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FACULTAD DE TEOLOGÍA UEBE

RESUMEN Y COMENTARIO
CRÍTICO DE LA CONFESIÓN DE
LONDRES DE 1689

Por José Antonio Pineda Argueta

"Asignación hecha en cumplimiento de los requisitos


exigidos por el Profesor Don Julio Díaz Piñeiro como parte
de la calificación de la asignatura Historia de los Bautistas I.
Noviembre 28, 2019
I. Introducción

Durante la década de 1630 a 1640 surgieron de la Iglesia Anglicana grupos


congregacionalistas y bautistas, los cuales sufrieron persecución en sus primeros años por
parte del Estado inglés. Sin embargo, su arduo deseo por permanecer unidos y llegar a
acuerdos doctrinales fueron razones principales para resistir la opresión e injusticia del
gobierno. Por parte de los presbiterianos surge la Confesión de Westminster de 1647. Los
congregacionalistas no se quedaron atrás y prácticamente adoptaron los mismos artículos
de fe en la Declaración de Savoy de 1658.
La Confesión de Westminster es un resumen de las principales creencias cristianas en
treinta y tres capítulos. Esta saturada de la teología bíblica reformada clásica, con énfasis
en las relaciones de pacto entre Dios y el hombre. El gobierno de la iglesia presenta el
concepto presbiteriano. En cuanto al bautismo, conserva al bautismo infantil, en
concordancia con el concepto de pacto de la herencia cristiana. Éste mantiene que Dios
con frecuencia salva a las familias enteras, y que el infante es considerado parte del pacto
a través de sus padres creyentes, mientras no pruebe lo contrario por medio de sus
decisiones relacionadas con su estilo de vida.
Por tanto, los “bautistas” (y en este caso bautistas particulares), se ven en la necesidad
de publicar su propia declaración de fe, y así informar y satisfacer a quienes no entienden
cuáles son sus principios. Así que los bautistas tomaron la decisión de basar su declaración
de fe en la Confesión de Westminster, haciendo los cambios pertinentes en las enseñanzas
en las cuales difieren (el bautismo, los sacramentos, la autoridad de la congregación).
A continuación, en relación con lo que hemos estudiado en clase, presento los puntos
más relevantes de la Confesión de Londres de 1689. He cambiado las categorías griegas
utilizadas en la Confesión para describir a Dios (los in-, inmutable, inmortal, etc.) por
categorías bíblicas (“Dios es” no cambia, es eterno, etc.). Esto se deba a que las categorías
griegas especulan acerca de Dios de manera negativa e impersonal y hablan de Él en
términos de lo que no somos, siendo el ser humano el punto de referencia, mientras que
en las categorías bíblicas Dios es el punto de referencia y son términos relacionales y
personales. Las notas de pie en el resumen son los puntos que argumentaré en contra a la
luz de una lectura holística de las Escrituras.
II. La Confesión de Londres de 1689

De las Sagradas Escrituras


Las Sagradas Escrituras constituyen la única regla suficiente, segura e infalible de todo
conocimiento, fe y obediencia salvadores. Bajo el nombre de “Sagradas Escrituras” o
“Palabra de Dios escrita”, están incluidos todos los libros del Antiguo Testamento y
Nuevo Testamento, que son:
Antiguo Testamento
1) Génesis 14) 2 Crónicas 27) Daniel
2) Éxodo 15) Esdras 28) Oseas
3) Levítico 16) Nehemías 29) Joel
4) Números 17) Ester 30) Amós
5) Deuteronomio 18) Job 31) Abdías
6) Josué 19) Salmos 32) Jonás
7) Jueces 20) Proverbios 33) Miquéas
8) Rut 21) Eclesiastés 34) Nahúm
9) 1 Samuel 22) Cantares 35) Habacuc
10) 2 Samuel 23) Isaías 36) Sofonías
11) 1 Reyes 24) Jeremías 37) Hageo
12) 2 Reyes 25) Lamentaciones 38) Zacarías
13) 1 Crónicas 26) Ezequiel 39) Malaquías
Nuevo Testamento
1) Mateo 10) Efesios 19) Hebreos
2) Marcos 11) Filipenses 20) Santiago
3) Lucas 12) Colosenses 21) 1 Pedro
4) Juan 13) 1 Tesalonicenses 22) 2 Pedro
5) Hechos 14) 2 Tesalonicenses 23) 1 Juan
6) Romanos 15) 1 Timoteo 24) 2 Juan
7) 1 Corintios 16) 2 Timoteo 25) 3 Juan
8) 2 Corintios 17) Tito 26) Judas
9) Gálatas 18) Filemón 27) Apocalipsis

Todos ellos fueron dados por inspiración de Dios para ser la regla de fe y de vida. Los
libros Apócrifos, no siendo de inspiración divina, no forman parte del canon o regla de la
Escritura y, por lo tanto, no tiene autoridad para la iglesia de Dios, ni deben usarse excepto
de la misma manera que otros escritos humanos.
La regla infalible de interpretación de las Escrituras la constituyen las propias
Escrituras; y, por consiguiente, cuando surge una duda respecto al verdadero y pleno
sentido de cualquier pasaje bíblico (que no es múltiple, sino único), éste debe buscar en
otros pasajes que se expresen con claridad.1

De Dios y de la Santa Trinidad


El Señor nuestro Dios es un Dios único, vivo, y verdadero (Dt. 6:4); cuya subsistencia
está en él mismo y es de él mismo, infinito en su ser y perfección (Is. 48:12); cuya esencia
no puede ser comprendida por nadie sino por él mismo (Ex. 3:14); es espíritu, invisible,
sin cuerpo, miembros o pasiones, el único que tiene inmortalidad y que habita en luz
inaccesible (Jn. 4:24); no cambia, inmenso, eterno, todopoderoso, no tiene principio ni
fin, santo, lo sabe todo, libre, absoluto (Mal. 3:6); hace todas las cosas según el consejo
de su constante y justa voluntad, para su propia gloria (Ef. 1:11); es amor, benigno,
misericordioso, longánimo, abundante en bondad y verdad, perdonando la iniquidad, la
transgresión y el pecado (Ex. 34:6-7); galardonador de los que le buscan con diligencia, y
sobre todo, justo y terrible en sus juicios, que odia toda pecado y que de ninguna manera
dará por inocente al culpable (Nah. 1:2-3).
En este Ser divino hay tres subsistencias, el Padre, el Verbo o Hijo y el Espíritu Santo
(Mt. 3:16), de una sustancia, un poder y una eternidad, teniendo cada uno toda la esencia
divina, pero la esencia indivisa (Jn. 14:11): el Padre no es de nadie, ni por generación ni
por procesión; el Hijo es engendrado eternamente del Padre, y el Espíritu Santo procede
del Padre y del Hijo (Pr. 8:22-31); todos ellos son eternos, sin principio y, por tanto, son
un solo Dios, que no ha de ser dividido en naturaleza y ser, sino distinguido por varias
propiedades relativas peculiares y relaciones personales; la doctrina de la Trinidad es el
fundamento de toda nuestra comunión con Dios y nuestra consoladora dependencia de él.

Del decreto de Dios


Aunque Dios sabe todo lo que pudiera o puede pasar en todas las condiciones que se
puedan suponer (1 S. 23:11), sin embargo, nada ha decretado porque lo previera como
futuro o como aquello que había de suceder en dichas condiciones (Is. 40:13-14).
Por el decreto de Dios, para la manifestación de su gloriam algunos hombres y ángeles
son predestinados, o preordenados, a vida eterna por medio de Jesucristo, par alabanza de

1
Esta idea, la cual corresponde al punto 9 de las Sagradas Escrituras de la Confesión de Londres de
1689, será discutido en la sección del Comentario Crítico.
la gloria de su gracia (Ef. 1:5-6); a otros se les deja actuar en su pecado para su justa
condenación, para alabanza de la gloria de su justicia (Ro. 9:6-24). A los humanos que
están predestinados para vida, Dios (antes de la fundación del mundo, según su propósito
eterno e inmutable y el consejo secreto y beneplácito de su voluntad) los ha escogido en
Cristo para gloria eterna, meramente por su libre gracia y amor (Ro. 8:30), sin que ninguna
otra cosa en la criatura, como condición o causa, le moviera a ellos (Ro. 11:5-6). Por tanto,
solamente los escogidos son redimidos por Cristo.2

De la Creación
En el principio agradó a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, para la manifestación de su
gloria, poder, sabiduría y bondad (Sal. 104:24), crear o hacer el mundo y todas las cosas
que en él hay, ya sea visibles o invisibles (Col. 1:16), en el lapso de seis días (Ex. 20:8-
11)3, y todas muy buenas (Gn. 1:31).

De la divina providencia
Dios, el buen Creador de todo (Sal. 119:68), en su eterno poder y sabiduría (Pr. 3:19),
sostiene, dirige, dispone y gobierna (Job. 28:41) a todas las criaturas y cosas, desde la
mayor hasta la más pequeña (Mt. 10:29-31), por su sabia y santísima providencia (Sal.
104:24), con el fin para el cual fueron creadas (Hch. 17:24-28), según su presciencia
infalible, y el libre e inmutable consejo de su propia voluntad (Sal. 33:10-11); para la
alabanza de la gloria de su sabiduría, poder, justicia, bondad y misericordia (Is. 63:14).

De la Caída del hombre, del pecado y su castigo


A pesar de que Dios creó al hombre recto y perfecto, y le dio una ley justa, que hubiera
sido para vida si la hubiera guardado, y amenazó con la muerte su transgresión, el hombre
no la honró por mucho tiempo (Ec. 7:29). Usando Satanás la sutileza de la serpiente para
subyugar a Eva y luego a través de ella seduciendo a Adán, quien si ninguna coacción,
deliberadamente transgredió la ley bajo la cual habían sido creados y también el mandato
que les había sido dado, al comer del fruto prohibido (Gn. 3:1-7), lo cual agradó a Dios

2
El tema de los escogidos será tratado en el comentario crítico.
3
Esta lectura superficial de las Escrituras se discutirá en el comentario crítico.
permitir, conforme su sabio y santo consejo, habiéndolo ordenado con el propósito de que
fuera para su propia gloria (Ro. 11:32-34).

Del pacto de Dios


La distancia entre Dios y la criatura es tan grande que aun cuando las criaturas
racionales le deben obediencia como su Creador, éstas nunca podrán haber logrado la
recompensa de la vida a no ser por alguna condescendencia voluntaria por parte de Dios,
que a él le ha placido expresar en forma de pacto (Is. 40:15).

De Cristo el mediador
Agradó a Dios, en su propósito eterno (1 P. 1:19), escoger y ordenar al Señor Jesús, su
Hijo unigénito, conforme al pacto hecho entre ambos (He. 7:21-22), para fuera el
mediador entre Dios y el hombre; profeta, sacerdote, y rey; cabeza y Salvador de la iglesia,
el heredero de todas las cosas y juez del mundo (Hch. 17:31); a quien dio, desde toda la
eternidad, un pueblo par que fuera su simiente y para que a su tiempo lo redimiera, llamara,
justificara, santificara y glorificara (1 Co. 1:30)
El Hijo de Dios, la segunda persona de la Santa Trinidad, siendo Dios verdadero y
eterno, el resplandor de la gloria del Padre, consustancial con aquel e igual a él, que hizo
el mundo, y quien sostiene y gobierna todas las cosas que ha hecho (He. 1:8-9), cuando
llegó la plenitud del tiempo (Gá. 4:4), tomó sobre sí la naturaleza del hombre, con todas
sus prioridades esenciales (1 P. 3:18) y con sus debilidades concomitantes (Mt. 8:24),
aunque sin pecado (1 Jn. 3:5); siendo concebido por el Espíritu Santo en el vientre de la
virgen María, al venir sobre ella el Espíritu Santo y cubrirla el Altísimo con su sombra; y
así fue hecho de una mujer de la tribu de Judá, de la simiente de Abraham y David según
las Escrituras (Ro. 1:3-4); de manera que dos naturalezas completas, perfectas, y distintas
se unieron inseparablemente en una persona, pero sin conversión, composición o
confusión alguna. Esta persona es verdaderamente Dios y verdaderamente hombre.

Del libre albedrío


Dios ha dotado la voluntad del hombre de una libertad natural y de poder actuar por
elección propia, que no es forzada ni determinada a hacer bien o mal por ninguna
necesidad de la naturaleza (Dt. 30:19).
Del arrepentimiento para vida y salvación
La provisión que Dios ha hecho a través de Cristo en el pacto de gracia para la
preservación de los creyentes para salvación que, si bien no hay pecado tan pequeño que
no merezca la condenación (Ro. 6:23), no hay, sin embargo, pecado tan grande que acaree
condenación a aquellos que se arrepienten, lo cual hace necesaria la predicación constante
del arrepentimiento (Is. 1:16-18).

De las buenas obras


Nosotros no podemos, aun por nuestras mejores obras, merecen el perdón del pecado
o la vida eterna de la mano de Dios, a causa de la gran desproporción que existe entre
nuestras obras y la gloria que ha de venir (Ex. 28:38), y por la distancia infinita que hay
entre nosotros y Dios, a quien no podemos beneficiar por dichas obras, ni satisfacer la
deuda de nuestros pecados anteriores; hasta cuando hemos hecho todo lo que podemos,
no hemos sino cumplido con nuestro deber y somos siervos inútiles (1 R. 8:46); y tanto
en cuanto son buenas proceden de su Espíritu (He. 6:10); y en cuanto son hechas por
nosotros, son impuras y están mezcladas con tanta debilidad e imperfección que no pueden
soportar la severidad del castigo de Dios (Gá. 5:17).
Las obras hechas por hombre no regenerados, aunque en sí mismas sean cosas que Dios
ordena, y de utilidad tanto para ellos como para otros, sin embargo, por no proceder de un
corazón purificado por la fe y no ser hechas de una manera correcta de acuerdo con la
Palabra, ni para un fin correcto (la gloria de Dios), son, por tanto, pecaminosas,4 y no
pueden agradar a Dios ni hacer que alguien sea digno de recibir gracia por parte de Dios.
Y a pesar de Esto, el descuido de las buenas obras es más pecaminoso y desagradable a
Dios.

De la perseverancia de los santos


Aquellos a quienes Dios ha aceptado en el Amado, y ha llamado eficazmente y
santificado por su Espíritu, y a quienes ha dado la preciosa fe de sus escogidos, no pueden
caer ni total ni definitivamente del estado de gracia, sino que ciertamente perseverarán en
él hasta el fin, y serán salvos por toda la eternidad.

4
Este punto lo argumentaremos en el comentario crítico.
De la seguridad de la gracia y de la salvación
Esta certeza de la gracia y de la salvación no es un mero convencimiento conjetural y
probable, basada en una esperanza falible, sino que es una seguridad infalible de fe (Ro.
5:2) basada en la sangre y la justicia de Cristo reveladas en el Evangelio (He. 6:17-18); y
también en la evidencia interna de aquellas virtudes del Espíritu a las cuales éste les hace
promesas (Mt. 3:7-10), y en el testimonio del Espíritu de adopción testificando con nuestro
espíritu que somos hijos de Dios (Ro. 8:15-16); y, como fruto suyo, mantiene el corazón
humilde y santo (1 Jn. 3:1-3).
Del Evangelio y del alcance de su gracia
Habiendo sido quebrantos el pacto de obras por le pecado y habiéndose vuelto inútil
para dar vida, agradó a Dios dar la promesa de Cristo, la simiente de la mujer, como el
medio para llamar a los escogidos, y engendrar en ellos la fe y el arrepentimiento. Esta
promesa de Cristo, y la salvación por medio de él, es revelada solamente por la Palabra de
Dios (Ro. 10:13-15). NI las obras de creación ni la providencia, con la luz de la naturaleza,
revelan a Cristo, o la gracia que es por medio de él, no en forma general ni velada (Sal
19); igual como tampoco los hombres que no tengan una revelación de él por la promesa
del Evangelio pueden obtener una fe salvadora o arrepentimiento (Mt. 28:18-20).

De la adoración religiosa
La adoración religiosa ha de atribuirse a Dios Padre, Hijo, Espíritu Santo, y a él
solamente (Mr. 12:33); no a los ángeles, ni a los santos, ni a ninguna otra criatura (Ex.
20:4-6); y desde la Caída, no sin un mediador; ni por la mediación de ningún otro, sino
solamente de Cristo (Jn. 14:6).

De las autoridades civiles


Dios, el supremo Señor y Rey del mundo entero, ha instituido autoridades civiles para
sujetarse a él y gobernador al pueblo (Sal. 82:1) para la gloria de Dios y el bien público
(Ro. 13:1-6); y con este fin les ha provisto con el poder de la espada, para la defensa y el
ánimo de los que hacen lo bueno, y para el castigo de los que hacen el mal (Ro. 13:4). Es
lícito para los cristianos aceptar cargos dentro de la autoridad civil cuando sean llamados
a ocuparlos (el libro de Daniel); en el desempeño de dichos cargos deben mantener
especialmente la justicia y la paz, según las buenas leyes de cada reino y estado; y así,
ahora con este propósito, bajo el Nuevo Testamento, pueden hacer lícitamente la guerra
en ocasiones justas y necesarias (Lc. 3:14).

Del matrimonio
El matrimonio ha de ser entre un hombre y una mujer; no es lícito para ningún hombre
tener más de una esposa, ni para una mujer tener más de un marido (Gn. 2:24).

De la Iglesia
La iglesia católico o universal (He. 12:23), que (con respecto a la obra interna del
Espíritu y la verdad de la gracia) puede llamarse invisible, se compone del número
completo de los electos que han sido, son o serán reunidos en uno bajo Cristo, su cabeza;
y es la esposa, el cuerpo, la plenitud de aquel que llena todo en todos (Ef. 1:22; Ap. 21:9).

Del bautismo
El bautismo es una ordenanza del Nuevo Testamento instituida por Jesucristo, con el
fin de ser para la persona bautizada una señal de su comunión con él en su muerte y
resurrección, de estar injertado en él (Col. 2:12), de la remisión de pecados (Mr. 1:4) y de
su entrega a Dios por medio de Jesucristo para vivir y andar en novedad de vida (Ro. 6:4).
Los que realmente profesan arrepentimiento para con Dios y fe en nuestro Señor Jesucristo
y obediencia a Él son los únicos adecuados para recibir esta ordenanza (Mt. 3:1-2). El
elemento exterior que debe usarse en esta ordenanza es el agua, en la cual ha de ser
bautizada (Mt. 3:11) la persona en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt.
28:18-20).

De la Cena del Señor


La cena del Señor Jesús fue instituida por él la misma noche que fue entregado (1 Co.
11:23-26) para que se observara en sus iglesias (Hch. 2:41) hasta el fin del mundo (Mr.
14:24-25), para el recuerdo perpetuo y la manifestación del sacrificio de sí mismo en su
muerte (Mt. 26:27-28), para confirmación de la fe de los creyentes en todos los beneficios
de la misma (Ro. 4:11), para su alimentación espiritual y crecimiento en él (Jn. 6:29), para
un mayor compromiso en todas las obligaciones que le deben a él (2 Co. 11:25), y para
ser un vínculo y una prenda de su comunión con él y entre ellos mutuamente (1 Co. 11:16).
En esta ordenanza, Cristo no es ofrecido a su Padre, ni se hace en absoluto ningún
verdadero sacrificio para la remisión del pecado ni de los vivos ni de los muertos; sino
que solamente es un memorial de aquel único ofrecimiento de sí mismo y por sí mismo
en la cruz, una sola vez para siempre (Jn. 19:30), y una ofrenda espiritual de toda la
alabanza posible a Dios por el mismo (Mt 26:26). Así que el sacrificio papal de la misa,
como ellos la llaman, es sumamente abominable e injurioso al sacrificio mismo de Cristo,
la única propiciación por todos los pecados de los escogidos.5
La doctrina que sostiene un cambio de sustancia del pan y del vino en la sustancia del
cuerpo y la sangre de Cristo (llamada comúnmente transustanciación), por la consagración
de un sacerdote, o de algún otro modo, es repugnante no sólo a las Escrituras (Hch. 1:9-
11) sino también al sentido común y a la razón; echa abajo la naturaleza de la ordenanza;
y ha sido y es la causa de muchísimas supersticiones y, además de crasas idolatrías.

Del juicio final


Dios ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia por Jesucristo, a
quien todo poder y juicio ha sido dado por el Padre (Hch. 17:31). En aquel día, no sólo los
ángeles apóstatas serán juzgados (1 Co. 6:3), sino que también todas las personas que han
vivido sobre la tierra comparecerán delante del tribunal de Cristo (Mt. 12:36) para dar
cuenta de sus pensamientos, palabras y acciones, y para recibir conforme a lo que hayan
hecho mientras estaban en el cuerpo, sea bueno o malo (2 Co. 5:10).

5
Esto contradice versículos como 2 Corintios 5:15 “y por todos murío…” y 1 Timoteo 2:4 “ el cual
quiere que todos los hombres sean salvaos.”
III. Comentario Crítico

v El artículo 9 del capítulo 1 de Las Sagradas Escrituras establece que “la regla infalible
de interpretación de las Escrituras la constituyen las propias Escrituras.” Sí y no. Este
enunciado es aplicable en muchos casos. La Biblia misma trae a luz la interpretación
de algunos pasajes. Por ejemplo, el libro de Apocalipsis toma sus imágenes del
Antiguo Testamento. Pero en otros casos no es así, porque existe una diferencia
sociocultural e histórica entre nosotros y las oyentes primarios del texto. No podemos
pretender que nuestra cosmovisión moderna es igual a la cosmovisión de un judío del
primer siglo o de un agricultor del antiguo medio oriente. Necesitamos más añadir más
disciplinas de estudio para traer luz a las Escrituras
v En el capítulo 3, en los artículos 3 y 5, los escritores de la Confesión afirman la
predestinación, al igual que aquellos que redactaron la Confesión de Westminster. Uno
de los versículos que utilizan para apoyar esta perspectiva es Ef. 1:4-6.6 Una lectura
superficial de esta porción da la impresión suficiente para utilizar términos como
“escogidos” y “predestinados” y construir toda una teología entre aquellos que fueron
escogidos y los que no. Sin embargo, al leer el texto de esta manera estamos ignorando
la historia que las Escrituras vienen narrando desde Génesis 1.7
Al situar estos versículos de Efesios en la narrativa completa de las Escrituras,
entendemos que el hecho de ser escogidos para salvación es una etapa vital, pero
solamente una etapa dentro del gran propósito de Dios para el mundo. El ser escogidos
por simplemente ser escogidos en lugar de otros no es el fin, sino un medio. Dios
escogió a Abraham, Isaac, Jacob y sus descendientes para ser los portadores de la
promesa de salvación para el mundo, para rescatarla, especialmente a la humanidad,
de la muerte y el pecado. Esto no crea una dicotomía entre los que son escogidos y los
que no, sino que los que han sido escogidos son ahora parte del cumplimiento de la
antigua promesa hecha a los patriarcas. “en ti serán benditas todas las naciones” (Gn.
12:3, 18:18, 22:18, 26:4, 28:12).

6
No abordará todos los versículos citados ya que no hay espacio para ello, no obstante, daré las pautas
necesarias a seguir para una lectura apropiada de los textos.
7
Es de esta manera que utilizamos las Escrituras para interpretar a las Escrituras (capítulo 1 artículo 9
de la presente confesión).
v El artículo 1 del capítulo 4 acerca de “La creación,” afirma que el mundo fue creado
en seis días. Esta interpretación es hecha al comparar Génesis 1 con Éxodo 20:8-11.
Esta interpretación surge de la enseñanza que las Escrituras se interpretan a sí mismas
establecido en el capítulo1 artículo 9 de esta confesión. Este es un ejemplo de cuando
este artículo no es aplicable. El relato de Creación no está enfocado en el “cómo” sino
en el “para qué” fue el mundo hecho.8 No pretendo dar los argumentos completos de
por qué el mundo no fue creado en siete días, sino solamente hacer énfasis en el hecho
que una persona del antiguo medio oriente, con una cosmovisión muy diferente a la
de una persona viviendo en la modernidad, interpretaría el relato de creación de una
manera muy diferente. Debemos aprender a respetar la cosmovisión de aquellos que
recibieron el texto inicialmente y no imponer el nuestro.
v En el capítulo 16 artículo 7, la presente confesión afirma que las obras de aquellos que
no han conocido a Dios son pecaminosas. Hacer una afirmación de éstas, acusando las
obras de no creyentes como pecaminosas es situarnos en un lugar que no nos
corresponde. Estoy de acuerdo que por medio de las obras no se puede alcanzar la
redención, pero no podemos emitir juicios con respectos a las obras de otros. No creo
que la labor de los médicos de la organización “Médicos Sin Fronteras” sean
pecaminosas.

Estos son los puntos principales que he decido argumentar en contra de la


Confesión de Londres. Hay otros sobre los cuales no he comentado, ya sea porque
están relacionados con los presentes o son derivación de los mismos. El resto de los
capítulos y sus artículos estoy mayormente de acuerdo. No es de sorprenderse porque
esta Confesión continúa siendo la norma de fe de muchas iglesias hoy en día. Sin
embargo, debemos sujetar esta y todas las confesiones como lo que son, una
interpretación humana arraigada al tiempo y el espacio en las cuales fueron redactadas.
Por tanto, es necesario que cada generación revise sus declaraciones de fe a la luz de
las Escrituras y así dar respuestas bíblicas a la generación presente.

8
John H. Walton, The Lost World of Genesis 1 (Downers Grove, IL: Inter Varsity Press, 2009), p. 19.
IV. Bibliografía

La Confesión Bautista de Fe de 1689. 4ta ed. Ciudad Real: Editorial Peregrino,


2009

Walton, John H. The Lost World of Genesis One. Downers Grove, IL: IVP
Academic, 2009.

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