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LA MEMORIA HISTÓRICA EN COLOMBIA (2007-2018)

PARADOJAS DE UN PROCESO

María Emma Wills


Asesora Dirección General y Coordinadora Pedagogía
Centro Nacional de Memoria Histórica1
Colombia, a diferencias de otros países latinoamericanos, hizo el tránsito hacia el siglo XXI
de la mano de un viejo-nuevo conflicto armado. Su conflicto podía2 ser catalogado como viejo
en la medida que los actores se confrontaban apelando a los marcos interpretativos de una
Guerra Fría que para muchos se desvaneció con la Caída del Muro de Berlín en 1989; pero
también le cabía el calificativo de nuevo porque incorporaba las lógicas del acaparamiento de
recursos que abastecen y prolongan muchas de las guerras internas contemporáneas3.

En medio de ese extendido arco de tiempo de violencia organizada, emergió en el país un


campo de memoria histórica4 vinculado a la suerte de las víctimas de la confrontación armada
a finales de los ochenta del siglo pasado. Diversas iniciativas de defensa de los derechos
humanos iniciaron por esos años la difícil tarea de preservar los archivos de las violaciones
sistemáticas. En medio de altos grados de impunidad, organizaciones sociales se volcaron a
preservar, analizar y denunciar los asesinatos selectivos, las amenazas, las desapariciones
forzadas, y las masacres5. Sin embargo, aunque ellas actuaban movidas por el compromiso de
salvaguardar la memoria de las víctimas y denunciar a los presuntos responsables para que las
autoridades competentes investigaran e impartieran justicia, no existía aún una manera de
enunciar y englobar todas estas luchas.

Es solo en 2005, quince años después, con la aprobación de la ley 975 de Justicia y Paz que la
memoria histórica se introduce en el campo normativo y de las políticas públicas
colombianas6, y de allí comienza un recorrido donde va adquiriendo cada vez más relevancia

1
Firmo este escrito como integrante del Centro Nacional de Memoria Histórica porque quiero reconocer todo el
aprendizaje que acumulé en estos años de experiencia gracias a las conversaciones que sostuve con colegas de
otras direcciones y enfoques del Centro y a los innumerables talleres y salidas de campo que compartí con todos
ellos. Estos años fueron de enormes transformaciones interiores y crecimientos profesionales. No obstante, como
lo expreso más adelante, soy yo la única responsable de la mirada consignada en este texto.
2
Aunque las negociaciones entre el gobierno Santos y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) languidecen,
escojo hablar en pasado del conflicto armado pues creo que los diálogos y el Acuerdo de Paz alcanzado por el
Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) sí marcan un punto de inflexión en los
sentidos que adquieren las violencias organizadas en el país. Innegablemente hoy persisten muchas violencias
organizadas pero la amalgama entre organizaciones estrictamente criminales, agentes del Estado cooptados y
organizaciones guerrilleras hace cada vez más difícil nombrar lo que ocurre en términos de conflicto armado
interno.
3
Kaldor, 2007 y Collier y Hoeffler, 2004
4
Por campo de memoria histórica entiendo un escenario donde, desde distintas tradiciones de producción de
saberes y sentidos comunes, gestoras y gestores agencian, con sus prácticas específicas, procesos de los que
surgen narrativas que representan y ofrecen un sentido a trayectorias de vida compartidas. Esas representaciones,
aunque se refieren a un pasado ya vivido, orientan sus posturas en el presente y auguran futuros posibles.
5
Tate, 2007.
6
La ley 975 de 2005 en su artículo 8 hace referencia al derecho de las víctimas a la reparación simbólica y la
define como aquella que “tiende a asegurar la preservación de la memoria histórica, la no repetición de los
1
en la esfera pública dejando huella en los medios de comunicación, las organizaciones de
víctimas, los actores del conflicto armado y la propia institucionalidad.

Estas páginas proponen una reconstrucción de la trayectoria paradójica que ha vivido ese
campo de la memoria histórica en Colombia de 2005 hasta 2018. Arguye que en 2005,
mientras las voces “fuertes”7 de los paramilitares buscaban imponer su versión heroica y
exculpatoria del pasado y del conflicto armado, en otros escenarios circulaba una explosión
plural de memorias sueltas 8 , impulsadas por gestores locales, regionales y nacionales
siguiendo estéticas, tradiciones y saberes propios. Diez años después, las voces de las
víctimas se habían fortalecido en el campo simbólico, pero a su vez, a medida que la memoria
histórica cobraba relevancia en la esfera pública, las distintas dirigencias9 implicadas en el
conflicto armado reconocían su trascendencia y buscaban de manera estratégica regular los
relatos sobre el pasado. Para ellas, la memoria, en principio inocua, se transformó en esos
años en un objeto preciado inscrito en un campo de guerra donde cada batalla simbólica para
debía ser ganada.

Así, en el país, transitamos de una cierta invisibilidad de las voces de las víctimas, a su
empoderamiento y presencia inobjetable en el escenario público, pero este surgimiento vino
acompañado de estrategias que buscan domesticar el carácter plural e indócil de las memorias.
Actores centrales en el conflicto armado se prepararon para controlar y encausar los relatos
sobre un pasado contencioso e imponer una narrativa hegemónica cerrada, contada a manera
de fábula, con personajes que fungían, ya sea como héroes, ya sea como villanos, cumpliendo
sus roles desde unas identidades esenciales e inmutables.

La reconstrucción de este proceso y estos argumentos se organizan alrededor de dos


momentos claramente diferenciados: un primero se refiere a los años de negociación del
gobierno Uribe con las AUC y de confrontación abierta con las guerrillas a quienes el
Ejecutivo tilda de terroristas (2007-2010) y que se extiende hasta el inicio de la negociación
del gobierno Santos con las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(FARC) en 2012; y un segundo que arranca con la negociación en La Habana, pasa por la
firma del Acuerdo de Paz y su renegociación luego de la derrota del plebiscito de 2016, y se
prolonga hasta el cambio de gobierno en 2018.

hechos victimizantes, la aceptación pública de los hechos, el perdón público y el restablecimiento de la dignidad
de las víctimas”.
7
Retomo la idea de público “fuerte” de Fraser (1997) quien lo vincula a escenarios deliberativos que van
acompañados de toma de decisiones imperativas como el Congreso de la República. Es fuerte en la medida que
no solo es deliberante sino decisoria.
8
Stern entiende por memorias sueltas lo siguiente: “Todos tenemos en nuestras vidas una multitud de
experiencias y en nuestras cabezas una multitud de memorias más o menos sueltas desde una perspectiva social.
Son éstas una serie de recuerdos para nosotros significativos y hasta fundamentales para definir quienes somos”.
Stern (2002). Aunque Stern asocia las memorias sueltas sobre todo a memorias personales que no se han
ordenado en un marco de sentido social, en este texto hago extensivo el concepto a memorias colectivas
construidas por gestores locales sin seguir indicaciones y protocolos rígidos impuestos por partidos o corrientes
políticas o funcionarios con una agenda propia.
9
Dirigencias en el campo militar pero también en el campo político, económico, académico y social.
2
Este recuento además se hila desde una experiencia concreta y un lugar específico: la autora
se desempeñó como investigadora primero del Grupo de Memoria Histórica (GMH)10 y luego
como asesora de la Dirección General del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH)11.
Por eso, es necesario advertir que esta reconstrucción se hace sobre la base de la revisión de
distintas fuentes pero también de una memoria involucrada12 puesto que quien escribe estas
páginas hizo parte de una de las instancias que jugaron un papel en este proceso paradójico.

1. PRIMER MOMENTO: MEMORIAS FUERTES Y LA EXPLOSIÓN DE LA PLURALIDAD

Luego de un infructuoso proceso de negociación entre las FARC y el gobierno Pastrana


(1998-2002), la frustración pública se expresó en el campo electoral en 2002 dándole la
victoria a quién ofrecía un viraje radical en el tratamiento del conflicto armado. Álvaro Uribe,
Gobernador de Antioquia en años previos, defensor de las Convivir13, llegó a la Presidencia
con un discurso de mano dura frente a las guerrillas. En poco tiempo, el nuevo Presidente
recompuso la manera cómo se venía enunciando el conflicto armado interno que pasó a ser
visto por el Ejecutivo como una confrontación terrorista de las guerrillas contra la sociedad.

Además de esa reconfiguración en el campo simbólico, el Presidente sorprendió iniciando


conversaciones pero esta vez no con las guerrillas sino con las Autodefensas Unidas de
Colombia (AUC), organización antiguerrillera y anticomunista fundada en 1997 con el
propósito de articular las distintas expresiones regionales paramilitares existentes en el país.

En 2004, cuando el Congreso de la República discutía el marco normativo de esas


negociaciones, tres comandantes paramilitares, Iván Duque alias Ernesto Báez, Salvatore
Mancuso y Ramón Isaza, fueron invitados por la Comisión de Paz de la Cámara de
Representantes a dar su versión del proceso de negociación.

10
El Grupo se funda en el marco de la aprobación de la Ley 975 de Justicia y Paz que estipula la creación de la
Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR). Eduardo Pizarro, sociólogo con una larga
experiencia en el campo de la violentología 10 e investigador titular del Instituto de Estudios Políticos y
Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia, es designado Presidente de la Comisión. Al
poco tiempo de ser nombrado, propone al órgano rector de la Comisión crear un grupo de investigadores bajo la
dirección de Gonzalo Sánchez, historiador experto en temas de violencia y quien ya ha dirigido comisiones
previas de esclarecimiento, para que asuma la tarea de elaborar “un informe público sobre las razones para el
surgimiento y evolución de los grupos armados ilegales” ordenado en el artículo 51.2 de la misma ley.
11
El CNMH se crea por la ley 1448 de 2011 y tiene como principal tarea cumplir con el deber de memoria del
Estado colombiano y la reparación simbólica de las víctimas.
12
En 2008 me uno, por invitación de Gonzalo Sánchez, al equipo de investigadores y me dedico a incluir una
perspectiva de género en los procesos de memoria histórica así como a coordinar un equipo concentrado en la
reconstrucción de las huellas del conflicto armado en las mujeres del Caribe colombiano. Estas páginas
responden ante todo a una lectura personal de este proceso y NO comprometen ni al GMH ni al CNMH en su
conjunto.
13
Las Convivir fueron grupos de seguridad privada avalados por el Estado encargados de ofrecer seguridad en
regiones donde había poca o nula presencia de la FP. Esta “tercerización” de la oferta de seguridad y el respaldo
de sectores de la FP de una vía clandestina para derrotar a las guerrillas derivó en la consolidación y expansión
del fenómeno paramilitar.
3
Ivan Duque, alias Ernesto Baez, Salvatore Mancuso y Ramón Isaza, comandantes
paramilitares en el Congreso de la República, julio 29 de 2004. Eltiempo.com

Cada uno de ellos, vestido de corbata y traje oscuro, intervino para ofrecer al país entero su
versión del pasado y las razones de su lucha14. Más que compungidos, los comandantes se
mostraron seguros de haber tomado las decisiones correctas ante, según ellos, un Estado
ausente y un enemigo sin escrúpulos (las guerrillas). Mientras ellos se explayaban frente a los
micrófonos, en las gradas superiores del Salón Elíptico, en solitario, dos víctimas, Iván
Cepeda hijo del asesinado Senador de la Unión Patriótica del mismo nombre y Dilia Solana,
representante del proyecto Justicia y Vida, protestaban contra un ritual que, según ellos,
consagraba impunidad para los paramilitares e imposición del silencio y olvido para las
víctimas.

Iván Cepeda con la foto de su padre asesinado en las gradas del


Salón Elíptico elespectador.com

No obstante esta protesta, la mayoría de quiénes asistían a estos pronunciamientos rompieron


en estruendosos aplausos refrendando con este gesto la explicación histórica que los
comandantes, ahora vestidos de civil, ofrecían del surgimiento y expansión del

14
Las intervenciones fueron transmitidas por el canal institucional, Señal Colombia.
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1512042
4
paramilitarismo en Colombia. Y no era para sorprenderse. Un año después, en declaraciones
de radio, ante la revista Semana y ante la Corte Suprema de Justicia, el propio Mancuso y
Vicente Castaño afirmaron que contaban con un 35 % de respaldo en esa corporación15.

Mientras estas voces expresaban una versión que compartía rasgos de familia con el discurso
pronunciado desde el Ejecutivo, en los territorios, personas, familias, comunidades y
movimientos, desde sus memorias, honraban a sus familiares víctimas, impugnaban versiones
justificadoras de la violación de sus derechos, y reclamaban justicia.

A diferencia de las memorias que buscaban ungirse en lugares oficiales, las iniciativas
sociales se tomaban la esfera pública a veces local, y en otras ocasiones regional o nacional,
no desde un molde uniformizado, sino desde su pluralidad16. Este abanico de expresiones, con
sus énfasis y sus lenguajes, daba cuenta de la diversidad de miradas, saberes y estéticas que
iba entrecruzándose para constituir un campo de memorias cada vez más denso y plural.

Esta pluralidad se reflejaba en diversos aspectos. El que primero saltaba a la vista es el de la


diversidad de lenguajes expresivos. Por ejemplo en la región Caribe, las mujeres de
Mampuján usaban el tejido para plasmar sus recuerdos y exponerlos en la escena pública (ver
más abajo uno de sus telares) y madres víctimas testimoniantes se unían a la compañía
Tragaluna para poner en escena un montaje de denuncia de sus muertos y desaparecidos con
la obra Antígona, un tribunal de mujeres17. Un poco más al noreste, en la Alta Guajira,
mujeres Wayuu sobrevivientes de la masacre de Portete, cada 21 de abril, convocaban y
convocan desde el 2004 a su comunidad a un Yanama para honrar a sus muertos, vivir su
territorio y reclamar su derecho a un retorno digno. Y en el Pacífico, a la vera del rio Atrato,
una comunidad afro, y en particular sus mujeres, transformaban sus cantos fúnebres, los
alabaos, en vehículos de memoria de la masacre acontecida en Bojayá18.

15
http://caracol.com.co/radio/2005/08/04/judicial/1123166760_191922.html
16
GMH, 2009.
17
https://www.youtube.com/watch?v=OPR5UC17At0
18
Cantadoras de Pogue: Voces de Resistencia, Centro de Estudios Afrodiaspóricos, Icesi (2016)
https://www.youtube.com/watch?v=2pKUJYzaWcQ
5
Tejido de Mampujan Alejandro Giraldo Gil- Sobre las artes y la paz en Revista 070

Además de estas iniciativas agenciadas por mujeres, el territorio colombiano estaba irrigado
de otros proyectos impulsados por públicos mixtos: jardines de la memoria; murales del
recuerdo; museos escolares; archivos y salones de derechos humanos, museos comunitarios
de la memoria; exposiciones fotográficas19...

Ahora bien, la pluralidad del campo de las memorias no solo se refería a la diversidad de
lenguajes sino también a los énfasis y sentidos que gestores de distintos géneros, etnias, edad,
confesión religiosa, o corriente política imprimían a estos procesos. En el caso de Trujillo por
ejemplo, la organización de víctimas, campesina, es de carácter mixto. No obstante, las
mujeres, en sus relatos de la masacre por ellos sufrida, marcaban el tiempo desde eventos para
ellas relevantes, ponían de relieve ciertos recuerdos distintos a los de sus compañeros,
afrontaban su dolor desde orillas particulares, añoraban ciertos espacios deshechos por la
guerra y reclamaban sus derechos siguiendo repertorios específicos20. Hablaban entonces no
solo de acontecimientos y procesos. Sus memorias nos permitían descubrir quiénes eran ellas:
lo que desde su orilla era relevante y adquiría un significado particular.

Desde el enfoque étnico era posible comprender que tiempo y espacio, nociones que con tanta
facilidad asumimos como uniformes, son vividas de manera radicalmente distintas por las
comunidades indígenas. El tiempo del calendario occidental, donde un día le sigue a otro,
nada tenía que ver con sus nociones de tiempo en espiral.

19
Uribe, 2009; ese registro se encuentra actualizado en http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/home-
iniciativas-memoria/registro-de-iniciativas
20
Wills, 2009.
6
Taller de memoria histórica con maestros y maestras de comunidades
indígenas del Cauca, Cali, 2015. Foto: María Emma Wills

La diferencia también se expresaba en otros aspectos. Por ejemplo, en el Amazonas, los


mayores de tres etnias, sobrevivientes del genocidio producto de la explotación cauchera,
con metáforas (dispositivos culturales) ancladas en su cosmogonía, buscaban sanar a sus
comunidades de tragedias acontecidas a principios del siglo XX centrando su mirada en el
futuro. El “canasto del horror” no debía ser abierto para no dividir y fracturar, mientras el
“canasto de la esperanza” se constituía en el eje que los nucleaba y les permitía pervivir.

En sus voces, además, el territorio dejaba de ser un lugar de paso, una mercancía que se
compra y se vende, para transformarse en parte constitutiva del cuerpo colectivo. Si algo
quedaba claro al escuchar las memorias de los pueblos indígenas es que desde sus miradas,
cada ser vivo encuentra su destino en el territorio y es en él que la comunidad encarna y
adquiere significado.

A medida que se agregaban hilos identitarios a ese campo de memorias, una opinión pública
citadina no solo descubría los horrores de “nuestra” guerra, sino además y sobre todo nuestra
pluralidad cultural. Un país, maravillosamente diverso, se hacía visible poco a poco en las
ciudades.

Pero los hilos de las memorias no solo eran distintos por las razones ya mencionadas. Las
diferencias también se referían al tipo de procesos que permiten que ellas emergieran en la
escena pública. Unas se hilaban en solitario (poemas, cartas personales, performance
individuales, canciones a una sola voz); otras se tejían en colectivos y respondían a procesos

7
comunitarios (Bojayá, Portete, Trujillo, Mampujan...); mientras otras le apuntaban a una
mixtura de memorias e historia donde se articulaban gestores locales con gestores formados
en un ámbito académico. Entre ellas, más que diferencias de naturaleza, se presentaban
gradaciones y mixturas que no solo se expresaban en torno a quién o quienes estaban
comprometidos en su gestación sino también porque activaban en el campo de las memorias
distintos juicios estéticos y criterios de verosimilitud.

Por ejemplo, las memorias personales otorgaban un lugar a la subjetividad cuya potencia
comunicativa no se develaba por el uso de un rigor metodológico sino por su capacidad de
convocar a su público a un viaje imaginario: a través del relato, quién escuchaba se
transportaba al lugar y momento de los hechos, desde las sensaciones y emociones de quién
los vivió en carne propia. Por eso, las narrativas en primera persona se encontraban más cerca
de los relatos literarios y del lenguaje de las artes y las expresiones estéticas. De su mano,
distintos públicos iban descubriendo cómo, además de los y las artistas profesionales
consagrados21, surgían otros que, sin haber pasado por Escuelas y Academias de Bellas Artes,
recreaban con una fuerza inusitada el mundo emocional y sentimental de los testigos y
víctimas sobrevivientes22. En la poesía, en la pintura, en la danza, en la cerámica, algunas de
ellas encontraban una forma de solaz al restablecer un vínculo comunicativo con los otros que
abría un espacio a la esperanza.

Las memorias colectivas por contraste tomaban cuerpo en lugares de encuentro comunicativo
en las comunidades y organizaciones. En estos escenarios compartidos, gestores tejían una
narrativa que resonaba en los integrantes de la propia comunidad al ofrecerles, a manera de
espejo, una historia de su trayectoria y un horizonte de futuro donde esa misma comunidad,
como sujeto colectivo, pervivía, luchaba, resistía y se fortalecía a partir del relato de su propia
historia. Esas narrativas de memoria colectiva que se iban instalando en la esfera pública
comunal o local nunca alcanzaban a cubrir la totalidad ni lograban convocar a la unanimidad.
Generalmente se confrontaban a relatos de disenso interno que las impugnaban –faltó esto u
aquello; o: “esto no ocurrió así”— o al surgimiento de nuevas coyunturas que suscitaban
lecturas ajustadas de las prioridades y los desafíos del momento en una relación co-

21
En Colombia, tenemos una larga y rica tradición literaria que efectivamente ha propuesta una memoria
histórica de nuestra trayectoria como nación en medio de una violencia constitutiva, comenzando por el propio
premio nobel de literatura, Gabriel García Márquez (Cien años de soledad) . Recientemente, Evelio Rosero (los
Ejércitos); Ricardo Silva (Una historia oficial del amor); Pablo Montoya (Los derrotados); Laura Restrepo
(Delirio o Demasiados Héroes), Juan Gabriel Vásquez (El ruido de las cosas al caer), Héctor Abad Faciolince
(El olvido que seremos) por solo nombrar algunos. En el campo del teatro la lista es infinita, comenzando por
Guadalupe Años Ciencuenta y extendiéndose hoy a Labio de Liebre. En el campo de la pintura, también se
destacan Alejandro Obregón (La Violencia); Debora Arango (Masacre del 9 de Abril) y de manera más
contemporánea, Erika Diettes (Relicarios); Doris Salcedo (La casa viuda) u Oscar Muñoz (Re-trato)
22
Por solo mencionar algunos: Soraya Bayuelo, premio nacional de paz y lideresa del Colectivo de
Comunicaciones Montes de María Línea XXI, acompañó su mapa del cuerpo de una poesía “Bailarina de los
pies descalzos” que habla de la tragedia pero también de la esperanza; Esther Polo Zabala, joven sobreviviente,
se transformó en poeta y escritora de teatro (ver: https://www.youtube.com/watch?v=lKJ_BwNfb48); o en el
documental: Rostros de la memoria, Don Jaime Montoya, líder social de Granada (Antioquia) lee los poemas
que ha escrito en estos años de resistencia a la guerra:
https://www.youtube.com/watch?v=L1rtYZ8toMY&index=25&list=PLAaTPARKqv4WNqJUMUQGfoYoRG
WKecXKe
8
constitutiva23 con los contextos. Ambos aspectos, disensos y papel co-constitutivo de los
contextos, otorgaban a estas memorias colectivas su dinamismo y provisionalidad24. Éste fue
el caso por ejemplo de las comunidades de la Chorrera quienes en un inicio manifestaron
querer dejar el canasto del horror cerrado pero que unos años más tarde, en la exposición
Endulzar la palabra, con sus propias formas narrativas, relataron el genocidio que ellas
habían sufrido y las resistencias infructuosas que ellas habían agenciado. En general, la
memoria colectiva fungía como un dispositivo de reconstrucción del tejido social y de
empoderamiento de la comunidad.

Completaba este abanico de posibilidades narrativas, la memoria histórica que se constituía en


un lugar de encuentro y de cruce de caminos entre las memorias personales, las memorias
colectivas y la disciplina de la historia. Sin abandonar el énfasis otorgado a la voz de las
víctimas y a la reconstrucción que hacían los gestores comunales de lo acontecido, sus
gestores indagaban por otras fuentes y las iban integrando, con método, a un hilo conductor
(una hipótesis central).

Memorias Memorias Memoria


Historia
personales colectivas histórica

Lugar de Espacios Testimonios


Testimonio Archivos
Producción colectivos en contexto

Género/ Poético Poético + Testimonio y


Académico
lenguaje Metafórico saberes académico
Comunidad Comunidad Académico y
Comunidades
Públicos literarias
propia y púb Academia Público
general Medios general
Encarna de Fortalecer Énfasis +
Criterio de manera sentido contrastación
Contrastación
validación genuina comunal de fuentes
de fuentes

Artes - Empatía Ciencias Sociales - Rigor


Reparar simbólicamente Esclarecer

María Emma Wills a partir de la experiencia en GMH

Una última dimensión de la pluralidad que se hizo cada vez más visible en esos años tiene que
ver con la controversia que se presentaba entre distintas iniciativas y procesos de memoria.
Entre gestores, más que consensos absolutos, emergían interpretaciones distintas y hasta
contrarias de por qué pasó lo que pasó. De la mano de esta experiencia en el disenso, los
gestores que participaban de este campo de la memoria histórica iban descubriendo que la

23
Stern, 2017.
24
Mallon, 1996.
9
respuesta a preguntas sobre el sentido histórico de unos hechos (¿por qué y cómo pasó lo que
pasó?) es provisional y abierta.

En primer lugar, esta provisionalidad se hacía palpable cuando aparecían nuevos archivos que
modificaban una primera interpretación pero además y en segundo lugar, porque a medida
que se multiplicaban los escenarios de encuentro, los gestores se confrontaban a la
controversia fruto de la diversidad. Por ejemplo, unas iniciativas expresaban una mirada de la
historia impregnada de convicciones religiosas, mientras otras por el contrario se anclaban en
una orilla secular; unas pretendían ofrecer solaz y consuelo a las propias víctimas, mientras
otras por contraste ponían el énfasis en la transformación de las condiciones políticas,
económicas y culturales que dieron origen a los hechos. Unas buscaban escarbar el pasado,
mientras otras preferían mirar sobre todo hacia el futuro. Unas señalaban como responsables
de la tragedia nacional, más a unos actores que a otros, mientras otras se esmeraban en
proponer equilibrios. Como resultado, los sentidos de las memorias eran múltiples y,
agregados todos juntos, no constituían una comunidad uniforme sino un lugar de encuentro de
la diversidad irrigado de tensiones.

Este encuentro, es necesario reconocerlo, no siempre era de carácter pluralista. Algunos


gestores y gestoras, en una mímesis de las voces fuertes que se expresaban en lugares
oficiales, asumían en esos escenarios de memoria posturas verticales y actitudes hegemónicas
intentando imponer su perspectiva al conjunto. Afortunadamente, no obstante estos intentos,
el campo se mantenía diverso.

Retrospectivamente, es posible reconocer que en estos años, además de la existencia de unas


voces fuertes proponiendo una historia de héroes y villanos, fue surgiendo y consolidándose
en simultáneo un campo de la memoria histórica surcado de lenguajes, géneros, tipos,
interpretaciones (la diversidad contundente) que ofreció a los gestores de estos procesos la
experiencia de una conversación y un encuentro hecho de diversidad.

Además, en esos años, gestores de distintos territorios tejieron alianzas y redes, y


promovieron intercambios. Las prácticas de unos enriquecieron a otros, permitiendo
innovaciones cruzadas; y así como en ocasiones se tejieron posturas de consenso, en otras
afloraron fuertes divergencias que en algunos casos culminaron en rupturas.

Dos eventos cambiarían estas “vidas en paralelo”, las de las voces fuertes expresándose en
lugares oficiales y las de las memorias de muy diversas víctimas que se habían tomado las
esferas públicas locales, regionales y nacionales. Por un lado, el inicio de las negociaciones
entre las FARC y el nuevo gobierno Santos; y por otra parte, la divulgación masiva del
Informe General del CNMH, ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad, ungido
por el propio Presidente de la República el 29 de julio de 2013 ante toda la comunidad
internacional, el cuerpo diplomático, varios ministros, víctimas de todos los rincones del país,
y un sinnúmero de periodistas.

10
SEGUNDO MOMENTO: LA MEMORIA HISTÓRICA COMO UN CAMPO DE GUERRA (2012-2018)

Con la bendición del saliente Presidente Uribe y el respaldo de una coalición representada en
el partido de la U, saldría electo Juan Manuel Santos en 2010. En su discurso de posesión, el
Presidente entrante dio ya muestras de un distanciamiento profundo con las posturas de su
antecesor que, no sobra recordarlo, leía la situación colombiana como la expresión de un
terrorismo contra la sociedad agenciado por las guerrillas. Calificar a las guerrillas de
terroristas inmediatamente cerraba la posibilidad de un diálogo y sugería la postura de
concentrar los recursos a disposición del Estado para imponer una derrota militar contundente.

Por contraste, Santos, desde su discurso de posesión pronunciado el 7 de agosto, anunciaba


que “las llaves de la paz” (y por tanto de una negociación inminente), “no estaban en el fondo
del mar”. Con enorme sigilo y sin filtraciones a la prensa que echaran al traste el esfuerzo, un
equipo de negociadores del gobierno se reunió con delegados de las FARC para acordar una
agenda. El 15 de octubre de 2012 por fin se dio a conocer el primer comunicado conjunto de
las delegaciones 25 . Con esta señal, se iniciaba un desgastante y complejo proceso que
culminaría en un Acuerdo Final en junio 23 de 2016 y que, frente a una oposición liderada por
el ex-presidente Uribe, tendría que ser renegociado y firmado de nuevo en noviembre de ese
mismo año.

Pero, mientras en La Habana las delegaciones encontraban formulas de acercamiento a


asuntos cruciales, en Colombia, las crispaciones y la polarización dividirían a la ciudadanía en
dos campos confrontados. Sin lugar a dudas, en medio de esta confrontación, para los actores
centrales no solo estaban en juego las reglas de juego y los acuerdos a aplicar en un futuro,
sino también la lectura moral que prevalecería del pasado y que se transmitiría a las nuevas
generaciones: ¿quiénes serían recordados como los buenos y quiénes señalados como los
malos? ¿A quién se recordaría y rendiría homenaje en museos, libros de historia y panteones,
y a quién se condenaría al desprecio y al olvido?

Estas preguntas, así formuladas, suponían respuestas en blanco y negro, y aunque difícilmente
aplicaran a un conflicto armado tan prolongado, dinámico, con muchos actores y con tantos
matices como el colombiano, varios sectores de uno y otro lado del espectro ideológico
“copiaron” el mensaje y se hicieron voceros de él.

Las siguientes páginas se centran en un análisis de las posturas del Ministerio de Defensa
Nacional porque, aunque no fue el único26 en “copiar” las preguntas formuladas en blanco y
negro, las posturas más radicales de corrientes del sector seguridad ilustran los peligros que
corre la pluralidad del campo de la memoria cuando el punto de partida es ése.

25
Consultado el 4 de julio de 2018: http://www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/procesos-y-
conversaciones/proceso-de-paz-con-las-farc-ep/Paginas/cronologia.aspx
26
Por ejemplo, desde la orilla ideológica opuesta, las FARC quisieron responder con una versión única al Basta
ya, pero en medio de la negociación tuvieron que aceptar el principio pluralista que proponía el gobierno, y de
una versión única pasamos a 16 producidas cada distintos académicos. Todas ellas se consignaron en el informe
de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, 2015.
11
Esas posturas se empezaron a hacer públicas a los dos meses del lanzamiento del Informe
General del Grupo de Memoria Histórica en julio de 2013, cuando el Ministro de Defensa
Nacional, Juan Carlos Pinzón, reaccionó trazando una raya innegociable entre los “buenos” y
los “malos” de esta historia:

No podemos aceptar que traten de construir una memoria histórica basada en las
hipótesis de sectores radicales. La memoria histórica del país está clara: el país ha
sufrido una agresión por parte de organizaciones criminales, por parte de
organizaciones terroristas27.
Después de esa declaración de principios, el Ministerio de Defensa Nacional haría llegar una
carta al Centro Nacional de Memoria Histórica en la que expresaría, en tono a la vez cortés y
afirmativo, sus desacuerdos28. A pesar de las distancias de percepción que la comunicación
oficial del Ministerio hacía públicas, la carta en sí misma y los desacuerdos expresados en
tono académico representaban un avance puesto que tendían un puente para iniciar un proceso
de conversaciones difíciles pero necesarias entre instancias con relatos del pasado
encontrados.

Desafortunadamente, a la par que se abría esa posibilidad y como muestra de la diversidad de


corrientes y posturas que irrigan al sector seguridad, empezaría a circular en septiembre de
2013 una revista publicaba por la Corporación Defensoría Militar, “una organización sin
ánimo de lucro al servicio del personal de oficiales, suboficiales, soldados profesionales,
soldados regulares activos y en uso de buen retiro y civiles que trabajan en la institución”29.
Esta Corporación divulgaba su postura sobre el campo de la memoria histórica a través de su
Cuaderno de trabajo no. 2 totalmente dedicado a “La verdad histórica. ¿Repitiendo la
historia? El modelo argentino aplicado en Colombia”30. Según lo enunciaban sus páginas,
en Colombia se estaba desarrollando una estrategia diseñada por una izquierda extrema
internacional orientada a desprestigiar a la FP y a convertir en “verdades”, las “mentiras
repetidas miles de veces”:

Lo que hoy ocurre en Colombia es el resultado optimizado de un gran entramado


jurídico, social y político que fue puesto en práctica y deja resultados en otros
países de Latinoamérica y que busca, mediante acciones jurídicas, sociales y
políticas, obtener lo que no se pudo lograr a través de las armas. Así, se pretende
borrar la historia del terrorismo en América Latina, incluida Colombia, en donde,
en particular, se busca ocultar y cubrir con un manto de olvido sus crímenes y sus
víctimas y trasferir la responsabilidad de los horrores de la guerra a las Fuerzas
Militares de Colombia y a la Policía Nacional, a quienes no se venció en el campo
27
Redacción Judicial: “Mindefensa lanzó críticas al libro de memoria histórica”, El Tiempo, 23 de septiembre de
2013. http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-13078302
28
Equiparar a todos los actores del conflicto; ofrecer interpretaciones de contexto donde aparecen mencionados
algunas de las FFMM o de la Policía no fundamentadas en sentencias judiciales; cifras fundamentadas en bases
de datos y archivos sin incluir fuentes oficiales. Exigía además individualizar las conductas y no calificar
políticas desplegadas por las FFMM o a la Policía. Pedía además que el CNMH dignificara a las víctimas de la
FP y que se hiciera un esfuerzo por establecer coincidencias entre “la verdad procesal y la verdad real”.
29
Saludo del Director de la Corporación Defensoría Militar, https://www.youtube.com/watch?v=aCwcrpTKFvk
30
Consultado el 5 de julio de 2018: http://defensoriamilitar.org/wp-
content/uploads/2018/05/LaVerdadHistorica002.pdf
12
de combate, pero se aniquiló y aplastó jurídicamente, substituyendo la derrota
militar por la victoria en los estrados judiciales.
[…] Lo cierto, sí, es que el modelo que se aplicó en Colombia y otros países
latinoamericanos no es producto de improvisación, sino que obedece a estrategias
perfeccionadas, que aprovechan y optimizan los resultados que se dieron en el
Cono Sur31.
Culminaba el texto con una acusación al Basta ya:

Recientemente y en un caso para Ripley, se presentó ante la opinión pública el


denominado Informe General de Memoria y Conflicto, elaborado por una
institución del Estado, el Centro Nacional de Memoria Histórica, el que bajo el
título BASTA YA, Colombia Memorias de Guerra y Dignidad, presenta con el
mismo sesgo y mala intención, un punto de vista de la historia de Colombia en el
que se omiten las referencias a la gran cantidad de guerrilleros y terroristas, al
igual que sus víctimas, a quienes se pretende dejar en el olvido32.
Para esta postura, en el campo de la memoria histórica se desenvolvía una batalla orquestada
internacionalmente para desprestigiar a la FP a través de la construcción y divulgación de una
narrativa histórica sesgada que omitía cualquier juicio sobre las actuaciones de las guerrillas y
se concentraba en los errores de las FFMM y la Policía.

El Cuaderno finalmente concluía este recuento comparado con unas reflexiones sobre la
guerra y la memoria histórica:

La guerra es un complejo conjunto de factores y componentes, en la cual la guerra


militar es solamente una de las expresiones de aquella y no precisamente la más
importante. […] La guerra, como tal, incluye otras categorías sobre las cuales se
debe hacer el 70% del esfuerzo restante:
Guerra de Estrategia, Guerra Ideológica, Guerra de Organizaciones, Guerra
Sicológica, Guerra de Inteligencia y Guerra de Masas. En la segunda mitad del
siglo XX, se adicionarían los conceptos de Guerra Jurídica y Guerra Electrónica.
[…] En la década de los años setenta en Argentina la respuesta del gobierno logró
derrotar militarmente el terrorismo; sin embargo, el manejo político, social y
mediático que se dio a la respuesta del Estado, llevó a que muchos años después,
la historia haya dado un giro radical en la que no se recuerda el accionar criminal
del terrorismo y, por el contrario, se exalta a sus integrantes, quienes hoy ocupan
altas posiciones en el manejo del país y son los representantes de una sociedad sin
memoria.
Mientras tanto, los «vencedores» de la guerra militar, pero vencidos en esa otra
guerra que no se atendió por múltiples razones, purgan condenas a cadena
perpetua en cárceles ordinarias, acusados de delitos atroces, calificados como
genocidas y en las más oprobiosas y humillantes condiciones de internación.
[…] las lecciones del pasado y de otras latitudes deben enseñarnos que, más allá
de la guerra militar, existe otra confrontación que puede ser más efectiva y
dolorosa, una confrontación que puede cambiar la historia de nuestra nación y la
historia de nuestras propias vidas33.

31
Cuaderno, 2013, p. 7 y 8.
32
Cuaderno, 2013.
33
Ibid.
13
Desde esta mirada, la memoria histórica se transformaba en la prolongación de una guerra que
ahora se libraba en la narrativa histórica y que confrontaba irremediablemente al terrorismo
internacional por un lado y a las Fuerzas Militares y de Policía de América Latina por el otro.

Ahora bien, el marco expresado en la revista de la Corporación de la Defensoría Militar no era


necesariamente compartido por las distintas corrientes que se mueven en el interior de la FP y
del MDN. Otras, más moderadas y comprometidas con el proceso de paz en curso,
emprendieron el camino de construcción de la memoria histórica impulsando iniciativas de
memoria de víctimas integrantes de la FP para honrarlas34, sin insistir en una representación
de las guerrillas como bárbaras e inhumanas ni acusar a quienes tuvieran posturas distintas a
las propias de terroristas. Otros equipos mixtos, integrados por académicos y oficiales de la
FP, se centraron en lo que las propias Fuerzas y la Policía denominaron “construcción de
contextos”, que respondían al género histórico apelando más que todo al rigor de las ciencias
sociales35.

En todo caso, más allá de los matices, las Fuerzas Militares, la Policía Nacional y el
Ministerio de Defensa Nacional otorgaron un lugar central a la memoria histórica en sus
planes de acción estratégica para prepararse para el postconflicto y la justicia transicional.
Esto se vio reflejado en un esfuerzo consistente de reingeniería institucional que creó
direcciones enteramente dedicadas a la memoria histórica. Directivas permanentes,
lineamientos, mesas de alto nivel, manuales, cartillas, dieron vida a esta preocupación36.

Estos esfuerzos de la FP por moverse y actuar en un campo que les había sido ajeno hasta ese
momento ha tenido efectos, por un lado perversos y por otro, virtuosos. En cuanto a los
virtuosos, estos tienen que ver con los puentes que se suscitaron y que contribuyen a romper
el aislamiento en la que sus integrantes se preparaban profesionalmente. Varios de los
oficiales designados a estas labores han emprendido maestrías en disciplinas de las ciencias
sociales en distintas universidades del país. La convivencia diaria con estudiantes y profesores
que defienden posturas encontradas sin por eso odiarse o estigmatizarse mutuamente es
indudablemente una escuela en democracia de enorme valor. Además, los equipos mixtos de
oficiales y académicos han desencadenado conversaciones que han limado asperezas y
permitido aproximaciones menos prevenidas a la memoria histórica.

34
Crónicas de mujeres víctimas del conflicto integrantes de la Policía Nacional:
https://memoriahistoricapolicial.files.wordpress.com/2017/11/el-gc3a9nero-del-coraje.pdf; Crónicas de mujeres
víctimas del conflicto armado integrantes de las FFMM: http://www2.unwomen.org/-
/media/field%20office%20colombia/documentos/publicaciones/2017/03/mujeres%20militares%20web.pdf?la=e
s&vs=4140
35
De la Policía Nacional con su propia unidad de investigaciones UNIPEP:
https://memoriahistoricapolicial.files.wordpress.com/2018/04/libro-policc3ada-bandoleros-y-guerrilla-1948-
1973.pdf; Del Ejército en asocio con colegas de la Universidad del Rosario:
https://editorial.urosario.edu.co/militares-y-guerrillas-la-memoria-historica-del-conflicto-armado-en-colombia-
desde-los-archivos-militares-1958-2016-derecho-constitucional.html#.Wz5GAy-ZMUQ ; De la Fuerza Aérea
con la Universidad Javeriana: http://www.javeriana.edu.co/editorial/libros/conflicto-en-contexto
36
Ver un resumen de estos esfuerzos en Capitán Landinez y Subteniente Otálora, 2018.
14
En los artículos más recientes referidos a memoria histórica publicados en la Revista de las
FFMM se ve un cambio de tono mucho más acorde a una mirada democrática que acepta la
pluralidad como inherente a toda sociedad diversa:

Todo intento de aportar y construir verdad en el marco de las investigaciones de


memoria histórica deben reconocer todas las afectaciones que se dieron dentro del
conflicto armado, a todas las víctimas y a las responsabilidades de cada una de las
partes. Hacer memoria histórica en el terreno de la investigación y en el campo de
la justicia transicional es realizar ejercicios investigativos incluyentes, respetuosos
de las diferencias, y abiertos a los debates por la definición del pasado. [...] Las
responsabilidad de enseñar a futuras generaciones sobre los valores y aspectos
operacionales de la Fuerza Pública debe ser un pilar en la reestructuración de la
institución en el actual escenario, pero de igual manera [lo debe ser] la asimilación
y aceptación de los errores cometidos durante las operaciones37.
Esto en cuanto a los aspectos democratizadores que desencadenó la preocupación por la
memoria histórica.

Pero el anverso de esta situación se manifestó en dos aspectos. Por un lado, en el encuadre
que los órganos directivos de estas instituciones otorgaron a sus propios procesos de memoria
histórica. No obstante las afirmaciones del Mayor General García y la Teniente Coronel
Marín de aceptar el debate y estar dispuestos a reconocer errores, estos esfuerzos son
bienvenidos siempre y cuando se enmarquen en las metas que quedaron consignadas en el
Plan Estratégico del Sector Defensa y Seguridad (2016-2018): según su meta 5, la estrategia
debe orientarse a “construir la memoria histórica de la Fuerza Pública bajo una visión de
victoria, transparencia y legitimidad”38. Su primer indicador de avance es una encuesta de
percepción que mide qué tanto los colombianos consideran que “el rol de las Fuerzas
Armadas en el conflicto armado fue legítimo y preponderante para la terminación del
conflicto armado y la consecución de la paz”. En otras palabras, la memoria histórica debe
estar al servicio de la causa institucional de “conquistar las mentes y los corazones” de todos
los colombianos.

En principio, los dos objetivos no riman juntos pues para identificar errores se requiere una
apertura investigativa y una disposición a, si se quiere, dejarse sorprender por lo que las
fuentes van revelando. En otras palabras, un relato de memoria histórica institucional que
pretenda sinceramente contribuir a la no repetición tiene que estar abierto a descubrimientos
que pueden ser dolorosos y que sus propios gestores de memoria no tenían previstos de
antemano. El imperativo de contribuir a la legitimidad institucional otorga a los ejercicios
emprendidos un carácter de memoria oficial que mutila lo que sería, si pudiera desplegarse
libremente, su potencia transformadora.

Por otra parte, pero respondiendo a la misma necesidad de encauzar hacia una meta
preestablecida los procesos de memoria histórica, el Ministerio de Defensa incidió sobre el

37
MG García y Teniente Coronel Marin, 2018, p. 24.
38
https://www.mindefensa.gov.co/irj/go/km/docs/Mindefensa/Documentos/descargas/Sobre_el_Ministerio/Plane
acion/Politicas/Guia_Planeamiento_Estrategico_2016-2018.pdf
15
Presidente de la República para que éste, a través de su delegado, el Director del
Departamento Administrativo de la Prosperidad Social, expidiera un Decreto mediante el
cual el Ministerio garantizaba su presencia en el Consejo Directivo del CNMH 39 .
Seguramente, el MDN presumía que al tener asiento en este órgano el sector seguridad podría
desempeñar un papel determinante en la agenda de investigaciones y acompañamiento a
iniciativas de memoria del Centro. Más allá de las falsas presunciones que lo animaban, el
gesto traducía una necesidad de domesticar y doblegar una institución que, actuando con
independencia intelectual, mortificaba con sus relatos a las corrientes más polarizadas,
radicales y antipluralistas del sector seguridad.

LA PAZ, LA GUERRA Y LA MEMORIA HISTÓRICA

Quienes han investigado desde la filosofía, las ciencias sociales, las artes y la literatura sobre
la producción de memoria histórica y sus impactos, saben que ella puede ser tanto una aliada
de la paz, como un aliciente para la guerra.

En el caso de la guerra, la memoria histórica es estratégicamente usada por gestores claves


para profundizar las divisiones y otorgarles un carácter insuperable40. En el fondo, la
moraleja implícita en esas historias es: “O ellos o nosotros”. El mundo recreado en estos
relatos se anuncia sin matices y separa con grietas tajantes a los buenos de los malos, los
villanos de los héroes, los patriotas de los traidores, los amigos de los enemigos, los nuestros
de los otros. En sus páginas todo se confabula para que el bueno siempre sea bueno, y el malo
sea irremediablemente malo. En un universo así, los conflictos solo se pueden resolver por la
vía del arrasamiento del otro. La historia se desenvuelve siempre como un juego de suma
cero: quien gana, lo gana todo; quien pierde, lo pierde todo.

Por contrate, la memoria histórica aliada de la paz propone relatos orientados por los
siguientes pilares. El primero se refiere a concebir la memoria histórica como un campo
integrador de múltiples fuentes: en el proceso de construcción, se hilan, vinculan, contrastan
los testimonios y memorias vivas de las víctimas, las confesiones y los relatos de los
perpetradores, los archivos judiciales, los archivos de las organizaciones sociales y de las
comunidades en los territorios, otros documentos públicos, bibliografía secundaria existente,
artículos de prensa y bases de datos sociales e institucionales. Su carácter integrador se
infiere de su vocación por rastrear y acoger todas esas fuentes, tanto orales como escritas. De
ellas, de su contrastación, pueden emergen conclusiones no previstas que alimenten una
mirada a la vez lúcida y comprometida con las reformas que es necesario emprender para que
los hechos no se repitan.

39
Según el Decreto 502 de 2017, el consejo directivo del CNMH quedó compuesto por el Ministro de Justicia y
del Derecho o su delegado, el Ministro de Defensa o su Delegado, el Ministro de Educación Nacional o su
delegado, el Ministro de Cultura o su delegado, el Director del Departamento Administrativo para la Prosperidad
Social, quien lo presidirá, el Director de la Unidad Administrativa Especial para la Atención y Reparación
Integral de las Víctimas, y dos (2) representantes de las víctimas elegidos por la Mesa Nacional de Víctimas.
40
Rieff, 2012.
16
El segundo pilar propone ver la memoria como un escenario que, al reconocer la diversidad
de memorias, se compromete con resguardar su pluralidad. Más que uniformizar los relatos,
las emociones, los énfasis que irrigan los recuerdos y las vivencias de las víctimas, busca
configurar una práctica donde se reconozcan las particularidades de cada una de las
memorias. Desde esta orilla, hacer memoria no implica refrendar un relato oficial
preestablecido ni validar las voces más fuertes de las comunidades o de las instituciones que
buscan controlar y hegemonizar, sino por el contrario brindar un espacio de reconocimiento y
dignificación a cada víctima y a cada sector y comunidad, validando sus énfasis y los
significados que ellas mismas otorgan a lo vivido.

Este carácter integrador y plural no riñe con un tercer principio. Aceptar la pluralidad de las
memorias no significa renunciar a establecer con rigor unos hechos. Si bien siempre existirán
diferencias entre narrativas que otorgan distintos y a veces hasta encontrados sentidos a los
hechos, estos en si mismos revisten una eficacia y una contundencia que son imposibles de
eludir cuando se responde al mandato no solo de reconocer sino también de esclarecer.
Establecer la ocurrencia de un hecho exige entonces apelar a una contrastación de fuentes
sistemática para que su veracidad pueda ser verificada empíricamente por quien así lo desee41.

Por último, para la memoria histórica aliada de la paz, el pasado debe ofrecer un horizonte de
futuro y esperanza. Por eso, su norte no es el establecimiento de una verdad verdadera que
pretenda cerrar la conversación sobre qué fue lo que nos pasó, sino la democratización de una
sociedad y unas instituciones sumidas por muchos años en la guerra y los odios42. Se trata de
escuchar a las víctimas y divulgar sus memorias para transformar este proceso en uno con alto
contenido pedagógico. Busca que una ciudadanía, a veces indiferente y en otras arrinconada,
vuelva a encontrar el coraje y las claves para indignarse frente al sufrimiento infligido a las
víctimas y comprometerse con acciones y procesos que busquen interrumpir y definitivamente
desbancar los engranajes que hacen posible la violación sistemática de los derechos y la
dignidad humana en el país. Por eso, los gestores comprometidos con una memoria así no
solo se esfuerzan por escuchar, compilar e interpretar sino que también incluyen entre sus
tareas la divulgación masiva de los testimonios, la impugnación del silencio y del olvido, el
esfuerzo por cultivar la empatía, y la activación en la esfera pública de un campo de memorias
realmente transformador.

Finalmente, con el fin de combinar el rigor con la aceptación de la inevitable pluralidad de


interpretaciones, la memoria histórica aliada de la paz propone que la contrastación de fuentes
sea aplicada para establecer hechos delimitables temporal y espacialmente: un asesinato; una
masacre; el desplazamiento de una comunidad; una desaparición forzada; un secuestro; una
extorsión; una violación sexual. En cada uno de estos eventos, el esfuerzo investigativo debe
encaminarse a determinar quién le hizo qué a quién. No obstante, una narrativa histórica no es
una sucesión de hechos aleatorios, inconexos y aislados entre sí, sino por el contrario un relato
que ofrece una mirada explicativa en términos de proceso, secuencias y contextos. Responde

41
Área de Memoria Histórica, 2008.
42
Ibid.
17
no solo a ¿qué pasó? sino sobre todo a ¿por qué pasó lo que pasó? y a ¿cómo pudo pasar lo
que pasó?

En el campo de la memoria histórica aliada de la paz, la respuesta a estas preguntas deben


asumirse como provisionales y abiertas. Esto es así porque pueden aparecer nuevos archivos
que modifiquen una primera interpretación pero además y sobre todo, porque en una sociedad
abierta que se pretende democrática, cualquier tesis está sujeta a una “rendición de cuentas”
pública y sus autores deben estar abiertos a la critica, al debate y a la controversia. Por esta
razón, el punto de llegada de los procesos de memoria histórica aliados de la paz, más que ser
la entronización de verdades irrefutables, radica en el establecimiento de conversaciones
ampliadas donde se discutan públicamente los hechos y sus interpretaciones, y donde quienes
defienden posturas encontradas se asuman, no como enemigos sino como contradictores
legítimos. Este debate se transforma así en una escuela de democracia donde la ciudadanía,
con autonomía, puede ir constituyendo su propio juicio crítico frente al sentido de los hechos
y asumir desde allí, con lucidez y empatía hacia los otros, posturas comprometidas con una
nación que descubre como suya.

18
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