Está en la página 1de 21

LA VOCACIÓN EN LA BIBLIA

VOCACIÓN

VOCACION HUMANA: Según el Concilio Vaticano II, sería una tremenda ofensa a la sabiduría y
dignidad de Dios afirmar que puede darse el caso de un hombre que carezca de vocación y misión
divinas.

El hombre es demasiado grande en su naturaleza para no poseer una misión divina en su vida y en
la historia. Todos hemos sido creados a imagen de Dios y para formar parte de un plan divino que
señala a cada hombre un papel personal.

Pensar que Dios cuente solamente con la colaboración de algunos hombres es desconocer el amor
universal de Dios y la verdadera grandeza y dignidad del hombre.
El Concilio en su constitución sobre la Iglesia en el mundo actual, "proclama la altísima vocación del
hombre" (No. 3).

Luego, no solamente posee todo hombre una vocación divina, sino que es altísima.
La falta de reflexión sobre esta realidad y sus exigencias y consecuencias ha sido una de las
mayores fallas humanas. A todos nos ha faltado esta reflexión; por eso todos hemos pecado tanto
contra Dios en el hombre y no hemos descubierto todavía en su plenitud el verdadero humanismo.
Pero después del Concilio Vaticano II no podemos continuar como antes. La doctrina conciliar debe
ser tema de meditación para todos en esta etapa posconciliar en la cual nadie puede permanecer
indiferente. Paulo VI nos ha dicho que el posconcilio es tarea obligada de todos en la Iglesia.
Pues bien, la constitución sobre "La Iglesia en el mundo actual" lleva como título en su primera
parte: "La Iglesia y la vocación del hombre". Hallamos aquí ideas luminosas.
que deben orientamos en el estudio de la "altísima vocación" que ha recibido cada hombre de Dios
que es su Creador y su Padre.
La plenitud de la vocación humana no puede comprenderse con la sola luz de la razón "la fe todo lo
ilumina con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la entera vocación del hombre"; nos dice el
Concilio (G. et. S. No. 11).
En efecto, la verdadera grandeza humana aparece en las S. Escrituras que enseña que el hombre
fue creado a "imagen de Dios, capaz de conocer a su Creador y de amarlo, constituido por el Señor
sobre todas las creaturas terrenas, (Gen. 1-26; Sap. 2-23) para que las rija y las use glorificando a
Dios (Ecclo. 17,3-10). Qué es el hombre que te acuerdas de él? o el hijo del hombre al que visitas.
Lo hiciste poco menor que los ángeles, le coronaste de gloria y de honor y lo constituíste sobre
todas las obras de tus manos. Todo lo sometiste debajo de sus pies (Ps. 8,5-7) (No. 12).
Imposible buscar en toda la literatura humana una página comparable con esta divina para
sintetizar el valor y la dignidad del hombre.
Desde el momento en que se enuncia la grandeza de la vocación humana se encuentra uno con la
objeción que se hace contra este hecho por la innegable miseria que acompaña a todos los
hombres, miseria que a veces es tan terrible que nos lleva a olvidar la presencia de un llamamiento
divino en nosotros.
El hombre no fue creado por el Señor en ese estado miserable. Su situación actual es efecto del
pecado. "El hombre reflexionando sobre sí se descubre inclinado al mal e inmerso en mil males que
no pueden provenir de su buen Creador" (No. 13).
Al separase de Dios por el pecado, el hombre sembró también una horrible división en sí mismo y
con sus hermanos con sus fatales consecuencias El hombre pierde su unidad cuando se separa
de Dios y sólo puede recobrarla cuando regresa a la casa paterna. Por eso la paz verdadera y
perfecta se encuentra soto en el cielo.
"A la luz de esta sublime revelación encuentran su última explicación al mismo tiempo la sublime
vocación y la profunda miseria del hombre" (No. 13).

Descubrir, pues, el plan de Dios y su vocación en cada hombre, inclusive en el más miserable y
perverso, debe ser nuestra constante preocupación.

Sólo cuando logremos descubrir y mostrar al hombre el tesoro de su vocación divina podremos dar
comienzo a su superación y perfección que no puede tener límites. "Todos debemos ser perfectos
como el Padre que está en los cielos".

En qué consiste esa vocación del hombre? ¿Para qué llama Dios a cada hombre?
Para que descubra su propia grandeza y a través de ella conozca maravillado a su Dios. Esta visión
debe empezar por su Cuerpo, verdadero microcosmos, que ha sido creado por Dios y que ha de
resucitar en el último día. Pero se completa y perfecciona cuando mediante la razón se interioriza y
se siente superior a la materia con todas sus maravillas. "El hombre no se engaña cuando se
reconoce superior a las cosas corporales y se considera a sí mismo no sólo como partícula de la
naturaleza pues en su misma interioridad supera a la universalidad de las cosas" (No. 14).

Pero se perfecciona más aún cuando en su interior descubre a Dios que allí lo espera para hacerle
sentir su divina amistad. Nunca es tan feliz y tan pleno el hombre como cuando descubre a Dios en
su interior y se abraza a El. Y esa es la vocación humana.
Dios al crear a todo hombre se queda en El en espera de que éste lo descubra y lo ame.
La vocación humana consiste primero en descubrir su propia grandeza y luego a Dios que es su
autor. Mientras no se conozca y no conozca a Dios no ha llenado su primera vocación.
Este conocimiento de Dios debe estar acompañado de nuestra adhesión a El con toda nuestra
naturaleza. Nadie quiere estar tan cerca de nosotros como Dios. El es nuestro Padre y nos amó
hasta el punto de convertirnos en sus hijos. Nos dio a su Unigénito para que morase con nosotros
como el primogénito entre los hermanos.
"En esta vocación del hombre a la comunión con Dios reside la razón más profunda de la dignidad
humana" nos dice el Concilio (No. 19).
Por eso el hombre "es invitado desde su nacimiento al diálogo con Dios (No. 19).
Dios convertido en Padre, en Hermano y en Huésped amoroso, tiene que hablar con sus hijos y
hermanos. El diálogo es una consecuencia necesaria del amor. Por eso nos dice la Epístola a tos
Hebreos que: "Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nuestros padres
por ministerio de los profetas; últimamente en estos días, nos habló por su Hijo" (1,1).
Es por medio de este diálogo como el hombre puede conocer la grandeza de su vocación personal.
De ahí la necesidad de la oración que es la mejor manera de dialogar con el Señor. Es allí donde El
habla más claramente y donde el alma puede escucharle mejor y responder con mayor
generosidad.
El Concilio nos dice también que "en realidad el misterio del hombre no queda esclarecido de
verdad sino dentro del misterio del Verbo Encamado" (No. 22).
Debemos contemplar la vocación a la luz de Cristo y realizarla en unión con El que es el camino, la
verdad y la vida. "El es el hombre perfecto, que restituyó a tos hombres la semejanza divina
deformada desde el primer pecado" (No. 22). El es nuestra cabeza y nuestro modelo.
Debemos fijar en su vida y ejemplos nuestra contemplación y aprender de El a dar sentido y valor
a la vida dedicándola a la gloria del Padre y al bien de nuestros hermanos.

VOCACION CRISTIANA

Por la bondad y la gracia de Dios hemos recibido la vocación cristiana. Con San Pablo podemos
exclamar: "bendito sea Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en Cristo nos bendijo con toda
bendición espiritual en los cielos; por cuanto que en El nos eligió antes de la constitución del mundo
para que fuésemos santos e inmaculados ante El en caridad y nos predestinó a la adopción de
hijos suyos en Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad" (Ef. 1,1 -6).
Nuestra vocación cristiana es el gran don sobrenatural que nos une a Cristo, nos enriquece con su
vida y nos compromete a servirle por amor. Debemos contemplar nuestra vocación personal a la
luz de nuestra realidad cristiana.

Dentro del Cuerpo Místico de Cristo, al cual pertenecemos, tenemos una vocación propia y
personal que necesitamos descubrir y realizar. Solamente así podremos glorificar a Dios y hallar la
paz y la plenitud. Nos realizaremos totalmente si cumplimos a cabalidad la misión que el Señor nos
confíe como parte de su pueblo divino.

En la Iglesia todos somos" coadjutores de Dios" y sobre cada uno recae una responsabilidad
muy grave. Ser cristianos es una gracia muy grande, pero exige una correspondencia muy seria.
Debemos reflexionar sobre este hecho.
Las vocaciones de los cristianos son diferentes según el plan de Dios. El Concilio se refiere a
varias de ellas; vocación laical a la Acción Católica; vocación matrimonial con sus alegrías y
penas; vocación misionera, religiosa y sacerdotal.

Todas ellas vienen de Dios y están acompañadas de gracias especiales, llamadas "de estado",
para que todos puedan realizar fielmente su cometido.

En el Cuerpo Místico también los diversos miembros tienen oficios distintos. Todos son importantes
porque vienen de Dios. Ningún encargo divino puede ser menospreciado. Todo es grande en Cristo
y toda vocación cristiana es excelsa. Al desempeñarla no obramos solos.
Nos acompaña siempre la gracia del Señor que vive en nosotros y nos comunica su Espíritu. "Sin
mí nada podéis hacer", nos ha dicho El, pero nos invita a permanecer en El. Si lo hacemos,
recibiremos la comunicación de su vida y daremos mucho fruto.
Tener conciencia clara de la vocación es don especial de Dios. Por eso debemos pedirlo
insistentemente. "Pedid y se os dará".

Debemos evitar la concepción dualista que quiere separarla!cristiano del hombre y que contrapone
la vocación cristiana a la vocación humana. Como escribe Herwegen: "Según la concepción
católica toda participación en el trabajo de este mundo, toda actividad cultural es una vocación
querida por Dios, y en su ejercicio una actividad religiosa, en el más amplio sentido. Estando la vida
humana en su totalidad orientada a Dios, todo trabajo es servicio a Dios".

VOCACION SAGRADA
S.S. Pablo VI dijo en su discurso del 3 de Diciembre de 1966 lo siguiente: "Debemos afirmar que
entre todas las obras e iniciativas que exige nuestro tiempo para realizar la ansiada reno vación de
la Iglesia, la obra de las vocaciones sagradas reclama, en cierto sentido, el puesto principal".

Dios elige a muchos hombres y mujeres para que les sirvan de tiempo completo y con corazón
íntegro.
Se trata en estos casos de "una vocación divina que depende de una arcana determinación de Dios
y a la cual debe responder el hombre con el libre asentimiento de su voluntad".
Vocación excelsa a la cual debemos corresponder quienes la recibimos con humildad profunda y
una constante gratitud que se manifiesta en la fidelidad y en la plenitud de la entrega.
Quien recibe este llamamiento divino debe recordar siempre las palabras de Jesús: "No me habéis
elegido a mí, fui yo quien os elegí" (J. 15,16).
La respuesta que damos a la vocación sagrada es la entrega total al servicio de Dios "lo cual
constituye una consagración particular que tiene sus íntimas raíces en la consagración bautismal y
a la que perfecciona plenamente" (PC. No. 5).
El fundamento insustituible de toda consagración al Señor en el Sacerdocio o en la vida religiosa
tiene que ser la madurez cristiana. Hay que insistir en esta idea, pues, de lo contrario, no se podría
hablar de auténtica consagración al Señor; ésta, en efecto, pide y urge la perfección cristiana y es
un acicate peculiar de la santidad a la cual estamos ya comprometidos desde el bautismo.
Toda la Iglesia necesita apreciar las vocaciones sagradas, "ya que toda la comunidad cristiana
tiene el deber de fomentar las vocaciones" (O.T. No. 2).
LA VOCACION EN LA BIBLIA
Dios que "llama a cada estrella por su nombre" (Salmo 146) confía a cada hombre una misión
especial en la vida.
La Sagrada Escritura nos desribe la manera como el Señor hizo su llamamiento a vahas personas
del antiguo y del nuevo Testamento y las diversas actitudes observadas por ellas al dar su
respuesta a Dios. La lectura de esas páginas sagradas nos hará mucho bien, pues encontramos en
ellas ejemplos admirables de generosidad y fidelidad.
He querido seleccionar y comentar brevemente estas distintas vocaciones divinas con la esperanza
de hacer algún bien a mis hermanos y como demostración de gratitud al Señor por el don de mi
vocación.

LA VOCACION Y MISION DE NOE

Este patriarca es admirable por su fidelidad al Señor. Es el único que en su tiempo "halla gracia a
los ojos de Yahveh" (Gen. 6,8) porque "era varón justo y perfecto entre sus contemporáneos y
siempre anduvo con Dios" (G 6-9). Por eso el Señor lo escoge para que desempeñe una misión
especial cuando decide castigar a los hombres ya que había "crecido la maldad sobre la tierra y sus
corazones no tramaban sino perversos designios todo el día" (G.6,5).
Noé es el justo que escucha al Señor y obedece puntualmente todo lo que le ordena, por difícil y
raro que parezca. -No interroga, ni pone dificultades, ni pide plazos. -Actúa. "Hizo, pues, Noé en
todo como Dios se lo mandó" (6,22) y en verdad que no era fácil su tarea: Construir un arca de
madera resinosa, dividirla en compartimientos y calafatearla, y no olvidaremos las medidas: 300
codos de largo, 50 de ancho y 30 de alto. Debía introducir en el arca parejas de cada especie de
aves, ganados y reptiles. Al mismo tiempo debía anunciar a su generación el castigo que se
avecinaba.

"Hizo Noé cuanto Dios le mandara", repite el Libro Sagrado (Cap. 7,5).

Permanece en el arca con su familia durante los largos días de las lluvias y los que tardaron éstas
en tornar a sus cauces. -No se afana, ni desespera- Emplea medios humanos para conocer la
voluntad de Dios y no busca milagros, ni manifestaciones extraordinarias, suelta primero un cuervo;
siete días después una paloma que retorna porque "las aguas cubrían todavía la superficie de la
tierra. Espera otros siete días y la suelta de nuevo. No se precipita cuando ve que retorna con una
ramita verde de olivo en el pico. Todavía esperó otros siete días y "volvió a soltar la paloma que ya
no volvió más a él".

El Señor que ha visto la manera paciente y prudente como ha procedido Noé le da personalmente
la orden de abandonar el Arca. Este hombre justo y obediente demuestra su gratitud con un
holocausto que ofrece sobre el altar que levanta en honor de Yahveh. El cual aspira el suave olor y
dice en su corazón: "No volveré ya a maldecir a la tierra por el hombre" (8,21), y "bendice a Noé y a
sus hijos y celebra con ellos "el pacto de no volver a exterminar a todo viviente por las aguas de un
diluvio".

Aprendamos las lecciones que nos da este justo y obedezcamos como él todas las órdenes que
nos dé Dios, por difíciles que parezcan.

VOCACION DE ABRAHAM

Abraham recibió una misión muy grande y la cumplió con fidelidad admirable. Fue destinado para
ser el Padre del pueblo de Dios y el amigo del Señor. "Es un hombre de una fe muy grande que no
duda de la veracidad de Dios en ningún momento" Por la fe, Abraham, al ser llamado, obedeció y
salió hacia la tierra que había de recibir en herencia, pero sin saber a dónde iba. Por la fe moró en
la tierra de sus promesas como en tierra extraña, habitando en tiendas" (Hb. 11,8 y 9).
"Creyó Abraham a Dios y le fue imputado a justicia" y fue llamado amigo de Dios" (Sant. 2,23). En
el relato bíblico de esta vocación habla solamente Dios al principio. -Abraham responde con su
obediencia pronta y con su fe inconmovible- a la fidelidad de Abraham corresponde el Señor con la
fidelidad de sus promesas.
Dijo Yahveh a Abraham: "Sal de tu tierra, de tu parentela, de la casa de tus padres para la tierra
que yo te indicaré" (G. 12.1) No le explica el por qué de ese sacrificio, que debió ser muy grande,
abandonar para siempre la patria , los parientes, los amigos y conocidos, no es cualquier cosa.
Yahveh aparece aquí como el Señor que da órdenes sin añadir la explicación. -El Patriarca no la
pide y obedece: "Tomó, pues, Abraham a Sara, su mujer y a Lot, su sobrino y todo lo que habían
ganado... y salieron en dirección de la tierra de Canaán y llegaron a ella" (12,5).

La fe de Abraham en su vocación es más que admirable, heroica -en este aspecto, debe ser el
modelo de todos nosotros- Dios le anuncia que será el padre "de un gran pueblo".
El Patriarca padece una grave crisis con el curso de los años. Sara, su esposa, es estéril, y no
comprende cómo puede llegar a ser "padre de un gran pueblo". Ni siquiera se alegra cuando el
Señor le dice: "No temas, yo soy tu escudo; tu recompensa será muy grande" (15,1). Entonces sí
habla Abraham: "Señor, Yavéh, qué vas a darme? yo me iré sin hijos, y será heredero de mi casa
ese damasceno Eliécer". El Señor, le responde: "No te heredará ése; al contrario, uno salido de tus
entrañas, ése te heredará".
"Mira y cuenta, si puedes las estrellas; así de numerosa será tu descendencia".
Todos vivimos momentos de angustia en el desempeño de nuestra misión. La vida se presenta a
veces con caracteres de derrota definitiva. Dios nos espera para dialogar con nosotros y
reafirmarnos sus promesas Cuando más tarde veamos la realización de los planes divinos,
admiraremos más su poder y su fidelidad.

La consigna que da el Señor a Abraham es también para nosotros: "Anda en mi presencia y sé


perfecto" (17,1)

Es admirable la amistad que se establece entre el Señor y Abraham. -El diálogo entre los dos es
cada vez más familiar. -La narración de la aparición en el encinar de Mambré es deliciosa. No
puede dejar ignorante a su amigo del castigo que va a enviar sobre Sodoma y Gomorra.
"He de encubrir yo a Abraham lo que voy a hacer?" (18, 17). Los esfuerzos que hace el Patriarca
para salvar a estas ciudades son conmovedores, y la condescendencia de Dios, mayor aún.

Con razón los Arabes llaman la colina de Abraham en Mambré: Ramet El Kahalil, que quiere decir:
La colina del amigo.

La prueba a que somete Dios a Abraham al ordenarle el sacrificio de Isaac es misteriosa y terrible.
El Señor prueba siempre a sus amigos para que lo glorifiquen con su fidelidad.

En el momento oportuno nos dice como a Abraham: "Ahora he visto que en verdad temes a Dios".
La manera como premia la fidelidad de su siervo es la propia de Dios: "Por mí mismo juro que por
haber hecho tú cosa tal, de no perdonar a tu hijo, a tu unigénito, te bendeciré largamente y
multiplicaré largamente tu descendencia. En tu posteridad serán benditas todas las naciones por
haberme obedecido" (22,16s.).

Un amigo de Dios tiene que ser respetuoso de los hombres. La conducta de Abraham con los hijos
de Jet es maravilloso: "Soy entre vosotros extranjero y huésped-Dadme en propiedad una
sepultura donde pueda sepultar a mi muerta". Los hijos de Jet contestaron a Abraham: "Oyenos,
Señor, por tavor: Tú eres entre nosotros un príncipe de Dios; sepulta a tu muerta en el mejor de
nuestros sepulcros".
"Alzóse Abraham e inclinándose profundamente ante el pueblo de aquella tierra les dijo: Si de veras
queréis que pueda yo apartar a mi muerta de mi vista, rogad por mí a Efrén que por su justo precio
me ceda para sepultura en propiedad su caverna de Macpela- Efrén estaba sentado, etc.".
"Era ya viejo y entrado en años" y es entonces cuando se preocupa por su hijo Isaac para que no
se una en matrimonio a una mujer cananea. Exige un juramento en este sentido al siervo más
antiguo de su casa y lo envía a Arám para que busque a Rebeca y la conduzca a la tienda de Sara
en donde se unirá como esposa con Isaac.
"Murió de senectud buena", nos dice el texto sagrado. Los amigos de Dios viven bien y mueren
bien.

VOCACION DE MOISES

La descripción bíblica de la vocación de Moisés es riquísima en detalles, todos muy importantes.


Yavhé lo llama para confiarle una misión extraordinaria y muy ardua: Sacar a su pueblo de Egipto
en donde estaba sometido a la más terrible esclavitud y conducirlo, a través del desierto, hasta las
puertas de la tierra prometida, y comunicarle la ley del Señor junto con las normas con las que
debía organizado.
La vocación de Moisés tiene cumplimiento cuando ya está entrado en años, casado y con hijos. Es
una vocación tardía. El Señor nada le había dicho antes, ni siquiera cuando creció cerca de la
corte del Faraón Le habla, ahora, cuando es un pastor que apacienta el ganado de su suegro,
Jetró. Este pastor pobre ha sido elegido para ser el Pastor de Israel. Yavhé hablará desde la zarza
ardiente. El es "fuego consumido" y el principio y causa de la vida y del movimiento. No es estático
como los ídolos. El fuego representa su dinamismo infinito.
"No te acerques" quita las sandalias de tus pies que el lugar en que estás, es tierra santa" (Ex. 3,5).
Dios es nuestro Padre pero merece respeto infinito. Nunca debemos perder el espíritu reverencial,
especialmente cuando estemos en la Casa de Dios. Si se olvida el concepto de la infinita majestad
de Dios se cae en la vulgaridad de la rutina.

El Señor empieza su diálogo vocacional motivando su elección a Moisés: "he visto la aflicción de mi
pueblo en Egipto y he oído los clamores a causa de sus capataces, pues conozco sus angustias y
he bajado para librarle de las manos de los egipcios y subirle de esta tierra a una tierra fértil y
espaciosa que mana leche y miel" (3,7).
Pero el Señor no hace sus obras El solo. Quiere contar con la colaboración de sus hijos. Para esta
empresa se valdrá principalmente de Moisés: "Ve, pues, yo te envió al Faraón para que saques a
mi pueblo, a los hijos de lsrael.de Egipto" (3,10).

Moisés no es un hombre,que obedece inmediatamente como, por ejemplo, Abraham. Pone


obstáculos, discute con el Señor, y lo hace hasta provocar su cólera. Este diálogo es muy
interesante.

"Quién soy yo, dice, para ir al Faraón y sacar de Egipto a los hijos de Israel?" (3,4). El Señor le da
esta maravillosa respuesta: "yo estaré contigo", y añade una señal: "Cuando hayas sacado de
Egipto al pueblo, daréis culto a Dios sobre este monte".
El motivo que tenemos todos para conservar la paz en el cumplimiento de nuestra misión es la fe
en la compañía de Dios. El nos envía pero no nos deja ir solos. "Yo estaré contigo", nos dice
siempre; y jamás se aparta de nosotros.
Moisés es un hombre práctico. Admite la designación que le hace Dios, pero se plantea los
problemas que se le presentarán después al ejecutarla.
"Moisés dijo a Dios: pero si voy a los hijos de Israel y les digo: El Dios de vuestros padres me envía
a vosotros, y me preguntan cuál es su nombre qué voy a responderles?" (3,13).
En verdad que necesitamos una preparación para el ministerio. Nos preguntarán muchas cosas,
sobre todo acerca de Dios, y debemos estar capacitados para responder bien. Por eso el Señor
instruye a Moisés: "Y Dios dijo a Moisés: "Yo soy el que soy" así responderás a los hijos de Israel:
El que Es me manda a vosotros" y enseguida le comunica el mensaje que deberá transmitir a los
ancianos. "Ellos te escucharán y tú con los ancianos de Israel irás al Rey de Egipto".
Le enseña así una cosa muy importante: que no debe actuar solo, sino que debe contar con la
ayuda del presbiterio.
Peco aquí empieza a fallar Moisés. En vez de obedecer ya al Señor que le ha resuelto sus dudas y
le ha indicado cómo debe actuar, replica: "No van a creerme, no van a escucharme: me dirán que
no se me ha aparecido Yahveh" (4,1).

El Señor con toda paciencia continúa la formación de este Apóstol.


Hace dos milagros: convierte el cayado de Moisés en serpiente y cubre de lepra su mano y luego
lo cura y le devuelve el cayado: "para que crean que se te ha aparecido Yavhé, el Dios de sus
padres".
Debemos tener mucha fe y confianza en el poder infinito del Señor que nos envía para desempeñar
nuestra misión en la vida. El no acudirá, sin más ni más, a los prodigios, pero puede hacerlos, y los
hará si es preciso.
Moisés cree en el poder de Yahveh, pero pone otra objeción: "Pero, Señor, yo no soy hombre de
palabra fácil, y esto no es ya de ayer, ni de anteayer, pues yo soy torpe de boca y se me traba la
lengua" (4,10).
Encantadora la sencillez y sinceridad de este hombre. Por eso el Señor, le replica: "Y quién ha
dado al hombre la boca, y quién hace al sordo y al mudo, al que ve y al ciego? no soy por ventura,
yo Yahveh?, ve pues, yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que has de decir" (4,12).
Ni con esto tiene Moisés. Creo que, al fin y al cabo, lo que tenía era profundo miedo, y por eso
quiere eludir esta gran responsabilidad.
"Moisés replicó: Ah Señor! manda tu mensaje te lo pido, por mano del que debas enviar" (4,13).
Mezcla de humildad y de temor. Complejo y timidez.
"Encendióse entonces Yahveh en cólera contra Moisés y le dijo: No tienes a tu hermano Aarón, el
levita? es de fácil palabra. El te saldrá al encuentro. Habíale a él y pon en su boca las palabras, y
yo estaré en tu boca y la suya, y os mostraré lo que debéis hacer. El hablará por tí al pueblo y te
servirá de boca, y tú serás Dbs para él" (4,14).
El Señor da la maravillosa solución del trabajo en equipo. Ahora serán dos, y no uno solamente, los
que realizarán el plan de Dios. Se complementarán admirablemente. La inteligencia de Moisés y la
elocuencia de Aarón quedarán unidas al servicio del Señor para la redención de su pueblo.
La exposición de la manera admirable como Moisés cumplió la difícil y trascendental misión que le
confió Yahveh excede los límites de estas cortas reflexiones. Pero será muy útil para todos seguir a
lo largo del Exodo la conducta, las penas y alegrías, y el diálogo constante con Dios de este
conductor admirable. Nadie aparece tan fiel a una misión dificilísima y larga como Moisés. La
explicación de esta vida de servicio al Señor y a su pueblo se halla en la fe de Moisés y en su
confianza en la fidelidad divina.

Tiene que purgar un acto de desconfianza en la palabra de Dios con la privación de entrar a la
"tierra prometida", pero desde la altura del Monte Nebo el Señor le muestra todos los territorios que
pronto dará a su pueblo como morada estable (Cfr. Deut. 32,48).

Termina su vida bendiciendo a su pueblo, a ese pueblo que recibió tanto de él y le correspondió
frecuentemente con rebeldía y contradicción. Así pagan los Santos las ingratitudes.
"Moisés, hombre de Dios, bendijo a los hijos de Israel antes de morir" (Dt. 33,1). Las palabras del
libro Santo contienen el mejor epitafio para la tumba de Moisés: "Allí murió Moisés, servidor de
Yahveh" (Dt. 34,5).

VOCACION DE JOSUE

Moisés murió en el Monte Nebo después de haber contemplado la tierra prometida, pero sin haber
podido entraren ella. Su misión terminó allí. Otro debía completarla como sucede frecuentemente
en la historia de los hombres. El escogido por Dios para conquistar la tierra prometida fue Josué.

Después de la muerte de Moisés, siervo de Yahveh, habló Yahveh a Josué, hijo de Nun, ministro
de Moisés, diciendo: "Moisés mi siervo ha muerto. Alzate, ya, pues, y pasa el Jordán, tú y tu
pueblo, a la tierra que yo doy a los hijos de Israel" (Josué 1,2).
La tarea que confía el Señor a Josué es muy ardua: "Introducir a este pueblo para posesionarse de
la tierra que juré dar a sus padres". Pero alienta a su siervo con estas palabras: "Yo seré contigo
como fui con Moisés: No te dejaré, ni te abandonaré".

Es la garantía que tenemos todos en el desempeño de nuestra vocación personal. No vamos solos.
El Señor está siempre con nosotros.
"No te apartes ni a la derecha, ni a la izquierda, para que triunfes en todas tus
empresas,"eslanorma de oro que da el Señor a Josué". Conservar siempre el equilibrio, el justo
medio; evitar los extremos y las exageraciones es la norma que repetidas veces hemos escuchado
los que vivimos a tantos siglos de distancia de Josué en esta época posconciliar.
"Nada te asuste, nada temas, porque Yahveh, tu Dios irá contigo a donde quiera que vayas", dice al
final el Señor a su escogido.
r
Por difícil que. sea la misión que el Señor nos confíe no debemos dejarnos dominar por el pánico.
Si no hemos intrigado, ni buscado un puesto de responsabilidad, sino que lo hemos aceptado por
obediencia, debemos confiar en la ayuda de Dios y en el aliento que nos dará siempre su
compañía.
Josué es ejemplar de mandatarios que continúan fielmente la obra de sus predecesores.
Inmediatamente después de recibir la misión que le confía el Señor, reúne a los oficiales y les
ordena prepararse "porque dentro de tres días pasaréis el Jordán". No cambia los planes de
Moisés; los completa y realiza fidelísimamente.
Pero Josué es un hombre prudente. Sabe que, aunque cuenta con el mandato y compañía de
Dios, no puede omitir el empleo de los medios humanos. Por eso lo primero que hace es enviar en
secreto "dos espías para que exploren la tiena y Jericó".
El espionaje no es invención de esta época. Cuando retornan y dan sus infomes que, por cierto,
fueron muy útiles, Josué da la orden de ataque, pero tiene el cuidado de colocar delante del ejército
y del pueblo "el Arca de la Alianza del dueño de toda la tierra" (3,11). Es un hombre profundamente
religioso que quiere recordar él y mantener fresca en la memoria de sus gentes, el pacto o alianza
de Dios con Abraham y con su pueblo.

Es admirable la docilidad de Josué para escuchar la voz de Yahveh y poner en práctica sus normas
y órdenes. Por eso no da un paso en falso y obtiene victoria tras victoria.
"Se apoderó Josué de todo el territorio conforme a todo lo que Yahveh había dicho a Moisés y se lo
dio en heredad a Israel por partes, según sus tribus y la tierra descansó de la guerra" (11,23). La
lectura del Cap. 12 que contiene la lista de los reyes que fueron derrotados por Josué nos muestra
lo que puede hacer el que confía en el Señor y se deja guiar por su Espíritu. Claro está que no
debemos pensar que la caída de la tierra prometida fue una empresa fácil y sencilla, ni que Josué
fue el úhico intermediario de Dios para realizarla. Fue una tarea larga y costosa y Josué fue el
instrumento principal para llevarla a feliz término.
Dios realiza la historia de la salvación con la colaboración de los hombres y uno de los más fieles
fue Josué. Su misión como la de todos los hombres, fue limitada. El Señor le dice en el Cap. 13:
"Eres ya viejo, de edad avanzada y queda todavía mucha tierra por conquistar. Mira lo que
queda... y le hace una larga enumeración. Debemos tener conciencia clara de la limitación de
nuestra misión en la historia de la salvación. Somos eslabones de una inmensa serie de
colaboradores de Dios. El nos envía para que continuemos la obra que han realizado nuestros
predecesores y dejemos después el puesto a los que destinará para que continúen nuestro
trabajo.
Esta visión es muy útil, especialmente en esta época posconciliar cuando no pocos superiores
deben presentar su renuncia para que manos más jóvenes tomen las riendas y los reemplacen en
su función de servicio.

VOCACION DE SAMUEL

"Dios no se repite". Tiene un plan con cada hombre y a cada uno le confía su misión personal.
Meditemos en la vocación de Samuel.
Samuel nace después de largos años de espera. Ana su Madre lo ofrece al Señor en acción de
gracias porque la libra del oprobio de la esterilidad. Niño aún, es conducido al templo y allí crece
junto a Helí. Dios lo llama y lo escoge para que sea su sucesor y realice una gran misión en Israel.
"Era por entonces rara la palabra de Yahveh" (I Sam. 3,2), nos dice el texto sagrado. Así
entendemos el por qué de la dificultad que experimenta el joven Samuel para saber que es el Señor
quien lo llama. Tres veces al oir su nombre va en busca de Helí para decirle: "Heme aquí pues me
has llamado". El Sacerdote comprende que es Yahveh quien llama a Samuel y le dice: "Anda,
acuéstate, y si vuelven a llamarte di: Habla Yahveh que tu siervo escucha" (3,9). Samuel obedece
al oir de nuevo la voz misteriosa en la que reconoce al Señor que esta vez se limita a anunciarle el
castigo que espera a Helí y a su familia.
La vocación de Samuel es distinta de la de Josué. No es un militar que dirige la guerra. Es un
hombre que vive en la presencia de Dios y recibe sus confidencias.
"Todo Israel reconoció que era Samuel un verdadero profeta de Yahveh" (3-20).
Entretanto se cumplen las amenazas divinas. Israel es derrotado por losfilisteos y el Arca cae en su
poder. Helí, y sus hijos mueren y los hijos de Israel padecen durante 20 años la supremacía de sus
enemigos. Samuel les dará en el momento oportuno el consejo de salvación: Si de todo corazón os
convertís a Yahveh, quitad de en medio de vosotros los dioses extraños: "Enderezad vuestro
corazón a Yahveh y servidle sólo a El y El os librará de las manos de los filisteos".

No organiza la guerra. Su puesto está en la oración. "Yo rogaré por vosotros a Yahveh" dice a los
Israelitas. Estos sienten miedo cuando ven subir a los filisteos y dicen a Samuel: "No ceses de
clamar por nosotros a Yahveh nuestro Dios para que nos libre de la mano de los filisteos".
Samuel ofrece un cordero, "clama a Dios por Israel y es escuchado" (7,9) el triunfo sobre los
filisteos es total. "Israel arrancó de las manos de los filisteos su territorio y hubo paz también entre
Israel y los amorreos" (7,14).
Samuel cumple sencilla y fielmente su oficio de Juez de Israel y tiene que pasar por la prueba de
ver que ese pueblo al que ha hecho tanto bien quiere reemplazarlo por un rey. "Tú eres ya viejo...
danos un rey para que nos juzgue" (8,5). Es el destino de todos los que gobiernan. Envejecen y
pierden prestigio. Se necesita un gran dominio para comprender la realidad y proceder con cordura.
El retiro de los ancianos frecuentemente se realiza con amargura.
Samuel "se desagrada al oir la petición del pueblo", pero ora ante Yahveh" (8,6). El Señor le indica
lo que debe hacer y continúa dirigiéndolo. Samuel obecede y unge a Saúl y delante de todo el
pueblo entrega la judicatura con un discurso maravilloso: "Ya veis que os he oído en cuanto me
habéis dicho y he puesto sobre vosotros un rey, ahora tenéis ya rey que marche a vuestra cabeza,
yo ya soy viejo y he encanecido y mis hijos ahí los tenéis entre vosotros como unos de tantos. He
estado con vosotros desde mi juventud hasta hoy. Aquí me tenéis. Dad testimonio de mí ante
Yahveh y ante su ungido. Dad testimonio contra mí. Y ellos respondieron: No nos has perjudicado,
no nos has oprimido, de nadie has aceptado nada" (12,4).

Ejemplo admirable el de esta vida que se conservó inmaculada en el gobierno y que transcurrió en
servicio desinteresado. Los Israelitas lo admiran y continúan confiando en su valiosa intercesión:
"Ruega por tus siervos a Yahveh para que no muramos" (12,19).

El Señor sigue actuando a través de Samuel durante el reinado de Saúl a quien en vano amonestó
y a quien tuvo que comunicar la decisión del Señor: "Hoy ha roto Yahveh de sobre tí el reino para
entregárselo a otro mejor que tú" (15,28). No se alegra al ver la caída de su reemplazo. Ai contrario
"se lamentaba por Saúl de que se hubiera Yahveh arrepentido de haberlo hecho re/ de Israel"
(15,53). Cuan grande aparece aquí también este siervo del Señor!.

"Hasta cuándo vas a estar llorando sobre Saúl a quien he rechazado para que no reine más sobre
Israel", tiene que decirle Yahveh, y le ordena que llene el cuerno de óleo y salga en busca de David
a quien debe ungir como nuevo rey de Israel. El profeta obedece con prontitud y respeta el plan de
Dios cuando se da cuenta de que el escogido es apenas un jovencito.

Lo unge y después lo defiende y orienta: "Huyó David y se salvó y fuese a casa de Samuel en
Roma y le contó cuanto le había hecho Saúl. Después se fue Samuel a habitar en Nayot y luego se
pierde en la penumbra de la historia este hombre maravilloso.

VOCACION Y MISION DE ISAIAS

Isaías, el primero de los grandes profetas y el de mejor estilo, nos descubre su vocación al
ministerio de la profecía en el C. Sexto de su libro. Es una descripción corta, pero llena de
enseñanzas.
El profeta tiene una gran visión el año de la muerte de Ozias: "Vi al Señor sentado sobre un trono
alto y sublime. Había ante El serafines que se cubrían el rostro con dos de sus alas y los unos a los
otros se gritaban y se respondían: Santo, Santo, Santo, Yahveh Sebaot. Está la tierra toda llena de
su gloria". A estas voces temblaron las puertas en sus quicios y la casa se llenó de humo. Yo me
dije: Ay de mí, perdido soy! pues siendo un hombre de impuros labios que habita en medio de un
pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey, Yahveh Sebaot. Pero uno de los serafines
voló hacia mí, teniendo en sus manos un carbón encendido, que con las tenazas tomó del altar y
tocando con él mi boca dijo" Mira, esto ha tocado tus labios; tu culpa ha sido quitada y borrado tu
pecado" (6,1-7). Admirable lección de reverencia a la majestad divina la que nos da Isaías. En todo
cristiano debe existir este sentimiento reverencial que es distintivo del verdadero amor a Dios. El es
la santidad, infinita y nosotros somos creaturas que hemos pecado. Necesitamos también
purificarnos con fuego, con amor.
La Iglesia pone en nuestra boca esta súplica cuando vamos a leer el Santo Evangelio: "Limpia mi
corazón y'mis labios, oh Dios Omnipotente, que purificaste los labios del profeta Isaías con un
carbón encendido. Limpíame por tu gran misericordia para que de tal manera pueda anunciar
dignamente tu Evangelio".
Isaías, ya purificado, "Oyó la voz del Señor que decía: A quién enviaré y quien irá de nuestra parte?
Inmediatamente responde con gran generosidad: Heme aquí,, envíame a mí" el Señor corresponde
a la generosidad de su siervo con estas palabras: "Ve y di a ese pueblo". Le confía la gran misión
de comunicar su mensaje al pueblo de Judá y reducirlo por la obediencia.
Al Señor le agrada que nosotros deseemos colaborar en la expansión de su reino y que pongamos
a su disposición nuestras vidas. Si nos consagramos generosamente al servicio del Señor y no
reservamos nada para nosotros El nos empleará como sus instrumentos para santificar y salvar a
los hombres.
Pero no son muchas las almas que se entregan totalmente al Señor.

El Padre Lebret escribió con razón estas palabras: "nuestro retardo no es de técnica, es de amor.
Nosotros, cada uno de nosotros, no nos hemos dado suficientemente. Nuestra vida no está
entregada plenamente, no está impregnada totalmente por la misericordia. No hacemos pasar el
sopb de la caridad porque nuestro corazón está aún encogido; nos interesa nuestro éxito y
tomamos en cuenta nuestras comodidades. Tenemos miedo de darnos del todo y nos
tranquilizamosTdiciéndo-nos que hemos dado un poco. Demasiado poco para suscitar millares y
millares de vocaciones al don total de sí mismos que son indispensables para la transformación".

VOCACION Y MISION DE JEREMIAS

La vocación especial de este profeta se halla descrita en el primer capítulo del libro de su profecía.
"Le llegó la palabra de Dios" en los días del Rey Josías con esta declaración del Señor: "Antes de
que te formara en el vientre te conocí, antes de que tú salieses del seno materno te consagré y te
designé para profeta de pueblos" (O 1,5). A todos nos conoce el Señor desde la eternidad y desde
entonces nos ha señalado la misión que debemos cumplir durante nuestra vida. A todos los
cristianos nos da una misión profética, participación de la de Cristo, como nos la ha recordado el
Concilio.

Jeremías es un hombre humilde. Cuando escucha las palabras que el Señor acaba de dirigirle,
responde: "Oh, Señor Yahveh, he aquí que no sé hablar, pues soy un niño" (7). La respuesta del
Señor es admirable: "No digas: Soy un niño, pues irás a donde te envíe y dirás lo que yo te
mande". El hombre que cumple una misión divina no está solo, ni transmite un mensaje
cualquiera.
Va en nombre del Señor y con El y comunica un mensaje divino. El cristiano como Pablo, predica a
Cristo y a Cristo crucificado (ICr. 1,23).
La fe en la compañía de Cristo disipa el miedo. "No tengas temor ante ellos que yo estaré contigo
para salvarte".
En un acto que anuncia las futuras acciones sacramentales percibe el profeta la presencia y la obra
de Dios.
"Tendió Yahveh su mano y tocando mi boca, me dijo: He aquí que pongo en tu boca mis palabras:
Mira que te constituyo hoy sobre las naciones y reinos para arrancar y destruir, para edificar y
plantar" (10). Quien es llamado al Sacerdocio recibe una comunicación especial de la misión
profética de Cristo y tiene que realizar una tarea importantísima de destrucción del mal e
implantación del bien.
Como Pablo, los presbíteros pueden decir a sus fieles: "Nosotros sólo somos cooperadores de
Dios, y vosotros sois arada de Dios" (I Cor. 3-9). Y en ese campo de las almas debemos arrancar
malezas y cultivar buenas plantas. Una doble tarea que demanda nuestra entrega total.
La misión de Jeremías era muy difícil y exigía un gran coraje. "El tendrá que predicar a un pueblo
que no quiere oir el anuncio de sus castigos y que lo insultará y lo acusará de traición a su patria.
Tendrá que padecer la cárcel y destierro.Verá la ruina de su nación, y el cumplimiento de sus
terribles profecías. Por eso el Señor lo conforta y anima de nuevo" Tú, pues, ciñe tus lomos,
yérguete y diles todo cuando yo te mandaré. No tiembles ante ellos. Te combatirán, pero no te
podrán, porque yo estaré contigo para salvarte" (17,1).
En el Cap. 16 hallamos la exigencia del celibato, por lo menos temporal, que hace el Señor a
Jeremías. "Llegóme la palabra de Yahveh diciéndome: No has de tomar mujer y no tendrás hijos ni
hijas en este lugar (16,1-2).
La castidad consagrada por el reino de los Cielos será después un gran don, con el cual
enriquecerá Dios a su Iglesia y que Ella conservará siempre con profunda gratitud y creciente
aprecio.

Otro aspecto importante en la vida de Jeremías es su vocación de escritor y la colaboración que


solicita a Baruc.
El Señor le dice: "Toma un volumen y escribe en él cuanto yo te he dicho contra Jerusalén y
contra Judá desde el día en que te hablé en tiempo de Josías hasta hoy" (C. 36,1-2). Llamó, pues
Jeremías a Baruc y escribió en éste un volumen, dictándole Jeremías, todas las palabras que
Yahveh le había dicho" (4).
A veces quiere el Señor, que escribamos para beneficio de los demás y que utilicemos las
cualidades de oíros con cuya colaboración podremos hacer la voluntad de Dios.

Jeremías fue un gran hombre, fiel a su vocación, cumplió su difícil misión con gran valor y no
claudicó jamás, a pesar de todo, cuanto tuvo que sufrir por comunicar a su pueblo el mensaje de
Dios.

Acudió siempre al Señor en sus momentos de angustia y El lo libró. "Entonces yo te libraré, palabra
de Yahveh, y no serás entregado en manos de los hombres a quienes temes. Yo te salvaré y no
caerás a la espada y será salva tu vida porque confiaste en mí" (39,17).
En el Cap. 15 del II Libro de los Macabeos se nos narra la visión que tuvo Judas y en la que el
gran pontífice Onías hace la presentación de Jeremías "que se destacaba por la blancura de sus
cabellos y por su gloriosa dignidad, nimbado de admirable y magnífica majestad", con unas
palabras que son el mejor elogio de este gran siervo de Dios y profeta de Israel: "Este es el
amador de sus hermanos que ora mucho por su pueblo y por la ciudad santa: Jeremías, profeta
de Dios" (2,15-14).
VOCACION Y MISION DE EZEQUIEL
Ezequiel fue deportado por Nabucodonosor a las orillas del río Quebar y era de la familia
sacerdotal. En el año 5 del cautiverio fue llamado por Dios de un modo solemne para que ejerciera
el oficio de profeta de Dios en medio de su pueblo desorientado en la idolatría y halagado con la
esperanza de una pronta liberación. Estudiemos en el texto sagrado los detalles de esta vocación
especial.
"Tuve visión de Dios y fue sobre mí la mano de Yahveh" (1,2) son las palabras con las cuales nos
narra el profeta el comienzo de su llamamiento. Dios aparece aquí como un amigo que se acerca a
hablar con su amigo con la mayor sencillez y confianza. Poner las manos sobre el hombro de otra
persona es siempre un signo de amistad especial. Dios aparece en seguida como el Señor que
merece un gran respeto cuando se digna hablar a alguien: "hijo de hombre, ponte en pie, que voy a
hablarte" (2,1).
No nos privaremos a veces de recibir el mensaje de Dios por falta de reverencia en el altar, en el
templo, en el ¡rezo del Breviario, en la oración pública o privada? nunca olvidemos que El es el
Señor.
Ezequiel obedece y en pie escucha la orden que le comunica Dios: "Hijo de hombre, yo te mando a
los hijos de Israel, al pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Son gente de cara dura y de
corazón empedernido esos a quienes te mando" |(2,3y4). Nada halagüeño el encargo que recibía el
profeta, y menos aún con las palabras que añade Dios: "Acaso te escuchen, y si no te escucharen,
pues son gente rebelde, al menos conocerán que hay entre ellos profeta"'(2,6).
Muchas veces el apostolado tiene que desarrollarse en medios difíciles y en apariencias estériles.
Casi que la labor se reduce a dar un testimonio. Es el caso por ejemplo, de Carlos de Foucauld
entre los tuaregs.
"No temas sus palabras, no tengas miedo de su cara, porque son gente rebelde" (2,6).
Interesante este doble detalle y es que a veces nos da más miedo de una cara hosca que de una
palabra amenazante.

En todas tas épocas encuentran los apóstoles rostros duros y llenos del odio. Con la confianza
puesta en el Señor debemos acercarnos a todos y hablarles con bondad y sin temor. Lo importante
es que les comuniquemos el mensaje de Dios y no el nuestro. "Diles lo que yo te diga, óigante o no
te oigan" (2,7). Enseguida el Señor dice a Ezequiel: "Abre la boca y come lo que te presento". Miré
y vi que se tendía hacia mí una mano que tenía un rollo, lo desenvolvió ante mí y vi que estaba
escrito por delante y por detrás... y me dijo: "Hijo de hombre, come eso que tienes delante: come
ese rollo y habla luego a la casa de Israel" (3,1). "Yo lo comí y me supo a mieles" (3,3). Ninguna
preparación mejor para quienes recibimos como presbíteros la gran misión profética de comunicar
a nuestros hermanos la palabra de Dios que el estudio serio y la profunda reflexión de la Sagrada
Biblia.

Debemos comer y digerir estos libros santos mediante una constante y humilde meditación de la
palabra divina. Ojalá que también a nosotros nos sepa a miel la Sagrada Escritura y que prefiramos
su lectura a cualquier escrito humano.

"Hijo de hombre, todas las palabras que yo te diga, recógelas en tu corazón y dales atento oido y
luego llégate a los deportados" ¡(3,11). También nosotros debemos primero escuchar al Señor y
buscar después a nuestros hermanos para comunicarles un auténtico mensaje divino.

El Señor advierte enseguida a Ezequiel que será responsable de la perdición de sus hermanos si
por temor no les predica las cosas duras que deben oír: "hijo de hombre, yo te he dado por atalaya
a la casa de Israel. Tú oirás las palabras de mi boca y de mi parte los amonestarás. Si yo digo al
malvado: Vas a morir! y tú no le amonestares el malvado morirá en su iniquidad, pero yo
demandaré a tí su sangre" (3, 17 y 18). A su vez "si tú amonestaste al justo para que no pecare y
dejare de pecar vivirá él, porque fue amonestado, y tú habrás salvado su alma" (3,21). Estas
palabras nos indican la grave responsabilidad que pesa sobre nosotros, ya que de nuestra
conducta apostólica va a depender la salvación o la perdición de nuestros hermanos.
Ezequiel debe expiar en su carne las iniquidades de las casas de Israel y de Judá. "Echate sobre tu
lado izquierdo y pon sobre él las maldades de la casa de Israel. Tantos días como sobre él yazcas,
expiarás en tí la iniquidad suya" (4,4).
Olvidamos con frecuencia que también nosotros debemos reparar y expiar las faltas de nuestros
fieles. San Pablo escribirá un día a los Colosenses: "Ahora me alegro de mis padecimientos por
vosotros y suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la
Iglesia" (1,24).
A pesar de lo difícil del medio en el cual le toca actuar logra hacerse oir y obedecer Ezequiel, su
apostolado fue muy importante entre sus hermanos de cautiverio y el medio para que muchos
abandonasen la idolatría y se convirtiesen de corazón al Señor.

VOCACION Y MISION DE JUAN BAUTISTA

En el caso de San Juan Bautista, Dios manifiesta a su padre Zacarías, los planes que tiene sobre
él. Ya los conocerá cuando crezca y su padre le narre su anunciación.
Gabriel dice a Zacarías en el santuario: "No temas, porque tu plegaria ha sido escuchada, e Isabel,
tu mujer, te dará a luz un hijo a quien pondrás por nombre Juan. Será para tí gozo y regocijo y
todos se alegrarán en su nacimiento porque será grande en la presencia del Señor. No beberá vino
ni licores, y desde el seno de su madre será lleno del Espíritu Santo: y a muchos de los hijos de
Israel convertirá al Señor su Dios, y caminará delante del Señor en el espíritu y el poder de Elias
para reducir el corazón de los padres a los hijos y los rebeldes a los sentimientos de los justos, a
fin de preparar al Señor un pueblo bien dispuesto" (Lc. 1,13 s).
Se trataba, en verdad de una misión importante que exigía, por to mismo una gran preparación.
Eso es lo que hace Juan Bautista.

San Lucas nos dice que "el niño crecía y se fortalecía en el espíritu y moraba en los desiertos hasta
el día de su manifestación a Israel" (1,80).

San Mateo nos describe la vida del precursor en el desierto: "Juan iba vestido de pelo de camello,
llevaba un cinturón de cuero a la cintura y se alimentaba de langostas y miel silvestre" (3,4). Con
largos años dedicados a la oración y la penitencia en la soledad de los desiertos se prepara este
gran santo para el cumplimiento de su gran misión: Preparar a Israel para la recepción de Cristo.

El ejemplo del Bautista debe hacernos reflexionar acerca de nuestra preparación para el ministerio
sacerdotal. Vivimos en una época en la cual se busca generalmente eludir todo lo que implique
abnegación y sacrificio. En no pocos Seminarios se exige cada día menos generosidad en la
entrega. Abundan las concesiones y disminuyen las exigencias. Será ese el método para lograr una
profunda formación?.

El Concilio exige mucho de quienes aspiran al Sacerdocio. "Esfuércense tos alumnos en moderar
bien su temperamento: Edúquense en la reciedumbre de alma. Hay que apreciar la disciplina del
Seminario no sólo como defensa eficaz de la vida común y de la caridad, sino como elemento
necesario de toda la formación para adquirir el dominio de sí mismo" (O.T. No. 11).

Juan Bautista es ejemplar en el cumplimiento exacto de su misión. Debe ser el precursor del Señor
y llena su misión con valor y con amor. Cuando la termina se aparta de la escena sin amargura.

Es admirable la manera como rechaza la tentación de suplantar a Cristo delante de quienes lo


admiran y siguen: "Qué dices de tí mismo. No soy yo el Mesías. Soy la voz del que clama en el
desierto. Yo bautizo en agua pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene
en pos de mí a quien no soy digno de desatar la correa de la sandalia" (Jn. 1,23s). •
En nuestro ministerio podemos padecer la tentación de los aplausos y de la admiración de los
fieles. Es tan fácil entonces apropiarnos de los dones del Señor y enorgullecemos con ellos. La
lección que nos da el Bautista es muy útil.
Juan muestra a Cristo a sus discípulos. "Al día siguiente vio venir a Jesús y dijo: He aquí el Cordero
de Dios que quita el pecado del mundo. Y yo vi y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios".
Esa debe ser nuestra tarea constante. Mostrar a Jesús a todos debe ser nuestro afán.
El precursor nos enseña a tratar a Cristo con el mayor respeto y humildad. "Vino Jesús de Galilea al
Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. Juan se oponía diciendo: Soy yo quien debe
ser por tí bautizado y vienes tú a mí? (Mt. 3,13).
Recordemos que somos los ministros de Cristo y que obramos en su nombre. Esto exige de
nosotros la mayor reverencia. Admirables las palabras que dirige Juan Bautista a sus discípulos
cuando vienen a decirle que lodos se van detrás de Jesús".
"No debe el hombre tomarse nada, si no le fuere dado del cielo. Vosotros sois testigos de que dije:
yo no soy el Mesías, sino que he sido enviado ante El. El que tiene esposa es el esposo; el amigo
del esposo, que le acompaña y le oye, se alegra grandemente al oir la voz del esposo. Pues así
este mi gozo es cumplido. Preciso es que El crezca y yo mengüe" (Jn. 3,27s).

Felices seremos nosotros si tenemos como norma de nuestro ministerio: Buscar la gloria de Cristo
Sacerdote, y no la nuestra.
Juan Bautista coronará su vida santa e inmaculada con el martirio. Siempre fue testigo de Cristo y
de su verdad. Jamás lo negó ni se apartó de su misión por halagos o amenazas. Ninguno tan recto.
Jesús hará de él el mayor elogio cuando diga: "No hay entre los nacidos de mujer ningún profeta
más grande que Juan" (Le. 7,28).

VOCACION Y MISION DE MARIA

Ninguna vocación comparable con la de María. Fue destinada para ser la Madre de Cristo y la
madre espiritual de su Cuerpo Místico. Nadie, a su vez, ha correspondido con tanta fidelidad y
generosidad al plan divino como Ella. Será siempre el modelo perfecto de todos cuantos sen timos
el llamamiento del Señor y llegamos al convencimiento de que hemos recibido una misión divina.
Dios prepara a María para que desempeñe perfectamente la excelsa misión que le ha señalado
desde la eternidad. La enriquece con todos los dones, gracias y privilegios que exige su dignidad
de Madre suya. Empieza por conservarla inmaculada en su concepción pues no convenía que
estuviese bajo el imperio del demonio la que debía concebir y dar a luz al Verbo encarnado.
La enriquece desde el primer instante de su existencia con una maravillosa plenitud de gracia y
santidad. Por eso la saludará el Arcángel con esas palabras: "Salve, llena de gracia, el Señor es
contigo" (Lc. 1,28).
El Concilio Vaticano II enseña al respecto lo siguiente: "Enriquecida con un don de gracia tan
eximia que antecede, con mucho a todas las criaturas celestiales y terrenas". (Ad.G.No.53).
La manera como la Madre de Dios y nuestra Madre acepta y cumple la misión divina debe ser el
ejemplar para todos nosotros.
Dios respeta siempre la libertad humana y quiere que le demos un libre asentimiento cuando nos
manifiesta su plan de amor. Eso fue lo que hizo con María.
El Concilio nos dice lo siguiente: "El Padre de las misericordias quiso que precediera a la
encarnación la aceptación de parte de la Madre predestinada, para que así también contribuyera a
la vida" (L.G. 56).
Por medio de Gabriel le manifiesta el Señor su plan divino. "Has hallado gracia delante de Dios y
concebirás en tu seno y darás a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y
llamado Hijo del Altísimo, y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre, y reinará en la casa
de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin"( Lc. 1,30s).
Cuál sería la sorpresa y confusión de la más humilde de las vírgenes al escuchar semejantes
palabras! Ella que había buscado el último lugar y carecía de ambición recibe el anuncio de que ha
sido escogida entre todas las mujeres para ser la madre del Mesías.
Quiere obedecer y cumplir la voluntad de Dios sobre ella, pero se encuentra con el problema de su
propósito de virginidad. Por eso con sencillez pregunta al Ángel: "Cómo podrá ser esto pues no
conozco varón?".
El Angel le contestó y dijo: "El Espíritu Santo vendrá sobre tí, y la virtud del Altísimo te cubrirá con
su sombra, y por esto el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios" y añade la
manifestación de una señal maravillosa como prueba de la fidelidad de sus palabras: "Isabel tu
parienta también ha concebido un hijo en su vejez y este es ya el sexto mes de la que era estéril,
porque nada hay imposible para Dios".

María no duda como Zacarías. Con la más profunda humildad y la más plena generosidad, da el sí
al plan divino con esas palabras que serán siempre la mejor expresión de entrega: "He aquí la
sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra".

El Concilio enseña que "Así, María hija de Adán, aceptando la Palabra Divina fue hecha Madre de
Jesús y abrazando la voluntad salvífica de Dios con generoso corazón y sin el impedimento de
pecado alguno, se consagró totalmente a sí misma, cual esclava del Señor, a la persona y a la obra
de su Hijo, sirviendo con El, por la gracia de Dios Omnipotente, al misterio de la Redención"
(LG.No.56).
Ninguna síntesis mejor de lo que debe ser también nuestra vida sacerdotal. Después de dar
nuestro sí al llamamiento divino, debemos consagrarnos sin limitaciones, ni salvedades a la gloria
de Cristo y al bien de las almas, siguiendo el ejemplo de quien es llamada con razón "Reina de los
Apóstoles".

María recibe a Cristo y permanece unida a El hasta el Calvario. "La unión de la Madre con el Hijo
en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concep ción virginal de Cristo hasta
su muerte" (L.G. No. 57).
Es la Virgen fiel que no duda nunca y que será para la Iglesia "su prototipo y modelo eminentísimo
en la fe y caridad" (L.G. No. 53). Será siempre la Madre solícita del Redentor y avanzará en la
peregrinación de la fe y mantendrá la unión con su Hijo hasta la cruz, en donde se mantiene en pie,
sufre profundamente con su Unigénito y se asocia con corazón maternal a su sacrificio, con sin
tiendo con amor en la inmolación de la víctima concebida por Ella misma, y finalmente, fue dada
como Madre al discípulo por el mismo Cristo Jesús moribundo en la Cruz con estas palabras:
"Mujer, he ahí a tu hijo" (L.G. No. 58).
Los sacerdotes que hemos recibido una misión tan excelsa y que tiene tantos puntos comunes con
la de María, debemos imitarla en su fidelidad en el servicio de Cristo en todas las circunstancias,
tanto en las prósperas como en las adversas.

"La Virgen María en su vida fue ejemplo de aquel afecto materno, con el que es necesario estén
animados todos los que en la misión apostólica de la Iglesia cooperan para regenerara los
hombres" (L.G. No. 65).

LA VOCACION Y MISION DE LOS APOSTOLES


Pedro y sus compañeros reciben directamente de Cristo su llamamiento para el apostolado. El
Señor con una sabia pedagogía los va orientando suavemente hacia un campo muy distinto de
actividades y les va manifestando paulatinamente los designios que tiene sobre ellos.

San Juan nos narra las primeras cuatro vocaciones que hace Jesús: "Al día siguiente, otra vez,
hallándose Juan con dos de sus discípulos, fijó la vista en Jesús, que pasaba y dijo: "he aquí el
Cordero de Dios". Los dos discípulos, que le oyeron, siguieron a Jesús. Volvióse Jesús a ellos,
viendo que le seguían, y les dijo: ¿Qué buscáis? Dijéronle ellos: Rabí que quiere decir Maestro
dónde moras? Les dijo: Venid y ved".
Fueron, pues y vieron donde moraba y permanecieron con El aquel día. Era como la hora décima.

Era Andrés, el hermano de Simón Pedro, uno de los dos que oyeron a Juan y le siguieron.
Encontró él luego a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías, que quiere decir el
Cristo. Le condujo a Jesús, que fijando en él la vista, dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú
serás llamado Cefas que quiere decir Pedro.
Al otro día queriendo El, salir hacia Galilea, encontró a Felipe, y le dijo Jesús: Sigúeme. Era Felipe
de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro. Encontró Felipe a Natanael, y le dijo: hemos hallado a
Aquel de quien escribió Moisés en la ley y los profetas, a Jesús, hijo de José de Nazaret...
Díjole Natanael: De Nazaret puede salir algo bueno? Díjole Felipe: Ven y verás.
Vio Jesús a Natanael, que venía hacia El, y dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no
hay dolor. Díjole Natanael, de dónde me conoces? Contestó Jesús y le dijo: Antes que Felipe te
llamase, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. Natanael le contestó: Rabí, tú eres el Hijo de
Dios, tú eres el Rey de Israel. Contestó Jesús, y le dijo: Porque te he dicho que te vi debajo de la
higuera crees? cosas mayores has de ver. Y añadió: En verdad, en verdad os digo que veréis
abrirse el cielo y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre" (Jn. 1,35-51).
Aparecen en esta descripción varios matices distintos. "Venid y ved" dice Cristo a Andrés y a su
compañero. Estos dos hombres sienten un gran atractivo por Jesús cuando oyen el elogio que hace
de Elel Bautista.
Invitados por el Señor pasan con El las últimas horas del día y la noche en una de las cavernas o
en la humilde cabana que le servía de albergue.
La misma invitación y las mismas palabras serán dirigidas a muchas almas a través de los tiempos.
Si pasan un tiempo con Cristo en ejercicios, cursillos, encuentros, etc. lo conocerán y no le
abandonarán ya.
Pedro llegará hasta Cristo movido por el entusiasmo de su hermano Andrés. Empieza ya a operar
la colaboración humana en el campo vocacional. Cristo contará con la colaboración de padres de
familia, institutores, sacerdotes, amigos, etc. para descubrir a muchas almas el secreto de la
vocación sagrada.
Pedro encuentra y convence a Felipe y éste hace lo mismo con Natanael. El diálogo de Jesús es
distinto con Pedro, con Felipe, con Natanael. También es diferente el que entabla con cada uno de
nosotros. Llama a cada estrella con su nombre.
Aparece ya la frase que empleará Cristo después con tantas almas: "SIGUEME". El es el Señor y
tiene derecho a señalarnos el puesto y oficio en la vida. Cuando nos llama para que seamos sus
apóstoles y sacerdotes nos confiere el mayor honor. Su llamamiento es la mejor manifestación de
su amor.
San Mateo, San Marcos y San Lucas, nos relatan paralelamente, la vocación definitiva de Pedro y
Andrés. "Caminando, pues junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón que se llama Pedro
y Andrés su hermano, los cuales echaban la red en el mar, pues eran pescadores; y les dijo: "Venid
en pos de mí, y os haré pescadores de hombres".
Ellos, dejaron al instante las redes y le siguieron. Pasando más adelante vio a otros dos hermanos,
Santiago el de Zebedeo y Juan su hermano, que en la barca, con Zebedeo, su padre, componían
las redes, y los llamó. Ellos, dejando luego la barca y a su padre, le siguieron (Mt. 4,18,22).
San Lucas pone esta misma escena después de narrar la pesca milagrosa.
Lo importante de estos pasajes es la generosidad con que responden estos hombres a la invitación
de Cristo. "Ellos dejaron al instante las redes y le siguieron".

"Ellos, dejando luego la barca y a su padre le siguieron".


Estas son unas vocaciones "tardías o de adultos" que exigen el abandono de una profesión u oficio
para entregarse de tiempo al apostolado. Santiago y Juan deben separarse de un padre anciano.
La escena se repetirá miles y miles de veces a lo largo de la historia. Las mismas exigencias por
parte de Cristo y la misma prontitud y generosidad en la respuesta de los llamados. Basta oir las
confidencias vocacionales en un Seminario como el de Cristo Sacerdote.

Cuando los Sinópticos nos den la lista de los doce discípulos que fueron escogidos para el cargo de
"Apóstoles". San Lucas nos dirá que Cristo "salió hacia la mañana para orar, y pasó la noche
orando a Dios. Cuando llegó el día llamó así a los discípulos y escogió a doce de ellos a quienes
dio el nombre de Apóstoles" (L. 5,12-13).
La actitud de Jesús al preparar esta elección con una larga oración es una gran lección para
quienes tenemos la difícil misión de presentar a los Obispos los aspirantes al .Sacerdocio y para
quienes tienen que realizar el llamamiento canónico.

Jesús, después de llamar a sus Apóstoles y de recibir su generosa aceptación, se dedica a la difícil
y lenta tarea de formarlos para su futura misión. Establece el que pudiéramos llamar primer
Seminario en el cual es El mismo el "Maestro" y Rector.
Les enseña a orar, les explica aparte las parábolas que dice a la muchedumbre, los defiende de
las intrigas de los fariseos, les muestra la supremacía del Reino de Dios y les va enumerando los
diversos aspectos de su misión en la Iglesia. "Vosotros sois la luz del mundo". "Vosotros sois la
sal de la tierra". "Os haré pescadores de hombres". "Juzgaréis a las doce tribus de Israel".
Después les conferirá los grandes poderes sacerdotales. "Haced esto en memoria mía". "Recibid
al Espíritu Santo; a quienes perdonareis los pecados les serán perdonados y a quienes se los
retuviereis, les serán retenidos". "Id, enseñad a todas las gentes y bautizadlas en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".

Les recordará el origen divino de su vocación: "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os
elegí a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca" (Jn.
15,16).

La Epístola a los Hebreos dirá más tarde: "y ninguno se toma para sí este honor, sino el que ha
sido llamado por Dios como Aarón" (5,4).

Cristo llama "amigos" a sus apóstoles y les da muchas demostraciones de verdadera amistad antes
de morir por ellos. "Como el Padre me amó, yo también os he amado; permaneced en mi amor. Si
guardareis mis preceptos, permaneceréis en mi amor". "Vosotros sois mis amigos". "Ya no os
llamaré siervos sino amigos" (Jn. 15).
Cristo es para sus sacerdotes de todos los tiempos lo que fue para los primeros: Maestro, amigo,
santificador, causa y fuente de su Sacerdocio.

También oró por nosotros y nos comunica su Espíritu de verdad y de amor.

LA VOCACION DE SAN PABLO


La .primera noticia que tenemos del gran Apóstol es cuando "aprueba la muerte de San Esteban",
hecho que fue el comienzo de una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén en la cual "Saulo
devastaba la Iglesia y entrando en las casas arrastraba a hombres y mujeres y los hacía
encarcelar" (Hch. 8, 1-3). Su odio contra los cristianos era terrible y su afán de destruir todo lo que
tuviese que ver con la nueva religión, lo condujo hasta el Sumo Sacerdote a quien "pidió cartas de
recomendación para las sinagogas de Damasco a fin de que si allí se hallaban quienes siguiesen
este camino, hombres o mujeres, los llevase atados a Jerusalén" (9,1).
"Respirando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor" y al frente de varios
compañeros se dirige a
Damasco sin pensar siquiera un instante en los planes que tenía Jesús sobre él.
La vocación de San Pablo es verdaderamente milagrosa. "Cuando estaba en camino sucedió que
al acercarse a Damasco, se vio de repente rodeado de una luz del cielo; y al caer a tierra, oyó una
voz que decía: Saulo, Saulo! por qué me persigues? (9,3). Dos veces escucha Saulo su nombre. Lo
llama alguien, pero es un desconocido que le pregunta: ¿Porque te persigue?.
Será acaso un cristiano importante que se ha enterado de la misión de Saulo? "Quién eres Señor?
pregunta asustado. No espera, ni siquiera imagina, la respuesta": "Yo soy Jesús a quien tú
persigues".
Feliz y doloroso encuentro. Feliz porque Cristo, que es la luz, iluminará a este descarriado. Pero
doloroso encontrar por primera vez a Cristo cuando se le persigue, azota y encarcela en la persona
de sus hermanos. En estas circunstancias conoce por primera vez San Pablo el dogma del Cuerpo
Místico de Cristo.
Este Jesús perseguido por Saulo en la persona de sus discípulos, buscará la derrota y destrucción
de este impetuoso perseguidor? Al convertirlo lo derrotará pero para elevarlo a la dignidad de
Apóstol, y solamente destruirá su ignorancia al iluminarlo con la plenitud de su mensaje.
"Levántate y entra en la ciudad y se te dirá lo que has de hacer" (9,6) hasta hace un momento,
Saulo, daba órdenes categóricas a sus acompañantes; ahora es él quien las recibe.
El Señor no le comunica en este momento los planes que tiene sobre él. Ananías los conocerá
primero y será el encargado de anunciarlos después a Saulo cuando lo bautice.
Mientras Saulo, ciego y asustado es conducido a Damasco y pasa después tres días sin ver y sin
comer ni beber, Cristo manifiesta a Ananías el plan maravilloso que tiene con su perseguidor.
El Señor le dice: "Levántate y vete a la calle llamada Recta y busca en casa de Judas a Saulo de
Tarso, que está orando". La oración es siempre fuente de gracia, de luz y de fuerza. Saulo se halla
en una situación lamentable: Ciego, derrotado, debilitado por el insomnio y por la falta de alimento y
sin saber si sera castigado por Dios con una ceguera perpetua y una pronta muerte. Pero preci -
samente cuando oraba "vio en visión a un hombre llamado Ananías que entraba y le imponía las
manos para que recobrara la vista" (9,12).
Ananías sabía muy bien quién era Saulo y qué planes tenía. Por eso replica al Señor: "He oído a
muchos de este hombre cuantos males ha hecho a tus santos en Jerusalén y que viene aquí con
poder de los príncipes de los sacerdotes para aprender a cuantos invocan tu nombre" (9,13). Eso
era cierto. Pero era cierto también que Jesús tenía otros designios muy distintos: "Ve, porque este
es para mí vaso de elección, para que lleve mi nombre ante las naciones y los reyes y los hijos de
Israel" (9,15). Maravillado debió quedar Ananías. Sería posible esto? cómo explicar tal vocación?
Los caminos de Dios no son nuestros caminos. Los misterios de la vocación son muchas veces
incomprensibles. Esto será to que escribirá después San Pablo a los Romanos: "Oh profundidad de
la sabiduría y de la ciencia de Dios! cuan insondables son tus juicios e inescrutables sus caminos.
Porque quién conoció el pensamiento del Señor? (11,33).
Quién hubiera siquiera imaginado al ver partir a Saulo de Jerusalén para perseguir a los cristianos
de Damasco que a los pocos días estaría en sus sinagogas "predicando que Jesús es el Hijo de
Dios?" (Hch. 9,20).
En efecto, "Ananías fue y entró en la casa e imponiéndole las manos le dijo: Hermano, Saulo, el
Señor Jesús que se te apareció en el camino que traías me ha enviado para que recobres la vista
y seas lleno del Espíritu Santo. Al punto se le cayeron de los ojos unas como escamas y recobró la
vista y levantándose fue bautizado, tomó alimento y se repuso" (9,17-18).
Pablo ha encontrado a Cristo y conoce la misión que El le confía. Tiene conciencia clara de su
verdadera vocación y empieza inmediatamente a capacitarse para desempeñarla dignamente.
"Cuando plugo al que me segregó desde el seno de mi madre, y me llamó por su gracia para
revelar en mí a su Hijo, anunciándole a los gentiles, al instante, sin pedir consejo ni a la carne ni a
la sangre, no subí a Jerusalén sino que partí para Arabia" (Gal. 1,15-16). Allí en el desierto
reflexiona durante largo tiempo en la riqueza de su vocación cristiana y de su misión apostólica y
principalmente en Cristo crucificado y resucitado, verdadero Dios y verdadero hombre.
Nadie predicará después a Cristo con tanto amor y celo como Pablo y nadie ni nada podrá
separarlo de su amor.
"Yo le mostraré cuánto habrá de padecer por mi nombre", dice el Señor cuando comunica a
Ananías la vocación y misión de Pablo; y quien conozca su vida, se habrá dado cuenta de todas las
persecuciones y penas que tuvo que padecer este apóstol a lo largo de todo su ministerio.

Con razón decía Mamá Margarita a Don Bosco el día de su ordenación: "Hijo mío, empezar a
celebrar es empezar a sufrir. Pablo comprenderá el valor y la necesidad del sufrimiento para la
fecundidad del apostolado y así escribirá a los Colosenses: "Ahora me alegro de mis padecimientos
por vosotros y suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo que es la
Iglesia de la que soy ministro en virtud de la dispensación divina a mí confiada en beneficio vuestro"
(1,24s).

Pablo será el modelo de fidelidad a la vocación y misión recibidas. "Vive siempre en la fe del Hijo
de Dios que lo amó y se entregó por él" (Gal. 2,20). "Jamás se gloriará a no ser en ia cruz de N.
Señor Jesucristo por quien el mundo está crucificado para él y él para el mundo" (Gal. 6,14) y
cumple lo que escribe a tos Gálatas: "No nos cansemos de hacer el bien que a su tiempo cosecha -
remos si no desfallecemos. Por consiguiente, mientras hay tiempo, hagamos bien a todos" (6,9-10).
Con sinceridad pudo decir a tos discípulos Timoteo: "Gracias doy a nuestro Señor, Cristo Jesús,
que me fortaleció, de haberme juzgado fiel al confiarme el ministerio, a mí, que primero fui un
blasfemo y perseguidor, mas fui recibido a misericordia porque lo hacía por ignorancia en mi
incredulidad; y sobreabundó la gracia de Nuestro Señor con la fe y caridad en Cristo Jesús.
Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, el honor y la gloria por tos siglos de los siglos.
Amén (1 Tm. 1,128).

LA VOCACION SEGUN SAN PABLO

El Apóstol es un convencido de la grandeza de su vocación personal y quiere que los cristianos


todos tos sean también.
"Dios, dice, nos llamó con vocación santa (I Tm. 1,9). Todo lo que hace Dios es santo y como El es
eterno, nos llamó también desde la eternidad. La gracia de la vocación,dirá también a su discípulo,
"nos fue dada en Cristo Jesús desde tos tiempos eternos".
No cesa de dar gracias por nuestra vocación divina y eterna: "Bendito sea Dios y Padre de
Nuestro Señor Jesucristo, que en Cristo nos bendijo con toda bendición espiritual en los cielos; por
cuanto que en él nos eligió antes de la constitución del mundo para que fuésemos santos e
inmaculados ante El en caridad y nos predestinó a la adopción de hijos suyos por Jesucristo
conforme al beneplácito de su voluntad" (Ef. 1,3-6).
Esta vocación excelsa y gratuita exige mucho de nosotros. Por eso Pablo nos dice en el capítulo 4
de la misma Carta: "Así, pues, os exhorto yo, preso en el Señor, a andar de una manera digna de la
vocación con que fuisteis llamados con toda humildad, mansedumbre y magnanimidad" (1,2).

Si somos fieles en el desempeño de nuestra vocación seremos glorificados. Por eso debemos
caminar "mirando hacia la meta, hacia el galardón de la soberana vocación de Dios en Cristo
Jesús" (Fil. 3,14).
Para fortuna nuestra, la fidelidad del Señor es infinita y "los dones y la vocación de Dios son sin
arrepentimiento" (Rom. 11,29).

Por eso nunca debemos perder la confianza y esperanza de nuestra vocación, a pesar de nuestras
miserias y limitaciones.
Y el gran ideal que debemos contemplar, "como partícipes que somos de una vocación celestial es
Jesús, el Pontífice de nuestra confesión" (Hb. 3,1).
Por el hecho de llamarnos a la experiencia nos designa el Señor un papel o misión personal para
desempeñarlo durante nuestra vida, y mientras no adquiramos el convencimiento de que Dios
cuenta con nosotros y quiere valerse de nuestra cooperación personal, no obraremos con la
madurez de tos hijos de Dios.
"Cada hombre, escribe el P. Congar, "tiene una vocación, puesto que sobre en cada uno está la
voluntad de Dios ordenada a la ejecución de este designio. Esta voluntad puede manifestarse en
forma particular, pero de ordinario se da a conocer por los gustos propios, temperamento, la
educación, por las circunstancias de la vida, por la llamada que, expresa o tácitamente, le dirigen
los otros hombres".

También podría gustarte