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praxis y la ciencia.
A lo largo de nuestra experiencia como catedrático, practicante y estudioso de la
administración educativa, han surgido interrogantes y preocupaciones que hemos
traducido en proposiciones para la práctica administrativa. En los últimos años,
como docente en este campo de especialidad, nos hemos dado a la tarea de
elaborar dichas proposiciones y articularlas para compartir significados mediante
escritos y exposiciones con quienes asumen la compleja tarea de administrar la
educación.
El concepto de paradigma
A estas alturas de Nuestra Era, ante el estado de deterioro que vive nuestra
sociedad, y ante las señales de empeoramiento de ese estado de cosas, ése es un
precio que no debemos pagar. Es tiempo de repensar la administración con
intención emancipadora. Esto implica reformular nuestras concepciones de la
administración desde perspectivas más cónsonas con la realidad de nuestras
escuelas y de nuestra sociedad.
Esto quiere decir que, si un director o directora nos dice, por ejemplo, que el
problema de embarazo de adolescentes de su escuela no tiene que ver con estas
dimensiones sociales, bástale con mirar el estado de deterioro de nuestra sociedad
para advertir si guarda o no relación. Y si nos dice que la administración de los
convenios colectivos no tiene el alcance social que señalamos, está administrando
con ingenuidad y, a nuestro juicio, está desubicado o desubicada.
Si queremos construir ese mundo, el contexto tiene que ser la realidad social. Y en
un proceso de acción y reflexión, la administración contribuye, como proceso vital,
a transformar esa realidad. La administración crítica es un proceso de producción y
reproducción de la vida real, porque no hay administración critica sin contexto, como
no hay educación sin contexto. Y ese contexto es dinámico, cambiante convulso,
escurridizo.
De esta noción de una realidad que no está dada, sino que la construimos los seres
humanos día a día en el intercambio con nuestro mundo, surge la pregunta crucial
en torno al papel que desempeñamos los seres humanos en el drama
administrativo: ¿somos entes pasivos que responden a una realidad dada o sujetos
protagónicos proactivos, con propósitos claros para la construcción de esa realidad,
es decir, sujetos que desempeñan un papel creativo y dinámico?
¿Cuáles son, pues, las bases metodológicas que ubican nuestras proposiciones en
el Paradigma Crítico?
Es crítica porque es dialógica. Esto es, por cuanto es un proceso social, se nutre
del diálogo, de las relaciones humanas multidimensionales: escucha y se deja
escuchar. No son tanto los hechos los que importan, como el conocimiento y el
significado que se genera de ese proceso social de reflexión. Es la administración
que saca tiempo para pensar, para reflexionar, p a r a m a d u r a r l a s i d e a s.
Pero la pregunta clave que surgió de todo este proceso de reflexión fue: ¿cuáles
son las implicaciones metodológicas de las proposiciones que hacemos?, o sea,
¿cómo operacionalizamos lo que hemos denominado el Paradigma Dialéctico de
Administración Crítica?
Partimos del momento decisional para operacionalizar el Paradigma. Éste tiene seis
niveles de reflexión que se fundamentan en la pedagogía crítica de Paulo Freire. En
ese mundo complejo de interacciones (análogo a la complejidad de las notas del
diapazón) se ejerce la administración como una práctica reflexiva. De aquí surgen
los niveles de reflexión que proponemos. Los primeros tres niveles se nutren del
momento decisional. Éstos son:
Es aquí donde se plantea las preguntas que sugiere Freire al educador investigador
progresista: ¿qué tipo de investigación?, ¿contra qué se investiga?, ¿para quién se
investiga?, ¿contra quién se investiga?
El principio de la totalidad
Referencias