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SÉPTIMA PARTE
XXXIX
Alberto Bernabé
Universidad Complutense
1.1. Introducción
1
Sobre las dificultades de determinar con alguna certeza los préstamos orientales en el
mundo griego, cfr. Bernabé, 1995d, 2003d.
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me a las que inciden sobre temas tratados sólo por la literatura órfica.
2
Cfr. caps. 40-43.
3
Cfr. Barnett, 1945, 1960; Güterbock, 1948; Meriggi, 1953; Steiner, 1959; Schwabl, 1960;
Vian, 1960; West, 1966, 1994, 1997a; Walcot, 1966; Thompson, 1967; Scott Littleton; 1970;
Duchemin, 1979; Burkert, 1979, 1987a, 1992; Podbielski, 1984; Adrados, 1986; Puhvel, 1987;
Versnel, 1987; Bernabé, 1989, 1995d, 2003d; Solmsen, 1989; Mondi, 1990; Penglase, 1994.
Hdt. 2.49, Clem. Al. Prot. 2.13.5 = Eus. PE 2.3.13 (OF 54-56).
4
D. S. 1.96.2. Sobre la tradición de que fue Melampo quien trajo los ritos a Grecia, cfr.
Cfr. también AO 44s. (véase la traducción del pasaje en § 2.2.); 101s., D. S. 1.92.3, 1.96.3,
5
D. S. 4.25.
6
cios en los mitos de Orfeo, y una cita en el Cod. Matr. Graec. 4616 f.180, sobre la cual véase § 5.1.
1.23.2, en que, como veremos en § 2.1, se consignan algunos de los pretendidos préstamos egip-
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más sabios de los griegos, pese a que también parece haberse basado
en Hecateo de Abdera7.
En cambio, los autores cristianos se hacen con frecuencia eco de la
noticia de Diodoro sobre el viaje de Orfeo a Egipto8. Da la impresión
de que su interés se debe a que esta tradición se avenía bien con la idea
apologética de que la religión órfica procedía en último término de
Moisés, pero se habría visto «degradada» por el profeta tracio9.
2. EL ORFISMO Y EGIPTO10
7
Plu. s. et Os. 354D ss. En efecto, cita a Hecateo unas líneas más arriba. Los «sabios
Eus. PE 1.6.4 (OF 52 III), Iust. Phil. Coh. Gr. 15, cfr. también Epiph. Haer. 1.182.13,
griegos» mencionados por el de Queronea son Solón, Tales, Platón, Eudoxo y Pitágoras.
así como Thdt. Affect.1.21, 1.144, 12.1, sobre el cual cfr. Casadio, 1996, 201, n. 1, quien, citan-
8
do a Hani, 1976, 167, pone de relieve que Plutarco no insiste en el origen egipcio de Dio-
ritos o creencias egipcias, cfr. Eus. PE 3.9.12, 10.4.4 (OF 52 I-II). Sobre la tradición del
niso ni en el de Deméter. Otros autores cristianos se refieren a que Orfeo habría adoptado
viaje de Orfeo a Egipto cfr. Ziegler, 1939, 1265, 1942, 1408 ss.; Vian, 1987; Notice, 12s.;
Brisson, 1990, 2872 y 2883; Bernabé, 2000a, 43 ss.
9
Cfr. cap. 62, § 4.4.b.
10
Cfr. Burkert, 2003, 79 ss. Cfr. paralelos que no trataré aquí en el cap. 26.
11
Hdt. 2.123 (OF 423).
kert, 1972, 126 y n. 38; Lloyd, 1988, ad loc.; Casadio, 1991, 128 ss.
12
Cfr. estados de la cuestión con bibliografía en Timpanaro Cardini, 1958, I 21s.; Bur-
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Cfr. Bonnet, 1952, 76 s.; Kees, 1956, 6; Montégu, 1959, 83; Lloyd com. ad loc. e
introd. 57 ss.
14
Es el caso de Hdt. 2.61, en que alude a la procesión en honor a Isis en Busiris, cuyos
participantes se golpean el pecho; de 2.132, en que no quiere mencionar al dios en cuyo
honor hacen rituales de duelo, o de 2.170, en que se refiere a un rito funerario en Sais.
15
Murray, 1927, 342 s., y luego con mayor precisión Burkert, 1983a, 225, n. 43, 1985,
298. Sobre el silencio de Heródoto, cfr. también Sourdille, 1910, 2 ss.; Linforth, 1924, 1928.
16
Hdt.2.81 (OF 650). Incluso menciona un ÔIero;ı lovgoı que habla de ello. Sobre este
pasaje, cfr. Linforth 1941, 38ss., Long 1948, 24s., Dodds 1951, 169 n. 80, Moulinier 1955,
9ss., Timpanaro Cardini 1958 I, 22s., Montégu 1959, 90s., Burkert 1972, 127s., Graf 1974,
7 n. 35; 92, 96 n. 12, West 1983a, 8 y n. 10, Freyburger-Galland–Freyburger–Tautil 1986,
118s., Turcan 1986, 240s., Lloyd 1988, 342s., Bernabé 1992c, 93s., Di Marco 1993, 103s.,
2002b, 76s.; 93s. Cfr. una noticia semejante en Apul.Apol.56 (63, 12 Helm = OF 651).
Casadesús 1994, Parker 1995, 484s., Zhmud 1997, 119, Casertano 2000, 204, Riedweg
17
Hdt. 2.37.5, D. S. 1.89.4. Cfr. el comentario de Lloyd, 1988, al pasaje de Hdt. y el de
Que es la fuente de Diodoro, cfr. FGrHist 264 F 25. De Diodoro se hace eco Eus. PE
19
D. S. 1.96.3.
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10.8.4.
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E. d. iJero;ı lovgoı o palaio;ı lovgoı. Cfr. Bernabé, 1998a, § 2.2.5 ss.
22
Algo similar nos dice en otro lugar (D. S. 1.23.2), en que le atribuye a Orfeo la fun-
dación de los misterios dionisíacos en la Tebas griega, pero suponiendo también que tenían
un origen egipcio.
23
D. S. 1.23.6. Sobre la adaptación del mito de Sémele a la tradición órfica cfr. Berna-
bé, 1998b, 32 ss., 2002c, 91 s., Rudhardt, 2002.
24
D. S. 1.92.3.
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Cfr. la documentada nota de Burton, 1972, 279, con bibliografía, así como Bertrac-
Pl. Grg. 493a, cfr. Bernabé 1995a, 204-237, 1998a, 47s.; 70 ss.; Platón alude también
Vernière, 1993, 219, n. 7 (referida a la p. 178).
31
a unos intérpretes que analizan el pasaje desde una perspectiva simbólica, sobre los cuales
cfr. Casadesús, 1997a, 61-65, quien apunta que las interpretaciones pueden ser una mera
D. S. 1.11.2. Es probable que sea un verso del Relato sacro egipcio, cfr. Bernabé,
parodia forjada por el propio Platón.
32
OA 32 (OF 41) y 43-45 (OF 40). Cfr. también AO 101s. (OF 42), en que habla de las
seguro si la referencia a la rueda tiene que ver con los órficos.
34
fatigas que Orfeo pasó cuando reveló a los hombres en Egipto y Libia los designios divinos.
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lovgoı)36. Por otro, contamos con el Papiro de Gurob, que puede tam-
bién contener un texto de esta naturaleza37.
A este poema mencionado por las fuentes podrían corresponder
otras noticias de Diodoro38. Así, tenemos dos versiones distintas del
mito de la muerte y resurrección de Dioniso, ambas señaladas como
órficas por la tradición, pero que divergen en puntos sustanciales.
Según la primera39, cuando los Titanes hubieron despedazado al dios
y lo hubieron cocido, asado y devorado, Atenea salva su corazón aún
palpitante y se lo lleva a Zeus. Éste ordena recoger los restos del dios
muerto, que son sepultados en el Parnaso (o guardados en Delfos).
Más tarde, interviene Sémele, que bebe una pócima en que quedan
restos del corazón del dios y queda así embarazada. No puede, sin
embargo, llevar a término el embarazo, porque, por consejo de Hera
(que, celosa, desea acabar con su rival), reclama a Zeus que acuda a
ella en toda su majestad, por lo que queda fulminada cuando el dios
accede a su petición y Zeus debe completar el embarazo de su hijo en
su muslo. Dioniso, pues, tiene dos madres (Perséfone, la primera; Sé-
D. S. 3.62.6, cfr. también Corn. ND 30 (58.6 Lang), Serv. Georg. 1.166 (OF 59 IV-VI).
39
Cfr. cap. 14, § 6.
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Cfr. el primero de los textos filodemeos citados infra, en que se menciona este autor.
Phild. Piet. p. 16 Gomperz (cfr. Obbink, 1994, 132) y p. 47 Gomperz (cfr. Henrichs,
41
43
Euph. Fr. 53 de Cuenca = 39 Van Groningen.
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44
Hdt. 2.123, D. S. 1.96.6, Hecat. FGrHist 1 F 305.
45
Ya a fines del siglo VI y principios del V a.C., Hecateo de Mileto (FGrHist 1 F 300)
los identifica diciendo que «Osiris en lengua griega es, por cierto, Dioniso». Hemos visto
cómo Heródoto persiste en asimilarlos (2.61, 2.132.2) e incluso señala que ciertas prácticas
muchos, por ejemplo, D. S. 1.24.2, 96.5, Plu. Is. et Os. 356C, 364F y Serv. Georg. 1.166.
religiosas órficas proceden de Egipto (2.81). Insisten también en las semejanzas, entre otros
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janzas entre las laminillas de oro y textos egipcios, sobre todo El libro
Diversos autores han puesto de manifiesto la existencia de seme-
48
Cfr. Guthrie, 1952, 177; Zuntz, 1971, 370 ss., 389 ss.; West, 1971, 64 s., 1975, 229
s. (con bibl.); Burkert, 1975, 86, con bibl. en n. 11; Pugliese Carratelli, 1993, 45; Betz,
1998, 401 (con bibl.); Merkelbach, 1999; Bernabé-Jiménez, 2001, 251.
49
West, 1975, 229 s, que cita a Morenz, 1957.
50
Cfr. Wallis Budge 1895 [1967] cxlix, 105 y 315.
51
Cfr. Keel, 1992, cap. II, 62-138, figs. 40 y 57; Olmos, 2001, 323 ss.
52
Cfr. cap. 23, § 2.2.a. y, para los textos egipcios, Foucart, 1895, 71; Dieterich, 1899
[21913], 95 s.; Diels, 1907, 43, n. 4; Guthrie, 1952, 177 s., 193, n. 22; Zuntz, 1971, 370 s.,
374; West, 1971, 64 s.; Burkert, 1975, 86, con bibliografía en n. 11.
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Por último, en los Textos de las Pirámides 890 se dice del difunto:
en las laminillas54.
53
86, 23 (p. 176 Hornung), cfr. Merkelbach, 1999, 8.
54
Cfr. cap. 23, § 3.6.
55
Hornung, 1989, 14; Betz, 1998, 401.
56
Zuntz, 1971, 371 s., con la aprobación de Burkert, 1975, 91 s., y la crítica de Guar-
ducci, 1974, 19 s.
57
Sobre el motivo de la sed, cfr. también Deonna, 1939, 53 ss. Por su parte, Nilsson,
l943, 6, niega una influencia egipcia.
58
Cfr. Festugière, 1972, 37; 62, n. 1.
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Y en él todos
los inmortales se gestaron: dioses felices y diosas,
ríos, fuentes amables y todo lo demás
cuanto entonces había llegado a ser, así que él llegó a ser lo único.
OF 8. Según una interpretación alternativa, se leería «se tragó al venerable, que había
59
Burkert, 2003, 100 ss.
60
nacido primero del éter», pero hay múltiples razones para negarla, cfr. Bernabé, 2002a, 105
OF 12.4. O a Protógono, según otra interpretación del texto que no compartimos. Cfr.
ss., con bibliografía.
61
n. 74.
62
Burkert cita a Erman, 1934, 310 y 325, y a Hornung, 2000. Cfr. cap. 26.
63
Cfr. un balance de tales propuestas en Bernabé, 1997a.
64
Pettazzoni, 1954, quien atribuye al leontocéfalo un origen egipcio; Casadio, 1987, 387 s.
65
West, 1983a, 106.
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3. PARALELOS MESOPOTÁMICOS
Rapsodias (OF 145) en que se habla de la «lluvia indecible» que Fanes emite de su cabeza,
66
West, 1983a, 212 s. También sitúa en una perspectiva similar un fragmento de las
y que pueden ser sus lágrimas, para engendrar la raza de hombres aludida en OF 159. Cfr.
OF 179. En Hes. Th. 126 ss. son seis Titanes y seis Titánides.
68
Burkert ,1992, 94 s., con bibliografía en p. 203, n. 24; cfr. asimismo Bremmer, 2003.
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a ser destruidas. «Barro» en acadio se dice t≥it≥u, por lo que le resulta ten-
y de la magia protectora en la forma de figurillas de barro destinadas
cosmos se organiza de una vez y para siempre, antes de que los dioses
70
Cfr. Il. 14.201, donde Océano y Tetis se citan como responsables de la generación de
veni, pero cfr. en Bernabé, 2002a, las razones que me mueven a rechazar esta posibilidad.
72
73
IV 135, 645 ss.; cfr. Bottéro-Kramer, 2004 (1989), 645 ss.
74
Cfr. cap. 27.
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que nos recuerda las dos versiones del característico «sello» que da
inicio a muchos poemas órficos78:
Señala también Burkert que el contraste del alma y del barro con-
figura una rudimentaria antropología dualista, esto es, la distinción de
75
Como pone de relieve Burkert, 1992, 126.
76
VI 1-34 en el texto de Asur (KAR 4), cfr. Bottéro-Kramer, 2004 (1989), 652 ss.
OF 1a-b.
77
15 ss., cfr. Bottéro-Kramer, 2004 (1989), 517.
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4. PARALELOS HITITAS
ción de aijdoi`on como «falo», es el falo del Cielo la causa del emba-
razo de Zeus, en cuyo caso la historia tiene estrechas semejanzas con
el mito hitita de Kumarbi, que devora el falo de Anu (el Cielo) y
82
Cfr. cap. 23, § 2.2.b.
83
Cfr. Burkert, 1987a, 22, 1998, 389 y n. 14, 2003, 99 s.; Kirk-Raven-Schofield, 1983,
32; Graf, 1985b, 588; Bernabé, 1989, 2002a; Janko, 2001, 24 y n. 124; Betegh, 2004, 119,
170 s.
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Zeus, cuando Crono está borracho, lo ata con una cuerda y lo cas-
tra, apoderándose de su cetro y del poder.
una tinaja; de marnuwan, una tinaja; de walhi85, una tinaja. Y las tina-
Inara preparó una fiesta y lo preparó todo en gran cantidad: de vino,
84
Cfr. Bernabé, 1987, 29 ss.
85
Se trata de variantes de cerveza.
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86
KBo 22. 178 + KUB 43.109, cfr. Hoffner, 1988; Watkins, 1995; Bernabé, 2005b.
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rios, ya que es un ave acuática y los hititas creían que en los lugares
como pozos, ríos o estanques se producía una comunicación con el
águila, ave de vuelo alto, no en balde relacionada con dioses del cielo.
Tanto la descripción del letargo durmiente de la naturaleza como
el envío de la abeja y del águila se hallan en los mitos hititas del dios
que desaparece, como el de Telipinu92. Si aparece en este contexto el
alma humana y si luego se describe el camino de esa alma hacia el
Más Allá, resulta tentador pensar que la defunción del cuerpo y la
liberación del alma tienen que ver con la forma de solucionar la alte-
ración del orden consistente en el sueño de la naturaleza. Parece que
la restitución del orden está relacionada con la necesidad de encami-
nar al alma de la que se habla a su correcto emplazamiento en el Más
Allá. Pero sigamos con el texto, que toma ahora un sesgo inesperado:
Que el Deseado sea golpeado por sus garras, que la cabra con sus
pezuñas lo golpee, que el carnero con sus cuernos lo golpee, que la
madre oveja con su hocico lo golpee.
La diosa madre está llorosa. Por las lágrimas está golpeada. Todo lo
que es bueno para ella está abierto sobre las nueve partes del cuerpo.
Que sea golpeada, pero el alma está rozagante en sus partes, que no
sea consultado ningún oráculo para ella.
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La palabra hitita es iyatar, un nombre verbal, derivado del verbo que significa «ir»,
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93
Cfr. Watkins, 1995, 288. El estilo directo es revelado por la presencia de la partícula -wa-
(que indica precisamente esa circunstancia en hitita) al comienzo de las frases de las líneas
26-27 y las preguntas y respuestas, así como por los reiterados verbos en primera persona.
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¿Cuál es su camino?
Es el gran camino. Es el camino que hace desaparecer las cosas.
El guía estaba preparado para el camino.
es el alma. ¿Por qué iba yo, un mortal, a ir al mar? ¿Por qué iba yo a
Algo sagrado de la Diosa Solar de la Tierra es el alma. De los dioses
94
La restitución de la negativa ha sido propuesta por Watkins, 1995, 285, pero es con-
jetural.
95
Hay incertidumbre en el significado de algunas palabras.
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mer hombre, todo difunto, tras la muerte, debe alcanzar un lugar feliz
en el Más Allá96.
En otras palabras, en el origen, la existencia de un hijo mortal de
la Diosa Solar de la Tierra (el Deseado) provoca un conflicto en el orden
cósmico, la alteración en el crecimiento. No se nos alcanza el porqué
de tal relación, pero debe de tener que ver con el hecho de que el
Deseado tiene una parte divina (su alma) y una parte mortal. La solu-
ción del conflicto es llevar la parte divina al Más Allá y destruir la
parte mortal. Esa destrucción originaria es la pauta por la que se rige
la condición del hombre en el mundo. El orden requiere que el hom-
bre muera y su cuerpo sea destruido y que su alma halle su lugar en
el Más Allá. El alma del hombre que se describe es la del Deseado,
paradigma de las demás.
96
Watkins, 1995, 288, pone de relieve con acierto las relaciones de esta terminología
P. Berol. 44.100 s. (OF 396), sobre la cual cfr. cap. 19, § 6.2.
con la que aparece en el camino a la tierra divina de la tumba de Suppiluliuma II.
La trama del Himno a Deméter se complica con el motivo del rapto de Perséfone, pero
97
98
resulta revelador el hecho de que no es la pérdida de su hija la que provoca la ira de la diosa
y la detención de la vida, sino su fracaso en convertir al niño en divino. En el mito hitita la
detención de la vida parece ser consecuencia del nacimiento del niño semidivino, no de su
muerte. Los mismos elementos se combinan de modo diferente y con diferente sentido.
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tenawas sería un mar del Más Allá y no parece que produzca su efec-
cepción órfica100. Pero da la impresión de que en la versión hitita el
to (causar el olvido en las almas) porque se beban sus aguas, sino que
da más bien la impresión de que el alma es «engullida» por el mar de
olvido. Pero prosigamos:
no...).
99
Watkins, 1995, 289.
100
Hoffner, 1988.
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que decide qué almas deben ir a parar al tenawas, beber agua cena-
indica de nuevo que quien habla es la divinidad que la administra, la
101
Cfr. el Canto de Ullikummi 1ª tabl. A Vo. iv 52’ ss. Llega el Sol a casa de Tesub y le
guntan si son malas. Hay una escena semejante en Hedammu, cuando Istar va a visitar a
ponen una silla, le preparan una mesa y le dan una copa. Cuando el dios no las toma, le pre-
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Cfr. Puhvel, 1969;Velasco López, 2001. Puhvel propone que la palabra hitita uellu-
106
Cfr. cap. 29, § 5.
107
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temática del Viaje del Alma en otro detalle del Himno homérico a
de este mundo al otro. También podemos hallar un eco lejano de la
112
Cfr. cap. 27.
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OF 475.15 y 476.1
113
Cfr. cap. 23, § 2.4.
114
115
Sabbatucci, 1975, 45. Cfr. más precisiones en Burkert, 1975, 89; Cosi, 1975; 398,
OF 488-490.
Betz, 1998, resumidas y comentadas en Bernabé-Jiménez, 2001, 64 ss.
116
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caer en el tenawas.
dichoso120. En cambio, en el Viaje del Alma, ésta expresa su temor a
117
Watkins, 1995, 288. Lam. de Hiponio (OF 474.15s.): «Así que, una vez que hayas
zan, gloriosos», Pi. O. 2. 70. Cfr. el mustiko;n oi\mon de Posidipp. Epigr. Suppl. Hell. 705.21
bebido, también tú te irás por la sagrada vía / por la que los demás iniciados y bacos avan-
En El Viaje del Alma dos veces, en las laminillas passim, cfr. por ejemplo OF 485:
s. (Fr. 37 Fernández Galiano).
«en este día» y «raudo», OF 474.11; 475.8, en que el alma pide que se le dé de beber «de
118
927
897-932:897-932 29/9/08 15:56 Página 928
bovrboroı123.
En suma, se encuentran una serie de elementos muy significativos
compartidos por el texto hitita del Viaje del Alma, por una parte, y por
las laminillas órficas y otros documentos del círculo religioso que
tomaba a Orfeo como guía, por otra. También se advierten notables
diferencias entre ambos, en especial en lo que se refiere al contexto
ritual. La razón de las semejanzas podría ser que el orfismo recupera
una serie de rasgos de una religión mediterránea muy antigua, que
habría quedado un tanto oculta en el ámbito griego por la imposición
de la religión olímpica. Las diferencias deben de obedecer a la diver-
sidad cultural e ideológica de hititas y griegos y, sobre todo, al hecho
de que los textos órficos proceden de una religión mistérica, para inicia-
dos, aparte de la religiosidad oficial (pero no contraria a ella), mien-
tras que el Viaje del Alma, un texto guardado en los archivos de pala-
cio, es probable que estuviera más integrado en la religión oficial.
5.1. Fenicios
Una noticia aislada nos indica que algunos autores antiguos habían
advertido semejanzas de textos órficos con mitos fenicios124:
Por ejemplo en Pl. Phd. 69c, Plot. 1.6.6 y Ar. Ra. 145. Otros pasajes en Watkins,
122
Watkins, 1995, 289.
123
Cod. Matr. Graec. saec. XV 4616 f. 180, ap. Iriarte, Reg. Bibl. Matrit. Codd. Grae-
1995, 289 s.; cfr. Bernabé-Jiménez, 2001, 250 s.; con bibliografía.
ci, Madrid, 1769, 346 ex cod. LXXXIV n. 18. Cfr. Baumgarten, 1981, 47, 123.
124
928
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sodias.
5.2. Hebreos
No han sido muy estudiados los paralelos posibles entre las teogo-
nías órficas y la mitología hebrea. Sin embargo, hay que mencionar en
este contexto la comparación debida a Bremmer entre los Titanes rebel-
des y castigados por el dios supremo a permanecer encerrados en el
Mundo Subterráneo y el mito hebreo de los ángeles caídos129.
Otro ejemplo interesante es la descripción de los vivientes en la
visión de Ezequiel:
Cada uno tenía cuatro rostros y cuatro alas cada uno... un rostro
de hombre y de león a la derecha, los cuatro, de toro a la izquierda
los cuatro y de águila los cuatro130.
125
Lobeck, 1829, 1265 s.; Zeller, 1919, I 43.
126
Cfr. Baumgarten, 1981, con bibliografía. De todos modos, Herenio Filón somete a
Ez. 1.6. Véase una descripción muy similar en Apoc. 4.6 y cfr. Bernabé, 1997a.
129
Bremmer, 2003.
OF 780 (en la Teogonía de Jerónimo y Helanico), 130-137 (en las Rapsodias). Tam-
130
bién Tiempo en la Teogonía de Jerónimo y Helanico (OF 76) tiene un aspecto semejante.
131
929
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6. A MODO DE CONCLUSIONES
Hes. Th. 820 ss. Los animales implicados se multiplican en Nonn. D. 1.157-62.
132
Nilsson, 1967, 648.
2.250-257, 367-370. Cfr. un escolio a E. Pr. 351, «Tifón... que tiene cabezas de todos los
133
animales salvajes».
930
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XL
Julia Mendoza
Universidad Complutense
No todas las culturas comparten la idea de que una parte del hom-
bre pervive tras la muerte, de que en el hombre hay una parte invisi-
ble, que es capaz de sobrevivir separada del cuerpo y que desarrolla
esa vida tras la muerte en un determinado lugar alejado de la dimen-
sión del mundo sensible. Sin embargo, sí está presente de alguna
forma esta idea en el antiguo modelo escatológico de los pueblos indo-
europeos, raíz última de las culturas de Grecia y de la India antigua1.
La localización del lugar de ultratumba es distinto en ambas religiones
en sus versiones más antiguas. En la tradición griega ya desde Homero
encontramos la visión de un Hades decididamente subterráneo y sombrío
adonde llegan los espíritus de los muertos. La concepción de la yuchv
como un alma que asume la identidad del individuo y le sobrevive tras la
muerte tiene una evolución específica dentro del mundo griego2. El pasa-
je al Hades, en consecuencia, es terrestre y va hacia abajo, aunque su entra-
da está también oculta y no puede ser encontrada por los vivos más que
bajo determinadas circunstancias especiales y con ayudas excepcionales.
En la tradición de los Vedas3 el reino de los muertos es el reino de
Yama, situado en alguna parte reservada del Cielo, unido a la Tierra
1
Cfr. Velasco, 2001.
Hades cfr. Bremmer, 2002. Sobre el concepto de «alma» y el alcance de los términos āsu y
2
Sobre la evolución del término yuchven griego y el concepto de la pervivencia en el
1960-1964, y las traducciones de Chand, 1982; Griffith, 1893, y Whitney, 1905, así como
las traducciones comentadas de algunos himnos en Renou, 1956. Sobre la localización del
Más Allá en el RV cf. pp. 966-969.
933
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nos muertos ilustres, los «muertos benditos» del Rigveda (RV). Este
visible por un camino abierto por el propio Yama para acoger a algu-
camino al Cielo va «hacia arriba» y sólo se abre ante las almas tras la
muerte, y no ante todas. Su acceso debe ser encontrado por el muer-
to, en virtud de sus méritos, y además está dotado de dos custodios,
los dos perros de Yama, que se encargan de encaminar a los admiti-
4
RV 14.5: «Alabo a Vivaśvat, que es tu padre». Éste se identifica con el Sol, por lo que
el propio Yama tiene en principio una naturaleza solar y, por tanto, pertenece a las regiones
nada queda de esta identificación en los textos védicos ni en la figura paralela del iranio Yima.
celestes. Hillebrandt 1929, 226 s. propone su identificación con la Luna, pero en todo caso
5
Cfr. Atharvaveda (AV) 18.3.13: «(A él,) el primero en morir de entre los mortales, el
primero en precedernos a este mundo, / al hijo de Vivasvat el reunidor de hombres, a Yama,
La misma condición tienen los R?bhus, los genios de las estaciones, dotados de inmor-
Rey, con ofrendas venerad».
talidad por Prajāpati. Y la misma condición divina pero mortal tienen otras figuras de otras
6
tradiciones indoeuropeas, como el griego Cástor, que también, como Yama, tiene un geme-
lo. O Baldur, en la mitología nórdica, que muere pese a ser un dios.
7
Ya hemos señalado que la sede de Yama es en principio celeste, pero Oldenberg 21917,
545, aporta datos que pueden indicar una antigua concepción subterránea del mundo de los
Padres y de los muertos, un mundo tenebroso de las profundidades del que serían arranca-
dos ciertos muertos privilegiados por sus méritos en vida. El Camino de Yama sería, pues,
que se solicita un destino «en la tiniebla» (RV VII 104.3) o «bajo las tres tierras» (RV VII
Oldenberg, 21917, 541, ofrece un texto de Taittirīya ĀranAyaka VI.5.13 «junto al rey
104.11) para los malhechores y los mentirosos.
9
Yama, hijo de Vivasvat, se separan las gentes, las que en este mundo son fieles a la verdad
y las que hablan la mentira», que parece suponer una separación similar a un juicio. Pero,
en cualquier caso, este texto pertenece a la especulación brahmánica posterior.
934
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El tema del Camino hacia el cielo es, por tanto, central en la esca-
tología védica desde el principio, y de hecho todo el ritual funerario
está destinado a exhortar al alma a avanzar por el camino y encami-
narla en la correcta dirección10, así como a ayudarle a superar a los
guardianes del camino, los dos perros de Yama, que rechazan a unos
y sirven de guía a los merecedores del destino bienaventurado11.
vidyā).
presenten vinculadas a la doctrina de los cinco fuegos (pañcāgni-
10
RV X 15.7 (1) «avanza, avanza por los caminos antiquísimos, por donde nuestros
RV X 14.11: «A tus dos perros, Yama, los guardianes de cuatro ojos, vigilantes del
Antiguos Padres pasaron»
11
camino, que espían a los hombres, / a ellos dos, rey, confíales a éste, y a él dale bienestar y
Para las referencias a las Upanis@ads cfr. la traducción de Keith, 1920, de las Upa-
salvación».
nis@ads del RV, y las traducciones al español de Villar Liébana - Adrados, 1977; Agud -
12
vilegio exclusivo del más alto conocimiento de la casta de los reyes y guerreros, los ksAatriyas
sobre el camino al otro mundo, a las que él no sabe responder, ejemplifica el traspaso del pri-
a la de los brahmanes, cf. pg. 979. En Chāndogya UpanisAad5.3.7 el Rey responde al padre de
Śvetaketu, que acude a él para ser instruido: «Este antiguo conocimiento no ha llegado a los
brahmanes, por tanto en todos los mundos esta regla pertenece a la clase de los guerreros».
935
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claves del mundo de los dioses y, por tanto, el conocimiento que abre
las puertas de la salvación tras la muerte.
parte del Jaiminīya BrāhmanAa (JB), que describe el pasaje del alma
formulación definitiva. Una de estas versiones es la de la primera
15
González Reimann, 1988, 43-47, ha señalado la identificación de ambos caminos con
los ciclos de los solsticios solares, de la luna y de la sucesión noche-día, interpretados como
936
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conocido por todos ellos, y más aún la del Yajurveda, ya que las par-
tes en prosa del Yajurveda Negro constituyen el más antiguo texto de
los BrāhmanAas. Por tanto, los primeros BrāhmanAas no pueden ser
anteriores al siglo X a.C., y la redacción de los conocidos se extiende
quizá hasta el VII a.C.
En cuanto a la cronología relativa de las obras conservadas, pode-
cionados entre sí, y que los dos más recientes son el importante Śata-
patha BrāhmanAa (que bordea el periodo de las Upanis@ads más anti-
guas) y sobre todo el GopathaBrāhmanAa. La situación relativa de los
demás es muy difícil de establecer, pero en cualquier caso el final del
periodo de redacción de estas obras difícilmente puede llevarse más
allá del siglo VII a.C.17
2.3. El JaiminīyaBrāhman@a
17
Cfr. Gonda, 1975, 357-360.
937
933-1014:933-1014 29/9/08 15:56 Página 938
ducción incluimos. A ellos habría que añadir JB 1.18, que ofrece una
18
Para la relación entre los BrāhmanAas del Sāmaveda y su cronología relativa cfr.
Gonda, 1975, 347 ss.
completa sobre la cronología y relaciones de esta primera parte del JB con los demás Brāh-
19
En la traducción y comentario de Bodewitz, 1973, 9-13, se ofrece una discusión muy
manAas.
20
Esta doctrina procura una versión cíclica del origen y el orden interno, metafísico, de
los elementos del cosmos, resultado de las sucesivas oblaciones a cinco tipos de Agni (el
fuego), que son todos ellos el mismo Agni Vaisvanara. De cada oblación nace un elemento
que constituye la ofrenda de la siguiente, hasta llegar al hombre, resultado final del último
UpanisAad 6.1.9ss.), Br?had ĀranAyaka UpanisAad 6.2.9ss. (rec. Kan?va) y Chāndogya Upa-
nisAad 5.4ss.
21
Aparte de la cuestión de la discrepancia en el número de los R?tus, uno sólo en JB
1.18, un grupo en la respuesta en verso, la variante más importante afecta al formulador de
JB 1.46-50 tal función corre a cargo de uno de los R?tavas, quizá en presencia de todos ellos,
la pregunta: en 1.18 es el propio sol el que plantea la pregunta, en tanto que en los pasajes
truye un esquema original complejo, en el que el resultado final de los pasajes JB 1.46 y
lo que justificaría el plural en la invocación de la respuesta. Bodewitz, 1973:113, recons-
pitr?yāna-devayāna.
1.49-50 ofrece una combinación de escatologías en una primera pareja de caminos
938
933-1014:933-1014 29/9/08 15:56 Página 939
Sūtra22.
ritual (JB 1.46-49), en un texto de estructura normativa similar a un
te las brasas. En este mismo Agni Vaiśvānara cada día los dioses ofre-
humo, sus chispas simplemente las chispas y sus brasas simplemen-
cen en oblación al hombre. Por esta oblación, una vez hecha, el hom-
bre va a aquel mundo de allá. Este de aquí es el mundo en que vuelve
a nacer.
De este mismo dios que brilla, noche-y-día, las mitades de los meses,
van delante. Uno de los R?tus24, que tiene un martillo en la mano, des-
los meses, las estaciones y el año son sus guardianes. Noche-y-día
cendiendo hacia él25 por un rayo de luz, le pregunta: «¿Quién eres tú,
él (el R?tu) le golpea. Una vez detenido, sus buenas obras desapare-
hombre?». Él, que conoce sólo una parte, puede ocultarlo. Entonces
22
El texto completo del JB ha sido editado en 1954 por Raghu Vira, en la única edición
completa hasta el momento. En su traducción con comentario de la primera parte de esta
obra Bodewitz, 1973, sigue en general la edición de Raghu Vira, 1954, con algunas modi-
ficaciones parciales de lectura, conjeturas o decisiones a favor de otras variantes de crítica
textual. Nuestra versión del texto está basada en la traducción de Bodewitz, con las mismas
El término evam ֹ vit, «así-conocedor», indica a aquel cuyo conocimiento abarca hasta
25
26
un límite determinado, fijado este límite como suficiente o insuficiente por el contexto.
939
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Allí, en el me,s cuerpo y espíritu vital se reúnen. Uno de los R?tus, que
quincena de luna creciente, de la quincena de luna creciente al mes.
«Esto sé, de esto estoy seguro. Por eso llevadme, R?tus, a la inmorta-
(Es el decimotercero el que arde aquí.)
Los R?tus lo llevan consigo. Como el que conoce al que conoce, como
el que comprende al que comprende31, así lo llevan consigo los R?tus.
Ellos lo acogen. No es un ser humano el que conoce de esta manera,
es uno de los dioses el que conoce hasta este punto. Los padres y
27
Paroks@a-, «que está fuera de lo visible, misterioso, secreto». Se ofrece una explica-
el segundo sacrificio del pañcāgnividyā. El hombre es producido por los representantes del
tiempo, que juntos forman el año, identificado con el Sol, que es quien lo rige. Según Bode-
witz, 1973, 121 s., n. 26, el Soma se identifica a veces con el año.
29
Las frases que se colocan entre paréntesis no forman parte de la respuesta que debe
dar el alma, sino que son las explicaciones de dicha respuesta, las justificaciones doctrina-
mismo conocimiento que los propios R?tus, como un iniciado en el mismo tipo de conoci-
31
Esta expresión sugiere que el muerto es aceptado por ser alguien que comparte el
940
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vida humana como āyuh?, «duración de la vida, tiempo vital» (cfr. gr.
hombres, explícita en el AV pero ya en la designación védica de la
La bifurcación en dos caminos distintos desde el inicio, uno claro, devāyana, y otro
oscuro, pitr?yana, de las UpanisAads culmina la línea especulativa, eliminando al máximo los
32
941
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4.2. La detención
El alma del difunto que asciende por las sedes celestes de las uni-
dades del tiempo es detenida en el punto inmediatamente anterior a
alcanzar el año34, el punto límite de las divisiones temporales, que las
rige a todas, y a partir del cual es posible trascender el tiempo y entrar
en otra dimensión, donde éste no gobierna «contando» la duración de
la vida de los hombres.
Hacia el mes, y por un rayo de luz, ya que el sol es quien rige el
año, con quien frecuentemente se identifica, desciende un personaje
que ejerce el oficio de portero, de vigilante de la entrada al mundo de
los dioses.
Este personaje35 es un ser perteneciente al mundo de los dioses,
pero no un dios (deva). Vigila el camino y se encarga, como antes los
33
Éstas dividen el camino mediante las divisiones del tiempo en uno que sigue las mita-
des claras, y lleva a la liberación, y otro que sigue las mitades oscuras y lleva a la reencar-
En las UpanisAads posteriores entre el mes y el año se introduce otra subdivisión, los
nación.
34
dos ciclos que llevan a los dos solsticios, caracterizados uno por el aumento de duración de
los días, por la luz ascendente, y otro por su disminución. Sólo el alma que asciende por el
942
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estaciones (R@tus)36, esto es, los personajes que encarnan otra de las divi-
De esta función, según el JB, se encarga uno de los genios de las
siones del año, no ligadas éstas al ciclo solar o lunar por el que van
ascendiendo las almas, sino determinadas en la India por los periodos
de lluvia y sequía asociados a los monzones37. De esta forma, todos
los elementos constitutivos de la dimensión temporal intervienen en el
pasaje del alma al «mundo de allá (al Otro Mundo)».
Cuando el alma alcanza el mes, regido por la luna, se produce un
reencuentro con el cuerpo, una reestructuración de la identidad per-
sonal38. Es en este punto y tras esta «reunificación» cuando se pro-
duce la detención y la bifurcación del camino.
Es probable que con esta reunificación quiera indicarse que el
espíritu recupera su identidad personal, su carácter humano, que resi-
cia simple, formulada por un R@tu : ko ’si purus@a, «¿quién eres tú,
capacidad de dar una respuesta correcta a una pregunta, en aparien-
hombre?».
La respuesta correcta a esta pregunta es la clave que abre al muer-
to el camino que lleva a los dioses. En ella el muerto debe demostrar
que posee un tipo de conocimiento que le «convierte en un dios»,
mientras que quien no lo tiene no merece entrar en el mundo de los
dioses, es rechazado y empujado de nuevo hacia abajo.
witz, 1973, 113 s., señala la discordancia entre el R@tu singular que detiene al alma y formula
36
Éstos, generalmente seis, suelen ir siempre juntos y citarse siempre en plural. Bode-
UpanisAads, pero permite aclarar la referencia al «morir repetidamente» de JB 1.46: esta per-
38
Este reencuentro con el cuerpo no se contempla en las versiones posteriores de las
sona reunificada tiene que morir de nuevo y de una forma definitiva. Las versiones upani-
sádicas explican mejor este destino enviando a las almas a nuevos renacimientos.
943
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4.4. El resultado
39
ahar me pitā ratrir mātā, «el día es mi padre, la noche mi madre», JB 1.50.
40
Esto puede ser invocado como un apoyo a la idea de que los que acceden por el cami-
no del tiempo en esta historia son ya un grupo preseleccionado, sólo los que han recibido
instrucción religiosa, los que tienen acceso al conocimiento del Veda. La división final san-
ciona el conocimiento profundo de la auténtica realidad de las cosas (satyam), frente a los
que han adquirido sólo un conocimiento elemental o imperfecto.
944
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por los R@tus como sus iguales, como pertenecientes al mundo de los
Quienes conocen la respuesta correcta, en cambio, son reconocidos
43
El término punar?mrtyur puede traducirse, por tanto, como «morir de nuevo», y puede
aludir a esta segunda muerte definitiva y no necesariamente, todavía, a un nuevo ciclo de
nacimiento y muerte como el que se encuentra en la doctrina de la reencarnación formula-
da en textos posteriores. Sobre ello cfr. Bodewitz, 1973, 114 y 119, n. 17, y en esta misma
indican también que la mayoría de los seres humanos no acceden a ninguno de los dos cami-
nos, y están condenadas a una rueda de renacimientos continuada, cfr. cap 41.
945
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Pues bien, hay evidentes parecidos entre el texto del JB y las ins-
ca y platónica, un concepto ajeno a la tradición griega.
946
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947
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nacido, de hombre que eras», cfr. OF 491). Esta vía lleva al alma a
(OF 474.15), lo que le hará pasar a ser un dios (OF 487.3 «dios has
PRIMER TRAMO
Separación En el ritual de En el momento
alma-cuerpo e incineración de la muerte
inicio del viaje
del alma
El alma avanza Sólo a ciertos A todos los muertos
por un primer muertos (dud.)
tramo común
Trayectoria Dimensión temporal Dimensión espacial
ascendente descendente
Descripción del Sí Sí
trayecto
Primera bifurcación No Sí: derecha / izquierda
Es detenida en Sí Sí
un punto
Reunificación Sí No
alma-cuerpo Recuperación de la
identidad
50
Ante quien quizá tendrá que identificarse de nuevo como un iniciado: «Vengo pura
de entre puros…» (OF 489-491, cfr. Bernabé-Jiménez, 2001, 137-182).
948
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SELECCIÓN
Intervención de Sí Sí
un personaje
Grupo colectivo Sí Sí
Ni dioses ni seres Sí Sí
humanos
Custodian el acceso Sí Sí
Uno de ellos Sí Sí / No
formula una
pregunta
Pregunta por la Sí Sí
identidad
Pregunta por el No Sí / No
objetivo
Respuesta formular Sí Sí
Aprendida Sí Sí
Conocimiento Sí Sí
restringido
Contenido Místico-cosmológica Mítico-cosmogónica
autoidentificación
Bifurcación del Sí Sí
camino
Ruta determinada El acierto permite la El acierto permite
por la respuesta admisión; el error, la admisión.
rechazo de nuevo Sin alusión al
hacia abajo rechazo
SEGUNDO
TRAMO
Continuación con Sí Sí
un guía
Reconocido como Sí Sí
un semejante
Contexto de iniciados Sí Sí
Nueva selección No Sí. Ante Perséfone
Destino final El Mundo de Allá Pradera de Perséfone
Compañía Ancestros Otros iniciados
Cambio de naturaleza Dioses Dioses
949
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6.2. Selección
51
En un fragmento de Heráclito (fr. 73 Marcovich = 22 B 63 D.-K.) se habla de almas
que «se alzan de nuevo y se tornan guardianes de vivos y muertos». El texto vale como tes-
950
933-1014:933-1014 29/9/08 15:56 Página 951
total con el ko’si purus?a, «¿quién eres tú, hombre?», que pregunta el
d∆ ejssiv, «¿quién eres?, ¿de dónde eres?», en una coincidencia casi
guía de las almas que siguen «el camino de los dioses»: una persona que no es divina ni
humana.
53
Bernabé-Jiménez, 2001, 223 ss.
951
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como parte del linaje humano y que conoce la esencia del ser huma-
no en el contexto del Cosmos. Para el orfismo esta identidad asume
una forma exclusivamente teogónica54, «De Tierra soy hijo y de Cielo
«Mi nombre es Asterio», OF 477, «pero mi estirpe es celeste», OF 484, cfr. cap 29.
54
Cfr. cap. 29.
55
56
Éstas se repiten en JB 1.18 y en JB 1.50, en que a cada frase se añade una explica-
«Dios has nacido, de mortal que eras», OF 487.4; «venturoso y afortunado, dios serás
tes, cfr. cap. 29, § 5.
de mortal que eras», OF 488.8 sa haisAa na manusAyo ya evam ֹ veda / devānām ֹ ha vai sa eko
58
ya evam ֹ vit, «el que conoce de esta manera no es un ser humano, es uno de los dioses el que
tiene un conocimiento así» JB 1.50.
952
933-1014:933-1014 29/9/08 15:56 Página 953
7. CONCLUSIONES
Todas estas similitudes entre las dos versiones del Camino al Más
Allá nos ofrecen unos paralelismos que no pueden ser simplemente
casuales, y que incluso van más allá de lo que podríamos atribuir a
desarrollos paralelos a partir de una tradición común.
Muchos de los elementos presentes en ambos relatos pertenecen a
la tradición heredada o aparecen en otras escatologías de culturas
indoeuropeas o mesopotámicas: la idea de un Más Allá con una región
custodiada reservada a algunos muertos privilegiados, la figura de un
«guía de las almas», que las encamina por el camino correcto hacia
su destino final, la selección de las almas en el pasaje intermedio e
incluso la pregunta por la identidad como selección se encuentran en
estos dos relatos estudiados y en concepciones escatológicas iranias59,
pero en este caso hay una coincidencia de motivos, no un paralelismo
de los relatos.
Por otro lado, la idea de que el destino final de las almas conduce a
una región de paz, en sociedad con algunos dioses y con quienes han
merecido lo mismo que ellas, no tiene la misma antigüedad en el mundo
griego que en el indio. Esta idea es relativamente reciente en Grecia, no
forma parte de la concepción homérica del Hades griego, pero sí se
encuentra en la tradición védica más antigua del reino de Yama.
59
Cfr. cap. 42.
953
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60
Recuérdese que la fecha más reciente propuesta para la muerte de Buda es 480 a.C.,
958
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ción de las antologías de himnos que constituyen los cuatro Sam ֹ hi-
visible ya desde la época más antigua e impulsora de la propia confec-
escatología del JB nos ofrece una primera versión de lo que más ade-
la identidad última de cada uno de los fuegos cosmológicos. Esta
UpanisAads.
reencarnación, de tinte ya plenamente místico y metafísico, de las
959
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nes, otra de las divisiones del tiempo, que naturalmente deben ser
traspasadas, pero que no están vinculadas al ciclo astral: las estaciones,
en la India, dependen más de los ciclos monzónicos y que de los sols-
ticios. Con su intervención el alma supera todas las mediciones tem-
porales y puede entrar en el mundo de la intemporalidad, de la inmor-
talidad.
La respuesta que el alma brahmánica tiene que dar a estos guar-
dianes alude al fundamento mismo de la propia escatología, la doc-
trina de los cinco fuegos, de cuya naturaleza participa el fuego de la
pira funeraria. Ésta se declara hija del tiempo («el día es mi padre,
la noche mi madre»), el elemento dominante y definitorio de la con-
dición de mortal, a cuyos límites acaba de llegar el alma, y al que
tiene que trascender, traspasando sus fronteras, para llegar a la inmor-
talidad.
4. Es el vehículo de transmisión de esta influencia entre India y
Grecia lo que resulta más problemático. En principio no podemos
justificar contactos directos entre estos dos grandes focos de civiliza-
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nillas (la más antigua, la laminilla de Hiponio, OF 474, ca. 400 a.C.,
eso nos remite a un tiempo demasiado cercano a la fecha de las lami-
61
Sobre el conocimiento de la religión india en Grecia en esta época cfr. Dahlquist,
1962; Tarn, 1985; y Hill, 1992.
62
Adrados, 1979-1987 (cfr. también 1993), señala cómo motivos y máximas del cuen-
to mesopotámico aparecen en la India por un lado y en Grecia por otro, y cómo se transmi-
ten más adelante, por vía culta, de nuevo de Oriente a Occidente.
63
Tanto en la Edad Antigua, cfr. Adrados, 1979-1987, como en época medieval, cfr.
Mendoza, 2003.
961
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XLI
Eugenio R. Luján
Universidad Complutense
1. INTRODUCCIÓN1
963
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que éstos se encaminan a un reino del Más Allá regido por el «rey
(prathamó mr?tya–na–m).
muertos (AV XVIII 3.13), es decir, por haber sido el primer mortal
3
La datación del Rigveda, como, en general, la de todos los textos indios antiguos, es muy
problemática. Para algunos estudiosos debe de remontarse a comienzos del II milenio a.C.,
mientras que otros se decantan por fechas más recientes, en torno al cambio del II al I mile-
nio a.C. En realidad nos encontramos con un corpus de himnos religiosos de tradición
oral en el que conviven elementos de gran antigüedad y que, en último término, continúan
de forma ininterrumpida una tradición que llega hasta época indoeuropea, junto con ele-
como integrantes del Rigveda. La fijación de este canon seguramente es posterior al año
mentos mucho más recientes de la época en que se fija el canon de los himnos aceptados
los himnos en libros o man≥d≥alās: el núcleo más antiguo lo constituyen los libros II-VII,
1000 a.C. Estas diferencias cronológicas se perciben incluso en la propia organización de
atribuidos a diferentes familias sacerdotales, mientras que la adición más reciente es el libro
X, en el que aparecen concepciones religiosas extrañas a los libros más antiguos, pero que
doctrinas védicas más antiguas hasta las ideas contenidas en los Brāhman≥as y las del hin-
resultan de gran interés para conocer la evolución del pensamiento religioso indio desde las
duismo clásico.
4
Esta diosa también es considerada la madre de dos importantes dioses védicos, los
gemelos Asvvinā, a los que da a luz metamorfoseada en yegua, y, según algunas fuentes, de
los perros de Yama, a los que nos referiremos un poco más adelante (§ 2.2).
964
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semidivinos7.
13.4:
5
La cuestión de quién fue el primer hombre se ve todavía complicada en mayor medi-
da por la existencia dentro de la tradición védica también de la figura de Manu, quien es
considerado con frecuencia el primer hombre.
6
No deja de resultar llamativo que en una ocasión (RV VIII 67.20) Vivasvat aparezca,
incluso, como señor de los muertos, esto es, en el papel habitualmente reservado a Yama, lo
que quizá pueda apuntar, como ya señalara Oldenberg, 1923a, 282, a que se trate de dos
figuras no relacionadas en origen, pero con funciones similares, que han confluido en la tra-
dición védica, por lo que ha habido que organizar su relación y de ahí que suelan aparecer
Los gandharva son unos seres semidivinos vinculados con el bosque, para cuyo nom-
como padre e hijo.
7
parte, las apsāras, las compañeras sexuales habituales de aquéllos, son una especie de nin-
bre se ha propuesto una relación etimológica con los centauros (Kevntauroi) griegos. Por su
fas acuáticas. Tanto unos como otras pueden tener un papel benefactor o maléfico en rela-
ción con los humanos. Existen aún algunas genealogías más de Yama, como la que lo hace
hijo de Tvas≥t≥r≥, el artesano divino; cfr. Malamoud, 2002, 16 s.
8
Véase la traducción y comentario de Moncó, 1999, 20-23.
9
Para una interpretación comparativa de este mito sobre los orígenes de la humanidad
en relación con la leyenda romana de Rómulo y Remo y con el gigante Ymir de la mitolo-
y Yamí, Cantera, 1998, y Malamoud, 2002, 47-53. Recordemos que el significado de yama
gía germánica puede verse Puhvel, 1987, 284-290, y para la interpretación del mito de Yama
965
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carse con los primeros cantores (r?s?i) de los himnos védicos, por lo
(Pitaras)14, una especie de antepasados míticos que parecen identifi-
10
Véase un elenco de propuestas en Aguilar i Matas, 1991, 106.
11
Aguilar i Matas, 1991, 106.
12
Aunque la interpretación de que es Yama el sacrificado resulta aceptable, para com-
prender el mito no parece necesario tener que asumir que él sea el dios supremo, como
intenta defender Aguilar i Matas, 1991, 108-110.
13
Se puede establecer un paralelismo entre este gigante cósmico, que llega a ocupar
todo el universo, y al que hay que sacrificar y despedazar para que surja la realidad tal como
la conocen los hombres, y Zeus tal como es descrito en el himno órfico transmitido por Por-
firio (OF 243), donde aparece no ya sólo como señor del universo, sino casi como ensam-
blaje de todos los elementos que constituyen la realidad. Cfr. otros paralelos de esta imagen
de Zeus en el cap. 26.
con el mundo de los Padres (pitr≥loka). Sobre estos conceptos véase Gonda, 1966, 63-65.
14
Sin embargo, en algunos textos védicos el mundo de Yama (yamaloka) no coincide
15
Véase infra, § 3.
966
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se al mundo de Yama conecta el paisaje del Más Allá védico con toda
una red de referencias al tema del prado verde en la escatología indo-
europea17. Un poco más adelante, en ese mismo himno, nos encon-
tramos con que hay una invitación a Yama para que se siente junto a
los Padres, sobre un montón de hierbas, y disfrute del sacrificio. En
otro himno (RV X 135) Yama bebe en compañía de los dioses junto a
un árbol de hermoso follaje en un contexto de ejecuciones musicales
sitúa en los cielos20. De acuerdo con algunos pasajes del RV, como RV X
se trata de un mundo subterráneo similar al Hades homérico o bien se
16
Velasco, 2001, 35.
17
Véase Velasco, 2001, esp. pp. 33-55, dedicadas a la India.
18
Véase cap. 40, así como las distinciones cronológicas que establece Horsch, 1971,
107-111, entre las diferentes concepciones del camino de los dioses por oposición al cami-
no de los «Padres» en época védica.
19
Véase § 2.4.
trabajo destinado a aportar argumentos, a partir de los textos del AV, a favor de que ese
20
Un buen resumen de la polémica puede encontrarse en Bodewitz, 1999, 107 s., un
Para un listado véase Bodewitz, 1999, 113, n. 21. Para la interpretación y un análisis del desa-
967
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Hay tres cielos: dos son los regazos de Savitr?, uno –que supera a
los hombres– está en el mundo de Yama.
Todo lo que es inmortal descansa (sobre él) como la rueda del carro
sobre el soporte del eje. Quien lo ha comprendido que lo diga aquí.
Esta idea, además, puede ponerse en relación con los ritos funera-
rios, de los que nos ocuparemos un poco más adelante, dado que en
los himnos védicos se encuentran referencias al fuego de la pira fune-
raria como el mensajero de Yama, como el camino hacia el otro mundo
o como el ave que lleva al alma al mundo del Más Allá, lo que impli-
ca la concepción de que el alma del difunto se dirige hacia ese lugar
situado en lo alto junto con el humo que sale de la pira.
Sin embargo, se han ofrecido buenos argumentos22 para pensar
Los libros (II-VII) del RV, atribuidos cada uno de ellos a una familia sacerdotal dife-
surgimiento de la propia creencia en un mundo del Más Allá.
24
rente, constituyen el núcleo más antiguo de esta colección de himnos, según veíamos en la
nota 3.
como veremos en § 3, en los Brāhman?as el concepto de salvación por medio del sacrificio
25
Además, esta idea cuadra con el desarrollo posterior del pensamiento védico, ya que,
968
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que celestial de ese mundo del Más Allá. Por ejemplo, en AV VIII 1,
un texto utilizado en ceremonias para prolongar la vida de una perso-
na, la idea de oscuridad se asocia repetidas veces con el mundo del
himno para prolongar la vida, en el que se intenta evitar que uno «more
en la tierra», lo cual no puede interpretarse como una mera referen-
cia a la inhumación, puesto que, como deja ver ese mismo himno, el
rito funerario era de cremación, de forma que parece aludir, más bien,
logía griega, el cual, en su primera aparición en la literatura griega (Hes. Th. 311), es des-
30
Estos perros guardianes del Más Allá recuerdan enormemente al Cerbero de la mito-
crito como «del que no se puede escapar, indecible, Cerbero devorador de carne cruda, perro
de broncínea voz de Hades, de cincuenta cabezas».
969
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970
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32
Sobre estas ceremonias véase Gonda, 1960, 130-138, y Varenne, 1995, 82-86.
33
En el hinduismo posterior la inhumación sólo se practica con niños muy pequeños,
criminales y maestros espirituales. Las tumbas de estos últimos se convierten con mucha
frecuencia en lugares de peregrinación.
971
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los Pitaras, sino que pasa algún tiempo como una especie de espec-
Se entiende que el difunto no marcha directamente al mundo de
tro (preta), periodo en el que intenta seguir cerca de los vivos y puede
tro del Rigveda y del Atharvaveda que parecen apuntar a una idea de
En primer lugar, conviene hacer referencia a algunos textos den-
34
Para otras ceremonias relacionadas con el culto a los muertos véase Gonda, 1960,
135-137.
972
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37
RV VII 104 = AV VIII 4.
38
Señalado ya por Oldenberg, 1923a, 563-566.
39
Como apunta Keith, 1925, 571.
40
Véase Oberlies, 1998, 479-482.
41
Un breve repaso de la cuestión puede encontrarse en Maurer, 1995, 207-208, así
como en el clásico estudio de Keith, 1925, 570 s.
973
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Quien [el cielo] lo [el sol] ha hecho, no lo conoce; quien [el cielo]
lo [el sol] ha visto está ahora lejos de él.
Envuelto en el útero de su madre [la tierra], teniendo muchos
nacimientos, él [el sol] entra en Nirr?ti.43
42
La opinión alternativa, defendida por muchos estudiosos, sería que la doctrina de la
transmigración no tiene orígenes védicos, sino que debe de haber sido tomada de creencias
de los pueblos no indoeuropeos de la India. Véanse las referencias que ofrece el propio Mau-
rer, 1995, 208 s., n. 7.
43
Para esta interpretación véase Maurer, 1995, 209 s.
44
Como bien ha señalado Maurer, 1995, 211.
45
Para Butzenberger, 1996 y 1998, se trataría, de hecho, de una de las bases más impor-
tantes para el desarrollo de la idea de transmigración en la India.
46
Véase § 4.1.
974
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leemos:
Y en RV IV 27.1:
47
Es curioso constatar que la interpretación de estos textos como una referencia direc-
ta a la transmigración se encuentra ya en la literatura india posterior; véase, entre otros,
Deussen, 1919, 286.
975
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pero que, al llegar allí, el dios se encontraría ausente, por lo que debe-
ría esperarle durante tres días, en el curso de los cuales no podría
comer nada. Cuando el dios regresara y le preguntara cuántas noches
le había estado esperando debía responderle que tres. A las sucesivas
preguntas del dios sobre qué había comido en la primera, segunda y
tercera noche, debía responder, respectivamente, que su descenden-
cia, su ganado y su mérito. Todo sucedió como Usvant había indicado
48
Construcción del hogar del fuego (ŚB X 2.6.8) u otros ritos (ŚB XI 7.1.3).
49
Sobre todas estas cuestiones puede verse más en detalle Gonda, 1960, 187-197.
concepto de punamr≥tyu, «re-muerte», interpretándolo como una reacción por parte de los
Bodewitz, 1996, ha realizado una revisión de la bibliografía y un tratamiento en detalle del
976
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4.1. Introducción
también en JB I 42-44. Para una comparación entre las dos versiones y un comentario puede
51
Para una traducción al español véase Pirart, 1996, 427-430. La historia es narrada
977
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978
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desempeñado por los ks?atriya, esto es, por los miembros de la casta
a las escuelas brahmánicas57, en los que se podría identificar el papel
rey acerca del destino de las almas tras la muerte58. Igualmente, tam-
bién podría apuntarse al papel desempeñado en el desarrollo de estas
ideas por brahmanes de tendencia ascética frente al predominio de la
práctica ritual en los grupos que podríamos denominar más «oficia-
listas», lo que también parece tener un apoyo textual en las referen-
cias a brahmanes de este tipo como maestros en el conocimiento de
estas ideas; así sucede, por ejemplo, con Raikva (ChU IV 1-3), quien
vive debajo de un carro y está lleno de pústulas. Además, tampoco
parece que fuera necesario ser un brahmán para poder tener acceso a
estas enseñanzas, según muestra la historia de Satyaka–ma (ChU IV 1-3),
quien es aceptado como discípulo por Ha–ridrumata, a pesar de que
aquél no sabe quién es su padre y, por tanto, ignora si es brahmán o
no. Y, lo que es aún más llamativo, nos encontramos incluso con
pas de la vida del hombre, según la cual todo hombre dvija, «dos
elementos relevantes que deben de haber confluido para que se produzca finalmente el desa-
rrollo de esta doctrina en el pensamiento indio.
Esta narración se encuentra en tres versiones paralelas dentro de las Upanis≥ad: ChU
57
Véase, por ejemplo, Winternitz, 1908, 198-202, y Bodewitz, 1998, 600-605.
V 3, BĀU VI 2 y KausU I 1.
58
979
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que y llevar allí una vida retirada como vanaprastha, hasta que, cer-
ba a la vejez debía abandonar la aldea o ciudad para marcharse al bos-
control y el dominio de los sentidos (el yoga), para que éstos no enca-
hinduismo toda una serie de prácticas encaminadas a lograr el auto-
De los cuatro fines de la vida del hombre, moks≥a (liberación), dharma (deber), artha
(bienestar material) y kāma (amor), el primero es el más alto y al que deben supeditarse
59
980
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Cha–ndogya- UpanisAad VI 8:
brahman, con el principio universal único del que dependen todos los
individualidad para lograr una fusión con la unidad, es decir, con el
todos los demás. Para un análisis de la imbricación entre sí de estos cuatro fines y de las
variaciones en función de la situación en que se encuentre cada persona resulta esclarece-
dor el capítulo que les dedica Biardeau, 1995, 69-111.
981
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man, según la cual las acciones que se lleven a cabo durante la vida
60
Véase Oldenberg, 1923b, 95-100.
61
Traducción de Villar en Villar-Adrados, 1977, 135.
62
Véase Gonda, 1960, 209.
63
Véase Keith, 1925, 579-580, para un comentario al pasaje.
982
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tos van a la Luna y de allí los que han alcanzado el conocimiento van
pasando por los mundos de los dioses, hasta llegar al mundo de Brah-
ma–. El texto, en traducción, es el siguiente65:
Los que parten de este mundo, todos ellos llegan a la Luna. La pri-
mera mitad (= quincena) [de la Luna] crece con sus espíritus, mientras
que con la segunda mitad les hace nacer, pues ésta es la puerta del
mundo del cielo, la Luna, y a quienes le contestan les deja pasar, pero a
quien no contesta, convirtiéndolo en lluvia, lo llueve. Éste, ya sea como
64
En MU I 2.10 se menciona ya la estancia en el cielo a la espera de una nueva reen-
IV 15.5 y V 10.1-10 y en BĀU VI 2.13-15, así como en el JB, sobre el que remito al cap.
65
40.
983
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– ¿Quién eres?
– Soy tú.
Le deja pasar.
Él, alcanzando el camino de los dioses, llega al mundo de Agni, al
mundo de Va–yu, al mundo de Varun=a, al mundo de Indra, al mundo
de Praja–pati, al mundo de Brahman.
984
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66
Véase Bernabé-Jiménez, 2001, 225-229.
67
Véase Bernabé, 2003a, 205-207.
68
Véase Bernabé, 2003a, 82-83, 98-101, 111, 118-120.
985
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69
P. e., OF 104. Véase el comentario de Bernabé, 2003a, 113 s.
70
Como ya hemos dicho más arriba, resulta muy difícil proponer una datación absolu-
ta de los textos indios antiguos, por la falta de fechas seguras antes de que podamos esta-
blecer sincronías entre textos hinduistas y la predicación de Buda.
71
Véase el libro de West, 1971, así como una presentación resumida en Adrados, 1988,
43-51, y una revisión muy crítica con la posibilidad de contacto entre las dos culturas en
época anterior a Alejandro en Karttunen, 1989, 108-119.
986
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bha–va o bha–vana, «lo que deviene, lo que llega a ser», jagat, «lo que
los sentidos, que es por eso designado mediante expresiones como
72
Los paralelismos no acaban ahí, sino que este principio universal es definido a veces
por tanto, indefinible, es denominado tad anantam, «eso (que es) ilimitado, indefinido»
(véase West, 1971, 93-95). Por otro lado, brahman es, en principio, un concepto casi lin-
güístico, la «palabra» y, especialmente, la «palabra sagrada», lo que lo aproxima al con-
cepto de lovgoı, de tanta importancia ya en la filosofía heraclitea.
73
Véase Varenne, 1981, 25.
74
Para un tratamiento sistemático (aunque necesitado de actualización y revisión) de
las coincidencias y divergencias entre las ideas griegas e indias sobre la transmigración de las
almas puede consultarse Böhme, 1989, 131-217. El capítulo 5 de Vernant, 1989, aborda una
comparación general de la ideología relacionada con la muerte en Mesopotamia, la India y
Grecia. Reflexiones interesantes a propósito de Ferecides y las doctrinas indias se encuen-
tran en West, 1971, 60-68.
75
Como señala West, 1971, 62-64.
987
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Dicen que los sentidos (indriya–ni?) son los caballos y hasta donde
como las riendas.
(sam=sa–ra).
ése no llega al lugar y vuelve al ciclo de las reencarnaciones
(siglo V a.C.). Witzel, 1995, 97, clasifica la Kat≥ha-Upanis≥ad dentro del quinto estrato, es
988
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esto es, aquella que se realiza conforme al dharma, sin apego a los
cumplimiento del deber (dharma) mediante la acción desinteresada,
resultados que pueda producir. Toda esta revelación cuenta con una
escenografía claramente simbólica, ya que tiene lugar en el momen-
teniendo a Kr=s?n=a como auriga, es decir, que Arjuna vendría a ser ale-
to previo a la gran batalla, cuando Arjuna ya ha montado en su carro
6. CONCLUSIÓN
decir, en el más reciente de los cinco en que agrupa los textos védicos (cfr. también Mylius,
para la literatura india antigua, pero, con todo, ese grupo de upanis≥ad métricas al que per-
2000). Como ya hemos dicho más arriba, es muy difícil establecer cronologías absolutas
tenece la Kat≥ha-Upanis≥ad también podría ser pre-budista, por lo que quizá se podría mane-
jar para ella una fecha en torno al siglo V a.C.
77
Para un tratamiento más extenso de la representación del alma como un carro en la
OF 358.
literatura india antigua véase Luján, 1999, con las referencias bibliográficas.
Los Purān≥a o «narraciones de los orígenes» son textos muy importantes dentro de la
78
tradición hindú y están relacionados con los poemas épicos, especialmente con el Mahābhā-
79
rata, que incluyen material de vario tipo, como cosmogonías, genealogías de dioses y lina-
jes regios, normas de conducta, rituales, etcétera.
80
Véase Flood, 1998, 132.
989
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de las reencarnaciones.
Se trata, por tanto, de una evolución en buena medida paralela a la
que se observa dentro de la cultura griega, en cuyos textos literarios
más antiguos, los poemas homéricos, también aparece el Hades como
destino último y único de todos los hombres, si bien con posteriori-
dad, y en una época coincidente con la de la India, asistimos a la
aceptación, al menos en determinados círculos, de la idea de trans-
migración de las almas.
Hemos visto también cómo existen coincidencias muy señaladas
990
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XLII
1
Las ediciones más recientes son las de Humbach, 1959; Insler, 1975; y Kellens-Pirart,
1988-1990-1991, con traducciones que difieren muchísimo entre sí.
991
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Sea quien fuere, hombre o mujer, oh, Sabio Señor, me habrá dado
las mejores cosas de la existencia que tú conoces, a saber: lograr la
recompensa para la Justicia y el Imperio con la Buena Doctrina, y
2
Aunque Kellens y Pirart insisten en que los Gāthās son el mero recitado correspon-
diente a un ritual. V. también Humbach, 1959, I, 74; Kellens, 1995.
singular del participio de presente del verbo kay-1., «separar». Recientemente, Kellens,
3
La etimología tradicional (Bartholomae, 1901, 596 s.) lo interpreta como el genitivo
992
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con todos aquellos a los que yo induciré a alabar a los seres que son
en ti, con todos ellos atravesaré el Puente Cinvat.
1.4. La daēnā
5
El origen indoiranio de la daēnā, conectada con la visión mental, está postulado por
palabra con el verbo i.-ir. dhi-, «ver». Esta etimología está asumida por Mayrhofer, 1986,
Gonda, 1963, 259 ss., siguiendo la etimología de Lommel, 1930, 150 s., que relaciona esta
777, y Narten, 1986, 263, que insisten el hecho de que daēnā es trisilábico, por lo que pos-
tulan un étimo *dhayHanā.
6
Así, Nyberg, 1938, 114 s., o Lankarany, 1985, 43. Insler, 1975, 69, propone una tra-
ducción, «concepción», que no ha sido aceptada por nadie.
993
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en la que están escritos los Gāthās. El Avesta es, pues, una obra lite-
tos en avéstico, pero en una variedad menos arcaizante que la lengua
7
Molé, 1960. Una solución de compromiso es la adoptada por Boyce, 1975, 239 s., que
994
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salvación es para todo aquel al que Ahura Mazdā, que rige los desti-
nos, le dé la salvación”. Durante esa noche experimenta todo el pla-
cer que experimentó mientras vivía».
¿Hacia qué país, Ahura Mazdā, huir? ¿Dónde huir, hacia dónde
caminar?
995
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que se han perdido en la parte del Avesta que nos ha llegado. No obs-
cia, pues muchas veces conservan tradiciones orales muy antiguas
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que el alma del justo camina entre plantas, en un jardín, aunque éste
no se percibe nada más que por uno de los sentidos, el olfato13.
10
Según Oldenberg, 1917, 546, esta «vía de los padres» permite postular una creencia
indoirania en una morada subterránea de los antepasados. Véase el cap. 40.
11
Sobre la importancia de Zurvan y su eventual preeminencia en un panteón iranio
occidental, v. Widengren, 1968, 174 ss.
testimonio del paralelo negativo, sufrido por el alma del injusto en Hadōxt Nask 3.25-26.
12
Obviamente, respetando el espíritu dualista de toda la tradición zoroastriana, existe
Para los restantes testimonios, citaremos siempre la experiencia del alma del justo, salvo
997
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tas espirituales.
14
La cremación de cadáveres es un pecado grave en el zoroastrismo, pues se interpre-
ta como una causa de contaminación del fuego, uno de los elementos naturales sagrados. Lo
mismo sucede con la inhumación, que es una contaminación de la tierra.
15
Según la geografía infernal determinada con posterioridad, en la literatura pahlaví
(Denkard 9, 20, 3) el Puente Cinvat se apoya en un lado en el monte Alborz (Harā.barazaitī)
998
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juzgar al alma: Mihr, Srōš y Rašn=ū. Los auxiliares del alma del justo
función se amplía y se crea una tríada de divinidades encargadas de
y en el otro en el Cikād ī Dāitīk, «Pico del Juicio». Pero la idea de un montaña cósmica
como eje del mundo es mucho más antigua, posiblemente de origen indoiranio: Boyce,
1975, 134; Schwartz, 1985, 644.
Daēnā en pahlaví.
16
Panaino, 1990.
17
999
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obras.
1000
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alma pasa sobre el borde en forma de fuego. Luego, los Yazatas espi-
20
Catorce pies.
sacerdotal, citado con frecuencia en los textos pahlavís (Bundahišn 17.5-8; Šāyist nē-Šāyist
21
Uno de los tres grandes fuegos sagrados del Irán sasánida, relacionado con la función
13.26). El fuego Farnbāg recibe el epíteto «victorioso» porque aparece frecuentemente aso-
ciado a Xvarənah, «Gloria divina» (Boyce, 1977).
1001
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takān), lugar donde irán a parar aquellos que han acumulado méritos
de tres lugares: un paraíso, un infierno y un lugar intermedio (Hamis-
negativo, que impide a las almas alcanzar el juicio individual que les
está reservado. La conjeturada «laguna del olvido» impide a las almas
llegar siquiera a entrevistarse con sus examinadores. Sin embargo, el
agua del río de lágrimas no tiene que ver con el olvido, sino con un
exceso de recuerdo, con la excesiva lamentación que la muerte del
difunto ha producido entre sus seres queridos. Podría ser una inver-
sión de términos olvido-recuerdo excesivo.
22
OF 445-446, cfr. Bernabé-Jiménez, 2001, 26 s.
1003
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Turios (OF 487), ya sea aludido como un destino gozoso en las lami-
23
Cannatà Fera, 1990, Fr. 58a.
1004
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so, y el alma sólo asciende en el Hadōxt Nask hasta las luces infini-
tas cuando ya ha superado su primer examen. Este camino ascenden-
te tiene paralelos relevantes en los textos griegos. En primer lugar,
24
Aët. 2.15.6 (12 A18 D.-K.) «Anaximandro, Metrodoro de Quíos y Crates dicen que
el Sol está situado en lo más alto de todo y después la Luna y bajo ella los astros inmóviles
Pl. Symp. 211c, «Ésa es la manera correcta de acercarse a las cosas del amor o dejar-
y los planetas».
25
se llevar por otro, empezando por las cosas hermosas de aquí y, sobre la base de esa belle-
za, ir ascendiendo continuamente, sirviéndose de ella como de peldaños, de uno solo a dos
y de dos a todos los cuerpos hermosos y de los cuerpos hermosos a los comportamientos
hermosos y de los comportamientos a los conocimientos hermosos y de los conocimientos
acabar en aquel conocimiento que no es de otra cosa sino de la belleza en sí, y sepa por fin
de este modo lo que es en sí».
Plin. NH 30.2, «Sin duda surgió en Persia, de Zoroastro, según es acuerdo entre los
26
D. L. 8.86 ss.
27
autores. Pero no tenemos suficiente certeza sobre si fue él solo o también otro después.
Eudoxo, que quiso distinguir ésta entre las escuelas de sabiduría como la más ilustre y más
útil, reveló que este Zoroastro existió seis mil años antes de la muerte de Platón. Así tam-
bién Aristóteles».
28
Paus. 4.32.4, «Yo sé que los caldeos y los magos de los indios fueron los primeros
que dijeron que el alma del hombre es inmortal y asimismo otros griegos están convencidos
de ello, el que más, Platón, hijo de Aristón».
1005
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del Gorgias.
haber causado sobre Platón29, tal como veremos al comentar el mito
no está hecho por Zurvan (el Tiempo) y afecta tanto al justo como al
injusto, por lo que en realidad puede hacer referencia al tiempo de la
vida, que culmina con la muerte de todos los hombres, mientras que
la vía sagrada de la laminilla de Hiponio está reservada únicamente a
los bienaventurados31. Un paralelo significativo lo encontramos en
Píndaro (O. 2.68-7032), cuando habla de que los que se han manteni-
do justos a lo largo de tres vidas en la tierra y otras tantas en el Hades
29
Sobre la influencia del orfismo sobre Platón, véanse Bernabé, 1998a y el cap. 52.
30
La relación de Zurvan con el Fanes órfico ha sido puesta de relieve por Duchesne-
Guillemin, 1953, 92 s.; West, 1983a, 103 ss.; y Brisson, 1985b. Bernabé, 1997a, apunta los even-
tuales elementos orientales en la configuración de dicha figura, pero señala una diferencia
importante, el hecho de que Zurvan no tiene los rasgos monstruosos del Fanes órfico.
31
Bernabé-Jiménez, 2001, 78-80.
32
Cfr. cap. 49, § 2.3.
33
Bianchi, 1963, 143-210.
1006
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menciona a los tres jueces infernales. El mito del Gorgias puede deri-
mero de los pasajes platónicos hace además referencia a un prado y
var de un poema órfico, tal como asume Kingsley, 1995, 116, pero
además en dicha fuente no se debería rechazar una fuerte influencia
dentro del texto del mito al rey de Persia34. En República 614c, den-
irania. En ese sentido quizá no sea gratuita la mención que se hace
dos vías, una ascendente y a la derecha, para los justos, y otra descen-
mencionan dos vías, una que baja, la de los muertos, y otra que sube,
la de los que se han de someter a una nueva reencarnación36.
34
Pl. Grg. 524e: «Radamantis hace que se detengan y examina el alma de cada uno, sin
saber quién es, sino que a menudo toma al rey de Persia o a otro rey o gobernante cualquiera
Pl. R. 614c: «Y que llegaron a un lugar extraordinario, en el que había dos aberturas
y observa que en su alma no hay nada sano».
35
de la tierra que se comunicaban entre ellas y otras dos arriba, en el cielo, frente a ellas. Y
que entre unas y otras había unos jueces que, una vez dictada la sentencia, enviaban a los
justos para que subieran hacia la derecha y hacia arriba, a través del cielo, una vez que les
colgaban delante una indicación con la sentencia, y a los injustos les ordenaban ir hacia la
izquierda y hacia abajo, llevando también, pero por detrás, una indicación de lo que habían
El Papiro de Bolonia contiene varios paralelos notables con los textos iranios, como la
hecho».
36
justo Vīrāz en su viaje por el Más Allá) y el papel que desempeña Retribución, hija de Justi-
doble vía, la descripción de las penas del Infierno (que recuerda a los castigos descritos por el
cia, como juez infernal, que se podría relacionar con Srōš, cfr. Bernabé, 2003a, 286 ss.
1007
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La misma idea se encuentra también en Pl. Phd. 107d: «Pues el alma se encamina al
37
No se trata de un plural de modestia: la idea es de Alberto Bernabé.
38
Hades sin llevar consigo nada más que su educación y su crianza, lo que en verdad se dice
Del mismo modo en Ps.-Pl. Ax. 371e las Erinis arrastran al Érebo a las almas de los
que beneficia o perjudica al máximo a quien acaba de morir y comienza su viaje hacia allí».
39
Ar. Ra. 290 s.: «Antes era una vaca, hace un momento un mulo y ahora mismo una
que han cometido malas acciones.
40
1008
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Mihr, Srōš y Rašnū, que pesan las obras del alma en una balanza.
También en la tradición pahlaví nos encontramos con tres jueces,
No sería extraño que dicho motivo fuera una influencia griega, un prés-
tamo cultural que adapta la tríada infernal de Minos, Radamantis y
Éaco41. Reforzaría el paralelo el hecho de que los nombres de dos de
Mi-, Ra-; hay que remarcar que, en la tradición irania, ni Mihr (Mith-
los jueces iranios comiencen por los mismos sonidos que los griegos:
buto, según Vidēvdāt 2.6. Este cetro de oro quizá sea una reinterpreta-
muertos en la tradición zoroastriana, que también lleva el mismo atri-
con Core. Esto pudiera ser una adaptación de un motivo más antiguo,
41
Tiele-Söderblom, 1931.
Rašnū en este momento del juicio particular, pero son de carácter más bien general. Es cier-
42
Pavry, 1929, 67 s., da numerosas explicaciones para justificar la presencia de Mihr y
Od. 11.568-571.
por otra parte, evoca el de Sarpedón.
43
1009
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pio Ahura Mazdā, quien sería una especie de segunda instancia fallida.
dentes, una vez llegada al Paraíso, y que se ve interrumpido por el pro-
2.4.f. El fuego
44
Blomfield, 1893. Boyce, 1977, 145 s., considera que esta creencia es de origen indo-
iranio, pero seguramente es más antigua, como ha demostrado Schlerath, 1954, que defien-
de la antigüedad indoeuropea de un mito con dos perros diferenciados, uno que representa
la vida y otro la muerte.
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45
yehiiā urvā xraodaitī cinuuatō pərətå ākå.
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3. CONCLUSIONES
3.2. Elementos que pueden haber pasado del mundo iranio al griego
Pl. Grg. 523e: «Además hay que juzgarlos desnudos de todas estas cosas».
46
Cfr. el primer significado que da Bartholomae, 1901, 309.
47
48
Véanse los caps. 40 y 41.
1012
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49
Así, Parker, 1983, 300.
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XLIII
Jean-Michel Roessli
1. INTRODUCCIÓN
*
Traducción de Miguel Herrero.
1
O bien simplemente se ignora, o se alude a la cuestión de manera furtiva, sin una con-
clusión clara; cfr., por ejemplo, Vieillefon, 2003, 105.
2
Véase cap. 9.
3
Sanders, 1965, 63: «11QPs 151 aporta una tenue prueba literaria de la imagen órfica
de David en el periodo intertestamentario». Cfr. además Philonenko, 1978.
1015
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1016
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4
Sanders, 1963, 75 y figura.
5
Sanders, 1965, 55 s. y lám. XVII.
6
Sanders, 1967, 145.
7
García Martínez 41993, 348 (castellano), 1994, 310 (inglés); Maier, 1995, 341-342
(alemán); Vermes, 1990, 1998, 302 (inglés); Wise-Abegg-Cook, 1996, 448 (inglés);
Wise–Flint–Ulrich, 1999, 585-586 (inglés).
Sanders, 1965, 56, describe este salmo como un midrash sobre la vida de David en 1
8
García Martínez 41993, 348.
9
S 16, 1-13.
1017
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10
Este frase, «mis manos construyeron una flauta, mis dedos, una cítara» no corres-
ponde a la tradición bíblica, donde esta invención se atribuye a Yubal (Gn. 4,21). El autor
del salmo se toma también otras libertades en cuanto a la tradición bíblica, que no son rele-
Cfr. por ejemplo Ps. 98.5-9; Ps. 148.7-10; Mi. 6.1-2: «Oíd ahora lo que dice Yahveh.
vantes para nuestro tema; cfr. Dupont-Sommer, 1975, 8.
11
Levántate, pleitea con los montes, y oigan los collados tu voz. Oíd, montes y fuertes funda-
mentos de la tierra, el pleito de Yahveh: porque tiene Yahveh pleito con su pueblo, y alter-
cará con Israel».
1018
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Así que voy a dar gloria al Señor. Me dije: montañas no dan tes-
timonio de Él, ni colinas Lo proclaman: los árboles ... mis palabras y
el rebaño mis obras13.
12
Sanders, 1963, 75: «So let me render glory to the Lord, said I, within my soul. / The
words and the flock my deeds». En su edición princeps, Sanders modificó un poco su tra-
mountains do not witness to him, nor do the hills proclaim; the trees have cherished my
ducción: «Así he alabado al Señor, pensé, en mi alma» («And [so] have I rendered glory to
the Lord, thought I, within my soul»).
13
Brownlee, 1963, 380: «So let me give glory to the Lord! said I, myself, in my soul.
/ Mountains do not witness to Him, nor do hills proclaim (Him). The trees have extolled my
words, and the flock my deeds».
14
Skehan, 1964, 409: «And I gave to the Lord glory. I said to myself, the mountains
cannot witness to Him, nor the hills relate: neither the boughs of trees, my words, nor the
flock, my compositions».
15
Dupont-Sommer, 1964, 32 (= 1987, 310): «Et je rendis gloire à Iahvé, m’étant dit,
moi, en moi-même: “Les montagnes ne Lui rendent-elles pas témoignage? Et les collines
ne (Le) proclament-elles pas? Les arbres prisèrent mes paroles et le troupeau, mes
poèmes”».
1019
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1020
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nas, ya que la waw desciende simplemente más abajo que la iod. Son
de otra letra es muy difícil, porque los dos signos hebreos difieren ape-
Además de que el trazo vertical de la letra que sigue al lamed habla más
(el de Dios) o «Las montañas no testimonian a mi favor» (el de David)?
16
Magne, 1975c, 530.
17
Magne, 1975c, 532: «Me dije a mí mismo: “Las montañas testimonian para mí y las
colinas relatan sobre mí. Los árboles <relatan> mis cantos y los rebaños mis obras. Pero
¿quién relata y canta y quién proclama las obras del Señor?”».
18
Para Magne, 1975c, 526 y 531-532, es la única lectura posible.
19
Sanders, 1963, 81 (= 1965, 61): «Sólo la sección en Q, que está totalmente ausente
de los LXX, tiene un tono no bíblico, en los vv. 2b-3. El epitomador los omitió totalmente,
mientras que tiene al menos alguna frase destacada de todos los demás versos. 11Q Ps. 151
tañas y colinas que testimonian sobre Dios (cfr. e. g. Mi. 6.1). Árboles y animales aman la
v. 2b-3 es muy revelador. El tono es muy poco bíblico; el Antiguo Testamento habla de mon-
música de David, pero no pueden alabar a Dios por sí mismos. Pueden apreciarlo, pero no
expresar su aprecio».
1021
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20
Dupont-Sommer, 1964, 36. I. Rabinowitz, 1964, 197-198, hace la misma afirmación,
pero obtiene otra conclusión, a saber, que se debe leer «a su favor» (el de David), y no «a
autor de este salmo debe haber conocido pasajes como Mi. 6.2 y Ps. 148.9 (por mencionar
su favor» (el de Dios). El erudito judeo-americano escribe: «De nuevo, considerando que el
sólo éstos), ¡es casi acusarle de blasfemia hacerle decir que “las montañas no testimonian”
al Señor y que las colinas no lo “proclaman”!». Véase la respuesta de Dupont-Sommer, 1964,
61 (post-scriptum).
21
Magne, 1975c, 526, parece ser el único en subrayar este punto: «Pero si esta inter-
pretación pone el verso 4 [= 3] de acuerdo con otros versículos de la Biblia, también lo pone
en contradicción con el versículo 6 [= 7]: “¿quién cuenta (o contará, o puede contar) las
acciones del Señor?”. La respuesta negativa deja de ser verdadera si las montañas alaban a
Dios. Hace falta conjeturar “¿quién entre los hombres?”, que no está en el texto».
1022
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Si se reconoce una iod, la palabra no puede ser otra cosa que una
preposición, que Rabinowitz ha traducido «para mí», ‘lj, o un nom-
bre en el estado constructo plural, ‘laj, que Skehan traduce por «las
ramas de los árboles»22 y Delcor por «hojas de los árboles»23. En este
caso, la significación de la frase es completamente diferente de la que
la mayor parte de los traductores le da. Isaac Rabinowitz, que cons-
truye el versículo 3 de una manera muy personal, es el único en ver
las cosas así:
colinas24.
22
Skehan, 1963, 409.
23
Delcor, 1966, 19.
24
Rabinowitz, 1964, 196: «The mountains will not bear witness for me, nor the hills;
the trees will not report my words on my behalf, nor the flock my deeds». Magne, 1975c,
527, se reconoce casi dispuesto a seguirlo.
25
Delcor, 1966, 19.
1023
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que los pasajes, invocados como prueba, del Escrito de Damas 3.2
interpretación de Sanders, Dupont-Sommer, Philonenko y Meyer y
(«Y [Abraham] fue apre[ciado] como amigo de Dios») y 5.5 («Y las
obras de David fueron apreciadas»), descubierto también en Qumrán,
son de lectura demasiado incierta para ser decisivos. A falta de certe-
za, y en espera de elementos más convincentes, debemos decidirnos
a dejar la cuestión abierta y pendiente.
Las dificultades que los lectores contemporáneos encuentran en la
comprensión y en la traducción de este salmo no deben sorprender-
nos, ya que han sido planteadas por los mismos antiguos.
Traigamos a colación un hecho tan curioso como intrigante: si el
salmo de la gruta 11 de Qumrán era desconocido en su versión hebrai-
ca27 antes de su descubrimiento en 1956, figura, en cambio, en los
Setenta, la traducción griega que los judíos de Alejandría hicieron de
26
Meyer, 1967, 165 y 169.
27
Hay una versión hebrea del salmo 151 en el manuscrito St. Andrews University 5555,
pero esta traducción está hecha sobre el latín y data de 1679. Para una edición y una tra-
ducción inglesa de esta versión, cfr. Ebied, 1966, 252-254.
28
Cfr. Dorival-Harl-Munich (ed.), 1988.
29
Cfr. Spoer, 1908; Noth, 1930; Strugnell, 1966; Van der Woude, 1974; Magne, 1975a;
Skehan, 1976; Witgil, 1983; Van Rooy, 1997, Oegema, 2002.
30
Cfr. Viaud, 1969.
31
Cfr. Strelcyn, 1978. Traducción hecha sobre los Setenta, tal vez corregida por el árabe.
32
La traducción árabe parece hecha sobre el siríaco; cfr. Spoer, 1908, 65-68, y Schnei-
der, 1959, 202, quienes dudan de ello.
1024
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nos ha ocupado hasta ahora, entre otras cosas la frase que evoca tal
vez el poder de la palabra y del canto sobre los árboles y los anima-
les, falta completamente en todas estas traducciones del salmo. Lo
podemos apreciar en la versión de los Setenta:
1025
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rán y sus equivalentes griegos, vemos que los traductores de los Seten-
ta dan habitualmente muestras de gran fidelidad con respecto al texto
hebreo que tienen ante sus ojos. Es decir, que no podemos considerar
esta ausencia de los versículos 2b a 3 como una casualidad, una tor-
peza o una inadvertencia. Así pues, debemos preguntarnos si no podría
tratarse de una forma de censura, destinada a descartar del poema, que
se tomaba como obra de David, un elemento juzgado incomprensible
o sospechoso, tal vez identificado como una influencia de los círcu-
los helenísticos y, en todo caso, poco conforme a la ortodoxia de las
mento ex silentio y, por esa razón, frágil, pero debemos intentar expli-
autoridades que supervisaban la traducción. Se trata aquí de un argu-
33
Magne, 1975c, 533-543.
34
Cfr. Brownlee, 1963, 385: «Cualquier similitud entre este retrato de la relación ínti-
ma de David con la naturaleza y el de Orfeo es tan vaga que uno probablemente no debería
pensar en ningún préstamo consciente del orfismo por el salmista».
35
Cfr. Sanders, 1963, 82-85, especialmente pp. 84-85: «Al autor [del salmo] le era
mientras tomaba su material básico de I Sam. 16 y 17. Debemos familiarizarnos con un judío
familiar escribir en hebreo clásico. Pero a través de ese medio reflejaba ideas helenísticas
helenizado del área palestina (¿como Esteban y sus amigos en Hch. 6. 8ss.?). Es altamente
1026
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Sujetamos, junto con él, las montañas para que glorifiquen por la
tarde y por la mañana, y los pájaros reunidos en torno de él. Todo
vuelve a Dios.
dudoso, sin embargo, que la comunidad de Qumrán, en su lucha contra el helenismo del
sacerdocio de Jerusalén, hubiera permitido conscientemente que ideas inequívocamente
rirse sobre la base de la supuesta imaginería órfica de Ps. 151A que el autor o sus lectores
helenísticas moldearan su teología esencial». Cfr. Sanders, 1965, 63: «y no Debiera suge-
suscribieran conscientemente ninguna faceta del orfismo: no se provocan aquí debates sobre
el simbolismo de vida y muerte». El autor menciona también una imagen de Orfeo en la
catacumba judía de la Vigna Randanini en Roma, pero esta imagen es, sin duda, una inven-
ción de Eisler 1925, 4-5 y su existencia es dudosa.
36
Dupont-Sommer, 1964, 42-43. Cfr. la crítica de Magne, 1975c, 523-525.
37
Philonenko, 1966.
38
Sura 4.163 (= 4.161 en la numeración occidental); 6.84.
39
Sura 4. 163 (= 4.161): «Habíamos dado los Salmos a David»; 17.55 (= 17.57): «Habí-
amos preferido unos profetas a otros y hemos dado los Salmos a David»; cfr. también
21.105.
1027
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Sujetamos, junto con David, las montañas y las aves para que glo-
rificaran.
y en la sura 34.10:
que Orfeo atraía con su logos, y las aves reunidas en torno de David
que cantan con David el nombre de Dios serían las mismas montañas
serían esas mismas aves que Orfeo, el hijo de Calíope, la musa «de la
bella voz», encantaba. Así, como en el salmo descubierto en Qumrán,
sería un David «orficizado», por así decirlo, un David calcado sobre
el Orfeo griego-romano, el que canta en el Corán. Debemos convenir
que esta manera de ver va demasiado lejos y que no es necesario recu-
rrir a la figura de Orfeo para reconocer en el salmo 148, como en las
suras del Corán, un tema clásico de la liturgia semítica antigua.
Si la semejanza entre Orfeo y David no puede ser establecida en
el Corán, parece perfilarse con más claridad en una serie de textos de
la tradición exegética islámica inspirados por esos versículos del
Corán que hemos citado antes. En una glosa de la sura 34 del cronis-
ta árabe Tabari, que vivió en el siglo IX d.C. (838 / 839-923), leemos:
40
Cfr. también Ps 98.5-9: «Salmodiad a Jehová con arpa; con arpa y voz de cántico.
Aclamad con trompetas y sonidos de bocina delante del rey Jehová. Brame la mar y su ple-
nitud; el mundo y todos los que en él habitan. Los ríos batan las manos; los montes todos
hagan regocijo. Delante de Jehová; porque vino a juzgar la tierra. Juzgará al mundo con jus-
ticia, y a los pueblos con rectitud».
1028
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Dios había dado a David una bonita voz, de modo que él cantaba
los salmos con aires tan bonitos que nunca persona alguna había oído
semejantes melodías. Ahora bien, cuando David comenzaba a cantar
encomios, las aves del cielo venían y se colocaban en torno a su cabeza
y escuchaban. Las montañas también se juntaban con él, como se dice
en el Corán: «Sujetamos las montañas para que glorifiquen con él por
la tarde y por la mañana, y los pájaros que se unían en torno de él y
que alababan Dios» (Sura 38.17-18), es decir, que le obedecían a él.
Se dice también: «¡Oh, montañas y pájaros! ¡Ensalzadle!»42.
Hujvîrî, un autor persa del siglo XI, relata la reflexión siguiente sobre
los principios de la audición:
Así, las fieras y las aves vienen de las montañas y de las planicies
a escuchar a David y por la acción de su voz el agua deja de correr y
41
Tabari, Târîh, ed. de M. J. Goeje, Leiden, 1881-1882, I2, 562 (citado por Philonenko,
Tabari, Crónica 1.91, ed. de H. Zotenberg, Paris, 1867, I, 426 (citado por Philonen-
1966, 149).
42
1029
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las aves caen del cielo. Sobre los rasgos de David, ¿no es una vez más
Getae / Hebrum Bistones ultimi. / Advexit volucrem nemus / et silva residens venit: / aut si
quia aera pervolat, / auditis vaga cantibus / ales deficiens cadit. Hor. C. 1.12.10 dice tam-
1030
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5. CONCLUSIÓN
PG 92.1437 ss.
PG 128, col. 41.
48
49
Extraída del manuscrito 180/51, fol. 1 v, del Museo de Jerusalén, Rotschild Misce-
50
Cfr. J. B. Friedman, Roessli 1999; 2002 y los caps. 8 y 62.
1031
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1032
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XLIV
Alexander Fol
Sofía
*
Traducción de Rosa García-Gasco.
1
Wright, 1995, 341.
2
Rudhardt, 1991, 274.
3
Fol, A. 1993a.
4
Sparkes, 1991.
5
Méndez Lloret, 1993.
1035
1015-1140:1015-1140 29/9/08 15:57 Página 1036
dos se preparaban para el mundo del Más Allá por medio de clases-
encantamientos del Maestro, antropodemónico, en las que el iniciado
se convertía en profeta del dios y en espiral. La última vida es lo que
se considera una ofrenda sacrificial de uno mismo, que parece ser un
privilegio que se reconoce como propio de Orfeo. Orfeo, como metá-
fora antigua griega, representa la energía ritual que reproduce el sufri-
Para el rito y para el iniciador, cfr. Graf, 1991a; Fol, A., 2002, 181-182; y OF 485-486.
6
Lévêque, 1997.
OF 487.4 qeo;ı ejgevnou ejx ajnqrwvpou: e[ri°foı ejı gavla e[peteı. Cfr. Zuntz, 1971, 329
7
8
1036
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cos13, que son un vestigio tardío (de entre los siglos II y IV a.C.) de can-
tos rituales14, enfatiza la superación de pruebas, activa y consciente,
por parte de los iniciados órficos, frente a la pasividad del alma que
se reencarna15.
La pasividad del alma que se reencarna se determina por su culpa
y por la recompensa que le espera. Estas categorías no pertenecen a
la doctrina órfica oral de la aristocracia. Se generaron a partir de la
forma de pensamiento en términos de causa-efecto, que conforma-
ba las virtudes del conjunto de ciudadanos después del siglo IX a.C.
El orfismo no literario tiene cabida para su fe en la salvación indivi-
dual en el Más Allá, que podría no ser aceptada por la religiosidad
9
Fol, A., 1997a y 1997b.
10
Sabbatucci, 1991.
11
Bernabé, 1998a, 50-52.
12
Luri Medrano, 2003.
13
Morand, 2001, 226.
14
Fol, A., 1995c, 8-11.
15
Bernabé, 1998a, 74-75.
1037
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16
Cfr. Bernabé, 1998a, 82-83.
17
West, 1983a, 45-62.
18
West, 1983a, 259, n. 1.
West, 1983a, 17-20; SEG 28, nn. 659-661, 41, nn. 621, 42, n. 720; Dubois, 1996, n.
22
Fol, A., 1996.
23
1038
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24
Acerca del cual, recientemente Jourdan, 2003, Betegh, 2004; Bernabé, 2004c, 149-186.
25
Fol, A., 2002, 323-355.
26
Fol, A., 1981.
1039
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Hdt. 4.94.1 ajqanativzousi (varia lectio ajpaqanativzousi) de; tovnde to;n trovpon: ou[te
31
Popov, 1995.
32
1040
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36
Cfr. cap. 7, §§ 1.1.a, 2.2.
37
Marazov, 1980.
1041
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analogías en Asia Menor para el periodo desde los siglos II-I a.C. hasta el III d.C. en Petzl,
1994, nn. 6 y 7.
45
Fol, A., 2002, 163 s.
46
Cfr. Fol, A., 1994, 256-289; recientemente, Fol, V. en Fol-Neykova, 2000, 49-63,
101-110, 133-137.
1042
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51
Fol, A., 1993b, n. 26, y 1994, n. 9.
52
Velkova, 1986, 63-65.
53
Hdt. 7.111.2.
54
Velkova, 1986, 79
Paus. 10.5.9; cfr. Huxley, 1975, 25-77, con Pi. Pae. 8 (Fr. 52i Maehl.); cfr. también
55
Wright, G. R. H, 1997b; Fol, A., 2002, 212-215.
56
1043
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58
Fol, V., 1993, 9-76, 2003.
1044
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64
Fol, A., 1986, 157-161; Fol, A., en Fol et al., 2000, 193-206.
1045
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Diosa-Madre, que dio a luz al Hijo y al pai`ı del Hijo. Al mismo tiem-
po, -kersa/-kersoı/karsi-/-karzaı70, como segundo componente de
los nombres propios tracios, sobre todo reales, y en epiclesis de divi-
nidades, es una denominación relativa a la función y al cargo tanto de
la Gran Diosa-Madre, «Reina», como del rey-sacerdote-servidor del
Hijo.
Como en Creta, el módulo tetrádico tracio presupone un desarro-
llo en dirección a la héptada, y, por tanto, hacia una década, tanto por-
que los ritos del Zagreo bovino de la hierogamia se codifican median-
te el número siete (= z inicial), como porque la Gran Diosa-Madre
iniciaba en su cargo al dinasta antropodémon órfico durante su muer-
te y nuevo nacimiento simbólicos, es decir, durante la décima fase. El
Cosmos órfico en diez fases, dominado por el pitagorismo, es repro-
ducido arquitectónicamente en dos de los escenarios tracios más
famosos, uno de los cuales es el santuario de los misterios cercano a
la aldea de Starosel, en el centro-sur de Bulgaria. Consiste en una pro-
cesión por una escalera que tiene plataformas laterales para las acla-
maciones, un vestíbulo rectangular con una cobertura semicilíndrica
y una cámara en forma de colmena, de 5’48 metros de diámetro. Su
zócalo hasta la bóveda está dividido en paneles de diez falsas colum-
nas cada uno. El majestuoso edificio, datado en el siglo V a.C., está
halla rodeada por una crepis de 241 metros de largo en lugares con
excavado en una colina, apilada además en forma de túmulo, que se
una altura conservada de hasta tres metros. Está construida con blo-
ques de piedra labrada sin mortero. Las plataformas rituales de pie-
dra están talladas en las laderas de la colina71. En el espacio de la
70
Detschew, 21976, 229, 232, 241-242.
71
Kitov, 2001-2002.
1046
1015-1140:1015-1140 29/9/08 15:57 Página 1047
droi 80.
El pai`ı de la colección de formulae órficas es también una manera
de nombrar al iniciado que cruza hasta el Más Allá. En el texto de la la-
minilla áurea de Farsalo, datable en la segunda mitad del siglo IV a.C.,
Kovtu” ∆Apovllwno” pai’” Mihailov en Fol, A. et al., 1989, 47, cat. n. 112; Fol, 1995b.
74
Lozanova-Stancheva, 2003, 216-218.
75
1047
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que es una variante más extensa de las láminas cretenses con cuatro
versos81, el difunto respondía a la pregunta sobre quién era él por medio
de una autodenominación (v. 6):
81
OF 478-483, cfr. Fol, A., 1999.
OF 493, cfr. Chrysostomou, 1991, 372 ss., citado por Tsantsanoglou, 1997, 114, n.
82
Zuntz, 1971, 361; cfr. Bernabé-Jiménez, 2001, 64 ss.
83
1048
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secuencia del logos sagrado, como puede observarse por medio de la sus-
enriquece las posibilidades de interpretación, porque el artista sigue la
88
Riedweg, 2002a.
89
Kitov, 2001, 2001-2002.
90
Fol, A., 1986, 42-43.
91
Fol, 1990, 86.
1049
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92
Detschew, 21976, 249, 280.
1050
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OCTAVA PARTE
XLV
ORFISMO Y PITAGORISMO
1. INTRODUCCIÓN
1053
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1
Wilamowitz, 1931, II, 180-205. La supresión del término «órfico» es consecuente con
la estrategia de Wilamowitz de negar la existencia, en Grecia, de algún movimiento o doc-
trina que pudiera ser calificado como tal. Véase cap. 1.
2
Cabe citar entre ellos a Burkert, 1972, 120-165; Casadio, 1991, 119-155; Bremmer,
1999b; 2002.
Filópono, en su comentario al pasaje del de An. 410b 28, recoge la idea del Estagirita de que
3
Según algunas fuentes, Aristóteles habría negado la existencia histórica de Orfeo.
habían sido escritos por Onomácrito (cfr. cap. 25, § 6.1). Cic. ND 1.38.108 parece reflejar
las obras atribuidas a Orfeo no son suyas y se hace eco de quienes dicen que sus poemas
la opinión aristotélica al sostener que Orpheum poetam docet Aristoteles nunquam fuisse.
Sobre esta cuestión véanse caps. 10, § 1, n. 19 y 53, § 1.
4
Casadio, 1991, 119 s. resalta las dificultades que entraña obtener algo en claro de Pitá-
goras y de Orfeo, un personaje «fabuloso y otro mítico».
1054
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5
Cfr. Pl. Phd. 70ab, R. 608d. Para un estudio más pormenorizado de estos pasajes,
véase cap. 52, § 2.
6
21 B 7 D.-K. Aunque en el fragmento adjudicado a Jenófanes no se menciona a Pitá-
goras por su nombre, existe un acuerdo general, a partir del comentario de D. L. 8. 36, de
que es Pitágoras quien se apiada del perro e identifica la voz con el alma de un amigo.
1055
1015-1140:1015-1140 29/9/08 15:57 Página 1056
7
31 B 129 D.-K. Este fragmento, al igual que el de Jenófanes, no especifica el nombre
del sabio. Existe, sin embargo, un consenso generalizado en identificarlo con Pitágoras por-
que cumple con los dos rasgos que lo caracterizaron en la Antigüedad: su enorme erudición
y su relación con la inmortalidad del alma.
8
36 B 4 D.-K.
9
Hdt. 4.93-96.
1056
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10
22 B 129 D.-K.
nir si Pitágoras fue el primero en acuñar la palabra «filosofía». Burkert, 1960, 159-177,
manifiesta sus reservas sugiriendo que esta palabra se habría gestado en ambientes platóni-
cos. Sobre esta misma cuestión véase Riedweg, 2002b, 120-128.
1057
1015-1140:1015-1140 29/9/08 15:57 Página 1058
13
Isoc. Busir. 28.
14
El origen de la noción de inmortalidad y transmigración de las almas es una cuestión
que permanece abierta y sujeta a discusión. Así, se ha apuntado que podría proceder de la
India (cfr. Burkert, 1972, 133) y, con más insistencia, se ha sugerido una influencia de los
chamanes de Asia central y Siberia y, muy particularmente, de los escitas. En este sentido
destacan los trabajos de Meuli, 1935, y Dodds, 1951. Contra estas procedencias externas se
ha manifestado en diversos trabajos Bremmer, quien considera que, en el caso de Pitágoras,
la noción de inmortalidad y transmigración se habría originado en la Magna Grecia, debido
a la necesidad que la aristocracia tuvo de adaptarse, al final de la era arcaica, a los inci-
Pherecydes Syrius primum dixit animos esse hominum sempiternos. Cic. Tusc. 1.16.38.
pientes cambios sociales, políticos y religiosos (Bremmer, 1983a, 2002, 24 ss.).
15
Apollon. Mir. 6.
17
18
19
Para un extenso análisis de la cosmogonía de Ferecides véase Martínez Nieto, 2000,
87-110.
20
7 A 2 D.-K.
21
La afirmación resulta sorprendente, pues «los egipcios nunca tuvieron tal doctrina»,
Burkert, 1972, 126.
1058
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éstas son las doctrinas que se dice que Pitágoras fue el primero en
introducir en Grecia23.
22
Hdt. 2.123 (OF 423). La interpretación de este pasaje ha generado una abundante
bibliografía orientada, sobre todo, a identificar a los personajes aludidos por Heródoto.
Ferecides, Pitágoras, los órficos o Empédocles son los nombres propuestos por la mayoría
Entre otros, analizan también el pasaje Timpanaro Cardini, 1962, I 21 s., Lloyd, 1988, com.
de estudiosos. Burkert, 1972, 126, ofrece un conciso resumen sobre el estado de la cuestión.
1059
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24
Parece muy improbable que Pitágoras se hubiera desplazado a Italia con su madre.
Según el testimonio de Timeo, FGrHist 566 F 131, la casa de Pitágoras se había convertido
La mención de la «madre» podría ser más bien una alusión a la Madre divina, Deméter.
Porph. VP 26.
joven, una joven, un matorral, un pájaro y un pez».
28
29
Se trata de un héroe de la guerra de Troya, el primero que hirió a Patroclo, antes de
que lo hiciera Héctor. Las palabras que Patroclo dirige a Héctor sugieren que identificó a
Euforbo con Apolo. Kerenyi, 1938, 13, defendió que esta identificación con Apolo indujo a
Pitágoras a reivindicar a este personaje como una anterior vida suya. Esta hipótesis fue
luego recogida por Burkert, 1972, 140-141.
1060
1015-1140:1015-1140 29/9/08 15:57 Página 1061
3. PITÁGORAS Y ORFEO
30
D. L. 8.4 s.
31
Casadio, 1991, 128, considera que «los primeros» mencionados por Heródoto son los
órficos; «los segundos», los pitagóricos.
32
Brisson, 2000, 246, muestra su desconfianza ante este testimonio de Ión de Quíos al
argumentar que es poco probable que Pitágoras y los pitagóricos hubieran atribuido poemas
1061
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firma que
Cércope había escrito los Escritos sagrados (ÔIeroi; lovgoi) de las Rapsodias en 24 cantos.
34
La Suda, en su entrada sobre Orfeo, complementa esta información afirmando que
Cfr. Gal. Hist. Phil. 56, Aët. 2.13.15 (OF 30), Clem. Al. Strom. 5.8.49.3 (OF 407).
36
1062
1015-1140:1015-1140 29/9/08 15:57 Página 1063
41
Brisson (cfr. cap. 60, § 2) destaca esta estrategia en el caso de Jámblico: «Para Jám-
blico, la filosofía pitagórica (…) no es sino una preparación para la verdadera filosofía: la
Iambl. VP 28.147.
tiva entre Orfeo y Pitágoras», Brisson, 2000, 240. Véase el cap. 60, § 2.
44
1063
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4. PITAGÓRICOS Y ÓRFICOS
directamente al segundo:
45
Tal como se describe en la teogonía órfica de Jerónimo y Helanico OF 69-89. Para
Arist. Metaph. 1091a 13-18. «Parece como si los pitagóricos de los que habla Aris-
un análisis más detallado, véase cap. 14, § 7.
46
tóteles hubiesen imitado especialmente su doctrina del número de esta cosmogonía órfica»,
Burkert, 1968, 109; cfr. Riedweg, 2002b, 117-119.
47
Algunos fragmentos conservados de cómicos antiguos aluden también al modo de
mujeres pitagóricas, Pythagorizousae, en las que habría referencias al modo de vida pita-
vida pitagórico. Según D. L. 8.37 Cratino el joven (Fr. 6 K.-A.) escribió una obra sobre las
górico. Los cómicos del siglo IV a.C. destacan, para ridiculizarlas, entre otras característi-
cas, que los pitagóricos no sacrificaban seres animados, no comían carne, tan sólo determi-
ropajes raídos, iban descalzos y eran muy sucios. Cfr. Antiph. Fr. 133.1 s. K.-A., Alex. Fr.
nados vegetales, bebían agua, mantenían silencio, vivían como monjes mendicantes, vestían
27, 140, 223 K.-A., Aristopho 12 K.-A. (OF 434 III). Burkert, 1972, 198 ss., analiza estos
Pl. R. 600b.
testimonios, cfr. también cap. 51, § 5.3.
Porph. VP 6.
48
49
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curso sagrado55.
50
Str. 15.1.65.
pasaje, véanse How-Wells, 1928 I, ad locum; Linforth, 1941, 38-50; Weber, 1933; Burkert,
56
Para un comentario más extenso sobre las dificultades de lectura que presenta el
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Hay que recordar, en efecto, que existen dos variantes de lectura del
pasaje: la primera versión es la que se ha ofrecido en traducción. En
ella se menciona, por un lado, a los órficos y báquicos y, por otro, a
los egipcios y pitagóricos. De esta lectura parece deducirse que los
denominados ritos órficos y báquicos no son sino egipcios y pitagó-
ricos, es decir, los que, según otras fuentes, Pitágoras habría aprendi-
do en Egipto y habría introducido en Grecia. Esta interpretación
encaja con lo que hasta ahora se ha expuesto de la figura de Pitágo-
ras: su viaje a Egipto y su aprendizaje de los ritos egipcios. La men-
ción del iJeroı lovgoı podría aludir también al papel desempeñado por
Pitágoras en la absorción de aspectos doctrinales órficos, en lo que
Apul. Apol. 56 (OF 651) quippe lana, segnissimi corporis excrementum, pecori
detracta iam inde Orphei et Pythagorae scitis profanus vestitus est.
57
58
D. L. 3.9 (citando a Sátiro como fuente) sugiere que Filolao habría permitido la difu-
sión de la doctrina pitagórica al informar de que Platón, en su viaje a Sicilia a la corte del
rey Dionisio, compró un libro a los parientes de Filolao por cuarenta minas, del que habría
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Algunos dicen que esto (sc. el cuerpo) es la tumba del alma, por-
que en el momento presente está enterrada en él. (…) Me parece que
sobre todo fueron los seguidores de Orfeo los que pusieron este nom-
bre, porque el alma paga el castigo por las causas que lo paga y tiene
este recinto para que se preserve, a imagen de una prisión60.
copiado el Timeo. En 8.84 ofrece otra versión de la misma anécdota: Platón obtuvo el libro
tras haber conseguido del rey Dionisio la liberación de la cárcel de uno de los discípulos de
Filolao. Algunos estudiosos han manifestado su desconfianza acerca de la verosimilitud de
Pl. Cra. 400c (OF 430 I). Para un análisis más extenso de este pasaje véase cap. 52,
59
60
§ 2.
61
«La doble denominación qeolovgoi kai; mavntieı no se aviene tampoco con un con-
texto pitagórico, como reiteradas veces se ha dicho: qeolovgoi es palabra habitualmente uti-
lizada para referirse a quienes escriben poemas sobre la divinidad, sobre todo a Orfeo. Y los
órficos sí pueden tildarse de “adivinos”, si se tiene en cuenta que se les atribuye la autoría
Pl. Men. 81a. En las Leyes se alude también en dos ocasiones a la misma teoría: en
de múltiples crhsmoiv», Bernabé, 1995a, 208.
62
una (Lg. 872d-e) se adjudica la noción de que existe una justicia vengadora a un mito o rela-
to sagrado procedente de «antiguos sacerdotes», en la otra (Lg. 870d) se especifica que exis-
almas deben pagar en el Hades. Además, Pl. Ep. 7.335a remite a «un antiguo relato» la doc-
te un relato que se cuenta en las iniciaciones (teletai`ı), que alude a los castigos que las
trina de que el alma «paga los más grandes castigos cuando abandona el cuerpo».
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63
Huffman, 1993, 402-405, resume los argumentos principales que autores como Bywa-
ter, Wilamowitz, Frank y Burkert han ofrecido para demostrar que el fragmento es espúreo.
En general se basan en cuestiones de estilo y vocabulario, así como en el hecho de que las
nociones que Clemente de Alejandría, el transmisor del fragmento, adjudica a Filolao esta-
rían influidas por los textos platónicos y aristotélicos que aluden a la teoría del sw`ma-sh`ma.
En general, existe una actitud hipercrítica con Filolao, que, en el caso del fragmento men-
cionado, se antoja excesiva. Bernabé, 1995a, 229 s., ha argumentado con mucha agudeza
contra estas opiniones hipercríticas para concluir que «no hay motivos serios para dudar del
testimonio de Clemente y parecen una muestra más de cómo, en ocasiones, las dudas sobre
la autenticidad de un pasaje vienen motivadas, más que por otro orden de causas, porque tal
pasaje no coincide con una hipótesis».
64
El aparente desconocimiento que muestran los interlocutores platónicos sobre las teo-
rías de Filolao podría estar motivado por el secretismo que rodeaba las doctrinas pitagóricas,
Con la expresión ejn ajporrhvtoiı suele aludirse a los círculos órficos. Cfr. Pl. Cra.
65
413a, R. 378a.
66
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67
Pl. R. 363de, Phd. 69c, Grg. 493b. Cfr. cap. 29, § 5.
68
La celebración de iniciaciones (teletaiv) es un rasgo típicamente órfico, práctica que
desconocemos que se realizara en los círculos pitagóricos. Sobre las iniciaciones en el orfis-
Arist. Fr. 60 Rose (Iambl. Protr. 77.27 Des Places = OF 430 V). Cfr. cap. 53, § 2.4.
mo véanse Jiménez, 2002abc, y el cap. 33.
Ath. 4.157c (= Clearch. Fr. 38 Wehrli = OF 430 VI). Existen serias dudas sobre la
69
70
existencia histórica de Euxiteo. Burkert, 1972, 124, lo considera «un personaje ficticio».
71
«Orfismo y pitagorismo estuvieron casi inextricablemente interrelacionados en el
siglo V a.C.», Burkert, 1972, 39.
1069
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72
Platón Grg. 507e-508a describió con precisión esta noción pitagórica de harmonía
cósmica: «Dicen los sabios (sc., pitagóricos) que al cielo, la tierra, los dioses y los hombres
los mantiene unidos la comunidad, la amistad, el buen orden, la prudencia y la justicia, y a
Iambl. Protr. 38.17 atribuyó también a antiguos relatos y a los pitagóricos «la exhortación
todo este conjunto lo llaman “cosmos” (orden), no desorden (ajkosmiva) ni desenfreno».
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73
D. S. 10.6.1. Resulta esclarecedor, en este contexto, que Arist. de An. 407b 20-23, al
criticar la doctrina de la transmigración expresada en los «mitos pitagóricos», les recrimine
que no definan nada acerca del cuerpo que acoge las almas, como si «un alma al azar pudie-
ra penetrar en un cuerpo al azar». Aristóteles omite, quizá porque está hablando estricta-
mente de pitagóricos, que para los órficos las reencarnaciones no eran, en ningún caso, aza-
rosas, pues estaban vinculadas al comportamiento que hubieran tenido en sus anteriores
vidas.
74
Sobre esta cuestión véase el cap. 27.
75
«De lo que sabemos de los pitagóricos oímos poco o nada de Dioniso o Baco. El dios
de Pitágoras era Apolo», Guthrie, 1952, 218.
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76
Sobre la asociación entre iniciaciones órficas y rituales iniciáticos véase la sugeren-
te aportación de Jiménez San Cristóbal, 2002c.
77
Stettner, 1934, 7-19, cfr. Casadio, 1991, 142.
78
Cornford, 1922, 141.
79
«Parece muy probable, dado el carácter de los dos sistemas, y en particular por el
hecho de que el pitagorismo adopta el orfismo en su seno y al mismo tiempo posee un sis-
tema para reforzarlo, que el dogma órfico ya había sido formulado, al menos en sus líneas
generales, cuando Pitágoras fundó su hermandad», Guthrie, 1952, 220.
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80
Pl. Phd. 81d-82a, Phdr. 248cd, Ti. 91e-92c.
Dam. in Phd. 1.203, cfr. Olymp. in Phd. 10.6, Procl. in Ti. 2.48.15. Diehl. Para un
81
La concepción del alma en Platón se trata mucho más extensamente en el cap. 52, § 2.
82
análisis mucho más extenso de la recepción del orfismo en el neoplatonismo, vid. cap. 60.
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83
Así, y a modo de ejemplo, han sido interpretadas algunas de ellas: «No remover el
fuego con un cuchillo» se ha entendido que simbolizaba la exigencia de no excitar a los
poderosos; «no transitar por los caminos públicos», como un consejo de evitar los lugares
frecuentados por los hombres; «no hablar sin luz», como una probable alusión a la necesi-
dad de hablar siempre con entendimiento.
84
Las normas que regían la secta pitagórica han sido analizadas extensamente por Bur-
kert, 1982. Sobre esta misma cuestión, cfr. Casadesús, 2002b.
1074
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85
El método exegético utilizado por los órficos se analiza con más detalle en el cap. 22,
§ 3. En este sentido, algunos estudiosos han establecido un paralelismo entre el modo ale-
muy especialmente por el anónimo autor del Papiro de Derveni, y la información ofrecida
górico de interpretar los versos de Orfeo, propio de los seguidores órficos, y representado
por Porfirio, a partir de un testimonio de Aristóteles (Fr. 196 Rose) de que los primeros pita-
góricos también interpretaron algunos términos míticos alegórica y racionalmente. Según
este testimonio, los pitagóricos denominaron al mar «lágrimas de Crono»; a la Osa Mayor
y la Osa Menor, «las manos de Rea»; a las Pléyades, «la lira de las Musas», y a los plane-
tas, «perros de Perséfone». Sobre esta cuestión véanse Bremmer, 1999b, 75; y Riedweg,
2002b, 102 s.
1075
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86
Jiménez, 2002c, 116 s.
A esto se refirieron Pl. R. 364e y E. Hipp. 954, al hablar de «un tumulto de libros» o
88
89
tón, que, en el Crátilo, destaca lo diferentes que eran las explicaciones etimológicas de las
«un humo de libros de Orfeo». Que existía una diversidad de opiniones lo sabemos por Pla-
menos, el trabajo de uno de ellos: el anónimo comentarista del Papiro de Derveni. Sobre
mismas palabras que realizaban los distintos exegetas en ambientes órficos. Conocemos, al
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91
«Al pitagorismo le faltó el sentimiento de culpa que encontramos en el orfismo»,
Bremmer, 2002, 24.
92
«La obsesión por mantenerse santos y puros es típicamente órfica», Casadio, 1991, 131.
93
Sobre esta cuestión véase cap. 29.
94
Hegemonía que se deduce de la posición omnisciente y omnipotente que Zeus ocupa
en las teogonías órficas. Véanse cap. 14 y Bernabé, 2002a.
95
«Se puede observar que (sc., en el caso del orfismo) la diversidad del panteón griego
ha sido reducida al poder monoteístico de Zeus, aunque Dioniso, cuya posición en el pan-
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teón griego es más “excéntrica”, es también indispensable», Bremmer, 2002, 22. Sobre la
cuestión de la hegemonía de Zeus en el orfismo, véanse caps. 22 y 52.
96
«La supuesta clara diferenciación del pitagorismo respecto del orfismo simplemente
no está testimoniada en las fuentes antiguas», Burkert, 1972, 132.
1078
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XLVI
HERÁCLITO Y EL ORFISMO
1. INTRODUCCIÓN
1
La polémica sobre la existencia o inexistencia de relaciones entre el orfismo y Herá-
clito es antigua. Así, entre las opiniones favorables destaca la de Nestle, quien consideró que
Heráclito al menos había utilizado terminología órfica para expresar su pensamiento: «Creo
que el Efesio (sc., Heráclito) se sirve, en parte, directamente de la terminología órfica»
(Nestle, 1905, 371). Una postura mucho más radical fue la adoptada por Macchioro, para
quien la filosofía de Heráclito «no podía ser plenamente comprensible si no se conocían sus
orígenes órficos» (Macchioro, 1922, 41). Jaeger resaltó esta posición: «Según Macchioro,
que es ciertamente un partidario extremo de la teoría de la influencia órfica, las enseñanzas
de Heráclito y Platón son ampliamente órficas por su origen» (Jaeger, 1952, 63). Esta «teo-
ría extrema de la influencia órfica» fue descalificada como «panórfica» por Dodds, 1951
(1960, 145, n. 79) quien, siguiendo la estela de Wilamowitz, 1932, 191 ss., se mostró muy
escéptico ante la existencia de doctrina alguna que pueda ser definida como «órfica», por lo
que sería inútil establecer conexiones entre el orfismo y cualquier otra corriente de pensa-
miento.
1079
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2
Clem. Al. Strom. 6.2.27.1 (OF 1145).
3
La consecuencia de este planteamiento es que se acaba identificando la mística órfi-
ca y cristiana: «La identidad mística entre orfismo y cristianismo era un hecho ya conocido
para los antiguos y un elemento importante en la formación de la conciencia cristiana»,
Macchioro, 1922, 48.
4
22 B 62 D.-K. No existe un consenso sobre el significado de «inmortales» en este
fragmento. Algunos estudiosos han interpretado que con este adjetivo se alude a los dioses,
cfr. Conche, 1986, 369, n. 3.
5
22 B 88 D.-K.
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los sabios que ahora estamos muertos y que el cuerpo es para noso-
tros una tumba6.
Existe un antiguo relato (...) que afirma que (sc., las almas) llegan
allí (sc., al Hades) desde aquí y que regresan de nuevo aquí y nacen
de los muertos y que (…) los vivos nacen de nuevo de los muertos9.
6
Pl. Grg. 493c. El pasaje continúa aludiendo a otro personaje, un anónimo «hombre
ingenioso», al que se le atribuyen diversas explicaciones etimológicas de fuerte sabor órfi-
La posible alusión platónica a Heráclito en este pasaje del Gorgias ha sido resaltada,
co que serán posteriormente comentadas.
7
S. E. P. 3.230.
entre otros, por Dodds, 1959, 300.
Pl. Phd. 70c. Platón atribuye en diversas ocasiones a un «antiguo relato» o «un rela-
8
9
grandes castigos cuando se separa del cuerpo» (Pl. Ep. 7.335 a). Cfr. Phd. 67c, Lg. 715e.
en «los antiguos y sagrados relatos que sostienen que el alma es inmortal y que paga los más
1081
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11
Fueron descubiertas en el año 1951, pero no fueron publicadas hasta 1978. Cfr. cap. 24.
12
La palabra sw`ma, que no se lee con claridad en la laminilla, ha sido propuesta por
Vinogradov, 1991, 79.
22 B 77 D.-K. Clem. Al. Strom. 3.3.21.1 interpreta que Heráclito alude al hecho de
13
Cfr. Bernabé-Jiménez, 2001, 87 ss. y cap. 23.
14
que el nacimiento es, en realidad, muerte cuando el efesio sostiene que «muerte es cuanto
vemos estando despiertos; cuanto vemos dormidos, sueño», 22 B 21 D.-K.
15
22 B 96 D.-K. Guthrie, 1984, 450, cree captar un «cierto tono órfico» en este fragmento.
16
«Parece razonable sostener que Heráclito quedó impresionado por estas oposiciones
órficas, que le pareció que expresaban verdades poderosas y básicas acerca del cosmos.
Heráclito, sin embargo, un estilista de la prosa como pocos, rehizo en una nueva forma estos
dichos oscuros, haciéndolos, de alguna manera, más enigmáticos», Sider, 1997, 147.
1082
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17
22 B 36 D.-K. Clem. Al. Strom. 6.2.17.1 (OF 437) cita los versos de Orfeo supues-
tamente plagiados por Heráclito: «Para el alma el agua es muerte, muerte es un cambio con
agua, la tierra procede del agua, pero de la tierra, de nuevo, agua; a partir de la cual el alma
22 B 77 D.-K. La fuente que transmite este fragmento (Num. en. Fr. 30 Des Places)
se convierte completamente en éter».
18
1083
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23
Pl. R. 363de, Phd. 69c.
24
22 B 5 D.-K. Cfr. 22 B 13 D.-K.
25
22 B 25 D.-K.
26
Un estudio más pormenorizado del papiro se encuentra en el cap. 22.
27
«El descubrimiento contribuye a reforzar la tesis de los contactos entre el pensa-
miento órfico y el pensamiento de Heráclito y confirma no sólo la influencia de Heráclito
en el texto órfico, sino también la influencia de las teogonías órficas circulantes en el siglo
1084
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fueron calificados por Platón como «dichos enigmáticos», Pl. Tht. 180a. El propio Heráclito
30
El carácter oscuro de muchos de los fragmentos es proverbial, hasta el punto de que
32
22 B 1 D.-K.
1085
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33
P. Derv. col. XXII 1-2. El poder de la música y la voz de Orfeo sobre los demás seres
puede explicarse por su capacidad de encantar con las palabras los seres que éstas repre-
Pl. Cra. 383a. Platón en el Crátilo ridiculizó la tesis naturalista de los órficos y de
sentan. Sobre esta cuestión véase el cap. 3.
34
Heráclito y sus seguidores. A estos últimos los intentó refutar demostrándoles que en un
mundo en que «todo fluye» los nombres no pueden alcanzar a denominar la realidad cam-
Pl. Grg.493ac. Para un estudio más extenso de este pasaje platónico véase Casade-
35
36
sús, 1997a.
1086
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P.Derv. col. XIV 6-7 krouvonta t≥o;n Nou`m pro;ı a[llhlªaº K≥rovnon ojnomavsaı,
37
Sobre esta cuestión véase Bernabé, 1992a.
38
m≥evga rJevxai fhsi; to;n Oujranovn: ajªfaiºre≥qh`≥nai ga;r th;m basileivan aujtovg, «habien-
do llamado (sc., Orfeo) “Crono” al Intelecto que golpea unas cosas contra las otras, dice que
P.Derv. col. XX1 7-10 ajnh;r gunaiki; misgov≥menoı ajfrodisiavzein levgeta≥i kata;
hizo un acto extraordinario a Urano; pues este fue despojado del reino».
39
favtin. tw`g ga;ªrº nu`n ejovntwm micqevntwn ajll≥ªhvºloiı ∆Afrodivth wjnªoºmavsqh, «cuando
un hombre se une a una mujer se dice que “hace el amor”, según el habla vulgar. Por esto,
cuando las cosas existentes ahora se mezclaron las unas con las otras, fue denominada “Afro-
P. Derv. col. XXII 9-10 Dhmhvthr≥ ªde;º wjnomavsqh w{sper≥ hJ Gh` Mhvthr, ejx ajm-
dita”».
40
fotevrwn e}ªnº o[noma, «pero Deméter fue denominada como Tierra-Madre (Ge-Meter), un
P. Derv. col. XXII 12-13 kaleªi`tºai ga;r≥ kai; Dhiw; o{ti ejdhiªwvqºh ejn th`i meivxei,
único nombre de ambas».
41
P. Derv. col. XIII 4-10, «Engulló al venerable (aijdoi`on) (…) Viendo que los hom-
«se denomina también Deio porque fue rasgada en el momento de la relación sexual».
42
bres consideran que la generación se encuentra en los genitales (aidoivoiı) pero que sin
los genitales no hay generación, hizo uso de esta palabra, habiendo comparado el sol con los
1087
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44
22 B 114 D.-K.
45
22 B 25 D.-K.
46
22 B 15 D.-K. eij mh; ga;r Dionuvswi pomph;n ejpoiou`nto kai; u{mneon a\isma aij-
doivoisin, ajnaidevstata ei[rgast∆ a[n: wJutoı de; ∆Aivdhı kai; Diovnusoı, o{tewi maiv-
nontai kai; lhnai?zousin.
1088
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Dice (sc., Orfeo) que ésta (sc., Noche) profetiza desde el fondo de
un santuario dando a entender que el fondo del santuario es la pro-
fundidad de la Noche; pues no se pone, como la luz48.
uno quizá puede escapar a la luz sensible, pero es imposible que esca-
pe a la inteligible,
¿Cómo puede uno escapar a aquello que no se pone nunca (to; mh;
du`non)?49
P. Derv. col. XI 1-3 tºh`ı Nuktovı. ejx aj≥ªduvtoiºo d∆ aujth;n ªlevgeiº crh`sai, gnwvmhm
47
Sider, 1997, 145 s.
48
poiouvªmeºnoı a[dut≥on e≥i\≥nai to; bavqoı th`ı nuktovı: ouj g≥ªa;rº duvnei w{ªsºper≥ t≥o; fw`ı.
49
22 B 16 D.-K. to; mh; du`novn pote pw`ı a[n tiı lavqoi…
50
«El fragmento sugiere que él (sc., Heráclito) había postulado algo más permanente y
omnisciente que el sol, algo que nunca se pone: algo que, aunque no necesariamente sea por
completo racional, al menos tuviese el poder de percepción (...). Puede ser correcto conje-
turar que “lo que nunca se pone” es el fuego o Zeus y que tanto uno como el otro se opo-
nen al sol», Kirk, 1970, 363.
51
22 B 99 D.-K.
1089
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5. IDENTIDADES DE CONCEPTOS
P. Derv. col. X 8 to; d∆ aujto;≥ªn duvnaºtai fwnei`g kai; levgein kai; didavs≥ªkein.
55
P. Derv. col. X 9-10 panomfeuvousag kai; pa≥vn≥ªtaº didavªskousan to; aujtºo; ei\nai.
56
P. Derv. col. XXII 9-10 Dhmhvthr≥ ªde;º wjnomavsqh w{sper≥ hJ Gh` Mhvthr, ejx ajm-
60
61
1090
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66
22 B 2 D.-K. tou` lovgou d∆ ejovntoı xunou` zwvousin oiJ polloi; wJı ijdivan e[conteı
frovnhsin.
67
22 B 57 D.-K.
68
22 B 97 D.-K.
69
22 B 108 D.-K.
1091
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que
vencidos por el error y el placer, no aprenden ni creen, ya que la des-
confianza y la ignorancia son lo mismo, pues, si no creen ni entien-
den, es imposible que crean incluso viendo75.
1092
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PAPIRO DE DERVENI
7. HERÁCLITO, EL ÚNICO FILÓSOFO MENCIONADO EN EL
81
22 B 19 D.-K.
hay muchos hombres que son ignorantes del Logos tanto antes de escucharlo como después
82
Afirmación que, a su vez, hay que relacionar con la insistencia de Heráclito en que
1093
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ductorio del papiro que abarca las siete primeras columnas. Éstas están
dedicadas a aspectos rituales y a recordatorios sobre la necesidad de
honrar, siguiendo las indicaciones de los magos, a los démones y las
Euménides para evitar sus castigos. En este contexto, en la columna
IV 5-9, se afirma lo siguiente:
87
Esta afirmación de que el Sol tiene el tamaño de un pie humano coincide con el frag-
mento 22 B 3 D.-K.
88
Este segundo fragmento se corresponde con el atribuido a Heráclito por Plutarco, 22
B 94 D.-K. El hecho de que estos dos fragmentos aparezcan juntos ha abierto la conjetura
de que podrían formar uno solo: «Lo que ha sido entendido hasta el presente como dos frag-
mentos distintos e independientes aparece ahora como un fragmento continuo», Tsantsano-
glou-Parássoglou, 1988, 130; «Desde siempre se había supuesto que las dos proposiciones,
es decir, los fragmentos 3 y 94, estaban próximos en Heráclito, porque ambos se refieren al
Sol: el nuevo texto puede dar una cierta probabilidad a esta hipótesis, pero no la demuestra»,
Burkert, 1983c, 40. Las citas del papiro son las más antiguas conocidas de Heráclito.
89
«Remodelando las creencias comunes y tradicionales arruina sus propias ideas»,
Tsantsanoglou, 1997, 109.
90
«Parece que el autor no acepta completamente las opiniones de Heráclito», Tsantsa-
Heráclito sostuvo que «el carácter es el daimon del hombre», 22 B 119 D.-K.
noglou, 1997, 109.
91
1094
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92
22 B 63 D.-K. El fundamento de esta posible alusión heraclítea a los démones radi-
ca en la expresión «guardianes de los vivos y de los muertos», que evoca el conocido pasa-
1095
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Pl. R. 498b.
97
98
99
22 B 6 D.-K.
22 B 100 D.-K. De este fragmento transmitido por Plu. aest. Qu. Plat. 1007E, se ha
100
22 B 99 D.-K.
101
convenido en aceptar como propia de Heráclito tan sólo la afirmación de que «las estacio-
nes traen todas las cosas».
102
Para Nestle, 1905, 371, Heráclito habría «compartido con los órficos los pensa-
P. Derv. cols. XVII 12 y XIX 10 = Arist. Cael. 401a 25 = OF 14.2 y 4. Cfr. Pl. Lg.
mientos de la unidad del mundo y la divinidad».
103
715e.
1096
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tal como había sido profetizado por la Noche105. Para apuntalar ese
poder, el comentarista explica que Zeus absorbió al «venerable» (aij-
doi`on), en probable, aunque discutida, alusión al dios primogénito,
Protógono, de la teogonía órfica106. Gracias a esta ingestión Zeus
absorbió a todos los seres, deviniendo un ser único:
P. Derv. col. XIII 4. Burkert, 1980, 32, y Bernabé, 2002a, se han manifestado en
105
106
P. Derv. col. XVIII 9-11. Al hecho de que el dios Zeus existió antes de ser nombra-
107
108
do «Zeus» el comentarista le dedica prácticamente toda la col. XVII: «Existía antes de ser
nombrado; después fue nombrado. Pues antes de que los seres actuales se constituyesen era
aire y siempre será. En efecto, no nació, sino que existía. El motivo por el que fue denomi-
nado “aire” se ha explicado anteriormente. Se ha creído que nació cuando fue nombrado
Zeus, como si no existiese antes. Y dijo que éste sería “el último”, pues fue nombrado Zeus
y éste continuó siendo su nombre hasta que los seres se unieron en la misma manera en que
flotaban en el aire cuando eran antes».
1097
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«Zeus»:
Cada cosa es denominada a partir de lo que domina en ella; todas
las cosas, según este razonamiento, fueron llamadas «Zeus»; pues el
aire domina todas las cosas como quiere109.
o al pretender que
109
P. Derv. col. XIX 1-4. Resulta llamativo que Heráclito utilizase una expresión casi
idéntica a la del papiro para referirse al poder de la ley divina, que «domina todo cuanto quie-
re», 22 B 114 D.-K. Algunos estudiosos han visto en esta coincidencia un ejemplo más de
1098
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10. CONCLUSIONES
115
22 B 64 D.-K. Una alusión a este poder del rayo se sugiere también en el fragmento
tes, en su Himno a Zeus 9-15, ensalza este poder del rayo en manos de Zeus: «Cual instru-
que sostiene que «todo animal es conducido por un golpe», 22 B 80 D.-K. El estoico Clean-
mento entre las manos invencibles tienes (sc., Zeus) el rayo de dos filos, encendido, siem-
pre viviente, pues bajo tu golpe las obras todas de la naturaleza se realizan (…) con él
llegaste a dominar, como excelso rey, todas las cosas y sin ti, dios, ninguna sobre la tierra
se realiza».
1099
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que sería razonable suponer. Debe tenerse muy presente que Herácli-
to fue un filósofo presocrático que, como todos los demás, intentó
que, en su caso, se presenta bajo una triple faz: Logos, Dios y fuego.
explicar los fenómenos naturales y cósmicos mediante un principio
119
22 B 123 D.-K.
120
22 B 54 D.-K.
121
Sobre esta cuestión véase el cap. 27.
1100
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122
22 B 103 D.-K.
1101
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más amplio: el lenguaje y Razón común a todos los hombres. Por este
motivo su postulación de la identidad de los contrarios tiene una
dimensión universal de la que carece el orfismo, confinado a la inter-
pretación de las teogonías. En los fragmentos conservados de Herá-
clito no constan, además, prácticas iniciáticas que puedan ser reco-
nocidas como órficas: no se menciona el vegetarianismo, ni castigos
específicos en el Hades, ni referencia alguna a la trasmigración. Sus
alusiones a la transición de la vida a la muerte, y de la muerte a la
vida, la equiparación de ambos estados («es lo mismo en nosotros
vivir y estar muerto123»), la funesta conversión del alma en agua y
otras semejantes, podrían ser, más bien, resultado del desarrollo de su
propio pensamiento, con la formulación de una paradoja que buscaba
causar cierta perplejidad en el oyente124, más que de una verdadera
influencia del orfismo. En verdad, la orgullosa personalidad de Herá-
clito dificultaba que éste aceptara la imposición de ningún dogma
órfico. Es probable, incluso, que las críticas que dirigió a dos de los
grandes poetas, Homero125 y Hesíodo126, y a un filósofo, Pitágoras127,
cercano por lo demás al orfismo, las hubiera podido extender a Orfeo
y sus seguidores. Es más, a Heráclito determinadas prácticas rituales
desarrolladas por iniciados báquicos y, en su caso, órficos debieron
de resultarle desagradables, tal como lo sugieren los fragmentos 22 B
14-15 D.-K., ya mencionados más arriba. En realidad, Heráclito pare-
cía sentirse mucho más cercano al apolíneo oráculo de Delfos, cuyo
estilo lacónico y enigmático habría tratado de imitar128.
Como sería el caso de los versos de Eurípides mencionados por Pl. Grg. 492e, en los
123
22 B 88 D.-K.
124
La Teogonía de Hesíodo guarda ciertos paralelismos con las que conocemos de Orfeo.
bién», 22 B 42 D.-K. Cfr. 22 B 57 D.-K.
126
De hecho, Heráclito podría haber recriminado a Orfeo en términos parecidos a como criticó a
Hesíodo por no saber que «el día y la noche son una misma cosa», 22 B 57 D.-K., o por hablar
de «días buenos y malos», cuando «la naturaleza de cada día es una», 22 B 106 D.-K.
127
Heráclito, como sabemos, recriminó a Pitágoras, como también a Hesíodo, Jenófa-
nes y Hecateo, poseer una erudición (polumaqivh) que no le proporcionaba inteligencia
(nou`ı) 22 B 40 D.-K. A Pitágoras, además, le acusó de recurrir a «malas artes» (kakotec-
nivh) en la formación de su sabiduría, 22 B 129 D.-K. Sobre esta cuestión, véase cap. 45.
128
Tal como se sugiere con la afirmación de que «el soberano, cuyo oráculo está en Del-
fos, no dice ni oculta, sino que da señales», 22 B 93 D.-K. Para un análisis del estilo de
Heráclito y su relación con el oráculo de Delfos, véase Casadesús, 2002c.
1102
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que el autor del Papiro de Derveni habla de los magos (mavgoi) e ini-
clito y el comentarista del papiro. En efecto, el tono laudatorio con
to de los magos puede cambiar los démones que obstaculizan. Los démones que obstaculi-
zan son enemigos de las almas. Por esto, los magos hacen el sacrificio, como si estuvieran
pagando un castigo (...) Los iniciados hacen sacrificios en primer lugar a las Euménides: de
la misma manera que los magos, pues las Euménides son almas».
131
22 B 14 D.-K.
1103
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XLVII
EMPÉDOCLES Y EL ORFISMO*
Carlos Megino
1. INTRODUCCIÓN
*
Este capítulo se ha realizado con la ayuda de una beca postdoctoral concedida por la
Secretaría de Estado de Educación y Universidades del Ministerio de Educación, Cultura y
Deporte y cofinanciada por el Fondo Social Europeo. Agradezco a los profesores Ch. Ried-
Por ej., Iambl. VP 36.267, Ath.3e, Simp. in Ph. 25.19. No faltó tampoco quien lo hizo
weg y L. Gemelli sus atinadas observaciones.
1
Diógenes Laercio lo trata en su obra entre los pitagóricos (libro VIII) y la Suda lo hace dis-
discípulo directo de Pitágoras, como Tim. en D. L. 8.54 y Alcid. en D. L. 8.56. De hecho,
ambas escuelas: órfica y pitagórica, cfr. Syrian. in Metaph. 11.35 y 43.12 Kroll.
cípulo de Telauges, el hijo de Pitágoras. También hubo quien hizo notar su adscripción a
2
Sí es muy probable, sin embargo, que Empédocles no sólo tuviera noticia de las doc-
poesía de contenido órfico por esa época, como por ejemplo la Olímpica 2 de Píndaro en
trinas órficas y pitagóricas (en su propia ciudad, donde se sabe que hubo recitaciones de
honor de Terón de Agrigento; cfr. Riedweg 1997 = 1995, 36 y el cap. 49), sino que también
trabara contacto directo con alguna de estas comunidades. De hecho, sabemos que estuvo
en Turios (cfr. Apollod. en D. L. 8.52), una ciudad del sur de Italia en la que posiblemente
existían ya círculos órficos, como testimonian las laminillas áureas encontradas allí.
3
Otros autores también han vinculado a Empédocles con la tradición órfica de Sicilia
y del sur de Italia, como Armstrong, 21957, 15; Riedweg, 1997 (= 1995), 35; y Bremmer,
1105
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2002, 15, mientras que otros destacan el entorno intelectual proporcionado por las religio-
nes mistéricas de la Magna Grecia, como Inwood, 22001, 24.
4
Teofrasto (Fr. 227B Fortenbaugh) llega a decir incluso que era un devoto de Parmé-
nides y que lo imitó en sus poemas. Es posible, por otro lado, que conociera también las
doctrinas de Jenófanes (del que se sabe que vivió en Sicilia y en el sur de Italia), si es él el
aludido en 31 B 39 D.-K., donde Empédocles rechaza la idea de que la tierra tenga una pro-
fundidad infinita (cfr. Xenoph. 21 B 28 D.-K.).
5
Jaeger, 1990 = 21936 , 270, llega a decir que Empédocles de Agrigento es «un cen-
tauro filosófico. En su alma dual conviven en rara unión la física elemental jónica y la reli-
gión de salvación órfica». Otros autores que han reconocido en Empédocles a un deudor ide-
ológico del orfismo son Kern, 1888b; Gernet-Boulanger, 1932, 384; Rathmann, 1933, 96 ss.;
Schuhl, 1934, 297 ss.; Kranz 1967 (= 1935), Lagrange, 1937, 156 ss.; Guthrie, 1952, 200, 234;
West, 1983a, 108 ss.; Riedweg, 1997 (= 1995), 35 ss.; Laurenti, 1999, 292; Betegh, 2001;
Bremmer, 2002, 15. Niegan la influencia órfica, en cambio, Long, 1948, 89 s.; Dodds, 1951,
169 n. 81; Zuntz, 1971, 263 ss.; y Casertano 2000, 217 ss.
6
No son desdeñables tampoco los paralelismos formales que Empédocles como pen-
sador, taumaturgo y purificador religioso guarda con la figura de Orfeo y con los llamados
«orfeotelestas», paralelismos cuyo tratamiento excede los límites del presente trabajo. No
obstante, son analizados en Megino, 2005, adonde remitimos al lector curioso.
1106
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7
Sobre el ciclo cosmológico en Empédocles véase el excelente libro de O’Brien, 1969.
8
Cfr. West, 1983a, 108, n. 75, quien sigue a Burkert. De hecho, Burkert, 1968, 104,
supone que Empédocles pudo hacer uso de una cosmogonía órfica. Cfr. también Parker
1107
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gonía de Derveni por parte del mismo dios (col. XIII 4), y su conver-
sión en lo único que existe, la cabeza, el centro y el fin de todo (col.
XVII 6 y 12). De este modo, Zeus asume el papel que le corresponde
al Esfero en el esquema de Empédocles: el de ser el dios que contiene
en sí el principio y el fin de todas las cosas, el cuerpo divino en el que
éstas cumplen su ciclo, en una masa única llena de toda la potencia-
lidad generadora del universo.
12
OF 115. Bignone, 1916, 210; Armstrong, 21957, 15; Riedweg, 1997 (= 1995), 47 y
n. 90; Martínez Nieto, 2000, 252. La idea órfica del cosmos primigenio en forma de huevo
tiene un paralelo aún más evidente en la imagen que, según Aët. 2.31.4 (Emp. 31 A 50 D.-
K.), tenía Empédocles del mundo como «dispuesto de manera semejante al huevo». Aquí,
Empédocles se referiría al mundo tal como lo entendemos nosotros, compuesto de cielo y
tierra, no a la totalidad del universo, como se desprende del testimonio del mismo Aët. 1.5.2
(31 A 47 D.-K.), donde se dice que para Empédocles el mundo es sólo una pequeña parte
del todo, siendo el resto mera «materia inerte». Esta imagen concordaría muy bien con la
del huevo órfico, el cual tampoco se identifica con todo lo existente, sino que es un mero
germen del cosmos inserto en el Éter y el Caos (OF 116). Para Kern, 1888b, 502, y Guth-
rie 1986, II 201, esta concordancia supone un préstamo ideológico por parte de Empédo-
cles, quien habría tomado la idea del huevo de algún poema órfico. Sin llegar tan lejos,
Cornford 1984 (= 1912), 268, n. 192, dice que Empédocles sigue en este punto la tradición
órfica, mientras que Kranz, 1967 (= 1935), 113, n. 25; Burkert, 1972, 297, n. 103; y Betegh,
2001, 50, señalan simplemente la concordancia. Por el contrario, Bicknell 1968, 1181 no
cree que Empédocles tuviera una fuente órfica, sino que dedujo la imagen ovoide del cos-
mos de la observación de que las estrellas situadas en lo alto de la esfera celeste parecen
OF 120.
más cercanas que las que se hallan cerca del horizonte.
OF 241.
14
15
1108
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Pero hay que señalar que bajo esta semejanza formal subyacen
numerosas diferencias:
sodias16, dentro del cual aún se distinguen las distintas partes del uni-
verso: el cielo, la tierra, los astros, el éter, el mar e incluso el Tártaro, y
distinto también del huevo cósmico, que se concibe como un produc-
to de la acción constructiva de Tiempo en el Éter y que se halla sujeto
a violentos movimientos17, mientras que el Esfero es algo solitario e
inmóvil, que contiene en sí toda la realidad, sin admitir nada fuera de él.
c) La aparición de Protógono-Fanes y su acción creadora no re-
presentan el extremo opuesto a la unidad del huevo, el momento de
máxima dispersión y multiplicidad de los seres, como en el reinado
de la Discordia empedoclea, sino sólo una etapa del proceso de con-
figuración del cosmos, una primera fase cosmogónica de una serie
que culminará con Zeus.
d) En Empédocles ambos procesos de unificación y de separación
de los elementos son generativos, mientras que en la cosmogonía
órfica la creación sólo se concibe desde la unidad (sea la de un solo
dios o la de dos en pareja) hacia la multiplicidad, no siendo la reuni-
ficación de todas las cosas en Zeus un proceso creador, sino sólo la
premisa para éste.
OF 243.
OF 114, 118, 119.
16
17
18
Nótese, como apoyo a lo dicho, la notable similitud en forma y contenido entre la
declaración atribuida a Museo (D. L. 1.3), que dice: «Afirma que todas las cosas surgen del
Uno y en él mismo se disuelven», con 31 B 17.1-2 D.-K. de Empédocles: «Pues una vez
(sc., el todo) creció para ser uno solo / de múltiple que era; otra, por el contrario, de uno que
era, se disoció para ser múltiple».
1109
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en P. Derv. col. XVI 6: mou`noı e[gento con la calificación parmenídea del Ser como ou\/lon
19
Cfr. West, 1983a, 109 s. Obsérvese el paralelismo en la designación del Zeus único
mounogenevı, notado, entre otros, por Bernabé, 2002b, 212, n. 28 (con bibliografía); cfr. cap.
48, § 7.2.b. Otra posible vía de unión entre el Zeus órfico y el Esfero empedocleo pudo ser
el dios de Jenófanes, cfr. Betegh, 2001, 54.
20
Kern, 1888b, 505; Kranz, 1967 (= 1935), 107 s.; West, 1983a, 195 s.; Bernabé, 2002b, 218.
21
West, 1983a, 196.
22
Cfr., sobre ello, Schreckenberg, 1964, 131-134, quien sostiene que la Ananke «órfi-
ca» no es más que un reflejo de ideas estoicas y platónicas (p. 134); Brisson, 1990, 2914;
aparece siendo abarcada por el Cielo, como entidad subordinada al «creador de todas las
cosas» (v. 1) y «principio y fin de todas las cosas» (v. 2), atributos que en las teogonías órfi-
OF 250 I.
cas antiguas pertenecen a Zeus.
24
1110
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o que los miembros corporales aislados caen unos lejos de otros, vio-
lentados
OF 253.
E. Mel. Fr. 484 Kannicht (OF 66, con Tz. Ex. 41 Hermann), A. R. 1.494 ss. (OF 67),
25
26
E. Mel. Fr. 484.2 Kannicht, verso que aparece también en la phiala mesomphalos
cfr. Martínez Nieto, 2000, 247 ss.
27
editada por Delbrueck-Vollgraf, 1934, con otros fragmentos de claro carácter órfico. Cfr.
también A. R. 1.496 s.
1111
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28
Emp. 31 B 26.5 D.-K., P. Strasb. a(i)6 M.-P. Empédocles añade a estos tres elemen-
tos el fuego, completando así el número tradicional de los cuatro elementos constitutivos del
universo. La variación en el número es aquí irrelevante, pues lo que se quiere en ambos
Cfr., por ej., 31 B 17.1-2, 6-8, 16-19; 26.4-5 D.-K. y Simp. in Cael. 590.19-21.
casos es hacer referencia a la totalidad del cosmos tal como era en un principio.
29
30
Kern, 1888b, 506; Bernabé, 2002b, 216. La relación ya fue señalada por Burkert,
1972, 133, n. 72. Cfr. también Martínez Nieto, 2000, 248, 251 s., 254, quien llama acerta-
damente la atención sobre Sch. A. R. 1.496-498b, donde, en una interpretación de corte ale-
górico, se asimilan las palabras del poeta a las afirmaciones de Empédocles sobre la gene-
ración de todas las cosas a partir de la acción de Amistad y Discordia sobre una mezcla
indiferenciada.
31
Algunos intentos de explicación son los de Lagrange, 1937, 159, quien piensa que
Empédocles ha trasladado libremente en este caso los temas de la mitología órfica a sus pro-
posiciones pseudo-científicas, y los de Martínez Nieto, 2000, 253, quien cree «muy proba-
ble» que Empédocles tomara prestadas sus principales ideas cosmológicas de la cosmogo-
nía órfica. Lo mismo cree West, 1971, 233, respecto de Discordia como fuerza cósmica.
32
West, 1983a, 92; Riedweg, 1997 (= 1995), 47; Martínez Nieto, 2000, 252; Bernabé,
2000c, 356-367. Cfr. también Guthrie, 1986, II 193, quien se refiere al Amor.
1112
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33
Cfr. Hes. Th. 201.
34
Como seres mortales (31 B 22.5, 71, 73, 98 D.-K.), e incluso órganos del cuerpo (31
B 86, 87, 96 [identificada con Harmonía] D.-K.). Empédocles, de hecho, le otorga el epíte-
31 B 17.22 s., 128, 130 D.-K. Obsérvese el paralelismo con el OF 413.4, pertene-
to de «vivificadora» (31 B 151 D.-K.).
ciente al poema llamado Cratera menor, en el que se dice que Afrodita es paz (eijrhvnh).
35
36
Carece de fundamento pretender que el orfismo y Empédocles pudieran compartir
trovertidos versos citados por Hipp. ol. Haer. 5.8.43, ya que dichos versos parece que tie-
una concepción de Afrodita vinculada a contextos escatológicos sobre la base de los con-
nen que ver más bien con la embriología: cfr. Lebedev, 1994, 24 ss.
37
Kern, 1888b, 502s.; Kranz, 1967 (= 1935), 113. Escéptico se muestra Burkert, 1972,
297 n. 101.
(Aijqhvr) pavntwn rJivzwma, utilice el mismo término «raíz» (rJivzwma) que emplea Empédocles
1113
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donde «el radiante» aludiría al fuego y «el cielo», como en el texto órfi-
co, al aire.
para designar los fundamentos constitutivos de las cosas (cfr., por ej., 31 B 6 D.-K. pavntwn
rJizwvmata), aunque es posible que en este caso la fuente fuera el propio Empédocles y no a
la inversa, pues encontramos el mismo término atribuido a los pitagóricos en un contexto
similar (58 B 15 D.-K.): paga;n ajenavou fuvsewı rJivzwmva t∆ e[cousan.
OF 243.8.
39
31 B 17.18 D.-K.
40
Hom. Clem. 6.4.1 (OF 104), quien atribuye a Orfeo la doctrina de que en el comienzo de
41
Asimismo, y en apoyo de la semejanza, se puede aducir un testimonio de Apión en
todo sólo existía una materia indefinida compuesta por cuatro elementos, y otro de S. E. P.
3.30 (cfr. también Gal. Phil. Hist. 18 = OF 108), quien afirma que en los poemas órficos
«los principios de todas las cosas fueron fuego, agua y tierra», a los cuales, aunque Sexto
no lo mencione, habría que añadirles el aire que, distinguido ya de los otros tres e identifi-
cado con Zeus por Onomácrito (la fuente de Sexto), sería el unificador y vivificador del
todo. Cfr. Bernabé, 2003a, 115.
1114
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42
OF 492. Sobre esta laminilla, cfr. el excelente comentario de Bernabé-Jiménez, 2001,
183 ss. y, en especial, 193 s., quienes ya señalan el paralelismo con 31 B 6 D.-K. de Empé-
docles. Cfr. también Bernabé, 2002b, 221.
43
Posiblemente quepa identificarla con Perséfone, como sostienen Sturz ap. Wright
1981, 166; Gallavotti, 1975, 173; Bernabé-Jiménez, 2001, 194 nn. 529-530; y Bernabé,
Emp. 31 B 6 D.-K., el único testimonio (excepto Alex. Fr. 323 K.-A.) que tenemos
2002b, 222. Cfr. también, Lagrange, 1937, 158; y Kingsley, 1995, 348 ss.
44
de la diosa en toda la literatura griega antigua, aparte de las escasas menciones de lexicó-
grafos y comentaristas.
cedentes a la doctrina empedoclea de los cuatro elementos. De hecho, Clem. Al. Strom. 6.2.17
45
No obstante la similitud señalada, hay que advertir que se pueden encontrar otros ante-
cita a un pitagórico llamado Atamante (del que no sabemos nada más), como sostenedor de
posible antecedente el fuego, el aire y el agua de Pherecyd. Syr. Fr. 8 D.-K., los cuales, dis-
la misma doctrina, mientras que, entre los modernos, West, 1971, 234, ha señalado como
1115
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puestos en cinco escondrijos, dan lugar también a los diferentes dioses. Burkert, 1972, 297,
n. 101, por su parte, apunta a una posible influencia indoirania.
46
Lagrange, 1937, 162; Bacigalupo, 1965, 277; Riedweg, 1997 (= 1995), 45; Bremmer
2002, 24.
47
Creemos que Mondolfo ,1968, 384-385, se equivoca cuando atribuye a Empédocles y al
orfismo antiguo la idea de un perfeccionamiento gradual de la humanidad desde un origen sal-
vaje e indigente hasta un progresivo estado de cosas mejor y más satisfactorio. Primero, porque
Empédocles hace referencia claramente a una edad originaria auspiciada por Cipris, anterior a la
degenerada raza humana actual (31 B 128, 130 D.-K.; cfr. también Guthrie, 1986, II 258 s.), y,
en segundo lugar, porque las primeras formas perecederas e imperfectas de las que habla el filó-
humano (31 B 61 D.-K.). Y, en cuanto al orfismo, también cabe hablar (como vemos en las Rap-
sofo no son humanas, sino seres monstruosos con dos cabezas o con rostros vacunos y cuerpo
sodias) de una edad áurea, seguida de otra edad de plata, antes del nacimiento de los hombres
OF 159.
de nuestra época, marcados por el canibalismo de sus progenitores, los Titanes.
OF 160.
48
OF 216, 217.
49
OF 218. Esto supone una variante del mito de las edades de Hesíodo, para quien el
50
51
rancia; cfr. OF 337: «Fieras, pájaros y la degenerada estirpe de los mortales, / carga de la
53
Una condición concebida sobre todo bajo el signo de la degeneración y de la igno-
tierra, meras imágenes forjadas, que nada de nada / saben». Rasgos similares a los que
encuentra Empédocles en la raza humana: «¡Ay de vosotros, miserable raza de los mortales,
malhadada!» (31 B 124 D.-K.); «¡Necios! Pues sus preocupaciones no son perspicaces» (31
B 11 D.-K.), entre otros.
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54
31 B 128 D.-K. No creemos que el hecho de que la antropogonía empedoclea sea
cíclica reste pertinencia al paralelismo, toda vez que la «historia humana» en Empédocles
tiene lugar en su totalidad sólo en una fase del ciclo, la que parte de la desintegración del
Esfero y culmina con el dominio absoluto de Discordia.
55
Cfr. Emp. 31 B 128.9 D.-K.
31 B 115, 139 D.-K., P. Strasb. d6 M.-P. Acepto la lectura fovnwi en 31 B 115.3 D.-K.
56
Guthrie, 1986, II 193.
57
No creo que haya imposibilidad lógica de que el daivmwn pudiera cometer un sacrificio
cruento antes de sus reencarnaciones en la etapa de Discordia creciente. Empédocles, que
es un daivmwn, atribuye su desgraciada condición actual al consumo de carne en 31 B 139
D.-K., luego hemos de admitir que el daivmwn Empédocles poseía un cuerpo en el momen-
to de cometer el delito que supuso su expulsión de la compañía divina y su transmigración
en diferentes seres. Si esto es así, habría que pensar que las reencarnaciones de 31 B 115 no
son las primeras del todo, sino sólo las primeras de carácter punitivo como consecuencia de
un delito. Posiblemente, los daivmoneı previos a delinquir sean identificables con los hom-
Ya Plu. de esu carn. 996C vinculó la doctrina empedoclea de que la causa del castigo
B 128 D.-K.
60
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62
En quien Zuntz, 1971, 266, y Kalogerakos, 1996, 325, pretenden ver la fuente prin-
cipal de Empédocles a este respecto.
Cfr. por ej. Pl. Grg. 493a (OF 434 II), Lg. 701c (OF 37) y Plu.de esu carn. 996C (OF 318).
63
Parker, 1995, 498 s.
64
65
Cfr. p. e. las laminillas de Hiponio, Entella, Petelia, Farsalo, Eleuterna, Milopótamo
y Tesalia (OF 474-484) y Bernabé-Jiménez, 2001, 25-28, 258-267.
66
Guthrie, 1986, II 272.
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de las Rapsodias parece dejarlo claro, con buenos argumentos, Bernabé en el cap. 27.
71
Que el mito de Dioniso y los Titanes es antiguo y no una mera invención del poeta
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72
Cfr. la contraposición alma-cuerpo presente ya en una laminilla ósea de Olbia (cfr.
cap. 24), donde se hallan inscritas de forma consecutiva las palabras sw`ma-yuchv «cuerpo-
alma», debajo de los términos yeu`doı-ajlhvqeia, «mentira-verdad», lo que parece un inten-
to claro de mostrar la correspondencia entre estos dos pares de términos: cuerpo = mentira,
más tardíos, son OF 422, 425-426 y 488-490, donde se insiste en la inmortalidad y divini-
alma = verdad, sobre la base de sus contraposiciones respectivas. Otros testimonios, aunque
dad del alma y en su radical diferencia del cuerpo. Cfr., para más detalles, el cap. 28.
73
Emp. 31 B 115.5 D.-K.
genérica de cualquier dios indeterminado (por ej., Il. 1.222, 3.420, 11.792), mientras, en un
74
Cfr., sin ir más lejos, Homero y Hesíodo. Para el primero, daivmwn es una designación
sentido más próximo al empedocleo, Hesíodo llama daivmoneı a los genios divinos, vigi-
do esta raza dio paso a la de plata (Hes. Op. 122 ss.). Asimismo, en la literatura órfica
lantes de las acciones de los hombres, que nacieron de los hombres de la edad de oro cuan-
encontramos que se denomina daivmoneı a distintos dioses, como Fanes-Eros (OF 173, 140),
Crono (OF 239) o Zeus (OF 243).
75
Como el de Aët. 1.7.28 = 31 A 32 D.-K.
76
31 B 112.4 D.-K. El daivmwn empedocleo es el correlato del alma como entidad divi-
na, distinta y ajena al cuerpo, que le antecede y le sobrevive reencarnando en múltiples
generaciones, pero conservando una misma identidad en todos los casos. Es, pues, un con-
cepto «religioso». Otra cosa es el alma entendida como principio anímico responsable de
los procesos psicológicos del individuo. Para esta «entidad», Empédocles emplea distintos
términos de raíz homérica (novoı 31 B 2.8, 17.21, 136.2 D.-K.; mh`tiı 31 B 2.9, 23.2, 106
D.-K.; novhma 31 B 105 D.-K., frevneı 31 B 15.1, 17.14, 23.9, 114.3, 115.3, 133 D.-K.,
a(ii)29 M.-P.; qumovı 31 B 145.2 D.-K.), junto a algún otro no homérico (palavmh 31 B 3.9;
frovnhsiı 31 B 110.10 D.-K.), concibiéndolos, a juzgar por algunos fragmentos (por ej., 31
B 103, 105, 109, 107 D.-K.), y a diferencia del daivmwn, como instancias somáticas, forma-
das por los cuatro elementos, y que realizan su función según la ley de la afinidad de lo
compone de todos los elementos y que cada uno de ellos es alma (de An. 404b11ss., citan-
semejante con lo semejante. De ahí que Aristóteles pensara que para Empédocles el alma se
do 31 B 109 D.-K.). Por otro lado, algunos autores han negado que en Empédocles exista
una contraposición entre cuerpo y alma-daivmwn, basándose en que los daivmoneı no son otra
cosa que combinaciones de los elementos y que la supervivencia no es más que combina-
ciones y recombinaciones de los mismos elementos eternos que constituyen cada ser (cfr.
por ej. Souilhé, 1932, 350 ss.; Gallavotti, 1975, xiv ss., Wright, 1981, 273 s., Casertano, 2000,
1120
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218 ss.). Sin embargo, y aun admitiendo que los daivmoneı no fueran más que combinacio-
nes puntuales de elementos, ¿cómo explicar la continuidad de la consciencia individual que
el recuerdo de anteriores reencarnaciones supone, sino como supervivencia de un daivmwn
OF 489-90. Ya señaló el paralelismo Lagrange, 1937, 164, para quien se trata de algo
personal y permanente, independiente de los distintos cuerpos por los que transmigra?
77
del muerto lo encontramos en A. Pers. 620, y, posiblemente, quepa considerar así también
más que de una mera coincidencia. Un pasaje paralelo en el que se llama daivmwn al alma
a los daivmoneı que en P. Derv. col VI estorban a las almas; cfr. Johnston, 1999, 273 s.
78
El uso del término citwvn, «túnica», para referirse al envoltorio corporal no es arbi-
trario. De hecho, como señala Guthrie, 1986, II 264, n. 314, la palabra se emplea ya referi-
CIG 6199, IG XIV 2241, GV 1763 Peek = OF 469.6. Para Zuntz, 1971, 405, en cam-
ra órfica». Cfr. también Cornford, 1984 (= 1912), 276, n. 211.
81
bio, dicha inscripción parece ser pitagórica, pues le parece que no hay suficiente base para
el paralelismo con la frase del P. Bonon., un texto del que puede defenderse que posee ras-
considerar el concepto de cuerpo como «vestimenta» del alma como órfico. Sin embargo,
gos órficos (cfr. p. e. Casadio, 1986, 294 s.), nos parece suficientemente significativo como
para no negar su posible carácter órfico, lo que no es incompatible con su pertenencia tam-
bién al esquema conceptual pitagórico.
1121
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82
Guthrie, 1986, II 264, n. 314, insinúa, dada la posterioridad cronológica de los testi-
monios órficos, una imitación por parte de éstos de la frase de Empédocles. De todas for-
autores griegos, como por ej. Pi. N. 9.15, E. HF 1269, Ba. 746, o Artem. 4.30. Cfr. Gigan-
mas, la metáfora del cuerpo como «vestimenta» del hombre o de su alma es común en varios
Cfr. por ej. Philol. 44 B 14 D.-K., Pl. Cra. 400c, Grg. 493a = OF 430.
te, 1973.
Cfr. Pl. Phd. 62b (y escolio ad loc.), Cra. 400c, D. Chr. 30.10 = OF 429.
83
84
85
Riedweg, 1997 (= 1995), 45s. Cfr. también Eliade 21999, 188 s., quien dice que Empé-
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90
Cfr. Hdt. 2.81, quien tiende a indeferenciarlos. Esto no es extraño, pues la semejan-
za doctrinal entre órficos y pitagóricos es muy notoria en lo que concierne a la doctrina de
la transmigración de las almas (cfr. a este respecto el cap. 45). De hecho, también se ha con-
siderado a los pitagóricos como la fuente de Empédocles a este respecto: cfr., por ej., Long,
1948, 61 s.; Gigon, 1971, 140; Inwood, 22001, 56, mientras que otros renuncian a la unila-
teralidad y hablan de fuente «órfico-pitagórica»: cfr., por ej., Ziegler, 1942, 1386; Des Places,
1969, 189, o citan ambas influencias Kalogerakos, 1996, 325 ss. Tampoco falta, por otro
lado, quien habla de una reelaboración propia en el contexto de las concepciones presocrá-
ticas sobre la transmigración: cfr. Zander, 1999, 65. Aunque nosotros nos centremos en el
orfismo, no pretendemos minusvalorar la posible influencia pitagórica en Empédocles en
relación con la doctrina de la transmigración.
91
Sigo aquí la opinión de Burkert, 1972, 126, n. 38; Mondolfo, 91983, 31, y Bernabé,
OF 338.1-3.
las veces de alma.
97
98
Emp. 31 B 137 D.-K. Ya pusieron en relación ambos pasajes Zeller, 1910, 155 s.;
Kern, 1922, 241 s.; Rathmann, 1933, 104, n. 77; y West, 1983a, 99.
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de otro ser, pero manteniendo su identidad, por lo que ellos son los
mismos, aun cuando pueden nacer unos de otros o, incluso, tomar la
forma de una víctima del sacrificio. Por tanto, las almas pueden trans-
migrar también de seres humanos a animales, y de animales a otros
Esto nos confirma que el alma humana recorre, como en los ver-
sos órficos102, los distintos géneros animales representantivos de cada
ámbito, terrestre, aéreo y acuático, lo cual indica que todo ser vivo,
sea cual sea su condición, lo es en cuanto posee un alma, la cual, a su
vez, emparenta a unos y otros al recorrerlos en sus migraciones.
Asimismo, cabe observar la insistencia tanto en la poesía órfica
como en la empedoclea, de que la mudanza del alma «de unos a otros»103
tomando «unas veces» una forma y «otras, otra»104 no supone una pér-
dida de identidad de ésta, sino que permanecen siempre «las mis-
mas»105. Esta mudanza del alma se concibe además, en ambos casos,
como un «precipitarse» de un cuerpo a otro, entendiéndose con ello
que el alma sale de un cuerpo y vaga volando hasta que encuentra
otro106.
99
OF 338.4-9, Emp. P. Strasb. a(i)4-a(ii)8 M.-P.
100
Según nuestra interpretación del pasaje, basada en el uso de sunercovmeq∆, «concu-
rrimos», en a(i)6, con el que Empédocles se refiere a sí mismo y a los demás daivmoneı que
están sujetos al mismo ciclo de migraciones bajo el signo alternativo de Amistad y Discor-
dia. Cfr. Martin-Primavesi, 1999, 90 ss.
Ya Olymp. in Phd. 10.3 puso en relación la declaración de Emp. 31 B 117 con OF 338.1
101
Emp. 31 B 117 D.-K.
102
s., porque coincidían en defender la creencia en la transmigración de las almas. Cfr. también
OF 338.6-7, Emp.P. Strasb. a(i) 5 M.-P. Coinciden también en limitar el cambio que
103
338.8, morfhvn Emp. 31 B 137.1 D.-K.), achacable únicamente al cuerpo, pues el alma se
Cfr. OF 339 y Emp. a(ii) 3 y a(ii) 8 M.-P. Es de señalar que el tono del pasaje órfi-
105
106
co coincide bastante con las palabras del filósofo, cuando dice que los daivmoneı «han de
vagar durante treinta mil estaciones… mientras van alternando los procelosos rumbos de la
vida» (Emp. 31 B 115.6 y 8 D.-K.), un carácter errabundo del alma que, por otros testimo-
1124
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107
givnont∆ OF 338.3, givnetai OF 338.6, givgnetai Emp.a(i) 5 M.-P., genovmhn Emp.
OF 338.4. Cfr. también Dam. in Phd. 1.203 (123 Westerink = OF 428 III), quien
31 B 117 D.-K., givnontai Emp. 31 B 26.4 D.-K.
dice que en el «antiguo relato» órfico y pitagórico al que hace referencia Pl. Phd. 70c, la
108
entrada y salida de las almas del cuerpo se produce «muchas veces, de forma cíclica».
como se deduce de la semejanza formal entre 31 B 26 D.-K. y los versos del Papiro de
109
Emp. 31 B 26 D.-K., donde habla, con toda probabilidad, de elementos y daivmoneı,
Estrasburgo citados.
110
Según Pi. Fr. 133 Maehl., que refleja claramente creencias órficas, las almas que han
noveno año». En Ol. 2.68, que es del mismo tono, se habla de mantener «tres veces» el alma
expiado su castigo son devueltas por Perséfone a la tierra para su última encarnación «al
apartada de lo injusto. Asimismo, en la Lam. Pel. (OF 485 s.1) se llama al iniciado que
acaba de morir y que ha cumplido su ciclo de reencarnaciones para ser, por fin, liberado por
(Hdt. 2.123 = OF 423, Pl. Phdr. 249a = OF 459), mientras que para Empédocles son «trein-
Dioniso: «tres veces venturoso». Otras fuentes nos hablan de un periodo de tres mil años
ta mil estaciones» (31 B 115.6 D.-K.) o, según otra posible traducción de tri;ı murivaı,
«tres veces incontables». Cfr. sobre ello Guthrie, 1986, II 261, n. 305, 263.
111
Cfr. Cumont, 1949, 206, y Diels, 1897 (1969, 156), quien ya puso en relación al
orfismo y a Empédocles a este respecto: «La tierra misma a la cual vienen a parar los espí-
ritus caídos para continuar en un cuerpo humano su ciclo expiatorio le parece al pesimista
1125
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Cfr. P. Bonon. (OF 717.29), donde se define el lugar donde penan las almas como
«antros de noche tenebrosa», o el OH 69.3, donde se dice que moran «en las profundidades,
113
en una cueva sombría». No obstante, esta semejanza no quiere decir, como han supuesto
algunos autores, que Empédocles esté describiendo el Hades en lugar del mundo de arriba
en 31 B 118, 120 y 121 D.-K. La explicación la ofrece Guthrie, 1986, II 264, n. 316: «Que
la descripción nos recuerde al mundo infernal es lo más natural, porque, fiel a la tradición
órfica, Empédocles considera la vida del alma como perteneciente a la región más elevada,
y el exilio a la tierra como el equivalente de la muerte». Cfr. también Bignone, 1916, 492 s.
(quien cita testimonios de Porfirio, Plotino y Proclo, que señalan que la cueva [a[ntron]
designaba al mundo terreno); Jaeger, 1952 (= 1947), 149 y n. 91; Cumont 1949, 200 s., Ver-
nant, 1965, 90 y n. 36; Laurenti, 1999, 282, 287.
Pi. Fr. 133 Maehl. (OF 443). Sobre este fragmento, cfr. el cap. 49, § 2.3.
114
Cfr. Cornford, 1984 (= 1912), 208.
115
1126
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116
Cfr., p. e., las laminillas de Turios (OF 487-488), de Roma (OF 491), de Petelia (OF
476) y de Hiponio (OF 474).
117
Riedweg, 1997 (= 1995), 44 y n. 66; Bernabé, 1999a, 252. Una variante de este pro-
ceso de deificación lo ofrece Plutarco, quien, basándose seguramente en el mismo sistema
de creencias, dice que las almas de los hombres se convierten primero en héroes, luego pasan
estatus de dioses (Plu. Rom. 28, De def. or. ac. 414BC). Sobre la heroización como tema míti-
a ser daivmoneı, y después, tras quedar totalmente purificadas y consagradas, adquieren el
co en relación con las laminillas de oro y con Empédocles, cfr. Kingsley, 1995, 256 s.
118
Emp. 31 B 146 D.-K. Zuntz 1971, 268s. niega, sin embargo, cualquier relación de
este fragmento (y del que lo completa, 31 B 147 D.-K.) con algún tipo de especulación órfi-
(Hes. Th. 954 s., Frr. 25.26 ss. y 229 M.-W.). Otros, en cambio, aceptan la relación entre el
ca y prefiere citar como fuente el relato que ofrece Hesíodo de la divinización de Heracles
mensaje del fragmento pindárico y la doctrina empedoclea, sugiriendo incluso, como Zan-
der, 1999, 64, que dicho fragmento pudiera haber servido de fuente a la concepción empe-
doclea de la transmigración.
119
Riedweg, 1997 (= 1995), 44; Betegh, 2001, 47.
120
Que Empédocles se inspira en el ideario órfico parece deducirse claramente de nues-
tro análisis, a pesar de que, como se ha apuntado (cfr., p. e., Bidez, 1894,142; Long, 1948,
migración son tardíos (las Rapsodias son posiblemente del siglo I a.C.). De hecho, no cree-
50), la mayoría de los textos que poseemos para conocer la doctrina órfica sobre la trans-
mos que esta sea una objeción concluyente, pues sabemos que el poema de las Rapsodias
es una compilación de temas e ideas anteriores y, además, otros testimonios nos confirman
que ya existía la creencia en la transmigración de las almas en círculos órficos contempo-
ráneos de Empédocles: cfr. Casadio 1991, 123 ss. y los caps. 28 y 45.
1127
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digno de los mismos honores que los demás dioses. El hecho de que
diga que «ya no es mortal» implica que una vez lo ha sido, lo que quizá
debamos interpretar como una referencia a ese tránsito por las distintas
formas mortales124, anteriores a su última reencarnación, precisamente
en la que ahora se encuentra, donde aparece como hombre «sabio»125,
asimilable a esos adivinos, poetas, médicos y dirigentes126. Pero el
mismo Empédocles cree que ya ha superado esta etapa y que es, a todos
los efectos, un dios, y poseedor de un conocimiento y de un poder divi-
no muy superiores a los de los demás mortales127. Podríamos decir que
él se considera ya un «iniciado» o, mejor dicho, un «liberado» del ciclo
de nacimientos, como lo son los iniciados órficos difuntos que en las
laminillas de oro128 reciben el mismo título que el filósofo de Agri-
121
Tomamos esta idea de Cornford, 1984 (= 1912), 135, quien hace un interesante aná-
lisis de la tradición mística griega en las páginas siguientes (esp. 188 ss.).
122
Gernet, 1980 (1968), 22.
123
Emp. 31 B 112.4-6 D.-K.
124
Emp. 31 B 115.7, 117 D.-K.
125
Cfr. Emp. 31 B 15, 132, 110, 111, 112 D.-K., donde se deduce la singular condición
de Empédocles como poseedor de unos conocimientos especiales, de carácter divino, que lo
convierten, como a su admirado Pitágoras, en un prototipo de sabio.
126
Cfr. por ej., Kirk-Raven-Schofield, 21987 (= 1983), 448.
Cfr. Lamm. Thur. OF 487.4: «Dios has nacido, de hombre que eras», y OF 488.9:
127
Cfr. Emp. 31 B 113 D.-K.
128
«Venturoso y afortunado, dios serás en lugar de mortal». Este paralelismo ya fue puesto de
1128
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manifiesto, entre otros, por Gernet, 1980 (= 1968), 22; Guthrie, 1952, 176 y 1986, II 256;
Kingsley, 1995, 258; Riedweg, 1997 (= 1995), 41, quien se hace eco también de los auto-
res anteriores que advirtieron la relación de Empédocles con las laminillas de oro (ibid., p.
41, n. 52), Laurenti, 1999, 292; y Betegh, 2001, 48. Nótese, no obstante, la extraordinaria
pitagórico del Carm. Aur. 71 que dice: «Serás un dios inmortal, ya no mortal», lo que indu-
semejanza de la declaración de divinidad de Empédocles en 31 B 112 D.-K. con la del verso
ce a pensar que fuera el pitagorismo la fuente directa de Empédocles a este respecto, si bien
el carácter posterior de esta obra pitagórica pueda suponer una influencia en sentido inver-
OF 489-490.1 s. «Vengo pura de entre puros, reina de los seres subterráneos, Euclo,
so: cfr. Delatte, 1915, 77.
129
Cfr. por ej., Ar. Ra. 329 ss., la descripción de un ánfora de Vulci (siglos IV-III a.C.)
que desempeña en las laminillas de oro, cfr. Bernabé-Jiménez, 2001, 167 ss., con bibliografía.
131
en Albizzati, 1921, 260; Theo Sm. 18 Hiller. Para un análisis de los testimonios, cfr. Ber-
nabé-Jiménez, 2001, 169 ss.
1129
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cuenta Orfeo, los dioses sufren castigo (se entiende, por perjurio) en
el Tártaro tras peregrinar por la laguna Éstige durante nueve años.
Esta referencia, aunque de claras resonancias hesiódicas133, nos trae a
la memoria la suerte que para Empédocles corren los daivmoneı que
violan el juramento: vagar errabundos lejos de los demás dioses duran-
te treinta mil estaciones, reencarnándose en todo tipo de especies
mortales134. Si bien existen diferencias de detalle, pues en el pasaje
órfico no se habla de reencarnación y se menciona la laguna Éstige,
ausente por completo en Empédocles, sí se aprecia una gran coinci-
dencia en el fondo: la idea de que el juramento divino es de obligado
cumplimiento tanto para dioses como para hombres, y que ambos
están sujetos al mismo castigo si lo violan. Esto, a su vez, redunda en
la convicción, común a Empédocles y a los órficos, de que dioses y
hombres comparten una misma naturaleza y que su destino final es
vivir en comunidad.
po los dioses que juran en vano vertiendo el agua de la Éstige. Ya Kern, 1922, 307, hace
mención de la semejanza.
134
Cfr. Emp. 31 B 115 D.-K. El paralelismo ya fue notado por Kern, 1922, 307, y
West, 1983a, 99, n. 55. Este último sugiere que en el pasaje órfico el castigo por el perju-
rio podría incluir la reencarnación en cuerpos mortales durante ese periodo de nueve años,
teniendo en cuenta que, según Numenio y otros intérpretes (OF 344), la Éstige era para
Orfeo una metáfora del semen, con lo que el paso por la laguna infernal podría interpre-
tarse como una alusión al renacimiento en cuerpos mortales. Esto haría aún más estrecho
el paralelismo con el pasaje empedocleo. Sin embargo, creemos que se trata de una inter-
pretación alegorista que fuerza el posible sentido del texto. De hecho, la semejanza con el
pasaje de Hesíodo nos demuestra que no es necesaria dicha interpretación para compren-
der la intención del poeta, que no es otra que poner en evidencia el castigo que les espera
a los dioses perjuros. De todos modos, lo más probable es que la fuente última de Empé-
docles sea el pasaje de Hesíodo, como sostienen Traglia, 1952, 37, Seaford, 1986, 7; y
Gemelli, 2001, 225, n. 55.
135
Sobre la memoria como categoría mítica en relación con la tradición mistérica grie-
ga, véanse, p. e., las sugerentes páginas de Vernant, 1965, I 89 ss. Sobre el papel de Mne-
mósine, la memoria personificada, en las laminillas de oro, cfr. Bernabé-Jiménez, 2001, 28 ss.,
con bibliografía.
1130
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136
El propio texto de las laminillas, que se dejaban junto al muerto en previsión segu-
ante los guardianes, aparece como «obra de Mnemósine» (Lam. Hip. = OF 474.1), quien
ramente de un posible lapsus de memoria de éste cuando bajara al Hades y se presentara
resulta así garante de que el iniciado no olvide en el momento crucial lo que ha aprendido
en la iniciación.
137
Cfr. Jaeger, 1952 (= 1947), 148; Gernet, 1980 (= 1968), 22.
138
Lam. Entell. (OF 475) 2.
139
Lam. Thur. (OF 489-490) 4.
1131
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140
Vernant, 1965, 94. Cfr. también Díez de Velasco, 1997, 414, quien destaca el carác-
ter místico de este ejercicio de memoria, en cuanto cabe considerarlo como una experiencia
radical preparatoria de la muerte, concebida como vía que conduce, en última instancia, a
un tipo de unión mística con la divinidad, lo cual es aplicable tanto a las laminillas áureas
como a Empédocles.
141
Cfr. Emp. 31 B 129 y 117 D.-K.
142
Cfr. Lam. Thur. (OF 489-490).
1132
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143
Ya Vernant, 1965, 100; llama la atención sobre el rechazo que en movimientos filo-
sófico-religiosos como el orfismo produce la temporalidad cíclica presente en el continuo
renacimiento del alma, a favor de una concepción eterna del tiempo, de «permanencia en
una identidad eternamente inmóvil», que es la que define la vida de los dioses.
144
Emp. 31 B 110.1 y 5 D.-K.
145
Fränkel, 1993 (= 21962), 260.
146
Cfr., p. e., la «morada de los santos» de la Lam. Thur. (OF 489-490).
1133
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149
Pl. R. 363c (OF 431). Cfr. Rohde, 1994 (= 18972), 185; Riedweg, 1997 (= 1995), 47,
n. 87; Bremmer, 2002, 6. Posiblemente, dicha idea remonte, como apunta Bremmer, a la tra-
dición mítica en la que mortales eminentes comparten mesa con los dioses; véanse los tes-
Cfr., por ej., Ar. Fr. 504 K.-A. (OF 432), Ra. 85, Pherecr. Fr. 113 K.-A., Aristopho Fr.
timonios en Bremmer, 2002, 6, n. 54.
12 K.-A. Cfr. también un epigrama funerario de Esmirna (Epigr. Gr. 312.13 ss. Kaibel).
150
151
Emp. 31 B 147 D.-K.
152
Recuérdese la declaración de pureza del iniciado en las Lam. Thur. (OF 489-490.1).
A este respecto, Parker 1983, 299 s., pone de manifiesto la coincidencia entre el orfismo y
Empédocles en conferir un significado escatológico a la purificación, vinculándola con la
liberación de una culpa heredada. Cfr. también Rohde, 1994 (= 18972), 184; Adkins, 1960,
141ss.; Mondolfo, 1968, 272; Sfameni Gasparro, 1984, 139 s.
153
Burkert, 1985 (= 1977), 301, pone acertadamente el acento en el hecho de que estas
prescripciones están íntimamente relacionadas con un ritual de iniciación que supone un cam-
bio de estatus en el iniciado, que afecta de forma irreversible a toda su vida, de manera que
el cumplimiento de dichas prescripciones comporta desde entonces un modo de vida distin-
tivo, que sirve a su vez como rasgo característico de pertenencia a un grupo. No son, pues,
una mera práctica ritual, sino la definición de una identidad. Cfr. también Detienne, 1977, 169.
1134
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154
Cfr., por ej., la lista que ofrece Iambl. Protr. 21 (= 58 C 6 D.-K.).
155
Sobre las distintas prescripciones rituales que caracterizaban la llamada «vida órfi-
ca», cfr. cap. 34.
156
Cfr. Haussleiter, 1935, 157, quien atribuye a Empédocles la culminación de la doc-
trina vegetariana órfica llevada hasta sus últimas consecuencias. Cfr. también Kranz, 1949,
Cfr. por ej., Pl. Men. 81d, quien dice expresamente que toda naturaleza, es decir, todo
30; Guthrie, 1950, 320; Detienne, 1977, 166 ss.; Betegh, 2001, 47 s.; y Bernabé, 2002b, 238.
ser, está emparentado. Cfr. también los testimonios de Porph. Abst. 2.21, VP 19 y S. E. M.
157
9.127. Sobre ello, cfr. Bacigalupo, 1965, 277; Guthrie 1984, I 195 ss.; Kalogerakos, 1996, 294.
158
Cfr. por ej., Casadio, 1991, 127, quien señala la estrecha relación existente entre la
abstención de alimentos e[myuca, es decir, «con alma» y la creencia en la transmigración.
Cfr. también cap. 34.
159
Cfr. Lagrange, 1937, 160; Guthrie, 1950, 320; 1984, I 192, Kalogerakos, 1996, 295;
Betegh, 2001, 48, n. 6.
160
Emp. 31 B 128.8-10 D.-K.: «Pero el altar no era regado con desmedidas matanzas
de toros, / sino que era abominación entre los hombres, la mayor, / la de arrancarles la vida
Cfr., p. e., Critias, TGrF 43 F 19, Moschio Trag. TGrF 97 F 6 (OF 644), S. E. M. 2.31
para devorar sus nobles miembros».
161
de necesidad de alimento que tenían estos antiguos hombres, cfr. de esu carn. 993D-F.
s., 9.15 (OF 641-643). Plutarco justifica el consumo de carne en dichos tiempos por el grado
1135
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Ar. Ra. 1032 (con comentario de Dover, 1993 ad loc.), Hor. Ars poet. 391 s. (OF
626), Them. Or. 30. 349b (OF 632), Porph. Abst. 2.36.
162
Según otros (cfr., por ej., Call. Fr. 191.61 s. Pf.), fue Pitágoras el primero que ense-
ñó abstenerse de carne y de alimentos animados (e[myuca). Cfr. también Alex. Fr. 223. 1 ss.
163
do. Así, Pl. Lg. 782c dice que no era lícito manchar de sangre los altares de los dioses, uti-
de conducta civilizada y religiosidad piadosa, se constata también en el vocabulario emplea-
lizando el adjetivo o{sioı que significa principalmente «lo que está permitido por ley divi-
na», y el verbo miaivnw que tiene el sentido también de «contaminar o infectar» en sentido
religioso. Empédocles, por su parte, habla de «piadosas ofrendas», esto es, que muestran
devoción y veneración por la divinidad, mientras que el sacrificio cruento supone «conta-
minar los miembros» (31 B 115.3 D.-K.), resulta una «abominación» (31 B 128.9 D.-K.) y
comer carne una «acción despreciable» (31 B 139.2 D.-K., d 6 M.-P.).
166
Cfr. la declaración de Empédocles al comienzo del 31 B 115 D.-K., poniendo explí-
ción del juramento con el que se selló el decreto de Necesidad. Cfr. también Plu. de esu
citamente como causa de la caída de los démones y, por ende, de la suya propia, la viola-
carn. 996BC. Y respecto del orfismo, recuérdese el impío asesinato de Dioniso a manos de
los Titanes, contrario a la ley de Zeus, y la afirmación de S. E. M. 2.31 (OF 641) de que,
según Orfeo, en el tiempo del canibalismo primordial «ninguna ley regía» ni «había justi-
Para la dieta vegetariana como práctica órfica, cfr. E. Hipp. 952 (OF 627), Pl. Lg.
cia» entre los seres. Cfr. Sfameni Gasparro, 1984, 138.
167
Cfr. Plu. Sept. sap. conv. 159C (OF 629) –aunque con tintes escépticos– y Alex.
782c. Cfr. también Haussleiter, 1935, 83 ss.; Sfameni Gasparro, 1984, 142 ss.
168
como rasgo de pureza ritual en relación con cultos dionisíacos en E. Cret. Fr. 472. 18 ss.
Polyh. en D. L. 8.33 (OF 628). También encontramos el rechazo de alimentos animados
En Orfeo, cfr. Ieron. adv. Iov. 2.14 Vallars (OF 630), en Empédocles, 31 B 128, 139
Kannicht. Cfr. cap. 50, § 3.1.
169
D.-K., d 6 M.-P.
1136
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170
En este contexto habría que entender un fragmento de Empédocles (31 B 144 D.-K.)
que exhorta literalmente a «ayunar del mal» (nhsteu`sai kakovthtoı). El uso del verbo nhs-
teuvw, que significa propiamente «ayunar, abstenerse de alimento», nos indica con toda pro-
babilidad que Empédocles se refiere a una exigencia de purificación vinculada a la absten-
ción de alimentos impuros, cuyo consumo se asimila a la «abominación» de comer carne
(31 B 139 D.-K.) y a la violación del decreto de Necesidad y al castigo de la reencarnación
(31 B 115 D.-K.). «Ayunar del mal» es, pues, una exhortación a una purificación ritual que
implica la exigencia de una determinada conducta moral: cfr. Adkins, 1960, 143. No cree-
mos, como se ha señalado (cfr. Bignone, 1916, 508, n. 144; Wilamowitz, 1962, 518; Ried-
weg, 1997 [= 1995] 47 n. 87), que el fragmento empedocleo aluda al verso órfico «liberar
del ciclo y dar un respiro al mal» (kuvklou te lh`xai kai; ajnayu`xai kakovthtoı (OF 348),
o al revés (cfr. Kern, 1888b, 505; Rathmann ,1933, 106, n. 89; Kranz, 1967 [= 1935], 109),
pues en cada caso se habla de cosas distintas: Empédocles exhorta a una práctica purifica-
toria activa relacionada con la abstención de algo que tiene una cualidad negativa, mientras
el poeta órfico alude a la capacidad de Dioniso y Perséfone para liberar al alma del ciclo de
renacimientos y aliviar un estado pasivo de sufrimiento anejo a dicho ciclo.
Cfr. p. e. Sch. Hom. Il. 13.589 (habla de sacerdotes, posiblemente órficos), Eust. in
171
Sobre dichos alimentos, cfr. el cap. 34, § 4.4.
Il. 948.24, Heraclid.,Pont. en Lyd., Mens., 4.42, Didym. en Gp. 2.35.8. Cfr. asimismo el títu-
172
docles es de inspiración pitagórica, como Gell. 4.11.9, quien afirma que el poema del Agri-
gentino sigue sobre las habas la doctrina pitagórica.
1137
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176
Véanse en OF 648. No creemos que se deba dudar, si no de su autoría, al menos de
su procedencia órfica, a pesar de que algunos autores antiguos lo citen en relación con Pitá-
goras y de que Delatte, 1915, 23 lo considere pitagórico (sobre las dudas al respecto, cfr.
Linforth, 1941, 152 s.). En todo caso, el contenido del verso responde a una misma con-
cepción, que es la que aquí nos interesa. Sobre este verso en relación con Empédocles 13 B
141 D.-K., cfr. Haussleiter, 1935, 86; West, 1983a, 14 s.
177
Cfr. Zhmud, 1997, 127, quien señala la vinculación de la prohibición de las habas
Cfr. en especial Sch. Hom. Il. 13.589 y Varro en Plin. HN 18.118. Cfr. también
con la creencia en la metempsicosis.
Porph. VP 43.10.
178
179
Cfr. Emp. 31 B 140 D.-K.
180
Cfr. Emp. 31 B 127 D.-K., Kirk-Raven-Schofield, 21987 (= 1983), 452.
181
No compartimos la negación de la influencia órfica a favor de la pitagórica a este
respecto que aducen autores como Long, 1948, 56 s., basándose en la falta de testimonios
más lejos, los testimonios ya citados de E. Hipp. 952, Ar. Ra. 1032 o Pl. Lg. 782c, para con-
antiguos relativos a los órficos o a Orfeo referentes al vegetarianismo. Cabe recordar, sin ir
tradecir dicha tesis. Incluso hay quien, como Bremmer, 2002, 24, defiende una mayor pro-
ximidad de Empédocles con el orfismo en este sentido.
1138
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4. CONCLUSIÓN
1139
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1140
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XLVIII
Alberto Bernabé
Universidad Complutense
1. PROPÓSITO
1
Caps. 45-47. Sobre toda la cuestión, cfr. Bernabé, 2004b.
comentario contenido en el Papiro de Derveni, un texto exegético órfico, en que los ele-
2
Se prescinde de otros dos casos que se estudian en otros lugares de este libro: a) el del
los textos del corpus órfico que son obra de filósofos pitagóricos (como la Red, el Peplo, la
modo, profundizar y perfeccionar el mensaje religioso –sobre lo cual cfr. el cap. 22–; y b)
1141
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2. TALES DE MILETO
mentarse a sí misma puede provocar que algunos pasajes documentados en fecha tardía pue-
Apio en Hom. Clem. 6.4.1 (OF 104): «La materia, compuesta de cuatro elementos,
7
8
no, procedente de la misma fuente) a las Rapsodias, con la aquiescencia de West, 1983a, 266
que estaba animada». Burkert ,1968, 109, n. 45, atribuye el relato de Apión (como el de Rufi-
y la de Bernabé 2004a, passim. En cambio, Brisson, 1995, como Kern, cree que se refiere
a la Teogonía de Jerónimo y Helanico.
1142
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3. ANAXIMANDRO DE MILETO
(Dicen que Museo) dijo que todo nace de lo uno y que en eso de
nuevo se disuelve.
Rapsodias12:
ción que encontramos en un fragmento indirecto que deriva de las
9
P. Derv. col. VI 8 «porque también las almas son incontables».
10
D. L. 1.3. En líneas generales podríamos decir que «Museo» es el nombre al que se
1143
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... dividiendo el cual [sc., el huevo] por fricción la fuerza del que
lo había engendrado, nos apareció así de él un dios, Fanes, el cual,
tras haber dejado la parte de abajo de la cáscara como Tierra, ponien-
do en alto la parte que había sobre su cabeza, realizó el Cielo.
13
Sch. Gr. Naz. Or. 31c.16 (ed. Norden, Hermes 27, 1892, 614 s. = OF 80 IV).
14
Cfr. Anaximand. 12 A 10 D.-K., así como Vernant, 1962, 90 ss.; Kirk-Raven-
Ar. Av. 693 ss., cfr. Bernabé, 1995b; Pardini, 1993; Imperio, 2004, 350 ss. y cap. 51,
Schofield, 1983, 131 s.; Bernabé, 1988a, 51 s., 56.
15
§ 3.1.
16
Anaximand. 12 B 1 D.-K.
1144
1141-1280:1141-1280 29/9/08 15:58 Página 1145
Las cosas perecen en lo mismo que les dio el ser, según la necesidad.
Y es que se dan mutuamente justa retribución por su injusticia (didov-
nai divkhn), según la disposición de Tiempo (kata; th;n touı Crovnou
tavxin).
4. ANAXÍMENES DE MILETO
17
Cfr. cap. 14, § 7.
18
Así, encontramos la palabra «retribución, compensación» (ajntamoibhv) en una lami-
OF 242.
20
21
1145
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5. ALCMEÓN DE CROTONA
OF 14.3. Cfr. Boyancé, 1974, 97 ss. «pneu`ma ... no me parece que deba ser en prosa
22
Cfr. cap. 28, § 3.
23
otra cosa que el equivalente de lo que es pnoihv en la lengua poética». Véanse también Ric-
ciardelli Apicella, 1980, 118; Funghi, 1980, 80 s.; y Olivieri, 1950, 19 ss. (con los que coin-
cide Tsantsanoglou, por carta). Por su parte, West, 1983a, 90, n. 36, piensa que este verso
es una «interpolación estoica», pero, en mi opinión, se ha hablado demasiado de influencias
estoicas sobre los poetas órficos. Me parece más verosímil que sean los estoicos los que
se han visto influidos por este modo de pensar. Sobre la relación de órficos y estoicos, cfr.
Emp. Fr. 12.3 Wright (31 B 8.3 D.-K.), Fr. 47. 14 ss. Wright (31 B 35.14 ss. D.-K.),
26
Alcmaeo 24 B 4 D.-K.
Pl. Phd. 111d, Phlb. 61bc, Ti. 35; 41d, Lg. 773d.
27
Hymn. Mag. 23.21 (II 262 Preisendanz-Henrichs) «juro por la Cratera de la divini-
dad», Corp. Herm. V ÔErmou` pro;ı Tat, oJ Krhth;r h] ktl., cfr. Reitzenstein, 1922, 100,
28
194, 214 n. 1; Nock-Festugière, Hermes Trism., París I, 1945, 56 s., n. 28; Copenhaver, Her-
metica, Cambridge, 1992, 131.
1146
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6. JENÓFANES DE COLOFÓN
dío como las Rapsodias, es claro que uno muy semejante se leía en
Pese a que el pasaje literal está documentado en un poema tan tar-
29
OF 409-412. Sobre esta obra cfr. Lobeck, 1829, 736; Ziegler, 1942, 1411; Nilsson,
1958; Kahane, 1965; Brisson, 1990, 920; Edwards, 1992; Parker, 1995, 486; Kingsley,
1995, 134 ss.; Bernabé, 1998a, 68 y cap. 19, § 2.6.
1147
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y otro de Aristóteles34:
1148
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Uno solo Zeus, uno solo Hades, uno solo Helio, uno solo Dioniso,
un solo dios entre todos,
7. PARMÉNIDES DE ELEA
leemos:
36
Macr. Sat. 1.18.18 (OF 543), cfr. cap. 19, § 7.2.
1149
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cemos en las diferentes versiones del Himno a Zeus (una de las cua-
Tras estas palabras, que son una paráfrasis de un verso que cono-
223)42. Dado que Platón remite esta imaginería divina a «un antiguo
relato», es claro que se inspira en un texto órfico considerado ya anti-
guo en el siglo IV a.C., lo que nos lleva, al menos, en torno a finales
del VI o principios del V a.C.43
Habría que plantearse por qué Parménides sitúa a Dike aquí, en
una puerta que tiene mucho en común con una entrada al Más Allá.
El Más Allá en la concepción antigua es el lugar en que se unen pasa-
do, presente y futuro, el lugar en que se conocen todas las cosas44. Lo
más probable es que Parménides quisiera indicar con ello que, al
penetrar en estos terrenos, lo hace legítimamente, que su acceso a
determinados tipos de verdad está en el orden debido de las cosas. No
es pura imaginería, sino una manera de expresar la legitimidad de su
acceso a una cierta forma de conocimiento.
Ad loc., 163.
38
OF 32.
40
41
42
Burkert, 1969, 11, n. 25.
43
Cfr., además, la referencia del Ps.-D. 25.11 a la Justicia personificada en ámbito órfi-
co, así como a su presencia en la cerámica suritálica del s. IV a.C. (cfr. cap. 29 §, 4).
44
Cfr. § 7.4.
1150
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sofo (28 B 8, 4)47. La palabra había sido usada antes por Hes. Op. 476
en la base del uso del adjetivo mounogenevı, «homogéneo», del filó-
45
Burkert, 1999a, 79 s. Algunos de estos puntos están ya en Burkert, 1969, cfr. también
1998, 390, n. 18; West, 1983a, 109.
46
Ferrari 2003 sostiene que cuando Parménides dice que ha abandonado la morada de
Noche (28 B 1.9 D.-K.) se refiere al momento en que ya ha sido iniciado por ella y que se
Cfr. West, 1983a, 93. No obstante, hay una cierta petitio principii, dado que messov-
49
Cfr. también Burkert, 1999b, 96.
50
1151
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entre OF 242
c) Es dudoso si existe algo más que una mera semejanza verbal
51
Menos significativo es el paralelo entre OF 111 mevga Cavsma pelwvrion y Parm. 28
OF 155; cfr. OF 157, en que se llama a la luna oujranivan gh`n, «tierra celeste».
B 1.18 D.-K. cavsm∆ ajcanevı,
52
53
Cfr. West, 1983a, 49 y n. 45, 109.
54
28 B 14-15 D.-K.
55
Colli, en su comentario a 4[B 50], p. 418, entiende, a la luz del pasaje parmenídeo,
1152
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(28 B 1 D.-K.) y por Fanes en las Rapsodias (OF 172 s.). Platón desa-
realiza un viaje ultramundano, conducido por el propio Parménides
y en Parm. 28 B 6. 4 D.-K.:
Ar. Av. 685 ss. (sobre el cual cfr. Bernabé, 1995b), Epimenid. Fr.1 D.-K., Pythag. Carm. Aur.
57
54 ss., Emp. Frr. 1, 102.4, 114, 128 Wright (y comentario ad loc.) (= 31 B 2; 112.4; 124.141
D.-K.). Cfr. asimismo Fränkel, 1946; Schwabl, 1962, 1473; West, 1983a, 112, n. 83.
1153
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58
Arist. Mete. 353a 34 ajrcai; kai; rJivzai gh`ı kai; qalavtthı. Alex. Aphr. in Mete.
1154
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imitatio mortis68.
ca de Parménides, como la de un iniciado órfico, es la propia de una
66
B 8.28 D.-K. ajlla; qevmiı te divkh te.
67
B 1.28 s. D.-K. crew; dev se pavnta puqevsqai. Por cierto, que los tres principios
reaparecen fuera del proemio. Justicia es mencionada ya dentro de la vía de la verdad (B
8.14 D.-K.). Es la que mantiene al ser inmóvil. También la Necesidad (en su otro nombre,
Ananke) es mencionada en B 8.16, como responsable de lo que debe y no debe pensarse,
en B 8.30 vigilando para que el ser permanezca en sus cadenas, para que sea limitado, y en
B 10.6 manteniendo atado al cielo. En B 8.37 aparece otro cuasisinónimo, Moira, que man-
tiene al ser total e inmutable. Y no entro en la imaginería de la vía de la opinión, difícil de
analizar, pero en la que hay notables aportes de la tradición cosmogónica mítica, en la que
apuntamos el papel central de una divinidad femenina, un rasgo propio de las variantes reli-
giosas del sur de Italia. Todas estas divinidades o, si se quiere, principios hipostasiados, pue-
blan por todas partes las teogonías órficas.
68
Sobre los rituales que incluyen una experiencia de muerte ficticia cfr. Martín Her-
nández, 2005b.
1155
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8. ANAXÁGORAS DE CLAZÓMENAS
(y con Hesíodo y Empédocles), atribuyendo a la vieja idea de que Eurípides fue discípulo
del filósofo el hecho de que el poeta trágico haya recogido una idea que le parece anaxago-
rea. El añadido de Empédocles a la lista se comprende con facilidad. El de Hesíodo se debe
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Y cuantas cosas tienen alma, tanto las mayores como las meno-
res, a todas las gobierna el Intelecto. También gobernó el Intelecto
toda la rotación, de manera que girase al principio. Empezó a girar al
principio a partir de una zona pequeña. Ahora gira en una mayor y
girará en otra aún mayor. ... La propia rotación hizo que se separaran:
de lo raro se separó lo denso; de lo frío, lo cálido; de lo tenebroso, lo
brillante; y de lo húmedo, lo seco.
Zeus que sujete el mundo con éter en las Rapsodias (OF 237) y el cla-
ciona diversos mundos con ciudades habitadas; la Noche aconseja a
zomenio (59 B 1 D.-K.) señala que «todas las cosas las sujetaban aire
y éter»77.
Se trata, pues, de un conjunto de similitudes que ponen de mani-
fiesto que los órficos y Anaxágoras imaginaron un proceso cosmogó-
nico muy parecido. En la Atenas de la época la actividad de uno y
otros debía de ser mutuamente conocida y no es descartable la exis-
tencia de influjos, aunque ignoramos en qué sentido.
9. DIÓGENES DE APOLONIA
76
Anaxag. 59 A 45, II 18. 20 D.-K. Cfr. Olivieri, 1950; Burkert, 1968, 107; Ricciarde-
lli Apicella, 1980, 118 ss.
Aves, introduzca en la parodia de los órficos vocabulario característico de la física jonia (cfr.
77
No extraña por ello que Aristófanes, cuando imita a los órficos en la parábasis de las
Bernabé 1995b).
1158
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11. COLOFÓN
80
Cfr. § 4 con respecto a las semejanzas de la teoría órfica del alma-aire y Anaxímenes.
81
Aunque es obvio que se podría inspirar con el aire otra cosa y que el alma no fuera aire.
82
Aët. 2.7.2 (= Leucipp. 67 A 23 D.-K.).
83
Cfr. § 7.
84
Democr. 68 B 5 (II 136.42 D.-K.).
1159
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1160
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XLIX
PÍNDARO Y EL ORFISMO
1. INTRODUCCIÓN
1
Entre los que han atribuido las huellas órficas a la propia fe del poeta se encuentran
Rohde, 1890, 204 s., Rossi, 1952, 31-40 (que ve más probable su adhesión al pitagorismo)
rismo en Píndaro y ha señalado numerosos pasajes del autor, además de la Olímpica Segun-
y Duchemin, 1955, 321-334, 342-346, que ha enfatizado la influencia del orfismo-pitago-
1161
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4
Sin embargo, destacan varios estudios sobre la escatología de la O. 2 y los Trenos y
la influencia de corrientes mistéricas, como los de Von Fritz, 1957; Bluck, 1958; McGib-
bon, 1964; Demand, 1975; La Croce, 1977; y Nisetich, 1988. Un hito en el estudio de la
cuestión lo marcó el trabajo sobre el Más Allá en Píndaro de Lloyd-Jones, 1984, quien por
todo la reflejada en las laminillas áureas). Sobre el orfismo en los Trenos son notables los
primera vez estableció paralelos precisos entre la escatología pindárica y la órfica (sobre
estudios de Cannatà Fera, 1990 passim, y de Bernabé, 1999a. Se centran sobre todo en el
orfismo de la Olímpica 2, pero teniendo en cuenta otros pasajes del autor, como los Trenos
y los Ditirambos, Santamaría Álvarez, 2000, 100-141; 173-189 y 2004, 154-185, 226-418.
ler. I. Epinicia, Leipzig, 81987 y E. Maehler: II. Fragmenta. Indices. Leipzig, 21989; para
5
Sigo la que se ha convertido en edición estándar de Píndaro, la de B. Snell-E. Maeh-
los Trenos, Cannatà Fera, 1990. Esta editora piensa que los Fr.131a-131b Maehl. (OF 442)
1162
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2.1. El origen del mundo y del hombre: Píndaro y las teogonías órficas
17, que, como hemos indicado, está repleta de contenido órfico, dice:
1163
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2.6010.
9
Véase Martínez Nieto, 2000, 87 ss.
10
En varios trabajos (1985a, 399, 410, 1985b, 1995, 4, 1997b, 159-165) Brisson se ha
manifestado contra la antigüedad del concepto de Tiempo personificado en el orfismo, así
como en Ferecides, de modo que niega cualquier influencia órfica en los pasajes de Pínda-
ro señalados. No es éste el lugar de replicar en detalle. Baste indicar que, si bien los indi-
cios no son incontestables, sí hacen bastante probable la presencia temprana del Tiempo en
1164
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12
En Pi. P. 3.77-79 se lee: «Quiero invocar a la Madre, la diosa venerable a la que de
noche celebran junto con Pan las jóvenes, al lado de mi umbral». Explicaría estos versos la
Tebas, llevado de una aparición que le sobrevino (Aristodem. Alex. FGrHist 383 F 13). Que
leyenda de que Píndaro dedicó una estatua de la diosa en un santuario al lado de su casa en
tal santuario existió realmente lo certifica Paus. 9.25.3, quien, además de repetir que Pínda-
ro dedicó la estatua, asegura haberlo visto en Tebas junto a las ruinas de la casa del poeta.
Zeus, a quien dedicó un himno, Fr. 36 Maehl.) cuestiona su imagen de tradicionalista reli-
Esta devoción de Píndaro hacia divinidades extranjeras (como a Amón, identificado con
Fr. 70b Maehl. La párodos de E. Ba. 78-82 es otro ejemplo célebre del sincretismo
gioso.
13
Lam. Thur. OF 492.1 donde se lee GAMMATRI ... KUBELEIA, que puede leerse Ga`i
de cultos de Dioniso y de la Madre. Entre los textos órficos que la mencionan destaca la
matriv (Zuntz, Bernabé) ... Kubeleivaãià (Bernabé, Diels, Murray, Pugliese Carratelli).
El comentarista del P. Derv. col. XXII 7-12 dice que son la misma diosa Gea (Tie-
rra), la Madre, Rea, Hera y Deméter, a propósito del verso de unos Himnos órficos: «Demé-
14
1165
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Los órficos profesaron que el hombre estaba formado por dos com-
ponentes de naturaleza antagónica: el alma y el cuerpo (yuchv/sw`ma,
conceptos que aparecen contrastados en las láminas de Olbia). El
alma, verdadero ser del hombre, es autónoma e inmortal, esto es, pre-
existe y sobrevive al cuerpo. Es de origen y naturaleza divinos, pero
por una culpa originaria se ve sometida al castigo de habitar un cuer-
po humano, que se concibe como una tumba del alma (tal como se
expresa en la fórmula órfica sw’ma-sh’ma)15.
Esta marcada concepción dual del hombre era perfectamente conoci-
da por Píndaro, pues la expone con claridad en un fragmento trenético16:
OF 430.
Fr. 131b Maehl. = 59.2-5 Can.
15
16
17
Como sucede a menudo en Píndaro, la expresión «distinción que se avecina entre pla-
se a avisos proféticos de parte de los dioses sobre la distribución de futuros goces o sufri-
ceres y dolores» (terpnw`n ejfevrpoisan calepw`n te krivsin) es ambigua: puede referir-
mientos en la vida; a señales divinas que ayuden a los hombres mostrándoles qué decisiones
pueden proporcionar alegría o dolor; o, probablemente, a la sentencia de premio o castigo
encia típicamente órfica. El P. Derv. col. V 5-7, al criticar a los que no creen en los sueños
que les espera tras la muerte. Los «terrores del Hades» anunciados en sueños son una cre-
(ejnuvpnia) como mensajes de los dioses, menciona «los terrores del Hades», probablemen-
te en referencia a pesadillas sobre los castigos en el Más Allá, que los órficos tomarían como
indicios ciertos y los demás desdeñarían. Cfr. Brillante, 1987, y Bernabé, 2002g.
1166
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18
Destinos excepcionales como el Elisio homérico o las Islas de los Bienaventurados
de Hesíodo son alternativas a la muerte, concedidas por Zeus a determinados elegidos.
19
El Hades «es la morada de negros muros de Perséfone» (O. 14.20 s.); los miembros
del vencedor son mortales, y el último de todos sus ropajes será la tierra (N. 11.13-16); el
hombre cuyas hazañas no son cantadas no puede esperar más que una vida triste en el Hades
(O. 10.91-94); los muertos ilustres, aunque acaben siendo ceniza, conservan su gloria (O.
8.77-80); no es posible devolver la vida a un cuerpo muerto: «Vano es el fin de hueras espe-
(O. 1.92 s.); en N. 4.85 exclama: «Que él, que habita junto al Aqueronte, encuentre mi len-
ranzas» (N. 8.44 s.); incluso el destacado héroe Pélope descansa en el santuario de Olimpia
1167
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era muy usada en los Ditirambos, como muestran Pi. Fr. 75 Maehl. y B. Dith. 17. Segura-
20
Parece que esta métrica, de origen yámbico, tenía connotaciones dionisíacas, ya que
mente estaba en consonancia con la música rítmica y estrepitosa de los rituales dionisíacos,
en cuyo marco se ejecutaban los ditirambos (véase Lavecchia, 2000, 15-18).
21
aujtivk∆ ajpavlamnoi frevneı poina;ı e[teisan. Los vv. 57 s. son especialmente oscu-
ros y ambiguos. Las dos interpretaciones principales son: «Las almas descarriadas (o impo-
tentes) de los que han muerto aquí (en la Tierra) pagan sus penas enseguida (en el Hades)»;
o bien: «las mentes de los muertos pagan aquí (en la Tierra) sus culpas enseguida», es decir:
las culpas de una vida se pagarán en la próxima reencarnación. La primera propuesta me
parece más verosímil. Es llamativo que Píndaro atribuya frevneı (mentes o almas) a los
muertos, cuando son un elemento psicológico que, según Homero muere con el cuerpo.
1168
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A este mismo Treno parece que pertenecía otro verso que aludía a
los ríos lentos de la oscura noche vomitan infinita oscuridad»25.
eterno se refería, sin duda, otro verso suelto de un Treno27: «No hay
brando los mismos rituales también en el Más Allá. Al mismo gozo
Fr. 130 Maehl. = 58b Can. (OF 440); según Plu. De lat. viv. 1130C, se trata del «ter-
de textos órficos (cfr. Turyn, 1942).
25
Érebo y al abismo». Wilamowitz, 1922, 497-500, que basa su argumentación en Varro Sat.
cer camino, el de los que vivieron impíamente y fuera de la ley, que conduce las almas al
Men. 560 Astbury, pensó que Plutarco estaría describiendo las tres vías posibles que las
ficación, destino que siguió Heracles. Generalmente se ha aceptado que el Treno del que con-
almas siguen tras la muerte. En el texto faltaría una alusión a la primera vía, que sería la dei-
servamos los Frr. 129, 131a y 130 Maehl. (= 58a, 59 y 58b Can.) y la O. 2 describirían estos
tres caminos. Snell así lo admite, y ante estos fragmentos coloca el epígrafe «<tres sunt ani-
marum post mortem viae: una qua Hercules ad deos pervenit, altera quae ducit ad> eujsebw`n
cw`ron”. Estas tres vías son discutibles, ya que en la O. 2 los tres posibles destinos (vida feliz,
castigo y entrada en la Isla de los Bienaventurados), no son simultáneos y excluyentes, pues
carnaciones. Quizá se refería también a castigos en el Tártaro el Fr. 207 Maehl. «el fondo del
los primeros parecen temporales y el tercero se alcanza una vez superado el ciclo de las reen-
Pl. Men. 81bc, Pi. Fr. 133 Maehl. = 65 Can. (OF 443). Platón no especifica si se trata
27
28
daro puede haber introducido este motivo en otro género, como de hecho ocurre en la O. 2.
de un treno, pero la temática escatológica hace bastante probable que así sea. Con todo, Pín-
El primero en editarlo entre los Trenos fue Schneider, seguido por Snell-Maehler y Cannatà
1169
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Fera. Se mantienen escépticos sobre su carácter de treno Wilamowitz, 1922, 252, y Farnell,
1932, II, 436. Bernabé, 1999a, ha efectuado un valioso análisis tanto del fragmento como
del contexto en que Platón lo cita.
29
Sobre este mito, véase cap. 27. Ésta es la interpretación más común: apuntada por Tan-
nery, 1899, 129; y Reinach, 1919, 162 ss.; articulada y argumentada por Rosem 1936 y 1943,
aceptada incluso por el escéptico Linforthm 1941, 348-350, muy a su pesar: «One must ack-
nowledge that there is a high degree of probability in Rose’s interpretation. The fragment
may be accepted as at least plausible evidence that the story of the dismemberment was
known to Pindar». La defienden Cameronm 1942; McGibbon, 1964, 7 S.; Graf, 1974, 74, n.
53, 1993, 244; Burkert, 1980, 33, 1985, 298; Parker, 1983, 299 ss.; Lloyd-Jones, 1990 (orig.
1985), 90 ss.; Nisetich, 1989, 51 s.; Cannatà Fera, 1990, 219-231; Segal 1990, 412; Riedweg,
1995, 45; Bremmer, 1996, 98; y Bernabé, 1999a. Guthrie, 1952, 165 opina que el «antiguo
dolor» es una forma suave de designar al propio pecado originario; se muestran escépticos
Zuntz, 1971, 86; Seaford, 1986, 8 (para quien la poinav consiste en un antiguo pevnqoı, esto
es, el antiguo castigo y confinamiento de los Titanes, no los del mito órfico, sino los que se
enfrentaron a los dioses); Brisson, 1992, 497; y Holzhausen, 2004, 32-36.
el Fr. 133 Maehl. (ni en la O. 2). Píndaro no estaría haciendo referencia al mito de los Tita-
30
Recientemente, Holzhausen, 2004, 32-36, ha defendido que no habría nada órfico en
nes, sino al mito del rapto de Perséfone, tal como está recogido en el Himno homérico a
Deméter. El antiguo dolor sería el provocado a la diosa por ser raptada y que es menciona-
do en h. Cer. 37, 343 s. La compensación consistiría en la participación de los hombres en
los misterios de Eleusis, pues Hades anuncia a Perséfone (vv. 366-369) que quien no la haya
1170
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órficos:
hausen relaciona este pasaje del Himno con los otros citados, en ningún momento se dice
propiciado con ofrendas y llevado una vida santa será castigado eternamente. Aunque Holz-
que esta propiciación a Perséfone a través de la iniciación (vv. 273 s., 368 s. iJlavskesqai)
sea para ella una compensación por el dolor sufrido en el rapto, como él asegura (33 s.).
Además, no parece haber una razón clara para que los hombres tuvieran que pagar a la diosa
hombres que la han venerado es felicidad en el Hades, mientras que en el Fr. 133 es una
un castigo (poinav) por un dolor del que no son culpables. Lo que la diosa concede a los
reeencarnación favorable. Además, es evidente que Píndaro habría tenido que utilizar otras
fuentes no eleusinias, dado que en Eleusis no se enseñaba la reencarnación. Este problema
no existiría si pensamos que la fuente única es el orfismo y que se está aludiendo al mito de
los Titanes.
31
31 B 146 D.-K.
32
Ello está en consonancia con otros fragmentos en que Empédocles se proclama dios,
Pl. Phd. 81d-82a, Phdr. 248c-249b, Ti. 91e-92c. Cfr. cap. 52, § 2.
como 31 B 112 y 115 D.-K. Cfr. cap. 47, § 3.3.
33
1171
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el Fr. 133 Maehl., pues ella determina qué almas son dignas de alcan-
o el de la tortura. Su función parece muy similar a la de Perséfone en
34
Dado el papel preponderante que Necesidad (Anánke) o su trasunto Adrastea ocupan
31 B 115.1 D.-K., Pl. R. 620c; Phdr. 248c), interpreto el término ajnavgka como una perso-
en el ciclo de la reencarnación en numerosos textos de naturaleza o influencia órficas (Emp.
con la ambigüedad de género al utilizar tiı y fravsaiı, un participio que en griego puede
entenderse como masculino o bien como femenino, con la vocal final elidida ante vocal
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37
OF 488.8, 487.4, 488.9.
En concreto de Hes. Op. 161-173, que dice que Zeus destinó a las Islas de los Bie-
38
Como testimonia D. S. 11.53.2.
39
naventurados a hombres de la cuarta raza, la de los héroes (parece ser que sólo a los que no
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dice así:
40
Así, en las laminillas se imagina al difunto entrando en «las praderas sagradas y los
bosques de Perséfone» (OF 487.5-6). En la de Feras (OF 493) se lee: «Entra en la sagrada
«las praderas de los piadosos». Otros testimonios: Ar. Ra. 326, 351; OF 340; en descrip-
pradera, pues el iniciado está libre de culpa». Según D. S. 1.96.2 (OF 55), Orfeo habló de
ciones escatológicas de Platón: Grg. 524a, R. 614e, Phdr. 248c, cfr. Ps.-Plat. Ax. 371c.
Fr.128d Maehl. = 1 Can. vv. 16-19. El fragmento presenta varios rasgos comunes con
Sobre la pradera del Más Allá cfr. Velasco, 2001.
la O. 2: habla de la inmortalidad de Ino entre las Nereidas (vv. 2-5, cfr. O.2.28-30) y las
41
«justas decisiones» (ojrqai; boulaiv v. 16) se asemejan a las de Radamanto (O.2.75: boulai`ı
sión una alusión al juicio post mortem e incluso una referencia al pecado originario del
ejn ojrqai`si ∆Radamavnquoı). Según Cannatà, 1990, 121, no es descartable ver en esta expre-
hombre, heredado de sus padres los Titanes, en las palabras «antiguo… a los padres»
(palaio;n… tokeu`si v. 17).
1174
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Derveni: «Por esto hacen el sacrificio los magos, como si pagaran una
dría la frase del Fr. 65 Can.: «A los que Perséfone acepta la expiación
pena» (wJsperei; poinh;n ajpodidovnteı, col. VI 4-5). Este sentido ten-
por el antiguo dolor», pagada a través de una vida pura. Pero si esta
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muere la pena
de nuevo rencorosa, domeñada (palivgkoton damaqevn)
cuando la Moira del dios envía,
elevada, la dicha hacia lo alto. Se aplica mi palabra a las de bellos
[tronos,
a las hijas de Cadmo, que grandes padecimientos soportaron; pero el
sufrimiento (pevnqoı) cae pesado (baruv)
ante bienes más poderosos.
Vive entre los Olímpicos la que murió por el fragor
del rayo (keraunou`), Sémele de larga cabellera.
42
Pl. Men. 81b, Phd. 70c.
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43
El significado de la expresión ejı to; pavn es controvertido: tradicionalmente se ha
considerado referido «a la generalidad, el vulgo», interpretación que ha sido últimamente
muy cuestionada. Personalmente, creo que se refiere a que son necesarios intérpretes que
expliquen el sentido total de sus flechas o palabras.
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culaban al menos desde los inicios del siglo V (basta pensar en la Teo-
leyó atentamente poemas órficos. Hay constancia de que éstos ya cir-
una obra con este tema específico, como un Hierós Lógos, un Des-
ja es de carácter escatológico, lo más probable es que lo extrajera de
censo al Hades o Catábasis de Orfeo (en que este narraría lo que vio
en su viaje al otro mundo), o incluso una Teogonía, que podría aca-
bar narrando el destino del hombre. Estas mismas obras tuvieron que
44
A menudo (cols. IX 2s., XII 3, XVIII 5, XXIII 5, XXVI 8) se refiere a los no inicia-
dos como «la multitud» (oiJ polloiv) o «los que no comprenden» (oiJ ouj ginwvskonteı).
45
Cfr. Bernabé, 1996a.
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Según Serv. Aen. 6.392 s. (II 61.28 Thilo-Hagen), tal historia se leía en Orfeo. Lloyd-
Jones, 1967, 187, postula un poema órfico sobre el tema –que sitúa ca. 550 a.C.–, atribuido
46
a Museo, vínculo ático entre los misterios de Eleusis y el orfismo. Cfr. OF 713-716 y cap.
a él de los muertos» recuerda a O.2.57 s.. «Las almas descarriadas de los que han muerto
aquí enseguida pagan sus culpas» (cfr. B.5.62 s. y Verg. Aen. 6.309 ss.); en el Fr. 70d se lee:
Tal es la interpretación de Lavecchia, 2000, 124 s., que cita un pasaje de Plu. de E
«El Cronida asintió por necesidad (o a la Necesidad) /… largo camino de los inmortales».
del género ditirámbico como de Baquílides son los exiguos restos de un Ditirambo de éste
ción por medio de Dioniso. Otro indicio de la vinculación con Orfeo y el orfismo tanto
(28 Maehl., menos probablemente Epinicio) sobre Orfeo, que es mencionado como
«Eágrida».
1179
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4. MOTIVACIÓN DE PÍNDARO
50
Una razón por la que Platón prefiere a Píndaro es ofrecida por Bernabé, 1999a, 257-
259: probablemente a Platón no le agradaba el uso popular y ritualista de los poemas órfi-
cos por parte de algunos sacerdotes, mientras que en Píndaro encontró estas ideas ennoble-
cidas moral y poéticamente, sin connotaciones negativas, y lo consideró más apropiado para
sustentar su teoría.
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(que no conocemos, pero que bien pudieran ser Terón o algún miem-
bro de su familia), la promesa de salvación en el Más Allá debió de
cumplir, una función consolatoria ante la experiencia o la proximidad
Fr. 137 Maehl. = 62 Can. (OF 444 I), muy similar a S. Fr. 837 Radt (OF 444 II).
Clem. Al. Strom. 3.3.17. Snell, seguido por Maehler, considera destinatario al ate-
51
niense Hipócrates, para quien Píndaro compuso un Treno, según Sch. Pi. P. 7.18a, pero no
52
hay suficiente fundamento para pensar que el Fr. 137 Maehl. perteneciera a ese Treno.
Lavecchia, 2000, cree probable que formara parte del Ditirambo 2.
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53
Vv. 38-41: «A los Emménidas y a Terón les ha llegado la gloria por don de los Tin-
dáridas [los Dioscuros, Cástor y Polideuces] de hermosos caballos, por ser los mortales que
los reciben con más hospitalarias mesas, guardando con piadoso juicio (eujsebei` gnwvmai)
las ceremonias de los bienaventurados (makavrwn teletavı)».
54
Heródoto (4.72) cuenta el caso del rey Escilas de Escitia, que se inició en el culto de
Dioniso Baqueo en Olbia, donde se hallaron las láminas óseas que vinculan a los órficos
con Dioniso. Olimpíade, la madre de Alejandro, era una seguidora de Dioniso. El sepulcro
de la difunta de Pelina en que se encontraron dos laminillas (OF 485-486) es de mármol,
lo que es indicio de sus recursos.
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5. RECAPITULACIÓN
55
Pi. Fr. 131b Maehl. = 59 Can.
1183
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que habla de la expiación que pagan las almas a Perséfone y del acce-
so a una reencarnación superior cuando ha sido satisfecha.
típicamente órficas. Las más claras son los premios y los castigos post
En todos estos textos aparecen tanto doctrinas como imágenes
1184
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1. INTRODUCCIÓN
2. ORFEO MÍTICO
1
Sobre todo en Ov. Met. 10.1-85 y Verg. G.4.453-527. Pl. Smp. 179d también narra,
aunque adaptándolo a sus propósitos filosóficos, el desenlace del episodio de Orfeo y Eurí-
TrGF 9 F5 Snell. También encontramos algunos restos muy fragmentarios que podrían
dice. Cfr. Bernabé, 1998a, 41-43.
apuntar a la existencia de otras tragedias que trataron del mito de Orfeo: Trag. Adesp. Frr.
2
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ron a cargo de Orfeo, y que éste se los llevó a Tracia. Aunque en nin-
gún momento se dice de manera explícita, lo más lógico es que
Orfeo, tras la expedición de los Argonautas, regresara a su patria y
dan silencio salvo en Reso6, donde aparece como hijo de una Musa, lo
Respecto a la familia de Orfeo y a su origen divino, los trágicos guar-
Testimonia un origen macedonio A. R. 1.23; por su parte, Str. 7.330 Fr. 18, aunque
3
Véase § 2.8.
4
1949; y Björck, 1957. Ritchie, 1964, siguiendo a Murray, 1913, piensa que el Reso es una
bién existe una línea de partidarios de la autoría euripidea, como Hartung, 1843; Sneller,
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En literatura contamos con los testimonios de Eumel. P. Oxy. LIII 3698 (cfr. Debiasi,
10
Cfr. Bond, 1963, 70 ss.
2003) y Fr. 28 West, Simon. Fr. 62 (PMG 567 Page) y Pi. P. 4.176 ss. En iconografía, el pri-
11
mer testimonio de Orfeo como argonauta es una metopa del Tesoro de los Sicionios, data-
Ni Verg., G. 453-525 ni Ov., Met., 10.1-11.84 prestaron atención a esa faceta. Por el
da en el segundo cuarto del s. VI a.C. Cfr. Garezou, 1994, nº 6 y cap. 8, § 6, con fig. 5.
contrario, Estacio se hizo eco de ella en Theb. 5.344 ss., quizá, basándose en el texto de
12
Eurípides para elaborar el suyo. Esta leyenda fue también objeto del poema Las Argonáuti-
cas de Valerio Flaco.
13
Cfr. Sch. A. R. 1.23 (8.22 Wendel). Para su interpretación cfr. cap. 5, § 6.
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Orfeo ejerce la función de educador, esta vez de Heracles, Alcid. Ul. ix. 24. Como sucede
17
Hay que añadir que existe otro testimonio llamativo, de fecha incierta, en el que
se encuentra a Heracles instruido por Orfeo. Mientras que en la Hipsípila se especifica que
en el texto de Eurípides respecto a los hijos de Jasón, este testimonio es el único en el que
el bardo les instruyó en la música y las armas, en este epigrama no se dice explícitamente,
pero, por el contexto, se podría entender que enseñó a Heracles la escritura y la sabiduría
(sofivhn quizá se refiera al conocimiento sobre los dioses y el Más Allá que transmitía la
poesía que se atribuye al tracio, y los misterios de los que era considerado fundador). En la
tribuna para tocar la cítara, cfr. Shapiro, 1989, lam. 71 a p. 159; dado que en otro vaso de ca.
cerámica ática de finales del siglo VI a.C. hay una representación de Heracles subiendo a la
530 a.C. (cfr. Garezou, 1994, nº 176) encontramos en esa misma pose a un joven ateniense
anónimo que dirige su saludo a Orfeo (cai`re, ∆Orfeu`), que sería el modelo ideal para la
educación aristocrática, quizá la representación de Heracles evoque la formación que reci-
bió del bardo, en la que la música era el elemento fundamental.
des, así como en Sch. Pi. N. Arg. 2, AP 3.10 y Stat. Theb. 5.464 ss.; Nebrófono en Apollod.
18
El nombre del segundo hijo varía según las fuentes: Toante en esta obra de Eurípi-
1.9.17 y Deípilo en Hyg. Fab. 15. Por su parte, Ov. Her. 6.43 ss. dice que ambos son hijos
Este esquema se repite en E. Antiop. Frr.183 ss. Kannicht: Zeto se dedica a las armas
nacidos dentro de un matrimonio legítimo.
19
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20
Cfr. Burkert, 1994b, 44-49.
21
Bremmer, 1991, 17-20.
22
Graf, 1987, 90-92.
23
Cfr. Graf, 1987, 97-99.
distinguiera». Pi. P. 4.185 s.: «... Porque ninguno rezagado junto a su madre se quedara
24
A. R. 1.97-100: «A Alcón su padre lo enviaba (...) para que entre audaces héroes se
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26
En los primeros testimonios (E. Alc. 357 ss., Pl. Smp.179d-e, Isoc. Busir. 8) no se da
timonio lo ofrece en el siglo III a.C. Hermesian. Fr. 7 Powell (OF 985), que la llama Agrí-
el nombre de la esposa. Sólo a partir de época postclásica aparece nombrada: el primer tes-
ope. Es Ps.-Mosch. 3.124 (OF 986), probablemente en el s. I a.C., quien por primera vez la
llama Eurídice (también este nombre se encuentra inscrito en un relieve, copia romana de
uno ático del siglo V, pero parece que se trata de un añadido posterior, cfr. Schwarz, 1998,
nº 5). Se observa una fluctuación inicial en la denominación hasta que la tradición fija uno
de los nombres (de la misma manera que sucede con la madre-esposa de Edipo, Epicasta-
Yocasta). Para una probable motivación del nombre de Eurídice, cfr. Bremmer, 1991, 15-16
y cap. 55, § 2.2.
27
Cfr. Heurgon, 1932, 11; Linforth, 1941, 17; Bowra, 1952, 222; Dronke, 1962, 202;
Robbins, 1982, 16.
28
Cfr. Graf, 1987, 81; Heath, 1994, 168-178.
29
No resultaría extraño que en su discurso de despedida Admeto hiciera una alusión en
parte inapropiada, pues todo su discurso está marcado por esa falta de tacto, que le hace
parecer exagerado e hipócrita. Cfr. Heath, 1994, 168-178.
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30
Eurípides insiste en la valentía de Orfeo y en el poder de su arte, con el que consigue
lo más difícil de su hazaña: convencer a los dioses subterráneos de que le permitan violar la
ley natural; se trata, sin embargo, de un éxito parcial. Por su parte, Platón destruye ese éxito
y lo convierte en un fracaso desde el principio: Orfeo jamás convenció a los dioses, y ellos
le engañaron entregándole la imagen fantasmal de su esposa como pago por su cobardía, ya
que no fue capaz de morir por amor y decidió bajar vivo al Hades. Platón, por boca de su
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33
Cfr. cap. 5.
34
También son abundantes, aunque tardías, las representaciones iconográficas del tra-
cio tocando la cítara rodeado de animales salvajes que lo escuchan como embrujados por su
música: Garezou, 1994, nº 94-163; cfr. Bernabé, 1998d, 160-163 y cap. 9.
35
Cfr. Mezzabotta, 1994.
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36
Alcestis fue representada unos siete años antes que Medea y, como ya hemos visto, en
ella recurrió Eurípides al mismo tipo de ironía, lo que prueba que el episodio del descenso al
Hades de Orfeo era ya bien conocido por el público (pues, si no, la ironía no habría sido enten-
dida). En ambas tragedias los esposos de las protagonistas, que destacan por su egoísmo, men-
cionan a Orfeo, que es todo lo contrario a ellos. Sin embargo, mientras que Admeto dice de
una manera bastante hipócrita que desearía tener el canto de Orfeo para poder salvar a su espo-
sa de la muerte, Jasón afirma que no desearía tenerlo si no fuera a ser famoso por ello. Según
creo, la mención de Orfeo que Eurípides pone en boca de Jasón no sólo serviría para produ-
una especie de guiño hacia su público, que años antes había visto Alcestis y que no podría evi-
cir un efecto irónico mediante la comparación con el tracio, sino que también podría ser como
tar poner al mismo nivel a Jasón y a Admeto al oírles decir palabras semejantes.
37
fqogghv designa el sonido articulado en este contexto, producido por la voz humana.
En ningún caso se refiere al de un instrumento musical.
38
Cfr. Segal, 1978.
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En Reso 947 se utiliza la palabra sofisthvn para referirse a Orfeo y a Museo. Tam-
bién en Reso 919 se llama a Támiris «sofista tracio» (sofisth`i Qrhikiv) y de manera seme-
39
jante Clem. Al. Prot. 1.1.1 lo denomina Qravikioı sofisthvı. Para el significado de
sofisthvı y su aplicación a los poetas cfr. Guthrie, 1962, 38-41.
40
Cfr. Di Fabio, 1993, 204-207.
los que no estaba de acuerdo: en Hec. 1187-1194 Eurípides refleja la mala utilización de la
41
Aunque el trágico estuvo bastante influido por la sofística, hay aspectos de ella con
capacidad de persuasión, que parece que ya hacían muchos sofistas en su época. Orfeo es el
máximo representante del poder de persuasión, según las palabras de Ifigenia (IA 1211 ss.).
poder a la manera de los sofistas, queda la duda de si en el texto de Hécuba podría haber
Aunque en ningún momento Eurípides diga que el mítico cantor hiciera un mal uso de su
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43
Sobre la posibilidad de ver en este «humo» un juego de palabras que aludiría a la cos-
Papiro de Derveni entre los restos de una pira funeraria), cfr. Betegh, 2004, 67 s.
tumbre órfica de cremar los cadáveres junto con escritos (documentada por el hallazgo del
44
Véase § 3.2.
En Alex. Fr. 140 K.-A. (siglo IV a.C.) se ofrece una pequeña lista de los autores que
45
Cfr. caps. 10 y 21.
46
1195
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Para el uso de kapnovı como sinónimo de algo vano cfr. p. ej. Pl. R. 581d, A. Fr. 399
Radt, Ar. Nu. 320.
47
Así, un escolio (Sch. E. Alc. 968, II 239.3 Schwartz) nos cuenta que el físico Hera-
49
Cfr. Martín Hernández, 2003, 57 s. y cap. 21, § 1.2.
50
clides decía que existían unas tablillas (sanivdeı) de Orfeo en el monte Hemo de Tracia.
Pero no nos aclara nada sobre su contenido y no sabemos si estas tablillas existían en la
época de Eurípides y eran lo suficientemente conocidas como para que el público entendie-
Hec. 1267, I 89.12 Schwartz) afirma que las tablillas de Orfeo de las que se habla en Alces-
ra su alusión, o si el escoliasta está refiriéndose a un tiempo posterior. Otro escolio (Sch. E.
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esta vez cómica, a los ensalmos de Orfeo. Odiseo pide ayuda al coro,
formado por sátiros, para cegar al cíclope. Los sátiros tienen tanto
miedo que comienzan a poner excusas ridículas para evitar el peligro
y para que sea Odiseo quien se arriesgue por ellos. Entre ellas la del
corifeo, que ofrece a Odiseo su ayuda «a distancia» mediante un
encantamiento de Orfeo:
54
Como vimos en § 2.1. Éste es también el único texto trágico en el que se habla de la
procedencia «divina» de Orfeo al ser considerado hijo de una Musa.
55
En la celebración de los misterios de Eleusis se debía de narrar cómo Perséfone fue
raptada y Deméter, desesperada por su pérdida, la buscó por todas partes, de día y de noche,
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valiéndose de antorchas (cfr. h. Cer. 47-50). Los iniciados, en determinado momento del
ritual, actualizarían esa parte del mito reproduciendo la búsqueda con antorchas. Cfr. Clin-
En Ar. Ra. 1030 ss. aparece también con esta función el compuesto katadeivknumi.
ton, 1993, 110-124; Bernabé, 2002f, 133-157.
56
57
Cfr. cap. 33.
58
Cfr. Lobeck, 1829, 239.
59
Cfr. Maass, 1895, 72 ss. Sobre los misterios de Agras cfr. Graf, 2003.
60
Cfr. Gruppe, 1897-1901, 1096. También en esta línea Leaf, 1915, 4 ss.; y Plichon, 2001, 14.
61
Burkert, 1987b, 4, señala que para los atenienses los misterios de Eleusis eran los
D. S. 4.25.1 y 5.77.3, Procl .in R. 2.312.16 Kroll, Thdt. Affect. 1.21. Para las relacio-
misterios «a secas».
62
1199
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65
Respecto a que Heracles fue iniciado en unos misterios, E. Heracl. 613 hace decir a
su protagonista: «Tuve la suerte de contemplar los ritos de los iniciados». Sin embargo, aun-
que se ha considerado a veces que es una alusión a la iniciación del héroe en Eleusis, con-
cordando así con el testimonio de Diodoro, creo que la alusión no es lo bastante clara como
para afirmarlo; podría tratarse también de los misterios órficos, pues existen restos de una
Ya Ar. Ra. 1032 ss. dice que Museo enseñó los oráculos a los hombres.
catábasis de Heracles que podría ser órfica (OF 713-716), cfr. cap. 19, § 3.4.
66
67
Cfr. cap. 7.
68
Con motivo de la historia de la lira y su catasterismo (Cat. 24).
69
La cuestión ha sido muy discutida: Linforth, 1931 considera que la muerte de Orfeo
no sería el tema de la obra, sino que sólo se haría referencia a ella en un coro. Así también
67, y Di Marco, 1993, piensan que sería el tema principal de Basárides y que Orfeo sería
opinan Séchan, 1926, 68 ss., y Palumbo, 1996, 410 n. 2. Por el contrario, West, 1983b, 66-
1200
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ra fuente literaria, de la que tenemos noticia, que nos ofrece una ver-
sión sobre la muerte del bardo.
Según Esquilo, por lo que dice Eratóstenes, Orfeo murió des-
membrado a manos de las ménades enviadas por Dioniso enfurecido.
Parece que el hecho de que fueran bacantes quienes lo mataran podría
haber sido una innovación del propio Esquilo70. No existen represen-
taciones iconográficas que muestren a las bacantes desmembrando a
Orfeo, sino que son mujeres caracterizadas con vestidos tracios las que
aparecen atacándolo ya en la cerámica ática de figuras rojas desde los
años 490-480 a.C.71 Este hecho obedece a la versión más extendida
de la muerte de Orfeo: las mujeres tracias lo asesinaron, según expli-
caban fuentes literarias posteriores, bien porque desdeñó sus requeri-
mientos amorosos guardando eterna fidelidad a su esposa desapareci-
da72, bien porque no les permitió participar en los misterios73, bien
porque introdujo las prácticas homosexuales en Tracia74. Dejando de
lado los motivos, la versión más extendida tanto en la iconografía
como en la literatura es que fueron las tracias quienes cometieron el
asesinato.
Así pues, Esquilo pudo hacer una variante de esta versión convir-
tiendo a las mujeres tracias en bacantes, pero ¿qué implica este cam-
bio? Los motivos de la muerte del bardo pasan del plano humano
(resentimiento de las mujeres hacia él) al plano religioso (castigo de
faltas contra él o contra sus ritos. Según Eratóstenes, Orfeo, que hasta
entonces había sido devoto de Dioniso, después de bajar al Hades y
ver la verdad de lo que allí sucede75, decidió abandonar su culto y
honrar a Helio, identificado con Apolo. Este hecho provocó la furia
de Dioniso76.
70
Cfr. West, 1983b, 66; y también Linforth, 1931.
lo cual parece una clara interferencia con las Bacantes de Eurípides (Hyg. Astr. 2.6), o
do la versión de Esquilo) dan como razón o bien que había espiado los ritos de Dioniso,
bien que no accedió a los encantos de las mujeres (Verg. G. 4. 516 ss. y Ov. Met. 10.79 ss.
y 11.1 ss), en donde se mezcla la tradición de Esquilo (eran bacantes) y los motivos humanos
de la versión más extendida, que hace que sean las mujeres tracias sus asesinas. Cfr. West,
1983b, 66.
1201
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3. ORFISMO
77
Así lo sugiere West, 1983b, 69.
78
Cfr. cap. 34.
79
Cfr. los comentarios de Casadio, 1990a; Cozzoli, 1993; y Bernabé, 2004d.
1202
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82
Es probable que, en época de Eurípides, fuera una manera de referirse a Dioniso con
un sabor arcaico y ritual, como señala Casadio, 1990a, 289-290.
83
Cfr. Kern, 1916; Pugliese Carratelli, 1993, 65.
84
La edición valentiniana corrige en biotavı, mientras que bouvthı es propuesta por
Wilamowitz, 1931, y seguida por Austin, 1968; Collard-Cropp-Lee, 1995; Jouan-van Looy,
A. Fr. 57 Radt. También en Hero Aut. 20.4-5 p. 408 Schmidt se habla de una máquina para
2000, y Kannicht, 2004.
85
producir truenos en las representaciones teatrales; quizá se usaba en los rituales algo semejante.
1203
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86
La omofagia no es algo excluido por completo en el orfismo; en P. Gurob 1.13-15 se
habla de un ritual iniciático órfico en el que se inmola un carnero y se devora su carne.
Se ha discutido mucho sobre si bakceuvein en el texto del Hipólito (v. 954) hace refe-
87
Cfr. cap. 34.
88
rencia al éxtasis báquico órfico que busca una condición perdurable (a diferencia del dioni-
síaco) o si únicamente se utiliza este verbo con la intención de denominar un estado de locu-
ra o frenesí que nada tiene que ver con la religión ni con el culto a Dioniso. Así, Linforth
1941, 53 s., opina que Teseo no se referiría con este verbo a ningún culto dionisíaco, sino
que sólo sería una forma de reprobación de la conducta extraña de su hijo. Sin embargo,
creo más verosímil la opinión de Barret, 1964, 344 s., y Casadesús, 1997c, 170, según la
ámbito órfico de bakceuvein y de bavkcoı (p. ej. Pl. Phd. 69c, Hdt. 4.79, Lam. Hip. OF 474
cual este verbo se refiere al ritual órfico-dionisíaco. Existen demasiados testimonios en el
y una inscripción de Cumas, OF 625), como para considerar que es una palabra que desig-
na un comportamiento alocado sin conllevar ninguna connotación religiosa, más aún en un
contexto como éste, en el que se menciona a Orfeo. Cfr. Jiménez, 2005b.
1204
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89
Cfr. Méridier, 1928; Valgiglio, 1966, 134 ss; y Freyburger-Galland, 1986, 124 ss.
90
Linforth, 1941, 50-60; Lucas, 1946; Barret, 1964, 342-343; y Casadesús, 1997c. Cfr.,
además, Segal, 1970.
91
Cfr. Méridier, 1928, 19; Valgiglio, 1966, 135.
92
Méridier, 1928, 23.
93
Méridier, 1928, 24.
1205
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94
Cfr. vv. 17-19, 51-53.
95
Eurípides nos presenta a su héroe pidiendo a los sirvientes que le preparen un ban-
quete, según parece, con la carne de la cacería en la que ha participado (vv. 109 s.). Sin
embargo, Méridier, 1928, no da relevancia a este hecho y considera que ese banquete no
tiene por qué ser carnívoro. Es cierto que no se hace referencia clara a la carne, pues se uti-
liza la palabra si`toı (que en general significa alimento y con un significado más específi-
co es «trigo» o «grano»), pero resulta difícil de creer que se tratara de una comida vegeta-
riana, pues Hipólito viene de una cacería.
96
Considero que la castidad debería ser una norma del ascetismo órfico lo suficiente-
mente conocida como para acusar de ser un seguidor de Orfeo a quien la practicara, y atri-
buirle otras prácticas, aunque en realidad no las cumpliera. La acusación de Teseo, si bien
no responde a la realidad, quedaría, en cierto modo, justificada. Sin embargo, algunos auto-
res opinan que no hay pruebas ni indicios suficientes para postular algún tipo de conexión
entre el orfismo y el celibato. Cfr. Linforth, 1941, 58, y Lucas, 1946, 67.
1206
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¡Señora de los dioses [...] una luz nunca vista [...] (en el) éter el
Primogénito [...] quiso Eros, cuando Noche (?) [...] crió, entonces de
los dioses nacido?
97
Cfr. Casadesús, 1997c, 168-169, quien señala acusaciones semejantes en S. OT 387-
Así lo atestigua Pl. R. 364b, que, aunque es de época posterior, sin duda denuncia
389.
98
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que Noche es el primer ser, a partir del que surgen el resto de gene-
102
Sin embargo, Dodds, 1951, 169, n. 82, considera que no hay motivo suficiente para
relacionar el texto con el orfismo: para él, Eros y Noche son conjeturas y prwtovgonoı no
sería más que un adjetivo sin ningún tipo de connotación.
103
West, 1983a, 68 ss.
104
Cfr. cap. 51, § 3.1.
105
Cfr. West, 1983a, 116 ss.; Bernabé, 2003a, 49-61.
1208
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106
Cfr. Schwabl, 1962, 1469.
107
A. R. 1.495-502. Ziegler, 1942, 1367, opina que es imposible que Apolonio hiciera
que Orfeo cantara una cosmogonía que plasmara creencias que no pertenecieran a la doc-
Quizá esta forma única es Noche, como en la Teogonía Eudemia, pero es imposible
trina órfica. Cfr. cap. 55, § 3.2.a.
108
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111
Cfr. cap. 27.
hombre que eras» (Thur. OF 487.4) o «venturoso y afortunado, dios serás, de mortal que
112
Así, p. ej., en las laminillas órficas hallamos expresiones como: «Dios has nacido de
Pl. Grg. 492e-493c pone estos versos de Eurípides en relación con ideas escatológi-
114
Cfr. cap. 24, §2.
115
1210
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Por un lado, en los vv. 1-5 se hace referencia a una ofrenda de pas-
teles y frutos dirigida a «Zeus o Hades», según el nombre que prefie-
117
Nauck en su edición; Harrison, 1903, 480 ss.; Mantziou, 1990; Jouan-van Looy y
Kannicht, en sus ediciones, consideran que los trece versos del texto componen un solo
fragmento sin solución de continuidad; por el contrario, Lagrange, 1937, 66 ss., opina que
podría existir una laguna entre los versos 5 y 6. Según la primera opción, tanto las ofren-
das de los primeros versos, como la súplica de los versos 9 ss., irían dirigidas a un mismo
dios, que administra el cetro de Zeus y comparte con Hades el poder subterráneo (cfr. vv.
7-8). Puesto que su ámbito de poder sería igual al de esas dos divinidades, podría ser lla-
mado Hades o Zeus, según el nombre que prefiera (cfr. vv. 2-3). Por tanto, todo el pasaje
se dirigiría a una única divinidad, que no sería ni Hades, ni Zeus, sino Zagreo (Harrison,
1903, 480 ss.) o Hermes (Mantziou. 1990, 220 ss.).. Sin embargo, me resulta mucho más
verosímil la opción de Lagrange, pues desde ese punto de vista los primeros cinco versos
son una invocación a Zeus-Hades, dios omnipotente, mientras que los versos 6 ss.. están
dirigidos a otra divinidad, que ha heredado de Zeus el poder supremo y que además com-
parte con Hades el poder subterráneo. Este dios no puede ser otro más que Dioniso Zagreo.
Cfr. Casadio. 1990, 286.
118
Son posibles diversas propuestas de lectura para el controvertido v. 9, que dan lugar
yuca;ı ajnevrwn (Clem. Al. Strom. 5.11.20.2 ss.), que podría corregirse en pevmyon me;n fw`ı
a diferentes interpretaciones del texto: Se nos ha transmitido como pevmyon me;n fw`ı
yuca;ı ejnevrwn. En ambos casos la luz que la divinidad debe enviar tendría un doble sig-
nificado: por un lado, el conocimiento, que sería una especie de revelación religiosa, por lo
que sólo va dirigido a aquellos que quieran saber. Por otro lado, la luz, en muchas ocasio-
alma y su acceso a la verdadera vida. Cfr. Lam. Thur. OF 492.9, donde la expresión «luz a
nes, implica vida; el conocimiento que ha revelado la divinidad permite la liberación del
la inteligencia» (favoı ejı frevna) parece tener un significado muy similar al que tendría en
el fragmento de Eurípides.
La propuesta de lectura que aquí hemos adoptado es la de Nauck, seguida por Kannicht:
pevmyon d∆ ejı fw`ı yuca;ı ejnevrwn, que da al texto un significado muy distinto al de los
dos casos anteriores: se demanda a la divinidad que saque a la luz, es decir, al mundo de los
vivos, a unas almas de los muertos que servirían de intermediarias en la revelación de la
divinidad a los hombres. Estas almas podrían ser algún tipo de démones o seres interme-
En este sentido, cuando menos es llamativo que en el P. Derv. col. VI 7-10 se denomine
dios, cuya función sería ayudar a los hombres en la iniciación y en el tránsito de la muerte.
1211
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ra. Sin duda, se trata de dos elementos órficos: la defensa del sacrifi-
cio incruento119 y la tendencia al sincretismo de los dioses120.
Por otro lado, en los vv. 6-13 hay fuertes influencias de la escato-
logía órfica en la plegaria dirigida, en mi opinión, a Dioniso Zagreo121.
Se demanda conocer dónde está la raíz de todos los males y en honor
de qué dios se debe sacrificar para alcanzar el descanso de todo sufri-
miento. Éstas son tres cuestiones a las que el orfismo trata de dar una
respuesta mediante el mito del desmembramiento de Dioniso niño a
manos de los Titanes: como consecuencia del terrible delito de sus
antepasados, el hombre acarrea con una culpa precedente que debe
purificar y que sería el origen de todo el mal y el sufrimiento en esta
vida.
La finalidad última de toda la plegaria del texto de Eurípides es
«hallar un reposo de las fatigas»122. De la misma manera, en el orfis-
mo el fin último es lograr liberarse del ciclo de reencarnaciones, de la
atadura del alma al cuerpo, que es el castigo que los hombres pagan
por la culpa de los Titanes y lo que da lugar a todo sufrimiento y fati-
ga en esta vida. La verdadera vida se encontraría en realidad tras la
muerte para aquellos que han purificado la culpa.
Por su parte, Sófocles (Fr. 837 Radt) refleja la creencia de que
sólo los iniciados alcanzarán la vida gloriosa tras la muerte, por lo
que los llama tres veces venturosos (trisovlbioi123), mientras que el
resto sufrirá los castigos más terribles124. En este texto se habla de
ritos inciáticos en general, sin especificar si se trata de los órficos,
pero la creencia que transmite es válida también para el orfismo.
lanon y pagkarpeivaı) se corresponde con el que utiliza Pl. Lg. 782c al hablar de los sacri-
119
El vocabulario que usa Eurípides para referirse en estos versos a las ofrendas (pev-
En OF 488 (488.2) podría estar identificado Zeus ctonio con Hades, aunque nom-
ficios puros de los órficos (pevlanoi, mevliti karpoi; dedeumevnoi).
120
brado este último de forma eufemística Eucles. Cfr. Bücheler, 1881, 331 ss.; Schwyzer,
377.16.
121
Se habla de una divinidad que administra el cetro de Zeus y que comparte el poder
sobre el mundo de ultratumba con Hades. Considero que dentro de las creencias órficas se
corresponde con Dioniso, tanto porque heredó el cetro de Zeus, es decir, el poder supremo
1212
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4. A MODO DE CONCLUSIÓN
125
Cfr. las obras artísticas catalogadas por Garezou, 1994, nº 68-70, en las que parece
representarse la cabeza profética del mítico cantor. Aunque en ninguno de estos casos acom-
paña una inscripción que certifique que se trata de Orfeo, existe un espejo etrusco de hacia
finales del s. IV a.C., que presenta una composición muy semejante a la de los testimonios
áticos, y en el que se lee la URFE bajo la cabeza. Cfr. Guthrie, 1935, 37-38 y cap. 8, § 14,
con fig. 18.
1213
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126
La excepción se encuentra en Hipsípila, pues, aunque en esta tragedia no es un per-
pa del mito, al haberse ocupado de los hijos de Hipsípila. El caso de las Basárides sería otra
sonaje activo, sin embargo es contemporáneo a los protagonistas y, en cierto modo, partici-
1214
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LI
Alberto Bernabé
Universidad Complutense
Parecida falta de reparos muestra Aristófanes cuando presenta a Sócrates en las Nubes
*
Para una versión anterior del presente capítulo cfr. Bernabé, 2004c.
1
1217
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2. MENCIONES DE ORFEO
petuosos:
hecho de que Antífanes escribió una obra titulada Orfeo, pero de cuya
como un elemento venerable de la tradición, sólo puedo referirme al
18), o la inclusión en las Rapsodias de pasajes mucho más antiguos (cfr. sobre todo West,
Jerónimo y Helanico o en las Rapsodias, pero que parece haber influido en Anaximandro
3
(cfr. Bernabé, 2002b, 215, y cap. 48, § 3) y es parodiada por Aristófanes, cfr. § 3.1, lo que
Alex.Fr.140 K.-A. (OF1018 I). Cfr. Arnott ad loc. Alexis se alinea con autores de
cfr. Jiménez, 2002a, 2002b.
época clásica que insisten en este mismo rasgo, como E. Hipp. 948-957 (OF 627) y Pl. R.
6
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autores vieron en ella una imagen fiel de una teogonía órfica8 y otros
no le dieron más valor que una humorada del poeta9, razón por la cual
algunos estudiosos que se han ocupado de los testimonios antiguos
del orfismo han hecho caso omiso de ella10. Posturas más matizadas
tienen otros especialistas, que consideran que Aristófanes ha hecho
uso de elementos órficos, pero no sólo de ellos11.
En otro lugar12, tras examinar el pasaje llegué a la conclusión de
que Aristófanes parodia las teogonías de Hesíodo, las órficas, la de
Acusilao y la de Epiménides, mezclando elementos de los filósofos
presocráticos y de la dicción trágica. Su objetivo literario es que su
relato adopte la forma de una revelación divina, magnificando así su
importancia. Las aves se igualan con los dioses y se califican con epí-
tetos divinos. Aquí y allá se provocan, por contraste, efectos cómicos.
8
Por ejemplo, Kern, 1922, sitúa los versos 690-702 como Fr. 1, aunque ya se hace eco
de la existencia de actitudes críticas hacia este parecer. Cfr. Mondolfo, 1931, 438 ss., Nils-
son, 1935, 199, 1967, 685; Staudacher, 1942, 80; Guthrie, 1952, 92-96; Croon, 1965, 23;
Colli, 1981, 394; Alderink, 1981, 103, n. 17; Brisson, 1990, 2878.
9
Wilamowitz, 1920, I 370; Moulinier, 1955, 94 ss.
10
Como Linforth, 1941. Dunbar, 1995, en su comentario al pasaje, 439 ss. muestra una
cautela excesiva en aceptar influjos órficos.
11
Kirk-Raven-Schofield, 1983, 26-29, consideran que es una parodia de cosmogonía en
la que hay elementos hesiódicos, pero también otros que no lo son, asimilables a los órficos
y que no creen inventados por Aristófanes; West, 1983a, 112, cree que la mayor parte del
delicado humor de este pasaje se basa en el uso de elementos de teogonías serias y admite
un componente órfico. Cfr. opiniones similares en Calame, 1991, 229 ss.; Pardini, 1993;
Sore,l 1995, 39 ss.; e Imperio, 2004, 350 ss.
12
Bernabé, 1995b.
1219
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Tiempo, no Noche, quien lo pone. Por otra parte, también en las Rap-
sodias15, el huevo es un elemento «fabricado» (e[teuxe), mientras que
13
Epimenid. Fr. 46 Bernabé presenta una cosmogonía del huevo, pero ha podido recibir
él mismo influjos órficos. Sobre la cuestión cfr. Lukas, 1894, 227 ss., Olivieri, 1920, 295;
Cook, 1925, 1033 ss.; Boyancé, 1935; Turcan, 1961; West,1983a, 103 ss.; Anemoyannis-
Sinanidis, 1991; Dunbar, 1995, 441 ss.; West, 1994; Sorel, 1995, 50 s.; Martínez Nieto, 2000,
Cfr. OF 114 de las Rapsodias: «Luego dispuso el gran Tiempo en el Éter divino / un
194 s., 239 ss.
huevo como la plata». La Noche es el primer ser en la cosmogonía del P. Derv. (cfr. Ber-
14
OF 114.
nabé, 2002a). Sobre la Noche en las teogonías órficas cfr. Bernabé, 1998c.
Dam. Pr. 123bis (OF 79 I) oJ Crovnoı wjio;n ejgevnnhsen. Sobre esta teogonía cfr.
15
Bernabé, 1994a. Cfr. también AO 12-14, en que se menciona una teogonía órfica sin duda
16
más antigua que el poeta de las Argonáuticas: «En primer lugar (sc., hablé sobre) la impla-
cable necesidad del antiguo Caos y Tiempo, cómo crió bajo su ilimitado regazo a Éter y a
glorioso Eros de doble naturaleza», cfr. Sánchez Ortiz de Landaluce, 1996, 241 ss.
como Arist. HA 559b21 ss. y Ar.,Fr.,194 K.-A., en que se dice, a propósito de Leda, quien
17
Cfr. detalles de la discusión del sentido de esta palabra en Bernabé, 1995b, 205 s., así
había puesto un huevo grandísimo, que «algunas veces las gallinas ponen huevos hueros
(uJphnevmia)», esto es, que Leda no tenía por qué haber sido fecundada por un varón. Cfr.
dencia de que el último podría ser visto como femenino del primero y así considerado como
fertilizado por éste. Cfr. Morenz, 1950; Schwabl, 1962, 1473; West, 1983a 201.
1220
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ral de las Rapsodias, se habla de Eros «llevado de aquí allá por su par
de alas de oro». De forma similar, en OH 6.2 a Protógono (otro nom-
bre de Fanes-Eros) se le califica de «ufano de sus alas de oro»19. Pero
luz refulgía (ajpevstilbe20) del cuerpo del inmortal Fanes». Estas remi-
niscencias verbales son demasiado notables para no ser tomadas en
consideración21. Ahora bien, Eros en esa época no parece que tuviera
la misma imagen de Fanes22, dado que no hay ninguna representación
Sobre los versos que Pl. Phdr. 252b atribuye a los Homéridas, en que se menciona un Eros
Cfr. E. Hyps. Fr. 758a. 20 ss. (1103 ss.) Kannicht (OF 65). Sobre la iconografía de
24
Cfr. Bernabé, 1997a.
25
Eros alado cfr. Hermary, 1986. Acerca de la cornalina con un joven Eros alado saliendo de
Emp. Frr. 12 Wright (31 B 8 D.-K.) y 47 Wright (31 B 35 D.-K.), sobre lo cual, cfr.
un huevo, véanse Guthrie, 1952, 93; y Bottini, 1992, 82.
Tarrant, 1923; Bernabé, 1995b, 209; Dunbar, 1995 ad loc. Cfr. asimismo el cap. 47.
26
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Pero, según eso que se dice, yo (afirmo) que todos salimos del
mismo cascarón.
tencia de una Teogonía órfica antigua que habría alcanzado una amplia
como los más verosímiles de que disponemos para defender la exis-
difusión en Atenas.
A la luz de estos casos más evidentes, podemos considerar otros
ecos de cosmogonías órficas en Aristófanes. Así, leemos en Servio29:
ad loc.
27
Dover, 1972, 76. Ya hacía una observación similar Rogers, 1930, en su comentario
28
Ar. Fr. 170 K.-A. Para este difícil pasaje, acepto el texto y la interpretación de Cas-
Serv. auct. in Georg. 1.8 (III 132.18 Thilo-Hagen, OF 134), cfr. Serv. in Georg. 1.8
sio, 1978 fhvmaiı ãme;nà ou\n ejgw; brotw`n a{pantaı ejklaph`nai.
29
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Sófocles (Fr. 5 Radt) llama Aqueloo a los ríos de vino31 que hace
fluir Dioniso como un milagro para sus devotos, mientras que Eurí-
pides (Ba. 625) se refiere con el mismo nombre al «agua» en general,
en el contexto de otro milagro dionisíaco, cuando Penteo, obnubila-
do por Dioniso, cree que su palacio está ardiendo.
En otro pasaje antiguo, del tragediógrafo Aqueo (Fr. 9.1 Sn.),
Aqueloo designa el agua:
Col. XXIII 11 (complementado por P. Oxy. 221.9.1 = Sch. Il. F 195 [V 95 Erbse]),
31
Cfr. Lucas, 1983, 34.
cfr. OF 16.3 s.
32
33
Sin duda procede de un fragmento órfico la referencia de Arist. Meteor. 353a 34: «Los
unas fuentes», como afirma Alex. Aphr. in Mete. 66.12 Hayduck (cfr. OF 23). Cfr. Bernabé,
autores antiguos y que emplearon su tiempo en hablar de los dioses le inventan (sc. al mar)
2002b, 66 ss.
34
En 24, 616 se usa el mismo nombre para un río de Lidia.
1223
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uso ritual), para referirse a la mezcla del agua con el vino, en Sófo-
cles (aún significando «río»), Aqueo y Aristófanes (Fr. 365 K.-A.)
36
Cfr. West, 1983a, 231 ss. y cap. 14, § 8.
37
Cfr. cap. 19, § 3.
38
Cfr. sobre todo Suárez, 1997; Lada-Richards, 1999.
39
Prefiero mantener Aer, un término que en griego tiene connotaciones específicas, en
especial su relación con la «niebla», que el término español no tiene.
1224
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térica que presenta la comedia es, sin duda, las Ranas de Aristófanes41.
El ejemplo que mejor conocemos de la imagen de la religión mis-
40
Freyburger-Galland-Freyburger-Tautil, 1986, 127.
41
Pese a que los comentaristas de la obra (en especial, Dover) insisten muy poco en
este aspecto. La cuestión había sido notablemente desatendida hasta Suárez, 1997, donde
parodiado en Ranas (sobre el orfismo, cfr. 207 ss.). Cfr. asimismo el interesante análisis de
puede encontrarse la bibliografía pertinente sobre la interpretación del ambiente religioso
ejstin (cfr. Pi. Fr. 129 Maehl. = OF 439), 326s. ejlqe; tovnd∆ ajna; leimw’na coreuvswn /
43
Ar.Ra.85 ej” Makavrwn eujwcivan, 454 movnoi” ga;r hJmi’n h{lio” kai; fevggo” iJrovn
oJsivou” eij” qiaswvta”, 449 polurrovdou” leimw’na” ajnqemwvdei” (sobre la pradera, cfr.
Velasco López, 2001; Bernabé-Jiménez, 2001, 225 ss., cap. 29, § 6), 154 aujlw’n tiv” se
1225
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nico que recoge OF 23647), Hades habría salido mejor parado que los
reparto de los poderes de Zeus, Plutón y Posidón (un tema cosmogó-
Sobre esta etimología cfr. Pl. Cra. 403a, Ar. Plu. 727.
Testimonio combinado de Apollod. Bibl. 1.2.1 y Rufin. Recognit. 10.19.2.
46
Una escena que hallamos en Il. 22.208-213 y probablemente en la Etiópida, si, como
47
48
parece, ésta es la fuente de una tragedia de Esquilo llamada Yucostasiva, «Pesado de las
almas», cfr. Radt, 374 ss.
49
Cfr. cap. 21, § 3.8.g. sobre las menciones de las coronas en las laminillas órficas y su
Compartida por Emp. Fr. 133 Wright, (31 B 147 = D.-K. = OF 448) 1 ajqanavtoi”
significado.
50
1226
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hacía esa promesa a los fieles en una laminilla órfica de Pelinna, que
comienza por una felicitación al difunto52 y termina con el anuncio:
A. Dijo que, una vez que bajó a donde vivían los de abajo,
vio a unos y a otros, y que se diferencian del todo
los pitagóricos de los demás muertos. Pues sólo a ellos
52
OF 485: «Acabas de morir y acabas de nacer, tres veces venturoso en este día» (lo
que indica el nacimiento a una nueva vida tras la muerte).
Aristophont. Fr. 12 K.-A. (OF 434 III). Cfr. Burkert, 1972, 198 s.; Graf, 1974, 98 s.
54
55
56
Cfr. la tajante, pero cierta, aseveración de Burkert, 1972, 132: «La diferencia supues-
tamente clara entre pitagorismo y orfismo simplemente no está atestiguada en las fuentes
más antiguas». Cfr. cap. 42.
1227
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58
Cfr. la descripción del orfeotelesta pobre y miserable en Plu. Apophth. Lac. 224e y
el cap. 34.
Philetaer. Fr. 17 K.-A. (OF 434 VIII), quien parodia S. Fr. 837 Radt «Tres veces bie-
59
Sobre estos dos últimos aspectos cfr. § 5.3.
60
naventurados / aquellos mortales que tras haber visto estos ritos (es probable que los de
Cfr. Ar. Ra. 154 cit. en nota 43 y cap. 36, § 3.2, aunque no está excluido que se trate
de una deformación cómica, ya que el fragmento pertenece a una obra titulada Philaulos,
61
«Aficionado al aulós» (un instrumento griego que, más que flauta, es una especie de oboe).
1228
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a los órficos se exagera para ampliarlo al disfrute del sexo, una reali-
dad ausente de las fuentes órficas que conocemos. Otro aspecto inte-
resante es que el autor contrapone la situación de estos iniciados a la
de los ignorantes de la música que deben acarrear (se supone que agua)
a la tinaja agujereada, una imagen que coincide con diversas fuentes
órficas según las cuales los no iniciados se ven sumidos en el fango
y obligados a un trabajo inútil: llevar agua en un cedazo a una tinaja
agujereada62.
La comedia trata la religiosidad eleusinia y la órfico-pitagórica
como algo muy semejante, si no como una misma cosa. Se trata de
una religión centrada en la salvación del alma conseguida a través del
mantenimiento de ciertos principios morales en una vida de renuncia,
cuyos adeptos creen que será premiada en el Más Allá. Dado que es
una religiosidad no contradictoria con la religión civil, pero sí separa-
da de ella, la comedia se burla de ella y distorsiona las creencias para
provocar la risa. El premio en el Más Allá no sólo es beber vino y com-
partir la mesa con los dioses, sino también disfrutar de relaciones
sexuales. El tipo sucio y vagabundo de los orfeotelestas (metidos en
un mismo saco con los pitagóricos), su régimen vegetariano (opuesto
al ideal carnívoro y pocas veces satisfecho del ateniense medio), con-
figura un prototipo que, como tal, representa a todos y a ninguno.
5. LAS PRÁCTICAS
62
D. S. 1.97.1. Pl. R. 363c, Grg. 493a, Phd. 69c cfr. OF 434.
Sobre la posibilidad de leer Diagovra” cfr. Dover ad loc., que rechaza la lectura, y
63
Cfr. Jiménez San Cristóbal, 2002a.
64
Del Corno, que la acepta y considera que Aristófanes ha buscado un juego de palabras con
el nombre del famoso ateo. Creo que debe leerse di∆ ajgora’”, pero que Aristófanes puede
haber jugado con el doble sentido.
1229
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A éstos les declaro y les proclamo y por tercera vez les proclamo
que dejen su sitio a los coros de mistas.
Igual que aquel famoso Orfeo en el lugar en que se celebran los ritos,
65
Tz. in Ar. Ran. 359a (799.10 Koster). En 369 (804.6 Koster) Tzetzes nos da la fór-
mula auténtica Jei[ ti” ajmuvhto” semnw’n ejsti teletw’n h] a[qeo” h] mh; kaqareuvwn th’i
gnwvmhi, kai; a[lla a[tta, o{sa hjpivstanto oiJ toiau’ta (tau’ta) memuhmevnoi, ejxivtw
tw’n iJerw’n∆, para volver a referirse al verso órfico.
66
Sobre el cual, cfr. Bernabé, 1996a, 33, n. 39.
1938; Burkert, 1983a, 268, n. 16; Freyburger-Galland, 1992; y los comentarios ad loc de
67
Cfr. Dieterich, 1893 (quien compara el ritual con el descrito por D.18.259), Méautis,
Sobre la cual Bonnechere, 2003, 185, n. 35. Del qronismov” habla Pl. Euthd. 277d; sobre
Dover, 187 s., y Guidorizzi, 224 ss., donde pueden hallarse referencias a los ritos parodiados.
la sustitución del trono por un lecho, cfr. Sommerstein ad loc. Cfr. asimismo cap. 32, § 5.1.
68
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69
El temor de Estrepsíades se explica porque la corona se ponía también sobre las víc-
Aunque parece claro que la escena de las Nubes parodia ritos iniciáticos, no sabemos
timas del sacrificio y sobre los difuntos, cfr. § 4.
70
en qué medida esta parodia pudo reflejar una cierta proximidad del Sócrates histórico con
ideas o con círculos órficos. Las respetuosas menciones de Orfeo y Museo en boca de
Sócrates en los diálogos platónicos más antiguos, frente al desprecio con que el personaje
y sus seguidores son tratados en los más recientes, podrían ser muestra de una cierta sim-
patía de Sócrates por las creencias órficas, frente a la escasa que les profesaría su discípu-
lo. Cfr. Bernabé, 1998a, 52 s.
71
Lada-Richards, 1999, 328.
1231
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parece entenderlo Horacio76, quien sin duda leyó las Ranas para ela-
necesidad de evitar el sacrificio de animales para consumirlos75. Así
Lam. Pelinna OF 485.5, cfr. Lam. Thur. OF 487.4 e[rifo” ej” gavla e[pete”, Lam.
73
Thur. OF 488.10 e[rifo” ej” gavl∆ e[peton, cfr. Bernabé-Jiménez, 2001, 107 ss.
74
75
Graf, 1974, 34 s.; cfr. Linforth, 1941, 69 s.; Zuntz, 1978, 528; West, 1983a, 16, n. 42.
Merece citarse un poema órfico que basaba la referencia a la dieta alimentaria (OF 641-
Hor. Art. poet. 391 s. Cfr. el uso de fovno” en contextos similares en Emp. Fr. 118;
644), sobre el cual cfr. Blomqvist, 1990 y cap. 19, § 5.
Wright, (OF 638) 8 tauvrwn ... fovnoi”, Fr. 122 Wright (OF 639) ouj pauvsesqe fovnoio...…
76
/ oujk ejsora’te ajllhvlou” davptonte”..., cfr. Stanford ad loc.; Rathmann, 1933, 12, 28 s.,
Cfr. Ar. Pl. 660, Th. 284s donde se mencionan povpana, como en el sacrificio órfico
60 s., 85; Guthrie, 1935, 196 s.; Linforth, 1941, 67 ss.; Graf, 1974, 31 ss.
1232
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Como señala Arnott ad loc., esta última frase «exagera los hechos conocidos».
79
Alex. Fr. 27 K.-A. (En la continuación del pasaje, el personaje de Alexis hace un diver-
80
81
tido juego de palabras entre los significados de e[myucon, «dotado de alma» y «vivo», al argu-
cado son e[myuca, ya que están muertos; cfr. Arnott ad loc.), Antiphan. Fr. 133.1 s. K.-A.,
mentar que él cumple con el precepto, pues ni los pescados ni las carnes que compra en el mer-
Mnesimach. Fr. 1 K.-A. Cfr., fuera de la comedia, E. Cret. Fr. 472. 18s. Kannicht, Pl. Lg. 782c,
Porph. Abst. 2.36, Sokolowski, Lois Sacrées, Suppl. n. 116, p. 196 ss., A 6 ss. (cfr. Boyancé,
círculo órfico o pitagórico»), Philostr. VA 6.11, Suda s. v. Pythagoras (IV 263.2 Adler).
1962, 480 ss. y la nota de Sokolowski, p. 197, n. 6: «Parece que el reglamento procede de un
Aristophont. Fr.12.6 K.-A. (OF 434 III), cfr. § 4, Cratin. Iun. Fr. 201.5-6 K.-A.; cfr.
82
Sobre la cual cfr. Arnott, 1996, 579 ss.
83
Arnott, 1996, 583, quien analiza la forma en que los cómicos exageran en su crítica a los
pitagóricos, haciendo intervenir en la configuración de estos personajes rasgos que al pare-
cer no les eran propios.
1233
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Cfr. OF 564, D. 18.259 (OF 577), así como Wankel ad loc., 1142 s. con bibliografía.
85
86
Como advierte el propio Wankel, 1133: «Sabazios con toda evidencia era en origen idénti-
Asclepio, según Ar. Pl. 690; Trofonio, de acuerdo con Crat. en su Trofonio, Fr. 241
co a Dioniso».
87
Cfr. Lex. Rhet. Cant. 207.27 Bekker, Phot. s. v. Hyes (II 616 Naber), Et. Gen. B, EM
K.-A.
775, 2, Suda s. v. Hyes (IV 638.1 Adler), quienes citan, además del pasaje de Aristófanes
88
1234
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cita como apoyo de su teoría El asno de oro de Apuleyo), García López ad loc. 86, Lada-
90
Cfr. Tierney, 1922, 85 (quien señala que el asno debía tener una importancia ritual y
Richards, 1999, 78, n. 130. Cfr. asimismo Iust. Phil. Apol. 1.54, Dial. 69 sobre el o[no” de
los misterios báquicos. La explicación de Tierney es muy verosímil, pero ni Dover ni del
Corno ni Somerstein se hacen eco de ella en sus comentarios, lo que parece ser reflejo de
P. Gurob 1.25. Cfr. Hordern, 2000. Sobre el asno, cfr. Suárez, 1977, 203 s.
una actitud de desconfianza hacia las claves órficas para interpretar el texto.
Ar. V.10.
91
92
93
Sobre boukovlo” cfr. cap. 34, § 1.
1235
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6. COLOFÓN
P. Mag. VII 450 ss (II 20 Preisendanz-Henrichs) «Escribe la fórmula órfica askei kai
96
Cfr. cap. 5.
sos significativos en una fórmula mágica sin sentido, cfr. Bernabé, 2003b.
98
Cfr. Bernabé, 2003b.
1236
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tos del continuum órfico, como el culto al Sol o la relación con las
tos), condenados a acarrear agua a una tinaja agujereada. Otros aspec-
1237
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1238
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LII
1
Olymp. in Phd. 7.10 (141 Westerink). Esta afirmación, a pesar de que, en general, ha
sido considerada una exageración, obliga a analizar con atención «cuánto de verdad hay en
ella y no qué poco», Kingsley, 1995, 131.
2
Cfr. Bernabé, 1998a, 38.
1239
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3
Cuestión que se ha revelado como la más polémica, sobre todo a partir de que Wila-
mowitz, 1931, II 192, opinara que la actitud de Platón fue de rechazo al orfismo, y fuera
seguido en esa opinión por otros insignes estudiosos como Linforth y Dodds. Como quiera
cutidísimo pasaje Pl. R. 364, serán analizadas cuando éste sea comentado con mayor detalle.
que el origen de estas opiniones, y de sus contrarias, gira en torno de la interpretación del dis-
4
Como ya analizara en su momento Rohde en su esencial libro Psyche (1898).
5
Sobre esta cuestión véase cap. 45.
1240
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Sócrates, me parece que sobre las demás cosas has hablado bien,
pero en relación con el alma produce mucha incredulidad en los hom-
bres, que temen que, cuando se aparta del cuerpo, no exista en nin-
guna parte, sino que se corrompa y destruya el mismo día en que el
hombre muere y que, tras apartarse inmediatamente del cuerpo, ale-
jándose, al dispersarse como un soplo o humo, se marche volando y
ya no exista en ningún lado [...]. Pero se necesita de no poca argu-
mentación y fe para aceptar que el alma del hombre muerto tiene
alguna fuerza e inteligencia7.
Pl. R. 608d.
Pl. Phd. 70ab.
6
7
1241
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8
Pl. Phd. 70cd. Olymp. in Phd. 10.6 (145 Westerink) consideró que la noción de la
cia está perfectamente atestiguada, tal como ya fue advertido por el escoliasta de este pasaje.
11
Guthrie, 1952,156, resalta la importancia de esta adscripción directa a los órficos de
la teoría del sw’ma-sh’ma: «Esta doctrina es mencionada por Platón y debemos estar eter-
namente agradecidos de que, por una vez, tuviera la ocurrencia de adscribirla no vaga y mis-
teriosamente a los “sabios” o “a los antiguos y sagrados escritos”, sino expresamente a los
órficos».
1242
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12
Pl. Cra. 400bc.
13
Platón ofrece dos etimologías distintas, interpretando sh’ma bien como «sepultura»,
bien como «señal». La primera, que hace proceder la palabra «cuerpo» (sw’ma) de sh’ma,
sería la propiamente órfica; la segunda se debería a Platón y consiste en derivar sw’ma de
swvizw, «salvar», «preservar», para identificar finalmente el cuerpo no con una tumba, sino
con una prisión. Sobre esta cuestión véase Bernabé, 1995a. Como se verá más abajo, Platón,
consecuente con su etimología, insistió en otros diálogos en la comparación del cuerpo con
nativas de una misma palabra. Así, en R. 365a da a entender que la palabra teletaiv, «ini-
una cárcel en lugar de una tumba. No es la única vez que Platón ofrece etimologías alter-
ciaciones», procede del verbo teleutavw, «morir», y en Phdr. 249c sugiere, en cambio, que
procede de tevleo”, «perfecto». Estas divergencias se deben a la desconfianza que Platón
sentía por las explicaciones etimológicas como método de búsqueda de un verdadero cono-
niosos y ocurrentes que de verdaderos sabios y filósofos. En Cra. 412c-413d Platón ironiza
cimiento. Consideraba este procedimiento como un juego, más propio de individuos inge-
sobre las diferentes etimologías que circulaban para explicar la palabra divkaion, «justo»,
alguna de ellas expresada ejn ajporrhvtoi”, «en reuniones secretas», en una muy probable
alusión a los círculos órficos. De este modo, Platón intentaba demostrar que el método eti-
mológico, debido a la disparidad de explicaciones, más que aportar verdadero conocimien-
to, pertenece al ámbito de la opinión y, por ello, es causa de ignorancia y perplejidad. Sobre
esta cuestión, Casadesús, 2000. Sobre las explicaciones etimológicas en ambientes órficos,
Pi. Fr. 133 Maehl. «El razonamiento que sigue a la cita en verso (sc., de Píndaro) es
véase cap. 38.
14
claramente de cuño platónico, para aplicar este conjunto de ideas a la suya del conocimien-
to como reminiscencia», Bernabé, 1999a, 244.
1243
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15
«Resulta imposible evitar la conclusión de que Platón consideró los mitos órficos
como la expresión mitológica complementaria de profundas verdades filosóficas. La teoría
de la reminiscencia es el ejemplo más claro, pues, de un lado, aparece inextricablemente
ligada con el conjunto de la teoría de la trasmigración, hasta sus mínimos detalles, y, de otro
1244
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A continuación menciona a
18
Pl. Grg. 493a-c. Para un análisis más detallado del pasaje véanse Linforth, 1944;
Sucede lo mismo en Phd. 114d, donde Sócrates, tras haber narrado el mito escatoló-
Casadesús, 1997a.
gico que describe el destino que les aguarda a las almas inmortales, véase infra, afirmó que
19
«sostener que estas cosas son así como las he expuesto no le conviene a un hombre sensa-
to; pero esto, o cosas parecidas acerca de las almas y sus moradas, si es que el alma se mues-
tra como inmortal, me parece adecuado y pienso que vale la pena correr el riesgo, pues es
1245
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Sin duda, son los órficos quienes se encuentran tras los que insti-
tuyeron y practicaban las iniciaciones y vaticinaban, para los no ini-
ciados, castigos en el Hades, como yacer en el fango, y premios para
los iniciados y purificados. Además, la afirmación de que estas ideas
«desde antiguo se han expresado enigmáticamente» (pavlai aijnivt-
tesqai) parece aludir al palaio;” lovgo” al que Platón adjudica en
otros pasajes doctrinas órficas. Asimismo, al recordar la máxima en
que se mencionan los ritos báquicos, Platón los asocia con los órfi-
21
Kingsley, 1995, 119 s., considera que esta dicotomía órfica entre premios para los
puros e iniciados y castigos para los impuros y no iniciados fue objeto de atención especial
Plu. Cim. et Luc. 1.2. De hecho, Platón debe de aludir directamente al premio que, según se
24
Plutarco considera que Platón se estaba mofando de los órficos con esta expresión,
lee en algunas de las laminillas órficas, aguarda al iniciado: «Una vez que hayas bebido,
riosos» (OF 474.15 s.); «tienes vino, dichoso privilegio, y tú irás bajo tierra» (OF 485.6 s.).
también tú te irás por la sagrada vía por la que los demás iniciados y los bacos avanzan, glo-
Sobre esta cuestión, véase Bernabé-Jiménez, 2001, 117 ss., y cap. 23, § 3.7.
1246
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25
Pl. R. 363cd.
26
«El antiguo duelo (o desgracia primordial) por el cual tenemos que satisfacer a la
reina del mundo subterráneo, si vamos a elevar nuestra situación, no puede ser otro que el
pecado original que, debido a nuestro origen titánico, es una parte de nuestra naturaleza
Pl. Lg. 701b. Plu. De esu 996C asocia directamente ese elemento titánico con lo que
como hombres mortales», Guthrie, 1952, 157. Sobre esta cuestión véase cap. 27.
27
1247
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28
Pl. Lg. 782c.
tunado, dios serás, de mortal que eras»; OF 487.4: «Dios has nacido, de hombre que eras»).
29
Tal como se lee en algunas de las laminillas de Turios (OF 488.9: «Venturoso y afor-
30
«Podemos advertir un riquísimo componente de origen órfico en el corpus de la doc-
trina platónica. Aunque Platón no fue un órfico, su inacabable capacidad para la trasposi-
ción lo llevó a tomar de los viejos temas órficos un material precioso para sus propias teo-
rías», Bernabé, 1998a, 83.
1248
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A. Prom. 936 menciona por vez primera a «los sabios que se inclinan ante Adrastea».
Platón alude a ella también en R.451a.
31
32
Pl. Phd. 248d.
1249
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Platón, además, deja claro que, una vez caídas, las almas deben
esperar diez mil años, divididos en diez periodos de mil, cada uno de
los cuales representa una reencarnación, antes de volver a tener la
oportunidad de retornar al mundo divino y supraceleste del que pro-
ceden. Durante ese periodo las almas se reencarnan en sucesivos cuer-
pos, siguiendo el principio de que la que haya vivido justamente par-
ticipará de un mejor destino y la que haya vivido injustamente, de uno
peor. Tras experimentar ese tipo de vida, Platón introduce una única
excepción: algunas almas purificadas por su dedicación a la filosofía,
al concluir el tercer ciclo de mil años36, tienen la oportunidad de recu-
perar de nuevo las alas y liberarse37; las demás, al acabar su vida, son
juzgadas, pudiendo darse incluso el caso de que algunas se reencar-
35
Emp. B 146 D.-K. Para un análisis más extenso de estos pasajes, véase Bernabé,
1999a.
jados de los dioses felices; Píndaro, citado por Platón en Men. 81b (Fr.133 Maehl.), sostie-
36
Emp. B 115 D.-K. afirma que los daivmone” deben vagar «treinta mil estaciones» ale-
ne que Perséfone acepta, «al noveno año», el castigo de un antiguo duelo, a partir del cual
las almas van hacia el alto sol; Hdt. 2.123 sostiene que el ciclo de las reencarnaciones al que
Clem. Al. Strom. 5.14.122.3, para describir el premio que aguarda para toda la eter-
están sometidas las almas dura «tres mil años».
37
nidad a quienes han vivido con piedad y justicia, cita a Emp. B 147 D.-K.: «Los que habi-
tan con los inmortales, los que comparten la misma mesa, apartados de las penas humanas,
Pl. Phd. 81e-82a explica que los que se han dedicado a la glotonería, lujuria o la bebi-
indestructibles».
38
da se encarnan en asnos y otros animales semejantes; los que se han decantado por las injus-
ticias, las tiranías y los robos, en bestias como los lobos, los halcones o los milanos. Hdt.
2.123 adjudica la teoría de la inmortalidad del alma y sus correspondientes reencarnaciones
a los egipcios, teoría que algunos griegos, que Heródoto se niega a nombrar, habrían adop-
tado como suya. Según el testimonio de Heródoto, «cuando el cuerpo muere el alma penetra
en otro cuerpo y cuando ha recorrido todos los seres terrestres, marinos y alados, penetra de
nuevo en el cuerpo de un hombre. El giro dura tres mil años». Véase cap. 45, § 2 para un
análisis más extenso de este pasaje.
1250
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dades semánticas de la palabra teletav”, «iniciaciones», que, en este pasaje, vinculó a tele-
vou”, «perfectas», televou” ajei; teleta;” telouvmeno”, tevleo” o[ntw” movno” givgnetai.
1251
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según se dice desde antiguo en el relato (pavlai ejn tw’i lovgwi lev-
getai)42, consiste en separar al máximo el alma del cuerpo y habi-
tuarse a reunirse y concentrarse ella misma por ella misma comple-
tamente al margen del cuerpo y habitar en lo posible sola por sí
misma, tanto ahora como después, liberada del cuerpo como de unas
cadenas. [...] Y, como decimos, se esfuerzan siempre en liberarla,
entera y únicamente, los que filosofan correctamente (oiJ filoso-
fou’nte” ojrqw’”)43 y esta preocupación es propia de los filósofos, la
liberación y separación del alma del cuerpo.
41
Pl. Phdr. 250c.
que Platón atribuye nociones órficas en Phd. 70cd, Ep. 7.335a, Lg. 715e. Cfr. Phd .69c.
42
La expresión evoca, como ya se ha comentado, el antiguo relato (palaio;” lovgo”), al
43
La expresión prepara el pasaje de Phd. 69c, en el que, como ya se ha visto, se califi-
correctamente» (pefilosofhkovte” ojrqw’”); en Phd. 80e se afirma que tan sólo está en con-
ca a los que han instaurado las iniciaciones órficas como aquellos que han «filosofado
diciones de vivir en compañía de la divinidad el alma pura, que no arrastra nada del cuerpo
filosofou’sa); en Phd. 82bc se reitera que los que «filosofan correctamente» (ojrqw’”
porque se concentró en ella misma, es decir la que «ha filosofado correctamente» (ojrqw’”
filovsofoi) se apartan de las pasiones corporales y son los únicos que están en condiciones
de acceder a la estirpe de los dioses. Algunos estudiosos han considerado que el adverbio
ojrqw’” tiene resonancias órficas. Sobre esta cuestión, véase Bernabé, 1998a, 83.
1252
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44
Pl. Phd. 114c.
45
«Esta doctrina central de los órficos tuvo, para Platón, una tremenda, y uno está a
veces tentado de decir, desafortunada fascinación. [...]. Llegaría tan lejos como para nom-
brar a los órficos como, al menos, una de las influencias que llegaron a formar la parte más
característica del platonismo, la tajante separación entre el más bajo mundo de los sentidos,
1253
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rior, al mundo en que brilla la luz del sol. Se trata del alma del filó-
48
«Mención en la que no resulta difícil reconocer la norma órfica», Masaracchia 1993,
do propósito del mito en Platón, que es proporcionar algún tipo de relato de regiones en las
que no pueden continuar los métodos del razonamiento dialéctico. [...] Es parte de su gran-
deza haber confesado que hay ciertas verdades últimas cuya demostración científica está
más allá de los poderes de la razón humana. Sabemos que son verdad y tenemos que expli-
carlas lo mejor que podamos. El valor del mito es que proporciona una manera de hacerlo»,
Guthrie, 1952, 239.
1254
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los Titanes según la Ilíada 8.478 ss. En el Gorgias, por su parte, se afir-
correspondía a las almas injustas, el mismo sitio al que fueron arrojados
Hes. OD 170-173, Pi. O. 2.68-72. Homero, Od. 4.563-565, menciona el Llano Elisio
50
«Platón usó libremente los mitos órficos», Guthrie, 1952, 239.
51
Grg. 526d; Radamantis es mencionado en Od. 4.563-565 como un habitante del Llano Eli-
imparte justicia entre los muertos, teniendo un cetro dorado», verso que Platón repite en
sio y Pi. O. 2.75-76 afirma que los habitantes de la Isla de los Bienaventurados estaban
sometidos a sus rectas deliberaciones; Éaco es descrito por Pi. I. 8.21 ss. impartiendo justi-
cia entre los dioses. En Pl. Ap. 41a estos tres mismos personajes, además de Triptólemo, son
calificados por Sócrates como «los verdaderos jueces» y son los que juzgan en el Hades, en
oposición a los jueces terrenales.
1255
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Fedón. Por un lado, Platón cita a Homero (Il. 8.14) para describir la
cialmente con la topografía del Hades descrita con sumo detalle en el
no tiene ni fondo ni base (puqmevna oujk e[cei oujde; bavsin to; uJgro;n
tou’to)54,
53
Iul. Or. 7.216d, por ejemplo, sostiene que Platón siguió a Orfeo en sus descripciones
OF 111.2-3 geivnato kai; mevga Cavsma pelwvrion e[nqa kai; e[nqa, / oujdev ti
55
Guthrie, 1952, 168 s.; Kingsley, 1995, 127 s.
56
y otros ríos y lagunas, como la Aquerusíade, descritos en el Fedón, se caracterizan por con-
57
Kingsley, 1995, 118s. destaca que el río Piriflegetonte que desemboca en el Tártaro,
mencionado en Phd. 69cd. Cfr. Phd. 110a, 111d, 113a. A partir de ello, Kingsley, 1995, 118 s.
tener fango, lo que reflejaría una influencia órfica alusiva al castigo de yacer en el fango
Más Allá del mito del Fedón como un todo –lo que significa sobre todo la disposición de
partir de las referencias a yacer en el fango y los ríos de fango resulta que la panorámica del
sus ríos– está basada con casi total certeza en una obra de Orfeo». Sin embargo, la presen-
cia del fuego en esas corrientes es tan importante, o más, que la del barro. De hecho, parece
que Platón dejó claro su modelo al reconocer que esos ríos cenagosos del Hades eran «como
esos torrentes de barro que en Sicilia fluyen por delante de la lava y como la misma lava»
(Phd. 111de).
1256
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nueva vida «casi siempre de acuerdo con los hábitos de la vida ante-
rior», por lo que no parece casual que Platón presentase, por un lado,
a Orfeo eligiendo una vida de cisne, «por su odio a las mujeres»61, y,
por otro, a algunos personajes homéricos como Áyax, «que no quería
renacer como hombre»; Agamenón, que deseaba ser un águila; Tersi-
tes, un mono; y Ulises, un hombre particular y anónimo. La mezcla de
personajes muy destacados del mundo homérico, junto con Orfeo62,
58
Dam. in Phd. 1.497.3-5, 1.541.1-6, 2.145.1-6. Cfr. OF 341-342. Sobre esta cuestión
cfr. Kingsley, 1995, 120 s.
59
Para un estudio de este poema véase cap. 19, § 2.6. Sobre esta cuestión, cfr. Kings-
en otros pasajes de su obra: Ti. 35a-37a, para describir cómo el Demiurgo, en el proceso de
ley, 1995, 133 ss. Platón utiliza la metáfora de la cratera, de posibles connotaciones órficas,
ordenación cósmica, mezcló los distintos tipos de almas; Lg. 773d, donde compara la unión
Phlb. 61 bc, pasaje en el que compara la mejor vida, como una mezcla de placeres y pru-
de las distintas clases sociales en la ciudad con la mezcla del vino y el agua en una cratera;
dencia, con la mezcla de líquidos en una cratera. La imagen de la mezcla fue también utili-
zada por Emp. B 35 D.-K. para describir las mezclas de los cuatro elementos en el torbelli-
no cósmico por acción del Amor para producir los seres mortales.
60
«En estos mitos escatológicos Sócrates combinó dos creencias que procedían de
fuentes diferentes: la creencia en una vida “en otro mundo” después de la muerte y la creen-
cia muy distinta de que una yuchv pasa a un cuerpo humano o animal que, desde luego, per-
tenece a este mundo», Taylor, 1928 (1962), 641. A su vez, Masaracchia, 1993, 187, habla
de dos «filones culturales distintos», el homérico, «especializado en la suerte que aguarda
Según Platón, R. 620a, la misoginia de Orfeo se explica por el odio que sintió hacia
en esta vida», y el órfico, en «la suerte que aguarda en el Más Allá».
las mujeres por haberle dado muerte. Sobre esta cuestión, véase cap. 7, § 2.4. En Smp. 179d,
61
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Se añade, además, que las almas son juzgadas por unos jueces y,
en función de su comportamiento anterior, las malvadas son arrojadas
al Tártaro, pero las que vivieron castamente vuelven a la tierra y las
63
Algo semejante ocurre en el pasaje de Ap. 40b-41c, en el que Sócrates se muestra
tranquilo ante la muerte y, tras sostener que la muerte consiste en un simple emigrar al Más
Allá, afirma que él mismo se reunirá con Orfeo, Museo, Hesíodo y Homero, además de con
otros héroes homéricos como Palamedes, Áyax, Odiseo o Sísifo. La mezcla de tales poetas
y héroes corrobora que Platón fundió la iconografía del Hades de procedencia órfica con la
Pl. Phd. 108a. Cfr. Edmonds, 2004. Harrison, 1903a, 599, sugirió que Platón aludía
homérica.
64
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por la sagrada vía por la que los demás iniciados y bacos avanzan,
gloriosos66,
1259
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69
Sobre la situación similar de las fuentes del antro de Trofonio, cfr. cap. 23, n. 31.
tón en la República, en la que las almas destinadas a reencarnarse son obligadas a reunirse
70
Pugliese Carratelli, 2003, 47 s. subraya que, en efecto, la situación descrita por Pla-
en la llanura del Olvido y beber agua del río de la Despreocupación, «se opone a la suerte
reservada a los mistas en la escatología órfica (conocida por Platón), que relacionaba la
Memoria con la liberación de la repetición de existencias limitadas y angustiosas».
71
Sobre la presencia de estos guardianes en otros ámbitos religiosos, véase Bernabé-
Jiménez, 2001, 58 ss.
72
«En el texto platónico, una instancia superior valora el comportamiento moral del
alma en su estancia terrenal, en las laminillas parece bastar con una declaración ritual por
parte del difunto», Bernabé-Jiménez, 2001, 82.
1260
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73
En Phd. 95c se alude también a la confianza del filósofo en alcanzar, al morir, este
OF 477.
lugar eterno y divino.
74
1261
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rar su naturaleza divina, que, según se deduce del mito de los Titanes,
consiste en tomar a la pureza dionisíaca. El alma, en definitiva, cono-
cedora de su condición, desea retornar a su «estirpe celeste», tal como
se lee en alguna de las laminillas:
Para ello, como es sabido, resulta esencial que pueda beber agua
de la fuente de la Memoria, apartándose de la del Olvido, momento
sublime que corona el proceso iniciático, tal como se sugiere en la
invocación final del himno órfico dedicado a Mnemósine:
OF 474.15 s.
78
OH 77.9 s.
79
80
1262
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en el Fedro que tan sólo el alma del filósofo es alada, pues es la única
De modo análogo, resulta muy clarificador que Platón explicase
1263
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Llegado este punto, Platón identifica el alma del malo, que califi-
Zeus cabeza, Zeus centro, por Zeus está todo perfectamente dispuesto87.
Cabe recordar, en primer lugar, que este verso órfico, que otorga
a la divinidad el poder absoluto, fue utilizado con un fin parecido,
84
«Las palabras de Orfeo son citadas como un apoyo fundamental para la descripción
de la divinidad que presidirá la ciudad ideal», Bernabé, 1998a, 47. Asimismo, Masaracchia,
del proyecto legislativo elaborado en las Leyes: «Se trata de la exposición de presupuestos
1993, 190, destaca el sentido y la importancia de la mención platónica para la consolidación
Lg. 716c-717a.
85
Cfr. OF 243.2.
86
87
88
Véanse los caps. 22 y 54.
1264
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cen», Pl. Euthphr. 5d-6c. Esta afirmación ha sido interpretada por algunos estudiosos
91
Eutifrón alude también a estas mismas acciones violentas que «muchos no cono-
como una demostración de que este tipo de relatos se recitaban en ambientes religiosos
secretos de los que el propio Eutifrón habría formado parte. Sobre esta cuestión véase Ber-
del significado del verso correspondiente de la teogonía órfica, alude también a la «acción
Pl. R. 607a.
extraordinaria» que Crono cometió contra su padre Urano para desplazarle del reinado.
93
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hecho de que en las Leyes, tras haber mencionado el verso órfico, Pla-
mucho más acorde con la concepción platónica de la divinidad. El
La Justicia, de la que Orfeo, que nos enseñó las más sagradas ini-
ciaciones, dice que está sentada junto al trono de Zeus y observa
todas las cosas de los hombres97.
94
Procl. in Alc. 109b (272 Segonds = OF 247).
OH 62.2-3.
97
Ps.-D. 25.11 (OF 33).
Hes. OD 259 ss., S.OC 1381 s. Véase al respecto Bernabé, 2003a, 67 ss.; Masaracchia,
98
99
1993, 193 sugiere que Platón en realidad tuvo presente las concepciones órfica y hesiódica.
1266
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100
«Platón critica la brutalidad y los aspectos más reprobables de la narración desde el
punto de vista moral, pero se siente atraído por una cierta visión de Zeus como principio,
fin y centro, auxiliado por la Justicia y, precisamente por esto, la acepta a costa de morali-
1267
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cel tal como se leen en Fedón 62b y 82e, Axíoco 365e, y Fedro 250c,
Así, pues, cabe considerar que las alusiones a la teoría del cuerpo-cár-
pasaje en el que se compara el cuerpo con una ostra, son una metáfo-
ra platónica inspirada en la doctrina órfica del sw’ma-sh’ma103. De
este modo, y según la adaptada interpretación de Platón, el cuerpo es
en realidad una prisión en la que las almas pagan el castigo y de la
que, como cualquier preso, no les está permitido evadirse porque los
dioses lo prohíben. Se forzaba así una sutil paradoja: Sócrates, con-
denado a muerte por jueces humanos, aguarda en la prisión junto a
sus amigos la ejecución de la sentencia. Mientras espera el momento
de beber la cicuta, intenta explicar a éstos, con la descripción del corres-
pondiente mito escatológico, que su muerte significaba su liberación
definitiva del ciclo de las reencarnaciones. En cambio, las almas de
sus compañeros, libres de la prisión, estaban condenadas a seguir
encerradas en su cuerpo-cárcel. De este modo, Sócrates declaraba
sutilmente que la justicia divina está por encima de la legislación
humana que le había condenado104, de modo que la aplicación de la
sentencia que le condenaba a muerte, más que un castigo, represen-
taba la liberación de su alma.
103
Sobre esta cuestión, véase Bernabé, 1998a, 72. La cruel costumbre de los piratas
que sugiere la expresión sw’ma-sh’ma. Cic.Fr.112 Grilli = Arist. Fr. 60 Rose = OF 430.
etruscos de atar a los vivos a un cadáver podría evocar, en cierta manera, la muerte en vida
104
Cfr. Pl. Ap. 41a, en donde Sócrates opone a los jueces humanos los «verdaderos jue-
ces» del Hades, Minos, Radamanto, Eaco y Triptólemo.
1268
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y piadoso para liberarse de él, explica el áspero tono con que Platón
censura a quienes aducían el testimonio de Orfeo para realizar prác-
yendo a las puertas de los ricos, los persuaden de que poseen un poder
procedente de los dioses de curar, mediante sacrificios y encanta-
mientos, tanto la injusticia cometida por uno mismo, como por los
antepasados, con la ayuda de placeres y fiestas. Y si alguien desea
dañar a un enemigo, por una pequeña cantidad de dinero, tanto sea
justo como injusto, lo conseguirá por medio de conjuros y nudos
mágicos, porque, así dicen, persuaden a los dioses para que les obe-
dezcan. Como testigos de todas estas palabras citan a los poetas.
Unos otorgan a la maldad un fácil acceso, de manera que
la maldad es fácil de adquirir sin trabajo,
el camino es liso y habita muy cerca.
Frente a la virtud los dioses han impuesto el sudor
y un camino largo, escabroso y escarpado106. Otros ponen por testigo
a Homero de la seducción de los dioses por parte de los hombres,
porque él dijo:
Los mismos dioses se ablandan ante las súplicas,
por medio de sacrificios y dulces celebraciones,
los hombres les hacen cambiar de parecer con libaciones y el
[humo de los sacrificios,
implorándoles cuando alguien se ha excedido y cometido una
[falta107.
Y presentan un tumulto de libros de Museo y Orfeo, descendientes de
la Luna y de las Musas, así dicen, según los cuales realizan sacrifi-
cios, persuadiendo no sólo a particulares, sino también a ciudades, de
que existen liberaciones y purificaciones de las injusticias por medio
de sacrificios y juegos de placeres, tanto para los vivos como para los
que han muerto, que denominan iniciaciones y que nos liberan de los
males de allí; sin embargo, a los que no realizan sacrificios les aguar-
dan males terribles108.
Los tres versos literales son Hes. Op. 287-289. La frase siguiente es una cita no lite-
105
Kern, 1935, 1285.
106
Il. 9.497-501.
ral del verso 290.
Pl. R. 364b-365a.
107
108
1269
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109
Thphr. Char. 16.11.
110
Así, entre otros, Moulinier, 1955, 36, considera el pasaje como un «documento sobre
el culto órfico»; Boyancé ,1937, 11, opina que «el texto platónico es el más antiguo y más
órficos».
111
Wilamowitz, 1931, 192, fue quien inició esta línea crítica, que fue seguida por otros
insignes estudiosos como Linforth, 1941, 90 s.; o Dodds, 1951, 146 ss.
112
Ziegler, 1939, 1200 ss.
113
Boulanger, 1925, 48 s.
1270
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Platón trata de demostrar, en primer lugar, que los poetas, si bien puede
que no sean dañinos por ellos mismos, no pueden evitar que sus poe-
mas sean usados y tergiversados por toda clase de individuos para
satisfacer sus propios fines. Establecida esta premisa, Platón pone
diversos ejemplos en dos pasajes, 362e1-363e4 y 363e5-365a3, en los
que menciona, en una estructura paralela, la misma secuencia de poe-
tas: Homero, Hesíodo, Orfeo y Museo, y que, leídos desde esta pers-
pectiva, conforman una compacta unidad temática que, sorprendente-
mente, casi no ha sido considerada114.
En el primer pasaje, 362e1-363e4, se expone el caso de los padres
o tutores que recomiendan a sus hijos que se comporten justamente
no porque consideran que la justicia es un bien o un fin deseable por
sí misma, sino por los beneficios que la práctica de la justicia podría
proporcionarles. Para convencer a sus hijos de la utilidad de esa acti-
tud, los padres ponen como testimonio a los grandes poetas: Hesíodo
(Op. 232 s.), para recordar que los dioses permiten que los robles de
los justos tengan bellotas en su copa y abejas en su tronco y las ove-
jas estén cargadas de lana, y Homero, para probar que, si un rey reina
1271
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sus hijos: Hesíodo, Trabajos y días 287-290, para mostrar que el mal
idéntica a la utilizada anteriormente por los padres para convencer a
116
La mención de los cuatro poetas, además de Simónides, se repite en Pl. Prt. 316d,
los. Asimismo, Ar. Ra. 1032 atribuye a Orfeo la enseñanza de las iniciaciones y la necesi-
pasaje en el que se asignan a Orfeo y Museo, respectivamente, las iniciaciones y los orácu-
cuatro poetas son citados también en Pl. Ap. 41a. En Io 536b falta Hesíodo de la lista. Resul-
dad de apartarse de matanzas y a Museo la curación de enfermedades y los oráculos. Los
ta bastante claro que, para Platón, Orfeo y Museo «formaban una pareja autónoma y dis-
dica a los cuatro poetas en el pasaje de R. 363-364 que comentamos, resulta evidente que,
tinta de la pareja Homero-Hesíodo», Masaracchia, 1993,180. En la descripción que se adju-
como ya ha sido destacado, a Homero y Hesíodo les corresponden las descripciones sobre
la vida terrenal y a Museo y Orfeo las del Más Allá.
1272
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117
«Este pasaje es el fundamento principal que sustenta la opinión de que Platón recha-
zó a los órficos como si fueran unos magos o brujos, pero en todas partes Platón habla de
1273
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Creo que los primeros que calificaron esta enfermedad como sagra-
da fueron hombres como los actuales magos, purificadores, charlata-
nes (ajguvrtai) y embaucadores, que presumen de mucha piedad y
sabiduría124.
que no creían en los dioses. De entre estos ateos distingue dos tipos:
los que a pesar de su ateísmo son honestos y los que añaden a su ateís-
mo una inteligencia perversa que les permite utilizar su incredulidad
124
Hp. Morb. sacr. 1.22-25. Asimismo, Edipo, en un momento de ofuscación insulta al
adivino Tiresias, a quien cree sobornado por Creonte, calificándolo como un «mago que
ganancias pero es ciego para la técnica» S. OT 387-389; del mismo modo, Casandra, al sen-
urde maquinaciones, un charlatán mentiroso (dovlion ajguvrthn), que sólo piensa en las
que, en realidad, no hacía más que «maquinar maldades», E. Hipp. 943 ss. Sobre este pasa-
que seguía los preceptos de Orfeo y cautivaba a los demás con sus palabras sagradas, pero
1274
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duos denunciados por Platón en las Leyes: que los dioses «son des-
Afirmación que contrasta vivamente con lo que sostenían los indivi-
1275
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6. CONCLUSIONES
1276
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1277
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132
Bernabé, 1998a, 84.
133
Diógenes consideraba ridículo que personajes como Agesilao o Epaminondas tuvie-
ran que yacer en el fango al llegar al Hades, mientras que otros hombres mucho más vul-
gares, por el hecho de estar iniciados, habitaban en las Islas de los Bienaventurados, D. L.
6.39.
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LIII
Carlos Megino
*
Quiero agradecer a los profesores W. Burkert, Ch. Riedweg y E. Matelli sus útiles
rencia de Mu. 401a 27 = OF 31 I, donde se citan los versos literales de un himno a Zeus
1
como parte de «lo que se dice en los [poemas] órficos». No obstante, existen serias dudas
Phlp. in de An. 186.24-26 = Arist. Fr. 7 Rose, Cic. ND 1.38.107 = Arist. Fr. 7 Rose.
de que esta obra sea de Aristóteles.
2
3
Como creen, siguiendo a Cicerón, Guthrie, 1952, 13, 59 s.; Alderink, 1981, 56; y
West, 1983a, 21, n. 52.
1281
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tenía ante sus ojos hubieran sido compuestos por el mismo Orfeo. La
expresión «los llamados» no implica de suyo duda sobre la existen-
cia del autor o autores de los poemas aludidos, sino sólo sobre su
identidad; es decir, Aristóteles dudaba de los autores materiales de los
poemas, no de la procedencia de la doctrina en ellos contenida. Esto
es lo que parece deducirse también del testimonio del propio Aristó-
teles, quien en otros lugares hace referencia a doctrinas teogónicas
órficas atribuyéndolas a los poetas antiguos que se dedicaban, frente
a los filósofos de la naturaleza posteriores, a tratar las cuestiones en
clave mítica, esto es, en forma de teogonías, de ahí que en algún caso
los llame también «teólogos»4. Entre estos poetas tenía que encon-
trarse Orfeo, cuyas obras, tal como nos lo revelan los comentaristas
antiguos de Aristóteles, constituían junto con las de Homero, Hesío-
do o Museo5 el origen y el punto de referencia más antiguo a que el
Estagirita podía aludir. Así pues, en los casos en los que alude bajo
esas referencias a doctrinas que por otras fuentes sabemos que son
órficas y que no pueden adscribirse a Homero o a Hesíodo, parece
claro que las está refiriendo a Orfeo, aunque pensara que los poemas
que él leía en su época los compuso Onomácrito o cualquier otro6.
Tenemos, pues, un primer modo aristotélico de hacer referencia a
doctrinas órficas: el de atribuirlas a ciertos poemas que circulaban
bajo el nombre de Orfeo o el de aludir a ellas como pertenecientes a
los poetas arcaicos, autores de teogonías, que fueron los primeros
griegos que se ocuparon en tratar sobre la naturaleza y sobre los dio-
ses. Un segundo modo, mucho menos frecuente, es el de hacerlas
proceder de lo que se decía en los rituales mistéricos de iniciación o
teletaiv7, cuyo carácter órfico se colige por las doctrinas que les atri-
buye, como la idea de que todos los seres humanos nacen para un cas-
tigo como expiación por grandes culpas8, o como el tabú de asar lo
cocido previamente, en probable alusión al mito de Dioniso y los
Titanes, quienes primero cocieron los miembros de Dioniso en un
caldero y luego los asaron. Se trataba, seguramente, de legovmena
procedentes de la variada literatura atribuida a Orfeo, divulgados por
(Orfeo y Hesíodo); Alex. Aphr. in Mete. 66.12 Hayduck (Homero, Orfeo y Hesíodo);
5
Cfr. P. Derv. col. VI 4-5, Pl. Cra. 400c. Cfr. también las posibles referencias de otros
7
autores como D. Chr. 30.10, Clem. Al. Strom. 3.3.17.1 y Ath. 4.157c.
8
1282
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denominan «orfeotelestas»9.
Por otro lado, y volviendo a la posición de Aristóteles hacia este
tipo de doctrinas, es de notar también en él una cierta ambivalencia.
En efecto, en algunos casos se sirve de ellas para apoyar argumentos
propios, a modo de ejemplos ilustrativos útiles, aprovechando el valor
que como argumento de autoridad tienen las doctrinas antiguas10; sin
embargo, en otros se refiere a ellas con el único objeto de refutarlas,
poniendo su afán en sacar del error a aquellos que pudieran seguir-
las11. Tampoco es especialmente preciso en sus alusiones, sino más
bien todo lo contrario. Junto a dos o tres referencias específicas a poe-
mas órficos, aunque sin nombrar a ninguno en concreto, la mayor
parte de las veces se refiere a opiniones órficas sin distinguirlas de las
de otros poetas antiguos, en una consciente voluntad de indefinición,
hablando como de algo conocido por el común de los griegos y de
cuya procedencia, por tanto, resulta ocioso dar detalles. De hecho, a
veces es difícil saber si una alusión tiene o no origen órfico, por lo
que hay que deducirlo de otros textos o de las noticias de los comen-
taristas antiguos.
En resumen, podemos decir que, a pesar de la indiferencia que, por
regla general, dispensa hacia lo órfico, Aristóteles conoció, usó y citó
la literatura atribuida a Orfeo y reflejó en su obra doctrinas y creencias
órficas en mayor medida de lo que sus alusiones explícitas a los poe-
mas órficos dejan entrever. Las siguientes páginas servirán para ilus-
trar las modalidades de ese reflejo.
9
R. 364b-365a. El nombre de «orfeotelesta» no está atestiguado hasta Thphr. Char.
16.12, pero parece claro que se alude con él al mismo tipo de oficiante itinerante de ritos
descrito por Platón: cfr., por ej., Burkert ,1987b, 33. En cambio, Linforth, 1941, 102, pien-
sa que pudiera tratarse de dos personajes distintos, si bien ambos realizarían el mismo tipo
Por ej. de an. 410b 28 s., Metaph. 1071b 26, 1072a7 o Mete. 353a 34 ss.
10
11
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a) Y si fuera como dicen los teólogos que hacen surgir todo de Noche...
b) De modo que no hubo Caos y Noche durante un tiempo infinito.
c) Los poetas antiguos opinan de modo semejante, por cuanto afirman
que reinan y gobiernan no los primeros, como Noche y Cielo, o Caos,
u Océano, sino Zeus.
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guna divinidad más), con la que nos da Aristóteles, quien nombra a Cielo
junto a Noche, indicando probablemente con ello que vendría después de
ésta en la generación divina16. Caos, por su parte, sería una mera referen-
cia a Hesíodo17, mientras que la otra entidad divina aludida, Océano, sí
tendría cabida también en la misma teogonía órfica, aunque en una gene-
ración posterior, si las noticias que nos ofrece Platón en dos pasajes (uno
en que atribuye a «los hijos de los dioses», esto es, a Orfeo18, una teogo-
nía en la que Océano nace de Tierra y Cielo19, y otro donde transmite dos
versos literales de Orfeo en los que se dice que Océano dio origen al
matrimonio casándose con su hermana Tetis20) corresponden a la teogo-
sica22 a una opinión muy similar, que atribuye «a los más antiguos»,
a los que «primero se ocuparon de los dioses». En este pasaje, discu-
tiendo la opinión de Tales, que hace del agua la causa primera de las
cosas, Aristóteles dice que estos autores antiguos tuvieron una idea
muy parecida, porque
16
Cfr. Lyd. D Mens. 2.8 (26.1 Wünsch), que atribuye a Orfeo como principios teogó-
Parece lo más probable, pues si bien una fuente tardía (cfr. Rufin. Recognit. 10.30.3
nicos a Noche, Tierra y Cielo.
17
bién AO 12 y 421), la descripción que hace de éste parece asimilarlo a esa especie de materia
Caos ingénito, sempiterno y amorfo como ser primordial y origen de todas las cosas (cfr. tam-
del mundo (cfr. Apio en Hom. Clem. 6.4) y que hay que referir a otra teogonía posterior, la lla-
indistinta e informe de la que nos hablan otras fuentes de la misma procedencia como origen
mada de las Rapsodias, la única que circulaba en esa época (siglo V d.C.): cfr. Burkert, 1968,
cambio, prefieren atribuir estas referencias a la Teogonía de Jerónimo y Helanico. Por otra
109, n. 45; West, 1983a, 266 y cap. 14, § 8. Kern, 1922, 132 s., y Brisson, 1995, IV, 2911, en
parte, tampoco parece una alusión a la teogonía órfica parodiada por Aristófanes en Aves 690
ss., pues si bien éste nombra a Caos junto a Noche como divinidad primera, relega a Cielo a
generaciones posteriores, mientras que Aristóteles lo sitúa inmediatamente tras la Noche.
18
Quien es hijo de la Musa Calíope y, según alguna tradición, también del dios Apolo.
Que con la alusión a «los descendientes de los dioses» y a los «hijos de los dioses» se hace
referencia a Orfeo (y quizá también a Museo, que pasa por ser hijo suyo), parece claro,
1998a, 39, al confrontarla con R. 364e y 366b en que se alude a Orfeo y Museo como «des-
como señalan Staudacher, 1942, 79, n. 14; Colli, 1977, I 397; West, 1983a, 117; y Bernabé,
1941, 109, en cambio, no cree que el paralelismo con los pasajes de la República implique
cendientes de la Luna y de las Musas» e «hijos de los dioses», respectivamente. Linforth
1285
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lo demás, recuerda Platón en el pasaje aludido del Cra. 402b; cfr. también Tht. 152e.
24
Hesíodo habla también de la descendencia de Océano y Tetis (Th. 337 ss.), como, por
do como los primeros en ocuparse de los dioses: Alex. Aphr. in Metaph. 25.9 Hayduck.
25
El comentarista de Aristóteles, quien dice que éste se refiere aquí a Homero y a Hesío-
26
Cfr. Schwegler, 1847, III, 31 ss., quien concluye, apoyándose en otros pasajes aris-
Homero y a Hesíodo (cfr. Metaph. 1000a 8, 1071b 26, 1075b 26, 1091b 4, Mete. 353a 35),
totélicos similares donde por «los más antiguos teólogos» se hace referencia, según él, a
que los aludidos por Aristóteles en Metaph. 983b 27 son estos dos poetas. Cfr. también
Lobeck, 1829, 509. Otros comentaristas, sin embargo, se muestran más cautelosos, como
No cabría argüir la semejanza con el comienzo del OH 83, donde se invoca a Océa-
Bonitz, 1849, 64; o Reale, 1968, I 153.
27
no como origen de los dioses inmortales y de los hombres mortales, debido al origen tardío
del himno.
28
Esta razón es defendida por Ross, 1924, I, 130, quien, además, repite el argumento
de Schwegler de que Aristóteles no creía en la autenticidad de los poemas órficos.
29
Guthrie, 1952, 13, llega a decir que las doctrinas que ambos reflejan son idénticas.
1286
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30
Hipótesis formulada por Schuster, 1869, 10, a quien siguen Kirk-Raven-Schofield,
2
1983, 16 y Bernabé, 1998a, 63 (con ulteriores referencias). West, 1983a, 120, por su parte,
prefiere creer que el verso órfico citado por Platón: «Océano, de bella corriente, dio origen
el primero al matrimonio», es una adaptación forzada de una teogonía anterior en la que esto
sería literalmente cierto. Sin embargo, no tenemos ningún indicio de esa supuesta teogonía
y no hay forma, pues, de confirmar esta tesis, cfr. Bernabé, 1998a, 63. Martínez Nieto, 2000,
217 s., en cambio, cree que las parejas Océano-Tetis y Cielo-Tierra formarían una tríada
irreductible con la divinidad primordial, sea ésta Noche, Caos u otra, de tal forma que
dichas parejas pudieran aparecer en otras teogonías órficas como primeros principios o
parejas primordiales. Sin embargo, no hay constancia de la existencia de teogonías órficas
la citada por Platón en el Timeo parece claro que hay que añadir a Noche como divinidad
que postularan como divinidades primigenias a Océano y Tetis o a Cielo y Tierra, pues en
Así lo creía también Tomás de Aquino, in Metaph. § 83, p. 25a, donde escribe que
con lo dicho, creemos, suficientemente explicada.
los antiguos teólogos a los que se refiere Aristóteles fuerunt autem tres, Orpheus, Museus
31
et Linus.
32
La atribución a Homero, a raíz de Il. 14.201 y 246, de la creencia en la prioridad cos-
Dam. Pr. 124, que dice: «pues no hay que aprobar a Eudemo cuando dice que [Homero]
mogónica de Océano y Tetis es confirmada por Eudemo, como se deduce de un pasaje de
con la de Orfeo (cfr. Combès comm. ad loc.). Según West, 1983a, 120, la genealogía órfica
comienza a partir de Océano y Tetis», si bien Eudemo no puso en relación esta cosmogonía
Metaph. 1091b 4. Por el contrario, Ziegler, 1942, 1348, piensa que la vinculación de los
33
Así lo cree también Gruppe, 1887, 612 ss., quien incluye la referencia de Arist.
1287
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La vaga referencia a «algunos que dicen» parece aludir, tal como con-
firman los testimonios de los comentaristas antiguos, como Alejandro de
Afrodisias y Simplicio35, a poetas autores de teogonías al estilo de He-
síodo, como serían Orfeo y Museo36, por un lado, y a los primeros filó-
sofos de la naturaleza, esto es, a los milesios, por otro. Si la suposición
de que Orfeo se halla tras la referencia aristotélica es correcta, como
parece, la teogonía órfica conocida por Aristóteles postulaba, como la de
Hesíodo, un primer ser, que sería Noche, del cual se generaba todo lo
existente, lo que, si hemos de hacer caso a Alejandro de Afrodisias, sería
como tal perpetuo, aunque, eso sí, sujeto al devenir de la generación y la
corrupción. Es decir, el universo tendría un principio, pero no un fin. La
aparente contradicción de este aserto con el comentario de Simplicio al
pasaje, en el que atribuye a Orfeo y a Museo la doctrina de que todo es
generado, salvo lo primero, que Simplicio llama, en su terminología filo-
sófica, «la primera causa», se explica37 porque cada uno tenía ante los
ojos una teogonía distinta. Como hemos apuntado, la del Estagirita sería
34
Arist. Cael. 298b 25 ss. = OF 103.
35
Cfr. las referencias en nota 5.
36
Cfr., por ej., Longo, 1961, 338; Elders, 1965, 272, quien habla de «relatos órficos del
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además unos versos órficos que coinciden en gran medida con los cita-
autor del tratado Acerca del mundo45 en la idea de que era conocido
Platón43 y datable en torno al 500 a.C.44) son citados por el anónimo
Cfr. Mu. 401a 28 ss. y P. Derv. cols. XVII 6, 12, XVIII 11 s. y XIX 10.
perfecto no surgen desde un principio, sino al completarse la generación de los seres.
Pl. Lg. 715e, quien cita, con alguna variante, uno de estos versos: «El dios que, como
42
[dice] el antiguo relato, tiene el principio, el fin y el centro de todos los seres…», lo cual no
43
modos, el poema órfico citado, como demuestran las coincidencias con el P. Derv., sí es
Reale 1974, 31ss., 127, 273, quienes lo atribuyen a la primera época del Estagirita. De todos
1289
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Alex. Aphr. in Mete. 66.12 Hayduck. De la misma opinión es Louis, 1982, I 113.
En Il. 21.194-196 se dice que el mar y la totalidad de los ríos manan de Océano, que
46
47
1290
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1291
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partir de otras anteriores, por lo que es muy posible que los versos en
cuestión55 pertenecieran a un poema órfico anterior a Platón, que éste
conoció y adaptó en prosa, y que fueran después reutilizados por el
Procl. in R. 2.138.8 Kroll (vv. 1-2), y Simp. in Ph. 1.528.14 Diehl (v. 3) = OF 111.
52
Cfr. Guthrie, 1952, 170 s., Kingsley, 1995, 126 ss.
Th.740 cavsma mevg∆. Cfr. también Pi. Fr. 207 Maehl. Tartavrou puqmevna.
53
54
55
Seguramente Platón leyó sólo el segundo y el tercer verso, pues la introducción de
Tiempo como entidad generadora de Éter y Sima es sin duda posterior.
1292
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del Fedón de la poesía órfica, queda clara también la del propio Aris-
Así pues, y una vez mostrada la dependencia del pasaje platónico
¿Cómo se forman las demás <partes>? O bien todas las partes se for-
man a la vez, por ejemplo, el corazón, el pulmón, el hígado, el ojo y
56
Kingsley, 1995, 128.
57
Cfr. Masaracchia, 1993, 173-197; Kingsley, 1995, 112-132; Casadesús, 1995a,
1997a, 61-65, 1997b, 61-73; Bernabé, 1998a, 33-93, 1999a, 239-259.
1293
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todos los demás <órganos>, o unas después de otras, como en los ver-
sos atribuidos a Orfeo, donde éste dice, en efecto, que el animal se
forma igual que el entramado de la red.
Así también lo cree West, 1983a, 10, quien considera que La Red es «con toda pro-
60
Cfr. West, 1983a, 10s.; Kingsley, 1995, 140; 159.
61
babilidad» el poema aludido por Aristóteles. Cfr. también Lobeck, 1829, 381; West, 1971,
230; y Bernabé, 2002b, 225, n. 99. Ziegler, 1942, 1408, en cambio, lo considera «dudoso».
1294
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Vett. Val. 317.19 Pingree (OF 422). Cfr. Greg. Naz. Poem. Arc. 7 y cap. 62, § 4.1 y n. 95.
65
En términos similares se manifiesta Bernabé, 2002b, 235.
66
1295
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West, 1983a, 99, n. 54, 112, cree que la fuente de Aristóteles en el pasaje del De
anima es la llamada Teogonía de Protógono. Sin embargo, no ofrece ningún argumento a
67
existiera realmente; de la Teogonía de Derveni, que West cree una versión abreviada de la
favor de esta suposición, además de que existen serias dudas de que esa supuesta teogonía
de Protógono, no puede deducirse nada que haga pensar que pudiera ser la fuente de Aris-
tóteles en dicho pasaje. La pretensión de Boyancé, 1974, 96 ss., de interpretar la identifi-
aire domina todas las cosas (P. Derv. cols. XVII ss.), como una referencia al hálito inter-
cación que el comentarista del Papiro hace entre el aire y Zeus, en la creencia de que el
no que, a modo de alma, los hombres reciben de Zeus para regir sus vidas, no deja de ser,
fuente de Aristóteles, tanto en este pasaje como en GA 734a 16, una cosmogonía que for-
en nuestra opinión, una mera conjetura. Jaeger, 1947, 217, n. 21, por su parte, propone como
maba parte de un poema órfico de contenido teogónico influido por las teorías de los filó-
sofos naturales presocráticos. Sin embargo, no podemos saberlo con seguridad; ni tampo-
co es seguro que ambas alusiones de Aristóteles se refieran al mismo poema. Por otro lado,
escrita por Onomácrito (sobre la base del testimonio de Juan Filópono en el Fr. 7 Rose) no
la suposición de Zeller, 1910 (= 1899), 156, de que Aristóteles se refería a una teogonía
deja de ser una mera conjetura, tanto más cuanto que no está claro que Aristóteles atribu-
Arist. Fr. 60 Rose (= Iambl. Protr. 77.27 ss. des Places) = OF 430 V. Cfr. tam-
yera nada a Onomácrito.
bién, Cic. Hort. Fr. 112 Grilli, quien se refiere al pasaje de Aristóteles en los mismos
68
términos.
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69
Cfr. P. Derv. cols. VI y XX; también, Pl. R. 364b-365a, quien hace una descripción
crítica de sus actividades. Incluso emplea términos muy parecidos a los de Aristóteles cuan-
hJmi`n ou|toi katastehvsanteı Phd. 69c). West 1983a, 22, por su parte, asume también que
do se refiere a ellos como «los que nos instituyeron las iniciaciones» (oiJ ta;ı teleta;ı
P. Derv. col. VI 4 s.: «Por eso hacen el sacrificio los magos, como si expiaran un cas-
Aristóteles se refiere aquí a los orfeotelestas.
70
Pl. Lg. 701c. Seguimos en esto a autores como Nilsson, 1935, 202 s.; Colli, 1977,
73
74
398; Casadio, 1991, 133, n. 36; y Bernabé, 1998a, 75 y n. 138, que explican la expresión
platónica como referencia al mito órfico de Dioniso y los Titanes, frente al escepticismo de
Pl. Cra. 400c, Men. 81b, Phd. 62b y Sch. ad loc. (10 Greene), Grg. 493a.
otros como Festugière, 1936, 308 s., o Linforth, 1941, 339 s.
Cfr. D. Chr. 30.10 y el importante testimonio de Xenocr. Fr. 219 Isnardi Parente.
75
76
Otros autores modernos, como Brunschwig, 1963, 178 s., y Dumoulin, 1981, 26 s., creen
también que este mito está detrás de la referencia aristotélica. Sobre su antigüedad, que se
remontaría al menos hasta el siglo VI a.C., cfr. el cap. 27.
1297
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naje ficticio (cfr. Burkert, 1962a, 101, n. 23), mientras Clem. Al. Strom. 3.3.17.1 la pone en
77
Ath. 4.157c la atribuye a un pitagórico llamado Euxíteo, quien podría ser un perso-
boca de Filolao (44 B 14 D.-K.), si bien éste dice tomarla de «los antiguos teólogos y adi-
vinos», en una clara referencia, como la similitud con otras expresiones semejantes de Pla-
tón o Aristóteles muestra, a Orfeo y a la literatura a él atribuida, cfr., p. e., Ziegler, 1942,
1380. La calificación de Orfeo como «teólogo» la encontramos en varios autores, siendo el
1298
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ple explicación ad hoc para adecuar el contenido del sueño con los
primera vista, la interpretación del sueño de Eudemo parece una sim-
84
Como la de Schneeweiss, 1966, 148, para quien Aristóteles se refiere aquí a los casos
patológicos, a los animales que, por mala constitución, se desvían de su desarrollo natural
que la concepción aludida es la que aparece en el Fr. 20 Rose, según la cual los seres esta-
y de su fin propio, marcado por la naturaleza, o la de Vendruscolo, 1990, 170, quien cree
mos constituidos contra la naturaleza porque los elementos que nos componen están unidos
en contra de su lugar natural.
1299
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del Más Allá a la terrenal. Además, no se dice que la vida sea conse-
cuencia de un castigo, sino que la vida «es» un castigo, lo cual sólo
se puede entender en el contexto de la culpabilidad innata que afecta
al hombre en el mito órfico.
Ahora bien, se puede objetar que la vinculación entre las ideas de
vida como castigo y como condición inferior a la muerte es obra
de Plutarco y no de Aristóteles, y que éste parece estar reflejando
ideas platónicas cuando otorga su preferencia a la vida en el Más
87
Plu. Cons. Apoll. 115B-E = Arist. Fr. 44 Rose.
88
Como cree Méautis, 1955, 263.
1300
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91
Ps.-Arist. Pr.*3, 43 Bussemaker (OF 312 II y 633).
92
Sobre todo ello, cfr. Guthrie, 1993 (= 1981) VI 65 s.
1301
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93
Clem. Al. Protr. 2.18.1 (27 Marcovich = OF 312 I).
94
Así lo cree también West, 1983a, 161, quien afirma que el Pseudo-Aristóteles, al refe-
rirse a lo dicho en las teletaiv, está aludiendo al mito órfico de Dioniso y los Titanes. Ya vincu-
ló dicha costumbre con el mismo mito Reinach, 1919, 162 ss., y también Sfameni, 1984, 152 s.
Para la conexión entre la crítica órfica del sacrificio cruento y el mito de Dioniso, cfr. Detien-
ne, 1982, 129 ss. y Parker, 1995, 502 s. Por su parte, la explicación que ofrece Ath.14.656b,
atribuyéndola al propio Aristóteles, según la cual no se debe asar lo cocido porque produce «la
disolución de lo mejor», es decir, hace a la carne más seca y dura, quitándole su humedad, pare-
ce descartable, pues la alusión a las teletaiv muestra que Aristóteles se refiere al tipo de expli-
cación antes expuesto, donde existen motivos religiosos antes que culinarios.
1302
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95
Arist. Fr. 194 Rose en Gell. 4.11 (OF 647 V).
96
Nock, 1972, II 848, en cambio, sostiene que dicho tabú sólo está atestiguado en rela-
Plu. Quaest. conv. 635E (OF 647 I). Cfr. el comentario al pasaje de Teodorsson,
ción con los pitagóricos.
97
1989, I 212 s.
98
Cfr. una inscripción de Esmirna en Sokolowski, 1955, nº 84.13. Cfr. Henrichs, 1972,
OF 315, 314.
71 s. y cap. 59, § 4.3.b.
OF 325.
99
OF 327.
100
101
102
En este sentido, dice West, 1983a, 162: «Evidentemente, no era comido en el ritual
en el que se basaba el relato órfico». Por otra parte, y aunque Detienne, 1982, 158, niegue
que haya una relación directa entre la prohibición de comer el corazón y el mito órfico de
Dioniso y los Titanes, nos resulta difícil pensar que el papel que desempeña el corazón en
dicho mito no tuviera nada que ver en el tabú órfico de su consumo. Sobre el corazón en el
orfismo, cfr. también Olivieri, 1950, 9 s.
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103
Cfr. Burkert, 1972, 182, n. 117.
104
Como sugieren tanto Kirk-Raven-Schofield, 1983, 40, para quienes la prioridad cos-
mogónica de Noche en la versión de Eudemo, al contradecirse con la primacía de Fanes en
la versión rapsódica, sería «resultado del carácter derivado y sincrético de la teogonía órfi-
las Rapsodias, supone que la versión teogónica de Eudemo omitió otras generaciones divi-
ca», como Betegh, 2002, 344 s., quien, teniendo en cuenta que Noche es hija de Fanes en
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Thphr. Char. 16.12 (OF 654). Sobre este pasaje, cfr. Guthrie, 1952, 17; 204 s.
También atestiguado en Plu. Apophth. Lac. 224D (OF 653) y Phld. P. Herc. 1074
106
E. Hipp. 955 s., Pl. R. 364b-e, 366a, Lg. 909b, 933a, P. Derv. cols. VI y XX; Hp.
109
Thphr. Piet. Fr. 584A Fortenbaugh (= Porph. Abst. 2.5-9.2, 11.3-15.3, 19.4-31.1,
111
Price, 1999, 114.
112
31.7-32.3). Sobre todo 11.3 ss., 13.3 y 19.4 (pp. 80-82, 87 Bouffartigue).
1305
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4. RECAPITULACIÓN
1306
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LIV
ORFISMO Y ESTOICISMO
1. INTRODUCCIÓN
1
«El estoicismo fue, de todas las antiguas filosofías, la que estuvo más favorablemen-
te dispuesta hacia la poesía. Los estoicos mantuvieron que los grandes poetas, tales como
Homero, fueron los primeros filósofos y los citaron extensamente en sus argumentaciones
Según el testimonio de Diógenes Laercio, Zenón habría escrito unos Problemas homé-
filosóficas», De Lacy, 1948, 241.
ricos (en cinco libros) y Sobre la audición de la poesía (D. L. 7.4); Cleantes, Sobre el poeta
2
(D. L. 7.175) y Crisipo, Sobre los poemas y De cómo hay que escuchar los poemas (D. L.
7.200).
3
Cfr. Casadesús, 2005.
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Cic. ND 1.41.
Phld. Piet. 13 Gomperz (SVF I 539). Cicerón habría transcrito el pasaje de Filodemo
4
5
introduciendo la consideración de que los estoicos actuaban de este modo para demostrar
que los antiguos poetas eran preestoicos, algo que el epicúreo Filodemo, a pesar de su hos-
tilidad hacia la escuela estoica, no habría llegado a afirmar. Sobre esta cuestión véase Long,
Gal. de plac. Hipp. Plat. 3.4.15, cfr. 3.3.25. Plutarco (Is. et Os. 360D) confirma que
1996, 65.
6
Crisipo fue uno de los filósofos, junto con Pitágoras, Platón y Jenócrates, que siguió las opi-
Gal. de plac. Hipp. Plat. 3.4.15. En esta misma obra (3.3.25) vuelve a aludir, en tono
7
8
crítico, a la tendencia de Crisipo a citar los versos de numerosos poetas: «Menciona (sc.,
Crisipo) muchísimos versos de Orfeo, Empédocles, Tirteo, Estesícoro, Eurípides y otros
poetas que contienen la misma absurdidad».
9
Sabemos que Crisipo fue un autor muy prolífico. Diógenes Laercio (7.180) afirma que
trabajó muchísimo y escribió «más que nadie», más de setecientos cinco libros. Esta poli-
grafía fue sin embargo criticada en más de un aspecto. En primer lugar, tal como sostiene
Diógenes Laercio, su expresión y estilo no debieron de ser muy logrados. Además, tal pro-
ducción bibliográfica se habría debido a que sobreabundaba en los mismos temas y escribía
citas y testimonios. En uno de sus escritos citó casi toda la Medea de Eurípides, por lo que
todo aquello que se le ocurría, corrigiéndose continuamente y recurriendo a una multitud de
1308
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que les resultaban más útiles para satisfacer este cometido. Poseemos
pocos testimonios explícitos de cómo pudieron interpretar los poe-
mas órficos, aunque los abundantes ejemplos de exégesis de pasajes
homéricos y hesiódicos pueden ofrecernos una pista muy valiosa
2. LA CONCEPCIÓN TEOLÓGICA
Por ello la exaltación que los poetas griegos hicieron del poder de
Zeus atrajo a los filósofos estoicos. Poseemos algún ejemplo signifi-
cativo del uso que, en este sentido, los estoicos hicieron de Homero12.
ese libro fue titulado irónicamente por alguien como la «Medea de Crisipo». Diógenes
(7.181) cuenta que Apolodoro de Atenas llegó a afirmar que «si se eliminasen de los libros
de Crisipo todas las opiniones ajenas, sus hojas de papiro quedarían vacías».
10
«Los padres fundadores del estoicismo desarrollaron una filosofía que encajara, tanto
como fuera posible, con la cultura griega tradicional», Long, 1996, 65.
D. L. 7.4 informa que Zenón escribió cinco libros bajo el título de Problemas homéri-
11
D. L. 7.147.
cos, de los que no poseemos información. De Crisipo, en cambio, nos han llegado diversos
12
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las cosas:
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Tan gran y excelso rey has llegado a ser de todas las cosas.
Sin ti nada se produce en la tierra, dios,
ni por la etérea y divina bóveda celeste ni en el mar,
excepto cuantas cosas hacen los malos con sus insensateces.
Pero tú sabes poner proporción a lo excesivo,
ordenar lo desordenado, y las cosas desagradables son gratas para ti.
Pues así has harmonizado todas las cosas en una, las buenas con las
14
SVF I 537.
1311
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ma y el fuego:
Es más, esta equiparación del soplo del aire con Zeus (Zeu;” pnoih;
pavntwn) ha inducido a algunos estudiosos20 a suponer que el comen-
OF 31.9.
Porph. Fr. 354 F Smith = OF 243.
15
16
17
Así, el v. 1 (Zeu;ı prw`toı gevneto, Zeu;ı u{statoı ajrgikevraunoı) correspondería
con el aludido en el papiro en las cols. XVII 6 y XVIII 12; el v. 2 (Zeu;ı kefaªlhv, Zeu;ı
mevsºs≥a, Dio;ı d∆ ejk ªpºavnta tevtªuktai) corresponde con el mencionado en la col. XVII 12;
cionado en la col. XIX 10. Bernabé, 2003a, 65, opina que «el Himno a Zeus debió de ser ree-
el v. 7 (Zeu;ı basileuvı, Zeu;ı d∆ ajrco;ı aJpavntwn ajrgikevraunoı) es el mismo que el men-
laborado varias veces, con adiciones y supresiones en cada reelaboración, como casi toda la
Para West, 1983a, 218, «Los versos 1, 2, y 7 están atestiguados gracias al Papiro de
literatura órfica».
Derveni. Los otros versos, sin embargo, no pueden ser todos tan antiguos, porque contienen
18
órfica original. Además, el hecho de que esté ausente de la versión de las Rapsodias sugie-
19
Para West, 1983a, 90, no hay razón para pensar que este verso estuviera en la versión
1312
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21
Bernabé, 2004a, a partir de Merkelbach, 1967a, 24, incluye este verso como frag-
Harder, 1930. Tanto en algún manuscrito del Himno órfico a Zeus, como de Clean-
mento 14 de su edición de la teogonía órfica del papiro.
22
1313
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nume, «de muchos nombres». Con ello los estoicos intentaron demos-
trar que tan sólo existe un dios y una única potencia divina y que los
distintos nombres de los dioses no son más que denominaciones
diversas de la misma divinidad:
Los estoicos dicen que no existe sino un único dios y una única y
misma potestad, la cual se denomina con diversos nombres por cuen-
ta de nuestros oficios. Por ello al mismo le llaman Sol, al mismo
Apolo y al mismo Líber. Y también a la misma la llaman Luna, a la
misma Diana, a la misma Ceres, a la misma Juno, a la misma Pro-
sérpina27.
Pl. Lg. 715e alude a este mismo verso, que atribuye a un «antiguo relato», para afian-
29
30
zar el poder de la divinidad y la justicia. Sobre esta cuestión, vid. Casadesús, 2002d. El esco-
1314
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más abajo, también con lo que había sostenido Crisipo37. Algo pare-
éter al cielo, la tierra, el mar y los astros38. West cree que esta histo-
ria de la cadena de oro pretendía unificar el cosmos, lo que, a su vez,
sería un reflejo de la teoría estoica mantenida por Crisipo de que
32
«La tardía poesía órfica compuesta durante la época helenística y posthelenística
ca anterior (tal como ahora lo sabemos con certeza a partir del Papiro de Derveni) combina-
representa una amalgama de frases y líneas enteras de versos tomados de una literatura órfi-
una repetición del modelo de Zenón son West y Brisson, pero nuestras fuentes sobre la Teo-
esta «abusiva inferencia» al sostener que quienes «dicen que esta teogonía es simplemente
gonía órfica no dicen que esta agua primordial sea Caos», Bernabé, 1994a, 94.
Plu. de Stoic. rep. ugn. 1056C. Sobre esta cuestión, West, 1983a, 196.
OF 237. Este relato de la cadena de oro que se lee en las Rapsodias se inspira en el
37
conocido pasaje homérico de Il. 8.8 ss., en el que Zeus, tras advertir a los dioses de que no
38
ayudasen ni a griegos ni troyanos, les amenaza recordándoles que su fuerza era tan grande que,
tirando de una cadena de oro, podría arrastrar juntos a todos los demás dioses, mar y tierra.
1315
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toda la existencia está unificada por causa del pneu`ma que mantiene
el universo junto y compacto39.
39
SVF II 154-7. West, 1983a, 237 s. ofrece un resumen de esta interpretación recor-
Cic. ND 2.63-64.
41
Sobre esta cuestión vid. Dragona-Monachou, 1971, 367.
42
1316
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bre del dios Neptuno, ofrece, por analogía, una explicación de cómo
descubrir su etimología:
43
Cic. ND 3.63.
44
«Según todas las apariencias, la palabra ejtumologiva es de acuñación estoica, por la
que se indicaba que la búsqueda por el motivo por el que un nombre particular ha sido dado
a una cosa determinada está relacionada con la búsqueda de la verdad», Shenkeveld-Barnes
«Los estoicos creen que los nombres son por naturaleza (fuvsei)», Origenes Cels.
1999, 182.
45
libros), según D. L. 7.200. De hecho, los títulos de estos libros de Crisipo representan el pri-
Cic. ND 2. 64-67.
mer testimonio del uso del término ejtumologikav en griego.
Cic. ND 2.66.
47
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50
Esta explicación etimológica de los nombres de Zeus concuerda con la que también ofre-
ce Crisipo y que, como se verá más abajo, coincide con la que se encuentra en un poema órfi-
co: «Parece que se denomina Zeus a partir de que da la vida (zh`n) a todos los seres. Pero le lla-
SVF II 1062. Phld. P. Herc. 1428 col. 4, p. 70 s. confirma también esta etimología de Crisipo:
man Diva porque es la causa de todos los seres y todos son por su causa (diav)», Stob. 1.26.31=
«Zeus es la razón que lo gobierna todo y el alma del universo y con su participación todas las
cosas [...] y las piedras, por lo cual también se llama Zh`n, pero Diva porque es la causa y el
señor de todas las cosas». La explicación etimológica se basa en la similitud existente entre el
nombre de Zeus en acusativo, Diva, y la preposición diav, «por causa de», «a través de».
SVF I 103-104.
51
D. L. 7.147.
SVF I 100.
52
53
1318
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ojloovfrwn, «de mente funesta», que acompaña a Atlas en Od. 1.52, como
una emanación»58. En la misma línea, Cleantes interpretó el adjetivo
SVF I 169.
SVF I 168
54
SVF I 121.
55
SVF I 526.
56
SVF I 549.
58
1319
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de con los diversos nombres del dios Zeus que en la Cratera menor
lógica del nombre de algunos dioses y figuras mitológicas. Así suce-
Zeus es el principio de todas las cosas, pues hizo que vivieran (zh`n)
y engendró a los seres vivos. Además de Zh`na, lo llaman
Diva porque todo está configurado por su causa64.
61
Macr. Sat. 1.18.13-15, SVF I 546.
1320
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ción diav se sugiere ya en Hes. Op. 2-3 y advierte frente a la tendencia de atribuir a los estoi-
65
Bernabé, 1992a, 45, aduce que la explicación del nombre Diva a partir de la preposi-
cos «toda etimología órfica». Sin embargo, aunque es cierto que en Hesíodo ya se sugieren
diversas explicaciones etimológicas de algunas divinidades, ello no comporta ninguna obje-
ción al hecho de que los estoicos intentaran «estoicizar» algunos versos órficos. La ausen-
memente esta tarea. Cabe recordar, además, que Pl. Cra. 396ab ofrece la misma etimología
cia de control sobre ellos, sometidos a continuos cambios y añadidos, habría facilitado enor-
de los dos nombres de Zeus, en posible alusión a los órficos: «Unos le llaman Zh`na y otros
Diva [...]. Porque no hay, ni para nosotros ni para los demás seres, nadie que sea la causa de
la vida (zh`n) que el jefe y rey de todas las cosas. Resulta por esto correcto que este dios se
OF 315.
67
OF 86.
68
OF 188.
70
OF 83.
71
72
1321
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Algunos dicen que (sc., Orfeo) fue un filósofo y el más antiguo. Pero
yo no puedo llamar «filósofo» a quien ha revelado tales cosas acerca
de los dioses y no sé cómo hay que llamar a quien atribuye a los dio-
ses todo tipo de pasión humana, incluido actos vergonzosos ejecuta-
dos con el órgano de la voz que son raramente cometidos por algu-
nos hombres76.
73
Cic. ND 2.70.
74
D. L. 7.187 s.
75
Diógenes Laercio utiliza el adverbio ajrrhvtwı, utilizado para advertir de lo que en los
misterios iniciáticos tan sólo puede ser dicho en secreto. Este tipo de relatos míticos vio-
1322
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horrorosa y muy indecente para los no iniciados, pero no para los dio-
ses y filósofos griegos ni para los misterios de Dioniso y Deméter78.
te a Orfeo el poema Sobre Zeus y Hera, del que conocemos dos ver-
ximos a los misterios dionisíacos. De hecho, se atribuyó directamen-
1323
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ayuda a situar esta escena erótica81. Así, tras hacer un repaso a diver-
sos relatos mitológicos repugnantes en los que
los hijos dioses mutilan a sus padres dioses, los padres dioses devo-
ran a sus hijos dioses, la madre diosa engaña al padre de los hombres
y los dioses permutando a su hijo por una piedra, el padre tiene rela-
ciones con su hija, la mujer ata a su marido [...],
82
Thphl. Ant. Autol. 3.8.3-5 también relaciona a Crisipo con esta escena erótica al afir-
mar que el filósofo estoico había dicho muchas tonterías acerca de que Hera había mante-
Teoría que, por su parte, Hippol. Haer. 1.21.3 (83 Marc., cfr. SVF II 807, II 223.10)
83
84
1324
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Dicen (sc., los estoicos) que hay un alma en el universo, que deno-
minan éter y aire, que rodea la tierra y el mar y que es una exhalación
de ambos. Las restantes almas surgen de ella, las que se encuentran
en los seres vivos y las que se encuentran en la atmósfera, que es
donde moran las almas de los muertos90.
6. EL PAPIRO DE DERVENI
Arist. de An. 410b 27-411a 4. Cfr. OF 436: «El alma de los hombres está enraizada
desde el éter», OF 422: «Al arrastrar el aire recogemos alma divina».
85
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91
A pesar de que ningún estudioso ha abordado a fondo las afinidades entre el P. Derv.
han sugerido. Así, Burkert, 1968, 107, n. 35, ya advirtió de que el P. Derv. representaba un
y el modo que tenían los estoicos de interpretar a los poetas, cabe destacar que algunos las
antecedente del método alegórico de interpretación de una cosmogonía órfica, tal como pos-
órfica se remonta al interior de la Estoa, hasta Cleantes y Crisipo, y de aquí hasta el Papiro
teriormente lo realizaron Cleantes y Crisipo: «La alegoría filosófica de una cosmogonía
de Derveni». Boyancé, 1974, 108, confirma asimismo la tesis de Burkert: «No es sin razón
que este autor (sc., Burkert) nos recuerda que (sc., el P. Derv.) anuncia la alegoría estoica
tal como la practicaron, como sabemos, a excepción de Zenón, su sucesor Cleantes y, des-
Orfeo, entre otros poetas, con «el mismo espíritu» que el anónimo autor del P. Derv.
pués, Crisipo». Por su parte, West, 1983a, 80, señala que Crisipo interpretó más tarde a
92
P. Derv. col. XVIII 2-10.
1326
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pareció que éste era el nombre más conveniente de los que todos los
hombres le dieron. Pues, antes de que fuese llamado «Zeus», Moira
era la inteligencia (frovnhsiı) del dios siempre y por todas partes92.
93
P. Derv. col. XIX 1-7.
1327
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SVF II 1026. Cfr. «El Intelecto [...] es divino, como les pareció a los de la Estoa»,
SVF II 1038.
97
98
El comentarista del papiro, como los filósofos estoicos, se muestra muy interesado
en legitimar el poder de Zeus. La teogonía órfica ofrecía un marco adecuado para esta jus-
tificación, «el momento en que Zeus, tras la absorción de Protógono, englobando en sí todo
Procl. in Ti. 1.312.9 Diehl (OF 240 III), cfr. 1.336.20 (OF 240 II).
el espíritu generador, da inicio a un nuevo ordenamiento del cosmos», Funghi 1980, 80.
99
100
«Devorando a Metis, Zeus concluía un ciclo a través del cual emergía dramática-
mente el mundo tras luchas, ordenaciones temporales, violencias y astucias, y sobre esta
materia vital, penetrada de potencias de generación y surcada de fuerzas aladas de destruc-
la luz de la Teogonía de Hesíodo, donde, al convertirse en el rey de los dioses, se casa y devo-
102
ra a Metis. [...] El paralelo entre Hesíodo y Orfeo es obvio», West, 1983a, 87.
1328
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que Metis fue la primera esposa de Zeus, a la que devoró antes de que
de su cabeza naciera la diosa Atenea.
Precisamente, según un sugerente testimonio de Galeno, Crisipo
se interesó por interpretar este mismo pasaje de Hesíodo, para resal-
tar la acción de devorar a Metis por parte de Zeus. Según Galeno,
para Crisipo la diosa Metis equivalía a la inteligencia (frovnhsiı), que
Zeus absorbió, lo que posibilitó que luego naciera Atenea, símbolo de
la inteligencia, de la cabeza de Zeus103.
En esta misma línea argumental, la identificación del Destino
(Moi`ra) con el pneu`ma y la inteligencia (frovnhsiı) de Zeus estable-
cida por el comentarista coincide plenamente con los principios doc-
trinales básicos del estoicismo104. Así, Diógenes Laercio sostiene
que, para los estoicos,
va, para los estoicos, como para el autor del Papiro de Derveni, «el
sipo equipara a Zeus con el Destino y la providencia107. En definiti-
103
El propósito de Crisipo, según la exposición de Galeno, era demostrar que el mito
hesiódico del nacimiento de Atenea de la cabeza de Zeus no iba en contra de la creencia
estoica que situaba en el corazón el intelecto humano. Según la interpretación de Crisipo,
Atenea habría sido generada por Metis, que se encontraba en el vientre de Zeus, y no espon-
táneamente de la cabeza de Zeus. Sobre esta cuestión, Long, 1996, 76. El comentarista del
papiro en la col. XVII 13 s. se interesa también por interpretar la palabra «cabeza», kefalhv,
que aparece en el verso «Zeus la cabeza, Zeus la parte central, todas las cosas provienen de
Zeus». Aunque el texto está deteriorado en este punto, algunos términos sugieren que el
comentarista pudo haber asociado la palabra con el poder creador de Zeus. Tsantsanoglou,
1997, 17, ofrece una traducción hipotética de las posibles palabras perdidas en el final de la
miento es también Zeus. ¿Quién no ve que tenemos aquí la anticipación del fatalismo estoi-
co?», Boyancé, 1974, 96.
SVF II 931.
107
1329
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po la equiparación de
Me ha devorado el terrible
destino que me correspondió al nacer.
Ya sufrirá más tarde cuantas cosas el destino
tejió con su hilo al nacer, cuando su madre lo parió.
Digo que ningún hombre escapa a su destino111.
Todo indica que, finalmente, con el paso del tiempo se acabó pro-
duciendo una fusión entre la concepción estoica de la necesidad, el
destino y la ley divina, Adrastea112, con estos mismos elementos órfi-
cos. Así, en un pasaje de Proclo se lee113:
SVF II 925.
Il. 23. 78 s.; 20.127 s. y 6.488.
110
Una ley de Adrastea es mencionada por Pl. Phdr. 248c en un contexto órfico.
111
SVF II 914.
115
D. L. 7.149.
P. Derv. col. XVIII 9-10 h\m Moi`ra frovnhsiı tou` qeou` ajeiv te kai; ªdºia; pantovı.
116
117
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118
SVF II 914.
1331
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por los poetas, buscando ofrecer una explicación física de ellas. Así,
en el papiro el comentarista explica el nombre del dios Crono como
compuesto de krouvein y nou`n, porque
Himnos:
nombre de ambas. Pues era lo mismo. Pero está dicho también en los
P. Herc. 1428 col. IV 13-7-12. De hecho, las coincidencias entre lo que Filodemo
124
atribuye a Crisipo en este papiro hallado en Herculano y lo que se lee en el P. Derv. son
125
notables. Así, Filodemo sostiene que Crisipo equiparó a Zeus con el destino: «Zeus, la natu-
raleza común de todas las cosas, el destino y la necesidad se reúnen»; estableció también
una equiparación entre Zeus y el aire: «Zeus es el aire que rodea la tierra»; equiparó a
Deméter y Rea con la tierra y ofreció la etimología del nombre de Crono ya mencionada.
1332
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Plu. Aet. Rom. Gr. 276F13-277A7. El propio Plutarco informa de que Crisipo era de
127
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Los filósofos seguidores de Crisipo creen que van por todas par-
tes unos démones malignos, de los cuales se sirven los dioses como
verdugos y castigadores de los hombres impíos e injustos. Del mismo
modo, algunos Lares son semejantes a las Erinis y démones castiga-
dores, vigilantes de las vidas y de las casas128.
Asimismo, Crisipo consideró que los démones
SVF II 1101. Filodemo confirma que Crisipo creyó que «los hombres cambian a dio-
ses» (P. Herc. 1428 col. VI 14-16), lo que, a su vez, coincide con la afirmación que se lee
129
en la laminilla de oro de Turios (OF 488.9): «Venturoso y afortunado, dios serás en lugar
de mortal».
1334
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Dicen (sc., los estoicos) que sólo el sabio puede ser sacerdote, el
inepto de ninguna manera. Pues es necesario que el sacerdote sea
experto en las normas acerca de los sacrificios, plegarias, purifica-
ciones y fundaciones de ritos y todas las cosas de este tipo; además
de éstas, es necesario que tenga también experiencia en ceremonias
religiosas, veneraciones a los dioses y conocimientos del culto a los
dioses. [...] Ninguna de estas cosas le acontece al inepto, por lo que
todos son unos insensatos e impíos. Pues la impiedad es un mal, la
ignorancia del culto a los dioses; sin embargo, la piedad es el cono-
cimiento del culto a los dioses132.
sabios), pues tienen en ellos mismos una especie de dios. El vil, en cambio, es ateo. [...] Los
virtuosos son piadosos porque son expertos en los ritos acerca de los dioses. La piedad es
el conocimiento del culto de los dioses. Pero también harán sacrificios a los dioses y serán
puros. [...] Sólo los sabios son sacerdotes, pues han reflexionado sobre los sacrificios, las
fundaciones, las purificaciones y los demás asuntos apropiados a los dioses».
134
Los estoicos tendieron a ver el placer como algo perjudicial y negativo. Según D. L.
7.103, Crisipo escribió un libro sobre los placeres en el que manifestó que éstos eran «ver-
SVF II 131.
gonzosos» (aijscrav”).
135
1335
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136
Gal. De plac. Hipp. Plat. 3.4.12-13.
Epiph. Const. Haer. 3.2.9 (SVF I 538). El texto presenta distintas lecturas que, sin
137
Una posible alusión al portador de la antorcha de los ritos de Eleusis.
138
SVF II 1008. Pl. R. 365a, Phd. 249c y Plu. Fr. 178 Sandbach ofrecen otras explica-
139
140
1336
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Ante estos indicios, algunos estudiosos han sugerido que los estoi-
cos se iniciaron en algunos misterios142, en los que, como ya sabemos
por el testimonio citado de Plutarco, podrían recitarse en voz alta algu-
nos versos órficos.
Los estoicos, además, fueron especialistas en todo tipo de adivina-
ción, que estaba estrechamente ligada con su concepción de la divini-
dad143. El argumento que justifica esta actividad es el mismo utilizado
para defender que tan sólo pueden ser sacerdotes los sabios. La adivi-
nación exige una técnica que sólo el sabio puede dominar y que le per-
mite interpretar los mensajes que nos envían los dioses y los démones.
Esto incluye el conocimiento de la interpretación de los sueños, de los
oráculos, de la ornitomancia y de los pertinentes sacrificios:
141
D. L. 7.186.
1337
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sobre la adivinación145.
Según Cicerón, este filósofo estoico fue tenido por un sutil intér-
prete de sueños149 y un estudioso de los oráculos de Delfos, que com-
piló en un libro150. Crisipo, al parecer de Cicerón, también se mostró
excesivo en estas compilaciones, pues llenó un libro con esos orácu-
los mezclando verdades con falsedades, siendo oscuro y ambiguo, de
modo que, según Cicerón,
8. CONCLUSIÓN
Eus. PE 4.3.7.
146
Otra interpretación en Bernabé, 2005a.
Cic. ND 1.39.
148
1338
1281-1410:1281-1410 29/9/08 15:54 Página 1339
LV
1
Para el sincretismo en la religión helenística, v. Nock, 1953; Grant, 1953; Nilsson,
1961, 119-131. El orfismo, sobre todo a partir de esta época, también adopta varios ele-
mentos orientales, de ahí que West, 1976, haya llegado a hablar de orfismo greco-oriental.
Sobre elementos orientales en el orfismo, véase cap. 39.
2
Acerca de los cultos mistéricos en época helenística, sigue siendo fundamental el estu-
dio de Reitzenstein, 1927; v. también Nilsson, 1961, 90-103, y, sobre los misterios dionisí-
acos, Nilsson, 1957; Matz, 1964; y Burkert, 1993.
1339
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1. INTRODUCCIÓN
3
Véanse Gernet-Boulanger, 1932, 408-420; Nilsson, 1961, 152 s., sobre los Ptolome-
Eurípides sitúa a Orfeo en Tracia (Hipsipila Fr. 759a [1619] Kannicht), pero luego, cerca
menciona como madre de Orfeo a Calíope, una musa, habitante del Olimpo (Pers. 236).
1340
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muy extendidos desde la época clásica y tanto Alejandro como los Pto-
lomeos y los Atálidas consideraron a este dios como antepasado y pro-
tector de sus estirpes. En Egipto se aprovechó su identificación con
Osiris para promover su culto3. Contamos además con testimonios del
interés de los gobernantes macedonios por la figura de Orfeo y por el
tipo de religiosidad que representaba. Diversos relatos míticos relacio-
naban a este poeta legendario tanto con Tracia como con Macedonia
(en concreto con la región de Pieria, donde se encontraba el monte
Olimpo), territorios cercanos. Es posible que la vinculación de Orfeo
con Pieria fuera inducida por la propia corte macedonia, para así poten-
ciar su prestigio cultural en Grecia, al igual que buscó ascendientes
míticos y hasta divinos para su dinastía. Se ha defendido que la figura
de Orfeo fue sometida por el rey macedonio Arquelao, a finales del
siglo V a.C., a un proceso de «pierización», por el cual se empezó a
relacionar al cantor con Macedonia, en detrimento de Tracia4.
Existen incluso varios testimonios de la vinculación del propio
Alejandro Magno con Orfeo y el orfismo, hecho que sería determi-
nante en la difusión de estas creencias, favorecida por el prestigio de
su corte. En efecto, Pseudo-Calístenes dice que cuando partía a su
expedición en Asia, Alejandro visitó un templo de Orfeo en la ciudad
de Hiperia, al norte de Asia Menor, donde había una estatua del can-
tor rodeado por las Musas y por animales salvajes. También Plutarco
y Arriano mencionan esta visita5. A la llegada de Alejandro, cuentan,
la estatua sudó profusamente. Este prodigio causó temor, pero el adi-
vino Aristandro, según Plutarco, lo interpretó como señal de que el
general macedonio realizaría notables portentos, que causarían a los
poetas y a los músicos grandes sudores para poder celebrarlos. Para
Pseudo-Calístenes (1.42.6), el adivino Melampo (introducido anacró-
nicamente) interpretó el sudor como signo del esfuerzo que supondría
para Alejandro someter a tantos pueblos bárbaros. Que Alejandro se
acercase a visitar una estatua de Orfeo antes de su expedición, acción
5
Ps.-Callisth. 1.42.6. Según Plu. Alex. 14.5 y Arr. An. 1.11.2 la imagen se encontraba
iniciado», «Filón iniciado» e «Iniciado» (OF 496c, d y e), una en la Élide (siglo III a.C.):
«Filemena» (OF 496j), una en Egias (Vergina): «Filiste saluda a Perséfone» (OF 496k), una
en Anfípolis (OF 496n) y una en Milopótamo (Creta), del siglo II a.C.: «Saludos a Plutón y
Perséfone» (OF 495).
1341
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que cuentan sus tres principales biógrafos griegos, parece indicar que
sentía una especial confianza en el personaje y que quizá esperaba de
él una señal divina sobre el resultado de sus campañas. También Plu-
tarco da testimonio de cultos órficos y dionisíacos practicados con
extraordinario celo por Olimpíade, la madre de Alejandro, en los cua-
les quizá introdujo a su hijo6. Una prueba del arraigo del orfismo en
Macedonia la constituyen todas las laminillas que se han encontrado
allí7, además del célebre papiro hallado en una tumba de Derveni,
muy cerca de Tesalónica.
Cfr. cap. 14, § 8. También del periodo helenístico temprano serían la Teogonía Cícli-
ca que postula West, 1983a, 129, y el Discurso sagrado egipcio que reconstruye Bernabé
9
BGU 5.1211, ed. Schubart (OF 44). Ptolomeo ordenó que los que realizaran ritos
(OF 40-63).
10
mistéricos en honor de Dioniso acudieran a Alejandría para informar acerca de quién reci-
bieron los ritos sagrados (ta; iJerav), hasta la tercera generación, y para entregar su texto
idea de que estos cultos dionisíacos eran órficos. Burkert, 1987b, 70 s., sugiere que el Papi-
sagrado (to;n iJero;n lovgon) sellado, haciendo constar sus nombres. El uso de textos apoya la
Pf., AP 6.301). También Apolonio habla muy brevemente de estos misterios, en los que se
ro de los cuales quizá daba una explicación etiológica a su fundación (Frr. 115, 199, 723
iniciaron los Argonautas por indicación de Orfeo (1.915-921). Teócrito, Idilio 26 cuenta el
trágico fin de Penteo a manos de las ménades por violar su secreto, utilizando la termino-
logía característica de los misterios dionisíacos.
12
El autor se limita a hablar de iniciados o de misterios en algunos casos en que sería
más apropiado hablar de iniciados órficos o de orfismo, como cuando menciona los parale-
los entre varios poemas y las laminillas áureas (51 s., 60-64, 71, 74).
1342
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2. EL MITO DE ORFEO
13
Schneider, 1873, 595, consideró que el verso de Calímaco «las Musas colocaron al
pequeño sobre sus [rodillas]» (Fr. 471 Pf.), aludía a Orfeo, basándose en el verso de Nono
(D. 13.430) «dejando a Orfeo sobre las rodillas de Calíope». Existe la posibilidad, pero no
está suficientemente fundada.
Orfeo, como Ps.-Mosch. 3.115-125 (OF 986) y Verg. B.4.55, 6.30, 8.55-56. Probablemente
14
De hecho, otros poetas bucólicos comparan a menudo a los pastores músicos con
1343
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los personajes en torno a los cuales gira la acción (que podríamos limi-
tar a Jasón, Medea y Eetes), sí puede considerarse uno de los secunda-
rios más destacados. De modo significativo, es el Argonauta más nom-
brado después de Heracles16. Además, se le cita en primer lugar en el
catálogo de los expedicionarios (1.23), como el propio Apolonio enfati-
za («recordemos en primer lugar a Orfeo»)17. Es a él al que dedica más
versos, doce (1.23-34), en el conjunto del catálogo. Resulta elocuente
esta importancia formal, superior a la de los verdaderos héroes del viaje,
que quizá se debe a que su papel en el desenlace de la historia es más
decisivo. De hecho, Apolonio asegura que Jasón lo acoge como una
15
Sobre Orfeo en las Argonáuticas de Apolonio, v. Busch, 1993; Clare, 2002, 231-240;
y Köhnken, 2003.
16
Como señala Busch, 1993 301, n. 1. Köhnken, 2003, 22, también subraya la impor-
tancia de Orfeo junto con Heracles. Para Clare, 2002, 231, Apolonio muestra así que en el
poema destacarán los temas de la magia y la música.
17
Según Ziegler, 1939, 1255, la razón de citarlo el primero es por su conexión con las
Sch. A. R. 1.23-25a (8.22 Wendel; OF 1010 II) y 1.31-34a (9.20 Wendel; OF 1010
Musas (por ser hijo de Calíope), a las que Apolonio acaba de invocar (v. 22).
18
1344
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apunta también la imitación de Il. 18.571 s., donde se habla de un niño que canta acompa-
los Argonautas y que Apolonio lo estaba imitando, como señala Levin, 1971, 220. Este autor
ñado de la lira un canto de Lino: Il. toi; de; rJhvssonteı... / ... skaivronteı e{ponto... —-
A.R.1.572-574: toi; de; ... /··· ajivssonteı ... / ... diaskaivronteı e{ponto.
20
Clare, 2002, 245-252, 260, contrapone muy certeramente las figuras de Orfeo y de
Medea en el poema. El primero está asociado con el mundo olímpico, sobre todo con Apolo,
pero la segunda es adoradora de Hécate y representa las fuerzas ctónicas. Ambos tienen
poderes sobrenaturales, pero Orfeo causa el encantamiento del entorno benévolamente,
mientras que las acciones mágicas de Medea lo fuerzan y subordinan violentando su natu-
raleza. Frente a estas perturbaciones, la acción de Orfeo por lo general logra el orden, por
ejemplo tras su canto cosmogónico entre los compañeros que disputaban.
1345
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casos, cuando canta para Ártemis, para Polideuces y contra las Sire-
nas, los efectos de su música son sobrenaturales, si bien en las dos
primeras ocasiones tales prodigios son sólo una consecuencia no bus-
cada, no la finalidad del canto20.
En otros momentos, efectúa también labores religiosas, aparte de
cantar los mencionados himnos en honor de dioses: en primer lugar,
hace que los argonautas se inicien en los misterios de Samotracia para
obtener un viaje más seguro (1.915-918); después de que los héroes
erigen un altar a Apolo junto a la tumba del héroe Esténelo, consagra
su lira al dios, de donde el lugar recibió el nombre de Lira (2.928-
929); cuando los viajeros buscan desesperadamente una fuente en la
que calmar su sed, encuentran a las Hespérides y Orfeo logra que les
indiquen un manantial (4.1409-1451); por último, sugiere dedicar un
trípode a los dioses locales de Libia para que concedan a la nave un
retorno tranquilo, tras lo cual aparece Tritón y les muestra la salida
del lago salado del mismo nombre (4.1547-1549). Aunque Ziegler
parece descaminado al considerar poco importantes las actuaciones
sacerdotales de Orfeo, sí es interesante su idea de que algunas de sus
atribuciones pueden tener origen órfico, pues en el orfismo se consi-
deraba al tracio más como transmisor de conocimientos y ritos rela-
cionados con los dioses que como músico sobrenatural21. Esta ver-
tiente «órfica» de Orfeo es muy patente cuando Apolonio pone en su
boca una cosmogonía, dejando así constancia de que se le atribuían
poemas de esta temática. Sin embargo, en una ocasión el poeta míti-
co propone una acción tan poco órfica como un sacrifico cruento,
concretamente en honor de Apolo, nada más verlo pasar por la isla de
Tinia, para que les dispensara su protección en el viaje22.
Muchas de estas actuaciones de Orfeo, tanto las musicales como
las sacerdotales, son incidentales y poco influyentes en el curso de la
acción. Sin embargo, en el caso de las Sirenas su intervención es fun-
damental para el regreso de la nave. Con su canto, el tracio eclipsa el
de las Sirenas (como habían hecho los guerreros en su danza armada,
que se sobreponía a los llantos). Al no oírlas, los Argonautas pueden
pasar de largo sin deseos de quedarse a su lado. Se trata de una espe-
cie de «duelo mágico» entre seres dotados de poder. Apolonio se esfuer-
za en mostrar un paralelismo entre las Sirenas y Orfeo, indicando que
son hijas de una musa, Terpsícore, y de un dios fluvial, Aqueloo, al
21
Ziegler, 1939, 1256.
22
2.684-694. Las funciones sacerdotales no son exclusivas de Orfeo, sino que también
1346
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24
Köhnken, 2003, 26-27.
travesía en la Argo. Como apunta Busch, 1993, 322, n. 49, Apolonio desaprovecha una
25
Este silencio puede deberse a que Apolonio supusiera que tuvo lugar después de su
buena ocasión para mencionarlo, cuando llegan a una entrada al inframundo, el cabo Aque-
ronte en el Mar Negro (2.735). Para paliar la ausencia de catábasis, Hunter, 1993, 184, ofre-
ce una lista de escenas que tendrían una función equivalente, y Kyriakou, 1995, estudia
Citado por Ath. 13.597b = Hermesian. CA 7.1-14 Powell (OF 985). Sobre el frag-
1982, 7 s. Esta postura es criticada por Graf, 1987, 97.
27
el OF 985.
mento, v. Di Fabio, 1993; Heath, 1994, 183-189; Kobiliri, 1998, 20-60; y bibliografía en
1347
1281-1410:1281-1410 29/9/08 15:54 Página 1348
Apolonio.
28
Hippias 86 B 6 D.-K., Ar. Ra. 1032-1036, Pl. Ap. 41a, Io 536b (sin Hesíodo).
29
Sobre el nombre de la mujer de Orfeo, v. el interesante trabajo de Bremmer, 1991.
Prefieren Argíope p. ej. Powell, CA ad loc.; Di Fabio, 1993 y DGE s.v. Agriope 4.
30
Zoëga, 1808, I, 199, n. 14.
Para la corrupción, Heurgon, 1932, 14, pone el paralelo de Hyg. Fab. 179, donde aparece
31
como madre de Cadmo Agríope, aunque en realidad es Argíope (tal como corrigió M. Sch-
midt, ed. 1872, seguido por Marshall ed. 1993), según el testimonio de Sch. A. R. 3.1177-
1187f (al que pueden añadirse los de Apoll. 1.3.3 y Paus. 4.33.3). Prefiere conservar la
forma primitiva Kobiliri, 1998, 23, por aparecer en dos versos (2 y 14) y por tener un mas-
culino documentado.
1348
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32
Ziegler, 1939, 1276 s.
33
Cfr. Jiménez ,2005 y cap. 29, § 4.
34
Bremmer, 1991, 14, ha demostrado que no son tales dos supuestas apariciones del
referiría a otra Eurídice, la esposa de Creonte. El códice Vaticanus Graecus 305 conserva
nombre en la iconografía en el s. V a.C., pues una sería de época romana y la segunda se
unas páginas mitográficas que atribuye a un tal Heráclito (Mythographi Graeci ed. N. Festa
III 2) del que nada se sabe. Éste cuenta (21, p. 80 Festa) que Heracles, tras bajar al Hades,
volvió sacando (ajnavgwn) a Cerbero, del mismo modo que Orfeo sacó a Eurídice. Podemos
situar al autor a comienzos de la época helenística (como hace Lee, 1965, 404), dado que
su interpretación racionalista de los mitos coincide con el proceder de Paléfato (segunda
1349
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mitad del siglo IV a.C.). Se trataría en ese caso de la primera aparición del nombre de Eurí-
todos modos, dado que sigue la versión feliz del mito, parece anterior a la Biblioteca de
dice en la literatura griega conservada, anticipándose varios siglos a la de Ps.-Mosco. De
Apolodoro (1.3.2), que suele situarse en el siglo I o II d.C. y que recoge la versión desgra-
ciada en que Orfeo pierde a su esposa.
35
Bremmer, 1991, 15-17.
36
Véase nota 4.
37
Recuérdese que se ha defendido también un juego de palabras entre e[mpedon aijevn (v.
499) y el nombre de Empédocles, cuyas doctrinas recoge Apolonio. Cfr. Hunter, 1993, 163,
1350
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39
Como apunta Bremmer, 1991, 15.
40
En opinión de Gruppe, 1897-1902, 1163, el nombre Agríope parece pertenecer al
Agrion o Agrios, que pueden ser abreviaturas de Agriopos. El nombre de la mujer de Orfeo
culto beocio de Dioniso, en el que se celebraban unas Agrionias, en honor de Dioniso
habría derivado de esta epiclesis de Dioniso o del nombre de una divinidad femenina recep-
un Clitio, hijo del cíclope Agriopo o Agriopes (Sch. Il. 18.483). Sin embargo, el antropóni-
tora de este mismo culto. También apunta que entre los compañeros de Eumolpo se cita a
mo Agriopo tiene como segundo componente -wpoı, «rostro», mientras que el de Agríope
es -oph, «voz».
41
Heurgon, 1932, 14 y 54, sugirió que Argíope (forma corregida) tendría conexión con
los Misterios de Eleusis, pues según Hdt. 9.57 en Platea había un ∆Argiovpioı cw`roı al lado
de un santuario de Deméter Eleusinia, y otras Argíopes beocias conocidas tienen relación
ción (Sch. Pl. Lg. 796). Sugiere que Argíope sería el nombre ático-eleusinio de la mujer de
con el mundo eleusinio, como la madre de Cadmo (Sch. A. R. 3.1177-1187f) o la de Cer-
que, según Ferecides (FGrHist 3 F 26 = Fr. 26 Fowler, ap. Schol. A. R. 1.23-25a 8. [22 Wen-
parece estar representado junto a Orfeo en la metopa del Tesoro de los Sicionios en Delfos y
del = OF 1010 II]), fue el verdadero músico de los argonautas, en vez de Orfeo. Ziegler pien-
sa que hay una asimilación del mito de Orfeo con el de Filamón. Dado que esta Argíope, según
Paus.4.33.3, tras ser repudiada por Filamón, marcha al país de los odrisas (en Tracia), donde
tuvo a Támiris (cfr. también Apoll.1.3.3), podemos pensar que es la misma que se convertiría
en la mujer de Orfeo. Aunque la madre de Támiris se llamaba Argíope, Bremmer, 1991, 15, n.
1 no lo considera una razón suficiente para modificar la forma transmitida Agríope.
43
Segal, 1989, 155.
44
Es lo que sostiene Heath, 1994, 184, que defiende que el término ajnhvgagen se refie-
re a que obtuvo a Eurídice y la condujo hasta la salida del Hades, pero no implicaría su sali-
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da al mundo de los vivos. Su visión se sustenta en paralelos con textos latinos que recogen
la otra versión, en la que Orfeo pierde a su esposa. Gruppe, 1897-1902, 1158, que conside-
ra dudoso el texto, cree que precisamente el verbo deja abierta la posibilidad a un final feliz.
alguien desde el Hades: E. HF 25, E. Alc. 985 (negado), A. A. 1023. Sobre la cuestión del
Pueden aducirse varios pasajes en que el término ajnavgw implica llevar hasta la tierra a
final feliz o trágico del descenso de Orfeo, véanse caps. 2, § 7, y 50, § 2.4, donde se sostie-
E. Alc. 357 ss. (OF 980), Pl. Smp. 179d (OF 983) e Isocr. Busir. 10.8 Mathieu-Bré-
ne una opinión divergente.
45
mond (OF 982). Es probable que a Platón no le agradara esta versión feliz por su antipatía
hacia Orfeo, por quien quizá corrigió la historia asegurando que en realidad Hades y Persé-
fone no le dieron a Orfeo la verdadera alma de su mujer, sino sólo una imagen o fantasma.
Como Platón especifica que lo que Orfeo sacó del Hades no era realmente su mujer, hay que
sobrentender que todo el mundo tenía la idea de que se había llevado del Hades a su espo-
sa. Además, si Platón conociera la versión desgraciada, no necesitaría recurrir al detalle del
fantasma para mostrar el fracaso de Orfeo.
46
Heath, 1994, 188, ha defendido que el dolor que aparece en las otras historias hace
pensar que también la de Orfeo era dolorosa, pues de otro modo desentonaría, y que, por
tanto, su final fue trágico. Sin embargo, se pueden hacer tres objeciones: 1) En la muerte de
Eurídice ya hay dolor; 2) hay historias sin ningún componente doloroso, como las de Museo,
Mimnermo o Pitágoras; 3) el sufrimiento se debe a menudo al propio amor, no a causas
Pl. Smp. 179d (OF 983). Dronke, 1962, 203, y Segal, 1989, 156.
externas.
47
48
Sobre este fragmento, v. Marcovich, 1979; Stern, 1979; Alexander, 1988, 15-99 (con
un detallado comentario estilístico); Hopkinson, 1988, 45 s., 177 s.; Santini, 1992 y el cap.
7, §§1.1.a y 1.1.b.
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Su autor dice desear bajar al Hades, como ya hiciera Orfeo, para ver a
Bión, y pide a éste que cante para Plutón y Core (vv. 115-122), pues:
49
Ps.-Mosch. 3.115-125 (OF 986). Sobre la cronología, v. Fantuzzi, 1985, 139-146,
que defiende la primera fecha.
50
Ziegler, 1939, 1276; Graf, 1987, 82; y Heath, 1994, 190, intentan salvar este escollo
señalando que en el poema lo que se subraya es el poder de la música de Orfeo, que sí habría
salido victorioso y no tendría que ver en el final desgraciado, debido a un descuido y no a
la imperfección de su arte. También Gruppe, 1897-1902, 1158, lo considera dudoso.
51
Apuntado por Knaack, 1897, 481, y argumentado por Skutsch 1901, 59-60, Knaack
1905; y Reed, 1997, 26-28. Como dicen Skutsch y Reed, a juzgar por las imitaciones de
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Pseudo-Mosco, el cual insta a los cisnes del Estrimón a que se lamenten y entonen cantos
fúnebres de nuevo (au\ v. 17), esta vez por Bión, el Orfeo dorio, podemos deducir que ya en
V. Reed, 1997, 152. Bio Fr. 6 Reed: mhde; livphiı m∆ ajgevraston, ejpei; cwj Foi`boı ajeiv-
el poema de Bión aparecían estos cisnes, lamentando a Adonis.
52
dein / misqo;n e[dwke†. tima; de; ta; pravgmata. Obsérvense los múltiples ecos en Ps.-
Mosch.3.122-5: oujk ajgevrastoı / e[ssetai (Meineke: ejsei`q∆ codd.) aJ molpa; / cwjı ∆Orfevi
tas, pero Kern, 1922, 19 Fr. 62, lo pone en duda. También Guthrie, 1952, 31, considera
cido las anteriores. Maass, 1895, 295-297, cree que Virgilio se basó en un poema de File-
probable que la pérdida de Eurídice por violar el tabú de volver la cabeza fuera una inven-
ción de época helenística. Robbins, 1982, 15-17, sostiene igualmente que la historia de
Orfeo y su esposa tiene un carácter romántico muy propio de ese periodo.
1354
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Endecha por Bión que hemos recogido más arriba (v. 122-125)52, lo
Estos versos parecen ser imitados en el pasaje sobre Orfeo de la
cha por Bión (pues en él todavía aparece la versión con final feliz),
esto es, de la primera mitad del siglo I a.C.56 Con la necesaria pre-
vención, teniendo en cuenta los escasos y oscuros datos disponibles,
las suposiciones de Bowra parecen bien encaminadas.
56
Bowra, 1952, 125.
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la referencia a los cisnes del Estrimón, a los que invita a que lloren de
61
AP 7.617 = D. L. Proem.5 = Lobo Argiv. Suppl. Hell. Fr. 508 (OF 1073 III). Garu-
Fr. 640. 48 Rose (OF 1073 II) y el conservado en una declamación atribuida a Alcidaman-
lli, 2004, no lo considera de Lobón. Este epigrama es una combinación de otros dos, Arist.
te, Ulix. 24 (OF 1027 = 1073 I), del s. IV a.C. Sobre estos epitafios y sobre la fulminación
can satisfactoriamente recurriendo al mito, como Pi.Fr.133 Maehl. (OF 443), Pl. Lg. 701b
63
En otros pasajes anteriores hay sólo alusiones a la culpa humana, que sólo se expli-
Et. Gen. B = Et. Sym. cod. V = EM 406.46 s. v. Zagreús (OF 34). Se trata del frag-
y 854b (OF 37 I-II).
mento de Calímaco 43.117 Pf. (50.117 Massimilla), del segundo libro de los Aitia.
64
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del mito órfico y usa la misma expresión de Calímaco Zagreva geinamevnh (Nonn. D. 6.165),
65
West, 1983a, 152-154. Apunta además que Nono también llama Zagreo al Dioniso
E. Cret. Fr. 472 Kannicht (OF 567). También Plutarco (de E Delph. 389A) dice en
lo que mostraría que tomó este nombre de Calímaco, y no de un poema órfico.
66
relación con el desmembramiento de Dioniso que en los cultos (no en la literatura) era lla-
Fr. 29 de Cuenca = 92 Van Groningen (OF 35). Son partidarios de esta interpretación
mado «Zagreo, Nictelio e Isodetes».
García Gual (en De Cuenca, 1976, 86 n.), que sugiere que pertenecería al poema Dioniso;
67
West. 1983a, 154 s.; y Vian, 1990, 305: «se réfère sans doute aux Bacchants ou aux Titans
Tzetz. ad Lyc. 208 (98, 6 Scheer = OF 36), Call. Fr. 643 Pf., Euphor. Fr. 13 de Cuen-
68
69
ca = 14 Van Groningen.
70
Sigo el texto ejn puri; Bavkcon / di’on uJperfivaloi ejbavlonto de van Groningen y Ber-
nabé. Según West, 1983a, 152, los fragmentos citados por Tzetzes difieren de la versión más
no devorarlo), sino de Zeus, una vez que ha fulminado a éstos (Clem. Alex. Protr. 2.18 [27
común, en la que Apolo recibe los restos de Dioniso no de los Titanes (que además parecen
Marc.] = OF 322 I). West sugiere que la versión del mito de Dioniso que Euforión y Calí-
maco reflejan puede proceder no de un poema órfico, sino de alguna leyenda délfica sobre
la tumba del dios, de la que Calímaco habría tomado también el nombre Zagreo. Robertson,
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2003, 225, cree que en la versión de Euforión y Calímaco los Titanes no consumían al niño,
sino que lo entregaban directamente a Apolo para que lo enterrara. Corrige el texto e inter-
preta que los Titanes lo colocan en la caldera del trípode de Delfos, como si fueran a cocer-
lo, justo antes de que Apolo lo enterrara a su lado. Ni la enmienda ni la interpretación pare-
cen convincentes. No es necesario pensar que en esta parte Euforión y Calímaco reflejen
una versión diferente a la conocida posteriormente, pues ellos no dicen que Apolo entierre
los restos (sería además raro que los Titanes se los entregasen para ello), sino que los pone
junto al trípode, seguramente para cocerlo o para asarlo, antes de la devoración. (El propio
Robertson, 226, incurre en una contradicción, al decir que la fuente de Clemente, según el
Phld. Piet. 44, p. 16 Gomperz (OF 59 I), Euph. Fr. 53 de Cuenca = 39 Van Groningen.
cual los Titanes devoran a Dioniso, debe de proceder de Euforión u otro poeta helenístico.)
71
72
Esta sería la traducción de la última frase, en la reconstrucción propuesta por Hen-
puestas, v. Bernabé ad loc., p. 67. Sea cual sea la que se prefiera, lo cierto es que las letras
richs: ªoiJº d∆ ∆Orªfikoi;º kai; pantavªpasinº ejndiatr{e}ªivbousin. Existen otras muchas pro-
OR parecen pertenecer a ∆Orªaeu;ı u ∆Orªaikoi;, por lo que los tres nacimientos de los que
habla tienen que estar relacionados con alguna obra órfica. Cfr. Bernabé, 1998b.
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acuerdo con esto y los órficos (?) tratan de ello en todas partes72.
sión celta de Grecia de 277 / 276 a.C. Denomina a los celtas «nuevos
Titanes» (ojyivgonoi Tith`neı, v. 174) y los describe con detalles que
recuerdan elementos del mito: son comparados a copos de nieve
(nifavdessin ejoikovteı, 175), se dice que llevan «cinturones impúdi-
cos» (zwsth`raı ajnaidevaı, v. 183) y que perecerán en el fuego (v. 186).
La comparación a la nieve puede deberse a que los celtas se blanque-
aban el pelo con yeso (tivtanoı, D. S. 5.28), lo que recuerda la acción
de los Titanes73. También tenemos noticias de que el cinturón simbo-
lizaba a estos seres maléficos en rituales órficos74.
Calímaco y Euforión usaron como material literario este mito
órfico, divergente del más corriente de Dioniso, al igual que hicieron
con otras versiones más oscuras y raras de los mitos75, a menudo limi-
mia, fue su fuente. Por lo que hemos visto, es posible que Calímaco
reflejase un culto órfico en el que el dios desmembrado, hijo de Per-
séfone, se llamaba Zagreo. Por su parte, Euforión quizá reproducía,
73
La sugerencia es de Mineur, 1984, ad loc.
74
V. cap. 33, § 5.4.
75
Como indica Linforth, 1941, 312.
1359
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Rapsodias órficas.
los Titanes (ll. 4-5). Al final de la época helenística el mito pasó a las
nes atrajeron a Dioniso para acabar con él (v. Clem. Al. Protr. 2.17.2-18.1 = OF 588 I). En cuan-
80
La manzana se usaba en los rituales órficos para recordar los señuelos con los que los Tita-
to a las granadas, Clemente (Prot. 2.19.3) sostiene que la prohibición en las Tesmoforias de comer
sus semillas se debía a la creencia de que las granadas nacieron de la sangre de Dioniso que cayó
al suelo (probablemente en el mito de los Titanes). Dickie, 1995, 84-86, aporta varios testimonios
de que los iniciados llevaban coronas de mirto en los misterios y esperaban llevarlas en el Más
Allá y defiende que dos laminillas de Pela (OF 496a y b, esta última con el nombre de Posidipo)
y quizá una de Egio, en Acaya (OF 496e), imitaban la forma de una hoja de mirto.
81
Dickie, 1998, 59.
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mismo mito órfico. Al comienzo del poema Antídotos contra los ani-
males venenosos (Theriaca, 8-10), Nicandro (s. III o II a.C.) dice que
de la sangre de los Titanes proceden varios animales dañinos como
las arañas, las serpientes y «las innumerables penalidades (a[cqea) de
la tierra»... y atribuye la noticia a Hesíodo (9-12). Dado que no cono-
mia, contase esta zoogonía. Sin embargo, parece más probable que se
trate de una invención del autor, conocedor de que, según una teogo-
nía (órfica, pero que él erróneamente atribuye a Hesíodo), de la san-
gre de los Titanes procedían los seres humanos, caracterizados por su
inclinación al mal. Por ello habría utilizado este motivo poético de la
sangre para explicar el origen de otras especies maléficas.
de Apolonio Rodio. Cuenta éste que, tras una disputa entre Idmón e
Idas que amenazaba con ir a más en la víspera del viaje de los Argo-
nautas, Orfeo entonó un canto de tipo cosmogónico acompañado por
la lira82. No cita el canto, sino que lo expone en estilo indirecto:
Y entonces Orfeo,
495 sujetando la cítara en su izquierda, abordaba el canto:
y cantaba cómo la tierra, el cielo y el mar,
antes trabados entre sí en una forma única,
fueron cada uno separados por la funesta discordia;
y [cantaba] cómo tienen por siempre un límite prefijado en el éter
500 los astros y los caminos de la luna y el sol,
y cómo se levantaron los montes y cómo aparecieron
82
A. R. 1.494-511 (OF 67). Sobre este pasaje hay una abundante bibliografía, entre la que
1962, 1469-1471; Colli 4 [B 16] ad loc.; Levin, 1971, 217-221; West, 1983a, 127-128, 264-265;
destacan: Kern, 1888a 57-61; Harrison, 1912, 463 s.; Staudacher, 1942, 102-105; Schwabl,
Vian, 1990 ad loc. pp. 252 s.; Nelis, 1992 –un excelente trabajo sobre el manejo por parte de
Apolonio de diversos pasajes homéricos–; Iacobacci, 1993a, 80-92; Busch, 1993, 305-318, 323 s.;
Thiel, 1993, 126-138; Sorel, 1995, 60-62; Pietsch, 1999 y Martínez Nieto, 2000, 196 s., 247-255.
83
h[eiden d∆ wJı, como señalan Iacobacci, 1993a, 81, y Thiel, 1993, 127.
84
Tal como indica Busch, 1993, 306.
Himno a Zeus, comparable en su contenido al de Calímaco, así como el Himno a Apolo que
85
Hurst, 1967, 56; Vian, 1976, 16. Busch, 1993, 318, señala que está insinuado un
1361
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los ríos resonantes con sus ninfas, y todos los seres que se mueven.
Y cantaba cómo al principio Ofión y Eurínome
la oceánide ostentaban el poder en el nevado Olimpo
505 y cómo por su fuerza y sus manos él cedió su puesto a Crono
y ella a Rea, y cayeron a las olas del Océano.
Ellos en ese tiempo reinaban sobre los Titanes, dioses felices,
mientras Zeus, aún muchacho, aún con pensamientos infantiles,
vivía en la cueva de Dicte y todavía los Cíclopes
510 nacidos de la tierra no le habían entregado la fuerza del rayo,
del trueno y del relámpago: pues tales cosas conceden a Zeus su gloria.
canta Orfeo en 2.705-13 se parece al calimaqueo. Según Sorel, 1995, 60, Orfeo interviene
para evitar la cólera que Zeus podría manifestar como consecuencia de la intención blasfe-
matoria de Idas. Así pondría fin al posible altercado entre hombres y dioses (62).
86
Así lo señala oportunamente el Sch. A. R. 1.496-498a (43 Wendel).
87
khlhqmw`i, qevlktron ajoidh`ı, v. 515.
88
Como apunta Busch, 1993, 305; 318-9.
89
Así sugiere Iacobacci, 1993a, 90. Por su parte, Pietsch, 1999, 527, 530, cree que en
el canto de Orfeo Apolonio no quiere transmitir ninguna teoría concreta, por lo que no son
importantes las referencias a determinadas teogonías o cosmogonías, sino que simplemen-
te muestra su adhesión a una tradición teogónica general.
90
Cfr. Emp. B 17.19 D.-K. Nei’koı t∆ oujlovmenon, que recuerda neivkeoı ejx ojlooi`o
(1.498). Según el Sch. A. R. 1.496-498b (43 s. Wendel), Apolonio sigue en ello a Empédo-
cles. Nelis, 1992, 158, n. 19, con referencias bibliográficas y Kyriakou, 1994, detectan
influencias de Empédocles en otros pasajes de Apolonio. Iacobacci, 1993a, 90, observa que
nei`koı aparece anteriormente para denominar el enfrentamiento entre Idas e Idmón (1.493)
y que quizá Apolonio está jugando con el doble valor, general y cosmológico, del término.
91
Dieterich, 1913, 101-102: hay elementos de Empédocles; Ziegler, 1942, 1367: sería
impensable que Apolonio pusiera en boca de Orfeo doctrinas no órficas, exponiéndose a las
críticas de sus detractores, aunque acepta pinceladas de Empédocles y Ferecides; Stauda-
cher, 1942, 103: si Apolonio tenía acceso a obras de Orfeo, no tendría sentido que le atri-
buyera doctrinas de Empédocles; Apolonio expone ideas contrarias al sistema de este filóso-
fo (no cita los cuatro elementos ni admite la transformación cíclica del mundo; las coincidencias
1362
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docles. No parece sostenible la tesis de Harrison, 1912, 464, de que Apolonio refleja una
teogonía órfica originaria de la que Empédocles tomó su Discordia y su Amistad.
des; Mooney, 1912, ad loc. (que no cita otras fuentes), Vian, 1974, 252 s., que recoge el
92
Kern, 1888a, 57-61: combinada con Hesíodo y con una tradición próxima a Fereci-
verso de Emp. B 22.2 D.-K.: hjlevktwr te cqwvn te kai; oujrano;ı hjde; qavlassa, remite a B 38
D.-K. y cita a Ferecides y a Hesíodo.
93
Ziegler, 1913, 561, n. 1: la doctrina órfica y la empedoclea coinciden; la primera está
expresada con la terminología de la segunda; Colli, 1977, ad 4 [B 16]; Iacobacci, 1993a, 87-
nire orfica la cosmogonia delle Argonautiche» (87), Thiel, 1993, 132; Bernabé ap. OF 67.
89, si bien reconoce que faltan «elementi veramente probanti e significativi per poter defi-
94
Kern 1888a, 57-61, ap. OF 29 K. Para Susemihl, 1891, 375, el poeta mezcla elemen-
tos de Hesíodo, Empédocles y otro poema teogónico desconocido. Según Boulanger, 1937b,
128 Apolonio habría combinado al azar elementos de Hesíodo, Ferecides y Empédocles; no
pleto olvido hasta que a finales del s. III a.C. se compone la Teogonía de Jerónimo y Helanico.
habría nada órfico en el pasaje, pues cree que los poemas órficos habrían caído en un com-
Schwabl, 1962, 1469, cree que es difícil decidir si es órfica. Para Sorel, 1995, 60-62, no tiene
de órfico más que el nombre, y es una composición artificial, un ejercicio de estilo. Busch,
terísticas de las teogonías y los Himnos órficos, y aporta paralelos homéricos y hesiódicos
1993, 316-317, niega la presencia de elementos órficos, dada la ausencia de entidades carac-
(307-317, 323). Pietsch, 1999, 522, sostiene que no existen afinidades reales con el orfismo.
95
Ferecides: Schwabl, 1962, 1470; West, 1966, 14 (apunta que el canto es una mezcla de
Ferecides y Empédocles); Alderink, 1981, 103, n. 19 (sería extraña la influencia de Empédocles,
pues faltan algunos conceptos clave; cree más probable la huella de Ferecides), Schibli, 1990,
95-96; Iacobacci, 1993a, 91 s.; Gomperz, 1929, 21, n. 14 (Apolonio no se basa en Ferecides,
dadas sus diferencias, sino quizá en la fuente que éste a su vez modificó). Alcmán: la palabra
tevkmar (v. 499) recuerda el tevkmwr de la cosmogonía de Alcmán, como apuntan West, 1963,
156, y Sorel, 1993, 61. Homero: Nelis, 1992, señala que Apolonio imita el canto de Demódoco
sobre los amores de Ares y Afrodita (Od. 8.266-369), tanto en su situación en la narración como
All. 69.7-8 (Ares representa la Discordia empedoclea y Afrodita la Amistad); Thiel, 1993, 130-
en sus contenidos. El poeta tendría en cuenta una interpretación alegórica como la de Heraclit.
138. Hesíodo: Vian, 1974, 253; Thiel, 1993, 133-138; Mooney, 1912 ad v. 510 (los vv. 509 ss.,
sobre los Cíclopes como los fabricantes del rayo de Zeus, se basa en Hes. Th. 139-141).
96
E. Mel. Fr. 484 Kannicht (OF 66 I). V. Staudacher, 1942, 102-105, que equipara esta
«única forma» con el huevo que aparece en otros fragmentos órficos. El carácter órfico de
este fragmento de Eurípides lo demostraría el hecho de que el segundo verso (sin wJı) apa-
rece siglos más tarde (entre los ss. III y VI d.C.) inscrito en una copa (fiavlh) de alabastro
1363
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influjo órfico, que también habla de «una única forma» que al ser
dividida da lugar a la tierra y al cielo96. La separación de cielo y tie-
rra también es mencionada (entre otros pares de opuestos) en dos
dio, 1986, 318; y Martínez Nieto, 2001, 247-257. Iacobacci, 1993a, 86 s., no lo considera
un argumento suficiente para hablar de influjo órfico en Eurípides y en Apolonio. Sobre el
PSI 1290 y 1162. Véase Martínez Nieto, 2000, 260-263, que defiende su carácter órfi-
carácter órfico de estos textos, v. cap. 50, § 3.3.b.
97
co. El juramento se hace por aquel que separó la tierra del cielo, la oscuridad de la luz, etc.,
una especie de demiurgo o creador que no está presente en los pasajes de Eurípides y Apo-
lonio. Realmente no hay ningún otro elemento que los identifique como órficos. Puede tra-
El modelo de Apolonio para esta tripartición pudo ser Il. 18.483, Od. 8.514, Hes. Th.
tarse de otros misterios o incluso de otra religión (judía, cristiana, mitraica).
99
Este carácter racional de la cosmogonía de Apolonio es defendido y argumentado por
sos de Apolonio en su semejanza con un pasaje de las Argonáuticas órficas (421-427) que
Busch, 1993, 309 s. Iacobacci, 1993a, 87 s., prefiere buscar la vinculación órfica de los ver-
habla de Caos como mezcla originaria (por eso dice de él que «cambió las naturalezas»,
ejpavmeiye fuvseiı 422) y establecen una tripartición entre cielo, tierra y mar, así como la
separación de todas las cosas (diakriqe;n a[llon ajp∆ a[llou 425, muy semejante a las pala-
su idea de la separación fuera extraña a las cosmogonías órficas. Justo por esa razón susti-
tuyó el concepto nei`koı como causa de la separación, para él extraño a las concepciones
órficas, por Fanes, la divinidad central con poderes demiúrgicos.
100
Busch, 1993, 315.
1364
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101
7 B 4 D.-K., cfr. 7 A 11 D.-K. V. West, 1963, 161-164; Schibli, 1990, 78-103. No
resulta verosímil la idea de Ardizzoni, 1967, 159, de que Apolonio sigue una tradición pro-
bablemente órfica en la que Ofión y Eurínome, hija del Océano, reinaron sobre los Titanes.
Para Colli, 1977, ad 4 [B 16], la alusión a Ofión y Eurínome tiene connotaciones órficas, ya
que no reproduce un mito precedente; pudo haber algunas concomitancias con Hesíodo, que
crito decía lo mismo, y puede que aparezca en HO 60.1-3, si se acepta la conjetura de Sch-
presenta a Eurínome (Th. 907-9) como madre de las Gracias (según Paus. 9.35.5, Onomá-
alejandrinos y poetas posteriores: Lyc. 1192; Call. Fr. 177.7 Pf.: Ofionidas; Nonn. D. 2.573;
rader), por lo que era, por tanto, consorte de Zeus. El dios Ofión tuvo gran éxito entre los
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105
West, 1983a, 127-128, 133. No puede proceder de Hesíodo, que sitúa el nacimiento
y la crianza en Licto (Creta) y en una cueva bajo el monte Egeo (Th. 477-484).
106
West, 1983a, 158, cree que puede tratarse de una pelota propia del ritual órfico que
habría tenido un doble reflejo en la posible fuente órfica de Apolonio: dado que las infancias
de Zeus y Dioniso son en cierto modo paralelas, es posible que la misma pelota fuese entrega-
da a Zeus por Adrastea y más tarde a Dioniso. Nelis, 1992, 167, n. 61, aporta nuevas conexio-
nes órficas no sólo de la pelota de A. R. 3.131-142, sino también de las tabas con las que Eros
y Ganimedes juegan (3.112-127). El pasaje de la pelota recuerda el canto de Orfeo, que tam-
bién menciona la infancia de Zeus (1.508-509). En ambos casos se usa la expresión e[ti nhvpia.
La escena de Eros jugando con una pelota sería una alegoría del dominio del Amor sobre el
mundo, un elemento que completaría indirectamente el canto de Orfeo, en el que domina Dis-
cordia (v. Hunter, 1989, 113). Según Emp. B 27-29 D.-K., el mundo es esférico cuando rige el
Amor (Filiva). Recuérdese que tanto la pelota como las tabas, consideradas señuelos de los
Titanes, eran objetos simbólicos usados en los misterios órficos (v. cap. 33, n. 70).
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West está basado en la Teogonía Cíclica órfica. Como cree que ésta
pero sí se hallan en el relato teogónico de Apolodoro (1.1.6-7), que según
107
El Fr. 114 Gow-Scholfield de Nicandro de Colofón dice: «Amaltea, nodriza de Zeus».
108
West, 1983a, 128. Tras la alusión a la crianza de Zeus, se refiere Calímaco (vv. 58-
64) a la historia del reparto de poderes entre éste y sus hermanos y la denomina «de anti-
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Himno a Zeus, tras dar los detalles sobre la infancia del dios que se
Existen otros pasajes interesantes al respecto. Calímaco, en el
poema llamado Mnemósine (Fr. 1 Powell, CA pp. 21-22 = Fr. 1 en A. Bernabé-H. Rodrí-
112
También la poetisa Mero de Bizancio habla de la infancia de Zeus en Creta en un
guez Somolinos, Poetisas griegas, Madrid, 1994, 176). Pudo inspirarse en este mismo
poema órfico, si bien faltan elementos probatorios.
113
fqevgxomai oi|ı qevmiı ejstiv: quvraı d∆ ejpivqesqe, bevbhloi (OF 1b), con la variante, al
principio, «cantaré para los entendidos»: ajeivsw xunetoi`si (OF 1a).
114
ajrrhvtouı ajganh`isi telesforivhisi qevmistaı (1.917).
115
ta; me;n ouj qevmiı a[mmin ajeivdein (1.921).
116
1.918. Algo similar ocurre cuando cuenta el sacrificio de tipo mágico que Medea
realiza en Paflagonia en honor de Hécate (4.247-250). Apolonio siente miedo de hablar y
desea que nadie llegue a conocer tales ritos ni su ánimo le impulse a contarlos. Su motiva-
ción en este caso no parece ser la de guardar el secreto de conocimientos mistéricos, sino
su rechazo a las artes mágicas.
1368
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que miren desde abajo, para no ver su contenido, la cesta de los mis-
terios de Deméter donde se portaban los objetos sagrados119. En todos
estos versos siempre hay un vocativo plural dirigido a los profanos
(bevbhloi / bevbaloi) y un verbo de percepción (visual o auditiva) o de
conocimiento negado, referido a la enseñanza o la visión que les están
vedados.
117
3.51: «Todo lo cual no llegaréis a conocerlo, profanos» (o{s∆ ouj peusei`sqe, bevbaloi).
Call. Cer. 3-4: «Contemplaréis desde el suelo la cesta que baja, profanos, / y no
118
26.13-14: o[rgia Bavkcw / ... tav t∆ oujc oJrevonti bevbaloi.
119
observaréis desde el tejado ni desde arriba» (to;n kavlaqon katiovnta camai; qasei`sqe, bev-
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3.3. Rituales
nio (1.1138 s.) presenta esta acción como el aítion o precedente míti-
Crono no oyera los llantos del niño Zeus en la cueva de Dicte. Apolo-
el frigio Midas fue discípulo de Orfeo y de que aprendió de él ritos como la telethv, v. OF
121
También muestran la vinculación entre rituales órficos y frigios las noticias de que
527: Cono FrGrHist nº 26 Fr. 1, Ov. Met. 11.92, Clem. Al. Prot. 2.13.2, Iust. Hist. Phil.
Epit. 11.7.14, cfr. Linforth, 1941, 203.
122
Sobre el término v. Ricciardelli, 2000a, XLIII y 223.
123
Es cierto que en dos ocasiones aplica el mismo adjetivo o el adverbio a sacrificios
cruentos: 2.699; 4.1129. En las otras dos apariciones del término alude a libaciones (2.715)
y a un baño lustral (3.1204).
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(41.1).
124
Tal como aparece en la descripción de la procesión hecha por Calíxeno de Rodas
P. Hamb. inv. no. 312 recto col. ii = Suppl. Hell. 980. 1-6.
125
126
127
Merece la pena reproducir los dos primeros versos por sus términos mistéricos:
e[rceo dh; makavristoı oJdoipovroı, e[rceo kalou;ı / cwvrouı eujsebevwn ojyovmenoı, Fivlike.
128
Dickie, 1998, 59.
1371
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Parece evidente que el autor del poema desea a Fílico una feliz lle-
gada a los lugares de dicha en el Más Allá porque estaba iniciado y
esperaba él mismo tal destino. La alusión a la hiedra (v. 3) y las noti-
cias que vinculan a Fílico con el culto a Dioniso hacen probable que
fuera un iniciado órfico, pues dentro del dionisismo sólo el orfismo
ofrecía esperanzas escatológicas. Por tanto, es probable que el qivasoı
dionisíaco que presidía en Alejandría fuera órfico (o que en él se
hubieran introducido elementos órficos por sincretismo). Como bien
señala Dickie128: «El poema está impregnado con el lenguaje y las
ideas que conforman las laminillas». Recojo aquí sus aportaciones
(60-64), que me parecen acertadas. El estudioso defiende que los ver-
sos proceden del mismo ámbito cultural e intelectual que las lamini-
llas y que tienen las mismas fuentes, aunque renuncie a utilizar el tér-
mino adecuado: orfismo. Es muy posible, por tanto, que el poema, al
se usa la imagen del camino para simbolizar el tránsito a la dicha: los liberados de la reen-
carnación «concluyen el camino de Zeus hasta la fortaleza de Crono» (e[teilan Dio;ı oJdo;n
dipo «Ojalá en mi vejez siga el camino mistérico hasta Radamantis» (Suppl. Hell. 705.22 =
para; Krovnou tuvrsin) en la Isla de los Bienaventurados. Algo muy parecido expresa Posi-
parece tomada de fuentes literarias como Hes. Op. 171, Pl. Grg. 523b, 524c, 526a o Pi. O.
132
2.70 s. (aunque esta última es más improbable porque habla de una sola isla). En relación
con el verbo kovmason, «marcha en el cortejo festivo» (v. 4), Dickie apunta que Demóstenes
(18.260) describe una procesión de iniciados báquicos por las calles de Atenas.
133
Dickie, 1998, 64s.
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41). Sin embargo, ya que el autor del epigrama eligió motivos órficos y
no eleusinios, es posible que aquéllos fueran más importantes en el
Suppl.Hell.676. Aristodico (AP 7.189): «Te fuiste, atraído por las flores de la áurea Persé-
134
th`i cqonivhi mustika; Dhvmhtriv te kai; Fersefovnhi kai; Klumevnwi ta; dw`ra
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Este «testamento» (Suppl. Hell. 705) es una de las obras más im-
reciente publicación.
dos como kekaqarmevnoi ta; w\ta (Cher. 48; Gig. 54; Mos. 2.114), expresión que debió de
137
Dickie, 1998, 67. En p. 68 señala que Filón se refiere en tres ocasiones a los inicia-
tomar del lenguaje de los misterios. También alude Dickie al famoso verso inicial órfico
señalado por Lloyd-Jones, 1963, 93-94 = 1990, 187-188 y con Hiponio por Burkert, 1975, 85,
n. 13. El primero cree que Posidipo se refiere a que pertenece a una compañía selecta o a que
dipo no sería un iniciado, sino un poeta doctus, y mustikovn actuaría simplemente como un
es un iniciado en los misterios de las Musas. Burkert se adhiere a la segunda explicación: Posi-
epitheton ornans que imita el lenguaje de los misterios. Estas interpretaciones me parecen
correctamente rebatidas por los argumentos de Rossi, 1996, 62, y Dickie, 1998, 72, aceptados
por Burkert, 1998, 394 s. El adjetivo ha de tener su sentido propio, no uno figurado.
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a las Musas que si han oído «con oídos puros» (kaqaroi`ı ou[asin)
algo hermoso en el monte Parnaso de parte de Apolo o en el Olimpo,
en el festival trietérico de Baco, le ayuden a cantar su vejez inscri-
biendo (lo que han oído) en columnas o «en páginas doradas de tabli-
llas» (devltwn ejn crusevaiı selivsin v. 6). Dickie ofrece una interpre-
tación del poema bastante convincente: Posidipo no pide inspiración
a las Musas, sino que le transmitan conocimientos de tipo mistérico,
que sólo los de oídos puros pueden oír137. El soporte para contener
estas doctrinas recuerda a las laminillas áureas halladas en tumbas.
Posidipo ruega (vv. 18-21) que no se llore por él, pero sí por otro
poeta, Arquíloco, y la razón de esta distinción no puede ser otra que
su confianza en una vida de ultratumba bienaventurada, algo propio
de un iniciado, tras cruzar el camino de Radamantis138. Éste parece
ser el mismo «sagrado camino» por el que van mistas y bacantes en
el último verso de la lámina de Hiponio y el «camino de Zeus» que
cita al difunto iniciado por haber vuelto a nacer tras la muerte y haber
obtenido la dicha eterna. Posidipo conservaba la ciudadanía de su
Pela natal (aunque residiera en Alejandría)141 y allí deseaba ser hon-
rado por sus ciudadanos con una estatua, como expresa en el citado
poema (vv. 14-17). Posiblemente también era su voluntad morir y ser
enterrado en Pela.
Teniendo en cuenta todos estos datos, ha resultado tentador rela-
142
Como hacen Dickie, 1995, 1998, 74, y Rossi, 1996.
143
Como argumenta Dickie, 1995, 85 s., mejor que de laurel, pues las coronas de mirto
eran un símbolo característico de los misterios y relacionados con el Más Allá.
144
Fersefovnhi Poseivdippoı muvsthı eujsebhvı. Dicki,e 1995, 82 (seguido por Rossi,
1996, 59) aclara acertadamente que el dativo significaría «Di a Perséfone» o «a la atención
de Perséfone». También puede pensarse en un saludo: «Posidipo saluda a Perséfone».
145
Dickie, 1995, 84, 1998, 74.
146
Según Rossi, 1996, 65, n. 50, la posibilidad de que sea el mismo poeta no tiene nin-
gún peso.
Dickie, 1998, 74-76. Por ejemplo, en los Himnos órficos se pide a los dioses para los
147
Como bien señala Rossi, 1996, 60.
148
9, 87.10-12). Ya se ha hablado del poema anónimo dedicado a Fílico (Suppl. Hell. 980.4),
iniciados una larga, próspera y feliz vejez (13.9 s., 20.6, 25.11, 28.11 s., 29.17-20, 67.8, 73.7-
otro poeta iniciado, en el que es encomendado a las regiones de los piadosos tras haber cono-
cido una feliz vejez propia del feacio Alcínoo. Tanto su felicidad terrena como ultramunda-
na parecen ser el cumplimiento de las promesas que se le hicieron a Fílico en su iniciación.
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149
Rossi, 1996, 63-65. La invocación de Dioniso como Baco es muy común en textos
mistéricos. El epíteto de Apolo «de áurea lira» (crusoluvrhı) sólo aparece cinco veces en la
OH 34.3 y a Orfeo en dos epitafios, uno anónimo recogido por Aristóteles (Fr. 640.2 Rose
literatura griega y tres de ellas en escritos relacionados con el orfismo: aplicado a Apolo en
= OF 1073 II) y otro de Lobón de Argos (AP 7.617 = OF 1073 III). También es raro el adje-
tivo triethvı del v. 4, que se lee en HO 53.5 (aplicado al cortejo dionisíaco) y 30.5, referi-
do a Dioniso. A estas observaciones de Rossi puede añadirse que el adjetivo ojrqoephvı («de
rectas palabras»), algo que el poeta desea ser (v. 24), puede tener connotaciones mistéricas,
como el respeto a las verdades aprendidas en la iniciación y su reserva.
150
Rossi, 1996, 60.
papiro (P. Mil. Vogl. VIII 309) que ha proporcionado más de cien nuevos epigramas del
151
V. Bastianini-Gallazzi-Austin, 2001, y Austin-Bastianini, 2002, que publican un
su contenido. Quizá en las letras del verso inicial EKAT haya una referencia a Hécate.
estuviera dedicado a una iniciada, pero su estado ruinoso apenas nos permite saber nada de
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154
kalou;ı / cwvrouı eujsebevwn, cfr. OF 489-490.7.
155
Bastianini-Gallazzi-Austin, 2001, 160.
156
También Dignas, 2004, 164, hace esta sugerencia.
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157
AP 7.545 = Gow-Page HE 1913-1916.
158
Hiponio (OF 474.2), Entela (OF 475.4) y Farsalo (OF 477.1). Sólo la de Petelia
indica la izquierda (OF 476.1).
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159
Esta interpretación en Meillier, 1979, 197-199.
por las palabras Plavtwnoı / e}n to; peri; yuch`ı gravmm∆ de Call. Epigr. 23 Pf., que aluden al
160
Livrea, 1993, 77-84. La idea de que peri; yuch`ı se refiera a un libro está reforzada
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tros, sino a las fichas bio-bibliográficas (los pínakes) que elaboró el pro-
Calímaco, al mencionar al padre y tribu de Timarco, no aluda a los regis-
pio poeta para los libros de la Biblioteca de Alejandría, las cuales con-
tenían junto al nombre del autor el del padre y su lugar de origen.
Gracias a ellos el filósofo cínico sería recordado y, por tanto, ganaría
cierta inmortalidad161. Para Gutzwiller, sólo la inclusión en los catálogos
literarios sería el medio de ser contado entre los «dichosos». Debemos
añadir que es cierto que Calímaco parece apuntar a esta vía, pero no
como la única, sino también, como defendía Livrea, el ser recordado por
una vida piadosa. Téngase en cuenta que eujsebhvı es ante todo «piado-
so» y no «dichoso», aunque pueda llegar a tener esa connotación.
Con todo, aunque Calímaco no se esté adhiriendo a las doctrinas
órficas, queda patente su utilización paródica de expresiones poéticas
surgidas en ámbito mistérico y que estaban alcanzando cierta difusión
como fórmulas (en especial la de «entre los piadosos»).
de las fuentes del Hades en las laminillas (A. Pl. (A) 230):
Un poema de Leónidas puede ser una curiosa variación del tema
162
P. ej. Pl. Phd. 69c.
1380
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rencia de las laminillas, tiene agua caliente y turbia, pero ello puede
tener también una conexión con el orfismo, pues se creía que los impí-
os tenían destinado el castigo de yacer eternamente en el barro, que es
símbolo de su impureza162. Tanto si se trataba de fuentes reales como
imaginarias, parece razonablemente claro que Leónidas tuvo presente
el modelo de las laminillas órficas para elaborar su poema.
Todos estos paralelos muestran que los poetas helenísticos cono-
cían bien tanto las enseñanzas órficas sobre el Más Allá como su
expresión literaria y que consideraron sus imágenes válidas y efica-
ces poéticamente, de modo que las introdujeron en sus poemas. Sus
motivaciones pudieron ser varias: que sus destinatarios fueran inicia-
dos (como es muy claro en algún caso concreto), que lo fueran ellos
mismos (lo cual parece verdad, como hemos visto, en los casos de
Fílico y de Posidipo) o simplemente que, como poetas eruditos, cre-
yeran que los poemas órficos ofrecían un material interesante como
inspiración, quizá por su nota de marginalidad.
4. CONCLUSIÓN
1381
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LVI
ORFISMO EN ROMA
Miguel Herrero
Universidad Complutense
1
Sobre esta cuestión, cfr. caps. 54, 60, 61 y 62.
1383
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decirse –tanto más cuanto que lo afirma uno de los más destacados
«orfeoescépticos»2, poco sospechoso de magnificar el papel del orfis-
mo– que Orfeo se asocia en época clásica a la religión al menos en
cuatro niveles: a) Como la figura a la que se atribuyen poemas teoló-
gicos y la transmisión de misterios y teletaiv en general; b) como
patrón de rituales específicos, en especial de índole escatológica, que
pudieron dar lugar a grupos que practicaran un tipo de «vida órfica»;
c) como autoridad a la que los sacerdotes ambulantes se remitían para
fundamentar sus ritos purificatorios; d) como patrón de misterios loca-
les concretos, especialmente los de Eleusis en Atenas. La interrela-
ción entre estos cuatro niveles es una clave principal de la siempre
debatida cuestión órfica. Aquí se trata simplemente de comprobar qué
grado de continuidad en cada uno de estos niveles de orfismo testimo-
nian las fuentes literarias y epigráficas de Roma. El capítulo seguirá
por ello este orden: las referencias latinas a los poemas y ritos órficos;
las huellas de prácticas rituales órficas en Roma; la presencia de los
sacerdotes ambulantes; y, finalmente, la aceptación de Orfeo y su tra-
dición poética y ritual en el ámbito religioso específicamente romano.
Hasta la fecha sólo hay un estudio específico sobre esta materia,
al que es obligado remitirse al empezar. En 1937 A. Boulanger repa-
só lúcidamente todos los testimonios relevantes a su disposición
sobre el orfismo en Roma, y llegó a la conclusión de que todo lo que
en la literatura romana se había atribuido a la influencia del orfismo
podía reducirse a puro y simple neopitagorismo, muy pujante en Roma
desde que Nigidio Fígulo lo revitalizara en el siglo I a.C. Aunque
ambas no sean categorías excluyentes, las conclusiones de Boulanger
aún son válidas en gran medida, como veremos. Esta tesis concuerda,
además, con la distribución geográfica de los testimonios: que Roma
no recibiera el orfismo más que entre los intelectuales próximos al
pitagorismo –forzosamente una minoría– explica la ausencia total de
la más leve referencia órfica en la parte occidental del Imperio (Galia,
Hispania), precisamente colonizada por romanos, en contraste con su
presencia, no exagerada pero sí constante, en la parte oriental3.
2
Linforth, 1941, 170.
3
Los testimonios rituales teñidos de orfismo en época imperial se concentran en tres
para la Hélade, cfr. referencias de Pausanias en n. 68 infra; Asia Menor: Himnos órficos en
zonas, Hélade, Asia Menor y Egipto, entre los siglos II-IV d.C. Recojo aquí los principales:
Perinto (OF 661), Sardis (177 Quandt = IW 5219), Rodas (204 Quandt 204 = Oesterreich.
la zona de Pérgamo, Esmirna (OF 582), Lindos (108 Sokolowski), Hierocesarea (OF 662),
Jahresbuch VII [1904] 92), Ponto (Luc. Salt. 79), Lesbos (Luc. Ind. 11), Magnesia (I. Magn.
215(a). 35); Egipto: PSI 850 (OF 310 III), P. Argent.1313 (OF 593) y diversos papiros mági-
cos con rastros de orfismo. Cfr. caps. 21 y 59. Las colonias griegas en Hispania no han depa-
rado hasta la fecha ningún hallazgo relevante para la cuestión.
1384
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2. IMAGO ORPHEI
Cic. ND 1.107 (OF 889) Orpheum poetam docet Aristoteles (Fr. 7 Rose) numquam
4
Boulanger, 1937b, 128.
fuisse, et hoc Orphicum carmen Pythagorei ferunt cuiusdam fuisse Cercopis; at Orpheus,
5
id est imago eius ut vos vultis, in animum meum (sc. Cottae) saepe incurrit.
6
Verg. B. 6.30, G. 4.453 ss., Ov. Met. 10.11 ss., Sen. Med. 625 ss., Stat. Theb. 5.1.23 ss.
También procede de Aristóteles la referencia del Hortensius (Fr. 112 Grilli) a veteres
7
Cfr. notas 3 y 68.
illi sive vates sive in sacris initiisque tradendis divinae mentis interpretes. Aristóteles (Fr.
8
Epígenes es citado por Clem. Al. Strom. 1.21.131. Sobre su datación hay dos posibi-
60 Rose) la adscribe a oiJ ta;ı teleta;ı levgonteı.
9
lidades: que sea un estudioso helenístico o, como argumenta Linforth, 1941, 114 ss. (segui-
do por West, 1983, 9, y Gagné, 2007), que sea un discípulo de Sócrates.
1385
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Luna, al que se cree que se dedican los ritos órficos (sacra Orphica
El primero es hijo de Júpiter y Prosérpina... el cuarto de Júpiter y
putantur confici).
son de otro tipo. Así, Varrón no sólo conocía la Lira, el poema órfico
atribuidos a Orfeo que parecen popularizarse en esta época en Roma
10
De mens. 4.51 = OF 497. Bernabé, 2002c, demuestra que el segundo nacimiento de
Dioniso a partir de Sémele se integró en las teogonías órficas, como también recoge Dio-
grafía sobre el pasaje, incluyendo a los escasos defensores de la lectio difficilior que buscan
doro en varios pasajes. Cfr. el comentario de Pease al texto de Cicerón, con la diversa biblio-
un Dioniso hijo de Selene. No cabe descartar que Cicerón escribiera Semele y la trasposi-
ción Selene-Luna fuera un error posterior en la tradición textual de su obra, pero parece una
solución más difícil.
cos habrían sido un material perfecto para las Metamorfosis de Ovidio, si éste hubiera esta-
11
Las transformaciones de dioses en animales que llenan los episodios teogónicos órfi-
puede ser un eco de literatura órfica en Met. 4.11 ss., donde parece imitar la acumulación
do familiarizado con ellas, como, por ejemplo, Nono (cfr. cap. 63). Sólo encontramos lo que
verbal) ha sugerido en ocasiones que quizá el Caos que Ovidio define como rudis indiges-
de muchos nombres de Dioniso, típica de los himnos órficos. Bernabé (en comunicación
taque moles en Met.1.7 debe más a las teogonías órficas que a la hesiódica.
Varr. Atacin. Fr. 11 Büchner (OF 419). Cicerón se hace eco de las ideas de la Lira
(De Rep. 6.18). A su vez, Servio menciona este poema comentando el canto VI de la Enei-
12
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Boulanger diría que en este caso hay que hablar, más que de orfismo,
de neopitagorismo14.
Hay un subgénero, sin embargo, en que la importancia de Orfeo
guible, pues el neopitagorismo se servía del músico Orfeo y de sus poemas y mitos (cfr. la
trata de las Rapsodias, pero la presencia en la Roma del siglo I a.C. de la catábasis es mucho
15
Y no el iJero;ı lovgoı que también le atribuye Epígenes. West, 1983a, 248, cree que se
más probable, como se ve por su influjo en los poetas, que la de una teogonía a la que hemos
visto que Cicerón es totalmente ajeno.
16
Norden, 41957, creía que le serían conocidas sobre todo a través del estoico Posido-
nio de Apamea. Carcopino, 1927, se inclina por su pertenencia a un círculo neopitagórico.
Boyancé, 1963b, postula una mayor cercanía a la Academia medioplatónica. Un buen estu-
Vergilius sed ille a Vergilio vel a tertio quodam ambo mutuabantur. El papiro (s. III d.C.) es
18
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del Papiro de Bolonia, puedan explicarse también por esta vía: por ejem-
ámbito órfico, aunque no tengan correspondencia en la parte conservada
mucho más tardío que Virgilio, pero eso no significa que el poema lo sea. Horsfall, 1993,
deshaga de la romanidad del texto virgiliano, un modus operandi del que no hay otra evi-
señala la dificultad no de que un poeta griego se vea influido por uno latino, sino de que se
en la alegoría del Hades de Lucrecio 3.978-1046. Este último caso –ya sugerido por Treu,
1954, 50– sería una prueba más de que la influencia literaria no tiene por qué suponer
influencia ideológica, y de que el epicúreo Lucrecio puede adoptar imaginería órfica sin por
ello aceptar sus contenidos ideológicos.
aiJ de; bivon s≥ªofivºhisin ejkovs≥meon. Cfr. también Procl. H. 7.19, posiblemente inspirado en
22
una fuente órfica parecida. Boyancé, 1963b, 163, señala que los dos versos anteriores de
apariciones de Orfeo y Museo, tienen también cierto color órfico: quique sacerdotes casti,
Virgilio (Aen. 6.661 s.) se refieren a unas figuras sacerdotales que, mencionadas entre las
dum vita manebat, / quique pii vates et Phoebo digna locuti. Son figuras semejantes al coro
de los Cretenses de Eurípides (Fr. 474 Kannicht = OF 567).
23
Boyancé, 1963b, 161. El P. Argent. 1913 (OF 593), de los siglos II-III d.C., presenta
Un ejemplo muy claro es que donde el P. Bonon. habla de amistad (102), Virgilio
un crusanqe;ı e[rnoı en el contexto de una iniciación órfica.
24
habla de morir por la patria (Aen. 6.660), transformando el valor griego en un valor roma-
ce más acertada que la del aborto, con Nardi, 1970 y 1972, pace Setaioli, 1970 y 1973), Vir-
no. O que donde el papiro habla del castigo de los infanticidas (esta interpretación me pare-
gilio presenta las almas de los niños víctimas de infanticidio (Aen. 6.628). Cfr. Boyancé,
1963b, 159. Para el modo en que Virgilio une las tres partes –homérica, mitológica y filo-
sófica– de su Hades, cfr. Solmsen, 1972.
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25
Recordemos el interés de los poetas helenísticos por los misterios, y que son Calí-
cap. 55. La tradición helenística del poeta doctus que canta para los que le pueden entender
maco y Euforión quienes por primera vez aluden sin ambigüedad al mito de los Titanes. Cfr.
órficas, de Pi. O. 2.85 y B. 3.85, que cantan sólo para los entendidos. Cfr. cap. 49.
tiene un precedente inmediato en las odas a los tiranos sicilianos, con célebres alusiones
26
Cfr. cap. 49.
Pace Augello, 1974, quien interpreta como órficas en Verg. G. 1.160-175 lo que son
27
Carcopino, 1927 y 1930; Boyancé, 1963b.
28
Himno a Deméter de Calímaco). Es frecuente encontrar alusiones sin más a «misterios órfi-
simplemente alusiones eleusinias, de gran tradición en la poesía helenística (p. e. en el
cos» en comentarios a la poesía augustal, sin precisar qué se entiende por tales (en general
a propósito de cualquier alusión mistérica).
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que tiene muchos más visos de ser una fuente de inspiración de Vir-
gilio32. No hay que olvidar, en cualquier caso, que hay indicios de la
aproximación de los poemas órficos y sibilinos y que es probable su
uso conjunto en ciertos círculos33, por lo que no cabe descartar defi-
nitivamente que el mito de la Edad de Oro fuera objeto de poemas
órficos y que el desafío a Orfeo, por tanto, fuera no sólo como poeta,
Ovidio dice que Midas recibió los orgia del tracio Orfeo y de Eumol-
encuentran otras dos alusiones aisladas a la faceta religiosa de Orfeo:
Verg. B. 4.14-16: divisque videbit / permixtos heroas et ipse videbitur illis / paatum-
que reget...; OF 476.11 kai; tovt∆ e[peit∆ a[ªlloisi meq∆º hJrwvessin ajnavxeiªıº. El paralelo
29
fue apuntado por Reinach, 1900, en el intento más entusiasta de encontrar a la Égloga una
raíz órfica, pero cfr. ya Il. 4.61 para la asociación de dioses, héroes y mortales.
Cfr. a la alusión de Servio a un pasaje de Nigidio Fígulo que cita el OF 364 en su
comentario a la Égloga 4.10: «Algunos separan los dioses y sus clases en tiempos y edades,
30
entre los que también Orfeo da el primer reino a Saturno, después Júpiter, luego Neptuno y
después Plutón; otros, como los magos, dicen que fue el reino de Apolo». Este fragmento
imágenes de la Edad de Oro como referente de la Égloga IV, en las que no hay elementos
31
Brisson, 1992, 83-88. Es más convincente Gómez Pallarés, 2001, que busca otras
especialmente dionisiacos. Sin embargo, no deja de ser interesante, a los efectos de vincu-
lar el mito de la Edad de Oro con el orfismo, su cita del relieve de Módena (cfr. n. 41), aun-
que no reconozca su carácter órfico, pues lo toma como figura de Aion, no de Mitra-Fanes:
«En este relieve se dan cita todos los símbolos que utiliza Virgilio» (p. 109).
la Égloga IV e Is. 11.6-9, cuyo parecido incitó a la interpretatio christiana de la oda virgiliana.
32
Nisbet, 1978, hace de los poemas sibilinos de inspiración judía el probable vínculo entre
ria de alegorías neoplatónicas más tarde. El OF 844 son versos sibilinos falsamente atribui-
33
Ambos eran objeto de hábiles falsificaciones judías en Alejandría, y ambos son mate-
dos a Orfeo, pero la misma confusión delata la similitud de estilo. Una inscripción de Perin-
to (OF 320) pone en boca de la Sibila un oráculo sobre el mito de los Titanes. Cfr. Herrero,
2005c, 139 ss.
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del célebre Himno a Zeus (OF 31 II). En el siglo IV los poemas órficos
menciones de Orfeo y de sus ritos, sino que cita como autoridad versos
34
Ran. 1030-1032 sacer interpresque deorum recoge el ta;ı teleta;ı katevdeixe de
Boulanger, 1937b, 134 s. lleva al extremo su escepticismo y niega esta posible influencia de
época tardía; West, 1983a, 265s., ofrece, en cambio, buenos argumentos a favor de su exis-
Al hilo del libro VI de la Eneida, Servio cita una catábasis órfica de Heracles (OF
tencia. Cfr. asimismo Cabrera-Bernabé, 2007.
37
714), un fragmento sobre los dioses perjuros que pasan nueve años en el Tártaro (OF 345)
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y la Cratera (OF 410); comentando las Geórgicas, dice que Orfeo pone a Aqueloo como
principio del agua (OF 154). En cambio, en su referencia al mito de Dioniso dice que lo des-
pedazaron los Gigantes (OF 59 V), lo cual revela un conocimiento superficial. Parece sen-
y escatológicos, que por otra parte es la más cercana a Virgilio. Sobre OF 364, a propósito
tirse más atraído por la literatura órfica de corte neopitagórico, con intereses cosmológicos
(in sacris Liberalibus)». Sobre OF 541 y sus conexiones rituales, cfr. West, 1983 (28, n. 77
son un solo dios y él mismo, escribió lo siguiente de su adorno y vestido en los ritos de Líber
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hemos visto, «Orfeo, el que reveló las teletaiv» por vates interpres-
que las que deja la tradición poética. Que Horacio traduzca, según
que deorum hace pensar que el valor de Orfeo se había hecho mucho
Imperio a partir del siglo II d.C., tiene también su efecto en los cultos
de Roma. Conocemos dos testimonios de sincretismo entre Mitra y
la divinidad órfica más inconfundible, Fanes, que es claro ejemplo de la
influencia de la tradición literaria en los cultos. Así como Mitra sí reci-
plos, sino que existía en los versos de las Rapsodias y, a lo sumo, como
bía veneración, Fanes no tenía hasta ahora estatuas ni altares ni tem-
Vermaseren, Corp. Inscr. Mon. Rel. Mithr. 695 y 475 (OF 678); cfr. West, 1983a, 253
40
Cfr. Beard-Norton-Price, 1998, 161-163, con bibliografía.
s. Vemos en Iul. Or. 4.136a una expresión del mismo tono sincretista-henoteísta: «Uno es
41
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Zeus, uno es Hades, uno es Helios, uno es Serapis»; cfr. Versnel, 1990. Sobre los docu-
mentos órfico-mitraicos, cfr. West, 1983a, 253 s.; y Guthrie, 1952, 254 s., donde se men-
land, Inglaterra) en que aparece Mitra naciendo de un huevo, como Fanes (cfr. OF 80 y
ciona la posible relación con un relieve de Borcovicum (hoy Housesteads, en Norhumber-
comentario ad loc). Hay que suponer un origen romano para este relieve también, dada la
Cfr. Morand, 2000, y el aparato crítico a OF 584, con la abundante bibliografía sobre
total ausencia de otros testimonios órficos en Britania.
42
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44
Incluso el escéptico Zuntz, 1971, lo reconoce, cfr. Casadio, 1990b. Para hablar de
dición, como la oposición soma / sema (aunque precisamente sema es una conjetura, es bas-
orfismo no es necesaria una remisión expresa a Orfeo, sino a imágenes asociadas a su tra-
es mínima. El poema Sobre el Alma de Gregorio de Nacianzo (Poem. Arc. 7 Moreschini), que
45
parece referirse directamente al orfismo, usa este término en el v. 32 (cfr. cap. 62, § 4.1).
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Viene pura de entre los puros, reina de los que están bajo tierra,
Eucles y Eubuleo, hijo de Zeus. Aceptad, pues,
este don de Mnemósine, por los hombres celebrado (ajoivdimon
ajnqrwvpoisin).
Ven, Cecilia Secundina, convertida en diosa de acuerdo con la ley
(novmwi).
46
Zuntz, 1971, 334; Kotansky, 1994; Bernabé-Jiménez, 2001, 181.
47
Olmos, 2001, 339.
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48
Cole, 2003, hace un elenco de todas ellas. Si suponemos que la presentación en ter-
cera persona tiene una procedencia antigua, a partir del iJero;ı lovgoı reconstruido por Ried-
del difunto (a lo que alude OF 474.13). También se puede suponer que es la laminilla misma
weg 2002, la frase debe pertenecer a los guardianes que informan a Perséfone de la llegada
la que habla.
cado muestra que se trata de una retroversión al griego a partir del latín. Cfr. cap. 62 con
fig. 3.
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quien, tras contar que los iniciados llevan a sus casas los símbolos de
reconocimiento (crepundia) como recuerdo de los misterios y los
envuelven en lino, dice que
51
Hdt. 2.81 (OF 650). Linforth, 1941, 39 ss., señala que Apuleyo parece leer la versión
breve de Heródoto, que omite «báquicos y egipcios» entre «órficos y pitagóricos». Si no
prueba que el texto breve sea el original, sí apunta a que el error de haplografía, si lo hay,
Apul. Apol. 27.1 = OF 819. Además de estos dos pasajes, en Apol. 30 (OF 820) dice
es muy antiguo.
52
que Teócrito, Homero y sobre todo Orfeo hablaron mucho de magia en sus poemas.
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Tras los poemas y ritos, uno de los aspectos más conocidos del
orfismo, sobre todo gracias a las descripciones de Platón59, son los
sacerdotes ambulantes que iniciaban y purificaban a cambio de dine-
ro. Característicos del paisaje de la Grecia clásica, parecen haber
desaparecido en época helenística ante el empeño del Estado en orga-
nizar los cultos religiosos, dejando paso a sacerdotes ambulantes aún,
pero ya organizados, como los de Cibele60. Lo curioso es que estos
personajes parecen haber pasado a formar parte de la tradición litera-
Macr. Comm. 1.12.12 = OF 672; Sat. 7.6.18. La misma interpretación del huevo se
encuentra en Plutarco (Quaest. Conv. 2.3.2), que tal vez es la fuente de Macrobio. Según
57
Turcan, 1961, el huevo cósmico de Marciano Capella (De Nupt. Phil et Merc. 2.140) tiene
Cfr. la iniciación puramente intelectual de Teón de Esmirna (De reb. math. 104 s.).
sus raíces en las teogonías órficas.
58
Linforth, 1941, 271, dice que el uso de la lengua de los misterios entre los neoplatónicos no
implica la existencia de «living mysteries», aunque otras veces parece creer (231, 241, 284)
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61
OF 653-655. La mención del orfeotelesta aparece en los tres contextos en situacio-
nes cómicas que hacen muy posible que la palabra tenga su origen en las caricaturas de la
Str. 7 Fr. 10a Radt (OF 554); 10.3 (OF 670). Cfr. Bernabé, 2002d, sobre los pasajes
comedia nueva.
62
de un precedente del asunto de las Bacanales, en que unos misteriosos cultos extranjeros
introducidos por estos personajes fueron prohibidos por su efecto disolvente para el Estado.
Cfr. Caerols, 2006, en prensa.
64
Cfr. Henrichs, 1970, sobre las mismas acusaciones lanzadas contra los cristianos. No
fueron muy distintas las que se hicieron contra los judíos en la Edad Media.
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Ap. Ty. Ep. 16 (42, 25 Penella = OF 818), Apul. Apol. 27 (OF 819).
Pl. Lg. 909a, 933a.
65
Fögen, 1994. También aquí el peso de Platón puede haberse hecho sentir. Ya Cic. De
66
Leg. 2.21.18, 2.37.4 pretendía, siguiendo obviamente a Platón, prohibir los cultos que con-
67
sideraba perniciosos para el carácter cívico. La legislación bajoimperial llevó esta idea a la
práctica.
68
Diodoro (cfr. Bernabé, 2000a y 2002c) y Plutarco (cfr. Bernabé, 1996b, Casadio,
1996) hacen múltiples referencias a los poemas órficos y a las teletaiv de Orfeo. Aunque
algunas menciones provengan simplemente de la tradición historiográfica y literaria, reve-
lan una cercanía de estos autores al orfismo como algo que creen comprensible e interesan-
te para sus lectores contemporáneos. En el siglo II d.C. Pausanias (cuyo retrato del orfismo
no ha recibido más estudio que las breves observaciones de Sabbatucci, 1991) refleja la
popularidad de la tradición órfica como autoridad a la que se remiten diversos santuarios
locales griegos: 1.37.4 (Eleusis), 9.27.2, 9.30.12 (Flía), 2.30.2 (Egina), 3.13.2, 3.14.5,
3.20.5 (Lacedemonia), 8.31.11 (Megalópolis), 7.8.12 (Patras), 9.30.4 (Helicón). Cfr. Casa-
dio, 1990b, sobre la creciente extensión de la ∆Orfikh; paravdosiı que trata de conectar con
el orfismo mencionado en las fuentes clásicas y que recogerá con entusiasmo el neoplato-
nismo tardío como estandarte del helenismo resistente a la cristianización (cfr. caps. 60 y
62). Las abundantes huellas en inscripciones y papiros (cfr. n. 3) prueban que no se trata de
una revitalización puramente literaria.
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Éste es un hecho casi universal en la construcción de las identidades, cuyo estudio ha
alcanzado una gran expansión desde el seminal trabajo de Anderson, 1983, sobre el nacio-
nalismo moderno. Los casos más importantes en la Antigüedad son la construcción de la
identidad griega frente a Persia (cfr. Hall, 1997) y la de la identidad romana frente a los
griegos, Gruen, 1992. La construcción del cristianismo y del «paganismo» como bloques
enfrentados presenta no pocas similitudes (cfr. cap. 62).
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cosas de este estilo hay: ni nadie vería entre los romanos, aunque ya
se van corrompiendo las costumbres, ni actos de portar al dios, ni
actos coribánticos, ni mendicantes, ni báquicos, ni ceremonias inde-
cibles (qeoforhvseiı, korubantiasmouvı, ajgurmouvı, bakceivaı kai;
teleta;ı ajporrhvtouı), ni celebraciones nocturnas en los templos de
hombres con mujeres, ni nada más de todas estas fantasías, sino que
todo lo que se hace y se dice sobre los dioses es correcto, como no
ocurre ni entre los griegos ni entre los bárbaros.
70
Cfr. Pailler, 1988, para un exhaustivo examen de todo el material y la bibliografía
sobre el asunto, y ahora también Luisi, 2006, en prensa.
71
Pailler, 1988, ve plagado de elementos órficos el dionisismo previo a la prohibición.
Sin negar la posibilidad de que estos elementos existieran, sobre todo como herencia del
ambiente que da lugar a las laminillas en Magna Grecia siglos antes, lo cierto es que no hay
suficiente información para asegurarlo, y en algunos casos tal idea es francamente impro-
bable, como cuando asegura, sin prueba alguna (pp. 679 ss.), que el rumor del desmembra-
miento de Rómulo (Liv. 1.16.4) viene directamente del mito de Dioniso y los Titanes: las
historias de despedazamiento son harto frecuentes en el mundo antiguo, como resultado de
la proyección del ritual sacrificial sobre víctimas humanas (Burkert, 1983a); un tipo dema-
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ros: por ejemplo, el vates sacrificulus del que habla Livio en el texto
típicas, como un elemento báquico más junto a las ménades o los sáti-
Orphica como algo diferente del resto de los Bacchica: las escasas
hay un solo testimonio romano, de ninguna época, que hable de los
siado común para reducirlas todas a la del mito de Dioniso, que no es en absoluto la primera
atestiguada (ya en Hdt.1.119 se mencionan varias, como la del hijo de Harpago).
esta época son Plut. Alex. 2.7, que identifica Orphica y Bacchica en los ritos celebrados por
72
Cfr. cap. 32 sobre el solapamiento de orfismo y dionisismo. Dos claros ejemplos de
Olimpíade la madre de Alejandro; y Luc. Salt. 79, que describe una danza báquica con Tita-
nes, Coribantes, sátiros y boukoloi.
Cic. ND 3.58 (cfr. n. 10); Macr. Comm. 1.12.12, Sat. 7.6.18 (cfr. n. 57); Arnobio Adv.
Nat. 5.19 distingue el menadismo (Bacchanalia inmania quae nomen Omophagiis graecum
73
est) de los misterios que celebraban el mito titánico (Bacchanalia altera immania, in qui-
bus arcana et tacenda res proditur insinuaturque sacratis), pero ambos entran dentro de la
misma categoría de Bacchanalia.
sul insiste en el origen externo de los perniciosos ritos en 39.15 (pravis et externis religio-
74
Aparte de las menciones de Livio a Grecia y Etruria (39.8, 39.9), el discurso del cón-
nibus) y 39.16 (sacra externa fieri vetarent... omnem disciplinam sacrificandi praeterquam
more Romano abolerent... non patrio sed externo ritu sacrificaretur). También en el men-
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res del culto báquico son comparados a «otro pueblo» (Liv.39.13: alte-
leyes y sigue los cultos del Estado. Por hacer lo contrario, los seguido-
rum populum) del que hay que liberar a Roma como si se extirpara un
tumor maligno75. Separar lo político de lo religioso en este caso sería
ción religiosa no se condena per se, sino por sus eventuales consecuen-
introducir una distinción ficticia en el mundo antiguo, en que la desvia-
introducidos por los sacrificuli et vates (tanta religio, et ea magna ex parte externa, civita-
cionado precedente (cfr. n. 63) de 25.1.6 Livio insiste en el origen extranjero de los ritos
tem incessit... nec sacrificantium nec precantium deos patrio more... ex alieno errore...
externo ritu sacrificaretur). El Senatus Consultum no hace mención de ello, pero hay que
notar que sólo transmite lo decretado, no los motivos del decreto, y que la copia conserva-
da (CIL I2 581) es para una ciudad aliada, en la que este motivo tendría menos efecto que
Cfr. Liv. 39.16 y el caso precedente de 25.1.12 (eis religionibus populum liberaret).
en la misma Roma.
75
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77
Otto, 1933, fue el primero en destacar este aspecto de la experiencia dionisíaca, antes
de que el desciframiento de las tablillas micénicas confirmara su intuición.
78
Cfr. Hartog (1984, 78 ss., 109 ss.), que sitúa el episodio de Escilas en Hdt. 4.76-80
como ejemplo de que la comprensión de lo dionisíaco es la frontera irrebasable que separa
a griegos y escitas. Es precisamente en los márgenes de la vida comunitaria, en los casos
límite, donde se libra la batalla por la autodefinición frente al otro; cfr. Herrero, 2005c.
79
Sobre las acusaciones contra los cristianos, cfr. Henrichs, 1970, y Fögen, 1944. El
que favorecía su propia identificación con Dioniso more Ptolemaico (Plut. Ant. 24.4, 33.6-
triunfo de Octavio, autoerigido en paladín de la romanidad frente al orientalizante Antonio,
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Bona Dea, los frigios la madre de Midas, y los griegos la madre inefa-
autor de Queronea, en el templo de la diosa que los romanos llaman
80
Plu. Caes. 9.4 (OF 584). Las fuentes de Plutarco sobre la historia de Roma son roma-
tinentes, vislumbrar la visión romana del orfismo. También Estrabón parece llamar Orphi-
nas (Pelling, 1988), por lo que estos pasajes permiten, con los filtros y las precauciones per-
ca precisamente a los ritos griegos que son similares a los extranjeros, como los de Bendis
Liv. 40.29. Plut. Vit. Num. 22. Sobre las conexiones de este asunto con el dionisismo
y Cotito en Tracia y Frigia (Str. 10. 3.16 [OF 528], 10.3.18 [OF 577V]).
1408
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6. CONCLUSIÓN
82
Cfr. Beard-North-Price, 1998, 161-166, sobre el poema 63 de Catulo dedicado a la
castración de Atis, que juega con el escándalo que este culto supone para la romanidad.
Sugieren con buenos argumentos que los frescos dionisiacos de la Villa de los Misterios
pueden provenir de un gusto similar por lo exótico.
1409
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por una razón u otra, están interesados en dar nueva savia a los anti-
guos rituales y creencias (Plutarco, Apuleyo, los neoplatónicos) reno-
var la tradición órfica y adaptarla a las nuevas circunstancias, a veces
semejantes a las que la impulsaron en su origen y, otras veces, total-
mente distintas. Y la tradición literaria ofrece también, por supuesto,
imágenes y argumentos a quienes se oponen en épocas distintas al
orfismo o fenómenos similares: Platón, Cicerón, cristianos y paganos
en mutua polémica, o la legislación antimaniquea y antiherética de
los emperadores tardíos.
Un paralelo claro pueden ser los movimientos esotéricos que hoy
se reclaman herederos de, por ejemplo, Hermes Trismegisto y que
reutilizan textos y recrean rituales herméticos. Ese hermetismo es
heredero del antiguo y puede asemejarse en muchas cosas a él, pero
no por tradición interna ininterrumpida, sino por el prestigio que los
testimonios antiguos, especialmente los contrarios, le han conferido.
La continuidad entre el orfismo antiguo y el tardío está tanto o más
garantizada por sus observadores externos, incluso por sus detracto-
res, que por la imaginada transmisión sucesiva entre generaciones de
«órficos»83.
83
Agradezco las útiles sugerencias y comentarios que José Joaquín Caerols hizo ama-
blemente a una versión preliminar de este capítulo, contribuyendo a librarlo de no pocos
errores. La responsabilidad de los restantes es únicamente mía.
1410
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LVII
1. INTRODUCCIÓN
Desde el último tercio del siglo I hasta comienzos del siglo III d.C.
se produce en las regiones grecoparlantes del Imperio romano un
vigoroso resurgimiento de la oratoria, que se convierte en el género
nado Segunda Sofística (ya desde las Vidas de los sofistas de Filós-
literario más cultivado y apreciado. Este movimiento se ha denomi-
1411
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1
Para los cultos orientales en el Imperio romano es todavía importante el estudio de
Cumont, 1929.
2
Acerca de la salvación personal en los cultos orientales, véase Bianchi-Vermaseren,
1982.
3
Sobre el orfismo en la época imperial, en especial en lo referente a la literatura, véase
Brisson, 1990.
1412
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2. EL MITO DE ORFEO
ré de Filóstrato (el Viejo) como autor de la Vida de Apolonio de Tiana, Vidas de los Sofistas,
5
1413
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nes se le atribuyen con facilidad rasgos no tracios con tal de que estén
marcados como orientales. Así, en una representación descrita por
Filóstrato lleva una indumentaria persa típica6. Se trata de unos tapi-
ces de los palacios babilónicos en los que aparecía con tiara y calzón7,
al lado de otros personajes de la mitología griega. También llevaba
tiara en dos cuadros descritos por Filóstrato el Joven8.
Philostr. VA 1.25.
tiavran ... kai; ajnaxurivda. La segunda palabra es de origen persa (v. LSJ siglo v.). El
6
uso de tiara se atribuye tanto a persas (Hdt. 5.49, Luc. DMort. 12[14].4), entre los que es un
7
Philostr. Im. 3.6.3 (dorada; cuadro sobre Orfeo) y 3.11.1 (cuadro sobre la nave Argo).
importante símbolo religioso, como a escitas (Hdt. 1.71).
Con Anfión: D. Chr. 32.61 (OF 911 I), 32.62; Luc. Im. 14 señala que ambos fueron
8
9
canto. Con Támiris: D. Chr. 70.3, Philostr. Ep. 73, VS 483 Wright, Aristid. 22.1. Con Lino:
los más seductores (ejpagwgovtatoi), hasta el punto de que movían seres inanimados con su
D. Chr. 1.58. En Luc. Dom. 18 el tracio es mencionado junto a Femio, Demódoco, Támiris
D. Chr. 19.3, 32.62-63, 35.9, 53.7-8, Philostr. Her. 23.2 (23, 17 de Lannoy), Luc. Im.
y Anfión.
14, Ind. 11. Filóstrato el Joven (Im.3.6.1) ofrece el relato más completo del poder de Orfeo
10
para encantar (qevlxai) a los seres irracionales cuando describe un cuadro en que aparecía
Orfeo rodeado por todo tipo de animales (como leones, jabalíes, ciervos o pájaros) y arro-
1414
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co en los oradores del siglo II d.C. Como eran capaces de convocar gran-
des auditorios y mantenerlos entretenidos largo tiempo, utilizan a un
antecesor ilustre, Orfeo –el mismo que había señalado Platón–, para
dotar de reputación a su profesión. Así, Filóstrato (VA 1.25) deja de lado
a los animales y dice que el tracio encantaba (e[qelge) a los oyentes con
su música y sus cantos. En una línea semejante, Aristides sostiene que
la imagen del cantor arrastrando troncos y piedras no sería sino una
hipérbole del mito para significar que atraía a todos con su música14.
Tanto antiguos sofistas15 como oradores contemporáneos16 son compa-
rados a menudo elogiosamente con el mítico poeta: ni el propio Orfeo
encantaría tanto como lo hace determinado orador o músico. En reali-
dad, la equiparación del poder de la retórica con el de la magia es una
constante en Grecia17.
En un sentido antitético, a veces la figura de Orfeo, símbolo de
excelencia musical, es contrapuesta a la decadencia del presente. Así,
13
Pl. Prt. 315a (OF 949). Más adelante (316b) dice que el arte sofístico es antiguo, aun-
que estuviera enmascarado de poesía, en el caso de Homero, Hesíodo y Simónides, o de ini-
ciaciones y oráculos, en el caso de los seguidores de Orfeo y Museo. Algo muy similar dice
Eurípides (IA 1211-1214) cuando, al apuntar que Orfeo podía embelesar (khlei``n) a los que
quisiera con sus palabras, pone más énfasis en la parte verbal que en la musical, como si se
Philostr. Ep. 73 alude a este pasaje para demostrar que Platón tenía un buen concepto
14
15
teı) a la gente, al modo de Orfeo y Támiris. En VS 483 Wright, señala que Pródico hechiza-
de los sofistas, pues decía que iban por las ciudades grandes y pequeñas encantando (qevlgon-
ba (qevlgwn) las ciudades que visitaba, como Orfeo y Támiris. En el diálogo del Heroico (23.2)
entre un viñador y un fenicio, éste muestra su interés ante las historias que su compañero le
cuenta y dice estar más atento que las fieras que oían cantar a Orfeo. Aristid. 3.252 llega a afir-
mar que Temístocles arrastró a todos los varones atenienses a luchar en Salamina y que ni
siquiera Orfeo los habría alejado con la atracción de su canto. Al comenzar su discurso sobre
Eleusis (22.1) se hace la pregunta retórica de qué Orfeo, Támiris o Museo sería capaz de llo-
D. Chr. 19.3, 35.9; Luc. Dom. 18.2; Philostr. VS 520 (qevlxein), a propósito de Esco-
rar una desgracia tan grande como la destrucción del santuario por los bárbaros (año 170 d.C.).
16
1415
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18
D. Chr. 32.61 (OF 911 I), 32.62.
19
Se trata del mencionado discurso 34.45 (OF 967).
1416
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538-545).
24
Véase nota 17 sobre su discurso 34.
25
Cfr. caps. 19, § 6, y 31, §§ 2-3.
1417
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en esta obra se relacionaban las siete cuerdas de la lira del cantor con
la música de las siete esferas. Luciano, seguramente reproduciendo lo
que «Orfeo» decía en el poema, subordina sus capacidades musicales
a las astrológicas. Al asegurar que obtuvo tales conocimientos (los
astrológicos) a través de la investigación (tau`ta ... dizhvmenoı), nos
ofrece una insólita imagen de Orfeo como «científico». Es sabido que
con el paso del tiempo el mítico poeta se convierte en un autor como-
dín al que se atribuyen todo tipo de poemas de contenido mágico,
esotérico y (pseudo-)científico, como ya se expuso en otro capítulo28.
A partir de sus descubrimientos, dice Luciano, construye una lira de
siete cuerdas para reproducir la música de las siete esferas celestes,
con la que logra hechizar y dominar todo. El autor especifica que tal
poder no nacía de la música de Orfeo, sino de la gran lira formada por
los astros. Queda claro, por tanto, que según este pasaje el tracio no
sería un verdadero músico, sino un astrólogo encubierto.
En resumen: los autores de la Segunda Sofística dan muestra de la
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Favorino cuenta que varios argonautas, una vez que la nave Argo
ros, oficio que ya le atribuye Eurípides30.
Philostr. Im. 2.15, donde aparece aplacando la furia del mar, y 3.11, donde es descrito
cantando al son de la lira. Luc. Fug. 29.
29
E. Hyps. Fr. 752g.8-14 Kannicht, v. cap. 50, § 2.2; A. R. 1.536-541 (OF 1008 I) y
escolios (46, 16 Wendel = OF 1008 II).
30
31
Favorin. Cor. 14 (p. 305, 17 Barigazzi = OF 1012 I). Suele considerarse este discurso
Eumel. Fr. 8 Bernabé (= Fr.28 West). Sobre la cuestión, véase Barigazzi, 1966, 305;
como obra suya, aunque se haya transmitido entre los de Dión Crisóstomo con el número 37.
32
323-5; West, 2002, 122. También aparece mencionado Orfeo en un fragmento papiráceo
atribuido a Eumelo por Debiasi, 2003, que sería el primer texto de la literatura griega que
antiguo; Preger, 1891, 57, lo data en el s. I d.C. y Brisson, 1990, 2919, considera que el poema
es obra de Favorino.
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34
Luc. Nec. 8 (OF 1002). De esta guisa se lo encuentra un amigo nada más ascender
Luciano pudo haberse inspirado en Ar. Ra. 45 s., donde Dioniso en su descenso va
(Nec. 1).
35
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Las noticias de los autores que nos ocupan con relación al final de
Orfeo son muy escuetas, quizá por tratarse de un motivo conocido,
que apenas es aprovechado con fines literarios. En ningún caso adu-
cen los motivos del crimen. Luciano, en varias ocasiones, se limita a
apuntar muy brevemente que el cantor murió desmembrado40. Sólo
en dos pasajes (los dos primeros citados en la nota) aclara que las
Strab. 7 Fr. 10a Radt (OF 554), pasaje que ha analizado Bernabé, 2002d.
Luc. Salt. 15 (OF 599 I).
36
37
38
phxavmenoı ga;r luvrhn o[rgiav te ejpoieveto kai; ta; iJera; h[eiden.
un escolio virgiliano (OF 417), era tratado en el poema de la Lira. Más probablemente, sería
39
Quizá haya una alusión a la evocación de las almas a través de la lira, tema que, según
astrales a través de la música, ascenso descrito en el Sueño de Escipión (Cic. Rep. 6.18; cfr.
un ritual en que se reproduciría el ascenso del alma tras la muerte por las distintas esferas
West, 1983a, 31 s.). De ahí que Luciano acabe su exposición sobre Orfeo asegurando que
Luc. Ind. 11 (OF 1052), al comienzo de un extenso relato sobre el destino de la lira
él y los que lo escuchaban ocupan un lugar en el cielo.
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41
Luc. Ind. 11 (OF 1052).
42
Antes cuenta un ejemplo similar (8-10): un tal Evángelo acudió a los Juegos Píticos
con ricos vestidos y con una lira de oro, adornada con joyas y con las imágenes de las
Musas, Apolo y Orfeo. Sin embargo, es vencido en el concurso por un tal Eumelo con una
1422
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Según la versión de la Pequeña Ilíada (Arg. Il. Parv. p. 74 Bernabé = Procl. Chr. 206
47
48
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como Grineo, Claro y Delfos, por lo que Apolo tuvo que ordenar su
silencio. Puede ser una simple explicación mítica de por qué el orácu-
lo había desaparecido en tiempos del autor.
Aparte de los musicales y oraculares, Dión Crisóstomo narra otros
prodigios acaecidos tras la muerte del poeta tracio, en una historia sin
duda imaginada por él (32.63-65). Como los animales que lo seguían,
principalmente ovejas y aves, se sentían muy tristes tras su muerte,
Calíope pidió a Zeus que diera a sus cuerpos forma humana y con-
servara sus almas. De ellos habrían nacido aquellos macedonios que
luego se instalaron en Alejandría. Con esta historia el orador explica
la locura colectiva por las audiciones musicales que hacía presa en los
alejandrinos, a los que va dirigido el discurso. Dión atribuye esta his-
toria a un frigio, para librarse de cualquier responsabilidad ante sus
oyentes, pero al aclarar que se trata de un contemporáneo de Esopo
parece hacer el guiño de que no se trata más que de una fábula. Él
mismo la llama «la mayor y más extravagante broma sobre vosotros»
(63).
A este relato añade otro similar (66), con la misma ironía repleta
de humor: entre los animales que oían al tracio, sólo algunos intenta-
ron imitarlo, los perros, que conservaron su costumbre al ser trans-
formados en hombres. De ellos procede la estirpe de los tañedores de
lira alejandrinos. Ya antes (61) había atacado su mediocridad (al decir
que entre ellos no había ningún Orfeo ni ningún Anfión) y había asi-
milado sus canciones a gruñidos y ladridos, más que a cantos de cisnes
y ruiseñores (en lo que parece haber un juego de palabras: en realidad
ante una ocurrencia del autor derivada del topos retórico de Orfeo y
son «perros» (kuvneı), no «cisnes» (kuvknoi). Estamos nuevamente
su música, usado por los oradores como piedra de toque para alabar
o censurar a músicos o a colegas contemporáneos.
En cuanto a la tradición del catasterismo de la lira de Orfeo,
Luciano (Astr. 10) menciona que los griegos la destinaron al cielo y
que así llaman a muchos astros, y que incluso pueden verse las figu-
ras del cantor y de los animales que lo rodean.
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50
OF 1. Bernabé, 1996a, hace un estudio exhaustivo del uso de este tópico en la lite-
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aceptada por los egipcios, sino de una que circulaba sólo entre una
elite, de ahí que Luciano la compare con el contenido de los misterios
o de los poemas órficos, sólo asequible a unos pocos, los iniciados.
a la memoria, en el que decía que todo se marchita por causa del tiem-
E. Fr. 484 Kannicht (OF 66 I). Sobre el carácter órfico de tales fragmentos v. Martí-
55
56
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memoria, parece ponerlo en la órbita del orfismo más que del pitagoris-
mo: no hay más que recordar la importancia que tiene la memoria en las
laminillas órficas para la obtención de la bienaventuranza, pues gracias a
ella se recordaba la iniciación y las instrucciones dadas en ella para sal-
varse, una vez se llegaba al Hades (la principal, beber del agua de la fuen-
te de la Memoria). Con todo, no hay dificultad alguna en considerar al
personaje a la vez pitagórico y órfico, pues sabemos que muchos poemas
atribuidos a Orfeo fueron escritos por pitagóricos, tanto en época clásica
ellas se contaba que éste desprendía abundante luz y que con ella ilu-
minó todo ante la única mirada de la Noche (OF 123):
parte con el bivoı ∆Orfikovı, como en VA 1.1, 6.11 (OF 636), 8.7.4-5. Para un análisis de
59
Filóstrato recuerda a menudo estos preceptos pitagóricos, que coinciden en buena
estos elementos órfico-pitagóricos en la obra, véase Lizcano, 2003, 58-72. Sobre la cerca-
nía de Apolonio al orfismo, además de al pitagorismo, nos da una idea él mismo, cuando en
una carta (48, 58.26 Penella), a propósito de las críticas recibidas, se compara con Pitágo-
ras, Orfeo, Platón y Sócrates.
60
Prwtospovroı ... ajrchv, expresión que, como indica West, 1983a, 255, n. 63, puede
estar tomada de un poema órfico. Nono utiliza tal expresión para denominar a Eros
(D.1.398, 41.129) y prwtospovroı como adjetivo de Fanes (9.142).
61
... lamprw`i de; fwti; th;n ajmaura;n nuvkta petavsaı panto;ı ajyuvcou te kai; yuch;n
e[contoı ejgevnou dhmiourgovı (sc. [Erwı).
62
West, 1983a, 255.
1427
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De esta manera hizo que aparecieran todas las cosas (OF 127)63,
«El que aparece» (cfr. OF 126) y «el que hace que las cosas aparez-
lo que explicaría su nombre como derivado de faivnw («mostrar»):
63
Theosoph. Tubing. 61 (43 Erbse2 = OF 127 I): o}n Favnhta prosagoreuvei, dhmiour-
Philostr. Im. 1.14 faidro;ı aujto;ı oi|on ajsthvr tiı ajpastravptwn. La propuesta es de
64
65
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un momento:
palabra»)68.
Allá, como los Diálogos de los muertos, o que hablan de él por exten-
Son varias las obras de Luciano que tienen como escenario el Más
66
D. Chr. 36.56 (OF 255 I) tou`ton uJmnou`si pai`deı sofw`n ejn ajrrhvtoiı teletai`ı
Como también indica Procl. in Ti. 1.49.12 Diehl (OF 255 III). Russell, 1992, 245,
”Hraı kai; Dio;ı eujdaivmona gavmon.
67
piensa que los «hijos de los sabios» son los filósofos y que los «ritos secretos» son sus ense-
En Luct. 2-9 se ofrece un cuadro sistemático sobre las concepciones griegas de ultra-
68
69
tumba. Sobre la imagen del Más Allá en Luciano, véase la descripción detallada de Betz,
Iul. Or. 7.25 = Diog. V B 332 Giannantoni = OF 435. Es probable que haya un juego
1961, 81-99; y Nilsson, 1961, 552-555.
70
1429
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les los mitos escatológicos de Platón (situados al final del Gorgias, del
órficas. Parece más probable que haya utilizado como fuentes principa-
71
Ésta fue señalada como fuente principal para el Más Allá de Luciano por Helm, 1906,
Luc. Luct. 5 menciona una «una fuente enemiga de la memoria (mnhvmh)», que por
18 ss.
eso es llamada del Olvido (Lhvqh); también aparece en Cat. 1 y 28, D. Mort. 13.6, 23(29).1
72
y Tim. 54; ya Pl. R. 621a y Ar. Ra. 186 hablan de la llanura del Olvido.
Minos: Nec. 11-12, D. Mort. 25(12) y 24(30); Radamantis: Cat. 13 y 23-29 (sin
embargo, en VH 2.6 gobierna la Isla de los Bienaventurados); ambos: Luct. 7. Éaco es más
73
bien un portero del Hades, al lado de Cérbero (v. Luct. 4; Cat. 4). El tribunal, aunque no los
nombres de los jueces, es mencionado en D. Mort. 20(10).13. La huella de Pl. Grg. 524a-
526d es evidente en Luc. Cat. 24-29, donde se dice que Radamantis juzga a los difuntos des-
nudos y se fija en sus estigmas; también se habla de la purificación a través de la filosofía
a los no iniciados. Luciano alude a él en Alex. 25, donde cuenta que cuando le preguntaron
76
Según Platón (Phd. 69c), los que instituyeron las iniciaciones auguraban este castigo
a la fraudulenta serpiente que tenía Alejandro de Abonutico (la cual era supuestamente
Asclepio) qué hacía Epicuro en el Hades, contestó: «Está sentado en el fango con grilletes
de plomo» (molubdivnaı e[cwn ... pevdaı ejn borbovrwi kavqhtai). Aristides (22.10) considera
motivo también es vinculado por otras fuentes a Eleusis (el mismo Platón, R. 363ce, lo atri-
eleusinia la enseñanza de que los no iniciados yacerán en la oscuridad y en el fango. Este
Ar. Ra. 145), lo que es indicio de la permeabilidad de imágenes entre los misterios órficos
buye a Museo y su hijo, probablemente Eumolpo, muy relacionados ambos con Eleusis; cfr.
1430
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77
El castigo de recoger agua en una vasija agujereada es mencionado por Pl. Grg. 493b.
dena, entre otros motivos órficos (v. LIMC V. «Danaides», ns. 7-18). En textos literarios este
En la cerámica apulia de finales del siglo IV a.C. aparecen las Danaides cumpliendo esta con-
castigo de las Danaides aparece más tarde (por ejemplo en Ps.-Pl. Ax. 371d; más pasajes en OF
62). Luciano menciona su inútil castigo en D. Mort. 21(11).4. Al igual que Platón, ofrece una
interpretación alegórica: Diógenes, hablando con Crates, compara ese castigo con la actitud de
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Igualmente, en La Travesía (22) bajan al Hades las almas de los cínicos Micilo y
80
Cfr. cap. 23, § 2.4.
81
1432
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Lo que se dice en los misterios85 sobre eso, que los hombres esta-
mos en una especie de prisión y que de ningún modo está permitido
que uno mismo se libere ni se escape de ella, me parece algo de gran
importancia y difícil de penetrar.
1433
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dos se da cuenta de que la idea platónica del castigo del alma sólo
puede explicarse a través del mito de Dioniso y los Titanes.
En otro discurso, pronunciado en Tarso (33.1), menciona Dión
que sus habitantes tienen como fundadores a los Titanes, quienes
parece que recibían culto en la ciudad. Utiliza el término ajrchgoiv,
con el que se designa frecuentemente a los fundadores de una estir-
pe87. Puede haber también aquí un indicio de orfismo: por extraño
que pueda parecer, los Titanes, en cuanto dioses antepasados de la
de los Titanes (OF 327-329), pues nada más hablar de obras de Orfeo
sobre Dioniso se refiere al episodio de la fulminación de Sémele, que,
como sabemos, también formaba parte de las teogonías órficas90.
Entre los conocimientos apropiados para un bailarín, Luciano enu-
mera una serie de motivos mitológicos, como «el desmembramiento
de Yaco», una clara alusión al mito de Dioniso y los Titanes91. Unos
párrafos después nos transmite una noticia semejante92: en Jonia y en
el Ponto se celebraban unas danzas báquicas en las que se represen-
taba a Titanes, Coribantes, sátiros y boyeros (boukovloi), todos ellos
figuras habituales en el ámbito órfico93 (quizá a excepción de los sáti-
ros). Estos testimonios se complementan con un pasaje ya menciona-
do de Filóstrato94, que en su biografía de Apolonio de Tiana cuenta
que éste se escandalizó cuando vio que a la luz pública del teatro de
87
Isoc. 3.28; D. S. 5.56; Arist. EN 1162a 4.
OF 327.
89
Luc. Salt. 39. Las palabras «el desmembramiento de Yaco y el engaño de Hera» cons-
90
tituyen los OF 304 IV y 311 IX, y, junto con las palabras que siguen («y el abrasamiento de
91
en OH 1.10 y 31.7 y en la Inscripción de Torre Nova (OF 585), donde se nombran varios
boukovloi y ajrciboukovloi. V. Cozzoli, 1993, 161-163, y Hordern, 2000, 134 y 139. Por su
parte, Morand, 2001, 249-287 ofrece un extenso análisis de estos términos y de los textos
1434
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con ello una noticia de Luciano. En las Saturnales (2), Crono dice
acción, utilizando yeso, harina o barro96. Quizá tiene alguna relación
que sólo tiene poder durante los siete días que duraban estas fiestas
y que lo único que puede hacer son acciones ridículas, entre las que
menciona tirarse al agua fría de cabeza con la cara tiznada de hollín.
Dado que Crono era hermano de los Titanes, es posible que haya una
referencia a algún ritual mistérico relacionado con éstos. Los fieles
dionisíacos, llamados falóforos, según el historiador helenístico Semo
(FGrHist 396 F 24), llevaban el rostro embadurnado de hollín (aij-
qavlwi). Quizá en un ámbito ritual el hollín (material del que habían
sido moldeados los hombres según el mito antropogónico órfico)97
simbolizaba la victoria de Zeus sobre los Titanes, que mueren fulmi-
nados, y el uso de un pigmento negro en lugar del blanco pretendía
ser una forma de desagravio a Dioniso, engañado por culpa del yeso
que ocultaba el rostro de sus enemigos los Titanes.
Las referencias más o menos extensas a este mito característica-
mente órfico son una de las mayores pruebas de la persistencia del
orfismo durante la época imperial. El relato tan explícito de Dión
(30.10) es sumamente valioso, pues el mito casi siempre es aludido
de manera muy velada, es probable que por pertenecer a las doctrinas
más veneradas y protegidas.
95
Luc. Salt. 79. Que tales danzas representaban el mito órfico es sostenido por Burkert,
1983a, 225 s., y Lada-Richards, 1999, 96.
Tal como lo transmite Olymp. in Phd. 61c, que utiliza el término aijqavlh.
96
V. cap. 33, § 2.3.
97
1435
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puede ser una forma de prohibir el suicidio, que, según Platón, era
considerado sacrílego en los misterios99. En otras dos ocasiones Apo-
da en el orfismo, está ya atribuida a escritos órficos desde Arist. de An. 410b 27 = OF 421
98
Esta idea del alma que se mezcla con el aire, aunque no es la opinión más extendi-
1436
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to. Al final del Heroico (58), se lamenta el fenicio por no poder oír la
Podemos poner en relación con esta noticia otro pasaje de Filóstra-
∆Orfevw` ... uJpe;r tw`n ajpoqanovntwn melwidivai Philostr. VA 8.7.14 (OF 820).
Isoc. Busir. 10.8.
102
La lámina (P. Colon. inv. T. 1) fue publicada por Wortmann, 1968, 57 ss., y luego
103
104
por Jordan, 1988, 248-251, que fue quien descubrió la presencia de fragmentos métricos.
tituyen el OF 830a, a los que el editor A. Bernabé ha añadido un verso más («sálvame, vene-
No es segura su supuesta procedencia de Oxirrinco. Los trímetros (lin. 57-61 Jordan) cons-
rable, la más excelsa entre los muertos»), citado junto con el 2 por Marcell. Emp. De medi-
cam. 15.89 (119, 25 Niedermann), en un remedio contra el catarro. Sobre estos textos véase
Los tres primeros versos aparecen en P. Mag. LXX 9 ss. (II 902 Preisendanz-Hen-
el cap. 21, § 1.3.
105
ce reproducir una especie de catábasis ritual (OF 712). En P. Mag. IV 2333 s. (I 144 P.-H.),
richs), conjuro para evitar el miedo al castigo, seguramente en el Más Allá. El papiro pare-
1437
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106
OF 830 a y b, respectivamente.
OF 496 a-b, f.
107
Chrysostomou, 1992, 137 ss.
108
1999, 99-102. En Eleusis: Ar. Ra. 326, 334-336, 354-356, 384, 395-397; Plu. Alc. 34.4;
110
Sobre la danza en los misterios, véanse Riedweg, 1987, 58, n. 144; Lada-Richards,
véase Burkert, 1983a, 288. En los misterios en general: Aristid. Quint. 3.25 (p. 129, 11 Win-
nington-Ingram) (OF 600 II); en el ritual de la entronización: D. Chr. 12.33.
1438
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la danza, al haber sido fundados por Orfeo, Museo y los mejores bai-
larines de entonces, de ahí que el revelar el contenido de los ritos se
denominara «bailar fuera de lugar» (ejxorcei`sqai)111.
El mismo Luciano nos ofrece un posible testimonio de que en los
misterios de Orfeo se representaban mediante danzas ciertos pasajes
de las teogonías. En la breve historia de la danza que ofrece, empie-
za asegurando que ésta habría surgido con la aparición de Eros y que
el movimiento armónico entre los astros y su «comunión rítmica»
(eu[ruqmoı ... koinwniva) serían muestra de la danza primigenia (prw-
togovnou ojrchvsewı)112. Parece haber aquí una alusión a Eros-Fanes-
Primogénito (Prwtovgonoı), la importante divinidad que da origen al
universo en varias teogonías órficas. Un misterioso dios llamado Pro-
teuritmo (Prwteuvruqmoı), que aparece entre varios acompañantes de
Dioniso en una inscripción del tíaso ateniense de los Yobacos, ha sido
identificado como Primogénito113. Vuelve a haber una directa cone-
xión con la danza, pues el ritual más importante de este tíaso consis-
tía en una pantomima sagrada, en la que los papeles (Dioniso, Core,
Palemón, Afrodita y Proteuritmo) eran asignados por sorteo114. Es
posible que Luciano conociera danzas mistéricas de este tipo, que quizá
escenificaban los acontecimientos narrados en las teogonías, en con-
creto la primera danza de los astros, comenzada al nacer Primogénito.
Téngase en cuenta que su tratado sobre la danza, quizá del 163 o 164
d.C., es estrictamente contemporáneo de la citada inscripción.
Luc. Salt. 15 (OF 599 I). Uso del verbo en relación con los misterios de Eleusis:
Epict. 3.21.13-16; Ps.-Luc. Am. 24, Aristid. 22. 13; título de su discurso 34; Clem. Al. Prot.
111
IG II2 1368. 125. La inscripción es de 178 d.C. Harrison, 1903a, 655 s., fue quien
112
113
por Merkelbach, 1988, 28, que menciona varios versos del Himno órfico (6) a Protógono
relacionó este dios con el pasaje de Luciano y lo identificó como Primogénito. Es seguida
en que se dice que éste se mueve por el cosmos (vv. 1, 7) y que es bramador (v. 5). Maass
1895, 64, consideró el nombre Proteuritmo un título de Orfeo, como primer cantor o dan-
zante, aunque parece más convincente interpretarlo como el epíteto de un dios.
114
Líns. 120 ss. Véase Harrison, 1903a, 474 s., 655 s., que señala (475) que las regula-
ciones para mantener el orden marcan al tíaso más como órfico que como dionisíaco «orto-
doxo».
1439
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5. CONCLUSIONES
A Orfeo: Didym. en Gp. 2.35.8 (OF 648 XI); a un hierós lógos: Sch. Hom. Il. 13.589
(III 513 Erbse), Eust. in Il. 948.24, ambos OF 648 I y II.
115
1440
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Rapsódica o la Lira.
Por otro lado, no son escasas las referencias a varios componen-
tes esenciales del movimiento órfico, como a sus características ense-
ñanzas sobre el origen del mundo y del hombre o sobre el alma y su
destino, así como a sus poemas y sus ritos, donde se reflejaban tales
creencias. A veces estos autores son los primeros en exponer con sufi-
ciente claridad muchas doctrinas fundamentales, hasta entonces sólo
aludidas encubiertamente, como el mito de Dioniso y los Titanes.
En sus obras se observan todo tipo de tonos: desde el solemne y
grandilocuente propio de la oratoria de aparato hasta el popular y satí-
rico de las diatribas de Luciano, tonos que manifiestan las diversas
actitudes de los autores hacia el fenómeno órfico. Dión Crisóstomo,
Aristides y Filóstrato muestran respeto y veneración por las creencias
órficas, al igual que por las de otros misterios, hasta el punto de que
toman muchos elementos doctrinales o literarios para embellecer sus
discursos y obras. Incluso para conferir prestigio a su actividad, a
menudo comparan (sobre todo Aristides) el dominio de los recursos
retóricos con la iniciación mistérica. Es más complejo el proceder de
Luciano. Según el tono particular de cada obra, los elementos órficos
1441
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LVIII
Dirk Obbink
Christ Church, Universidad de Oxford
lito como interesado en los escritos órficos (E. Hipp. 952 ss).
puede verse, por ejemplo, en la caracterización que Teseo hace de Hipó-
*
Traducción de Miguel Herrero.
1
Dodds, 1973, 142.
1443
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Papyri: http://perswww.kuleuven.ac.be.
3
Sobre el P. Derv. cfr. cap. 22.
1444
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4
Atestiguado en Arist. Po. 1458a 4 miva givgnetai ajmfotevrwn o[y, «una sola resulta
de ambos la visión».
5
En el papiro se lee ºein o{sa kai; rJo≥ ≥ª.
1445
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6
Henrichs, 2003a.
1446
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7
Cfr. cap. 23, §§ 1.3.b, 2.2.b, 2.4.
8
Burkert, 1986.
1447
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P. Oxy. 221.9 (Schl. Il. 21. 195, [V 95 Erbse] = OF 16) i\nas d j ejgkatevlex∆ ∆Ace-
10
11
lwivou ajrgurodivnew.
12
D’Alessio, 2004.
1448
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En algunos (sc., se dice que todas las cosas vienen) del Hades y
de Zeus a un tiempo14.
¿Quién sostuvo alguna vez que todas las cosas vienen del Hades?
Para empeorar aún más las cosas, la cita de Filodemo parece empare-
jar a Hades con Zeus, como si fueran una pareja procreadora (lo que
sería incluso más extraño que cualquier cosa de lo que el comentarista
de Derveni llega a decir sobre Zeus). Una explicación es ver esto como
abreviatura de una cita de Crisipo ofrecida después en el tratado:
13
Phld. Piet. P. Herc. 1610 fr. 3 + 247 fr. 6 col. I.
Call. Fr. 43.117 y 634 Pf., Euph. Fr. 53 de Cuenca = 39 Van Groningen (OF 59). Ber-
14
ejn dev tiªsin ejº° Aidou
{ kai; Diªo;s a{ma.
15
nabé, 1998b.
1449
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Stesimbr. ap. Phld. Piet. P. Herc. 1088 Fr. 9.14-23 (FGrHist 107 F 17); 1088 Fr.
6.26-9 (FGrHist 107 F 16); 1088 Fr. 5. 28-30 (FGrHist 107 F 15) + 433 Fr.5.1-10 (nuevo
16
fr.); 433 Fr. 1.11-21 (FGrHist F dub. 28); 248 Fr.1.1-4 (FGrHist 107 F 14).
17
Phld. Piet. P. Herc. 243 Fr. 6 (= Mus. Frr.10 y 14 y Lin. Fr. 26 III).
1450
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Io Chius ad. Fr. 11 Gent.-Pr. = Fr.95 Leurini (Mus. Fr. 14). Cfr. otra referencia a
Orfeo y Eumolpo en la Hipsipila de Eurípides (E. Hyps. Fr. 759a.93-102 Kannicht, cfr. OF
18
PSI 1476.
1009 y Burkert, 1994b).
OF 14.
19
20
1451
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En Ps-Arist. Mu. 401a 28-b7 (OF 31) y Eus. PE 3.9.2 (OF 243). Cfr. cap. 26.
Según Phld. Piet. P. Herc. 1428 col. 8.14-10.2 (I 19-20 Obbink).
21
1452
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LIX
1. INTRODUCCIÓN
*
Esta investigación se incluye en un proyecto de Investigación financiado por el Pro-
grama Sectorial de Promoción del Conocimiento. El presente capítulo se ha realizado
durante el disfrute de una beca postdoctoral concedida por la Secretaría de Estado de Edu-
cación y Universidades del MECD (EX 2002-0659) y cofinanciada por el Fondo Social
Europeo.
1
Cfr. cap. 32.
2
Cfr. cap. 56, n. 8, y Bernabé, 1996b, 80-83.
1453
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3
Esmirna, Selendo y Sardes (Lidia), Pérgamo (Eólide), Mileto (Jonia) y la isla de Rodas.
4
Esmirna, Selendo, Perinto, Pérgamo, Torre Nova (Roma), Rodas. He dejado fuera de
consideración en este capítulo las laminillas de oro, objeto de estudio específico en el cap.
SEG 32, nr. 746; OF 564, 565, SEG 30, nr. 914, OF 537.
23, y las placas de hueso de Olbia, sobre las que trata el cap. 24.
Dos de Cumas: Dubois, 1995, nr. 18 y OF 652; una de Tarento: Lo Porto, 2001, 211-
5
216, SEG 51, 2001, nr. 1451. De S. Vito de Luzzi provienen dos pendientes de oro con
6
SEG 28, nr. 528 (s. III a.C. = OF 466, sobre la cual cfr. Avagianou, 2002).
7
8
n. 80 y SEG 32, 1982 nr. 745, p. 214). En la primera aparece sólo el nombre de Dioniso en
9
El nombre Dioniso aparece en dos inscripciones de Berezán del s. V a.C. (Dubois, 1996,
1454
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genitivo y en la otra se lee «A Dioniso Baco» (ªDionuvºs≥wi Bavªkcwiº), pero la brevedad del
Yailenko, 1980, 80 s., nr. 72, SEG 32, nr. 746 (p. 214); Dettori, 1996, 302-303h.
texto y la falta de contexto no permiten postular su relación con el orfismo.
OF 565; Rusjaeva, 1971, 39 (fig. 2, 6 p. 33), 1978, 99 (= 1979, 46 s., fig. 27, n. 1; 1983,
10
11
187; 1992, 85), Dubois, 1996, nr. 79, p. 127 ss.; véase también Yailenko, 1980, 78, n. 28;
Ehrhardt 1983, 468, n. 836; Vinogradov, 1989, 129 s.; Vinogradov-Kryickij, 1995, 114, fig.
SEG 30, nr. 914 (p. 259). Cfr. Tolstoi, 1953, nr. 68; Yailenko, 1980, 80 s., nr. 72.
109, 2; Lebedev, 1996b, 279 s., Dettorik, 1996, 302; 307, Vinogradov-Rusjaeva, 1998, 161 ss.
12
13
Kern, 1914; Graf, 1974, 65 ss.; Clinton, 1992, 66 ss.
14
Ehrhardt, 1983, 166. Según Dettori, 1996, 307; n. 58, ningún dato salvo Hdt. 9.97 y Str.
OH 42.4, 49.3 (cfr. Ricciardelli, 2000a, 401, 423); Luc. Salt. 39. Con Dioniso Zagreo
14.1.3 permite vislumbrar el conocimiento de los misterios eleusinios en la Jonia arcaica.
hijo de Perséfone: Tat. Orat. 9.10 ss. Schwartz, Athenag. Leg. p. 23.5 Schwartz, Sch. Pi. I.
15
7.3, EM 406.47, Sch. Ar. Ra. 326, Arr. An. 2.16.3, cfr. Farnellm, 1907, 150. En S. Fr. 958 Radt
Yaco boukevrws se identifica con Dioniso. Según Serv. Georg. 1.166, la criba de Yaco se usa
Clem. Al. Prot. 2.21.1 (OF 515 I) Orfeo cuenta que el niño Yaco ríe bajo el regazo de
en ritos purificatorios porque había servido de cuna al dios, cfr. Harrison, 1903b, 313 ss. En
1455
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17
Lebedev, 1996b, 280. En el Cabirion tebano se denomina así a la pareja que forman
Dam. in Phd. 1.11 (35 Westerink = OF 350); OH 42.4, 52.2, cfr. Ricciardelli, 2000a,
Zeus y su hijo Dioniso, cfr. Burkert, 1985, 281; Paus. 9.25.5; Sch. A. R. 1.917.
18
424 y 433.
SEG 28, nr. 528; Avagianou, 2002, con bibliografía (OF 466). En textos órficos el
24
Derv. col. XXII (OF 398), Procl. in Cra. 90.28 Paquali: «Orfeo, que dice que Deméter es
la misma que Rea», así como Kern, 1916, 561, OF 206, OH 41 y 42.
1456
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Vida, vida, Apolo, Apolo, Sol, Sol, orden, orden, luz, luz.
OF 537, cfr. Rusjaeva, 1992, 18 s., fig. 4, 196; Dubois, 1996, nr. 95, 155 ss. Otra
29
Avagianou, 2002, 82.
30
las posibles relaciones de los Boreikoi, seguramente un tíaso apolíneo, con las asociaciones
dedicación olbia del VI a.C. a Apolo Bóreas aparece en Dubois, 1996, nr. 83, 131 ss. Para
1457
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35
Dubois, 1996, nr. 92, 144 ss. (OF 564). Cfr. cap. 24, § 4.
36
Para ambos nombres, cfr. Dubois, 1996, 145.
OF 652.
587, 656 III) Cfr. cap. 46, § 6.
40
1458
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OF 537. Cfr. los comentarios de Dubois, 1996, 155 ss., y la citada dedicación olbia
42
43
del VI a.C. (Dubois, 1996, nr. 83, 131 ss.) a Apolo Bóreas, así como Chaniotis-Mylonopou-
los-Stavrianopoulou, 1999, 242; Burkert, 1999a, 69; Lévêque, 2000, 88.
1459
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OF 564; West, 1983a, 156 (= 1993, 167); Versnel, 1990, 140; Dubois, 1996, nr. 92,
45
Véase Bernabé-Jiménez, 2001, 229-231; cfr. también cap. 23.
46
143 ss.; Dettori, 1996, 301; Burkert, 1998, 396 s.; Jiménez San Cristóbal, 2002c, 495 s.
cia al culto de Dioniso. Por ejemplo, Ar. Lys. 1294, Th. 994, E. Ba. 141, OH 49.1, 54.5 y 11.
47
El grito cultual eujaiv y sus variantes eujoi` o eujavn están bien atestiguados en referen-
D. 18.260: «Gritando “evoé saboi” y bailando al son “hye Atis, Atis hye”»; cfr.
Wankel ad loc. 1142.
48
49
Harp. s. v. euoi saboi (117 Keaney = Arignote, p. 51.7 Thesleff), cfr. West, 1983a,
157.
1460
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los Titanes y el espejo. El mito órfico los aglutina todos: los Titanes
Vida, vida, Apolo, Apolo, Sol, Sol, orden, orden, luz, luz.
Plu. Quaest. conv. 671F testimonia la exaltación que implica el grito. La definición
de Sud. s. v. euoi saboi revela que entre los frigios el grito era una especie de contraseña.
50
51
Haciendo referencia, por tanto, a una estirpe divina, como en las laminillas, cfr. Ber-
nabé-Jiménez, 2001, 64 ss.
1461
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54
Sobre el particular, cfr. cap. 31, § 2.
55
Sobre el tema del senadoconsulto cfr. Pailler, 1988, 20-56.
naso: OF 581, siglos II-I a.C.; Rodas: Pugliese Carratelli, 1940-1941, 11,9 siglos II-I a.C.;
56
Esmirna: Merkelbach-Stauber, 1998, 05/01/50; Le Bris, 2001, 69 s., II a.C.; Halicar-
Mileto: IMilet. n. 754 (siglo II d.C.), n. 755 (siglo I d.C.); Festo: OF 568 (Guarducci, 1935,
I, 272 s.; XXIII 3, Tzifopoulos, 2008, 116-118), siglo II a.C.; Panticapeo: SEG 41, nr. 624,
OF 581.
212, siglo I a.C.-I d.C. (OF 467).
57
1462
1411-1516:1411-1516 29/9/08 16:01 Página 1463
58
OH 40.10, 50.8, (cfr. Ricciardelli 2000a ad loc); Ov.Met.4.11-15 Bromius. Cfr. Harri-
son 31922, 413 ss.; Kerényi, 1976a, I 251. En una inscripción de Éfeso los fieles deben rep-
torias a Dioniso Bromio encontramos en Asia Menor: IMilet. VI 1, 245 (siglo III a.C.),
resentar el papel de Dioniso Bromio, cfr. Quandt, 1912, 161, 266; Nilsson, 1957, 61. Dedica-
IPergamon 297 (época imperial), y en islas del Egeo como Tenos IG XII (5), 972 (siglo II d.C.).
Pugliese Carratelli, 1993, 46; OF 492 Ga`i° matriv. Cfr. Bernabé-Jiménez, 2001, 190.
OF 478-483.
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a los que reniegan del linaje de los dioses les hace lo contrario.
Todos piadosos y elocuentes, entrad puros
al templo divino de la Gran Madre, y allí obras divinas
conoceréis, dignas de la inmortal de este templo.
Aristófanes
Pues el sol y su grata luz sólo existen para nosotros, cuantos nos
hemos iniciado y llevamos una existencia pura en torno a los extra-
ños y nuestra gente.
64
OF 478-484: «Soy hijo de la Tierra y del cielo estrellado», OF 488, 489, 490: «Pues
ss., 1917b, 475; Pugliese Carratelli, 1993, 47. En Eritrea, una inscripción del s. I d. C, IK
también yo me precio de pertenecer a vuestra estirpe bienaventurada». Cfr. Kern, 1916, 557
1.115.5 llama “el nacido de la serpiente, hijo del que engendró la serpiente” (Puqovdotos
Puqogevªnous) a uno de los epístatas homenajeados. Se ha querido ver (Herrero, comunica-
inspiran el verso de Clem. Al. Prot. 2.16.3 (25 Marcovich): “El toro es padre de la serpien-
ción verbal) en el antropónimo una posible relación con los relatos teogónicos órficos que
Ar. Ra. 454-459, cfr. Dover 1997 ad loc.; Lada-Richards, 1999, 125.
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Pi. Fr. 137 Maehl. (OF 444): «¡Venturoso aquél que tras haberlos visto (los miste-
71
Cfr. Nock, 1952, 183, n. 2 (= 1972, 795, n. 19).
rios) va bajo tierra», S. Fr. 837 Radt: «(Acerca de los misterios) ¡Tres veces venturosos /
72
los mortales aquellos que, tras haber contemplado estos ritos / se encaminan al Hades! Pues
2003a, 244. E. Cret. Fr. 472.9 s. Kannicht (OF 567): «Llevamos una vida pura, desde que
para ellos solos allí / es la vida, y para los demás, afrontar todos los males»; cfr. Bernabé,
/ me convertí en iniciado de Zeus del Ida»; Pl. Phd. 69c (OF 576): «El que llega allí (i. e.
al Hades) purificado y cumplidas las teletaiv habitará en compañía de los dioses», Pl. Phdr.
244e (OF 575): «Llegó así (i. e. la demencia) a purificaciones y teletaiv e hizo indemne
para el presente y el futuro al que participaba de ella».
73
A juicio de Dover, 1997, 139, existe cierta convergencia entre eujsebhvs / ajsebhvs
OF 489 y 490: «Ahora vengo como suplicante junto a la casta Perséfone, / por ver
(pío/impío) y divkaios / a[dikos (justo / injusto). Cfr. Jiménez San Cristóbal, 2005.
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75
También se ha interpretado como un baño, cfr. Burkert, 1987b, 167, n. 73, sobre el
baño ritual; cfr. Wild, 1981.
76
Cfr. Burkert, 1987b, 153, n. 14.
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beber el agua de Lete, del olvido es conditio sine qua non para alcan-
parecen hacerse eco de la función del agua en las láminas áureas: no
77
OF 488. Los rasgos órficos fueron resaltados por Bickermann, 1938-1939, y negados
por Nock, 1940. Para Casadio, 1991, 136, la estela da cuenta de una visión del mundo que
El primero, Merkelbach-Stauber, 1998, 01/20/29 (s. I d.C.); cfr. asimismo IMilet. nr.
puede ser definida como «órfica» en sentido amplio.
78
755; cfr. Peek, 1971, 219. Cumont, 1942, 283, relaciona el epigrama con la doctrina pita-
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plos venerables86.
Los guardianes: OF 474-477; la sacra vía: OF 474; 487; la morada de los límpidos:
81
Merkelbach-Stauber, 1998, 05/01/50, véase § 3.3.
OF 489-490; las sacras praderas y sotos de Perséfone: OF 487; cfr. Bernabé-Jiménez, 2001,
82
Pi. Fr. 129 Maehl. (OF 439): «Para ellos refulge la pujanza del sol / durante la noche
83
Pugliese Carratelli, 1940-1941, 119.
de aquí abajo,/ y en sotos de rosas de púrpura», O.2.61-62, cfr. Bernabé, 2003a, 242 s.
84
85
Cfr. AP 9.540 (ap. D.L.9.16): «No te des prisa en desenrollar hasta el final el libro de
Heráclito el efesio, pues es difícilmente entendible. Noche y tinieblas carecen de luz algu-
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Esmirna: SEG 14, nr. 752, siglo II d.C. (OF 582); Selendo: TAM V 2, 1256, siglo II d.C.
87
Cfr. cap. 56, § 3, donde se trata el tema de forma más amplia.
(OF 662); Sardes: Quandt, 1912, 177, IW 5219; Rodas: Reinach ,1904, 204 s., siglo II d.C.
88
Perinto: SEG 1036a (OF 661), siglo II d.C.; Cila: IGBulg. III 151 (OF 586), siglo III d.C.;
Augusta Trajanea: IGBulg. III 1595 (OF 1081), siglos II-III d.C.
89
90
Tesalónica: IG X (2) 65 (OF 664), siglo III d.C. Filipos: CIL III 126, nr. 686 (OF 580),
OF 678, siglo III d.C. Del mismo siglo es el texto hallado en el hipogeo de los Aure-
siglo III d.C.
lios del Viale Manzoni: ICUR ns. VI 15933; Chicoteau, 1997, 81 ss.
91
92
Guarducci, 1945-1946, 143 ss. (OF 468), siglos I-II d.C.
Mastrocinque, 1993, 16 ss. (OF 679), cfr. SEG 43, nr. 677; 45, 1488, s. III-IV d.C.
94
OF 66 III, 539, 540. Delbrueck-Vollgraf, 1934, 133, piensan que tal vez procede de
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1916, 565, n. 2; Ricciardelli, 2000a ad loc.), Procl. in Ti. 1.336.15 Diehl (OF 140 XI); Hsch.
s. v.; véase también jAndrikepaidovqurson, un probable compuesto de Ericepeo ( jHrike-
pai`os) y tirso (quvrsos) atestiguado en la laminilla de Feras, cfr. Bernabé-Jiménez, 2001,
Io. Mal. Chron. 4.7 (OF 139 II) explica que en la lengua común Ericepeo significa «dador
205 s. Sobre Ericepeo en el orfismo véase Kern, 1935-1938, II 152; Guthrie, 21952, 97 s;
de vida», cfr. Sud. s. v. Orpheus, West, 1983a, 205, n. 2; OF 662, Graf, 1998a, 68 s.; Mer-
Cfr. OF 539.3.
99
100
nancias órficas: E. Mel. Fr. 484.2 Kannicht (OF 66 I), cfr. cap. 50, § 3.3b y Martínez Nieto
101
El último verso aparece atestiguado bastante antes en un fragmento de claras reso-
1938, 97, West, 1983a, 253 ss.; cfr. Iul. Or. 4.136a: «Uno es Zeus, uno es Hades, uno es
103
Helios, uno es Serapis». Véase Turcan, 1993, 64. La identificación entre todos ellos se da
también en un relieve de Módena, cfr. Cumont, 1934, 66 ss., fig. 1; Nilsson ,1945; Guthrie,
2
1952, 255, n.6; West, 1983a, 253 s., n. 58, cfr. cap. 62, § 2.3 y fig. 2.
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guardan estrecha relación con los preceptos del modus vivendi órfico110.
abundantes noticias sobre una serie de disposiciones cultuales que
104
Cfr. Alvar, 2001; Sanzi, 2003.
Spei`ra en Perinto (OF 661) y Cila (OF 586). El término spei`ra (cfr. lat. Spirar-
105
Cfr. cap. 56, § 2.
ches, CIL VI 2251 [Roma] III 870 [Dacia]) sustituye, en cierta medida, a qivasos, mucho
106
menos frecuente. Cfr. Poland, 1929, 1599; Nilsson, 1957, 49 ss.; bakcei`a en una inscrip-
que se puede deducir algún rasgo órfico; «cofrades» (sungenei`s) en Selendo, OF 662.
ción de Rodas del siglo II d.C., que atestigua la palabra en referencia a una asociación en la
107
«Bacos» en Torre Nova (OF 585), «mistas» en Torre Nova y Esmirna (OF 582).
108
Perinto (OF 661), siglo II d.C.
109
Véase, por ejemplo, la inscripción de Torre Nova en la que, según Scheid, 1986, los
gentilicios revelan la condición de libertos de muchos de los miembros del tíaso y no su pro-
cedencia de Asia Menor.
110
Cfr. Nilsson, 1957, 134 ss. Véanse también una inscripción de Rodas del siglo I d.C.
(Sokolowski, 1962, nr. 108, p. 177) y otra de Lindos del siglo II d.C. (Sokolowski, 1969, nr.
139), que contienen reglas de pureza de un culto indeterminado.
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111
No es descartable que la prohibición se refiriera al hecho de tocar con las manos las
1958, 416 (= 1972, 848); Petzl, 1987, 229, cfr. Iambl. VP 18.85.
ofrendas antes de haber sido consagradas a la divinidad, cfr. Nilsson, 1957, 135 s.; Nock,
112
Sobre la prohibición, cap. 34, § 4.4; sobre el huevo cap. 14.
113
Sobre las implicaciones del corazón en el orfismo, cfr. cap. 34, nn. 127-128.
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Y que los que lleven mantos negros no se acerquen a los altares del
Señor,
114
OF 401, cfr. Petzl, 1987, 230, Hp. Morb. Sacr. 1.10 (OF 657 II), cfr. S. E. P.
2.224.Cfr. sobre la prohibición ritual de la menta Daux, 1957.
Firm. Err. prof. relig. 6.5 (89 Turcan): «Con el sonar de las flautas y el tintineo de
115
Cfr. cap. 34, § 4.5.
los címbalos se representan los juguetes con que se había engañado al niño (i. e., Baco)».
116
117
Véase § 4. 4 b sobre el particular.
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Str. 7 Fr. 10a Radt (OF 554), cfr. Bernabé, 2002d; Plu. Apophth. Lac. 224E, Luc.
Salt. 15, y en todo el Alex.
118
SIG3 1012, cfr. Sokolowski, 1969, nr. 166; Nilsson, 1957, 9; Burkert, 1993, 273 ss. A
120
121
la misma época pertenece el altar de Dioniso de Cos (cfr. Stambolides, 1987), un monu-
mento oficial de un culto dependiente de la ciudad, lo que muestra la combinación del culto
Liv. 39.8, 14, 18; cfr. Adam, 1994 ad loc. Sobre los sacerdotes en época romana, cfr.
público y el privado. Cfr. Burkert, 1993, 275.
122
Bruhl, 1953, 82 ss., Nilsson, 1957, 14 ss.; Van Son, 1960; Festugière, 1972, 89 ss.; Rousse-
lle, 1982; Heilmann, 1985, 22 ss.; Burkert, 1987b, 33 s., 1993, 259 ss.; Pailler, 1988.
123
Como muestran los hallazgos en Roma de una laminilla áurea del año 260 d.C. y
una pintura parietal bajo el Viale Manzoni, en la que se representa probablemente a Mne-
mósine (véase § 4. 8). Sabemos también que la laminilla de Petelia (siglo IV a.C.) se usó
como amuleto en tiempos romanos, cfr. Zuntz, 1971, 335.
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124
Cfr. Gangutia, 1984, 81 ss.; Burkert, 1993, 267. De su significado primitivo como
nombre de oficio relacionado con la ganadería, algo así como «mayoral» de vacas, no nos
han llegado ejemplos.
125
Cumont, 1933a, 247 ss.; Horn, 1972, 78, y n. 28.
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1972, 778; Casadio, 1990b, 200 s., quien lo traduce como arcibovaro.
126
Dieterich, 1891b, 6 ss. (= 1911, 72 ss.); Quandt, 1912, 123; Nilsson, 1957, 54; Horn,
SEG 29, n. 1264 (Pérgamo); Quandt, 1912, 179 (Pérgamo); SEG 17, nr. 320 (Tracia).
Ar. V. 10, Liv. 39.41.6 (cfr. Casadio, 1994a, 82). Sobre boukovlos cfr. OH 1.10, 31.7
127
128
S. Fr. 959 Radt. Dicha representación aparece también en una cratera de Turios, cfr.
y Ricciardelli, 2000a, 237 s.
Kerényi, 1976b, fig. 114; Bérard, 1976; véase Plu. Aet. Rom. Gr. 299B, Ath. 35e, 38e.
129
130
Dieterich, 1891b, 12 s. (= 1911, 77 s.); Quandt, 1912, 251-254; Cumont, 1933a, 247
ss.; Coche de la Ferté, 1980, 194 s., con bibliografía. Horn, 1972, 78, y Cozzoli, 1993, 161,
n. 35, consideran boukovlos un título relativo al grado preciso iniciático dentro de las con-
gregaciones órficas de época helenística e imperial, lo que no encuentra confirmación en los
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134
Cfr. CIL VI 2180 Ti. Cl. Domnioni Suciniano archineanisco. Cfr. Cumont, 1933a,
254 s., Nilsson, 1957, 58.
135
Véase en § 4.5 lo relativo a la gruta como lugar de culto dionisíaco.
Cumont, 1933a, 243s.; Pippidik 1959, 410 ss. Junto a un telestes lo atestigua Lyd.
136
Foucart, 1914, 168-191.
Mens. 4.2.
137
138
El término, ideado en época romana para los misterios dedicados al emperador, sig-
Nilsson, 1957, 138; Moretti, 1986, 248. El valor de flamen Augusti puede verse en OGI
nificaría en principio «el sacerdote que muestra una imagen del emperador a los iniciados»,
Plu. Aet. Rom. Gr. 299B (Carm. Pop. PMG 871 Page): «Ven héroe (h{rw) Dioniso».
en las laminillas de Entella y Petelia, cfr. Nock 1942, 162, Bernabé-Jiménez, 2001, 25 ss.
142
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cierei`s equivale a Pontifices maximi, cfr. Foucart, 1914, 222 s., Gangutia, 1984, 87.
143
Quandt, 1912, 249 s.; Cumont, 1933a, 240 ss. En época romana el compuesto ajr-
144
En Torre Nova qeof≥ovros no es el «inspirado por la divinidad» sino el «portador de
su imagen», cfr. Cumont, 1933a, 244; Nilsson, 1957, 57.
145
En Tesalónica, Torre Nova y Cila.
146
Torre Nova, Cila.
147
Da la impresión de que, ante la imposibilidad de suprimirlo, se ha limitado el papel
central que el falo tuvo en otro tiempo en la procesión dionisíaca; cfr. Cumont, 1933a, 252 s.
Hay ejemplos de falos guardados en la criba (livknon), cfr. cap. 33, § 2.1.d.
148
En los misterios de Eleusis en tiempos de los Severos el cargo designaba a un subal-
terno, cfr. Foucart, 1914, 210, 222. En el ámbito cultual apolíneo los purfovroi llevaban a
Atenas el fuego desde el altar de Apolo Pitio en Delfos, cfr. Cumont, 1933a, 253; Nilsson,
1957, 57.
Quandt, 1912, 264; Nilsson, 1957, 56. Cfr. TAM V 1-2, 817, 822.
149
Moretti, 1986, 248.
150
151
Cumont, 1933a, 239 s.; Nilsson, 1957, 57. En Eleusis desempeñaba el cargo un
miembro de la familia de los Cérices (cfr. Foucart, 1914, 191-201), mientras que en la fies-
sador de prosperidad, cfr. Sch. Ar. Ra. 479, Nilsson, 1934, 3 y n. 2; Ricciardelli, 2000b, 270 s.
ta de las Leneas el portador de la antorcha exhortaba a los fieles a invocar a Yaco, dispen-
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Así lo glosa Hesiquio, cfr. Moretti, 1986, 249.
rencias a los silenos en IP 485 (SIG 1115); Quandt, 1912, 263; Nilsson 1957, 52, 56, 59;
155
Un compuesto de seilhnoiv y eu[kosmos. Cumont, 1933a, 244-246. Cfr. otras refe-
Bruhl, 1953, 304; Simon, 1961, 125 ss.; Horn, 1972, 76; Moretti, 1986, 250.
156
Derivado de sigavw, cfr. Cumont, 1933a, 262 s.; Nilsson, 1957, 57; Moretti, 1968, 147.
También se ha interpretado como los oficiantes «que imponen silencio», pero esta hipótesis
resulta más inverosímil porque una función tan importante no habría quedado relegada al
final de la inscripción. Vogliano, 1933, 219, propone leer seithtaiv, esto es, sithtaiv, «quie-
nes se ocupan del aprovisionamiento de los banquetes».
157
Cfr. la primera escena que decora la Villa de los Misterios en Pompeya; véanse Cur-
Prov. 1.16.4 (Paroemi. I 324 Leutsch-Schneidewin): «En los matrimonios griegos era cos-
tius, 1929, 350; Simon, 1961, 122, fig. 8; Matz, 1964, 22, fig. 2; Sauron, 1998. Según Plu.
tumbre que un niño, cuyos padres estaban vivos, se coronase con frutos de encina y llevan-
do la criba llena de panes dijese: “He dejado el mal, he encontrado el bien” (e[fugon kakovn,
eu|ron a[meinon)».
Cfr. BCH 10, 415, nr. 23, Didyma 163, 5. Turcan, 1966, 399, recuerda que bajo «Nisio flo-
158
Cumont, 1933a, 250, piensa en la posibilidad de que represente una resurrección.
rido» se invoca en un himno órfico (46. 2) a Dioniso Licnites, cfr. Ricciardelli, 2000a, 414 s.,
Moretti, 1986, 248. Al parecer era también una función sacra, cfr. IGBulg. I 401.
Robert, 1969, I, n. 42, 633-643.
159
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259 n. 2; Nilsson, 1957, 53. Otros ejemplos en IG X (2) 60 C, X (2) 244. 7, X (2) 65. 4; SIS
160
Compuesto de ajrci- y de newvs, «templo», y kovros, «joven», cfr. Cumont, 1933a,
OF 582: «Y que los que lleven mantos negros no se acerquen a los altares del
niva, «cerezo». Cfr. Chantraine, 1933, 30.
señor»; OF 662: «Los cofrades de Dioniso Ericepeo erigieron el altar a sus propias expen-
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166
Cumont, 1933a, 259, n. 2; Nilsson, 1957, 62, 53, n. 47; Gangutia, 1984, 87. Nor-
de Abdera (SEG 17, nr. 320) del siglo III d.C. Para la grafía mavgaron véase también Men. Fr.
malmente mevgaron se refiere a la parte más sagrada del santuario, como en una inscripción
870: mavgaron: ouj mevgaron, eis o} ta; mustika; iJera; katativqentai, ou}tws Mevnan-
dros, «mágaron: no mégaron, en el que se colocan los símbolos mistéricos», véase también
Cfr. Petzl, 1987, 228, véase IK 24, 1, nr. 622, 729, 730.
mavgara en Sch. Luc. 275 ss. Rabe.
En Selendo (OF 662) y Tesalónica (OF 664) se erigen altares (véase supra, n. 87);
167
en Cila se dedica una basa, OF 586: «El jefe de la congregación (speïiïravrchs) de Dioniso
168
OF 582: «Ni pongan sus manos sobre víctimas que no son sacrificables».
erigió una basa a sus propias expensas».
OF 582: «Ni en las fiestas de Baco ponga huevos para comer», cfr. Plu. Quaest.
169
171
Según Nock, 1958, 419 (= 1972, 848, n. 7), probablemente se trata de un «ban of
castanets». En cambio, Sokolowski, 1955, 187, interpreta que está prohibido tocar la flau-
ta. Cfr. Keil, 1953, 20.
1481
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Plu. Is. et Os. 364F ss. (véase también E ap. Delph. 388F ss.) donde las apariciones
174
Nilsson, 1957, 138; Pleket, 1958, 92.
175
420, n. 22, Quaest. Conv. 671E (OF 59, donde los argivos usan trompetas en el festival
y desapariciones del dios están conectadas con su muerte y resurrección; cfr. Rohde, 31925,
báquico para despertar al dios); OH 53.1 ss: la fiesta báquica se suspende tres años mien-
tras Baco duerme en la mansión de Perséfone y se reanuda cuando el dios se despierta.
176
Esta hipótesis ha sido defendida por Kern, 1920, 57; Nilsson, 1957, 41; y Casadio,
1994a, 247, n. 39. Cfr. Jiménez San Cristóbal, 2007b.
1482
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177
Véase cap. 33, § 2.1.b y n. 59.
178
Cfr. Bernabé, 2002e, 412.
179
Ejemplos de sustitución pueden verse en Obbink 1993.
Pi. Fr. 131a Maehl. (OF 441): «Felices todos, por la participación en iniciaciones que
180
Véase § 2.4.
liberan de penas»; Fr. 131b Maehl. (OF 442): «El cuerpo de todos va en pos de la muerte
181
irresistible, / pero aún queda una imagen viva de la vida, pues sólo ella / procede de los dios-
es». Cfr. Frassinetti, 1951; Brillante, 1987, 46; Bernabé, 2003a, 243; cap. 49, § 2.2.
1483
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182
OF 146; 231.2; 242; 339.2; 377.4; 378.5; 431; 445, 66 s. y tal vez OF 463.
183
Cfr. Frassinetti, 1951, 2 ss.
Cfr. OF 314.
184
Cfr. cap. 33, § 1.
185
186
Cfr. el significado de las expresiones vida-muerte-vida de las láminas de Olbia (cap.
24). Véase también la concepción de la muerte como vida y la idea del alma liberada por
cuerpo mortal-alma inmortal y la concepción del sw`ma-sh`ma en Pl. Cra. 400c, Grg. 493a,
Dioniso en las laminillas áureas (cfr. Bernabé-Jiménez, 2001, 90 ss., 94 ss.), la oposición
cfr. Bernabé, 1995a, cap. 52, § 2. Por otra parte, Arist. Fr. 60 Rose atribuye la doctrina de
que el alma aparece uncida a un cuerpo muerto a «los que pronuncian las teletaiv», que no
Emp. Fr. 110 Wright, (31 B 126 D.-K. = OF 450), P. Bonon. (OF 717) 129; Procl.
pueden ser otros que los órficos.
in R. 2. 182.19 Kroll. Cfr. caps. 47, 60 y 61. Zuntz, 1971, 405, ha defendido el carácter
187
pitagórico de la expresión, pero por el paralelismo con los textos citados parece preferible
postular una ascendencia órfica (cfr. Casadio, 1986, 294 s., que no excluye tampoco su pres-
encia en el ideario pitagórico). Cfr. Gigante, 1973.
1484
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Cret. Fr. 472.15 Kannicht; OF 474.16; Pl. Phd. 69c. Cfr. Jiménez San Cristóbal, en prensa
189
1; cfr. OF 487.3, 488.9, 491.3 y Bernabé-Jiménez, 2001, 114 s., 219 ss.
190
Cfr. Perdrizet, 1910, 96; Cumont, 1929, 311, Freyburger-Galland-Freyburger-Tautil,
Cfr. Mihailov, IBulg. III, nr. 1595, p. 64. Véase cap. 36.
1986, 71 y n. 93.
191
1485
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Remius Celerinus
kalendas iunis refrigerium
i moum honorem
a Epaphroditus.
192
Casi todos los estudiosos coinciden en que los fieles que allí se enterraron revelan
una tendencia cristiana gnóstica o sincrética y, en todo caso, heterodoxa, cfr. Paribeni, 1921;
Carcopino 1956, 97, propone leer in heroum honorem en la tercera línea. La fórmula in
Bendinelli, 1922; Carcopino, 1956; Turcan, 1979; Olmos, 2001, 328 ss., con bibliografía.
honorem sancti, sanctae o sanctorum, «en honor del santo, la santa o los santos», es decir, de los
193
difuntos convertidos en inmortales, es frecuente en las dedicatorias cristianas (cfr. Diehl, ILCV
N. 1797, 1798b, 1803, 1807, 1928). Aunque esta lectura favorecería la relación del texto con el
orfismo (cfr. el valor de héroe en las laminillas, Bernabé-Jiménez, 2001, 222; Pugliese Carratelli,
2003, 65), no parece prudente aceptarla, porque en las fotos se ve claramente una M y no una R.
194
Bernabé-Jiménez, 2001, 49 ss.
195
Chicoteau, 1997, 82 s.; cfr. Bernabé-Jiménez, 2001, 44 ss.; y Olmos, ibid. 328 ss.
196
Bernabé-Jiménez, 2001, 179 ss.
197
Esta parece la interpretación más apropiada a partir del espléndido análisis de Tur-
can 1979. No obstante, la más extendida es que se trata de Penélope dialogando con Ulises
en presencia de los pretendientes, cfr. Bendinelli, 1922.
1486
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OF 354.
OF 406-407, cfr. cap. 19, § 2.4.
198
199
200
Carcopino, 1927.
201
Olmos, 2001, 331.
202
Cfr. caps. 56 y 62.
203
También se ha interpretado que se trate de Orfeo crucificado. Un resumen del esta-
do de la cuestión puede verse en Mastrocinque, 1993, 16 ss., cuya interpretación seguimos
aquí. Este estudioso cree (p. 21, n. 33) que el crucifijo tal vez tenga su origen en Roma,
pietario de la colección a la que pertenecía la pieza. Cfr. OF 679, así como cap. 62, fig. 3.
Lacio o Etruria, lugares en los que recogió material arqueológico Gerhard (1795-1867), pro-
204
Florencia, ca. 1700-1731. Folio 33 verso n. 578; folio 44 verso. Es probable que
estas dos gemas provengan de la catacumba de San Marcelo y San Pedro en Roma, cfr. Mas-
Tal vez proveniente de Roma, Lacio o Etruria, cfr. Mastrocinque, 1993, 21, n. 33.
206
El crucifijo y una de las gemas presentan la forma Bakkikovs, mientras que en las
otras dos gemas se lee Bakcikovs.
207
Mastrocinque, 1993, 23, n. 42 y 43, con bibliografía; véanse especialmente los caps.
9 y 62.
1487
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lira, una serpiente en un árbol y dos animales está rodeada por los
cuatro lados por una inscripción208:
Anillo de Juan.
5. COLOFÓN
208
OF 679a, cfr. cap. 62, n. 145 y fig. 4.
1488
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1489
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LX
Luc Brisson
CNRS París
1. INTRODUCCIÓN
1491
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al diálogo:
En mis estudios sobre la función del orfismo y los Oráculos Caldeos en el neoplato-
1
He traducido y comentado este pasaje en Brisson, 1987, 43-103 = Brisson, 1995, V.
2
nismo he seguido una postura paralela a la adoptada por H. D. Saffrey, con quien he discu-
tido mucho la cuestión, y que ha escrito sobre el particular un notable artículo, Saffrey, 1992.
3
Sobre los orígenes de esta corriente de interpretación, véase Saffrey, 1996.
4
Sobre el tema, veáse Burkert, 1987b.
1492
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Procl. in Ti. 3.168.8-20. ¡Diehl! Véase también in Ti. 3.161.1-6, in Euclid. 22.11-14.
5
En efecto, el número 6 = 1 + 2 + 3 = 1 x 2 x 3.
6
7
Sobre estas acusaciones de plagio, véase Brisson, 1993b.
8
Para una edición y una traducción de este opúsculo, véase Marg, 1972. Para un comen-
tario, Baltes, 1972. Para una traducción inglesa, Tobin, 1985. Véase también Centrone, 1982.
pón y después de Pirrón, que habría escrito Sátiras (Sivlloi) en hexámetros dactílicos con-
9
Se trata de Timón de Fliunte (h. 325-235 a.C.), filósofo escéptico, seguidor de Estil-
1493
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teogonías órficas atribuidas a Orfeo, véase la Introduction a Brisson, 1995, así como cap. 14.
10
Sobre el problema que plantean las relaciones entre las diferentes versiones de las
11
OF 695-704, 1028.
12
Sobre el tema, véase O’Meara, 1989.
13
Véase Hadot, 1994.
1494
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de Orfeo. [...] Este Discurso sagrado [o tratado Sobre los dioses, pues
sagrado, en tanto que era como la flor brotada del lugar más secreto
Proclo (in Ti. 3.168.9-14 Diehl) y las Argonáuticas órficas (vv. 50, 1373-6).
14
Esta tradición está representada principalmente por Pausanias, Jámblico (VP 28),
15
Pausanias (9.30.9-11) sitúa allí la tumba de Orfeo en Libetra, una ciudad de Beocia
situada junto al monte Helicón. También existen unos montes Libetrios (9.34.3-4).
1495
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16
Un apócrifo en prosa escrito en dialecto dorio, descrito en Thesleff, 1961, 104-106
(cfr. p. 105). Los fragmentos que subsisten han sido reunidos en Thesleff, 1965, 164-166.
Proclo, que hemos mencionado al comienzo del capítulo: Theol. Plat. 1.5.25.26-26.24.
Dicho esto, conviene insistir en el hecho de que Thesleff olvida un testimonio decisivo de
17
Pierre Hadot (1978, 719, basándose en Cremer, 1969, 20) ofrece esta definición de la
teúrgia en oposición a la magia: «Puede hablarse de la utilización de ciertas prácticas mági-
1496
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Phdr. 265ab).
amorosa, de Afrodita y Eros, habíamos dicho que era la mejor (Pl.
cas por parte del teúrgo, pero éstas son integradas en un proceder radicalmente diferente de
la magia. Pues la teúrgia es una operación en la cual son los dioses los que dan una efica-
cia divina a la acción humana, de modo que la acción humana recibe su sentido en virtud
de una acción y de una iniciativa divinas. Sería interesante desde esta perspectiva comparar
1497
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samente de este pasaje del Fedro en el libro III de Sobre los misterios
acceder a la contemplación de lo Inteligible. Jámblico se ocupa exten-
za la Ilíada (39, 63, 217) y la Odisea (255) y emplea la música para curar (110).
19
Pitágoras es confiado por su padre al homérida Creófilo (VP 9); en su escuela, utili-
20
Pitágoras está asociado con la adivinación, sobre todo con la de Delfos (VP 82, 152),
pero también con todas las demás (25, 65, 106, 138, 149, 216). Practica la aritmomancia
(147). Por este motivo los pitagóricos estiman la mántica en el mismo grado que la música
y la medicina.
21
Pitágoras está iniciado en todos los ritos (VP 146, 151, 14, 18, 19). Se comprende así
VP 1, 14, 31, 72, 74, 75, 76, 90, 91, 92, 103, 104, 138, 151, 226, 227, 258.
que los pitagóricos tomen tan en serio los ritos telésticos.
22
1498
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los Oráculos caldeos, los principios del orfismo en una serie de cur-
completar el programa. No tuvo tiempo de exponer, además de los de
23
Phot. Bibl. cod. 214, 173a.
1499
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Se dice que Proclo reconocía que Heraísco era superior a él. Pues
lo que él mismo sabía lo sabía también éste, pero lo que sabía Heraís-
co, Proclo lo ignoraba24.
Dam. Isid. 107 (p. 148.7-8 Zintzen) = Phot. Bibl. cod. 242, 343a.
Suda s. v. Heraiskos (II 580.5-6 Adler).
24
25
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1501
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4.1.a. La extensión
Así se comprende que Fanes sea llamado «hijo muy bello de Éter»
(OF 124).
Fanes es un ser resplandeciente que tiene alas en la espalda y cua-
tro cabezas: las de un carnero, un toro, un león y una serpiente. En
28
Véase Brisson, 1990, 2914-2923.
29
Esta sección retoma de manera condensada lo esencial de Brisson, 1987.
1502
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1503
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Crono, con quien Rea hace pareja (OF 198), se convierte a raíz del
suceso en rey (OF 190 y 193) y reina en el Olimpo. Por su parte, Océa-
no habita en las corrientes que fluyen más allá del Olimpo (OF 191).
Unido a Tetis, cuida a Urano (OF 191). Crono, que ha castrado a su
padre, sabe que él será castrado por uno de sus hijos (OF 225), de
modo que devora a los hijos que le da Rea a medida que nacen (OF
200). Bajo el reino de Crono aparece una nueva raza de hombres, la
«raza de plata» (OF 216-218), que no conoce la vejez. Rea da un hijo
a Crono: Zeus (OF 206). Para evitar que sufra la suerte de sus otros
retoños, Rea sustituye a Zeus por una piedra (OF 214-215) que
Crono se traga. Oculto en la caverna de la Noche, Zeus es criado por
las ninfas Adrastea e Ida y custodiado por tres Curetes (OF 208-
213).
1504
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4.2.a. Planteamientos
1505
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1506
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1508
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4.2.n. La materia
El último nivel de la realidad es la materia, sustrato indetermina-
do de los cuatro elementos. El último término, la materia, encuentra
1509
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Athenag. Leg. 18.6 (OF 82-83), 20 (OF 81, 84, 85, 87 I, 88, 89 I), 32.1 (OF 87 II, 89 II).
57
Clem. Recogn. 10.17-19 (OF 200 II, 203, 204, 207, 214 III), 10.30 (OF 184).
59
60
61
Para los textos, véase Holladay, 1996a.
1510
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interpretación. Un punto de vista también diferente, que considera las Rapsodias posterior
62
Sobre el tema, véase Brisson, 1990, esp. 2867-2914. Gabor Betegh ha propuesto otra
1511
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luctable.
Al nivel de Tiempo se opera, según parece, una primera distinción
sexual. Por eso se habla más tarde del engendramiento de una tríada:
Éter, Caos y Érebo. Se dice que esta nueva tríada es análoga a la pri-
mera: Agua, Tierra y Tiempo. Notablemente, Éter es calificado de
«húmedo», Caos de «ilimitado» y Érebo de «nebuloso». En esta
segunda tríada, Tiempo engendra el Huevo primordial. Lo siguiente
Peri; ajgalmavtwn Fr. 8, pp. 13*, 3 ss. Bidez = Smith 359F, l. 27-31.
Ael. NA 6.51.
66
67
1512
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Inefable
Agua Tierra (= Materia) Tiempo (= Adrastea)
Éter Caos Érebo
Huevo díada de naturalezas Protógono, Pan
pluralidad de simientes
1513
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pretar las Rapsodias, Damascio debía de tener ante la vista, como los
otros miembros de la escuela, la obra de Siriano titulada Concor-
dancia entre Orfeo, Pitágoras, Platón y los Oráculos caldeos, cuyos
6. CONCLUSIONES
ANEXO
PROCLO (410-485) ORÁCULOS CALDEOS RAPSODIAS ÓRFICAS
UNO
1) El primer dios: el Uno 1) Principio único (...) 1) Tiempo
INTELIGIBLE-INTELECTO
2) Las hénadas 2) (...) 2) ? - Éter, Caos
3) Los dioses inteligibles 3) El Abismo paternal, 3) Los dioses
que comprenden tres tríadas: compuesto de tres tríadas inteligibles, que son
las del Ser, la Potencia que tienen como el Huevo primordial,
el Uno, el Aión y el
y el Acto primer miembro el Huevo concebido
y Fanes
Vivo-en-sí
1514
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5.1) La tríada de los padres: 5.1) Tres Padres Fuentes: 5.1) Tríada de los
el intelecto puro, la vida, Crono, Hécate y Zeus padres: Crono, Rea,
el intelecto demiúrgico. 5.2) Tres implacables Zeus
5.2) La tríada de los 5.3) El diafragma 5.2) Tres dioses
dioses inmaculados inmaculados
5.3) Una mónada que 5.3) Castración de
mantiene separada esta clase Urano por Crono
de dioses del mundo
ALMA-HIPÓSTASIS
del Fedro)
mencionados en el mito
en Timeo 40e5-41a3
nueve dioses mencionados desmembrado por
los Titanes
ALMAS DIVERSAS
10) Las almas inteligibles o 10) Las almas inteligibles 10) Las almas
almas superiores: Démones, o almas superiores: inteligibles o almas
Ángeles, Héroes Arcángeles, Ángeles, superiores
compañeros de los dioses,
Démones, Héroes: buenos
y malos
1515
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11) Las almas humanas 11) Las almas humanas 11) Las almas humanas
12) Los cuerpos 12) Los cuerpos 12) Los cuerpos
13) La materia 13) La materia 13) La materia
1516
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LXI
Ezio Albrile
CESMEO, Torino
*
Traducción de Ana I. Jiménez San Cristóbal.
1
Cfr. sobre el tema: Lobeck, 1829-, Cumont, 1909, 1934; Olivieri, 1920; Eisler, 1925;
Turchi, 1923; Losacco, 1929; Macchioro, 1930; Krüger, 1934, 30-41; Ziegler, 1942; Guthrie,
2
1952; Böhme, 1953; Moulinier, 1955; Bianchi, 1957b; Nilsson, 1957; Gnoli, 1962; Bianchi,
(ed.) 21970; Foerster (ed.), 1974; Quispel, 1978; Rudolph, 21978; West, 1983a; Pugliese
Carratelli, 1990; Masaracchia (ed.), 1993; Casadio, 1986; Albrile, 1995, 2000; Leonotti 1999.
1517
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Damascio cita otra teogonía órfica, más reciente, que llama «común»
2
Cfr. también Atenágoras en OF 75 ss.
3
Del que se han ocupado por extenso Cumont (cfr. Bidez-Cumont, 1938, I., 63) y Casa-
1518
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1519
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«baco» (Bavkcos). Pero, dice el hieros logos órfico, «muchos son los
al cual, de hecho, el iniciado se asimila apropiándose del nombre de
que portan el tirso, pocos los bacos» (Pl. Phd. 69c). Es decir, la litur-
gia aparente de la iniciación no basta para constituir la unidad entre
lo humano y lo divino, para la cual es necesario el esfuerzo íntimo
espiritual del mista.
En todas estas particularidades míticas y rituales parece, de hecho,
consistir la diferencia entre el credo órfico y el gnosticismo antiguo,
que en muchos aspectos representa, sin embargo, su continuación
ideológica. El hombre en el orfismo está dividido entre un cuerpo
(sw`ma), que procede de los Titanes y que es asimismo tumba (sh`ma),
en la cual se halla encarcelada la esencia dionisíaca, y un alma. En
modo análogo, los gnósticos hablan de un pneu`ma, consustancial al
dios trascendente y luminoso, que debe ser liberado de la prisión
mundana. La diferencia reside, sin embargo, en el aspecto específico
mítico-ritual del antiguo sacrificio dionisíaco: Dioniso es un dios
«salvaje», sus vicisitudes míticas se reviven ritualmente en el spa-
ragmovs y en la omofagia, el desmembramiento de la víctima que es
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9
Thphr. Char. 16.11 (OF 654).
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Fedón 70c, en que cita una antigua tradición. En cambio, no hay men-
el complejo de conceptos órficos, como atestigua, entre otros, Platón,
Cfr. Iren. Lugd. Haer. 1.25.4, Clem. Al. Strom. 3.5-9, Hippol. Haer. 7.32; Epiph.
Const. Haer.27.
10
11
Cfr. Pl. Phdr. 247bc.
1522
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Aquí daimon significa «destino», por metonimia por «el que otor-
ga el destino». En la gnosis la imposibilidad de una elección más o
menos consciente viene señalada por el drama inicial. Una versión
posterior de este mitologema puede individualizarse en el sistema del
«Padre de todas las herejías», Simón Mago de Samaría: la contrapar-
tida celeste de Simón, Helena-Ennoia, generadora de los Ángeles y
las Potencias cósmicas, encarcelada por estos mismos en una envoltu-
ra somática, se ve obligada a transmigrar de cuerpo en cuerpo «ofen-
dida y humillada»12. La liberación alcanza al propio Simón, quien,
de Tiro13.
Otro aspecto de la escatología órfica aparece narrado en las lami-
nillas áureas (datables en los siglos IV-III a.C. y siguientes), descu-
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alma declara haberse liberado del «ciclo» cósmico. A veces las lami-
nillas finalizan con una frase enigmática: «Cabrito caí en la leche»,
interpretada genéricamente como símbolo de la felicidad celeste alcan-
zada, que a la luz de la doctrina gnóstico-ofítica adquiere, sin embar-
go, un nuevo significado más pregnante. Veamos en qué modo. En
griego existe una singular afinidad fonética entre las palabras «cabri-
to» (e[rifos) y (p)eriferhvs, «que se mueve en círculo», «que da vuel-
tas», lo que debe entenderse como principio demiúrgico universal y
como movimiento de revolución astral (catábasis y anábasis) del
alma. Esta conjetura es avalada por el «Sermón de los Naasenos»15.
Según estos gnósticos, los frigios llamarían al Hombre primigenio
Adamante, escondido en la creación con el nombre de «cabrero» (aij-
povlos), puesto que, como impulso demiúrgico inicial, «es aquel que
siempre vuelve (ajeipovlos), es decir, que siempre mueve, gira, hace
dar vueltas el mundo entero». En la hermenéutica naasena «volver»
(polei~n) significa mover en círculo, hacer rotar y transformar las
cosas en su naturaleza propia y original16. Por este motivo, los dos
centros del cielo son unánimemente llamados «polos» (povloi), lugar
de descenso o de ascensión del alma divina. Volviendo al fragmento
órfico, parece, pues, claro que el arrojarse del «cabrito» en la «leche»
(gavla) designa de algún modo secreto la vía seguida por el mista en
su camino de beatificación celeste. La alusión a la «leche» llevaría a
pensar en otro juego de palabras con la constelación de la Vía Láctea
(Gavla), constelación que en el misticismo astral de la Antigüedad se
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OF 488.5.
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LXII
ORFISMO Y CRISTIANISMO
Miguel Herrero
Universidad Complutense
Sin duda una de las causas del interés de los modernos por el orfis-
mo es la idea de que esa «gota de sangre ajena en las venas de los
griegos»1 es la que prepara el camino al triunfo del cristianismo: la
supervivencia, juicio y retribución del alma tras la muerte, la mancha
1
Rohde, 1901, 338. La idea del orfismo como algo ajeno a lo verdaderamente griego
procede de una visión idealizada (y falsa) de la realidad de la Grecia clásica, concebida por
los modernos en parte como reacción a la cultura cristiana dominante. Aunque integre múl-
tiples influencias orientales, el orfismo es un fenómeno plenamente griego en su forma y
fondo, como este libro trata de mostrar.
2
La idea es compartida tanto por autores que lo ven como algo positivo (Zeller, 1910) como
por quienes lo consideran negativamente (Dodds, 1951, 139, 236-255). Cfr. Bremmer, 2002,
para la continuidad y desarrollo en ámbito cristiano de varias nociones centrales del orfismo.
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3
Maass, 1895; Eisler, 1921 y 1925. La mayoría de las hipótesis planteadas por éstos y
otros autores han sido desmentidas, pero sus obras guardan observaciones de interés.
4
Loisy, 1930, y sobre todo Macchioro, 1930.
5
Boulanger, 1925, esp. 85-117. Sus argumentos son repetidos sin grandes novedades
por Lagrange, 1937, 191-222.
Menor (cfr. n. 52 infra) y D. Chr. 33.2-4 (II 208 Arnim) menciona un culto a los Titanes en
6
Hay no pocos testimonios de la presencia de elementos órficos en los cultos de Asia
su discurso a los habitantes de Tarso. Sin embargo, las cartas de Pablo no presentan ningu-
na referencia directa o indirecta a la tradición órfica, por lo que su conocimiento es inde-
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mostrable, aunque no puede descartarse totalmente. El culto de Dioniso como dios del vino
tenía una fuerte implantación en Judea (Smith, 1975), pero es arbitrario asimilar, como hace
Boulanger, 1925, 93, nota que sólo dos cristianos, Justino (Dial. 69, Apol. 1.54) y Orí-
Macchioro, estos cultos báquicos al orfismo, para lo que no tenemos indicio alguno.
7
1529
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2.1. Comparación
8
Como orientación general para la literatura apologética cristiana y su actitud ante la
cultura y religión griegas, cfr. Fiedrowicz, 2001, y las colecciones de estudios editadas por
Pouderon y Doré, 1998, y por Edwards, Goodman y Price, 1999. Los breves estudios de Jae-
ger, 1961, y Chadwick, 1966 aún conservan su validez y atractivo.
9
Todo este material se analiza detalladamente en Herrero, 2007b.
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Cfr., p. e., la insistencia con la que la Cohortatio ad Graecos (15.2) mantiene el doble
10
Burkert, 1983a. Cfr. cap 33.
11
adjetivo, precisamente porque cita diversos textos henoteístas griegos. Para esta distinción,
influencia entre el orfismo y la Estoa se produce en ambas direcciones. Cfr. cap. 54.
1531
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13
En Act. Ap. 17.28 cita Arat. 5 tou` de; gevnos ejsmevn. Cfr. Des Places, 1964c, para
el parentesco entre dioses y hombres desde Homero a los Padres. No profundiza, sin embar-
go, en las laminillas áureas, que dan un nuevo significado religioso a la vieja fórmula homé-
rica gevnos eu[comai ei\nai (OF 488.3 ⊕Il. 6.211 = 20.241). Cfr. cap. 12 para otros ejem-
plos de reinterpretación órfica de fórmulas homéricas.
14
Cfr. n. 45 para los paralelos trazados por Justino desde el lado cristiano y Celso desde
el pagano. Entre los modernos, la influyente teoría de un dios de la vegetación que muere y
resucita anualmente (cfr. Frazer, 1922; Harrison, 1903a) dio ocasión a subsumir a Dioniso
y Cristo en esta misma categoría de una supuesta religiosidad mediterránea, junto a Tam-
muz, Osiris, Adonis y Atis. La construcción frazeriana está hoy desacreditada (Burkert,
1979, 99-102), porque une bajo el patrón general de una explicación alegórica tardía, que
identifica al dios con la vegetación (p. e., Dioniso con la vid), a divinidades de culturas dife-
rentes que sólo convergen en época tardía, entre otras cosas por influencia cristiana (Brem-
mer 2002, 52-54): Tammuz, por ejemplo, no resucita en el mito original mesopotámico, sino
que es muerto por Inana, tal como Atis por Agdistis-Cibele (Burkert, 1979, 108-122). Sin
embargo, una versión vulgarizada de la tesis frazeriana sigue siendo corriente en análisis
superficiales y referencias casuales a la cuestión.
15
Aún en el 617 d.C. el Sínodo de Trullo clamaba contra las teletaiv de Dioniso cele-
helenísticas: los célebres paralelos verbales entre las Bacantes (447, 795) y los Hechos
bradas en el campo. Cfr. Versnel, 1990, para los rasgos de la experiencia de las divinidades
(12.7, 26.14) o el Christus Patiens, un centón del siglo XIII que relata la Pasión de Cristo con
versos de las Bacantes, son otros indicios evidentes de una experiencia religiosa con
muchos puntos en común.
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16
La distinción entre pecado «antecedente» y «original» proviene de Bianchi, 1966, y
se basa en que los Titanes no son más que antepasados de los hombres, que realmente son
inocentes, al contrario que en el relato bíblico. Habría complacido a Boulanger, pero la dife-
rencia es, aunque cierta, tan sutil que no impide, en mi opinión, la procedencia de la noción
cristiana a partir de la órfica.
17
Harnack, 1886-1894, es un clásico aún válido sobre la construcción agustiniana de
esta doctrina.
18
Mansfeld, 1981, 290-293, busca en el orfismo precedentes de la gnosis y concluye,
con acierto, que el pesimismo radical de los gnósticos no puede proyectarse hacia el orfis-
mo. La derivación hacia una consideración esencialmente mala de la materia no es, sin
embargo, difícil, tanto en el ámbito del orfismo como en el cristiano: p. e., los cátaros en el
siglo XII recuperan el sw`ma-sh`ma órfico (Bremmer, 2002, 64-69).
1533
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19
Véase Chadwick, 1966, sobre la función de la transmigración en Orígenes y su posi-
Clem. Al. Strom. 1.19.92.3 ⊕5.3.17.4 = OF 576 II; cfr. Thdt. Affect. 12.35 = OF 576 VII.
ble presencia en Clemente.
20
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real, al menos en su época, es más que dudosa (cfr. 3.1 infra). Sin em-
drwvmena que ven como risibles y escandalosos, y cuya realización
22
OH 55.28: yuch`i gavr se kalw` semnh~i aJgivoisi lovgoisin. Cfr. Hopman-Govers
Cfr. Henrichs, 1982; Obbink, 1994. Justino lo considera plagio (Iust. Phil. Apol. 1.54,
2001, 42.
Dial. 69).
23
24
El punto de partida es la teoría totémica del sacrificio semita de Robertson Smith
1894; Frazer, 1922, y, sobre todo, Harrison, 1903, la expanden al ámbito griego y la popu-
larizan; Gruppe, 1906, 729-737; Farnell, 1921, 161-168; Cumont, 1922, 120; Dodds, 1951,
277 y 19602 están entre los nombres ilustres que la aceptaron, y cuya influencia hoy sigue
siendo muy grande. Ya Wilamowitz, 1931 II, 68; Otto, 1933, 99 y 121; y Festugière, 1935,
196 y 206 consideraban la omofagia resultado de la exaltación dionisiaca y no instrumento
para alcanzarla. La decadencia de la idea es patente en la rectificación de autores que la
defendieron en un primer momento y más adelante la rechazaron: Nock, Nilsson, Henrichs
(cfr. las citas en Henrichs, 1982, 235, n. 217). También en contra, Burkert, 1987a, 110-112;
Obbink, 1994.
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25
El patrón weberiano ha sido actualizado por Kippenberg, 1991, para, entre otros, el
cristianismo primitivo, y aplicado al orfismo y pitagorismo por Bremmer, 2002, 25 s.: el eli-
tismo espiritual tiene éxito especial entre los que han perdido o ven peligrar su posición de
privilegio social. Las laminillas de oro testimonian el éxito del orfismo entre la aristocracia
griega en el límite de la pérdida de privilegios, aunque Píndaro (O. 2.56) muestra que eli-
tismo social y espiritual pueden coexistir y complementarse. Cfr. cap. 64.
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Cfr. las menciones a los libros utilizados por los embaucadores en Pl. R. 364e, E.
Hipp. 952-954, D. 18.259. Cfr. Henrichs, 2003a, esp. 212-216.
29
tible, como veremos en el caso de pneu ~ma (n. 130 infra). Cfr. cap. 39.
30
Es en imágenes teogónicas donde esta herencia común mediooriental es más percep-
1537
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31
Cfr. Hengel, 1973, sobre el judaísmo helenizado en general; Bremmer, 2002, acerca
de la supervivencia del alma en particular.
32
Véase Chadwick, 1966, sobre la primera ola de platonismo cristiano (Justino, Cle-
mente, Orígenes) y Jaeger, 1961, acerca del platonismo de los grandes arquitectos de la teo-
logía doctrinal (Agustín, Gregorio de Nazianzo, Gregorio de Nisa).
33
Guthrie, 1952, 269 (aunque en el resto de sus comparaciones con el cristianismo, pp.
261-271, mantiene una laudable mesura). En el caso del Purgatorio, aunque tiene prece-
dentes en la Patrística, su formulación teológica plena no llega hasta el siglo XIII (Bremmer,
Pl. Cra. 400c, Phd. 62b, Clem. Al. Strom. 3.3.17.1, August. c. Iul. Pelag. 4.15.78 (=
2002, 64-69 con bibliografía).
35
Gr. Naz. Poem. Arc. 7.115 s. (cfr. n. 88). Cfr. Gigante, 1973.
1538
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idea bíblica de Dios (Is. 44, 6; 48, 12; Heb. 13, 8), como prueba el
«principio y fin» para expresarla, que se adapta perfectamente a la
36
Ap. 22, 13 y formulaciones más breves en 1.8, 21.6; OF 14, 31, 243. Quispel, 1978, 17:
«Éste es un eco del antiguo dicho órfico, para el que no hay paralelo en la literatura rabínica...
la tradición órfica». Josefo tiene expresiones similares (I. AI 8.280, Ap. 2.190), posiblemente
el único pasaje en el Nuevo Testamento en que podemos probar que el autor fue influido por
Cfr. Aubineau, 1959; Pl. Phd. 69c, Ar. Ra. 145, Plot. 1.6.6.5, Apoc. Petr. 8.23, 9.24
por parecida influencia, mediata o inmediata, a la que sufre el autor del Apocalipsis.
37
Klostermann. No cabe descartar que Platón o Aristófanes sean los transmisores de la ima-
gen aquí también.
38
Cfr. Bernabé-Jiménez, 2001, y esp. el apéndice de R. Olmos en pp. 333 ss., con diver-
sas menciones de los paralelos cristianos. Sobre la escatología órfica en general y sus
Cfr. n. 95 sobre Gr. Naz. De anima (Poemata Arcana 7) y n. 138 ss. sobre el libro I
influencias en la cristiana, cfr. Bremmer, 2002.
Peplo órfico-pitagórico (OF 286-290). Nono es un ejemplo similar en ámbito pagano (cfr.
Hernández de la Fuente, 2003).
1539
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40
Suda s. v. Sarapion (IV 324.17 Adler).
41
Daszewski, 1985; Burkert, 1987b, 146, n. 22.
42
Cfr. n. 14. Sobre el efecto del éxito cristiano en el paganismo tardío, cfr. Bremmer,
2002, 50-55. Tampoco debe exagerarse negando las similitudes: es rechazable, p. e., el
intento de Edmonds, 1999, de ver la antropología derivada del mito de los Titanes como
Vermaseren, Corp. Inscr. Mon. Rel. Mithr. 695 y 475 (OF 678) y fig. 2; cfr. West,
proyección moderna del pecado original cristiano (cfr. cap. 27).
43
1983a, 253 s.
1540
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Ev. Io. 15.1. Sobre Dioniso en Palestina, cfr. Smith 1975. Plutarco identifica al dios
judío con Dioniso (Quaest. Conv. 4.671c-672b, cfr. Nieto Ibáñez, 1999), y Tácito lo niega
44
Iust. Phil. Dial. 69, Apol. 1.54 y Cels. ap. Origenes Cels. 3.22-43.
(Hist.5.5.5).
OF 679: frente a las sospechas de falsificación del sello, Mastrocinque, 1993, ofrece
45
46
cifixión de Licurgo. Pero Iust. Phil. Apol.1.55 dice que lo único que los paganos nunca osa-
47
Eisler, 1925, propuso un origen puramente pagano basándose en la leyenda de la cru-
ron imitar fue la crucifixión. Es cierto que las demás representaciones iconográficas de Cris-
to crucificado son posteriores, pero ello puede deberse a la casualidad, porque la cruz es un
motivo central del cristianismo desde sus inicios.
48
Cfr. cap. 7.
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Historia Augusta (Alex. Sev. 29) cuenta que el emperador Alejandro Seve-
los Dioscuros o Asclepio, o a taumaturgos como Apolonio de Tiana. La
Aug. Civ. 18.14 (OF 885 I): isti theologi (sc. Orpheus, Linus, Musaeus) deos coluerunt, non
49
Cfr. cap. 7, § 2.5, sobre los testimonios de divinización de Orfeo, y la aclaración de
1543
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faro una obra que aprecia tanto a Orfeo como es la Cohortatio ad Grae-
órficos cuya cercanía al cristianismo hemos repasado. Sírvanos de
cos50:
Iust. Phil. Coh. Gr. 8.2. Para las citas órficas de esta obra falsamente atribuida a Jus-
tino véase el comentario de Riedweg, 1994, quien la identifica con el Ad Graecos de vera
50
1544
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51
Sobre los textos de astrología o de magia cfr. cap. 21 y sobre la literatura órfica impe-
rial, Brisson, 1990.
Coribantes, sátiros, boukóloi) en «Jonia y el Ponto» (Salt. 79). Casadio, 1990b, recopila diver-
52
Cfr. caps. 15 y 59. Luciano describe celebraciones con imaginería órfica (Titanes,
Cfr. PSI 850 (OF 310 III), P. Argent. 1313 (OF 593). La novela de Loliano Phoini-
«en el alba del cristianismo».
kiká revela que al imaginar la reactualización ritual del asesinato y comida de un niño la
53
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ción, por ejemplo, no hay rastro en los Himnos órficos, cuyas cone-
xiones con las teogonías, en cambio, en lo que a los dioses se refiere,
son indudables. Pero la falta de contenido doctrinal no supone que las
imágenes y mitos órficos fueran un mero ornamento en los cultos, sin
carga ninguna de profundidad religiosa: el mito moldea la experien-
cia griega de lo divino desde Homero hasta el final del paganismo, y
escoger el orfismo para presentarlo añade un elemento de suma impor-
tancia: la dimensión mística y el prestigio de una antigua autoridad
revelada son elementos inherentes a la tradición órfica, que se valo-
ran de modo creciente en la espiritualidad que domina el paganismo
a partir del siglo II d.C.58 Esta recuperación del orfismo culmina en su
recreación por los filósofos neoplatónicos como una tradición místi-
co-filosófica unitaria y coherente de la que habrían tomado Platón y
Pitágoras todas sus doctrinas. A esta reconstrucción, que queda ya
muy lejos de la realidad del orfismo primitivo, se dedica aquí un capí-
tulo específico59. Pero no hay que olvidar que tiene su raíz en su pre-
vio papel de rival del cristianismo tanto entre los apologistas como
entre sus adversarios paganos, papel que se examina a continuación.
56
P. e., la laminilla áurea de Roma respecto a las anteriores (cap. 56) o los dos papiros
pátor (OF 44), tal como las refleja el P. Gurob (OF 578).
egipcios (n. 53) respecto a las teletaiv de Dioniso aludidas por el decreto de Ptolomeo Filo-
57
Burkert, 1993, 260. Cfr. cap. 56.
58
Lane Fox, 1986.
59
Cfr. cap. 60.
1546
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60
Según la semántica cognitiva, gran parte de los conceptos abstractos se conciben
como metáforas (Lakoff-Johnson, 1980). La misma noción de conversión es una metáfora
espacial: al ir de un punto A (el error) a un punto B (la verdad) se fuerza un dualismo simé-
trico entre ambos. Cfr. Herrero, 2005b.
61
Para las imágenes genealógicas, Buell, 1999, y Herrero, 2005a; para la filosofía como
molde del cristianismo, Stroumsa, 1999; para la metáfora mistérica, Riedweg, 1987. Sobre
la concepción del «Otro» en los apologistas, Rizzi, 1993.
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hierofante y poeta tracio que tras haber revelado los misterios y teo-
62
Str. 7 Fr. 10a Radt: «Orfeo, un mago, que en sus comienzos vivía de limosna recu-
rriendo a la música, la adivinación y la iniciación en ritos secretos»; D. S. 1.23.6: «Orfeo goza-
ba de gran reputación en Grecia por su música y sus iniciaciones y sus relatos teológicos».
63
Cfr. cap. 31.
1548
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64
Mora, 1994, sostiene que las divergencias entre Arnobio y Clemente se explican por-
embargo, una vez que tiene que admitir que Arnobio conoció el Protréptico, las coinciden-
que Arnobio es independiente y sólo en una última revisión habría utilizado a Clemente. Sin
cias, extremas hasta el detalle, hacen más lógica la teoría tradicional de que éste es su fuen-
te principal y las variaciones son fruto de la retórica, otras fuentes complementarias y la pro-
Arnob. Nat. 5.19: Bacchanalia inmania quae nomen Omophagiis graecum est... sed
pia cultura general de Arnobio.
et illa desistimus Bacchanalia altera praedicare, in quibus arcana et tacenda res prodi-
65
tur insinuaturque sacratis. Cfr. Henrichs, 1983, para las notables diferencias entre los dos
campos de actuación de Dioniso, menadismo y misterios. La omofagia o consumo de
sólo un texto literario que mezcla diversos elementos, como el coro de los Cretenses (OF
carne cruda está claramente ligado al primer campo: aparte de estos pasajes cristianos,
567), lo presenta en ámbito órfico. Sin embargo, sería un error querer desligar totalmen-
como quiere Robertson, 2003. El P. Gurob (OF 578), que menciona tanto la carne cruda
te un rito sacrificial en que se cocina la víctima y un diasparagmovs en que no se cocina,
(lín. 2) como la consumida por el fuego (lín. 15), testimonia el solapamiento de ambos
elementos no sólo en el mito, sino en el ritual órfico. Los cristianos transforman este sola-
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67
Firm. Err. prof. relig. 6.1-6. Aparte de la evidente dificultad física de cumplir el rito,
el pasaje ofrece otra prueba de la contradictoria fusión de elementos menádicos y mistéri-
cos en el relato de Fírmico: «Hacen punto por punto todo lo que el niño (Baco) al morir hizo
o sufrió. Desgarran vivo un toro con los dientes...»; sin embargo, poco antes ha dicho que
Siglos más tarde, también Phot. s. v. nebrizein hace la misma fusión que el escolias-
«comieron los miembros cocinados de diversas maneras».
68
Tat. Orat. 1.2, Gr. Naz. Or. 4.109, Lact. Inst. 1.22.12. Hay precedentes paganos,
ble a la mente griega la idea del sacrificio del dios y la teofagia.
71
potenciados por los cristianos en su forma habitual. D. S. 5.75 y 5.77 (OF 529-530) ya rela-
ciona los ritos cretenses y las teletaiv órficas, aunque no de manera tan explícita como Fír-
mico. Otros autores (OF 546-562) presentan en algunos pasajes a Orfeo como fundador de
Tat. Orat. 42.5 y Clem. Al. Strom. 1.21.131 mencionan autores propuestos para los
las teletaiv en general.
cidad órfica del Himno a Zeus como parte de su ataque a la interpretación de Porfirio del
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atacaba a Orfeo por sus escandalosos mitos sobre los dioses paganos
como respuesta a Celso, porque éste ya había empezado a levantar la
figura de Orfeo como bandera frente al cristianismo. Los paganos
también «cristianizan» el orfismo, incluso en el vocabulario:
74
Cels. en Origenes Cels. 1.16.
75
Un caso del más absoluto escepticismo es Mylonas, 1961, 287-317. Scarpi, 2002, es
más equilibrado en sus juicios sobre los testimonios cristianos que recoge.
1551
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En segundo lugar, los cristianos rara vez inventan ex novo, sino que
logo77.
76
Las obras apologéticas se dirigen retóricamente a una audiencia pagana, pero real-
mente eran leídas sobre todo por cristianos a los que trataban de reafirmar en su alejamien-
to de los cultos paganos y proporcionar argumentos para su apologética oral, más efectiva
generalmente aceptada.
78
Riedweg, 1987, 117-123, con pruebas convincentes de la fecha (tras la aparición del
orden alfabético y antes de la expansión de los misterios de Isis, no mencionados) y de la
falsedad de la noticia de Eusebio (PE 2.2.65) de que Clemente fue iniciado, un artificio para
dar mayor autoridad a su relato.
1552
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doble sentido del nombre del Dioniso eleusinio (como sugiere Marcovich, 1986) y de puden-
80
El verso citado por Clemente en que se menciona a Yaco probablemente juega con el
da muliebra, tal como lo entendió Arnobio en su traducción (Graf, 1974, 194-199, siguien-
do una antigua idea de Diels). Sobre Baubo, cfr. ahora el completo estudio de O’Higgins,
sos); las fórmulas rituales (24: qeovs dia; kovlpou ª Prot. 16.2: oJ dia; kovlpou qeovs; 25: oºi\≥nªoº≥n
mencionados (5-6: Brimw; meªgavlh Dhmhvthr te JReva, 7: Kouvrhtevs t∆øeØ e[noploi, 23b: Diovnu-
e[pion ⯝ Prot. 15.3: ejk kumbavlou e[pion, Prot. 21.2: e[pion to;n kukew`na; 28: eijs to;n kav-
laqon ejmbalei`n ⯝ Prot. 21.2: ejrgasavmenos ajpeqevmhn eijs kavlaqon kai; ejk kalavqou eis
kivsthn); varios juguetes de Dioniso mencionados en Prot. 17.2-18.2 aparecen en el papiro (29-
rituales como telethv (3 = Prot. 17.2), boukovlos (25 = Prot. 16.3), suvmbola (23 = Prot. 15.3,
30: kºw~nos rJovmbos ajstravgaloi... ºh e[soptros); y por último, comparten palabras técnicas
14.2, 22.5) y suvnqema (23 = Prot. 21.2). Es sorprendente que nadie, hasta donde yo sé, haya
desarrollado las consecuencias de estas correspondencias para el análisis de la fuente de Cle-
mente.
1553
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83
Burkert, 1993, 261-264. Si el P. Gurob es uno de los hieroi logoi cuya presentación
se ordena en el decreto de Ptolomeo Filopátor, como sugirieron Wilamowitz, 1931 II, y Bur-
kert, 1987b, 70 s., podríamos ver en el tratado la prueba del conocimiento de misterios
secretos que el decreto habría traído a los estudiosos alejandrinos de la religión. El origen
de la fuente de Clemente es difícil de determinar: a favor de un origen ateniense está la
forma Ferevfatta y el hecho de que Clemente insiste (demasiado incluso como para estar
seguro: 20.1, 2220.1, 21.1, 22.1) en situar el episodio de Baubo en Atenas, lo que parece
pero la clara correspondencia con el P.Gurob hace tentador volver a la hipótesis de un ori-
corroborar el Sch. Luc.3 9 Rabe, que proviene de la misma fuente que el relato clementino;
gen alejandrino de su fuente, que ya diversos estudiosos consideraron (p. e., Mylonas, 1961,
287 ss.) para encuadrar así el episodio de Baubo en la Eleusis alejandrina, la similitud de
cuyos festivales con los misterios del Ática es materia de abundante discusión (Burkert
1987b, 37 s.). Las expresiones de Clemente en 17.1 (kavta povlin), 20.1 (kai; th`i a[llhi JEllav-
di) y 22.1 (pro;s de; kai; tw`n a[llwn JEllhvnwn) parecen indicar que misterios semejantes
no sólo se celebraban en Atenas. Tal vez el tratado utiliza fuentes de orígenes diferentes. Cf.
bios, Arnob. Nat. 5.19 (cfr. n. 64); es la fuente única de las noticias de Epiph. Const. Exp.
85
fid.10 (OF 592), Greg. Naz. Or. 5.31 y 39.4 (OF 384), Sch. Pl. Grg. 497c (OF 859 II) y Miguel
Pselo Quaenam sunt Graecorum opiniones de daemonibus 3 = PG 122, c 880A 4-5.
1554
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ellos, acceso directo a las Rapsodias90, pues los pasajes que transmi-
górico es parecido a los de los neoplatónicos y que pudo tener, como
te (OF 125, 134, 152, 153, 363) no son citados en ninguna otra obra
cristiana ni pagana. En los demás casos, una consulta directa de los
poemas órficos es descartable. Así, Orígenes dice en su polémica con
Celso (Cels.1.18), quien había aducido las obras de Orfeo como auto-
ridad, que si estos libros fueran de utilidad para alguien, se habrían
conservado, en vez de haberse perdido. Pero él mismo muy poco
antes (Cels.1.17) se refiere al contenido de los poemas órficos. Pues-
to que de un fino polemista como él no es esperable una contradic-
ción tan burda, hay que suponer que el contenido de las teogonías
órficas le es conocido, como a los demás cristianos, bien por la lite-
y diversos oráculos.
1555
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91
Clem. Recogn. 10.29, PG 1.1436 BC = Rufin. Recognit. 10.30 (346.17 Rehm) = OF
Athenag. Leg. 22, Arnob. Nat. 5.32-45, Firm. Err. prof. relig. 1.1-7, Eus. PE 3.9-19.
669 VII.
92
93
Cfr. cap.18 y Zeegers, 1972, sobre las antologías de fragmentos poéticos en los apologistas.
1556
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cos (probablemente las Rapsodias, con las que hay claras coinciden-
para atacar las nociones rivales que sin duda se sirven de poemas órfi-
94
Cfr. n. 29. A los bivbloi de los teólogos se remite Celso en Origenes Cels. 1.17, mien-
mente refiriéndose a las Rapsodias, critica las «trivialidades infantiles de libros» (ejtwvsia
tras que Gregorio de Nazianzo, al atacar a los que defienden la reencarnación, probable-
1557
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nes y castigos a los impuros. El vocabulario (kuvklos, desmwthvrion, timhv, poinhvv) es pro-
o{de mu`qos), además de aludir a los libros, se hace claro eco burlón de la sphragís de OF 1.
338 (incluido o[fin, que no está en el fr. B 117 D.-K. de Empédocles). El v. 32 (ouj pinutw`n
co (cfr. OF 430): el alma como citw`n (v. 115) y nekrovforo” (v. 116), mientras que Adán es
Y al expresar su propia concepción del alma también se sirve del vocabulario poético órfi-
Apol. 21.7-9, Origenes Cels. 7.53; plagio demoníaco de los misterios de Dioniso: Iust. Phil.
96
Diferencia moral entre la filiación divina de Cristo y, entre otros, la de Dioniso: Tert.
Dial. 69, Apol. 1.54; intuiciones paganas de la verdad: Clem. Al. Strom. 5.1.9.10, Lact. Inst.
1.5.4, 1.5.13, Aug. Civ. 18.37 y c. Faust. 13.2; para la dependencia, cfr. § 4.4.2.
97
Clem. Al. Prot. 1.7.5, 2.12.2, 2.22.3.
1558
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13.2):
98
Ridings, 1995, establece definitivamente el papel central del tema de la dependencia
Orígenes y Riedweg, 1994, para la Cohortatio. En el campo pagano, Numen. Fr. 10 se sumó
en el pensamiento de Clemente, Eusebio y Teodoreto. Cfr. Chadwick, 1966, para Justino y
a la idea al definir a Platón como un «Moisés aticista» (Mw`shs jAttikivzwn). Pero Celso
una construcción nueva que se aparta de la tradición (Origenes Cels. 1.4, 1.16, 2.5, 4.11,
acusa a los cristianos de copiar las ideas griegas y orientales y, además, de pervertirlas en
Clem. Al. Strom.5.1.10.1 y 6.1-2.27, citando como prueba un tratado pagano Acerca
4.41).
del plagio (Peri; Kloph`s) con varios fragmentos órficos (cfr. cap. 12, § 4).
99
100
Clem. Al. Prot. 2.22.3, Eus. PE 1.10.40, Thdt. Affect. 11.33. Cfr. Herrero, 2005a.
1559
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103
Los versos aparecen en Philostr. Her. 25.2 (OF 848 I) como de Panfo. O bien Gre-
gorio utiliza unos versos ya compuestos en ambiente pagano como caricatura, o bien se
Bernardi ad loc. sugiere que Gregorio transforma el segundo verso para hacerlo sonar aún
burla de una fórmula que pretendía seriamente mostrar el más absoluto de los panteísmos.
tar la mención del asno, cuya presencia en los misterios báquicos testimonian las Ranas de
tino como objeto del plagio (Gn. 49.8-12). Aunque el vino es más común, no cabe descar-
1561
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105
Cfr. Roessli, 2002, sobre estas precauciones, frente a la naturalidad de la misma
metáfora en Eusebio, un siglo más tarde, fuera de un contexto apologético.
1562
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106
Clem. Al. Prot. 2.17 s., Arnob. Nat. 5.19 s. Tal vez Arnobio se limita aquí a seguir a
Clemente (cfr. n. 64), pero cabe escasa duda de que Clemente omite deliberadamente un epi-
sodio contenido en su fuente, pues el salvamento del corazón por Atenea, del que sí se hace
eco, tiene escaso sentido si no preludia la vuelta a la vida de Dioniso a partir de este órgano.
107
Cap. 27.
Origenes Cels. 4.17: to;n peri; yuch's ajnavgein lovgon kai; tropologe`n. Difícilmente
108
Cfr. n. 34.
109
puede referirse a otra cosa que a la doble naturaleza del alma derivada del mito (cfr. cap. 27).
1563
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110
Cfr. cap. 18.
111
Cfr. nn. 92 y 102.
112
Por ej. Isoc. 10.38.
113
Cfr. n. 103.
114
Cfr. n. 33. Sobre la recepción del evemerismo entre los cristianos, cfr. ahora
Winiarczyk, 2002, 168-175 (con bibliografía en n. 143).
1564
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Apol. 1.21 compara a los hijos de Zeus con Jesús para mostrar como natural creer en un
115
La comparación es muy representativa de la evolución de la apologética. Iust. Phil.
que hay alternativas paganas más antiguas a Jesús, y Origenes Cels. 3.22-43 debe emplear-
hombre como Hijo de Dios. Celso, en cambio, usa la misma comparación para demostrar
Origenes Cels. 4.33-34 sobre la acusación mutua de embaucadores. Clem. Al. Prot.
se en demostrar las diferencias de Jesús con estos hombres divinizados.
116
dad de la cita es discutida (cfr. Marcovich en su Fr. 87). Por su parte, Prot. 22.4 presenta
22.1.2 cita a Heraclit B.14 D-K como apoyo de su ataque a los bavkcoi, aunque la literali-
con el P. Derv. col. VI 1 la curiosa coincidencia, aparte de la mención de los mavgoi, de ser
los únicos testimonios de la expresión generalizadora povpana poluovmfala al hablar de los
misterios. En otros lugares en que se habla de o[mfala el prefijo generalizador polu- desa-
parece siempre en favor de numerales más concretos tetra-, penta- (cfr. Henrichs 1984a,
261). El vocabulario abstracto parece ser más propio de las descripciones de un fenómeno
religioso por gente que está fuera de él y por tanto tiende a categorizarlo para comprender-
Creta, D. S. 5.75.4, 5.77.3; para Egipto, D. S. 1.96.6, Clem. Al. Prot. 2.15.1.
117
Para Samotracia, D. S. 4.43.1, 5.49.6, 5.64.4 (cfr. Linforth, 1941, 27, 204 s.); para
1565
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Tal vez uno de los elementos que más facilitó la manipulación apo-
logética de los textos órficos fue la arraigada tradición de que Orfeo
había tomado sus conocimientos religiosos de Egipto118. De muchos
sabios (Pitágoras, Platón, Solón) se contaba lo mismo, porque Egipto
era, de un modo parecido a la India actual, la tierra misteriosa e ideal
de donde provenían los conocimientos de magia y religión. Los judíos
alejandrinos, seguidos por los cristianos, modificaron ligeramente esa
tradición al propalar que Orfeo había conocido allí la revelación de
Moisés, a la que atribuyen todos los elementos aprovechables de su
mensaje119. El debate en torno a la prioridad de las doctrinas es una
clave de la polémica entre paganos y cristianos y el caso de Orfeo
ofrecía un estupendo argumento a los segundos. Egipto era el lugar
físico de encuentro entre las dos tradiciones, la prueba palpable de
que la tradición religiosa griega dependía, en cuanto tenía de verda-
dero, de la hebrea. El afán judeocristiano por la positividad histórica
de los sucesos salvíficos se veía así satisfecho plenamente, pues no
hacían falta grandes esfuerzos para acomodar la cronología de Orfeo
y Moisés120. Postular su encuentro durante este viaje supone sólo aña-
dir un detalle que integra la teoría de la dependencia griega de los
profetas en la tradición anterior casi sin esfuerzo. Las consecuencias
reales de la introducción del detalle son muy grandes para la visión
de la religión griega, pero la manipulación que permite su entronque
con la tradición es, en comparación, muy leve.
En el mismo esquema se inserta la prioridad cronológica de Orfeo
respecto a Homero. En época precristiana encontramos, junto a la
enumeración tradicional de poetas Orfeo-Museo-Hesíodo-Homero,
ciertas voces discordantes de prestigio (Heródoto, Aristóteles) que
dan la prioridad a Homero, lo que lógicamente va unido a defender la
inexistencia de Orfeo y la atribución de sus poemas a otros autores
como Onomácrito y los pitagóricos121. Los cristianos que mencionan
a Orfeo se decantan claramente por su existencia y prioridad122. Esta
curiosa unanimidad a la hora de defender la existencia del archiene-
migo, cuando de sobra conocían la alternativa123, no se debe sólo,
Iust. Phil. Coh. Gr. 14.2, 15.1; Eus. PE 1.6.4, 3.9.12, 10.8.1.1-16, Epiph. Const.
118
D. S. 1.69.2; 1.69.4 (OF 48).
120
Tat. Orat. 41, Aug. Civ. 18.37. El caso más espectacular es sin duda la identificación
mente su prioridad respecto a Homero Iust. Phil. Coh. Gr. 15.1, Athenag. Leg. 18.3, Clem.
122
Habitualmente recibe un título como palaiovtato” o prw’to”. Mencionan expresa-
1566
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Pablo cita a Arat. 5 en su discurso del Areópago (Act. Ap. 17.28) y a Epim. en Ep.
Tit. 1.12, aunque no faltan pasajes en que desdeña la sabiduría griega. Sobre la apologética
124
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125
P. e., un centón de citas de filósofos y poetas sobre la caída del alma y su prisión en
el cuerpo, reconstruido por Burkert, 1975, y Mansfeld, 1985, que circuló entre los platóni-
Al. Strom. 3.3.17), omite totalmente a Orfeo y sus poemas, salvo en la referencia de Pl. Cra.
cos medios y neoplatónicos (Plutarco, Plotino, Hierocles), judíos (Filón) y cristianos (Clem.
Iust. Phil. Coh. Gr. 15.1 = OF 543; sobre este himno, cfr. Fauth, 1995. Cita otros dos
400c, que otorga un sello órfico permanente al dicho del sw` ma-sh`ma (cfr. n. 34).
himnos Clem. Al. Strom. 5.14.128.3 (OF 243, probablemente los primeros versos del
126
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judía –la versión larga del Testamento dice (OF 378.27) que «Dios
ocurre con oráculos de Apolo y de la Sibila–, si es una falsificación
guía el mundo con su espíritu entre los aires y las aguas»– o si son
incluso versos órficos sacados de contexto, pues el pneu`ma desempe-
ña desde antiguo un papel en la tradición teogónica griega, incluidos
los poemas órficos130, posiblemente con el mismo origen medioo-
riental que tiene el pneu`ma que aparece en el principio de la creación
bíblica131.
En cualquier caso, hasta aquí hemos encontrado ejemplos de apro-
vechamiento cristiano de nociones que, más o menos manipuladas, sí
En P. Derv. col. XVIII 3 el verso órfico «Zeus es el hálito de todo» (OF 14.3) pre-
129
130
en OF 115, 117 y 360. Cfr. los comentarios de Bernabé ad loc., la importancia del aire y los
senta pnoihv, que el comentarista traduce a la prosa por pneu`ma. También aparece pneu`ma
vientos en otros fragmentos órficos (OF 421) y su presencia en la teogonía de Ferecides (Fr.
LXX Ge. 1.2: «El espíritu (hebreo ruah) de Dios se echó sobre las aguas».
60 Schibli).
131
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to134. ¿Había algo en el orfismo que le permitiera, por una vía o por
otra, llegar a ser la puerta de entrada de esta noción en Grecia? La
132
Pl. Ti. 28c llama al Demiurgo poihth;s kai; pathvr del cosmos, uniendo así en una
las teogonías. La metáfora de la voz es más adecuada para expresar la creación ex nihilo cris-
sola figura la imagen del artesano (también Ferecides) y la de generación sexual propia de
tiana que estas dos imágenes, y de ahí tal vez la mayor querencia de la teología cristiana por esta
idea, frente al escándalo que causa en la filosofía griega (cfr. Runia, 2003, con bibliografía).
133
Lieberg, 1982, 159-173.
134
A favor de la primera, Zeegers, 1972; de la segunda, Riedweg, 1994, y cap. 18. Me
mado a la Palabra de Dios aujdhv en vez de lovgos. Sólo una vez en los LXX, en Is. 55.11, el
inclino por la primera por la fuerza del argumento de que un judío difícilmente hubiera lla-
hebreo dabar no se traduce por lovgos, sino por rJh`ma, probablemente con intención de tra-
Clem. Al. Strom. 5.14.122.2, interpretando así OF 31.7-8 (que realmente se refiere
ambos verbos.
136
Clem. Al. Strom. 5.14.116.1, a propósito de OF 691 (uiJe; Dio;s megavloio, pavter
a la recreación del cosmos por Zeus tras haberlo ingerido todo).
137
Dio;s aijgiovcoiãoÃ), que tal vez se refiere a Crono (Padre de Zeus, pero engendrado por él de
pasaje es similar a Clem. Al. Strom. 5.70.3-6, donde cita un pasaje de Eurípides en el que
nuevo tras engullirlo todo), o a Zeus mismo, para expresar que se sucede a sí mismo. El
se advierten rastros de orfismo (Fr.912 Kannicht = OF 458) como intuición pagana del
Padre y el Hijo. Cfr. cap. 50, § 3.4.
1570
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órficos. Pero sin duda el caso más célebre es el primer libro del Pro-
sobre la reencarnación del alma, presenta las suyas propias en moldes
138
Sobre el primer libro del Protréptico, cfr. Skeris, 1976; Irwin, 1983; Halton, 1983.
La sustitución de lo antiguo (palaiovs) por lo nuevo (kainovs) como fuente de autoridad es
uno de los más radicales cambios de la cosmovisión cristiana, coherente con la importancia
del concepto de la conversión como movimiento espacial (si supone ir de A a B, B es pos-
LXX Ge. 1.3; Ps. 10.20; Ev. Matt. 8.5-13, Ev. Io. 1.1-14.
terior en el tiempo). Cfr. Herrero, 2005b.
139
1571
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de sustituirlo.
Pero sobre todo el mito del cantor sirve de carta de presentación a
los griegos del poder del Logos bíblico:
Pájaros son los hombres ligeros, reptiles los que engañan, leones
los iracundos, cerdos los lujuriosos, lobos los rapaces, piedras y palos los
insensatos (1.4.1).
140
P. e., Semon. Fr. 7 West. Pl. Ti. 91 lo aplica a la reencarnación de los viciosos en
animales.
este mundo (p. e., Iambl. VP 64 ss.) y además de ayudarlas en su tránsito a través de las
141
La música, según las ideas neopitagóricas, tiene el poder de purificar las almas en
esferas celestes tras la muerte, el tema del poema órfico-neopitagórico Lyra, cfr. cap. 36.
La similitud es notada por Halton, 1983. Sobre OH 34, cfr. Ricciardelli, 2000a ad loc.
Sobre su función de sostén del cosmos, cfr. nota siguiente.
142
143
Novmos se usa en el sentido de «melodía musical» para introducir el concepto de Ley
de Roma, OF 491). También pneu`ma (1.5.3.4) introduce el Espíritu Santo como el soplo
necesario para tocar la flauta y es asimismo un concepto de creciente importancia en el orfis-
mo (cfr. n. 130 supra). Cfr. Herrero, 2002, sobre estas técnicas de cristianización del léxico.
1572
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to, Noster Orpheus, consiguió salvar el alma del hombre de los infier-
y extraen consecuencias morales de la historia, celebrando que Cris-
144
Cfr. cap. 9.
145
Boulanger, 1925. La imagen de la lira es muy popular entre los cristianos, indepen-
sobre el poder de la música (Skeris, 1976). Clem. Al. Paed. 3.11 recomienda su uso como
dientemente de Orfeo, probablemente porque comparten muchas de las ideas pitagóricas
imagen para el sello de los cristianos, y el OF 679a es un anillo con la inscripción «Sello
de Juan de San Esteban» (¿tal vez un monasterio de este nombre?), de procedencia proba-
blemente minorasiática, con una esquemática imagen del cantor con la lira y los animales,
1573
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147
Friedman, 1970.
1574
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LXIII
1. INTRODUCCIÓN
1
El carácter aparentemente irreconciliable de la ideología que alienta cada una de las
autoría, de la unidad de las Dionisíacas y del credo de Nono, en lo que ha dado en llamar-
dos obras empuja a los estudiosos del panopolitano a discutir acerca de la comunidad de
se «cuestión noniana», a semejanza de la suscitada por los poemas de Homero: cfr. Damia-
ni, 1902; Bogner, 1934; Livrea, 1978; Gigli Piccardi, 1985; Cameron, 2001; y Livrea, 2003.
2
Para un panorama detenido de las relaciones entre orfismo y dionisismo, cfr. cap. 32.
1575
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3
D. 13.429, 19.100, 19.112 y 41.375.
4
Cfr. caps. 2, § 12 y 3.
5
Cfr. cap. 2, § 5.
1576
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las cuatro alusiones directas al personaje, sólo una de ellas está cen-
trada en Orfeo; las tres restantes se refieren a Eagro, su padre, al que
el poeta sitúa genealógicamente sirviéndose de la mención de su
ge; Hermes, de la lira; Hiagnis, del aulós; Orfeo como creador de los
lista se incluyen los siguientes nombres: Pan como inventor de la sirin-
y Palamedes: Pl. Lg. 677d (OF 1017). Cfr. Bernabé, 1998a, 43, quien afirma que se adjudi-
6
Orfeo es inventor (prw`tos euJrethvs) también para Platón, que lo cita junto a Dédalo
ca al tracio la invención de cualquier cosa que, por una u otra razón, se considera prove-
chosa para la raza humana.
1577
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7
Bernabé, 2002h.
8
∆Orfeu;s mustipovloio qehgovra ceuvmata molph`s.
9
Cap. 33, § 2.1.b.
1578
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puesto que para poder hablar de cosas divinas es conditio sine qua
dad clásica, la diferencia entre uno y otro significado es casi nula,
orfismo, como se deduce del testimonio de Clem. Al. Prot. 2.17.2. Además, en el P. Derv.
10
La recitación de teogonías formaba parte de ciertos rituales mistéricos cercanos al
col. VI se mencionan unos mavgoi que se han puesto en relación con Hdt. 1.132, donde se
describe un ritual ejecutado por unos magos persas que incluye la recitación de una teogo-
de los magos del P. Derv., cfr. Tsantsanoglou, 1997, 99, 110-115; Johnston, 1999, 137; Bur-
nía, denominada por los oficiantes ejpaoidhv: cfr. Jourdan, 2003, 37 s. Para la identificación
kert, 2002, 146-157; Betegh, 2004, 78-83; y Bernabé, en prensa a. Para la relación de Orfeo
1579
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12
Se entiende así que la herencia se produce en el sentido lógico, es decir, de madre a hijo.
13
wJs genevths ∆Orfh`os, oJmevstios hjqavdi Mouvshi.
14
Es decir, lo hizo al modo de Laconia, «lacónicamente»; cfr. Hernández de la Fuente,
2001, nota al pasaje (n. 12).
1580
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Orfeo. Se trata de un recurso orientado a subrayar las aptitudes bélicas de Eagro, explicable
por encontrarnos en un contexto guerrero.
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ral, como las de los cantos primero y vigésimo quinto, sino a la madre
de Orfeo en concreto. Nono da comienzo a la llamada «principalía de
Eagro», el relato centrado en las hazañas del príncipe bistonio, y, así,
invoca a Calíope por un proceso asociativo, puesto que entre las
nueve hijas de Mnemósine ella es quien mejor debe conocer, y en
consecuencia inspirar, las gestas de su esposo (v. 189). En 22.320-
324, dentro aún del relato de los hechos de Eagro, como permite
deducir el contexto, Eagro confía en que su esposa le dará suerte:
que operan sobre la naturaleza, los hombres o los dioses con resulta-
dos del todo semejantes a los que la tradición atribuye al tracio. Fren-
20
Eagro es mencionado de forma aislada en D.19.69-72 y 22.168-186. En el primer pasa-
je aparece como contendiente de Erecteo en la prueba musical que se organiza con motivo
de los funerales de Estáfilo. El segundo, anterior al que presenta la invocación a Caliopea
para que narre los hechos de guerra de su esposo, prepara el terreno a tales hazañas. La
ausencia del nombre de Orfeo en esta parte se debe a que su padre no aparece relacionado
en absoluto con ninguna de las habilidades tradicionales del músico.
1582
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21
Sobre el poder del sonido en las Dionisíacas, cfr. Newbold, 2003. Para un estudio de
los puntos de contacto y las diferencias entre la música de Orfeo y las manifestaciones
musicales dionisíacas, cfr. cap. 4.
22
La invención de los «instrumentos que representan los sonidos de la lengua»
Cadmo en D. 4.259-285. Por otro lado, la mención de Egipto, patria del padre de Cadmo,
(glwvsshs o[rgana oJmovqroa) se pone al mismo nivel que las aportaciones religiosas de
remite a la idea de que lo que de allá procede presenta una pátina de antigüedad y venera-
bilidad innegable para los griegos: cfr. Bernabé, 2002c.
23
Citamos unos pocos ejemplos: un imperativo qevlge dirigido por Zeus a Cadmo en
395; frenoqelgevos dicho del canto (ajoidh`s) en 406; qelgomevnwi en 521; ejpiqevlgetai en
526. En el canto segundo, a manera de sumario de los efectos conseguidos sobre Tifón, fre-
noqelgeva del verso 10, y qelgovmenos en 13.
1583
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Cadmo asegura a Tifón que podría hacer sonar aún mejores melo-
días que la que surge de su flauta con la lira que elaboraría si tuviese
los tendones de Zeus, que le servirían de cuerdas. Se trata, evidente-
mente, de un ardid para conseguir recuperarlos. El parlamento alude
veladamente a la figura de Orfeo por medio del recuerdo del don pro-
verbial de su canto, que hechiza animales, plantas e incluso piedras.
Cadmo se pone al nivel del cantor tracio al presumir de poder encan-
tar a los tres grupos que conforman la naturaleza terrestre24, pero da
un paso más al asegurar que será capaz de dominar incluso el océano
y las estrellas, la luna y el sol, proeza que conformaría un acto de
u{bris, si no fuese una mera jactancia, orientada a completar el plan
de Zeus.
El caso de Anfión es similar. Su música presenta también capaci-
dades mágicas, en razón de las cuales aparece en algunos testimonios
relacionado con Orfeo25. Pero, mientras que la actividad de Cadmo
como músico no es más que un invento del panopolitano, Anfión sí es
célebre en la mitología por tal oficio. Nono respeta, pues, la tradición
cuando recoge en 5.63-67 la intervención del hermano de Zeto en la
fundación de Tebas:
E. Ba. 560-564 (OF 947) y Trag. adesp. Fr. 129.6s . K.-S. (OF 950); árboles, montes y ríos
24
Vian, 1976, nota a 1.499. Árboles y animales encantados por la música de Orfeo en
tos en Dio Chrys. 32.61 (OF 911), Luc. Im. 14 y Dom. 18. Cfr. más ejemplos en cap. 57.
25
Orfeo confundido con Anfión en Paus. 6.20.18 (OF 964). Ambos mencionados jun-
26
Cfr. A. R. 1.735-741, Od. 11.262; Apollod. 3.5.5, donde se cuenta cómo ocurre esto,
mientras Zeto, hermano de Anfión, carga las piedras al hombro.
1584
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Anfión, con su lira, conduce las piedras que habrán de formar los
muros de Tebas. Filóstrato27 describe este episodio, representado en
un cuadro donde Anfión aparece cantando a la Tierra, que, «al ser
progenitora y madre de todas las cosas», crea las murallas de Tebas
obedeciendo al canto del músico28. El poder de mover piedras, una de
las características más llamativas de la música de Orfeo, posibilita la
confusión y la identificación de ambos personajes, hasta el punto de
que algunos testimonios muestran a Orfeo moviendo piedras con su
lira para fortificar Tebas29. De este modo, el músico tracio se apode-
ra de la única escena que protagoniza Anfión y del único rasgo des-
tacable de toda su personalidad mítica30.
3. TEOGONÍAS ÓRFICAS
probable es que dicha obra, aunque sea sólo por razones cronológicas,
fuera también para Nono, prácticamente contemporáneo del comen-
tarista, el único relato teogónico órfico al que pudo tener acceso direc-
to. Sin embargo, las divergencias del poema de Nono con ésta y otras
teogonías son tan numerosas como sus puntos de contacto. Las inter-
tanto los nombres como los rasgos que remiten a las divinidades pri-
mordiales del orfismo parecen ser empleados únicamente por intere-
ses poéticos, en un alarde de erudición. No le interesa a Nono una
27
Philostr. Iun. Im. 1.10 (OF 66).
28
Motivo similar al que se aduce para explicar el poder musical de Orfeo para encan-
tar la naturaleza, que le obedecería porque se dirige a ella en su mismo idioma. Así, en cap.
Dam. Pr. 123 (III 159.17 Westerink) distingue tres teogonías: el Relato sagrado en
del escudo que Hefesto fabrica para Dioniso.
1585
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el engaño urdido por Rea para evitar la devoración de Zeus, por otro
3.2. Rea
32
I. e., no pretende Nono construir ni reproducir una antropogonía, elemento caracte-
Hes. Th. 490. Para un sumario de las diferencias de las teogonías órficas y la hesió-
rístico de las teogonías órficas.
33
Fanes aparece en las Dionisíacas como la más antigua de las divinidades, pero no se hace
dica en el episodio de la piedra tragada por Crono, cfr. Vian, 1990, 269.
34
alusión a su nacimiento del huevo ni al papel cósmico que las teogonías órficas le adjudican.
OF 206.
35
Cfr. el cap. 38.
1586
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38
En la época de Nono el sincretismo no es exclusivo de ninguna religión, sino que
abarca todas, y estriba en la falta de un interés manifiesto por precisar la proveniencia de
9.145 y 175, en 11.241, en 43.22; llamada por Dioniso «mi Rea» con un posesivo afectivo
en 11.299; «madre de dioses», qeotovkos, en 45.98. Durante la narración de la infancia del
dios, en 9.175-205, Rea contempla orgullosa las tempranas hazañas del pequeño, que sub-
instrumentos musicales en 10.139 s., e. g. Es en el canto 9 donde más abundan las referen-
yuga a animales salvajes en 9.182 s., conduce el carro de la diosa en 9.191, o maneja sus
Cfr. cap. 14. Nacimiento de Core en OF 87; su descripción en OF 88, con identifi-
10.140; la calma de su recinto, en 14.249.
cación de Deméter y Rea; unión de Zeus y Perséfone en OF 89; identificación de Rea con
42
1587
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44
ajrcegovnou ga;r / ejk kradivhs ajnevtelles ajeidomevnou Dionuvsou (OF 326). El
OF 314-316.
corazón de Dioniso es la única parte de su cuerpo que se salva de la devoración titánica en
Clidem. FGrHist 323 F (OF 29). En Nonn. D. 8.162, 9.222, 13.35s., 25.354. En
46
47
1588
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3.3. Fanes
48
h. Cer. 233-243.
49
West, 1983a, 166-175, afirma que Zagreo es un desdoblamiento del Zeus cretense.
Cfr. Parker 1995, 494, quien alude a la posibilidad de que Protógono, Zeus y Dioniso sean
en cierto modo el mismo dios, pues Zeus «estaría implícito en Protógono y Protógono reen-
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mitología egipcia. Parece evidente que las doctrinas del Corpus Her-
de heraldos, que lo acerca innegablemente al escriba divino de la
Acerca del Corpus Hermeticum cfr. Festugière, 1949-21954; Fowden, 1986, con
52
Chrétien, 1985, 112 s.
bibliografía. Para la influencia del Corpus Hermeticum en las Dionisíacas, cfr. Bulla, 1964.
53
1590
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54
OF 60 y 540.
55
ai|s e[ni kei`tai / eijn eJni; qevsfata pavnta, tav per peprwmevna kovsmwi /
D. 41.351 s., 361-363 y 399. Los detalles sobre Ofión son escasos en la epopeya, si
prwtogovnoio Favnhtos ejpevgrafe mantipovlos ceivr.
bien suficientes para afirmar que es una divinidad antiquísima: en D. 12.45 se alude a un
56
supuesto reinado de él y su esposa Eurínome, previo al de Crono. Parece que Nono toma
OF 6 y 8.
esta versión de A. R. 1.503.
57
1591
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de otros autores: Sch. Tz. ad Lyc. 208 (98.6 Scheer) = Call. Fr. 643 Pf., Euph. Fr. 13 De Cuenca
58
El mito de la muerte del primer Dioniso se puede encontrar, además de en Nono, en citas
= 14 Van Groningen, Plu. de esu carn. 996B (OF 318 II). Cfr. asimismo cap. 34, esp. §§ 2 y 4.
Clem. Al. Prot. 2.17.2.
E. Cret. Fr. 472 Kannicht (OF 567). Cfr. cap. 50, § 3.1. Plut. de E Delph. 389A, habla
59
60
de «Zagreo» como nombre cultual y no literario de Dioniso, junto con las denominaciones
dencia con OF 308-309. Euforión parece comparar el efecto de los rostros blanqueados de los
para distraer al pequeño (ajntituvpwi novqon ei\dos ojpipeuvonta katovptrwi), en correspon-
Titanes con la apariencia de los cadáveres: Euph. Fr. 29 De Cuenca = 92 Van Groningen (OF 35).
1592
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aludimos, irían, en cambio, más allá de una mera variatio, para dar
las carnes del dios niño, sustituidas por las metamorfosis a las que
63
Cfr. Hernández de la Fuente, 2002.
1593
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… Domeña a esa impía criatura, para honrar a este Dioniso, que reci-
be su nombre del antiguo Zagreo.
68
deivdia, mh; Diovnuson, o}n ajndromevh tevke gasthvr, / ajsteroph;n kratevonta
meta; Zagrh`a nohvsw.
69
Es una constante a lo largo del poema que, desde el punto de vista de sus enemigos,
Dioniso sea un simple mortal.
70
ajlla; tovkon Semevlhs flogerw`n ejrruvsato pursw`n, / kai; brevfos eijsevti Bavk-
con ajnezwvgrhse keraunous, / hJmitelh` novqon ui|a: dai>zomevnou de; macaivrais / Zagrevos
ouj promavcizen ejpouranivou Dionuvsou.
71
Linforth, 1941; Guthrie, 1952; Bianchi, 1975; Burkert, 1987b; Sorel, 1995.
1594
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salvación personal post mortem para todos aquellos que hayan parti-
Nono conoce de cerca la doctrina órfica que hace del hijo de Per-
séfone el heredero del reino celeste, tal como se pone de manifiesto
1595
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culto dionisíaco. Para cerrar el círculo de la relación del mito de Tilo con
el dionisismo, cabe recordar la importancia de la vid en el mito de Dio-
niso. Con ella se adornan las ménades, las bacantes, los silenos. No se
agotan los ejemplos con la mención de la hiedra, que además es uno de
los componentes del tirso, la vara propia del séquito dionisíaco.
El mito de Tilo no se ocupa sólo de su vuelta a la vida, sino que
en realidad son tres las figuras que resucitan: la serpiente macho y el
propio Tilo, gracias a la misteriosa «hierba de Zeus», y el árbol con
el que Damasén golpea al reptil, que vuelve a echar raíces de mane-
ra espontánea después de arrancado (25.520), en lo que parece una
clara alusión a la fuerza regeneradora que poseen en sí mismos los
elementos de la vegetación.
74
Plin.HN 25.14 = Xanth. FGrHist 765 F 3.
75
El mito de Tilo pertenece a un tipo frecuente de relatos que se refieren a la planta de
la inmortalidad y a su uso por parte de una serpiente. El ejemplo más antiguo en el Medi-
terráneo es el de Gilgamesh, al que le dan una hierba para rejuvenecer, pero una serpiente
se la roba mientras se está bañando y deja su camisa. Más probable en Nono es la influen-
cia de Apollod. 3.3.1, donde el adivino Poliído resucita a Glauco con una hierba que ha visto
usar a una serpiente. Para un examen detenido del episodio de Tilo, cfr. el comentario de
Vian, 1990.
76
Newbold, 1984 se centra en el simbolismo sexual de la serpiente en el poema.
1596
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Y de Tilo, en 25.544:
1597
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80
‘Ampelos ouj tevqnhke, kai; eij qavnen.
81
bavkcos a[nax davkruse, brotw`n i{na davkrua luvshi.
1598
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5. A MODO DE CONCLUSIÓN
1599
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Hera hemos descubierto a Fanes, con los adjetivos que le son propios
en el orfismo, y que recuerdan su identificación con el Sol y su carác-
que son muchas las relaciones que quedan aún por descubrir.
1600
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NOVENA PARTE
ORFISMO Y POLÍTICA
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LXIV
Miguel Herrero
Universidad Complutense
1. PLANTEAMIENTO DE LA CUESTIÓN
1
El impulso primordial proviene de la escuela francesa (p. e., Vernant, 1964, que sigue
los postulados de su maestro Gernet, 1955), que comprendió que tal separación era fruto de
la comodidad académica y de la proyección de categorías modernas.
2
Sabbatucci, 1965; Detienne, 1975 y 1977. Los postulados de Detienne han sido desa-
1603
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testa contra la polis como la clave central del orfismo: también hay
gión, la literatura y la política. Pero sería precipitado postular la pro-
plos típicos en nuestro campo los problemáticos pasajes E. Hipp. 952 ss. y Cret. Fr. 472
3
Cfr., p. e., los estudios editados por Fisher-van Wees, 1998, y Pelling, 2000. Son ejem-
1604
1517-1648:1517-1648 29/9/08 16:03 Página 1605
carse.
De este modo, es inevitable abordar el sempiterno problema de
quién merece la etiqueta de «órfico» y qué significa exactamente.
Muchos de los elementos ideológicos del orfismo están presentes entre
los pitagóricos, pero éstos alcanzaron una identidad propia y una acti-
vidad política que no aparecen en el orfismo7. Por ello no puede
extrapolarse la cohesión social de una secta a un movimiento mucho
más disperso, que se expande a través de una tradición poética abier-
ta y de iniciadores ambulantes. Por ejemplo, es indudable que en la
literatura órfica se propugnaba el vegetarianismo, como hace también
Empédocles, y que su práctica permanente u ocasional debió de
extenderse en ambientes en que se tomaba a Orfeo como autoridad
religiosa. Ahora bien, no debemos deducir que todo testimonio teñi-
do de orfismo, allá donde aparezca, implique la negación del consu-
mo de carne; ni que el vegetarianismo, en los ambientes en que se
practique, tenga siempre la misma forma y el mismo sentido.
Por ello hay que evitar caer en la tentación de distribuir pares de
opuestos, como dioses celestes-dioses ctónicos, cultos públicos-cultos
1605
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Detienne quiso tomar esta inversión del orden habitual del sacrifi-
cio como muestra de la inversión ritual de los órficos, que rechazarí-
an así el sacrificio tradicional8. Pero esta alteración del orden ritual
8
Clem. Al. Prot. 2.18.1, Ps.-Arist. Probl. 3.43. Cfr. Detienne, 1977. No queda claro en
su exposición si el mito reflejaría la práctica transgresora habitual de los órficos o si sería
1606
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tradicional podría ser, más que una inversión con intención política,
un signo de la perversión ritual que los Titanes llevan a cabo en su cri-
men, cuyo orden extraño revelaría el carácter único de este sacrificio
primordial. Que los legovmena de ciertas teletaiv conmemoraran ese
9
Cfr. además Parker, 1995, 509, n. 93, quien señala que la alteración del orden no es
una inversión totalmente simétrica, pues el procedimiento usual es cocer algunas partes y
asar otras. La asimetría resta fuerza a la interpretación anti-política y apoya la idea de una
perversión ritual.
10
El mito de Prometeo ha sido comparado a menudo con el de los Titanes como relato
del sacrificio primordial y del destino de los hombres, pero no trata de la antropogonía, que
es omitida por Hesíodo.
11
Cfr. el relato herodoteo sobre el rey escita Escilas (Hdt. 4.79) y las huellas de lami-
nillas áureas en lenguas itálicas (Bernabé-Jiménez, 2001, 217 s.); cfr. cap. 56.
poema órfico Physika presentaba en época clásica a los Tritopátores como ancestros de los
12
Des Places, 1964c, sobre la historia de este concepto. Gagné 2007 propone que el
1607
1517-1648:1517-1648 29/9/08 16:03 Página 1608
13
Esta condena general por el «pecado antecedente» (Bianchi, 1966) es compatible con
la condena o salvación individual según la conducta moral y ritual, frente a la idea tradi-
cional de que se pagan las culpas de los antepasados familiares. El elemento central de la
compensación (poinhv) se mantiene, pero sus sujetos cambian: todos los hombres o el indi-
viduo frente al clan familiar. Esta combinación de condena general y responsabilidad indi-
vidual es similar al esquema cristiano (cfr. cap. 62, § 2.1).
14
Esta catábasis ha sido reconstruida en su estructura básica por Riedweg, 2002a. La
construcción genealógica se extiende fuera de las laminillas: una inscripción cretense del
siglo II a.C. (OF 568) mantiene que hay que declarar el propio linaje de los dioses para
alcanzar la bendición de la diosa (cfr. cap. 59, § 3.3).
15
Los tres diálogos más fácilmente comparables son los de Glauco y Diomedes (Il.
6.121-236), Aquiles y Eneas (Il. 20.177-352) y Aquiles y Asteropeo (Il. 21.149-160, 182-
199). Analizo en detalle los múltiples paralelos y divergencias con los diálogos del alma en
las laminillas en Herrero 2007d y Herrero (en prensa).
16
Glauco (Il. 6.150-211) y Eneas (Il. 20.213-241) cuentan con todo lujo de detalles la
∆Astevris o[noma (Lam. Phars. OF 477.9), gevnos oujravnion (Lam. Entell. OF 475.15, y
historia de sus antepasados.
Petel. OF 476.7), Gh`s pai's eijmi kai; Oujranou` ajsteroventos (Lam. Hipp. OF 474.10 al.), ei[te
17
me Moãi`Ãra ejdavmasãsÃ∆ ei[te ajsteroph`ta kãeÃraunw`n (Lam. Thur. OF 489.5), cfr. OF 488.4.
18
En el esquema que desarrolla la reencarnación, ésta se concibe como un ciclo (kuv-
klos) en el que no importan las encarnaciones individuales, sino que la identidad verdade-
ra está en el alma de origen divino. La metáfora del ciclo de la naturaleza es utilizada tam-
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bién para definir el genos, cuya supervivencia es más importante que cada generación de sus
miembros (Il. 6.146-149, Il. 20.300-309). La analogía demuestra que aun los elementos que
más probablemente proceden de influencias extranjeras (cfr. capítulos 39 y 41) se insertan
Lam. Thur. OF 490.3 ⊕ Il. 6.211 = 20.241. Sobre el verbo eu[comai, cfr. Muellner,
en esquemas conceptuales tradicionales.
19
héroe, eukhetai, dice los hechos más significativos sobre sí mismo». Exactamente lo mismo
1976, 92: «orgullo de estirpe, orgullo de la patria y orgullo en un logro superior: cuando un
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20
En este punto están de acuerdo, desde teorías de la antropología del sacrificio muy
distintas, por ejemplo, Burkert, 1983a, y Vernant-Detienne, 1979. En el coloquio de la Fun-
dación Hardt de 1981 sobre el sacrificio Vernant, Burkert y otros confrontan sus posturas:
pero la cohesión de la comunidad en torno al sacrificio, tal como la enuncia Rudhardt, 1958,
es su aspecto fundamental.
21
Ésta fue una de las grandes aportaciones de Sabbatucci, 1965, recogida y desarrolla-
da por Vernant y Detienne, 1979.
22
Su descripción del asesinato del hijo por su padre (B 137 D.-K.) ha sido comparada
1610
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fueron excluidos de ella. Pero cuando los describe Platón dice que
dio en un ritual menádico (Sch. Clem. Al. Prot. 12.119.1, Phot. s. v. nebrizein). Firm. Err. prof.
relig. 6.5 cuenta cómo los Titanes lo cocieron, pero lo vincula a «devorar un toro vivo con
los dientes». Robertson, 2003, intenta separar dos rituales originarios, uno con omofagia y
sparagmovs y otro sacrificial, que habrían confluido, pero, a mi juicio, en el mito de un
sacrificio primordial de Dioniso es natural que elementos de ambos tipos de sacrificio coe-
Cf. la referencia a ta; wjmav en la línea 2 del P. Gurob (OF 578), y a ta;s wjmofavgous
xistieran desde el principio.
dai`tas en E. Cret. Fr. 472 Kannicht. Como demuestra Henrichs, 1969b y 1978, comentan-
25
do la inscripción de Mileto del 278 a.C. (OF 583), la omofagia también podía ser institu-
cionalizada en un culto regulado por el Estado.
26
Cfr. caps. 46, 47 y 52.
1611
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27
Pl. R. 364e peivqontes ouj movnon ijdiwvtas ajlla; kai; povleis. Cfr. P. Derv. col. XX. 1
1612
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3.2. El genos
32
Paus. 9.27.2, 9.30.12. Hippol. Haer. 5.20.4 menciona unas pinturas en Flía con clara
influencia órfica (Edwards 1991b). Sobre los Licomidas cfr. Parker, 1996, 305, y Graf,
1613
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3.3. La aristocracia
El oro del que están hechas las laminillas y la riqueza de las tum-
bas es una señal evidente de la extensión entre la aristocracia de ritos
funerarios que implican una escatología de salvación. De hecho, las
primeras noticias sobre el énfasis órfico en los ritos funerarios coin-
ciden cronológicamente con la ley de Solón, que, para reforzar la
cohesión de la ciudad fomentando la igualdad frente a los particula-
rismos, prohibió la ostentación en los funerales privados36. La preo-
cupación órfica y pitagórica sobre los vestidos del cuerpo también se
corresponde con la prohibición de vestir al cuerpo con excesivo lujo.
tador pasar del post hoc al propter hoc y suponer que los que se entie-
Probablemente la ley de Solón no fue la única en este sentido. Es ten-
rran con las laminillas buscan unos privilegios en el otro mundo que
este mundo ya no garantiza. Al lado del antiguo funeral ostentoso,
correlato de una fama (klevos) que hacía perdurar al muerto en la
vencia post mortem del alma del difunto. No es ya una gran tumba la
memoria, aparece ahora un ritual funerario que asegura la supervi-
que sanciona la memoria objetiva que los demás guardan del muerto,
sino una laminilla la que garantiza su memoria subjetiva37. En cual-
quier caso, se continúa con un destino diferente al de la mayoría. Esta
trasposición del elitismo social al elitismo escatológico que mantiene
genos heroico en genos universal, y por ello es posible ver entre los
las mismas categorías y fórmulas es paralela a la transformación del
Hdt. 2.81, Plu. Sol. 21.6. Según Cic. Leg. 2.59, la intención de la ley de Solón era
tolli fortunae discrimen in morte.
36
37
Así la memoria sigue siendo garante de inmortalidad en ambos casos, aunque con
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39
OF 576, Thgn. 74, 698, 930. Heráclito utiliza también esta contraposición tradicio-
Pi. O. 2.56: «si alguien que la tiene (la riqueza) conoce el futuro...». Cfr. cap. 49.
nal en un fragmento (B 104 D.-K.) en el que defiende el gobierno aristocrático.
40
41
Bremmer, 1999b, 2002, 25 s.; Redfield, 1991, también aplica categorías weberianas
al análisis del pitagorismo, aunque es más cauto en sus conclusiones. Cfr. Weber, 1922,
sobre este posible origen de las religiones de salvación. Kippenberg, 1991, actualiza y apli-
Pi. Fr. 129 Maehler, Emp. Fr. 147 D.-K. Cf. también Pl. R. 363c, Lam. Thur. OF
ca la tesis al cristianismo, el gnosticismo y el islamismo chiita.
488.6 y Lam. Pel. OF 485.6, con los elementos simposiacos de vino y coronas. Sin embar-
42
go, no hay que excluir que estas fantasías fueran también parte del imaginario de las clases
Teognis (973 ss.) niega la existencia del «disfrute de la lira o el aulós o de los dones
no aristocráticas.
43
nunc est bibendum, pero cabe ver en estos versos una negación del banquete escatológico
de Dioniso» en la morada de Perséfone. Puede ser simplemente una expresión del tópico del
1615
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nes donde la polis era menos fuerte y no había acaparado todo el poder
de las laminillas, que han aparecido de momento sólo en aquellas regio-
44
Cfr. los capítulos de Lomas (Italia), Archibald (Macedonia, Tesalia y Tracia) y
Sekunda (Creta) en Brock-Hodkinson, 2000.
Ar. Fr. 504 K.-A., Pherecr. Fr. 113.33 ss. K.-A., Aristopho Fr. 12 K.-A. Estos tres
45
Cfr. Parker, 1996.
el Más Allá; cfr. también Cratin. Fr. 62 K.-A., Eup. Fr. 319 K.-A., con chanzas sobre una
(E. Hipp. 952 ss.) puede también expresar el desdén democrático por los aristócratas que
figura no muy alejada, Lampón. El retrato euripídeo del príncipe Hipólito en boca de Teseo
1616
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Cfr. los testimonios citados en las nn. 33 y 34 referidos al genos. Nótese que en todos
47
Edmonds, 2004, 65-69, que cita en su apoyo a Graf, 1993, 225.
48
falta su mujer se lleva a la nodriza. Plu. Alex. 2.5 menciona la práctica de ritos órficos por
ellos hay una expresa presencia femenina: en el caso del supersticioso (deisidaivmwn), si
parte de Olimpíade, la madre de Alejandro, más en el estilo del tiaso menádico que de un
culto familiar: probablemente ∆Orfikav tiene en este pasaje el sentido de un culto exótico
(cfr. cap. 56.5).
49
Era un tópico en la Antigüedad el carácter supersticioso de las mujeres, pues las for-
mas de religión extraoficial se etiquetaban fácilmente como superstición, incluso como
magia: cfr., p. e., Plb. 12.24.5: th`s deisidaimonivas ajrchgou;s oi[ontai tas gunai`kas. Por
las mujeres, que no lo corrigen en la escuela, cfr. Pl. Cra. 418b-d y el análisis del pasaje por
razón parecida, el fenómeno fonético del itacismo se extiende mucho antes en el habla de
Teodorsson, 1979, 68 s.
50
Así Edmonds, 2004, 65-69.
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la polis tradicional son los pitagóricos, una secta cuya cohesión social
El caso más claro de confrontación de un grupo independiente con
nes del mundo griego, donde la polis es más débil y los grupos alter-
casualidad que esta posibilidad aparezca precisamente en los márge-
51
Cfr. capítulo 45 y también Burkert, 1969; Parker, 1995, 508-510; Bremmer, 1999;
Riedweg, 2002.
52
Por lo que cuenta Heródoto (4.79) sobre el escita Escilas, que participaba en los tia-
sos dionisiacos de Olbia, probablemente los grupos de iniciados superaban las barreras étni-
cas y políticas tradicionales. Cfr. n. 44 y cap. 24.
53
Burkert, 1982, 12.
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dad54. Dentro de esta gran flexibilidad, sin embargo, las poleis fuer-
las diversas regiones y ciudades, sino aun dentro de una misma ciu-
tes que han llegado a representar los modelos clásicos de ciudad grie-
ga, como Atenas o Esparta, no permitieron el desarrollo en su seno de
grupos religiosos que desafiaran su poder. La democrática Atenas
incorporó los misterios de Eleusis a su ideología y a su imperialismo
cultural y político y con ello controló y puso a su servicio un fenó-
meno religioso potencialmente peligroso. En Lacedemonia, de tradi-
ción oligárquica, no hay rastros más que de cultos aliados al poder
local55. Las laminillas brillan por su ausencia en ambos territorios. Y
las referencias a los iniciadores ambulantes son todas en un tono bur-
lesco y despreciativo que revela su marginalidad56.
No es extraño, no obstante, que en épocas de crisis en que el poder
estatal tuviera una situación más débil tales cultos pudieran proliferar
y ser percibidos como amenaza del orden público por diversas razo-
nes. En ese caso la reacción podía alcanzar gran violencia, como mues-
tran ejemplos de diferentes épocas. Tras hacerse con el control polí-
tico de Crotona y tal vez otras ciudades de la Magna Grecia, los
pitagóricos fueron expulsados y disueltos como secta, y sólo resurgi-
rían como tradición filosófica, ya sin veleidades políticas, varios siglos
54
Cfr. el libro de Price, 1999, que habla de «religiones de los antiguos griegos». Es de
especial relevancia para este tema su capítulo cuarto (pp. 67-88) sobre «autoridad, control
Cfr. n. 31 supra. A las menciones de Pausanias sobre cultos lacedemonios hay que
y crisis».
añadir Plu. Apophth. Lac. 224D (OF 653) sobre las burlas del rey espartano Leotíquidas a
55
un orfeotelesta ambulante. Su valor histórico es mínimo, pues parece una anécdota cómica,
Pl. R. 364e, D. 18.259, 19, 199, 249, 281; cfr. las burlas de la comedia citadas en n. 46.
pero revela el escaso papel de las teletaiv en Esparta.
56
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57
Cfr. Burkert, 1972; Riedweg, 2002, 134-139. Para el resurgimiento del pitagorismo,
BGU VI 1211 (OF 44). Para la datación precisa del papiro, cfr. Turner, 1983. Se han
cfr. capítulo 56.
58
Pl. Lg. 909a, 933a, Cic. Leg. 2.21.18, 2.37.4. Cfr. Fögen, 1994, que recoge y comen-
59
Cfr. cap. 56, §§ 4-5.
60
ta todas las leyes romanas de persecución de desviacionistas religiosos. Se advierte una gran
continuidad entre paganos y cristianos en la persecución de hechiceros, maniqueos y otros
grupos considerados peligrosos. Cfr. cap. 56, § 4.
1620
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4. CONCLUSIONES
gicos del genos heroico de la épica, y los ritos parecen tener la fami-
formulaciones teológicas órficas toman los moldes poéticos e ideoló-
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61
Cfr. Assmann, 2001.
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DÉCIMA PARTE
LXV
A MODO DE EPÍLOGO
Alberto Bernabé
Universidad Complutense
1. RAZONES DE UN INTENTO
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que puede datarse entre los siglos II y el III d.C. Probablemente sur-
gieron en un grupo religioso de Pérgamo con el fin de ser usados para
el ritual y presentan interesantes características religiosas y literarias.
Se explica la escasez de referencias a las normas órficas sobre el
del mal de los hombres. Los poetas judíos también adaptaron los Jura-
creador trascendente que ha dado forma al mundo pero no es causante
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nia, con una descripción del Más Allá muy coincidente con la
del libro VI de la Eneida;
c) diversos fragmentos sobre el origen y destino del alma, cono-
cidos por distintos autores desde Heródoto y Platón, pero difí-
ciles de atribuir a obras concretas;
d) noticias y pequeños textos literales sobre el modo de vida
correcto para ganar la salvación, que incluye tabúes alimenti-
cios y de vestido, como los fragmentos de un poema sobre la
sustitución de la dieta carnívora por la cereal;
e) diversos himnos a dioses, así como un epigrama;
f) un cierto número de restos de poemas sobre Deméter y Persé-
fone, muy difíciles de deslindar y que ilustran sobre las cone-
xiones de lo órfico con lo eleusinio;
g) poemas adivinatorios, relacionados con la faceta mántica de
Pero, sin duda, los textos que han obligado en los últimos tiempos
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y cuya función no está clara nos depara graffiti con signos de difícil
Una serie de láminas de hueso del siglo V a.C. halladas en Olbia
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sean magos persas ni que la palabra mavgos tenga aquí el sentido peyo-
rativo que presenta en otros textos. Platón, por su parte, atribuye prác-
ticas claramente mágicas a quienes realizan teletaiv. Da la impresión
de que, de algún modo, resultaba a veces difícil distinguir a los inicia-
dores órficos de otros magos y farsantes de diversa condición.
8. MÚSICA Y DISCURSO
textos órficos (sobre todo, las Teogonías) son bastante afines a las
fuentes muestra que las manifestaciones sonoras a las que aluden los
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un Gran viaje del Alma hitita y las laminillas de oro. Con el mundo
Kumarbi tras haber devorado el falo de Anu (el Cielo) y también entre
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ción desde los textos de los Gāthās hasta los del Avesta reciente: de los
cas sobre el Más Allá con las iranias, que sufren una interesante evolu-
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las Nubes no ataca los misterios, sino al círculo de Sócrates, visto como
eleusinios) es una realidad cotidiana y bien considerada. La parodia de
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tico Basílides.
b) En la antropogonía órfica un hombre compuesto de cuerpo
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15. COLOFÓN
1
Sabbatucci, 1965; Detienne, 1975 y 1977. Cfr. Edmonds, 2004.
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trarse en Arcaz Pozo, J. L.; Caerols Pérez, J. J. y López Fonseca, A., Cla-
Las abreviaturas de publicaciones periódicas mencionadas pueden encon-
vis periodicum, Madrid, 1995. Son, por otra parte, las usuales en biblio-
grafías como L’Année Philologique. En publicaciones poco comunes se
Las abreviaturas de autores griegos y latinos son las del Diccionario Griego
han utilizado abreviaturas fácilmente comprensibles.
Español (v. supra, DGE), en su mayoría coincidentes con las del léxico
de Liddell-Scott-Jones, y las del Diccionario Latino, ambos editados por
el C. S. I. C. En algunos casos, para citar obras (como las de las Moralia
de Plutarco) para las que los diccionarios no recogen abreviaturas, se han
utilizado abreviaturas comprensibles. También se han hecho constar los
nombres de editores en algunas ediciones en que hay diferencias de
numeración con otras de la misma obra.
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1732
I?ndice General (1725-1734):Indice General (1725-1734) 29/9/08 16:06 Página 1733
ÍNDICE GENERAL
PRIMERA PARTE
ORFEO, DE PERSONAJE DEL MITO A AUTOR LITERARIO
1733
I?ndice General (1725-1734):Indice General (1725-1734) 29/9/08 16:06 Página 1734
1734
I?ndice General (1725-1734):Indice General (1725-1734) 29/9/08 16:06 Página 1735
SEGUNDA PARTE
LOS TEXTOS ÓRFICOS
1735
I?ndice General (1725-1734):Indice General (1725-1734) 29/9/08 16:06 Página 1736
1736
I?ndice General (1725-1734):Indice General (1725-1734) 29/9/08 16:06 Página 1737
TERCERA PARTE
OTRAS VOCES SEMEJANTES
CUARTA PARTE
EL MARCO DE LAS CREENCIAS ÓRFICAS
XXIX. IMAGEN ÓRFICA DEL MÁS ALLÁ (Alberto Bernabé) .................... 623
1. Materiales para un análisis, 623 – 2. El lugar y sus caracte-
rísticas, 624 – 3. Dos caminos, dos destinos, 625 – 4. La ini-
ciación y la exigencia de pureza, 626 – 5. El espacio para los
no iniciados: los «terrores» del Hades, 631 – 6. El espacio
feliz, 639 – 7. Otra imagen de los dioses del Más Allá, 641 –
1737
I?ndice General (1725-1734):Indice General (1725-1734) 29/9/08 16:06 Página 1738
QUINTA PARTE
PRÁCTICAS ÓRFICAS. ORFEOTELESTAS Y MISTAS
SEXTA PARTE
LA MÚSICA Y EL DISCURSO ÓRFICOS
1738
I?ndice General (1725-1734):Indice General (1725-1734) 29/9/08 16:06 Página 1739
SÉPTIMA PARTE
PARALELOS DE IDEAS ÓRFICAS FUERA DE GRECIA Y ROMA
1739
I?ndice General (1725-1734):Indice General (1725-1734) 29/9/08 16:06 Página 1740
OCTAVA PARTE
LA HUELLA DEL ORFISMO
1740
I?ndice General (1725-1734):Indice General (1725-1734) 29/9/08 16:06 Página 1741
1741
I?ndice General (1725-1734):Indice General (1725-1734) 29/9/08 16:06 Página 1742
1742
I?ndice General (1725-1734):Indice General (1725-1734) 29/9/08 16:06 Página 1743
NOVENA PARTE
ORFISMO Y POLÍTICA
DÉCIMA PARTE
EN BUSCA DE UNA SÍNTESIS
1743
I?ndice General (1725-1734):Indice General (1725-1734) 29/9/08 16:06 Página 1744