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- ENCICLICA
En la antigua iglesia cristiana, una encíclica era una carta circular enviada a todas
las iglesias de una zona. En ese momento, el término podía utilizarse para una
carta enviada por cualquier obispo a sus fieles. Las encíclicas son cartas
solemnes sobre asuntos de la Iglesia, asuntos de cuestión social, determinados
puntos de la doctrina católica dirigidas por el Papa a los obispos y fieles católicos
1.- ENCICLICA RERUM NOVARUM DEL SUMO PONTÍFICE LEÓN XIII SOBRE
LA SITUACIÓN DE LOS OBREROS 15 MAYO 1891
1.- RERUM NOVARUM “De las cosas nuevas”
Es una Carta Solemne creada en el siglo XIX por Su Santidad el Papa León XIII, y
que, según él, había sido una inspiración divina. Considerado como un
visionario y revolucionario para su época, con este documento pretendía
defender y proteger a todas y todos aquellos que eran clasificados como
“El Proletariado”, o los pobres y desprotegidos de esa época. Esta Encíclica
Rerum Novarum la cual significa “De las cosas nuevas” considerada como “La
Carta Magna” de la religión Católica, trata sobre el reconocimiento de los derechos
básicos de los indefensos, los cuales eran muy precarios por todos
los acontecimientos ocurridos en ese tiempo, tales como, la Segunda Revolución
Industrial, los movimientos sociales y las corrientes políticas que ignoraban por
completo los derechos fundamentales y la dignidad intrínseca del hombre.
Lo que ésta Encíclica busca es dar a conocer todos los aspectos que se vivieron
en esa, y de cierta manera también dar una solución para que a pesar de las
diferentes clases sociales que existieran se pudiera convivir de una forma pacífica
en la cual ambas clases pudieran salir beneficiadas y no solo eso, sino que
también puedan gozar de todos sus derechos de una forma igualitaria, ya que la
justicia de igual forma equivale “a dar a cada uno lo suyo” como lo indicó Santo
Tomás de Aquino. Por lo que el Papa León XIII, exigió: Que la fuerza de trabajo
del hombre no sea considerada una mercancía, ya que de esa manera se violan
los derechos fundamentales de la clase pobre, como lo es la integridad, la
igualdad y dignidad. Reconocer el derecho de los trabajadores a constituir sus
propias asociaciones como el Derecho a la Asociación laboral. Se insta al Estado
a reconocer, por ser natural, el derecho de asociación profesional.
El Descanso dominical, la cual se convirtió en una ley que sirvió para que en
España a principios del siglo xx se avanzara en favor de los derechos de los
trabajadores, la cual obliga a que no se trabajen los domingos, lo cual hoy en día
beneficia a muchos trabajadores.
La Prohibición del trabajo infantil, ya que como menores de edad no están
capacitados para tal desgaste y mucho menos si son trabajos que pueden ser
proporcionados a un hombre adulto y robusto, lo mismo pasa con la mujer, en
ambos casos se debe tomar en cuenta la edad, el desarrollo, las fuerzas físicas,
mentales e intelectuales.
La Protección a la mujer trabajadora, esto significa que existan horarios
adecuados, salarios justos y un buen trato hacia la mismas, por lo que es mejor
acordar o realizar un contrato entre patrono y obrero las condiciones ya que de
esa manera nadie podrá exigir u omitir ciertos aspectos que ya se han establecido
con anterioridad, de esa manera tanto el patrono como el obrero se encuentran
respaldados y protegidos.
El reconocimiento del justo salario, lo cual es muy importante ya que el salario
debe ser proporcional al trabajo que se realiza y a las horas que se trabajan, por lo
que seré comiendo llegar a un acuerdo entre las partes de cuánto será el monto a
pagar recibir. La Previsión social, lo cual es de suma importancia ya que es
el conjunto de prestaciones en beneficio de los trabajadores y de sus familiares
o beneficiarios, que tiene por objeto satisfacer económicamente sus necesidades,
en caso de vejez, invalidezo sobrevivencia y así mantener su nivel de vida
económico, social, cultural e integral.
La cuestión obrera y el cristianismo. Reconoció que "el hombre se enfrenta ahora
a la máquina que trabaja día y noche con muchos caballos de fuerza". Para él, la
cuestión social era también una cuestión sobre la que la Iglesia debía tener una
opinión. En 1870, él y otros 7 obispos introdujeron una moción en el Concilio
Vaticano I que decía: "los trabajadores de mentalidad religiosa levantan los ojos y
las manos hacia la Madre Iglesia con la esperanza de que restaure las leyes del
amor y la justicia cristianos en la sociedad". El Concilio se disolvió antes de
tiempo, por lo que no se realizó ninguna votación.
León XIII estuvo muy influenciado por las obras de Ketteler. Para él, "sin la ayuda
de la religión y de la Iglesia no podría haber una solución a la confusión del
momento". Pero podría ser "el silencio una violación de nuestro deber". La Rerum
novarum es una respuesta largamente esperada a los acontecimientos de la
época, un programa para el principal grupo social más afectado por la Revolución
Industrial, es decir, los obreros. La cuestión salarial es un imperativo de justicia.
Los salarios deben mantener a las familias. León XIII defiende la propiedad
privada, pero también advierte contra la riqueza excesiva. Ve cómo "algunos
excesivamente ricos imponen un yugo casi servil a una masa de desposeídos". Es
un deber "dar limosna de la propia abundancia a los hermanos necesitados". Así,
se opone al socialismo, que quiere poner todos los medios de producción en
manos del Estado. Pero también habla en contra del liberalismo, que se opone a
toda injerencia del Estado. El Estado tiene la tarea de apoyar a aquellos cuya
existencia no es segura. Por ello, reclama una legislación estatal que proteja a los
trabajadores. Al mismo tiempo, León XIII sabe que el poder de la Iglesia es
limitado y quiere que los trabajadores se ayuden a sí mismos. El Papa León les
reconoce el derecho de libre asociación
2.- ENCICLICAS CUADRAGESIMO ANNO EMITIDA 15 MAYO 1931 DEL SUMO
PONTÍFICE DEL PAPA PIO XI
Quadragesimo anno es una carta encíclica del papa Pío XI, promulgada el 15 de
mayo de 1931, con ocasión de los 40 años de la encíclica Rerum Novarum, de allí
su nombre en latín, Quadragesimo ano (en el cuadragésimo año). Trata sobre la
restauración del orden social y su perfeccionamiento en conformidad con la ley
evangelizadora y está dirigida a los Obispos, sacerdotes y fieles católicos.
Tras hacer un resumen de intervenciones de León XIII en temas de carácter
social, hace un elogio de la Rerum novarum sea por su oportunidad (la
penetración de un nuevo sistema económico y el desarrollo industrial habían
producido una fuerte división de clases sociales). Luego resume la misma
encíclica recordando el modo en que León XIII se hizo cargo del problema de los
obreros sin pasar por el liberalismo ni por el socialismo. El papa Pío XI recuerda
también los frutos que dio la encíclica: el hecho de que los gobernantes que
hubieron de reconstruir el mundo después de la Primera Guerra Mundial se
rigieran en cierta medida por los principios enunciados por la Rerum Novarum, la
mejora de la situación de los obreros y las líneas dadas sobre sus asociaciones.
A continuación, Pío XI retoma las enseñanzas del Papa León XIII sobre la
capacidad que la Iglesia tiene de intervenir en los problemas económicos y
sociales con oportunas líneas e indicaciones por parte del Magisterio.
Afronta el tema de la propiedad privada recordando que León XIII no hizo una
defensa a ultranza de la propiedad privada a costa de la comunidad o de la
sociedad, sino que mostró su doble carácter haciendo hincapié en el problema que
en aquel entonces más se debatía ante las teorías socialistas. Quienes niegan el
carácter social y público del derecho a la propiedad pueden caer en el
individualismo; pero quienes disminuyen o rechazan este carácter caen el en
colectivismo. De ahí que, como se dice en la Rerum novarum el derecho de
propiedad se distinga de su ejercicio.
Defiende Pío XI el salario, aunque aconseja que los contratos de los trabajadores
se hagan no tanto como “contratos de trabajo” sino como “contratos de sociedad”.
Luego recuerda que al fijar el sueldo se han de tomar en cuenta diversos factores
y no solo el valor del fruto producido por el trabajador. Éste ha de recibir lo
necesario para afrontar el sustento de su familia y tal sustento se viera afectado
por aumentos de precios de productos de necesidad u otros de esa índole, esos
cambios deberían darse también de manera proporcional en el sueldo. También
ha de considerarse la situación de la empresa y del dador de trabajo.
La encíclica ofrece una renovada condena del comunismo al recordar los
numerosos crímenes que se le achacan en Europa del Este y Asia. Asimismo, el
papa da unas guías para quienes deseen hacer apostolado entre los socialistas
(que mitigan tanto la concepción de la lucha de clases como de la propiedad
privada): no se permite ninguna connivencia con el error sino buscar y mostrar
claramente la verdad. En efecto indica:
Considérese como doctrina, como hecho histórico o como "acción" social, el
socialismo, si sigue siendo verdadero socialismo, aun después de haber cedido a
la verdad y a la justicia en los puntos indicados, es incompatible con los dogmas
de la Iglesia católica, puesto que concibe la sociedad de una manera sumamente
opuesta a la verdad cristiana.
Ante los diversos males que la ambición y la avaricia, “tristes consecuencias del
pecado original”, traen a la sociedad y la economía, Pío XI pide que sean los
valores, las virtudes y la doctrina cristianas las que imbuyan a fondo estas
realidades poniendo en el primer lugar a Dios y considerando lo demás como
medios. Esta encíclica surgió como respuesta a la Gran Depresión de 1929 y
propone un nuevo orden social y económico basado en la subsidiariedad. Pío XI
da una gran importancia en su encíclica a la restauración del principio rector de la
economía, basado en la unidad del cuerpo social. Esta unidad no puede basarse
en la lucha de clases, como el orden económico no debe dejarse a la libre
concurrencia de fuerzas, que cae fácilmente en el olvido de su propio carácter
social y moral.
El libre mercado es beneficioso, pero no puede gobernar el mundo únicamente la
economía, como muestra la dura experiencia de los obreros, ni tampoco
convertirse en una dictadura económica que se rige por sí misma.
La caridad y justicia social debe ser el alma del nuevo orden, defendida y tutelada
por la autoridad pública. También son necesarios tras las dos instituciones
internacionales y compre para una buena organización de la sociedad.
A pesar de defender la existencia de los sindicatos, se prohíben las huelgas y se
critica duramente a las organizaciones socialistas. Como alternativa se proponen
las estructuras de la Acción Católica. El texto ataca a la acumulación de poder y
recursos en manos de unos pocos, que los manejan a su voluntad. Esta realidad
produciría tres tipos de lucha: por la hegemonía económica, por adueñarse del
poder público y entre los diferentes Estados. En referencia al capitalismo, la
encíclica critica con dureza la libre concurrencia del mercado, especialmente con
la mezcla y confusión entre el estado y la economía con olvidando el bien común y
la justicia. Son funestos tanto el "nacionalismo o imperialismo económico" como el
"internacionalismo" del dinero, que sólo tiene patria en sí mismo.
Se propone llevar a la práctica los principios de la recta razón y de la filosofía
socialcristiana sobre el capital de trabajo y su mutua coordinación. Es necesario
evitar tanto el individualismo como el colectivismo, sopesar con equidad y rigor el
carácter individual y social del trabajo, regular las relaciones económicas conforme
a las leyes de justicia conmutativa, con ayudas de la caridad cristiana y someter el
libre mercado a la autoridad pública siempre que sea esta última el garante de la
justicia social dentro de un orden sano para todos.
Todas las propuestas de la encíclica se centran en la vuelta a la doctrina
evangélica, de las que defiende su intemporal validez.
Algunas propuestas más concretas son:
Reforma ajustada de la economía a la razón iluminada por la caridad
cristiana.
Colaboración mutua y armoniosa de todas las actividades humanas en la
sociedad.
Reconstrucción del plan divino para todos los hombres.
El enriquecimiento es lícito siempre que no menoscabe los derechos
ajenos.
"Ley de la templanza cristiana" contra los apegos desordenados, que son
una afrenta a los pobres, y que se basa en "buscar primero el reino de Dios
y su justicia".
"Ley de la Caridad", mucho más amplia que la pura justicia.
Igualdad radical de todos los hombres en la misma familia de hijos de Dios,
encarnado en el hijo de un carpintero, para potenciar mutuo amor entre
ricos y pobres.
3.- ENCICLICAS MATER ET MAGISTRA ENCICLICA MATER ET MAGISTRA
(MADRE Y MAESTRA) SUMO PONTÍFICE PAPA JUAN XXIII 15 MAYO 1961
Encíclica Mater et magistra (latín: Madre y maestra) es una carta encíclica del
papa Juan XXIII que fue promulgada el 15 de mayo de 1961. Fue anunciada el día
anterior ante miles de personas en un discurso dirigido "a todos los trabajadores
del mundo"
Juan XXIII advierte que la cuestión social tiene una dimensión mundial y que, así
como se puede hablar de personas pobres, también se ha de hablar de sectores
pobres y naciones pobres. El desarrollo de la historia muestra cómo las exigencias
de la justicia y la equidad atañen tanto a las relaciones entre trabajadores
dependientes y empresarios o dirigentes, como a las relaciones entre los
diferentes sectores económicos, y entre las zonas económicamente más
desarrolladas y las zonas económicamente menos desarrolladas dentro de una
misma nación; y, en el plano mundial, a las relaciones entre países en diverso
grado de desarrollo económico-social. Un problema de fondo es cómo proceder
para reducir el desequilibrio entre el sector agrícola, y el sector de la industria y los
servicios; y para que mejore la calidad de vida de la población agrícola-rural.
Sostiene que la justicia y la equidad exigen que los poderes públicos actúen para
que las desigualdades entre zonas económicamente más desarrolladas y menos
desarrolladas sean eliminadas o disminuidas y en las zonas menos desarrolladas
se aseguren los servicios públicos esenciales.
Reafirma el carácter de "derecho natural" de la propiedad privada y también de su
efectiva difusión entre todas las clases sociales: La dignidad de la persona
humana exige normalmente, como fundamento natural para vivir, el derecho al uso
de los bienes de la tierra, al cual corresponde la obligación fundamental de otorgar
a todos, en cuanto posible sea, una propiedad privada. Enfatiza en el derecho de
los trabajadores de sindicalizarse y en la necesidad de que los salarios estén de
acuerdo con la dignidad humana del trabajador y de su familia, con la aportación
efectiva del trabajador la posibilidad económica de la empresa y la situación
económica general.
Juan XXIII sostiene que una economía justa no sólo depende de la abundancia y
distribución de bienes y servicios, sino que incluye el papel de la persona humana
como sujeto y objeto del bienestar. Propone la cristianización de la familia, la
empresa y la sociedad; la vocación de la Iglesia y de cada cristiano es superar la
excesiva desigualdad entre los distintos sectores de la sociedad y resistir los
procesos económicos y políticos que ponen en peligro la dignidad humana y la
libertad. La encíclica tuvo una gran aceptación y fue reconocida mundialmente por
sus fundamentos éticos, sociales y cristianos a tal magnitud que el 9 de
septiembre de 1962 en la ciudad de Santiago de los Caballeros, en la Nación
caribeña de República Dominicana fue fundada la Pontificia Universidad Católica
Madre y Maestra; primera universidad de carácter privado del país y cuyos
principios fundamentales se inspiran en la encíclica Mater et magistra.
4.- ENCICLICAS CARTA ENCÍCLICA PACEM IN TERRIS DE SU SANTIDAD
SUMO PONTÍFICE JUAN XXIII El 11 DE ABRIL DE 1963,
Pacem in terris (en español: Paz en la Tierra) es la última de las ocho encíclicas
del papa Juan XXIII, publicada el 11 de abril de 1963,1 53 días antes del
fallecimiento del pontífice, coincidiendo con la celebración del Jueves Santo. Con
un subtítulo que reza: «Sobre la paz entre todos los pueblos que ha de fundarse
en la verdad, la justicia, el amor y la libertad», era una especie de llamamiento del
sumo pontífice a todos los seres humanos y todas las naciones para luchar juntos
en la consecución de la paz en medio del clima hostil generado por la Guerra Fría.
ANTECEDENTES
Durante el pontificado de Juan XXIII, la tranquilidad mundial fue alterada por
diferentes sucesos como la creación del programa Sputnik, el apogeo de la Guerra
Fría y la subsecuente construcción del Muro de Berlín, la Crisis de los misiles de
Cuba, la Guerra de Vietnam y la posibilidad de que todo esto desembocara en una
guerra nuclear; es en ese contexto que surge Pacem in terris.
El 11 de abril de 1963, el papa firmó la encíclica durante una rueda de prensa y
anunció que se publicaría dos días más tarde, también afirmó que iba dirigida «a
todos los hombres de buena voluntad» y no únicamente a la feligresía católica y al
episcopado. Además, convocó a todos los humanos y a todas las naciones a
colaborar para conseguir la paz por medio de la comprensión, la ayuda mutua y el
respeto de los derechos de los demás.
C0NTENIDO
Pacem in terris lleva un subtítulo que dice: «Sobre la paz entre todos los pueblos
que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad», que describe los
cuatro principios considerados fundamentales para alcanzar la paz: la verdad
como fundamento, la justicia como regla, el amor como motor y la libertad como
clima. Su estructura está compuesta por una «Introducción» y cinco secciones
llamadas: «Ordenación de las relaciones civiles y matrimoniales», «Ordenación de
las relaciones políticas», «Ordenación de las relaciones internacionales»,
«Ordenación de las relaciones mundiales» y «Normas para la acción temporal del
cristiano».
En general hace énfasis en los derechos y deberes que deben observar los seres
humanos y los estados, en las relaciones entre sí y en las relaciones con otros
seres humanos y otros estados, con la finalidad de conseguir la paz y el bien
común; señala además que el ser humano debe tener paz interior para poder
conseguir la paz social. «En toda convivencia humana bien ordenada y
provechosa hay que establecer como fundamento el principio de que todo hombre
es persona, esto es, naturaleza dotada de inteligencia y de libre albedrío, y que,
por tanto, el hombre tiene por sí mismo derechos y deberes, que dimanan
inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza. Estos derechos y
deberes son, por ello, universales e inviolables y no pueden renunciarse por
ningún concepto.»
Entre otras cosas demanda la reivindicación del papel de la mujer al interior del
hogar y en la sociedad y a respetar los derechos de los exiliados y las minorías
étnicas. En el plano internacional, invita a las naciones a frenar la carrera
armamentista y a prohibir las armas nucleares y puntualiza la responsabilidad de
la Organización de las Naciones Unidas en la promoción de la buena relación
entre los pueblos y la consecución de la paz, así como también la importancia de
la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El rechazo incondicional de la carrera de armamentos y de la guerra en sí misma
constituye una de las innovaciones más importantes de esta encíclica. Sostiene
que en la era atómica resulta impensable que la guerra se pueda utilizar como
instrumento de justicia. Esto, a su vez, implicó un fuerte cuestionamiento al
concepto de guerra justa que, en el pensamiento del historiador José Orlandis,
resultó virtualmente abolido por la encíclica.
«la justicia, la recta razón y el sentido de la dignidad humana exigen urgentemente
que cese ya la carrera de armamentos; que, de un lado y de otro, las naciones que
los poseen los reduzcan simultáneamente; que se prohíban las armas atómicas;
que, por último, todos los pueblos, en virtud de un acuerdo, lleguen a un desarme
simultáneo, controlado por mutuas y eficaces garantías.»
«en nuestra época, que se jacta de poseer la energía atómica, resulta un absurdo
sostener que la guerra es un medio apto para resarcir el derecho violado.
Hasta 1963, Pacem in terris fue el documento papal que tuvo mayor difusión y
repercusión a nivel internacional y las reacciones de la prensa y los líderes
políticos y religiosos fueron generalmente positivas. U Thant, secretario general de
la Organización de las Naciones Unidas quien recibió la única copia con firma
autógrafa que salió del Vaticano de manos del cardenal Leo Jozef Suenens,
afirmó: «La he leído con un profundo sentido de satisfacción. La encíclica está
completamente de acuerdo con las concepciones y los objetivos de las Naciones
Unidas». El gobierno de los Estados Unidos, presidido por John F. Kennedy, a
través de su Departamento de Estado expresó: «Acogemos con afecto el mensaje
conmovedor del Papa Juan XXIII. La Pacem in Terris es una encíclica histórica de
importancia mundial, ningún país podría ser más receptivo a su profundo llamado
que los Estados Unidos».
Nikita Kruschev, primer ministro de la Unión Soviética, declaró en una entrevista:
No podemos menos que tener muy en cuenta la postura del Papa Juan XXIII,
posición realista sobre una serie de cuestiones entre las más acuciantes de
nuestra época, y, en primer lugar, sobre el problema de la paz y del desarme. En
su reciente Encíclica el Papa se ha pronunciado por el fin de la carrera de
armamentos, la prohibición de las armas nucleares, la realización del desarme
bajo un control internacional eficaz, en pro de la coexistencia pacífica de los
Estados, de las relaciones en pie de igualdad, y en pro de la eliminación de la
historia bélica. Es preciso estar ciego para no ver que estas actitudes están
fundadas en una comprensión real del peligro que representa la guerra. Nosotros
los comunistas no aceptamos ninguna concepción religiosa. Pero al mismo tiempo
somos de los que creen que es necesario que se unan todas las fuerzas para
salvaguardar la paz
.
5.- ENCICLICA POPULORUM PROGRESSIO EL DESARROLLO DE LOS
PUEBLO SUMO PONTÍFICE PAPA PABLO VI 26 DE MARZO DE 1967
Populorum progressio (latín: El desarrollo de los pueblos) es la carta encíclica del
papa Pablo VI promulgada el 26 de marzo de 1967.
ESTRUCTURA
Encíclica dirigida a consagrados, laicos y personas de buena voluntad. Consta de
un preámbulo y dos partes:
Por un desarrollo integral del hombre
El desarrollo solidario de la humanidad.
La encíclica está dedicada a la cooperación entre los pueblos y al problema de los
países en vías de desarrollo. El papa denuncia que el desequilibrio entre países
ricos y pobres se va agravando, critica al neocolonialismo y afirma el derecho de
todos los pueblos al bienestar. Además, presenta una crítica al capitalismo y al
colectivismo marxista. Finalmente propone la creación de un fondo mundial para
ayudar a los países en vías de desarrollo.
Es una de las más famosas e importantes de Pablo VI aun cuando en su momento
fue objeto de debates (por ejemplo, en cuanto al derecho de los pueblos a
rebelarse incluso con la fuerza contra un régimen opresor) y críticas por parte de
los ambientes más conservadores. La encíclica fue el motivo de fundación del
movimiento MSPTM (Misioneros Siervos de los Pobres del Tercer Mundo)
La propiedad privada no constituye para nadie un derecho incondicional y
absoluto. No hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera a
la propia necesidad, cuando a los demás les falta lo necesario.
EL DESARROLLO SOLIDARIO DE LA HUMANIDAD
En esta primera parte se establece el marco contextual: se describen los "datos
del problema", se habla de la acción de la Iglesia respecto al desarrollo y de
acciones que deben ser emprendidas por la sociedad mundial.
Se habla del "neocolonialismo" como la causa que en ese momento generaba
injusticia entre países, pues, si bien se da una independencia de los pueblos
respecto a sus colonizadores, sin embargo, se continuaba dando una dependencia
injusta de estos respecto de los países ricos.
Se expresa en la encíclica la preocupación que causa ver cómo los países más
pobres se van distanciando cada vez más de los países ricos, que se aprovechan
de los recursos sin permitirles entrar en una igualdad real.
Otro punto a destacar es la valoración de la industrialización del trabajo, pero la
crítica al capitalismo liberal que olvida al trabajador para centrarse en la
producción de riqueza.
También se habla sobre la necesidad de unir la idea de progreso no solo a la
economía sino al reconocimiento de la dignidad del ser humano y a su desarrollo
integral, incluido el espiritual.
Se subraya el peligro que se genera al querer los países ricos imponer un control
sobre los países pobres y condicionar la ayuda en función de la obediencia a este
control y que esto sucede en el campo económico e incluso demográfico “Es,
pues, grande la tentación de frenar el crecimiento demográfico con medidas
radicales”
Se rechaza la violencia como tentación y se advierte que esta puede llegar a
convertirse en revolución en casos de ataque a las personas muy graves y
continuados, si bien no se la justifica sino en casos de defensa necesaria (habría
que añadir, y "sin alternativa posible" para comprender bien lo que la encíclica
quiere expresar). Así leemos en la encíclica:
“Tentación de la violencia: Es cierto que hay situaciones cuya injusticia clama al
cielo. Cuando poblaciones enteras, faltas de lo necesario, viven en una tal
dependencia que les impide toda iniciativa y responsabilidad, lo mismo que toda
posibilidad de promoción cultural y de participación en la vida social y política, es
grande la tentación de rechazar con la violencia tan grandes injurias contra la
dignidad humana. Revolución: Sin embargo, como es sabido, la insurrección
revolucionaria salvo en caso de tiranía evidente y prolongada que atentase
gravemente a los derechos fundamentales de la persona y dañase peligrosamente
el bien común del país engendra nuevas injusticias, introduce nuevos
desequilibrios y provoca nuevas ruinas. No se puede combatir un mal real al
precio de un mal mayor.”
POR UN DESARROLLO INTEGRAL DEL HOMBRE
Invitación a los países ricos a ayudar a los pobres de forma no interesada a través
de programas concertados y de la constitución de un foro mundial de ayuda a los
países pobres.
Para evitar que las ayudas de los países ricos pongan condiciones a los países
pobres se propone crear un programa de colaboración fruto del acuerdo
internacional.
En Populorum Progressio se concreta que, para evitar que los países pobres
puedan buscar ayudas de manera injustificada, a los países que ayuden “se les
podrán dar garantías sobre el empleo que se hará del dinero, según el plan
convenido y con una eficacia razonable, puesto que no se trata de favorecer a los
perezosos y parásitos. Y los beneficiarios podrán exigir que no haya injerencias en
su política y que no se perturbe su estructura social”, ayudando precisamente a las
personas que tienen más necesidad “a quienes hay que convencer que realicen
ellos mismos su propio desarrollo y que adquieran progresivamente los medios
para ello”.
Se critica el liberalismo económico que no tiene en cuenta la desigualdad entre
países pobres y ricos y se invita a superar estas desigualdades a través de pactos
internacionales que procuren una real justicia de trato con quien está en peor
situación industrial y tiene más dificultades.
Se critica el nacionalismo y el racismo como posibles obstáculos que pueden
generar que no se de verdadera preocupación solidaria por el resto de países.
En el Llamamiento final de la Encíclica se invita a una real conversión de los
corazones desde la oración, situando el problema que existe a nivel mundial como
una cuestión que nace de cada individuo y del egoísmo individual. Asimismo, se
sugiere la necesidad de constituir una autoridad mundial que pueda coordinar los
esfuerzos para conseguir que los países pobres tengan un nivel de vida
mínimamente digno.
6.- ENCICLICAS LABOREM EXERCENS “EL TRABAJO HUMANO” SUMO
PONTÍFICE JUAN PABLO II 14 SEPTIEMBRE 1981
Laborem exercens (en español, Sobre el trabajo humano, traducción literal, Al
ejercer el trabajo) es una encíclica escrita por el papa Juan Pablo II en 1981 cuyo
tema es el trabajo. Forma parte del compendio de la Doctrina Social de la Iglesia,
que remonta sus orígenes a la encíclica de 1891 Rerum novarum, de León XIII.
Según Primo Corbelli, Juan Pablo II «fue quien estudió y actualizó la cuestión [de
la postura de la Iglesia en relación al trabajo] en profundidad» con este
documento.
Índice
Contexto
Dignidad del trabajo
Trabajo y capital
El empleador indirecto
Derechos de los trabajadores
Espiritualidad del trabajo
Referencias
Enlaces externos
1.- Contexto
Para los papas se había vuelto costumbre publicar nuevos textos sobre asuntos
sociales cada diez años desde Rerum novarum, para actualizar la doctrina social
en relación con los tiempos modernos. Laborem exercens fue escrita en su 90.º
aniversario y hace referencia a dicha encíclica y a otras posteriores.
El papa no pudo publicar el documento el 15 de mayo, el día del aniversario, a
causa del intento de asesinato que había tenido lugar dos días antes. Por eso lo
hizo unos meses después, en septiembre de 1981. Algunas de las tendencias
mencionadas en el texto por Juan Pablo II son:
El creciente uso de la tecnología, en especial la tecnología de la información. Juan
Pablo II predijo que implicaría cambios comparables a la Revolución industrial del
siglo anterior.
Problemáticas ambientales. El papa destacó que algunos recursos, en particular el
petróleo, comenzaban a escasear. Además, la necesidad de preservar el
medioambiente se estaba volviendo notoria.
La gente de los países en vías de desarrollo que pide mayor participación en la
economía global. Juan Pablo se mostró favorable a esta tendencia, pero mencionó
su temor ante el hecho de que la amplia distribución del empleo podría llevar al
paro a trabajadores capacitados.
Si bien no se menciona en la encíclica, probablemente Juan Pablo II pensaba en
la fundación de Solidaridad, una central sindical de raíces fuertemente católicas en
su Polonia natal en 1980. Juan Pablo conocía a Lech Wałęsa, el fundador de
Solidaridad, y se reunió con él más de una vez durante una visita a su país en
1979. Juan Pablo II ha defendido la existencia de los sindicatos y los consideró un
«exponente de la lucha por la justicia social y un factor constitutivo del orden social
y de solidaridad que no se puede prescindir».
2.- Dignidad del trabajo
Laborem exercens comienza con un argumento basado en las sagradas escrituras
sobre que el trabajo es más que una actividad o un bien, sino una parte esencial
de la naturaleza humana:
La Iglesia halla ya en las primeras páginas del libro del Génesis la fuente de su
convicción según la cual el trabajo constituye una dimensión fundamental de la
existencia humana sobre la tierra. Cuando éste, hecho «a imagen de Dios... varón
y hembra», siente las palabras: «Procread y multiplicaos, y henchid la tierra;
sometedla», aunque estas palabras no se refieren directa y explícitamente al
trabajo, indirectamente ya se lo indican sin duda alguna como una actividad a
desarrollar en el mundo.
El trabajo no es resultado del pecado de Adán, sino que fue dado a la humanidad
desde el momento de la creación. Juan Pablo II argumenta que es esencial para la
naturaleza humana y que «el hombre es sujeto de trabajo». Por eso considera vital
humanizar el trabajo ante la presencia de las máquinas.
El hombre debe someter la tierra, debe dominarla, porque como «imagen de Dios»
es una persona, es decir, un ser subjetivo capaz de obrar de manera programada
y racional, capaz de decidir acerca de sí y que tiende a realizarse a sí mismo.
Como persona, el hombre es pues sujeto del trabajo.
Juan Pablo traza una diferencia entre trabajo y fatiga. El trabajo es una parte
integral de la naturaleza humana, mientras que la fatiga, según el Génesis, fue
una consecuencia del pecado. Ya no pueden ser separados, pero aún se puede
encontrar el aspecto esperanzador y realizador del trabajo, que Juan Pablo
denomina «laboriosidad»:
La intención fundamental y primordial de Dios respecto del hombre, que Él «creó...
a su semejanza, a su imagen», no ha sido revocada ni anulada ni siquiera cuando
el hombre, después de haber roto la alianza original con Dios, oyó las palabras:
«Con el sudor de tu rostro comerás el pan», Estas palabras se refieren a la fatiga
a veces pesada, que desde entonces acompaña al trabajo humano; pero no
cambian el hecho de que éste es el camino por el que el hombre realiza el
«dominio», que le es propio sobre el mundo visible «sometiendo» la tierra. Lo
saben todos los hombres del trabajo y, puesto que es verdad que el trabajo es una
vocación universal, lo saben todos los hombres.
En el mundo moderno existen numerosas situaciones que tienden a degradar la
dignidad del trabajo. Juan Pablo las llamó «amenazas al correcto orden de los
valores». Por ejemplo, cuando el trabajo es considerado un producto para la
venta, o cuando los trabajadores son vistos como una «fuerza de trabajo»
impersonal, los hombres son tratados como instrumentos y no como sujeto de
trabajo. Otras violaciones a la dignidad del trabajo incluyen desempleo, subempleo
de trabajadores cualificados, salarios inadecuados para sostener la vida,
seguridad laboral inadecuada y trabajo forzado. Juan Pablo II contempla los
beneficios de la tecnología, pero también su contracara negativa:
Entendida aquí no como capacidad o aptitud para el trabajo, sino como un
conjunto de instrumentos de los que el hombre se vale en su trabajo, la técnica es
indudablemente una aliada del hombre. Ella le facilita el trabajo, lo perfecciona, lo
acelera y lo multiplica. Ella fomenta el aumento de la cantidad de productos del
trabajo y perfecciona incluso la calidad de muchos de ellos. Es un hecho, por otra
parte, que a veces, la técnica puede transformarse de aliada en adversaria del
hombre, como cuando la mecanización del trabajo «suplanta» al hombre,
quitándole toda satisfacción personal y el estímulo a la creatividad y
responsabilidad; cuando quita el puesto de trabajo a muchos trabajadores antes
ocupados, o cuando mediante la exaltación de la máquina reduce al hombre a ser
su esclavo.
3.- Trabajo y capital
En Laborem exercens, Juan Pablo resalta las prioridades básicas como marco
para discutir temas como el trabajo, el capital y la propiedad privada: el trabajo es
más importante que el capital y las personas son más importantes que los objetos.
En contraste, cita dos ideas que considera errores: el materialismo y el
economicismo. El primero subordina la gente a la propiedad, mientras que el
segundo solo valora el trabajo según su beneficio económico. Juan Pablo, por el
contrario, recomienda una filosofía personalista:
el hombre que trabaja desea no sólo la debida remuneración por su trabajo, sino
también que sea tomada en consideración, en el proceso mismo de producción, la
posibilidad de que él, a la vez que trabaja incluso en una propiedad común, sea
consciente de que está trabajando «en algo propio». Esta conciencia se extingue
en él dentro del sistema de una excesiva centralización burocrática, donde el
trabajador se siente engranaje de un mecanismo movido desde arriba; se siente
por una u otra razón un simple instrumento de producción, más que un verdadero
sujeto de trabajo dotado de iniciativa propia.
En un ambiente de trabajo moderno se vuelve muy complejo establecer derechos
de propiedad. Los recursos humanos deben ser considerados dones de Dios,
pertenecientes a todos. Cualquier herramienta o tecnología que se emplea se
erige sobre generaciones incontables y recibe la influencia de quienes la utilizan
hoy.
En efecto, si es verdad que el capital, al igual que el conjunto de los medios de
producción, constituye a su vez el producto del trabajo de generaciones, entonces
no es menos verdad que ese capital se crea incesantemente gracias al trabajo
llevado a cabo con la ayuda de ese mismo conjunto de medios de producción, que
aparecen como un gran lugar de trabajo en el que, día a día, pone su empeño la
presente generación de trabajadores. Se trata aquí, obviamente, de las distintas
clases de trabajo, no sólo del llamado trabajo manual, sino también del múltiple
trabajo intelectual, desde el de planificación al de dirección.
Tomando como base este punto de vista, Juan Pablo propuso una visión dinámica
y flexible de la propiedad y de la economía. Recomendó arreglos para que los
trabajadores compartan la propiedad, como las cooperativas de trabajo o los
sindicatos.
4.- El empleador indirecto
Juan Pablo examinó los derechos de los trabajadores en el contexto más amplio y
analizó su relación con los empleadores directos e indirectos. El empleador directo
de un trabajador es «la persona o la institución para la que se trabaja directamente
mediante un contrato». Los empleadores indirectos son las otras personas, grupos
y estructuras que afectan o limitan al empleador directo.
En el concepto de empresario indirecto entran tanto las personas como las
instituciones de diverso tipo, así como también los contratos colectivos de trabajo
y los principios de comportamiento, establecidos por estas personas e
instituciones, que determinan todo el sistema socio-económico o que derivan de
él. El concepto de empresario indirecto implica así muchos y variados elementos.
La responsabilidad del empresario indirecto es distinta de la del empresario
directo, como lo indica la misma palabra: la responsabilidad es menos directa;
pero sigue siendo verdadera responsabilidad: el empresario indirecto determina
sustancialmente uno u otro aspecto de la relación de trabajo y condiciona de este
modo el comportamiento del empresario directo cuando este último determina
concretamente el contrato y las relaciones laborales.
Como ejemplo, Juan Pablo cita las compañías fabricantes de los países
desarrollados que adquieren la materia prima de los países en vías de desarrollo.
Como los compradores insisten para obtener los precios más bajos posibles, los
trabajadores en otras partes del mundo se ven directamente afectados. Para crear
una política laboral que asegure justicia para cada trabajador, es necesario no solo
trabajar con los empleados directos, sino también identificar a los empleadores
indirectos. Juan Pablo sugiere que ese trabajo corresponde a los gobiernos y a
organizaciones internacionales como la ONU o la OIT.
Derechos de los trabajadores
Juan Pablo II reconoció el derecho al pleno empleo y que el problema en lograr
este objetivo era la organización, no la falta de recursos. Esta complicación se
resolvería elaborando planes junto a los empleadores indirectos. Por otro lado,
propuso un salario familiar justo para que las mujeres no tuvieran la necesidad de
salir a trabajar porque el sueldo del padre de familia no alcanzaba. También
reconoció la necesidad de que el trabajador posea un seguro social y vacaciones.
En cuanto al derecho de huelga, si bien lo reconoce, lo propone como última
medida en caso de que el diálogo fracase. En la encíclica también se dirige
especialmente hacia los agricultores y las personas con discapacidad. Sobre las
migraciones por motivos laborales, el papa menciona que dejan expuestos a los
trabajadores ante la explotación, implican una pérdida para el país de origen de
esa persona, y hacen que se pierdan sus raíces culturales. Por eso recomienda
que los Estados protejan a los inmigrantes.
5.- Espiritualidad del trabajo
Laborem exercens finaliza con una sección que considera la importancia del
trabajo en la espiritualidad cristiana. Juan Pablo alienta a la Iglesia a desarrollar y
enseñar una espiritualidad del trabajo. Sus componentes serían: trabajo y
descanso adecuados, a semejanza de Dios; seguir los pasos de Jesús, carpintero,
entre otros ejemplos del Antiguo y Nuevo Testamento, y «soportando la fatiga del
trabajo en unión con Cristo crucificado por nosotros, el hombre colabora en cierto
modo con el Hijo de Dios en la redención de la humanidad». Doctrina social de la
Iglesia Iglesia católica Juan Pablo II
Referencias
1.- Juan Pablo II (14 de septiembre de 1981). «Laborem exercens». Consultado el
23 de agosto de 2018.
2.- Thousands see Pope shot in Rome». BBC News: On This Day (en inglés).
BBC. Consultado el 25 de agosto de 2018.
3.- Repa, Jan (12 de agosto de 2005). «Analysis: Solidarity's legacy» (en inglés).
BBC. Consultado el 23 de agosto de 2018.
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