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LITERATURA MEDIEVAL

¿Qué idea tienes sobre estos lugares


¿Qué es el infierno?
¿Qué es el purgatorio?
¿Qué es el cielo?

Señoritas estudiantes le invitamos a leer el siguiente texto.


LA DIVINA COMEDIA
Un encuentro decisivo
Al principio de su relato, del cual es narrador y protagonista, el poeta Dante, de aproximadamente 35 años
de edad, se encuentra en medio de la espesura de una selva oscura. Se perdió y es amenazado por animales
salvajes que le cierran el camino de regreso. Entonces se le aparece un salvador insólito: Virgilio, el poeta
romano apreciado por Dante. Este le ofrece llevarlo fuera del bosque por otro camino: a través del Infierno y
la montaña del Purgatorio. Virgilio disipa los titubeos iniciales de Dante. Por la puerta del Infierno, ambos
entran en el Inframundo que, como un embudo gigante en forma de espiral, llega hasta el centro de la Tierra.
En el Vestíbulo del Infierno, Dante ve cómo personas miserables son atormentadas por avispas y
mosquitos. Virgilio explica que se trata de personas cobardes a las que ni el Infierno ni el Paraíso han
querido. En el Aqueronte, el río de los muertos, el barquero Caronte es el encargado de la travesía al primer
círculo del Infierno.

Los primeros cinco círculos del Infierno


En el primer círculo del Infierno, ambos viajeros se encuentran a Homero, el poeta soberano, así como a
Horacio, Ovidio y Lucano, quienes reciben amablemente a Virgilio y también incluyen a Dante en su
compañía. Juntos caminan hasta una fortaleza en cuyos jardines se encuentran los grandes héroes de la
Antigüedad: Eneas, Héctor, César, Electra, Pentesilea y Bruto. Frente a ellos, Dante ve a muchos maestros
filósofos, como Platón, Sócrates y Demócrito. Como no tienen culpa, pero murieron sin bautizar, pueden
quedarse aquí, en el Limbo, la periferia del Infierno.
En medio del camino de nuestra vida / me encontraba en una selva oscura / porque la vía correcta perdido
había”. (Infierno, Canto Primero)
La entrada al verdadero Infierno la obstruye Minos, un rey antiguo con forma de monstruo alado. Como
maestro y juez del lugar, él sabe a qué lugar del Infierno enviar a los recién llegados. En el segundo círculo
del Infierno, las parejas de amantes pecadoras son empujadas una y otra vez unas contra otras por un viento
infernal. Entre los penitentes famosos se encuentran Cleopatra, la bella Helena, el héroe Aquiles y Tristán.
En el tercer círculo del Infierno, el can de tres cabezas, Cerbero, les gruñe a los golosos y comelones. Las
almas torturadas tienen que defenderse de los ataques de la bestia en medio de una lluvia fría y granizo.
Plutón, el dios romano del Inframundo, custodia el cuarto círculo del Infierno; aquí expían sus pecados los
avaros y los derrochadores. Como se odiaban mutuamente, tenían que arrojarse unos a otros enormes
cantidades de piedras. En el camino hacia el quinto círculo del Infierno, los caminantes pasan por un
pantano que apesta de manera atroz. En esta agua, llamadas Estigia, se destrozan con los dientes los que
fueron irascibles durante su vida, mientras que, bajo las fangosas aguas, las almas hoscas burbujean su
canción de descontento.

A través de la ciudad de Dite hasta el sexto círculo del Infierno


Cuando llegan a la otra orilla, varios diablos pequeños les cierran el paso a los viajeros a la ciudad de Dite,
la entrada al Bajo Infierno. Solo con la ayuda de un ángel al que llamaron los viajeros, logran abrir la puerta.
Apenas entran, Dante oye enseguida miserables lamentos y quejas. Aquí, en el sexto círculo del Infierno,
los herejes yacen en sus ataúdes y soportan tormentos de fuego sin fin. En un breve descanso, Virgilio
aprovecha la ocasión para explicarle a Dante la organización interna del Infierno.
Dejad toda esperanza los que entráis”. (Infierno, Canto Tercero, Inscripción en la puerta del Infierno)
En los círculos del Infierno que han visto hasta ahora, estaban los pecadores de la desmesura. Estos eran
relativamente inofensivos comparados con los pecadores de la maldad, que con plena conciencia habían
cometido sus culpas. A ellos les estaban reservados los tres círculos inferiores del Infierno.

No queda huella de ellos en la tierra, / la justicia y la caridad los desdeña, / no hablemos de ellos, pasa y
mira”. (Infierno, Canto Tercero, Virgilio sobre las “almas tibias”)
El Minotauro, un monstruo mitad hombre, mitad toro, custodia la entrada al séptimo círculo del Infierno.
En un río de sangre ardiente, Dante conoce a las almas que durante su vida levantaron la mano contra otras
personas. Según sus atrocidades, estos malhechores están sumergidos a distintas profundidades en este
raudal sangriento. En la otra orilla del río de sangre, los viajeros encuentran maleza silvestre. Allí anidan las
arpías (demonios con apariencia de aves), que se comen con gusto los arbustos. Cuando Dante troncha una
rama, la planta empieza de inmediato a sangrar y a quejarse del trato. El arbusto le explica a Dante que él se
suicidó en el bosque. Todos los que ejercen violencia contra sí mismos se convierten en ramas en esta parte
del Infierno.

Cerbero, cruel y deforme fiera, / ladraba, igual que un perro, con sus tres fauces / a la gente que ahí
anduviera”. (Infierno, Canto Sexto)
En un precipicio en el que desemboca atronador uno de los ríos del Inframundo, Virgilio arroja una cuerda a
la profundidad del abismo. Después, flotando con esta, viene hacia ellos una figura que causaría espanto a
cualquiera: un dragón con cara de hombre, cuerpo de serpiente y cola de escorpión llamado Gerión, sobre
cuyas espaldas ambos viajeros llegan al octavo círculo del Infierno.

Las fosas de los estafadores: el octavo círculo del Infierno


Esta parte del Infierno se compone de 10 fosas, que están dispuestas en torno al pozo del Infierno. Están
reservadas para los fraudulentos. En la primera fosa, Dante y Virgilio ven a los proxenetas y seductores,
que son torturados con un látigo por pequeños demonios. En la segunda fosa, un tremendo hedor sube hasta
la nariz de los viajeros: aquí se revuelcan en estiércol los aduladores y las prostitutas. Los simoniacos, que
practicaron un lucrativo negocio con objetos eclesiásticos importantes, están metidos de cabeza en pozuelos
ardientes. Reciben el escarnio de Dante que se pronuncia en contra de la mezcla de la Iglesia y el Estado. En
la cuarta fosa, caminan los falsos adivinos con los rostros vueltos hacia las espaldas. Sumergidos en una
repugnante y hedionda pez, los portadores corruptos de cargos públicos son castigados en la quinta fosa. En
la sexta fosa, los hipócritas, cubiertos con pesados mantos de plomo dorados por fuera, marchan sobre los
fariseos crucificados, entre ellos, el sumo sacerdote Caifás, que exigió la muerte de Jesús. Los dos viajeros
deben ascender penosamente para llegar a la séptima fosa, donde los ladrones son atormentados por
serpientes. En la octava fosa, están envueltos en pequeñas llamas los alevosos y los consejeros fraudulentos.
Entre ellos, está también el ingenioso Ulises. En la novena fosa, se encuentran los cismáticos. A ellos
pertenece prominentemente Mahoma, cuyos intestinos cuelgan hacia afuera. En la décima fosa, finalmente,
los falsificadores se retuercen con enfermedades que provocan repugnancia.

El encuentro con Lucifer y el regreso a la superficie


Virgilio y Dante llegan a la orilla del noveno y último círculo del Infierno. Allí, en el lago helado de
Cocito, expían sus culpas los peores pecadores del Infierno: los traidores. El propio gigante Lucifer está
atrapado en el hielo. Con sus tres bocas, despedaza a Judas, el traidor de Cristo y a los dos traidores de
César, Bruto y Casio. Dante y Virgilio no se dejan atemorizar; trepan por el hirsuto pelo de Lucifer y luego
suben por algunas hendiduras para finalmente llegar a la superficie de la Tierra.
Nada temas, que nuestro viaje / no puede ser por nadie impedido, pues Él lo permitió” (Infierno, Canto
Octavo)
Aquí es donde encuentran a Catón, el guardián del Purgatorio, que es la montaña que deben subir las almas
que no están perdidas del todo. A petición de Virgilio, Catón les permite a ambos seguir en dirección a la
montaña del Purgatorio.

En las alturas: en la montaña del Purgatorio


Al pie de la montaña del Purgatorio, los dos viajeros encuentran almas que permanecen aquí en espera: en
vista de que solo en el momento de su muerte habían mostrado arrepentimiento, no los dejaron quedarse
enseguida en la montaña. Dante y Virgilio encuentran al poeta político Sordello, que los guía hasta un valle
donde esperan la redención los príncipes europeos que durante su vida no se interesaron en la salvación de
su alma. Ahora entran por las puertas del Purgatorio propiamente dicho. Un ángel guardián procede a grabar
en la frente de Dante siete P (del latín peccatum, pecado). Estas marcas de los siete pecados capitales deben
irse borrando una tras otra a medida que Dante suba por la montaña del Purgatorio.
A Dios, a sí mismo y al prójimo /se puede violentar, sea por él, sea por sus cosas / como aún puedes
escuchar claramente de mí”. (Infierno, Canto Undécimo, Virgilio sobre las clasificaciones de los violentos)
El ángel abre la puerta con sus llaves; Dante y Virgilio, acompañados de cantos y música, atraviesan el
umbral del primer aro de la montaña del Purgatorio. Aquí expían los vanidosos y los soberbios, que
deben cargar enormes pesos de piedra. En el segundo aro, Dante y Virgilio encuentran a los envidiosos
afectados por la ceguera y sentados en cuclillas en un triste agujero, donde voces invisibles les exigen
caridad. El tercer aro está envuelto en una espesa niebla, donde los iracundos piden clemencia a todos los
santos. En el cuarto aro, Virgilio aprovecha la oportunidad para explicarle a su acompañante sobre las siete
gradas de la montaña del Purgatorio, mientras a su alrededor, pasan a toda prisa los que fueron perezosos
durante su vida. Los avaros, amarrados al suelo, evocan los nombres de todos aquellos a los que dejaron en
la pobreza. Después de una breve conversación con el espíritu de Hugo Capeto, el progenitor de la casa real
francesa, Dante y Virgilio le dan la espalda al quinto aro. En el sexto, los viajeros encuentran hambrientos
y demacrados a los que pecaron de gula, que aquí hacen penitencia por sus excesos.

Del señor de aquel reino del dolor / medio pecho del hielo sobresale”. (Infierno, Canto Trigésimo Cuarto,
sobre Lucifer)
Al llegar al séptimo aro, los viajeros ven a los voluptuosos que atraviesan una enorme pared de fuego
mientras recitan ejemplos de castidad. Al igual que en todas las gradas hasta aquí, Dante se detiene a
conversar con algunas de las almas. Más tarde, un ángel guardián les dice que deben atravesar el fuego.
Algo titubeantes, Dante y Virgilio se arriesgan a dar también este paso.

El Paraíso Terrenal
Detrás de la pared de fuego, encuentran el jardín del Paraíso Terrenal. Aquí son testigos de la marcha
triunfal de la Iglesia, una procesión que se sirve de algunas alegorías de los libros bíblicos de Ezequiel y
Revelación: el carro del triunfo de la iglesia es arrastrado por un grifo, precedido por siete luminares,
seguidos por los 24 ancianos del Apocalipsis. Alrededor del carro, bailan las tres virtudes teologales
(caridad, esperanza y fe) y las cuatro virtudes cardinales (prudencia, coraje, justicia y templanza). Detrás del
carro, marchan siete apóstoles. Cuando el carro se detiene junto al Árbol del Conocimiento, Dante reconoce
a su amada Beatriz en una nube suspendida sobre él. Después de lavarse Dante en las aguas del río Leteo,
está purificado y preparado para el siguiente tramo de su viaje: el ascenso al Paraíso.

Las nueve esferas del Paraíso Celestial


Virgilio, el guía de Dante, debe dejarlo: sus conocimientos no son suficientes para explicar las maravillas del
Paraíso. La propia angelical Beatriz se mantiene al lado de Dante en su vuelo por las nueve esferas del
Paraíso, durante el cual, con lenguaje escolástico sobre las relaciones de causalidad de la materia y el
espíritu, ella le explica en detalle la influencia divina y material.
¡A la montaña corran para purificar la mancha / que todavía la vista de Dios les oculta!” (Purgatorio,
Canto Segundo, Cato a las almas retrasadas)
En la primera esfera –el cielo de la Luna– Dante y Beatriz conversan sobre el origen de las manchas de la
Luna. Beatriz le explica a Dante que las manchas se deben a la potencia de Dios en el universo. En el cielo
de la Luna, ve a las almas que no cumplieron sus votos. En el cielo de Mercurio, Dante encuentra el alma
del emperador Justiniano, que le presenta una historia del Imperio Romano mediante cuadros simbólicos.
Las almas del cielo de Mercurio son bienhechores que se encuentran rodeados de una luz melodiosa. En
el cielo de Venus, gira la luz de los amantes. En la esfera del Sol, retozan como luces danzantes los grandes
doctores de la Iglesia. Dos de ellos, el dominico Tomás de Aquino y el franciscano Buenaventura, le narran
a Dante la vida de los fundadores de sus órdenes. Las almas de los mártires y guerreros por la fe forman una
cruz radiante y melodiosa que proporciona luz a Dante y a Beatriz en el cielo de Marte. Los monarcas
justos son asignados al cielo de Júpiter. Las almas luminosas y melodiosas forman aquí una cabeza de
águila que insulta a los malos príncipes y elogia a los soberanos bondadosos. En el cielo de Saturno, Dante
atisba la escalera de Jacob, que es de oro y llega hasta la esfera más alta del Paraíso. El fundador de la
primera orden, Benito (o Benedicto) de Nursia está flotando ahí y le habla a Dante de la fundación de su
claustro. Rápido como cometa, Dante sube al cielo estelar o de las estrellas fijas, desde el cual la Tierra le
parece diminuta. Los apóstoles Pedro, Santiago y Juan lo examinan en las tres disciplinas: fe, esperanza y
caridad. Como recompensa por sus buenas respuestas, Dante se encuentra con Adán, el primer hombre, y
abandona ahora totalmente las esferas terrenales del Paraíso.

Unidad con Dios


En el cielo cristalino, o novena esfera, Dante ve, en la luz deslumbrante del empíreo, la esfera en la que se
halla Dios. Beatriz le explica la jerarquía de los ángeles, que se mueven en grupo en torno a esa luz.
Deploran la evolución errónea de la Iglesia, que ha tergiversado el mensaje del Evangelio y ofende con el
tráfico de indulgencias. Finalmente, el propio poeta flota hacia arriba hasta el empíreo, donde ve la rosa
celestial que está reservada para los bienaventurados. Como punto culminante de su viaje, ve a Dios: una luz
brillante que revela el misterio de la Trinidad. Dante no es capaz de describir lo que ve, tan extasiado está
por la visión, y asciende a ella como cegado por un rayo.

Después de haber leído el resumen. Ahora responda las siguientes interrogantes:

1. Autor de la divina Comedia.


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2. ¿Quién es el guardián del Purgatorio?
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3. ¿Qué personaje de la Divina Comedia acompaña a Dante por el Infierno y el Purgatorio?
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4. ¿En qué parte se localizan los círculos de la soberbia, la envidia y lujuria?
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5. ¿Cómo se llama la musa inspiradora de Dante Alighieri?
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