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ed. Pilar Crespo, Málaga, Analecta Malacitana, Anejo 31, (2000), pp. 127-145.EL
Calisto y Melibea, debo aclarar que en este ensayo, no por falta de interés sino de
protagonistas, si bien tengo en cuenta los monólogos de ambos, así como los diálogos
que mantienen con otros personajes, aunque sólo sea en la medida que sirvan para
El primer encuentro abre la obra y también el tema del erotismo, puesto que se
inicia con la declaración de amor de Calisto a Melibea,1 declaración que responde bien a
las tres acepciones con que el Diccionario de la lengua española define el término:
“amor sensual”, “carácter de lo que excita al amor sensual“, y “exaltación del amor
físico en el arte“.2 El léxico que utiliza aquí Calisto responde al léxico amoroso de
literatura del siglo XV, si bien la hipérbole extraordinaria de la que hace alarde apunta a
1
Sobre el lugar de este encuentro se ha escrito bastante. Recordemos que Martín de
Riquer, “Fernando de Rojas y el primer acto de La Celestina”, Revista de Filología
Española, 41, 1957, 373-395, defendió que fuera en una iglesia, pero que Rojas decidió
cambiar el escenario que había previsto el antiguo autor del acto (págs. 385-390);
algunos, como M. Garci-Gómez, “El sueño de Calisto”, Celestinesca, 9, 1987, 1, 11-22,
seguido de Ricardo Castells, “El sueño de Calisto y la tradición celestinesca”,
Celestinesca, 14, 1990, 1, 17-39, defienden que tal entrevista solo tuvo lugar en la
imaginación de Calisto, que fue sólo una visión, ya que el encuentro a que se refiere
Pármeno en el acto II ocurre antes de que se inicie la obra; también Donald McGrady,
“The Problematic Beginning of Celestina”, Celestinesca, 18, 1994, 2,31-51 (págs. 42-
44), sospecha que había otro comienzo antes del encuentro, debido a la pérdida de
folios, y que Calisto se estaría preparando para la caza.
2
Real Academia Española, Madrid, I, 211992, pág,. 865.
2
amor a la vista de la belleza de Melibea: “En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios ...
En dar poder a natura que de tan perfecta belleza te dotase” (pág. 9) 4. Equipara su
alegría al contemplarla con la gloria y deleite de los santos cuando acatan la presencia
divina, y aduce que su felicidad y gran “bienaventuranza” son mayores que si estuviera
en el mismo cielo viendo a Dios.5 Calisto se asimila a los enfermos de amor porque
tanto la causa que atribuye al amor como la opinión hiperbólica que la amada le merece
son características de los enfermos de amor hereos, como señala Gordonio al apuntar
la figura e el modo que cree e tiene opinión que aquélla es la mejor e la más
otra, e por esso muy ardientemente la cobdicia sin modo e sin medida,
3
June Hall Martin, Love’s Fools: Aucassin, Troilus, Calisto, and the Parody of the
Courtly Lover, Tamesis, Londres, 1972, págs. 71-134; Dorothy S. Severin, “La parodia
del amor cortés en La Celestina, Edad de Oro, 3, 1984, 275-279; M. E. Lacarra, “La
parodia de la ficción sentimental en La Celestina, Celestinesca, 13, 1989, 1, 11-29.
Frente a estos y otros defensores de que en Celestina se parodia el amor cortés, Ricardo
Castells mantiene reiteradamente una postura contraria. Su último artículo en este
sentido es “Il Cortegiano de Castiglione y la representación del amor sensual en La
Celestina”, Castilla, 20, 1995, 33-45.
4
De aquí en adelante, salvo aviso en contra, cito por mi edición, Fernando de Rojas, La
Celestina, Madison, WI, Hispanic Seminar of Medieval Studies, 21995.
5
Discrepo de Ricardo Castells, “On the Cuerpo glorificado and the visión divina”,
Romance Notes, 34, 1993, 1, 97-100, que no contempla equívoco erótico alguno porque
considera que la apropiación de estas imágenes religiosas eran frecuentes en el
renacimiento porque los escritores creían que el enamorado experimentaba una especie
de rapto místico en presencia de la amada.
3
continuamente piensa en ella e dexa todas sus obras, en tal manera que si
nobles, por los muchos plazeres que han, acostumbran de caer o incurrir en
esta passión. Que como dize el Beático: que assí hereos es último deleite, e
Este primer diálogo ha sido también analizado como una apropiación incorrecta
de los diálogos de Capellanus, debido en gran medida a que Calisto, sin detenerse en
estar más interesado en la consecución del último “deleite” que en el servicio a su dama,
singularmente cuando declara no ser un amador puro, sino “mixto”. También en esto se
observa la influencia de Capellanus, el cual clasifica el amor en dos tipos. De una parte,
ell amor puro, que es el que permite todas las caricias posibles, pero sin llegar al “placer
último”, por lo que “una doncella jamás se llega a corromper, ni siquiera la viuda o la
mujer casada pueden sufrir daño ni manchar su reputación”.9 De otra el amor mixto:
6
Dennis P. Seniff, “Bernardo Gordonio’s Lilio de medicina: A Possible Source of
Celestina?”, Celestinesca, 10 (1986), 1, 13-18, defiende que el texto pudo ser la fuente
de Rojas.
7
Bernardo Gordonio, Lilio de medicina, ed. crítica de la versión española, Sevilla 1495,
eds. John Cull y Brian Dutton, HSMS, Madison, WI, 1991, II, xx, pág. 108.
8
Vid. A. D. Deyermond, “The Text-Book Mishandled: Andreas Capellanus and the
Opening Scene of La Celestina”, Neophilologus, 41, 1961, 218-21, y M. E. Lacarra, “La
parodia”, op. cit., págs. 14-15.
9
Andreas Capellanus, Capellanus, Andreas, De amore. Tratado sobre el amor, ed. Inés
Creixell Vidal-Quadras, El Festín de Esopo, Barcelona, 1984, pág. 229. La clasificación
del amor profano entre amor puro y amor mixto se encuentra en el octavo y último
diálogo del primer libro en el que una hombre de la más alta nobleza se dirige a una
dama también de la nobleza más alta. El noble manifiesta que no rechaza este amor pese
a los “graves peligros” que entraña, aunque es preferible el amor puro, porque “este tipo
de amor crece sin fin”.
4
“Se llama amor mixto al que incluye todos los placeres de la carne y llega al último acto
de Venus”. En su opinión este tipo de amor “cesa rápidamente y dura poco tiempo y uno
Melibea, que muestra conocer bien el léxico erótico, descodifica las palabras de
Calisto y subraya la intención que encubren, que no es otra sino la de perder su virtud al
querer del “ilícito amor comunicar su deleite”.11 Comprende bien la causa del “secreto
“gloria” y sus derivados,12 y de “alcanzar”.13 Sabe perfectamente que las mercedes que
Calisto reclama por el “sacrificio, devoción y obras pías” que ha ofrecido a Dios no
tienen como fin su salvación, sino la perdición de Melibea, puesto que ruega a Dios para
arrogancia y zafiedad del joven, que omite en su habla cualquier alusión a la fidelidad, o
a sus virtudes, y termina dejándose llevar por la impaciencia y por la furia. El resultado
es un rechazo airado, subrayado por las amenazas a su integridad física: “porque la paga
será tan fiera, cual la merece tu loco atrevimiento”, y por el insulto: “¡Vete, vete de ahí,
10
Vid., R. Castells, “On the Cuerpo glorificado…”, op. cit., pág. 100, donde insiste en
el carácter puramente religioso de estas imágenes y defiende que Calisto admite con
humildad en ser mixto, por ser de condición inferior a los santos. Alega que esta
admisión muestra que reconoce la autoridad de la doctrina católica.
11
Vid. Respectivamente, Keith Whinnom, La poesía amatoria cancioneril en la época
de los Reyes Católicos, Durham Modern Languages Series, Durham, 1981.
12
Bienaventurado y gloria son los dos términos utilizadas en el texto con mayor
frecuencia como eufemismos de gozo sexual y coito por parte de Calisto, como
tendremos ocasión de comprobar.
13
Ya en latín se utilizaba attingere con significado sexual. Vid. Adams, J. N. The Latin
Sexual Vocabulary, Duckworth, Londres, 1982, pág. 220.
14
Un poco más adelante, Sempronio lo menciona en un contexto que clarifica el
significado en la obra. Vid. M. E. Lacarra, "Sobre los dichos lascivos y rientes en
Celestina", en 'Nunca fue pena mayor'. Estudios de Literatura Española en Homenaje
5
Calisto se bate en retirada, quejoso de la adversa fortuna que en tan breve tiempo
parece haber dado un vuelco a su rueda de ciento ochenta grados. Ha sido expulsado del
Melibea le habían alzado –“pues aún más igual galardón te daré yo si perseveras” (pág.
que la presentan como una joven colérica, especialmente vulnerable al amor por la falta
pudor de virgen lo que la mueve a rechazar a Calisto en el huerto. Más que ofendida,
Melibea -observa Croce- "sabe que ha de darse por ofendida".16 Además, el rigor último
se conjuga mal con su tolerancia y aun complacencia inicial que agudiza la sospecha
sobre sus verdaderos afectos. Ya lo pensaba así Lope de Vega cuando en la novela Las
Brian Dutton, Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 1996, 419-428, págs. 423-
424.
15
Vid. M. E. Lacarra, “La ira de Melibea a la luz de la filosofía moral y del discurso
médico”, en Cinco siglos de Celestina: aportaciones interpretativas, eds. Rafael Beltrán
y José Luis Canet, València, Universitat, 1997, págs. 107-120.
16
La originalidad artística de "La Celestina", Eudeba, Buenos Aires, 1962, pág. 406.
6
que ni había libro de Celestina ni los amores de los dos pasaran adelante.17
inequívocos:
creen mis oídos que fueron tuyas... que me des licencia para hablarte (pág.
1324).
Lo que me interesa destacar aquí es que, como Lope, los lectores de Celestina sin duda
sus palabras que abren y cierran el breve diálogo, y concluirían, como Calisto
inicialmente, que Melibea lo amaba. Naturalmente, Calisto mismo tiene más problemas
en percartarse de que Melibea comparte su “secreto dolor” cuando acaba de oírla, y con
17
Cito por la ed. de Federico Carlos Sainz de Robles, en Lope de Vega, Obras
7
dice que todo comenzó con el vuelo del halcón de Calisto al huerto de Melibea.
McGrady propone que el uso del motivo del caballero que pierde el halcón y lo persigue
joven y una doncella.18 En todo caso, los lectores verificamos por la boca de la propia
Melibea que amó efectivamente a Calisto desde el primer momento, pero que sufre su
“terrible pasión” con disimulo, porque está dividida entre el deber de guardar su
Las intenciones de Calisto que con tanto tino ha deducido Melibea, pronto las ratifica
Melibea se concierta de inmediato y Calisto, generoso como es, no escatima los dineros,
pues gozar de Melibea le costará cien monedas de oro y una cadena del mismo metal,
amen de su propia vida y fama, aunque esto último lo ignore en ese momento. El
diálogo entre amo y criado, salpicado de chistes salaces, cambia el humor del
y sabe cuál es su oficio y su reputación. Antes de llamar a la vieja para verla de nuevo,
ya ha identificado su pasión como “amoroso deseo” (pág. 82), por lo que su inocencia e
ignorancia las causas que la afligen cuando habla con Celestina en el acto X son
(pág. 82).
Sin embargo, la astucia de Celestina es clave para sacar a la luz sus anhelos y
finalmente, aflojada su vergüenza, reconoce que lo ama: “¡lo que tú tan abiertamente
20
Sobre la risa y el decoro vid., María Jesús Lacarra, “De la disciplina en el reír: Santos
y diablos ante la risa, en Pensamiento medieval hispano. Homenaje a Horacio
Santiago-Otero, coord. José María Soto Rábanos, CSIC, Consejería de Educación y
Cultura de la Junta de Castilla y León, Diputación de Zamora, Madrid, 1998, págs. 377-
391.
9
Estos datos son importantes para analizar el segundo encuentro, que se produce
en el acto XII. La cita ha sido arreglada ese mismo día por Celestina y aceptada por
Melibea. Informado de que Melibea lo ama y está dispuesta a verlo, Calisto no puede
dar crédito a sus oídos, mientras que los criados sospechan que se trata de una celada
Calisto, nervioso e impaciente, riñe a sus criados y los acusa de negligencia por no estar
atentos a la hora, lo que podría malograr los planes y hacerle llegar tarde a la cita. Sin
embargo, una vez en el camino actúa con gran cautela, y pese a la oscuridad reinante
prefiere dar un rodeo hasta la casa de Melibea para evitar ser visto y reconocido.
mutuo que se tienen los personajes de la obra. Calisto, sin embargo, confunde la voz de
inmediato, cuando, al darse cuenta de su error, le dice a Melibea: “el dulce sonido de tu
habla, que jamás de mis oídos se cae…” (pág. 94). Como en el primer encuentro, inicia
su habla con un léxico cortesano en el que abundan los términos propios del servicio
amoroso (cativo, siervo, señora, merecer, merced, gentileza), que también se observa en
responde con el léxico severo de la autoridad patriarcal que las damas de esas obras
anfibologías eróticas. Calisto se dice burlado por Celestina, que le había asegurado del
21
La confusión inicial es significativa porque parece ampliarse al final de la obra, donde
casi llega a con-fusión, cuando Melibea los sorprende abrazados en el acto XIX.
22
Vid., M. E. Lacarra, “Representaciones femeninas en la poesía cortesana y en la
narrativa sentimental del siglo XV”, en Breve hisotira feminista de la literatura
10
cuando confiado “se vino a meter por las puertas de su seguridad”, dispuesto a pasar
“rompiendo todos los almacenes en que la dulce nueva estaba aposentada” (pág. 95).
le dejan “disimular”: “Limpia, señor, tus ojos, y ordena de mí a tu voluntad”, (pág. 95).
cortesía. Una dama debía de ser siempre señora del amador, nunca su sierva. La
inversión que tan vertiginosamente ha efectuado Melibea la aleja del amor cortesano y
asimila su relación con Calisto a la que tienen los otros clientes de Celestina, que al
pagar la mercancía adquieren total poder sobre la mujer que compran, como recuerda la
vieja alcahueta en el acto IX al rememorar los tiempos gloriosos cuando tenía nueve
pupilas en su casa. Se cumplen así las observaciones que hizo Celestina a Sempronio
sobre la lujuria de las mujeres y su opinión de que Melibea no era una excepción:
“Cautívanse del primer abrazo, ruegan a quien rogó, penan por el penado, hácense
siervas de quien eran señores, dejan el mando y son mandadas” (p. 34).
desde ese momento se centra en exaltar los placeres del amor. Alegre y aliviado le
linaje con la nueva conducta amorosa que le transportará a la gloria, la propia Melibea
instigación, por medio del cual Melibea le expresa su amor y deseos sexuales:
puertas impiden nuestro gozo, las cuales yo maldigo y sus fuertes cerrojos y
Y también de freno para llevarlos a efecto sólo en el tiempo y lugar convenientes. Así,
difícil para él, que es impaciente y exhibicionista, y antes quisiera romper las puertas y
gozar de Melibea que esperar. El humor que se desprende del léxico equívoco a que da
lugar su situación, puertas, cerrojos, quebrar, fuego, abrasar, guerra, etc., se agudiza
por los comentarios de los criados, que comentan las locas explicaciones de Calisto.
Fuera de sí, y sin encontrar una explicación convincente del cambio de Melibea,
recuerda que él rogó por el buen fin de su amor a Sta. Magdalena, y aduce que Dios ha
amadores, en la cobardía de los criados y en la valentía que les atribuye Calisto. Por otra
parte, también contribuye al humor la poca credibilidad de los personajes, cuya lascivia,
levemente revestida, ora con el ropaje del discurso amoroso cortesano ora con el de la
transparencia de los deseos sexuales que comparten con toda la caterva de clientes de
los que expresan sus propios criados con las rameras Elicia y Areúsa. Las
comparaciones del amor de Calisto a Melibea con el de Sempronio a Elicia las inicia el
acto VIII se dirige a Pármeno que le acaba de contar la noche pasada con Areúsa:
Elicia, tú de envidia has buscado con quien te perder ese poco de seso que
Muchas cosas han ocurrido durante la noche tras la despedida de los amantes.
públicamente. El mal de amor que padecía Calisto cuando el amor no era correspondido
fuerte tribulación que ha padecido por estar su fama y hacienda en entredicho, al salir a
23
Vid., Dayle Seidenspinner-Núñez, “The Poetics of the (Non)Conversion: The Vida de
santa María Egipçiaca and La Celestina, Medievalia et Humanistica, New Series, 18,
1992, 95-128, pags. 96-99 y 113-115.
24
En la literatura coetánea la esperanza alivia los efectos más nocivos y devuelve la
salud. Así se observa en la obra de Diego de San Pedro, Cárcel de Amor, ed. Carmen
Parrilla, Crítica, Barcelona, 1995, pág. 30, donde se dice que Leriano “estava tan sano
como si ninguna pasión uviera tenido” cuando recibió la carta de Laureola; para ésta y
otras curas apropiadas vid., Gordonio, op. cit., págs. 108-109; discrepo de Michael
Solomon, “Calisto’s Ailment: Bitextual Diagnostic and Parody in Celestina”, Revista de
Estudios Hispánicos, 23, 1989, 1, 41-64, pág. 55, en su por otra parte excelente artículo,
de que Celestina le proporciona la cura errónea.
13
bando de los galanes, de los locos de amor fingidos: “me fingiré loco, por mejor gozar
de este sabroso deleite de mis amores” (pág. 107), se dice a sí mismo en el monólogo
nerviosismo que le reconcomía, porque ahora le obsesionan otros asuntos. Melibea sufre
las consecuencias de las nuevas preocupaciones que desconoce y espera afligida por la
que han podido ocasionar su retraso. Lucrecia la calma aduciendo que probablemente
“tiene justo impedimento” (pág. 107), pero Melibea sufre fantaseando algunas
de la plebe. Ni siquiera Melibea puede imaginar qué razones graves o asuntos dignos de
estorban la llegada problemas engorrosos, triviales y hasta ridículos. Así, Melibea recela
que tal vez Calisto “con voluntad de venir al prometido plazo en la forma que los tales
mancebos a las tales horas suelen andar fue topado por los alguaciles nocturnos y sin le
conocer le han acometido” o “por acaso los ladradores perros con sus crueles dientes,
25
Vid., Eukene Lacarra Lanz, “Calisto y el amor hereos”, en prensa.
26
Sobre la distinción entre amantes verdaderos y fingidos escribió el coetáneo de
Rojas, Francisco Villalobos en el apéndice a su traducción del Anfitrión de Plauto, Ed.
A. de Castro, en Curiosidades bibliográficas de obras raras de amenidad y erudición,
Madrid, BAE, 1855, pp. 487-88.
14
“si ha caído en alguna calzada o hoyo, donde algún daño le viniese” (págs. 107-108). La
galanes y enamorados mancebos” de la ciudad, para aviso de los cuales dice Rojas
haber escrito su obra (pág. 1), está lejos de parecer “el más acabado hombre que en
gracias nació” (pág. 135), como lo describe a su padre; la segunda, también irónica, lo
ridiculiza al visualizarlo deambulando por las calles a la merced de perros feroces, que,
personas, y están dispuestos a hendir sus colmillos en el que para ella es “dechado de
cortesía, de virtud” (pág. 135); la tercera contempla la posibilidad de que haya dado un
enamorado caballero.27
Las cavilaciones se interrumpen por la llegada de Calisto, que sin más dilación
quiere dar cima a sus deseos.28 La prisa que muestra en llegarse a Melibea contrasta con
108), con el avasallamiento físico. Y es que Calisto está más atento a las manos que a
amada -“¡O angélica imagen; o preciosa perla ante quien el mundo es feo; o mi señora y
mi gloria! (pág. 108)-, con las palabras que antes dirigió a la alcahueta -“¡O angélica
27
Vid., Michael Gerli, “Precincts of Contentions: Urban Places and the Ideology of
Space in Celestina”, Celestinesca, 21, 1997, 65-77. Aunque su interés primordial reside
en los espacios cerrados, también señala que las calles conforman un espacio ideológico
importante en las ciudades.
28
Vid. Jean-Paul Lecertua, “Le jardin de Mélibée: Méthaphores sexuelles et
connotations symboliques dans quelques épisodes de La Célestine”, Trames, Études
Ibériques, 2, Limoges, 1978, 105-138, donde analiza con acierto el erotismo de las
escenas del huerto, la brutalidad de los comentarios de los criados y el simbolismo
culinario de algunas metáforas.
15
imagen! ¡O perla preciosa!” (pág. 41)-. Melibea se resiste a este ímpetu. Los criados
Sin embargo, quizás habría que contemplar que Melibea se resiste a la prisa de Calisto
en rematar la faena, como parecen indicar sus palabras: “no quieras perderme por tan
breve deleite y en tan poco espacio” (pág. 108, el subrayado es mío). En efecto, nos
encontramos con una oración bimembre cuyas dos partes, “breve deleite” y “poco
espacio” parecen sinónimas. Sin embargo, hay que notar que “breve deleite” era una
expresión tópica entre los moralistas para hacer referencia a la negligible valor y
duración del placer sexual frente al grave pecado en que se incurría y la consiguiente
condena eterna que podía acarrear. “Poco espacio”, por otra parte, no conlleva
connotación simbólica alguna, por lo que puede leerse de manera literal y, por tanto, no
reforzar el significado moral sino subvertirlo, o al menos cuestionarlo. De ser así, quizás
habría que contemplar una lectura dúplice, y pensar que lo que Melibea reclamaba era
otra manera más demorada de unión, cosa que sí hace en el cuarto y último encuentro.
Sea como fuere, Calisto va directo al grano, centrado como está exclusivamente en su
placer –”Mora en mi persona tanta turbación de placer, que me hace no sentir todo el
expeditiva:
“Señora, pues por conseguir esta merced toda mi vida he gastado, ¿qué
29
M. Concepción Bados-Ciria, “Celestina y el lenguaje del cuerpo”, Celestinesca, 20,
1996, 75-87, analiza la importancia del lenguaje del cuerpo, aunque se centra más en la
vieja alcahueta.
30
Alfonso Martínez de Toledo, Arcipreste de Talavera o Corbacho, ed. J González
Muela, Castalia, Madrid, 1985, págs. 174-175.
16
¿Para qué, señora? ¿Para que no esté queda mi pasión? ¿Para penar de
Incluso requiere tener “testigos de mi gloria” (pág. 109), en contra de toda convención
cortés del secreto.31 Melibea responde que no los quiere tener de su “yerro”, y tras el
Sos.- Tristán, bien oyes lo que pasa. ¡En qué términos anda el negocio!
Trist.- Oigo tanto que juzgo a mi amo por el más bienaventurado hombre
que nació. Y por mi vida, que aunque soy muchacho, que diese tan buena
Sos.- Para con tal joya quienquiera se ternía las manos; pero con su pan se la
coma, que bien caro le cuesta; dos mozos entraron en la salsa de estos
cortesano y patriarcal que ambos parecían haber dejado atrás, a juzgar por los hechos,
pero que insisten en utilizar hasta el final. El ruido que perciben los criados como señal
del gozo es sobre todo revelador en lo que concierne a Melibea. Sus observaciones
sobre sus aparentes remilgos frente a la avidez de Calisto se proyectan ahora en otra
dimensión y quizás tengan una lectura doble, como apuntaba más arriba, pues para ella
31
Julio Rodríguez Puértolas, se refiere al exhibicionismo de Calisto en este momento y
también en el acto VI en su ed. Fernando de Rojas, La Celestina, Akal, Nuestros
Clásicos 12, 1996, pág. 254, n.14 y pág. 179, n. 51.
32
Vid. Alan Deyermond, “El que quiere comer el ave: Melibea como artículo de
consumo”, en Estudios Románicos dedicados al Prof. Andrés Soria Ortega, I,
Universidad de Granada, Granada, 1985, 291-300, donde analiza este y otros pasajes del
texto en los que se presenta a Melibea como artículo de consumo comestible, siguiendo
y ampliando a Lecertua (vid. N. 28).
17
el placer no es menos importante que para él, como tendremos ocasión de verificar
por Celestina y pagada con la hacienda de Calisto primero, y a la postre con la vida de
todos los que han intervenido en la compra-venta. Caro negocio, pero en el que todos
quieren participar. Tristán está dispuesto a dar tan buena cuenta de Melibea como su
Melibea, objeto de los brutales comentarios de los criados se agudiza con la reflexión de
Sosia ante su lamento ritual tras perder la doncellez: “Todas sabéis esa oración después
que no puede dejar de ser hecho. ¡Y el bobo de Calisto que se lo escucha!” (pág. 109).
exclamación de Calisto: “¿Mujer? ¡O grosero! ¡Dios, Dios!” (pág. 12), que causó la
literalmente el grosero chiste de aquél y del que ambos rieron ruidosamente. Calisto, en
efecto, ha conseguido cometer peor pecado que en Sodoma, “porque –como le decía
Sempronio-, aquéllos procuraron abominable uso con los ángeles no conocidos y tú con
el que confiesas ser dios” (pág. 12). Melibea era falsa deidad con pies de plomo, y
ahora, caída del pedestal, parece estar al alcance del deseo de cualquiera, y los criados
Calisto tener acceso a su cuerpo la sitúa a los ojos de estos jóvenes en el papel de objeto
18
cualquiera.33
Hemos de recordar que la Comedia de 1499 acababa aquí con la muerte súbita
los amores. Calisto, sin embargo, no se queda para un “encore”, sino que, como en la
Comedia, muestra prisa por irse a dormir, toda vez que ya ha satisfecho su deseo. Alega
que el alba está próxima, “Ya quiere amanecer”, aunque las inoportunas campanas del
reloj le desmienten al dar las tres y ponen en evidencia su impaciencia por marcharse. 34
a la misma hora, y, como el reloj, confirma “que no serás visto, que hace muy escuro, ni
yo en casa sentida, que aun no amanece” (p. 109). Calisto, desabrido, ni le responde ni
se despide, sino que da a sus criados la orden expeditiva de marcharse: “Mozos, poned
quizás porque la tardanza es habitual, como tiene visos de serlo el que Melibea y
descubiertas por su padre.36 La escena de las dos mujeres cantando parecería casi
33
La noción de que una mujer que tiene relaciones sexuales no maritales con un hombre
querrá tenerlas con cualquiera ha sobrevivido hasta la actualidad. Recuérdese el
significado simbólico de “las suecas”, cuya supuesta disponibilidad sexual no sólo se
limita desgraciadamente a las películas de los años 70.
34
M. E. Lacarra, Cómo leer “La Celestina”, Guías de Lectura, Júcar 5, Madrid,1990,
pág. 131.
35
Vid., Lacarra, “Sobre los dichos lascivos”, op. cit., págs. 429-430.
19
pasadas las doce de la noche es poco apropiada para tales esparcimientos. La lubricidad
de las canciones aviva el deseo de Calisto, que las escucha sin ser visto, y ha estado a
punto de interrumpir el canto para “cumplir el deseo de entrambos” (pág. 129). Melibea,
amado, y de la belleza del lugar, sin percatarse de que Calisto y Lucrecia están
goza este huerto con tu venida … mira la luna cuán clara… mira las
paz unos ramos con otros por intercesión de un templadico viento que los
menea. Mira sus quietas sombras cuán oscuras están aparejadas para
(págs. 129-130).
sea de peor condición mi presencia con que te alegras, que mi ausencia que
qué le reprende y le indica que su presencia puede ser de peor condición que el tormento
36
Vid. M. E. Lacarra, “Sobre la cuestión del pesimismo y su relación con la finalidad
didáctica de La Celestina”, Studi Ispanici, 1987-1988, 47-62, págs. 51-52, donde señalo
la negligencia paterna en la vigilancia de la hija.
20
¿Cómo cantaré, que tu deseo era el que regía mi son y hacía sonar mi
aclaren el significado. Melibea se queja de que Calisto tiene malas “mañas” y “riguroso
“Señora, el que quiere comer el ave, quita primero las plumas” (pág. 130). Es posible
de Melibea a la criada de quitarle “su placer” con pesados abrazos que despedazan sus
miembros parece bastante indicativo de esto. Sin embargo, esta riña de enamorados se
apacigua pronto y una irritada Lucrecia constata el triunfo de Melibea, que retoza a
placer con Calisto, mientras que ella, como telonera que ha servido de aperitivo o
preludio para abrir el apetito al concierto mayor, se tiene que contentar con el recuento
de los sones que la renovada armonía de los amantes produce. Su excitación insatisfecha
hablaran.37
37
Concuerdo con la idea de degradación de Melibea, que ha caído tan bajo que tiene
que reñir con la criada por su amado que expone June Hall Martin, Love’s Fools:
Aucassin, Troilus, Calisto, and the parody of Courtly Lover, Tamesis, Londres, 1972,
pág. 12. Alan Deyermond, “Divisiones socio-económicas, nexos sexuales: la sociedad
21
miembros” (pág. 130) Melibea se ha dulcificado y no parece menos contenta del vigor
del caballero que posee “el más noble cuerpo y más fresca juventud que al mundo era en
nuestra edad criada” (pág. 135), a juzgar por sus palabras: “Señor, yo soy la que gozo,
yo la que gano; tú, señor, el que me haces con tu visitación incomparable merced” (pág.
130).38 Como vemos, ambos siguen utilizando un léxico erótico lleno de eufemismos
“merced”, que contrastan con los términos más físicos que utiliza Lucrecia:
letal, porque le cuesta la vida. Melibea que lo intenta retener en vano, le arroja las
su secreta actividad nocturna. Siempre he, hemos, pensado los críticos que Calisto
Debo confesar que la reciente pregunta maliciosa que me hizo a ese efecto mi
buen amigo y gran celestinista Ian Michael me dejó entre suspensa y divertida.
de Celestina”, Celestinesca, 8, 1984, 2, 3-10, pág. 8, concuerda con Martin y califica los
abrazos de Lucrecia de insolentes.
38
La sexualidad femenina y el placer de ella derivada se reconocía ampliamente en la
Edad Media. De hecho, era un tema que despertaba gran interés, a juzgar por las
disputas sobre si la calidad e intensidad del placer era igual en los hombres que en las
mujeres. Vid. Mary F. Wack, Love Sickness in the Middle Ages. The "Viaticum" and its
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interpretar así. Sin embargo, no deja de ser atractivo ni carece de cierta coherencia
que en este último acto, Melibea, que no quiere dejar prendas inculpatorias de su
La caída de Calisto le abre la cabeza y muere al instante. Sus criados recogen sus
sesos esparcidos por los cantos de la calle para juntarlos con la cabeza. Melibea da
cuenta puntual a su padre de este espectáculo demoledor “de la triste caída sus más
escondidos sesos quedaron repartidos por las piedras y paredes (pág. 135). Puede
resultar extraño al lector explicar cómo se puede romper en trozos por el impacto de la
posible es que el cerebro de Calisto haya sufrido un proceso de desecación que le haya
Este parece ser el caso y la causa de la desecación no otra que el coito excesivo. Ya lo
advertían los médicos que el calor generado por el ardor del deseo y por el coito subía
acometiera a los varones el sueño reparador que servía para rehumedecer el órgano y
subraya, no sin humor, su condición de lujurioso, lujuria ya advertida por Melibea y por
Sempronio al inicio de la obra cuando ambos descubren, cada uno por su parte, la causa
Muerto Calisto Melibea se tiene que enfrentar con la realidad de la que tanto ella
permite mantener la ficción literaria que el lenguaje erótico-cortesano, nunca del todo
los héroes sentimentales le eleva a ella al pedestal de las heroínas no puede disfrazar la
las mujeres con las que ha sido comparada a lo largo de la obra por Celestina primero y
por los criados después y la equipararla con heroínas de la literatura clásica, como Dido.
autoinmolación por amor puede provocar admiración. Sin embargo, ejemplos coetáneos
comentario irónico del Auctor, al suicidio de Mirabella, pues al arrojarse desde una
de cerca de Avicena y menciona que la hora mejor es tras hacer la tercera digestión para
tener el estómago inactivo.
41
Vid. M. E. Lacarra, “Parodia”, op. cit, p. 29; Victoria A. Burrus, “Melibea’s Suicide:
The Price of Self-Delusion”, Journal of Hispanic Philology, 19, 1995, 57-87, aunque
concurre conmigo en lo relativo al auto-engaño, propone que sólo Calisto es objeto de
humor.
42
Vid., M. E. Lacarra, “Pesimismo…”, op. cit., pág. 54.
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ventana cayó a un corral donde guardaban leones y estos “no usaron con ella de aquella
obediencia que a la sangre real debían, según en tal caso los suelen loar, mas antes
muy presto fue de ellos despedazada, y de las delicadas carnes cada uno contentó su
apetito”.44 Además, el Auctor califica este fin de “rabiosa muerte”, lo que la acerca a
Melibea, que se suicida en un estado emocional que ella misma describe como de ira
incontrolable, cuando insta al padre al silencio pues “en tal tiempo las fructuosas
Del análisis del erotismo que precede podemos extraer varias conclusiones. La
modos cortesanos para disfrazar la lascivia y venderla como amor. Por otra parte, la
prefijados. La concepción de que las mujeres comparten una naturaleza común, que
rameras de las mujeres guardadas, salvo en que éstas encarecen más su valor y tardan
43
Vid. J. de Flores, Grimalte y Gradissa, ed. crítica de Carmen Parrilla, Universidad
de Santiago, Santiago, 1988; del mismo, Historia de Grisel y Mirabella, eds. Pablo
Alcázar López y José A. González Núñez, Don Quijote, Granada, 1983.
44
Flores, Grisel y Mirabella, op. cit., pág. 86.
45
Vid. Louise Fothergill-Payne, “Afecto, afección y afectación en Celestina”, Revista
Canadiense de Estudios Hispánicos, 15 (1991), 401-10, pág. 406, donde describe a
Melibea como dominada por la rabia.
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que iguale a todos los hombres. Sólo se afirma que son naturalmente perfectos y más
Sin embargo, ni todas las mujeres que aparecen son iguales, pues aunque desde
un punto de vista moral Melibea es lujuriosa, como las prostitutas, se diferencia en que
por ser varón. Su conducta es deplorable como noble y hasta cierto punto también como
amante. Sólo destaca en el vigor sexual que tanto complace a Melibea, excita a Lucrecia
y da envidia a Tristán, pero que, como no podía ser menos, también es objeto de burlas.
Por otra parte, ya que ambos se gozan mutuamente, la idea de que Calisto, como varón,
es el sujeto del amor y Melibea el objeto, debiera invertirse, pues Melibea al volver su
caso de Melibea, sin embargo, ocurre la paradoja de que ambos son activos y ambos son
sujetos y objetos. Como observa Snow: “neither dominates, neither is subordinate to the
de Melibea se muestra en una pasión sin fisuras, mientras que el de Calisto se adivina
móvil. En Calisto se advierte un devaneo con Lucrecia, que la muerte corta de raíz, pero
46
Vid. Judith Buttler, Gender Trouble. Feminism and the Subversion of Identity,
Routledge, Nueva York, 1990, pág. VII.
47
Joseph T. Snow, “Two Melibeas”, en 'Nunca fue pena mayor'. Estudios de Literatura
Española en Homenaje Brian Dutton, Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca,
1996, 655-662, pág. 660.
26
rameras.49 Esto es así porque en los dos amantes se dan movimientos inversos. El amor
de Calisto se enfría a medida que sus relaciones sexuales con Melibea satisfacen su
como individuo y no como miembro del “género femenino”, no sólo pierde el poder
como sujeto agente, ya mencionado, sino que confirma los supuestos que fundamentan
la creencia de que las mujeres son naturalmente lujuriosas. Y es paradójico que sólo con
presentarse al mundo simultáneamente como amante fiel y como mujer lujuriosa, como
48
Es ilustrativo a este efecto el discurso del rey de Chipre en Triunfo de Amor, ed.
crítica de Antonio Gargano, Collana di Testi e Studi Ispanici, Giardini, Pisa, 1981, pág.
164.
49
Movimientos de esta índole se advierten en obras coetáneas de Flores. En la ya
mencionada Grimalte y Gradissa, lo observamos en la conducta de Fiometa hacia su
antiguo amante, Pánfilo, que la ha abandonado, y en Triunfo de Amor, op. cit., págs.
162-171, lo vemos en la petición de los hombres de marcharse a sus quehaceres y
negocios por estar ya ahitos del amor, pues se insiste en que hombres y mujeres tienen
distintos intereses y objetivos en el amor.