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La mujer en El Carnero de Juan Rodríguez Freyle

Para Europa y occidente, fue de gran interés el querer enterarse de todo aquello

que sucedía en este nuevo continente recién descubierto. Para esto, los cronistas e

historiadores indianos acopiaron desde el siglo XVI en adelante los acontecimientos de

un mundo totalmente diferente al acostumbrado, relatando sobre los más diversos

temas: la geografía de América, los pueblos que la moraban, el arribo de los españoles,

la cristianización de los indígenas y el establecimiento de reinos y ciudades, entre

muchos otros asuntos. La creación historiográfica indiana fue considerable y

evidentemente significativa, pues cronistas y eclesiásticos debieron crear una

metodología de trabajo, nunca antes creada, afín a la naturaleza de estas nuevas tierras.

La complejidad de la historiografía indiana aumenta, además, cuando se tiene en

cuentas las diversificaciones regionales e históricas, pues las motivaciones de los

cronistas y los argumentos de sus obras varían de acuerdo a si el autor escribía desde la

capital o desde la frontera; si contaba la conquista de los nativos, su cristianización o la

sociedad colonial; si este era criollo, mestizo, clérigo o civil; o bien si la obra era de

carácter regional o general.

En este contexto, una de las crónicas más conocidas es Conquista y

descubrimiento del Nuevo Reino de Granada: de las Indias occidentales del Mar

Océano, obra más conocida como El Carnero. Fue escrita en 1638, durante el reinado

de Felipe IV por el criollo, Juan Rodríguez Freyle. (1566-1642) El autor narra los
primeros cien años del reino, pasando por los principales exploradores de la época, la

fundación del Nuevo Reino por Jiménez de Quesada en 1538, el pasado inmediato de

los pueblos indígenas de la zona hasta la llegada de los españoles, el triunfo de estos

últimos, la fundación de la ciudad de Santa Fe de Bogotá y la relación de esta con las

ciudades y audiencias vecinas.

El Carnero se caracteriza por narrar una historia escandalosa, marcada por la

infidelidad, la venganza y la corrupción. Dentro de estas historias escandalosas y

acciones que transgreden el accionar del buen cristiano de la época, se encuentra el

papel de la mujer como uno de los personajes principales en varios de los capítulos o

crónicas que narra el autor y que presenta como influenciadora de la tentación en los

hombres. Muchos estudios se han realizado sobre el papel que Rodríguez Freyle ha

otorgado a la mujer en este libro, para Denise Galarza Sepúlveda, en su artículo “La

feminización de lo político en el carnero” (2001) dice que: “Cuando ha sido estudiada, la

condena de la mujer por el autor se ha considerado el simple reflejo de una actitud misógina

propia de su momento histórico y de su formación intelectual.” (p.2) Por otro lado, hay

autores que defienden al Freyle de esta acusación tomado como referencia la época en

la que se escribe el libro y, sobre todo, en lo poco que se sabe de la vida del autor y de

sus pensamientos en aquella época. Para William Ramírez Tobón, en su artículo “Al

carnero también le gustan las mujeres” (s.f) dice que:

No hay, sin embargo, suficientes elementos de juicio para imputarle a Freyle un

carácter misógino. Es obvio que a nivel personal no existen los suficientes datos biográficos

para establecer un perfil sicológico que le acredite al cronista una tal óptica sobre el sexo

opuesto. (p. 1)
Hay que tener en cuenta que el periodo en el cual se escribe este libro de

crónicas históricas, es un periodo de conquista, en el cual, para el español y el europeo

en general, la mujer no cumple ningún papel trascendental en la sociedad, y mucho

menos lo llega a cumplir en América la mujer indígena y las descendencia que crece

entre el cruce de razas blanca e indígena, la mujer solo vale para servir al hombre y ser

la esclava sexual de los españoles, sin tener ningún tipo de voz ni voto en la sociedad,

situación que duró por más de 4 siglos en Colombia específicamente y que aún sigue

vigente en cortos rasgos de la sociedad. En la época se puede encontrar la concepción

de la mujer subyugada primero a la casa paterna para luego pasar a la de su esposo.

La mujer, en un tiempo marcado por un pensamiento antiguo es un personaje

extraño, oscuro y causal de todos los males y caídas del hombre; es un ser que tiene

facilidad para la tentación y para dejarse tentar fácilmente, carga con el peso de la

hermosura, considerada como doble el pecado y por ende doble el peligro para el

hombre. Y estos pensamientos se pueden ver reflejados en El Carnero, donde

Rodríguez Freyle describe a la mujer utilizando diferentes insultos como: “sabandijas;

personas que ciegan, seban y engañan; casta de víboras; armas del diablo; lazo disimulado; seres

en los cuales no hay maldad que no se cometa ni crueldad que no pueda ejecutarse.” Son

adjetivos esparcidos en una significativa cuantía de hojas dedicadas a acontecimientos

de crímenes que perturbaron los primeros años de la colonia americana y en los cuales

la mujer, "cabeza de pecado y destrucción del paraíso", tuvo protagonismo esencial.

La primera aparición de la mujer en El Carnero, se da cuando Frayle describe el

orden jerárquico que tienen los indígenas del Guatavita y describe más adelante a la

mujer como posible infractora del orden social.


Guatavita [...] no tenía más que una ley de justicia, y ésta escrita con sangre [...] si

dentro de su palacio o cercado algún indio ponía los ojos con afición a alguna de sus

mujeres, que tenía muchas, al punto y sin más información, el indio y la india morían por

ello. (Rodríguez, p.65)

El autor expone la destitución de Guatavita por su teniente de guerra Bogotá

fundamentando que los supeditados de Bogotá desobedecen cuando hallan que,

distraído por sus mujeres, Guatavita ha abandonado su reino y sus compromisos. Los

capitanes y soldados de Bogotá:

hicieron una muy célebre [fiesta] en el cercado del teniente Bogotá […] diciéndole

que él [Bogotá] sólo había de ser el señor de todo y a quien obedeciesen todos, porque

Guatavita sólo servía de estarse en su cercado con sus teguyes, que es lo propio de

mancebas, en sus contentos sin ocuparse de la guerra. (p,.69)

De esta forma, la mujer indígena representa un grave peligro para el reino de

Guatavita ya que, al entregarse el cacique a los “contentos” de las mancebas, es decir,

de mujeres jóvenes que conviven con hombres sin tener ningún tipo de compromiso

nupcial, el cacique pierde la capacidad de cumplir con sus responsabilidades políticas

trayendo como consecuencia la usurpación del poder por parte de Bogotá.

Así mismo, Rodríguez Freyle utiliza elementos religiosos para referirse a la

mujer como transgresora del mundo y utiliza el ejemplo más célebre de la religión

cristiana que es la tentación de Adán y Eva. En esta parte, el autor culpa a Eva de todas

las desgracias de la humanidad diciendo:

Puso Eva los ojos en aquel árbol de la ciencia del bien y del mal y enderezó a él; el

demonio, que le conoció el intento, ganóle la delantera y esperóla en el puesto donde, en


allegando Eva, tuvieron conversación, y entre los dos departieron las dos primeras mentiras

del mundo. (p.79)

Y, por el contrario, Adán queda libre de toda acusación sobre el destino del

hombre y su culpabilidad sobre la condena del ser humano por medio del árbol

prohibido:

Acometido Adán por la parte más flaca, quiero decir, rogado e importunado de una

mujer hermosa, y si acaso añadió algunas lágrimas a la hermosura, ¿qué tal lo pondría? Al

fin, él quedó vencido y fuera de la amistad de Dios, y Lucifer gozoso y contento. (p.80)

Lo que se puede interpretar de la anterior cita es que, gracias a la hermosura de

Eva, fue que se realizó la primera violación de la jerarquía patrimonial, ya que, por

medio de esto, el hombre es vencido y la obediencia que antes debía a Dios, ahora es

usurpada por el diablo y su influencia. En ambos casos, el de Guatavita y el de Eva, se

da culpa a la mujer por medio de sus “contentos” y su “hermosura” que desencadenan

en la perdida y humillación del hombre.

En una segunda aparición fuerte de la mujer en la obra El carnero, hay un caso

en particular que hace referencia al tema de la brujería y es el de una señora que luego

de serle infiel a su marido, que se encontraba de viaje, quedó en cinta, es decir,

embarazada. Deseando abortar, se encuentra con un personaje llamado Juana García

negra libre que conocía de brujería y le enseñó sus prácticas para conocer más de su

marido. En este punto no solo es una mujer, sino además una negra lo que la convierte

en un peligro mayor, es ese otro aún más desconocido y sus prácticas peligrosas. El

marido después de darse cuenta de lo que había hecho la mujer y la negra las denunció a

la justicia. Juana, sus hijas y muchas otras personas cayeron en proceso por hechicería,
pero al final las únicas que pagaron el precio fueron las negras que fueron desterradas.

Esto nos muestra la peligrosidad que encierra para el hombre blanco la mujer,

especialmente una fuera de su cultura, es decir de la que conoce aún menos, un extraño

y peligroso ser con poderes mágicos.

Para Pupo Walker, en su libro “la historia como pretexto: formas de la

invención literaria en El carnero” (1982) la importancia de la mujer es trascendental:

Pero, en «Un negocio con Juana García», está confirmada –desde los planos más

íntimos del proceso cultural– la presencia del negro como factor básico de un nuevo

contexto social. No hay legajos en el mundo que puedan revelarnos ese hecho con la misma

efectividad que alcanza el relato; porque «Un negocio con Juana García» y otras

narraciones similares no solo iluminan los acontecimientos elegidos, sino que la redacción

de los mismos llega a transformarlos en vivencias inolvidables. (p.155)

Si bien la descripción de Walker es importante para describir esta presencia del

negro en El carnero, hay que tener algo de cuidado con las aseveraciones que hace ya

que, si bien esta historia es la más larga y en la que más se ve la presencia del negro en

este libro, no define como eran en su totalidad los negros de la época, mucho menos

cómo era la mujer de la época, ni el pensamiento total del autor sobre los negros de la

época narrada.

Es importante ver la importancia de esta historia por su contenido lleno de

infidelidad, brujería y mentiras que lo nutren y que al fin y al cabo no llevaron a nada

bueno para las mujeres por ser transgresoras de la moral cristiana y de las costumbres

que ahí se iban instaurando con la llegada de los españoles a Colombia.


En otra historia semejante, y la más reconocida de este libro, que también está

cargada de muchos elementos transgresores por parte de la mujer, es la historia de Inés

de Hinojosa. Se trata esta vez de una criolla rica, una “mujer hermosa por extremo” que

vivía descontenta con su marido mujeriego y jugador” (p.136). Ella se enreda en

“amores torpes” con Jorge Voto, maestro de danza, con el resultado de que el maestro

mata al marido y doña Inés se va a vivir con él a otro pueblo. Allí, doña Inés tiene

amores con un segundo hombre, Pedro Bravo de Rivera quien a su vez mata a Jorge

Voto. En la siguiente oración, el autor presenta a la hermosura como agente de

desgracias: “[...] la hermosura de doña Inés llamó a sí a don Pedro Bravo de Rivera (con

razón llamaron a la hermosura “callado engaño”, porque muchos hablando engañan, y

ella, aunque calle, ciega, ceba y engaña)”. (p.137) A pesar de que son los hombres los

que cometen los homicidios, éstos son incitados, según el narrador, por la “hermosura

de doña Inés”. Así como también se puede evidenciar en el siguiente fragmento:

[…] concluyó diciendo ella que ninguna cosa le podía ella mejor asegurar que la

muerte de Jorge Voto, su marido, o dejar la amistad de don Pedro Bravo; con lo cual él se

alborotó, pareciéndole que ya estaba desposeído de la hermosura que gozaba. Respondióle

que «por su gusto no había riesgo a que no se pusiese». Este fue el primer punto y concierto

que se dio en la muerte de Jorge Voto. ¡Oh hermosura! Los gentiles la llamaron dádiva

breve de naturaleza, y dádiva quebradiza, por lo presto que se pasa y las muchas cosas con

que se quiebra y pierde. (p. 123)

Era tal la hermosura de Inés de Hinojosa que la proporcionalidad de belleza y de

violencia eran tan intensas, que resultaron siendo igual de intensos estos asesinatos y lo

intensos que también fueron los acontecimientos para la comunidad e incluso para el
mismo autor que dice: «¡Oh hermosura desdichada y mal empleada, pues tantos daños

causaste por no corregirte con la razón!» (p. 127).

Es así como en El carnero, se puede evidenciar los diferentes papeles de la mujer en esta

obra, desde una negra bruja, hasta el papel más significativo y es el de la mujer infiel a su

marido que la lleva a cometer crímenes o influenciar a otros para cometerlos, todo esto

gracias a la suprema hermosura que el autor relata y que es finalmente, el objeto principal

de la desgracia del hombre. Si bien se dijo al principio que para muchos Juan Rodríguez

Freyle era un misógino por como describía a las mujeres en ese tiempo, cosa que puede o

no ser cierta, hay que tener en cuenta el contexto social de la época y el papel tan poco

importante que cumplía la mujer en esta época todo gracias a la llegada de los españoles y

con ellos, la llegada del cristianismo a Colombia.


Bibliografia

GALARZA SEPÚLVEDA, DENISE. (2001) “Las mujeres son las que comúnmente mandan el

mundo”: la feminización de lo político en El carnero. Revista Iberoamericana. Vol. LXVII, Núms.

194-195, Enero-Junio 2001, 55-68. Tomado de: file:///D:/bibliotecas/Downloads/5891-23320-1-

PB.pdf

Ramírez Tobón, William. (s.f) “Al carnero también le gustan las mujeres”. Instituto de Estudios

Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional. Tomado de:

https://revistas.uniandes.edu.co/doi/pdf/10.7440/histcrit8.1993.06

Rodríguez Frayle, Juan. (1984) El carnero. Editorial: Instituto Caro y cuervo. Bogotá, Colombia.

Pupo-Walker, Enrique. (1982) «La historia como pretexto: formas de la invención literaria en El

carnero» Madrid, Gredos.

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