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Perseo, que tras matar a Medusa había recibido como obsequio de las Hespérides unas
sandalias aladas, la vio encadenada y se enamoró de ella. Bajó hasta la playa para
hablar con Cefeo y Casiopea para pedir la mano de la joven a cambio de acabar con
el monstruo. Los reyes, a regañadientes, aceptaron y Perseo, con la cabeza de
Medusa —que convertía en piedra a quién la mirara—, acabó con el monstruo y lo
convirtió en un coral. El héroe creía que su boda con la joven sería inminente,
pero había un problema: la madre de Andrómeda había prometido ya a su hija con el
príncipe Fineo, por lo que Perseo tuvo que luchar contra él y todo su séquito. De
nuevo, utilizó la cabeza de Medusa y consiguió casarse con su amada.
Cuando Andrómeda murió, la diosa Atenea la situó entre las constelaciones del cielo
del norte, cerca de su marido y su madre, Casiopea. Es representada en el cielo del
hemisferio norte por la constelación Andrómeda, que contiene la galaxia de
Andrómeda.