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El túnel de Ezequías: Tres enigmas

El túnel de Ezequías (rey de Judá entre los años 726–697 AEC), una de las joyas arquitectónicas de la época
bíblica en Jerusalén, fascina a todo a quien recorre sus 533 metros excavados en lo profundo de la roca, cami-
nando en el agua cristalina (en partes llega a la altura de las rodillas o la cintura) que emana del manantial del
Guijón, entre las paredes que aún conservan la cobertura de yeso original con la cual las impermeabilizaron
en la época de Ezequías. Tres de los puntos más emotivos que encuentra hoy el visitante al túnel son:

1. El manantial del Guijón mismo, lugar donde fueron ungidos los reyes de Judá a partir de Salomón (1Reyes
1:32-35).

2. El lugar donde se encontraron los dos grupos de excavadores del túnel que comenzaron su tarea desde los
dos extremos de éste.

3. El sitio donde fue esculpida la inscripción de Siloé a


unos seis metros antes del final del túnel. Aún así, hay tres
preguntas que continuarán irresueltas para el visitante al
finalizar su visita.

Imagen 1: El túnel de Ezequías

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Para enunciarlas claramente, volvamos al principio de la historia:

En el año 705 AEC el rey asirio Sargón II, destructor de Samaria y uno de los monarcas más poderosos del
imperio asirio, cae muerto en batalla en la zona del Cáucaso y el enemigo arrebata su cadáver.
Terrible presagio que se hizo eco por todo el Oriente Próximo, y clara señal para todos los reinos vasallos de
la zona de que ha llegado la hora propicia de romper el yugo asirio.
En este contexto, el rey Ezequías, en alianza con, entre otros, los reyes de Babilonia y Tiro, emprende tre-
mendas obras de fortificación para preparar a Judá, y sobre todo a su capital Jerusalén, de cara al asedio que
seguramente vendría después de que el imperio lograra recuperarse. Estas obras impresionantes cambiaron
para siempre la faz de Jerusalén.
El túnel de Ezequías del cual tratamos hoy es sólo una de ellas, y todas fueron realizadas en plazos muy apre-
tados:

El rey Senaquerib, hijo de Sargón II, logra reorganizar rápidamente el reino, en el año 701 AEC llega a Judá al
frente del ejército imperial y pone sitio a Jerusalén que cuenta ya con dichas obras finalizadas, y gracias a las
cuales los asirios no logran conquistarla.
¿Qué es y por qué se excava el túnel? La fuente de agua de la antigua Jerusalén era el manantial del Guijón,
el manantial más potente de toda la zona de las Montañas de Judá, con un rendimiento promedio de unos
1.200 metros cúbicos diarios de agua, de excelente calidad y activo durante todo el año.
Su talón de Aquiles era su ubicación, no dentro de las murallas de la ciudad, sino en la ladera oriental de ésta,
a media altura entre la cima montañosa sobre la cual fue construida, y el Valle de Cedrón que constituía la
defensa topográfica natural de la ciudad.
Esta situación evidentemente acarreaba un gran peligro: el ejército enemigo que sitiase la ciudad podría
fácilmente hacerse con la fuente de agua de la ciudad. Hace poco más de una década, los arqueólogos descu-
brieron que los jebuseos -que precedieron a los israelitas en Jerusalén- ya habían construído -en el siglo XVIII
AEC- una extensión de la muralla de la ciudad para proteger
al manantial, extensión que continuó en uso en la época
israelita.
Pero esta extensión no fue considerada suficiente por los
estrategas de Ezequías. Al fin y al cabo, ahora había que liar
con el ejército imperial asirio, el poder bélico más grande y
poderoso del mundo con la maquinaria más destructiva y
sofisticada para derribar murallas.
Se tomó la decisión de sellar la salida del manantial hacia el
Cedrón, y excavar un túnel que desviara y llevara sus aguas
murallas adentro, proveyendo así a la ciudad sitiada del lí-
quido indispensable de manera ininterrumpida. Mapa 1: El túnel de Ezequías

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La combinación del túnel mismo, hoy apto para visitar, el relato bíblico (2Reyes 20:20; 2Crónicas 32:3-4,30)
y el relato de la inscripción grabada cerca de la salida del túnel conmemorando el proyecto, nos permite
reconstruir casi por completo la historia del túnel: en el manantial mismo se realizaron obras de rebaje de la
altura de la boca de la emanación.
Dos grupos de picapedreros comenzaron a excavar desde los dos extremos: el manantial y una pileta – “La
pileta de Siloé” – excavada especialmente en el sur de la ciudad amurallada.
A juzgar por la angostura del túnel, en la mayor parte de su trayecto al frente de cada grupo trabajó solamen-
te un picapedrero, mientras detrás de él otros en fila desalojaban material y acondicionaban el túnel.

Imagen 2: El túnel de Ezequías

Los dos grupos avanzaron en semicírculos hasta el momento en que, estando a escasos metros unos de otros,
enderezaron sus cursos y se encontraron.
El lugar del encuentro puede ser distinguido fácilmente por el visitante, ya que los dos grupos avanzaban con
diferentes alturas de techo, y al unirse fue necesario hacer una adaptación de éste.
A juzgar por marcas horizontales en las paredes a lo largo del túnel, los excavadores avanzaban anivelando el
piso del túnel de acuerdo a sus cálculos para lograr una adecuada corriente del agua.
Después del encuentro y una pequeña adaptación entre los niveles de las dos partes, el agua comenzó a
circular con un declive de 0,6% (33 cm. de diferencia entre los extremos) a lo largo del túnel. Un verdadero
logro de ingeniería.

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Preguntas que todavía esperan respuestas convincentes:

1. ¿Cómo se guiaron en la profundidad de la roca hasta encontrarse? Durante mucho tiempo la respuesta
más aceptada era que los dos grupos siguieron una grieta natural ya existente la cual identificaron con “el
arroyo que corre dentro de la tierra” nombrado en 2Crónicas 32:4, la cual ensancharon y adaptaron. La teoría
cayó después de que estudios geológicos demostraran que tal grieta no existía, sino que al contrario, las grie-
tas naturales en el lugar corren perpendicularmente a la dirección seguida por los picapedreros. Otra teoría
sugiere que fueron guiados por golpes en la roca en la superficie por encima de ellos, algo difícil de aceptar
dado que en ciertas partes el túnel está a una profundidad superior a los 50 metros.
También se ha propuesto que la excavación se realizó en forma de dos grandes semicírculos que obligatoria-
mente habrían de encontrarse en la profundidad, tampoco convincente ya que estos no se encuentran, sino
que en un determinado punto enderezan en línea norte-sur hasta encontrarse.
En realidad, la respuesta a ésta pregunta nos la legaron los escribas mismos del reino, pero nuestra incapaci-
dad de comprender un vocablo clave en la inscripción del Siloé, nos impide comprender su explicación:
La inscripción del Siloé, redactada en un hermoso y clarísimo (fuera de la palabra clave) hebreo bíblico, y
que probablemente fue copiada del mismísimo Libro de las Crónicas de los Reyes de Judá, reza así “mientras
[enarbolaban los picapedreros sus] picos uno en dirección a otro, y faltando tres codos a per[forar, fue escu-
cha]da la voz de uno llamando al otro porque había una ZDH en la roca en el sur y en el norte”.
Clarísimo: se escucharon los unos a los otros porque había algo llamado en hebreo ZDH (‫ )הדז‬en la roca, pero
¿qué significa la palabra clave ZDH? No lo sabemos.
No existe en la Biblia ni en ningún otro idioma semita con el cual podríamos compararla. Tal vez un término
técnico de ingeniería

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2. ¿Por qué excavaron en forma de S y no en línea recta, lo cual hubiese acortado significativamente la lon-
gitud a excavar (320 metros en vez de 533)? El semicírculo superior de la S es explicable, ya que su propósito
es profundizarse en la ciudad amurallada, pero ¿cuál es el propósito o la causa del semicírculo inferior que
alargó el túnel en más de 100 metros? ¿error de cálculo? Hubo quienes propusieron que los excavadores
fueron buscando vetas de roca relativamente menos dura. La teoría se desplomó al comprobar los geólogos
que la dureza de la roca no fue tomada en cuenta por los ingenieros que idearon el túnel, ya que éstos pre-
firieron en varias ocasiones justamente vetas de roca dura. Otra teoría todavía vigente propone que el gran
semicírculo del sur fue planeado para evitar excavar debajo de las tumbas de los reyes de la Casa de David,
que supuestamente estaban ubicadas en la parte sur de la ciudad.

3. ¿Cómo se abastecieron de oxígeno? A partir de la unión de las dos partes del túnel, una corriente fresca de
aire comenzó a circular por el túnel a efectos de la diferencia de presión atmosférica entre sus dos extremos,
pero ¿cómo les llegó el oxígeno necesario a los picapedreros adentrados 200 metros en la roca, a sus com-
pañeros trabajando en fila a lo largo del túnel, y a las lámparas que sin duda se usaron a lo largo de éste? En
proyectos similares realizados en otros sitios en la antigüedad, p. ej. el Túnel de Eupalino en Samos (Grecia),
cada 30 o 50 metros fueron excavados hoyos hasta la superficie que permitían la entrada de aire fresco de la
superficie, pero esto no se hizo en el túnel de Ezequías. Para pensarlo.

03/04/2020 - Dr. Daniel Vainstub

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Tel Sheva: Excelencia en
hidrología de desierto

Canal del Agua – Tel Sheva

Una de las cosas que llaman poderosamente la atención de todo quien haya visitado los restos arqueológi-
cos de las ciudades-fortalezas amuralladas de los antiguos reinos de Judá e Israel (siglos IX-VI AEC), son los
imponentes proyectos de infraestructura hidráulica destinados a abastecer de agua a la ciudad cuando fuera
ésta sitiada por el enemigo. Sobre todo sobresalen a la vista del visitante las obras hidráulicas de las antiguas
ciudades de Hazor (Jatzór) y Megido en el norte de Israel con sus enormes fosos de paredes revestidas de pie-
dras labradas y escalonados, que luego de descender decenas de metros, se vinculan a túneles horizontales
que los conectan a manantiales ubicados fuera de los límites de la ciudad, conduciendo así mansamente las
aguas de éstos ciudad adentro.
Pero no a ellos me referiré hoy, sino a proyectos hidráulicos no tan imponentes por su tamaño, pero sí por el
ingenio magistral de sus arquitectos, ingenieros y constructores, que lograron encontrar soluciones de abas-
tecimiento y manejo de agua en la parte más árida de la Tierra de Israel, el Néguev, que se extiende desde el
Valle de Beer-Sheva hacia el sur.
En éste valle y cerca de la moderna ciudad de Beer-Sheva se encuentra el tel que preservó a través de los
tiempos el nombre bíblico Shéba (no confundir con Beer-Sheva) y guarda los restos de la antigua ciudad ho-
mónima (Josué 19:2 mencionada inmediatamente después de Beer-Sheva). El sitio es hoy en día un Parque
Nacional y reconocido como patrimonio de la humanidad por UNESCO. En sí era una pequeña ciudad-fortale-
za amurallada de 1,15 ha (11.500 m2), que en la época del Primer Templo formaba parte de una muy amplia
cadena de fortalezas de diferente tamaño a lo largo de los altos que bordean los valles de Beer-Sheva y Arad.

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Estratégicamente el sitio goza de una posición topográfica excelente, ya que sobresale en medio de un con-
torno de vallejuelos que conforman el Valle de Beer-Sheva, lo que le otorga una posición de ventaja ante todo
enemigo que intentare sitiarlo. Su talón de Aquiles era el abastecimiento de agua, que si no se solucionara
acarrearía irremediablemente la rendición ante un sitio prolongado.
Conocedores del clima y la geología problemáticos de la zona, los estrategas y arquitectos judaítas debían
echar mano a todo su ingenio para dar solución a tan aguda necesidad: el promedio anual de las precipitacio-
nes pluviales en la zona es hoy en día 150 mm., y al parecer no era muy diferente en aquella época, la napa
de agua subterránea más cercana se encuentra a una profundidad de unos 70 m. de la superficie, y toda la
zona carece de manantiales que pudiesen ser usados como en las ciudades del norte.
El más antiguo proyecto hidráulico conocido en Tel Sheva fue realizado al parecer en el siglo IX AEC: un pozo
de 1,8 m. de diámetro fue excavado ante la entrada principal de la fortaleza. El pozo que atraviesa más de

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70 m. de profundidad hasta llegar a la napa subterránea de agua fue usado ininterrumpidamente durante
siglos hasta su derrumbamiento y taponado con escombros en la época romana. En los últimos años fue
limpiado de éstos y puede ser hoy apreciado por el visitante.
Pero éste medio estaba muy lejos de satisfacer las necesidades de la ciudad-fortaleza: la extracción del agua
de un pozo tan profundo usando una cuerda y baldes fue reconstruida en el sitio, y también comparada con
la de sistemas similares en uso hasta hoy en día en diferentes partes del mundo, y la clara conclusión de am-
bos es que el pozo podía servir solo para abastecer de agua a los transeúntes y sus animales, pero de ninguna
manera no podía ser la fuente de abastecimiento de agua de la ciudad. Entonces, ¿cuál sería ésta?
En las excavaciones arqueológicas conducidas por el Prof. Aharoni de la Universidad de Tel Aviv en los años
setenta y ochenta del siglo pasado, un indicio parecía apuntar a la solución de ésta incógnita: en la esquina
norte-este del tel, se podía apreciar una gran concavidad con lo que parecía ser el comienzo de una escalera
cuadrada de tramos múltiples cómo las usadas en los fosos de los proyectos hidráulicos de Hatzor, Megido o
Gabeon. Pero, de serlo así, ¿hacia dónde podrían conducir esas escaleras sabiendo que a diferencia de esos
sitios, aquí no existen manantiales a los cuales pudiesen dirigirse?
La incógnita se resolvió recién en los años noventa gracias a las excavaciones realizadas por la Autoridad de
Parques Nacionales de Israel y conducidas por el Prof. Herzog de la Universidad de Tel Aviv, durante las cuales
se develó todo el ingenioso sistema hidráulico, el cual luego fue luego acondicionado para la visita del públi-
co. Resultó ser que la fuente de agua del proyecto hidráulico era uno de los cauces del arroyo que surca el
Valle de Beer-Sheva al pie del tel.
Pero antes de describir el proyecto hidráulico, detengámonos a observar algunas características propias de la
geografía de la zona para que podamos comprender mejor aquél: en la Tierra de Israel las lluvias caen solo en
la época comprendida aproximadamente entre septiembre/octubre (festividad de Sukót o Tabernáculos) y
marzo/abril (festividad de Pésaj). Esto hace que muchos de los arroyos acarreen agua solamente en esa parte
del año y estén secos en el resto. En las zonas áridas del país, cómo el Néguev, sucede otra particularidad: las
pocas precipitaciones anuales caen muy desproporcionalmente. Su mayoría suele caer en pocas rachas muy
intensivas, lo que causa que los arroyos pasen de repente de estar secos, a convertirse en intensos y violentos
aluviones que se llevan a su paso todo cuanto se encuentre en camino.
Todas éstas características geográficas han influido mucho el imaginario bíblico y la idiomática hebrea. Por
ejemplo, en el famoso salmo 126 se suplica a Dios que el retorno del Pueblo de Israel a su tierra sea alegóri-
camente “cómo los aluviones del Néguev”. Aprovechar el agua de un cauce de semejantes características no
era tarea fácil. Era necesario “atrapar” rápidamente una gran cantidad de agua durante un aluvión y condu-
cirla de alguna manera hacia un reservorio donde se conservaran durante el resto del año. El reservorio de-
bería ser excavado en la profundidad del tel, a un nivel más bajo del alcanzado por las aguas del aluvión. Eso
es exactamente lo que se hizo aquí, y de acuerdo con los resultados de las excavaciones surge que el proyecto
fue planificado y concretado en conjunto con las murallas que rodean la fortificación y ensamblado con ellas.

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El proyecto hidráulico consta de cuatro partes:

1. El foso de acceso en la esquina norte-este de la fortaleza, de forma cuadrada con cinco tramos de escale-
ras pegados a sus paredes. Las paredes del foso están prolijamente recubiertas con estratos de bloques de
piedra y marcadamente inclinadas para evitar desmoronamientos.

2. El reservorio de agua compuesto por cinco compartimientos con una capacidad total de unos 700 m3
excavados en la roca, cuyas paredes y piso fueron recubiertos por una capa de argamasa para asegurar su
impermeabilidad y un túnel de cinco m. de largo que lo une con el foso de acceso.

3. Complejo de suministro del reservorio de unos 50 ms. de largo y compuesto de un sistema de canales y
cámaras para apaciguar las aguas, sumergir lodo y piedras que pudieran ser arrastrados por el torrente, y
eliminar excedentes. Uno de los canales de éste sistema penetra al tel por debajo de la muralla camuflada-
mente y ensamblado a ella.

4. Un dique en un cauce cercano destinado a desviar parte de la corriente del aluvión hacia el complejo de
suministro. Ésta es la única de las cuatro partes que no sobrevivió los avatares del tiempo, pero su deducción
es obvia.

El proyecto hidráulico ensamblado con las murallas fueron construidos a fines del siglo X o principios del
IX, por el rey Salomón o por su hijo Roboam. Con el pasar del tiempo la fortaleza fue destruida y vuelta a
construirse tres veces, en las cuales el sistema hidráulico sufrió ciertas modificaciones. La cuarta destrucción
acaeció en el año 701 AEC a manos del rey asirio Senaquerib y en tiempos del rey Ezequías. Sin duda fue ésta
una de las “ciudades de Judá” mencionadas en 2 Reyes 18:13.
Después de ésta última destrucción el tel quedó en ruinas. En el foso y el reservorio se fueron acumulando
escombros y tierra hasta taparlos totalmente, pero para asombro de los arqueólogos y a diferencia de lo
ocurrido en otros sitios, éstos se conservaron casi intactos, tal así que después de desalojar de ellos todos
los cúmulos, el visitante puede hoy bajar por las escaleras del foso pisando los mismos escalones originales,
y visitar el reservorio casi intacto tal cual lo hicieron hace más de 3.000 años los lugareños. Son muchas las
obras hidráulicas en la zona sur del país destinadas a dar soluciones puntuales de abastecimiento de agua en
la época, pero al parecer ésta es la más ingeniosa y mejor conservada descubierta hasta ahora.
* tel = colina artificial producto de la acumulación de ruinas de antiguos asentamientos

04/05/2020 - Moriah Center

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La maldición de la sinagoga de Ein Guedi

Los restos de más de 150 antiguas sinagogas de las épo-


cas romana (37 A.E.C. – 324 E.C.) y bizantina (324–638
E.C.) descubiertos en Israel sin duda se cuentan entre los
descubrimientos arqueológicos más importantes del país.
En ellos se encontraron más de doscientas inscripciones
originales, en su mayoría en arameo, el idioma mayori-
tariamente hablado por los judíos en ésa época, y en su
minoría en hebreo y en griego.
La inmensa mayoría de ellas son expresiones de agrade-
cimiento y bendiciones a personas que realizaron impor-
tantes donaciones a la sinagoga local.
Una de las inscripciones descubiertas en la antigua sinagoga de Ein Guedi (‫)עין גדי‬, la inscripción de la maldi-
ción, es excepcional y única en su género.
Ein Guedi, un oasis en la desértica franja costera occidental del Mar Muerto, es en sí un sitio excepcional,
con presencia arqueológica ininterrumpida desde la época del Primer Templo (véase p.ej. 1Samuel 23:29,
Cantares 1:14) hasta el final de la época bizantina.
Su situación geográfica y las condiciones climáticas extremas de su entorno hicieron de él y de su gente un
lugar especial.
La franja desértica que bordea el Mar Muerto se encuentra a unos 400 m. debajo del nivel del mar, recibe
apenas unos 70 mm. de precipitaciones pluvia-
les al año, y las temperaturas en el verano tre-
pan por encima de los 40°.
Por otro lado, los cuatro manantiales que ema-
nan en su cercanía permiten, con un uso sabio y
adecuado, surcar con canales de riego parcelas
cultivadas tanto en la llanura, cómo en terrazas
excavadas y moldeadas en las laderas de las
montañas que descienden de oeste a este hacia
la orilla del Mar Muerto.
En las parcelas de la llanura se cultivaban pal-
meras datileras, cuyos frutos se ganaron la fama de ser de los mejores de toda Judea.

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Pero en las terrazas se cultivaba algo mucho más valioso:

- Los arbustos de los cuales se extraía el perfume del bálsamo (bálsamo de Judea), considerado el más
preciado de todo el Imperio Romano.

Acerca del codiciado perfume procedente de Judea se expresaron más de una docena de historiadores, via-
jeros y geógrafos romanos y bizantinos, entre ellos Plinio el Viejo, Estrabón, y Eusebio de Cesarea.
Según el historiador romano Plinio el Viejo (Historia Natural, libro 12, capítulo 54) sólo aquí y en la zona de
Jericó se daban las condiciones especiales para el cultivo, y sólo en esos dos lugares ése perfume fue culti-
vado y elaborado.
Según el médico griego Galeno (De Antidotis, I; 2, 4, 12) el bálsamo de Ein Guedi es el mejor aún dentro de
Judea.
Por todas éstas razones en Ein Guedi prosperó en la antigüedad una comunidad bastante aislada basada
económicamente en una agricultura especial, y sobre todo en la elaboración de perfumes exclusivos con
técnicas pasadas en secreto de generación
en generación, siendo éstas esenciales para
la elaboración de los perfumes.

Para obtener el tan preciado perfume del bál-


samo no sólo era necesario cultivar la planta
específica, sino que era también indispensa-
ble extraerlo y elaborarlo de una manera de-
terminada.
Todos los gobiernos de turno pusieron sus
ojos sobre éste preciado tesoro, fuente de exportación e ingreso de capitales, y el orden establecido fue por
lo general tal que los pobladores de Ein Guedi cultivaban sus parcelas y elaboraban el perfume pagando al
estado un arrendamiento por la tierra y vendiendo a éste el perfume, quien a su vez lo comercializaba obte-
niendo suculentas ganancias.
Para Herodes ésta fue una de las fuentes de financiación de sus imponentes proyectos de construcción,
Cleopatra intentó arrebatarle los plantíos de la zona de Jericó (Plutarco, Vida de Antonio 36:3), y Bar Kojba
financió con ellos su rebelión contra el imperio romano (132-135 E.C.).
Algunos contratos de arrendamiento de parcelas entre Bar Kojba y agricultores de Ein Guedi sobrevivieron y
están conservados hoy en día en el Santuario del Libro en Jerusalém. En el siglo IV E.C. el imperio romano se
escinde y su parte oriental – en la cual se encuentra la Tierra de Israel – se convierte en el Imperio Bizantino
con capital en Constantinopla y el cristianismo cómo religión oficial. De ésta época data la sinagoga de Ein
Guedi y su peculiar inscripción.

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El gobierno bizantino continuó con la tradición romana:

- los judíos de Ein Guedi continuaron produciendo el preciado perfume derivándolo a las autoridades
bizantinas.

En general, las relaciones entre el Imperio Bizantino y los judíos de la Tierra de Israel no fueron buenas.
Los judíos tenían prohibido habitar y hasta visitar la ciudad de Jerusalém, prohibición dictada por los roma-
nos como castigo por la rebelión de Bar Kojba y mantenida por el gobierno bizantino.
La legislación bizantina reconocía el derecho a existir de la religión judía, con restricciones destinadas a
fomentar su conversión al cristianismo. En el marco de ésas restricciones se dictaron prohibiciones de cons-
trucción de nuevas sinagogas.
En ése contexto funcionó la sinagoga de Ein Guedi, construida en el
lugar más prominente y alto de la aldea. Indudablemente era el cen-
tro religioso y social de la comunidad y hoy una atracción de turismo
arqueológico.
Todos los pisos de la sinagoga estaban cubiertos por sendos mosai-
cos.

Pero el ala oeste de la sinagoga deparaba una gran sorpresa para los
arqueólogos que lo excavaron:

- El mosaico que cubría el piso del ala contenía una extensa inscripción dividida en cuatro paneles, y
todo indica que la inscripción era leída solemnemente por la congregación.
Los dos paneles superiores nombran en idioma hebreo, a suerte de testigos de la maldición, a los padres
fundadores de la humanidad desde Adán hasta los hijos de Noé, a los doce signos del horóscopo, a los doce
meses de año judío, a los tres patriarcas, y a los tres acompa-
ñantes del bíblico Daniel.

En el tercer panel reza la maldición en idioma arameo (con


explicaciones entre paréntesis):

- “Todo aquel que cause disputa entre un hombre (miem-


bro de la comunidad) y su prójimo, o diga algo malo (=delate)
de su prójimo a los gentiles (=las autoridades bizantinas), o
robe un objeto (de extracción de savia) de su prójimo, o re-
vele el secreto de la aldea a los gentiles, aquel cuyos ojos recorren toda la tierra y ve todo lo oculto, él dará
su rostro sobre ése hombre y sobre su descendencia y lo extirpará de debajo de los cielos. Y dirán todos (los
feligreses de la sinagoga) ‘¡Amén, amén selah!’”.

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No es difícil imaginar las causas y circunstancias que llevaron a la elaboración de la inscripción, y al parecer a
la ceremonia de su lectura solemne y la aprobación de toda la comunidad con su “Amén”.
Todo el sostén económico de ésa comunidad tan especial estaba basado en el cultivo especializado de una
planta y la elaboración de un perfume siguiendo directrices transmitidas de generación en generación.
Si a causa de una disputa interna en la comunidad, los secretos de esas actividades fuesen revelados a las au-
toridades bizantinas o a cualquier persona ajena a la comunidad, las consecuencias podrían ser catastróficas.
La aldea de Ein Guedi fue destruida total y ferozmente a finales del siglo VI E.C.
Claras señales de destrucción violenta e incendio se pueden ver tanto en los restos arqueológicos de las casas
de la aldea cómo en los de la sinagoga. Los últimos miembros de la comunidad, masacrados o exiliados, se
llevaron consigo el secreto guardado por siglos.
Ein Guedi quedó desolada por más de 1.300 años hasta la creación del nuevo poblado con el mismo nombre.
Varios científicos intentan febrilmente volver a reconocer el arbusto del cual se obtenía el perfume más pre-
ciado en todo el imperio romano, y reconstruir el proceso de obtención guardado en secreto. Hasta ahora sin
resultados convincentes.

Hace no mucho tiempo, en el año 2016, recibimos un último mensaje de la antigua comunidad de Ein
Guedi:

- Un pequeñísimo trozo de pergamino totalmente quemado encontrado años atrás por los arqueólogos
a los pies del arca de los libros de la Torá en la sinagoga fue examinado con tecnología micro-CT.
Gracias a ésta tecnología de punta, y a pesar del estado carbonizado del pergamino, volvieron a aparecer las
letras originales del libro de la Torá original quemado durante la destrucción de la aldea, conteniendo pala-
bras del libro Levítico.

Ver aquí:
http://old.hum.huji.ac.il/upload/_FILE_1474480873.pdf
http://www.antiquities.org.il/article_eng.aspx?sec_id=25&subj_id=240&id=4134

14/06/2020 - Dr. Daniel Vainstub

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¿Es la visión socioeconómica de la Torá
socialista?, ¿capitalista?, ¿liberal?

Más de una vez, en discusiones acaloradas o charlas distendidas, hacen uso los participantes de compara-
ciones con pasajes bíblicos para basar o fortalecer sus posiciones político-económicas o socioeconómicas,
y pareciera que el material a citar es tan variado, que todos y cada uno puede encontrar en la Biblia Hebrea
sustento a su opinión, a veces arrancando a ese sustento de su contexto original.

¿Es que existe en la Torá una visión, o una posición clara con respecto a la economía y a las relaciones de
clases? Comencemos por el final:

1. Intentar catalogar las ideas bíblicas usando términos socioeconómicos acuñados en los últimos siglos,
como “socialista” o “capitalista”, es un despropósito total, ya que la biblia fue escrita hace más de 3.000 años,
en una realidad política, cultural, tecnológica, y socioeconómica totalmente diferente a la moderna.

2. A pesar de esto, la Torá delinea principios morales y sociales con respecto a la economía, que por ser tales
–principios– pueden ser adaptados y aplicados aún hoy en día, y estos a su vez concuerdan o no con princi-
pios de las diferentes corrientes socioeconómicas modernas.

Para que podamos exponer más claramente estos principios, echemos un vistazo a la realidad económica y
social en la Tierra de Israel en la época del Primer Templo: En el Israel bíblico la inmensa mayoría de la po-
blación vivía de la agricultura y sus derivados. La tierra era propiedad de la familia. La sociedad era tribal y
patriarcal, y cada núcleo familiar trabajaba su tierra la cual se iba pasando por herencia.
Esa porción de tierra familiar es llamada en hebreo najalá. La moneda todavía no existía por ese entonces.
Las transacciones se realizaban pagando con plata en metal. Pequeños trocitos de plata se pesaban en balan-
zas de dos platillos, colocando en uno las pesas correspondientes, y en el otro tantos trocitos de plata como
sean necesarios hasta obtener el balanceo. De esta manera la plata se convirtió no solo en el elemento co-
mún de pago, sino también en el elemento de ahorro y acumulación de riqueza. La unidad de peso corriente
era el Shekel (de aquí el nombre de la actual moneda israelí), comúnmente traducido al español “siclo”, y
equivalente a 11,3 gramos de hoy. Veamos ahora principios:
Propiedad privada: El principio de respeto a la propiedad privada se encuentra a la largo y a lo ancho de la
biblia. Desde el mandamiento “no robarás”, pasando por leyes que prohíben todo tipo de vandalismo y orde-
nan conducirse con la propiedad ajena como si fuera la propia (Éxodo 23:4; Levítico 5:20-26, etc.).
En lo político y económico esto impacta en la prohibición de la expropiación de la propiedad privada por par-

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te del estado. La expropiación de la propiedad privada de los súbditos por parte de monarcas de la región, es
vista como una abominación (2Samuel 8:11-18), la apropiación de la najalá de Nabot por parte del rey Acab
es expuesta como uno de los pecados capitales realizados en el Reino de Israel (1Reyes 21), y el profeta Isaías
(Isaías 22:10) elevó su protesta por haber los constructores de la nueva muralla de Jerusalén desmantelado
casas privadas por estorbar éstas el transcurso de la muralla. Los vestigios de esta muralla basada sobre ca-
sas desmanteladas –construida apresuradamente por el rey Ezequías ante la inminente llegada del ejército
asirio– fueron descubiertos por los arqueólogos y pueden verse en Jerusalén.
Relaciones laborales: Aún estando la mayor parte de la economía basada en granjas y empresas familiares, el
trabajo salarial existía en empresas mayores y en épocas de cosecha, recolección, o vendimia.
La Torá ve con recelo la relación empleador-empleado procurando una relación positiva, justa, y conveniente
a ambas partes: por un lado el empleado debe fidelidad a su empleador (p. ej. Éxodo 22:14), y por el otro el
empleador debe cumplir con lo pactado con su empleado y respetar derechos básicos que la Torá le conce-
de a éste, como el descanso sabático y el pago estricto y a tiempo del salario: Deuteronomio 24:14-15 “No
oprimirás al jornalero pobre y necesitado, sea este de tus hermanos (un israelita) o un gentil que habita en
tu tierra en tus ciudades. Le pagarás su jornal cada día, antes de la puesta del sol, porque es pobre y con él
sustenta su vida.
De lo contrario, él clamará al Señor contra ti y tú resultarás convicto de pecado” (Véase también Levítico
19:13). Estos derechos tal vez parezcan hoy una redundancia, pero en el mundo antiguo de hace 3.000 años
eran revolucionarios.
Libre mercado con reglas claras: En general, la economía contemplada en la Torá es libremercadista. Los pre-
cios se fijan según la oferta y la demanda de las mercancías (véase p. ej. 2Reyes 7:1, 18) en los mercados, los
cuales funcionaban en las entradas de los poblados y ciudades.
Pero aquí hay un aspecto en el cual se hace especial hincapié: una serie de leyes detalladísimas (Levítico
19:35-36; Deuteronomio 25:13-15; Amos 8:4; etc.) que no dejan lugar a grieta alguna, establecen un estric-
to sistema de medidas de peso y volumen, advirtiendo acerca de todas las transgresiones posibles, p. ej. el
uso de dos juegos diferentes de pesas y medidas de volumen, uno para la compra y otro para la venta. La
violación de estas reglas es considerada un gran pecado y vista muy severamente. Interesantemente, estas
leyes se ven ejemplificadas peculiarmente en la arqueología de la Tierra de Israel: en diferentes excavaciones
arqueológicas se han descubierto cientos de pequeñas pesas de piedra, más que en cualquier país vecino
incluyendo a potencias como Egipto o Asiria.
Las pesas tienen forma de domo, lo cual permite hacerlas en principio un poco más grande de lo necesario,
y luego pulirlas cuidadosamente hasta darle su peso exacto. En la mayoría de ellas está grabado su valor en
unidades de Shekel, lo que permitió conocer el peso exacto de esa unidad. Pero lo más asombroso de este
descubrimiento es la mínima variabilidad entre los cientos de pesas a pesar de haber sido descubiertas en
diferentes sitios y con siglos de diferencia entre ellas: variabilidad promedio de 0,5% en pesas de apenas 11-
44 gramos (!). Posiblemente fueron todas calibradas con un patrón único, tal vez guardado en el Templo o en
el palacio real.

16
Piedad: Una serie de leyes (Levítico 19:9-10, 23:22; Deuteronomio 24:19-22) obliga a los productores agro-
pecuarios a aportar parte de su producción para proveer de cobertura alimentaria básica a las personas más
vulnerables de la sociedad: viudas, huérfanos, e indigentes (véase Rut 2), y así asegurar que nadie padezca
hambre, un flagelo del mundo antiguo.
En esta categoría también se incluyen las leyes pertinentes al año sabático y al año jubileo (Deuteronomio
15; Levítico 25), que, condonando créditos, retornando la najalá a quienes la hayan perdido por endeuda-
miento y liberando esclavos (en realidad anulando de facto la esclavitud) buscan reintegrar social y económi-
camente a los caídos en desgracia.
En conclusión, la Torá aboga por un sistema libremercadista con estrictas reglas de juego morales, protección
a la propiedad privada, relaciones laborales justas y un colchón de medidas para salvaguardar a los sectores
más sensibles e integrarlos nuevamente en lo posible. La riqueza bien habida, alcanzada cuidando los pre-
ceptos morales necesarios, es bien vista y considerada una bendición de Dios.
En las buenas épocas los reinos de Judá e Israel llegaron a ser grandes exportadores de alimentos y productos
agrícolas especializados y elaborados, como es reflejado en Ezequiel 27, texto único que refleja el mosaico de
exportaciones e importaciones de todos los países de la zona transmitidas estas por los comerciantes fenicios
(véase versículo 17). La bonanza ahondó las brechas sociales enardeciendo a profetas como Amós y Oseas,
quienes emitieron sendas diatribas condenando la lujuria, la ostentación y la explotación de las nuevas élites,
no por su riqueza en sí, sino por ser esta mal habida y falta de piedad.
¹En el Museo de Israel en Jerusalén se pueden ver expuestos ejemplares de pesas y platillos de balanzas ori-
ginales.

21/09/2020 - Dr. Daniel Vainstub

17
La Biblia y la estela de Meshá rey de Moab

Parte I: Descubrimiento y destrucción

La estela de piedra de Meshá, rey de Moab, es a la vez uno de los documen-


tos auténticos más fascinantes de la época bíblica, y una de las decepciones
más dolorosas de la investigación de esa época.

La historia del descubrimiento de la estela comienza en el año 1868.

El inmenso imperio Turco Otomano dominaba por ése entonces práctica-


mente todo el Medio Oriente por ya más de tres siglos y varios indicios
apuntaban a su posible final: la mayoría de sus habitantes conformaban
un mosaico de etnias y tribus no-turcas agobiadas por el peso del aparato
gubernamental burocrático e inepto y la presión fiscal de un estado al cual
percibían como lejano.
El imperio Otomano a sus finales mostraba señales de resquebrajamiento
en todo aspecto, y las potencias europeas, sobre todo Gran Bretaña, Francia y Prusia, muy atentas a la situa-
ción, mostraban gran interés en aumentar su influencia en la zona previendo un posible desmoronamiento
del imperio, entre otras cosas incrementando su presencia y trabando relaciones con diferentes etnias y
minorías.
Gran cantidad de embajadores, cónsules, investigadores y representantes europeos se establecieron en ciu-
dades a lo largo del imperio, e instituciones europeas de todo tipo fueron creadas, entre ellas religiosas,
culturales, y científicas.
Arqueólogos aficionados europeos llevaron a cabo excavaciones en sitios que otrora fueron cuna de las gran-
des civilizaciones antiguas en toda la zona – Grecia, Egipto, Israel, Babilonia – y crearon institutos de investi-
gación de ellas.
La proliferación de éstas actividades, junto con el carácter corrupto de la administración turca, hizo que
enormes cantidades de piezas arqueológicas de la zona, muchas de ellas monumentales, hicieran su camino
al Museo Británico de Londres, al Louvre parisino y al Museo de Pérgamo en Berlín, donde se encuentran
hasta hoy en día.
Por lo general los europeos pagaban un precio acordado a autoridades locales y éstas otorgaron un permiso

18
para llevarse las antigüedades. A veces era necesario pagar
a más de una instancia.
Los habitantes del imperio, tanto autoridades locales como
ciudadanos, tomaron consciencia de la posibilidad de hacer
dinero fácil vendiendo antigüedades a los europeos que los
visitaban.
Entre los europeos en la zona se encontraba F.A. Klein, un
ministro anglicano médico-misionero de origen alsaciano,
que con residencia en Jerusalén realizaba viajes por todo el
territorio a ambos lados del río Jordán llevando alivio a en-
fermos en zonas rezagadas y ganando adeptos a su fe.
En agosto del 1868 Klein realiza un viaje montado a caballo
a la región de Jabal Ajloun en transjordania llevando me-
dicinas. El dominio del gobierno turco sobre esa zona por
aquellos días no era del todo efectivo. En realidad la zona
estaba controlada por tribus beduinas y sin la protección de
sus líderes, era peligrosísimo para un europeo circular por ella.
El 19 de agosto de 1868 llega Klein a las cercanías de las ruinas de Dhiban, nombre que conserva el de la
antigua ciudad de Dibón, la capital del reino de Moab según la biblia (p.ej. Jeremías 48:18, 22) acompañado
por Zatam, el hijo del jeque de la tribu beduina de los Bani Shajr, una de las más poderosas de la zona y quién
dispusiera su protección sobre el europeo.
La zona de Dhiban estaba controlada por la tribu beduina de los Bani Hamida. Conversando con los visitantes,
éstos les comentan que en las ruinas de Dhiban hay una gran piedra negra con líneas de símbolos o letras
indescifrables.
El relato despierta la curiosidad de Klein quien pide a sus anfitriones que se la muestren. Éstos aceptan y
conducen a Klein y Zatam a las ruinas de la ciudad Moabita dónde les enseñan la piedra.
Según el relato de Klein el bloque de piedra de basalto negro de aproximadamente un metro de alto y 60 cm.
de ancho estaba tumbado en la tierra sobre su espalda, y en su frente podían verse 34 renglones de letras
grabadas en un hermoso estilo e increíblemente conservadas.
Klein comprendió de inmediato que se encontraba ante un tesoro epigráfico, pero no disponía de los cono-
cimientos para descifrarlo.
Con el permiso de sus anfitriones copió algunos caracteres y dibujó la estela para enseñárselos a expertos, y
acordó verbalmente con sus anfitriones la compra de la estela por la suma de unos 100 napoleones, la cual
conseguiría después de mostrar sus dibujos a sus superiores. Cómo veremos a continuación fue ésa la prime-
ra y última vez que un extranjero vio entera a la estela.

19
A su regreso a Jerusalén Klein contacta inmediatamente al cónsul de Prusia J.H. Petermann y le urge a conse-
guir el dinero y concretar el negocio. Petermann envía una carta al Museo de Berlín y a mediados de septiem-
bre recibe de éste por telegrama respuesta positiva autorizándolo a desembolsar la suma y adquirir la estela.
Klein comienza de inmediato sus aprontes para conseguir la estela y trasladarla a Berlín.
Ahora, para circular con la estela por lugares peligrosos sin despertar sospechas, necesita de una protección
más fuerte de la que necesitó para circular sólo, y pide nuevamente la protección de su amigo y protector el
jeque de los Bani Shajr.
Pero ésta vez el jeque lo decepciona y le informa que no podrá dar su protección a semejante acción.
Los Bani Hamida comienzan a comprender que los europeos están más que interesados en adquirir la piedra,
se arrepienten del precio acordado, y le informan a Klein que ahora el precio es 1.000 napoleones.
Klein informa de urgencia a Berlín el nuevo precio, las autoridades del Museo de Berlín se decepcionan del
manejo de Klein, y deciden obviar y tratar de obtener la estela por otra vía: se dirigen a Sabau Qawar, un
maestro de escuela árabe de Jerusalén con relaciones de confianza con la embajada de Prusia, y le ofrecen
hacerse cargo personalmente del caso e ir en su nombre a negociar, adquirir y trasladar la estela.
Qawar realiza varios viajes a los Bani Hamida y llega con ellos a un acuerdo escrito y firmado por 120 napo-
leones, meses después de la primer visita de Klein a Dhiban.

Pero con el pasar de ésos meses sucedieron dos cosas que influirían en nuestra historia:

1. Los clanes y tribus de la zona, como así también las autoridades turcas, se enteraron de la existencia de un
preciado objeto para los extranjeros en territorio de los Bani Hamida.

2. La noticia también llegó a oídos de representantes de otras potencias europeas, quienes también conta-
ban con informadores en toda la zona: el capitán británico Charles Warren y el investigador francés Charles
Clermont-Ganneau.
Un intento de Qawar de concretar su acuerdo con los Bani Hamida y hacerse con la estela fracasó al infor-
marles el jeque de los ‘Atwan, otra tribu por cuyo territorio tendría que pasar Qawar para transportarla, que
debería pagarle también a él otra gran suma por pasar por su territorio.
Al ver que los prusos se demoraban y complicaban, Clermont-Ganneau decidió actuar, y en octubre de 1869
envió a un árabe de su confianza, Salim el-Qari, a Dhiban a tranzar con los Bani Hamida.
El enviado regresó con el dibujo de siete renglones que los beduinos le autorizaron a realizar.
Al ver el dibujo Clermont-Ganneau comprendió de inmediato que se trata de una joya epigráfica escrita en
escritura hebrea antigua de la época del Primer Templo, que increíblemente había sobrevivido las garras del
tiempo, y decide enviar un árabe de su confianza, Ya’aqub Karavaca con dos acompañantes montados a ca-
ballo. Karavaca va con dos claros mensajes en su nombre:

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1. los franceses pagarán más que los prusos y sin complicaciones.

2. para que las cosas se concreten rápido y sin problemas, se solicita a los beduinos que permitan a Karavaca
realizar una “facsimile”, es decir una copia hecha de papel mojado, el cual después de ser presionado sobre
la estela, se desprende cuidadosamente y se seca al sol, obteniéndose así una copia en negativo de la ins-
cripción.

Los beduinos aceptan los dos puntos, se aplica y desprende el papel mojado y se pone a secar al sol.
Pero en ése momento sucede algo imprevisto: una tremenda trifulca entre clanes familiares que componen
la tribu Bani Hamida, pasa rápidamente de acaloradas vociferaciones a actos de violencia física.
El jeque es acusado de contrabandear y malvender algo que pertenece a toda la tribu. Karavaca y sus dos
compañeros temen por su vida y deciden huir. En el medio de la trifulca uno de los acompañantes de Karava-
ca es herido en una pierna con un tajo de lanza.
El segundo compañero toma la “facsimile” que todavía no se había terminado de secar al sol, la parte en siete
pedazos para poder meterla en su túnica y llevársela, y los tres huyen al galope perseguidos por beduinos
enfurecidos.
Los jinetes lograron huir, pero la “facsimile” llegó muy dañada. Parte de ella se perdió al ser desgarrada en
pedazos y en el galope desaforado, y las partes que llegaron lo hicieron en mal estado.
Cómo verán en la continuación de nuestra historia, éste suceso que parece sacado de una película del Lejano
Oeste y no de una investigación científica, tuvo una importancia cardinal en el estudio de la inscripción, ya
que la noticia de la pelea y del creciente interés de europeos en la estela llegó a oídos del gobernador oto-
mano de Siquem (Nablus) quien envió a decir a los Bani Hamida que no se atrevan a vender la estela, que
ésa estela es propiedad del gobierno otomano, y él cómo gobernador es quién la venderá y recibirá el pago
por ella.
Al recibir el mensaje, los beduinos enfurecidos deciden destrozar la estela antes que permitir que el odiado
gobernador se la apropie.
Encienden una fogata en su base y luego le arrojan agua fría y a golpes de mazazos la parten en pedazos que
fueron distribuidos entre las familias de la tribu.
Ése fue el triste final de uno de los documentos extrabíblicos más importantes que se conservó casi intacto
por más de 2.700 años pero no resistió la brutalidad moderna. Luego Clermont-Ganneau y Warren lograron
adquirir de los beduinos tres pedazos relativamente grandes y varios pequeños de la estela.
La estela reconstruida se encuentra hoy en día en el Museo del Louvre en París compuesta de los pedazos
rescatados, y el resto reconstruido en base a la “facsimile”, de aquí la inmensa importancia de ésta.

21
Parte II: Descifrado y asombro

Finalmente, los trozos rescatados de la estela y la “facsimile” llegaron a Francia, en base a la copia de papel
bastante dañada se reconstruyó la mayoría de las partes perdidas de la estela, y ésta fue publicada. Algunas
partes de la estela se perdieron para siempre porque se perdieron ambas:
1. La parte original grabada en la piedra.
2. La parte de la copia de papel donde estaba esa parte de la inscripción, es decir la parte correspondiente =
paralela. La pérdida más destacable es la de un gran pedazo triangular en la esquina inferior derecha cómo
podrán apreciar en las fotografías.
Cómo ampliaré en la tercera parte del artículo, muy probablemente – cual una maldita Ley de Murphy – en
esa parte pérdida había información importantísima.
La publicación y los primeros estudios de la estela de Mesha ya en los años 70 del siglo XIX causaron asombro
y revuelo no sólo entre los estudiosos, sino en el público en general. De repente, reyes mencionados en la
Biblia aparecen ahí hablándonos con sus propias palabras sin la intermediación de copistas y compiladores.
De repente ciudades bíblicas en territorios disputados entre israelitas y moabitas aparecen por sus nombres,
y de repente, podemos leer el idioma moabita. De repente, historias bíblicas que parecían tan lejanas y hasta
irreales, cobran forma y figura y son relatadas por sus propios héroes.
El aporte de la estela de Mesha a nuestros conocimientos es incalculable.
Nombraré los más sobresalientes:

1. El conocimiento del idioma moabita. Gracias a la es-


tela de Mesha sabemos hoy que el moabita, y al parecer
también el edomita y el amonita, eran idiomas tan cer-
canos al hebreo bíblico (sobre todo a los dialectos de las
tribus israelitas del norte), que podían interlocutar. No
en vano la cosmovisión bíblica ve a los tres pueblos de
Cisjordania cómo una especie de miembros de una gran
familia tribal de descendientes de un padre fundador co-
mún: los edomitas descienden de Esaú el hermano de
Jacob, y los moabitas y amonitas de Lot, el sobrino de
Abraham.
Éstos tres pueblos no desarrollaron una escritura nacio-
nal, sino que utilizaban la escritura del vecino hegemó-
nico de turno para escribir en su propia lengua. Tal es así
que la estela de Mesha está escrita en lengua moabita,
pero en escritura israelita, tomada del reino de Israel (el
reino del norte).

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2. La estela es una especie de fotografía o grabación del siglo IX AEC, y ésta se encaja en el relato del libro de
Reyes aportando valiosísimos datos adicionales.
Antes de adentrarnos en la estela misma, les pediré que hagan aquí una pausa en la lectura, y para com-
penetrarnos un poco con el fondo histórico de la época, lean 1. El primer versículo del capítulo 1 del libro
2Reyes, y 2. El tercer capítulo del mismo libro. Les pediré además que acompañen la lectura con el mapa que
acompaña ésta nota.
Cómo vimos en el capítulo anterior, la estela fue erigida por el rey Mesha en un lugar prominente dentro de
su ciudad capital Dibón.
La razón de su erección está explícita ya en la declaración en el comienzo de la escritura: Mesha erigió la
estela y un altar de sacrificios en agradecimiento a Kemósh, el dios de los moabitas mencionado ocho veces
en la biblia, cómo agradecimiento a éste por haberlo liberado del yugo opresor de los reyes israelitas de la
dinastía de Omrí. A propósito, Kemósh en la biblia realmente es el dios de los moabitas, pero adorado no sólo
por ellos, sino también por israelitas pecadores (1Reyes 11:7, 33; 2Reyes 23:13).
La inscripción está escrita en primera persona, de tal manera que está expresada en su totalidad cómo una
declaración “Yo,
Mesha hijo de Kemosh[yat] rey de Moab….”. La estilística, el lenguaje y la sintaxis remembran los de los es-
cribas palaciales hebreos que nos legaron la base del libro de los Reyes.
La herencia cultural común resalta en cada frase de la inscripción, y la realidad geopolítica de la época se tiñe
de colores reales: corría el siglo IX AEC y en el Reino de Israel gobernaba la dinastía de Omrí (882-842 AEC), la
más poderosa en la historia del reino del norte, y caracterizada entre otras cosas por su alianza con el Reino
de Judá (sellada con las bodas diplomáticas entre el hijo de Josafat rey de Judá y la hija de Akab el rey de
Israel), y por su poderío económico y militar.
Éste poderío llevó a los reinos aliados de Israel y Judá a afianzar su hegemonía sobre los tres pequeños reinos
de la Cisjordania, quienes se vieron obligados a ser vasallos, Amón y Moab de Israel, y Edóm de Judá.
En ése contexto Mesha elevó tributos a los reyes de la dinastía de Omrí. Por otro lado, éstos se vieron enfren-
tados en sangrientas guerras con los arameos, quienes desde el norte pujaban contra el reino de Israel por
la hegemonía regional, y en una de esas guerras fue herido de muerte Akab hijo de Omrí, el más poderoso
entre los cuatro reyes de la dinastía (1Reyes 22).
Ahora veamos algunos pasajes seleccionados de la inscripción. Después de presentarse, Mesha declara so-
lemnemente que construyó una “bamá de salvación” al dios Kemósh, usando el tan conocido término bamá
que figura infinidad de veces en la biblia indicando un lugar de culto al aire abierto, compuesto por un altar
de sacrificios en un lugar alto, muchas veces con una piedra conmemorativa a su lado. “porque me salvó de
todos los reyes …. Omrí el rey de Israel subyugó a Moab muchos días..”.
Ésta alusión a Omrí es la mención más antigua descubierta hasta hoy de un rey israelita en un documento ex-
trabíblico. No menos interesante es la razón por la cual según Mesha los israelitas subyugaron a Moab: “por-
que Kemosh se enfureció con su tierra (es decir Moab)”. La misma percepción que conocemos en la biblia con

23
los israelitas: cuando el pueblo desobedece a su dios, éste castiga al pueblo colectivamente con conquista,
servidumbre o destierro. Luego nos informa Mesha que “el hijo de Omrí”, sin mencionar explícitamente su
nombre, intentó continuar con ésta dominación, pero que él por la gracia de Kemosh no sólo logró librarse
del yugo israelita, sino que destrozó completamente a Israel.
Si tomamos literalmente ese dato cronológico, se contradice con lo descripto en 2Reyes 3:5 donde dice que
Mesha se liberó del yugo israelita después de la muerte de Akab hijo de Omrí, y no durante su reino. La so-
lución más aceptada a la contradicción es que “el hijo de Omrí” en la estela no se refiere necesariamente al
hijo, sino a uno de sus descendientes, en éste caso Ocozías, hijo de Akab y nieto de Omrí, de la misma manera
que en el hebreo bíblico, un “hijo de David” puede referirse a cualquiera de los reyes de la dinastía de David.
La afirmación acerca del exterminio de Israel no sorprende. Es el estilo literario acostumbrado en inscripcio-
nes monumentales en el mundo antiguo.
*Los paréntesis cuadrados [ ] encierran partes no conservadas de una escritura antigua, es decir una conje-
tura de los investigadores.

Parte III: La Casa de David

Otro pasaje impresionante de la estela (línea 10) es el testimonio de que gente de la tribu de Gad vive en la
ciudad de Atarot “desde siempre”, coincidiendo con la información de Josué 17 de que la ciudad de Atarot es
una especie de enclave de Gaditas dentro del territorio de la tribu de Rubén.
“Desde siempre” se entiende desde tiempos muy antiguos, cientos de años. Pero más impresionante todavía
es el relato detallado (líneas 14-18) acerca de la conquista de la ciudad israelita de Nebo.
En la biblia es bien conocido el Monte Nebo, la famosa montaña y sus alrededores en tierra de Moab, lugar
del segundo recibimiento de la Ley y de la muerte de Moises, pero nada dice la biblia acerca de una ciudad
del mismo nombre, y eso a pesar de las listas detalladísimas de las ciudades de las diferentes tribus, incluidas
las dos tribus y media de Cisjordania.
No sólo eso, sino que el relato acerca de la conquista de la ciudad de Nebo es diferente al de las demás ciu-
dades israelitas que Mesha dice haber conquistado. A las demás ciudades por lo general simplemente las
enumera.
En unas pocas, como Atarot, nos brinda más información, pero Nebo es especial: a diferencia de las demás
ciudades, aquí Mesha dice que se dirigió a la conquista de la ciudad de Nebo por orden explícita de Kemosh
“y me ordenó Kemósh: ve y conquista a Nebo de los israelitas”.
A continuación nos relata que luego de combatir contra la ciudad desde el amanecer hasta el mediodía logra
conquistarla, y ejecuta en ella los siguientes actos:
A. mata a toda la población incluidos niños y niñas y explica que lo hizo como un “jérem” a Kemosh-Ishtar.
“Jérem” en la biblia es el término usado en Josué 6 para describir el acto de exterminio de la ciudad de Jericó
por orden de Dios. Paralelismo único.

24
B. Seguidamente al exterminio dice Mesha “Y tomé de ahí los utensilios de YHWH y los llevé delante de Ke-
mosh”. Ésta frase única implica lo siguiente:

1. En la ciudad de Nebo había un templo donde se adoraba al Dios de Israel, y este templo era conocido y
famoso hasta el punto que Mesha veía en su destrucción un acto simbólico muy importante, al parecer bajo
la concepción teológica muy difundida en la zona del dominio territorial de las deidades nacionales.

2. La descripción de la estela incluye una “evidencia de silencio” de que los israelitas, a diferencia de lo acos-
tumbrado en los pueblos vecinos, adoraban a su Dios sin hacer su imagen: la costumbre en la antigüedad
era, antes de destruir los templos de una ciudad enemiga conquistada, tomar las imágenes de los dioses
respetuosamente, destruir el templo, y conducir la imagen hacia el templo del dios de los vencedores, lo cual
significaba simbólicamente el reconocimiento del dios vencido a la superioridad del dios vencedor. La termi-
nología usada en esos casos – por ejemplo en textos mesopotámicos – es “llevé a [nombre del dios vencido]
y lo presenté delante de [nombre del dios vencedor]”, o algo similar. Aquí Mesha da cuenta de que llevó solo
los utensilios, muy similarmente al relato de la captura del arca por los filisteos.

En el año 1994, más de 120 años después de la publicación de


la estela, el epígrafe francés André Lemaire solicitó y recibió un
permiso especial de realizar un nuevo estudio de la “facsimile”
guardada en el Louvre bajo estrictas condiciones climatizadas
para preservarla, ésta vez usando las tecnologías más avanza-
das del momento.
Su estudio produjo resultados dramáticos: en la línea 31 (con-
servada parcialmente en la piedra), cerca del final de la inscrip-
ción, se puede leer claramente en las nuevas fotografías “BT[D]
WD” (‫)דו]ד[תב‬, es decir “la Casa de David” casi completamente
salvo la letra D (dálet).
El anuncio de Lemaire explotó cómo una bomba en el aire ya
de por sí cargado de las acaloradas discusiones acerca del reino
de David y Salomón entre maximalistas y minimalistas, y esto
por dos razones:

A. Si el rey de Moab en el siglo IX da cuenta de que la dinastía real en el reino de Judá es “la Casa de David”,
esto significa que ésa dinastía fue fundada por un rey llamado David – hecho negado por los minimalistas
más recalcitrantes – de acuerdo a la costumbre en los idiomas de la zona de denominar así a los reinos, a
nombre del fundador de la dinastía reinante.

25
B. Poco tiempo antes del descubrimiento de Lemaire, en el año 1993, el arqueólogo A. Biran excavando en la
antigua ciudad de Dan en el norte de Israel – ciudad fronteriza con los arameos en el siglo IX –, descubrió una
inscripción grabada en piedra (hoy expuesta en el Museo de Israel en Jerusalén) erigida por un rey arameo al
conquistar la ciudad de manos de los israelitas, justamente también en el siglo IX AEC, y en esa inscripción el
rey arameo dice haber derrotado a dos reyes, el “rey de Israel”, y el “rey de la Casa de David”, es decir que la
inscripción de Mesha se suma a la de Tel Dan, y las dos juntas son clara evidencia de que los pueblos y reinos
de la zona eran conscientes de que la dinastía reinante en Judá fue fundada por un rey llamado David. Cómo
era de esperar, esto fue tema de debate, sobre todo por la falta de evidencia de la letra D en el nombre de
David.

Pero el año pasado, 2019, también esto tuvo un giro: André Lemaire y su discípulo Michael Langlois realizaron
una nueva investigación de la línea 31, esta vez usando la más alta tecnología de fotografía tridimensional.
Los resultados fueron expuestos por los dos estudiosos en un cónclave de epígrafos en Jerusalén del cual
tuve el honor de participar, y luego fueron publicados (más información aquí: https://www.timesofisrael.
com/high-tech-study-of-ancient-stone-keeps-davidic-dynasty-in-disputed-inscription/).
Los resultados demuestran que indudablemente sí hay restos de la letra D, y el nombre David puede leerse
ahora completamente. ¿Por qué Mesha nombra en su estela al Reino de Judá, siendo que su guerra fue con-
tra el Reino de Israel para librarse de su tutela? Por dos razones:

A. Como dijimos, en esa época los dos reinos, Israel y Judá eran estrechos aliados, y esto concuerda con lo
relatado en el tercer capítulo de 2Reyes, según el cual los reyes de Israel y Judá marcharon juntos a sofocar
la rebelión de Mesha.

B. Si analizamos geográficamente lo descrito en la estela, las últimas líneas al parecer narran acerca de la
frontera sur de Moab, ya en la zona de influencia de Judá, y no de Israel, de aquí que es tan de lamentar la
pérdida del triángulo inferior derecho de la estela, que seguramente contenía información acerca de Judá.
Aún así, con sólo degustar algunos puntos de la estela cómo lo hemos hecho, queda bien en claro que a más
de 120 años de su descubrimiento, sigue siendo una de las joyas epigráficas más importantes de la época
bíblica.

01/10/2020 - Dr. Daniel Vainstub

26
¿Quién sacó la batalla de
Qarqar de la Biblia?

O mejor dicho:

¿por qué los relatores o compiladores del bíblico Libro de los Reyes decidieron no incluir en éste el
relato de una de las batallas más grandes, decisivas e importantes de la época?

Imagen 1: Map Qarqar

Corría el siglo IX AEC. La división de los israelitas en dos reinos, Israel en el norte con capital en Samaria, y
Judá al sur con capital en Jerusalém, era ya un hecho consumado e irreversible. Pero la dinastía real del reino
del norte en esos momentos, la Casa de Omrí, había establecido pactos de alianza con el Reino de Judá y
también con el reino fenicio de Tiro.

Las alianzas se sellaron con matrimonios diplomáticos entre las familias reales: Omrí casó a su hijo Acab con
la princesa Jezabel, hija del rey de Tiro, y Acab e Jezabel a su vez dieron a su hija Atalía (Ataliáh) en matrimo-
nio al príncipe heredero Joram (Yehorám), hijo de Josafat rey de Judá de la Casa de David.
La alianza tripartita se mantuvo durante todo el reinado de la Casa de Omrí, y trajo consigo un auge económi-
co destacable, entre otras causas por el dominio de los reinos aliados de las rutas comerciales que unían los
puertos fenicios sobre el Mediterráneo con el puerto de Eilat sobre el Mar Rojo, y con las rutas de caravanas
hacia el oriente.
Ése auge económico, diplomático y comercial trajo consigo también una creciente influencia cultural y reli-

27
giosa extranjera en los reinos de Judá e Israel, lo
cual enardeció a los fervientes defensores del mo-
noteísmo israelita.
Desde el enfoque teológico del Libro de Los Reyes,
los reyes de la Casa de Omrí fueron un hato de
odiosos pecadores, cuyo summum fue la introduc-
ción del culto a los dioses extranjeros Baal y Ashe-
rá a manos de Jezabel y su séquito.
Acab (871-851 AEC) fue el rey más poderoso de la
dinastía y tal vez el más poderoso de toda la histo-
ria del reino del norte.
Los formidables restos arqueológicos de sus construcciones se cuentan hoy entre los sitios arqueológicos
más impresionantes de Israel que datan de la época bíblica, entre ellos cabe destacar las ciudades amuralla-
das de Megido y Hazor (Jatzór) con sus imponentes sistemas hidráulicos y caballerizas reales.
La situación geopolítica no era para nada simple: las dos grandes potencias que competían por la hegemonía
global eran Egipto y Asiria, y entre el Reino de Israel y Asiria se encontraban los reinos arameos encabezados
por Aram-Damasco.
Los dos grandes desafíos de los israelitas eran hacer frente a la coalición aramea por un lado, y por el otro
no ser víctima de la expansión del imperio asirio, que en su expansión hacia el occidente iba engullendo país
tras país.
Los arameos tenían dos desafíos parecidos: sus interminables guerras con los israelitas por un lado, y por el
otro el peligro inminente de ser anexados al imperio asirio que estaba ya a sus puertas.
Según el relato bíblico (capítulos XVI-XXII de 1Reyes) Acab reinó 22 años durante los cuales se enfrentó en
tres cruentas batallas con los arameos, en la última de éstas fue herido de muerte en combate (1Reyes 22).
A esa trágica batalla se presentó reforzado por el ejército de Judá con el rey Josafat –su consuegro– a su fren-
te. Ningún enfrentamiento de Acab con los asirios es mencionado en la biblia.
Hasta aquí la historia de Acab conocida hasta el año 1863.
En el año 1861 el británico John George Taylor descubre en una aldea llamada Kurkh en la provincia de Kur-
distán del otrora Imperio Otomano, hoy en día la localidad turca de Üçtepe (también Uchtepe), una estela
asiria esculpida en piedra caliza blanca con la efigie del rey Shalmaneser III que reinó entre los años 859 y
824 AEC.
Dos años después de su descubrimiento Taylor dona la estela al Museo Británico de Londres donde se en-
cuentra expuesta hasta el día de hoy.
En la estela de 2,21 m. de alto y 87 cm. de ancho, sus escultores esculpieron una larga inscripción a lo largo de
156 renglones, cuyo contenido la convirtieron en una de las inscripciones asirias más famosas e importantes.
La inscripción real relata hechos destacados de los primeros seis años del reinado de Shalmaneser III hasta
el año 852 AEC, cuando el ejercito asirio combatió en la zona de Kurkh a orillas del rio Tigris y fue decidido

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esculpir y emplazar la estela en el lugar.
Al descifrar la inscripción (en idioma acadio y escritura
cuneiforme) una gran sorpresa esperaba a los estudio-
sos: según los escribas oficiales del rey de Asiria, en el
año 853 AEC el ejercito imperial asirio con el rey a su
frente conflagró en una gran batalla a campo abierto
en las cercanías de la ciudad de Qarqar a orillas del río
Orontes contra una gran coalición de ejércitos liderada
por tres reyes.

Dos de ellos reyes arameos: “Adad-Ezer de Aram-Damasco” y “Irjuleni de Hammat”, y el tercero “Acab el
israelí”. “Adad-Ezer” es sin duda quien la biblia nombra con su nombre hebraizado “Ben-Adad” el rey de
Aram-Damasco y archienemigo de Acab, y he aquí los dos enemigos acérrimos combatiendo juntos contra el
ejercito imperial asirio.
La inscripción detalla las fuerzas con las cuales se presentó en la batalla cada uno de los miembros de la coa-
lición, comenzando por los tres líderes.
Adad-Ezer/Ben-Adad de Damasco aportó 20.000 combatientes de infantería y 1.200 carros de combate.
Acab se presentó al frente de 10.000 combatientes de infantería y 2.000 carros de combate.
Los carros de combate de los israelitas conformaban la mitad de todos los carros de la coalición, y de ser ese
número verídico, da evidencia de la tremenda fortaleza militar y económica del reino de Israel en tiempos
de Acab.
Al fin y al cabo el ejercito imperial asirio contaba con unos 4.000 carros de combate. Muchas cejas se levan-
taron al leer el número de carros de combate de Acab.
Los carros de combate eran en esa época la fuerza demoledora en las batallas a campo abierto.

Constituir, mantener y entrenar semejante cantidad de carros, combatientes profesionales y caballos entre-
nados, parecería algo exagerado, y hasta hoy existen diferentes opiniones al respecto entre los investigado-
res:

1. algunos piensan que se trata de un error ortográfico causado por la similitud de los signos cuneiformes
para escribir los números 200 y 2.000. En el texto original decía 200 y los escultores de la estela se equivoca-
ron y esculpieron 2.000.

2. Todos los números de la estela fueron exagerados adrede por los asirios con fines propagandísticos.

3. Otros –entre los que me incluyo– piensan que Acab no se presentó solo con el ejército de su reino, sino
con el de su aliado Judá y con los ejércitos de los dos pequeños reinos de Transjordania –Moab y Edom– que

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eran por ese entonces vasallos, el primero de Israel y el segundo de Judá, y por lo cual estaban obligados
a aportar fuerzas. Ésa fuerza conjunta puede haber contado con más de 1.000 carros, número redondeado
hacia arriba a 2.000.

Cómo era de esperar, según la inscripción el ejército asirio logró una demoledora victoria y arrasó a sus ene-
migos. Muy expectable.
Los asirios, cómo los demás imperios de época, jamás reconocían derrotas en sus inscripciones ostentosas.
No sólo eso, sino que los hechos consiguientes demuestran exactamente lo contrario: el avance de la má-
quina militar expansionista asiria hacia el oeste se detuvo y los reinos israelitas y arameos se mantuvieron
totalmente independientes.
Los ejércitos de la coalición lograron su objetivo y los reyes que estuvieron a su frente volvieron victoriosos
a sus ciudades capitales.
Sin duda alguna la batalla de Qarqar fue un acontecimiento militar y geopolítico de gran magnitud del siglo
IX.
Una de las pocas veces en que fuerzas que no son potencias mundiales se enfrentaron en batalla en campo
abierto (y no en batallas de sitio) al ejército imperial asirio, y hasta lo hicieron con éxito. Indudablemente
un punto cardinal en el reino de Acab y por lo tal expectable de ser relatado en el bíblico Libro de los Reyes.

¿Por qué los escribas o compiladores del Libro de los Reyes no incluyeron el relato de la batalla de Qarqar
en el libro?

Según la mayoría de los estudiosos lo hicieron para no


enaltecer la figura de un rey considerado el peor de los
pecadores.
Por cierto debe haber razón en esto, pero veamos el
cuadro completo: el Libro de los Reyes no hace alardes
de relatar todos los acontecimientos de los reyes de Is-
rael y Judá, sino que cita selectivamente de acuerdo a
su criterio de dos fuentes no conservadas: el Libro de
los Hechos de los Reyes de Judá y el Libro de los Hechos
de los reyes de Israel, y después de citar lo que decidió citar acerca de cada rey, nos deriva a esas fuentes con
una frase lacónica “y el resto de sus hechos ¿acaso no está relatado en el Libro de los Hechos de los reyes de
Israel/Judá?
En el caso de Acab, a pesar de ser éste visto tan negativamente, le reconoce la virtud de haber sido un gran
constructor de ciudades (1Reyes 22:39).
De haber decidido incluir en el libro la batalla de Qarqar, lo habrían hecho al principio del capítulo XXII de
1Reyes.

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Ahí está el versículo clave para insertala cronológicamente: entre la segunda y tercera-última guerra con los
arameos “Y pasaron tres años sin guerra entre Aram e Israel”.

La razón de esa tregua de tres años es clara: israelitas y arameos se unieron en coalición para detener al im-
perio Asirio que cual monstro imparable amenazaba con conquistarlos y someterlos a todos.
Después de detener la expansión asiria en la batalla de Qarqar en el 853 AEC, en el 851 vuelven a enfrentarse
en Ramot-Gilead los arameos contra Israel y Judá y Acab es herido de muerte en la batalla.

¹ Ver el artículo sobre el túnel de Ezequías en éste blog acerca de la posibilidad de que una citación de éste
libro se haya conservado.

01/10/2020 - Dr. Daniel Vainstub

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Las suertes de Masada

Sin duda alguna Masada, ese sitio tan singular, resume en sí todos los dramáticos acontecimientos acaecidos
en Judea en el primer siglo de la era común, que concluyeron con la destrucción del Segundo Templo de Je-
rusalén a manos de los romanos.
Como tal, Masada, ese enclave erigido sobre una montaña en el desierto
de Judá y reconocido cómo Patrimonio de la Humanidad por UNESCO, con
el museo construido a sus pies, se ha convertido prácticamente en lugar de
visita obligatoria para locales y turistas ya desde su excavación por Yigael
Yadin en los años sesenta del siglo pasado.
Las excavaciones de Yadin sacaron a la luz entre otras cosas el palacio, las
fortificaciones, los reservorios de agua, y los edificios administrativos levan-
tados por Herodes (37–4 AEC).
Imagen: Mapa Masada
Pero no de ellos hablaremos hoy, sino de un descubrimiento más pequeño
en su tamaño físico, pero no en su importancia histórica: las suertes de Ma-
sada.
Como dijimos, la mayoría de las construcciones en Masada son
herodianas, y después del reinado de Herodes la fortificación de
montaña continuó sirviendo a los gobiernos de turno en Judea.
Durante la Gran Revuelta de los judíos contra los romanos (66–73
EC), un grupo de zelotes – es decir de la fracción independentista
judía más militante – se apoderó del enclave, se instaló en él con
sus familias, realizó en éste algunos cambios, desde él concretó
ataques contra los romanos, y se preparó para un largo sitio.

Luego de la caída de Jerusalén y la destrucción por el fuego del


Segundo Templo el 9 del mes hebreo de Ab (julio–agosto aproximadamente) del año 70, los rebeldes judíos
continuaron resistiendo en tres enclaves: Masada, Herodion, y Maqueronte. El ejército romano asedió a
Masada y ésta cayó finalmente en sus manos tres años después, en el 73 EC, el último bastión judío de la
resistencia.
Acerca de la caída de Masada a manos de los romanos existe una controversia entre los estudiosos: el histo-
riador Josefo Flavio, quien tomó parte por sí mismo en la Gran Revuelta, relata con lujo de detalles en su libro

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“La guerra de los judíos” (libro 7, capítulo 9) cómo los zelotes comandados por Eleazar ben-Yaír (hijo de Yaír)
optaron por suicidarse colectivamente antes de caer en manos del enemigo, y cómo los soldados romanos
entraron a Masada sin resistencia después del suicidio colectivo.
Según Josefo sólo sobrevivieron al suicidio dos mujeres y cinco niños, quienes relataron lo sucedido, relato
que llegó a oídos de Josefo.
Parte de los estudiosos aceptan el relato de Josefo cómo reflejo de la realidad. Otros lo rechazan argumen-
tando que Josefo jamás estuvo en Masada personalmente, y que es su interés desprestigiar a los zelotes por
oponerse éstos a la dirigencia central de los judíos, a la cual respondía Josefo hasta caer en manos de los
romanos.

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Yadin en sus excavaciones descubrió más de 700 inscripciones, en su gran mayoría legadas por los zelotes
que ocuparon el lugar. Entre las más emocionantes se encuentran pequeños fragmentos semicarbonizados
de rollos de la Torá en las inmediaciones de la sinagoga.
Pero la inmensa mayoría son inscripciones en tinta sobre pequeños trozos de utensilios de arcilla quebrados
a propósito para ser usados en esas anotaciones – es decir “óstracos” o “ostraca” – , que sin duda reflejan la
administración estricta de funciones, alimentos y provisiones por parte de los zelotes en la fortaleza sitiada.
Muchos de ellos contienen simplemente una o dos letras, otros contienen nombres de personas, y otros
palabras cómo “pan” o “higos secos” seguidas de nombres de personas y números.
Pero el gran asombro de los excavadores fue al encontrar entre el edificio denominado por los arqueólogos
“edificio administrativo” y el “portón del agua”, un grupo de doce pequeños óstracos conteniendo cada uno
un nombre de persona o apodo, siendo una de ellas nada más ni nada menos que “ben-Yair”, así sin el nom-
bre propio “Eleazar”, sin duda el legendario comandante de
los rebeldes atrincherados de quien no era necesario especi-
ficar su nombre.
A los descubridores anonadados les era imposible desligar el
inesperado descubrimiento del relato espeluznante de Jose-
fo: según éste después de un discurso enardecido de Eleazar
ben-Yaír en la sinagoga y el consiguiente asentimiento gene-
ral de los presentes, se procedió al suicidio colectivo de la
siguiente manera: cada jefe de familia mató a su mujer e hi-
jos, luego los diez comandantes del lugar mataron a éstos, y
ECHARON SUERTES para decidir quién de ellos mataría a sus
camaradas, prendería fuego a todo y se suicidaría.
En esa época en toda la zona las suertes para elegir a alguien
entre varias personas se echaban de la siguiente manera: se anotaba cada nombre en un óstraco, se metían
las óstracos en una vasija, y alguien introducía en ésta su mano y extraía un óstraco.
La comparación del descubrimiento con el texto de Josefo parecía inevitable. Así lo interpretó Yadin, y la
noticia del descubrimiento de las suertes que echaron los suicidados de Masada corrió como un reguero de
pólvora.
Las suertes están hoy expuestas al público en el museo al pie de Masada, y son consideradas pruebas feha-
cientes por aquellos que aceptan el relato de Josefo cómo veraz, mientras que quienes niegan toda veracidad
del relato del suicidio dan a los óstracos una explicación diferente, en una discusión que parece interminable.

Resumamos los argumentos de cada uno de los dos bandos: Aquellos que niegan veracidad al relato de Jo-
sefo argumentan que:

1. cómo vimos anteriormente, en Masada hay una gran cantidad de óstracos con nombres propios. No hay

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razón para separar este grupo de ellos, a pesar de que indudable-
mente el óstraco “ben-Yair” se refiere al líder de Masada.

2. Josefo habla de diez comandantes, y aquí se trata de doce óstracos.


Los números no concuerdan.

Aquellos que aceptan la teoría de Yadin argumentan que:

1. después de un meticuloso estudio se comprobó que todos las ós-


tracos del grupo pertenecían a una vasija original, evidentemente
rota en pedacitos en un determinado momento con el propósito de
escribir las suertes.

2. los epígrafos han puesto cuidado de que todos los doce óstracos fueron escritos por la misma mano.

3. los dos argumentos anteriores sumados al hecho de que uno de ellos es el comandante Eleazar ben-Yair,
no sólo nos deben llevar a la evidente conclusión de que no estamos ante un mero registro administrativo,
sino que es hasta posible que el mismísimo Eleazar ben-Yair fue quien escribió los óstracos de su puño y letra.

4. la diferencia numérica entre la suma de los óstracos y el relato de Josefo, es explicada de la siguiente
manera: Eleazar ben-Yair no está incluido en la cuenta que nos brinda Josefo, ya que es sobreentendido. Se
trata de Eleazar ben-Yair y sus diez comandantes, y a esto debe sumarse el hecho de que uno de los óstracos
parece ser un intento fallido de escribir “ben-Yair” (‫)ב ן יאיר‬,
más bien que un óstraco real, y contiene sólo las tres prime-
ras letras del nombre “ben-Y” (‫)ב ן י‬, a causa de una pequeña
y áspera elevación en el óstraco después de la tercer letra, y
por lo tanto es posible que éste haya sido desechado.

5. aún considerando que haya una incongruencia en el nú-


mero de las suertes, es posible que ésta se deba a la pérdida
y cambio de detalles en el relato desde su inicio en boca de
los sobrevivientes hasta su final en el libro de Josefo, y de
todas maneras las coincidencias son tan, pero tan notables,
que son necesarios argumentos más fuertes para negar el
nexo.
05/10/2020 - Dr. Daniel Vainstub

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