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Imagínate un lago, puede ser turbio o bien de aguas cristalinas donde se refleja el
paisaje que le rodea, pero siempre sus aguas permanecen quietas, en calma, apenas con
el viento se ondulan por un instante.
A veces este viento azota fuerte y eleva la altura del agua apareciendo ondas sobre
la superficie del lago. Pero siempre vuelve a la calma y es en ese momento cuando
podemos observarnos como si de un espejo se tratara al igual que el reflejo de la luna.
Cuando llega el invierno se congela y permanece adormecido, pero su vida continúa por
debajo de la superficie.
Observa los momentos de calma y la comparamos con el agua clara y limpia del
lago, también de los otros en los que sentimos cierta incertidumbre y nos sentimos algo
removidos por dentro como el viento al rozar el agua del lago.
Termina fluyendo con ese lago transparente, claro y profundo de aguas serenas,
visualízalo a lo largo del día y finaliza despertando cada parte de tu cuerpo con suavidad,
moviendo pies, manos, brazos y piernas, permaneciendo en silencio durante unos
segundos como despidiéndonos del lago.