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Fig. 16-1.
muerte.
Durante su vida, el anciano pudo ipcluso haber intentado escapar de su '
condición humana por medios que, de haber brotado espontánea y naturalmente,
le habrían servido en verdad para trascender su situación; tratado de amar para no
sentirse solo; forzarse a crear para no enfrentarse con su finitud; intentar ser él
mismo y adoptar un marco racional en la vida para encontrar un sentido a la
misma y haberse impuesto la tarea de crecer y desarrollarse para evitar la culpa y
la vergiienza. No obstante, en la medida en que todo eso lo haya hecho para
escapar de su condición vital y engañarse a si mismo, habrá caído en su propia
trampa; al final de su existencia se preguntará amargamente, "si yo amé y fui
bueno ¿por qué me siento tan culpable y desorientado?" La respuesta es obvia.
La creatividad, el amor, la fraternidad, la razón y la individualidad no pueden
ser impuestos al ser humano. Las frases "te ordeno que seas espontáneo; te
demando que seas racional" son contradictorias y absurdas en si mismas. Cuando
el hombre trata de ser espontáneo, cuando se exige ser él mismo, se defrauda en
ese mismo instante, y el anciano que pasó su vida forzándose a amar, a crear, a ser
racional y espontáneo encuentra, al final del camino, que todo ha sido una farsa,
una mentira. Quien vivió así "va recibió su recompensa".
El dilema humano radica en que si una persona niega sus atributos
existenciales, éstos se vuelven más angustiantes y es cada vez menos capaz de
escapar de ellos, y si se esfuerza por "superados positivamente", por el hecho
mismo de esforzarse su intento está destinado al fracaso. ¿Hay alguna salida?
La única solución al dilema humano es la aceptación sincera del mismo.
Ya que todo esfuerzo está destinado al fracaso, la única solución que tiene el
hombre es declararse impotente para superar su propio aislamiento, su desamparo
y su finitud, su irremediable sin-sentido y su culpabilidad. En otras palabras, la
única opción es no esforzarse por evitar lo inevitable, negar lo innegable, por
superar 10 insuperable. La solución, como 10 reconocieron desde hace siglos los
maestros del budismo zen, es el no-esfuerzo: iWu Wei! Wu-wei no es la
-
CONCLUSION
En esta sección hemos visto cómo el hombre, a panir del momento en que alcanza
en su desarrollo cognoscitivo el nivel de operaciones formales, al entrar a la etapa
genital, es plenamente capaz de darse cuenta de sus condiciones existenciales, de
"despertar existencialmente". Por esta razón se ve expuesto a la angustia
ontológica correspondiente a cada una de ellas.
A pesar de que las propiedades existenciales están íntimamente relacionadas
entre si y que cada una de ellas implica a las demás formando en conjunto la
condición humana, hemos visto que, al ir pasando por las diversas etapas de su
despertar existencial, el hombre las va percibiendo en forma diferente; una por
una van ocupando el lugar central o primordial de su vida y exponiéndolo a las
diferentes angustias, conflictos y necesidades propias de cada periodo.
Dependiendo de cómo vaya enfrentando el ser humano cada una de sus
condiciones existenciales y sus consecuencias, su existencia será un infierno en
vida o "la tierra prometida". Si el hombre reconoce realmente sus atributos
existenciales y acepta las angustias ontológicas propias de cada uno de ellos, se
enfrenta con las necesidades que éstas le- despiertan y se atreve a reconocer que es
impotente para satisfacerlas por su propio esfuerzo, entonces las trasciende al
instante y se encuentra de repente con que ha llegado a esa tierra prometida, que
es más rica y completa de lo que jamás había imaginado.
Por otro lado, si el ser humano (y me refiero no sólo al individuo, sino al
hombre como especie) niega sus atributos existenciales y se rehusa a enfrentar sus
angustias ontológicas; si pretende "superar" su condición humana por un esfuerzo
propio, sólo consigue hundirse más en su angustia y perderse en el desierto.
Durante la adolescencia temprana la propiedad existencial más sobresaliente
es la libertad, que expone al individuo a la angustia de la desorientación, la
confusión y el sin-sentido. Esta se manifiesta a través de un sentimiento de
"confusión del papel" y surge la búsqueda de la identidad, del "proprium", que en
esta etapa está relacionada principalmente con las conductas sexuales, agresivas y
rebeldes. Si el adolescente niega su libertad para ser él mismo y trata de escapar
de la confusión adoptando una posición irracional con tal de satisfacer sus
necesidades, entonces la confusión
y el sin-sentido se anestesian en forma momentánea pero en el fondo se hacen
más intensos. No obstante, si el joven reconoce su libertad y acepta su angustia,