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DE LA
ACEDMIA NACIONAL DE HISTORIA
VOL. XVIII QUITO, JULIO – DICIEMBRE DE 1939 NUM. 54
En varios puntos de aquella región alta, hay todavía pequeños grupos de tolas
del tiempo antiguo, como en las vecindades de Tocachi y cerca de Malchinguí; pero,
casi todas carecen de importancia. Cochasquí se halla a 2.875 metros de altura, y sólo
a unos 200 metros más arriba de dicha hacienda, o sea en alturas de 2.900 a 3.100
metros sobre el mar, el viajero que va de Malchinguí a Tabacundo, puede observar un
terreno más grande, sembrado de unas 20 a 30 tolas situadas a los dos lados del camino.
Estas tolas forman dos grupos algo separados uno de otro, pero que se tocan en
el medio. El grupo Sur se compone de unas 20 tolas del tipo común piramidal, de 5 a
12 metros de altura, que se encuentran diseminadas en la pampa. En el terreno medio,
ocupado por estas tolas, hay un campo grande, de 4 hectáreas o más, sembrado de
innumerables fragmentos cerámicos. Este lugar ha de haber sido habitado por gente
común y al mismo tiempo, ha de haber sido su cementerio ya que en aquellos tiempos
era costumbre enterrar a los muertos bajo las habitaciones de los vivos. (Véase la
Fotog. N°. 1)
Mas arriba del grupo mencionado, en alturas de 3.000 a 3.100 metros sobre el
nivel del mar, hay otro grupo de unas siete tolas muy grandes, todas rectangulares o
levemente romboides, generalmente provisto de grandes rampas hasta de 200 metros de
largo, unidas estrechamente una a otra en dos o tres filas.
Las tolas últimamente mencionadas, que están tapadas por arena, tanto en su
superficie como en sus cuatro lados y que presentan el aspecto de las tolas que abundan
en el Norte, debían haber despertado, desde hace mucho tiempo, el interés de estudiarla,
ya por sus proporciones extraordinarias, ya que por su forma poco común, entre las
tolas de la región cara. Pero, sea por su situación apartada de los caminos frecuentados,
o quizá también por su apariencia exterior poco prometedora, que les da el aspecto de
ser sólo de tierra, como la mayor parte de las tolas de la región Norte del Ecuador, es lo
cierto que, hasta ahora, no se ha hecho observaciones más o menos científicas que
conduzcan a un verdadero estudio de ellas. Sin embargo, en estos meses se pensaba en
Quito emprender en un verdadero estudio científico, sin que fuera posible poner en
práctica estas intenciones por las dificultades que siempre se presentan en la ejecución
de trabajos que aparentemente son poco útiles para el país. Pero, estos proyectos
sirvieron para prevenir intereses particulares de personas que, conociendo el interés que
la ciencia principiaba a tomar por estos restos de la antigüedad, resolvieron estudiarlos
por su parte, solamente con la intención de buscar oro y tesoros en el interior de esas
enormes huacas, sin sentir el menor escrúpulo de destruir completamente esas
construcciones, con tal de alcanzar el fin apetecido. No importaba la afirmación de la
existencia de valiosísimos edificios en el interior de esas construcciones; subsistía la
primera intención de destruirlo todo en busca de los tesoros que suponían enterrados.
Sólo la ingerencia de nuestra Academia Nacional de Historia, encargada de la
protección de los restos antiguos, pudo inhibir el progreso aniquilador de las
valiosísimas construcciones, en momentos en que el daño aun no parecía tan definitivo,
extendiendo de este modo el programa de sus obligaciones que la Ley determina y que,
en el fondo, nada dice de la protección de los monumentos existentes en propiedades
particulares.
Esta tola tiene una forma levemente romboide y su plataforma superior forma
casi un cuadrado, con sus lados dirigidos a 122° y 202° de la brújula. La extensión de
la plataforma superior, medida en sus lados Norte y Sur, es de 90 metros, por 80 metros
en los lados Este y Oeste.
La arena cae en forma natural, por los cuatro lados de la tola, a la pampa que
forma su asiento y que, por el lado Sureste, mede 21 metros de altura, hasta la esquina
de la plataforma. Una rampa de más de 200 metros de largo, que servia para el acceso
a la plataforma de la tola, se dirigía a la mitad del frente de dicha tola, con una
dirección de 25° del lado Sur, midiendo, en su parte mas extrema del Norte, unos 25
metros de ancho y cerca de 14 metros de altura. (Véase la Fotog. N3).
No hay duda de que estos cráneos representaban parte de los restos del enorme
número de cabezas humanas insertadas, al tiempo de la construcción del edificio y del
pasillo superior, en la capa intermedia de tierra que servia de fundamento del edificio
superior, después del abandono del de abajo. Conocidas son tales inserciones en los
fundamentos de edificios nuevos de un gran número de pueblos semi-cibilizados, que
hacían sacrificios humanos y, a veces, también de animales, para conseguir por medio
de estas supersticiones, la firmeza y la seguridad de las construcciones.
Pero, por ahora, no sabemos si en algún otro edificio excavado en otros lugares,
se ha hallado ya un número tan grande de restos de sacrificios ofrecidos para el mismo
fin, como el encontrado en el presente caso.
En los dos lados del pasillo se descubrió un revestimiento de murallas muy bien
construido, de bloques labrados de cangagua, con alturas de 5 a 6 metros, por los dos
lados, y en el lado Este del pasillo, una terraza de unos dos metros de ancho y más o
menos dos metros de altura. Seguía a esta, una grada del mismo carácter, situada aún
más afuera y más abajo. (Véase la Fotog. N°.5).
A ambos lados del pasillo corren, pues, dos muros, y en el lado derecho, el muro
va acompañado de dos escaleras que salen hasta el frente del edificio, formado un
ángulo. Por no haber terminado las excavaciones, se ignora hasta donde van las
construcciones del frente Sur; pero, podemos, anotar que, actualmente el muro del lado
Oeste llega a 45 metros de largo, el del Este a unos 20 metros y las gradas hasta 10 y 5
metros de la esquina Sur respectiva, en cuanto a los dos muros del lado Sur, todavía no
están completamente descubiertos.
Bajo la arena que, como en los otros lados, había cubierto también el frente
Oeste del edificio, se pudieron observar los vestigios de algunas escaleras construidas
con bloques labrados de cangagua. Del examen de estos vestigios se puede deducir que
también este lado Oeste del edificio escondido anteriormente en la tola, se había
revestido originalmente de unas doce líneas de gradas de 1,30 metros y de 2 metros de
alto, más o menos.
En las capas de tierra que tapan las construcciones se encontró un canal de más
de 10 metros de largo, consistente en una pieza de barro cocido, en conexión con un
mortero de piedra. Se calcula que en los sacrificios ha de haber servido este canal para
la recepción de la sangre de las victimas, aunque esto no lo damos por cierto. Dos
murallas, de la calidad de las del pasillo, en forma curva y cada de 20 metros de largo,
situadas en el Norte, servían como de refuerzo a la parte más alta de la rampa de ambos
lados.
CARÁCTER DE LAS COSNTRUCCIONES
Los bloques que componen las murallas y las gradas son del mejor tipo conocido
de las construcciones incaicas, del último tiempo, tanto del cuzco, como del Centro y
Sur del Ecuador, abstracción hecha del material de cangagua más deleznable que la
piedra usada en otras partes. También en otras construcciones anteriores de la
localidad, se había usado la cangagua, lo que indica que quizá los Incas del lugar se
vieron presionados a usar ese material en sus obras, porque hasta los 3.900 metros sobre
el nivel del mar, las faldas del Mojanda están cubiertas de cangagua, no encontrándose
la piedra en las capas superficiales.
Todos los bloques de cangagua que componen los muros están tan bien labrados
y exactamente unidos y con una correspondencia tan precisa de sus ángulos, como en
las mejores obras de piedra hechas por los Incas. Las terrazas y gradas decorativas del
lado Oeste del edificio representan otro tipo excelente de las mejores obras incaicas.
Otra importante señal del origen incaico de las construcciones, son los 500
cráneos humanos con que además de los 70 encontrados en los fundamentos del
edificio incaico superior había estado pavimentada la entrada del edificio por la rampa,
a poca distancia de la superficie. No es probable que en esa época incaica hubiera sido
posible, a otra persona que no fuese el Inca mismo, ofrecer hecatombes de sacrificios
humanos, a los dioses peruanos o ecuatorianos. Además, el número de cráneos
hallados en la construcción del edificio nos hace superior que provienen de una sola
acción bélica, de las diferentes que tuvieron lugar en la historia ecuatoriana de aquel
tiempo. Si esta acción fue de Atahualpa, seria posible, si se hubiera tratado, por
ejemplo, de la sangrienta conquista de Tomebamba-, determinar más cercano el tiempo
de las construcciones que hemos estudiado anteriormente.
Pero otro lado, no faltan elementos, fuera de los puramente incaicos, que nos
autorizan para declarar que las construcciones encierran también numerosos elementos
de tipo puramente cara.
El edificio incaico superior, está formado por un núcleo de tierra revestido sólo
exteriormente de muros de tipo inca. No se han encontrado cuartos en el edificio, como
en las casas incaicas; ni se sabe si algunos de ellos debían agregarse posteriormente, en
algunas partes del edificio.
Pero Cieza de León menciona los (aposentos), de Cochasquí , en el sentido de
palacios y cuarteles incaicos, en la descripción de su viaje por las faldas del Mojanda
(años 1540 a 1545, aproximadamente). En aquel tiempo, los edificios incaicos aun no
pueden haber estado tan tapados por la arena.
Pero esto se conoce hasta ahora la forma entera del edificio, tal como estaba
originalmente bajo el manto de arena de la tola que se ha excavado. Pero, aun faltando
las observaciones a este respecto, se ha de declarar como innegable, que aún no se había
concluido el edificio, cuando fue cubierto por la arena porque no es probable que se
hubiese destruido parte de los muros del pasillo, por ejemplo, antes de que los tapara la
arena. Quizá todo el edificio, en el estado existente, sólo se había principiado, de
manera que, por lo que se llegó a trabajar, no conoceríamos más que una parte del plano
proyectado, al hacerse la excavación. Cuestiones de esta naturaleza sólo pueden ser
resueltas por la continuación de las excavaciones, hasta el descubrimiento del edificio
entero. Pero, si el edificio se presenta incompleto por falta del tiempo necesario para
concluirlo, es probable que la construcción no haya principiado sino al fin del periodo
incaico.
Hacemos esta suposición porque creemos que nadie podía haber concebido la
idea de llenar los enormes vacíos de estas construcciones, con miles de metros cúbicos
de arena, sólo con el fin de redondear su apariencia, dándole la forma de una tola. Así
pues, la existencia de la forma de tola es puramente casual. Ejemplos de tal proceso de
encubrimiento con tierra se pueden encontrar, en gran número, en casi todas las partes
del mundo.
1) La Forma y
2) Elemento de construcción”
HALLAZGOS OBJETIVOS HECHOS EN LAS EXCAVACIONES
Una tola piramidal de las de esta última clase, también excavada hace poco,
había contenido en su interior una sepultura de cacique de los siglos V o VI de nuestra
era. Esto nos demuestra que es posible que ese lugar haya estado constantemente
habitado hasta el tiempo de los Incas.
Tenemos más noticias sobre este lugar de nombre Quillaco. Cieza, el autor más
verídico del siglo XVI, dice que la madre de Atahualpa, era una indígena de Quillaco,
mujer de Huainacápac, que fue llevada por el Cuzco, en donde nació Atahualpa.
Balboa dice que Pillahuaso, el vencido por Tupac Yupanqui, residía en Quillaco;
y por sus acciones de armas, como jefe del ejército, este cacique ha recibido el
calificativo de Rey de Quito.
Otras fuentes más; como Gracilazo, dicen que la madre de Atahualpa, era la hija
del Rey de Quito.
Según todas estas noticias, parece que es forzoso aceptar que Quillaco era el
nombre más antiguo de Cochasquí y que Quilago, la reina de Quillaco, hija de
Pillahuaso, el rey vencido por Tupac Yupanqui, había tenido, en el Cuzco, a su hijo
Atahualpa.
La razón lógica posterior por la cual se puede afirmar que también Pillahuaso
había residido en Cochasquí es que toda la región, entre Mojanda y Quito, como lo dice
Cieza en la descripción de su viaje, fue gobernada por caciques de nombre Huaso, como
Collahuaso; y Pillahuaso era, naturalmente, uno de ellos. Otros caciques de nombres
Huaso residieron en Cotollao, Tumbaco, Yaruquí, etc.
La madre de Atahualpa fue por herencia, reina de Cochasquí; natural era, pues,
que también Atahualpa, devuelto en tierna edad a Cochasquí, su Patria y de los Caras,
habiendo recibido de su padre Huainacápac una educación que le preparaba para su
destino posterior de ser Rey de los Caras, conservara cariño al país natal de su madre y
quisiese, seguramente, establecer allí su propia residencia, como rey ecuatoriano,
prefiriendo Cochasquí a Quito. Fundó, en consecuencia, en Cochasquí, un palacio, un
templo del Sol, etc, de acuerdo con su gusto, con todos los distintivos que le
correspondían como Inca, adornando los edificios que construía, con innumerables
trofeos de cabezas humanas. Quito, por esta razón, quedó vacío, en él no hicieron los
Incas construcciones del estilo de las de Cochasquí, ni de otra clase, lo que, hasta ahora,
ha sido la sorpresa de todos.
El núcleo de edificios del grupo Norte, en las ruinas de Cochasquí, hoy cubierto
por la arena que siglos enteros han amontonado sobre esos grandiosos monumentos;
representa la propia capital ecuatoriana, fundada por Atahualpa. Esta es una razón de
enorme peso para que se considere como una obligación nacional el cuidado de estas
ruinas, dándoles nueva vida, como un monumento al último y único Inca que ha tenido
el Ecuador, frente a los famosos Incas del Cuzco.
MAX HULE.
Quito, 26 de Enero de 1933.