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LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA Y LOS ROLES DEL MAESTRO COMO INTELECTUAL-

TRANSFORMADOR SOCIAL
Por: Leidy Carolina Mora Pérez
Mg. Pedagogía y Mediaciones Tecnológicas, Universidad del Tolima
Licenciada en Química, Universidad Pedagógica

“Los profesores necesitan descubrir cómo construyen sus


estudiantes activamente el significado a través de las múltiples
formaciones de experiencia vivida que despiertan en sus vidas una
sensación de esperanza y posibilidad.”
Giroux, Henry

La escuela es un conjunto espacio-temporal con una multitud de experiencias sociales, educativas y


políticas que implícitamente marcan la vida de toda una comunidad de múltiples actores. Es aquí, donde el
profesor debe reconocerse como un actor potencializador de cambios, que en la oscuridad quieren ser
llevados a la luz, generando esperanza para un futuro mejor tanto en la vida de sus estudiantes como en
la de sus pares y que ponga en equidad las políticas, desligando al poder del conocimiento y la
transformación social.

El recorrido es un camino largo, extenuante, lleno de adversidades, pero cuyos frutos pueden alimentar en
tal medida el espíritu, que sólo se acogen a este principio de transformación quienes por su sangre tienen
un profundo compromiso con su vocación y con las generaciones presentes y futuras. Como lo expresa
Giroux, el profesor “necesita descubrir” y es la investigación educativa la encargada de brindarle las
herramientas de transformación, sin embargo, para que el profesor pueda construirse como investigador
debe asumir diversos, importantes y convergentes roles dentro de su práctica.

El presente escrito tiene como objetivo ofrecer una mirada a lo que históricamente se ha constituido como
investigación educativa y proponer los roles que se pretende adquiera, desarrolle o potencialice el profesor,
si su deseo es ser un intelectual-transformador. Dichos roles, son las interpretaciones personales,
realizadas a diversos autores, explorados por la misma necesidad en la práctica educativa y del deseo de
evolución como intelectual-transformadora social. Posiblemente, las interacciones con maestros y
compañeros permitan la reconstrucción de dichos roles hasta su adherencia, que impriman un sello como
resultado de este proceso de formación e interacción social.

La investigación educativa a nivel macro se encuentra en estrecha relación con el desarrollo educativo de
un país, en una realidad social específica, que requiere realizar una intervención rápida y efectiva a la
formación de profesores como investigadores, ya que históricamente, las instituciones han formado a sus
profesionales como replicadores de investigación, en la metodología o los objetivos; convirtiendo la
investigación en un proceso cíclico con un fin determinado. No obstante, hoy las experiencias de los
profesores indican que requieren un desarrollo de competencias investigativas, que les permitan
comprender e incidir efectiva y positivamente frente a un contexto educativo que está conformado por
múltiples variables de estudio y cuyo proceso debe trascender los límites de la reflexión.

La investigación educativa ha sido definida por varios autores, para Ander Egg (1995), es:
“...el procedimiento reflexivo, sistemático, controlado y crítico que tiene por finalidad descubrir o
interpretar los hechos y fenómenos, relaciones y leyes de un determinado ámbito de la realidad...,
una búsqueda de hechos, un camino para conocer la realidad, un procedimiento para conocer
verdades parciales –o mejor–, para descubrir no falsedades parciales” (p 57).

Blasco y Pérez (2007, p 19), quienes indican que la Investigación Educativa “trata las cuestiones y
problemas relativos a la naturaleza, epistemología, metodología, fines y objetivos en el marco de
la búsqueda de conocimiento en el ámbito educativo”. Por otro lado, Serrano (2004, p 37), expresa
que “la investigación es una actividad deliberada y sistemática de búsqueda que conduce a la
conceptualización, la expresión, la concepción y la producción de algo nuevo (descubrimiento e
invención)”.
Sin embargo, más allá de las múltiples definiciones que se puedan encontrar, acerca de la investigación
educativa, se considera relevante centrar la atención en los orígenes etimológicos de las palabras
investigación y educación, así como adoptar fielmente su significado. Investigar proviene de IN-
VESTIGARE cuyo significado corresponde a EN-INDAGAR, INQUIRIR, SEGUIR VESTIGIOS; y educación
proviene de EDUCARE y EDÚCERE, respectivamente, CONDUCIR, NUTRIR – EXTRAER, SACAR LO
QUE TIENE ADENTRO. Concluyendo este aparte, es posible afirmar que la investigación educativa
consiste en construir un proceso de indagación, conceptualización, intervención, análisis cuyo objetivo
principal es conducir a las personas a dar a conocer y potencializar sus habilidades en un contexto. Acorde
a lo que plantean Pérez-Esclarín (1994) formar personas autónomas, libres y solidarias. Es decir, la
investigación educativa debe direccionarse de acuerdo a la realidad social, en la cual la comunidad
específica estará caracterizada por un desarrollo económico, político y cultural, que fomentan a su vez un
sistema de valores en relación estrecha con los intereses y la realidad histórica del presente, en la cual se
debe dar prioridad a formar seres humanos abiertos al diálogo, capaces de asumir responsabilidades, que
se apropien y se comprometan con su realidad, generando los cambios necesarios. Lo anterior,
encaminado a fortalecer la calidad de vida, enmarcada en el fortalecimiento de la paz, la democracia y los
derechos humanos.

De esta forma, un maestro que es consciente de la necesidad de generar cambios a través de la


investigación educativa está caracterizado por adherir en su pedagogía (esencia) y didáctica (práctica) los
siguientes roles que dignifiquen, dinamicen, enriquezcan y sean referente para otros actores de la escuela.

Un maestro se caracteriza por ser un explorador que se encuentra en búsqueda permanente de aquello
que se debe cambiar, las herramientas y metodologías apropiadas y cómo puede ese cambio incidir en las
personas que se encuentran a su alrededor. Las instrucciones para ser un buen explorador no se
encuentran en un recetario bajado por google ni en las mejores páginas referenciadas por aquellos con
mayor experiencia y bagaje cognoscitivo; se debe apuntar a desarrollar o mejor, recordar aquellas
habilidades innatas, que nos caracterizaron de niños: a tocar insectos que no conocíamos y que al final
terminamos haciendo disecciones de forma empírica y sin ningún tipo de instrumentación especializada; o
aquellas que nos llevaron a percibir el estado de ánimo de nuestro mejor amigo y creer que contábamos
con la solución indiscutible en nuestras manos, sin contar con diversas variables que veíamos infalibles
cuando hoy en día sabemos son difíciles de controlar; o aquellas que nos llevaron a manejar tiempo y
artefactos con una superioridad mayor a nuestros ancestros, sin ningún tipo de capacitación. Empero, esto
no significa que la exploración por si sola logre la investigación, sólo constituye un parámetro que abre la
puerta a un mundo mágico pero incomprendido, que requiere de la sincronización de todos nuestros
sentidos (más allá de los organolépticos) para dejar de usarlos dentro de nuestro sistema nervioso
autónomo y pasarlos al central, es decir, pasar de ejercer la exploración de forma involuntaria y convertirla
en un proceso consciente y metódico.

Así mismo, dicha exploración no tiene ningún significado sino es realizada como respuesta a la necesidad
del reconocimiento de otros actores del proceso educativo, especialmente, los estudiantes, es decir, “la
investigación educativa…es una realidad que se construye en un contexto, a partir de la interacción con
otros sujetos de la cotidianidad” (Pinto y Sanabria, 2009, p 192). Esta exploración debe contribuir a que el
profesor fortalezca diversos ámbitos de su formación profesional: dominio de su área específica y de
métodos de enseñanza, la interpretación de la información con un compromiso social (en lo cual se hará
mayor énfasis a lo largo del presente escrito) y de habilidades comunicativas como leer, interpretar, escribir.

Otro de los roles que se considera debe cumplir un maestro-investigador, es el edificarse como un
profesional reflexivo-analítico-crítico, en otras palabras, el maestro debe ser desafiante, cuestionador y
apasionado. Desafiante, pedagógica y didácticamente para asumir posiciones radicales que lo alejen del
conservatismo educativo, que sólo ha generado desigualdad social. Lograble a través de la reconstrucción
del discurso educativo, en el cual se busque dar apertura a oportunidades existentes para sus estudiantes,
que los encaminen a construir conocimiento y a analizar constantemente su realidad; siendo de allí, de
donde se desprende ser analítico, ya que a partir de sus percepciones, observaciones dirigidas y
consideración de las variables y resultados históricos, el maestro realiza un proceso de exclusiones y
énfasis, encaminando la práctica educativa a una mayor proyección en términos de proceso y resultado.
Finalmente, apasionado, sustentado en la visión de Ruiz y Rojas (2001, p 109), en la que “el profesor viva,
sienta y goce de su actividad como docente”, de otra forma, un docente crítico busca trascender en sus
estudiantes, dejando una huella imborrable, caracterizada por la construcción de conocimiento a partir de
las vivencias, las emociones y la transformación (así sea mínima) de su vida. Coloquialmente, cada
profesor debe tratar de atender las necesidades particulares a nivel individual y grupal, cuyo primer paso
es acercarse como persona a sus estudiantes, conocer sus intereses, motivaciones, dificultades y
preocupaciones y de esta forma, orientar el proceso de forma asertiva, generando una autoreflexión
continua acerca de su papel en dicho contexto, las acciones que debe formular en su práctica y aplicarla
identificando potencialidades y debilidades, como expresa Freire (1997) “pensando críticamente como la
práctica de hoy o la de ayer puede mejorar la próxima” (p 40), de acuerdo a los resultados, dirimidos en el
aporte a la construcción de seres auténticos y comprometidos por su labor académica, social y política.

También debe ser intuitivo y autodidacta: cada clase que se imparte es una oportunidad para determinar si
las actividades, metodología y materiales usados son útiles y cobran un significado para nuestros
estudiantes. Muchos profesores, realmente comprometidos con su profesión, incansablemente buscan la
construcción de una guía, un juego, una experiencia, entre otros, que quede profundamente marcada al
llegar a los estudiantes y generen en ellos, un aprendizaje real y duradero. Por esta razón, el profesor
siempre está en continua construcción, estudio y autocapacitación, desde las sensaciones, percepciones
e información que tenga de sus estudiantes; con el fin de ofrecer su imaginación y creatividad para generar
un proceso sistemático (entiéndase como ordenado y orientado), que promueva espacios dinámicos y
fructíferos en busca de una formación integral.

De allí, se desprende que “el profesor investigador estimulará cambios de actitud de sus estudiantes, con
el fin de propiciar la participación activa” (Freire, 1997, p 40); esta es la visualización de un maestro
motivador, que toma como oportunidad su asignatura y los espacios con sus estudiantes para forjar un
cambio de actitud frente a la vida, en el cual supera la percepción transmisionista y empirista de la
educación, imprimiendo una sensación de esperanza renovada frente a las posibilidades y el valor del día
a día.

El último rol del maestro, en este escrito, le asigna la responsabilidad de ser un actor social que transforma
la historia encauzando la investigación y la educación hacia las necesidades del grupo y del contexto
(Peleteiro, 2007), emprendiendo una práctica de trasformación social orientada por los principios de
igualdad y justicia social, en el que reconozcamos los valores progresistas como fundamento para la
formación de personas más humanas. Es el profesor el llamado a generar cambios históricos porque como
afirma Giroux (1990) “la historia permanecerá silenciosa si nosotros no le hacemos ninguna pregunta. Con
el pretexto de ese silencio, la historia puede volver a repetirse, con la injusticia y la inhumanidad que, en el
pasado, han puesto al mundo en tan grave peligro”. He aquí una cuestión clave ni las miradas extrañas ni
los pretextos de aquellos que han estado en la profesión antes, deben lograr que desechemos aquel
compromiso social.

En conclusión, al igual que el aprender y el enseñar, investigar y transformar en educación es un proceso


dialéctico, entendiendo este como aquel en el que tanto el profesor como el estudiante tienen la posibilidad
de aprender mutuamente (Aldana, 2008). La investigación educativa a su vez consiste en tres pasos
mencionables, que sólo categorizan más no buscan minimizar un arduo proceso educativo: indagar-
reflexionar-actuar. Profesor: en su quehacer usted, ¿analiza la experiencia que tiene día a día (durante-
después) ?, ¿se cuestiona del por qué ésta se presentó con determinadas características frente a variables
puntuales?, ¿moldea su práctica como producto del análisis profundo? Y allí está la receta, usted depende
de los descubrimientos de su exploración, de incorporar el conocimiento pedagógico y teorizar como
producto de la reflexión, aplicar, reflexionar sobre el resultado, reformular y reconstruir nuevamente.

BIBLIOGRAFÍA

Flórez Ochoa, R. (1994) Hacia una pedagogía del conocimiento. Bogotá. McGraw-Hill
Freire, P. (1997). Pedagogía de la autonomía: saberes necesarios para la práctica educativa. Madrid.
Siglo XXI
Giroux, H. (1990). Los profesores como intelectuales. Madrid. Paidós Ibérica
González N., Zerpa M. L., Gutierrez, D., Pirela C. (2007). La investigación educativa en el hacer docente.
Laurus, 13 (23), 279-309.
Pinto, N. y Sanabria, M. (2009). La investigación educativa en la formación integral del futuro educador.
Revista ciencias de la educación, 20 (36). 190-208

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