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perderse en el olvido de los hombres, y se aferran con tenacidad morbosa a sus

relaciones simbióticas para anular su desamparo. Lo que hacen tiene la finalidad


de olvidarse de si mismos, de su propia finitud, negar su fragilidad, deshacerse de
la conciencia de su inevitable e impredecible muerte; escaparse del no-ser, de la
nada, del vacío.
Ahora es tiempo de detenemos un momento para recordar que los opuestos se
necesitan unos a los otros. La luz, para serlo, necesita de la obscuridad y ésta de la
primera. No habría norte sin sur, afuera sin adentro, arriba sin abajo, positivo sin
negativo, hombre sin mujer, bondad sin maldad, superego sin id y viceversa; para
que el electrón sea, necesita del protón, la creación de la destrucción y la materia
de la antimateria. Nada puede ser sin su contrario: el no-ser. Esta es la enseñanza
taoísta del yinyang.
Cuando tratamos de ocultar, negar o destruir alguno de los polos, el otro se
destruye en el acto, y por ende la unidad, el todo. En este momento hay una
lámpara que me alumbra; desconectando el polo negativo, el polo positivo deja de
serlo y la lámpara se apaga. Así de fácil.
Lo que el hombre intenta hacer ante la amenaza de la muerte, del noser, es
"desconectar" inmediatamente este polo de la existencia mediante actos regresivos
como los ya descritos. Pero puesto que el no-ser es parte esencial y necesaria del
ser, cuanto más trata de huir de la muerte, más muerto está en vida; entre más
pretende escaparse de su fragilidad pretendiendo ser el poderoso o el protegido,
más destruye su existencia consciente y más vulnerable se vuelve; mientras más
niega esa parte esencial de la vida, que es la muerte, más se suicida. Porque el ser-
ahí es ser-consciente, y si la conciencia se destruye el mismo hombre se
extermina.
Con todas esas cosas que el hombre hace para salvar su vida no logra más que
destruirse. O para expresarlo en palabras de San Mateo, "quien quiera salvar su
vida la perderá" (Mt. 16,25). La sociedad en que vivimos, amenazada ya de
muerte, lucha afanosamente por salvarse; no sólo con grandes producciones
masivas de cosas que sirven en realidad para nada; no sólo sobrepoblando la tierra
en que habita; no sólo negándose la vida mediante la simbiosis, la enajenación y
el incesto; también lucha por salvarse invirtiendo diariamente una millonada en
bombas "salvadoras", "defensoras" .
El pecado del hombre es no aceptar la realidad sobre su propia existencia; ese
es el "pecado contra el Espíritu de la Verdad". Y aunque parezca que trabaja
mucho y produce más, su producción es tan sólo de latas huecas y vacías. Esta es
la más irónica y cruel destructividad: la que aparenta ser constructiva.
Para aferrarse a la vida, el hombre se convierte en un cadáver ambulante de
apariencia atractiva, de traje y corbata y, ¡por supuesto!, muy bien perfumado,
pero internamente vacío; y mucho por no aceptar su fragilidad y su impotencia;
por no rendirse a la muerte, que implica aislamiento, culpa y sin-sentido; por
resistirse tenazmente a negarse a si mismo, a su grandioso y ficticio ego y a cargar
la cruz de su existencia,
Pero cuando el ser humano es tan valiente como para aceptar que lo que es, es;
cuando da la bienvenida a su impotencia ante la muerte, y por ende a la
individualidad, la libertad y la responsabilidad por su existencia, entonces ésta se
transforma en Vida Verdadera, llena de significado y valor profundo. Sólo
aceptando plenamente sus limitaciones, el hombre se descubre libre y sin barreras.
Cuando el individuo acepta de buena gana su propia insignificancia y
destructibilidad, descubre que el carácter temporal y finito de la vida humana de
ninguna manera le quita su significado, pues éste no depende de su duración en
tiempo. "No es la duración de una vida humana en el tiempo lo que determina la
plenitud de su sentido. No juzgamos el valor de una biografía por su 'extensión',
por el número de páginas del libro, sino por la riqueza de su contenido Lo que
carece de sentido de por sí no lo adquiere por el simple hecho de que se eternice"
(Frankl, 1946, págs. 119 a 121). En otras palabras, si la vida careciera de
significado en cada instante, pretender que sea infinita seria una estupidez infinita.
La muerte, en vez de anular el significado de la existencia, lo hace más
brillante: "A pesar de que la fisicalidad de la muerte destruye al hombre, la idea
de la muerte lo salva ... La muerte es la condición que nos hace posible vivir la
vida en una forma auténtica" (Yalom, 1980, págs. 30 y 31).

Cuando el hombre se da cuenta que su vida es finita ( iy lo acepta!) la aprecia


plenamente y se siente impulsado a vivir, en el sentido más profundo de la
palabra, cada instante de su vida. Y es precisamente esa intensidad, esa
profundidad de la vida, lo que hace que ésta valga la pena y tenga un -verdadero
significado. El valor de la vida de cada hombre depende de cuanto ha hecho reales
sus potencialidades latentes, de cuanto ha cumplido su tarea; de la forma en que
ha vivido. Y cuando ha aceptado su finitud, está preparado para darle en verdad la
bienvenida a cada día:
Bienvenido amigo mío, día nuevo. Al llegar tú se abre una nueva puerta y el
camino se alarga un no sé cuánto más. Representas un gran regalo: una nueva
oportunidad de vivir que la Buena Vida pone ante mis ojos.
Bienvenido amigo. Te llamo amigo, y como tal, querido día, te daré mis
mayores esfuerzos. Lucharé por hacerte, o mejor dicho, descubrirte grande,
valioso, inolvidable. Te ofreceré mi Ser, mis cualidades, mis limitaciones. Te
cuidaré como el regalo que Dios me ha dado. Regaré tus flores y te pintaré de
colores; te cantaré himnos de amor en la paz de mi alma.
Bienvenido amigo. No te pregunto qué me regalarás, pues tú mismo eres un
regalo. Más bien me pregunto qué te daré yo. Sé que, como en el amor y la
amistad, entre más te dé, más recibiré a cambio: entre más esfuerzos te
dedique, más satisfacciones me darás.
Bienvenido amigo. ¡Vamos! Hagamos una oración sin palabras. Vivamos de
tal forma que a tu partida, o a la mía, ambos nos sintamos satisfechos de
habernos conocido y ... jamás nos olvidemos.
Si un individuo había logrado previamente trascender su soledad aceptando su
condición humana de aislamiento, y descubierto por si mismo la fraternidad y el
amor genuinos, cuando redescubre que sus días sobre esta tierra son escasos
aparece en él la imperiosa necesidad de hacer que su paso no sea estéril, siente la
urgencia verdadera de trascender su con—ición de criatura impotente para
convertirse en creador útil y productivo (Fromm, 1955), necesita dejar una huella
positiva y amorosa en este mundo. Y si es lo bastante valeroso como para
reconocer y aceptar lo inevitable de su propia extinción y su impotencia para
controlar las contingencias de su vida, en seguida se percata de que lo único con
que cuenta es este preciso y precioso instante, "el aquí y el ahora" inmediatos, por f
lo que comienza a vivir cada momento en forma verdaderamente plena, total y I
productiva.
La auténtica productividad, la que se basa en la aceptación genuina de la
limitación humana y en el amor, le permite al hombre trascender su condición de
"estancamiento" mediante la "generatividad" (Erikson, 1950), pues las tareas
sociales y laborales ahora tienen, efectivamente, un sentido profundo y verdadero
(Adler, 1933) ya que están basadas en "valores creativos" y significativos (Frankl,
1962).

Así como el amor que no se refleja en una actitud responsable y productiva no


es amor, la productividad que no está motivada por el amor no es verdadera
productividad (Fromm, 1956). El trabajo que no está genera-- do por la
fraternidad, aunque sea el más demandante de los trabajos, no es auténticamente
productivo. Ese trabajo no tiene sentido ni vale la pena en lo absoluto, pues no
hace más que incrementar el sentimiento de vacío, aislamiento y fragilidad
existencial del hombre, por lo que éste se vuelve adicto a su trabajo sin sentido.
Cuando las actividades sociales o laborales no están dirigidas por el
sentimiento de ternura cálido, compasivo y comprensivo hacia el ser humano, ni
impulsadas por la caridad ("gemeinschaftsgefiihr), aunque sean remuneradas con
miles de dólares y puedan representar un beneficio para la humanidad entera en
términos fisicos, estas actividades, este trabajo no tienen sentido verdadero para el
individuo que las realiza. Podrá tener millones y ser admirado por los hombres,
pero eso sólo satisface momentáneamente sus necesidades neuróticas que, como
sabemos, son insaciables. Por eso, estas gratificaciones carecen de significado
profundo: el dinero será sólo billetes y los halagos simples palabras vacías; entre
tanto, él seguirá igualo más solitario en su mundo narcisista: "Aunque repartiera
todos mis bienes y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor de nada
vale" (1 Cor 13, 3).
Cuenta la leyenda que a tres picapedreros que trabajaban arduamente
rompiendo piedra se les acercó un hombre y preguntó al primero de los tres lo que
estaba haciendo. Este, lleno de aburrimiento respondió, "rompiendo piedra". El
hombre hizo la misma pregunta al segundo de los picapedreros, quien le dijo que
estaba ayudando a hacer un muro. Finalmente, interrogó al tercer trabajador
preguntándole, "Tú, ¿qué estás haciendo?" y dice la leyenda que este hombre
alzó su mazo y después de dar el más orgulloso de los golpes a una piedra,
respondió, "¡YO ESTOY CONSTRUYENDO UN TEMPLO!"
En esta leyenda es obvio que el único de los tres picapedreros que en verdad
le estaba dando un sentido a su trabajo, y mediante éste a su vida, era el tercero.
Lo hacía con amor y dedicación, y aunque fuera el más monótono de los trabajos,
para él era la ocupación más digna y respetable y, por tanto, izo era! Cuando un
hombre realiza así su tarea ésta cobra sentido al instante, ya no es "un trabajo"
sino un juego divertido y apasionante, una actividad gratificante y en realidad
productiva; no es realizada para alcanzar una meta de inmortalidad y grandeza
ficticia sino por el puro gusto de hacerla.
j Ojalá fuera cierto que, como en la leyenda, una tercera parte de la humanidad
viviera trascendiendo su condición limitada y dándole a su existencia nn sentido
mediante la creatividad, la generatividad y la productividad auténticas! Si así
fuera, este mundo no seria el mismo, ni estaríamos amenazados por la
autodestrucción y la guerra. La mayoría de las personas viven aferradas a un estilo
de vida no auténtico, que niega su propio ser en el mundo; continúan asidas a los
primeros estadios de la vida y como no están preparadas para confrontar en forma
auténtica su propia destructibilidad, ¡mucho menos para aceptada!
Lo que parece ser en muchos hombres una necesidad de trascendencia,
autorrealización y significado, en realidad no es más que un estilo de vida que
compulsiva y desesperadamente trata de satisfacer necesidades neuróticas que
fueron engendradas en la niñez e infancia al no quedar saciada su hambre de
seguridad, amor y pertenencia o estima y autoestima°
¡Cuántas personas trabajan "como locas" para ganar el reconocimiento social
y el prestigio que requieren por jamás haberse sentido "niños buenos"! ¡Cuántos
individuos aparentan ser produétivos tan sólo para satisfacer sus imperiosas e
insaciables necesidades de ser admirados por los otros y de lograr lo que sea para
no sentirse insignificantes! ¡Cuántos otros no aparentan e incluso creen ser
creativos sólo para aplacar sus propias demandas de ser poderosos, omnipotentes
y perfectos; de controlar, dominar y explotar en forma humillante a su prójimo]
Estas personas, que en verdad se aferran a una serie de trastornos de la
personalidad (tipo no están dispuestas a enfrentar su debilidad, su impotencia
ni su muerte. Como padres {) madres de familia son igualmente explotadores y
narcisistas, ya que sólo desean ser admirados a través de sus hijos, a quienes ven
como extensiones de si mismos.
Otras personas trabajan compulsivamente en forma perfeccionista y
meticulosa, restringiendo su vida hasta limites realmente extenuantes, no por un
verdadero sentido de productividad amorosa sino para sentirse invulnerables a los
ataques externos y saciar su sed de autosuficiencia y perfección. Estas personas,
aferrándose a una alteración grave de la personalidad (tipo 1I), tampoco se
encuentran en condiciones de ser auténticas consigo mismas y aceptar su
indefensión y desamparo. Como cónyuges y padres de familia son fríos, distantes,
indiferentes y alejados emocionalmente de quienes les rodean.
Los individuos menos listos para enfrentar la angustia ontológica de no-ser
son los que, padeciendo una alteración máxima de la personalidad (tipo 1), se
aferran a su necesidad de dependencia y niegan su propia existencia separada.
Estas personas aparentemente son trabajadoras, sufridas, amorosas y respetuosas,
pero sólo lo hacen para ganar el afecto, y la aprobación y protección de IDS
demás y afiliarse simbióticamente a una institución que las proteja, cuide y
domine; para ello, restringen su vida en forma miserable. Como padres de familia
son los "mártires", "abnegados" y "sufridos" que están dispuestos "a dar todo",
hasta su propia dignidad, "por el bien de sus hijos", a los que manipulan por
medio de la culpa y creando en ellos una serie de sentimientos de remordimiento
hasta por haber nacido.
Ahora bien, la situación social no es del todo diferente. Hay naciones
poderosas que trabajan compulsivamente para ser la "número uno" y que en
conjunto buscan con afán saciar su hambre de poder y perfección; de ser
reconocidas y admiradas por todos los otros países y obtener el máximo de
prestigio. Con tal de "lograr y producir" lo que sea, llegan a dominar a las demás
naciones, explotarlas y controlarlas económicamente. Estas naciones (y
curiosamente no puedo recordar el nombre de ninguna de ellas) viven en una
continua pugna entre si, envidiando los logros de "sus competidores", y aunque
proclaman ser muy "libres" no han asimilado que la libertad implica
responsabilidad, por lo que confunden la libertad con el libertinaje más
desenfrenado: drogas, sexo, placer y ... "¡viva la vida!" Pero para mantener su
"libertad" sacrifican miles de vidas en guerras, en que se meten "para proteger la
libertad".
Estas naciones, que obviamente están "fijadas" en la etapa III del desarrollo
(o por lo menos eso se diría si fueran individuos), pueden describirse como
sociedades histriónicas, "fálicas", que "van contra" las otras, pero con una sonrisa
seductora de aparente benevolencia; su postura es la de "yo estoy bien, tú mal",
son explotadoras sádicas y coléricas v si bien dan la apariencia de ser naciones
felices y productivas su destructividád y hostilidad latentes se manifiestan con
frecuencia en el comenido de sus espectaculares y grandiosas producciones
cinematográficas, que suelen ser tan significativas como los sueños de un
individuo. Sus películas versan sobre sexo, guerra, plagas, catástrofes destructivas
y hasta monstruos marinos que a todos devoran, excepto, claro está., a los que el
superhéroe logra salvar.
Otras naciones viven a la defensiva, necesitando mostrar a todas las demás
que son "autosuficientes", que no necesitan de ellas, que son sociedades
"perfectas". Tratan de "no meterse con ninguna y mantener a toda costa su
posición invulnerable; pero para ello restringen sus potencialidades de libertad y
viven produciendo en cantidades suficientes, pero en una forma típica de los
compulsivos. Hacen muchas cosas y son famosas por su industria mecanizada;
aman los instrumentos electrónicos y eléctricos muy sofisticados que no sirven
más que para impresionar a los demás paises. Mecánica y técnicamente son
admirables (pues su necesidad de estima, auto estima y autonomía nacional es la
dominante), pero en lo humano son frias, distantes e inaccesibles. Estas naciones
podrían con facilidad ser comprendidas como víctimas de un trastorno
compulsivo de la personalidad social, como si estuvieran "fijadas" en la etapa II
del desarrollo. Fromm las llamaría "mercantilistas y acumulativas". Curiosamente,
sus miembros con frecuencia son altos y delgados: el típico "ectomórfico"
descrito por Sheldon, que naturalmente es "cerebro tónico" . Son invulnerables,
perfectos y autosuficientes pero itan aburridos! que en verdad merecen el nombre
de " i flemáticos! "
Por último, también existen naciones dependientes de las fuertes. Sus
necesidades neuróticas son la de una nación protectora que las guíe y domine
económica y socialmente y hasta en la moda; necesitan también ser aprobadas y
"queridas" por las otras, por lo que generalmente les falta la fuerza, la asertividad
para ser independientes; restringen su vida enormemente. Estos países muestran,
como es de esperarse, una depresión muy grave que se trasluce en sus modestas
películas y en las canciones más populares. No obstante, para compensar su
depresión con frecuencia adoptan posturas maniacas y de grandeza y afirman
victoriosos que como su patria ... "no hay dos".
En algunas ocasiones estas naciones muestran conductas realmente
alarmantes, como las que corresponderían a una personalidad "limítrofe"
("borderline") si fueran individuos: gastan mucho más de lo que pueden y tienen,
cometen actos impulsivos, irreflexivos y autodestructivos ("acting outs
nacionalizados") tan irracionales que parecen gestos suicidas; estos paises son
incapaces de valerse por sí mismos, poseen una falta de identidad nacional,
padecen una serie de sentimientos crónicos de aburrimiento y vacío, y presentan
cambios muy marcados de afecto: desde la manía más exuberante hasta la
angustia y depresión más asfixiante; sin embargo, vuelven con rapidez a su estado
de ánimo habitual; abusan con frecuencia del alcohol y por lo común se
encuentran "en el rincón de una cantina". Adicionalmente, cuando hay
explosiones internas de hostilidad y rabia, éstas son muy violentas y destructivas.
f Por último, no es raro que estas naciones "limítrofes" tengan un grado muy alto de
corrupción masiva. El lector tendrá que perdonarme, pero como no soy un experto
en política no recuerdo el nombre de ninguna de estas naciones. Sin embargo, sus
síntomas nacionales corresponden exactamente con los que se esperaría de un
individuo limítrofe según la APA (1980).
Obviamente, los países aquí descritos presentan un "trastorno de la
personalidad tipo 1": dependientes o limítrofes. Son orales, receptivos,
masoquistas, se autodevalúan y su posición ante el mundo es la de "yo estoy mal,
tú estás bien", por lo que van "hacia" las otras naciones con la sonrisa del "país
amigo". Por todo lo dicho era de esperarse que el estereotipo de los nativos de
estos paises sea el del "gordo y chaparro", tal como Sheldon describe a los
endomórficos, que tienden a ser "somatotónicos". Más aún, no es raro que la
personalidad nacional de estos paises sea, en términos de Hipócrates,
"melancólica".
A pesar de que la humanidad como un todo se encuentra aparentemente en la
etapa de "generatividad vs. estancamiento", en la de mayor
"productividad" y "creatividad" (ya que nunca antes en la historia había
habido un periodo de mayor avance tecnológico, de mayor número de inventos,
"progreso", etc.), las diversas sociedades y naciones que la componen están en
realidad estancadas o aferradas a etapas muy tempranas del desarrollo humano. Es
por eso que la ambición del hombre contemporáneo es "conquistar" el espacio,
"dominar" la tierra, "explotar" los recursos naturales. La meta no es conocer,
admirar, respetar y amar el Universo en que Vive.
En realidad, el ser humano, como especie, no ha aprendido a amar y ahora que
se encuentra con su cercana extinción reacciona en forma patológica y regresiva,
cuanto más poderoso trata de ser más niega su propia debilidad y, por tanto, más
se destruye a si mismo. La muerte de la especie humana no va a ser,
probablemente, "por causas naturales" sino por suicidio.
¿Cómo ve a la humanidad el individuo que se encuentra realmente en la etapa
de generatividad? ¿Con desprecio? ¿Con orgullo de su superioridad? De ninguna
manera. Puesto que él ya ha aceptado su propia mortalidad e impotencia, la ve con
ojos compasivos y amorosos y hace todo lo que está en sus limitadas manos para
beneficiar a su hermano, el hombre, quien se empeña en negar su realidad y
aferrarse a sus formas aulodestructivas de vida_
1 El individuo realmente productivo se ama a si mismo y, por ende, a quienes le
rodean. Su creatividad está teñida de interés genuino y ve los productos de su
generatividad corno verdaderos hijos amados; los cuida y protege, pero permite
que se desarrollen en forma espontánea por sí mismos y lleguen a ser lo que en
realidad son/A sus padres, que tantos errores cometieron en su infancia, no sólo
los quiere y acepta; no sólo los perdona sinceramente, sino que lucha activamente
por enriquecer y promover su desarrollo. A sus hijos, si los tiene, los respeta y
ama en lo profundo sin pretender dominados ni controlados. Lo que desea para
ellos es su propio bienestar y desarrollo; carilla en ellos y les permite ser ellos
mismos. Siente que la oportunidad que la vida le ha ofrecido simplemente para
quererlos y procurar su bien es suficiente bendición, y no desea más que esto.
Poder participar en el crecimiento de su hermano es para él un honor in -
comparable y no pretende más que ser el agraciado testigo de su propia creación.
Al crear en esta forma, se construye a si mismo sin pensar en él, sino en su
prójimo. Este hombre, al aceptar plenamente sU condición de criatura impotente,
la ha trascendido. Se ha convertido en el creador verdadero; el que hace lo que
hace tan espontánea y naturalmente que no se da cuenta de lo que hace, el que se
siente como testigo honrado de su propia creación, el que ve admirado su propia
obra, sea un hijo, una flor o un poema.
El hombre que se enfrenta con valentía a su condición de criatura mortal e
impotente, y la acepta en forma plena, se convierte en creador espontáneo y al
hacerla deja una huella positiva en el mundo y trasciende su condición.
Repentinamente se sorprende al percatarse que él mismo es el proceso de creación
amorosa, y cuando ha alcanzado este punto en su desarrollo se siente al mismo
tiempo trascendente e impotente, creador y criatura, poderoso e indefenso. En ese
momento ha asimilado en verdad, y sin quererlo, que él mismo es el "Viejo
sabio", el "Misericordioso", el creador, y a la vez, el individuo potencialmente
destructivo, "malévolo" y condenado. Es entonces, y sólo entonces, que se
identifica plenamente con aquellas imágenes primordiales y universales de
bondad y maldad y las trasciende. Está "más allá del bien y el mal", pues ha
asimilado los arquetipos más antiguos de la humanidad, que hasta entonces se
habían mantenido inconscientes e inaccesibles en su interior. En este momento el
sentimiento o la imagen que el hombre tiene de si mismo podría representarse
rromo se ilustra en la figura 16-1.
Cuando el individuo ha alcanzado este grado en su proceso de auto-
- descubrimiento, ha hecho realmente "suyos" todos los aspectos que antes no
aceptaba; ha hecho consciente lo inconsciente; se siente el centro de su vida,
completo, total como ser humano. 1-la adquirido auténticamente la virtud de sentir
que el mundo entero le importa, la virtud de la solicitud o "cuidado"/ (Erikson,
1964). El navegante que se había descubierto como su propia barca, su timón y su
energía, que había trascendido la soledad al sentirse hermano del mundo entero,
ahora se siente un verdadero contribuyente en la creación de la tierra en que vive;
que su existencia ha valido la pena; ha gozado, amado y creado; ha vivido.
Entonces puede exclamar satisfecho, como William Stekel,
Si echara sobre mi vida una mirada retrospectiva, podría confesar
honradamente que no desearía haberla vivido de otro modo. Si volviera a
nacer, cometería seguramente las mismas faltas, incurriría en las mismas
tonterías y padecería los mismos dolores. Amo todo aquello que encierra la
vida: el trabajo, el ocio, la vigilia, el reposo, la tortura de la creación propia y
el poder deleitarse con la ajena, el ambular por los lejanos valles escondidos
en las montafias y el pasear por los pequeños jardines de las grandes
ciudades, lo terreno y lo sublime, las alturas y las profundidades.
Sé muy bien que sólo podré obtener de la vida la millonésima fracción de
la millonésima parte de su infinita riqueza Esta mínima partícula es tan
infmitamente rica por si sola, que por ella vale la pena vivir y haber vivido.
(Stekel, 1956, pág. 11)
¿Qué más podría un hombre pedir a la vida? ¿Qué más podría ofrecerle la
misma? Quien ha llegado hasta este punto está listo para decir adiós a su paso por
la tierra; está preparado para lo que cree será la despedida. Pero ignora que aún le
falta el paso más grandioso de todos. Todavía no sabe que la despedida es en
realidad la bienvenida.

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Fig. 16-1.

Representación simbólica de la autoimagen del hombre que, reconocido y aceptado plenamente su


finitud, ha satisfecho su necesidad de trascendencia mediante la creatividad y generatividad amorosa y
que ha integrado en su autoimagen reconocible las imágenes arquetípicas del todo misericordia y el maligno.

Periodo X del desarrollo:


La adultez tardía
o senectud. La integridad
La vejez puede ser la gloria o el infierno en la vida para las personas y si el ocaso
de su vida será una tragedia o una victoria dependerá de qué tanto hayan
aprendido a vivir en forma auténtica. En tanto el individuo haya reconocido y
aceptado íntegramente durante su existencia su condición humana; es decir, en
tanto haya dado la bienvenida sincera a su individualidad y separatividad, a su
impotencia y finitud, a su libertad y autonomía y a su propia responsabilidad, la
última etapa de su paso por la tierra será plena y llena de significado. Pero en la
medida en que haya negado, ignorado o huido de su realidad existencial, se
sentirá vacío, desgraciado y desesperado.

l Para su desgracia, la mayoría de las personas pasan su vida intentando escapar de


la conciencia de sus atributos ontológicos, como quien huye de su propia sombra.
Para huir del sentimiento de soledad que su separatividad les provoca, se
pierden a si mismos en simbiosis narcisistas e "incestos" con quienes les rodean;
para escapar del sentimiento de indefensión y desamparo que su finitud les causa,
optan por tomar una actitud que las destruye a ellas mismas y a los demás; para 1
negar el caos,y el sin-sentido que brota de su libertad, adoptan el camino de la I
irracional conformidad gregaria; con tal de anular la angustiosa culpabilidad que
irremediablemente acompaña a la responsabilidad por la propia vida, anulan su
conciencia e individualidad, por lo que destruyen su existencia, su ser en el 1
mundo.

Si un individuo ha vivido negando su realidad ontológica en formas re-


gresivas, cuando llega a la senectud su existencia se transforma en un verdadero
infierno en vida, pues sus atributos existenciales se toman realmente innegables;
por eso se ve forzado a emplear las defensas neuróticas que ha venido usando
durante toda la jornada en una forma mucho más intensa. En la vejez el individuo
se siente más solo que nunca en su vida, más indefenso, más amenazado por la
muerte inminente, más desorientado y más culpable por haber desperdiciado la
oportunidad irrepetible que se le ofreció en esta tierra. Es entonces cuando se
siente tan desesperado que quisiera "rehacer su vida", pero, en realidad, eso no es
posible: "lo que no fue, no será". En ocasiones, los ancianos intentan
desesperadamente hacer 10 que no hicieron a su debido tiempo, pero al descubrir
que no es posible su carácter se toma realmente insoportable, pues no les queda
otro recurso que aferrarse a sus estilos de vida defensivos, pero autodestructivos.
Quienes habían sido dependientes son más dependientes; los que habían tomado
la postura de alejamiento e indiferencia se quedan más solos y desamparados;
quienes en su vida habían optado por la posición agresiva de ir "contTa los otros"
se toman más hostiles e inaguantables.
Los últimos años de la vida son un infierno, un verdadero "llanto y rechinar de
dientes" para quienes no supieron o quisieron enfrentar su existencia cuando
podían. Al echar una mirada retrospectiva, al enfrentarse con la angustiosa
pregunta de si valió la pena haber vivido, se sienten frustrados, enojados y
realmente culpables. "Si hubiera ... " es una frase tormentosa que con frecuencia
pronuncian o callan para no enfrentarse ahora con su tortura final. La culpa por no
haber vivido es indescriptiblemente más intensa e insoportable que la de haberse
equivocado, pero en estas personas están presentes ambas, y no sólo sufren por ,¡

sentimientos de culpabilidad; ahora la mayoría de sus compañeros y conocidos se 1


han ido, sus hijos los rechazan y en realidad los detestan por haberles bloqueado el
camino; la sociedad los menosprecia y viven en un cuarto, sin alguien que los
quiera. Sus facultades intelectuales y fisicas son cada vez más deficientes; su vista
falla, su memoria ya les es insuficiente, su velocidad de pensamiento es lenta y
sus achaques físicos los atormentan cada vez con mayor intensidad. Han perdido
los dientes y la comida les cae pesada. Viven entonces de recuerdos "de los
buenos tiempos" en que tenían la oportunidad de vivir intensamente, pero que
nunca aprovecharon.
Para quienes se negaron a vivir auténticamente todo es una tragedia en su
vejez. Su cuerpo, que ya no responde como antes, les recuerda sin cesar que son
impotentes, están desamparados y pronto serán derrotados por completo. Se
sienten desorientados y al preguntarse" ¿qué sentido tiene todo esto?" y "¿qué
significado ha tenido esta vida?" sólo escuchan un silencio pavoroso que nada
responde en su interior. No es raro que estos desgraciados individuos piensen que
no ha servido de nada la vida, que todo es sufrimiento, que más les hubiera valido
jamás haber nacido. Tomando en cuenta su situación ¿a quién extraña que sea
precisamente en esta etapa de la vida cuando con tanta frecuencia el hombre acaba
en el suicidio? No fueron ellos mismos, no amaron, no gozaron, no crearon ni
generaron más que sentimientos negativos y falsos. Habiendo sembrado todo esto, j
ahora es tiempo de cosechar sus odios, desgracias y envidias, su destrucción y su !

muerte.
Durante su vida, el anciano pudo ipcluso haber intentado escapar de su '
condición humana por medios que, de haber brotado espontánea y naturalmente,
le habrían servido en verdad para trascender su situación; tratado de amar para no
sentirse solo; forzarse a crear para no enfrentarse con su finitud; intentar ser él
mismo y adoptar un marco racional en la vida para encontrar un sentido a la
misma y haberse impuesto la tarea de crecer y desarrollarse para evitar la culpa y
la vergiienza. No obstante, en la medida en que todo eso lo haya hecho para
escapar de su condición vital y engañarse a si mismo, habrá caído en su propia
trampa; al final de su existencia se preguntará amargamente, "si yo amé y fui
bueno ¿por qué me siento tan culpable y desorientado?" La respuesta es obvia.
La creatividad, el amor, la fraternidad, la razón y la individualidad no pueden
ser impuestos al ser humano. Las frases "te ordeno que seas espontáneo; te
demando que seas racional" son contradictorias y absurdas en si mismas. Cuando
el hombre trata de ser espontáneo, cuando se exige ser él mismo, se defrauda en
ese mismo instante, y el anciano que pasó su vida forzándose a amar, a crear, a ser
racional y espontáneo encuentra, al final del camino, que todo ha sido una farsa,
una mentira. Quien vivió así "va recibió su recompensa".
El dilema humano radica en que si una persona niega sus atributos
existenciales, éstos se vuelven más angustiantes y es cada vez menos capaz de
escapar de ellos, y si se esfuerza por "superados positivamente", por el hecho
mismo de esforzarse su intento está destinado al fracaso. ¿Hay alguna salida?
La única solución al dilema humano es la aceptación sincera del mismo.
Ya que todo esfuerzo está destinado al fracaso, la única solución que tiene el
hombre es declararse impotente para superar su propio aislamiento, su desamparo
y su finitud, su irremediable sin-sentido y su culpabilidad. En otras palabras, la
única opción es no esforzarse por evitar lo inevitable, negar lo innegable, por
superar 10 insuperable. La solución, como 10 reconocieron desde hace siglos los
maestros del budismo zen, es el no-esfuerzo: iWu Wei! Wu-wei no es la
-

resignación pasiva; al contrario, es una aceptación activa de la propia existencia.


Sólo quien ha optado por confesarse impotente e indefenso, "quien se ha'
hecho como niño", puede trascender su condición limitada. La ancianidad es la
última oportunidad que la vida ofrece al ser humano para reconocer y aceptar
activamente su naturaleza, enfrentarse con su verdad y "confesar" su
responsabilidad inalienable. Sólo si lo hace podrá dejar atrás su aislamiento, su
desamparo, su absurdo sin-sentido y su irremediable culpa; de lo contrario, sufrirá
sin esperanza.
En la medida en que el anciano haya trascendido su separatividad mediante el
amor y la fraternidad espontáneas, dejado atrás su impotencia por el camino de la
creatividad auténtica, ido más allá de su culpa declarándose realmente responsable
y trascendido el caos y el sin-sentido al ser verdaderamente él mismo, en esa
medida estará preparado para dar el paso final en su vida. Ahora, echando una
mirada retrospectiva, surge la pregunta vital, "¿quién soy? ¿qué es la vida?"
Al principio de su existencia el hombre había sentido ser su cuerpo y creído
que era el ser a quien reconocía en el continuo tiempo-espacio como alguien
permanente al que identificaba con su propio nombre; posteriormente se había
sentido idéntico a sus cualidades positivas y negativas, a sus posesiones y
características; en seguida, se había identificado con sus capacidades físicas e
intelectuales_ No obstante, ahora, en su vejez, sus capacidades se desvanecen, sus
características personales se transforman con rapidez y se disuelven una por una
en la nada; se da cuenta que sus posesiones son insignificantes e intrascendente s
y así mismo sus cualidades; más aún, su memoria falla, y el ser a quien en un
principio reconocía en el continuo tiempo-espacio como alguien permanente,
ahora presenta lagunas y espacios que rompen el continuo; se da cuenta que su
nombre no es más que un sonido que tarde o temprano será olvidado por completo
y que hasta su cuerpo, que un día había sido vigoroso y atractivo y ahora está
cansado y marchito, es, cada vez más, un conjunto de carne y huesos inservibles.
Si no es todo aquello que había creído, ¿qué es entonces?
A partir de su adolescencia el individuo penosamente había encontrado un
marco de orientación racional al renunciar a resolver su confusión y sin-sentido,
hallado su individualidad al aceptar la responsabilidad por su vida, descubierto el
amor y la fraternidad al aceptar su separatividad y llegado a ser auténticamente
creativo y productivo al dar la bienvenida a su finitud. Pero ahora, en el ocaso de
su existencia, la vida lo enfrenta con la necesidad de renunciar a todo aquello que
había encontrado. Mora que su vida se extingue poco a poco, debe renunciar a
sus seres queridos y a su relación fraternal con el hombre, y crear y producir, a ser
lo que es, e inclusive a su razón que no puede comprender su propio fin.
En tanto el hombre haya sido el que es, puede renunciar a ello para convertirse
en el Ser que Es, en la Existencia misma, en la medida que haya amado puede
renunciar a sus ligas amorosas para descubrir que él es El Amor; en tanto haya
creado puede trascender la creatividad para en contrar que él mismo es La
Creación continua; en la medida en que haya vivido consciente y auténticamente
puede renunciar a la vida y la conciencia y darse cuenta que él es La Vida
Consciente de sí misma (Fromm, 1955). Cuando el hombre descubre que él es
todo eso, ha alcanzado la integridad, no sólo consigo mismo sino con el Universo
entero; ha nacido de nuevo, "ha nacido de lo alto". Entonces se identifica a si
mismo con el "conocedor" (Allport, 1961), con el si mismo más profundo (Ring,
1917) y ha alcanzado la más completa sabiduría (Erikson., 1964) y la total
integridad (Erikson, 1950).
En ese momento, cuando ha llegado hasta aquí (y pocos son los que lo logran),
el hombre sabe que en realidad no tiene límites, su ego se evapora y ve con
claridad que todo lo que había pensado de si mismo, de los otros y del mundo era
sólo un juego, una ilusión; como los antiguos hinduistas reconocieron, era sólo
"mana"_ "Vanidad de vanidades, todo vanidad" (fig. 17-1).
El navegante descubre entonces de pronto que él no sólo es su navío, su timón,
la energía que lo impulsa y la destreza que lo conduce, se da cuenta que no sólo
está acompañado por la humanidad entera en su larga travesía, que no solamente
puede hacer el bien dejando huella en su paso por la tierra. En ese momento, el
marino descubre que él mismo es el viento, el mar y la inmensidad de cuanto
existe.
Cuando el hombre llega a este punto, comprende plenamente que "hemos
nacido en plenitud cuando morimos" (Fromm, 1955, pág. 29), o en palabras de
San Francisco, que "muriendo es como nacemos a la vida eterna", que
verdaderamente, la despedida es en realidad la bienvenida. Entonces, con gusto
entrega su vida a la Vida para fundirse en plenitud consciente en la eternidad de la
Existencia. Esa es la finalidad de la vida, la meta del ciclo vital del ser humano.
Habiendo comenzado en un estado de indiferenciación inconsciente con el
Universo, el paso del hombre por la Tierra llega a su objetivo volviendo a ese
estado de unión perfecta (pero consciente) con el Todo.
Esa es la satisfacción total de la tendencia humana hacia la autorrealización
(Maslow, 1968) y de la necesidad de significado (Frankl, 1946, 1962); ese es el
verdadero objetivo del impulso de perfección (Adler, 1973), el estado de
identificación completa con el Yo (Bugental, 1965), con el si mismo (J ung, 1917),
con el conocedor (Allport, 1961). Es la verdadera integridad (Erikson, 1950) y la
auténtica sabiduría (Erikson, 1964).
Tomando en cuenta que "hemos nacido plenamente cuando morimas",
podemos afirmar que la muerte es la más alta de las metas, es aquella hacia la que
se dirige el impulso humano más poderoso; el impulso de muerte (Freud, 1920)
que es, en el fondo, el mismo impulso de vida plena y autorrealización perfecta.
Es la tendencia hacia la integridad.
Es integro: Quien habiéndose rendido ante la imposibilidad de anular su soledad y
aislamiento, ha reconocido y aceptado su separatividad e individualidad
humanas, al aceptarse plenamente como humano se ha identificado con su
hermano y mediante el amor y la fraternidad genuinas se ha relacionado y
hecho uno con la humanidad entera, trascendiendo en esta forma su soledad y
aislamiento.
Quien habiéndose dado por vencido ante su impotencia para deshacer su
fragilidad y desamparo, ha aceptado completamente la pesada carga de ser
mortal e indefenso, y reconociéndose como tal aprovecha plenamente el
limitado e incierto tiempo que le queda en forma creativa y productiva,
trascendiendo así su propia insignificancia
Quien habiéndose declarado incapaz de definir el sentido de su vida, ha dado la
más sincera bienvenida a su libertad y autonomía y al hacerla ha adoptado el
más amplio de los marcos, aquél que le brinda su razón bien dirigida, y
encontradó la identidad más absoluta, la de ser, simple y llanamente, el que es
y en esa forma ha vencido al sin-sentido.
Quien habiéndose reconocido impotente para evitar la culpa y la vergilenza por
no ser el que podría, ha aceptado ser el absoluto responsable de su vida, y al
hacerse plenamente responsable de ella ha cumplido su misión y su tarea,
trascendiendo en esta forma la culpa y la condena.
Quien habiendo renunciado a satisfacer sus necesidades más profundas, por
reconocerse impotente ante la vida, ha aceptado la carga de su angustiosa y
trágica existencia, y al hacerla se ha encontrado totalmente consolado y
satisfecho.

Quien habiéndose negado a si mismo, ha tomado su cruz, y al tomada, ha visto la


luz verdadera que le muestra claramente que él ES, Y siendo es el Ser, la
existencia, la vida consciente de si misma; que es uno con el todo.

CONCLUSION
En esta sección hemos visto cómo el hombre, a panir del momento en que alcanza
en su desarrollo cognoscitivo el nivel de operaciones formales, al entrar a la etapa
genital, es plenamente capaz de darse cuenta de sus condiciones existenciales, de
"despertar existencialmente". Por esta razón se ve expuesto a la angustia
ontológica correspondiente a cada una de ellas.
A pesar de que las propiedades existenciales están íntimamente relacionadas
entre si y que cada una de ellas implica a las demás formando en conjunto la
condición humana, hemos visto que, al ir pasando por las diversas etapas de su
despertar existencial, el hombre las va percibiendo en forma diferente; una por
una van ocupando el lugar central o primordial de su vida y exponiéndolo a las
diferentes angustias, conflictos y necesidades propias de cada periodo.
Dependiendo de cómo vaya enfrentando el ser humano cada una de sus
condiciones existenciales y sus consecuencias, su existencia será un infierno en
vida o "la tierra prometida". Si el hombre reconoce realmente sus atributos
existenciales y acepta las angustias ontológicas propias de cada uno de ellos, se
enfrenta con las necesidades que éstas le- despiertan y se atreve a reconocer que es
impotente para satisfacerlas por su propio esfuerzo, entonces las trasciende al
instante y se encuentra de repente con que ha llegado a esa tierra prometida, que
es más rica y completa de lo que jamás había imaginado.
Por otro lado, si el ser humano (y me refiero no sólo al individuo, sino al
hombre como especie) niega sus atributos existenciales y se rehusa a enfrentar sus
angustias ontológicas; si pretende "superar" su condición humana por un esfuerzo
propio, sólo consigue hundirse más en su angustia y perderse en el desierto.
Durante la adolescencia temprana la propiedad existencial más sobresaliente
es la libertad, que expone al individuo a la angustia de la desorientación, la
confusión y el sin-sentido. Esta se manifiesta a través de un sentimiento de
"confusión del papel" y surge la búsqueda de la identidad, del "proprium", que en
esta etapa está relacionada principalmente con las conductas sexuales, agresivas y
rebeldes. Si el adolescente niega su libertad para ser él mismo y trata de escapar
de la confusión adoptando una posición irracional con tal de satisfacer sus
necesidades, entonces la confusión
y el sin-sentido se anestesian en forma momentánea pero en el fondo se hacen
más intensos. No obstante, si el joven reconoce su libertad y acepta su angustia,

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