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Alfonsina Storni
(extracto)
Hombre pequeñito, hombre pequeñito, Ludovico Ariosto
Suelta a tu canario que quiere volar…
Yo soy el canario, hombre pequeñito,
Injustísimo Amor, ¿por qué así avaro
déjame saltar.
nuestros deseos concertar te antojas?
Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
¿Por qué, pérfido, con placer tan caro
hombre pequeñito que jaula me das.
en dos almas discorde amor alojas?
Digo pequeñito porque no me entiendes,
No consientes que cruce el vado claro
ni me entenderás.
y al más ciego y mayor fondo me arrojas:
Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
dictas que a quien desea mi amor desame,
ábreme la jaula que quiero escapar;
y a aquel que me odia más, que adore y ame.
hombre pequeñito, te amé media hora,
no me pidas más.
Si me quieres, Quejas
quiéreme entera Dolores Veintimilla
(Dulce María Loynaz) ¡Y amarle pude....Al sol de la existencia
Se abría apenas soñadora el alma.....
Si me quieres, quiéreme entera, Perdió mi pobre corazón su calma
no por zonas de luz o sombra… Desde el fatal instante en que le hallé.
Si me quieres, quiéreme negra Sus palabras sonaron en mi oído
Como música blanda y deliciosa;
y blanca, y gris, verde, y rubia, Subió a mi rostro el tinte de la rosa;
y morena… Como la hoja en el árbol vacilé.
Quiéreme día,
quiéreme noche… Su imagen en el sueño me acosaba
¡Y madrugada en la ventana abierta!… Siempre halagüeña, siempre enamorada:
Si me quieres, no me recortes: Mil veces sorprendiste, madre amada,
¡Quiéreme toda… O no me quieras! En mi boca un suspiro abrasador;
Y era él quien arrancaba de mi pecho,
El, la fascinación de mis sentidos;
El, ideal de mis sueños más queridos;
El, mi primero, mi ferviente amor.
Desmayarse, atreverse, estar furioso, Soy tu esclavo. ¿Qué más puedo querer
áspero, tierno, liberal, esquivo, que no sea complacer tus deseos?
alentado, mortal, difunto, vivo, No tengo nada importante que hacer
leal, traidor, cobarde y animoso; hasta que tú requieres de mi empleo.
no hallar fuera del bien centro y reposo, Del tiempo no reprocho la cadencia
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo, lenta de minutos cuando en ti pienso.
enojado, valiente, fugitivo, Ni siento la amargura de tu ausencia
satisfecho, ofendido, receloso; cuando adiós me dices y no te tengo.
Profundidad.
José de la Serna
No pretendo que me ames porque te hago reír, sino porque te hago pensar.
Odio a los comediantes que todo banalizan, que su amor es risa permanente y, ofensa a la vida; aligerando
toda la carga. De tierras fértiles y selvas húmedas dejan campos yermos con la saliva de sus risas.
Corre de las carcajadas y bromas que llevan a la superficie, inyectando con gas y aire caliente, los metales
preciosos que se hunden en las profundidades de la mente.
Eres mar.
No camines sobre las aguas.
Deslízate a las profundidades.
Camina entre océanos.
El amor ha de ser una daga que se clava en la duda, que se hunde en la carne y no se detiene hasta tocar el
corazón, hasta encontrar un secreto; ser revelación y conocimiento. Acero que se hunde y oculta en las
tinieblas, tesoro encriptado, cima mortal. Así te amo. Por eso no pretendo hacerte reír, hacerte feliz más
que hacerte pensar. Y así hasta que la muerte nos separe
DOS COSAS
José De la Serna
Hay dos cosas que espero de ti: la primera es que al regresar ya no estés. Vete y no vuelvas. No me
perdono encontrarte cada día en el mismo lugar, capaz de cosas grandiosas.
Regreso de mi oficina, el mismo lugar gris con gente en trance. Ruego porque te marches, que dejes todo
excepto tu persona, que cambies de rumbo y vueles lejos. Tocar la puerta y escuchar silencio. Me
preguntaré una vida entera qué sucedió con la mujer que amo. Te imaginaré en lugares sorprendentes:
escalando montañas, recorriendo desiertos, viviendo con culturas distintas. Te buscaré y no coincidiremos
nunca más porque estaremos en mundos diferentes.
Lo segundo: no hagas caso a todo lo que digo.
Regresa y llévame contigo.
Todo de ella.
José de la Serna
¡Yo! que recorrí con mis dedos la extensión total de su piel y encontré lunares que nadie jamás había
visto. ¡Yo! Que la besé en los pliegues más profundos y desentrañé aromas desconocidos. ¡Yo! Que le
escribí mil poemas y soporté sus infiernos. ¡Yo! Que coroné con mil besos sus pezones y bañe de saliva,
sudor y semen su entrepierna. ¡Yo! Que conté de manera efectiva, en tres ocasiones, las pecas de su
espalda, los latidos de su corazón al hacer el amor, los parpadeos, los pujidos y alaridos. ¡Yo! Que lo sabía
casi todo de ella, que memoricé sus recuerdos y alguna vez encendí sus pasiones; con la fuerza de los
dioses, con la intensidad de mil soles. ¡Yo! que discutí durante horas a base de poesía, que reí llorando,
escuché atento, enfermé a su lado, compartí jeringas, pastillas, cuerpo, ropa, sensaciones; y ahora…
Ahora me toca,
saber,
como se marcha,
como me deja.
Estoica,
triunfadora,
sin mirar atrás.
Ella escapa,
con gracia,
de Gomorra.
¡Carajo! También me gusta que me soportes cuando me pongo loco y me gusta que pagues la cuenta y me
abras la puerta y me beses las mejillas y me cuides cuando enfermo. También me gusta que me entiendas.
Que necesito tiempo a solas y que repudio me pongas constantemente a prueba. Odio que me ignores y
pases sobre mí en las opiniones. Me llena de coraje cuando piensas que eres la única que necesita
comprensión, cariño y aguantar toda la mierda que viene a la cabeza.
Te quiero decir que me gustan tus dedos; el chueco y aplastado que llevas por pulgar; probablemente es lo
que más me gusta de ti, aunque la gente lo vea extraño. Me gusta tu sonrisa siniestra, tu mirada curva, tus
pechos, tu pezón desorbitado, tu vientre ligeramente abultado, los labios de tu vulva, tus muslos blancos, tus
pies gordos, el tacto de tus manos, el color de tus labios, tu nariz y gafas, tus hombros delgados, tus nalgas y
los moretones que brotan por motivos inesperados. Me gusta tu enfermedad y tú llanto.
Odio cuando te ahogas en un vaso y todo es tristeza, problemas absurdos sin solución. Odio cuando manejas
alcoholizada; no lo haces tan bien como dices. Odio sentirme controlado y con la obligación de responder a
los protocolos románticos que te has creado. Odio que me grites, me calles, que me apuntes con el dedo, que
en un intento desesperado por hacerme guardar silencio; presiones mi boca y estrujes mis labios. Que seas
ciega ante los detalles que brindo; que me hagas cambiar la ropa que te regalo porque no atino jamás a tu
talla. Odio que pienses en mí, como un tipo que te engañaría a la mínima provocación, que me consideres un
niño que solicita protección. Que tengas una idea inamovible de lo que es un hombre; que creas que estoy
interesado en el tamaño de los senos, la forma de las caderas, el cuidado de la piel y las múltiples
agrupaciones de grasa en las mujeres desconocidas… de acuerdo, a veces observo a esas mujeres; interés
meramente sexual; mis sentimientos andan en otro lado.
Hay muchas cosas que no te dije; la más importante de todas es que te amo. No con menos miedo que
cuando te conocí; sin embrago te lo digo, te amo y no te soporto. No aguanto tu presencia y no soporto tu
ausencia. Estas llena de aristas y vértices, de conflictos emocionales por resolver, de celos, de ideas extrañas
que se anidan en la parte insoportable de tu lengua. Gritas y sufres por minucias invisibles. Nada que
propongo te gusta; crees tener siempre un mejor plan, una mejor forma, un camino más corto.
Somos demasiado “yo” para compartirlo. De esas personas que están mejor solas; mejor solas que bien o
mal acompañadas.
Te amo pero no te soporto; con ese constate deseo de control, con tu interminable búsqueda de atención y la
perpetua solicitud de llenar vacíos que solo tú comprendes.
Ojalá hubiéramos terminado antes; antes de compartir ideas, antes de querernos raros, de caminar al ocaso,
platicar de madrugada. Antes de llevarnos a la cama, antes del sexo, las felaciones y cunnilingus. Antes de
temernos tanto, abrazarnos diario, besarnos profundo, dormir al costado, soñar con un hogar. Antes de soñar
con una familia que pretendía reparar los errores de las que ya tenemos, soñar con hacer todo mejor que
nuestros padres y otras parejas. Ojalá nos hubiéramos separado antes de que te amara, cuando aún dudaba.
Un lado de mi almohada guarda el aroma de tu cabello. Me resulta insoportable dormir con el recuerdo
presente, aunque no he hecho mucho para sacudirlo. Llevo una sudadera manchada de tu sangre a la altura
del pubis. Me fumé el último cigarro que me regalaste. Tengo un par de cartas en las que prometes que el
invierno de tus sentimientos terminara; no lo hicieron. Perdí mis anteojos el día que te dejé; tal vez por eso no
veo bien. Evito la sala y las películas. Ahora bebo el té de hiervas; el de sabor horrible que me hacías tomar.
Me sobran preservativos y me faltas tú.
Hay cosas que me gustaría decirte para un futuro; las más importantes.
Cuidado con las dietas, come bien. Si te sientes resfriada toma vitamina c. Abrígate que tienes un sistema
inmune asqueroso. No regreses con tu exnovio, es un desastre. Ten cuidado con el tarado del bar, te trae
ganas y roba cosas. Que tus parejas usen condón, es mejor tener cuidado. No entres a trabajar en la
industria, no pagan lo suficiente por hacer algo que no te gusta. Espera, ya encontrarás el camino. Los
consejos de tu amiga son un asco, nunca solucionaron nada.