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'no oy
un ángel'
·No soy un ángel, y tampoco una
a.."lta", dicen: pero me gusta.ria ser
una mu1er emancipada sin t,ener que
aburrirme de la religión, sin tener
ue ser conrler..ada. Para abstenerse
tan a menudo, ''agregan", se necesita
que los dos estén de acuerdo, qué
puedo hacer? Puedo acaso encerrar a
mi marido en el otro e.u.arto? o me
-encerraré yo dentro del mío? Podré
a�tuar falsamente? Si yo tuera un án·
gel o santa, él también d,ebería ser
ángel o santo".
A decir verdad, la moral d,e la Igle­
sia es eomprensiva hacia las mujeres
que se encuentran en tales condi­
ciones, pero no es esta la esencia del
problema.
Los eónyugues cristianos que no
quieren tener más hijos porque no
pueden mantenerlos, pagan un pr-ecio
el cual. ellos eonsideran de:m.asiado
alto: renunciar a gran parte del pla·
cer conyugal; .mientras que los cónyu­
gu,es que recurren libremente a los
medios anticonceptivos están desear·
tados de ciertas angustias.
Basta recordar acaso, que la vida de
los cristianos es l\llla vida de sacrifi­
cios en vista de un premio eternn?
saci-.\"icio duro·
para jóvenes
Algunos s3Jerificios son •fácil&S para
los vieJos, �o para todos los viejos;
pero demasiado duros pa'I'a los jóve·
nes. ¿Cuáles son entonces las normas
razonables y práctkas para los ·jóve-
nes?
Antes que todo. una educación se­
xual que merezca el nombre de cris­
tiana. Con la educa;cion que la mayo·
r� de los católicos han recibido o
reciben; la Iglesia, tiene pocas proba­
bíU.dades de o ue se le acem;en sus
14
p .. ecep os. El sexo tan1bien tiene su
t..iunfo y es esa idea que hoy rige el
mundo.
Segundo. el triunfo del sexo sobre
los estímulos sexuales. Pocos se pue·
den oponer a estos o por lo menos
ningún hombre normal. ninguna mu­
jer verdadera y menos la 1nuchacha
que quiere convertirse ,en n1ujer v.er·
dadera..
Se espera demasiado del sexo: se
pone sobre él .cada satisfacción y cada
esperanza para ,el :futuro, consideran­
do que las desilusiones están atribui·
das a la falta de libertad. Nada más
elocuente, en mi opiión,n
que la his­
toria de una muj,er que fue una mu·
chacha honesta. Era ·una mucha-cha
que consideraba que su tiempo pasad�
y el tiempo que la separaba hasta el
día de su boda era tiempo perdido.
No era de sangre caliente: pensaba
que en la vida de una mujer las ale­
grías �staban más allá del matrimo·
nio. Error difundido entre los jóvenes
pero ien ella predominante. Dejaba
pues a un lado todo Jo que la juven­
tud le ofrecía, que no era poco. dada
su buena condición económica. No
había m.uchaclla más inquieta y an·
si.osa que ella. El suyo era uno de
esos ea.sos, a propósito de los cuales,
una vez se decía: hay que buscarle
marido. En un tiempo cuando el psi­
coanaU.sta no existía y el psiquiatra
se consideraba el ''médico de los lo­
cos.,. Sobre el hombre que escogio
como marido, descargó todo el peso de
� utopía amorosa. Lo oonsideró co­
mo el más deseable, el más inteligen·
te, el más simpático que existiese en
el mundo; él había nacido para darle
felicidad. El hombre ,no se dió cuenta
del peligro de enfatuación de su novia
y aún de haberlo notado, no hubiese
encontrado la solución .
•·r:,-
. ·: _,..,.
•,
un sueño
frustrado:
la luna de miel
L
El dia de la boda y los días que
siguieron fueron penosos para ella y
él. Cada cosa soñada con intensidad,
embellecida de esa forma, trae siem-
pre consigo un poco de desilusión al
encontrarse frente a una vida nueva·
había perdido todas las pequeñas ale:
grías cotidianas por ella despreciadas.
Como sucede siempre, el mismo acto
conyugal, no resultando ser el acto
mágic� que se habia imaginado, le
resultaba ser desconfortante, era solo
un "deber" y u.na ''deuda".
Se abrió entonces un vacío en su
vida: nada en el pasado, nada en el
presente, y quizá nada en el futuTo.
A la •esposa solo le quedaba el ajuar,
los regalos de boda, las primeras jo­
yas de señora. Fuera de los telegra•
mas, las cartas y las tarjetas de feli­
citaciones.
El hombre no se dió cnenta d-el
estado de abatimiento de la -esposa;
y menos vería ella ,en él, y solamente
en él, su error má:s grave. Creyendo
imposible que n.o existía la satisfac­
ción total e inmedia,ta de los sentidos,
ella se decía a sí misma que desafor­
tunadamente había <escogido el hom­
bre equivocado. El individuo menos ..
dispuesto al éxtasis. Un pobre hom­
bre paTa quien las ocupacion�s y las
pequeñas maní,as de soltero todavía
tenían valor.
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un lado la propvslción del
Como común en todas las mu-
e nia una idea arrada sobre la
rtda sexual Los hijos según ella. com­
plkan la vida hasta el sentido de
apagar también el placer legitimo.
Para las personas sanas en cambio,
uce<le lo contrario: el resto debe ser
tntuftlvo al ser natural.
incompatibilidad
de
earacteres
Mientras la esposa más se negaba.
a tener un hijo, y más se encerraba
el marido y más posaba sus ojos sobre
éste o aquel otro hombre con el cual
se hubiese podido casar para conver­
tirse felizmente en mujer.
Acechada por un fuerte sentimien­
to de honestidad, no pudo traicionar
al marido, pero terminó separándose
por absoluta incompatibilidad. Reco­
nocía que era un caballero y a pesar
de sus buenas cuaUd.ades la había
arruinado, convirtiéndola en un trapo
de mujer.
1',sJ podía perdonarle le frívola va­
nalidad de sus primeros días, el agua
tirada sobre el fuego del amor, Y
-eomo le decía a una de sus amigas
intimas, haberle quitado ,toda poesía
al orgasmo.
Todavía no es una mujer vieja, su
problema en vez de disminuir, aumen­
ta. Lejos del marido, sin hijos, sola.
En el mundo .todo le habla de pasio­
nes, de exaltante libertad sexual, pa­
ra completar; de una era sexual:
solamente ella está fuera del alcance
de todas estas cosas
Manzoni decía desde sus tiempos.
que amor en el mundo hay seiscien­
tas mil veces más del necesario. Que­
ria simplemente decir: que se nece­
sita alejaTSe del énfasis erótico Y
considerar que se manifiesta con
rorLStancia pero lentamente.
El que pone la mano sobre el fuego
i,e quema, el que regula el fuego con
debl.da cautela lo 'lltiliza para servir
a sus necesidades.
\1CJER
Regr�ndo a la Eocicllca de Pab,o
VI, sobre el contro l de la natalidad.
podemos agregar lo que el Papa no
dijo, pero dejó entender.
Se necesita re!lexio�ar sobre el
efecto de las relaciones conyugales
.¼n periodos de larga abstinencia de
procreación. La falta del deseo por
los hijos aumenta el ar<ior o aca.JO
tiende a apagarlo?
Si durante el primer año de vida
conyugal. los esposos consideran el
nacimiento de un hijo como una eosa
natural. esto pasa a ser otro período
de felicidad, sin considerár.sele un
problema.
Madre y pa,dre pueden luego pen­
sar en el segundo hijo, especialmente
si han tenido una hembrita, sin po­
nerle nuevamente ningún problema.
Pero en cambio, veamos la causa
del drama que enturbia las concien­
cias cristianas y también las otras.
Tenemos la cuestión de los medios
anticonceptivos: el hombre y la mu­
jer por ser tan jóvenes, por lo general
su condición económica es todavía
dudosa, no pueden permitirse las có­
modidades y las diversiones de las
parejas de mayor edad, tienen que
renunciar a ''todo", cuando la cien ­
cia ha inventado una píldora eficaz
y según parece, no dañina, para la
salud? (En esto último, lo.s médicoi
y biólogos ni están todavía de acuer­
do).
Recurrir a los medios anticoncep­
tivos se considera acaso un pecado
no venial? El Papa ciertamente, pro­
hibió el 'USO, solemnemente en una
de sus Encicllcas. Pero tal pecado no
tendrá indulgencias con los confeso­
res? Excluirían ellos de la Iglesia a
aquellos que perseveran en el uso de
medios anticonceptivos?
calendario
de ogino
Ahora que el Papa hizo manifesta­
ción, s,e puede pensar que los confe­
sores sean más severos con los medios
anticonceptivos que con las infraccio­
nes de la castidad conyugal. Estas, .,1
no caen dentro de aberraciones, no
impiden la procreación, esos si, pues­
to que ese es su propósito.
A los cóny.ugues cristianos no les
queda más que el allnanaque de Ogi­
no con sus períodos y rttmos insegu­
ros. Algo muy pobre, digá>moslo fran­
camente.
Todavia .las angustias del segundo
periodo conyugal duran poco, pues
un gran número de cónyugues quie­
ren por lo menos dos hijos. El varón
y la hembra, es el ideal común. El
hijo único da un poco de miedo pues­
to que hay toda clase de historias
sobre su difícil condición.
iDos hijos, si se han tenido dos
hembritas, muchos esperan que el ter­
cero sea un varoncito. El interés de
la familia, la tradición, la inclinación,
todos coinciden con la moral cristia­
na: no MY conflicto. El conflicto se
pospone hasta que los esposos ,tengan
dos o tres hijos y estén jóvenes. Una
familia con cuatro hijos es una fami­
lia numerosa mejor dicho 'Una fami­
lia demasiado grande. Entonces em­
pezarán los comentarios tipo cumpli­
do y burla; luego crecerá el conflicto;
hasta dónde podemos llegar? ...
Muy pocas familias tienen ·más de
tres hijos y muchas menos de las que
se creen tienen más de cuatro.
dela
madurez
La mujer está todavía lejos de la
edad crítica y el ;hombre no tiene
edad critica en este sentido. Son adul­
tos, o sean maduros, dentro del ver­
dadero significado de la palabra. Jus­
tamente en esta edad tan bonita
cae· la ley de la procreación o de la
abstención? Estamos en el punto cri­
tico del drama, el -contraste entre los
impulsos naturales y la moral cris­
tiana. O se ::>bedece la Iglesia con
sacrificio, o nos excluímos poco a po­
co de 'practicar la religión. La indul­
gencia sacerdotal existe; nunca ha
existido lcomo hoy día, pero no tiene
la elasticidad que se le atribuye.
Después que la religión cc.nsiente
las relaciones entre CQnyugues ancia­
nos, por lo menos en la mujer que
se encuenti;a fuera de la facultad
de generamiento o de engendrar, pue·
de parecer que ésta tenga libertinaje
con los viejos y no con los jóvenes.
Aquí, para aclarar mejor las ideas,
deberíamos · profundizar dentro del
concepto de la Providencia es la fuer­
za, es la virtud que sostiene a las fa·
milias, sin contar a los hijos, lo que
_
hizo que Isabel, pariente de Maria,
diera luz a José, según Bautista.
Nada es imposible para Nue5tro
señor el cual trabaja en la tierra por
medio de la Providencia. Y la té, d!JO
Jesucristo, mueve montañas.
15

.
econom1co,
; muy sensibles a las indulgencias y
pecado venial
i en camblo el motivo es real­
m.ente por problema económico. o en
caso de condiciones tísicas débiles o
por el gén€ro. el confesor lo puede
c-onsiderar <!on indulgencia y reco­
mendamos a. los fieles poner su con­
fianza en Dios y en la Providencia.
• o s empre se considera la !alta pro­
creación como pecado mortal: varias
eces es culpa leve. pecado 'Venial, y
e�to no ex.cluye de comulgar en la
Iglesia.
Ahora, i el pecado venial, repetido
v l ntariarnente, no es síntoma de
mala disposición espiritual, tiene que
UZgarse entonces mortal?
Excfüídos los casos -del egolsmo y
Jlri i.smo, los cónyugues cristianos
n tener el deseo y la buena vo­
,. ad de r.espetar el propósito recto
<l • :m.a trimonio. Deben ser los prime­
• o qu.e por pobreza o su mala
"'l , no puedan seguir el camino
,i;l, e :ado, pedir ayuda a Dios para
e rem evan sos obstáculos y debe
v.; ee, el acerd te concederles con·
o ea itaUvos
ll:J
r
sar de la
lle pa e om­
un p o a-
·as m eres son
sensib,'es a las
indulgencias
Ha ta qu punto, la interpretación
de a Conferencia Episcopal dio a la
Encíc ica de Pablo VI, una ayuda para
os fieles? Depende de las dlsposicio-
es de los mismos fieles. Puede ser
un gran ayuda, como una ayuda
casi nula. Hay cat.ólicos que no en­
con ramos en el documento episcopal
casi nada nue o, y otros en cambio ..
suspiraron más tranquilos. Entre es·
tos muchas mujeres. Las mujeres �on
no les gusta arriesgarse para abusar.
Una joven señora, muy vivaz. que
parecía un personaje de 'Fé y Belle­
za", declaró estar plenamente satis­
fecha de las declaraciones de los obis­
pos.
''Está �laro, decía. si no hay egois·
usando
mo o si no hay endoinismo, podemos
estar tranquilos. Ser marido y mujer
en todo, sin tener pensalllientos ator­
CREMA DEPJ lATORIA
mentadores.
Nuestro amor éstá inmunizado con­
tra fines ipdeseables y no .tiene que
justificarse a sí mismo. Del resto.
puede darse que se olviden las pre­
caueiones y que tengamos hijos que
no hayamos deseado, pero a qu,ienes
amamos".
A pesar de su miseri<:ordia, la Igle·
sia Católica recomlen da a los cónyu­
gues de no llevar solos el peso de la
responsabilidad, pero de cargarle una
parte al sacerdote hombre qu� por Su acción suave, rápida y segura
su vocación, se libró por sí mismo elimina como por encanto
de estos pensamientos y angustias. el vello de las piernas,
Qué dice Pablo VI al periodista Al­ brazos .Y axilas, haciéndola
berto Cavallari sobre el control de la lucir más bella y fememna.
natalidad? Dice: "Solo el Papa, que es Compruébelo usted misma!
sacerdote y padre, puede opinar so­
bre el problema íntimo de los cónyu·
gues con sinceridad. No podría hacerlo
º
sin la ayuda de Dios .
(Versión de Brunella Belleno tomado
de '"'Crarla'') .