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INTRODUCCIÓN

La identidad sexual, es uno de los temas más importantes en el desarrollo de cada individuo, pues es
una combinación de diversos factores “sexuales” que nos diferencian de los demás, cuando el ser
humano define su tendencia sexual.

Desde el nacimiento y más marcadamente en la pubertad; se van presentando una serie de


características físicas y a la par, un conjunto de particularidades en la manera de ser; lo que definirá
nuestra personalidad. Pero también se puede decir que estas características ya estaban definidas
genéticamente y solo las vamos descubriendo con el paso del tiempo, hasta convertirnos en lo que
realmente somos.

Se nace hombre o mujer, es decir, con un sexo determinado que se desarrolla para que pueda realizar
ciertas tareas biológicas que son distintas tanto para los hombres como para las mujeres en lo que se
refiere a la reproducción; nos desarrollamos recibiendo las indicaciones del mundo que nos rodea,
sobre cómo “son o deben ser” los hombres y las mujeres, como deben comportarse y relacionarse
entre sí o enfrentar la vida.

Uno de los aspectos más importantes de nuestra manera de ser está agrupado bajo la denominación
de identidad sexual. Este concepto se define como un conjunto de características sexuales que nos
hacen genuinamente diferentes a los demás; es decir nuestras preferencias sexuales, sentimientos o
actitudes ante el sexo. De manera más simple, hablamos del sentimiento de masculinidad o feminidad
de las personas.

IDENTIDAD SEXUAL

La identidad es un asunto complejo. Supone reconocerse como un ser único y diferenciado, que se
mantiene siendo quien es pese a los cambios que se suceden con el tiempo y con la experiencia.

La identidad también tiene un evidente matiz social, e implica cierto grado de asimilación de las
características que definen a otros grupos, con los que nos sentimos identificados. Además, se trata
de un fenómeno compuesto por muchas dimensiones, que cobran sentido al unirse. Por lo tanto no se
puede entender únicamente como el carácter, la orientación o las conductas; sino como la integración
más o menos armónica de todas ellas.

En el presente artículo abordaremos qué es la identidad sexual y los correlatos afectivos que de ella
se desprenden, al ser un elemento esencial para comprender el cómo y el porqué de nuestras
relaciones más íntimas.

¿Qué es la identidad sexual?


La identidad, en términos absolutos, recoge el modo en el que el ser humano se comprende y
piensa sobre sí mismo, atribuyéndose una miríada de propiedades mediante las que define su propia
individualidad. Implica tanto lo personal como lo social; y contempla aspectos tan diversos como la
religión que se profesa, la etnia a la que se pertenece, el lugar en el que se vive y los aspectos
relacionales que surgen al tratar con los demás (erigiéndose la sexualidad como una función
comunicativa más).

La identidad sexual es un concepto clave para la autodefinición. Una aproximación adecuada precisa
contemplar lo fisiológico, lo psicológico y lo social; aspectos que además pueden ser susceptibles de
cambio. La percepción de lo que somos no se mantiene inmutable, pese a que los primeros años de la
vida sean los más relevantes para construir los cimientos sobre los que se erigirá todo lo demás.

En los últimos años hemos asistido a una notable reinterpretación y revisión del prisma tradicional,
rompiéndose la dicotomía sobre la que se erigía la comprensión del ser humano y desplegándose
matices muy diversos en los que la unicidad de cada cual puede hallar un mejor espacio de
representación.

Seguidamente planteamos conceptos afines al de identidad sexual, los cuales son necesarios para
entender en qué consiste.
Identidad sexual: cinco conceptos afines:
A continuación, definiremos el sexo biológico, la orientación sexual, la conducta sexual, la orientación
de género y la expresión de género.

Si bien son conceptos relativamente independientes, todos ellos guardan alguna relación con la
identidad sexual, por lo que su conocimiento es muy importante.

1. Sexo biológico
El sexo es un constructo mediante el cual se categoriza las diferencias fenotípicas de un animal,
en lo relativo a su dimorfismo sexual. En el ser humano se asumió desde siempre la dicotomía
“hombre” o “mujer”; que en general alude a cuestiones anatómicas, hormonales y fisiológicas
diferenciales entre unos y otros. Así, ha sido entendida como una variable estrictamente biológica, en
la que la genética atribuía los cromosomas XX para la mujer y XY para los hombres.

No obstante, en la actualidad se reconocen discrepancias en la disposición cromosómica básica;


distinguiéndose la XXX, XXY, XYY e incluso la XO; así como varones con el patrón XX (síndrome de la
Chapelle) y mujeres con el XY (síndrome de Swyer). Todo ello parece ser sugerente de que la realidad
sexual no puede reducirse a términos absolutos y lapidarios, sino que existe una variedad genotípica
que obliga a replantear la utilidad de esta dualidad.

Hace poco tiempo, el nacimiento de un bebé con caracteres sexuales no diferenciados era motivo de
una cirugía casi inmediata, con el fin de elegir cualquiera de las categorías que la sociedad podía
aceptar (hombre o mujer). Hoy en día se trata de una práctica mucho menos extendida, pues se
reconoce el riesgo de que suponga perjuicios a nivel psicológico. Además, muchas corrientes sociales
abogan por el reconocimiento explícito de la condición de intersexualidad como un "tercer sexo".

2. Orientación sexual
La orientación sexual se define en función del sexo de las personas por las que sentimos
atracción física y/o romántica. En este sentido, los conceptos de mayor uso en la actualidad son la
heterosexualidad (atracción hacia personas de sexo opuesto) la homosexualidad (atracción hacia las
personas del mismo sexo) y la bisexualidad (atracción hacia personas de ambos sexos). Pese a ello, es
muy importante recordar que la orientación es un fenómeno dimensional, y no una categoría en la que
uno pueda inscribirse.

Así pues, la orientación adopta la forma de un continuo o espectro cuyos extremos serían la
homosexualidad y la heterosexualidad, y en el que cada persona se ubicaría en algún punto relativo.
No existe, por tanto, la posibilidad de clasificar en términos absolutos esta cuestión, sino siempre
desde la relatividad y atendiendo a cuestiones de grado. Por este motivo, no se puede asumir ninguna
homogeneidad para las personas en función de su identificación como homo, hetero o bisexuales.

También existen individuos que se consideran asexuales, en el sentido de que no perciben interés ni
por hombres ni por mujeres. Si bien esta orientación ha sido considerada en algún caso como una
"ausencia de orientación", en muchas clasificaciones es referida como una forma más de sexualidad,
junto a las clásicas que ya han sido citadas en este mismo texto.

Por último, las personas que se sentirían atraídas por los demás sin reparar en absoluto en el sexo o el
género al que se adscriben, al considerar que estas dimensiones implican un reduccionismo absurdo. El
rechazo de estos términos se acompañaría, asimismo, de cierta reivindicación social relativa a la
existencia de estructuras de poder patriarcal que constriñen la libertad para amar y sentir.

3. Conducta sexual
La conducta sexual describe la elección libre de otras personas con las que se mantienen
encuentros íntimos, en función de intereses y circunstancias concretas de cada cual en cada momento
de su vida. De este modo, existen personas que se consideran heterosexuales, pero mantienen
relaciones con hombres de forma ocasional, y viceversa. Lo mismo puede decirse en sentido contrario,
esto es, cuando alguien que se considera homosexual decide acostarse con un individuo del sexo
opuesto.
La conducta sexual puede asumir una enorme diversidad, y no siempre se relaciona con la orientación
que cada individuo percibe para sí mismo. Más allá de la complejidad del deseo como una etapa
fundamental de la respuesta sexual humana, y las infinitas formas en las que este puede expresarse,
se han señalado en la literatura sobre la cuestión una serie de condiciones extraordinarias que
precipitan una conducta sexual discrepante respecto a la orientación de los implicados.

De este modo, en contextos físicos de gran segregación por sexos y/o que implican una situación de
aislamiento prolongada (centros penitenciarios, por ejemplo), es relativamente común que se
produzcan encuentros de esta naturaleza entre personas del mismo sexo (sin que ninguna se describa
como homosexual). No obstante, no es necesario que este hecho se despliegue en contextos
restringidos, sino que es una expresión más de la libertad con la que el ser humano vive su sexualidad.

4. Identidad de género
El género es una realidad condicionada por el momento histórico y social, y por ello no se le puede
asignar un conjunto de características definitorias e inamovibles. Se trata de los roles que el entorno
atribuye a las personas según sean hombres o mujeres, y que corresponden con la conceptualización
de la masculinidad y la feminidad. De forma tradicional, al varón se le asignó un papel masculino y a la
mujer uno femenino, limitando sus naturales cualidades únicas no vinculadas al sexo biológico.

En la actualidad se reconoce que el sexo y el género son independientes, por lo que cada persona
puede describirse a sí misma como masculina o femenina únicamente, o referir una combinación de
ambas en cierto grado. Incluso existen personas que fluyen dentro del espectro, asumiendo una
posición intermedia o ubicándose en alguno de sus extremos en distintos momentos de su vida. Todo
ello con independencia del sexo que se asignó en el momento del nacimiento.

En el supuesto de que exista una coincidencia entre el sexo atribuido al nacer (en base al
reconocimiento de los genitales externos) y el género con el que la persona se identifica, se diría de
ella que se ubica en la categoría cisgénero. En el caso opuesto, el término que tiende a utilizarse es el
de transgénero.

No obstante, existen estudios que subrayan que el sexo con el que se nace tiene un impacto
fundamental sobre las actitudes e intereses. De este modo, se ha indicado que los niños y las niñas
muestran orientaciones atencionales diferentes desde el momento del nacimiento (ellas se fijan más
en los rostros humanos y ellos en estímulos móviles), y poco después eligen los juguetes de forma
diferente (muñecas para ellas y vehículos o dispositivos de construcción para ellos).

Estudios en etapas posteriores del desarrollo también muestran que las niñas, cuando se presenta la
instrucción de dibujo libre, tienden a representar motivos naturales (como flores, paisajes, personas,
animales, etc.), mientras que los niños garabatean escenas bélicas o medios de transporte (usando
además una paleta cromática menos variada). Pese a que los autores postulan un efecto diferencial de
la testosterona en el proceso de gestación para explicarlo, a partir de cierta edad puede existir un
condicionamiento social que influya en los hábitos y las conductas.

5. Expresión de género
La expresión de género describe los aspectos conductuales que la persona abandera como un
elemento más de su forma de ser. En el mundo existen países donde se penaliza la divergencia
entre el sexo y el género, por lo que muchas pueden optar por comportarse de un modo socialmente
aceptado en detrimento de sus deseos o tendencias naturales.

Así, hombres que se sienten identificados con el género femenino pueden decidir adoptar actitudes y
hábitos socialmente atribuidos al masculino (y viceversa). Con ello se evitarían situaciones de
conflicto o incluso algún riesgo para la integridad física o la vida. En otros casos, la presión social o el
"qué dirán" es un motivo suficiente para inhibir lo que se siente, sin necesidad de que hacerlo pudiera
suponer un peligro objetivo.
Referencias bibliográficas:

 Castellanos, L. y Swaab, D. (2017). Sexual Identity and Sexual Orientation. Hormones, Brain and
Behavior, 5, 279-290.
 Moleiro, C. y Pinto, N. (2015). Sexual Orientation and Gender Identity: Review of concepts,
controversies and their relation to psychopathology classification systems. Frontiers in Psychology,
6, e1511.
 Schnabel, L. (2018). Sexual Orientation and Social Attitudes. Socius: Sociological Research for a
Dinamic World, 4, 1-18.
Identidad sexual, identidad de género y orientación sexual

La identidad sexual, la identidad de género y la orientación sexual son partes fundamentales que
constituyen quiénes somos. Todos tenemos un sexo, un género y una orientación. Se encuentran
asociados entre sí, pero son conceptos diferentes.

La identidad sexual es el sexo biológico que se nos otorga al nacer, normalmente cuando interpretan
nuestros genitales, como masculinos o femeninos. Y digo interpretan porque a veces no resulta tan claro
afirmar si se trata de un niño o de una niña. Esta ambigüedad en la genitalidad puede ser debida a
múltiples causas, por ejemplo, hormonales durante el embarazo; en estos casos, se clasifican
como intersexuales. Además de por los órganos sexuales, tanto internos como externos, el sexo
biológico también viene indicado por los cromosomas (XY para los hombres y XX para las mujeres) y las
hormonas.

Es importante no confundir identidad sexual con identidad de género. Esta última es el sentimiento
propio sobre nuestro género, es decir, si nos identificamos como una identidad femenina, masculina o
andrógina (cuando se encuentran rasgos tanto masculinos como femeninos por igual, sin haber una
dominancia de uno de ellos). Se expresa a través de nuestra apariencia, la forma en la que actuamos,
nos relacionamos y nos sentimos. El género está fuertemente influenciado por las expectativas sociales
y culturales sobre cómo se debe pensar o actuar según se pertenezca a un sexo u otro; es lo que se
conoce como roles de género, dado que ser hombre o mujer no solo es un estado biológico, sino también
social y legal.

Si nuestra identidad de género y nuestra identidad sexual coinciden seríamos clasificados


como cisgéneros. En cambio, si nuestra identidad sexual y nuestra identidad de género difieren, por
ejemplo, si nos sentimos hombre habiendo sido asignados al nacer como mujer, se nos identificará
como transgénero.

Por orientación sexual entendemos hacia donde se dirige nuestro deseo y atracción sexual. Aunque
existen múltiples teorías, y a pesar de que existe alguna base biológica, se desconocen las causas de
qué nos lleva a sentirnos atraídos por un sexo. Existen diversas etiquetas, las principales serían:

 Heterosexual. Una persona se definiría como tal cuando su deseo se dirige hacia personas del sexo
contrario.
 Homosexual. La persona que se siente atraída por su mismo sexo. En el caso de los hombres se les
conoce como gays, y las mujeres como lesbianas.
 Bisexual. Aquella persona que puede sentir atracción y deseo por cualquier sexo indistintamente.
 Asexual. Esta etiqueta engloba a aquellas personas que no sienten atracción sexual.

En la combinación de estos tres conceptos aparecen múltiples opciones, algunas más o menos
predominantes. Conocerlos nos permite ampliar nuestra mirada, además de romper con estereotipos de
normalidad que simplifican. También para conocernos a nosotros mismos y nuestra forma de
relacionarnos con el mundo, y aprender a respetar la forma en que lo hacen los otros. Es importante
saber que existen más realidades más allá del modelo binario tradicional que ha limitado y limita muchas
formas de sentir y estar en el mundo. La normalidad es arbitraria y el modelo aceptado hasta ahora es
obsoleto y limitador para abarcar la realidad, que existen múltiples variantes y un gran rango de facetas
donde se puede situar un ser humano. El conocimiento de las diferentes realidades y el respeto hacia
la experiencia de cada individuo hace una sociedad más acogedora, libre y feliz para todos.
Procesos de sexuación:

El proceso de sexuación es el proceso de diferenciación sexual por el cual nos vamos haciendo
hombres y mujeres, en masculino y en femenino, siendo que todas y todos nos sexuamos en las dos
direcciones, eso sí, en cada rasgo con diferente intensidad y medida.

Se trata de una sucesión compleja de sucesos sexuantes que producen rasgos sexuados, y que
permanece activo durante todo el ciclo vital, desde la concepción hasta la muerte.

La sexuación produce diferencia y diversidad, haciendo que cada sujeto sexuado sea único y
peculiar. Y al ser un proceso dinámico, hace que cada sujeto sexuado no sólo sea diferente del resto
de los sujetos sexuados, sino que sea, a su vez, distinto a sí mismo a lo largo de todo su ciclo vital.

La sexuación actúa del siguiente modo. En un primer momento, y dependiendo del espermatozoide
que fecunda al óvulo, se establece el patrón cromosómico, que puede ser gínico (XX) o ándrico (XY), y
que dejará una huella indeleble en todas las células del organismo. A partir de este momento inicial,
van a ir ocurriendo un sinfín de sucesos en los cuales se repite un mismo patrón: primero se van
formando estructuras no diferenciadas, y después, por la acción de los agentes sexuantes (que
pueden ser andrógenos o ginógenos), estas estructuras se van diferenciando en la dirección ándrica
(en masculino) o en la dirección gínica (en femenino), hasta acabar siendo estructuras más o menos
masculinas y/o más o menos femeninas.

Por unos u otros motivos, puede ocurrir que una estructura potencialmente sexuable no se sexúe
nunca (de lo cual, suele permanecer en su pre-forma gínica); incluso puede ser que ni siquiera llegue a
formarse (y no podrá diferenciarse porque no se ha formado). Así pues, aunque la sexuación sea
universal, pueden darse excepciones.
Los agentes sexuantes pueden realizar acciones positivas (masculinizar o feminizar) pero también
pueden realizar acciones negativas (demasculinizar o defeminizar). Y si bien solo hay dos modos de la
sexuación (dos sentidos de una misma dirección), en ningún caso hay, sólo, dos resultantes del proceso
final de la sexuación. Nunca hay, ni puede haber, dimorfismo. Al contrario, el resultante de la
sexuación es, siempre y necesariamente, polimórfico; o sea, intersexual. No se trata de dos fuerzas
antagónicas y disyuntivas (“o”) que se oponen sino de dos componentes conjuntivos (“y”) que
concurren.
Las acciones sexuantes dependen de cuál y cuánto agente sexuante actúa en un determinado lugar y
en un determinado momento. Dependiendo de estas variaciones y combinaciones se producen, en cada
estructura sexuada, diferencias sexuales que pueden ser cualitativas o cuantitativas. La mayor parte
de ellas son una cuestión de gradación; por ello, casi todos los rasgos sexuales son compartibles y
pueden estar presentes tanto en mujeres como en hombres.
La mayoría de los sucesos sexuantes están producidos por hormonas con acción andrógena o
ginógena. Muchos de estos hechos ocurren antes del nacimiento. Y en la pubertad vuelve a darse
un pico de alta actividad.

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