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Carta Encíclica Laudato si'

Capitulo Segundo

IV. El mensaje de cada criatura en la armonía de todo lo creado.

Así pues, en este apartado se expone al ser humano como la imagen de Dios: ello no
debería llevarnos a olvidar que todo el universo material refleja el amor de Dios, ese
amor inspira en nosotros el deseo de adorar al Señor en todas sus criaturas y juntamente
con ellas.

En la cosmovisión cristiana, el universo material, cuyo fin está en la plenitud de


Dios, que ya ha sido alcanzado por Cristo resucitado y al cual el ser humano está
llamado a reconducir a todas las criaturas, está abierto a la trascendencia, por eso,
contiene en sí mismo y en cada una de sus criaturas el “lenguaje del amor de Dios”.

Manifiesta que todo es hechura de Dios y, por eso, todos formamos una especie de
familia universal, "percibir a cada criatura cantando el himno de su existencia es vivir
gozosamente en el amor de Dios y en la esperanza".

Es leyendo lo que Dios ha escrito en su “libro precioso” donde el hombre reconoce,


por un lado, cómo cada criatura tiene una función y ninguna es superflua y, por otro
lado, se reconoce a sí mismo recuperando su propia e infinita dignidad. Como dice el
Papa, “el ser humano aprende a reconocerse a sí mismo en la relación (y participación)
con las demás criaturas”. Sólo desde ahí podrá el hombre desarrollar las virtudes
ecológicas sin caer, al mismo tiempo, en una divinización e idolatría de la naturaleza.

Así pues, se entiende mejor la importancia y el sentido de cualquier criatura si se la


contempla en el conjunto del proyecto de Dios, este argumento es uno de los
fundamentales por los que se ha seleccionado este apartado pues refleja la importancia
de cada creatura como elemento indispensable en la armonía del universo.

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