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Por su parte, Pedro insta a la mujer estar sujeta a su marido, ser casta y
respetuosa y no tener una imagen externa con peinados ostentosos, adornos
de oro o vestidos lujosos, sino un espíritu afable y apacible (1 Pedro 3:1-4). Tan
importante es la mujer que desde el principio vio Dios que no era bueno que el
hombre estuviera solo, por eso le hizo una ayuda idónea (Génesis 2:18).
Incluso el sabio Salomón reconoce la vital importancia de tener una buena
esposa en tres pasajes absolutamente impagables. El primero dice así: “La
mujer sabia edifica su casa, pero la necia con sus manos la derriba”
(Proverbios 14:1). El segundo reza: “Mujer virtuosa ¿quién la hallará? Porque
su valor sobrepasa largamente al de las piedras preciosas. El corazón de su
marido confía en ella y no carecerá de ganancias” (Proverbios 31:10). Y el
tercero advierte: “Engañosa es la gracia y vana es la hermosura; la mujer que
tema a Jehová, esa será alabada” (Proverbios 31:30).
Pero es que ¿acaso Dios es machista? No. De hecho, pone al marido unas
obligaciones mucho mayores que a la esposa. Al hombre se le ordena amar a
su mujer y no ser áspero con ella (Colosenses 3:19), tratarla como a vaso
frágil, es decir, con delicadeza (1 Pedro 3:7), amar a su esposa como a su
propio cuerpo (Efesios 5:28), dejar a su padre y a su madre para unirse a su
mujer y formar con ella una sola carne (Efesios 5:31), amar a la mujer como a
sí mismo (Efesios 5:33) y lo que es aún más fuerte: “Maridos, amad a vuestras
mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella” (Efesios 5:25).
Fíjate bien lo que dice… amar a la esposa “como Cristo amó a la iglesia”. ¿Qué
quiere decir esto? Que un marido debe amar a su esposa hasta el punto de
llegar a dar la vida por ella, si esto fuera necesario, pues eso mismo es lo que
Cristo hizo por nosotros. La mujer no tiene la obligación de morir por su
esposo. En cambio, el hombre sí la tiene.
¿Y qué hay del sexo? El apóstol Pablo es claro al respecto: “Acerca de lo que
me habéis preguntado por escrito, digo: Bueno le sería al hombre no tocar
mujer. Sin embargo, por causa de las fornicaciones tenga cada uno su propia
mujer, y tenga cada una su propio marido. El marido debe cumplir con su mujer
el deber conyugal, y asimismo la mujer con su marido. La mujer no tiene
dominio sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido
dominio sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro, a
no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos
sosegadamente en la oración. Luego volved a juntaros en uno, para que no os
tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia” (Corintios 7:1-5). Así pues,
para huir de las fornicaciones (sexo fuera del matrimonio), Pablo aconseja al
hombre y la mujer casarse, tener relaciones frecuentemente para evitar
tentaciones y no negar el sexo el uno al otro.
DIOS TE BENDIGA.
FREDY.