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Estado de Arte - VBG
Estado de Arte - VBG
Estudios posteriores han determinado que las mujeres que son o fueron víctimas de violencia
basada en género, no solo presentan secuelas físicas y psicológicas, sino también secuelas graves
a nivel neuropsicológico [ CITATION Mar17 \l 9226 ].
“Este tupo de secuelas, pueden estar ocasionadas por múltiples factores vinculados a la violencia
sufrida, como la pérdida de conciencia (Jackson et al, 202; Monahan & O’Leary, 1999), el estrés
postraumático (Aupperle et al, 2012; Stein, Kennedy & Twamley, 202; Twamley et al, 2009;
Valera & Berenbaum, 2003) y el trauma cerebral consecuente a los impactos en la cabeza o la
estrangulación (Wong, Fong, Lai & Tiwari, 2014).”
Son escasos los hallazgos sobre las secuelas a nivel cognitivo, no se han determinado cómo el
maltrato puede afectar el cerebro [ CITATION Mar17 \l 9226 ]. No obstante, los estudios
encontrados muestran que
“La prevalencia de déficit neuropsicológicos, muestran dificultades cognitivas graves que tienen
una clara relación con el funcionamiento cotidiano actual de las mujeres, como trastornos de
memoria, atención y concentración (dificultades de concentración, de recuerdo de
acontecimiento cotidianos, atención dividida y atención sostenida), habilidades
visoconstructivas, velocidad de procesamiento motor, fluidez y función ejecutiva (toma de
decisiones e inhibición de respuesta) concurrentes tras las situaciones de maltrato físico
(Browne, 1993; Jackson, Philio, Nuttall, & Diller, 202; Stein, Kennedy, & Twamley, 202;
Twamley et al, 2009; Valera & Berenbaum, 2003; Ivany & Schminkey, 2016; Zieman, Bridwell
-6 Cardenas, 2016)”
Es importante la evaluación de las secuelas para el ámbito judicial (evaluación del daño psíquico
– el “quantum doloris”) para tipificar los daños criminales y así establecer una compensación
adecuada o determinar la incapacidad laboral [ CITATION Mar17 \l 9226 ].
- Definición de daño psicológico según Marín Torices, 2017: Se refiere, por un lado, a las
lesiones psíquicas agudas producidas por un delito violento, que, en algunos casos,
pueden remitir con el paso del tiempo, y por otro, a las secuelas que persisten en la
persona de forma crónica como consecuencia del suceso sufrido y que interfieren
negativamente en su vida cotidiana (Esbec, 1994).
- Definición de violencia de género según Marín Torices, 2017: El término violencia de
género hace referencia a aquel tipo de violencia que tiene sus raíces en las relaciones de
género dominantes existentes en una sociedad. Se trata de una violencia basada
únicamente en el género, de modo, que el factor de riesgo para padecerla es ser mujer
precisamente. Algunos autores y autoras señalan como principal característica de este
tipo de violencia, el control y la dominación (se suele asociar con la violencia contra la
mujer, aunque no son sinónimos). Dutton (1992) señala como rasgo central el control de
la víctima para poder considerar una conducta como abusiva y Walker (1984) señala que,
por lo general, el abuso es parte de un patrón de conductas abusivas, más que la expresión
de pérdida de control. No es equiparable con violencia de pareja puesto que la VBG es
más amplia. Tampoco es equiparable con violencia doméstica, esta se refiere a cualquier
acto de poder recurrente, cíclico e intencional dirigido a someter, controlar, dominar o
agredir física, verbal, psicoemocional o sexualmente a cualquier miembro de la familia,
que tenga alguna relación de parentesco por consanguinidad, tenga o haya tenido afinidad
civil (matrimonio, concubinato o mantenga una relación de hecho) y que su efecto es
causar daño, y que puede ser de cualquiera de las siguientes clases: maltrato físico,
maltrato psicológico y/o maltrato sexual, por parte de uno de los miembros contra otros o
contra alguno (Mora, 2008)
- Heise & Gracía – Moreno, 2003: La VBG es una de las principales causas de
discapacidad y de lesiones, y un factor de riesgo de sufrir otros problemas de salud física,
mental, sexual, así como reproductiva, para las mujeres en muchas partes del mundo.
Tiene altos costes sociales y económicos y consecuencias también para sus hijos/as.
- La violencia contra las mujeres ejercida por su pareja o expareja y la violencia sexual
constituyen un grave problema de salud pública y una violación de los derechos humanos
de las mujeres (OMS, 2016).
- Patriarcado: Sistema de subordinación y dominación más opresor es el del género,
también denominado, patriarcado. Ha sido la primera estructura de dominación y
subordinación de la historia y aún hoy sigue siendo un sistema básico de dominación,
resultado el más poderoso y duradero de desigualdad y el que menos se llaga a percibir
como tal (Rodrigo & Ordaz, 2015; Pintos, 2014; Fernández et al, 2015).
- Teorías que explican la permanencia en una relación de maltrato: Teoría del ciclo de la
violencia (Walker, 1984), el Síndrome de Adaptación Paradójica a la Violencia
Doméstica (SAPVD) (Montero, 2001) o el modelo del laberinto patriarcal (Bosch, Ferrer
& Alzamora, 2006).
Teoría del ciclo de la violencia (Walker, 1984): La relación violenta pasa por diversas fases
en las que van aumentando las manifestaciones y duración de la misma. Así, se produce una
acumulación de tensión, que puede tener una duración de días, semanas, meses o años, a lo
que le sigue una explosión o descarga incontrolable de las tensiones acumuladas en la fase
anterior, para finalizar el episodio con el arrepentimiento, comportamiento cariñoso por parte
del agresor y reconciliación de la pareja.
- Primera fase (fase de acumulación de tensión): las agresiones son más del tipo
psicológico, con repentinos cambios de ánimo, empujones, pequeños golpes, etc. En
esta fase la mujer intenta que su pareja se calme adoptando una postura de sumisión o
ignorando el comportamiento del agresor, haciendo que se vaya acumulando más
tensión. En esta fase se puede llegar a minimizar lo que está ocurriendo y en algunas
ocasiones justificar los incidentes a factores externos por lo que supone que si
desaparecen estos factores externos ya no ocurrirán más episodios violentos. No
obstante, al contrario de esto, los episodios escalan en relación a frecuencia y
severidad de la agresividad. La mujer tiene un grado de control sobre determinados
comportamientos de la pareja, a medida que aumenta la tensión, este control
disminuye. La mujer intenta salir de la situación (huida) alejándose y no
enfrentándose al mismo. Este comportamiento es interpretado por parte del agresor
como un derecho a maltratarla y que es una forma de ejercer control sobre ella.
- Segunda fase (de explosión o agresión): La tensión se manifiesta en maltrato físico,
psicológico y/o sexual. Fase de pérdida total del control por parte del agresor, esté
puede aceptar que la descarga fue desmedida pero la justifica. Pese a la gravedad, la
víctima oculta el suceso, evita que se identifique al agresor y le quita importancia a la
gravedad, esta actitud es denominada por Lorente (1998) como Síndrome de paso a la
acción retardado.
- Tercera fase (reconciliación o luna de miel): tensión y agresividad desaparecen. El
agresor pide perdón y promete no reincidir en el comportamiento, se vuelve amable y
cariñoso. Este comportamiento hace que la víctima perciba la violencia como lago
momentáneo que no volverá a ocurrir. También se presenta por parte del agresor
manipulación a otros miembros de la familia lo que genera sentimientos de culpa en
la victima sintiéndose responsable por el acto violento. La mujer siente que le agresor
necesita ayuda y que es ella quien debe ayudarle a solucionar el problema y no
abandonarlo.
Modelo del laberinto patriarcal: Es una reflexión teórico-práctica sobre la violencia contra las
mujeres (Bosch et al, 2006). Se analiza el papel que desempeña el amor y las expectativas que a
él se adhieren en relación a la dificultad que presentan muchas mujeres víctima de malos tratos
para salid de la relación abusiva.
El modelo se estructura de tres círculos que van de menor a mayor peligrosidad en su recorrido,
y desde el exterior a su núcleo central. Es de particular importancia a la “fuerza del amor” cuyos
ingredientes podrían ser la pasión, admiración y entrega; a la hora de entrar en el laberinto.
La fuerza del amor aumenta en conformidad al paso de un círculo a otro. “cuando la apuesta
amorosa se hace más fuerte y por tanto se activan los mitos sobre la omnipotencia y, como
consecuencia, los relacionados con la negación de la realidad”. Cuando la “inversión afectiva”
has sido o es muy fuerte, resulta muy difícil reconocer que dicha relación de pareja ha sido un
error. La dificultad de reacción por parte de la víctima, aumenta la sensación de control y
dominio y comportamientos violentos por parte del agresor. A diferencia de lo que ocurre con las
mujeres, el modelo masculino tradicional sitúa el éxito personal en territorios más alejados del
amor o la familia. La ausencia de este sentimiento (amor) es percibida con más intensidad por las
mujeres como fracaso personal. Esto se denomina amor cautivo, toda la mitología que la
alimenta va a limitar las expectativas vitales de la persona, la vuelve vulnerable y la encierra en
un entramado de prejuicios, miedos y frustraciones (a perderlo, a que fracase, a no alcanzar las
expectativas de él), esto lleva a desembocar en la violencia masculina hacia quien se considera
como una propiedad y/o no cumple las expectativas.
Las relaciones fusiónales – la individualidad desaparece y la pareja lo inunda todo (el uso del
tiempo, del especio, las actividades) y las relaciones de dominio – una parte somete a otra que ha
dejado de tener autonomía personal y gestiona el tiempo, el espacio y las actividades de la pareja
no ofrecen perspectiva positivas para las mujeres.
“Como señaló Ramsay et al (2005), la violencia contra la mujer en las relaciones de pareja puede
llegar a tener importantes consecuencias negativas tanto a corto como a largo plazo, en la salud
de las mujeres, que puede llegar a persistir incluso cuando dicha violencia ha finalizado.”
El 75% de los casos de violencia de género en el ámbito familiar, tiene como resultado lesiona
físicas y psicológicas (British Crime Survey, Walby & Allen, 2004)
Depresión y trastorno de estrés postraumático como secuelas psicológicas más frecuentes. Como
trastornos comórbidos con el trastorno de estrés traumático, la literatura identifica, depresión,
inadaptación social, ansiedad y disfunciones sexuales (Bargai et al, 2007). No hay demasiados
estudios que evalúen de manera exhaustiva la comorbilidad entre sufrir violencia de género y
depresión.
Meta análisis de Golding: 18 estudios mostraban que el 47,6 % de las mujeres presentaban
depresión. En 13 estudios mostraba que el 17,9 % habían llevado a cabo el suicidio. En 11
estudios mostraban que el 63,8% presentaban trastorno de estrés postraumático. En 10 estudios
mostraban que l 8,9% mostraban abusos de alcohol y otros cuatro estudios mostraban abuso de
otras drogas.
Síndrome de la mujer maltratada (BWS) – Walker, 2016 (como subcategoría del Trastorno de
estrés postraumático): Se identifica con 7 factores que son:
“Con respecto a la salud, las mujeres víctimas de violencia en la infancia presentan más riesgo de
tener mala salud mental y trastornos por estrés postraumático. Se reafirma que las experiencias
de victimización en la infancia tienen consecuencias negativas para la salud de las mujeres en la
edad adulta, provocando un impacto negativo a largo plazo en la salud de las mujeres” [ CITATION
Riv14 \l 9226 ]
“Se confirma que el apoyo social mitiga los efectos nocivos que la violencia tiene sobre la salud
mental, contribuyendo a un mayor bienestar en las mujeres que la sufren. De esta forma, la
presencia de redes de apoyo facilitaría la ayuda necesaria para salir del círculo de la violencia y
proporcionaría soporte emocional e informacional que les protegería del maltrato.” [ CITATION
Riv14 \l 9226 ]
Teoría de la indefensión aprendida (Seligman, 1975): “Esta teoría señala que la mujer acaba
asumiendo su propia incapacidad para eliminar la conducta violenta del maltratador, lo que en un
contexto de baja autoestima acaba transformándose en la idea de “merecer” las agresiones de
éste. Inicialmente la mujer pone en marcha cuantas acciones y estrategias cree efectivamente
para evitar o disminuir la conducta violenta de su pareja, tras comprobar que ninguna es útil,
abandona la búsqueda y acaba aceptando pasivamente la conducta agresiva del otro. Esta actitud,
además, contribuye a aminorar su sensación de culpa y de sufrimiento, parcialmente sustituido
por la indiferencia aparente. Esta baja respuesta conductual por parte de la mujer se acompaña de
la convicción de que el control de la situación es ajeo y externo a ella misma.” [ CITATION Riv14 \l
9226 ]
Teoría de la unión traumática (Dutton y Painter, 1982): “Esta teoría ayuda a esclarecer
algunos de los aspectos que se dan en las relaciones violentas en las que suelen coincidir dos
características fundamentales: (1) el desequilibrio de poder entre los miembros de la pareja, que
lleva a que el maltratador ejerza su control sobre la víctima y que las mujeres se vean a sí
mismas como vulnerables y dependientes del agresor, y (2) la violencia intermitente que se
intercala con periodo de calma, que provoca en las mujeres un patrón de refuerzo que hace más
improbable su separación.” [ CITATION Riv14 \l 9226 ]
Teoría de la trampa psicológica: “Describe que la mujer maltratada tiene la esperanza de que
cese el maltrato y cree que invirtiendo más esfuerzos y tiempo puede lograr una relación de
pareja armoniosa (Doran, 1980). De esta forma la trampa cada vez es mayor, la mujer puede
pensar que la violencia expresada por su pareja es puntual y/o modificable, llegando a sentirse
responsable respecto al cese de la misma. Asimismo, los mitos asociados al amor romántico y la
creencia en el poder del amor se han relacionado también con la aceptación de determinadas
formas de violencia dentro de la pareja (Bosch et al, 2008).”[ CITATION Riv14 \l 9226 ]
Síndrome de Estocolmo: “Ha sido utilizado por algunos/as investigadores/ras para explicar
cómo las mujeres maltratadas pueden adoptar el rol de una persona que ha sido secuestrada. La
mujer maltratada es sometida a un aislamiento social que provoca que su parea sea su único
referente y la única persona de la que recibe apoyo, por lo que la víctima termina generando
sentimientos positivos hacia el agresor que le fuerzan a permanecer junto a él (Brewster,
2002)”[ CITATION Riv14 \l 9226 ]
“La personalidad emerge como resultado de dos procesos distintos: cómo el individuo interactúa
con las demandas de su medio ambiente, cómo se relaciona consigo mismo. De este modo, las
conductas que pueden identificar a un sujeto con una personalidad normal o saludable son las
siguientes:
1. Muestra capacidad para relacionarse con su entorno de una manera flexible y adaptativa.
2. Las percepciones características que el individuo tiene sobre sí mismo y sobre le entorno
son fundamentalmente constructivas.
3. Los patrones de conducta manifiesta predominantes pueden ser considerados como
promotores de salud.
Por otro lado, se puede considerar que una persona presenta una personalidad anormal o
patológica cuando:
1. La persona intenta afrontar las responsabilidades y las relaciones cotidianas con
inflexibilidad y conductas desadaptativas.
2. Las percepciones características de sí misma y del entorno son fundamentalmente
autofrustrantes.
3. Los patrones de conducta manifiesta del individuo tienen efectos perniciosos para la
salud.” [ CITATION Riv14 \l 9226 ]
1. Primer criterio – escasa flexibilidad adaptativa: se refiere a una tendencia del individuo a
relacionarse consigo mismo y a enfrentarse al ambiente a través de estrategias
inapropiadamente rígidas. Las personas con un trastorno de personalidad poseen pocas
estrategias y conductas alternativas, y las imponen rígidamente sobre unas circunstancias
inapropiadas, tal rigidez inhibe el desarrollo de un amplio repertorio de estrategias de
afrontamiento.
2. Segundo criterio – tendencia a crear círculos viciosos: es consecuencia de la primera
característica. Dado que estas personas no son capaces de cambiar, los repertorios
patológicos que dominan su vida se repiten una y otra vez como círculos viciosos.
Pierden oportunidad de mejorar, provocan nuevos problemas y crean constantemente
situaciones que replican sus fallos, poniendo en movimiento círculos viciosos
autodescructivos que hacen que su malestar persista y se intensifique.
3. Tercer criterio – estabilidad lábil: se refiere a patrones de personalidad que se muestran
frágiles y carentes de elasticidad bajo condiciones de presión ambiental. Debido a que se
han producido varios intentos de afrontamiento poco efectivos y recurrentes, los
conflictos no resueltos tienden a emerger de nuevo. En consecuencia, el nivel de estrés se
incrementa, amplifica su vulnerabilidad, provoca situaciones críticas y produce
percepciones de la realidad social cada vez más distorsionadas. [ CITATION Riv14 \l 9226 ]
Star (1978) apunta que la pasividad, y no el masoquismo, parece ser el factor subyacente a la
continuidad de la mujer víctima en la relación de abuso físico. Evalúa a 57 mujeres (víctimas
y no víctimas) mediante el 16 PF. La mayoría de mujeres maltratadas no muestran signos de
ser extremadamente sumisas, pero sí tienden a ser más tímidas, temerosas, emocionalmente
reservadas y con bajas habilidades de afrontamiento. Los resultados también sugieren que la
falta de educación y una estricta educación religiosa pueden contribuir a la conducta pasiva
de las mujeres en la relación. [ CITATION Riv14 \l 9226 ]
Hotaling y Sugarman (1986) señalan que la mayoría de las mujeres maltratadas evaluadas no
presentan señales de patología previa al maltrato. De esta forma, la disminución de la
autoestima (telch y Lindquist, 1984), y el aumento de la ansiedad (Hartik, 1978), síntomas
psicosomáticos (Shields y Hanneke, 1983) y uso de medicamentos (Stark et al, 1981), serían
una reacción a la victimización crónica, más que una predisposición a ser maltratadas.
Herman (1992) propone que las mujeres víctimas de maltrato sufren cambios de personalidad
que las hacen vulnerables a nuevos abusos, responsabilizando a los agresores de dichos
cambios en las mujeres. [ CITATION Riv14 \l 9226 ]
Rosewater (1988), quien examina si los perfiles del MMPI de 118 mujeres maltratadas están
relacionados con la frecuencia del maltrato. Concluye que las puntuaciones elevadas en le
cuestionario podían estar más relacionadas con un estado reactivo de la mujer a la violencia
sufrida que a procesos patológicos de la misma.
Cobo (1990), a una mayor frecuencia de episodios de violencia, las mujeres víctimas de
maltrato presentan menor fuerza del ego (estabilidad emocional), sumisión, falta de
confianza en sí mismas, dependencia y tendencia a la sobreprotección).
Macias (1992), comparativo entre mujeres víctimas de violencia reciente y no reciente. Las
del grupo de mujeres víctimas reciente presentan baja fuerza del ego y alta responsabilidad,
rigidez por las normas y acomodación a las costumbres del entorno.
Sharhabani-Arzy, Amir y Swisa (2005), centran su interés en las relaciones entre personalidad y
secuelas psicológicas del maltrato en mujeres. Según el modelo de estilos de personalidad de
Blatt (1990), los autores estudian la asociación entre la intensidad del trastorno por estrés
postraumático y los estilos de personalidad autocríticos (tendencia a la preocupación y
autoevaluación sobre aspectos asociados a la autoestima, fracaso o culpa) y dependientes
(tendencia a depender de otros/as, miedo al abandono y tendencia a la indefensión). Los
resultados señalan que el estilo autocrítico de personalidad se asocia significativamente con la
intensidad del trastorno por estrés postraumático. Por otro lado, el estilo de personalidad
dependiente es un factor moderador de la asociación entre la autocrítica y el TEPT, es decir, a
altos niveles de autocrítica, la dependencia no tiene influencia sobre la intensidad del TEPT. Sin
embargo, a bajos niveles de autocrítica, los niveles de dependencia moderan la intensidad del
trastorno.
Patró et al. (2007). Puntuaciones más altas en el nivel de depresión pueden asociarse a una mayor
tendencia a experimentar la vida de modo pesimista, a centrar la atención en las amenazas
potenciales a la propia seguridad emocional y física, a utilizar pocas estrategias para lograr su
objetivos, a mostrar mayor inhibición social, inseguridad y timidez en contextos sociales, a
mostrarse sumisa y servil con otras personas, y a sentirse injustamente tratadas e insatisfechas
socialmente.
Elevada incidencia de trastornos mentales en mujeres víctimas de violencia de género. Entre los
problemas más frecuentes se encuentra la depresión (Coker, Davis et al., 2002; Golding, 1999;
Naim, 2012; Pico-alfonso et a., 2996; Rodríguez et al., 2008), la ansiedad y el trastorno por
estrés postraumático (Amor et al., 2002; Dutton et al., 2006; Houry, Kemball, Rhodes y Kaslow,
2006; Rees et al.m 2011). Otros problemas de salud psicológica relacionados con la violencia de
género son el abuso de alcohol y drogas (Breiding et al., 2008; Cheng, 2012; Coker, Smith,
Bethea et al., 2000; Kaysen et al., 2007), la ideación suicida e intentos de suicidio (Ellsberg et
al., 2008; Golding, 1999); Kramer et al., 2004; Pico-Alfonso et al., 2002; Wongood et al., 2000),
las alteraciones en la alimentación (Campbell et al., 2002; Eby et al., 1995), los problemas de
disfunción social (Alsaker et al., 2006; Amor et al., 202; Echeburúa y Corral, 1998) y las
alteraciones de sueño (Dienemann et al, 2000; Kelly, 2010; Woods et al, 2008).
https://www.medicinalegal.gov.co/documents/20143/40693/Protocolo+de+valoraci
%C3%B3n+del+riesgo+de+violencia+mortal+contra+las+mujeres+por+parte+de+su+pareja+o+expareja.p
df/704722d4-3f17-288e-eab0-dd0dc9b291f7
https://www.cop.es/GT/Manual.pdf
http://repositori.uji.es/xmlui/bitstream/handle/10234/77672/forum_2009_18.pdf?sequence=1
http://www.psicothema.com/pdf/3098.pdf
http://cedoc.inmujeres.gob.mx/lgamvlv/27.pdf
http://dspace.uazuay.edu.ec/handle/datos/4049
3. Estandarización de la escala de crisis y riesgo en mujeres víctimas de violencia atendidas
en la casa de acogida María Amor”