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Jerónimo Brignone
Podríamos preguntar: ¿por qué esta moda? ¿de qué sirve? Éste es el
objetivo de la conferencia de hoy, lo que me lleva a la segunda palabra a
la que quisiera aludir dentro de esta conferencia, que es la palabra
“helenística” como adjetivo. Una cosa es lo “helénico”, otra cosa es el
“helenismo” y otra es lo “helenístico”, en términos de las convenciones
de uso refieren a distintas cosas: lo helénico es lo griego, lo de la
Hélade, lo que hoy se autodenomina como país Heláda o República
Helénica, es decir, Grecia. Entonces lo helénico es todo lo vinculado de
un modo u otro a ello, es como el sinónimo de “griego”.
Así como “El Quijote” va ser un modelo de lengua durante unos siglos
para el castellano o “La Divina Comedia” italiana, en cierto modo el
helenismo que es puesto en un pedestal con un modelo más
específicamente ático o ateniense es previo a Alejandro. Él, lo que hace,
es una especie de consumación - florecimiento, y es por eso que decía
que se puede extender al menos a un siglo previo a la expansión
imperial específicamente bélica de Alejandro Magno. Podríamos
extender la época helenística desde el punto de vista cultural (no
histórico o de periodización de batallas) a dos o tres siglos luego de la
caída de Cleopatra y Marco Antonio porque, al fin y al cabo, bajo el
poder de Augusto y el Imperio romano-latino, el griego siguió siendo
lengua de culturas por unos siglos y el Imperio romano continuó
manteniendo esta política cosmopolita en cierto modo, con una fuerte
impronta de poder político y de los valores de lo que imponía, pero al
mismo tiempo dejando que cada uno hiciera, dentro de ese contexto, lo
que quisiera en términos culturales. Por lo cual, este cierto universalismo
un poco más moderado se continuó y la lengua griega continuó como
lengua de cultura, pero sobre todo como la lengua de la ciencia (mucho
más que el latín). Con todo ello podemos hablar de unos cinco, seis
siglos de cultura helenística.
Entonces, una vez más, ¿qué caracteriza la cultura helenística? Uno, una
comunidad de lengua que permite un intercambio sincrético, es decir,
que distintas culturas puedan tomar lo mejor las unas de las otras y
donde la ciudad de Alejandría es el símbolo principal de este intercambio
de saberes y de cultura (en el sentido pleno de la palabra) dentro del
área griega. La famosa biblioteca que sufrió tantas quemas empezando
por la del mismo Julio César, donde se perdieron tantos manuscritos,
modelo de las grandes tragedias de pérdida que conocemos, como
también por supuesto luego la pérdida de manuscritos en
Constantinopla con su caída.
Hay una maravillosa autora del siglo XX y que fue la primera mujer que
ingresó a la Academia de Letras de Francia, Marguerite Yourcenar, cuya
novela “Memorias de Adriano” es la autobiografía del emperador romano
filoheleno Adriano. En esta supuesta autobiografía (que se puede
considerar poesía en prosa, y la maravillosa traducción castellana la hizo
Julio Cortázar), ya que el libro tuvo mucho éxito (escrito hace décadas,
sigue siendo un best seller), ella cuenta en un epílogo cómo fue que
pergeñó ese libro que narra de un modo brillante la época helenística
-en el sentido cultural, porque estamos hablando de pleno Imperio
romano. Comenta que una frase que leyó de Flaubert le llegó muy fuerte
y fue el germen de esta novela que narra las reflexiones de un
emperador brillante en su lecho de muerte: el filoheleno Adriano hizo
mucho por la paz, la cultura y logró siglos de paz -que no es algo menor-
en plena época helenística. Y la frase que impactó tanto a la Yourcenar
dice así: “Los dioses ya no estaban y Cristo todavía no estaba y desde
Cicerón a Marco Aurelio hubo un momento único en que el hombre
estuvo solo”. O sea, quedó el hombre entregado a sí mismo como
medida de todas las cosas, como decían algunos filósofos sofistas, y en
esa medida de lo humano cobra fuerza la noción del “Humanismo”, que
es algo que caracteriza fuertemente a la época helenística y me
atrevería a decir a los distintos “Renacimientos” de aquel mundo que
cada tanto un grupo de personas entienden que tiene algo nuevo para
aportar a la cultura del momento.
Algunos autores, sobre todo en la segunda parte del siglo XIX como
Neugebauer, Bouché Leclerq, Cummont, algunos de ellos todavía hoy se
pueden leer, fueron compilando, traduciendo y difundiendo el saber
astrológico de la época helenística a su manera: estamos hablando de
pensadores del siglo XIX en pleno positivismo, donde consideraban a la
Astrología como una estupidez o como un error histórico. Entonces,
cuando traducían no sólo traducían desde la descalificación apriorística
sino, generalmente, desde un desconocimiento terminológico
escandaloso, por lo cual, sus traducciones en gran medida eran un
mamarracho en términos de traducción. Pero pese a todo generaron
interés y, paralelamente, gracias al Romanticismo renace para
Occidente la Astrología para quedarse en el contexto de ciertas culturas
o grupos más o menos místicos que se llamaban a sí mismos esotéricos:
más específicamente la Teosofía en Londres. Y a medida que se empieza
a desarrollar la Astrología a principios del siglo XX, muchos astrólogos
tratan de ver cuál es el estatuto más científico según la noción de
ciencia de ese momento, una noción potentemente positivista, que hoy
está puesta seriamente en duda, si bien sigue habiendo cierto contacto
con la de los antiguos, pero muy poco porque todavía no hay una
difusión tan importante de la Astrología; al mismo tiempo la Astrología
es basura, es decir, la de los medios masivos de comunicación.
Muchas gracias.