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Los mundos ocultos de Anel Tadeo

Por Margarito Palacios Maldonado

El propósito del arte es imitar a la naturaleza. Desde su nacimiento en las cuevas,

el arte rupestre intentó representar la realidad exterior de los cazadores, héroes

tribales de quienes dependía el sustento de la comunidad. Sin embargo, es un

hecho que el arte es el medio a través del cual el hombre modifica la naturaleza

para satisfacer sus necesidades básicas y de autorrealización, como el deseo de

trascender en el tiempo y dejar un legado. Así surgió el arte en torno a los ritos

mortuorios, como la decoración de tumbas con pinturas, relieves y esculturas.

El afán de clasificar las formas artísticas nombró al cine como séptimo arte,

olvidando que éste nació con la fotografía en el siglo XIX, cuando el Pictorialismo

logró que la sociedad la reconociera como arte por sus atributos estéticos y viera

al fotógrafo como artista capaz de comunicar, a través de su trabajo, emociones,

sentimientos e ideas a los espectadores de su obra.

Creada por Louis Daguerre, pintor y decorador teatral francés –inventor del

daguerrotipo (basado en el invento de Niépce) y, a partir de él, del diorama–, la

fotografía pronto fue reconocida como una herramienta muy valiosa para las

artes convencionales, como la pintura, la escultura y la arquitectura, por su

capacidad de reproducir cualquier entorno con mucho realismo.

Sin embargo, más allá de su función utilitaria, la fotografía ha sido cultivada

como arte por pintores, escultores, arquitectos y artistas visuales para expresar

sus experiencias más subjetivas, comunicar mensajes revolucionarios y de

protesta, documentar la realidad problemática de una sociedad o simplemente

dar testimonio de su tiempo, congelando un instante efímero pero significativo

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para quien lo vivió, y que el espectador descubre con una emoción y goce

estéticos que lo hacen memorable.

Ha sido muy largo el camino recorrido por la fotografía, desde aquella primitiva

cámara oscura de principios del siglo XIX hasta el arte digital contemporáneo,

que usa una gran diversidad de lentes para crear diferentes efectos o programas

computarizados con los mismos propósitos. Los resultados siempre han sido

producto de una mente que trabaja la realidad para crear una imagen con valores

estéticos, explotando los atributos visuales de los objetos que reflejan la luz o la

absorben. Luz y sombra, composición y contraste, balance y dinamismo,

equilibrio y movimiento, forma y volumen, línea y perspectiva; de pronto, gracias

a la vista privilegiada del artista, la realidad se nos revela diferente, con atributos

que antes eran invisibles, transmitiéndonos así una experiencia muy personal,

un momento irrepetible, que ya no es sólo del fotógrafo-artista, sino que estamos

ante un objeto estético que congela el movimiento de las olas en el acantilado o

el reflejo iridiscente de una hoja, una rama o el tronco de un árbol.

Con todo este bagaje cultural a cuestas, Anel Tadeo López, comunicadora y

artista visual, fotógrafa de profesión y amante de la naturaleza, emprende largas

excursiones por los bosques para captar con sus instrumentos de trabajo las

imágenes insólitas del medio ambiente, descubriendo en ellas su otro yo, ese

ente misterioso que transpira savia prodigiosa, huele a enervantes resinas

vegetales y acaricia la mirada con un guiño seductor imposible de resistir.

Descifrando el lenguaje visual de la naturaleza, que expresa las emociones

más puras de la humanidad en armonía con su entorno, Anel Tadeo coquetea

con las formas sinuosas de los árboles, acaricia los contornos caprichosos de su

corteza, juega con las figuras ocultas en el bosque y nos cuenta una historia de

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duendes radiantes y fantasmas resplandecientes, en un ambiente creado con

técnica y la fantasía de la artista visual.

En esta exposición de Anel Tadeo, en la que predomina el collage de

imágenes extraídas de la naturaleza mediante la fotografía intervenida y el

trabajo creativo de composición y encuadre, el espectador de pronto se descubre

inmerso en una atmósfera alucinante de colores y texturas que van más allá de

la mirada objetiva, un entorno formado por clichés que congelan el destello de

una gama de colores cálidos y sensuales, un ambiente festivo de danzas y

caricias atrevidas que lo retan a descifrar el misterio de la vida misma.

La sensibilidad artística de Anel Tadeo le ha permitido desarrollar un lenguaje

visual propio en el ámbito de la fotografía, cultivándola a través de serios estudios

académicos realizados en Villahermosa, ciudad de México, Cuba y República

Dominicana, donde aprendió los múltiples artilugios estéticos que pueden

lograrse con la manipulación experta de sus instrumentos fotográficos: cámaras,

lentes, luces, distancias, tiempos de exposición, apertura de diafragma,

velocidades de obturación, encuadres, ángulos, composición del objeto o la

escena fotografiada, tonos, brillos, intensidades de luz y ubicación de sus fuentes,

así como el trabajo de laboratorio o el procesamiento digital en computadora,

donde la obra de arte es terminada y preparada para su exposición y deleite de

los espectadores.

Para Anel Tadeo, como para los pictorialistas del siglo XIX, “la fotografía no

es un acto mecánico impersonal, sino una forma de crear imágenes singulares,

conmovedoras y artísticas.” Porque su visión de la naturaleza, las formas en que

la percibe, la procesa y la presenta son tan únicas y distintas a las que lograría

cualquier espectador con su cámara, que Anel se deleita creando arte como un

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juego en el que intervienen sus fantasías, sueños y deseos más profundos, para

que el espectador de su obra pueda descubrir sus propias fantasías, sueños y

deseos, sin quedar indiferente ante la belleza construida por sus manos.

Curiosamente, así como la literatura ha estado cerca de la pintura, la escultura

y la arquitectura, también ha acompañado a la fotografía en su evolución,

compartiendo con ella algunos movimientos estéticos y políticos, como el

Dadaísmo, el Surrealismo, Documento Social, Ensayo Fotográfico, Performance,

Relato de Experiencia y Documental Conceptual. A lo largo de su historia,

fotografía y literatura han caminado juntas en un juego de complicidades en que

no sabemos quién seduce a quién y no se guardan rencor cuando de pronto el

prestigio social de una la encumbra más que la otra. Díganlo si no los poetas y

escritores galardonados con el Premio Nobel.

Desde la Fotografía Directa hasta la llamada Fotografía Documental

Conceptual, el arte que nació con las sales de plata hoy habla el lenguaje del

pixel y los histogramas de brillo, saturación, contraste, nitidez y tono de color,

balance del blancos, gama cromática y filtros para crear múltiples efectos. Este

arte permite a Anel Tadeo una amplísima gama de posibilidades de expresión

gracias a sus conocimientos y habilidades en el manejo de técnicas fotográficas,

creando así una obra de arte muy personal, con un lenguaje visual subrayado

por encuadres y puntos de vista inusuales para el espectador común, pero que

todos podemos disfrutar con un sentido estético inmediato.

Tlalnepantla, Estado de México; septiembre de 2017

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