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“Vete al diablo Pata de Luz, desgraciado pariente del Riviel”, gritó el viejo
Mario, cuya voz se perdió en lo profundo del manglar, obteniendo un eco
quejumbroso y duradero.
Vino luego un silencio, las estrellas volvieron a su sitio y las aguas del estero
retornaron a su original tamaño, golpeando suavemente la embarcación. Había
sido la Pata de Luz la que había hecho su aparición y que hoy la mayoría de los
pescadores tumaqueños recuerdan con temor.
Dice la leyenda que la Pata de Luz es un esqueleto que lleva una luz de color
roja, que a veces se torna verde y navega sobre dos palos. En algunas ocasiones
se presenta como si fueran varias personas. En tierra anda como cualquier
cristiano y en el agua navega rápidamente.