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Infierno comienza en la tarde de Viernes Santo del año 1300. Viajando por un bosque
oscuro, Dante Alighieri pierde su rumbo y camina temerosamente por el bosque. El sol
ilumina un monte en la distancia y él intenta acercarse a éste pero encuentra su
camino bloqueado por tres bestias: un leopardo, un león y un lobo. Asustado e
indefenso, Dante vuelve al bosque. Aquí se encuentra con el fantasma de Virgilio, el
poeta Romano, quien viene a guiar a Dante de vuelta a su camino a la cima del monte.
Virgilio le dice que este camino los llevará a través del Infierno y que eventualmente
llegarán al Paraíso donde Beatriz, la amada de Dante, lo espera. Agrega que fue
Beatriz quien junto a otras dos mujeres santas enviaron a Virgilio a guiarlo al ver a
Dante perdido en el bosque.
Virgilio guía a Dante por las puertas del Infierno marcadas con las palabras: “¡Perded
toda esperanza los que entráis!” (III.7). Ingresan el Ante-Infierno donde almas que en
vida no pudieron cometerse ni al bien ni al mal, quedan en una búsqueda fútil, día tras
día, mientras avispas los pican y lombrices chupan su sangre. Dante es testigo de este
sufrimiento que causa repugnancia y lástima. Caronte los lleva a él y a su guía por el
río Aqueronte hasta el verdadero límite del Infierno. El Primer Círculo del Infierno es el
Limbo, en éste se encuentran los no bautizados y los paganos virtuosos (escritores,
poetas) que murieron sin conocer a Cristo. Tras conocer a Horacio, Ovidio y Lucano,
Dante continua hacia el Segundo Círculo del Infierno reservado para el pecado de
Lujuria. Al borde del círculo, el monstruo Minos se esconde, asignado a condenar a las
almas a su castigo. Al envolver su cola un tanto de veces, le indica al alma a qué
círculo le corresponde ir. Dentro de este Círculo, Dante observa las almas de los
Lujuriosos andar en terrible atormento; Dante conoce a Francesca, quien le cuenta su
historia de su amorío condenado con Paolo da Rimini, el hermano de su marido; esta
relación los llevó a ambos al Infierno.
En el Tercer Círculo del Infierno, la Gula condena a las almas a yacer en barro y
aguantar una lluvia de suciedad y excremento. En el Cuarto Círculo del Infierno, la
Avaricia y Prodigalidad condena a las almas a perseguirse con rocas gigantes. En el
Quinto Círculo del Infierno (Ira y Pereza) se encuentra el río Estigia. Las almas están
encenagadas en la pantanosa y sucia agua de este río en el cual los Iracundos
pasarán la eternidad luchando uno con el otro. Los Hoscos yacen atados bajo el agua
del Estigia, ahogándose con el barro. Dante avista a Filippo Argenti, un antiguo
enemigo político de él, y lo mira con placer mientras otras almas lo hacen pedazos.
Virgilio y Dante se encaminan hacia las paredes de la ciudad de Dite, una ciudad
contenida dentro de la región más grande del Infierno. Los demonios que cuidan las
puertas se rehúsan a abrirlas para Virgilio hasta que llega un mensajero angelical
desde el Paraíso para forzar a abrir las puertas. El Sexto Círculo del Infierno guarda
los Herejes, aquí Dante se encuentra con un rival político llamado Farinata. Un
profundo valle lleva al Primer Anillo del Séptimo Círculo del Infierno, donde aquellos
que fueron violentos hacia otros pasan la eternidad en un río de sangre hirviendo.
Virgilio y Dante se encuentran con un grupo de Centauros, criaturas que son mitad
hombre mitad caballo. Uno de ellos, Neso, los guía al Segundo Anillo del Séptimo
Círculo del Infierno, donde se encuentran con aquellos que fueron violentos hacia ellos
mismos; los Suicidas. Estas almas perduran en la eternidad en forma de árbol. Dante
habla con Pier della Vigna. Más adentro del Séptimo Círculo del Infierno, los viajeros
encuentras a aquellos que fueron violentos contra Dios; los Blasfemitas. Dante se
encuentra con su antiguo patrón Brunetto Latini caminando entre almas que fueron
violentas contra la naturaleza; los Sodomitas en un desierto de arena hirviendo.
También se encuentran con los Usureros, quienes fueron violentos contra el Arte.
El monstruo Gerión transporta a Virgilio y a Dante por el gran abismo rumbo al Octavo
Círculo del Infierno donde están quienes cometieron Fraude. El Círculo está dividido
en Recintos. En el Primer Recinto están los Rufianes (Proxenetas) y los Seductores
que reciben azotes de látigos. En el Segundo Recinto están los Aduladores que deben
acostarse en un río de excrementos humanos, boca abajo. En el Tercer Recinto están
los que cometieron la Simonía (compra o venta de lo espiritual), que están puestos con
la cabeza hacia abajo y llamas queman sus pies. En el Cuarto Recinto, los Brujos,
Astrólogos o Falsos Profetas están obligados a caminar con su cabeza mirando hacia
atrás. En el Quinto Recinto los Políticos Corruptos (que aceptaron coimas) están
inmersos en brea hirviente. En el Sexto Recinto están los Hipócritas que deben
caminar en círculos para siempre, vistiendo pesadas vestiduras hechas de plomo.
Aquí, los miembros de Sanedrín (quienes condenaron a Cristo a la crucifixión por “el
bien del pueblo”) yacen crucificados en el piso, de modo que los Hipócritas los pisan
en su caminar. En el Séptimo Recinto, los Ladrones se encuentran sentados y
perseguidos por serpientes que, al morderlos, los convierten en serpientes a ellos
mismos y para recobrar su forma, deben morder a otro ladrón.
En el Octavo Recinto del Octavo Círculo del Infierno, Dante habla con Ulises el gran
héroe de las tragedias homéricas, ahora condenado con aquellos culpables de Falso
Consejo por su rol en el uso del Caballo Troyano. En el Noveno Recinto, las almas de
los Escandalizadores caminan en círculo divididos por demonios al igual que éstos
dividieron pueblos en vida. Los demonios los lastiman y, al curarse sus heridas, los
vuelven a lastimar. En el Décimo Recinto los Falsificadores sufren horribles plagas y
enfermedades.
Virgilio y Dante continúan hacia el Noveno Círculo del Infierno y en el medio de éste
está el lago helado Cocito. El gigante Anteo levanta a Virgilio y Dante y los deja en la
parte más baja Círculo. Éste es Caina, el Ronda Uno del Noveno Círculo del Infierno,
donde aquellos que traicionaron su propia sangre están inmersos hasta el cuello en el
lago helado. En Antenora, el Ronda Dos del Noveno Círculo del Infierno, aquellos que
traicionaron a su nación están inmersos hasta la cabeza en el lago helado. En
Ptolomea, el Ronda Tres del Noveno Círculo del Infierno, aquellos que traicionaron a
sus invitados, hospedados, están acostados en sus espaldas en el lago helado, sus
lágrimas convirtiéndose en hielo sobre sus ojos. Dante sigue a Virgilio hacia Judeca, el
Ronda Cuatro del Noveno Círculo del Infierno. Aquí, aquellos que traicionaron a sus
benefactores pasan la eternidad sumergidos en hielo.
En el centro del Infierno, condenado por cometer el último pecado, está el gigante de
tres cabezas Satanás, hundido hasta la cintura en hielo. Su cuerpo penetra el centro
de la Tierra, donde cayó cuando Dios lo desterró del Cielo. Cada una de las bocas de
Satanás mastica uno de los mayors pecadores de la historia: Judas, el traicionero de
Cristo, Casio y Bruto, los traicioneros de Julio César. Virgilio lidera a Dante a ascender
por el cuerpo de Lucifer, agarrándose de sus cabellos congelados. Eventualmente,
llegan a Lete, el río del olvido, por él viajan hacia la Tierra y emergen del Infierno en la
mañana de Pascuas, justo antes del amanecer.
PERSONAJES PRINCIPALES
Beatriz – Una de las bendecidas del Paraíso, Beatriz ayuda a Dante en su viaje al
pedirle a un ángel a que busque a Virgilio a pedirle que lo ayude en su viaje por el
Infierno. Al igual que Dante y Virgilio, Beatriz es un personaje histórico. A pesar de que
no existen detalles claros acerca de su vida, está claro que Dante se enamoró de ella
cuando joven y nunca dejó de amarla. Ella tiene un rol limitado en Infierno, pero es
más prominente en Purgatorio y Paraíso. Hasta se podría considerer que este viaje
imaginario tiene como objetivo encontrar a Beatriz, quien Dante perdió en la Tierra por
su temprano fallecimiento. Críticos ven a Beatriz como una representación alegórica
del amor espiritual.
Caronte – Una figura que Dante el poeta se apropia de de la mitología Griega,
Caronte es un hombre viejo que lleva las almas a través del río Aqueronte hacía el
Infierno.
Lucifer – El Príncipe del Infierno. Lucifer reside en el Noveno (y ultimo) Círculo del
Infierno, debajo de la superficie de la Tierra, con su cuerpo atravesando el centro de la
Tierra. Un enorme gigante de tres caras, pero no habla; sus tres bocas están
ocupadas mascando tres de los traidores más importantes de la historia: Judas, el
traicionero de Cristo, Casio y Bruto, los traicioneros de Julio César.
Bonifacio VIII - Un papa notablemente corrupto que reinó de 1294 a 1303, Bonifacio
intentó incrementar el poderío político de la Iglesia Católica y, por tanto, fue un
enemigo político de Dante, quien avocaba a la separación de la Iglesia y el Estado.
Farinata degli Uberti – Un noble gibelino que fue líder político en la época de Dante.
Ahora reside entre los Herejes en el Sexto Círculo del Infierno. Farinata está
condenado a continuar con su obsesión con la política Florentina en las que, ahora, no
puede intervenir.
Filippo Argenti – Enemigo politico de Dante quien se encuentra entre los iracundos
en el Quinto Círculo del Infierno.
Neso - El Centauro (mitad hombre mitad caballo) que lleva a Dante a través del Primer
Anillo del Séptimo Círculo del Infierno.
Pier della Vigna – Antiguo consejero del Emperador Federico II, della Vigna se suicidó
cuando quedó desfavorecido en la Corte. Ahora pasa una eternidad en forma de árbol.
Gerión – El monstruo masivo y serpentine que transporta a Dante y Virgilio del
Séptimo Círculo al Octavo Círculo del Infierno.
Vanni Fucci – Un ladrón condenado al Séptimo Recinto del Octavo Círculo del
Infierno, quien profesa la derrota de los Güelfos Blancos. Un alma desafiante, Fucci
maldice a Dios y dirige una gesticulación obscena a él y a Dante antes de que éste
último continúe en su viaje.
Odiseo - El gran héroe de las épicas homéricas (La Ilíada y la Odiea). Odiseo fue un
hombre valiente que está ahora preso en el Octavo Recinto del Octavo Círculo del
Infierno entre aquellos culpables de Robo Espiritual.
Anteo – El gigante que transporta a Dante y a Virgilio del Octavo Círculo al Noveno
Círculo del Infierno.
Conde Ugolino della Gherardesca - Un traidor condenado al Ronda Dos del Noveno
Círculo del Infierno. Ugolino mastica la cabeza de otro traidor, el Arzobispo Ruggieri.
Cuando Ruggieri encarceló a Ugolino y sus hijos, negándoles alimento, Ugolino fue
obligado a alimentarse de los cuerpos de sus hijos muertos de hambre.
Fray Alberigo and Branca d’Oria – Pecadores condenados a la Ronda Tres del
Noveno Círculo del Infierno. Fray Alberigo y Branca d’Oria son diferentes a otros
pecadores que Dante encuentra: sus crímenes fueron tan aberrantes que demonios
capturaron sus almas de sus cuerpos vivientes; por tanto, sus almas habitan el Infierno
mientras sus cuerpos aún viven, habitados por demonios.
TEMAS, RAZONES Y SÍMBOLOS
TEMAS:
En varias formas, el Infierno de Dante puede ser visto como una taxonomía imaginaria
acerca de la maldad humana en sus varios tipos, según los cuales Dante los clasifica,
aísla, explora y juzga. Se podría cuestionar según qué Dante ordena y clasifica los
pecados; por ejemplo, aceptar una coima es condenado en el Octavo Círculo y el por
asesinato en el Sexto Círculo. Para entender este ordenamiento, uno debe entender
que la narración de Dante sigue estrictas doctrinas de valores Cristianos. Su sistema
moral prioriza el deseo de Dios en el Paraíso por sobre la felicidad y harmonía
humana. Según esto, Dante considera que la violencia es menos condenable que el
fraude ya que entre estos dos pecados, el fraude es de mayor oposición al deseo de
Dios. Éste desea que nos tratemos con el amor que él extiende hacia nosotros como
individuos; un acto de violencia atenta contra este amor, sin embargo, el fraude es la
perversión del mismo. Un fraudulento perpetúa el pecado contra el amor y el cariño de
Dios. Sin embargo, mientras el Infierno implica todos estos argumentos morales,
Dante nunca entra en discusión acerca de los mismos. Al final, declara que la maldad
es maldad simplemente porque contradice el deseo de Dios y éste no necesita más
explicación. La exploración acerca de la maldad que Dante realiza no prueba ni las
causas, ni la psicología, ni las consecuencias terrestres de la maldad humana. Infierno
no es un texto filosófico, sino que su intención es enseñar y reforzar las doctrinas
Cristianas y no pensar de manera crítica a la maldad.
No obstante, al re-narrar los relatos de los pecadores, Dante el poeta puede que esté
actuando por su inmortalidad y no la de los pecadores. De hecho, Dante toma
oportunidades para avanzar sobre su propia gloria; por ejemplo, en el Canto XXIV, a
mitad de la descripción del castigo de los Ladrones, Dante declara directamente que él
ha superado tanto a Ovidio como a Lucano en su habilidad para escribir escenas de
metamorfosis y transformación. Al aclamar que ha sobrepasado a dos poetas
reconocidos por sus mitologías y utilización de imaginería, Dante busca asegurar su
propia inmortalidad.
De esta forma, Dante presenta al relato como un vehículo para múltiples legados: el
del relator y el del sujeto de quien se relata. Mientras que el argumento de un cuento
puede preservar la memoria de un protagonista, el estilo del relato y la destreza puede
servir para la mayor gloria del relator. A pesar de que los pecadores mueren de mil
maneras, Dante enfatiza de forma casi igual el poder de su narrativa tanto en el
pecador como en el autor, para dar a ambos el regalo de la vida eterna.
Argumentos Políticos
El Infierno de Dante existe para dar cuenta, a gran escala, de la dificultad política
existente en Florencia en el siglo XIV, de la cual se había recientemente exiliado.
Hace sus aseveraciones en varias formas distintas. En primer lugar, condena a figuras
políticas con quienes había enemistad y las distribuye por el Infierno. En segundo
lugar, debido a que Dante sitúa la acción que trascurre en Inferno en años previos al
que lo escribió, podía predecir ciertos eventos que ya habían ocurrido al tiempo en que
lo escribió. Estas pretendidas predicciones las hace vía las voces de los condenados
que parecen dotados del don de la predicción en muerte. Estas almas hacen énfasis
de la corrupción y del disturbio de la futura Florencia; a través de esto, Dante está
criticando su antiguo hogar. En tercer lugar, Dante asevera, a lo largo del poema, su
creencia política personal: el poder de la Iglesia y el poder del Estado deben existir
separados, pero iguales, en la Tierra. En la cual la Iglesia gobierna el espíritu humano,
y el Estado la persona. Por tanto, en sus múltiples referencias a Roma, Dante cuida el
mencionar la importancia de lo espiritual y lo secular. La última imagen del poema es
otro testigo a la importancia de la igualdad de poder del Estado y de la Iglesia: Satanás
mastica a Judas (el traidor de Cristo, el máximo líder espiritual) y a Casio y Bruto (los
traicioneros de Julio César, el máximo líder político). Traición tanto contra la religión,
como contra el Estado garantiza un lugar en el último círculo del Infierno. Mientras que
Dante enfatiza la igualdad entre estas dos instituciones, también asevera la necesidad
de su separación. Él asigna un castigo particularmente feroz a aquellas almas que no
fomentaron esta separación; por ejemplo, papas o arzobispos que aceptaron coimas o
que deseaban poder político.
A pesar de que los valores que Infierno intenta aseverar son decididamente Cristianos,
a nivel temático y literario, el poema debe mucho a la tradición Griega y Romana. El
Infierno Cristiano de Dante utiliza una gran variedad de criaturas literarias de la
Antigua mitología; desde Centauros a Minos y Odiseo. Dante incluso incorpora lugares
mitológicos tales como Aqueronte y el río Estigia. Además, Dante hace referencias e
incluso imita a los estilos de grandes escritores clásicos como Homero, Ovidio, Lucano
y Virgilio. De este modo intenta situarse a sí mismo dentro de la tradición de los
escritores clásicos al intentar decir que él es más grandioso que cualquiera de ellos.
Dante incorpora este material antiguo por más de una razón, incluyendo el hecho de
que elementos mitológicos contienen mucho potencial dramático. Más importante aún,
Dante incluye mitologías y elementos de la literatura clásica en su poema para indicar
que el Cristianismo ha incluido estos famosos relatos en el suyo; al incorporar varias
religiones en un mismo relato, Dante intensifica la importancia de su búsqueda, una
búsqueda que él cree es importante para todos los humanos.
SÍMBOLOS: Los símbolos son objetos, personajes, figures y colores usados para
representar ideas o conceptos abstractos.
Quizá el más importante uso de simbolismo en Infierno incluye a los castigos de los
pecadores, los cuales están construidos para corresponder alegóricamente con los
pecados cometidos en vida; los Lujuriosos, por ejemplo, que fueron dominados por las
pasiones en vida, están condenados ahora a ser sometidos a una tormenta feroz por
toda eternidad. Otros símbolos incluyen a las figuras que representan cualidades
humanas como por ejemplo, Virgilio representa la razón, y Beatriz que representa el
amor espiritual. A su vez, los lugares donde se llevan a cabo acciones son símbolos
de los estadios emocionales como el bosque oscuro en el Canto I que representa el
temor y la confusión de Dante.
CANTOS I – II
Dante convoca a las Musas, las antiguas diosas del arte y de la poesía, y les pide que
lo ayuden en su experiencia.
Dante relata que, mientras él y Virgilio se acercan hacia la boca del Infierno, su mente
se torna hacia el camino que le queda por delante y lo sobrelleva el temor. Recuerda
que sólo otros dos hombres venturaron hacia la otra vida y volvieron: el apóstol Pablo,
quien visitó el Tercer Círculo del Paraíso y Eneas, quien viaja a través del Infierno en
el texto Eneida de Virgilio. Dante se considera a sí mismo como menos digno que
estos dos y teme que no sobreviva su travesía por el Infierno.
Dante se siente aliviado al escuchar que su amada Beatriz está en el Paraíso y que
desde allí cuida de él. Él alaba tanto a Beatriz como a Virgilio por su ayuda, y continúa
siguiendo a Virgilio hacia el Infierno.
Desde un punto de vista estructural, los primeros dos cantos de Infierno funcionan
como una introducción, presentando la situación dramática principal y llevando a
Dante y Virgilio hacia la entrada del Infierno, el viaje que constituye el principal
argumento del poema. Sin embargo, en un sentido más amplio, los primeros cantos
ayudan a establecer la relación entre Infierno y las tradiciones literarias, políticas y
religiosas, indicando los puntos de convergencia y desviación.
CANTOS III–IV
Virgilio lidera a Dante hasta las puertas del Infierno, sobre las cuales está escrito una
frase que hace de premonición a todo lo que vendrá: “Abandona la esperanza si entras
aquí.” Tras haber entrado, Dante escucha innumerables gritos de tormento y
sufrimiento. Virgilio le explica que estos llantos emanan de las almas de aquellos que
no cometieron ni bien ni mal en vida, pero que vivieron sin hacer decisiones morales
conscientes; por lo cual tanto el Paraíso como el Infierno les niegan la entrada. Estas
almas residen en el Ante-Infierno, dentro del Infierno pero no verdaderamente parte de
él, donde deben perseguir incesantemente tras una bandera blanca. Moscas y avispas
los pican, y lombrices consumen su sangre y las lágrimas que emanan de ellos. Las
almas de los acometidos son unidas en este tormento por ángeles neutrales, aquellos
que no se unieron ni a Dios ni a Satanás en la guerra en el Paraíso.
Virgilio lleva a Dante al gran río Aqueronte, el cual marca el límite al Infierno. Una
cantidad de nuevas almas esperaban ser llevadas por el río. Un barco llega con un
hombre mayor, Caronte, en su timón. Caronte reconoce a Dante como un alma
viviente y le dice que se aleje de los muertos, pero luego que Virgilio le informa acerca
del viaje que emprenden ordenados desde arriba, Caronte no los molesta más. Éste
vuelve a su trabajo de transportar a las almas miserables a través del río hacia el
Infierno. Mientras transporta a Virgilio y a Dante, Virgilio le cuenta al asustado Dante
que la vacilación inicial de Caronte es buen augurio: sólo los condenados cruzan el río.
De repente, una sacudida mueve la planicie; viento y fuego surgen del suelo y Dante,
atemorizado, se desmaya.
Resumen: Canto IV
Otras tantas figuras reconocidas permanecen en el Limbo. Virgilio mismo reside ahí y
se le ha dado una breve salida para guiar a Dante. Este último observa un grupo de
hombres acercarse y saludar a Virgilio, quien los presenta como Homero, Horacio,
Ovidio y Lucano; los más grandes poetas de la antigüedad. Estos lideran a Dante a un
gran castillo con siete paredes, dentro de las cuales ve las almas de otras grandes
figuras del pasado: los filósofos Aristóteles, Sócrates y Platón; Eneas, Lavinia y otros
personajes de la Eneida; el matemático Euclides y el astrónomo Ptolomeo; y muchos
otros. Virgilio guía a Dante fuera del castillo y nuevamente se dirigen hacia la
oscuridad.
Análisis: Cantos III–IV
La cuarta línea de la inscripción hace surgir otro tema ampliamente visto en Infierno: la
noción de que Dios creó al Infierno inspirado por la Justicia, en un deseo de castigar al
pecador y recompensar al virtuoso. Inmediatamente, uno nota que los castigos en el
Infierno de Dante encajan invariablemente con el pecado cometido, según un gran
sentido de Justicia máxima. En el Ante-Infierno recibimos la primera impresión de esta
justicia. Las almas de aquellos que no cometieron ni el bien ni el mal permanecen en
el círculo exterior del Infierno, más cerca del Paraíso, pero aun una parte innegable del
Infierno. Los castigos de Dante presentan un significado alegórico: la bandera blanca
que los acometidos persiguen simboliza la falta de significado de la actividad de estas
almas en vida dado que la acción moral es la que le da sentido a la vida; debido a que
estas almas no actuaron según un sentido o el otro en vida, avispas los persiguen para
fomentar que actúen. Esta justicia retributiva reina la acción a lo largo del poema:
como las almas de los acometidos, muchas otras almas en el Infierno son obligadas a
recrear de forma grotesca, una parodia de sus fracasos en vida.
Mientras que los castigos sufridos por los condenados pueden ser “justos”, el texto
enfatiza la lástima que el personaje de Dante siente (a diferencia del poeta) al ser
testigo de estos castigos. En efecto, esta tensión es bastante deliberada de parte de
Dante el poeta, quien nota la frecuenta incompatibilidad de la tendencia humana de
sentir pena o lástima hacia la objetividad impersonal de la justicia divina. Esta tensión
comienza a disiparse mientras avanza el relato y los pecados presentados son cada
vez más atroces, Dante pierde, de manera gradual, la simpatía hacia estos pecadores
mayores y condena sus crímenes como impedimentos para realizar el deseo de Dios.
Sin embargo, los momentos más poderosos y conmovedores de Infierno llegan
cuando Dante describe a los condenados y siente lástima por éstos, en lugar de la
imparcialidad de la justicia divina, ilustrando la extremidad que la moralidad Cristiana
demanda de los humanos, quienes son falibles invariablemente.
A lo largo del Canto III, la geografía y la organización del Infierno de Dante es creada
en conjunto con la teología medieval cristiana, particularmente, con las enunciaciones
del escolar Thomas Aquinas, del siglo trece. Sin embargo, mientras los personajes
descienden hacia el Limbo en el canto IV, Dante se separa de estas nociones. Aquinas
sostenía que los paganos que vivieron previos a Cristo y tuvieron vidas virtuosas,
podían tener un lugar en el Paraíso. Como el creador de si propio Infierno, Dante
muestra menos simpatía al condenar automáticamente a aquellos que fallaron en
adorar al Dios Cristiano, sin importar qué tan virtuosa fue su vida. El castigo que Dante
crea para ellos es finalmente conocer a Dios, del cual se mantuvieron ignorantes
mientras estaban en Vida. Dante parece insistir en administrar justicia a estas figuras,
a pesar de su propia valoración hacia estos poetas de la antigüedad, en especial
Virgilio. Con esta demostración de juicio indiviso, Dante enfatiza la inmitigable,
mecánica objetividad de la moralidad y de la divina justicia.
Resumen: Canto V
Dante y Virgilio descienden ahora hacia el Segundo Círculo del Infierno, más reducido
en tamaño que el Primero, pero mayor en su castigo. Ven al monstruo Minos, quien se
para frente a una fila sin fin de pecadores y les asigna su castigo. Los pecadores le
confiesan sus pecados a Minos, quien luego, enrolla su gran cola en sí mismo un
cierto número de veces, indicando de este modo a qué circulo corresponde esa alma.
Al igual que Caronte, Minos reconoce a Dante como un alma viviente y le advierte de
entrar; es la palabra de Virgilio la cual, nuevamente, los hace pasar.
Dante le pide a Virgilio que le identifique algunas almas; éstas incluyen varios nombres
conocidos, entre ellos Elena de Troya, por quien la Guerra fue peleada, y Cleopatra.
Dante inmediatamente siente lástima por estas almas ya que están esencialmente
condenadas por actos de amor. Con el permiso de Virgilio, Dante llama a estas almas
a ver si alguna hablaría con él y le contara su historia. Una mujer, Francesca,
reconoce a Dante como un alma viviente, y le contesta. Ella le relata cómo el amor fue
su desdicha: casada a un hombre viejo y deformado, eventualmente se enamora de
Paolo da Rimini, el hermano menor de su marido. Un día, ella y Paolo estaban leyendo
una leyenda artúrica acerca del amor entre Lancelot y Ginebra, y éstos sintieron que la
historia hablaba acerca de su propio amor secreto. Cuando alcanzaron un momento
romántico particular de la historia, no pudieron resistir besarse. Arturo, el esposo de
Francesca descubrió la trasgresión de los amantes y mandó a ambos morir. Ahora
Paolo y Francesca son condenados a una eternidad en el Segundo Círculo del
Infierno. Sucumbido de lástima, Dante se desmaya nuevamente.
Resumen: Canto VI
Cuando Dante despierta, encuentra que ha sido movido al Tercer Círculo del Infierno,
donde la lluvia sigue cayendo. Ahora, sin embargo, las gotas de la lluvia son de
suciedad y excremento, y un horrible olor invade el aire. Un perro de tres cabezas,
Cerbero, intenta detener el paso de Dante y de Virgilio, pero Virgilio satisface a la
bestia al tirarle un cacho de tierra. Dante y Virgilio avanzan pues hacia el círculo de los
Glotones, quienes deben acostarse en suelo mientras la lluvia sucia cae sobre ellos.
Uno de los Glotones se sienta al ver entrar a Virgilio y a Dante, y pregunta si Dante lo
reconoce. Cuando Dante responde que no, la sombra se anuncia como Ciacco,
diciendo que pasó la temprana etapa de su vida en Florencia. A pedido de Dante, él
enuncia las predicciones para el futuro político de Florencia en el cual ve muchos
conflictos. Dante le pregunta entonces, acerca de figuras políticas del pasado de
Florencia, enumerando varios que él piensa tuvieron buenas intenciones. Ciacco le
responde que éstas habitan en un círculo más profundo del Infierno. Antes de volver a
acostarse, éste le pide a Dante que se acuerde de su nombre cuando vuelva al mundo
exterior.
Mientras abandonan el Tercer Círculo, Dante le pregunta a Virgilio cómo cambiarán los
castigos de las almas tras el Juicio Final, Virgilio le contesta que ese día traerá la
perfección a toda la creación y, como consecuencia, los castigos se perfeccionarán.
A pesar de que Dante el poeta asigna a los amantes ilícitos al Infierno, uno podría
interpretar que él, al igual que su personaje, siente lástima en sus destinos. Dante el
poeta intenta aseverar la existencia de una objetividad moral que sea universal; pero
igual imbuye a Paolo y a Francesca con grandes sentimientos humanos, y el modo
romántico y sensual en el que relata su historia, ha hecho de este Canto uno de los
más famosos de todo el poema. Además, sabemos que la propia vida de Dante fue
marcada por un gran y profundo amor por Beatriz. Pero, su condenación a los
amantes sugiere una repudiación moral hacia su propia biografía y pasado poético; en
cierto sentido, La Divina Comedia puede ser leída como el intento de Dante en
trascender su amor terrenal hacia Beatriz a uno espiritual, Cristiano y moralmente
perfecto. Parte de este proceso incluye renunciar al amor terrenal a favor de la
perfección santa del Paraíso.
Mientras que la simpatía hacia Paolo y Francesca permanece implícita, esta simpatía
se traduce en irrupciones ocasionales con el orden moral que asevera, haciendo a
Dante más severo en los castigos que asigna.
Dido, por ejemplo, fue una reina mitológica que se suicidó por su amor no
correspondido por Eneas. La mayoría de las almas suicidas terminan más adentro del
infierno, como se muestra más adelante, pero Dante elige castigar a Dido en
concordancia con la parte menor de su pecado, amar demasiado. El favoritismo de
Dante emerge de forma más clara más adelante en el poema, cuando somos testigos
de su tratamiento hacia otras almas similarmente culpables de varios pecados: a éstos
les asigna castigos en concordancia con sus peores pecados.
El Canto VI ofrece la primera discusión amplia acerca de la política Italiana, un tema
que figura tanto en formas alegóricas como en pasajes literales. En este caso, Dante
deja de lado la alegoría para escribir abiertamente acerca de la situación en Florencia.
Debido a que Dante escribió este poema en Circa en 1310-1314, pasados varios años
del tiempo en el cual el relato se desarrolla (1300), él puede “predecir” a través de la
boca de Ciacco, los próximos eventos políticos. La descripción que éste florentino
hace de su ciudad natal como una ciudad dividida, refiere a la lucha por el poder entre
los Güelfos Negros y los Güelfos Blancos. Ciacco describe una pelea sangrienta entre
ambos bandos, ocurrida el 1º de Mayo del año 1300, que resultó en la obtención de
poder por parte de los Blancos, aunque sólo por unos años. Subsecuentemente, los
Negros retornaron al poder y exiliaron a cientos de Blancos, entre ellos Dante, que
nunca perdonaron a la gente de Florencia por este exilio de su amada ciudad.
Supuestamente, previo al nombre final, Dante había titulado a su trabajo “La Comedia
de Dante Alighieri, un Florentino por nacimiento pero no en carácter”— una clara
indicación de su disgusto hacia la corrupción que plagó a Florencia.
Este canto provee, además, de mayor visión acerca del material característico del
Infierno de Dante. Como acota Virgilio, los muertos no tienen cuerpos terrestres en el
momento del viaje de Dante; de hecho, los dos poetas caminan por las sombras hacia
el Tercer Círculo del Infierno. Virgilio comenta que cada alma recobrará su cuerpo en
el Juicio Final. Sin embargo, esta declaración hace pensar cómo estas almas sin
cuerpo pueden sufrir tormento físico. Debemos asumir que poseen cierta forma física;
de otro modo, Dante no podría verlos.
CANTOS VII–IX
Resumen: Canto VII
Como antes, Dante pregunta si Virgilio conoce algunas de las almas aquí presentes.
Virgilio le informa que la mayoría de los Avariciosos son clérigos, papas y cardenales,
pero agrega que las experiencias en el inframundo los hacen irreconocibles. Ni los
avariciosos ni los despilfarradores fueron justos con su Fortuna. Dante le pide a Virgilio
que le explique la naturaleza de esta “Fortuna”. Virgilio contesta que la “Fortuna”
recibió órdenes de Dios de transferir bienes terrenales entre individuos y naciones.
Sus movimientos evaden el entendimiento humano; por tanto, los hombres no deben
despotricar contra ella cuando pierden sus posesiones.
Continuando por el Quinto Círculo del Infierno, Dante y Virgilio se encuentran con una
gran torre, su pináculo estallando en llamas. Virgilio y Dante se encuentran con el
barquero Flegias quien los lleva a través del río Estigia. En el camino se cruzan con un
pecador que Dante reconoce como Filippo Argenti. A éste no le tiene lástima alguna y
mira con mucho gusto a los otros pecadores destrozarlo.
Resumen: Canto IX
Dante se empalidece con miedo al ver el fracaso de Virgilio. Éste, quien parece estar
esperando a alguien, intenta reasegurar a Dante. De repente, Dante ve a tres Furias
(Erinias) acercarse –son criaturas que son mitad mujer, mitad serpiente. Éstas
exclaman y ríen cuando ven a Dante, y llaman a Medusa para que venga a convertirlo
en piedra. Virgilio cubre rápidamente los ojos de Dante para que no vea la cabeza de
Medusa.
Un enorme ruido dispersa a las Furias, Virgilio y Dante miran y encuentran a un
mensajero del Paraíso acercándose desde el río Estigio, y las almas y demonios
huyendo de él como moscas. El mensajero llega hasta la puerta a la ciudad de Dite y
demanda que ésta sea abierta para los viajeros; él es obedecido rápidamente. Virgilio
y Dante atraviesan las puertas y entran al Sexto Círculo del Infierno. Tumbas los
rodean, brillantes entre las llamas; aquí habitan los Herejes.
Finalmente, estos cantos incluyen dos referencias al a mitología clásica que Dante
incorpora a su versión del Infierno cristiano. La primera es la Fortuna, que Virgilio
describe como un ministro de Dios, sin embargo, la da todas las características que la
acompañaría en un antiguo mito pagano. Las Furias y la leyenda de la cabeza de
Medusa son tomadas de la Metamorfosis de Ovidio. Las Furias parecieran estar fuera
de lugar ya que no hacen nada al relato más que amenazar a Dante, previo a ser
ahuyentadas por el mensajero. La incorporación de varias tradiciones contribuye a la
creación del estilo distintivo de Dante.
CANTOS X–XI
Resumen: Canto X
Aún en el Sexto Círculo del Infierno, Dante y Virgilio caminan entre las tumbas en
llamas de los Herejes. Virgilio describe la herejía particular de los Epicuristas, un grupo
que perseguía el placer en vida porque creían que el alma moría junto con el cuerpo.
De repente, una voz de entre las tumbas los interrumpe y se dirige a Dante llamándolo
toscano (proveniente de la región de Florencia). La voz pertenece a Farinata, un líder
politico de la era de Dante. Virgilio alienta a que Dante hable con él.
Farinata continúa discutiendo política florentina con Dante. Se nota que ambos
personajes representan partidos políticos claramente opuestos, sin embargo, esto no
queda aclarado. De las palabras de Farinata y de otra alma cercana, Dante concluye
que las almas pueden predecir eventos futuros pero no saben qué sucede en el
presente. Farinata, por tanto, predice el destierro de Dante y confirma, a su vez, que
parte del castigo de los herejes es saber qué va a suceder, pero permanecen
ignorantes a lo que sucede ahora.
Virgilio llama a Dante y proceden hacia el resto del Círculo. Las palabras de Farinata
hacen que Dante comprenda la distancia que queda hasta su exilio, pero Virgilio le
asegura que sabrá más acerca de esto cuando lleguen a otro lugar.
Resumen: Canto XI
En el límite con el Séptimo Círculo del Infierno aparece un hedor tan abominable que
Dante y Virgilio se sientan en la tumba del Papa Anastasio para poder ajustarse a
esto. Virgilio se toma la oportunidad para explicarle los últimos tres círculos y sus
respectivas subdivisiones. El Séptimo Círculo que contiene a los violentos, está
dividido en tres círculos menores: los pecados contra un vecino, contra uno mismo o
contra Dios. Peor que cualquier pecado de violencia es el pecado del Fraude, que
rompe la confianza de cualquier hombre y, por tanto, se opone a la gran virtud del
amor. Los dos últimos círculos castigan, por ende, al Fraudulento. El Octavo Círculo
castiga el “fraude normal” –aquél pecado que viola la confianza natural entre personas;
tal fraude incluye actos de hipocresía. El Noveno Círculo castiga la traición –pecados
que violan la relación de confianza particular. Estas lealtades son entre parientes y
familia, entre países y partidos, invitados o benefactores.
Dante entonces pide clarificación acerca de otro aspecto teológico: ¿por qué es la
usura (Práctica que consiste en cobrar un interés excesivamente alto por un préstamo) un pecado?
Virgilio le explica a Dante que la usura va contra el deseo de Dios porque un usurero
hace su dinero, no de industria o por destreza, sino por la plata en sí misma. Por ende,
usureros también van contra el “arte” de Dios, o su designio del mundo. Los dos
poetas se dirigen ahora hacia el Primer Anillo del Séptimo Círculo del Infierno.
De todos los Cantos, el Canto X narra la acción de forma más rápida; también
contiene una enorme cantidad de lirismo. En efecto, Farinata interrumpe a Virgilio y a
Dante sin preludio por parte del poeta; este movimiento de discurso, de uno al otro, sin
transición no tienen precedentes en la literatura vernácula del momento. La
conversación entre Farinata y Dante contribuye a la exploración que Infierno hace
acerca de la política Florentina. Históricamente, Farinata fue líder de los Gibelinos, el
partido opuesto al que Dante integraba, los Güelfos.
CANTOS XII–XIII
Resumen: Canto XII
El pasaje hacia el Primer Anillo del Séticmo Círculo del Infierno lleva a Dante y a
Virgilio por una barranca de roca rota. En el borde, el Minotauro monstruoso los
amenaza, y deben deslizarse por él. Mientras descienden, Virgilio nota que esta roca
no estaba en su primer viaje hacia las profundidades del Infierno. Llegando al Anillo,
ven un río de sangre: aquí hierven os pecadores que han violentado contra sus
vecinos. Un grupo de Centauros –mitad hombre, mitad caballo– se paran sobre la
barranca del río con arcos y flechas que le tiran a cualquier alma que trate de elevarse
del río a una altura muy cómoda para la magnitud de su pecado.
El centauro principal, Quirón, nota que Dante mueve las rocas sobre las cuales camina
tal como lo haría un alma viviente. Prepara una flecha, pero Virgilio lo obliga a
detenerse y éste obedece. Debido a que la roca hace del Anillo un camino complicado,
Virgilio solicita que un Centauro los guía alrededor de la sangre hirviente. Quirón les
provee a Neso, a quien Dante se sube.
Guiando a Dante y a Virgilio por el Anillo, Neso nombra a algunas de las almas más
notables aquí castigadas, una llamada Alejando (probablemente Alejando Magno),
Dionisio, y Atila el Huno. Aquellos que vivieron como tiranos, y por ende perpetuaron
violencia contra poblaciones enteras, yacen en las partes más profundas del río. Una
vez cruzado el río, Neso deja a sus viajeros, quienes continúan hacia el Segundo
Anillo del Séptimo Círculo del Infierno.
Resumen: Canto XIII
En el Segundo Anillo del Séptimo Círculo del Infierno, Virgilio y Dante entran en un
extraño bosque de árboles negros y retorcidos. Dante escucha muchos gritos de
sufrimiento pero no puede ver a las almas que los exclaman. Virgilio le aconseja
romper una ramita de uno de los árboles. Dante lo hace y el árbol exclama en dolor y,
para el asombro de Dante, el árbol sangra. Las almas en este Anillo, que fueron
violentos contra ellos mismos o sus posesiones (los suicidas y los derrochadores
respectivamente), fueron transformadas en árboles.
Virgilio le pide a este árbol-alma que cuente su historia a Dante así él puede contar su
historia en la Tierra. El árbol-alma le cuenta que, en vida, él era Pier della Vigna un
consejero al Emperador Federico y que era un hombre moral y admirable. Pero
cuando un grupo envidioso de cortesanos ensuciaron su nombre con mentiras atroces,
sintió tal vergüenza que se quitó la vida.
Dante entonces pregunta cómo las almas aquí llegan a tal estado. El árbol-alma le
contesta que cuando Minos manda a las almas a este círculo, éstas crecen raíces y
crecen como árboles jóvenes. Luego son lastimadas por arpías –criaturas mitad mujer,
mitad animal. Cuando las ramas de un árbol-alma son rotas, le causa un dolor al alma,
similar al desmembramiento. Cuando llegue el momento para todas las almas de
recuperar sus cuerpos, estas almas no se reunirán completamente con el suyo, porque
ellos lo descartaron voluntariamente. En cambio, los cuerpos retornados serán
colgados en las ramas de estos árboles y las almas podrán sentir constantemente la
forma humana que rechazó.
En este punto, dos hombres jóvenes entran corriendo por el bosque, interrumpiendo la
conversación entre Dante y Piere della Vigna. Uno de éstos, Jacomo da Sant’Andrea,
queda atrás y se mete en un arbusto; crueles perros los estaban persiguiendo, y ahora
lo rompen en pedazos. Virgilio y Dante hablan ahora con el arbusto, que también es un
alma: ésta cuenta del sufrimiento que plaga a Florencia desde que decidió ésta de
hacer a San Juan el Bautista su patrón, remplazando a Marte (dios Romano de
Guerra). El arbusto-alma agrega que él, en vida, era un Florentino que se ahorcó.
Cuando Virgilio comenta en el canto XII acerca de las rocas por las que él y Dante
tienen que caminar, está haciendo alusión al terremoto que, según los Salmos, ocurrió
en la crucifixión de Cristo. Virgilio razona, por ende, que el terremoto visto por los
evangelistas en la Tierra penetró hasta el inframundo también. Dante implícita que la
muerte de Cristo movió al Infierno hasta sus raíces, literal y figurativamente.
Este comentario también remite a que el infierno también sufre los efectos del tiempo:
Virgilio recuerda a un Infierno que era físicamente diferente al de ahora, y las almas
pueden anticipar el retorno de sus cuerpos. Esta noción de que el Infierno posee un
pasado, un presente y un futuro, parece contradecir la naturaleza eterna del lugar. Sin
embargo, el infierno no parece vulnerable a la fuerza del tiempo per se, sino más bien
a la fuerza de Dios sobre el tiempo. Los cambios en el Infierno aquí mencionados
hacen referencia a dos eventos divinos: El descenso de Cristo al Infierno y el Juicio
Final. Tras este último evento, el tiempo desaparecerá completamente.
La sangre hirviente sirve como castigo alegóricamente correcto para aquellos que
fueron violentos hacia otros: los castigados se sentarán eternamente sumergidos en la
sangre por la cual pecaron en vida. Este castigo, como tantos del Infierno de Dante, es
impecablemente reajustable y flexible según el grado del pecado, habilitando a penas
individualizadas de exactitud impecable. Por ejemplo, el alma de quien mató a una
sola persona se para hasta las piernas en sangre, mientras que quien fue un
verdadero tirante, el caso de Alejandro Magno, está sumergido enteramente. La
escena provee a Dante, además, la oportunidad de enunciarse políticamente: mientras
que una visión más objetiva de la historia podría incluir a más líderes tiranos entre
estos pecadores, Dante los exime de castigo. La sospechosa falta de líderes romanos
entre éstos, testifica la reverencia de Dante hacia Roma.
CANTOS XIV–XVII
Resumen: Canto XIV
Dante junta las hojas dispersas del arbusto y se las da. Él y Virgilio proceden entonces
por el bosque hasta el límite del Tercer Anillo del Séptimo Círculo del Infierno. Aquí
encuentran un desierto de arena roja hirviente, sobre el cual copos de fuego caen
lenta e incesantemente. Como Virgilio explica en el canto XI, este Anillo, reservado
para aquellos que fueron violentos contra Dios, está dividido en tres zonas. La lluvia de
fuego cae sobre todas. La Primera Zona es para los Blasfemitas, quienes deben
acostarse en el banco de arena. La lluvia de fuego mantiene la arena caliente,
asegurándose que las almas se quemen por arriba y por abajo. Entre estos pecadores
Dante ve a un gigante, a quien Virgilio identifica como Capaneo, uno de los siete reyes
que sitió Tebas. Capaneo está en constante furia, insistiendo en que las torturas del
Infierno nunca van a quebrar su insubordinación.
Los poetas llegan a otro río, que es rojo, y Virgilio cuenta acerca de la fuente de las
aguas del infierno. Debajo de la montaña en la isla de Creta está la estatua rota de un
Hombre Viejo. Lágrimas caen por las ranuras de la estatua, juntándose a sus pies.
Cuando se diluyen y separan, forman los ríos Aqueronte, Estigia, Flegetonte y,
finalmente, el Cocito, el lago al fondo del Infierno.
Resumen: Canto XV
Cruzando el río, Virgilio y Dante entran en la Segunda Zona del Tercer Anillo en el
Séptimo Círculo del Infierno, donde los Sodomitas –los violentos contra la naturaleza–
deben caminar continuamente bajo la lluvia de fuego. Una de las almas, Brunetto
Latini, reconoce a Dante y le pide que camine cerca de la arena, así pueden
conversar. Latini predice que Dante será premiado por sus acciones políticas, Dante
ignora esta predicción dicéndole que la Fortuna hará como ella quiera. Virgilio aprueba
de esta actitud, y siguen su camino y Latini vuelve al suyo.
Resumen: Canto XVI
Ante s de irse de la Segunda Zona, Virgilio hace una petición extraña. Le pide a Dante
la cuerda que utiliza como cinto y echa una de sus puntas en una barranca llena de
agua oscura; Dante mira incrédulo cómo una horrible criatura surge ante ellos.
Dante ahora ve que la criatura tiene cara de hombre, cuerpo de serpiente y dos patas
peludas. Acercándosele, él y Virgilio descienden hacia la Tercera Zona del Tercer
Anillo del Séptimo Círculo. Virgilio se queda atrás para hablar con la bestia, mandando
a Dante a investigar la zona inhabitada por aquellos violentos contra el arte, a quienes
Virgilio nombra anteriormente Usureros. Dante ve que estas almas deben sentarse
bajo la lluvia de fuego con carteras/billeteras en sus cuellos; éstas contienen los
emblemas familiares de los respectivos pecadores. Como parecen indispuestos a
hablar con Dante, éste vuelve a Virgilio.
Mientras tanto, Virgilio habló con la bestia con cabeza humana y logró que ésta los
llevara hasta el Octavo Círculo del Infierno. Con miedo, pero confianza hacia su guía,
Dante trepa a la espalda serpentina de la bestia; Virgilio llama a la bestia por el
nombre de Gerión. Para el espanto y maravillamiento de Dante, Gerión se inclina
hacia atrás y toma vuelo, circulando lentamente hacia abajo. Luego de haberlos
depositado a salvo en el piso entre las piedras en el límite del Octavo Círculo, Gerión
retorna a su lugar.
Brunetto Latini era un Güelfo Florentino, renombrado tanto por su escritura como sus
políticas; él enseñaba en la universidad en la que Dante estudiaba y ayudó a fomentar
la carrera del mismo. A pesar de que Latini le proveyó amabilidad y consejo en su
carrera, Dante el poeta lo coloca en el Infierno e implícitamente lo acusa de
homosexualidad o pedofilia al situarlo entre los Sodomitas.
Quizás el tratamiento negative que recibe Latini por parte de Dante testifica un aspecto
positivo del poeta. A pesar de que Dante utiliza el Infierno para hacer aseveraciones
políticas hacia sus enemigos y “premiar” a sus aliados, esta escena sugiere que el
trabajo trasciende la mera propaganda. Por tanto, a pesar de que sitúa a varios
Güelfos Negros y Gibelinos en el infierno, junto con numerosos papas, Dante también
ve la falla entre sus propios Güelfos Blancos, declarando, “Sólo quiero que os sea
manifiesto / que, con estar tranquila mi conciencia, / me doy, sea cual sea, a la
Fortuna.” (XV. 89–90). Por tanto, mientras que promociona emperadores en particular,
y no reprime su enojo hacia los papados, Dante pone de manifiesto que seguir la
conciencia propia es la regla más importante, sin importar el partido político. Esta
aseveración subraya la prioridad de Dante en la cual, a pesar del partido político, el
pecado contra Dios merece total castigo.
En el Canto XVI, mientras Dante habla con las tres almas Florentinas, continúa
expresando su pesimismo hacia el estado de la política en Florencia. Su descripción
de la ciudad refleja su estado de exilio –es claramente una postura desde afuera.
Además, el afín que siente por estas almas surge de sentir que tienen el destino en
común. Estas tres almas son también exiliadas a su manera. Por tanto, al igual que
Dante, estas se presentan en la escena con su mirada postrada en su hogar,
lamentando el mal que está sobrellevando a Florencia, pero sin poder hacer nada al
respecto.
La extraña bestia Gerión, el guardián del Octavo Círculo del Infierno, es tomada de la
mitología clásica. Dante le cambia la forma y le reduce la cantidad de cabezas, pero
aún así es símbolo del Fraude. Dejando atrás los círculos que castigan violencia,
Virgilio y Dante entran ahora en los últimos dos círculos. Mientras que éstos contienen
varias subdivisiones dentro de sí mismo, ambos están dirigidos al castigo del más
grande pecado de todos: la malicie, o el fraude. Como símbolo de fraude, Gerión
representa esta transición.
CANTOS XVIII–XX
Resumen: Canto XVIII
Virgilio y Dante se encuentran fuera del Octavo Círculo del Infierno conocido como
Malebolge, o Fraudulentos. Éste se divide en 10 fosas circulares y concéntricas, cada
una de los cuales se dedica al castigo de una especie de fraudulentos. Según las
especies son:
1. Proxenetas
2. Aduladores
3. Simoníacos.
4. Adivinos.
5. Malversadores.
6. Hipócritas.
7. Ladrones.
8. Mal consejeros (los que hacen incurrir en fraude mediante consejos
malintencionados).
9. Sembradores de la discordia (los que incitan a la guerra civil y la división
religiosa).
10.Falsificadores
Dante describe la relación entre la estructura del círculo y su nombre: el círculo tiene
una pared que lo encierra, con un gran círculo concéntrico; diez fosas equitativamente
separadas se encuentran entre la pared y el círculo en el medio. En estas fosas se
encuentran los perpetuadores de “fraude ordinario”. Virgilio guía a Dante por el lado
izquierdo del círculo donde llegan a la Primera Fosa, o Primer Recinto.
Aquí, Virgilio y Dante ven un grupo de almas corriendo constantemente de lado a lado
del Recinto. Demonios con grandes látigos los agitan cada vez que están cerca de
ellos, forzándolos hacia el otro lado del círculo. Dante reconoce a un Italiano y habla
con él; el alma le informa a Dante que ha vivido en Boloña y ahora mora aquí porque
vendió a su hermana a un noble. Este recinto es para los Proxenetas y los Seductores
–los que engañan a las mujeres por su propia ventaja. También se encuentran con
Jasón, quién abandonó a Medea luego de que ella lo ayudó a encontrar el Vellocino de
Oro (En la mitología griega, era el vellón o zalea del carnero alado Crisómalo).
Mientras Dante y Virgilio cruzan hacia el Segundo Recinto, un horrible olor los abruma
y escuchan horribles llantos. Dante avista una fosa llena de excremento humano,
dentro de la cual los pecadores han sido metidos. De una de estas almas aprende que
el lugar comprende a los Aduladores. Tras unos segundos, Virgilio dice que han visto
suficiente de esta vista desagradable, y progresan hacia el Tercer Recinto.
Dante ya sabe que el Tercer Recinto castiga a los Simoníacos, aquellos que han
comprado o vendido perdones eclesiásticos. Él desaprueba lo simoníaco sin siquiera
haber avistado a la fosa. Dentro de ésta, los pecadores están metidos cabeza primero
en pozos, con sólo sus pies fuera. Mientras estas almas se mueven y quejan
fútilmente dentro de sus pozos, llamas de fuego queman sin cesar, sus pies.
Dante nota que un par de los pies de entre las llamas está más rojos que otros, y va a
hablar con él. Ésta, el alma del Papa Nicolás III, primero se confunde a Dante con
Boniface. Luego de que Dante lo corrige, el alma le dice que él fue un papa culpable
de simonía. El lamenta su propia posición, pero agrega que peores pecadores que él
existen todavía en la Tierra y les espera un destino peor. Dante asevera que Simón
Pedro no le pagó a Cristo para recibir las Llaves del Cielo y la Tierra (que simboliza el
papado). No le muestra lástima alguna a Nicolás, diciendo que su castigo corresponde
a su pecado. Luego habla contra todos los clérigos corruptos, llamándolos idólatras y
un problema en el mundo. Virgilio aprueba los sentimientos de Dante y lo lleva hacia el
Cuarto Recinto.
Resumen: Canto XX
Mientras pasan el Cuarto Recinto, Virgilio nombra varios de los pecadores aquí, que
eran Astrólogos, Adivinos, o Magos en vida. Él explica que el castigo de un pecador en
particular, diciendo que, desde que este individuo quiso usar poderes impíos para ver
el futuro, está condenado a mirar hacia atrás por toda la eternidad. Virgilio y Dante
avistan a Manto la hechicera, y Virgilio relata un breve relato acerca de cómo se fundó
Mantua. Entran en el Quinto Recinto.
En la escena con los Simoníacos se encuentran los criticismos más fuertes dirigidos a
la Iglesia Católica. Al principio del canto XIX, antes de que él y Virgilio hayan avistado
el Tercer Recinto, Dante lanza un discurso enojado de seis líneas contra de ellos.
Estas líneas subrayan la intensidad moral del poema; Dante siempre intenta separar el
bien del mal y castigar al vicio en el nombre de la justicia. Su encuentro con el Papa
Nicolás III contribuye a este tono rector. Nicolás no fue uno de los enemigos más
grandes de Dante, por tanto, su intercambio no refleja el resentimiento personal de
Dante hacia la Iglesia, sino más bien, su objeción hacia ciertas prácticas de la Iglesia
que Nicolás representa.
CANTOS XXI–XXIII
Resumen: Canto XXI
Entrando en el Quinto Recinto del Octavo Círculo del Infierno, Dante ve una increíble
oscuridad. Ésta es un gran pozo lleno de lo que parece alquitrán similar a lo que los
venecianos utilizaban para emparchar sus barcos. Mientras Dante observa el pozo
para ver de qué está hecha, Virgilio le exclama que tenga cuidado: un demonio
aparece de entre las piedras al costado del pozo, agarrando a un alma nueva y
tirándola a la oscuridad. Tan rápido como el pecador sale a respirar, los demonios lo
agarran y lo tiran hacia abajo.
Virgilio le pide a Dante que se esconda detrás de una roca mientras él intenta negociar
su pasaje. El Malebranche accede una vez que Virgilio le dice que su viaje es un
deseo del Paraíso, incluso les brindan una escolta de diez demonios. Malacoda, el
líder de los Malabranche, les informa el momento exacto en que el puente cayó.
El grupo avanza, con Dante mirando cuidadosamente la superficie del pozo por
alguien con quien converser. Tiene pocas oportunidades porque los pecadores no
pueden quedarse mucho fuera del pozo antes de ser bajados nuevamente.
Finalmente, Virgilio logra hablar con un pecador que está siendo torturado fuera del
pozo. El alma, un Navarro, explica que el sería la casa del Rey Teobaldo y fue
mandado al Quinto Recinto porque aceptaba coimas. La conversación es finalizada
cuando el demonio con cuernos Ciriatto agrede contra el cuerpo del alma. Virgilio le
pregunta al alma si algún Italiano está en el pozo. El alma contesta que podría solicitar
a siete si es que los viajeros podrían esperarlo. Un demonio cercano dice que
sospecha que el alma sólo quiere escapar de sus torturas. Otros demonios escuchan a
su compañero, y el alma del Navarro corre hacia el pozo y se mete, sin intenciones
aparentes de retornar a ellos. Furiosos, dos demonios vuelan tras el alma pero se
quedan atascados en el alquitrán. Mientras los otros demonios intentan liberar a sus
compañeros, Dante y Virgilio escapan sigilosamente.
Mientras él y Virgilio caminan, Dante se preocupa por haber provocado a los demonios
demasiado con esta situación. Virgilio está de acuerdo. De repente, escuchan el ruido
de alas y de garras atrás de ellos, giran para ver a los demonios persiguiéndolos en
una manada avivada. Virgilio actúa rápido: agarra a Dante y corre hacia la colina que
lleva al Sexto Recinto del Octavo Círculo. Ahí se desliza por la colina con Dante en sus
brazos, escapando de los demonios quienes no pueden abandonar su Recinto
asignado.
El éxito del truco del alma del Navarro con los dos demonios del canto XXII nos
sorprende. En general, los ministros del Infierno parecen demasiado poderosos como
para ser engañados por los pecadores que con tanto gusto torturan. La anomalía de
este suceso se puede dar por dos razones. La primera, los demonios son también
cautivos en este mundo, como se nos devela en el canto XXIII cuando se revela que
no pueden dejar el Quinto Recinto. Tal como todos los pecadores son asignados un
lugar específico, los demonios también –ellos son, después de todo, ángeles caídos
del Cielo, y deben de haber recibido su propia tortura por su desobediencia a Dios.
Segundo, el hecho de que estos demonios hayan errado y terminado ellos mismos en
el Infierno muestra su imperfección; tales criaturas pueden continuar a hacer errores
aquí en el inframundo.
Mientras que el alma del Navarro logra ganarles a sus torturadores y ganarse un
momento de alivio, es importante notar que otros pecadores también sienten un
respiro de sus sufrimientos, aunque breve, cuando Dante visita sus círculos. Cuando
los habitantes del Infierno hablan con Dante, salen de sus torturas aunque sea por un
momento. Dada la precisión con la que Dante dibuja el complejo sistema de reglas del
Infierno, parece paradójico que la presencia del personaje de Dante pudiera generar
una distracción en los torturados. La presencia de Dante en el Infierno es una
excepción a las reglas ya que parece alterar el equilibrio entero.
Dante continúa haciendo uso de su don para el simbolismo para hacer aseveraciones
acerca de los pecadores en mitos e historia. Mientras los poetas se acercan más a
Satanás, sus alrededores se vuelven más oscuros y peligrosos, hasta el punto en que
solo casi escapan de los demonios del canto XXIII. Sólo el uso extraño del cuerpo de
Virgilio como un trineo salva a Dante de los demonios –de seguro uno de las escenas
de persecución más extrañas de toda la historia de la literatura.
CANTOS XXIV–XXVI
Camino al Séptimo Recinto del Octavo Círculo del Infierno, Virgilio y Dante se
enfrentan a muchos peligros. Debido al puente colapsado, deben atravesar rocas
peligrosas y Virgilio elige su camino cuidadosamente previo a ayudar a su compañero
mortal a cruzar. Dante se cansa en un momento, pero Virgilio lo agiliza diciendo que
queda una larga subida por delante. Descienden la pared hacia el Séptimo Recinto,
donde enormes masas de serpientes persiguen a los pecadores desnudos; serpientes
enrolladas atan los pies y manos de éstos. Dante mira a una serpiente morder a un
pecador y ve con asombro cómo esta alma se prende fuego inmediatamente y
carboniza, luego, de entre las cenizas, resurge y vuelve al pozo de serpientes.
Virgilio habla con esta alma, quien se identifica como Vanni Fucci, un Toscano, a quien
Dante conocía en vida. Fucci les cuenta que el está ahí por robar una sacristía –el
Séptimo Recinto guarda los ladrones. Enojado de que Dante lo vea en tal situación,
prevé la derrota de los Güelfos Blancos en Pistoya.
Maldiciendo a Dios con un gesto obscene, Fucci se retira con las serpientes
enrollándose cerca de él, y Dante ahora disfruta de la situación. Más adelante en la
fosa, Dante y Virgilio ven otra vista impresionante: tres almas se aglomeran justo
debajo de ellos, y una enorme serpiente se envuelve alrededor de ellos tan
fuertemente que su forma se fusiona con la de sus víctimas; la serpiente y el alma se
convierten en una sola criatura. Mientras las otras almas miran con espanto, una
serpiente muerde a una en la panza. El alma y el reptil se miran, hipnotizados,
mientras que el reptil toma lentamente las características del hombre, y éste las del
reptil. Pronto habrían revertido sus formas.
Dante quiere hablar con estos guerreros, pero Virgilio, advirtiéndole que los Griegos
pueden desagradar su Italiano medieval, habla con ellos como un intermediario. Éste
logra que Odiseo cuente acerca de su muerte. Inquietamente, buscando nuevos
desafíos, navegó hacia la punta oeste del Mediterráneo, que se creía constituía el
límite de la Tierra; la leyenda decía que la muerte esperaba a cualquier marinero que
se aventurara hasta ese punto. Luego de cinco meses, él y su tripulación visualizaron
una gran montaña. Sin embargo, antes de poder alcanzarla, una gran tormenta se alzó
y hundió su barco.
Temprano en el Canto XXIV, Dante clarifica la estructura geográfica del Malebolge (el
Octavo Círculo): éste está en continuo descenso por lo que, justo después del Décimo
Recinto, desemboca justo en el círculo céntrico del Infierno. Virgilio y Dante, por tanto,
no estuvieron simplemente progresando por la circunferencia del inframundo, sino que
penetrando cada vez más profundamente hacia el centro de la Tierra.
En el canto XXVI, Dante hace otra crítica a la antigüedad al colocar a su último héroe,
Odiseo, en el Octavo Recinto del Octavo Círculo del Infierno. Dante explica que la
presencia de Odiseo en esta sección del Infierno al referirse a su rol en la trampa del
Caballo Troyano, lo cual permitió saquear a Troya por los Aqueos. Pero Dante
probablemente tenía varios motivos diferentes por los cuales colocar a Odiseo tan
profundo dentro del Infierno. Primero, Dante se reverencia ante Roma; Odiseo, como
enemigo de Eneas, quien luego fundó Roma, puede ser considerado enemigo de
Roma también. Dante puede estar cultivando venganza en él. Adicionalmente, puede
ser la intención de que la gran conquista espiritual por sobre el héroe Griego, recuerde
de la eventual conquista de los Romanos sobre ellos. Pero, como se evidenció en su
desprecio de Ovidio y Lucando en el canto previo, Dante encuentra que incluso la
antigüedad Romana tiene fallas. Aquí, él implícita que el advenimiento del Cristianismo
ha constituido una invaluable mejora a la civilización: sin menospreciar su posición en
la tradición Griega y Romana, Odiseo se comportó de manera desmesurada y
fraudulenta según los valores Cristianos y, en el Infierno de Dante, los valores
Cristianos tienen supremacía por sobre valores antiguos.
Luego de escuchar la historia de Odiseo, Virgilio y Dante retoman su camino, sólo para
ser detenidos por otra alma inmersa en llamas. Esta alma vivió en la región de
Romaña, y ahora, escuchando a Dante hablar en lombardo, le pregunta por noticias
acerca de su hogar. Dante responde que Romaña sufre violencia por tiranos pero no
guerra explícitamente. Luego le pregunta al alma su nombre y ésta, creyendo que
Dante nunca va a dejar el abismo y por tanto sería incapaz de esparcir su historia, se
lo dice.
Virgilio y Dante continúan hacia el Noveno Recinto, donde ven una fila de almas
circulando perpetuamente. Dante ve que llevan lastimaduras peores que aquellas
sufridas en las batallas de Troya y Ceparano. Un demonio se para en un punto del
círculo con una espada, cortando abierto a cada pecador que le pasa cerca. Uno de
los pecadores le habla a Dante mientras pasa –es Muhammad, el profeta de los
Musulmanes. Estos son los Sembradores de Escándalo y Cisma, por sus pecados de
división, ellos mismos son divididos al ser cortados. Peor aún, mientras continúan
caminando, sus heridas se cierran sólo para ser vueltas a cortar cuando se acercan a
la espada.
Varios en la fila miran a Dante al escuchar su voz de vivo. Los italianos entre las almas
ruegan a Dante para que vuelva con mensajes a hombres en la Tierra. Hacen
predicciones acerca del hundimiento de un barco, y una advertencia para Fray
Dulcino, quien está en peligro de unírseles cuando muera. Finalmente, Dante ve a un
hombre llevando su propia cabeza en sus manos: Bertran de Born, quien aconsejó a
un Rey joven de rebelarse contra su padre.
Virgilio reniega a Dante por observar tanto a las lastimaduras de las almas,
recordándole que su tiempo está limitado; sin embargo, esta vez, Dante sigue su
propia inclinación. Él observa un alma más, un ancestro suyo que murió sin venganza.
Finalmente, Virgilio y Dante siguen la cresta hasta el final y a la izquierda hasta que
ven el Décimo Recinto bajo ellos. Este recinto contiene a los Adulteradores, y está
dividido en cuatro zonas. En la Primer Zona las almas se aglomeran en montones y se
extienden por el piso. Costras los cubren de cabeza a los pies, y se rascan furiosa e
incesantemente.
Dante ubica a dos italianos en esta zona. Ya que este viaje lo llevará nuevamente al
mundo de los vivos, él ofrece esparcir sus nombres entre los hombres si ellos le
cuentan sus historias. Los dos italianos aceptan. Uno de ellos es Griffolino of Arezzo,
quien fue quemado en la hoguera por hereje, pero ingresó a este recinto por practicar
alquimia. El otro florentino, Capocchio, también era un alquimista que murió en la
hoguera. La Primera Zona contiene a los Falsificadores de Metales.
La apertura del canto XXVIII, que describe las heridas de los Escandalosos y
causadores de Cisma, está marcada por los estilos contrastantes de escritura
utilizados por Dante a lo largo de toda La Comedia. Abre el Canto estableciendo que
nadie sería hábil de describir lo que él allí vio y de quien quiera que pruebe se
quedaría corto. Continua utilizando modos clásicos contrastados con formas bajas del
idioma medieval para presentar las imágenes de manera efectiva. Comienza con
alusiones a grandes batallas como Troya, clamando que las lastimaduras sufridas en
Troya, serían pálidas en comparación con lo que ve aquí. Unas líneas después entra
en una descripción realista acerca de las lastimaduras. Usando de base el prestigio de
los relatos de guerra, mientras que evocando la fiscalidad terrenal de la comedia
medieval, Dante crea una impresión doblemente intensa de violencia, tanto épica y
visceral.
El pedido del alma italiana en el Noveno Recinto, de que Dante llevara alertas a ciertos
hombres vivientes, parecería un intento (como el de quienes le pedían a Dante que
recuerde sus nombres) para forjar una existencia por fuera del Infierno. El estar en
contacto con un alma mortal sería una forma de escape de lo eterno y atemporal del
mundo que habitan ahora. Pero el personaje de Dante no les hace caso, por razones
espirituales. En el Nuevo Testamento, Dios se rehusó a dejar al hombre rico del
Infierno mandar a su lázaro a alertar a sus hijos acerca de sus vidas pecadoras.
Quizás, temeroso de parecer arrogante, el personaje de Dante no da respuesta a su
petición. Por supuesto que Dante el poeta tiene sus propias intenciones; el poema
toma el recuento de sus relatos como parte central de su proyecto.
CANTOS XXX–XXXIII
Admirando la Segunda Zona del Décimo Recinto del Octavo Círculo del Infierno, Dante
recuerda los cuentos de la antigüedad en la cual gran sufrimiento causó que humanos
se tornaran sobre ellos mismos, como animales. Pero la crueldad de estas historias no
se compara con la visión que contempla aquí, donde los pecadores se desgarran
mutuamente con los dientes; estos son los Falsificadores de Otras Personas. Dante ve
a una mujer, Mirra, quien deseó a su padre y se disfrazó como otra para satisfacer se
deseo. Algunos pecadores de la Tercer Zona, los Falsificadores de Monedas, se
mezclan entre los anteriores. Dante habla con el creador de la moneda Florentina;
parte de su castigo es estar sediento. Adam muestra dos miembros de la Cuarta Zona,
los Falsificadores de Palabras, o Mentirosos: una es la esposa de Putifar, quien acusó
falsamente a José de tratar de seducirla, el otro es un hombre Griego llamado Sinón.
Éste aparentemente conoce a Adam y viene a buscar pelea con él. Dante los escucha
pelear por un rato. Virgilio sanciona fuertemente a Dante, diciéndole que es
degradante escuchar una discusión insignificante.
Virgilio nombra algunos de los otros gigantes a quienes pasan, hasta que llegan a
Anteo, quien los ayudo a bajar por la fosa. Luego de escuchar la petición de Virgilio,
Anteo toma a los dos viajeros en una de sus enormes manos y los baja lentamente,
posándolos junto a sus pies, al lado de un enorme aljibe. Ahora están en el Noveno
Círculo del Infierno, el reino de los Traidores.
Dante ahora despotrica contra Pisa, una comunidad conocida por su escándalo, pero
que, sin embargo, ha permanecido sin castigar. Él y Virgilio pasan entonces al Tercer
Anillo, Ptolomea, que guarda a quienes traicionaron a sus invitados. Estas almas
yacen de espaldas sobre el lago congelado, con sólo sus caras saliendo del hielo.
Dante siente el viento frío levantarse por el lago, y Virgilio le dice que pronto verán su
fuente.
Los poetas reaccionan particularmente horrorizados frente a la vista de las próximas
dos almas en el Tercer Anillo, aquellas de Fray Albergino y Branca d’Oria. A pesar de
que estos individuos no han muerto aún, sus crímenes son tan grandes que sus almas
se vieron obligadas a ingresar al Infierno antes de tiempo; sus cuerpos fueron
ocupados por demonios. Luego de dejar estas sombras, Virgilio y Dante se acercan al
Cuarto Anillo del Noveno Círculo del Infierno, en lo más profundo de la fosa.
Más allá de que Virgilio ha estado apurando gentilmente a Dante a través de todo el
Infierno, su exclamación exasperada al final del canto XXX llega como sorpresa. Su
reproche no responde meramente a la tardanza de Dante, sino también a su
motivación: Virgilio le advierte a Dante, y también al lector, de que el deseo de ser
testigo del Infierno y saber acerca de sus habitantes no debe convertirse en una suerte
de voyerismo –no deberíamos mirar tortura por el simple hecho de mirarla. Este
recordatorio crea un leve sentimiento de ironía, porque Dante el poeta fomenta
frecuentemente el voyerismo en sus lectores, utilizando imágenes espectaculares
creando efectos particulares, para retener el interés. En efecto, el poema subsistió, en
gran parte, por su apelación a los sentimientos humanos y a la imaginación; en su
indulgencia, permite el voyerismo más de lo que contribuye a entenderlo. De todas
maneras, Dante continua colocando cuestiones morales en el centro de su trabajo, y la
corrección del personaje de Dante a lo largo del poema, enfatiza las prioridades del
poeta.
Luego de descender hacia el lago Cocito por el gigante Anteo, Dante aclama que él no
puede describir adecuadamente lo que ve: “Si rimas broncas y ásperas tuviese / como
merecerfa el agujero / sobre el que apoyan las restantes rocas / exprimiría el jugo de
mi tema / más plenamente;” (XXXII.1-5), sin embargo, no las tiene. Con “rimas broncas
y ásperas” se refiere a sonidos poéticos discordantes, palabras que evocarían mejor la
austeridad de la escena en el lago congelado. Esta aseveración revela lo suficiente
acerca de la actitud de Dante hacia la poética, el cual implica que la poética debería
ser bella y equilibrada por sobre estridente y discordante. El horror del Infierno no es
sujeto para la melodía y la metáfora del método clásico de escritura. Pero las protestas
de Dante son una falsa modestia; escenas a lo largo de Infierno evidencian su
maestría en este estilo mezclado. Repetidamente, Dante se prueba capas de mezclar
el estilo bajo del italiano medieval con el estilo alto de lo clásico.
Aquí, en el círculo más profundo del Infierno, Dante finalmente encuentra a un pecador
que muestra nulo interés en el –Bocca degli Abati, quien traicionó a los Güelfos
Florentinos en batalle. Degli Abat le dice a Dante que lo deje solo, pero Dante no
puede contener su desprecio hacia este traidor, ilustrando tanto la lealtad hacia los
Güelfos, como también, su insensibilidad aumentada hacia los pecadores. A pesar del
cinismo ocasional de Dante hacia todas las políticas, vemos que permanece leal a su
partido político, los Güelfos, y que los problemas políticos aún pesan en su mente y en
sus emociones.
Al colocar al aún vivo Fray Albergino y a Branca d’Oria en el Infierno, Dante hace su
más grande violación a la teología católica ortodoxa en Infierno. La noción de que el
alma de un pecador pueda ser colocada en el Infierno antes de que éste muera
diverge radicalmente de la doctrina Católica; Dante intenta que sus escenas sean
ilustraciones de la moral Cristiana, su propósito con en esta escena es claramente
otro. Seguramente intente enfatizar la gravedad de los pecados de Alberigo y d’Oria, y
además, agregarle humor al penúltimo canto. No estaría fuera de carácter si el poema
intentara incluir un poco de comedia irónica justo antes de su clímax dramático: el
acercamiento a Lucifer.
CANTO XXXIV
Aun viajando hacia el Noveno Círculo del Infierno, Dante es consciente de una gran
figura en la distancia, escondida por la niebla. Sin embargo, debajo de sus pies,
distingue figuras cubiertas en hielo, a veces muy profundas en este, contorsionadas en
varias posiciones. Estas almas constituyen a los más malvados de todos los
pecadores –los Traidores a sus Benefactores. Su parte en el Infierno, el Cuarto Anillo
del Noveno Círculo es llamado Judecca.
Dante y Virgilio avanzan hacia la forma gigante en la distancia. Cuanto más cerca,
más se distingue a través de la niebla. La vista enerva a Dante a tal extremo que no
distingue si está vivo o muerto. La figura es Lucifer, Dite, Satanás –ningún nombre
hace justicia de esta terrible y horrible vista. El tamaño sólo de sus brazos excede a
todos los gigantes del Octavo Círculo del Infierno puestos juntos. Está metido en el
lago congelado, su torso se eleva sobre la superficie. Mirando hacia arriba, Dante ve
que Lucifer tiene tres horribles caras. Debajo de cada cabeza hay un par de alas que
se mueven hacia delante y hacia atrás, creando el viento helado que mantiene
congelado al lago Cocito.
Cada una de las bocas de Lucifer tiene a un pecador –los tres más grandes pecadores
de la historia de la humanidad, todos Traidores a sus benefactores. En la boca del
medio está Judas Iscariote, quien traicionó a Cristo. En las bocas de la izquierda y de
la derecha cuelgan Bruto y Casio, quienes mataron a Julio César en el senado
Romano. Bruto y Casio aparecen con sus cabezas hacia afuera, mientras que Judas
aparece metido primero de cabeza; sólo sus patas protruyen. Las bocas mastican
sobres sus víctimas, constantemente destruyendo a los traidores en pedacitos, pero
nunca matándolos. Virgilio le dice a Dante que han visto todo del Infierno y que deben
irse inmediatamente.
Subiendo a Dante a su espalda, Virgilio evita las alas de Lucifer y trepa en su cuerpo,
agarrándose de pedazos congelados de pelo, y descendiendo. Debajo del Cocito,
llegan hasta la cintura de Lucifer, aquí, Virgilio se gira lentamente, volviendo a trepar
hacia arriba. Sin embargo, Dante observa que ahora, las piernas de Lucifer se
extienden hacia arriba de ellos, y su cabeza quedó por debajo. Virgilio le explica que
acaban de pasar el centro de la Tierra: cuando Lucifer cayó del cielo, cayó cabeza
primero al planeta; su cuerpo atascado en el medio. Según Virgilio, el impacto causó
que las tierras del Hemisferio Sur se retiraran hacia el Norte; dejando sólo la Montaña
del Purgatorio en las aguas del Sur. Dante y Virgilio trepan por el camino hacia ese
hemisferio, hasta que emergen y vuelven a ver las estrellas del lado opuesto de la
Tierra por el que entraron.
Analysis: Canto XXXIV
En el Cuarto Anillo del Noveno Círculo del Infierno, en la máxima profundidad, Dante
termina con la jerarquía de pecados y completa el catálogo de maldad que domina y
define al Infierno. A pesar de que Infierno explora explícitamente el tema de la divina
retribución y la justicia, las descripciones, caracterizaciones y el análisis del pecado
humano, hacen de la maldad humana el máximo tema del poema. La posición que se
le da al fraude como el peor de los pecados, ayuda a definir la maldad: el fraude, más
que cualquier otro crimen, actúa en contra del regalo más grande que Dios da a la
humanidad –el amor. El grado de maldad en una acción depende, pues, en el grado
de oposición que tenga hacia el amor. El llamado Fraude Ordinario sólo rompe los
lazos naturales de confianza y amor que se forman entre hombres; otras categorías de
fraude alcanzan un nivel mayor de maldad porque rompen más lazos de amor. De
estos fraudes, contra la misma sangre, nación y los invitados, constituyen la punta
ligera de la escala, porque violan sólo los lazos obligados socialmente –nuestra cultura
espera amor hacia la familia, hacia la nación, y el ser buen hospedador. Pero el fraude
contra el benefactor constituye el peor fraude de todos, según Dante, ya que viola el
amor que es puramente voluntario, un amor que se asemeja más al de Dios hacia
nosotros. Correspondientemente, quien traiciona a un benefactor, traiciona
directamente a Dios. Por ende, el máximo pecador, Judas Iscariote, era un hombre
que traicionó simultáneamente a los dos, porque su benefactor era Jesús Cristo.
La justicia sobre la posición de Bruto y Casio en las profundidades del Infierno es más
problemática. La historia cuenta que estos hombres sí traicionaron y asesinaron a Julio
César, pero el estatus de César como un benefactor es discutible. La explicación
acerca de su colocación reposa en la creencia implícita de Dante de que Roma es la
ciudad soberana, destinada a reinar sobre todo el mundo, tanto física como
espiritualmente. Tal como Cristo, cuya iglesia está centrada en Roma, era el máximo
manifestante de la religión, Dante cree que César era el perfecto manifestante del
gobierno secular, como el emperador de Roma en su máximo poder. Debido a que las
preocupaciones espirituales deben, al final, sobrepasar las temporales, Judas ha
cometido el máximo pecado y su cabeza, más que sus piernas, es la que siente la
constante masticada de Lucifer. Sin embargo, el hecho de que Bruto y Casio sufren un
castigo un tanto menos drástico que el de Judas, muestra la creencia de Dante de que
la iglesia y el estado tienen roles equivalentemente importantes, cada uno dentro de su
propia esfera. A lo largo de Infierno, Dante ha expresado la perspectiva de que la
iglesia y el estado deben permanecer separados, pero equivalentes. Ahora, Dante
encuentra un arreglo para el círculo final que completa su visión de la jerarquía moral,
haciendo de esta instancia una última aseveración de sus políticas.
El retrato que Dante hace de Lucifer lo hace ver como una imitación grotesca de Dios
en el Cielo, de la misma manera en que los castigos de los pecadores imitan
grotescamente sus pecados en vida. Del mismo modo, Lucifer, con sus tres cabezas
en un solo cuerpo, constituye la perversión de la Santa Trinidad. La teología medieval
Cristiana sostenía que lo malvado sólo podía distorsionar o imitar, no crear; el Lucifer
que Dante crea es la personificación de esta premisa.
One of the most important aesthetic features of Dante’s Divine Comedy receives little
discussion among readers of the poem’s English translations: Dante’s poetic form, the
terza rima, which scholars believe him to have invented for The Comedy. Terza rima
utilizes three-line stanzas, which combine iambic meter with a propulsive rhyme
scheme. Within each stanza, the first and third lines rhyme, the middle line having a
different end sound; the end sound of this middle line then rhymes with the first and
third lines of the next stanza. The rhyme scheme thus runsaba bcb cdc ded efe, and so
forth. Shelley’s “Ode to the West Wind” (1820) instances one of the finest uses of terza
rima in an English-language poem:
The English language possesses a vocabulary more massive than that of Italian:
because English is descended more or less equally from three different languages
(Latin, Anglo-Saxon, and medieval French), it contains many synonyms. The
wordkingly, for instance, descends from Anglo-Saxon, while regal comes from Latin
androyal comes from French. Despite this abundance of words, English provides far
fewer possibilities for rhyme than Italian, which stems much more directly from Latin, a
language that contains regimented systems for noun and verb endings. Nouns in Italian
are thus much more likely to rhyme with one another than nouns in English; the same
holds true for verbs.
As a result, writing terza rima stanzas, which depend so heavily on available rhymes,
proves punishingly difficult in English. To circumvent this difficulty, most translators
of The Divine Comedy sidestep the terza rima form, choosing to translate either in
prose or unrhymed blank verse. Some translators utilize rhyme, but among recent
translations, only Robert Pinsky’s makes an attempt to preserve Dante’s verse form. In
order to do so, Pinsky makes liberal use of half-rhymes (“near”/“fire,” “alive”/“move”),
and often departs widely from Dante’s original lines—most of his cantos contain fewer
lines than Dante’s.
For these reasons, a discussion of terza rima does not always seem relevant for
English-language readers. Nevertheless, an analysis of Dante’s reasons for using terza
rima helps us to understand better both his style and his themes, two elements that
figure strongly in English readers’ appreciation of the poem.
Dante’s use of terza rima underscores the intricate connections among story, form, and
theme in Inferno, an unprecedented and unmatched unity of parts that is probably
Dante’s greatest poetic achievement. First, as the rhyme scheme passes new rhymes
from one stanza to the next, it creates a feeling of effortless forward motion. This
dynamic matches the endless advance of Dante and Virgil as they descend into Hell,
an advance that drives the plot. Second, terza rima, with its three-line stanzas, reflects
other groupings of threes found throughout Dante’s poem, all of which contribute to a
complex symbolism. The number three plays an important role in Catholic theology
because of the triune God, made up of the Father, Son, and Holy Ghost. In Inferno,
Dante encounters three beasts in the first canto; three holy women send Virgil to guide
him; Satan has three heads and chews on three sinners. By using terza rima, Dante
makes a thematic element into a structural building block as well. Terza rima also
serves to link the poem’s smaller formal structure to its larger geometry, for the three-
line stanzas mirror the three-pronged nature of the entire Divine Comedy, which
comprises Inferno, Purgatorio, and Paradiso. Furthermore, each of these parts
contains its own three sections: inInferno, for instance, these are the Ante-Inferno,
Upper Hell, and Lower Hell.Purgatorio and Paradiso each have thirty-three cantos;
although Inferno has thirty-four, its first canto acts as a general prologue to The
Comedy as a whole. Hell, in its entirety, divides into nine circles—three times three.
Many more threesomes exist as well, illuminating only a small part of the intricacies of
Dante’s structural plan.
1.
These famous lines, narrated by Dante, open Inferno and immediately establish the
allegorical plane on which the story’s meaning unfolds (I.1–2). The use of such potent
words as “journey” and “right road” signifies the religious aspect of Dante’s impending
adventure and quickly notifies us that we are leaving the realm of the literal. Likewise,
the image of being lost in “dark woods” sets up a clear dichotomy between the
unenlightened ignorance involved in a lack of faith in God and the clear radiance
provided by God’s love. The simple contrast between the “dark woods,” which embody
Dante’s fear, and the “right road,” which embodies Dante’s confidence in God, makes
his challenge clear—he sets out to look for God in a sinful world. His reference to “our
life” contributes to the allegorical level of Inferno: the journey upon which Dante is
embarking is not solely his but rather that of every human being. He describes his
journey in only the vaguest of terms, with no mention of where he is coming from or
where he is heading, because he believes that this journey is one that every individual
undertakes so as to understand his or her sins and find his or her peace with God.
2.
Dante reads these lines, which he finds inscribed on the Gate of Hell, as he and Virgil
pass into the Ante-Inferno before the river Acheron in Canto III (III.1–7). These lines
may be said to represent the voice of Hell, as they declare its nature, origin, and
purpose, and thus pave the way for what is to come throughout the poem. First, the
inscription portrays Hell as a city, which defines much of the geography of the poem—
Hell is a geographically contained area bound by walls and containing a vast
population of souls. Hell is thus a grotesque counterpart to Heaven, which Virgil
describes as the city of God. Second, the inscription portrays Hell as a place of eternal
woes, pain, and loss, situating it as the center of God’s strict punishment of sinners, a
place from which there is supposed to be no escape (“A B A N D O N A L L H O P E ”).
3.
This passage, in addition to being one of the most famous in Inferno, is one of the most
moving. Dante heightens the tragic quality of the romance between Paolo and
Francesca with his mastery of the style of romantic love poetry—one of the many
modes that he assumes in Inferno. These lines also imply the power of literature to
excite the emotions, a power that Dante hoped to harness. Perhaps most important,
they offer a sympathetic story to explain the suffering of these souls in Hell, allowing
the reader to share Dante’s compassion for them. As the poem progresses, the stories
told by the damned souls grow less and less sympathetic, compelling the reader to
share Dante’s growing abhorrence of sin and underscoring the poem’s theme that sin
is not to be pitied.
4.
Y no los abrí;
Dante speaks these lines in reference to a promise, in Canto XXXIII, to open Fra
Alberigo’s eyes for him (XXXIII.146–147). Alberigo, one of the living men who was
snatched and brought to Hell before they died because of the magnitude of their sins,
is lying supine in Cocytus, the frozen lake; his tears have frozen over his eyes, and he
has asked Dante to remove the rings of ice from his eyes so that he might cry freely for
a time. Dante initially agrees, but after he realizes the extent of the man’s evil, he
changes his mind and recants his promise, taking pleasure in Alberigo’s suffering. This
quote is extremely important to Dante’s overall development in the poem, indicating the
extent to which he learns not to pity suffering sinners and to despise sin
wholeheartedly. At the beginning of Inferno, Dante weeps for many of the suffering
souls; by the penultimate canto, he doesn’t even help them weep for themselves. This
attitude, wholly endorsed by Virgil, may seem harsh to the modern reader, but it is
portrayed in Inferno as Dante’s necessary first step toward overcoming sin in his own
life and finding salvation in God.
5.
These concluding words of Inferno describe Dante and Virgil’s climb out of the
underworld and back to the surface of the Earth (XXXIV.134–140). Dante the poet
fancies that when Lucifer was flung down from Heaven, he struck the Earth in a place
exactly opposite Jerusalem in the Southern Hemisphere and penetrated the center of
the planet; the cavity left by his fall is Hell. As Dante and Virgil climb out of Hell on the
other side of the world, they climb up through a cavity that was once full of earth; the
earth was displaced by Lucifer’s fall and thrust up to the surface, where it formed an
island. This island is Purgatory, which Dante tours in the next part ofThe Divine
Comedy, Purgatorio, as he continues his trek toward salvation.
These lines are chiefly important because of how they end: Dante, fresh from his
nightmarish visit to Hell, gazes up at Heaven’s stars. This image symbolizes the idea
that Dante has begun his slow climb out of sin and confusion and has taken a step
toward Beatrice and God, ending this very dark poem on a note of brilliant optimism. It
is greatly significant that both Purgatorio and Paradiso end with the same word
as Inferno: stele, or the stars. It is clear not only that Dante aspires to Heaven but also
that his poem aspires to a place among the epics.