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Adviento

Motivación
Tiempo de adviento. Tiempo de espera. El Señor está cerca.
Viene. Es un tiempo para enderezar las sendas y allanar los
caminos. Es un tiempo para despertar y velar. La esperanza, en
adviento, es conversión, lucha y compromiso. No basta con
esperar pasivamente. El Reino de Dios está cerca pero nos toca a
nosotros, los cristianos, hacerlo visible ya. ¡Despierten ya del sueño, el
Señor está cerca!

Palabra de Dios (Lc. 3, 2-6)

Eco de la Palabra
Podemos comentar brevemente lo que nos dice la Palabra de Dios: ¿Qué significa eso de
enderezar los senderos, rellenar los barrancos, etc...

Reflexión personal
Pienso de qué manera quiero vivir este adviento. Seguramente hay algo que allanar en mi
vida. (Concreta alguna actitud, algún gesto que implique un cierto cambio en tu vida y que te
comprometa a vivir durante este tiempo de adviento de una manera diferente a como venias
viviendo).

Preces

* Invoquemos a Cristo, alegría y júbilo de cuantos esperan su llegada y digámosle:

R-¡Ven, Señor, no tardes más!

* Esperamos alegres tu venida:

R-Ven, Señor Jesús, a nuestro mundo y trae la justicia y la paz a todos, en especial a
quienes más la necesitan.

* Tú que existes antes de los tiempos,

R-Ven y salva a los que vivimos en la historia. Tráenos la alegría que nos falta.

* Tú que creaste el mundo y a todos los que en él habitan,

R- Ven a restaurar la obra de tus manos.

* Tú que quisiste hacerte débil como uno de nosotros y asumir nuestra condición humana.

R-Ven y muéstranos el camino que conduce a la vida.

* Padre nuestro...
Buena Noticia
Motivación
Estamos tan acostumbradas a oír malas noticias que nos inunda la indiferencia cuando
alguien nos dice que nos va a dar una buena noticia. Les anuncio una gran noticia: Dios no
ha abandonado a los hombres. Dios es un "Dios con-nosotros". Ha decidido bajar a nuestro
suelo. Ha puesto su tienda entre nosotros y camina a nuestro lado... ¿Por qué no nos damos
cuenta?

Palabra de Dios (Isaías, 40, 9-12)

Sube a un monte alto, mensajero,


haz resonar fuertemente tu voz,
mensajero de buenas noticias de Jerusalén.
Hazla resonar tu voz, grita sin miedo:
di a las ciudades de Judá:
¡Aquí está su Dios!
Sí, aquí está el Señor Dios que viene con fuerza;
su brazo lo somete todo.
Viene con él el precio de su victoria.
Como un pastor apacienta su rebaño,
en su brazo recoge a los corderos,
y los pone junto a su corazón
Y conduce al reposo a sus madres.

Reflexión
El mensajero grita, pero muy pocos se enteran de su mensaje: tienen los oídos tapados.
¡Aquí está su Dios...! Es un Dios poderoso, que lo transforma todo. Es un Dios Padre, que
cuida de sus hijos como cuida el pastor de sus corderos. ¡Aquí está su Dios! Viene a
traernos la paz y la justicia. Su mensaje es mensaje de salvación... pero muy pocos tienen
los oídos abiertos para escucharlo. Les anuncio una buena noticia: Dios viene a vivir a
nuestro lado; Dios se hace nuestro compañero de camino...

Oración

* A ti, que eres luz resplandeciente e iluminas nuestros caminos con tu verdad, te alabamos
llenos de gozo, Señor, porque vienes a darnos tu vida.

* A ti, que nos guardas con amor de Padre y nos ayudas en el descanso y la fatiga, te
cantamos aguardándote, Señor, porque vienes a darnos más amor.

*A ti, que llegas en cada instante, y nos haces sentir tu presencia, te damos gracias, Señor,
porque vienes a visitarnos.

Silencio y compromiso personal


(Revisa tu actitud y tu compromiso para este Adviento)

* Padre nuestro…
Conviértanse

Evangelio

Mt.3,1-12

Reflexión

Juan Bautista anuncia la inminente llegada del Mesías y se esfuerza para que la gente se
prepare y pueda entender el mensaje de salvación de Jesús. Mucha gente iba a oírlo. Iban
gentes de todas partes y también fariseos: personas que creían que por ser judíos, hijos de
Abraham y cumplir bien todo lo que estaba mandado en la ley ya valía. Juan les dice que no
basta, que es preciso cambiar de vida, convertirse, hacer lo que agrada a Dios. También
nosotras podríamos pensar que con ser cristianas y haber sido bautizadas, y haber
respondido a su llamada, como consagradas, ya vale, ya somos hijas de Dios; y que con ir a
misa los domingos y rezar de vez en cuando ya "cumplimos". Pensemos un poco más
despacio si Dios estará contento con la vida que llevamos. Si, de verdad, hacemos lo que le
agrada, si damos el fruto que él espera de nosotras...

Plegaria (a dos coros)

* Hoy como ayer, Señor, no dejas de decir a la humanidad:


"El Reino de Dios está cerca de ustedes, ¡conviértanse y
crean en la Buena Noticia".

- Convierte tú nuestra mirada para que sepamos discernir


tu nueva e imprevisible presencia cada mañana,
en nuestras casas y en nuestros lugares de trabajo,
a la puerta de nuestro corazón y de nuestras ocupaciones,
a la puerta de la vida diaria.

* Muéstranos cómo basta con muy poco,


cómo apenas basta con nada, para sentirte muy cercano.
Un encuentro, una sonrisa, una mirada,
un apretón de manos, un pájaro, una flor,
una nube, una puesta de sol, una palabra, un silencio,
una oración, la risa de un niño, una carta,
una llamada de teléfono, una comida en familia....
Basta con muy poco, basta con nada.

-Conviértenos a la mirada de tu fe,


abre nuestros ojos para que vean la claridad
de tu presencia en la sombra gris del día a día;
abre nuestros oídos para que oigan
el discreto aliento de tu paso en el rumor de lo cotidiano

* Padre nuestro…
¡Abre tu puerta!
Rezar en adviento es alabar a Dios y abrir nuestro corazón a la espera. Esperar que Dios
cumpla su palabra hoy, como la cumplió con los creyentes del pueblo de Israel, como la
cumplió en María. Esperar que el Señor, que vino un día, venga de nuevo. Siempre hay
zonas de nuestra persona cerradas a Dios. Siempre tenemos alguna dificultad que ponemos
al Señor que viene, siempre cerramos alguna puerta para que no entre totalmente. Por eso
el gesto más significativo del creyente en este tiempo de adviento será abrir nuestra puerta a
Dios que llama....

Palabra de Dios

Lc. 2, 3-7

Reflexión

- No hallaron sitio en la posada....


- Dos mil años después sigue llamando a las puertas de los hombres. Hemos puesto
cerrojos, llaves especiales, puertas blindadas...
-Él llama, quiere entrar en nuestras vidas. Quienes abren su puerta a Dios sienten cómo su
vida se transforma.
- Adviento es una oportunidad para hacer saltar los cerrojos y abrir nuestra puerta a Dios.
También podemos seguir encerradas dentro y esperar a que pase de largo y deje de
molestarnos.

Silencio y reflexión personal


(Revisa tu actitud y tu compromiso para este tiempo de adviento)

Plegaria (a dos coros)

* Señor: tú llegas a nuestro mundo


y nos invitas a abrir la puerta
de nuestro corazón a todos los hombres.

*Tú ya nos dijiste que eres tú quien viene


cuando alguien llama a nuestra puerta.

*Tu palabra es ésta:


"He aquí que estoy a la puerta y llamo.
Si alguno oye mi voz y abre la puerta,
yo entraré y cenaré con él,
y estaré con él y él conmigo".

*Señor: que sepamos escuchar tu voz,


esa voz que nos llega por nuestros hermanos/as.
Que abramos la puerta de nuestro corazón
para acogerte a ti, y en ti a toda la creación.

* Padre nuestro…
Te esperamos
¿Qué hemos hecho de la esperanza…?
Vino, pero ahora debemos esperarle de nuevo. No ya un grupo de elegidos tan sólo –el pueblo de
Israel-, sino todos los hombres y más que nunca. El Señor Jesús no vendrá rápidamente más que si lo
esperamos mucho... pero, ¿qué hemos hecho de la esperanza? Cristianos, encargados tras Israel de
conservar siempre viva sobre la tierra la llamada del deseo: tan sólo veinte siglos tras la ascensión,
¿qué hemos hecho de la espera? En verdad, ¿cuántos de entre nosotros se estremecen realmente en el
fondo de su corazón, con esperanza loca en una refundición de nuestra tierra, quiénes son los que
navegan en medio de nuestra noche, pendientes de las primeras luces de un oriente real? Seguimos
diciendo que velamos en la expectación del Señor. Pero, en realidad, no esperamos nada. Hay que
reavivar la llama a cualquier precio. A toda costa hay que renovar en nosotros el deseo y la esperanza
del gran advenimiento. ¿Dónde hallar la fuente de rejuvenecimiento? En una conexión más íntima
entre el triunfo de Cristo y el esfuerzo de los hombres por edificar aquí abajo el Reino que Él nos
anunció.
(Teilhard de Chardin)

Diálogo

* Señor, has venido a traer la alegría. ¿Cómo ser felices con las noticias de odios, sangre,
miseria y mezquindad que escuchamos cada día?
R -Tu alegría, Señor, no ha venido aún a nosotras. Por eso te decimos con fuerza: ¡Ven,
Señor, te esperamos!
* Tú has venido a traer la paz. ¿Cómo hablar de paz cuando tantas cosas nos hablan de
violencia: se mata al inocente, se deja morir de hambre a los más pobres y se exalta la "ley
del más fuerte"?
R -Tu paz, Señor, no ha venido aún a nosotras por eso te decimos: ¡Ven, Señor, te
esperamos!
*Tú has venido a traer justicia. ¿Cómo hablar de justicia cuando unos pocos acaparan las
riquezas de todos, cuando se discrimina al extranjero y se pisotean los derechos de los más
débiles?
R -Tu justicia, Señor, no ha venido aún a nosotras. Por eso te decimos: ¡Ven, Señor, te
esperamos!
Esperarte... (todas juntos)
Adviento, espera llena de ansiedad,
días que nos acercan al misterio
de una noche de contemplación.
Adviento, alguien llama a la puerta de nuestro corazón.
Un extranjero, un desconocido,
un peregrino llamado "Hijo de Dios",
hermano de los hombres.
Esperarte es prepararnos a la fiesta, la fiesta de los pobres,
la fiesta de una oración simple y gratuita,
la fiesta de la vida entregada al servicio de los hombres.
Esperarte es buscar en el silencio y la soledad,
en los campos florecidos y los áridos desiertos,
y encontrar la frescura de tu ausente presencia,
la fragilidad de tu silencio, lleno de palabra.
Con ustedes está
Motivación

Jesús, el Hijo de Dios, siendo rico se hace pobre

"cuando Dios creó el mundo lo hizo en beneficio de todos, pero el mal uso de las riquezas
siembra divisiones, conflictos, innumerables miserias; también nosotras contribuimos a ese
pecado con nuestra indiferencia egoísta… estamos llamadas a una solidaridad real con los
pobres y con aquellos que trabajan en la construcción de una humanidad más fraterna,
fundada en la justicia y el amor.
Consideramos como patrimonio de los pobres los bienes materiales que están a disposición
del Instituto. Cada Hermana está llamada a vivir la pobreza personal, efectiva, en solidaridad
con los que carecen de todo. Para poder compartir con ellos, nos contentamos con lo
necesario y aceptamos de buen grado las privaciones"

(Constituciones, Reglas Particulares


Hermanas Apostólicas Art. Nº 100)

Palabra de Dios

Mt. 25, 37 s.

Preces
*Vamos a pedir al Señor por los que viven en la calle, en nuestra ciudad: para que
encuentren una solución a sus problemas, puedan disponer de una vivienda digna, se
sientan acogidos en una familia y encuentren en nosotras la ayuda que esperan.
R. Señor Jesús: ayúdanos a reconocerte en el vagabundo, en el emigrante, en el que vive
lejos de su familia y del calor de un hogar.
*Pedimos también al Señor por los que están en las cárceles, por los que viven en
situaciones de desesperación, por quienes viven en situaciones de degradación y han visto
pisoteados sus derechos.
R. Señor Jesús: Ayúdanos a reconocerte en el preso, en el que es discriminado por la
sociedad, en el olvidado, en el que no cuenta.
*Te pedimos, Señor, por los que carecen de lo más elemental para vivir, por quienes tienen
que buscar el pan y el vestido cada día.
R. Señor Jesús: Ayúdanos a reconocerte en los que pasan hambre y en los que carecen de
lo más necesario para vivir dignamente.
* Te pedimos, Señor, por los enfermos que no tienen quien les cuide, los ancianos que se
sienten solos, los jóvenes destrozados por la droga, los desocupados, las mujeres
golpeadas, abusadas, que viven la esclavitud sexual y por todos los que no encuentran
sentido a sus vidas.
R. Señor Jesús: sabemos que eres tú quien sufre en ellos el abandono, la marginación y la
indiferencia de nuestra sociedad y la nuestra. Que tu mensaje nos interpele y nos haga
sensibles a las necesidades de los que más sufren, tus preferidos.

* Padre Nuestro...
El Señor está cerca
Pregón de adviento

Allanen los caminos.


Allanen, sí, todos los caminos de la tierra
porque el Señor está cerca. Allanen los caminos,
Él vendrá y llenará de esperanza a los que la abran caminos de esperanza,
perdieron. los que pasan por este mundo
Vendrá en la noche para ser luz. sin encontrar sentido a la vida.
Vendrá para acompañar a los cansados; Allanen los senderos, porque él vendrá;
los eternos desilusionados; vendrá como rocío mañanero,
ya pueden cantar victoria rasgará los corazones de piedra
aquellos que se creían abandonados; y ablandará la dureza de nuestra tierra seca.
ya está el Salvador a la puerta.
Vendrá el Señor, no tardará.
Espérenlo en el umbral de sus casas,
porque sin hacer ruido
vendrá y lo inundará todo con su amor.

Palabra de Dios

Isaías 41, 1-8)

Reflexión

Cristo trae esperanza a quienes la han perdido, luz a quienes viven en oscuridad, justicia a
quienes viven bajo el yugo de la opresión. Él viene como salvación para el pobre... ¿Te dice
algo todo esto? ¿Sientes dentro de ti necesidad de gritar: "Ven, Señor"? Si no la sientes, tal
vez sea porque el lugar que debe ocupar Dios en tu vida ya está ocupado y esperas luz,
salvación, justicia... de otros dioses a quienes das culto: dinero, comodidad, placer,... o
porque no te preocupa demasiado que haya en el mundo marginados, víctimas inocentes de
la guerra, estructuras injustas de poder, hombres y mujeres explotados sexualmente,
vendidos corrompidos…
El Señor está cerca, Él viene.... pero sólo para quienes lo esperan ansiosamente.
Preces
* Oremos a Cristo, nuestro Redentor, que ha venido para salvarnos, y digámosle con alegría.
R. Ven, Señor Jesús, a nuestro mundo. Ven y trae a la humanidad justicia y paz.
*Señor cuya venida anunciaron los profetas, haz germinar en el mundo la semilla de tu
Reino.
R. Ven, Señor Jesús, a nuestro mundo. Ven y trae a la humanidad justicia y paz
* Tú que viniste a librar a los oprimidos, cura las dolencias de los que sufren la soledad y el
abandono.
R. Ven, Señor Jesús, a nuestro mundo. Ven y trae a la humanidad justicia y paz
* Tú que en la primera venida reconciliaste al mundo con Dios, haz que nunca nos
apartemos de ti.

* Padre nuestro…
Acampó entre nosotros...
Motivación

¿Cómo no llenarnos de asombro, cómo no quedarnos sin palabras cuando nos paramos a
considerar la gran noticia de un Dios que se hace hombre? Éste es el misterio de navidad:
Dios se ha abajado hasta hacerse hombre para que la humanidad pueda entender a Dios.
Dejemos por una vez que nuestro espíritu toque el misterio y se sobrecoja ante un Dios que
se empeña en querernos tanto que es capaz de compartir nuestra condición humana,
nuestra miseria, nuestro camino. Dios se hace compañero de camino., En nuestra vida ya no
queda espacio para la soledad...

Palabra de Dios

Jn. 1, 1-14

Reflexión: en medio de nosotros está.

En el principio ya existía, pero nosotros no sabíamos reconocerle.


En el principio ya hablaba pero no entendíamos su palabra.
En el principio ya alumbraba pero no veíamos su resplandor.
¿Quién es este Dios empeñado en acampar tan dentro del corazón de los hombres?
¿Quién es éste que viene pero que ya estaba desde el origen?
¿Quién es éste cercano pero que creíamos lejos?
Ahora se nos dice que está.
Ahora, como al principio, nuestros ojos están velados.
Hay que salir del largo sueño, subir a las colinas, descender donde está el gran desierto y a
tientas buscar al que está en medio de nosotras.

Oración en común

Padre de nuestro Señor Jesucristo:


Tú has dado un lugar a tu Hijo:
nuestra tierra y nuestros caminos.
Desde ahora Él está en la encrucijada
de todos los pasos de los hombres...
Él es camino, Él es palabra,
Él es silencio, Él es principio.
Te pedimos que su presencia
nos sirva para escuchar tu designio
sobre la humanidad.
Él sabe bien cómo eres,
porque comparte toda tu plenitud.
Haz que con Él, en nuestro camino,
podamos llegar a la verdad
a la que tú nos llamas.

* Padre nuestro…
No había lugar en la posada
Palabra de Dios

Lc. 2, 3-7

Tal vez se repita hoy la historia...

Escuchamos cada día: personas sin techo que soportan el frío invierno, o el terrible calor de
nuestra región, durmiendo en la calle, en estaciones colectivo,... Refugiados que huyen de
las guerras de África y en el Sureste Asiático... inmigrantes hacinados en los huecos de los
barcos pesqueros…mujeres y niñas rescatadas de casas que las tenían como esclavas de
la prostitución…aborígenes y campesinos desalojados de sus tierras… hombres y mujeres
que padecen largas e interminables horas de espera en los hospitales para su atención...

Es verdad, ¡DESPERTEMOS!... Dios sigue naciendo en los lugares más insospechados


porque no hay sitio para Él en las posadas de este mundo insolidario.

Reflexión y compromiso

¿Qué puedo hacer yo para que en esta Navidad alguien, a mi alrededor, pueda sentir un
poco de calor humano? ¿Puedo permanecer indiferente ante tantas puertas que se cierran a
un Dios que se empeña en nacer entre los hombres para compartir su condición humana?

Oración en común

Ven, Señor, a salvarnos.


Ven, Señor, a salvar a este mundo
de sus cegueras y de sus crueldades,
de sus cadenas y de sus miserias,
de tantos odios e indiferencias
y de todas sus profundas llagas.

Ven, Señor, a salvarnos.


Salva a los oprimidos que esperan justicia,
a los hambrientos que sueñan con el pan,
a los prisioneros que no ven el día de su libertad.

Ven, Señor,
a abrir los ojos de los ciegos,
a dar esperanza a quienes ya la han perdido,
a guardar y dar calor al emigrante y al refugiado,
a fortalecer a quienes desfallecen en la soledad
y en el dolor de sentirse olvidados por los suyos.

Ven, Señor, a salvarnos.


Tú, el Dios que salvas, el Dios libertador.

* Padre nuestro…
Les anuncio una gran alegría
El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande;
habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló.
Hiciste crecer la alegría, aumentaste el gozo.

Así lo cuenta Lucas 2, 8-12

La alegría de la Navidad

“Los que aquella noche lo acogieron, encontraron una gran alegría. La alegría que brota de
la luz. La oscuridad del mundo superada por la luz del nacimiento de Dios. No importa que,
en esa primera noche, la noche del nacimiento de Dios, la alegría de este acontecimiento
llegue sólo a unos pocos corazones. No importa. Está destinada a todos los corazones
humanos. ¿Acaso puede haber una alegría mayor que ésta, puede haber una noticia mejor
que ésta? En este Hijo de Dios, que se ha hecho hombre, los hombres hemos sido
aceptados por Dios para convertirnos en hijos suyos. Y ésta es una alegría cósmica: llena a
todo el mundo creado por Dios: Y es una alegría destinada particularmente a todos los que
sufren. Porque es la alegría de los hombres de buena voluntad, de los que tienen hambre y
sed de justicia, de los que lloran, de los que sufren persecución por la justicia...”

(Juan Pablo II Homilía de Nochebuena)

Oración en común
Ven, Señor. No sonrías diciendo que ya estás entre nosotros. Hay millones de personas que
aún no te conocen. ¿Y a qué conduce conocerte? ¿Para qué sirve tu venida, si para los
tuyos la vida sigue igual? Ayúdanos a convertirnos, a cambiar. Que tu mensaje se haga
carne de nuestra carne, sangre de nuestra sangre, razón de ser de nuestra vida. Que nos
arranque de la quietud y de la "buena conciencia" Que tu mensaje se haga para nosotras
exigente e incómodo, puesto que solamente así nos llenará de paz, de tu paz.

Oración participada
(Quien lo desee expresa una acción de gracias)

* Te damos gracias, Señor, porque con tu nacimiento has traído un mensaje de esperanza a
los pobres, a los que nada tienen, a quienes han perdido las ganas de vivir.

R- Gracias, Señor, por haber querido compartir nuestra condición humana.

* Gracias, Señor, porque tu nacimiento es un mensaje de paz y alegría para este mundo en
el que tantas veces nos vemos dominados por la violencia sin sentido, por el pesimismo y la
tristeza.

R- Gracias, Señor, por haber querido compartir nuestra condición humana.

* Gracias, Señor... (Continuamos la oración de forma participada...)

* Padre nuestro…
Paz en la tierra...
Palabra de Dios: Lc. 2, 12-14
Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios...
(Lee una persona distinta cada uno de los párrafos)
1. Si eres pacífica, pide la paz: La paz buena, la paz verdadera, la que es don de Dios, la
que nos trajo el niño de Belén. Pero pide con fuerza, porque hace muchísima falta.
2. Si eres pacífica, reconcíliate contigo misma. Si no te perdonas, si hay guerra en tu interior,
no puedes llevar a nadie la paz.
3. Si eres pacífica, que te duela la guerra y todo tipo de violencia. No sólo los tiros y las
masacres, sino los insultos, los odios, las enemistades, las rupturas en las relaciones... Que
no te resignes a ningún tipo de violencia.
4. Si eres pacífica, que seas no-violenta, que creas en la fuerza de la paz, que te niegues a
utilizar las armas, ningún tipo de armas, materiales o psicológicas, que no quieras destruir al
enemigo sino convertirte en amiga...
5. Si eres pacífica, pacifica a tu alrededor por medio del diálogo, la tolerancia, el perdón, la
amistad. Esfuérzate en apagar los fuegos del odio y de la envidia. Si quieres la paz,
constrúyela. Si quieres la paz, haz algo por ella.
6. Si eres pacífica, denuncia la violencia, cualquier tipo de violencia, incluso la violencia
estructural, origen de tantas guerras. Resiste a los violentos. No queremos la paz de los
vencidos.
7. Si eres pacífica, combate la injusticia, que es violencia. Nunca olvides que la paz es fruto
de la justicia.
8. Si eres pacífica, defiende la libertad, porque no queremos la paz sin dignidad, la paz de
los sometidos, la paz de los esclavos.
9. Si eres pacífica, vive en el amor, hazte voluntaria de la solidaridad. Estos servicios
generosos son las mejores piedras para construir la ciudad de los hijos e hijas de Dios.
10. Si eres pacífica, ama la naturaleza, aprende a respetarla, defiéndela contra la
explotación irracional y contra cualquier forma de contaminación.
Oración por la paz (rezamos juntas)
Creo, Señor, en la paz que tú trajiste,
en la paz que nace de dentro,
en la paz de la fuente generosa,
en la paz del que comparte,
no en la paz del usurero;
en la paz del que escala la montaña
no en la del que se queda cómodamente quieto;
en la paz del que defiende la justicia,
no en la del que guarda cómplice silencio;
en la paz del campo que germina,
en la paz de un cielo estrellado.
Creo en la paz que eres tú, Cristo,
el de los brazos abiertos.
Quiero yo vivir tu paz
y predicarla con mi ejemplo.
Primeras impresiones
Carta de Dios al hombre

Querido hombre:

Soy Dios. He recibido tu carta con ocasión de mi llegada a la tierra. Yo también te quiero
comunicar mis primeras impresiones de recién llegado. Ya me había dicho mi Padre la
"locura de amor" que este viaje suponía. Y, querido hombre, te voy a decir unas cosas; estar
entre ustedes sólo es posible si se los quiere. Estoy con ustedes porque los quiero. Así de
sencillo. Mi primer actuación ha sido, como me decías, salir a los lugares donde está la
gente. Mira, ni se han enterado que andaba yo por allí. Los hombres no me reconocen. Me
confunden. Soy Dios con ellos y ni se enteran. Claro, por ahora no me doy a conocer. Esto
de que sea Dios y hombre a la vez a algunos les va a parecer un poco extraño. Pues soy
así. Como te decía, te voy a contar mis primeras impresiones. Lo primero de todo ha sido
algo así como decirme: "El hombre es duro". Los veo tremendamente duros. Se estan
haciendo de piedra, insensibles a muchas cosas, insensibles a los demás. He visto pasar a
los hombres indiferentemente ante los problemas de los otros. ¿Qué les ha podido pasar?
Conste que al principio, cuando mi Padre y yo decidimos crear al hombre, no los hicimos así
de duros. Ante este panorama que he observado, presiento que mi estancia con ustedes
será difícil. Me he pasado un rato muy agradable en el parque viendo a los niños, sobre todo
cuando corrían detrás de una paloma para atraparla. Es divertidísimo ver jugar a los niños.
También he sentido veneración ante un grupo de ancianos que estaba charlando. Les
escuché un rato y me dio la impresión de que los pobres lo pasan mal. Tienen poco sitio y se
sienten desplazados porque no valen para nada. Esto me ha causado pena. Ustedes se han
vuelto inhumanos. Aprecian sólo lo que vale para algo... ¿Acaso no vale nada una mirada
cansada de mirar a los hombres, un cuerpo agotado de trabajar por el bien de los suyos?
Otra dura impresión me ha venido mirando a la cara de los hombres y mujeres que, de
madrugada, salen de sus casas a buscar el pan. Van tristes. No van a una fiesta, no. Me
llamaron la atención esos que ustedes llaman "desocupados". Conste que no lo entiendo. El
mundo es grande; la tierra es fértil. En los planes de mi Padre las cosas están hechas de
manera que todos puedan vivir normalmente. Más cosas han entristecido mi corazón de
Dios al visitar la tierra; así por ejemplo, los hospitales que tienen... ¡Sufren mucho ustedes
los hombres! El dolor me ha llegado dentro. El sitio del dolor quiero que sea también mi sitio.
Con los únicos que he hablado ha sido con un grupo de jóvenes a quienes pregunté el
camino de vuelta a casa, porque se me hacía tarde... Me dieron la sensación de
insatisfacción y de hastío de todo. Parece que no les gusta ser lo que son ni vivir lo que
viven... A ellos les hablaré de lo nuevo que es posible... a ver si se enciende su corazón y se
unen para trabajar en mi empresa que traigo a los hombres. Finalmente te diré dos cosas
que he vivido en estos días: Querido hombre, me parece que los sobran muchas cosas y
que los falta algo fundamental: se les han cerrado las manos y, de tanto apretarlas para no
abrirlas, ya no saben ni dar ni recibir. La segunda cosa que te digo es que no sé lo que
harán conmigo cuando diga la verdad. Porque no estoy aquí para callarme. Ahora estoy
oculto para aprender cómo son los hombres. Pero soy Palabra y hablaré. Presiento que no
voy a terminar bien... Hoy no te cuento más cosas. Creo que son muchas en lo poco que
llevo con los hombres. Seguiré hablando. Diré las cosas despacio, para que todos puedan
asimilarlas poco a poco. Ten por seguro que yo no te olvido y que te amo. Te mando un
abrazo muy fuerte. Hasta pronto.

Jesús de Nazaret.
RETIRO PARA
ADVIENTO
VEN SEÑOR JESÚS!
Grito que reclama actitud de espera,
momento de silencio,
compromiso, riesgo...

Llegamos a un momento del año particularmente entrañable y sugerente;


entramos en el Adviento. Queremos tomar nuestra vida entre las manos para re-leerla,
re-pensarla y para proyectar hacia delante personalmente y en comunidad. Y lo
hacemos serenamente, en presencia de “Aquel que sabemos, nos ama”, dejándole
entrar, dejándonos abarcar por su mirada.

Primer momento:
“Todo viene de su amor y de su misericordia que es eterna y no tiene fin”

Este día de retiro podemos enfocarlo así, como una re-lectura personal y
comunitaria de nuestro caminar; como una mirada honda hacia atrás, pero a la vez,
encarando el futuro, “lo que vendrá”, eso significa literalmente el Adviento, el
advenimiento. Vendrá lo que es aún germen, en María, en el mundo, y lo que ya está
presente en Jesús: el Reino.
Podemos hacer un ejercicio personal y comunitario de “vigilancia”, una invitación
a despertar, como nos orientan los textos del Evangelio propuestos para el primer
domingo de Adviento en los tres ciclos litúrgicos: Mt 24, 37-44; Mc 13, 33-37; Lc 21,
25–28
En ellos se nos invita a percibir esos gérmenes de vida, los signos de la llegada
del Reino en nosotras mismas, en nuestra historia personal; se nos urge a estar
“vigilantes” y despiertas para descubrirlos en el mundo, en la realidad del diario vivir.
Trataremos de hacerlo en confianza, al dejar nuestro pasado en las manos
misericordiosas del Señor, y al acoger la vida en la esperanza que se proyecta hacia el
futuro que viene, que se nos da y que nos espera. Experimentamos así la caducidad de
éste tiempo, de este mundo que pasa, de nuestra vida que se va deslizando y
podremos descubrir también la promesa de lo imperecedero, de lo que está ya, pero aún
solamente en anuncio; de lo que está por llegar pero también lo tenemos en primicia.

Dejamos un rato largo para leer y orar los textos del Evangelio dados.

Segundo momento:
“Busca el silencio, ten alerta el corazón, calla y contempla”.

Es muy importante iniciar el camino desde el fondo del ser; actualizando la


confianza, el abandono, la seguridad del amor incondicional sobre nosotras, desde el
amor creador de Dios que conoce y ama sus obras, sus criaturas. Recorrer despacio el
cuerpo y el corazón como lugar y obra de Dios. Trata de liberar el ser, de que se vaya
pacificando. Solidaria con la gracia y el pecado del mundo, con toda la existencia, con
toda la creación, sintiendo su energía.
Y trata de sentir esto, personalmente, pero también comunitariamente: hacerte,
hacernos, conscientes del amor del Señor a la comunidad entera y sobre cada una. El
amor siempre transforma.

Lectura personal de la vida. En este ambiente, tratando de hacer una unidad con el
momento anterior y dejando resonar los textos que has leído y orado, intenta hacerte
consciente del amor y de la presencia del Señor.
Busca un sitio tranquilo y una postura que más te ayuden. Intenta hacer silencio y
trata de entrar dentro de ti misma con cuidado y con amor. Utiliza el sistema de
respiración abdominal (respirar siempre por la nariz).
Inicia un camino, una auténtica peregrinación hacia el fondo, hacia el corazón...
Entra en el “lugar sagrado” y “descálzate”, de todo lo que te estorba, de todo ruido. Dios
está ahí. Y si esto no es posible, tampoco te agobies e intenta que se transforme todo en
un rumor lejano. Es entrar en el corazón de la realidad, del mundo, pero de otra forma;
es tratar de encontrar la centralidad de la vida, de todo el universo.
Hazte consciente de todo ello, siéntete en comunión, pero ahora, no hables ni
siquiera contigo misma, no te hagas preguntas. Por unos instantes, si te es posible,
trata de escuchar el fondo del ser..., en silencio. Quizás sea un silencio molesto; no
importa, inténtalo. Que el silencio te envuelva. No lo temas; aguántalo.
Dios, aunque a veces muy imperceptiblemente, habita en nuestro corazón, en el
núcleo de nuestro ser. En silencio, déjate abarcar por su mirada reconciliadora, cargada
de amor.
Después, poco a poco, desde el corazón, deja que vaya emergiendo tu vida,
algunos trozos de tu historia, sus etapas... y contempla, sin juzgar nada, sin forzar
nada; simplemente trata de que vaya brotando con paz. Adéntrate en el tiempo y en la
raíz de vos misma. Deja que fluyan los sentimientos, las dudas, las sensaciones; intenta
ir liberando todo tu ser, pero hazlo con tranquilidad, sin forzar situaciones.
Párate en lo que te vaya surgiendo y sugiriendo. Quizás los momentos difíciles
afloren primero; las heridas mal cerradas... las situaciones decepcionantes para vos
misma, ante los demás... Vuelve sobre todo ello aunque haya ocurrido hace ya tiempo.
Trata de percibir las motivaciones de entonces, los sentimientos actuales, los cambios
ocurridos, cómo ha influido todo ello en el camino... No se trata de moralizar sobre ello;
no debes culpabilizarte, más bien es cuestión de percibirlo y concientizarlo con
naturalidad y déjate abarcar por el perdón, por la misericordia infinita.
Pero, ¿qué zonas de tu ser necesitan aún de sanción, aceptación?... ¿existen aún
restos y cicatrices? Exponlas con sencillez y con humildad. Recibe también el perdón, la
curación profunda del ser, intenta perdonar y ser perdonada...
Pero no te quedes ahí. Todo es don, todo es gracia. Si miramos hacia atrás con los
ojos penetrantes de la fe y la profundidad, veremos que esto es verdad, que “todo es
gracia”; descubriremos, a veces con sorpresa, a veces también con dolor, que, como
dice Pablo, para los que aman a Dios, todo se transforma en bien, un bien que no
siempre se nos es dado captar del todo, pero es don y gracia que se nos regala. Y
podemos decir por experiencia que eso es así; que muchas veces el dolor ha sido una
puerta, oportunidad de crecimiento y maduración en la vida. Dios está cerca de los que
sufren, y la presencia del Señor es siempre vivificadora, transformadora: ¿podrías
descubrir esta presencia? Leer en profundidad cristiana quiere decir encontrar la gracia,
las huellas salvíficas de Dios en nuestra vida, hazte consciente de esa cercanía.
“Al ir iban llorando, llevando la semilla; al volver, vuelven cantando trayendo sus
gavillas”...Dice el Salmo 126. Semilla, gavilla..., germen y fruto..., lágrimas y gozo...,
paciencia en la espera. Todo ello se da en la vida y es necesario que se den para poder
llegar a recoger el fruto.

Tercer momento:
Una historia muy sencilla:

“Las calamidades pueden ser causa de crecimiento y de iluminación”, dijo el Maestro. Y


lo explicó del siguiente modo: “Había un pájaro que se refugiaba a diario en las ramas
secas de un árbol que se alzaba en medio de una inmensa llanura desértica. Un día, una
ráfaga de viento arrancó de raíz el árbol, obligando al pobre pájaro a volar cien millas en
busca de un nuevo refugio... Hasta que, al fin, llegó a un bosque de árboles cargados de
frutas”. Y concluyó el Maestro: “Si el árbol seco se hubiera mantenido en pie, nada
hubiera inducido al pájaro a renunciar a su seguridad y echarse a volar”.
(Anthony de Mello).
Trata de descubrirlo en tu vida. Mira los “árboles nuevos”, el paisaje nuevo que
hay en tu vida... lee los momentos de desinstalación pero descubriendo los frutos que se
te han dado... Descubre los momentos de inseguridad pero también los pasos hacia la
libertad etc... Descúbrelos como momentos de gracia, porque seguro que también para
ti han sido gracia.
Re-vive lo que te dio ánimos, los momentos especiales de energía, los que
llamamos momentos buenos. Detente también en lo que ahora te comunica energía y
vigor, al verlo en perspectiva. Es muy importante captar la positividad y el gozo de la
vida. Reconoce lo que te ayudó, lo que te empujó hacia delante. Entra en el gozo de tu
vida, reconócelo, agradécelo. Trata de re-vivir y de acogerlo. Haz presente a las
personas que han sido para vos ayuda, luz y ánimo... Tu historia ha evolucionado.
Reconoce los grandes cambios que has experimentado en la concepción de la vida, del
mundo, de la fe; en la forma de vivir como Hermana de la Sagrada Familia...
Repasa toda esa novedad que hemos tenido el privilegio y la responsabilidad de
vivir en nuestra época, en la sociedad, en el mundo, la Iglesia, la Congregación, etc...
¿Cómo ha sido esto en tu historia personal?, ¿cómo ha ido resonando todo ello en vos?
¿cuáles han sido los momentos y los espacios más significativos de cambio? ¿cuáles
gratificantes? ¿cuáles dolorosos? ¿cómo has colaborado? ¿Qué te ha ido ayudando a
evolucionar? Mirar las distintas etapas de la vida y de los acontecimientos.
La historia personal está llena de matices, también de recovecos, de luces y de
sombras... y cuando volvemos sobre ella podemos hallar muchas sorpresas. Porque
cuando se relee algo siempre se captan sentidos nuevos, se iluminan zonas,
motivaciones, se reciben dones inesperados... Podemos descubrir cuestiones que nos
estaban ocultas, dispersas o en la sombra.
Intenta una reconciliación interior honda contigo misma, con los demás, con la
vida. Busca la alegría, la paz, el gozo... porque son dones y frutos del Espíritu de Dios
que te habita y que habita este mundo. Pídelos en una oración sencilla y confiada.
¿Cómo alimentas y haces crecer los sentimientos, las actitudes...positivas en tu
vida? Seguro que te ayudará escuchar lo que P. Teilhard de Chardin quiere decirte en
este poema. Te comunicará paz y te ayudará a entrar en ti, a aceptar y a aceptarte, a
reconciliarte contigo y con los demás; te ayudará a re-leer con serenidad, encontrarte y
encontrar al Señor de la vida:

“Adora y confía “

“No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por sus decepciones,
por su porvenir más o menos sombrío. Quiere lo que Dios quiere. Ofrécele, en medio de
inquietudes y dificultades, el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo, acepta los
designios de su providencia. Poco importa que te consideres una frustrada si Dios te
considera plenamente realizada, a su gusto. Piérdete confiada ciegamente en ese Dios
que te quiere para sí. Y que llegará hasta ti, aunque jamás le veas. Piensa que estás en
sus manos, tanto más fuertemente sostenida, cuanto más decaída y triste te
encuentres. Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz. Que nadie te altere. Que nada sea
capaz de quitarte tu paz. Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales. Haz que brote, y
conserva siempre sobre tu rostro una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor
continuamente te dirige. Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada, como fuente
de energía y criterio de verdad, todo aquello que te llene de la paz de Dios. Recuerda:
cuanto te reprima e inquiete es falso. Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida y
de las promesas de Dios. Por eso, cuando te sientas apesadumbrada, triste, adora y
confía...” (Pierre Teilhard de Chardin, s.j.)

Vuelve sobre el texto e intenta que te descubra lo que tú necesitas ahora. De


todas formas intenta dejarte tomar por la Paz y por la Confianza: “adora y confía”.
Cuarto momento:
Leemos Lc. 2, 3-7

Todas estamos llamadas a ir a “Belén”. Que no es tan sólo un lugar geográfico. Es


el lugar donde estás. Tu situación concreta. Es nuestra existencia de cada día que se
desarrolla a lo largo de la pista uniforme de las ocupaciones habituales, en medio del
polvo de las cosas ordinarias, en una atmósfera dominada por tonos grises.

Para reflexionar ... Belén: el lugar que Dios eligió para nacer

Contemplamos la Palabra... el “lugar”:


*Belén... El lugar que Dios escogió para nacer...
*La “opción del pesebre”, a las afueras,
*porque “no había sitio en la posada”.
*Dios elige nacer con “olor a establo”.
*Dios entra en la historia por la puerta de atrás, por la de servicio,
* por la de los pobres y excluidos, para que sean ellos los primeros en poder entrar.

Contemplamos la vida...
-¿Podemos hoy localizar Belén en nuestro pueblo, barrio, en nuestra ciudad o nuestro
mundo?
-Hacemos un mapa localizando “centros” y “periferias”.
-Nos dejamos interpelar: Y nosotras ¿dónde estamos? y ¿cómo estamos?...
- ¿Tienen fácil acceso a nuestra casa los “pastores”?.
-Aceptamos la invitación que nos hace Belén a “salir” a las afueras, a “oler a establo”,
-a encontrarnos con los que se han quedado sin sitio...
-desplazándonos a las “periferias” de nuestra ciudad...
-dejándonos encontrar por los “preferidos” de Dios

Recogemos lo más significativo: llamadas, luces, interpelaciones, pasos a dar...

Seguras de su amor, de su luz, de su fuerza, como maría nos animamos a cantar con
ella…

MAGNIFICAT
. Estoy tan contenta y soy tan feliz
que por esto doy gracias con toda el alma a mi Señor
nadie ha hecho tanto por mí como Dios.
El me quiso ya desde siempre
aunque yo no me daba cuenta del todo.
Me colmó de todos los favores,
por eso todos desean mi suerte.
. Todo se lo debo a El
que está por encima del hombre y quiere su bien;
que es bueno y poderoso,
que es fiel y nunca falla a su Palabra.
. No le gustan los que se cruzan seguros de sí mismos
porque en realidad no lo están
y su corazón, al final, los engaña.
. Yo sé que pusieron los pequeños y los pobres
que vivían sin muchas pretensiones
por encima de los señores arrogantes
y de corazón amargado, que tienen por dios al dinero.
. Siempre dijo que estaría con los de corazón sincero
y estoy segura que lo hará porque es fiel
y siempre cumple su Palabra. Por esto estoy contenta y soy feliz.
ORACIÓN

Te damos gracias Señor, Dios de la Vida, por toda nuestra existencia. Porque todo lo
hemos ido recibiendo de tu mano, de tu ternura. Gracias por toda nuestra historia; por
lo que nos ha hecho crecer. Gracias por tu cercanía –a veces imperceptible- en el dolor.
Gracias porque te has fiado de cada una, gracias porque nos has amado y hemos
sentido el amor a través de las personas concretas; gracias por cada persona de la
familia, por los amigos y amigas, por toda la gente que hemos encontrado en el camino;
gracias porque nos has hecho responsables de otros y otras por la misión...
Te pedimos por las persona a las que la existencia se les hace más dura y dolorosa, por
los más pobres y los peor tratados... - aquí se pueden ir enumerando situaciones -.
Concédenos un corazón cercano y generoso para no pasar indiferentes ante la dureza de
la vida de los demás, un espíritu sensible ante todo sufrimiento y un corazón sencillo y
agradecido, para descubrirte siempre y transforma nuestra vida en principio y semilla de
Vida. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén

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