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Ante La Crisis de Los Sistemas Económicos III
Ante La Crisis de Los Sistemas Económicos III
1939)
1 la encíclica “quadragesimo anno”
El año de 1929 queda registrado en la historia de la economía mundial como el
año de una fuerte crisis del capitalismo. Se trata de la famosa caída de la Bolsa de
New York del 24 de octubre de 1929. La década de los años 30 se inicia, pues,
bajo el signo de la crisis económica y de los sistemas políticos. El capitalismo se
desprestigia; lo mismo le sucede al socialismo, y el comunismo no logra levantar a
la Unión Soviética.
Frente a estas circunstancias, publica el Papa Pío XI (elegido el 16 de febrero de
1922), el 15 de mayo de 1931, su encíclica quadragesimo anno para conmemorar
el 40° aniversario de la Rerum novarum.
Después de insistir y aclarar algunos puntos de lo expuesto por León XIII, el Papa
aborda los “grandes cambios que ha sufrido tanto la economía como el socialismo
desde los tiempos de León XIII” comienza el pontífice declarando que la economía
capitalista: “no es condenable por sí misma. Y realmente no es viciosa por
naturaleza, sino que viola el recto orden sólo cuando el capital abusa de los
obreros y de la clase proletaria con la finalidad y de tal forma que los negocios e
incluso toda la economía se plieguen a su exclusiva voluntad y provecho, sin tener
en cuenta para nada ni la dignidad humana de los trabajadores, ni el carácter
social de la economía, ni aun siquiera la misma justicia social y bien común”.
El Papa Pío XI hace un análisis todavía más duro de los excesos del régimen
“capitalista” cuando dice:
«Una concepción del Estado que hace que pertenezcan a éste las generaciones
jóvenes enteramente y sin excepción desde la primera edad hasta la edad
adulta, no es conciliable con el derecho natural de la familia. No es para un
católico conciliable con la doctrina católica pretender que la Iglesia, el Papa, deben
limitarse a las prácticas externas (misa y sacramento) y que todo lo demás de
la educación pertenece totalmente al estado»
Por eso el Papa califica de ilícito el juramento que el partido fascista impone a las
juventudes y lo considera una afrenta a la dignidad y a la libertad humana. El texto
del juramento era el siguiente:” juro seguir sin discusión las órdenes del Duce y
defender con todas mis fuerzas y, si es necesario, con mi sangre la causa de la
Revolución Fascista”.
«La aplicación reside en el hecho de que son muy pocos los que han podido
penetrar la verdadera naturaleza y los fines reales del comunismo; y son mayoría,
en cambio, los que ceden fácilmente a una tentación hábilmente presentada bajo
el velo de promesas deslumbradoras»".