
autores medievales que comentaron sistemáticamente dicho conjunto de
conocimientos..."18.
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Hacia el año 1200 florecieron las universidades en Europa. Fueron fruto del
desarrollo urbano, y surgieron como organizaciones corporativas: "...el siglo XIII es el
siglo de las universidades porque es el siglo de las corporaciones..."19. Las tres
universidades más importantes fueron las de París, Bologna y Oxford. El núcleo central
de conocimientos estaba conformado por las obras de Aristóteles. El método seguido en
las universidades, la escolástica, se caracterizaba por proceder según tres ideas:
4
el criterio de autoridad: que admite como verdad lo establecido por ciertas
fuentes indiscutibles, como la Biblia, los padres de la Iglesia, o Aristóteles. "El peligro
aquí es la repetición... la imitación servil..."24.
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obra completa de Aristóteles fue traducida al latín y constituyó, durante un prolongado
período, "...una verdadera enciclopedia del saber humano..."29.
29 Ref. 4, pág. 21
30 Ref. 1, pág. 54
31 Ref. 2, pág. 109.
32 Ref. 4, pág. 30.
33 Santo Tomás conjuga las nociones de alma del cristianismo con las nociones de forma (acto puro) y
materia (potencia pura) del aristotelismo a través de una definición particular de alma: alma es la forma
del cuerpo que tiene vida en potencia. Para una discusión detallada sobre el tema se recomienda consultar
la referencia 4.
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fe debía prevalecer sobre la de la razón: "...Al ser apremiados, algunos de estos
preceptores admitían con prontitud que cuando las opiniones de Aristóteles estaban en
conflicto con la fe, era a ésta a la que había que atenerse..."34.
El punto crítico de esta discusión se alcanzó en el año 1277 cuando, por orden
del papa Juan XXI, se enunció una condena a 219 postulados de la filosofía,
considerados heréticos. Entre los postulados condenados figuraban varios de Averroes,
la doctrina de la doble verdad35, y algunos enunciados del propio Santo Tomás de
Aquino. Algunas de las afirmaciones filosóficas condenadas en 1277 son las siguientes:
-No hubo un primer hombre ni habrá uno último; por el contrario, siempre
existió y existirá la generación de un hombre a partir de otro (artículo 9 de la
condena de 1277). Este es un postulado derivado de la doctrina de Averroes. La
causa de su condenación es obvia.
-Dios (la causa primera) no puede crear varios mundos (artículo 34).
-Dios sólo no puede crear un hombre sin un agente apropiado, es decir, sin un
padre y un hombre (artículo 35).
-Lo absolutamente imposible no puede ser realizado por Dios o por otro
agente (artículo 147). Estos últimos tres artículos citados (y otros que no han
sido explicitados aquí) fueron condenados por negar la omnipotencia de Dios.
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El papel de la Iglesia.
Llegado este punto, se hace necesario recapitular brevemente acerca del papel
desempeñado por la Iglesia en el desarrollo del conocimiento medieval. Cuando la
Iglesia comienza a solventar sus estructuras formando una alianza con el poder imperial
de Carlomagno, se encarga de atesorar y salvaguardar lo que ha quedado de la antigua
cultura grecorromana. Hacia Los siglos X y XI, según hemos visto, surge un renovado
34Ref. 1, pág. 57
35La proscripción a la doctrina de la doble verdad se halla expresada en el artículo 90 de la condena de
1277. Para detalles ver Ref. 1, pág. 61.
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interés por la ciencia, y se reconoce la carencia de fuentes fidedignas. Los clérigos
inician una exhaustiva campaña de traducción de manuscritos árabes y griegos al latín, y
logran formar una base riquísima sobre la cual se apoyan todas las discusiones
posteriores. Surgen las escuelas catedralicias y más adelante, hacia el siglo XIII, las
universidades. Más allá de toda crítica que pueda hacerse al método escolástico, estas
escuelas y universidades son verdaderos centros de saber, donde se analiza y discute el
enorme volumen de conocimientos que se ha acopiado en siglos anteriores. Pero es en
estas mismas escuelas donde se generan las dudas, donde se cuestionan los principios de
la fe, por resultar contradictorios a los de la filosofía. Filosofía y teología, que surgen en
unión indisoluble, resultan ahora ser irreconciliables. La Iglesia debe afirmar su
posición, debe defender sus dogmas, y su postura ante la ciencia. La misma Iglesia,
otrora ávida de conocimiento e impulsora del saber, se torna entonces rígida e inflexible.
Las universidades luchan por independizarse de la Iglesia y lograr aquella
independencia, económica y de pensamiento, que permita a los intelectuales desarrollar
sus ideas en completa libertad36. En lo sucesivo la religión y la razón tomarán caminos
divergentes, y muchas veces entrarán en doloroso conflicto.
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Según se ha dicho antes, la ciencia medieval suele aparecer como dominada por
los principios aristotélicos. Sin embargo Aristóteles no fue seguido ciegamente. Se lo
criticó tanto por razones científicas como por cuestiones teológicas. La escolástica halló
nuevas soluciones a problemas que el aristotelismo no resolvía satisfactoriamente. En el
seno de la escolástica se acuñaron conceptos realmente brillantes, como el ímpetu y el
vacío, de los que posteriormente echaría mano Galileo para la construcción de su teoría
del movimiento. Sin embargo la ciencia recién logra apartarse definitivamente del
aristotelismo en los siglos XVI y XVII. ¿Por qué razón, a pesar de las críticas que
recibió el aristotelismo, no logró ser apartado de la ciencia sino hasta entrados los
tiempos modernos?
Una de las razones radica en que la doctrina aristotélica formaba una gigantesca
estructura integral; echar abajo una parte, implicaba derrumbar gran parte de los
restante: "...Entre los factores que impidieron el derrocamiento o repudio directo del
sistema aristotélico, tal vez el más destacado esté vinculado a la existencia de una
estructura altamente integrada. El rechazo de ciertos aspectos esenciales habría
provocado el colapso de gran parte de la estructura restante..."37. Por este motivo
muchos de los nuevos conceptos enunciados no se desprendían por completo del marco
aristotélico, sino que ingresaban en él como elementos discrepantes: "...constituían
partes autónomas y a veces discordantes del sistema más bien que cuñas capaces de
desmenuzar el edificio..."38.
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los alcances de la ciencia y la filosofía, debilitándolas. A partir de entonces gran parte de
la ciencia aristotélica fue considerada como mero conjunto de hipótesis probables. Hoy
en día estamos acostumbrados a una ciencia determinista, que explica de manera única e
incuestionable los fenómenos de la naturaleza.39 Pero esta manera "moderna" de pensar
debe mucho a Copérnico y los pensadores de las siglos XVI y XVII. Copérnico no
aceptaba la posibilidad de que varias hipótesis "probables" explicaran, con un grado
relativo de certeza, un fenómeno natural. Para Copérnico sólo podía existir una
explicación posible, y ésta debía ser capaz de expresar la verdad acerca de la
naturaleza: "...En los hechos (Copérnico) no entendía por hipótesis... una posibilidad
más plausible que otras. Se trataba de una verdad fundamental del universo físico.
Unicamente si las hipótesis son verdaderas pueden los fenómenos ser realmente
explicados..."40. Por lo tanto entre la ciencia moderna que surge con Copérnico, y la
ciencia medieval, existe una diferencia radical: la primera se basa únicamente en
hipótesis verdaderas que dan por resultado una única explicación de la naturaleza; la
última se apoya en un conjunto de hipótesis probables, que pueden dar origen a otras
tantas explicaciones, igualmente probables, de la naturaleza. Esta manera medieval de
pensar la ciencia fue consecuencia de la condena de 1277, y contribuyó a la permanencia
del aristotelismo. Gran parte de la ciencia aristotélica sólo se formuló de manera
hipotética, y por lo tanto "...dichos conceptos no fueron seriamente aplicados a la
naturaleza..."41. Y si no existe una intención seria de explicar la naturaleza, no existe
tampoco la necesidad de un cuestionamiento profundo de los principios: "...La certeza y
la confianza que habían caracterizado a los filósofos naturales del siglo XIII, quedaron
socavadas (por la condena de 1277). La insistencia en el poder absoluto de Dios, unido
a las críticas... de los fundamentos de la certeza científica y filosófica, alteraron
considerablemente el carácter y el alcance del planteamiento científico..."42.
39 Esto es así al menos dentro de lo que T. Kuhn ha llamado los paradigmas. Cuando se construye un
paradigma científico, los postulados que los componen son consistentes entre sí y capaces de explicar
completamente cierto número de fenómenos naturales. Con el tiempo distintos factores demuestran el
alcance limitado del paradigma. Este ya no es suficiente para explicar nuevos fenómenos observables, o
aparecen en su seno ciertas inconsistencias. Entonces dicho paradigma es superado por otro de mayor
alcance. Cada vez que un paradigma entra en crisis se produce, según T. Kuhn, una revolución científica.
Un caso típico es la superación de la mecánica newtoniana, particularmente de la teoría gravitacional de
Newton, por la Teoría de la Relatividad General de A. Einstein. Para detalles sobre este punto se
recomienda la lectura de la obra de T. Kuhn: "La estructura de las revoluciones científicas".
40 Ref. 1, pág. 174.
41 Ref. 1, pág. 168.
42 Ref. 1, pág. 168.
43 Por ejemplo, discusiones en torno al problema del movimiento relativo. En el siglo XIV se plantean
problemas en torno al movimiento relativo de barcos en el mar. Las mismas discusiones las retoma
Galileo en sus estudios de movimiento relativo de sistemas no acelerados, en el siglo XVII. Y de alguna
manera, volverán a aparecer cuando A. Einstein estudie el movimiento relativo de sistemas acelerados en
el siglo XX.
9
científico, será capaz de separar aquello que es 44"susceptible de una adecuada
formulación matemática" de aquello que es pura especulación.
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3- Carpio, A. P.: "Principios de filosofía", cap. VIII. Ed. Glauco, Bs. As.
4- Koyré, A: "Estudios de historia del pensamiento científico". Ed. siglo XXI, Madrid,
1990.
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