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ENTRE

GODOS Y LAGARTIJOS

José Rosario Araujo


INTRODUCCIÓN
La intención de escribir “Entre Godos y Lagartijos” fue la de dar a
conocer las luchas entre los Partidos Liberales y Conservadores que
ensangrentaron nuestras tierras. No existieron lugares en Los Andes
venezolanos en donde por lo menos no hubiese o una batalla o por lo
menos una escaramuza entre estos dos grupos en pugna.
Quiero aclarar enfaticamente que ninguno de los personajes; ni Mario
Baldi ni González; son reales, son simplemente creación de mi
imaginación. Eso basados en recopilaciones de personajes que
aprendi de forma oral por relatos familiares.
Baldi no se parece a nadie; se perdera el tiempo buscando pareceido
de él con algun personajes real. Simplemente es un personaje que
pudo haber existido en los muchos italianos garibaldinos que poblaron
las tierras trujillanas.
Lo que si indico que estos dos personajes se desarrollan en
acontecimientos historicos reales y en situaciones que se vivieron en
esa epoca.
Las opiniones dadas por los personajes son reseñas de libros que use
como fuentes como:
El Trujillo de Ponchos y Lagartijos 1870-1899 Nelson Pineda.
Rasgos Biográficos de Trujillanos Ilustres de Fabricio Gabaldon.
Santiago de Trujillo Real Y Legendario de Ramón González Paredes.
Sobre el Cause de un Pueblo de Arturo Cardozo.
El Tigre de Guaito de José León Tapia.
Memorias de un Soldado Trujillano de Perfecto Crespo.
No dejo de reconocer por esto la gran labor como humanista, como
político, como comerciante y como persona de este gran trujillano que
fue Juan Bautista Carrillo Guerra, orgullo de Trujillo.
No juzgo sus enfrentamiento con el Dr y Gral. González Pacheco y las
opiniones que alguno de los personajes realizan en contra de este
procer trujillano los considero parte de las pasiones desencadenadas
en las luchas liberales en contra del gobernador de Trujillo de esa
época.

Memorias de un Soldatto
Garibaldino

Sintió en el pecho un golpe y un dolor profundo, con su conocimiento


de hombre de pelea supo que le habían dado, al momento sintió otro
golpe en el estómago, caliente y doloroso. Supo que a pesar de tantos
combates, de tanta experiencia se estaba muriendo. El dolor recorría
su delgado cuerpo pero dando paso también a una quietud que trae la
muerte.
Su nombre era Mario Baldi, moría como mueren los hombres de pelea,
en combate, moría en Tovar enfrentándose a las huestes de Cipriano
Castro que invadían al país, ¿quizás buscando un gobierno liberal?
Mario Baldi soldatto garibaldino, guerrero de la libertad, combatiente
liberal de las tropas del General González Pacheco moría por las balas
de un francotirador del General José María Méndez; que ya en ese
momento era difunto.
Al saber la muerte de Méndez, el mismo Cipriano, junto a Generales
Juan Vicente Gómez, Cárdenas, Prato, Emilio Fernández, Dávila,
Miguelón Contreras, Santiago Briceño y Oficiales José María García,
Eleazar López Contreras, Calixto Escalante y 1500 hombres se dirige
al sitio del combate.
La pelea había sido dura, se enfrentaban dos ejércitos bragados,
andinos ambos y temidos por sus cargas de machete, peleaban unos
defendiendo al gobierno de Ignacio Andrade y los otros encarnando al
Partido Liberal como lo diría su Jefe tiempo después en la ciudad de
Valera.
Don Mario Baldi, hombre de confianza en un tiempo lejano de
Giuseppe Garibaldi, revolucionario que traía a América la misión de
fundar las Repúblicas Sardas del visionario italiano, del hombre de la
camisa roja.
Campesino de muchos años de vivir en las montañas trujillanas; de
trabajar día a día en labores agrícolas; moría en tierra lejana
defendiendo un ideal de “libertad”.
Sus hijos en otros frentes de la batalla, combatían con valor como lo
harían unos hijos de un león garibaldino como su padre. En el combate
se oía la voz ronca de González Pacheco que rugía su rabia e
impotencia al descubrir que las balas que le había dado como parque
era para otro tipo de fusil.
Baldi en los segundos que antesala a la muerte de la vida, recorría
su mente como una película que pasa rápidamente por una pantalla.
Le llegaban recuerdo de su infancia en la antigua Italia, en donde con
unos padres pobres tenía que luchar desde muy pequeño y ayudar en
labores agrícolas a los dueños de tierras que nunca le pagarían el
justo valor de su trabajo.
Evocaba las noches cuando sentado en una mesa de madera rustica
comía el pan recién hecho por su madre, bajo el calor reconfortante
de una hoguera para mitigar el frío de aquellas tierras italianas. Oía
como su padre, llamado también Mario, conversaba con su madre
sobre la explotación del patrón y sobre la miseria que embargaba ese
hogar campesino. Quizás el mismo lamento que se escucharía por los
explotados todos los días y en diferentes partes de mundo.
Ese lamento haría que en Mario Baldi se levantara en su pecho una
rebeldía de no poder aceptar una vida como la que le deparaba el
destino cruel. Esa rebeldía haría que al pasar los años se uniera a
Garibaldi en la lucha por la libertad y se convirtiera en un combatiente
garibaldino.
Nunca olvidaría aquel sábado trágico en su infancia cuando vio en la
Iglesia de su pueblo la llegada de tres jinetes y un caballo que llevaba
en su lomo un cadáver. Eran los Carboni, famosos matones de su
pueblo, Carlo, Lucio y Jesús, que traían el futuro esposo de su
hermana Elena muerto, asesinado por ellos al no aceptar que esta se
desposará con nadie.
Este acontecimiento se convirtió en algo que daría por largo tiempo
de que hablar en este pueblo siciliano. Los asesinos huirían a las
montañas para escapar de una ley que casi nunca llegaba, pero que
esta vez sería la justicia divina a través de una maldición que lanzaría
Elena contra todos los hombres descendientes de esos asesinos que
la noche anterior había detenido a Giuseppe Anselmi que llegaba para
su matrimonio la mañana siguiente.
Los crueles Carboni asesinarían despedazado al futuro cuñado al
arrastrarlo amarrado a un caballo que hacían correr. Elena
enloquecería para el resto de su vida y después de lanzar la maldición
que todos aseguraron que terminaría con el fin de los tiempos más
nunca hablaría ni saldría de un mutismo doloroso y una cara de
profunda tristeza.
Esto haría que en Mario se despertara un deseo de ser defensor de
todas las injusticias, ya que estos Carboni eran contratados por los
señores feudales de la vieja Sicilia para matar y amenazar
destruyendo cualquier rebeldía de los campesinos por la cruel
explotación que eran sometidos.
Pasarían los años y Baldi, ya en América y siendo ya un hombre de 50
años tendría noticias de los Carboni, pero ya no de los asesinos de
Anselmi, sino de un hijo de Jesús Carboni, llamado igual que él que
comandó a sus hermanos para cometer aquella fechoría, que en una
vorágine de odio, quizás debido a la maldición lanzada por Elena,
trataría de destruir a su hijo y la familia de este desbordando un odio
atroz que llegaría al extremo de atentar contra la vida de su
descendiente.
No solamente el asesinato de Anselmi cambiaria a Baldi siendo un
niño, sino la noticia de lo acontecido años después por el hijo de uno
de los Carboni, haría que el siciliano Garibaldino tratara a sus hijos ya
hombres y padres con más amor temiendo que afectara a su familia la
desunión.
Baldi y sus hijos serian uno solo, no solamente en el manejo de sus
tierras sino en el Estado Mayor del General González Pacheco. Mario
Baldi hijo; ahora valiente General trujillano del liberalismo; confiaba
plenamente en sus hermanos y en su padre para los combates que
libraban.
Todo lo que eran sus hijos; ya fieros combatientes trujillanos; se lo
debían a Mario padre que los enseñó, amó y guío para que fueran
unos solo, alejándose de conflictos familiares como el de los Carboni y
para el enemigo y para sus compañeros de pelea los Baldi, padres e
hijos se batían como leones llevando siempre en su pecho la bandera
garibaldina y las enseñanzas de aquel titán de la camisa roja.
Repasaba el moribundo cuando conoció a Garibaldi y como lo atrajo
la voz ronca y llena de esperanzas del revolucionario italiano, por eso
sin duda se convirtió en un soldatto garibaldino, que iba a llevar la
llama de la lucha garibaldina desde Italia, Paris, pasando por los
páramos trujillanos, hasta apagarse con su vida de revolucionario en
Tovar en donde se enfrentaban dos jefes que comulgaban con las
ideas del Partido Liberal.
Garibaldi ; para Baldi; era la encarnación del ideal más sublime en la
lucha por los más desposeídos. Cuantas veces grito: “Roma o muerte”
junto a la Legión Italiana de camisas rojas. Cuantas balas no rozaron
su cuerpo en los combates que en nombre de la libertad vivió.
Garibaldi los conducía a la victoria con profundo conocimiento de la
psicología, no solo de su adversario, sino de sus propios hombres a
los que podía pedir cualquier cosa.
El león Garibaldino tenía la habilidad de saber estar siempre presente
en el lugar clave de cualquier campo de batalla, arriesgando su propia
vida, con el fin de espolear a sus hombres en el momento crítico de la
pelea.
Cleombroto; como conocían a Garibaldi; le enseñó que cuando menos
miedo se le tiene a la muerte, esa señora lúgubre, no se acerca. Pero
esta vez en Tovar, después de descubrir que el enemigo era mucho
más superior en número que ellos, la muerte lo abrazaría.
Él fue su amigo y mentor, todo lo que sabía lo aprendió de Garibaldi,
muchas fueron las noches en donde sentados en un hoguera para
calentarse del frío oiría su plática incesante en defensa de los más
pobres y en la necesidad de combatir a las fuerzas reaccionarias en
cualquier lugar del mundo.
Junto a su amigo peleó en la guerra franco-prusiana saliendo ileso a
pesar de lo cruel del combate y el valor que derrochó como miembro
de la Legión Italiana.
Recordaba a Garibaldi como un hombre de naturaleza de león, con
voz decidida y resuelta. En sus momentos de ira era formidable, pero
al calmarse era tranquilo y de risa fácil. El siciliano reconocía a
Garibaldi no solamente como un genio sino como un apóstol, un
hombre, un revolucionario que creía en sí mismo y siempre seguía
adelante sin miedo ni vacilación.
Baldi conmemoraba cómo después de la pelea se acercaba orgulloso
a su jefe para que este pudiera ver que a pesar de que era el primero
en la línea, llegaba ileso siguiendo el consejo del italiano. Los héroes
no mueren pero ahora yacía en el piso muriendo y una mancha de
sangre recorría su camisa roja que a pesar de los años lucia con
orgullo de soldatto garibaldino.
La camisa roja emblema de los garibaldinos se trataba de un stock
que fue comprado de ocasión a un sastre que trabajaba para los
mataderos de Buenos Aires.
Pasarían los años para que Ricciotti Garibaldi; el tercer hijo del
general y jefe reconocido del movimiento garibaldino; tras la muerte de
su padre comentaría un día: “La camisa roja, símbolo de la libertad y
de la causa del pueblo, es patrimonio de toda la raza humana; se trata
de una tradición asumida en todo el mundo”. Ricciotti fue bautizado
con este nombre en honor de Nicola Ricciotti, patriota italiano fusilado
por preparar una campaña militar contra la Italia.
Este hijo del león garibaldino siempre se mantuvo en contacto con
Baldi por cartas, pasarían los años y su hijo Pepino vendría a
Venezuela y pelearía en contra de Castro en la Revolución
Libertadora. Bautizado igual que su abuelo también se caracterizó por
ser un revolucionario que se destacó en la Revolución Mexicana; en
donde se unió a las fuerzas maderistas.
¿Quién se iba a imaginar que los hijos de Baldi pelearían contra un
nieto de Garibaldi en esa vorágine que fue la Revolución Libertadora?
Baldi se moría y en esos segundos de evocación que para él eran
eternos, la batalla de Tovar continuaba y ambos ejércitos se combatían
con armas blancas ya que a los trujillanos solo algunos tiros de
revolver les quedaban.
El moribundo en sus últimos estertores de muerte rememoraba cuando
el jefe de la Legión Italiana impartía las órdenes y ellos como oficiales
las cumplían a cabalidad por saberse conducidos por un gran jefe. Por
eso le dolía tanto cuando acusaban a Garibaldi sus detractores de ser
“el mercenario de los dos mundos “como lo llamaban o cuando sus
enemigos le imputaban haber sido esclavista y ladrón de caballos en
América en su largo recorrido por esas tierras.
Rememoraba cuando el camisa roja italiano le decía:
“Mi vida ha sido impetuosa: compuesta del bien y el mal, como creo
está la mayor parte de las gentes. Tengo la conciencia de haber
buscado siempre el bien para mí y para mis semejantes.
Si alguna vez hice el mal, fue sin quererlo. Odio la tiranía y la mentira
con el profundo convencimiento de que ellas son el origen principal de
los males y de la corrupción del género humano. Soy Republicano,
porque este es el sistema de gobierno de las gentes justas, sistema
modelo cuando se adquiere y, por consecuencia, no se impone con la
violencia y la impostura. Tolerante y no exclusivista, soy incapaz de
imponer a alguien por la fuerza mi Republicanismo…”
Esos consejos nunca los olvidaría, los seguiría en todos los momentos
de su vida de combatiente y se lo inculcaría a sus hijos que ya
hombres Generales del Estado Mayor del Gral. González Pacheco.
Para nadie era un secreto que Garibaldi había sido hechizado por las
ideas socialistas de Saint Simón afiliándose a una sociedad secreta
llamada: “Joven Italia” fundada por el revolucionario italiano José
Mancini.
Garibaldi conduciría a Baldi por los misterios de la Masonería, ya que
había sido desde 1844 masón en Montevideo. El garibaldino seguiría
con pasión todas las enseñanzas dadas por su maestro y amigo de la
logia “Les Amis de la Patrie” dependiente de la Gran Logia de Francia.
El guerrero italiano fue promotor de los ideales democráticos, liberales
y republicanos que defiende la Masonería.
Baldi aprendería junto a Garibaldi los artes de la política, en donde
sus simpatías republicanas, que no le impidieron al aventurero italiano
aliarse con la monarquía cuando se planteó la posibilidad resolver el
problema de la unificación italiana, pero siempre con una postura
anticlerical que nunca abandonó y que pasó a Baldi cosa que al
soldado liberal le traería problemas con los curas trujillanos, pero su
odio a la Iglesia era debido a lo que le había comentado su jefe.
Ahora en su estertor de moribundo veía a Garibaldi que sonriendo le
decía:
“Descansa amigo, que ya tu hora ha llegado, descansa, descansa tu
ímpetu de guerrero. Ya la lucha por la libertad será otra….”
El “lagartijo” trujillano veía al revolucionario de Niza sonriendo, con su
poncho y sombrero de gaucho y su cabello y barba roja que se
movían con el viento.
En esa evocación Baldi veía a su hijo mayor pelear con valor y
disparar su revólver contra las fueras del ya malogrado Gral. Méndez,
el moribundo sentía orgullo al ver el valor ya muchas veces probado de
Mario hijo, ya un hombre de 30 años soldado liberal que derrocharía
valor en los futuros combates de Trujillo, Carvajal y Betijoque en donde
González Pacheco trataría de vengar en la persona de Carrillo Guerra
la derrota de Tovar por el cambio de las balas a sus fusiles.
Cuantos recuerdos llegaban a su mente en la última etapa de la vida,
con sesenta años a cuesta, pero con un valor y una fuerza asombrosa
para un hombre de su edad, pero aquí finalizaba su vida cuando como
soldado garibaldino nunca quiso aceptar la rendición.
Evocaba la etapa en donde junto a Garibaldi y en primera línea se
aprestaba para una batalla en donde una bala enemiga podía acabar
con su vida como ahora después de tantos años de peleas había
ocurrido.
Mario en los últimos momentos de vida hacia un balance de su vida y
sentía orgullo ya que siempre había llevado las banderas del
garibaldismo a todos los sitios que había ido. A sus hijo los crió con
las enseñanzas del hombre de la camisa roja, les sembró el amor por
la libertad, esa pasión de la gente común como lo eran todos los
soldados garibaldinos, como su mismo jefe que era un marino
mercante y luego granjero, igual que su mano derecha Bixio también
marinero, de Turr el cerebro de la Expedición de los Mil que era
ingeniero civil, Nullo dedicado al comercio textil y Bertani que era
cirujano, todos igual que Mario soldattos garibaldinos.
Mario Baldi moría por las balas de un soldado del Liberalismo, Moría
otro hombre común, campesino y soldado de la libertad, combatiente
de Giuseppe Garibaldi, otro de los miles de obreros, estudiantes,
carniceros, abogados y campesinos que acompañaron a este héroe de
Niza.
Mientras Baldi agonizaba la pelea continuaba, se oían los choques
metálicos de los machetes, armas de los campesinos-soldados de los
páramos trujillanos. La pelea había empezado a las 5 y 40 de la
madrugada y había durado hasta las 8 y 10 minutos.
Cuantas cargas a machete encabezó Baldi como antaño lo hizo con
los garibaldinos y sus famosas cargas a bayonetas que los hicieron tan
famosos en los combates que participaron.
Ahora la pelea era diferente comandando hombres que muchas veces
la cruel recluta los colocaba en bandos que nunca habían soñado,
muriendo sin saber la causa por la cual peleaban tan diferentes a los
garibaldino que conciencia por lo que combatían si tenían.
A su mente le llegaban imágenes de las tropas garibaldinas ataviadas
con sus uniformes sencillos para que fueran cómodos al combate que
consistían en una camisa roja ancha para facilitar los movimientos y
pantalones holgados introducidos en mocasines de lona burda y un
sombrero de ala amplia, además portaban en un cinturón que
contenía 30 cartuchos con un morral para guardar dos camisas y un
barril de madera con agua.
Baldi dirigía a esos hombres con armamentos dispares como aquellos
campesinos trujillanos que ahora morían en defensa de dos
liberalismos poco explicados por sus jefes.
Para el italiano experto en combatir con bayoneta fue fácil adaptarse al
combate de armas blancas en las guerras aquí en los páramos
andinos. La sangre guerrera se adaptó rápido y sus descendientes
eran andinos garibaldino expertos en pelear con cuchillos, machetes y
armas de fuego.
Su hijo Mario, su orgullo, su primogénito, General de González
Pacheco se destacaría en muchos combates peleando codo a codo al
militar trujillano contra la Revolución Libertadora en el Gobierno de
Cipriano Castro que ahora combatía.
El Siciliano moría como mueren los garibaldinos sin rendirse y peleaba
él, sus hijos y las tropas de campesinos andinos que comandaban con
las tácticas garibaldinas que tanto aprendió en los muchos combates.
Sus tácticas eran atacar en dobles anillos manteniendo una formación
de cuatro hombres desplegados en una cadena, avanzaban un grupo
seguido de otro grupo a una distancia de diez pasos.
Baldi igual que Garibaldi designaba como líder al más inteligente del
grupo que mostraba donde ponerse a cubierto o como agruparse en
torno a él, los tres últimos se colocaban detrás del primero y
avanzaban corriendo hasta distancia de treinta paso del enemigo para
poder hacer uso de sus carabinas y cuando tomaban al enemigo por
sorpresa con este fuego graneado a corta distancia el efecto era
demoledor.
Los oficiales de las tropas que comandaba Baldi eran terratenientes
que muchas veces no se diferenciaban en nada de las tropas de los
conservadores Araujo o Baptista, pero el revolucionario siciliano
trataban de sembrar en ellos todo el amor hacia los estratos más
bajos, es decir hacia la peonada y sus familias no lográndolo la
mayoría de las veces.
Esa razón amargaba a Baldi ya que le era difícil aceptar que el Partido
Liberal era tan conservador como el Partido Conservador y que
muchas veces aquellos que eran enemigos a muerte en el campo de
batalla se conocían y se trataban en la paz y claro ejemplo de eso eran
los generales Leopoldo Baptista y González Pacheco.
No podría quitar de su mente, la reunión de su partido, que se dio
cuando el liberalismo resulta triunfador cuando es derrotado el “Mocho”
Hernández por fraude.
En esa reunión se erigiría como jefe al Dr. Y Gral. González Pacheco
quien había sido designado como agente de gobierno de la sección de
Trujillo por el Gral. Espíritu Santo Morales, presidente del gran estado
Los Andes.
Recordó Baldi que en esa reunión asistieron los Generales Federico
León, Rafael Montilla, Pablo González, Rafael Daboin, Mario Baldi y
sus hijos, los Garbi, entre otros.
Los liberales estaban claros que la designación de González Pacheco,
no era vista con buenos ojos por el Gral. Santana Saavedra y su
gente, pero menos a Don Juan Bautista Carrillo Guerra, quien por su
amistad con el presidente Andrade le insinuaría la destitución de
González Pacheco, a pesar del buen papel realizado por él en todos
los enfrentamientos en contra de los godos.
Baldi en conversaciones con su gente les aseguraría que la posición
esgrimida por el jefe de los liberales era la más sabia, ya que había
que ser intransigente y nunca pactar con el enemigo. Esa aptitud
enfrentaba a González Pacheco contra Carrillo Guerra ya que los
enfrentamientos entre godos y lagartijos no favorecerían a Don Juan
por sus intereses económicos en la región.
Pero a González Pacheco se le podía acusar de todo menos de traidor
o de no ser consecuente con las ideas que pregonaba, creía en la
libertad y en los derechos del hombre.
El ansia de libertad se tiene hacia sus semejantes, les decía Mario a
sus hijos, no se guarda para uno solo. Había que lograr un gobierno
que velara por la seguridad de todos como lo había dicho un día aquel
hombre que Garibaldi tanto nombró como lo fue Simón Bolívar.
Ya el revolucionario italiano le había contado como una tarde había
compartido con Manuelita Saenz y Simón Rodríguez; en Paita, puerto
peruano; el recuerdo del Libertador suramericano. Desde ese
momento el guerrero italiano es inspirado por Bolívar y conduce a sus
hombres igual que el héroe caraqueño siempre cabalgando frente a su
tropa.
Para un hombre de pelea y que había participado en tantas acciones
era incomprensible estar muriendo, tantas balas habían pasado cerca
de su cuerpo y lo habían respetado, tantos ataques de cuchillos, de
bayonetas, de machetes enfrentó que llegó a sentirse inmortal, pero
ahora moría y como el tiempo de un moribundo no se mide igual al de
un vivo le parecía una eternidad desde que yacía tirado en la tierra.
La vida de Baldi había girado en torno a todo lo que aprendió de
Giuseppe Garibaldi, siempre lo consideró como un padre, le trasmitió
la necesidad de la disciplina rígida que debía tener la tropa. Mario no
aceptó nunca el saqueo ni las violaciones en las tropas andinas que
comandó e igual que Garibaldi impondría eso en sus hijos y eso lo
demostraría su hijo Mario en el ataque que realizaron a la ciudad de
Trujillo para vengarse del gobernador en el momento que el General
Montilla irrumpió en saqueo a la casa de Carrillo Guerra.
Igualmente aprendió del León de Niza, aborrecer los vejámenes a los
prisioneros y los asesinatos a los vencidos, los Baldi eran unos tigres
en el combate pero compasivos y caritativos con los derrotados.
“Honor al vencido y gloria al vencedor” era su consigna.
El General Mario Baldi, soldatto garibaldino, con su habla de musiu, se
había adaptado muy bien a los páramos andinos, amaba esas
montañas en las cuales había pasado ya a sus 60 años largo tiempo
de su vida.
Eran su terruño, a pesar que nunca olvido la vieja Sicilia desde donde
salió siendo tan joven, los páramos andinos eran su tierra de adopción,
pero ahora moría en tierras de Tovar, alejado de su Trujillo querido al
cual nunca volvería.
Había sido una muy larga jornada llegar hasta ese lugar para combatir
las huestes del General José María Méndez avanzadas de la invasión
de Cipriano Castro.
El soldatto italiano moría como el fin de los guerreros, muerto en
combate, lugar mejor que una fría cama en donde sus familiares
rezaran para que dejara de sufrir. Su mente volaba hacia donde se
encontraba su esposa que rodeada de nietos y las esposas de sus
hijos Mario, Giuseppe; nombre puesto en honor a Garibaldi; y Pepe
seguro rezaban para que Dios protegiera a los hombres de su familia.
Recordaba cómo había conocido a hace 28 años, era simplemente
una niña de 15 años y él de 32 años, de piel ligeramente morena, de
pelo negro y sonrisa fácil, con unos ojos de niña que lo miraban con
admiración, de cuerpo turgente que la hacían más mujer a sus pocos
años.
Recordó como esa ansia de posesión lleno su cuerpo y como a pesar
del tiempo no había disminuido, pero no la vería más, moría lejos de
ella y de sus nietos que adoró; como a sus hijos; haciendo honor
aquel dicho que decía que ser abuelo es ser padre dos veces.
Lamentó no poder enseñar a los hijos de Pepe; que no habían nacido;
montar caballo como lo hizo con sus tres hijos varones, siempre soñó
conocer al hijo que nacería de su hijo Giuseppe barbudo con una mata
de pelo castaña que le parecía Garibaldi con barba rubia, la esposa de
Giuseppe pariría dentro de tres meses y todos vaticinaban la llegada
de otro varón para asegurar la descendencia de los Baldi por otra
generación.
Evocó a su hija Vitoria, hermosa mujer de piel blanca como él, bella
como su madre a la cual adoraba, la niña de sus ojos, la consentida de
sus hermanos que pronto se casaría, boda que pensaba celebrar con
bombos y platillos alejándose de aquellos malos recuerdos de aquella
Sicilia de la niñez y los Carboni.
Lástima que ya no los vería más, lo lamentaba mucho, quizás con un
dolor más fuerte que los causados por las heridas mortales, los amaba
mucho y ni siquiera sus tres hijos que combatían se enteraban que su
padre se moría.
El orgullo de ser su padre era mucho, los Baldi eran fuertes y valientes,
además de ser piadosos con el vencido, eran unos verdaderos
garibaldinos.
Siempre se ilusionó en tener una familia así, pero ya moría y su vida
pasaba por sus ojos como una película en blanco y negro, su mente
registraba cuando llegó a Trujillo, se asentó en aquellos paramos, no
fue el único que llegó, los soldados garibaldino se diseminaron por
estas tierra, muchos apellidos italianos llenarían la geografía trujillana;
Mazeii, Mazarri, Giacopinni, Ginari, Garbi, Maggi y Provenzalli.
Se insertaron en la sociedad de este estado y Baldi compartió con
varios de sus antiguos compañeros el ser parte destacada de la
sociedad de muchos de esos caseríos y pueblos.
Casi todos los garibaldinos se casaron con mujeres de la zona y
formaron familias que después se comprometerían con la causa del
Liberalismo que encarnaba el General González Pacheco y
anteriormente su padre el Dr. Emigdio González mejor conocido como
el Puma de la cordillera.
Una gran amistad unió a Mario Baldi padre con este anecdótico
trujillano que fue conocido por su humor sarcástico y por las bromas
que jugaba a sus amigos, menos al garibaldino ya que siempre le
impresiono su seriedad quizás debido a todo lo vivido que hizo que el
italiano no fuera hombre de risa fácil.
Entre Mario y el Dr. González desde que se conocieron nació una
corriente de simpatía mutua y el soldatto garibaldino pasaría horas
largas explicándole al trujillano todo lo que había aprendido de
Garibaldi. Esa amistad seria traspasada a sus hijos ya que entre el
Gral. González Pacheco y los hijos de Mario se unirían en la defensa
del partido liberal de Trujillo.
Mario hijo, Pepe, Giuseppe, Rafael González Pacheco y sus hermanos
desde niños continuaron esa amistad que unió a sus padres. Los
González y los Baldi crecieron juntos.
Las haciendas de sus padres cobijarían la amistad de los futuros
combatientes trujillanos. El futuro los mantendría unidos siempre bajo
las banderas del Partido Liberal. Tanto Manuel González que liderizó
las insignias liberales, como Julio que se graduó como abogado y
Emigdio que se quedó cuidando las tierras de su familia siempre
contaron con la amistad de los hijos del peleador garibaldino.
Su hijo Mario viajaría junto al futuro General Rafael González Pacheco
a Europa para prepararse en política, los padres de los dos hombres
estaban seguros del papel que les tocarían a estos trujillanos en las
luchas futuras. Los dos jóvenes trujillanos recorrerían las aulas de la
Universidad Central de Caracas y las calles de Paris en donde
viajarían al culminar sus estudios, siendo conocidos tanto Rafael como
Mario como doctores y generales.
La amistad entre los dos hombre; Mario padre y Emigdio González;
empieza desde que el Dr. González, Gobernador del estado, por
órdenes del presidente Guzmán Blanco censa a los italianos
encontrándose Mario Baldi, junto con Vicente Gentini, Ángel Garbi
Leopoldo Mazzarri y José Garbi, Provenzali.
González es atraído por estos hombres todos garibaldinos que se
encontraban en el estado y fueron pilares del Partido Liberal trujillano
con todas las ideas que les inculcó Garibaldi.
Entre el trujillano y el italiano se atravesaba diferentes caracteres,
González, mamador de gallo, irreflexivo y apasionado, Baldi era frío,
callado, poco amigo a las bromas, pero entre los dos siempre se
mantuvo un gran respeto, confianza y aprecio que fue trasmitido a sus
hijos.
Mucho le recriminó Baldi a González la broma que le jugo a su esposa
Isabel Ana Pacheco diciéndole que se encontraban completamente
arruinado, pero a este reproche le contestaba González: “Vos si sois
pendejo, es que así sé si me queré de verdad”.
“Pero Emigdio, ella sabe que somos tan amigos que yo nunca dejarías
que tu pasaras trabajo y menos tu familia. Mi casa es tuya y de tus
hijos, cuando los tengas.” Pero González seguiría aparentando
pobreza hasta que la llevo a una acaudalada casa que le decía que
era de Baldi y resultaba que era de su propiedad.
Mario le reprochaba esa mentira a su amigo, pero el respeto entre los
dos hombres era mucho para faltar a la palabra empeñada, además de
ser hombre de honor incapaz de fallarle al amigo.
Acompañaba a Emigdio González, cuando abrevando su caballo se
topó con uno de sus más encarnados enemigos. Trato de mediar entre
los dos hombres, pero González desenfundo su revólver y disparo,
nunca pudiendo Baldi aceptar que el político trujillano disparara sobre
un hombre desarmado. A pesar de la justificación de González quien
dijo:
-El que tiene enemigos no anda desarmado.
Compartirían los dos amigos la fama de que tenían pacto con el diablo
ya que una noche en donde se preparaba un complot contra Emigdio
González; siendo Gobernador; en un cuartel en la ciudad de Trujillo; se
aparecieron los dos liberales acompañados de la elite de sus oficiales
haciendo presos al jefe de la conspiración y sus cómplices.
Qué lejos estaban esos recuerdos…ya Mario Baldi; soldatto
garibaldino, combatiente del Partido Liberal, era hombre muerto.
La gente de González Pacheco seria derrotada en Tovar y cuando los
vencidos se encontraron con Cipriano cuando las tropas vencedoras
toman un cuartel de los liberales trujillanos y Castro con su
acostumbrada locuacidad comenta:
-¿Qué hacen los González de Trujillo en mi contra, liberales como yo?
-A vaina Cipriano nos hubieras hecho una señita, le contestó uno de
los oficiales de los trujillanos, con ironia.
¿Siempre quedaría la duda quien cambio las armas? ¿Por qué Don
Juan acepta la insinuación de los godos para reducir las tropas que
irían a combatir a Cipriano en Tovar?
Sería extraño que las armas llegadas a Sabana de Mendoza en el
ferrocarril fuesen cambiadas, sobretodo siendo el ferrocarril
administrado por una compañía de Don Juan.
Más extraño seria que el gobernador encomienda a Leopoldo Baptista
jefe del partido conservador a formar un ejército que contaría con el
mismo armamento que se había entregado a González Pacheco.
Cuando llega Castro a Valera, Leopoldo se retira hasta Carvajal,
dejando despejado el camino a Cipriano hacia Caracas.
No pasaría mucho tiempo para que González Pacheco y Leopoldo
Baptista, reunidos en Caracas conversaran sobre la ayuda que le
estaban prestando a Castro cuando en el año 99 lo adversaban, si se
hubiesen unido lo hubiesen hecho regresar a Capacho.
Comentaban los dos amigos, que la desunión de ayer ayudo a
Cipriano y la unión de ese momento lo sostiene, pero se sienten
orgullosos de estar bajo sus órdenes.
Sugirió uno de los caudillos trujillanos que después de Castro
cualquiera podrá aprovecharse de sus discordias y con el tiempo el
perrito se haría con el poder, siendo ese perrito Juan Vicente
Gómez…..


FUI SOLDADO DE GONZÁLEZ


PACHECO

Llegó la hora, el momento esperado por todos nosotros para


vengarnos de Carrillo Guerra, él que nos traicionó dándonos armas de
diferentes calibres a las municiones que nos entregaron para enfrentar
a Cipriano Castro en Tovar.
Nos cambiaron las cápsulas de máuseres por cápsulas de chopos
cubanos, lo cual nos deja sin balas para enfrentarnos a Castro,
teniendo que huir derrotados, dejando en el campo muertos de nuestro
bando que fueron inútilmente sacrificados.
La batalla duró dos horas y pudimos escapar de chiripa. En esa pelea
había muerto el general contrario José María Méndez y tomado el
mando por el mismo Cipriano. Antes de empezar la pelea el general
interceptó una comunicación para el general Antonio Fernández en
donde se insinuaba que no confiara en González.
Todavía recuerdo como mi primo la estrujó entre su mano después de
haberla leído con mucha rabia. Con sus ojos ardiendo del coraje me
dijo que después que él, le había dado apoyo al gobierno de Andrade
iban a salirle con esa vaina. Imagino lo que el general sintió cuando vio
que les habían entregado “erróneamente” municiones diferentes.
Desde que había llegado mi primo al estado Trujillo reconcentra 1600
hombre y el gobernador Carrillo le sede 150 fusiles-Mausser y 1.000
tiros, pero como mi jefe estaba comprometido con el Gral. Andrade, no
era visto con buenos ojos tanto él como nosotros corríamos riesgo,
pero como hombres bragados que éramos estábamos dispuestos a
defendernos.
Debo decir que las balas de chopos si sirvieron a las armas que traían
los soldados de Cipriano. ¿No es esto una traición? Además nos
encontrábamos con la interrogante de que el gobernador de Trujillo
acogió la propuesta de los conservadores para reducir los soldados de
González Pacheco que saldrían a frenar a las tropas restauradoras.
Sabíamos que Carrillo Guerra y nuestro jefe no se llevaban nada bien,
pero nos sorprendía que en Sabana de Mendoza en el ferrocarril quien
nos las habían entregado no se había dado cuenta y sabíamos que en
la compañía que administraba el ferrocarril era su principal accionista,
el gobernador de Trujillo.
No entregaron solamente 50 fusiles y 1.000 capsulas. Le
recomendamos a nuestro primo que era mejor que nos quedáramos
quietos ya que esto olía a traición, pero el general hacia honor de la
palabra empeñada. Salimos a la pelea 200 combatientes y cuando
llegamos a Mérida, se nos une el general Morales con 75 hombres y
recibimos 10 cargas y salimos a pelear.
Para nosotros esto era “un error premeditado” lo de las municiones,
contra nuestro líder y una muestra que nos convencía sobre esto, era
que una vez que partimos para la guerra en Tovar, el gobernador
autoriza a Leopoldo Batista, líder de los conservadores para formar un
nuevo ejército que a la final cuando Castro se acerca a Valera huye
hacia a Carvajal, dándole paso a las tropas restauradoras, acto de
traición en contra del gobierno de Andrade ya que queda libre el
camino hacia Caracas.
Con este error quedamos desarmados y nos toman prisioneros a altos
jefes como los Generales Víctor de Jesús González y Emilio Rivas,
igualmente José de Jesús Gabaldon , Elbano Mibeli y José Garbi, hijo,
resultado muerto su padre y el Gral. Mario Baldi, los dos italianos y
soldados garibaldinos que mueren sin querer rendirse.
Mi primo conoció desde el estado Mérida la tirante situación de
nuestra gente en Trujillo. Con rabia en nuestros corazones nos
retiramos hasta Santiago de Trujillo, desde el páramo de Cabimbú nos
reagrupamos, esperando recuperar para vengar la afrenta de la
traición de Carrillo Guerra.
Nos llegan noticias del General liberal José Manuel Baptista que ahora
tiene el cargo de jefe de operaciones del estado Trujillo y el gobierno
realiza una razzia en contra de nuestra gente, tratándolos como
delincuentes comunes.
Por fin amanece el 20 de septiembre de 1899, esperamos con el
silencio en nuestras almas de los hombres que van a morir, pero con el
valor del guerrero trujillano, con el agarre pétreo de nuestras armas
para vengar la afrenta y cobrar las humillaciones, sabiéndonos
guiados por una gran líder como lo es mi General González Pacheco.
Antes de seguir el relato, voy a presentarme. Mi nombre es Carlos
Ricardo Pacheco, primo del General y uno de sus hombres de
confianza. Muchas fueron las horas en que con las armas en la mano
defendí las banderas del Partido liberal junto a él.
Ahora no sería un día diferente para cobrar todo lo que nos debían.
Frente a nosotros, González Pacheco y en los cerros de Carmona,
Morón y Tierra Mirada, 900 hombres mal armados pero con la
determinación de la venganza en sus almas prestos a derrotar a
Carrillo.
En voz apagada algunos soldados cantaban una canción que decía:
“Los godos están temblando, ocultos en los zarzales; porque a Trujillo
llegaron, las tropas de los González”.

Recuerdo que nos acompañan entre generales y coroneles; los
hermanos Tomas y José Garbi, Eugenio Montaña, Pablo González,
Ignacio Barroeta, los hijos de Mario Baldi ahora comandados por su
hijo mayor; todos poseídos de un gran odio, avanzamos con coraje,
bajando de los cerros ya nombrados.
En el pueblo se oyen las campanas y gritos de: ¡Vienen los Lagartijos!
Se escuchan por todos lados las detonaciones. Empieza el combate
que dura horas interminables. Nosotros contamos con 900 hombres y
Carrillo nos hace frente con determinación logrando contenernos por
12 horas.
Ubica a su gente alrededor de la plaza Bolívar, en la gobernación, en
su casa y en su negocio; llamado “Tutilimundi”. El alcalde de la ciudad
Eloy Anzola se dirige a Valera a buscar ayuda de los Araujo y Baptista.
Yo acariciaba mi pistola máuser C-96. Estaba presto al combate, esta
arma me la regalo mi primo, ya que en una de sus viajes a Europa
trajo varias, las cuales nos dio a sus hombres de confianza.
Esa arma daba poder y era de fácil manejo para nosotros que éramos
hombres de armas. A mí me gustaba, más que el revolver 45 usual en
este tipo de conflictos por su poder de penetración. Usaba balas de
tipo 7,63 y el cargador era de 10 balas superior a los revólveres de
seis. Además le podíamos le podíamos insertar culata y servía como
rifle.
Yo contaba igualmente con mi Winchester Modelo 1894, arma versátil
de 7 tiros, arma que era muy avanzada para la época ya que las
guerras se peleaban con los chopos de piedra. Aunque nuestro ejército
estaba muy disparejo armado, todos como buenos andinos nos
colgaba el machete a la cintura.
El armamento con que contábamos iba desde los rifles Remington y
Sharp, fusiles de piedra.
Nuestra gente era prudente, atrevida, los soldados de González
Pacheco debían tener valor, ser serenos en el combate, ser robustos
para resistir la fatiga del combate y las cargas de machete,
necesitábamos estar acostumbrados a transitar por los montes.
Éramos comandados por un oficial y constituidos por pelotones de
tiradores y exploradores. Nuestros tiradores no llevaban más peso que
su armamento y municiones. Siempre imperturbables en los peligros.
La plomacera se prende y general Garbi; hijo; dirige los ataques a la
cárcel, mi primo pelea con la gente que se encuentra en el negocio de
Carrillo, Eugenio Montaña, hombre de confianza del General Rafael
Montilla; mejor conocido como el Tigre de Guaito; se enfrenta a unos
tiradores que desde la torre de la iglesia del poblado van tumbando
con certera puntería a los hombres de González. Montaña se
aproxima a la puerta de la iglesia penetrando a la nave central de la
iglesia.
Vemos con rabia como van cayendo nuestros hombres, pero una
esperanza de derrotarlos nace cuando vemos a Montaña prenderle
fuego a las escaleras de cedro y nubes de humo salen por las
ventanas, con la candela quemando a los tiradores que con gritos y
maldiciones se lanzan por los techos y paredes de la iglesia, siendo
tumbados por los disparos de los atacantes.
El General Manuel Duran, jefe de los tiradores de la iglesia al tratar de
escapar del fuego y del humo se fractura una pierna. Con él se
encuentran los hermanos Marín. Durán se arrastra lento y
desesperado por la calle tratando de llegar al cuartel en donde era
cubierto con fuego cerrado. Antes se había bajado por una cuerda
Benjamín Marín quien salió ileso; atravesando la plaza; llegando a “La
otra banda”, sus dos hermanos; Ismael y José Ángel se fugan por el
techo de la Iglesia y logrando internarse en el cerro la “Alameda
Ribas”.
Los defensores se habían atrincherado en la esquina de Los
Muñecos, en la cárcel pública, en la mencionada iglesia y en la casa
del gobernador. Nuestra gente avanza con bayoneta calada.
El bastión de Carrillos Guerra que queda al lado de la iglesia es
amenazado por el fuego y el oficial Juan Antonio Paredes le pide al
Presidente del estado que se rinda.
Montaña peinilla en mano se enfrenta con el oficial que defiende la
casa de Carrillo y le arranca la cabeza de un machetazo a pesar de
estar este ya rendido, gritándole el hombre de confianza del Tigre
cuando el otro le dice que se rinde: ¡Yo no estoy rindiendo, sino
mermando, carajo!
El gobernador que no era ningún cobarde lo espera sable en mano,
pero el general Montaña en un gesto de hidalguía lo detiene, ya para
esa hora el reloj de la catedral tiene la 5:00 p.m, mi primo
acompañados por los Generales Tomas Garbi, José de Jesús
Gabaldón y Mario Baldi, hijo, se acercan a recibir el poder de parte de
Carrillo Guerra que luce derrotado que junto a los Araujo y los Baptista
trataron de imponer su voluntad
Los liberales del barbudo González éramos 900 hombres y tuvimos 70
muertos, mientras las fuerzas de Carrillo eran solo 100 hombres,
muriendo solamente 12 combatientes.
Nuestras tropas saquean el negocio Tutilimundi de Carrillo a pesar que
González Pacheco reprime con energía los saqueos. El general, junto
a José de Jesús Gabaldón avanzaban en sus bestias para recibir la
ciudad. Hombres jodidos que a punta de plan de machete evitaban que
la soldadesca invadiera los hogares.
¡Mueran los godos! ¡Abajo los liberales! Son los gritos que se
escuchan por parte de las fuerzas liberales. El general González
ordenas a los hijos de Mario Baldi encargarse de la seguridad de la
ciudad y de hacer cesar los saqueos que los hijos del león garibaldino
realizan con mano dura. Cuentan con la ayuda de Pepito Garbi y
José de Jesús Gabaldón, ayuda necesaria ya que las tropas
embriagadas sueltan los presos comunes de la cárcel
Los saqueadores chocan con las armas de estos bragados
combatientes, veteranos de mil combates, que no son huesos fáciles
de roer.
Después del terminado el fragor del combate, la gente empieza salir a
las calles, ya protegidas por los combatientes de confianza de mi primo
y para ver a la “Esfinge” que con su liquiliqui negro y su tez pálida,
montado en su mula recorría las calles vigilando que el orden se
mantuviera. Como era de esperarse las beatas empezarían a deslizar
el rumor de que los liberales eran enemigos de Dios y de la Iglesia por
haber quemado la Iglesia.
Mientras cesan los combates, los Araujo y los Baptista se preparan
para enfrentar a lagartijos como eran conocidas las huestes de
González. Los reúne el general José Manuel Baptista y se enteran en
Valera la derrota de Carrillo Guerra, ya el doctor y general Leopoldo
Baptista se acerca desde Barquisimeto por el camino de Carache a
Santa Ana.
Como era de imaginarse con un jefe tan arrecho; como el nuestro; ni
nos preocuparía esto y nos dirigiríamos a Carvajal en donde nos
esperaba el Gral. José Manuel Baptista, junto con su hijo y el general
Pedro Araujo.
Nuestro jefe había tratado de perseguir al Dr. Baptista; el bragado
combatiente de los conservadores, ni sus enemigos le podemos negar
su valor; junto a nosotros, pero se devuelve de Boconó al saber que
Leopoldo va por las Mesitas y Niquitao, se retira a la Plazuela y de ahí
se enrumba a Pampanito, Pie de Sabana y Carvajal.
Ya sabíamos cómo se batía el cobre con estos carajos, eran bien
jodidos pero nosotros tampoco éramos huesos fáciles de roer. Para los
famosos macheteros de los Araujo teníamos los cuchilleros de los
Baldi y de los Garbi que manejaban unas bayonetas que parecían
unos machetes de rozar, entrenados por los dos italianos en el
combate que solo eran expertos los garibaldinos.
El Dr. González Pacheco, que se había situado en Valera acude a
enfrentar a los ponchos; los combatientes de los Baptista y de los
Araujos descienden de los páramos; los combates duran tres días y
tres noches. En la pelea una bala roza la larga barba del doctor y
general y nuestro jefe con su valor y serenidad de siempre lo que hizo
fue tocarse la barba, comentando que la tenia demasiado larga.
Los ponchos se encontraban en la plaza Bolívar de Carvajal y el 1 de
octubre empiezan los combates y se pelea casa por casa. El combate
dura tres días a punta de plomo y machete.
Ellos contaban con unos famosos francotiradores que eran los
hermanos Terán, que disparaban en el medio de los ojos, disparo
conocido como el tiro teranero; eso produce demasiadas bajas en
nuestros soldados.
Rodulfo Terán el mejor tirador de los dos hermanos, va bajando uno a
uno a nuestras tropas, como si fueran pájaros, los dos hermanos
armados con Winchesters, nos iban tumbando nuestros soldados
como naipes desde la torre de la iglesia. Los combates son cruentos,
mi fusil se encuentra al rojo vivo, mi máuser tiene que seguir
entonando la canción de muerte, junto a mí; con sus hombres, se
encuentra Pepe Garbi hijo, combatiente jodido como su padre aquel
viejo arrecho que prefirió que lo mataran antes de rendirse.
Nunca olvidare a ese viejo con su larga barba castaña clara montado
en la mula zaina, con ese acento extranjero y el español chapuzado
que hablaba, igual que Mario Baldi de quien recuerdo igualmente
como junto a sus hijos era un león en la pelea, pero como siempre,
estaba después del combate pendiente de que no se vejara al
rendido, diciendo que esto lo había aprendido por Garibaldi, un y que
revolucionario italiano que según él, le había enseñado todo lo que
sabía.
Somos atacados por la Compañía “Estiguate” que a pesar de sus
bajas trata de asaltar nuestras posiciones. Se cuenta que cuando el
Gral. Pedro Araujo sale a investigar quienes fueron los atolondrados
que atacaban cuerpo a cuerpo las posiciones nuestras, salió el carajito
Gabaldon; que ya había sido rechazado por este como soldado por lo
joven; respondiéndole: ¡Ve que no soy ningún muchachito!
Pepe Garbi y yo tenemos que distraer a los Teranes para que nuestros
hombre puedan tomar la iglesia, pero esos carajos son muy arrechos y
no logramos derrotarlos sino que huyen dejándonos una gran
muertamentazón, cosas que nos encojona y juramos vengarnos de
esos grandes carajos.
Los ataques de los conservadores nos hacen retirarnos a Pampanito
el 3 de octubre, habíamos dejado la mayor cantidad de nuestra tropa
en Trujillo y los peones de los Araujo y Baptista son demasiados,
quedando tirados en el suelo carvajalence 200 muertos. Los godos se
retiraran tres días después.
Los baptisteros había aprovechado un tren que había llegado a
Sabana de Mendoza lleno de armas y municiones , adelantándose a
los nuestros quienes hallaron los vagones vacíos y tienen que por falta
de pertrechos tomar la vía del Baño, las Cruces, San Juan hasta
Isnostú.
La buena suerte no es precisamente lo que nos acompaña y la falta de
municiones no se separa de nosotros como en aquel combate que
tuvimos en Tovar.
Teníamos que pelear contra gente sin muchos tiros y eso era
incomodo en la pelea, cuando tu combates no vas a estar pendiente si
tienes pocas balas o no. Eso daña tú concentración en la pelea.
Nosotros teníamos 20000 tiros y los conservadores 500 fusiles nuevos
y 100000 balas.
Mi primo nos envía; a sus hombres de confianza; a hostigar a la gente
de los Araujo y Baptista, cosa que hacemos en pequeñas guerrillas.
Atacamos al Gral. Pedro Araujo varias veces, pero “macho” si era el
carajo ese. Una vez les disparamos a sus tropas y Araujo ni se movió
gritándole a su gente: ¡No se cimbren, carajo que la que “chifla” no
pega!
Los godos eran valientes y nosotros igual, éramos expertos en pelear
con armas blancas pero nos hacían falta echar plomo y balas para
nuestras armas y ahora las tropas conservadoras mejor armadas que
nosotros. La gente de Baptista se dirige a San Juan y se sitúan en el
cerro de Ponemesa en donde en un pasado se realizó la famosa
batalla en la Campaña Admirable.
Nos preparamos para librar la batalla más sangrienta que se haya
dado en el estado Trujillo, queremos apoderarnos de las cajas de
municiones de la gente de Leopoldo Baptista, pero es imposible y en
ese intento gastamos caso los 20000 tiros que teníamos.
Peleamos con arrechera, pero no podemos negarle a los contrarios su
valor. El general Eugenio Montaña rechaza el ataque de frente de los
conservadores que se encontraban en la entrada del pueblo que se
realiza en la madrugada del 8 de octubre. Desde Escuque les llegaron
a los godos tropas de esfuerzos traídas por el Gral. Gabriel Briceño.
Los baptisteros nos atacan igualmente por detrás por una calle que
corta el centro del pueblo. Nos pelean de frente y en ese combate una
bala me arranca un dedo, junto a mí se encuentra Pepe Baldi, quien
saca una pañuelo de su pantalón y me ata con fuerza la herida para
que no muera desangrado, pero tanta es la rabia que tengo que no
siento dolor y sigo disparando, economizando las pocas balas que ya
me quedan. Los carajos de los Baptista igualmente atacan por los
flancos buscando el camino del cementerio.
A pesar de que éramos enemigos los ponchos y nosotros los lagartijos
nos respetábamos, sabíamos que no dispararíamos a traición contra el
enemigo. Conocíamos tanto ellos como nosotros el sombrero de pelo
de guama de Leopoldo Baptista y el sombrero Panamá de nuestro
jefe y a nadie se le ocurrió disparar a traición en contra de alguno de
estos jefes.
Después nos enteramos que Leopoldo ve a uno de sus capitanes de
sus tropas con la mula blanca de González Pacheco y le ordenó con
dureza que se la entregara personalmente ya que no aceptaba botines
de guerra.
Igual era nuestro jefe, por eso es que nos utilizó a los Baldi, a Pepe
Garbi y a mí para evitar los saqueos de la casa de Carrillo Guerra en
Trujillo. Honra al caído y gloria al vencedor, pregonaban estos
caudillos.
Al final tenemos que retirarnos hacia Pampam; ya no nos quedan
balas; en donde se presentan escaramuzas y nos siguen las tropas
conservadoras. Los combates se habían dado hasta en Betijoque en el
sector los Cedros.
En la pelea murieron 300 hombres y hay 700 heridos. Leopoldo se
queda con el grueso de la tropa encargándose de los caídos. A los
cadáveres se les apilonó y se les metió candela ya que no había el
personal suficiente para enterrarlos como lo indicarán las prácticas
católicas que todos nosotros de uno y otro bando éramos afectos.
Con la arrechera en el alma me retiro con mi gente, como siempre
junto a mí primo, los Baldi, los Garbi y el Estado Mayor del general. Me
duele la mano, pero más me duele la derrota.
Con toda la plomazón que se cruzó en esta batalla, creo que es muy
poco lo que he perdido ya que con tanto muerto pude ser uno de ellos,
pero nosotros hombres acostumbrados al combate esto era lo que
menos nos interesaba.
Todos nos sentíamos rabiosos por la derrota y en la retirada nos
enteramos que ya Cipriano había llegado a Caracas y que en Valera la
noticia había sido recibida con beneplácito. Ahora sería el momento en
que ponchos y lagartijos buscaríamos la cuota de poder en el gobierno
de Castro.
Trescientos muertos y setecientos heridos producen esta batalla que
quedará registrada como la más sangrienta que se da en el estado
Trujillo. Los muertos son quemados en una gran pira funeraria.
Junto al Gral. José Manuel Baptista; jefe de los godos; se encuentran
los generales Pedro y Eliseo Araujo, Camilo Bethencourt, Rodulfo
Terán. Baptista se dirige a Trujillo donde establece el “orden
constitucional” en Trujillo, reponiendo a Carrillo Guerra, dejando luego
encargado a Pedro Araujo ya que parte para Caracas, llegando
cuando Ignacio Andrade ha abandonado el poder y Castro tiene la
riendas del país en sus manos.
Nos dirigiríamos primero a San Pedro, a Pampán a Monay y al final a
tierras de Lara, pero pasaría poco tiempo para que el general Castro
llamara a nuestro jefe como Auditor Militar de Maracaibo y yo como su
primo y más cercano colaborador, serviría de su edecán, después
remplazaría al general Jacinto Lara por orden de Cipriano Castro.
El general Lara era hijo del insigne prócer de la guerra de la
Independencia, era vivo ejemplo de la austeridad y del don de mando,
era representante del Partido Liberal.
Este había conseguido la desconfianza de Cipriano debido a que no
había devuelto al parque nacional el armamento decomisado al
enemigo en sus campañas.
Al llegar mi primo al estado se encuentra con que no es visto con
buenos ojos debido a que viene de otras tierras y por el prestigio que
tiene el Gral. Lara en Barquisimeto.
Empleados públicos, administrativos y militares presentan la renuncia,
pero mi primo con esa serenidad de siempre no les acepta la renuncia.
Somos atacados por elementos rebeldes, la gente con que contamos
no nos da abasto para contener a los insurrectos pero blandiendo su
espada y con la valentía que le caracteriza el general logra rendir a los
alzados y devolver a la región la calma necesaria. Junto con los
generales Montilla y Solagnie reduce la rebelión en Burere.
Después mi primo se dedica a buscar la paz, él no era un hombre
rencoroso. Realiza actos literarios y reabre el Colegio Nacional de
Categoría de Lara que había sido convertido por los rebeldes en
cuartel y al final los hombres de confianza del Gral. Lara terminan
colaborando con él.
Mi primo se dedica a trabajar, protege la instrucción pública, reorganiza
los poderes públicos, mejora el servicio postal. Coloca una asignación
mensual para el sostenimiento del Hospital, arregla el mercado y la
cárcel, organiza las carreteras de Cabudare y del Llano.
Muy pendiente estuvo mi primo con la seguridad del estado y todo lo
logra a pesar de los recursos limitados con que contaba.

Mi primo era un hombre de vasta cultura y había visto mucho mundo
en Europa donde estudió, reaccionando contra las injusticias de los
hacendados de la época tenían en contra de los campesinos que
reclutaban, les arrebataban sus tierras, quitándoles las cosechas que
en el mejor de los casos los utilizaban de medianeros, les confinaban
sus alambiques, les cobraban sus derechos de peaje por sus
haciendas, los despojaban de sus vegas, controlaban la vida íntima de
sus peones con matrimonios de conveniencia.
Rafael había oído a Mario Baldi que venía de las enseñanzas del
Socialismo Utópico que dizque tenia aquel revolucionario de camisa
roja que tanto nombraba el italiano. Mi primo era doctor en Ciencias
Políticas, graduado en Caracas. Por todas las ideas que había
aprendido en sus viajes se había unido al Partido Liberal.
El general era abogado también, en 1879 empieza su carrera como
soldado alistándose al mando de los generales Pulido y Ayala
destacándose en la campaña del centro.
También había desempeñado cargo como Gobernador en Trujillo y
desde el año de 1898 es proclamado y reconocido como jefe del
Partido Liberal Trujillano; cargo que siempre mantuvo en vida,
contando con colaboradores como los generales Solagnie, Montilla,
Vásquez, Garbis, Liscano y Baldis entre otros.
El general libra innumerables batallas que asumió muchas veces
contra fuerzas superiores con sus aguerridos compañeros de armas,
que siempre me precie de ser uno de ellos.
González le da el mando de las tropas que se enfrentarán a los
mochistas de José Manuel Hernández al famoso y terrible “Tigre de
Guaito” que se encuentra sublevados, logrando el jefe de los
combatientes de Guaito derrotarlos en Burere, estado Lara.
Los mochistas huyen a Trujillo y son protegidos por la gente de los
Araujo y Baptista, pero Castro le ordena al “Tigre” que invadiera a esas
tierras en persecución de los derrotados. Pero al mismo tiempo le dice
a los conservadores que se defiendan de un ataque de Montilla. Lo
hacía; Cipriano; con la firme convicción de deshacerse de dos rivales
peligrosos.
Cuando el general Montilla recibe la orden de retirarse al estar presto
para el ataque final. Mi primo estaba claro que no iba a ser instrumento
del “Tigre” para cobrar las cuentas que tenía con los Araujo y Baptista.
Desde ese momento mi primo se enemista con el “Tigre de Guaito”
con quien ya se estaban presentando pequeños roces. Llegaría a tanto
ese odio entre los dos caudillos, que Montilla nos atacaría ya que
nosotros lo estábamos buscando para resolver esa rivalidad que
teníamos.
Con tres cargas consecutivas con 140 hombres nos dio el “Tigre” y
nosotros atrincherados detrás de las paredes lo repelíamos y los
fuimos bajando hasta que con solamente 80 hombres se retira.
Yo participe en esos combates, igual que yo muchos de los hombres
que siempre había estado junto al general como lo fueron los Baldi y
los Garbi.
Montilla se dirige a Falcón siendo perseguido por el general Varela,
soldado de González Pacheco, quien lo emboscó produciéndole una
gran cantidad de bajas, saliendo ilesos el lugarteniente del “Tigre”;
Eugenio Montaña y varios de sus hombres de confianza.
Según me contó el mismo general Varela, a los días volvieron a
emboscar a Montilla y sus hombres a las orillas de un rio, tumbándole
el caballo al hombre de Guaito, quien se defiende protegiéndose con el
cuerpo del noble bruto, transformándose su pistola máuser con una
culata para emplearlo como rifle. Esa arma tenía esa versatilidad y
muchos de nosotros la logramos emplear como rifle.
Esta arma tenia las balas de plomo y revestidas con una camisa de
acero. A mediana distancia el disparo del máuser era perforante, pero
no destrozaba y por eso es que la conocían como el “arma
humanitaria”.
El combatiente de las montañas limítrofes entre Trujillo y Lara huye
después de ser muerto uno de sus hombres llamado David Acevedo
que con su rifle Remington que lo cubría desde la orilla del rio.
Este rifle como la pistola máuser era usado en los combates aquí en
Venezuela, a pesar de ser un poco incómodo por lo largo. Era de
mecanismo de cerrojo, era fiable y resistente. Un buen tirador podía
crearle problemas al enemigo.
No pasaría mucho tiempo para que estuviéramos otra vez en la
vorágine de la guerra. Días antes al dirigirnos a Caracas sufrimos un
accidente, íbamos en una locomotora y estos se descarrillo y varios
salieron heridos; entre ellos mi primo.
Estalló la Revolución Libertadora pagada desde el exterior por el
patiquín aquel llamado general Manuel Antonio Matos, que usaba una
sombrilla para protegerse del sol, cosa que producía risa en nosotros
que de vaina nos tapábamos con un sombrero. ¿Cómo nos veríamos
chistosos disparando o manejado el machete agarrando una
sombrilla? Eso lo dejábamos para las mujeres.
Matos era muy rico y contaba con el apoyo del imperialismo, además
lo ayudaban los caudillos Luciano Mendoza, Domingo Monagas,
Nicolás Rolando, José Gregorio Riera, Amábile Solángine, Luis Crespo
al mando de 14.000 hombres.
Al patiquín lo que le interesaba era ganar la guerra sin gastar dinero,
quería ser presidente de Venezuela usando los fondos entregados por
las potencias extranjeras.
Era tremendo traidor, es el primero que se alía con las naciones
poderosas y los caudillos “chopos de piedra” serían instrumentos
ciegos de la entrega del país a naciones extranjeras por sus
ambiciones personales.
En Lara la presencia de los generales Solangine y Eduardo
Colmenares arrastró a los liberales del estado Lara. Las fuerzas
nuestras comandadas por el general Juan Vicente Gómez ascendían
solamente a 6000 soldados.
En ese combate nos volveríamos a unir los trujillanos. Mi primo llamo a
los Baldi que se habían retirado a sus tierras en San Lázaro después
de los combates de Isnostú, además contábamos con Pepe y Tomás
Garbi, los hermanos Gabaldón y otros. En pocas palabras estábamos
los combatientes de González Pacheco.
La línea ferra que une a Barquisimeto con Tucacas fue cerrada por los
de “La Libertadora”. Salimos a enfrentarnos contra los rebeldes
acompañados por los generales Luis de Pascuale y Rufo Nieves. En el
recorrido de las locomotoras. En las cumbres de Terepaima se
encontraban los alzados y nos dirigimos hacia allá para allá.
Nos tirotean desde las cumbres en donde se encuentra destacado el
Gral. Solagnie, nos tenemos que retirar ya que la línea ferra ha sido
invadida por guerrilleros que nos podrían cerrar el paso al dañar las
vías.
Nuestro eterno enemigo el “Tigre de Guaito” se une en esta guerra, a
los generales Riera y Solaigne y sitúan a Barquisimeto donde como
les he dicho gobernaba el general; mi primo.
Contando con solo 80 hombres, de los cuales 40 hacían guardia en el
presidio de Las Tres Torres y 40 en el Cuartel Nacional custodian
40.000 tiros y 1000 fusiles máuser que era el parque nacional. Había
entregado el mando por pedimento de Castro al Gral. Varela junto a
2000 combatientes. El orgullo del general ha sido herido por la
desconfianza de Cipriano.
De varias cargas de caballería nos defendemos hasta que Montilla es
avisado que se aproxima el general Víctor Baptista con 1000 hombres,
dándole dos cargas más haciendo que el trujillano se retire.
Combatimos contra Luciano Mendoza en quince cuadras contando
solamente con 400 soldados, peleamos 13 días en donde mi primo
demostró su temple como militar y conductor de tropas
Nos retiramos y nuestro enemigo desayuna al otro día con sus
oficiales en un famoso hotel de la capital del estado de una señora
llamada Clorinda Planas.
Esta batalla había durado trece días, se nos acabaron las provisiones,
pero mi primo con la valentía que le caracterizaba dijo que nos
comeríamos a los cobardes. La vaina que en nuestras tropas no
existían esos especímenes. Nos replegamos al cementerio, dispuestos
a dar una carga de machete y morir en el intento.
El enemigo propone una armisticio éramos cuatrocientos hombres
contra tres mil del enemigo. Mi primo al cesar el fuego con que nos
atacaban, salto por una barricada; defendida por el coronel Félix
Galavís; y yo seguí su ejemplo, el ser soldado de un hombre así de
valiente no podía quedarme rezagado.
El general, con su traje negro su palidez de tuberculoso, con su
sombrero panamá y con el pecho cruzado de una banda amarilla;
color del Partido Liberal; atraviesa las filas enemigas que se abren en
respeto a este gesto de valor del caudillo trujillano.
Los generales de la “Libertadora” se acercaron, dándole la mano a
Luciano Mendoza, abrazó a Solagnie e ignoró a Montilla. Mi jefe
propone la entrega de la plaza y el ejército enemigo sugiere abrir un
flanco que al día siguiente saldríamos con nuestros heridos a bandera
desplegada y a tambor batiente.
Nunca olvidare esos momentos plagados de heroísmo. Lo generales
enemigos presenciarían nuestra marcha, con la dignidad del derrotado
que sabe que hizo lo posible para ser el vencedor no siendo favorecido
por la diosa fortuna y derrotados por la superioridad del enemigo.
Mi primo al lomo de su caballo, saludo a los generales enemigos, con
el fin de conducir a su gente a pesar de haber sido derrotados con el
honor y la satisfacción del deber cumplido.
De Barquisimeto nos dirigimos al Tocuyo uniéndonos a las fuerzas de
Leopoldo Baptista, quien lo iba a decir, después que hace poco tiempo
éramos enemigos.
El encuentro entre mi jefe y el ahora caudillo de los conservadores fue
interesante y aunque los dos jefes habían sido rivales en los combates
y en las posturas políticas, eran amigos personales, que se guardaba
como ya se los dije un gran respeto.
Cuando no volvemos a Barquisimeto vemos que la gente de la
“Libertadora” había abandonado la ciudad pero vemos que se acerca
Gregorio Riera y para evitar quedarnos sin parque y que caiga en
manos del enemigo, el general decide que es mejor retirarnos por
órdenes del Cipriano.
Mi primo el general montado en su mula blanca dirige la marcha,
impertérrito, vestido de negro y con su tez cadavérica y su barba negra
parece un profeta bíblico. Estábamos realizando la famosa retirada de
Barquisimeto.
Tratamos de hacer creer que nos dirigiríamos a Trujillo, tuvimos que
pasar por un desfiladero en donde nos acribillan a tiros.
Recorremos Cabudare, Yaritagua y Chivacoa, nuestros hombres con el
dedo en el gatillo pero tranquilos al saberse conducidos por tremendo
estratega militar que conduce el parque hasta el sitio esperado cuando
se reúne con Leopoldo Baptista.
En la guerra de “la Libertadora” murieron 8000 soldados, el mismo
Castro nos comanda y vamos a pelear pa´ el oriente. “El Cabito” traza
un plan, llamado de defensa estratégica, estableciendo un flexible
juego de líneas de defensa, sitúa tropas en Los Teques, Carrizal, San
Antonio de los Altos. Establece su cuartel general en La Victoria, mi
primo y Leopoldo Baptista son encargados de la línea defensiva desde
Los Teques hasta La Cortada del Guayabo, los jefes de los godos y
lagartijos unidos en una sola bandera.
Recuerdo que para esa fecha; julio del año de 1892; solo quedaba en
manos de Cipriano los estados Miranda, Aragua y Carabobo en el
centro de Venezuela y en el occidente Trujillo, Zulia, Mérida y Tachira.
Los gobiernos anteriores habían descuidado la instrucción del ejército,
Cipriano corrigió esa falla. Un ejemplo fue en plena Revolución
Libertadora cuando se enfrenta al general Loreto Lima; conocido como
Lanza Libre, en Tinaco, derrotándolo.
Lanza Libre comentaba que los chacharos si eran cobardes porque se
habían atrincherado dentro del poblado y responden a las cargas del
lancero que es herido y posteriormente muere por los disparos de la
gente de Castro.
Cipriano había adquirido 40.000 fusiles Mauser y 50.000.000 de
cartuchos, trenes con artillería de montaña; Scneider y Krupp, cañones
Creusot y ametralladoras Holchkiss.
Estamos dispuestos a defender “como de lugar” el terreno y de esta
forma garantizar el enlace del comando general con la capital de la
Republica en donde se encontraba como presidente encargado, el
Gral. Juan Vicente Gómez.
La “Libertadora” había comenzado el 20 de diciembre de 1901,
estallando en La Victoria un alzamiento del general Luciano Mendoza.
Comandó Castro al general Juan Vicente Gómez que organizó
escuadrones de caballería y contacta con el enemigo en Aragua y
Guárico.
Para 1902 Castro se encuentra muy frágil siendo derrotado en todos
los frentes de Oriente y Occidente, encarga a Gómez de la
presidencia, quien convalece de una herida recibida en Carúpano y se
nombra presidente en campaña. Cipriano no tenía formación militar
académica como nosotros, pero nadie le podía negar su gran valor.
Cipriano no creía que mi primo había sido derrotado en Barquisimeto,
pero conoce la debilidad de las alianzas de los caudillos, ninguno
aceptaba la jefatura del otro y menos de un hombre como Matos.
La “Libertadora” con 14.000 rodean La Victoria en donde se realizara
la batalla que con más soldados se ha peleado en Venezuela. Estamos
dispuestos a morir pero no a dejarnos vencer, contamos con 6000
hombres.
De Los Andes venían tres divisiones que estaban a cargo de Leopoldo
Baptista. Consta de tres divisiones, “Táchira”; compuesta por los
batallones Zamora, Urdaneta, Ayacucho, 5 de Julio, Miranda y Páez;
“Mérida”; integrada por los batallones Libertador, Tovar comandados
por el general Tomás Pino y Trujillo; por los batallones Bolívar y Sucre,
dirigidos por el general Víctor Manuel Baptista.
Se contaba con el apoyo de fuego de una sección de artillería con un
cañón Hochkss calibre 42 mm con 280 disparos.
Los de la “Libertadores” se reúnen en Villa de Cura. Cipriano se sitúa
en La Victoria. Matos decide aplazar el ataque ya que una división
nuestra le cierra el camino.
El ataque a la capital la había planeado Domingo Monagas pero ahora
se dirigirán contra nosotros en La Victoria. La “Libertadora” contaba
con dos mandos que eran Monagas y Matos.
Monagas se encontraba gravemente enfermo y muere tomando su
mando el general Luciano Mendoza quien expresa que se debe atacar
La Victoria.
Leopoldo Baptista y mi primo se establecen el día 6 de octubre en La
Victoria, González trae tres batallones que defienden la línea de
seguridad hacia Aragua y Caracas. Matos ser opone al ataque por la
pérdida de tropa y pertrechos para dominar nuestras posiciones,
tenían 600.000 disparos.
Si nos derrotaban en La Victoria tendrían despejado el corredor de
movilidad estratégica hacia Caracas. Los revolucionarios disponían de
pequeños cañones de campaña. Para Castro La Victoria tenía un gran
valor estratégico y era fácil de defender.
El 4 de octubre informan los espías que fuerzas enemigas se
acercaban y se previno a Leopoldo Baptista para que ocupara Los
Teques y Las Canales y mi primo con los batallones 5 de Julio y Páez
se les ordenó que mantuvieran posiciones.
Nosotros estamos eufóricos, a pesar de que somos menos estamos
deseosos de enfrentarnos contra esos “perros”. Estamos seguros que
los haremos morder el polvo. Nosotros estamos mandados por
hombres arrechos y ellos por un patiquín con sombrilla y todo.
Nuestros soldados se vestían con un uniforme de pantalón y camisa
de algodón, cotizas ya que a nuestros soldados les era más cómodo
que las botas cerradas.
Recuerdo que el día 12 de octubre comienza la pelea y estamos
rodeados por los hombres de Matos. La revolución ataca los flancos y
el gobierno nos atrincheramos, improvisando defensas con fosos de
tiradores individuales.
Los trujillanos nos situamos en los Altos Mirandinos. Mi primo ocupa la
vía del Boquerón.
Castro intenta romper el cerco ya que se nos están acabando los
suministros. Pero llegamos con Leopoldo, Pedro Linares, Pedro María
Cárdenas comandando 1000 hombres de la División Trujillo, sumado a
eso llegamos con un convoy lleno de armas y municiones.
Contábamos con rifles máuseres de repetición y cañones alemanes
Krupp teniendo una gran candencia y poder de fuego. Los primeros
combates no se realizan en La Victoria sino en el Prado y comienzan a
las 8 de la noche y logramos desalojar al enemigo después de hora y
media de combate.
Leopoldo amanece en el Guayabo para apoyar al general, mi primo.
Pero no se logran los resultados esperados. Cipriano ordena a
González desalojar al enemigo del Boquerón con artillería.
Los de “La Libertadora” se retiran a los Ocumitos donde atacan
Baptista y mi primo con toda su fuerza, pero la artillería no logra su
efecto y mi primo pide a Gómez, que ya se encuentra en el sitio del
combate que le envíe un artillero que sirva.
Los disparos de los cañones eran difícil, cada vez que se disparaba
había que mover el cañón hacia un nuevo blanco en donde
colaborábamos tropas y oficiales.
Mi primo persigue a los revolucionarios y yo con los generales de su
Estado Mayor, como siempre de primeros en el combate dando
ejemplo.
Los rebeldes atacan tratando de recuperar Los Altos Mirandinos para
suspender el ferrocarril que va de La Victoria a Caracas, Cipriano
envía al Dr. Carnevali a reforzar su posición.
Sabemos que se acerca a La Victoria el enemigo por los espías que
tenemos. Los combates se siguen produciendo en el transcurrir de los
días.
El enemigo se encuentra situado en el cerro Copey con una
considerable fuerza comandada por los generales Luis Crespo,
Roberto Vargas, Julián Correa y Andrés Acosta.
En aquella posición se encontraba aglomerados los elementos de
defensa de la Revolución Libertadora. El general y doctor Baptista se
limitó a simples escaramuzas de guerrillas sobre Copey, que le dieron
el convencimiento de la imposibilidad de un ataque frontal contra esa
posición.
Leopoldo expone un plan a Castro, como buen trujillano está
consciente del poder nuestro en las cargas de machete. Baptista
propone un ataque nocturno a machete. Nuestros hombres sin
camisas atacaran tipo comando a todo lo que tenga ropa. Había que
sorprenderlos y un ataque nocturno era lo más viable.
El batallón “Sucre” comandado por el coronel Gabaldón; el que unos
años después se alzaría contra Gómez en la recordada “Gabaldonera”;
realizaron los ataques de amago para estudiar al enemigo.
La fecha fue fijada para la noche del 1 de noviembre, pero lo impidió
el extravió de una compañía del batallón “Bolívar”. Fueron escogidos
los coroneles Francisco Paredes y Eugenio Morillo teniendo al mando
una guerrilla de diez hombres y ayudados por los comandantes
Benjamín Marín e Isidro Pérez y ayudados por los capitanes Víctor
Villegas y Sebastián Marín.
Con la mascada de chimo y la arrechera a cuesta, con el trago de ron
con pólvora y con el machete afilado presto a morder al enemigo.
Estábamos desnudos de cintura para arriba para “machetear” a los
que tengan ropa.
Se comenzó a las ocho de la noche con un nutrido fuego de artillería
de nuestras líneas contra el cerro Copey por más de media hora.
Asaltamos al enemigo en sus dos posiciones y los vamos
acuchillando. Macheteábamos a todo lo que no tenían ropa.
A diestra y siniestra, dábamos tajos y sentíamos como caía el
enemigo muerto o herido, los demás huían y nosotros con esta
borrachera de sangre. Muchos se cayeron por los barrancos, otros
huían dejando armas y municiones.
Veíamos como posiciones que se consideraban inexpugnables eran
abandonas por soldados en pánico que huían de nuestro ataque.
Mi primo, el general, me había encomendado para que fuera a
combatir con esta gente de Leopoldo Baptista para que el Partido
Liberal tuviera representación en esta derrota que les daríamos a los
rebeldes.
Los trujillanos participaríamos en los hechos que se suscitarían en la
mitad del siglo 19 hasta los comienzos del siglo 20. Tendríamos una
participación importante como les relaté.
Vendrían tiempos de paz para el país y mi primo desde el estado Lara
gobierna. En su gestión se realiza el Primer Concurso Público
Industrial del Estado Lara que engloba todas las industrias que hacen
vida en el estado.
En el año de 1904 es nombrado Presidente Provisional del estado
Carabobo hasta que es nombrado Comandante de las Armas
Nacionales en el estado Trujillo.
Recuerdo como lo recibió la gente, la estación de ferrocarril no daba
abasto para contener el gentío que había. El general se sentía muy
complacido y yo como su edecán, estuve en primera fila; con él.
Al final de este año es nombrado presidente del estado Lara, pero ya
la enfermedad había avanzado demasiado en su cansado cuerpo. Mi
primo, amigos míos; era tuberculoso y por eso delgadez cadavérica.
El 17 de diciembre de 1905 mi primo muere acompañado de todos
nuestros afectos con 48 años cumplidos.


FIN

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