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DECLAMACION EN EL AULA.

Me gusta cuando callas

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,


y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma


emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, 
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.


Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio


claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.


Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Autor: Pablo Neruda.


Poema XX. Pablo Neruda

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.


Escribir, por ejemplo: “La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.”
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo.
RIMA LIII Quejas (Veintimilla)

Volverán las oscuras golondrinas de Dolores Veintimilla


en tu balcón sus nidos a colgar,
¡Y amarle pude....Al sol de la existencia
y otra vez con el ala a sus cristales Se abría apenas soñadora el alma.....
jugando llamarán. Perdió mi pobre corazón su calma
Desde el fatal instante en que le hallé.
Sus palabras sonaron en mi oído
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
Como música blanda y deliciosa;
tu hermosura y mi dicha a Subió a mi rostro el tinte de la rosa;
contemplar, Como la hoja en el árbol vacilé.
aquellas que aprendieron nuestros
Su imagen en el sueño me acosaba
nombres...
Siempre halagüeña, siempre enamorada:
¡esas... no volverán!. Mil veces sorprendiste, madre amada,
En mi boca un suspiro abrasador;
Volverán las tupidas madreselvas Y era él quien arrancaba de mi pecho,
El, la fascinación de mis sentidos;
de tu jardín las tapias a escalar,
El, ideal de mis sueños más queridos;
y otra vez a la tarde aún más El, mi primero, mi ferviente amor.
hermosas
sus flores se abrirán. Sin él, para mí, el campo placentero
En vez de flores me obsequiaba abrojos:
Sin él eran sombríos a mis ojos
Pero aquellas, cuajadas de rocío Del sol los rayos en el mes de abril.
cuyas gotas mirábamos temblar Vivía de su vida aprisionada;
y caer como lágrimas del día... Era el centro de mi alma el amor suyo;
Era mi aspiración, era mi orgullo....
¡esas... no volverán!
¿Por qué tan presto me olvidaba el vil?

Volverán del amor en tus oídos


las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas


como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...;
desengáñate,
¡así... no te querrán!

Gustavo Adolfo Becquer.

Aspiración (Veintimilla)

de Dolores Veintimilla

Yo no quiero ventura ni gloria,


Sólo quiero mi llanto verter:
Que en mi mente la cruda memoria
Sólo tengo de cruel padecer.
Cual espectro doliente y lloroso
Sola quiero en el mundo vagar,
Y en mi pecho, cual nunca ardoroso,
Sólo quiero tu imagen llevar.

Yo no quiero del sol luminoso


Sus espléndidos rayos mirar,
Mas yo quiero un lugar tenebroso
Do contigo pudiera habitar.

Si del mundo un imperio se hiciera,


Que encerrara tesoros sin cuento;
Si este imperio a mis pies se pusiera,
Lo cambiara por verte un momento.

Si ángel fuera a quien templos y altares


En mi culto se alzaran tal vez,
Con tormentos cambiara eternales
Por estar un instante a tus pies.

La noche y mi dolor

de Dolores Veintimilla
El negro manto que la noche umbría
Tiende en el mundo a descansar convida,
Su cuerpo extiende ya en la tierra fría
Cansado el pobre y su dolor olvida.

También el rico en su mullida cama


Duerme soñando avaro sus riquezas,
Duerme el guerrero y en su ensueño exclama:
Soy invencible y grandes mis proezas.

Duerme el pastor feliz en su cabaña


Y el marino tranquilo en su bajel;
A éste no altera la ambición ni saña
El mar no inquieta el reposar de aquel.

Duerme la fiera en lóbrega espesura,


Duerme el ave en las ramas guarecida,
Duerme el reptil en su morada impura,
Como el insecto en su mansión florida.

Duerme el viento.... La brisa silenciosa


Gime apenas las flores acariciando;
Todo entre sombras a la par reposa,
Aquí durmiendo más allá soñando.

Tú, dulce amiga, que talvez un día


Al contemplar la luna misteriosa,
Exaltabas tu ardiente fantasía
Derramando una lágrima amorosa.

Duerme también tranquila y descansada


Cual marino calmada la tormenta,
Así olvidando la inquietud pasada
Mientras tu amiga su dolor lamenta.

El amor nuevo
Todo amor nuevo que aparece
nos ilumina la existencia,
nos la perfuma y enflorece.

En la más densa oscuridad


toda mujer es refulgencia
y todo amor es claridad.
Para curar la pertinaz
pena, en las almas escondida,
un nuevo amor es eficaz;
porque se posa en nuestro mal
sin lastimar nunca la herida,
como un destello en un cristal.

Como un ensueño en una cuna,


como se posa en la rüina
la piedad del rayo de la luna.
como un encanto en un hastío,
como en la punta de una espina
una gotita de rocío…

¿Que también sabe hacer sufrir?


¿Que también sabe hacer llorar?
¿Que también sabe hacer morir?

-Es que tú no supiste amar…

CARICIA

Madre, madre, tú me besas,


pero yo te beso más,
y el enjambre de mis besos
no te deja ni mirar...

Si la abeja se entra al lirio,


no se siente su aletear.
Cuando escondes a tu hijito
ni se le oye respirar...

Yo te miro, yo te miro
sin cansarme de mirar,
y qué lindo niño veo
a tus ojos asomar...

El estanque copia todo


lo que tú mirando estás;
pero tú en las niñas tienes
a tu hijo y nada más.

Los ojitos que me diste


me los tengo de gastar
en seguirte por los valles,
por el cielo y por el mar..

Gabriela Mistral.
¿QUÉ LES QUEDA A LOS JÓVENES?

¿Qué les queda por probar a los jóvenes


en este mundo de paciencia y asco?
¿sólo grafitti? ¿rock? ¿escepticismo?
también les queda no decir amén
no dejar que les maten el amor
recuperar el habla y la utopía
ser jóvenes sin prisa y con memoria
situarse en una historia que es la suya
no convertirse en viejos prematuros

¿qué les queda por probar a los jóvenes


en este mundo de rutina y ruina?
¿cocaína? ¿cerveza? ¿barras bravas?
les queda respirar / abrir los ojos
descubrir las raíces del horror
inventar paz así sea a ponchazos
entenderse con la naturaleza
y con la lluvia y los relámpagos
y con el sentimiento y con la muerte
esa loca de atar y desatar

¿qué les queda por probar a los jóvenes


en este mundo de consumo y humo?
¿vértigo? ¿asaltos? ¿discotecas?
también les queda discutir con dios
tanto si existe como si no existe
tender manos que ayudan / abrir puertas
entre el corazón propio y el ajeno /
sobre todo les queda hacer futuro
a pesar de los ruines de pasado
y los sabios granujas del presente.
La noche y mi dolor
 
(Versión completa)
 

El negro manto que la noche umbría

tiende en el mundo a reposar convida

Su cuerpo extiende sobre la tierra fría

cansado el pobre y su miseria olvida.

También el rico en su mullida cama

duerme soñando avaro sus riquezas

duerme el guerrero y en su ensueño exclama

soy invencible son grandes mis proezas.

Duerme el pastor feliz en su cabaña

duerme el marino tranquilo en su bajel,

a ese no inquieta la ambición ni saña

el mar no altera el dormir de aquel.

Duerme la fiera del bosque en la espesura

el ave duerme en la rama guarecida

duerme el reptil en su morada impura

cual el insecto en su mansión florida.


 

El viento duerme, la brisa silenciosa

suspira apenas las flores cariciando

todo entre sombras a la par reposa

aquí durmiendo más allá soñando.

Tú, dulce amiga, que tal vez un día

al contemplar la luna misteriosa

exaltabas tu ardiente fantasía

y derramabas lágrima amorosa.

Duermes también, tranquila y descansada

cual el marino después de la tormenta

así olvidando la inquietud pasada

mientras tu amiga su pesar lamenta.

Déjame que hoy, en soledad contemple

de mi esperanza las flores deshojadas

hoy no hay mentira que mi dolor temple

ya se acabaron mis fábulas soñadas.

Oh, dónde está el mundo que soñé

allá en los años de mi edad primera!


Dónde ese mundo que en mi mente orlé

de blancas flores… todo fue quimera.

Hoy en mi tierna fantasía no existe

el insensato ensueño de ventura

ya el mustio tronco de mi vida triste

lo calcinó el fuego de tristura.

Ya de mi vida la antorcha se apagó

al viento helado que sopló el dolor;

ya de mis ojos el prisma se rompió,

hoy ya no encuentro ni amistad ni amor.

Hoy de mi misma nada me ha quedado

perdí en el llanto juventud, frescura!

hoy solo tengo un corazón llagado

y un alma ahogada en llanto y amargura.

Ay! ¿por qué tan pronto la ilusión pasó

por qué en quebranto se trocó mi risa?

¿Por qué mi sueño fugaz se disipó

cual leve nube al soplo de la brisa?

 
Vuelve a mis ojos óptica ilusión

vuelve esperanza antorcha de la vida

vuelve, amistad, sublime inspiración

que quiero dicha, aun cuando sea mentira.

La noche y mi dolor
 
(Versión incompleta y modificada por terceros)
 

El negro manto que la noche umbría

tiende en el mundo, a descansar convida.

Su cuerpo extiende ya en la tierra fría

cansado el pobre y su dolor olvida.

También el rico en su mullida cama

duerme soñando avaro en sus riquezas;

duerme el guerrero y en su ensueño exclama:

-soy invencible y grandes mis proezas.

Duerme el pastor feliz en su cabaña

y el marino tranquilo en su bajel;

a éste no altera la ambición ni saña;

el mar no inquieta el reposar de aquel.


 

Duerme la fiera en lóbrega espesura,

duerme el ave en las ramas guarecida,

duerme el reptil en su morada impura,

como el insecto en su mansión florida.

Duerme el viento, la brisa silenciosa

gime apenas las flores cariciando;

todo entre sombras a la par reposa,

aquí durmiendo, más allá soñando.

Tú, dulce amiga, que tal vez un día

al contemplar la luna misteriosa,

exaltabas tu ardiente fantasía,

derramando una lágrima amorosa,

duermes también tranquila y descansada

cual marino calmada la tormenta,

así olvidando la inquietud pasada

mientras tu amiga su dolor lamenta.

Déjame que hoy en soledad contemple

de mi vida las flores deshojadas;

hoy no hay mentira que mi dolor temple,


murieron ya mis fábulas soñadas.

EL DEBER DE LA MUJER: Matilde Hidalgo

"La mujer es templo místico


donde se encierra la esperanza
que la patria en lontananza
ha alcanzado a divisar
Mas, para que sabiamente
llene su misión divina,
debe vagar per regreso
por la azul inmensidad...
No contentarse tan sólo
con el rosario en la mano
y el breviario del cristiano
querer la vida pasar.
Es preciso abrirse paso
entre envidia y mezquindades
y burlando tempestades
dedicarse ya a estudiar
El estudio sublimiza
enaltece y dignifica;
es la Ciencia la que indica
los medios de progresar
Con ella podrá cumplirse
misión tan noble y sagrada
y ofrecer mejor morada
a Dios, la Patria y Hogar"

 
Juventud, divino tesoro Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
Juventud, divino tesoro, con sus dientes el corazón.
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro Poniendo en un amor de exceso
y a veces lloro sin querer la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
Plural ha sido la celeste síntesis de la eternidad;
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, y de nuestra carne ligera
en este mundo de duelo y de aflicción. imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
Miraba como el alba pura; y la carne acaban también…
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura Juventud, divino tesoro,
hecha de noche y de dolor. ¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
Yo era tímido como un niño. y a veces lloro sin querer.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño, ¡Y las demás! En tantos
Herodías y Salomé… climas, en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
Juventud, divino tesoro, fantasmas de mi corazón.
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro… En vano busqué a la princesa
y a veces lloro sin querer… que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
Y más consoladora y más ¡Ya no hay princesa que cantar!
halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva Mas a pesar del tiempo
cual no pensé encontrar jamás. terco, mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco a los
Pues a su continua ternura rosales del jardín…
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura Juventud, divino tesoro,
una bacante se envolvía… ¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
En sus brazos tomó mi ensueño y a veces lloro sin querer…
y lo arrulló como a un bebé… ¡Mas es mía el Alba de oro!
Y te mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe… Rubén Darío.
Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…
Noches de la niñez encantadora
Llegó lo indefinido,
días de la niñez ¡qué paraíso!
Aquellos en la vida, únicas horas, lo encantador, lo oculto de la vida,
en que la madre con pasión nos quiso.
la locura febril que había nacido
¡Oh qué incansables juegos abriendo al corazón, la dulce herida;
en qué patios y llanuras y caminos!
Del bajo mundo a la perfidia ciegos
eran arcano aún nuestros destinos. el oscilar febril, pero distinto

¡Inocencia feliz, edén del alma! del pecho que, cual péndulo, palpita,
A todo indiferentes, el amor, el instinto
gustamos, sin saberlo, aquella calma
que es cielo de las almas inocentes. que surge y que se agita.

La vigilia era un sueño,


un sueño de emociones no agotadas, De la inquietud liviana
y la noche un ensueño principio y fin, la chispa y el incendio;
en la mansión de encanto de las hadas.
todo el ardor de la pasión humana;
A nuestra vista, con experta mano, de la existencia; hasta morir, compendio.
madre, la más gentil de las mujeres,
del alfabeto, balbucir humano,
trazó los caracteres.
LEYENDA DE HERNAN: Remigio Crespo T
Dionos ella la leche de la ciencia,
desató nuestro paso en la diaria
labor, prendió la luz de la conciencia
y hablar nos ensayó con la plegaria.

La escuela era de amor, de la ternura,


juntábase al saber: gratas primicias,
cuando a la mente, rota la clausura,
comenzaba a volar entre caricias.

Pero esa flor de luz duró un instante.


Presto del alma en el jardín ameno,
la savia hinchó el botón, el que anhelante
sintió nacer estambres en su seno.

La adolescencia con febriles ansias


despertó con sus ímpetus dormidos,
traía los calores, las fragancias
del vergel, de los campos, de los nidos.

Y la dolencia del amor nacía,


con languideces o tenaces vuelos
de ansiedad y osadía
y con incertidumbre y recelos.
CARTA A LIZARDO: Juan Bautista Aguirre En sepulcro suave,
que el nido forma con vistoso halago,
nace difunta el ave,
¡Ay, Lizardo querido! que del plomo es después fatal estrago:
si feliz muerte conseguir esperas, Vive una vez y muere dos: ¡Oh suerte!
es justo que advertido, para una vida duplicada muerte.
pues naciste una vez,
dos veces mueras. Pálida y sin colores
Así las plantas, frutos y aves lo hacen: la fruta, de temor, difunta nace,
dos veces mueren y una sola nacen. temiendo los rigores
del noto que después vil la deshace.
Entre catres de armiño ¡Ay fruta hermosa, qué infeliz eres!
tarde y mañana la azucena yace, una vez naces y dos veces mueres.
si una vez al cariño
del aura suave su verdor renace: Muerto nace el valiente
¡Ay flor marchita! ¡ay azucena triste! oso que vientos calza y sombras viste,
dos veces muerta si una vez naciste. a quien despierta ardiente
la madre, y otra vez no se resiste
Pálida a la mañana, a morir; y entre muertes dos naciendo,
antes que el sol su bello nácar rompa, vive una vez y dos se ve muriendo.
muere la rosa, vana
estrella de carmín, fragante pompa; Muerto en el monte el pino
y a la noche otra vez: ¡dos veces muerta! surca el ponto con alas, bajel o ave,
¡oh incierta vida en tanta muerte cierta! y la vela de lino
con que vuela el batel altivo y grave
En poca agua muriendo es vela de morir: dos veces yace
nace el arroyo, y ya soberbio río quien monte alado muere y pino nace.
corre al mar con estruendo,
en el cual pierde vida, nombre y brío
¡Oh cristal triste, arroyo sin fortuna!
muerto dos veces porque vivas una.

De la ballena altiva
salió Jonás y del sepulcro sale
Lázaro, imagen viva
que al desengaño humano vela y vale;
cuando en su imagen muerta y viva viere
que quien nace una vez dos veces muere.

Así el pino, montaña


con alas, que del mar al cielo sube;
el río que el mar baña;
el ave que es con plumas vital nube;
la que marchita nace flor del campo,

todo clama ¡oh Lízardo!


que quien nace una vez dos veces muera;
y así, joven gallardo,
en río, en flor, en ave, considera,
que, dudando quizá de su fortuna,
mueren dos veces por que acierten una.

Y pues tan importante


es acertar en la última partida,
pues penden de este instante
perpetua muerte o sempiterna vida,
ahora ¡oh Lizardo! que el peligro adviertes,
muere dos veces porque alguna aciertes.
Aniversario
[Poema - Texto completo.]

Medardo Ángel Silva

Hoy cumpliré veinte años. Amargura sin nombre


de dejar de ser niño y empezar a ser hombre;
de razonar con lógica y proceder según
los Sanchos, profesores del sentido común.
Me son duros mis años y apenas si son veinte-
ahora se envejece tan prematuramente;
se vive tan de prisa, pronto se va tan lejos
que repentinamente nos encontramos viejos
en frente de las sombras, de espaldas a la aurora
y solos con la esfinge siempre interrogadora.
¡Oh madrugadas rosas, olientes a campiña
y a flor virgen; entonces estaba el alma niña
y el canto de la boca fluía de repente
y el reír sin motivo era cosa corriente!
Iba a la escuela por el más largo camino
tras dejar soñoliento la sábana de lino
y la cama bien tibia, cuyo recuerdo halaga
sólo al pensarlo ahora; aquel San Luis Gonzaga
de pupilas azules y rubia cabellera
que velaba los sueños desde la cabecera.
Aunque íbamos despacio, al fin la callejuela
acababa y estábamos enfrente de la escuela
con el “Mantilla” bien oculto bajo el brazo
y haciendo en el umbral mucho más lento el paso,
y entonces era el ver la calle más bonita,
más de oro el sol, más fresca la alegre mañanita.
Y después, en el aula con qué mirada inquieta
se observaban las huellas rojas de la palmeta
sonriendo, no sin cierto medroso escalofrío,
de la calva del dómine y su ceño sombrío.
Pero, ¿quién atendía a las explicaciones?
Hay tanto que observar en los negros rincones
y, además, es mejor contemplar los gorriones
en los nidos, seguir el áureo derrotero
de un rayito de sol o el girar bullanguero
de un insecto vestido de seda rubia o una
mosca de vellos de oro y alas de color de luna.
El sol es el amigo más bueno de la infancia;
nos miente tantas cosas bellas a la distancia,
tiene un brillar tan lindo de onza nueva! Reparte
tan bien su oro que nadie se queda sin su parte;
y por él no atendíamos a las explicaciones.
Ese brujo Aladino evocaba visiones
de las mil y una noches -de las mil maravillas-
y beodas de sueño nuestras almas sencillas
sin pensar, extendían sus manos suplicantes
como quien busca a tientas puñados de brillantes.
Oh, los líricos tiempos de la gorra y la blusa
y de la cabellera rebelde que rehúsa
la armonía de aquellos peinados maternales,
cuando íbamos vestidos de ropa nueva a Misa
dominical, y pese a los serios rituales,
al ver al monaguillo soltábamos la risa.
Oh, los juegos con novias de traje a las rodillas,
los besos inocentes que se dan a hurtadillas
a la bebé amorosa de diez o doce años,
y los sedeños roces de los rizos castaños
y las rimas primeras y las cartas primeras
que motivan insomnios y producen ojeras.
¡Adolescencia mía! te llevas tantas cosas,
¡que dudo si ha de darme la juventud más rosas!,
¡y siento como nunca la tristeza sin nombre,
de dejar de ser niño y empezar a ser hombre!
Hoy no es la adolescente mirada y risa franca
sino el cansado gesto de precoz amargura,
y está el alma, que fuera una paloma blanca,
triste de tantos sueños y de tanta lectura…!

PRIMAVERA MÍSTICA Y LUNAR. Arturo Borja


El viejo campanario
toca para el rosario,
 
Las viejecitas una a una
van desfilando hacia el santuario
y se diría un milenario
coro de brujas, a la luna.
 
Es el último día
del mes de María.
 
Mayo en el huerto y en el cielo:
el cielo, rosas como estrellas;
el huerto, estrellas como rosas ...
Hay un perfume de consuelo
flotando por todas las cosas.
Virgen María, ¿son tus huellas?
 
Hay santa paz y santa calma ...
sale a los labios la canción ...
El alma
dice, sin voz, una oración.
 
Canción de amor,
oración mía,
pálida flor
de poesía.
 
Hora de luna y de misterio,
hora de santa bendición,
hora en que deja el cautiverio
para cantar, el corazón.
 
Hora de luna, hora de unción,
hora de luna y de canción.
La luna
es una
llaga blanca y divina
en el corazón hondo de la noche.
 
¡Oh luna diamantina,
cúbreme! ¡Haz un derroche
de lívida blancura
en mi doliente noche!
¡Llégate hasta mi cruz, pon un poco de albura
en mi corazón, llaga divina de locura!
(...)
El viejo campanario
que tocaba al rosario
se ha callado. El santuario
se queda solitario. Primavera mística y Lunar. Arturo Borja
Nombrar a Dolores Veintimilla es hablar de una de las mujeres más importantes del Ecuador

tanto a nivel de su historia literaria como desde el punto de las luchas de las reivindicaciones

sociales. Dolores Veintimilla de Galindo no sólo es la representante de la poesía del

romanticismo del país sino también es el baluarte de todas aquellas mujeres dedicadas a la

empresa de luchar por los más desprotegidos. Su nombre está ligado a la poesía ecuatoriana, a

la lucha social, al coraje y la decisión.

Resumen María Dolores Veintimilla de Galindo (1829-1857) fue una poeta ecuatoriana de
un espíritu rebelde y apasionado que desafió los valores clasistas, racistas y patriarcales
heredados del colonialismo español. Sus poemas románticos se caracterizan por su
intensidad, cada verso crea un espacio poético, subjetivo donde puede expresar su propio
deseo. Los pocos poemas y panfletos, que sobrevivieron la corta y tempestuosa vida de la
poeta, cantan al amor, al desencanto y a la traición. Además sus versos revelan su
sufrimiento y su soledad: Dolores Veintimilla fue una mujer víctima de su tiempo. Los
panfletos que escribió en defensa del indio Tiburcio Lucero dieron origen a una campaña
calumniadora que terminó por llevarle al suicidio. Su vida fue una vida desgarrada entre su
querer ser y la realidad social que le tocó enfrentar. Su carácter combativo la califica entre
las mujeres más polémicas del Ecuador, pues fue una ardiente defensora de la igualdad
social y de la abolición de la pena de muerte. Sus obras románticas son un legado de su
lucha contra los valores patriarcales del siglo XIX en Ecuador.

Si bien perteneció a una familia acomodada, no pudo tener una educación


sistemática. Sin embargo alcanza esa fuerza de una posición crítica sobre la
condición de las mujeres. Para ello se hace evidente que no hay espacio en la
sociedad para la mujer que piensa, que discrepa y se atreve a escribir sobre
ello
DOLORES GALINDO DE VEINTIMILLA (1829)
Dolores Veintimilla de Galindo fue una poeta ecuatoriana, nacida
en Quito el 12 de julio de 1829. Es reconocida como una de las más elevadas voces de nuestra poesía, la
mayor del romanticismo, por ser la primera mujer que luchó contra la pena de muerte en el Ecuador, así
como una de las primeras defensoras de la clase indígena.

Pese a ser acosada por los prejuicios sociales, los roles, el machismo, la violencia, ella hizo de su vida
una vocación literaria. En su corta vida fue creadora de inspirados poemas y trabajos literarios, el poema
que más se le conoce es Quejas. Generacionalmente Dolores inaguró el romanticismo en el Ecuador,
cerrando el neoclasismo.

Manuela Espejo. “Hay dos maneras de difundir la luz, ser lámpara que la emite o un espejo
que la refleja” Manuela Espejo En plena paradoja con su protagonismo existe poca
información histórica respecto de esta gran mujer. Surge la elucubración de que su figura
estuvo a la sombra de su hermano (Eugenio Espejo); sin embargo hay que reconocer que su
protagonismo si bien tuvo aporte ideológico, transgredió el protagonismo de la mujer en la
época a través de la escritura y su estrecha relación con las labores médicas que se hacían
en los lugares más desposeídos. Manuela no tuvo un reconocimiento durante, ni décadas
después de su fallecimiento.
Fue la primera mujer en hacer una publicación para el periódico: “Primicias de la cultura de
Quito”, logró hacerlo bajo el seudónimo de Erophilia, “amiga de la sabiduría y el amor”,
nombre que usaba su hermano para tratarla en momentos de cercanía. Dentro de las pocas
fuentes genuinas que se tiene sobre el personaje histórico de Manuela Espejo debo rescatar
la narrativa del escritor Carlos Paladines, quien hace un estudio biográfico sobre esta
hegemónica figura femenina. En su libro Erophilia: conjeturas sobre Manuela Espejo
(2001) menciona que: De todas las facetas de Manuela, hay una poco considerada
“olvidada”. Ella, la primera periodista de la Real Audiencia de Quito, la primera mujer que
se atrevió a escribir en público, la primera que enfrentó a su medio con la palabra, que trató
de pasar de lo oral a lo escrito,que plantó una ruptura con la tradición verbalista de ese
entonces, a su vez fue de las primeras víctimas del siencio de la prensa. Su columna no
pudo mantenerse mucho tiempo y al igual que el primer periódico de la Audiencia, a sus
palabras se las llevó el viento” (p. 21) En el marco del desenvolvimiento político Manuela
fue determinante, mantenía un discurso de equidad y no solo de género, para ella la
obtención de títulos para postular en cargos públicos no era más que una estampa que no
garantizaba un óptimo desempeño. Luchó porque las “las faldas” (término con que en la
colonia generalizaban a las mujeres) entren en los espacios universitarios. En la misma
narrativa de Carlos Paladines (2001) se describe la ideología de Manuela Espejo: “Para
Manuela era una exigencia de la hora y una ilusión, empujar el proceso de emancipación de
la mujer no solo en la esfera subjetiva sino también en la institucional. Según ella hacía
falta que algunas de ellas penetren y copen diversas actividades de la vida pública y
política; se alejen de los formalismos tan propios de los grupos aristocratizantes, tan densos
y pesados en el clima social de aquel entonces; no reduzcan su actividad a los quehaceres
de la casa; no sometan el propio juicio al ajeno, aunque sea el del esposo; no rechacen su
cuerpo y sus sentidos y reformulen lo erótico y la estética de una Audiencia aun signada en
estos campos por lo moral y religioso. En la sociedad colonial de aquel entonces esto fue un
paso significativo y supuso una forma de acceder a campos que habían sido vedados a la
mujer, por supuesto iniciar un proceso que en alguna forma y a lo largo plazo permitiría
igualar las oportunidades, el trato y los conocimientos entre ambos sexos. En esta larga
batalla estaba Manuela” (p. 32)
Matilde Hidalgo de Procel,
pionera del voto femenino en
Hispanoamérica
Niña precoz en el aprendizaje, rompió barreras
académicas y sociales prohibidas para las mujeres al
decidir seguir estudiando y ejercer el voto en unas
elecciones presidenciales
Matilde Hidalgo Navarro se adelantó un siglo a su tiempo para luchar, con
constancia, tenacidad y sobre todo inteligencia, contra las desigualdades y
las imposiciones clasistas y extremadamente conservadoras de su época.
Fue una revolucionaria y una pionera silenciosa que vio con claridad que la
igualdad y los derechos de las mujeres se podían conquistar desde el
sentido común y con los hechos, no solo con las palabras.
Entusiasmada por el aprendizaje, demostró que para lograr la igualdad
primero hay que conquistar las oportunidades, y de esta forma se convirtió
en la primera joven ecuatoriana en continuar los estudios de Secundaria
hasta llegar a convertirse en la primera bachiller en Ecuador y,
posteriormente, en la primera mujer en doctorarse en Medicina.

Su mayor logro, sin embargo, fue conseguir forzar a las autoridades


nacionales a que le permitieran votar en unas elecciones presidenciales,
abriendo así la posibilidad del voto femenino por primera vez en los países
hispanoamericanos.

Médico, poeta y activista por los derechos y las libertades de las mujeres,
Matilde Hidalgo Navarro nació en Loja (Ecuador), el 29 de septiembre de
1889. Fue la menor de seis hermanos en una familia de origen venezolano
con un ambiente siempre fue propicio para el aprendizaje y la cultura.

Sin embargo, su mundo se derrumbó cuando su padre falleció siendo ella


aún una niña, y su madre tuvo que empezar a trabajar como costurera para
mantener a toda la prole. Estudió Primaria con las Hermanas de la Caridad
y al mismo tiempo ayudaba de manera voluntaria en el hospital que tenían
las religiosas, lo que a buen seguro despertó en ella la vocación por la
medicina y estar siempre pendiente de los más necesitados y vulnerables.
Quienes la conocieron destacan que apuntaba maneras de niña prodigio, ya
que antes de cumplir cuatro años ya sabía leer, escribir, tocar el piano y
recitaba poemas clásicos.

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Al acabar la educación Primaria, que era cuando el sistema ‘condenaba’ a


las mujeres a dejar de estudiar para prepararse a ser madres y amas de
casa, Matilde tenía claras sus intenciones de seguir estudiando Secundaria,
y así se lo manifestó a su hermano Antonio, que fue un gran apoyo siempre
para ella.

La solicitud creaba un precedente para la época, pero el director del colegio,


tras pensarlo durante un mes, aceptó el ingreso de Matilde Hidalgo en la
educación Secundaria. A pesar de esa gran victoria, la joven sufrió el
rechazo de gran parte de la sociedad de su localidad, con muchas madres
que prohibieron a sus hijas relacionarse con ella y hasta el sacerdote local
le negó la posibilidad de entrar en la iglesia para escuchar misa.

Sin embargo, el carácter de Matilde pudo con todo, y el 8 de octubre de


1913 se graduó con honores en Secundaria, convirtiéndose en la primera
mujer bachiller de Ecuador. Su triunfo, personal y social, lejos de ser algo
anecdótico para los libros de historia, sirvió de acicate para que perseverara
en su vocación y se sintiera más cerca de conseguir su propósito de
continuar rompiendo barreras académicas.

La parte menos conocida de Hidalgo es la vertiente literaria que comenzó a


cultivar en esta época de estudios en Secundaria. Sus temas más
habituales eran el culto a la ciencia, la admiración por la naturaleza, elogio a
personajes o fechas, devoción mariana, y el tema de la mujer. Veinte de sus
poemas fueron recogidos más tarde en un libro titulado ‘Matilde Hidalgo
de Procel. Biografía y Poemario’.
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La brillante bachiller intentó matricularse primero en la Universidad Central


de Quito, pero el decano de Medicina rechazó su petición con la respuesta
de que debía centrarse en su destino de formar un hogar y cuidar de sus
futuros hijos como todas las mujeres ecuatorianas, a la vez que intentó
convencerla de que estudiase otras disciplinas, como Farmacia u
Obstetricia, ya que consideraba que Medicina estaba reservada a los
hombres.

Pero Matilde Hidalgo de Procel, una vez más, no se dio por vencida y


volvió a recurrir a su hermano Antonio. Fue a la Universidad de Azuay, en la
actualidad Cuenca, y realizó allí la matrícula. El rector, tras consultar con el
decano de la Facultad de Medicina, decidió admitir su solicitud. Matilde
logró un nuevo triunfo y el apoyo del rector siempre fue refrendado por los
resultados académicos de una joven voraz de conocimiento y con una
actitud encomiable.

En junio de 1919 consiguió la licenciatura en Medicina con las mejores


notas de la promoción, y tan sólo la argentina Alicia Moureau logró esa
gesta por delante de ella en un país sudamericano. El 21 de noviembre de
1921, Matilde Hidalgo logro el doctorado en Medicina y se convirtió en la
primera mujer ecuatoriana en conseguirlo.

La estabilidad laboral y personal de Matilde Hidalgo no la detuvo en sus


pretensiones de lucha por la igualdad, y su perseverancia la llevó a romper
otro límite social que se había impuesto a las mujeres: la doctora anunció su
pretensión de votar en las elecciones presidenciales, algo que estaba
prohibido para las mujeres en la época.

Cuando era presidente del Gobierno de Ecuador José Luis Tamayo, Matilde
Hidalgo empezó a cuestionar que las mujeres no pudieran ejercer el
derecho al voto en las elecciones, y para cambiar la situación se propuso
votar ella misma. Para ello, en 1924 se acercó a inscribirse en el padrón
para las elecciones al Congreso y al Senado que se iban a celebrar, siendo
la única mujer en intentarlo. En un primer momento, la Junta Electoral se
negó a tramitar su inscripción, y la respuesta de Matilde Hidalgo de Prócel a
esta negativa fue leer, delante de los miembros del órgano electoral, el
artículo de la Constitución ecuatoriana que regulaba el derecho al voto, y
que decía que “para ser ciudadano ecuatoriano y poder ejercer el derecho al
voto el único requisito era ser mayor de 21 años y saber leer y escribir”.

Hidalgo recalcó que en dicho artículo no se especificaba el género de la


persona, por lo que una mujer tenía el mismo derecho constitucional que los
hombres. Su solicitud fue llevada al Consejo de Estado, que la aceptó por
unanimidad. Por extensión, quedó aprobado el sufragio para todas las
mujeres del país.

Una vez más, y gracias a su empeño, logró ejercer su derecho al sufragio


en Loja, haciendo que Ecuador fuera el primer país hispanoamericano en
permitir, durante la presidencia de José Luis Tamayo, el voto femenino.

Hidalgo también hizo carrera política y fue candidata del Partido Liberal a
diputada por Loja, pero aunque su candidatura fue la vencedora, un amaño
en las papeletas para que ella apareciera como suplente y que apareciese
primero un candidato masculino la relevó del puesto, aunque a pesar de
todo también fue la primera mujer en ocupar un cargo electo en el país
ecuatoriano, además de desempeñar cargos municipales, como una
concejalía y la vicepresidencia de un Ayuntamiento.

Pero la verdadera vocación de Matilde Hidalgo de Procel fue la


medicina y el servicio a los demás, aunque la compaginara con la política
durante algún tiempo. La ejerció en Guayaquil hasta 1949, año en el que
consiguió una beca de especialización en Pediatría, Neurología y Dietética
en Argentina.

Al terminar esta formación regresó a su país y se dedicó a llevar a cabo


obras sociales. En aquel tiempo, su fama, su profesionalidad y su
personalidad arrolladora le dieron la popularidad necesaria para ser
nombrada vicepresidenta de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, presidenta
vitalicia de Cruz Roja y recibir la Medalla al Mérito de Salud Pública.

Matilde Hidalgo de Procel falleció en Guayaquil el 20 de febrero de 1974, a


la edad de 84 años, víctima de una apoplejía cerebral y tras una vida plena
de retos y logros que han hecho historia no solo en Ecuador, ya que han
servido también de modelo para el resto del mundo.

El Gobierno de Ecuador le otorgó, entre otros galardones, la Medalla al


Mérito en el grado de Gran Oficial en 1956 y, a petición de la Cruz Roja de
Ecuador, le fue concedida la Medalla de Servicios en 1959.

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